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Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 9 
LOS PROFETAS MENORES 
Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, 
Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías 
Los Profetas Menores: Reseña 
Comenzamos ahora nuestra reseña de los últimos doce 
profetas, conocidos a veces como los Profetas Menores. Esta 
denominación simplemente significa que sus libros son más cortos 
que los libros proféticos que ya hemos estudiado. Dado que los 
últimos doce profetas escribieron más tarde en la historia hebrea, a 
veces se los conocía como los Profetas Posteriores. Los antiguos 
escribas mantenían a estos profetas posteriores en una unidad 
denominada “Los Doce”, porque los valoraban mucho y no querían 
perder a ninguno de ellos. 
Los doce libros históricos del Antiguo Testamento presentan 
el contexto histórico en el cual vivieron y predicaron los profetas que 
escribieron libros. Para mantener un equilibrio histórico, usted 
debería hacer un gráfico que muestre dónde deberían colocarse los 
profetas en la historia hebrea que aprendió cuando estudiamos los 
libros de historia del Antiguo Testamento. Si bien este no es un 
estudio académico, sino devocional, déjeme recordarle los siete 
hechos de la historia hebrea que usted debería mantener en 
perspectiva al leer estos profetas: 
1. El reino 
2. El reino dividido 
3. La conquista asiria del reino del norte
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
2 
4. La extinción del reino del norte 
5. La cautividad del reino del sur en Babilonia 
6. La conquista persa de Babilonia 
7. El retorno de la cautividad en Babilonia 
Capítulo 1 
La profecía de Oseas 
La mayoría de nosotros sabemos que Dios es amor, pero 
¿cuántos libros ha visto o leído sobre el tema del amor de Dios? El 
libro de Oseas es el inspirado libro de la biblioteca sagrada de Dios 
sobre el amor de Él. Dios encargó a Oseas que fuera el profeta del 
amor de Dios para las diez tribus conocidas como el reino del norte, 
que también era llamado, simplemente, Israel. Les predicó el amor de 
Dios cuando se habían alejado de Él y estaban adorando ídolos. 
La primera verdad que aprendemos de este profeta es que, 
cuando Dios nos llama a hacer una gran obra para Él, a menudo nos 
prepara para esa obra a través de nuestras propias experiencias de 
vida. Dios usa cada día que vivimos para prepararnos para cada día 
que viviremos y que lo serviremos. 
Una alegoría dolorosa 
Dios consideró que Oseas estaba preparado para predicar del 
amor de Dios a un pueblo infiel porque éste se había casado con una 
prostituta llamada Gomer (1:2, 3). Oseas la amó y la convirtió en 
madre de sus hijos, como si fuera la mujer más refinada del país. 
Luego de muchos años, cuando Gomer volvió a sus amantes, Dios 
hizo que Oseas la recibiera de nuevo en su casa, y que continuara 
amándola (3:1). Todo esto fue por lo menos permitido por Dios para 
preparar a Oseas para predicar a Israel el amor incondicional y la 
aceptación de Dios. 
Si bien no lo merecía, Israel había sido escogido por Dios 
para ser su pueblo, así como Gomer había sido escogida por Oseas 
para ser su esposa, aunque era una prostituta. Una alegoría es una 
historia en la que las personas, los lugares y las cosas tienen un 
significado más profundo, que nos enseña moralmente y 
espiritualmente. El matrimonio de Oseas fue una dolorosa alegoría 
del amor incondicional de Dios por Israel. 
La predicación de Oseas 
La idolatría era el pecado continuo y crónico del pueblo del 
reino del norte cuando Oseas predicó sus valientes y relevantes 
sermones allí. Había una gran inmoralidad asociada con su culto a los 
ídolos. Oseas era muy directo y franco cuando predicaba. 
Estos son algunos extractos parafraseados de su predicación, 
que lo familiarizarán con su estilo: “Los hombres de Israel terminan 
de tomar su vino y salen a buscarse prostitutas. Les gusta más la 
vergüenza que el honor [...]. El vino, las mujeres y las canciones han 
quitado el cerebro a mi pueblo. Porque piden a un pedazo de madera
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
3 
que les diga qué hacer [...]. Son como un arco torcido que siempre 
yerra el blanco. Sembraron vientos y cosecharon tempestades [...]. 
Israel está destruido; yace entre las naciones como una vasija rota. La 
gloria de Israel se va volando como un pájaro”. 
Dado que Israel era el pueblo escogido del único y verdadero 
Dios, Oseas consideraba que el haberse vuelto a otros dioses era 
“adulterio espiritual” contra Dios: “Mi pueblo a su ídolo de madera 
pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo 
hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar” (4:12). 
“Todos ellos arden como un horno; devoran a sus 
gobernantes. Caen todos sus reyes, pero ninguno de ellos me invoca. 
Efraín se mezcla con las naciones; parece una torta cocida de un solo 
lado” (7:7, 8). Cuando Oseas predicaba: “De tal pueblo, tal 
sacerdote”, estaba gritando: “Sacerdote, no señales con tu dedo a otra 
persona. ¡Yo te estoy señalando a ti!”. 
Como consecuencia de su idolatría, iban a ser llevados en 
cautiverio: “Devorado será Israel; pronto será entre las naciones 
como vasija que no se estima. Porque ellos subieron a Asiria” (8:8, 
9). La cautividad en Asiria sería fatal para el reino del norte, porque 
nunca volvería a su tierra natal ni volvería a ser un reino. Quienes 
sobrevivieron a la conquista y al cautiverio en Asiria fueron 
esparcidos entre las naciones gentiles del mundo. 
El amor incondicional de Dios 
Israel iba a comenzar su cautiverio, pero Dios lo iba a amar y 
lo iba a restaurar espiritualmente una vez más para sí mismo: “Te 
desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, 
juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en 
fidelidad, y conocerás a Jehová” (2:19, 20). Este retorno espiritual de 
Israel, que habían predicado varios profetas, todavía no se ha 
cumplido. Tendremos que esperar el final de los tiempos para ver el 
cumplimiento de esta profecía. 
Oseas predicó elocuentemente sobre el amor de Dios: “No 
quiero sus sacrificios, quiero su amor; no quiero sus ofrendas, quiero 
que me conozcan a mí”. Para lograr que sus corazones se arreglaran 
con Dios, Oseas predicó como lo hizo Jeremías: “Sembrad para 
vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para 
vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que 
venga y os enseñe justicia” (10:12). “Tú, pues, vuélvete a tu Dios; 
guarda misericordia y juicio, y en tu Dios confía siempre” (12:6). 
La aplicación personal y devocional 
Si bien debemos esperar para el cumplimiento del retorno 
espiritual de Israel, no tenemos que esperar para nuestro propio 
retorno espiritual a nuestro Dios amoroso. Mi pasaje favorito de 
Oseas es una buena forma de concluir esta breve reseña de los 
programas radiales que usted ha escuchado sobre el profeta Oseas:
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
4 
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos 
curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el 
tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. Y conoceremos, y 
proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su 
salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y 
temprana a la tierra” (6:1-3). 
Capítulo 2 
La profecía de Joel 
Joel es el segundo de los doce Profetas Menores. El mensaje 
de este profeta está centrado en una expresión que usa él y los demás 
profetas menores: “el día del Señor”. Joel denomina a una terrible 
plaga de langostas que invadió el reino del sur, “el día del Señor”. 
Además de rotular a esta plaga literal de langostas como “el día del 
Señor”, también la relaciona con la inminente cautividad en 
Babilonia. Como los Profetas Mayores, él mezcla sus profecías 
acerca de la cautividad en Babilonia con profecías acerca de la 
segunda venida de Cristo. 
Muchos están familiarizados con Joel por su notable profecía 
sobre el día de Pentecostés. Quienes estuvieron presentes en el día 
del nacimiento de la iglesia, se preguntaron: “¿Qué quiere decir 
esto?” (Hechos 2:12). Pedro comenzó su sermón del día de 
Pentecostés diciéndoles: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” 
(Hechos 2:16). Joel predicó que el día del Señor, para usted y para 
mí, existe en todos los días del pasado, presente y futuro de nuestra 
vida. 
La plaga de langostas 
El libro de Joel comienza describiendo una nutrida plaga de 
langostas, que invadió el reino del sur. Joel predicó: “Lo que quedó 
de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el 
revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado” 
(1:4). La plaga de langostas avanzó por el país, destruyendo la 
vegetación y dejando solo un rastro de devastación. 
Cuando Joel se refirió a esta plaga de langostas como “el día 
del Señor” (1:15), estaba convirtiendo al día del Señor en un suceso 
presente. Pero, ¿qué quiso decir exactamente Joel cuando se refirió al 
día del Señor de esta forma? Cuando vio la terrible plaga y atribuyó 
el origen de ella al Señor, nos estaba diciendo que Dios es soberano 
aun en las calamidades. Joel luego concuerda con todo una hueste de 
autores bíblicos que nos han dicho que Dios puede ser el poder detrás 
de la adversidad así como de la prosperidad. Debido a que esa 
terrible invasión de langostas muy probablemente llevó al pueblo a 
pensar que Dios los había abandonado, Joel declaró que Dios estaba 
presente aun en ese día, con lo que quiso decir que a veces aun el día 
de la calamidad puede ser “el día del Señor” para quienes aman a 
Dios y son llamados conforme a su propósito (Romanos 8:28).
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
5 
La cautividad en Babilonia 
Una horda de langostas funciona como un ejército, trabajando 
en conjunto y destruyendo todo lo que se les cruza. Joel usó la 
devastación total de un “ejército” de langostas para conseguir la 
atención del pueblo de Judá y prepararlos para su profecía de la 
devastación final que sufrirían por la invasión de los ejércitos 
babilónicos. Joel escribió: “Como valientes correrán, como hombres 
de guerra subirán el muro; cada cual marchará por su camino, y no 
torcerá su rumbo [...]. Irán por la ciudad, correrán por el muro, 
subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones” 
(2:7, 9). 
El día de Pentecostés 
Luego de proclamar que la horda de langostas era el día del 
Señor presente y declarar que la cautividad en Babilonia era un “día 
del Señor” futuro, Joel comenzó a hablar de otro día del Señor: el día 
de Pentecostés. Compartiendo palabras proféticas de Dios, Joel 
escribió: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, 
y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos 
soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (2:28). 
Esta profecía se cumplió, al menos en parte, en el día de 
Pentecostés (Hechos 2:1-4). Leemos que el Espíritu Santo descendió 
sobre los que estaban reunidos en Pentecostés. Cuando las personas 
vieron la lenguas de fuego repartidas sobre la cabeza de los 
apóstoles, los escucharon hablar en un idioma que era entendido por 
personas que hablaban varios idiomas, y escucharon “un estruendo 
como de un viento recio que soplaba”, preguntaron a Pedro: “¿Qué 
quiere decir esto?”. Pedro les contestó: “Esto es lo dicho por el 
profeta Joel” (Hechos 2:16). 
La segunda venida de Jesucristo 
Observe que, mediante la profecía de Joel de Pentecostés, 
Dios nos está diciendo cosas acerca del día del Señor en los últimos 
días que no tuvieron lugar en el día de Pentecostés: 
“Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y 
columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en 
sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo 
aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el 
monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, 
y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Joel 2:30-32). 
Joel profetizó claramente el día de Pentecostés, y si usted 
estudia su profecía de Pentecostés detenidamente, verá que también 
estaba prediciendo sucesos que no se cumplieron en Pentecostés. Un 
estudioso de los Profetas Menores escribió que esta profecía de Joel 
fue “precumplida” en el día de Pentecostés, pero sería cumplida por 
completo en la segunda venida de Jesucristo. 
Como ocurre con todos los profetas, cuando las profecías de 
Joel de los sucesos como la conquista por parte de Babilonia o 
Pentecostés se cumplen tan literalmente, podemos entusiasmarnos al
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
6 
pensar en el cumplimiento literal de sus profecías con relación a la 
segunda venida de Cristo. 
Joel denominó a este futuro día del Señor “el día grande y 
espantoso de Jehová” (Joel 2:31). Cuando Pedro escribe sobre este 
día, se centra en uno de los muchos sucesos que formarán parte de la 
segunda venida de Cristo. Según Pedro, cuando llegue este día, “los 
elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en 
ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10). 
La aplicación personal 
Joel no solo predicó el presente día del Señor y el futuro día 
del Señor. Nos exhortó, como pueblo de Dios, a hablar a nuestra 
generación –y, al hablar a nuestros hijos, a generaciones futuras– 
acerca del día del Señor (1:2, 3). Nos exhorta a darnos cuenta de que 
cada día –pasado, presente y futuro– debe ser considerado el día del 
Señor. Cuando recordamos cómo Dios ha obrado en nuestras 
circunstancias del pasado para bien, debemos llevar esa confianza a 
nuestras circunstancias presentes (Romanos 8:28). 
¿Por qué Dios quiere que sepamos acerca de ese gran y 
terrible futuro día del Señor? Para que pensemos en el tipo de 
personas que deberíamos ser. Escuche la aplicación personal de 
Pedro cuando nos habla del futuro día del Señor: “Por lo cual, oh 
amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser 
hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened 
entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como 
también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha 
sido dada, os ha escrito” (2 Pedro 3:14, 15a). Cuando miramos hacia 
adelante, al día del Señor venidero, Joel y todos los profetas hacen 
aplicaciones como las de Pedro para desafiar a los seguidores de 
Cristo. 
Capítulo 3 
La profecía de Amós 
Amós era un recolector de higos y un pastor que vivía en el 
pequeño pueblo de Tecoa, unos dieciocho kilómetros al sur de 
Jerusalén. Dios lo llamó del reino del sur para profetizar contra el 
reino del norte, cincuenta años antes de la cautividad en Asiria. Se 
nos dice que Amós ministró durante el reinado del rey Uzías, en el 
reino del sur, bajo el cual la nación de Judá fue próspera, tanto 
militarmente como materialmente. Ellos creían que no había ningún 
enemigo en el horizonte y que nadie era una amenaza para ellos. Pero 
la profecía de Amós fue tanto contra la próspera nación de Judá 
como contra el reino del norte de Israel. 
El juicio de Dios se aproxima 
Amós comenzó su profecía hablando palabras que los 
ciudadanos del reino del norte querían escuchar: les dijo que Dios 
juzgaría a sus enemigos (1:3-2:3). Al nombrar a aquellas naciones
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
7 
enemigas y los juicios que les sobrevendrían, los que escuchaban su 
predicación estarían encantados de oír este mensaje; les habría 
gustado escuchar cómo Dios iba a castigar a quienes ellos odiaban. 
Pero, una vez que Amós logró su atención con estos sermones, les 
dio la mala noticia: Judá e Israel también serían juzgados (2:4-8). 
Culpó a Judá por rechazar la ley del Señor y no guardar los estatutos 
de Dios, y culpó a Israel por su avaricia, injusticia social e 
inmoralidad, que profanaban el nombre del Señor. 
Amós continuó su profecía contra Israel prediciendo la 
cautividad en Asiria: 
“El ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, 
ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni 
escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su 
vida” (2:14–16). 
El reino del norte se habrá mofado de este mensaje, porque 
vivía en tiempos prósperos y los militares de este reino se destacaban 
en las habilidades que describió Amós en este sermón. Pero en 
cincuenta años el reino del norte de Israel fue derrotado y todo el 
pueblo fue llevado cautivo por el ejército asirio. 
Dios intentó evitar la cautividad en Asiria ofreciendo a Israel 
oportunidades para arrepentirse (4:6-13). Les envió hambre, retuvo la 
lluvia, envió viento, añublo y pestilencia, pero aun así, como Dios les 
dijo a través de su profeta, “no se volvieron a mí” (4:8, 9, 10, 11). 
Como Israel no hizo caso al llamado al arrepentimiento de Dios, 
Amós profetizó el juicio de Dios sobre ellos, y este juicio sería 
permanente; Israel nunca volvería al país luego de su cautividad en 
Asiria. 
Amós predijo el juicio de Dios mediante la predicación de 
cinco visiones que Dios le dio. Los juicios que aparecen en las dos 
primeras visiones, que describían una plaga de langostas y un fuego 
devorador, fueron evitados cuando Amós pidió la misericordia de 
Dios (7:1-6). La tercera visión, la de una plomada que mide si un 
muro está derecho, mostraba por qué Dios tenía motivos para estar 
enojado: su pueblo no era un pueblo “derecho”, que vivía según los 
estatutos de Dios, sino un pueblo “torcido”, que rechazaba la ley de 
Dios y provocaba su ira. 
La cuarta visión, la de una canasta de frutas más que 
maduras, mostraba que el juicio se había demorado mucho, y el 
juicio de Dios contra ellos se predice en la quinta visión, donde Dios 
se para junto a un altar y clama: “Golpea los capiteles de las 
columnas para que se estremezcan los umbrales, y que caigan en 
pedazos sobre sus cabezas. A los que queden los mataré a espada. Ni 
uno solo escapará, ninguno saldrá con vida” (9:1). En esta visión, 
Dios mostró que su juicio sobre Israel sería final. Ni uno escaparía, y 
ni uno sería perdonado. Además, el juicio de Dios era inminente. 
La ventaja espiritual aumenta la responsabilidad 
Amós no aisló a Judá e Israel del juicio de Dios sobre las 
naciones. En cambio, les dijo que su juicio sería más severo que el de 
las naciones paganas. Sus pecados eran más graves porque habían
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
8 
tenido una ventaja espiritual con su conocimiento de la Palabra de 
Dios, pero ellos no siguieron los estatutos y mandamientos de esa 
Palabra. Según Amós, la responsabilidad espiritual se mide en 
proporción directa con la ventaja espiritual, y nuestras ventajas 
espirituales deberían influenciar dinámicamente la forma en que 
vivimos. 
Lo que hacemos con lo que sabemos es muchísimo más 
importante que lo que sabemos. Necesitamos que se nos recuerde que 
vivir de acuerdo con nuestro conocimiento es más importante que 
adquirir más conocimiento. Mientras que el mundo secular siempre 
ha creído que el conocimiento por sí solo es virtuoso, los profetas 
predicaban que lo que convierte a una persona en virtuosa es la 
aplicación del conocimiento, la sabiduría. 
Promesa de restauración 
Amós, como los demás profetas, predicaron la restauración 
final del pueblo de Israel: “En aquel día yo levantaré el tabernáculo 
caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo 
edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los 
cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las 
naciones, dice Jehová que hace esto” (9:11, 12). 
Esta profecía habla del retorno espiritual de Israel a su Dios. 
Esta restauración de Israel aún no ha ocurrido. Hemos visto el 
retorno de judíos que habían estado esparcidos por todo el mundo, y 
hemos visto la restauración política de Israel, pero todavía no hemos 
visto el cumplimiento del retorno espiritual de los judíos, hoy. 
Capítulo 4 
La profecía de Abdías 
“Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom: [...]. He 
aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran 
manera. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en 
las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu 
corazón: ¿Quién me derribará a tierra? Si te remontares como águila, 
y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice 
Jehová” (Abdías 1: 1–4). 
Así comienza el libro de Abdías. ¿De qué hablaba Abdías 
cuando mencionaba un pueblo soberbio que vivía en hendiduras en 
las peñas y que pensaba que nadie podía bajarlos de su nido? 
Algunos dicen que este libro debería ser de advertencia para quienes 
vivimos en el siglo XXI, con relación a nuestras expediciones para 
descubrir vida en otros planetas. En las generaciones pasadas, estos 
versículos se han interpretado y aplicado como queriendo decir que 
Dios no desea que vivamos en edificios altos. En el siglo XXI, 
algunos traducen estos versículos de la siguiente forma: “Si nos 
volvemos soberbios en cuanto a la ciencia y la tecnología, e
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
9 
intentamos vivir en otros planetas en el espacio, Dios nos humillará y 
nos hará volver a la tierra nuevamente”. 
Abdías no estaba escribiendo sobre edificios altos o el 
espacio exterior. Estaba ardiendo con una ira santa, y dirigiendo éste, 
el más corto de todos los libros proféticos, a un pueblo muy hostil, 
que había cometido actos terribles contra el pueblo de Judá cuando 
Jerusalén cayó ante los babilonios. 
El camino de Edom, condenado 
Dios habló a través de Abdías para condenar a una nación 
llamada Edom. Este pueblo vivía en un lugar que se puede visitar 
hoy, conocido como “la Ciudad Rosada de Petra”, en Jordania. 
Cuando uno entra a caballo en el cañón, ve acantilados de piedra roja 
que se levantan a más de dos mil metros de altura a ambos lados, con 
grandes espacios vacíos como cavados en la piedra. Estos grandes 
espacios abiertos fueron una vez la ciudad que albergaba el pueblo al 
que Abdías escribía. 
Luego de que estos pueblos invadían y saqueaban las 
ciudades de sus enemigos, o las caravanas de ricos mercaderes, 
subían con escaleras de soga y se escondían en sus moradas en los 
acantilados, lejos del alcance de sus enemigos. Sus moradas elevadas 
les hacían pensar que eran indestructibles. Por eso Abdías escribe: 
“La soberbia de tu corazón te ha engañado, [...] dices en tu corazón: 
¿Quién me derribará a tierra?” (v. 3). 
¿Quién era, exactamente, este pueblo? Eran descendientes de 
Esaú, el hermano de Jacob. El libro de Génesis nos dice que Jacob y 
Esaú eran mellizos, pero tenían valores contrarios y vivían estilos de 
vida contrarios. Mientras que Jacob era pícaro pero espiritual, Esaú 
era profano, no espiritual y lo que hoy llamaríamos “un hombre 
secular”. Esto se muestra alegóricamente en el libro de Génesis, 
cuando Esaú vende su primogenitura a Jacob por un plato de sopa. 
Mientras que los descendientes de Jacob reciben su nombre – 
Israel– de él y se convierten en los judíos, Esaú fue padre del pueblo 
de Edom, los enemigos jurados de los judíos. El pueblo de Edom 
eran antisemitas muy celosos, y buscaban continuamente 
oportunidades para aliarse con otras naciones para matar a los judíos. 
Abdías escribió su muy breve profecía para predecir la caída 
de Edom, una caída que sería la consecuencia directa de su odio y 
persecución de los judíos. Abdías tronó ocho acusaciones específicas 
contra Edom. Ocho veces lo escuchamos decir “¡No debiste...!”. 
Evidentemente, el pueblo de Edom había hecho todas estas cosas. 
“Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu 
hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de 
los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte 
jactado en el día de la angustia. No debiste haber entrado por la 
puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste 
haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano 
a sus bienes en el día de su calamidad. Tampoco debiste haberte 
parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
10 
debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia” 
(Abdías 1:12-14). “Porque cercano está el día de Jehová sobre todas 
las naciones; como tú hiciste se hará contigo” (v. 15). 
Los eruditos creen que Abdías estaba condenando el 
comportamiento de Edom durante la caída de Jerusalén bajo el 
reinado de Sedequías, cuando la ciudad fue arrasada y el pueblo de 
Judá fue masacrado o llevado cautivo a Babilonia. El pueblo de 
Edom había ayudado a los babilonios en el sitio de Jerusalén, y había 
participado del saqueo de la ciudad. Cuando los judíos escapaban de 
la calamidad, el pueblo de Edom los capturó y los devolvió a los 
babilonios. 
Abdías pasó de su llamada de atención a Edom para unirse a 
otros profetas y predicar, como otros profetas, sobre el día del Señor. 
Le dijo al pueblo de Edom: “Como tú hiciste se hará contigo; tu 
recompensa volverá sobre tu cabeza” (v. 15). Cuando se cumpliera 
este día de la profecía, la nación de Edom sería completamente 
eliminada. Sus aliados se volverían contra ellos, y no quedaría nada 
de la nación de Edom: “La casa de Jacob será fuego, y la casa de José 
será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los 
consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú” (v. 18). Esta 
profecía fue cumplida literalmente. La nación de Edom desapareció 
de las páginas de historia, cuando fue aniquilada completamente por 
los romanos, en 70 d.C. 
La aplicación devocional 
A lo largo de toda la Biblia, el hombre piadoso es contrastado 
con el impío (Salmo 1; Mateo 7:13-25; 1 Corintios 2:14-16). Si 
estamos familiarizados con la historia de Jacob y Esaú, en el libro de 
Génesis, y el comentario de esa historia que hace el apóstol Pablo, no 
nos resulta difícil darnos cuenta de que esta breve profecía de Abdías 
también contrasta alegóricamente para nosotros la vida del hombre 
espiritual con la del hombre natural y no espiritual (Génesis 25:29- 
34; Romanos 9:10, 11). La vida de Jacob es un ejemplo del hombre 
espiritual porque buscó fervorosamente a Dios, así como los valores 
y las bendiciones espirituales. 
También aprendemos en el libro de Génesis que, cuando 
Jacob “luchó” con Dios, su nombre fue cambiado por Israel: “No se 
dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y 
con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:28). Esaú, por otra 
parte, es un retrato del hombre natural y no espiritual. Al vender su 
primogenitura (la herencia del hijo mayor) por un plato de sopa, Esaú 
demostró inmadurez y que sus prioridades espirituales no eran las 
correctas. No nos debería sorprender encontrar que los valores y el 
estilo de vida de “Esaú” conduzca a “Edom”: una nación en abierta 
oposición al pueblo, los valores espirituales y los propósitos de Dios. 
Cuando nos encontramos por primera vez con Jacob y Esaú, 
están juntos en el vientre de su madre, Rebeca. Una aplicación
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
11 
alegórica y devocional de esto podría ser que existe un potencial de 
un Esaú y un Jacob en cada uno de nosotros hoy. 
Pablo describe estos dos potenciales magníficamente en su 
Carta a los Gálatas. Escribe que el Espíritu y la carne están en guerra, 
porque son contrarios. Cuando Pablo usaba la palabra “carne”, 
significa ‘nuestra naturaleza humana, sin la ayuda de Dios’. El 
Espíritu Santo nos da el potencial para ser espirituales, como Jacob, 
pero cuando el Espíritu Santo viene a vivir en nosotros, nuestra carne 
o naturaleza humana no es desalojada. Esto nos da dos potenciales 
(Jacob y Esaú). La dinámica profecía de Abdías nos desafía con esta 
pregunta: “¿Cuál potencial desarrollaremos?”. 
Capítulo 5 
La profecía de Jonás 
El libro de Jonás nos cuenta acerca de un profeta llamado por 
Dios para predicar arrepentimiento y salvación a sus enemigos. Él 
sabía lo suficiente acerca del carácter de Dios como para estar seguro 
de que, si respondía al llamado de Dios, sus enemigos serían 
salvados. Fue su conocimiento del amor incondicional de Dios lo que 
llevó a Jonás a decidir que no quería ir a Nínive y, como no quiso ir 
allí, también decidió que no quería acudir a Dios. En cambio, trató de 
huir de Dios a bordo de un barco que no solo se dirigía en la 
dirección opuesta, sino que iba hacia un puerto que estaba lo más 
lejos de la ciudad de Nínive que podía viajar un ser humano en ese 
tiempo (1:3; 4:2, 3). 
La ciudad de Nínive era la ciudad capital de los peores 
enemigos de los antiguos judíos. La crueldad brutal de los asirios no 
tenía parangón en la historia antigua. Jonás, o miembros de su 
familia, podrían haber sido víctimas de esa crueldad. Probablemente 
Jonás tenía buenos motivos para odiar a la gente que vivía en Nínive. 
Para lograr una perspectiva histórica, imagine que Dios encargara a 
un judío de principios de la década de 1940 que fuera a Berlín, en 
Alemania, donde se estaba planeando matar a todos los judíos que 
existían, para predicar el juicio de Dios sobre esa ciudad si no se 
arrepentían de sus pecados. Ese judío, ¿habría huido de esa misión? 
Jonás no va y Jonás no viene (capítulo 1) 
Los profetas y las personas piadosas del Antiguo Testamento 
seguían generalmente un patrón en su relación con Dios. Mencioné 
este patrón cuando consideramos el ministerio del profeta Isaías. 
Tenían experiencias significativas de venir a Dios, y luego tenían 
experiencias fructíferas de ir para Dios. La historia de Jonás con Dios 
muestra este patrón en reversa. 
En el primer capítulo de esta breve historia de Jonás, leemos 
que, cuando Dios comisionó a Jonás para que fuera a Nínive y, al 
decidir rehusarse totalmente a ir a Nínive, nos mostró que él creía en 
estas dos dimensiones de venir a Dios e ir para Dios. Jonás sabía que 
era porque tenía una profunda experiencia de venir a Dios que había
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
12 
recibido la comisión de ir a Nínive para Dios. Dado que no podía, o 
no quería, hacerlo, anunció que no iba a ir a Nínive para Dios y que, 
n coherencia con esa decisión, no iba a venir a Dios tampoco. 
Como Jonás estaba intentando esconderse de Dios cuando 
subió a ese barco, bajó al interior de este barco y se durmió 
profundamente (1:5). Leemos que el Señor provocó una terrible 
tormenta que casi hunde el barco. Mientras los marineros estaban 
aterrorizados y oraban a sus dioses, Jonás estaba durmiendo, 
intentando huir de sus problemas a través del sueño. Jonás intentaba 
huir de Nínive, de Dios y de sus problemas. 
Cuando el capitán del barco confrontó a Jonás por dormir 
durante la tormenta, Jonás reconoció que su Dios era el Dios que 
había hecho el mar, y que su Dios estaba enojado con él. Había 
enviado la tormenta porque le había encargado que fuera a Nínive, y 
Jonás se había rehusado a ir (vv. 9, 10). Jonás también dijo al capitán 
que la única forma de apaciguar la ira de su Dios era arrojarlo al mar, 
lo cual, con cierta renuencia, finalmente hicieron los marineros (v. 
15). Inmediatamente, el mar furioso se calmó. 
Ese mar calmo convirtió en creyentes a los marineros 
paganos de ese barco. Aun mientras Jonás huía de Dios y de lo que 
Él quería que hiciese, Dios lo usó para llevar a la fe a los marineros 
de ese barco. Leemos: “Y temieron aquellos hombres a Jehová con 
gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (1:16). 
También leemos que Dios preparó un gran pez para tragar a Jonás, y 
estuvo en el vientre de ese pez tres días. Jonás no dice que este gran 
pez fuera una ballena. Este pez fue una provisión milagrosa de Dios 
que fue preparada sobrenaturalmente para este profeta rebelde. 
Jonás viene a Dios (capítulo 2) 
El libro de Jonás nos enseña que, aun cuando en cierto 
sentido Dios nunca nos obliga a hacer nada –nos permite ejercer el 
libre albedrío en las decisiones que tenemos ante nosotros–, hará 
presión sobre nosotros como un elefante a través de nuestras 
circunstancias hasta que decidamos que su voluntad es lo único 
razonable que podemos hacer. Podemos titular el capítulo 1 de esta 
profecía: “¡No lo haré!”; pero sobre el capítulo 2, deberíamos 
escribir: “¡Lo haré!”. 
Fueron necesarios tres días en el vientre de un gran pez para 
llevar a Jonás al arrepentimiento por huir del llamado de Dios. 
Arrepentirse significa ‘pensar de nuevo’ o ‘tener un cambio de 
mente, corazón, voluntad y dirección’. La importancia del capítulo 2 
es que Jonás se arrepintió en el vientre de ese gran pez. Jonás oró en 
ese vientre. Recordó cada pasaje de las Escrituras que pudo en ese 
lugar horrible. En su oración, citó o hizo referencia a más de sesenta 
versículos de la Biblia, de Job, Lamentaciones, 1 Samuel, Jeremías, 1 
Reyes y muchos versículos de los Salmos. Esto significa que su 
mente estaba saturada de las Escrituras, y que cantó cada himno que 
pudo recordar cuando estuvo en el vientre de ese gran pez. 
Lo importante acerca de esta oración bíblica fue su 
arrepentimiento. Jonás pasó de decir: “No lo haré” a decir, tres veces:
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
13 
“Lo haré”. Dijo a Dios: “Veré tu santo templo” (v. 4), “Te ofreceré 
sacrificios” (v. 9) y “Pagaré lo que prometí” (v. 9). Como resultado 
del arrepentimiento de Jonás, “mandó Jehová al pez, y vomitó a 
Jonás en tierra”. 
Jonás va para Dios (capítulo 3) 
En el capítulo 3 leemos: “Vino palabra de Jehová por segunda 
vez a Jonás” (v. 1). Gracias al carácter paciente de Dios, Jonás 
escuchó el llamado de Dios por segunda vez, un llamado que le 
recordó lo mismo: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y 
proclama en ella el mensaje que yo te diré” (v. 2). 
Esta vez, en vez de salir huyendo, Jonás obedeció el llamado 
y fue a Nínive. Predicó el mensaje de juicio de Dios proclamando: 
“¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!” (v. 4). Toda la 
ciudad –incluyendo el rey– se convirtió y creyó en Dios (vv. 5, 6). 
Como la ciudad se arrepintió, Dios “se arrepintió del mal que había 
dicho que les haría, y no lo hizo” (v. 10). Cuando Jonás finalmente 
dijo “lo haré”, el resultado fue la más grande cruzada evangelística 
de la historia de Dios y el hombre. 
Jonás viene y va para Dios (capítulo 4) 
El corazón del mensaje del libro de Jonás se encuentra en el 
último capítulo, donde vemos cómo Jonás respondió al 
arrepentimiento de Nínive. Si bien pensaríamos que Jonás, como 
profeta de Dios, estaría eufórico porque toda la ciudad se había 
vuelto a Dios, no estaba feliz. De hecho, está tan enojado que 
prefiere morir antes que ver a Dios salvar a la población de Nínive, 
¡y se lo dice a Dios! Le dice: “Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que 
yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a 
Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en 
enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. 
Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor 
me es la muerte que la vida” (vv. 2, 3). En otras palabras: “¡Prefiero 
estar muerto antes que verte salvar a esta gente!”. 
El profeta prejuicioso 
¿Qué le pasa a Jonás? La respuesta a esta pregunta es que 
Jonás odiaba al pueblo de Nínive, y fue su prejuicio lo que le impidió 
responder con alabanza a Dios por el milagro que había 
experimentado en la ciudad capital del imperio mundial asirio. Su 
prejuicio se verifica en la confesión de Jonás, a principios del 
capítulo 4, de que huyó de Dios y de su misión porque sabía que Él 
era un Dios amoroso y que salvaría a la ciudad de Nínive si Jonás 
obedecía a Dios y predicaba allí. En respuesta a la ira de Jonás, Dios 
le dio una lección objetiva. Mientras Jonás está inmerso en un ataque 
de cólera y protestando como un niño caprichoso porque Dios salvo a 
sus enemigos, construye una pequeña enramada en un monte que 
estaba sobre Nínive. Todavía creía, o al menos esperaba, que Dios 
destruiría esta ciudad malvada. El sol sumamente fuerte estaba 
calcinando a Jonás cuando el Señor hizo que creciera una gran
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
14 
calabacera sobre la enramada, que protegió a Jonás del sol caliente. 
Esto agradó mucho a Jonás. Pero luego Dios envió un gusano para 
que comiera las raíces de la planta. El gusano destruyó la calabacera 
y Jonás se hundió inmediatamente en otro ataque de cólera. 
Entonces Dios dijo a Jonás: “¿Y no tendré yo piedad de 
Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil 
personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano 
izquierda, y muchos animales?” (4:11). Los eruditos creen que estas 
personas eran los bebés de Nínive que aún no habían alcanzado la 
edad que consideramos de uso de la razón. La verdad importante aquí 
es que Dios estaba desafiando los valores y las prioridades de un 
profeta con muchos prejuicios. 
El obstáculo-problema 
Tal vez recuerde que en mi introducción a estos profetas 
compartí con usted que una de las funciones de un profeta era 
remover los problemas que eran obstáculos para la obra de Dios en el 
mundo. En el libro de Jonás, el obstáculo-problema que impedía la 
obra milagrosa que Dios quería hacer en Nínive era el prejuicio del 
profeta Jonás. 
Como aprendimos en Oseas, el amor de Dios es incondicional 
y no está basado en el desempeño positivo o negativo de la persona 
amada. Si Dios ama a un pueblo y el profeta odia a ese mismo 
pueblo, ¿cómo puede Dios usar al profeta para proclamar su amor 
por ellos? 
Aplicación personal 
¿Se ve usted reflejado en esta historia? ¿Está usted huyendo 
del llamado que Dios ha puesto en su vida? ¿Qué debe enviar Dios 
para lograr que usted esté dispuesto a servirle? Aprenda de la vida 
del profeta Jonás –el profeta que no quería ir a Nínive y no quiso ir a 
Dios– que Dios usa las circunstancias de nuestra vida para guiarnos 
hacia su voluntad para nuestra vida, a pesar de –y a veces debido a– 
nuestra renuencia a seguirlo. Note que este breve libro está repleto de 
referencias a la providencia de Dios: el Señor envía la gran tormenta, 
prepara el gran pez, hace crecer la calabacera y envía el gusano. ¿Ve 
usted la providencia de Dios en las circunstancias de su vida? 
La dimensión más dinámica de este poderoso librito profético 
aparece cuando nos damos cuenta de que Jonás escribió este libro 
que en realidad lo hace aparecer como bastante tonto. Jonás escribe 
el capítulo más importante de su vida y ministerio como profeta de 
Dios. Nos dice, de una forma muy humilde, cómo aprendió, en la 
ciudad de Nínive, acerca del amor incondicional de Dios por los 
pecadores malvados, y el prejuicio de su propio corazón que impidió 
la expresión de ese amor. 
Jonás está compartiendo la confesión de un profeta sincero, 
en este libro muy corto que lleva su nombre. En esencia, él confiesa: 
“No fui amor agape cuando estuve en Nínive, pero Dios lo fue, y Él 
estaba conmigo. Descubrí que yo no podía amar al pueblo malvado 
de Nínive, pero Dios podía y Él estaba conmigo. No quería amar al
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
15 
pueblo malvado de Nínive, pero Dios quiso amarlo, y Él estaba 
conmigo. Yo no amé al pueblo de Nínive, pero Dios los amó a través 
de mí, porque Él estaba conmigo”. 
¿Es posible que Dios quiera amar a algunos pecadores 
impíos, difíciles de amar y malvados, pero el prejuicio de usted y su 
profunda aversión por esas personas es un obstáculo para el amor y la 
salvación que Dios quiere compartir con ellas? ¿Puede verse usted en 
esta confesión franca y sincera de un profeta con muchos prejuicios? 
Capítulo 6 
La profecía de Miqueas 
El Libro de Miqueas registra tres grandes sermones del 
profeta Miqueas. Éste nació y se crió en el campo, pero Dios lo llamó 
a predicar en las ciudades capitales de Samaria y Jerusalén, y a 
hablar las palabras de Dios a los líderes políticos y espirituales de las 
ciudades capitales del reino del norte, Israel, y del sur, Judá. Junto 
con muchos de los otros profetas, Miqueas culpó de la corrupción 
moral y espiritual del pueblo de Dios a los líderes espirituales y 
políticos de estos dos reinos. 
El primer sermón de Miqueas (1:3-5) 
Éste, el primero de los tres sermones de Miqueas, fue dirigido 
a todos los pueblos de la tierra, invitándolos a contemplar la “azote” 
de los reinos de Israel y Judá. Como el pueblo de Dios estaba 
eligiendo no seguir sus caminos, Él planeaba un castigo futuro: “Por 
tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un 
mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; 
porque el tiempo será malo” (2:3). Este versículo se refiere, 
obviamente, a las conquistas y cautividades en Babilonia y Asiria. A 
través de estas cautividades, Dios castigaría a Israel y Judá, y su 
castigo sería una expresión de su santidad, al mostrar su intolerancia 
de la maldad y su amor como el fiel Padre de sus hijos rebeldes. 
El castigo de Dios de su pueblo escogido por su idolatría, 
inmoralidad y declinación espiritual mostraría a todo el mundo que 
Él exige una norma de pureza en el comportamiento. La gloria de 
Dios también sería revelada a través de la restauración final de su 
pueblo, que Miqueas predicó al terminar su primer sermón: “De 
cierto te juntaré todo, oh Jacob; recogeré ciertamente el resto de 
Israel” (2:12). 
El segundo sermón de Miqueas (3:1-5:15) 
El segundo sermón de Miqueas fue dirigido a tres niveles del 
gobierno: los sacerdotes, los profetas y los gobernantes políticos. La 
principal función del sacerdote era enseñar, la principal función del 
profeta era exhortar al pueblo a obedecer, y la principal función del 
gobernante era hacer cumplir las leyes morales de Dios. En el tiempo 
de Miqueas, el obstáculo-problema que impedía la obra de Dios era
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
16 
que los tres niveles de esta estructura de liderazgo ordenada por Dios 
estaban corrompidas. 
En vez de enseñar y cumplir la ley moral de Dios al pueblo, 
los sacerdotes elegían “enseñar por precio” o “instruir por paga” 
(3:11). Estaban convirtiendo el llamado a ser sacerdotes en una 
profesión, y su principal preocupación era el dinero que ganaban. 
Miqueas se molestó por esta secularización del sacerdocio que, al 
enseñar por un precio, los convertía en profesionales apóstatas. 
De manera similar, los profetas estaban poniendo en riesgo el 
llamado a ser profeta al escoger “adivinar por dinero” (v. 11). No 
solo habían convertido el llamado del profeta en una profesión, sino 
en hechicería. Estaban predicando sus propios sueños, en vez de 
revelaciones proféticas, y estaban usando su reputación como 
profetas para recibir ganancia. Si se les pagaba poco profetizaban 
juicios terribles a las personas, y si se los pagaba bien profetizaban 
cosas buenas en la vida de quienes les pagaban bien. 
Los líderes cívicos también eran corruptos, y escogían 
“juzgar por cohecho” (v. 11). Según el dinero que se les pagara, los 
líderes cívicos juzgaban favorable o desfavorablemente al que les 
pagaba. La corrupción de los líderes políticos cívicos siempre ha 
existido, y es común en todo el mundo hoy. 
La principal preocupación de Miqueas es que, cuando los 
sacerdotes enseñan por la paga, las personas se confunden, porque no 
aprenden la Palabra de Dios. Cuando los profetas adivinan por 
dinero, el pueblo no escucha la Palabra de Dios. Cuando los líderes 
cívicos son corruptos, el pueblo se desilusiona y pierde confianza en 
el gobierno, la ley y el orden. 
Miqueas enfatizó la verdad de que Dios delegó la función del 
gobierno en el pueblo, pero un gobierno ordenado por Dios solo 
podría funcionar si las personas responsables de hacer que funcionara 
ese gobierno respondían al plan de Dios para un gobierno espiritual 
y político en estos tres niveles. Si los líderes de estos tres niveles son 
corruptos, los propósitos de Dios para el gobierno se desmoronan. 
Dado que los líderes espirituales y políticos del tiempo de Miqueas 
no seguían los propósitos de Dios, él los estaba culpando por la 
declinación espiritual y moral de la nación. 
La solución final de Dios 
Luego de hablar fuertemente del fracaso del gobierno en 
Israel y Judá, Miqueas predicó un mensaje de esperanza para el 
pueblo de Dios y todas las naciones del mundo a través de una 
profecía mesiánica. Predijo la venida de Cristo, quien “estará, y 
apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová 
su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta 
los fines de la tierra. Y éste será nuestra paz” (5:4, 5). 
Donde había fracasado el gobierno humano en Jerusalén y 
Samaria, la autoridad final de Cristo no fracasaría, y Él traería 
verdadera paz a su pueblo. Él será el ejemplo perfecto de un Profeta, 
Sacerdote y Rey. El final del segundo sermón de Miqueas presenta a 
Cristo como el Gobernante perfecto. Él introducirá un nuevo reino
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
17 
que nunca enfrentará la caída o la corrupción. Por esta razón, cuando 
Cristo vino a la tierra, los discípulos le preguntaban a menudo 
cuándo instituiría su reino perfecto y eterno (Hechos 1:6). 
El tercer sermón de Miqueas (capítulos 6 y 7) 
En el tercer sermón de Miqueas, él presenta un alegórico 
pleito legal entre Dios y el hombre. Predica: “Oíd ahora lo que dice 
Jehová: Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados 
tu voz. Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de 
Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con 
Israel” (6:1, 2). 
Al presentar Miqueas el caso de Dios contra Israel, Dios 
recuerda a Israel su bondad para su pueblo al sacarlo de Egipto y 
darle a Moisés, Aarón y María para representarlo (v. 4). 
Como el pueblo de Israel respondió a la bondad de Dios 
buscando a otros dioses y cumpliendo sus propios deseos egoístas, 
Miqueas representó la situación comprometida del hombre ante el 
tribunal de Dios: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al 
Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros 
de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez 
mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto 
de mis entrañas por el pecado de mi alma?” (6:6, 7). 
La acusación de Miqueas era que los pecados de Israel en 
respuesta a la bondad de Dios lo hacían incapaz de defenderse solo. 
Miqueas plantea el caso de que ninguna ofrenda por el pecado 
cubriría jamás los pecados de Israel. 
La difícil situación que presenta Miqueas en este pleito 
judicial prepara a sus oyentes para la conclusión de su mensaje: “Oh 
hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: 
solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu 
Dios” (v. 8). 
Luego de hacer sus acusaciones contra el pueblo y preguntar 
qué podrían hacer para apaciguarlo, Dios mostró a Miqueas que el 
hombre no podía hacer nada para expiar sus pecados. Solo mediante 
la gracia que Dios ofrece al corazón contrito se le concede el perdón 
de sus pecados al hombre. 
Miqueas finalizó su tercer sermón con una nueva revelación 
profética. En los últimos días, dijo a Israel, “Las naciones verán, y se 
avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, 
ensordecerán sus oídos. Lamerán el polvo como la culebra; como las 
serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán 
amedrentados ante Jehová nuestro Dios, y temerán a causa de ti” 
(7:16, 17). 
Vemos aquí de nuevo el cumplimiento de un líder mesiánico 
que gobernará las naciones. Y, según profetiza Miqueas, este 
Gobernante será misericordioso para con su pueblo escogido: “No 
retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El 
volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras 
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
18 
Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que 
juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos” (vv. 18–20). 
El Dios del mensaje de Miqueas es un Dios de amor 
compasivo, misericordioso e incondicional. Esto significa que no 
podemos ganar o lograr el amor de Dios mediante un desempeño 
positivo –solo se extiende por gracia–, y tampoco podemos perder el 
amor de Dios por un desempeño negativo. 
Bien entendido, el mensaje de los profetas es un mensaje de 
esperanza que está construido sobre el fundamento del amor y la 
gracia de Dios. Sin embargo, el amor y la gracia de nuestro Padre 
celestial están equilibrados por su justicia, una justicia que solo podía 
satisfacerse por el pago de la muerte perfecta de su Hijo, para que 
pudiésemos disfrutar de ese amor y gracia perfectos de Dios por la 
eternidad. 
Capítulo 7 
La profecía de Nahúm 
Un poco de perspectiva histórica 
Los profetas que escribieron los libros proféticos del Antiguo 
Testamento registran la conquista de cuatro ciudades: Jerusalén, 
Samaria, Babilonia y Nínive. Jerusalén y Samaria eran las ciudades 
capitales del reino del norte, Israel, y del reino del sur, Judá, 
respectivamente. Babilonia y Nínive eran las capitales de sus 
enemigos. Como hemos visto, la predicación de Jonás trajo 
arrepentimiento y salvación a Nínive. La profecía de Nahúm 
proclama la ruina y el aniquilamiento de esa misma ciudad. Nahum 
sigue históricamente a Jonás unos 120 años después. 
Mientras que el libro de Jonás registra el arrepentimiento de 
la ciudad capital de los enemigos más crueles de Israel, sesenta años 
después de que Nínive se arrepintió en respuesta a la dinámica 
predicación de Jonás, los asirios conquistaron el reino del norte de 
Israel y llevaron a esas diez tribus de Israel cautivas a Asiria. 
Aproximadamente sesenta años luego de la cautividad en Asiria, 
Nahum profetizó el inminente juicio y extinción de Nínive. Estas 
terribles profecías de Nahúm se cumplieron literalmente veintitrés 
años luego de que las predicara. 
Los asirios conquistaron y esclavizaron a todas las naciones 
del mundo con una crueldad indescriptible. Su barbarie no tenía 
precedentes en la historia antigua y, al convertirse en un imperio 
mundial, todo el mundo temía su brutalidad. El punto central del 
Imperio Asirio era la ciudad de Nínive, que era conocida como la 
Ciudad Reina de toda la tierra. Por lo tanto, fue el aniquilamiento de 
esta gran Ciudad Reina de toda la tierra la que fue predicha por el 
profeta Nahúm. 
Nahúm declara la destrucción de Nínive (capítulo 1) 
El primer capítulo del libro de Nahúm declara la caída de 
Nínive. Si bien dos ríos protegían a la ciudad a ambos lados, Nahúm
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19 
predijo que la caída de Nínive sería “con inundación impetuosa [que] 
consumirá a sus adversarios” (1:8). Estos dos ríos fortalecían la 
ciudad, al proteger su perímetro, pero Nahúm profetizó que el Señor 
haría que la fuente de protección de la ciudad se levantara contra ella, 
la inundara y la destruyera. 
El nombre Nahúm significa ‘lleno de consolación’, y su 
mensaje trajo mucha consolación al reino del sur. Los asirios ya 
habían conquistado el reino del norte, y el reino del sur temía que 
estos se volvieran hacia el sur y los conquistaran a ellos también. 
Luego de conquistar y llevar cautivo al reino del norte, los asirios 
ciertamente se dirigieron al sur para conquistarlo. Conquistaron 
cuarenta y seis ciudades amuralladas y tomaron 200 000 personas 
cautivas. 
Como aprendimos cuando hicimos una reseña de la profecía 
de Isaías, cuando llegaron a las puertas de Jerusalén, el reino del sur 
fue salvado gracias al ministerio de ese gran profeta. Ahora puede 
ver cómo la profecía de Nahúm de que “aunque los asirios sean 
fuertes y numerosos, serán arrancados y morirán” (v. 12, NVI), 
ofreció consolación, paz y esperanza al país de Judá. 
Nahúm describe la destrucción de Nínive (capítulo 2) 
En el segundo capítulo de la profecía de Nahúm, él relata la 
caída de la ciudad en detalle. Describe el color de los uniformes del 
enemigo y la forma en que el sol se reflejaba en sus escudos (v. 3). 
Describe vívidamente el ruido de las carrozas y de los hombres en las 
calles para huir de los sucesos caóticos de una ciudad que está siendo 
aniquilada (v. 4). Predice la forma en que estos soldados dejan la 
ciudad y el país sin siquiera mirar atrás (v. 8). En el relato de Nahúm, 
la reina es llevada cautiva y exhibida (v. 7). Las rodillas tiemblan y 
los corazones desfallecen en el horror, y la gente está aturdida, con el 
rostro demudado y temblando (v. 10). Este relato detallado resaltó 
para el reino del sur cómo Dios traería paz y consolación a su tierra a 
través de la destrucción de la ciudad capital de sus enemigos. 
Nahúm defiende la destrucción de Nínive (capítulo 3) 
Nahúm indicó una cantidad de razones de por qué la ira de 
Dios estaba sería derramada sobre Nínive. Los acusó de derramar 
sangre, decir mentiras, saquear ciudades y cometer prostitución. Los 
eruditos de la historia antigua informan que los asirios deportaban a 
los pueblos conquistados a otras tierras para destruir su orgullo 
nacionalista, y que realizaban brutalidades atroces contra sus 
cautivos. Los desollaban vivos y, cuando conquistaban una ciudad, 
masacraban la mitad de la población y colocaban un gran montículo 
de calaveras a la entrada de la ciudad para aterrorizar a los que 
permitían vivir. 
Debido a que todas las naciones de esas tierras habían sufrido 
a manos de los crueles asirios, como respuesta a su brutalidad impía 
Nahúm habló estas palabras de parte del Señor a ellos: “Heme aquí 
contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu 
rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu
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vergüenza” (3:5) y “No hay medicina para tu quebradura; tu herida 
es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, 
porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?” (3:19). La 
caída de Nínive sería una fuente de consolación para todas las 
naciones que vivían atemorizadas por sus atrocidades. 
Nahúm defiende el carácter de Dios 
Este librito nos enseña acerca del amor y la ira de Dios. En 
hebreo, la palabra con que se hace referencia a la ira de Dios 
transmite el concepto de “cruzar al otro lado”. La idea es que el 
carácter esencial de Dios es amor, pero hay ocasiones en que la 
maldad y la impiedad de la gente lo obligan a poner en juego otro 
lado de su carácter, que es la santidad y la justicia absoluta. En ese 
punto, Él “cruza al otro lado”, hacia la ira y el juicio, porque en 
última instancia la maldad no puede coexistir con la santidad de 
Dios. 
He visto a un padre sensible y amoroso que tuvo que ser 
retenido por varios policías cuando un hombre, que había asesinado y 
violado a su hija de siete años, fue traído a la estación de policía. Si 
ese padre tenía un carácter que podía cruzar al otro lado, del amor y 
la amabilidad a la ira, ¿es Dios capaz de ese mismo cruce en su 
carácter? 
Por lo tanto, podríamos definir la ira de Dios como: “La 
actitud permanente, consistente y última de la santidad absoluta hacia 
el pecado y la maldad”. También podríamos decir que la ira de Dios 
es: “La reacción aniquiladora del Amor absoluto hacia lo que está 
destruyendo los objetos de su amor”. En este caso, los objetos de 
amor de Dios eran todas esas personas que los asirios estaban 
mutilando, como los cautivos del reino del norte, Israel. 
Como el pueblo de Dios en el reino del sur, Judá, podemos 
ser consolados por la seguridad de que nuestro Dios, quien es la 
esencia absoluta del amor perfecto, finalmente “cruzará al otro lado” 
y expresará su ira en beneficio de su pueblo oprimido. Él aniquilará a 
los malvados a través de la expresión absoluta y total de su santidad 
y justicia. 
Capítulo 8 
La profecía de Habacuc 
Aquellos que están familiarizados con este librito de Habacuc 
lo consideran un profeta que no tenía respuestas, pero sí muchísimas 
preguntas. Casi parece como si tuviera un cerebro que hubiera sido 
transformado en un signo de pregunta. En los tres breves capítulos de 
su profecía, clama a Dios vez tras vez con sus preguntas de “por 
qué”. Por esta razón, algunos han rotulado a Habacuc como “el 
profeta agnóstico”. 
Un agnóstico es una persona que cree que no sabemos acerca 
de Dios y acerca de las preguntas que los filósofos y teólogos han 
estado haciendo durante miles de años. Alguien ha descrito al
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
21 
agnóstico como una persona que dice: “Yo no sé; tú no sabes, y nadie 
más sabe. ¡Pero es inteligente pensar en ello!”. Mi pregunta para un 
agnóstico siempre ha sido: “Si es imposible saber, ¿cómo puede 
usted saber que no se puede saber?”. 
En mi introducción a los profetas, señalé que Dios llamó a 
estos profetas de todos los órdenes imaginables de la vida. 
Aprendemos en los libros históricos del Antiguo Testamento que 
David designó a cuatro mil sacerdotes para que no hicieran otra cosa 
que alabar al Señor con instrumentos que él mismo había hecho con 
ese propósito (1 Crónicas 23:5). Estos ministros de adoración y 
música levitas escribieron varios de los salmos. Habacuc era uno de 
ellos. Era lo que en muchas culturas llamamos director de coro o 
líder de alabanza hoy. 
El atalaya de Habacuc 
“Los predicadores siempre están contestando preguntas que 
nadie hace y rascando a las personas donde no les pica”. A veces, 
algunos de nosotros, que somos predicadores, debemos declararnos 
culpables de reconocer como cierta esa acusación porque hay 
suficiente evidencia como para condenarnos. Este no era el caso de 
Habacuc. 
Habacuc era contemporáneo de Jeremías. Había observado el 
duro trato que sufrió ese gran profeta. Creo que Habacuc razonó que, 
si el pueblo de Judá había tratado de esa forma a un gran profeta 
como Jeremías, ¿cómo tratarían a un director de coro que decía tener 
un mensaje de Dios para ellos? 
Estoy persuadido de que Habacuc ideó una forma literaria 
muy astuta para proclamar su profecía, para ser oído y preparar al 
pueblo de Judá para recibir la Palabra que Dios le había dado para 
ellos. También estoy convencido de que, cuando Habacuc hizo sus 
preguntas, estaba haciendo las preguntas que el pueblo de Judá hacía 
a Dios y unos a otros cada día. 
El pueblo de Judá, en la ciudad de Jerusalén, esperaba que los 
ejércitos babilónicos aparecieran pronto. Sus atalayas estaban 
ocupadas y todos estaban atentos para escuchar las primeras señales 
y sonidos de los temidos babilonios. Habacuc anunció que construiría 
un “atalaya” espiritual. Comenzaría a apostarse en esa atalaya, y 
haría a Dios todas las preguntas de él (en realidad, de ellos). Luego 
estaría atento, escucharía y esperaría que Dios contestara sus 
preguntas (es decir, las del pueblo). 
Imagino al pueblo alentando a Habacuc a ir a su “atalaya” y 
hacer a Dios esas preguntas que eran una carga tan pesada en sus 
corazones. Cuando Habacuc se ubicó en su atalaya, cuestionó a Dios 
que usara una nación malvada, Babilonia, para destruir a su pueblo 
elegido. Preguntó: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios 
mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y 
tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para 
ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
22 
menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que 
él?” (1:12, 13). 
Habacuc (y el pueblo de Judá), eran conscientes de la dura 
realidad de que Dios estaba usando a los babilonios para castigar a 
Judá por sus pecados, pero les seguía resultando difícil (a él y a ellos) 
entender por qué Dios usaba una nación impía para reprender a su 
pueblo. Después de todo, el razonamiento de él (y de ellos) era que la 
impiedad de los babilonios excedía la impiedad del pueblo de Judá. 
¿Por qué Dios usaba una nación impía para castigar a su pueblo? 
Estas eran las preguntas y éste era el contexto en el cual 
Habacuc hacía estas preguntas que no estaban solo en el corazón de 
él, sino en el del pueblo condenado de Judá, a punto de ser 
conquistados y llevados cautivos por los babilonios. Él estaba alerta, 
escuchando y esperando respuestas de Dios a las preguntas de él (y 
del pueblo). Habacuc anunció: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la 
fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he 
de responder tocante a mi queja” (2:1). 
El mensaje de Habacuc 
¡Imagine la emoción del pueblo cuando Habacuc anuncia que 
ha tenido respuesta de Dios desde su atalaya! Qué forma literaria 
astuta e intrigante escogió el profeta para su mensaje oportuno. 
Habacuc predica que Dios ha contestado la pregunta de él (y de 
todos). Si bien estaba usando a una nación impía para castigar la 
maldad de Judá, Dios contestó a Habacuc que los babilónicos no 
serían un imperio mundial por mucho tiempo. Como hemos 
aprendido, el imperio mundial babilónico solo duró setenta años. 
En su atalaya, Dios dijo a Habacuc que los babilonios tenían 
las semillas de su destrucción en sus corazones. Habacuc escribe que 
Dios le dijo que los babilonios tenían corazones tramposos. En 
esencia, Dios dijo a Habacuc lo que enseñó Jesús, cuando dijo: 
“Todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). 
Serían destruidos por su impiedad brutal y cruel: “He aquí que aquel 
cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo (el recto) por su fe 
vivirá. Y también, el que es dado al vino es traicionero, hombre 
soberbio, que no permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es 
como la muerte, que no se saciará; antes reunió para sí todas las 
gentes, y juntó para sí todos los pueblos” (2:4, 5). 
Babilonia era, obviamente, “el hombre soberbio” de quien 
habla Dios aquí, cuyo corazón y alma eran tramposos, o no correctos 
dentro de ellos. Solo los justos, los rectos –los que conocen a Dios y, 
por lo tanto, viven por fe en sus promesas– vivirán (v. 4). 
“El justo por la fe vivirá” tiene una interpretación, pero varias 
aplicaciones. Literalmente, a través de esta respuesta a la pregunta de 
Habacuc, Dios prometía una esperanza futura para Judá. Si ellos 
tenían la fe como para creer en los profetas, como Isaías, y 
especialmente Jeremías, vivirían como un pueblo y volverían a su 
tierra. Esta era una esperanza que quería decir que la nación impía de 
Babilonia no sería su vencedor final. Pero los justos vivirían si tenían
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
23 
la fe como para creer las promesas de Dios que habían oído de sus 
fieles profetas. 
Una aplicación secundaria, si bien dinámica, se encuentra en 
el Nuevo Testamento, donde este versículo de Habacuc se cita tres 
veces. La Reforma protestante nació cuando un sacerdote católico 
llamado Martín Lutero encontró este versículo en el primer capítulo 
de la carta de Pablo a los romanos, mientras tenía su devocional a la 
mañana (Romanos 1:17). La teología de esa reforma fue expresada 
mediante los comentarios de Lutero a las cartas de Pablo a los 
romanos y a los gálatas, donde se encuentra también este versículo 
(Gálatas 3:11). El tercer lugar donde se cita este versículo en el 
Nuevo Testamento brinda el contexto para el gran capítulo de la fe de 
la Biblia (Hebreos 10:38). 
El himno de Habacuc 
No tenemos ningún registro que nos diga lo que ocurrió con 
este muy valiente director de coro y profeta. Cuando las ciudades 
como Jerusalén caían, a menudo la mitad de la población era 
masacrada y los sobrevivientes eran llevados encadenados al 
cautiverio. Si bien Habacuc sabía que la conquista y cautividad en 
manos de Babilonia eran inminentes, y que durarían setenta años, 
finalizó su mensaje con un himno de alabanza. No tenía forma de 
saber lo que el futuro le deparaba, pero sabía que el futuro de su 
nación era de esperanza. Judá volvería luego de setenta años, 
Babilonia caería, y Judá seguiría siendo el pueblo escogido de Dios. 
Habacuc comenzó su profecía con lo que parecía ser un 
suspiro de desesperanza y duda, pero la concluye con un himno de 
alabanza, adoración y resolución. Por la forma en que concluyó su 
profecía, muestra al pueblo de Dios en cada generación y cultura 
cómo volver su suspiro de desesperanza en un canto de alabanza. 
El himno, y el ejemplo de Habacuc al escribir su himno, 
constituyen lo contrario a un creyente utilitario. Un creyente utilitario 
es un creyente que usa a Dios cuando quiere, como nosotros usamos 
servicios como la electricidad, el agua o el transporte público. El 
himno final de Habacuc describe a un hombre de fe que conocía a 
Dios y que sabía que Dios no abandonaría su plan de introducir al 
Mesías a través de su pueblo escogido. Si las palabras de Dios eran 
ciertas, como creía Habacuc, entonces el pueblo de Dios no podría 
quedar completamente abandonado. Podría ir al exilio y podría ser 
castigado por sus pecados, pero nunca sería extinguido por completo, 
si las profecías mesiánicas se cumplían. 
Así como Dios dio una revelación maravillosa a Job en su 
sufrimiento más profundo, y a Jeremías, cuando compuso sus 
Lamentaciones, le dio este magnífico himno a Habacuc en la hora 
más oscura de su vida. Este es un breve extracto de ese himno: 
“Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. 
Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, 
En medio de los tiempos hazla conocer; 
En la ira acuérdate de la misericordia.
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
24 
Aunque la higuera no florezca, 
Ni en las vides haya frutos, 
Aunque falte el producto del olivo, 
Y los labrados no den mantenimiento, 
Y las ovejas sean quitadas de la majada, 
Y no haya vacas en los corrales; 
Con todo, yo me alegraré en Jehová, 
Y me gozaré en el Dios de mi salvación. 
Jehová el Señor es mi fortaleza, 
El cual hace mis pies como de ciervas, 
Y en mis alturas me hace andar” 
(Habacuc 3:2; 17–19). 
(Una nota al director del coro: Al cantar este versículo, el 
coro debe estar acompañado por instrumentos de cuerda). 
La aplicación personal 
Si bien muy pocos de nosotros enfrentamos el tipo de crisis 
que enfrentaba Habacuc, cuando tenemos problemas que nos 
abruman, podemos centrar todas nuestras energías físicas, 
emocionales y espirituales en nuestros problemas, o podemos 
construir un atalaya espiritual y estar alerta para ver cómo Dios obra 
en nuestra vida. Podemos escuchar hasta oír de Dios cómo está 
obrando en nuestra vida. Luego, como Habacuc, podemos adorar a 
Dios, que obra en nuestra vida. 
¿Ha construido usted alguna vez un atalaya espiritual, un 
lugar donde usted está alerta, espera y escucha hasta oír de Dios? El 
libro de Habacuc nos enseña que podemos y debemos construir un 
atalaya espiritual y acercarnos a Dios con nuestras preguntas. Él nos 
contestará en nuestros tiempos de silencio de estar alertas, escuchar y 
esperar por Él. Un pastor piadoso de otra generación dijo: “Me han 
dicho que Dios no habla hoy a la gente como habló a Habacuc. Sería 
más preciso decir que el pueblo de Dios no escucha a Dios como lo 
hizo en el tiempo de este dotado y piadoso director de coro”. 
Capítulo 9 
La profecía de Sofonías 
Como el profeta Joel, Sofonías fue el profeta del día del 
Señor. Mientras Joel enfatizaba el día del Señor en el pasado, 
presente y futuro, Sofonías concentró su profecía exclusivamente en 
el día final del Señor, que sería una de las últimas cosas de las que 
Jesús, los profetas y los apóstoles nos hablaron. 
El contenido del día del Señor (capítulo 1) 
Cuando Sofonías predicó acerca del día del Señor, describió 
un evento catastrófico que tendría lugar en cada nivel de la creación. 
A través de Sofonías, Dios proclamó: “Destruiré por completo todas
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
25 
las cosas de sobre la faz de la tierra, [...]. Destruiré los hombres y las 
bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, [...]; y raeré a 
los hombres de sobre la faz de la tierra, dice Jehová” (1:2, 3). 
Según Sofonías, el día del Señor será final y catastrófico. No 
afectará solo al pueblo de Judá y a sus captores babilónicos, sino que 
afectará a todo hombre y bestia de la tierra, así como las aves del 
cielo y los peces del mar. 
Como otros profetas, Sofonías mezcla su profecía del día 
final del Señor con su profecía de la cautividad en Babilonia, cuando 
habla estas palabras de Dios en los próximos versículos: “Extenderé 
mi mano sobre Judá, y sobre todos los habitantes de Jerusalén, [...]. Y 
en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los 
hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero. Asimismo 
castigaré en aquel día a todos los que saltan la puerta, los que llenan 
las casas de sus señores de robo y de engaño” (1:4, 8, 9). 
Sofonías, como el profeta Miqueas, centró la culpa y la 
condenación en los líderes espirituales y políticos de Judá por la 
apostasía espiritual y la corrupción moral del pueblo. Como 
consecuencia de los pecados de los líderes espirituales y políticos, 
Dios estaba trayendo juicio sobre todo el pueblo, de acuerdo con 
estos dos profetas menores. Este juicio de Dios sobre los líderes que 
llega hasta la gente del pueblo muestra el énfasis de Dios sobre la 
responsabilidad que tienen los líderes ante Dios por el bienestar de su 
pueblo. 
La característica del día del Señor (capítulo 2) 
Si bien Sofonías proclamó principalmente el juicio de Dios 
sobre Judá por sus pecados, también profetizó el día del Señor que 
vendrá contra todas las naciones, especialmente aquellas que habían 
perseguido al pueblo de Judá. En ese día grande y último, todos los 
hombres de la tierra darán cuenta de sus acciones en la tierra y Dios 
tomará esa determinación final. Sofonías proclamó que solo aquellos 
que adoraran al único Dios verdadero durante su vida escaparían de 
la ira de Dios en ese día final. 
En el contexto de esta verdad, Sofonías exhortó a las naciones 
a arrepentirse: “Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes 
que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que 
venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de 
la ira de Jehová venga sobre vosotros” (2:1, 2). 
A pesar de que las naciones impías habían sido usadas para 
llevar a cabo su juicio contra Judá, no eran hijos del único y 
verdadero Dios viviente. Sofonías los llamó al arrepentimiento para 
salvarlos del fuego que Dios traería en aquel día del Señor final. 
El catalizador para el día del Señor serán la impiedad y el 
pecado de las naciones. En su descripción tanto del pueblo de Judá 
como de las naciones impías, Sofonías mencionó los pecados de 
riqueza, indiferencia, incredulidad, desobediencia, rebelión e 
impiedad. Estos pecados del pueblo de Dios y de las naciones impías 
despertarán la ira de Dios y serán el catalizador que cause el día del 
Señor final, según Sofonías.
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
26 
Sofonías predice también que el juicio de Dios caerá sobre las 
naciones de la costa, llegando al punto de decir: “Será aquel lugar 
para el remanente de la casa de Judá; allí apacentarán; [...]; porque 
Jehová su Dios los visitará, y levantará su cautiverio” (v. 7). También 
predicó contra Moab y Amón, además de los etíopes y los asirios, e 
hizo todo esto para mostrar que las naciones impías no sobrevivirían 
el juicio del Señor. 
La nueva creación en el día del Señor (capítulo 3) 
Si bien Sofonías reprendió a Judá por sus líderes corruptos y 
por resistirse a Dios (3:1-4), afirmando que la cautividad en 
Babilonia sería la consecuencia de estas acciones, también habló de 
la esperanza que llevaría hacia el día del Señor final. En ese día, 
todas las naciones de la tierra reconocerían al Señor como Dios (vv. 
8-11), y el remanente de Israel sería encontrado fiel: “El remanente 
de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se 
hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, 
y no habrá quien los atemorice” (v. 13). 
A pesar del fracaso del pueblo de Judá en permanecer fiel a 
Él, Sofonías predijo que Dios preservaría y llamaría fuera de la 
cautividad y hacia los días finales a un remanente fiel, que 
permanecería siempre fiel a Él, una nueva y hermosa creación. 
Vemos esa profecía cumplida en parte en los libros históricos de 
Esdras y Nehemías, y en los últimos tres profetas que reseñaremos. 
Estos son los profetas de la postcautividad, que ministran a un 
remanente de quienes sobrevivieron a la cautividad en Babilonia. 
Dado que la profecía de Sofonías se centra principalmente en 
el día del Señor final, muchos creen que su profecía de un remanente 
que es manso, humilde y justo se cumple en la iglesia del Cristo vivo 
y resucitado. Todos los apóstoles eran judíos, y Pablo escribe que 
todos los gentiles que nacen de nuevo son hijos de Abraham (Gálatas 
3:7). Pablo se convierte también en un profeta cuando predice que 
Dios volverá a la nación hacia sí mismo y “todo Israel será salvo” 
(ver Romanos 9-11). 
Capítulo 10 
La profecía de Hageo 
Todos los profetas que usted leyó hasta ahora vivieron y 
predicaron antes o durante la cautividad en Babilonia. Los profetas 
Hageo, Zacarías y Malaquías se denominan “los profetas de la 
postcautividad”, porque predicaron a los judíos que volvieron de la 
cautividad en Babilonia. Los doce libros históricos del Antiguo 
Testamento brindan el contexto histórico en el cual vivieron y 
predicaron todos los profetas que escribieron. Para apreciar el 
entorno histórico para los últimos tres profetas, lea el libro de Esdras 
o mis fascículos de notas sobre ese libro histórico (Fascículos 3 y 4), 
que le recordarán lo que aprendimos acerca de los tres distintos 
retornos de la cautividad en Babilonia.
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
27 
Hageo y Zacarías predicaron a los que formaban parte del 
primer grupo de exiliados que volvió de Babilonia. El primer retorno 
tuvo lugar poco después de que el imperio babilónico cayera ante los 
medos y los persas. Ese primer retorno de la cautividad tenía una 
“descripción de tareas” claramente definida. La declaración de visión 
del primer retorno era reconstruir el templo de Salomón. Ese objetivo 
de misión será el corazón y el alma de los mensajes de los profetas 
Hageo y Zacarías. 
En cumplimiento de una profecía milagrosa de Isaías, Ciro el 
Grande, el emperador del Imperio Mundial Persa, promulgó un 
decreto que daba a los exiliados permiso para volver y reconstruir el 
templo. Si bien el retorno para reconstruir el templo era un milagro 
glorioso, el retorno en sí no fue tan glorioso. Cincuenta mil 
refugiados de aspecto haraposo volvieron para reconstruir el templo. 
Probablemente se parecían mucho a los refugiados acerca de quienes 
tanto escuchamos hoy. 
Habían sido un poderoso ejército de seiscientos mil hombres 
de batalla, que habían infundido gran temor en los pueblos, como los 
que vivían en las ciudades fortificadas de Canaán (Josué 2:9-14). 
Ahora no tenían ejército y ni siquiera eran una nación. Agregue a 
esto la conmoción y la desilusión cuando descubrieron que su tierra 
había sido poblada por un pueblo pagano que no les tenía nada de 
simpatía. Ahora hemos puesto en perspectiva el entorno histórico y el 
desafío que enfrentaron los profetas Hageo y Zacarías. 
El mensaje de Hageo 
El pueblo que los exiliados encontraron viviendo en Jerusalén 
y Judea había sido conquistado por los babilonios y había sido 
deportado de su país a la tierra de Judá. Se oponían ferozmente a la 
reconstrucción del templo. Convencidos de que la dinámica que 
alguna vez había convertido a estos judíos en una nación poderosa se 
encontraba en ese templo, acosaron y persiguieron al pueblo de Judá 
una vez que comenzó la reconstrucción. ¡El pueblo de Judá fue 
amenazado de tal forma por esta oposición hostil que dejó de trabajar 
en el templo durante quince años! Distraídos por completo del 
objetivo de su misión, se concentraron totalmente en construir sus 
propias casas. ¡Y aquí hace su entrada el profeta Hageo! 
Recuerde que la función de un profeta era clamar contra 
cualquier obstáculo que impedía la obra de Dios hasta que ese 
obstáculo fuera quitado y la obra de Dios volviera a realizarse. La 
obra de Dios, cuando vivía y predicaba Hageo, era la reconstrucción 
de ese templo. La pérdida de enfoque en la prioridad del pueblo de 
Judá era el obstáculo-problema que impedía la obra de Dios. Hageo 
predicó cuatro grandes sermones que literalmente hicieron levantar el 
templo. 
El primer sermón de Hageo: “¡Céntrense en sus prioridades!” 
(capítulo 1) 
La mitad del corto Libro de Hageo registra y luego describe 
los resultados del primer sermón de Hageo. En este sermón, el
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
28 
profeta desafió al pueblo de Judá: “¡Reflexionen sobre su proceder!” 
(Hageo 1:7). El mensaje de toda la Biblia puede ser reducido a dos 
palabras: “¡Dios primero!”. El desafío de Hageo a estos exiliados era, 
esencialmente: “Consideren el tiempo de ustedes y el tiempo de 
Dios. Ustedes tienen tiempo para sus casas, pero no tienen tiempo 
para la casa de Dios”. 
Hablando de parte de Dios, Hageo predicó: “¡Piensen en mis 
caminos! Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; 
lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? 
¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la 
suya! afirma el Señor Todopoderoso” (1:9). Una traducción cita a 
Hageo diciendo que estaban poniendo su dinero en una media 
agujereada. Cuando el profeta los desafía a considerar los caminos de 
Dios, la palabra que viene de Dios es que Él es el que hace los 
agujeros en esa media. 
Hageo desafía a estos exiliados a considerar lo que están 
haciendo y lo que Dios está haciendo. Como consecuencia de sus 
prioridades defectuosas, Dios ha hecho venir una sequía sobre todo 
su trabajo y sobre el pueblo de Judá mismo (vv. 10, 11). En lugar de 
enviarles lluvia, Él les envió hambre. Todo su duro trabajo no 
produjo nada, y fue todo resultado directo de rehusarse a poner a 
Dios en el primer lugar. 
Hageo debe haber sido un predicador poderoso, porque el 
pueblo fue movido a la obediencia. Corrigieron sus prioridades y 
retomaron el trabajo en el templo. El primer sermón de Hageo, en 
realidad, vino en dos partes. La segunda parte fue en respuesta a la 
obediencia del pueblo. La esencia de la segunda parte era: “Yo estoy 
con ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo” (v. 13). Una vez que 
realinearon sus prioridades, Dios estuvo con ellos. Dios los bendijo a 
ellos y a su trabajo cuando lo pusieron en el primer lugar. 
El segundo sermón de Hageo: “Céntrense en su perspectiva” 
(2:1-9) 
El templo de Salomón original estaba construido con 
materiales muy costosos, como oro, plata y joyas preciosas. Toda la 
gloria de Salomón y toda su riqueza habían provisto los materiales 
que construyeron el templo original. Cuando el remanente del pueblo 
de Judá reconstruyó el templo de Salomón, eran refugiados pobres. 
Los únicos recursos materiales que tenían estos exiliados que habían 
vuelto, eran tomados de los escombros del templo original o 
provistos por el emperador persa, Ciro el Grande. 
Muchos de los que construyeron el segundo templo nunca 
habían visto el primero, porque habían nacido durante el exilio. Los 
mayores, que habían visto el templo original, solo podían llorar por 
un templo que nunca sería tan glorioso como el primero (Esdras 3:12, 
13). 
En el segundo sermón de Hageo, el profeta habló del dolor y 
la desazón que estaban experimentando los refugiados mayores. 
Hageo les recordó que la importancia del templo era espiritual y no 
material o física. (¡El tabernáculo del desierto era una carpa!). Hageo
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
29 
también recordó a estos exiliados que el Espíritu de Dios estaba con 
ellos. 
El segundo sermón de Hageo hablaba de la necesidad del 
pueblo de centrarse en su perspectiva. La palabra “perspectiva” 
significa ‘mirar a través’. Hay momentos en que la Biblia nos exhorta 
a recordar, y hay veces en que la clara instrucción de la Biblia es 
olvidarse de las cosas que están atrás. 
A veces, mirar atrás es tan devastador para nosotros que Dios 
usa a profetas como Hageo para desafiarnos a tener una especie de 
“visión en túnel” que, haciendo caso omiso a todos los obstáculos y 
distracciones, simplemente ve a través del presente y hacia el futuro 
lo que Dios quiere que hagamos por Él. Esa fue la esencia del 
segundo mensaje de Hageo. 
El tercer sermón de Hageo: “Céntrense en su motivación” (2:10- 
19) 
Luego de comenzar a reconstruir el templo, el pueblo hebreo 
quiso ver inmediatamente la bendición de su obra, que Dios había 
prometido en la segunda parte del primer sermón de Hageo. 
Trabajaron durante meses, durante el otoño y el invierno, y aún no 
habían recibido la bendición que habían esperado. 
Hageo propuso dos preguntas al pueblo en su desilusión. 
Dado que los sacerdotes contestaban las preguntas del pueblo acerca 
de las Escrituras, dirigió sus dos preguntas a los sacerdotes. Primero 
preguntó: “Si un hombre lleva carne sagrada en su vestimenta, ¿se 
volverán sagradas las cosas que toca?”. A esta pregunta, los 
sacerdotes contestaron: “No”. Luego preguntó: “Si un hombre es 
impuro, ¿se volverán impuras las cosas que toca?”. A esta pregunta, 
los sacerdotes contestaron: “Sí”. 
Mediante estas preguntas, Hageo estaba ilustrando el cambio 
que había tenido lugar en el pueblo desde su vuelta del exilio. Antes 
del exilio, eran como el hombre impuro. Como consecuencia de sus 
pecados, todo lo que tocaban estaba impuro. Pero, a través del 
castigo del exilio, habían sido purificados, y ahora sus acciones al 
reconstruir el templo eran consideradas santas. 
Sin embargo, lo que tenían que entender era que la santidad 
no se transmitía inmediatamente, como una enfermedad. El pecado 
se transmite de esta forma, pero lleva tiempo llegar a ser santo. Si las 
bendiciones fueran otorgadas simplemente por nuestra obediencia, 
entonces las bendiciones de Dios serían el resultado de nuestras 
obras, y no de su gracia. Nuestra motivación para la santidad debería 
ser solo producto de nuestra reverencia a Dios, y no de nuestro deseo 
de bendición. En su tercer sermón, Hageo estaba desafiándolos a 
centrar su motivación para servir a Dios en la restauración del 
templo.
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
30 
El cuarto sermón de Hageo: “Céntrense en sus temores” (2:21- 
23) 
Cuando volvieron a Jerusalén, no tenían forma de protegerse, 
y luego de setenta años de cautividad y trabajo como esclavos, 
temían ser capturados y esclavizados por otras naciones nuevamente. 
El cuarto sermón de Hageo habla de estos temores. Profetiza 
el derrocamiento de las naciones que ellos temían y sus planes para 
sacudir los cielos y la tierra. 
En su cuarto sermón, Hageo profetizó que Dios sacudiría la 
tierra hasta que las únicas cosas que quedaran en la tierra serían 
aquellas que no pueden ser conmovidas. El autor del Libro de 
Hebreos cita del segundo sermón de Hageo y luego nos dice que 
hemos recibido un reino que no puede ser conmovido (Hebreos 
12:26-29). Esta es la esencia del cuarto sermón de Hageo. 
La aplicación personal 
Aplique la predicación de este gran profeta a su vida hoy. 
¿Cuáles son sus prioridades? ¿Está Dios bendiciendo su trabajo? Y 
¿cómo anda su vida espiritual? La peor parte del juicio de Dios sobre 
las prioridades erróneas de los exiliados era que Dios había traído 
una sequía sobre los hombres y la obra de sus manos. ¿Alguna vez 
sintió que usted estaba pasando por una sequía espiritual? Si Dios no 
bendice la ardua tarea de sus manos, y si usted se encuentra en uno 
de esos momentos de sequedad espiritual, entonces el mensaje 
devocional de Hageo para usted es “considere sus caminos” y 
“considere los caminos de Dios”. 
¿Cuál es su perspectiva? ¿Tiene usted la clase correcta de 
visión en túnel? ¿Está mirando constantemente hacia atrás y 
comparando la obra pasada de Dios en su vida, cuando Él quiere que 
se concentre en la obra que está haciendo ahora y que hará mañana? 
¿Cuáles son sus motivaciones para servir al Señor? ¿Busca 
bendiciones inmediatas al servirlo? ¿Hace la obra de Dios porque 
espera ser recompensado inmediatamente? 
¿Cuáles son sus temores? Hageo, como Pedro, nos asegura 
que podemos echar nuestros temores sobre Él, porque Él tiene 
cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7). Después de leer la profecía de 
Hageo, deje que sea su fe la que ordene sus prioridades, su 
perspectiva, sus motivaciones y sus temores. 
Capítulo 11 
La profecía de Zacarías 
Al predicar Hageo sus cuatro dinámicos sermones, uno casi 
puede escuchar al profeta Zacarías, mucho más joven, decir al 
profeta Hageo, mayor que él: “Pero, Hageo, cuando las personas 
impotentes y vulnerables no tienen forma de defenderse, cuando las 
personas desesperanzadas y descorazonadas han llegado al punto de 
desesperación, cuando las personas impotentes y derrotadas están
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atemorizadas y amenazadas por la persecución, esas personas 
necesitan escuchar más que ‘¡Sean fuertes y trabajen!’”. Cuando las 
personas están desesperadas porque están experimentando una crisis 
o una tragedia, todo lo que pueden ver es las trágicas circunstancias 
de su crisis. 
Los profetas eran llamados “videntes”, porque podían “ver” a 
Dios obrando detrás, más allá y dentro de una crisis. Un vidente veía 
lo que otros no veían, porque un vidente veía a Dios. Zacarías es uno 
de los mayores ejemplos de un “vidente” en toda la Biblia. 
Zacarías creía que el pueblo quebrantado de Judá necesitaba 
una visión de un Dios omnipotente, que estuviera con ellos, que los 
fortaleciera y que luchara por ellos. Dios usó la predicación de 
Zacarías para dar a esos refugiados derrotados, descorazonados y 
desesperanzados ese tipo de visión de Dios mismo. 
La forma literaria de Zacarías 
El corazón de la profecía de Zacarías son ocho visiones que 
comparte con estos exiliados, y con usted y conmigo. Se centra en un 
problema que alimentaba el descorazonamiento y la desesperanza de 
estos sobrevivientes judíos de la cautividad. Luego corre un velo 
imaginario y comparte una revelación de cómo Dios está obrando 
detrás del escenario de ese problema. Lo hace ocho veces en esta 
dinámica profecía. Esta es la forma literaria del Libro de Zacarías. 
El mensaje de Zacarías 
El mensaje de Dios a través de Zacarías fue: “Vuelvan a mí... 
y yo volveré a ustedes”. Como los judíos en Israel hoy, estos 
exiliados estaban experimentando un retorno a su tierra que había 
sido profetizado por varios profetas. A través de la predicación de 
Zacarías, Dios estaba pidiendo a su pueblo un retorno espiritual, no a 
una ciudad o a un templo, sino a Él mismo. Si bien eso no ha 
ocurrido, claramente, a los judíos de Israel hoy, Zacarías, otros 
profetas y Pablo predicen ese retorno espiritual, cuando “todo Israel 
será salvo” (Zacarías 8:20-23; Romanos 11:26; Isaías 59:20, 21). 
Cincuenta y tres veces Zacarías usa la expresión “Jehová de 
los ejércitos”, que presenta a Dios como el Señor de huestes 
angélicas, las estrellas, y todas las fuerzas de la naturaleza, que Dios 
usa para lograr sus propósitos en este mundo. En un sentido, esta 
expresión resume todas las profecías de Zacarías, porque todas las 
visiones de Zacarías nos dicen que vio a Dios como “Jehová de los 
ejércitos” en un momento en que el pueblo de Dios estaba impotente, 
políticamente y militarmente. 
Zacarías vio a Jehová de los ejércitos obrando de tres formas 
a favor del pueblo de Dios. Primero, estaba Jehová de los ejércitos, 
Él mismo. La segunda forma muy importante en que Dios haría 
posible que el pueblo volviera a Él sería a través de Aquel que 
Zacarías llama “el Renuevo”. Con la excepción de los sesenta y seis 
capítulos de Isaías, los catorce capítulos de Zacarías tienen más 
profecías mesiánicas que ningún otro profeta. Cuando el Mesías 
vino, en cumplimiento de la profecía de Zacarías, Jesús dijo al
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
32 
pueblo de Dios muy claramente y enfáticamente: “Yo soy el camino 
[de vuelta a Dios], [...]; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 
14:6). 
La tercera forma en que Zacarías predicó que Dios volvería a 
nosotros y nos llevaría de vuelta a Él es la conocida promesa de 
Pentecostés: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha 
dicho Jehová de los ejércitos” (4:6). Zacarías predijo el gran milagro 
de Pentecostés y todas las bendiciones del pueblo de Dios de ese gran 
día. 
De esta forma, Zacarías pintó un hermoso retrato de la 
Trinidad. Jehová de los ejércitos es Dios el Padre; el camino de 
vuelta a Dios el Padre es a través del Renuevo, el Hijo. Cuando el 
pueblo de Dios vuelva al Padre mediante el Hijo, éste les dará el 
poder pentecostal del Espíritu Santo. 
Las ocho visiones de Zacarías 
La palabra “apocalipsis” es la forma griega de “revelación”. 
Una revelación es quitar el velo. La palabra “apocalipsis” significa 
‘descorrer un velo y revelar lo que de otra forma nunca podría 
conocerse’. Zacarías descorre el velo ocho veces y muestra al pueblo 
de Dios lo que Él está haciendo detrás del velo de las cosas como 
parecen ser. Dios dio estas visiones a Zacarías para fortalecer al 
impotente pueblo de Dios y para dar esperanza al pueblo 
desesperanzado de Dios. 
La primera visión: La visión del lugar sombreado (1:7-17) 
Según muchos estudiosos de la Biblia, el hombre parado entre 
los árboles en la hondonada representa la difícil experiencia de 
transición que estaban experimentando estos exiliados. El período de 
transición entre su retorno milagroso del trabajo de esclavos y la 
cautividad en Babilonia y el desafío de convertir los escombros en un 
templo fue un tiempo sumamente desalentador para esta gente. En 
otras palabras, se encontraban al fondo de una hondonada. El 
obstáculo-problema visible “ante el velo” que los desalentaba era la 
realidad innegable de que no eran una nación sino un montón de 
pobres refugiados de aspecto patético. Estaban pasando por uno de 
esos tiempos espantosos de transición que todos experimentamos. 
Cuando Zacarías descorrió el velo, vio a un varón, que era 
Jehová de los ejércitos. Dios estaba al tanto, y Dios velaba por la 
transición de su pueblo. Después de todo, Dios había terminado 
sobrenaturalmente la cautividad de su pueblo. En su tiempo, y en su 
forma, Dios cumplirá su plan para ellos con una restauración total y 
completa de su pueblo a su tierra, y de sus almas a Dios. 
Cuando Dios quiere hacer algo nuevo en nuestra vida, cuando 
quiere llamarnos a un lugar nuevo, la mayoría de nosotros, la 
mayoría de las veces, le presentamos tres obstáculos. Dado que 
somos básicamente criaturas orientadas hacia la seguridad, no 
queremos dejar el viejo y seguro nido donde estamos viviendo y 
sirviendo ahora. Por lo tanto, Él debe sacarnos del viejo lugar antes 
de poder conducirnos al nuevo. Por eso un llamado de Dios suele
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
33 
tener dos dimensiones: un tirón desde adelante y un puntapié desde 
atrás. En otras palabras, Dios tiene que sacudirnos de lo viejo para 
poder guiarnos hacia lo nuevo. ¿Recuerda usted ocasiones en que Él 
ha hecho ese milagro en su vida? Yo llamo a esos milagros 
“intervenciones divinas”. 
Cuando estamos entre lo viejo y lo nuevo, nuestro Dios debe 
mantenernos en movimiento para poder tirar de nosotros y hacer que 
atravesemos la transición. Luego debe ubicarnos bien para poder 
establecernos en el nuevo lugar y la cosa nueva que quiere que 
hagamos en nuestra vida y nuestro ministerio. Cuando los hijos de 
Israel estaban en Egipto y Dios los quería en la Tierra Prometida, Él 
describió ese milagro de esta forma: “Los saqué de allá para traerlos 
acá” (ver Deuteronomio 6:23). 
Segunda visión: Los cuatro cuernos (1:18-21) 
En la Biblia, los cuernos son símbolo de poder. El obstáculo-problema 
visible ante el velo que alimentaba sus temores era el 
tremendo poder de los imperios mundiales que los habían 
conquistado y esclavizado cuando eran una nación fuerte. Las 
potencias mundiales podrían conquistarlos y esclavizarlos fácilmente 
de nuevo. 
Cuando Zacarías descorrió el velo, lo que vio detrás del velo 
y mostró a estos exiliados les dio valentía y esperanza. Detrás del 
velo, Zacarías reveló las potencias mundiales que Jehová de los 
ejércitos usaría para destruir esos “cuernos”, o potencias mundiales, 
que ellos temían que los conquistaran y esclavizaran. 
Tercera visión: La ciudad de Jerusalén (2:1-4, 10-13) 
El problema visible ante el velo eran los escombros de lo que 
alguna vez había sido la hermosa ciudad de Jerusalén. Cuando 
Zacarías descorrió el velo, lo que vio detrás del velo y lo que mostró 
al pueblo era una ciudad de Jerusalén restaurada hermosamente. Esta 
revelación les mostró que lo que ahora eran solo escombros sería una 
gran ciudad tan grande que no podría ser medida, y tan bien 
defendida por Jehová de los ejércitos, que no necesitaría tener muros. 
Jerusalén y el templo fueron restaurados, y fueron la ciudad y 
el templo que tantas veces visitó Jesús. Cuarenta años después de 
Jesús, Roma destruyó y arrasó la ciudad completamente, aunque 
después fue restaurada hasta ser la ciudad que es hoy. Toda la liturgia 
que acompañaba los sacrificios animales fue abandonada cuando 
Roma destruyó Jerusalén en el año 70 d.C. Si bien esta profecía de 
Zacarías se cumplió en parte cuando Jerusalén fue restaurada, antes 
de Cristo, y nuevamente luego de la terrible destrucción de Jerusalén 
por los romanos, el cumplimiento completo de esta profecía será la 
Nueva Jerusalén que describe proféticamente el apóstol Juan 
(Apocalipsis 21:2). 
Cuarta visión: El acusador de los hermanos (3:1, 2, 8-10) 
El problema que Zacarías enfrentó ante el velo, que era 
descorazonador para los exiliados, era una visión de Josué, su sumo
Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 
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sacerdote, con vestimentas viles o sucias. En esta visión, Satanás está 
acusando a Josué. La mancha terrible del pecado de la idolatría, que 
fue perdonado y purgado a través de la experiencia de la cautividad, 
muy probablemente sea el centro de estas acusaciones del maligno. 
Satanás, el acusador, usa las consecuencias o manchas de los 
pecados que han sido perdonados para acusar a los hermanos día y 
noche. Se nos dice en el Libro de Apocalipsis que cuando sea 
eliminada esta función del maligno, entonces llegará la salvación, el 
poder y el reino de Dios, y la autoridad de su Cristo vendrá (ver 
Apocalipsis 12:10). 
Cuando Zacarías descorre el velo, ve y revela al pueblo su 
revelación de la Trinidad: Jehová de los ejércitos y las próximas 
expresiones del amor y el poder de Dios, a través del Mesías, nuestro 
“Abogado”. También ve al Espíritu Santo y los milagros futuros que 
serán parte de la segunda venida de Jesucristo. 
Quinta visión: El candelabro de oro con depósitos de aceite (4:1- 
7) 
El problema ante el velo en esta visión, que contribuía a la 
baja moral de los exiliados judíos, era la responsabilidad que Dios les 
había dado de compartir la Palabra de Dios con todo el mundo. Dado 
que eran el pueblo que recibió la Palabra de Dios para todo el mundo, 
tenían la responsabilidad de vivir esa Palabra delante del mundo y 
comunicar esa Palabra al mundo. Los escombros del templo, la 
ciudad, su nación y su propia vida personal les hacían sentir que eran 
fracasos miserables como ejemplos o maestros de la Palabra de Dios. 
¿Ha estado alguna vez en un desierto espiritual en medio de 
la enfermedad, la depresión u otras formas de derrota espiritual, 
durante el cual el maligno le ha hecho estas acusaciones? ¿Alguna 
vez le susurró, en aquellos tiempos vulnerables: “¿Y se supone que tú 
deberías ser un ejemplo para que vea todo el mundo? ¿Que debes ser 
la sal de la tierra y la luz del mundo?”?. 
Cuando Zacarías descorrió el velo, vio al Espíritu Santo, 
representado por los depósitos de aceite. “No con ejército, ni con 
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (4:6). 
Esta visión les aseguró que Dios les permitiría ser lo que los estaba 
llamando a ser, y hacer lo que los estaba llamando a hacer, a través 
del poder del Espíritu Santo. Es aquí donde, como el profeta Joel, 
Zacarías nos da una profecía maravillosa del milagroso día de 
Pentecostés. 
La sexta visión: El rollo que volaba (5:1-4) 
El problema tratado ante el velo, en esta visión, es que los 
exiliados que habían vuelto estaban abrumados por el problema y el 
poder del mal. Cuando los tiempos son malos en el momento y en el 
lugar de la parte del mundo donde vivimos, es fácil –aunque 
imprudente– que nos sintamos abrumados por el terrible poder del 
mal. Esta obsesión y opresión por el terrible poder del mal estaba 
convenciendo al pueblo de Dios de que las fuerzas del bien y de Dios 
nunca vencerían el tremendo poder de las fuerzas del mal.
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Profetas Menores enseñan amor de Dios

  • 1. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 9 LOS PROFETAS MENORES Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías Los Profetas Menores: Reseña Comenzamos ahora nuestra reseña de los últimos doce profetas, conocidos a veces como los Profetas Menores. Esta denominación simplemente significa que sus libros son más cortos que los libros proféticos que ya hemos estudiado. Dado que los últimos doce profetas escribieron más tarde en la historia hebrea, a veces se los conocía como los Profetas Posteriores. Los antiguos escribas mantenían a estos profetas posteriores en una unidad denominada “Los Doce”, porque los valoraban mucho y no querían perder a ninguno de ellos. Los doce libros históricos del Antiguo Testamento presentan el contexto histórico en el cual vivieron y predicaron los profetas que escribieron libros. Para mantener un equilibrio histórico, usted debería hacer un gráfico que muestre dónde deberían colocarse los profetas en la historia hebrea que aprendió cuando estudiamos los libros de historia del Antiguo Testamento. Si bien este no es un estudio académico, sino devocional, déjeme recordarle los siete hechos de la historia hebrea que usted debería mantener en perspectiva al leer estos profetas: 1. El reino 2. El reino dividido 3. La conquista asiria del reino del norte
  • 2. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 2 4. La extinción del reino del norte 5. La cautividad del reino del sur en Babilonia 6. La conquista persa de Babilonia 7. El retorno de la cautividad en Babilonia Capítulo 1 La profecía de Oseas La mayoría de nosotros sabemos que Dios es amor, pero ¿cuántos libros ha visto o leído sobre el tema del amor de Dios? El libro de Oseas es el inspirado libro de la biblioteca sagrada de Dios sobre el amor de Él. Dios encargó a Oseas que fuera el profeta del amor de Dios para las diez tribus conocidas como el reino del norte, que también era llamado, simplemente, Israel. Les predicó el amor de Dios cuando se habían alejado de Él y estaban adorando ídolos. La primera verdad que aprendemos de este profeta es que, cuando Dios nos llama a hacer una gran obra para Él, a menudo nos prepara para esa obra a través de nuestras propias experiencias de vida. Dios usa cada día que vivimos para prepararnos para cada día que viviremos y que lo serviremos. Una alegoría dolorosa Dios consideró que Oseas estaba preparado para predicar del amor de Dios a un pueblo infiel porque éste se había casado con una prostituta llamada Gomer (1:2, 3). Oseas la amó y la convirtió en madre de sus hijos, como si fuera la mujer más refinada del país. Luego de muchos años, cuando Gomer volvió a sus amantes, Dios hizo que Oseas la recibiera de nuevo en su casa, y que continuara amándola (3:1). Todo esto fue por lo menos permitido por Dios para preparar a Oseas para predicar a Israel el amor incondicional y la aceptación de Dios. Si bien no lo merecía, Israel había sido escogido por Dios para ser su pueblo, así como Gomer había sido escogida por Oseas para ser su esposa, aunque era una prostituta. Una alegoría es una historia en la que las personas, los lugares y las cosas tienen un significado más profundo, que nos enseña moralmente y espiritualmente. El matrimonio de Oseas fue una dolorosa alegoría del amor incondicional de Dios por Israel. La predicación de Oseas La idolatría era el pecado continuo y crónico del pueblo del reino del norte cuando Oseas predicó sus valientes y relevantes sermones allí. Había una gran inmoralidad asociada con su culto a los ídolos. Oseas era muy directo y franco cuando predicaba. Estos son algunos extractos parafraseados de su predicación, que lo familiarizarán con su estilo: “Los hombres de Israel terminan de tomar su vino y salen a buscarse prostitutas. Les gusta más la vergüenza que el honor [...]. El vino, las mujeres y las canciones han quitado el cerebro a mi pueblo. Porque piden a un pedazo de madera
  • 3. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 3 que les diga qué hacer [...]. Son como un arco torcido que siempre yerra el blanco. Sembraron vientos y cosecharon tempestades [...]. Israel está destruido; yace entre las naciones como una vasija rota. La gloria de Israel se va volando como un pájaro”. Dado que Israel era el pueblo escogido del único y verdadero Dios, Oseas consideraba que el haberse vuelto a otros dioses era “adulterio espiritual” contra Dios: “Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar” (4:12). “Todos ellos arden como un horno; devoran a sus gobernantes. Caen todos sus reyes, pero ninguno de ellos me invoca. Efraín se mezcla con las naciones; parece una torta cocida de un solo lado” (7:7, 8). Cuando Oseas predicaba: “De tal pueblo, tal sacerdote”, estaba gritando: “Sacerdote, no señales con tu dedo a otra persona. ¡Yo te estoy señalando a ti!”. Como consecuencia de su idolatría, iban a ser llevados en cautiverio: “Devorado será Israel; pronto será entre las naciones como vasija que no se estima. Porque ellos subieron a Asiria” (8:8, 9). La cautividad en Asiria sería fatal para el reino del norte, porque nunca volvería a su tierra natal ni volvería a ser un reino. Quienes sobrevivieron a la conquista y al cautiverio en Asiria fueron esparcidos entre las naciones gentiles del mundo. El amor incondicional de Dios Israel iba a comenzar su cautiverio, pero Dios lo iba a amar y lo iba a restaurar espiritualmente una vez más para sí mismo: “Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová” (2:19, 20). Este retorno espiritual de Israel, que habían predicado varios profetas, todavía no se ha cumplido. Tendremos que esperar el final de los tiempos para ver el cumplimiento de esta profecía. Oseas predicó elocuentemente sobre el amor de Dios: “No quiero sus sacrificios, quiero su amor; no quiero sus ofrendas, quiero que me conozcan a mí”. Para lograr que sus corazones se arreglaran con Dios, Oseas predicó como lo hizo Jeremías: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia” (10:12). “Tú, pues, vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio, y en tu Dios confía siempre” (12:6). La aplicación personal y devocional Si bien debemos esperar para el cumplimiento del retorno espiritual de Israel, no tenemos que esperar para nuestro propio retorno espiritual a nuestro Dios amoroso. Mi pasaje favorito de Oseas es una buena forma de concluir esta breve reseña de los programas radiales que usted ha escuchado sobre el profeta Oseas:
  • 4. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 4 “Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra” (6:1-3). Capítulo 2 La profecía de Joel Joel es el segundo de los doce Profetas Menores. El mensaje de este profeta está centrado en una expresión que usa él y los demás profetas menores: “el día del Señor”. Joel denomina a una terrible plaga de langostas que invadió el reino del sur, “el día del Señor”. Además de rotular a esta plaga literal de langostas como “el día del Señor”, también la relaciona con la inminente cautividad en Babilonia. Como los Profetas Mayores, él mezcla sus profecías acerca de la cautividad en Babilonia con profecías acerca de la segunda venida de Cristo. Muchos están familiarizados con Joel por su notable profecía sobre el día de Pentecostés. Quienes estuvieron presentes en el día del nacimiento de la iglesia, se preguntaron: “¿Qué quiere decir esto?” (Hechos 2:12). Pedro comenzó su sermón del día de Pentecostés diciéndoles: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16). Joel predicó que el día del Señor, para usted y para mí, existe en todos los días del pasado, presente y futuro de nuestra vida. La plaga de langostas El libro de Joel comienza describiendo una nutrida plaga de langostas, que invadió el reino del sur. Joel predicó: “Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado” (1:4). La plaga de langostas avanzó por el país, destruyendo la vegetación y dejando solo un rastro de devastación. Cuando Joel se refirió a esta plaga de langostas como “el día del Señor” (1:15), estaba convirtiendo al día del Señor en un suceso presente. Pero, ¿qué quiso decir exactamente Joel cuando se refirió al día del Señor de esta forma? Cuando vio la terrible plaga y atribuyó el origen de ella al Señor, nos estaba diciendo que Dios es soberano aun en las calamidades. Joel luego concuerda con todo una hueste de autores bíblicos que nos han dicho que Dios puede ser el poder detrás de la adversidad así como de la prosperidad. Debido a que esa terrible invasión de langostas muy probablemente llevó al pueblo a pensar que Dios los había abandonado, Joel declaró que Dios estaba presente aun en ese día, con lo que quiso decir que a veces aun el día de la calamidad puede ser “el día del Señor” para quienes aman a Dios y son llamados conforme a su propósito (Romanos 8:28).
  • 5. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 5 La cautividad en Babilonia Una horda de langostas funciona como un ejército, trabajando en conjunto y destruyendo todo lo que se les cruza. Joel usó la devastación total de un “ejército” de langostas para conseguir la atención del pueblo de Judá y prepararlos para su profecía de la devastación final que sufrirían por la invasión de los ejércitos babilónicos. Joel escribió: “Como valientes correrán, como hombres de guerra subirán el muro; cada cual marchará por su camino, y no torcerá su rumbo [...]. Irán por la ciudad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones” (2:7, 9). El día de Pentecostés Luego de proclamar que la horda de langostas era el día del Señor presente y declarar que la cautividad en Babilonia era un “día del Señor” futuro, Joel comenzó a hablar de otro día del Señor: el día de Pentecostés. Compartiendo palabras proféticas de Dios, Joel escribió: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (2:28). Esta profecía se cumplió, al menos en parte, en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4). Leemos que el Espíritu Santo descendió sobre los que estaban reunidos en Pentecostés. Cuando las personas vieron la lenguas de fuego repartidas sobre la cabeza de los apóstoles, los escucharon hablar en un idioma que era entendido por personas que hablaban varios idiomas, y escucharon “un estruendo como de un viento recio que soplaba”, preguntaron a Pedro: “¿Qué quiere decir esto?”. Pedro les contestó: “Esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16). La segunda venida de Jesucristo Observe que, mediante la profecía de Joel de Pentecostés, Dios nos está diciendo cosas acerca del día del Señor en los últimos días que no tuvieron lugar en el día de Pentecostés: “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado” (Joel 2:30-32). Joel profetizó claramente el día de Pentecostés, y si usted estudia su profecía de Pentecostés detenidamente, verá que también estaba prediciendo sucesos que no se cumplieron en Pentecostés. Un estudioso de los Profetas Menores escribió que esta profecía de Joel fue “precumplida” en el día de Pentecostés, pero sería cumplida por completo en la segunda venida de Jesucristo. Como ocurre con todos los profetas, cuando las profecías de Joel de los sucesos como la conquista por parte de Babilonia o Pentecostés se cumplen tan literalmente, podemos entusiasmarnos al
  • 6. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 6 pensar en el cumplimiento literal de sus profecías con relación a la segunda venida de Cristo. Joel denominó a este futuro día del Señor “el día grande y espantoso de Jehová” (Joel 2:31). Cuando Pedro escribe sobre este día, se centra en uno de los muchos sucesos que formarán parte de la segunda venida de Cristo. Según Pedro, cuando llegue este día, “los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10). La aplicación personal Joel no solo predicó el presente día del Señor y el futuro día del Señor. Nos exhortó, como pueblo de Dios, a hablar a nuestra generación –y, al hablar a nuestros hijos, a generaciones futuras– acerca del día del Señor (1:2, 3). Nos exhorta a darnos cuenta de que cada día –pasado, presente y futuro– debe ser considerado el día del Señor. Cuando recordamos cómo Dios ha obrado en nuestras circunstancias del pasado para bien, debemos llevar esa confianza a nuestras circunstancias presentes (Romanos 8:28). ¿Por qué Dios quiere que sepamos acerca de ese gran y terrible futuro día del Señor? Para que pensemos en el tipo de personas que deberíamos ser. Escuche la aplicación personal de Pedro cuando nos habla del futuro día del Señor: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito” (2 Pedro 3:14, 15a). Cuando miramos hacia adelante, al día del Señor venidero, Joel y todos los profetas hacen aplicaciones como las de Pedro para desafiar a los seguidores de Cristo. Capítulo 3 La profecía de Amós Amós era un recolector de higos y un pastor que vivía en el pequeño pueblo de Tecoa, unos dieciocho kilómetros al sur de Jerusalén. Dios lo llamó del reino del sur para profetizar contra el reino del norte, cincuenta años antes de la cautividad en Asiria. Se nos dice que Amós ministró durante el reinado del rey Uzías, en el reino del sur, bajo el cual la nación de Judá fue próspera, tanto militarmente como materialmente. Ellos creían que no había ningún enemigo en el horizonte y que nadie era una amenaza para ellos. Pero la profecía de Amós fue tanto contra la próspera nación de Judá como contra el reino del norte de Israel. El juicio de Dios se aproxima Amós comenzó su profecía hablando palabras que los ciudadanos del reino del norte querían escuchar: les dijo que Dios juzgaría a sus enemigos (1:3-2:3). Al nombrar a aquellas naciones
  • 7. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 7 enemigas y los juicios que les sobrevendrían, los que escuchaban su predicación estarían encantados de oír este mensaje; les habría gustado escuchar cómo Dios iba a castigar a quienes ellos odiaban. Pero, una vez que Amós logró su atención con estos sermones, les dio la mala noticia: Judá e Israel también serían juzgados (2:4-8). Culpó a Judá por rechazar la ley del Señor y no guardar los estatutos de Dios, y culpó a Israel por su avaricia, injusticia social e inmoralidad, que profanaban el nombre del Señor. Amós continuó su profecía contra Israel prediciendo la cautividad en Asiria: “El ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida. El que maneja el arco no resistirá, ni escapará el ligero de pies, ni el que cabalga en caballo salvará su vida” (2:14–16). El reino del norte se habrá mofado de este mensaje, porque vivía en tiempos prósperos y los militares de este reino se destacaban en las habilidades que describió Amós en este sermón. Pero en cincuenta años el reino del norte de Israel fue derrotado y todo el pueblo fue llevado cautivo por el ejército asirio. Dios intentó evitar la cautividad en Asiria ofreciendo a Israel oportunidades para arrepentirse (4:6-13). Les envió hambre, retuvo la lluvia, envió viento, añublo y pestilencia, pero aun así, como Dios les dijo a través de su profeta, “no se volvieron a mí” (4:8, 9, 10, 11). Como Israel no hizo caso al llamado al arrepentimiento de Dios, Amós profetizó el juicio de Dios sobre ellos, y este juicio sería permanente; Israel nunca volvería al país luego de su cautividad en Asiria. Amós predijo el juicio de Dios mediante la predicación de cinco visiones que Dios le dio. Los juicios que aparecen en las dos primeras visiones, que describían una plaga de langostas y un fuego devorador, fueron evitados cuando Amós pidió la misericordia de Dios (7:1-6). La tercera visión, la de una plomada que mide si un muro está derecho, mostraba por qué Dios tenía motivos para estar enojado: su pueblo no era un pueblo “derecho”, que vivía según los estatutos de Dios, sino un pueblo “torcido”, que rechazaba la ley de Dios y provocaba su ira. La cuarta visión, la de una canasta de frutas más que maduras, mostraba que el juicio se había demorado mucho, y el juicio de Dios contra ellos se predice en la quinta visión, donde Dios se para junto a un altar y clama: “Golpea los capiteles de las columnas para que se estremezcan los umbrales, y que caigan en pedazos sobre sus cabezas. A los que queden los mataré a espada. Ni uno solo escapará, ninguno saldrá con vida” (9:1). En esta visión, Dios mostró que su juicio sobre Israel sería final. Ni uno escaparía, y ni uno sería perdonado. Además, el juicio de Dios era inminente. La ventaja espiritual aumenta la responsabilidad Amós no aisló a Judá e Israel del juicio de Dios sobre las naciones. En cambio, les dijo que su juicio sería más severo que el de las naciones paganas. Sus pecados eran más graves porque habían
  • 8. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 8 tenido una ventaja espiritual con su conocimiento de la Palabra de Dios, pero ellos no siguieron los estatutos y mandamientos de esa Palabra. Según Amós, la responsabilidad espiritual se mide en proporción directa con la ventaja espiritual, y nuestras ventajas espirituales deberían influenciar dinámicamente la forma en que vivimos. Lo que hacemos con lo que sabemos es muchísimo más importante que lo que sabemos. Necesitamos que se nos recuerde que vivir de acuerdo con nuestro conocimiento es más importante que adquirir más conocimiento. Mientras que el mundo secular siempre ha creído que el conocimiento por sí solo es virtuoso, los profetas predicaban que lo que convierte a una persona en virtuosa es la aplicación del conocimiento, la sabiduría. Promesa de restauración Amós, como los demás profetas, predicaron la restauración final del pueblo de Israel: “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová que hace esto” (9:11, 12). Esta profecía habla del retorno espiritual de Israel a su Dios. Esta restauración de Israel aún no ha ocurrido. Hemos visto el retorno de judíos que habían estado esparcidos por todo el mundo, y hemos visto la restauración política de Israel, pero todavía no hemos visto el cumplimiento del retorno espiritual de los judíos, hoy. Capítulo 4 La profecía de Abdías “Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom: [...]. He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera. La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra? Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová” (Abdías 1: 1–4). Así comienza el libro de Abdías. ¿De qué hablaba Abdías cuando mencionaba un pueblo soberbio que vivía en hendiduras en las peñas y que pensaba que nadie podía bajarlos de su nido? Algunos dicen que este libro debería ser de advertencia para quienes vivimos en el siglo XXI, con relación a nuestras expediciones para descubrir vida en otros planetas. En las generaciones pasadas, estos versículos se han interpretado y aplicado como queriendo decir que Dios no desea que vivamos en edificios altos. En el siglo XXI, algunos traducen estos versículos de la siguiente forma: “Si nos volvemos soberbios en cuanto a la ciencia y la tecnología, e
  • 9. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 9 intentamos vivir en otros planetas en el espacio, Dios nos humillará y nos hará volver a la tierra nuevamente”. Abdías no estaba escribiendo sobre edificios altos o el espacio exterior. Estaba ardiendo con una ira santa, y dirigiendo éste, el más corto de todos los libros proféticos, a un pueblo muy hostil, que había cometido actos terribles contra el pueblo de Judá cuando Jerusalén cayó ante los babilonios. El camino de Edom, condenado Dios habló a través de Abdías para condenar a una nación llamada Edom. Este pueblo vivía en un lugar que se puede visitar hoy, conocido como “la Ciudad Rosada de Petra”, en Jordania. Cuando uno entra a caballo en el cañón, ve acantilados de piedra roja que se levantan a más de dos mil metros de altura a ambos lados, con grandes espacios vacíos como cavados en la piedra. Estos grandes espacios abiertos fueron una vez la ciudad que albergaba el pueblo al que Abdías escribía. Luego de que estos pueblos invadían y saqueaban las ciudades de sus enemigos, o las caravanas de ricos mercaderes, subían con escaleras de soga y se escondían en sus moradas en los acantilados, lejos del alcance de sus enemigos. Sus moradas elevadas les hacían pensar que eran indestructibles. Por eso Abdías escribe: “La soberbia de tu corazón te ha engañado, [...] dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?” (v. 3). ¿Quién era, exactamente, este pueblo? Eran descendientes de Esaú, el hermano de Jacob. El libro de Génesis nos dice que Jacob y Esaú eran mellizos, pero tenían valores contrarios y vivían estilos de vida contrarios. Mientras que Jacob era pícaro pero espiritual, Esaú era profano, no espiritual y lo que hoy llamaríamos “un hombre secular”. Esto se muestra alegóricamente en el libro de Génesis, cuando Esaú vende su primogenitura a Jacob por un plato de sopa. Mientras que los descendientes de Jacob reciben su nombre – Israel– de él y se convierten en los judíos, Esaú fue padre del pueblo de Edom, los enemigos jurados de los judíos. El pueblo de Edom eran antisemitas muy celosos, y buscaban continuamente oportunidades para aliarse con otras naciones para matar a los judíos. Abdías escribió su muy breve profecía para predecir la caída de Edom, una caída que sería la consecuencia directa de su odio y persecución de los judíos. Abdías tronó ocho acusaciones específicas contra Edom. Ocho veces lo escuchamos decir “¡No debiste...!”. Evidentemente, el pueblo de Edom había hecho todas estas cosas. “Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia. No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad. Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni
  • 10. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 10 debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia” (Abdías 1:12-14). “Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo” (v. 15). Los eruditos creen que Abdías estaba condenando el comportamiento de Edom durante la caída de Jerusalén bajo el reinado de Sedequías, cuando la ciudad fue arrasada y el pueblo de Judá fue masacrado o llevado cautivo a Babilonia. El pueblo de Edom había ayudado a los babilonios en el sitio de Jerusalén, y había participado del saqueo de la ciudad. Cuando los judíos escapaban de la calamidad, el pueblo de Edom los capturó y los devolvió a los babilonios. Abdías pasó de su llamada de atención a Edom para unirse a otros profetas y predicar, como otros profetas, sobre el día del Señor. Le dijo al pueblo de Edom: “Como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza” (v. 15). Cuando se cumpliera este día de la profecía, la nación de Edom sería completamente eliminada. Sus aliados se volverían contra ellos, y no quedaría nada de la nación de Edom: “La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú” (v. 18). Esta profecía fue cumplida literalmente. La nación de Edom desapareció de las páginas de historia, cuando fue aniquilada completamente por los romanos, en 70 d.C. La aplicación devocional A lo largo de toda la Biblia, el hombre piadoso es contrastado con el impío (Salmo 1; Mateo 7:13-25; 1 Corintios 2:14-16). Si estamos familiarizados con la historia de Jacob y Esaú, en el libro de Génesis, y el comentario de esa historia que hace el apóstol Pablo, no nos resulta difícil darnos cuenta de que esta breve profecía de Abdías también contrasta alegóricamente para nosotros la vida del hombre espiritual con la del hombre natural y no espiritual (Génesis 25:29- 34; Romanos 9:10, 11). La vida de Jacob es un ejemplo del hombre espiritual porque buscó fervorosamente a Dios, así como los valores y las bendiciones espirituales. También aprendemos en el libro de Génesis que, cuando Jacob “luchó” con Dios, su nombre fue cambiado por Israel: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:28). Esaú, por otra parte, es un retrato del hombre natural y no espiritual. Al vender su primogenitura (la herencia del hijo mayor) por un plato de sopa, Esaú demostró inmadurez y que sus prioridades espirituales no eran las correctas. No nos debería sorprender encontrar que los valores y el estilo de vida de “Esaú” conduzca a “Edom”: una nación en abierta oposición al pueblo, los valores espirituales y los propósitos de Dios. Cuando nos encontramos por primera vez con Jacob y Esaú, están juntos en el vientre de su madre, Rebeca. Una aplicación
  • 11. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 11 alegórica y devocional de esto podría ser que existe un potencial de un Esaú y un Jacob en cada uno de nosotros hoy. Pablo describe estos dos potenciales magníficamente en su Carta a los Gálatas. Escribe que el Espíritu y la carne están en guerra, porque son contrarios. Cuando Pablo usaba la palabra “carne”, significa ‘nuestra naturaleza humana, sin la ayuda de Dios’. El Espíritu Santo nos da el potencial para ser espirituales, como Jacob, pero cuando el Espíritu Santo viene a vivir en nosotros, nuestra carne o naturaleza humana no es desalojada. Esto nos da dos potenciales (Jacob y Esaú). La dinámica profecía de Abdías nos desafía con esta pregunta: “¿Cuál potencial desarrollaremos?”. Capítulo 5 La profecía de Jonás El libro de Jonás nos cuenta acerca de un profeta llamado por Dios para predicar arrepentimiento y salvación a sus enemigos. Él sabía lo suficiente acerca del carácter de Dios como para estar seguro de que, si respondía al llamado de Dios, sus enemigos serían salvados. Fue su conocimiento del amor incondicional de Dios lo que llevó a Jonás a decidir que no quería ir a Nínive y, como no quiso ir allí, también decidió que no quería acudir a Dios. En cambio, trató de huir de Dios a bordo de un barco que no solo se dirigía en la dirección opuesta, sino que iba hacia un puerto que estaba lo más lejos de la ciudad de Nínive que podía viajar un ser humano en ese tiempo (1:3; 4:2, 3). La ciudad de Nínive era la ciudad capital de los peores enemigos de los antiguos judíos. La crueldad brutal de los asirios no tenía parangón en la historia antigua. Jonás, o miembros de su familia, podrían haber sido víctimas de esa crueldad. Probablemente Jonás tenía buenos motivos para odiar a la gente que vivía en Nínive. Para lograr una perspectiva histórica, imagine que Dios encargara a un judío de principios de la década de 1940 que fuera a Berlín, en Alemania, donde se estaba planeando matar a todos los judíos que existían, para predicar el juicio de Dios sobre esa ciudad si no se arrepentían de sus pecados. Ese judío, ¿habría huido de esa misión? Jonás no va y Jonás no viene (capítulo 1) Los profetas y las personas piadosas del Antiguo Testamento seguían generalmente un patrón en su relación con Dios. Mencioné este patrón cuando consideramos el ministerio del profeta Isaías. Tenían experiencias significativas de venir a Dios, y luego tenían experiencias fructíferas de ir para Dios. La historia de Jonás con Dios muestra este patrón en reversa. En el primer capítulo de esta breve historia de Jonás, leemos que, cuando Dios comisionó a Jonás para que fuera a Nínive y, al decidir rehusarse totalmente a ir a Nínive, nos mostró que él creía en estas dos dimensiones de venir a Dios e ir para Dios. Jonás sabía que era porque tenía una profunda experiencia de venir a Dios que había
  • 12. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 12 recibido la comisión de ir a Nínive para Dios. Dado que no podía, o no quería, hacerlo, anunció que no iba a ir a Nínive para Dios y que, n coherencia con esa decisión, no iba a venir a Dios tampoco. Como Jonás estaba intentando esconderse de Dios cuando subió a ese barco, bajó al interior de este barco y se durmió profundamente (1:5). Leemos que el Señor provocó una terrible tormenta que casi hunde el barco. Mientras los marineros estaban aterrorizados y oraban a sus dioses, Jonás estaba durmiendo, intentando huir de sus problemas a través del sueño. Jonás intentaba huir de Nínive, de Dios y de sus problemas. Cuando el capitán del barco confrontó a Jonás por dormir durante la tormenta, Jonás reconoció que su Dios era el Dios que había hecho el mar, y que su Dios estaba enojado con él. Había enviado la tormenta porque le había encargado que fuera a Nínive, y Jonás se había rehusado a ir (vv. 9, 10). Jonás también dijo al capitán que la única forma de apaciguar la ira de su Dios era arrojarlo al mar, lo cual, con cierta renuencia, finalmente hicieron los marineros (v. 15). Inmediatamente, el mar furioso se calmó. Ese mar calmo convirtió en creyentes a los marineros paganos de ese barco. Aun mientras Jonás huía de Dios y de lo que Él quería que hiciese, Dios lo usó para llevar a la fe a los marineros de ese barco. Leemos: “Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (1:16). También leemos que Dios preparó un gran pez para tragar a Jonás, y estuvo en el vientre de ese pez tres días. Jonás no dice que este gran pez fuera una ballena. Este pez fue una provisión milagrosa de Dios que fue preparada sobrenaturalmente para este profeta rebelde. Jonás viene a Dios (capítulo 2) El libro de Jonás nos enseña que, aun cuando en cierto sentido Dios nunca nos obliga a hacer nada –nos permite ejercer el libre albedrío en las decisiones que tenemos ante nosotros–, hará presión sobre nosotros como un elefante a través de nuestras circunstancias hasta que decidamos que su voluntad es lo único razonable que podemos hacer. Podemos titular el capítulo 1 de esta profecía: “¡No lo haré!”; pero sobre el capítulo 2, deberíamos escribir: “¡Lo haré!”. Fueron necesarios tres días en el vientre de un gran pez para llevar a Jonás al arrepentimiento por huir del llamado de Dios. Arrepentirse significa ‘pensar de nuevo’ o ‘tener un cambio de mente, corazón, voluntad y dirección’. La importancia del capítulo 2 es que Jonás se arrepintió en el vientre de ese gran pez. Jonás oró en ese vientre. Recordó cada pasaje de las Escrituras que pudo en ese lugar horrible. En su oración, citó o hizo referencia a más de sesenta versículos de la Biblia, de Job, Lamentaciones, 1 Samuel, Jeremías, 1 Reyes y muchos versículos de los Salmos. Esto significa que su mente estaba saturada de las Escrituras, y que cantó cada himno que pudo recordar cuando estuvo en el vientre de ese gran pez. Lo importante acerca de esta oración bíblica fue su arrepentimiento. Jonás pasó de decir: “No lo haré” a decir, tres veces:
  • 13. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 13 “Lo haré”. Dijo a Dios: “Veré tu santo templo” (v. 4), “Te ofreceré sacrificios” (v. 9) y “Pagaré lo que prometí” (v. 9). Como resultado del arrepentimiento de Jonás, “mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”. Jonás va para Dios (capítulo 3) En el capítulo 3 leemos: “Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás” (v. 1). Gracias al carácter paciente de Dios, Jonás escuchó el llamado de Dios por segunda vez, un llamado que le recordó lo mismo: “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré” (v. 2). Esta vez, en vez de salir huyendo, Jonás obedeció el llamado y fue a Nínive. Predicó el mensaje de juicio de Dios proclamando: “¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!” (v. 4). Toda la ciudad –incluyendo el rey– se convirtió y creyó en Dios (vv. 5, 6). Como la ciudad se arrepintió, Dios “se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (v. 10). Cuando Jonás finalmente dijo “lo haré”, el resultado fue la más grande cruzada evangelística de la historia de Dios y el hombre. Jonás viene y va para Dios (capítulo 4) El corazón del mensaje del libro de Jonás se encuentra en el último capítulo, donde vemos cómo Jonás respondió al arrepentimiento de Nínive. Si bien pensaríamos que Jonás, como profeta de Dios, estaría eufórico porque toda la ciudad se había vuelto a Dios, no estaba feliz. De hecho, está tan enojado que prefiere morir antes que ver a Dios salvar a la población de Nínive, ¡y se lo dice a Dios! Le dice: “Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal. Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida” (vv. 2, 3). En otras palabras: “¡Prefiero estar muerto antes que verte salvar a esta gente!”. El profeta prejuicioso ¿Qué le pasa a Jonás? La respuesta a esta pregunta es que Jonás odiaba al pueblo de Nínive, y fue su prejuicio lo que le impidió responder con alabanza a Dios por el milagro que había experimentado en la ciudad capital del imperio mundial asirio. Su prejuicio se verifica en la confesión de Jonás, a principios del capítulo 4, de que huyó de Dios y de su misión porque sabía que Él era un Dios amoroso y que salvaría a la ciudad de Nínive si Jonás obedecía a Dios y predicaba allí. En respuesta a la ira de Jonás, Dios le dio una lección objetiva. Mientras Jonás está inmerso en un ataque de cólera y protestando como un niño caprichoso porque Dios salvo a sus enemigos, construye una pequeña enramada en un monte que estaba sobre Nínive. Todavía creía, o al menos esperaba, que Dios destruiría esta ciudad malvada. El sol sumamente fuerte estaba calcinando a Jonás cuando el Señor hizo que creciera una gran
  • 14. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 14 calabacera sobre la enramada, que protegió a Jonás del sol caliente. Esto agradó mucho a Jonás. Pero luego Dios envió un gusano para que comiera las raíces de la planta. El gusano destruyó la calabacera y Jonás se hundió inmediatamente en otro ataque de cólera. Entonces Dios dijo a Jonás: “¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” (4:11). Los eruditos creen que estas personas eran los bebés de Nínive que aún no habían alcanzado la edad que consideramos de uso de la razón. La verdad importante aquí es que Dios estaba desafiando los valores y las prioridades de un profeta con muchos prejuicios. El obstáculo-problema Tal vez recuerde que en mi introducción a estos profetas compartí con usted que una de las funciones de un profeta era remover los problemas que eran obstáculos para la obra de Dios en el mundo. En el libro de Jonás, el obstáculo-problema que impedía la obra milagrosa que Dios quería hacer en Nínive era el prejuicio del profeta Jonás. Como aprendimos en Oseas, el amor de Dios es incondicional y no está basado en el desempeño positivo o negativo de la persona amada. Si Dios ama a un pueblo y el profeta odia a ese mismo pueblo, ¿cómo puede Dios usar al profeta para proclamar su amor por ellos? Aplicación personal ¿Se ve usted reflejado en esta historia? ¿Está usted huyendo del llamado que Dios ha puesto en su vida? ¿Qué debe enviar Dios para lograr que usted esté dispuesto a servirle? Aprenda de la vida del profeta Jonás –el profeta que no quería ir a Nínive y no quiso ir a Dios– que Dios usa las circunstancias de nuestra vida para guiarnos hacia su voluntad para nuestra vida, a pesar de –y a veces debido a– nuestra renuencia a seguirlo. Note que este breve libro está repleto de referencias a la providencia de Dios: el Señor envía la gran tormenta, prepara el gran pez, hace crecer la calabacera y envía el gusano. ¿Ve usted la providencia de Dios en las circunstancias de su vida? La dimensión más dinámica de este poderoso librito profético aparece cuando nos damos cuenta de que Jonás escribió este libro que en realidad lo hace aparecer como bastante tonto. Jonás escribe el capítulo más importante de su vida y ministerio como profeta de Dios. Nos dice, de una forma muy humilde, cómo aprendió, en la ciudad de Nínive, acerca del amor incondicional de Dios por los pecadores malvados, y el prejuicio de su propio corazón que impidió la expresión de ese amor. Jonás está compartiendo la confesión de un profeta sincero, en este libro muy corto que lleva su nombre. En esencia, él confiesa: “No fui amor agape cuando estuve en Nínive, pero Dios lo fue, y Él estaba conmigo. Descubrí que yo no podía amar al pueblo malvado de Nínive, pero Dios podía y Él estaba conmigo. No quería amar al
  • 15. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 15 pueblo malvado de Nínive, pero Dios quiso amarlo, y Él estaba conmigo. Yo no amé al pueblo de Nínive, pero Dios los amó a través de mí, porque Él estaba conmigo”. ¿Es posible que Dios quiera amar a algunos pecadores impíos, difíciles de amar y malvados, pero el prejuicio de usted y su profunda aversión por esas personas es un obstáculo para el amor y la salvación que Dios quiere compartir con ellas? ¿Puede verse usted en esta confesión franca y sincera de un profeta con muchos prejuicios? Capítulo 6 La profecía de Miqueas El Libro de Miqueas registra tres grandes sermones del profeta Miqueas. Éste nació y se crió en el campo, pero Dios lo llamó a predicar en las ciudades capitales de Samaria y Jerusalén, y a hablar las palabras de Dios a los líderes políticos y espirituales de las ciudades capitales del reino del norte, Israel, y del sur, Judá. Junto con muchos de los otros profetas, Miqueas culpó de la corrupción moral y espiritual del pueblo de Dios a los líderes espirituales y políticos de estos dos reinos. El primer sermón de Miqueas (1:3-5) Éste, el primero de los tres sermones de Miqueas, fue dirigido a todos los pueblos de la tierra, invitándolos a contemplar la “azote” de los reinos de Israel y Judá. Como el pueblo de Dios estaba eligiendo no seguir sus caminos, Él planeaba un castigo futuro: “Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; porque el tiempo será malo” (2:3). Este versículo se refiere, obviamente, a las conquistas y cautividades en Babilonia y Asiria. A través de estas cautividades, Dios castigaría a Israel y Judá, y su castigo sería una expresión de su santidad, al mostrar su intolerancia de la maldad y su amor como el fiel Padre de sus hijos rebeldes. El castigo de Dios de su pueblo escogido por su idolatría, inmoralidad y declinación espiritual mostraría a todo el mundo que Él exige una norma de pureza en el comportamiento. La gloria de Dios también sería revelada a través de la restauración final de su pueblo, que Miqueas predicó al terminar su primer sermón: “De cierto te juntaré todo, oh Jacob; recogeré ciertamente el resto de Israel” (2:12). El segundo sermón de Miqueas (3:1-5:15) El segundo sermón de Miqueas fue dirigido a tres niveles del gobierno: los sacerdotes, los profetas y los gobernantes políticos. La principal función del sacerdote era enseñar, la principal función del profeta era exhortar al pueblo a obedecer, y la principal función del gobernante era hacer cumplir las leyes morales de Dios. En el tiempo de Miqueas, el obstáculo-problema que impedía la obra de Dios era
  • 16. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 16 que los tres niveles de esta estructura de liderazgo ordenada por Dios estaban corrompidas. En vez de enseñar y cumplir la ley moral de Dios al pueblo, los sacerdotes elegían “enseñar por precio” o “instruir por paga” (3:11). Estaban convirtiendo el llamado a ser sacerdotes en una profesión, y su principal preocupación era el dinero que ganaban. Miqueas se molestó por esta secularización del sacerdocio que, al enseñar por un precio, los convertía en profesionales apóstatas. De manera similar, los profetas estaban poniendo en riesgo el llamado a ser profeta al escoger “adivinar por dinero” (v. 11). No solo habían convertido el llamado del profeta en una profesión, sino en hechicería. Estaban predicando sus propios sueños, en vez de revelaciones proféticas, y estaban usando su reputación como profetas para recibir ganancia. Si se les pagaba poco profetizaban juicios terribles a las personas, y si se los pagaba bien profetizaban cosas buenas en la vida de quienes les pagaban bien. Los líderes cívicos también eran corruptos, y escogían “juzgar por cohecho” (v. 11). Según el dinero que se les pagara, los líderes cívicos juzgaban favorable o desfavorablemente al que les pagaba. La corrupción de los líderes políticos cívicos siempre ha existido, y es común en todo el mundo hoy. La principal preocupación de Miqueas es que, cuando los sacerdotes enseñan por la paga, las personas se confunden, porque no aprenden la Palabra de Dios. Cuando los profetas adivinan por dinero, el pueblo no escucha la Palabra de Dios. Cuando los líderes cívicos son corruptos, el pueblo se desilusiona y pierde confianza en el gobierno, la ley y el orden. Miqueas enfatizó la verdad de que Dios delegó la función del gobierno en el pueblo, pero un gobierno ordenado por Dios solo podría funcionar si las personas responsables de hacer que funcionara ese gobierno respondían al plan de Dios para un gobierno espiritual y político en estos tres niveles. Si los líderes de estos tres niveles son corruptos, los propósitos de Dios para el gobierno se desmoronan. Dado que los líderes espirituales y políticos del tiempo de Miqueas no seguían los propósitos de Dios, él los estaba culpando por la declinación espiritual y moral de la nación. La solución final de Dios Luego de hablar fuertemente del fracaso del gobierno en Israel y Judá, Miqueas predicó un mensaje de esperanza para el pueblo de Dios y todas las naciones del mundo a través de una profecía mesiánica. Predijo la venida de Cristo, quien “estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra. Y éste será nuestra paz” (5:4, 5). Donde había fracasado el gobierno humano en Jerusalén y Samaria, la autoridad final de Cristo no fracasaría, y Él traería verdadera paz a su pueblo. Él será el ejemplo perfecto de un Profeta, Sacerdote y Rey. El final del segundo sermón de Miqueas presenta a Cristo como el Gobernante perfecto. Él introducirá un nuevo reino
  • 17. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 17 que nunca enfrentará la caída o la corrupción. Por esta razón, cuando Cristo vino a la tierra, los discípulos le preguntaban a menudo cuándo instituiría su reino perfecto y eterno (Hechos 1:6). El tercer sermón de Miqueas (capítulos 6 y 7) En el tercer sermón de Miqueas, él presenta un alegórico pleito legal entre Dios y el hombre. Predica: “Oíd ahora lo que dice Jehová: Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con Israel” (6:1, 2). Al presentar Miqueas el caso de Dios contra Israel, Dios recuerda a Israel su bondad para su pueblo al sacarlo de Egipto y darle a Moisés, Aarón y María para representarlo (v. 4). Como el pueblo de Israel respondió a la bondad de Dios buscando a otros dioses y cumpliendo sus propios deseos egoístas, Miqueas representó la situación comprometida del hombre ante el tribunal de Dios: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?” (6:6, 7). La acusación de Miqueas era que los pecados de Israel en respuesta a la bondad de Dios lo hacían incapaz de defenderse solo. Miqueas plantea el caso de que ninguna ofrenda por el pecado cubriría jamás los pecados de Israel. La difícil situación que presenta Miqueas en este pleito judicial prepara a sus oyentes para la conclusión de su mensaje: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (v. 8). Luego de hacer sus acusaciones contra el pueblo y preguntar qué podrían hacer para apaciguarlo, Dios mostró a Miqueas que el hombre no podía hacer nada para expiar sus pecados. Solo mediante la gracia que Dios ofrece al corazón contrito se le concede el perdón de sus pecados al hombre. Miqueas finalizó su tercer sermón con una nueva revelación profética. En los últimos días, dijo a Israel, “Las naciones verán, y se avergonzarán de todo su poderío; pondrán la mano sobre su boca, ensordecerán sus oídos. Lamerán el polvo como la culebra; como las serpientes de la tierra, temblarán en sus encierros; se volverán amedrentados ante Jehová nuestro Dios, y temerán a causa de ti” (7:16, 17). Vemos aquí de nuevo el cumplimiento de un líder mesiánico que gobernará las naciones. Y, según profetiza Miqueas, este Gobernante será misericordioso para con su pueblo escogido: “No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
  • 18. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 18 Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos” (vv. 18–20). El Dios del mensaje de Miqueas es un Dios de amor compasivo, misericordioso e incondicional. Esto significa que no podemos ganar o lograr el amor de Dios mediante un desempeño positivo –solo se extiende por gracia–, y tampoco podemos perder el amor de Dios por un desempeño negativo. Bien entendido, el mensaje de los profetas es un mensaje de esperanza que está construido sobre el fundamento del amor y la gracia de Dios. Sin embargo, el amor y la gracia de nuestro Padre celestial están equilibrados por su justicia, una justicia que solo podía satisfacerse por el pago de la muerte perfecta de su Hijo, para que pudiésemos disfrutar de ese amor y gracia perfectos de Dios por la eternidad. Capítulo 7 La profecía de Nahúm Un poco de perspectiva histórica Los profetas que escribieron los libros proféticos del Antiguo Testamento registran la conquista de cuatro ciudades: Jerusalén, Samaria, Babilonia y Nínive. Jerusalén y Samaria eran las ciudades capitales del reino del norte, Israel, y del reino del sur, Judá, respectivamente. Babilonia y Nínive eran las capitales de sus enemigos. Como hemos visto, la predicación de Jonás trajo arrepentimiento y salvación a Nínive. La profecía de Nahúm proclama la ruina y el aniquilamiento de esa misma ciudad. Nahum sigue históricamente a Jonás unos 120 años después. Mientras que el libro de Jonás registra el arrepentimiento de la ciudad capital de los enemigos más crueles de Israel, sesenta años después de que Nínive se arrepintió en respuesta a la dinámica predicación de Jonás, los asirios conquistaron el reino del norte de Israel y llevaron a esas diez tribus de Israel cautivas a Asiria. Aproximadamente sesenta años luego de la cautividad en Asiria, Nahum profetizó el inminente juicio y extinción de Nínive. Estas terribles profecías de Nahúm se cumplieron literalmente veintitrés años luego de que las predicara. Los asirios conquistaron y esclavizaron a todas las naciones del mundo con una crueldad indescriptible. Su barbarie no tenía precedentes en la historia antigua y, al convertirse en un imperio mundial, todo el mundo temía su brutalidad. El punto central del Imperio Asirio era la ciudad de Nínive, que era conocida como la Ciudad Reina de toda la tierra. Por lo tanto, fue el aniquilamiento de esta gran Ciudad Reina de toda la tierra la que fue predicha por el profeta Nahúm. Nahúm declara la destrucción de Nínive (capítulo 1) El primer capítulo del libro de Nahúm declara la caída de Nínive. Si bien dos ríos protegían a la ciudad a ambos lados, Nahúm
  • 19. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 19 predijo que la caída de Nínive sería “con inundación impetuosa [que] consumirá a sus adversarios” (1:8). Estos dos ríos fortalecían la ciudad, al proteger su perímetro, pero Nahúm profetizó que el Señor haría que la fuente de protección de la ciudad se levantara contra ella, la inundara y la destruyera. El nombre Nahúm significa ‘lleno de consolación’, y su mensaje trajo mucha consolación al reino del sur. Los asirios ya habían conquistado el reino del norte, y el reino del sur temía que estos se volvieran hacia el sur y los conquistaran a ellos también. Luego de conquistar y llevar cautivo al reino del norte, los asirios ciertamente se dirigieron al sur para conquistarlo. Conquistaron cuarenta y seis ciudades amuralladas y tomaron 200 000 personas cautivas. Como aprendimos cuando hicimos una reseña de la profecía de Isaías, cuando llegaron a las puertas de Jerusalén, el reino del sur fue salvado gracias al ministerio de ese gran profeta. Ahora puede ver cómo la profecía de Nahúm de que “aunque los asirios sean fuertes y numerosos, serán arrancados y morirán” (v. 12, NVI), ofreció consolación, paz y esperanza al país de Judá. Nahúm describe la destrucción de Nínive (capítulo 2) En el segundo capítulo de la profecía de Nahúm, él relata la caída de la ciudad en detalle. Describe el color de los uniformes del enemigo y la forma en que el sol se reflejaba en sus escudos (v. 3). Describe vívidamente el ruido de las carrozas y de los hombres en las calles para huir de los sucesos caóticos de una ciudad que está siendo aniquilada (v. 4). Predice la forma en que estos soldados dejan la ciudad y el país sin siquiera mirar atrás (v. 8). En el relato de Nahúm, la reina es llevada cautiva y exhibida (v. 7). Las rodillas tiemblan y los corazones desfallecen en el horror, y la gente está aturdida, con el rostro demudado y temblando (v. 10). Este relato detallado resaltó para el reino del sur cómo Dios traería paz y consolación a su tierra a través de la destrucción de la ciudad capital de sus enemigos. Nahúm defiende la destrucción de Nínive (capítulo 3) Nahúm indicó una cantidad de razones de por qué la ira de Dios estaba sería derramada sobre Nínive. Los acusó de derramar sangre, decir mentiras, saquear ciudades y cometer prostitución. Los eruditos de la historia antigua informan que los asirios deportaban a los pueblos conquistados a otras tierras para destruir su orgullo nacionalista, y que realizaban brutalidades atroces contra sus cautivos. Los desollaban vivos y, cuando conquistaban una ciudad, masacraban la mitad de la población y colocaban un gran montículo de calaveras a la entrada de la ciudad para aterrorizar a los que permitían vivir. Debido a que todas las naciones de esas tierras habían sufrido a manos de los crueles asirios, como respuesta a su brutalidad impía Nahúm habló estas palabras de parte del Señor a ellos: “Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos, y descubriré tus faldas en tu rostro, y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu
  • 20. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 20 vergüenza” (3:5) y “No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable; todos los que oigan tu fama batirán las manos sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó continuamente tu maldad?” (3:19). La caída de Nínive sería una fuente de consolación para todas las naciones que vivían atemorizadas por sus atrocidades. Nahúm defiende el carácter de Dios Este librito nos enseña acerca del amor y la ira de Dios. En hebreo, la palabra con que se hace referencia a la ira de Dios transmite el concepto de “cruzar al otro lado”. La idea es que el carácter esencial de Dios es amor, pero hay ocasiones en que la maldad y la impiedad de la gente lo obligan a poner en juego otro lado de su carácter, que es la santidad y la justicia absoluta. En ese punto, Él “cruza al otro lado”, hacia la ira y el juicio, porque en última instancia la maldad no puede coexistir con la santidad de Dios. He visto a un padre sensible y amoroso que tuvo que ser retenido por varios policías cuando un hombre, que había asesinado y violado a su hija de siete años, fue traído a la estación de policía. Si ese padre tenía un carácter que podía cruzar al otro lado, del amor y la amabilidad a la ira, ¿es Dios capaz de ese mismo cruce en su carácter? Por lo tanto, podríamos definir la ira de Dios como: “La actitud permanente, consistente y última de la santidad absoluta hacia el pecado y la maldad”. También podríamos decir que la ira de Dios es: “La reacción aniquiladora del Amor absoluto hacia lo que está destruyendo los objetos de su amor”. En este caso, los objetos de amor de Dios eran todas esas personas que los asirios estaban mutilando, como los cautivos del reino del norte, Israel. Como el pueblo de Dios en el reino del sur, Judá, podemos ser consolados por la seguridad de que nuestro Dios, quien es la esencia absoluta del amor perfecto, finalmente “cruzará al otro lado” y expresará su ira en beneficio de su pueblo oprimido. Él aniquilará a los malvados a través de la expresión absoluta y total de su santidad y justicia. Capítulo 8 La profecía de Habacuc Aquellos que están familiarizados con este librito de Habacuc lo consideran un profeta que no tenía respuestas, pero sí muchísimas preguntas. Casi parece como si tuviera un cerebro que hubiera sido transformado en un signo de pregunta. En los tres breves capítulos de su profecía, clama a Dios vez tras vez con sus preguntas de “por qué”. Por esta razón, algunos han rotulado a Habacuc como “el profeta agnóstico”. Un agnóstico es una persona que cree que no sabemos acerca de Dios y acerca de las preguntas que los filósofos y teólogos han estado haciendo durante miles de años. Alguien ha descrito al
  • 21. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 21 agnóstico como una persona que dice: “Yo no sé; tú no sabes, y nadie más sabe. ¡Pero es inteligente pensar en ello!”. Mi pregunta para un agnóstico siempre ha sido: “Si es imposible saber, ¿cómo puede usted saber que no se puede saber?”. En mi introducción a los profetas, señalé que Dios llamó a estos profetas de todos los órdenes imaginables de la vida. Aprendemos en los libros históricos del Antiguo Testamento que David designó a cuatro mil sacerdotes para que no hicieran otra cosa que alabar al Señor con instrumentos que él mismo había hecho con ese propósito (1 Crónicas 23:5). Estos ministros de adoración y música levitas escribieron varios de los salmos. Habacuc era uno de ellos. Era lo que en muchas culturas llamamos director de coro o líder de alabanza hoy. El atalaya de Habacuc “Los predicadores siempre están contestando preguntas que nadie hace y rascando a las personas donde no les pica”. A veces, algunos de nosotros, que somos predicadores, debemos declararnos culpables de reconocer como cierta esa acusación porque hay suficiente evidencia como para condenarnos. Este no era el caso de Habacuc. Habacuc era contemporáneo de Jeremías. Había observado el duro trato que sufrió ese gran profeta. Creo que Habacuc razonó que, si el pueblo de Judá había tratado de esa forma a un gran profeta como Jeremías, ¿cómo tratarían a un director de coro que decía tener un mensaje de Dios para ellos? Estoy persuadido de que Habacuc ideó una forma literaria muy astuta para proclamar su profecía, para ser oído y preparar al pueblo de Judá para recibir la Palabra que Dios le había dado para ellos. También estoy convencido de que, cuando Habacuc hizo sus preguntas, estaba haciendo las preguntas que el pueblo de Judá hacía a Dios y unos a otros cada día. El pueblo de Judá, en la ciudad de Jerusalén, esperaba que los ejércitos babilónicos aparecieran pronto. Sus atalayas estaban ocupadas y todos estaban atentos para escuchar las primeras señales y sonidos de los temidos babilonios. Habacuc anunció que construiría un “atalaya” espiritual. Comenzaría a apostarse en esa atalaya, y haría a Dios todas las preguntas de él (en realidad, de ellos). Luego estaría atento, escucharía y esperaría que Dios contestara sus preguntas (es decir, las del pueblo). Imagino al pueblo alentando a Habacuc a ir a su “atalaya” y hacer a Dios esas preguntas que eran una carga tan pesada en sus corazones. Cuando Habacuc se ubicó en su atalaya, cuestionó a Dios que usara una nación malvada, Babilonia, para destruir a su pueblo elegido. Preguntó: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
  • 22. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 22 menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?” (1:12, 13). Habacuc (y el pueblo de Judá), eran conscientes de la dura realidad de que Dios estaba usando a los babilonios para castigar a Judá por sus pecados, pero les seguía resultando difícil (a él y a ellos) entender por qué Dios usaba una nación impía para reprender a su pueblo. Después de todo, el razonamiento de él (y de ellos) era que la impiedad de los babilonios excedía la impiedad del pueblo de Judá. ¿Por qué Dios usaba una nación impía para castigar a su pueblo? Estas eran las preguntas y éste era el contexto en el cual Habacuc hacía estas preguntas que no estaban solo en el corazón de él, sino en el del pueblo condenado de Judá, a punto de ser conquistados y llevados cautivos por los babilonios. Él estaba alerta, escuchando y esperando respuestas de Dios a las preguntas de él (y del pueblo). Habacuc anunció: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja” (2:1). El mensaje de Habacuc ¡Imagine la emoción del pueblo cuando Habacuc anuncia que ha tenido respuesta de Dios desde su atalaya! Qué forma literaria astuta e intrigante escogió el profeta para su mensaje oportuno. Habacuc predica que Dios ha contestado la pregunta de él (y de todos). Si bien estaba usando a una nación impía para castigar la maldad de Judá, Dios contestó a Habacuc que los babilónicos no serían un imperio mundial por mucho tiempo. Como hemos aprendido, el imperio mundial babilónico solo duró setenta años. En su atalaya, Dios dijo a Habacuc que los babilonios tenían las semillas de su destrucción en sus corazones. Habacuc escribe que Dios le dijo que los babilonios tenían corazones tramposos. En esencia, Dios dijo a Habacuc lo que enseñó Jesús, cuando dijo: “Todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Serían destruidos por su impiedad brutal y cruel: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo (el recto) por su fe vivirá. Y también, el que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio, que no permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es como la muerte, que no se saciará; antes reunió para sí todas las gentes, y juntó para sí todos los pueblos” (2:4, 5). Babilonia era, obviamente, “el hombre soberbio” de quien habla Dios aquí, cuyo corazón y alma eran tramposos, o no correctos dentro de ellos. Solo los justos, los rectos –los que conocen a Dios y, por lo tanto, viven por fe en sus promesas– vivirán (v. 4). “El justo por la fe vivirá” tiene una interpretación, pero varias aplicaciones. Literalmente, a través de esta respuesta a la pregunta de Habacuc, Dios prometía una esperanza futura para Judá. Si ellos tenían la fe como para creer en los profetas, como Isaías, y especialmente Jeremías, vivirían como un pueblo y volverían a su tierra. Esta era una esperanza que quería decir que la nación impía de Babilonia no sería su vencedor final. Pero los justos vivirían si tenían
  • 23. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 23 la fe como para creer las promesas de Dios que habían oído de sus fieles profetas. Una aplicación secundaria, si bien dinámica, se encuentra en el Nuevo Testamento, donde este versículo de Habacuc se cita tres veces. La Reforma protestante nació cuando un sacerdote católico llamado Martín Lutero encontró este versículo en el primer capítulo de la carta de Pablo a los romanos, mientras tenía su devocional a la mañana (Romanos 1:17). La teología de esa reforma fue expresada mediante los comentarios de Lutero a las cartas de Pablo a los romanos y a los gálatas, donde se encuentra también este versículo (Gálatas 3:11). El tercer lugar donde se cita este versículo en el Nuevo Testamento brinda el contexto para el gran capítulo de la fe de la Biblia (Hebreos 10:38). El himno de Habacuc No tenemos ningún registro que nos diga lo que ocurrió con este muy valiente director de coro y profeta. Cuando las ciudades como Jerusalén caían, a menudo la mitad de la población era masacrada y los sobrevivientes eran llevados encadenados al cautiverio. Si bien Habacuc sabía que la conquista y cautividad en manos de Babilonia eran inminentes, y que durarían setenta años, finalizó su mensaje con un himno de alabanza. No tenía forma de saber lo que el futuro le deparaba, pero sabía que el futuro de su nación era de esperanza. Judá volvería luego de setenta años, Babilonia caería, y Judá seguiría siendo el pueblo escogido de Dios. Habacuc comenzó su profecía con lo que parecía ser un suspiro de desesperanza y duda, pero la concluye con un himno de alabanza, adoración y resolución. Por la forma en que concluyó su profecía, muestra al pueblo de Dios en cada generación y cultura cómo volver su suspiro de desesperanza en un canto de alabanza. El himno, y el ejemplo de Habacuc al escribir su himno, constituyen lo contrario a un creyente utilitario. Un creyente utilitario es un creyente que usa a Dios cuando quiere, como nosotros usamos servicios como la electricidad, el agua o el transporte público. El himno final de Habacuc describe a un hombre de fe que conocía a Dios y que sabía que Dios no abandonaría su plan de introducir al Mesías a través de su pueblo escogido. Si las palabras de Dios eran ciertas, como creía Habacuc, entonces el pueblo de Dios no podría quedar completamente abandonado. Podría ir al exilio y podría ser castigado por sus pecados, pero nunca sería extinguido por completo, si las profecías mesiánicas se cumplían. Así como Dios dio una revelación maravillosa a Job en su sufrimiento más profundo, y a Jeremías, cuando compuso sus Lamentaciones, le dio este magnífico himno a Habacuc en la hora más oscura de su vida. Este es un breve extracto de ese himno: “Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia.
  • 24. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 24 Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar” (Habacuc 3:2; 17–19). (Una nota al director del coro: Al cantar este versículo, el coro debe estar acompañado por instrumentos de cuerda). La aplicación personal Si bien muy pocos de nosotros enfrentamos el tipo de crisis que enfrentaba Habacuc, cuando tenemos problemas que nos abruman, podemos centrar todas nuestras energías físicas, emocionales y espirituales en nuestros problemas, o podemos construir un atalaya espiritual y estar alerta para ver cómo Dios obra en nuestra vida. Podemos escuchar hasta oír de Dios cómo está obrando en nuestra vida. Luego, como Habacuc, podemos adorar a Dios, que obra en nuestra vida. ¿Ha construido usted alguna vez un atalaya espiritual, un lugar donde usted está alerta, espera y escucha hasta oír de Dios? El libro de Habacuc nos enseña que podemos y debemos construir un atalaya espiritual y acercarnos a Dios con nuestras preguntas. Él nos contestará en nuestros tiempos de silencio de estar alertas, escuchar y esperar por Él. Un pastor piadoso de otra generación dijo: “Me han dicho que Dios no habla hoy a la gente como habló a Habacuc. Sería más preciso decir que el pueblo de Dios no escucha a Dios como lo hizo en el tiempo de este dotado y piadoso director de coro”. Capítulo 9 La profecía de Sofonías Como el profeta Joel, Sofonías fue el profeta del día del Señor. Mientras Joel enfatizaba el día del Señor en el pasado, presente y futuro, Sofonías concentró su profecía exclusivamente en el día final del Señor, que sería una de las últimas cosas de las que Jesús, los profetas y los apóstoles nos hablaron. El contenido del día del Señor (capítulo 1) Cuando Sofonías predicó acerca del día del Señor, describió un evento catastrófico que tendría lugar en cada nivel de la creación. A través de Sofonías, Dios proclamó: “Destruiré por completo todas
  • 25. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 25 las cosas de sobre la faz de la tierra, [...]. Destruiré los hombres y las bestias; destruiré las aves del cielo y los peces del mar, [...]; y raeré a los hombres de sobre la faz de la tierra, dice Jehová” (1:2, 3). Según Sofonías, el día del Señor será final y catastrófico. No afectará solo al pueblo de Judá y a sus captores babilónicos, sino que afectará a todo hombre y bestia de la tierra, así como las aves del cielo y los peces del mar. Como otros profetas, Sofonías mezcla su profecía del día final del Señor con su profecía de la cautividad en Babilonia, cuando habla estas palabras de Dios en los próximos versículos: “Extenderé mi mano sobre Judá, y sobre todos los habitantes de Jerusalén, [...]. Y en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero. Asimismo castigaré en aquel día a todos los que saltan la puerta, los que llenan las casas de sus señores de robo y de engaño” (1:4, 8, 9). Sofonías, como el profeta Miqueas, centró la culpa y la condenación en los líderes espirituales y políticos de Judá por la apostasía espiritual y la corrupción moral del pueblo. Como consecuencia de los pecados de los líderes espirituales y políticos, Dios estaba trayendo juicio sobre todo el pueblo, de acuerdo con estos dos profetas menores. Este juicio de Dios sobre los líderes que llega hasta la gente del pueblo muestra el énfasis de Dios sobre la responsabilidad que tienen los líderes ante Dios por el bienestar de su pueblo. La característica del día del Señor (capítulo 2) Si bien Sofonías proclamó principalmente el juicio de Dios sobre Judá por sus pecados, también profetizó el día del Señor que vendrá contra todas las naciones, especialmente aquellas que habían perseguido al pueblo de Judá. En ese día grande y último, todos los hombres de la tierra darán cuenta de sus acciones en la tierra y Dios tomará esa determinación final. Sofonías proclamó que solo aquellos que adoraran al único Dios verdadero durante su vida escaparían de la ira de Dios en ese día final. En el contexto de esta verdad, Sofonías exhortó a las naciones a arrepentirse: “Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros” (2:1, 2). A pesar de que las naciones impías habían sido usadas para llevar a cabo su juicio contra Judá, no eran hijos del único y verdadero Dios viviente. Sofonías los llamó al arrepentimiento para salvarlos del fuego que Dios traería en aquel día del Señor final. El catalizador para el día del Señor serán la impiedad y el pecado de las naciones. En su descripción tanto del pueblo de Judá como de las naciones impías, Sofonías mencionó los pecados de riqueza, indiferencia, incredulidad, desobediencia, rebelión e impiedad. Estos pecados del pueblo de Dios y de las naciones impías despertarán la ira de Dios y serán el catalizador que cause el día del Señor final, según Sofonías.
  • 26. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 26 Sofonías predice también que el juicio de Dios caerá sobre las naciones de la costa, llegando al punto de decir: “Será aquel lugar para el remanente de la casa de Judá; allí apacentarán; [...]; porque Jehová su Dios los visitará, y levantará su cautiverio” (v. 7). También predicó contra Moab y Amón, además de los etíopes y los asirios, e hizo todo esto para mostrar que las naciones impías no sobrevivirían el juicio del Señor. La nueva creación en el día del Señor (capítulo 3) Si bien Sofonías reprendió a Judá por sus líderes corruptos y por resistirse a Dios (3:1-4), afirmando que la cautividad en Babilonia sería la consecuencia de estas acciones, también habló de la esperanza que llevaría hacia el día del Señor final. En ese día, todas las naciones de la tierra reconocerían al Señor como Dios (vv. 8-11), y el remanente de Israel sería encontrado fiel: “El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice” (v. 13). A pesar del fracaso del pueblo de Judá en permanecer fiel a Él, Sofonías predijo que Dios preservaría y llamaría fuera de la cautividad y hacia los días finales a un remanente fiel, que permanecería siempre fiel a Él, una nueva y hermosa creación. Vemos esa profecía cumplida en parte en los libros históricos de Esdras y Nehemías, y en los últimos tres profetas que reseñaremos. Estos son los profetas de la postcautividad, que ministran a un remanente de quienes sobrevivieron a la cautividad en Babilonia. Dado que la profecía de Sofonías se centra principalmente en el día del Señor final, muchos creen que su profecía de un remanente que es manso, humilde y justo se cumple en la iglesia del Cristo vivo y resucitado. Todos los apóstoles eran judíos, y Pablo escribe que todos los gentiles que nacen de nuevo son hijos de Abraham (Gálatas 3:7). Pablo se convierte también en un profeta cuando predice que Dios volverá a la nación hacia sí mismo y “todo Israel será salvo” (ver Romanos 9-11). Capítulo 10 La profecía de Hageo Todos los profetas que usted leyó hasta ahora vivieron y predicaron antes o durante la cautividad en Babilonia. Los profetas Hageo, Zacarías y Malaquías se denominan “los profetas de la postcautividad”, porque predicaron a los judíos que volvieron de la cautividad en Babilonia. Los doce libros históricos del Antiguo Testamento brindan el contexto histórico en el cual vivieron y predicaron todos los profetas que escribieron. Para apreciar el entorno histórico para los últimos tres profetas, lea el libro de Esdras o mis fascículos de notas sobre ese libro histórico (Fascículos 3 y 4), que le recordarán lo que aprendimos acerca de los tres distintos retornos de la cautividad en Babilonia.
  • 27. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 27 Hageo y Zacarías predicaron a los que formaban parte del primer grupo de exiliados que volvió de Babilonia. El primer retorno tuvo lugar poco después de que el imperio babilónico cayera ante los medos y los persas. Ese primer retorno de la cautividad tenía una “descripción de tareas” claramente definida. La declaración de visión del primer retorno era reconstruir el templo de Salomón. Ese objetivo de misión será el corazón y el alma de los mensajes de los profetas Hageo y Zacarías. En cumplimiento de una profecía milagrosa de Isaías, Ciro el Grande, el emperador del Imperio Mundial Persa, promulgó un decreto que daba a los exiliados permiso para volver y reconstruir el templo. Si bien el retorno para reconstruir el templo era un milagro glorioso, el retorno en sí no fue tan glorioso. Cincuenta mil refugiados de aspecto haraposo volvieron para reconstruir el templo. Probablemente se parecían mucho a los refugiados acerca de quienes tanto escuchamos hoy. Habían sido un poderoso ejército de seiscientos mil hombres de batalla, que habían infundido gran temor en los pueblos, como los que vivían en las ciudades fortificadas de Canaán (Josué 2:9-14). Ahora no tenían ejército y ni siquiera eran una nación. Agregue a esto la conmoción y la desilusión cuando descubrieron que su tierra había sido poblada por un pueblo pagano que no les tenía nada de simpatía. Ahora hemos puesto en perspectiva el entorno histórico y el desafío que enfrentaron los profetas Hageo y Zacarías. El mensaje de Hageo El pueblo que los exiliados encontraron viviendo en Jerusalén y Judea había sido conquistado por los babilonios y había sido deportado de su país a la tierra de Judá. Se oponían ferozmente a la reconstrucción del templo. Convencidos de que la dinámica que alguna vez había convertido a estos judíos en una nación poderosa se encontraba en ese templo, acosaron y persiguieron al pueblo de Judá una vez que comenzó la reconstrucción. ¡El pueblo de Judá fue amenazado de tal forma por esta oposición hostil que dejó de trabajar en el templo durante quince años! Distraídos por completo del objetivo de su misión, se concentraron totalmente en construir sus propias casas. ¡Y aquí hace su entrada el profeta Hageo! Recuerde que la función de un profeta era clamar contra cualquier obstáculo que impedía la obra de Dios hasta que ese obstáculo fuera quitado y la obra de Dios volviera a realizarse. La obra de Dios, cuando vivía y predicaba Hageo, era la reconstrucción de ese templo. La pérdida de enfoque en la prioridad del pueblo de Judá era el obstáculo-problema que impedía la obra de Dios. Hageo predicó cuatro grandes sermones que literalmente hicieron levantar el templo. El primer sermón de Hageo: “¡Céntrense en sus prioridades!” (capítulo 1) La mitad del corto Libro de Hageo registra y luego describe los resultados del primer sermón de Hageo. En este sermón, el
  • 28. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 28 profeta desafió al pueblo de Judá: “¡Reflexionen sobre su proceder!” (Hageo 1:7). El mensaje de toda la Biblia puede ser reducido a dos palabras: “¡Dios primero!”. El desafío de Hageo a estos exiliados era, esencialmente: “Consideren el tiempo de ustedes y el tiempo de Dios. Ustedes tienen tiempo para sus casas, pero no tienen tiempo para la casa de Dios”. Hablando de parte de Dios, Hageo predicó: “¡Piensen en mis caminos! Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! afirma el Señor Todopoderoso” (1:9). Una traducción cita a Hageo diciendo que estaban poniendo su dinero en una media agujereada. Cuando el profeta los desafía a considerar los caminos de Dios, la palabra que viene de Dios es que Él es el que hace los agujeros en esa media. Hageo desafía a estos exiliados a considerar lo que están haciendo y lo que Dios está haciendo. Como consecuencia de sus prioridades defectuosas, Dios ha hecho venir una sequía sobre todo su trabajo y sobre el pueblo de Judá mismo (vv. 10, 11). En lugar de enviarles lluvia, Él les envió hambre. Todo su duro trabajo no produjo nada, y fue todo resultado directo de rehusarse a poner a Dios en el primer lugar. Hageo debe haber sido un predicador poderoso, porque el pueblo fue movido a la obediencia. Corrigieron sus prioridades y retomaron el trabajo en el templo. El primer sermón de Hageo, en realidad, vino en dos partes. La segunda parte fue en respuesta a la obediencia del pueblo. La esencia de la segunda parte era: “Yo estoy con ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo” (v. 13). Una vez que realinearon sus prioridades, Dios estuvo con ellos. Dios los bendijo a ellos y a su trabajo cuando lo pusieron en el primer lugar. El segundo sermón de Hageo: “Céntrense en su perspectiva” (2:1-9) El templo de Salomón original estaba construido con materiales muy costosos, como oro, plata y joyas preciosas. Toda la gloria de Salomón y toda su riqueza habían provisto los materiales que construyeron el templo original. Cuando el remanente del pueblo de Judá reconstruyó el templo de Salomón, eran refugiados pobres. Los únicos recursos materiales que tenían estos exiliados que habían vuelto, eran tomados de los escombros del templo original o provistos por el emperador persa, Ciro el Grande. Muchos de los que construyeron el segundo templo nunca habían visto el primero, porque habían nacido durante el exilio. Los mayores, que habían visto el templo original, solo podían llorar por un templo que nunca sería tan glorioso como el primero (Esdras 3:12, 13). En el segundo sermón de Hageo, el profeta habló del dolor y la desazón que estaban experimentando los refugiados mayores. Hageo les recordó que la importancia del templo era espiritual y no material o física. (¡El tabernáculo del desierto era una carpa!). Hageo
  • 29. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 29 también recordó a estos exiliados que el Espíritu de Dios estaba con ellos. El segundo sermón de Hageo hablaba de la necesidad del pueblo de centrarse en su perspectiva. La palabra “perspectiva” significa ‘mirar a través’. Hay momentos en que la Biblia nos exhorta a recordar, y hay veces en que la clara instrucción de la Biblia es olvidarse de las cosas que están atrás. A veces, mirar atrás es tan devastador para nosotros que Dios usa a profetas como Hageo para desafiarnos a tener una especie de “visión en túnel” que, haciendo caso omiso a todos los obstáculos y distracciones, simplemente ve a través del presente y hacia el futuro lo que Dios quiere que hagamos por Él. Esa fue la esencia del segundo mensaje de Hageo. El tercer sermón de Hageo: “Céntrense en su motivación” (2:10- 19) Luego de comenzar a reconstruir el templo, el pueblo hebreo quiso ver inmediatamente la bendición de su obra, que Dios había prometido en la segunda parte del primer sermón de Hageo. Trabajaron durante meses, durante el otoño y el invierno, y aún no habían recibido la bendición que habían esperado. Hageo propuso dos preguntas al pueblo en su desilusión. Dado que los sacerdotes contestaban las preguntas del pueblo acerca de las Escrituras, dirigió sus dos preguntas a los sacerdotes. Primero preguntó: “Si un hombre lleva carne sagrada en su vestimenta, ¿se volverán sagradas las cosas que toca?”. A esta pregunta, los sacerdotes contestaron: “No”. Luego preguntó: “Si un hombre es impuro, ¿se volverán impuras las cosas que toca?”. A esta pregunta, los sacerdotes contestaron: “Sí”. Mediante estas preguntas, Hageo estaba ilustrando el cambio que había tenido lugar en el pueblo desde su vuelta del exilio. Antes del exilio, eran como el hombre impuro. Como consecuencia de sus pecados, todo lo que tocaban estaba impuro. Pero, a través del castigo del exilio, habían sido purificados, y ahora sus acciones al reconstruir el templo eran consideradas santas. Sin embargo, lo que tenían que entender era que la santidad no se transmitía inmediatamente, como una enfermedad. El pecado se transmite de esta forma, pero lleva tiempo llegar a ser santo. Si las bendiciones fueran otorgadas simplemente por nuestra obediencia, entonces las bendiciones de Dios serían el resultado de nuestras obras, y no de su gracia. Nuestra motivación para la santidad debería ser solo producto de nuestra reverencia a Dios, y no de nuestro deseo de bendición. En su tercer sermón, Hageo estaba desafiándolos a centrar su motivación para servir a Dios en la restauración del templo.
  • 30. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 30 El cuarto sermón de Hageo: “Céntrense en sus temores” (2:21- 23) Cuando volvieron a Jerusalén, no tenían forma de protegerse, y luego de setenta años de cautividad y trabajo como esclavos, temían ser capturados y esclavizados por otras naciones nuevamente. El cuarto sermón de Hageo habla de estos temores. Profetiza el derrocamiento de las naciones que ellos temían y sus planes para sacudir los cielos y la tierra. En su cuarto sermón, Hageo profetizó que Dios sacudiría la tierra hasta que las únicas cosas que quedaran en la tierra serían aquellas que no pueden ser conmovidas. El autor del Libro de Hebreos cita del segundo sermón de Hageo y luego nos dice que hemos recibido un reino que no puede ser conmovido (Hebreos 12:26-29). Esta es la esencia del cuarto sermón de Hageo. La aplicación personal Aplique la predicación de este gran profeta a su vida hoy. ¿Cuáles son sus prioridades? ¿Está Dios bendiciendo su trabajo? Y ¿cómo anda su vida espiritual? La peor parte del juicio de Dios sobre las prioridades erróneas de los exiliados era que Dios había traído una sequía sobre los hombres y la obra de sus manos. ¿Alguna vez sintió que usted estaba pasando por una sequía espiritual? Si Dios no bendice la ardua tarea de sus manos, y si usted se encuentra en uno de esos momentos de sequedad espiritual, entonces el mensaje devocional de Hageo para usted es “considere sus caminos” y “considere los caminos de Dios”. ¿Cuál es su perspectiva? ¿Tiene usted la clase correcta de visión en túnel? ¿Está mirando constantemente hacia atrás y comparando la obra pasada de Dios en su vida, cuando Él quiere que se concentre en la obra que está haciendo ahora y que hará mañana? ¿Cuáles son sus motivaciones para servir al Señor? ¿Busca bendiciones inmediatas al servirlo? ¿Hace la obra de Dios porque espera ser recompensado inmediatamente? ¿Cuáles son sus temores? Hageo, como Pedro, nos asegura que podemos echar nuestros temores sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7). Después de leer la profecía de Hageo, deje que sea su fe la que ordene sus prioridades, su perspectiva, sus motivaciones y sus temores. Capítulo 11 La profecía de Zacarías Al predicar Hageo sus cuatro dinámicos sermones, uno casi puede escuchar al profeta Zacarías, mucho más joven, decir al profeta Hageo, mayor que él: “Pero, Hageo, cuando las personas impotentes y vulnerables no tienen forma de defenderse, cuando las personas desesperanzadas y descorazonadas han llegado al punto de desesperación, cuando las personas impotentes y derrotadas están
  • 31. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 31 atemorizadas y amenazadas por la persecución, esas personas necesitan escuchar más que ‘¡Sean fuertes y trabajen!’”. Cuando las personas están desesperadas porque están experimentando una crisis o una tragedia, todo lo que pueden ver es las trágicas circunstancias de su crisis. Los profetas eran llamados “videntes”, porque podían “ver” a Dios obrando detrás, más allá y dentro de una crisis. Un vidente veía lo que otros no veían, porque un vidente veía a Dios. Zacarías es uno de los mayores ejemplos de un “vidente” en toda la Biblia. Zacarías creía que el pueblo quebrantado de Judá necesitaba una visión de un Dios omnipotente, que estuviera con ellos, que los fortaleciera y que luchara por ellos. Dios usó la predicación de Zacarías para dar a esos refugiados derrotados, descorazonados y desesperanzados ese tipo de visión de Dios mismo. La forma literaria de Zacarías El corazón de la profecía de Zacarías son ocho visiones que comparte con estos exiliados, y con usted y conmigo. Se centra en un problema que alimentaba el descorazonamiento y la desesperanza de estos sobrevivientes judíos de la cautividad. Luego corre un velo imaginario y comparte una revelación de cómo Dios está obrando detrás del escenario de ese problema. Lo hace ocho veces en esta dinámica profecía. Esta es la forma literaria del Libro de Zacarías. El mensaje de Zacarías El mensaje de Dios a través de Zacarías fue: “Vuelvan a mí... y yo volveré a ustedes”. Como los judíos en Israel hoy, estos exiliados estaban experimentando un retorno a su tierra que había sido profetizado por varios profetas. A través de la predicación de Zacarías, Dios estaba pidiendo a su pueblo un retorno espiritual, no a una ciudad o a un templo, sino a Él mismo. Si bien eso no ha ocurrido, claramente, a los judíos de Israel hoy, Zacarías, otros profetas y Pablo predicen ese retorno espiritual, cuando “todo Israel será salvo” (Zacarías 8:20-23; Romanos 11:26; Isaías 59:20, 21). Cincuenta y tres veces Zacarías usa la expresión “Jehová de los ejércitos”, que presenta a Dios como el Señor de huestes angélicas, las estrellas, y todas las fuerzas de la naturaleza, que Dios usa para lograr sus propósitos en este mundo. En un sentido, esta expresión resume todas las profecías de Zacarías, porque todas las visiones de Zacarías nos dicen que vio a Dios como “Jehová de los ejércitos” en un momento en que el pueblo de Dios estaba impotente, políticamente y militarmente. Zacarías vio a Jehová de los ejércitos obrando de tres formas a favor del pueblo de Dios. Primero, estaba Jehová de los ejércitos, Él mismo. La segunda forma muy importante en que Dios haría posible que el pueblo volviera a Él sería a través de Aquel que Zacarías llama “el Renuevo”. Con la excepción de los sesenta y seis capítulos de Isaías, los catorce capítulos de Zacarías tienen más profecías mesiánicas que ningún otro profeta. Cuando el Mesías vino, en cumplimiento de la profecía de Zacarías, Jesús dijo al
  • 32. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 32 pueblo de Dios muy claramente y enfáticamente: “Yo soy el camino [de vuelta a Dios], [...]; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). La tercera forma en que Zacarías predicó que Dios volvería a nosotros y nos llevaría de vuelta a Él es la conocida promesa de Pentecostés: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (4:6). Zacarías predijo el gran milagro de Pentecostés y todas las bendiciones del pueblo de Dios de ese gran día. De esta forma, Zacarías pintó un hermoso retrato de la Trinidad. Jehová de los ejércitos es Dios el Padre; el camino de vuelta a Dios el Padre es a través del Renuevo, el Hijo. Cuando el pueblo de Dios vuelva al Padre mediante el Hijo, éste les dará el poder pentecostal del Espíritu Santo. Las ocho visiones de Zacarías La palabra “apocalipsis” es la forma griega de “revelación”. Una revelación es quitar el velo. La palabra “apocalipsis” significa ‘descorrer un velo y revelar lo que de otra forma nunca podría conocerse’. Zacarías descorre el velo ocho veces y muestra al pueblo de Dios lo que Él está haciendo detrás del velo de las cosas como parecen ser. Dios dio estas visiones a Zacarías para fortalecer al impotente pueblo de Dios y para dar esperanza al pueblo desesperanzado de Dios. La primera visión: La visión del lugar sombreado (1:7-17) Según muchos estudiosos de la Biblia, el hombre parado entre los árboles en la hondonada representa la difícil experiencia de transición que estaban experimentando estos exiliados. El período de transición entre su retorno milagroso del trabajo de esclavos y la cautividad en Babilonia y el desafío de convertir los escombros en un templo fue un tiempo sumamente desalentador para esta gente. En otras palabras, se encontraban al fondo de una hondonada. El obstáculo-problema visible “ante el velo” que los desalentaba era la realidad innegable de que no eran una nación sino un montón de pobres refugiados de aspecto patético. Estaban pasando por uno de esos tiempos espantosos de transición que todos experimentamos. Cuando Zacarías descorrió el velo, vio a un varón, que era Jehová de los ejércitos. Dios estaba al tanto, y Dios velaba por la transición de su pueblo. Después de todo, Dios había terminado sobrenaturalmente la cautividad de su pueblo. En su tiempo, y en su forma, Dios cumplirá su plan para ellos con una restauración total y completa de su pueblo a su tierra, y de sus almas a Dios. Cuando Dios quiere hacer algo nuevo en nuestra vida, cuando quiere llamarnos a un lugar nuevo, la mayoría de nosotros, la mayoría de las veces, le presentamos tres obstáculos. Dado que somos básicamente criaturas orientadas hacia la seguridad, no queremos dejar el viejo y seguro nido donde estamos viviendo y sirviendo ahora. Por lo tanto, Él debe sacarnos del viejo lugar antes de poder conducirnos al nuevo. Por eso un llamado de Dios suele
  • 33. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 33 tener dos dimensiones: un tirón desde adelante y un puntapié desde atrás. En otras palabras, Dios tiene que sacudirnos de lo viejo para poder guiarnos hacia lo nuevo. ¿Recuerda usted ocasiones en que Él ha hecho ese milagro en su vida? Yo llamo a esos milagros “intervenciones divinas”. Cuando estamos entre lo viejo y lo nuevo, nuestro Dios debe mantenernos en movimiento para poder tirar de nosotros y hacer que atravesemos la transición. Luego debe ubicarnos bien para poder establecernos en el nuevo lugar y la cosa nueva que quiere que hagamos en nuestra vida y nuestro ministerio. Cuando los hijos de Israel estaban en Egipto y Dios los quería en la Tierra Prometida, Él describió ese milagro de esta forma: “Los saqué de allá para traerlos acá” (ver Deuteronomio 6:23). Segunda visión: Los cuatro cuernos (1:18-21) En la Biblia, los cuernos son símbolo de poder. El obstáculo-problema visible ante el velo que alimentaba sus temores era el tremendo poder de los imperios mundiales que los habían conquistado y esclavizado cuando eran una nación fuerte. Las potencias mundiales podrían conquistarlos y esclavizarlos fácilmente de nuevo. Cuando Zacarías descorrió el velo, lo que vio detrás del velo y mostró a estos exiliados les dio valentía y esperanza. Detrás del velo, Zacarías reveló las potencias mundiales que Jehová de los ejércitos usaría para destruir esos “cuernos”, o potencias mundiales, que ellos temían que los conquistaran y esclavizaran. Tercera visión: La ciudad de Jerusalén (2:1-4, 10-13) El problema visible ante el velo eran los escombros de lo que alguna vez había sido la hermosa ciudad de Jerusalén. Cuando Zacarías descorrió el velo, lo que vio detrás del velo y lo que mostró al pueblo era una ciudad de Jerusalén restaurada hermosamente. Esta revelación les mostró que lo que ahora eran solo escombros sería una gran ciudad tan grande que no podría ser medida, y tan bien defendida por Jehová de los ejércitos, que no necesitaría tener muros. Jerusalén y el templo fueron restaurados, y fueron la ciudad y el templo que tantas veces visitó Jesús. Cuarenta años después de Jesús, Roma destruyó y arrasó la ciudad completamente, aunque después fue restaurada hasta ser la ciudad que es hoy. Toda la liturgia que acompañaba los sacrificios animales fue abandonada cuando Roma destruyó Jerusalén en el año 70 d.C. Si bien esta profecía de Zacarías se cumplió en parte cuando Jerusalén fue restaurada, antes de Cristo, y nuevamente luego de la terrible destrucción de Jerusalén por los romanos, el cumplimiento completo de esta profecía será la Nueva Jerusalén que describe proféticamente el apóstol Juan (Apocalipsis 21:2). Cuarta visión: El acusador de los hermanos (3:1, 2, 8-10) El problema que Zacarías enfrentó ante el velo, que era descorazonador para los exiliados, era una visión de Josué, su sumo
  • 34. Fascículo No. 9: Los Profetas Menores 34 sacerdote, con vestimentas viles o sucias. En esta visión, Satanás está acusando a Josué. La mancha terrible del pecado de la idolatría, que fue perdonado y purgado a través de la experiencia de la cautividad, muy probablemente sea el centro de estas acusaciones del maligno. Satanás, el acusador, usa las consecuencias o manchas de los pecados que han sido perdonados para acusar a los hermanos día y noche. Se nos dice en el Libro de Apocalipsis que cuando sea eliminada esta función del maligno, entonces llegará la salvación, el poder y el reino de Dios, y la autoridad de su Cristo vendrá (ver Apocalipsis 12:10). Cuando Zacarías descorre el velo, ve y revela al pueblo su revelación de la Trinidad: Jehová de los ejércitos y las próximas expresiones del amor y el poder de Dios, a través del Mesías, nuestro “Abogado”. También ve al Espíritu Santo y los milagros futuros que serán parte de la segunda venida de Jesucristo. Quinta visión: El candelabro de oro con depósitos de aceite (4:1- 7) El problema ante el velo en esta visión, que contribuía a la baja moral de los exiliados judíos, era la responsabilidad que Dios les había dado de compartir la Palabra de Dios con todo el mundo. Dado que eran el pueblo que recibió la Palabra de Dios para todo el mundo, tenían la responsabilidad de vivir esa Palabra delante del mundo y comunicar esa Palabra al mundo. Los escombros del templo, la ciudad, su nación y su propia vida personal les hacían sentir que eran fracasos miserables como ejemplos o maestros de la Palabra de Dios. ¿Ha estado alguna vez en un desierto espiritual en medio de la enfermedad, la depresión u otras formas de derrota espiritual, durante el cual el maligno le ha hecho estas acusaciones? ¿Alguna vez le susurró, en aquellos tiempos vulnerables: “¿Y se supone que tú deberías ser un ejemplo para que vea todo el mundo? ¿Que debes ser la sal de la tierra y la luz del mundo?”?. Cuando Zacarías descorrió el velo, vio al Espíritu Santo, representado por los depósitos de aceite. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (4:6). Esta visión les aseguró que Dios les permitiría ser lo que los estaba llamando a ser, y hacer lo que los estaba llamando a hacer, a través del poder del Espíritu Santo. Es aquí donde, como el profeta Joel, Zacarías nos da una profecía maravillosa del milagroso día de Pentecostés. La sexta visión: El rollo que volaba (5:1-4) El problema tratado ante el velo, en esta visión, es que los exiliados que habían vuelto estaban abrumados por el problema y el poder del mal. Cuando los tiempos son malos en el momento y en el lugar de la parte del mundo donde vivimos, es fácil –aunque imprudente– que nos sintamos abrumados por el terrible poder del mal. Esta obsesión y opresión por el terrible poder del mal estaba convenciendo al pueblo de Dios de que las fuerzas del bien y de Dios nunca vencerían el tremendo poder de las fuerzas del mal.