2. Más que un hecho
concreto, al final de la
vida de Jesús,
celebramos el sentido
de la vida de Jesús.
Había descendido del
cielo para salvarnos.
Y ahora sube al cielo
habiéndonos redimido
y preparándonos un
lugar para que
nosotros un día le
acompañemos.
3. La ascensión de
Jesús va unida a
la resurrección. Es
como una
consecuencia de
ella. De hecho ya
al resucitar, Jesús
está en el cielo,
está lleno de
alegría. Sin
embargo se
mostró subiendo y
glorificándose,
porque es
esperanza para
nosotros.
4. Una primera
enseñanza que
nos da la
Ascensión es que
debemos mirar
más hacia arriba,
hacia Dios, donde
está nuestra meta,
nuestro futuro,
nuestra ascensión
sin límites.
5. Estar con Dios
es estar en
tendencia de
renovación,
porque Dios
irradia fuerza
creativa: nos
hace crecer,
pues nos llena
de
aspiraciones
cada vez más
grandes.
6. Ese Dios
trascendente
se manifestó
en Jesucristo.
Viene a
nosotros
bajando para
ayudarnos a
subir. Ese
hecho de la
ascensión nos
debe impulsar
a mirar más
hacia arriba,
donde está
nuestro Señor.
7. Una de las
palabras que
aparece más
en el
evangelio,
dicha por
Jesús, es la de
“levántate”.
Así a aquel
paralítico que
estaba
postrado o a la
mujer
encorvada.
8. O “levántate” que dice Jesús a la mujer que llora sus
pecados o a la que estaba con fiebre en la cama o,
sobre todo, a la niña muerta en su casa.
10. “Levántate” les
dice Jesús a todos
los marginados, o
le dice a Pedro que
había caído en las
dudas o pecado; o
le dice a Tomás
caído en la
incredulidad.
11. Jesús nos dice a
todos que nos
levantemos. Nos
da la mano. Nos
enseña a subir al
monte para orar.
Y un día nos
dará la mano
para entrar en el
cielo.
12. Hoy nos dice a
todos: “levántate”
y no dejes de
caminar, porque el
camino es largo;
pero yendo con
Jesús nos lleva,
tras la ascensión,
al reino eterno.
19. El suceso de la
Ascensión nos lo
cuenta san Lucas en
el principio de los
“Hechos de los
apóstoles”.
Es la primera lectura
todos los años en
este día de la
Ascensión del Señor.
Hech 1,1-11
Dice así:
20. En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue
haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los
apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y
ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles
numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante
cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de
Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que
yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días
vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Ellos lo rodearon
preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de
Israel?" Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos
y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el
Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
confines del mundo." Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una
nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo
irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les
dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El
mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le
habéis visto marcharse."
21. Los apóstoles habían sido consolados durante aquellos
días en que Jesús, antes de subir al cielo, les consolaba
y les enseñaba más sobre “el Reino”.
22. Ahora la vida se les iba a hacer más difícil sin tener al
Señor con ellos. Al marcharse al cielo, ya no les podría
salir al encuentro en cualquier encrucijada de la vida.
23. Jesús iba a estar presente, pero de otra manera. Lo apren-
derían cuando viniese el Espíritu Santo en Pentecostés.
24. Pero ahora
ya tendrían
que
aprender a
vivir sin el
Jesús
visible,
sobre todo
en la
oración. Ya
se lo había
dicho Jesús
desde la
Última
Cena.
25. Ahora son los ángeles, quienes de nuevo se lo van a
decir. Se aparecen dos para decirles que no estén todo
el tiempo mirando a las nubes.
26. Jesús es luz, es vida. Y
eso quiere ser para
nosotros. La
Ascensión es como el
remate final de la obra
restauradora de Jesús.
Vino a enseñarnos la
dignidad y el valor de
cada persona y ahora
nos quiere
comprometer en la
construcción de un
mundo más hermoso.
27. Jesús vino a encender
un fuego que sube
hacia lo más alto, vino a
llenar la tierra de
surtidores de agua que
saltan hasta la vida
eterna, vino a
enseñarnos los luceros
más hermosos del
firmamento y a colgar
del cielo las cadenas
que ataban a los
hombres.
28. Por eso la fiesta
de la Ascensión
es una fiesta de
esperanza y de
optimismo.
Jesús nos
garantiza la
satisfacción de
nuestras ansias y
proyectos.
29. Para ello debemos
atender a los
ángeles que,
como a los
apóstoles, nos
dicen en este día:
No busquéis entre
los muertos a la
Vida.
42. La Ascensión es una
fiesta que nos
estimula a mirar
mucho hacia arriba,
pero pisando en la
tierra. Es decir,
buscar el cielo, pero
sin separarnos de la
tierra. Y esto a veces
es difícil, porque nos
solemos pasar por
uno o por otro lado.
43. Hay algunos, quizá
no muchos, que se
quedan, como
entonces los
apóstoles, mirando
al cielo como de
una manera boba,
sin hacer nada de
utilidad, la que es
más importante y
definitiva, aquí en
la tierra.
44. Pero es cierto que son muchos más los que se quedan
demasiado mirando hacia la tierra, sin preocuparse,
muchas veces, de lo esencial y trascendental en
nuestra vida.
45. Por eso debemos
poner siempre
nuestra principal
atención en
conseguir el cielo,
mientras
trabajamos en la
tierra. Ese es el
gran mensaje de la
Ascensión. Jesús
subió al cielo, pero
sigue junto a
nosotros en
nuestro caminar.
Así lo dice este
himno de laudes:
46. No; yo no
dejo la
tierra. No;
yo no olvido
a los
hombres.
Automático
56. Fray Luis de León
hizo una poesía
muy famosa
expresando la
nostalgia por la
marcha de Jesús
en la ascensión,
que empieza así:
57. “¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?”
58. Esta ausencia de Jesús queda superada por la presencia.
Esta presencia está especialmente en la Eucaristía; pero
está de muchas maneras, sobre todo por la gracia y el
amor. Jesús les dijo a los apóstoles: “Sabed que yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.
59. Jesús es el amor
perfecto. Y no hay
nada que pueda
separar al ser
amado, ni la misma
muerte. Jesús, que
es el verdadero
amor, puede vencer
todas las muertes y
distancias. Él es el
Enmanuel, Dios con
nosotros.
60. Él está siempre
con nosotros. Lo
que falta es mucha
fe, queremos ver y
palpar, como decía
santo Tomás. No
nos fiamos ni de
nuestros
sentimientos o
razonamientos.
Recordemos lo que
dijo Jesús
“Dichosos los que
crean sin haber
visto”.
61. Jesús está
entre nosotros,
pero hay que
descubrirle.
Porque la
presencia de
Jesús no es
tangible, pero
sí es real y
reconfortante
para los que
viven en la fe.
62. La presencia corporal de Jesús era limitada. La
presencia espiritual es más íntima, más dinámica y
más duradera. Y es verdadera.
63. Para quien tiene
fe, llegará a sentir
a Jesús presente
como la luz que
enciende nuestras
noches, o la
hoguera que
alienta nuestro
invierno, la fuerza
que nos sostiene,
la alegría y el
amor que
transforma
nuestra vida.
64. Sin la presencia de
Cristo todo sería
diferente. Cuando
uno está metido
demasiado en el
materialismo, es
muy difícil mirar
hacia arriba y es
difícil comprender
que todos somos
aquí caminantes
que vamos
caminando hacia la
verdadera patria del
cielo.
65. Somos un pueblo que camina y
juntos caminando podremos
alcanzar:
Automático
66. Otra ciudad que no se acaba, sin
penas ni tristezas, ciudad de
eternidad.
Hacer CLICK
67. Hay muchos que se instalan aquí en la tierra como si éste
fuese el fin total. Pero estamos destinados para algo
muchísimo mejor. San Pablo hoy en la 2ª lectura nos va
indicando ese destino maravilloso y nos alienta a la
esperanza para ir allá. Dice así: (Efesios: 1,17-23).
68. Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y
revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro
corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a
la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en
herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza
de su poder para nosotros, los que creemos, según la
eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en
Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de
todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por
encima de todo nombre conocido, no sólo en este
mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies,
y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su
cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
69. Esta lectura de san Pablo es como un canto exultante
de un hombre enamorado de su fe. Es el canto de
quien se ha encontrado con Cristo y no puede
guardarse para sí tanta felicidad.
70. Dice que Jesús “ha sido sentado a la diestra de Dios
Padre”. Es una expresión bíblica para decir que tiene la
gloria de Dios.
71. Jesús está en el
cielo y vela por
nosotros, para que
también nosotros
con nuestro
comportamiento en
la vida miremos al
cielo y seamos
capaces de buscarle
y encontrarle en
nuestra misma vida.
72. Y vamos encontrando
al Señor en nuestra
vida cuando hacemos
el bien, aunque nos
cueste. Y cuando uno
no se aprovecha de la
necesidad del prójimo,
aunque pueda hacerlo;
o cuando uno es
sensible al dolor del
necesitado y sabe
escuchar.
73. Al subir Jesús al
cielo, como
primicia nuestra,
debemos pensar
mucho más en esa
ciudad que nunca
se acaba, que está
llena de gloria y
felicidad, donde
está Jesús
esperándonos.
74. Porque es cierto
que existe ese
lugar, el cielo,
donde está
Jesucristo. Allí nos
espera. Vivamos
como Él nos indica
y levantemos el
alma y el corazón
esperando
abrazarle un día de
una forma más
real.