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OSEAS
Con Oseas comienzan los llamados «Profetas Menores». Fue Agustín de Hipona el
primero que los llamó así en su libro La Ciudad de Dios. La Septuaginta (los LXX) se
refiere a ellos como Dodekaprophetón, esto es, Doce Profetas. Tanto los hebreos
como los griegos los llamaban simplemente «Los Doce». Los judíos los tenían en un
solo rollo, a fin de que no se extraviasen. Se llaman «Menores», no porque tengan
menos importancia, sino porque son más breves.
Nota del traductor: En todo el comentario a los Profetas Menores pienso incorporar
todo el material que, bajo el título Lecciones sacras sobre los Profetas Menores,
desarrollé para la asamblea que se reúne en Vigo, C/. Pi y Margall, 25, durante los años
1979 y 1980. Si algo añado del propio Matthew Henry, lo haré notar expresamente.
Ciñéndonos ya a Oseas, diremos que su nombre significa «salvación». Es el mismo
nombre que tenía Josué (equivalente a Jesús) antes de que Moisés le cambiase el
nombre. Fue contemporáneo de Isaías y de Miqueas, los cuales profetizaban en el reino
del sur (Judá), mientras Oseas lo hacía en el reino del norte (Israel). Su ministerio se
extendió durante los reinados de Uzías, Jotam, Ajaz y Ezequías de Judá, y de Jeroboam
II de Israel. Según algunos, su ministerio duró unos 50 años, aunque no faltan quienes
opinan que fueron 60, 70 y aun 80.
La situación en Israel era la siguiente: Jeroboam II tuvo el reinado más largo en
Israel (794–753 a. de C.), mientras que Uzías de Judá tuvo un reinado todavía más largo
(791–740 a. de C.), sobrepasado después por el de Manasés, que duró 55 años. Nótese
también que, mientras en Judá hubo cuatro reyes buenos: David, Josafat, Ezequías y
Josías (no sin defectos, aun graves en los tres primeros), en Israel no hubo ni uno solo
que fuese bueno; todos ellos se dieron a la idolatría, de una forma u otra. Jeroboam I
había iniciado este mal camino al erigir un becerro de oro en cada uno de los dos
extremos del reino, a fin de que sus súbditos no se viesen tentados a subir a Jerusalén
para adorar en el templo. Tres notas caracterizan el reinado de Jeroboam II: idolatría,
corrupción moral y prosperidad material.
¿Quién era Oseas? Se supone que era oriundo del norte y, como Amós, procedente
más bien del campo que de la ciudad; probablemente, de clase rural acomodada. Pero lo
más significativo de Oseas es su mensaje. Lo característico de este mensaje es que, más
que en Isaías (Is. 8:18), su propia vida doméstica sirve para simbolizar el mensaje. Así
como Jesucristo es la Palabra viva del Padre, Oseas es mensaje vivo para su pueblo en
su propia vida conyugal.
Los tres primeros capítulos nos dan un resumen de este mensaje mediante la propia
experiencia del profeta, mientras que los once restantes lo declaran en forma discursiva.
Al tener en cuenta que, según Deuteronomio 32:15, «Jesurún engordó y tiró coces …
rechazó a Dios su Hacedor y menospreció la Roca de su salvación», vemos que el
pueblo que Dios amó y escogió por puro amor, desposándolo consigo, se fue tras de
otros dioses—adulteró espiritualmente; concretamente, en tiempos de Oseas, tras de
Baal, adorándolo como a proveedor de sus bienes (dios de la fertilidad), aunque
confiaba, de algún modo, en Jehová como en el que había de defenderles de sus
enemigos—. Por eso, esto es adulterio, no simple fornicación. Dios increpa y castiga a
Su pueblo, pero continúa amándole y perdonándole, y mantiene con él Su pacto eterno.
La dispensación milenaria está bien clara en Oseas, como en todos los demás profetas,
mayores y menores.
Como explica Feinberg, Oseas y Amós se complementan mutuamente: «Amós
predica arrepentimiento; Oseas, amor. Amós, la inaccesible justicia de Dios; Oseas, el
indeficiente amor de Dios. Él es el primer profeta de la Gracia y el primer Evangelista
de Israel. Así como Lucas nos presenta el Hijo Pródigo, Oseas nos presenta la Esposa
Pródiga».
En esta línea, es interesante la división que del libro de Oseas hace la Ryrie Study
Bible:
I. La Esposa Pródiga (1:1–3:5).
II. El Pueblo Pródigo (4:1–14:9).
CAPÍTULO 1
En este capítulo tenemos: I. El título (v. 1). II. Instrucciones que Dios da a Oseas en
cuanto a la mujer que ha de tomar por esposa (vv. 2, 3). III. Instrucciones en cuanto a
los nombres que había de poner a los hijos, y el simbolismo que dichos nombres
encerraban con relación a Israel (vv. 4–11).
Versículos 1–3
1. El título del libro (v. 1) es «Palabra de Jehová (hebr. Debar, en sentido de
“mensaje”, Jehová) que vino (o llegó; hebr. hayah) a Oseas, hijo de Beerí, etc.».
2. A continuación (vv. 2, 3) tenemos la orden que Dios da a Oseas de que tome por
esposa a una prostituta y engendre hijos de fornicación. Tres consideraciones son
necesarias a este respecto:
(A) Se trata aquí de una realidad, no de una mera alegoría, porque: (a) está en
armonía con el realismo literal del estilo profético antiguo; (b) los nombres de Gómer y
Dibláyim no encierran ningún sentido simbólico; (c) es la mejor forma de presentar de
modo vívido el mensaje.
(B) Es muy importante entender que no se casa con una mujer que ya era adúltera o
prostituta, sino que se la llama fornicaria (v. 2b) prolépticamente, es decir, como una
mujer que iba a serlo después. Sólo así podía reflejar bien la historia de Israel (v. Dt.
32; Jer. 2). Se la llama fornicaria, en lugar de adúltera, aunque también es esto último,
por la sencilla razón de que se ofrece a muchos, como hacen las rameras vulgares.
(C) Lo de «… y engendra hijos de fornicación» (v. 2b) no quiere decir que no sean
realmente hijos de Oseas, sino que se tiene ya en cuenta la futura infidelidad de la
madre.
3. Oseas no puso objeción alguna a la orden de Dios, sino que obedeció
puntualmente (v. 3): «Fue, pues, y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y
le dio a luz un hijo». Si Dibláyim es el nombre del padre de Gómer, según parece, pues
no se conoce ninguna localidad de ese nombre, resulta muy curioso, pues en primer
lugar es un dual, es decir, algo que, por naturaleza, es doble (por ejemplo, dos ojos, dos
manos, etc.) y significa en hebreo «dos tortas de higos». Hay quienes, según la Wycliffie
Bible Encyclopedia, opinan que dicho nombre ha de tomarse en sentido figurado, «y
significar que ella (Gómer) estaba completamente entregada a su prostitución, puesto
que las tortas de higos o pasas se usaban en ciertos ritos del culto a la fertilidad».
¿Quién, si no ha pasado por una experiencia semejante, podrá comprender el tremendo
dolor de corazón de Oseas al tener que obedecer la orden de Dios? (Comp. con Mt.
1:18, 19).
Versículos 4–11
Vienen ahora los nombres que Dios ordena a Oseas ponerles a los hijos que le da
Gómer.
1. Al primero (v. 4), un hijo varón, ha de ponerle por nombre Izreel (así debe
escribirse), que significa «Dios sembrará». Era éste el nombre también de un pueblecito
ubicado a unos 40 km al noreste de Samaria. En su valle, fue asesinado Nabot por los
esbirros del rey Acab (v. 1 R. 21). Allí murió Acab tras de ser herido mortalmente en la
batalla de Ramot de Galaad (1 R. 22), y allí murió también su mujer Jezabel a manos de
Jehú (2 R. 9). Jehú era un hombre sanguinario y abominable, pero fue instrumento de
Dios en esa ocasión según norma constante de la divina providencia. Allí también (en
Izreel) había de ser quebrado el arco (v. 5), es decir, el poder, de Israel, como puede
verse en 10:14 y en 2 Reyes 15:8–12; 18:9 y ss.
2. El segundo vástago de esta unión fue una hija (v. 6). Su nombre hebreo Lo-
rujama significa «no compadecida». La raíz hebrea expresa una compasión entrañable,
como la correspondiente raíz griega, en el Nuevo Testamento, con la que se expresa la
ternura con que nuestro Salvador contemplaba a las masas hambrientas y sin pastor. En
contraste con esta actitud hacia la casa de Israel, Dios declara (v. 7) que va a tener
compasión (el verbo es de la misma raíz que rujama) de Judá. Precisamente a últimos
de ese mismo siglo (701 a. de C.) se llevará a cabo la derrota de Senaquerib, que ya
estaba a las puertas de Jerusalén. En una sola noche (v. 2 R. 19:32–36), 180.000
soldados del ejército asirio fueron matados por el Ángel de Jehová.
3. Destetada la hija (lo cual ocurría entonces a los dos o tres años de edad del hijo o
de la hija), le nace a Oseas otro hijo de Gómer (v. 8). A éste ha de ponerle por nombre
(v. 9) Lo-ammí, que significa «no pueblo mío». A quien piense que esto contradice a las
palabras del apóstol Pablo en Romanos 11:1, le basta con leer el contexto posterior en
este mismo lugar de Oseas (vv. 10, 11). Dice Ryrie: «Este niño simbolizaba el rechazo
de Israel, que, junto al Sinaí, había pactado ser el pueblo de Dios (Éx. 19:1–8)». Que
este rechazo era temporal, no perpetuo, es cosa clara para todo el que entienda las
profecías con respecto al futuro de Israel (v. todo el cap. 11 de Romanos, por ejemplo).
Israel será todavía el pueblo de Dios, pero no en virtud del pacto del Sinaí sino del
nuevo pacto (v. Jer. 31:31 y ss.; Ez. 36:24–38, etc.).
4. Los dos últimos versículos de este capítulo (vv. 10, 11) aparecen en la Biblia
Hebrea en cabeza del capítulo 2, pero los estudiamos a continuación. El versículo 10
comienza con un vaw claramente adversativo, que las versiones traducen correctamente
por un «Con todo» (Reina-Valera y Nueva Versión Internacional) más apropiado, en mi
opinión, que el «Pero» de la Biblia de las Américas. En esos versículos 10 y 11 vemos
una estupenda paradoja con matices netamente escatológicos. Las frases nos recuerdan
lo de Pablo en 2 Timoteo 2:13: «Si somos infieles, Él (Dios) permanece fiel; no puede
negarse a sí mismo». Si examinamos bien dichos versículos 10 y 11 del presente
capítulo, veremos que:
(A) En ellos se predice: (a) crecimiento nacional; (b) conversión nacional; (c)
reunión nacional; (d) caudillaje nacional; (e) restauración nacional (incluido 2:1).
(B) En ellos se mantiene la promesa a Abraham (Gn. 32:12—es Jacob el que habla
aquí—). El número de los israelitas será todavía como la arena del mar (v. 10). Y en el
mismo lugar (Izreel) donde se les dijo: No sois mi pueblo, se les dirá: Sois hijos del
Dios viviente. Comenta Ryrie: «Después de haber predicho juicio, Oseas le asegura al
pueblo su final restauración, numérica y espiritualmente. Izreel, lugar de juicio en el
versículo 4, es visto en el versículo 11 como lugar donde bendecirá Dios a Israel en la
era del reino». En efecto, es allí donde se reunirán (v. 11), y la reunión será señal del
manifiesto favor de Dios hacia su pueblo (Ez. 37:15–23). «Y nombrarán un solo
jefe»—añade (v. 11b)—, el mismo de 3:5 y Jeremías 30:21: un vástago de David, no
precisamente el Mesías en persona, sino un delegado suyo. La frase «subirán de la
tierra» es interpretada de varios modos. Buck la traduce en el sentido de «se
desbordarán del país», pero la interpretación más probable es que subirán del país (la
«tierra» en este contexto es Palestina) a Jerusalén para celebrar sus fiestas solemnes.
CAPÍTULO 2
I. Dios, por medio del profeta, descubre a Israel su pecado de idolatría, que es su
prostitución espiritual (vv. 1, 2, 5, 8). II. Les amenaza con quitarles las cosas buenas con
que han servido a sus ídolos (vv. 3, 4, 6, 7, 9–13). III. Con todo, les promete que, al fin,
se volverá a ellos en Su misericordia (v. 14), para darles abundancia de todo bien como
antiguamente (v. 15), curarles radicalmente de toda inclinación a la idolatría (vv. 16,
17), renovar Su pacto con ellos (vv. 18–20) y bendecirles con toda clase de bienes (vv.
21–23).
Versículos 1–9
1. El versículo 1 ha de unirse necesariamente a los dos últimos versículos del
capítulo anterior, como aparece en la Biblia Hebrea, pues sigue la misma línea del favor
de Dios hacia Su pueblo, con la restauración de los tres nombres de los hijos de Oseas y
Gómer a su mejor sentido: (A) «Izreel disfrutará de un día grande, de solemne
celebración» (1:11), pues dicho nombre, conforme al doble significado del verbo hebreo
zará, puede significar «Dios esparcirá» (para mal, como en 1:4), así como «Dios
sembrará» (para bien, para multiplicar, como en 1:10). (B) El que antes era (1:9) Lo-
ammi, «no mi pueblo», ahora (2:1) será Ammí, «mi pueblo». (C) La que antes (1:6) era
Lo-rujamah, «no compadecida», será ahora (2:1b) Rujamah, «compadecida».
2. A continuación (vv. 2–9) tenemos la declaración de Dios con respecto al juicio
inminente sobre Israel a causa de sus pecados. Dios repudia a Israel. Estamos en el valle
de Acor, valle de maldición y castigo, donde Acán y su familia fueron muertos a
pedradas (Jos. 7:24, 26 y 1 Cr. 2:7), pero será convertido después en puerta de
esperanza (v. 15, comparado con Is. 65:10), donde se expresan las bendiciones de
obediencia por parte de Israel, y de restauración por parte del Dios de Israel.
(A) Los aludidos en el versículo 2 («Contended, etc.») no son los hijos de Oseas y
Gómer, sino el remanente fiel, los hijos de Israel, vistos individualmente, frente a la
nación de Israel, como madre infiel. Han de contender con ella, como si indicasen que la
maldad personal es fruto de una como epidemia nacional de pecado (v. 2b). Contender
es término forense, corriente entre los acadios, pues significa en el original «emprender
una acción ante el tribunal» (Buck).
(B) Dios mismo dice de ella: «porque ella no es mi mujer, ni yo su marido». «Frases
parecidas a la fórmula judía para el divorcio» (Ryrie). El significado es: «¿No se
comporta como debe comportarse una esposa? ¡Pues tampoco yo me comportaré como
marido!» Oseas proclama su mensaje con toda la viveza que le proporciona su propia
amarga experiencia. «Aparte, pues, sus fornicaciones, etc.» (v. 2b) puede entenderse de
dos maneras: (a) «Quite de sí los afeites provocadores y los actos impúdicos» (v. Ez.
23:8, 21), o: (b) como piensa Rudolph, «quite de sí el velo (v. Gn. 38:14) y los collares
de amuletos obscenos».
(C) En el versículo 3 comienza el castigo que Dios va a infligir a Israel por su
infidelidad. El castigo del adulterio antes de darse la Ley del Sinaí parece haber sido la
hoguera (v. Gn. 38:24). La Ley (v. Dt. 22:24) lo castigaba con lapidación. Pero el Señor
Jesús, que veía el interior del corazón, dio a entender (Jn. 8:4, 5) que habían de ejecutar
la sentencia aquellos a quienes la conciencia no acusase de la misma culpa. Parece ser
que, en tiempos de Oseas (comp. el v. 3 con Ez. 16:28–40), las adúlteras eran
desnudadas, expuestas así a la pública vergüenza, y despojadas de todo lo que les había
dado el marido. Los hijos de que habla el versículo 4 son los judíos idólatras, los cuales
han seguido personalmente las huellas de prostitución de tal madre.
(D) En la misma línea de Ezequiel capítulos 16 y 23 (v. especialmente la frase
«ofreciéndote a cuantos pasaban», en el original de Ez. 16:25b), esta madre infiel a
Dios no necesitaba que la incitasen al pecado, sino que ella misma se ofrecía (v. 5):
«Iré—decía—tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi
aceite y mi bebida». Así que atribuye a Baal su sustento (pan y agua), su vestido (lana y
lino) y su lujo (aceite, es decir, ungüentos, y bebida). La religión cananea, como muchas
otras del Medio Oriente, era una religión del culto a la fertilidad y, por eso, entraba
dentro de su ritual la prostitución «sagrada» de ambos sexos. De esta forma, la idolatría
unía los aspectos literal y espiritual de adulterio y fornicación.
(E) Dios (v. 6) le cierra el camino con un seto alto y sólido. Así sus hijos se
encuentran en un «callejón sin salida». «Como en el caso de Balaam, cuando el ángel se
le plantó delante en su camino, para impedir que fuese a maldecir a Israel (Nm. 22:22),
ésta es una merced similar. Las cruces y los obstáculos en el camino del mal son
grandes bendiciones. Son vallas que Dios pone para refrenarnos del extravío y para
tornar difícil el camino del pecado» (M. Henry). Dice Ryrie: «Ni Gómer ni el pueblo de
Dios pudieron hallar satisfacción en la infidelidad». La experiencia, y hasta la
fraseología, del versículo 7 son similares a las de Lucas 15:11 y ss. en la parábola del
Hijo Pródigo.
(F) En los versículos 8 y 9 se advierte un doble contraste con las frases del versículo
5. En el versículo 5, la infiel esposa (Israel) decide irse tras los baales que … me dan—
dice—mi pan y mi agua, etc.», sin percatarse de que no era Baal, sino Jehová, quien le
daba todas estas cosas: «Yo—dice Dios (v. 8)—le daba el trigo, el vino, etc.» (comp.
con Dt. 26:2, 10, 11). Desconocer esto era una falta de humildad y, sobre todo, de
gratitud hacia Dios. El contraste se acentúa en el versículo 9, cuando Dios dice: «Por
tanto, yo volveré y tomaré Mi trigo a su tiempo, y Mi vino a su sazón, etc., es decir, haré
que le falten aquellos productos que ella ofrecía a Baal». Dice M. Henry: «¡Cuán
vilmente abusaban de su abundancia! (a) Le robaban a Dios el honor de Sus dones: No
reconoció que yo le daba el trigo y el vino; no lo recordó. (b) Servían con ellos a los
enemigos de Dios: lo usaban para Baal, cuyas imágenes adornaban con oro y plata
(Jer. 10:4), y se adornaban para rendir culto a sus imágenes (v. 13)».
Versículos 10–13
Dios le va a quitar ahora todo aquello de que se gloriaba y con lo que servía a sus
baales. El abuso de la gracia merece el despojo de la gracia.
1. Dios la va a castigar (v. 10) «descubriendo su vergüenza a ojos de sus amantes»,
es decir, a la vista misma de las naciones vecinas, con las que había procurado hacer
alianzas y cuyos dioses había adorado, de forma que aun las mismas naciones paganas
se percaten de la ingratitud y desvergüenza sin par de una nación a la que el único Dios
verdadero había tratado con un amor también sin par.
2. También hará cesar Dios (v. 11) las ocasiones de gozo y alegría de Israel en las
solemnidades que estaban destinadas al servicio y adoración de Jehová y que ella ha
dedicado a Baal. Dios quería que se celebrasen en honor Suyo y en el templo de
Jerusalén. Israel (el reino del norte) las seguía celebrando, sin duda, al principio, pero no
en el templo de Jerusalén, pues habían desertado del trono y del altar de Judá, sino en
Dan y en Betel donde estaban los becerros de oro. Dios va a hacer que cesen del todo
esas solemnidades, pues al final de ese mismo siglo, el reino del norte va a caer en
poder de los asirios.
3. Por todo el tiempo (v. 13) en que Israel ha servido a los baales y se ha olvidado de
Jehová, Dios los va a castigar (v. 12) y talará todo aquello en que esperaba la bendición
de Baal por la fertilidad de la tierra, y por cuyos abundantes productos daba gracias a
los ídolos, como si dichos productos fuesen el «salario», esto es, la paga con que Baal
les recompensaba su generosidad hacia él. Dios hará que toda la tierra cuya fertilidad
atribuían ellos a Baal, quede convertida en un matorral, es decir, en una jungla donde
sólo las fieras podrán vivir y desenvolverse.
Versículos 14–17
Después de los castigos anunciados en los versículos anteriores, vemos aquí un
súbito y completo cambio, debido, no a la buena voluntad de Israel, sino a la pura, libre
y soberana iniciativa del amor de Dios.
1. Como un tierno amante o esposo que procura con ahínco enamorar a su amada,
Dios va a seducir (v. 14), esto es, a atraer eficazmente (comp. con Jn. 6:44) a Israel, la
va a llevar a la soledad, al desierto, a cortejarla, hablándole al corazón, es decir, con
frases amables (comp. con Gn. 50:21, al final). Dice M. Henry: «Cuando Dios libró de
Egipto a Israel, los condujo al desierto, para humillarlos y ponerlos a prueba, a fin de
hacerles bien (Dt. 8:2, 3, 15, 16), y así lo va a hacer de nuevo ahora. Cuando Dios tiene
en reserva gracia y misericordia para alguno, lo conduce primero al desierto—a la
soledad y al retiro—, para mejor poder conversar con él fuera del ruido de este mundo
y, a veces, a la aflicción y al apuro del exterior, para abrirle así el oído a la disciplina».
2. Con el favor de Dios volverán también las antiguas bendiciones de todo orden (v.
15). «Desde allí», esto es, a partir del desierto, le dará Dios de nuevo sus viñas; y el
valle de Acor, que, desde la transgresión de Acán (Jos. 7:1–26), fue «el valle de las
dificultades», en su anfractuosidad será luego «puerta de esperanza». Y, para mostrarle
Su renovado amor, Dios le devolverá la antigua fertilidad de la tierra. El nombre mismo
de Baal será olvidado para siempre en Israel (v. 17). Y, como Baal significa «dueño o
señor», «en aquel tiempo (v. 16), dice Jehová, me llamarás Ishí, esto es, mi marido (lit.
mi nombre, de ish—v. Gn. 2:23, al final—), y nunca más me llamarás Baalí, esto es, mi
señor». Todo esto tiene una especial referencia al Milenio, como iremos viendo.
Versículos 18–20
1. En efecto, las expresiones del versículo 18 tienen un tono claramente
escatológico. Las condiciones que se describen en él (comp. con Is. 11:6–9), Sólo
tendrán su cumplimiento en el reino mesiánico milenario, cuando hasta las fieras más
salvajes serán tan mansas como los animales domésticos.
2. Pero mucho más importante que las nuevas condiciones de la naturaleza vegetal y
animal será la nueva relación pactada de Jehová con Israel (vv. 19, 20). Jehová anuncia
aquí una renovación de los votos conyugales. «Aunque Dios le había dado el libelo de
repudio por sus fornicaciones, todavía, una vez arrepentida, la recibirá de nuevo consigo
en pacto matrimonial» (M. Henry). «Te desposaré conmigo para siempre»—dice Dios
(v. 19)—. El verbo hebreo arash, que aquí usa el texto sagrado, tiene el sentido de
desposarse con una virgen, con lo que se olvida totalmente la infidelidad anterior de
Israel (comp. con 2 Co. 11:2). Esto nos ayuda a entender lo que sucede en nosotros
cuando se nos perdonan los pecados en la justificación: ¡No queda ninguna
condenación! (Ro. 8:1).
3. Tres elementos son dignos de tenerse en cuenta: (A) La perpetuidad («para
siempre»—v. 19a—); (B) la fidelidad inconmovible de Dios (v. 20), por la que nuestra
confianza en Dios descansa siempre en una base segura y firme, y: (C) una especie de
dote a la novia, consistente en los cuatro regalos que se enumeran en el versículo 19b:
(a) rectitud, conformidad a un regla fija, inalterable; (b) justicia, decisión judicial que
asigna a cada uno lo que le corresponde; (c) amor constante (hebreo jesed, que suele
traducirse por «misericordia», pero es mucho más que eso—el vocablo sale unas 250
veces en el Antiguo Testamento—), y: (d) compasión (hebr. rajamim; lit.
compasiones). Mientras jesed indica la amabilidad de Dios hacia Su pueblo, al que se
ligó por pacto, rajamim indica la compasión nuestra hacia el prójimo necesitado,
especialmente hacia los huérfanos y las viudas. Sin embargo, en Oseas, esta compasión
(v. 1), en contraste con la no-compasión anterior (1:6), es como un sentimiento especial
de Dios hacia Israel, extendido después a la Iglesia (v. Ro. 9:25, 26; 1 P. 2:10). El
sentido primordial, con todo, de rajamim, como el del griego philostorguía, es el de un
sentimiento fraternal entre hermanos uterinos. Como detalle curioso, es de notar que,
cuando un israelita ortodoxo coloca las filacterias en el dedo medio de la mano
izquierda, recita los versículos 19 y 20. La última frase del versículo 20, «y conocerás a
Jehová», expresa un conocimiento íntimo, una nueva experiencia espiritual y, en este
contexto, un reconocimiento práctico y eficaz, junto con una confesión humilde y llena
de gratitud.
Versículos 21–23
Como quien pasa una consigna de boca en boca, o un objeto cualquiera que necesita
entrar en circulación para surtir el efecto apetecido, todos los elementos se concatenan
para bien de aquellos a quienes Dios promete Su favor.
1. «En aquel tiempo responderé (v. 21), dice Jehová, yo responderé a los cielos,
etc.». «Esto es—dice Ryrie—, responderé las oraciones que se han elevado al cielo». En
opinión de este traductor, los versículos 21 y 22 establecen una como cadena en cuyos
dos extremos está Dios: Dios es el que comienza la siembra, ya que Izreel (v. 22, al
final) significa Dios sembrará y, con su bendición, hará que la tierra responda al trigo,
al vino y al aceite (v. 22a), pues Dios es el que, desde dentro, hace que todo germine
(comp. con 1 Co. 3:7) y crezca, y reciba el suelo el sustento necesario. Dios mismo, no
Baal, es el que da la fertilidad a la tierra, y hace así que la tierra responda bien a lo que
se ha sembrado en ella. La tierra, a su vez, necesita (v. 21b) que los cielos respondan a
la tierra, es decir, envíen la lluvia y el sol, sin lo que la cosecha no podría llegar a su
madurez; y, en último término, los cielos no darán la lluvia ni el sol si Dios no responde
a los cielos. Dios, pues, responde a los cielos al ser Él quien dirige y controla los
vientos, la lluvia, el movimiento de los astros, con las estaciones del año, etc. (v. Gn.
1:11, 12; Is. 55:10; Zac. 8:12; Mal. 3:10, 11; Hch. 14:17). Dice M. Henry: «Véase aquí
la coherencia de las causas segundas una con otra, como anillos de una cadena, y la
necesaria dependencia que todas ellas tienen de Dios, la Causa Primera».
2. De la misma manera que, por la coordinación que Dios establece entre las causas
segundas, la siembra de los productos de la tierra ha de fructificar en aquel día, en el
tiempo venidero del reino milenario, también Israel (v. 23) será sembrado (comp. con
Jer. 31:27) para que se multiplique y llene la tierra de Israel, de la misma manera que
bendijo Dios a la primera pareja humana (Gn. 1:28) para que fructificaran, se
multiplicaran y llenaran la tierra. Así, el capítulo termina (v. 23b) por donde empezó
(v. 1): «Dios tendrá compasión (hebr. rijamti, de la misma raíz que rujamah) de la no-
compadecida (Lo-rujamah) y dirá al no-mi pueblo (Lo-ammí): Tú eres mi pueblo, y él
dirá: (¡Tú eres) mi Dios!»
CAPÍTULO 3
1
Este capítulo tiene solamente 81 palabras en el original, y aun así es el mejor
compendio de la historia de Israel, y el corazón mismo de esta profecía. Dice A.
Schmidt: «Oseas conoce la pena de Dios por medio de la suya; pero conoce el perdón
suyo por medio del de Dios». I. Oseas recobra a Gómer (vv. 1–3). II. Jehová redime a
Israel (vv. 4, 5).
Versículos 1–3
1. Conforme a la lectura más probable, el versículo 1 dice así literalmente: «Y
Jehová me dijo: Ve de nuevo y ama a una mujer que es querida de un amante y es
adúltera, conforme al amor de Jehová a los hijos de Israel, a pesar de volverse ellos a
otros dioses y deleitarse en tortas de uvas pasas». Cuatro veces sale en este versículo el
verbo hebreo ahab, amar. El pensamiento se mueve en la forma de una proporción
matemática: x es a x como x es a x. Israel es a Jehová como Gómer es a Oseas. Dios
1
Henry,Matthew; Lacueva,Francisco: Comentario Bı́blico De Matthew Henry.08224
TERRASSA (Barcelona) :Editorial CLIE,1999, S.972
había desposado consigo a Israel, pero Israel se había ido tras los dioses ajenos; a pesar
de eso, Jehová continuaba amando a Israel. No quería romper Su relación marital con
Israel; por eso, los dioses ajenos no eran nuevos esposos, sino amantes, de Israel.
También Oseas debe ir a recobrar a Gómer, pues no vive ahora con un nuevo marido,
sino con un amante (hebr. réa). Las «tortas de uvas pasas» (v. Is. 16:7; Jer. 7:18) se
hacían en la vendimia del otoño. Tenían forma redonda y las ofrecían especialmente a
«la reina del cielo» (Jer. 44:17, 18), esto es, la luna en la figura de la diosa Aserá o
Astarté.
2. Parece extraño que Oseas (v. 2) tenga que comprar a Gómer, ya qe era su mujer.
¿Por qué no la reclaman sin más? Como hace notar Buck, si se había vendido como
esclava a su amante, éste tenía que ser indemnizado al recobrarla. Como el precio de un
esclavo (Éx. 21:32) era treinta monedas de plata (el precio que le dieron a Judas por la
entrega del Señor), Oseas pagó la mitad en dinero y la otra mitad en especie, pues un
jomer y medio de cebada costaría, según dicen, unas quince monedas de plata en
tiempos de Oseas. ¿Quizás no tenía Oseas dinero suficiente para pagar en moneda?
Nosotros hemos sido comprados al precio de la sangre del Cordero de Dios (1 P. 1:18,
19). Nosotros no tuvimos que pagar nada (Is. 55:1–3), pues nada teníamos, pero Dios
nos compró al más alto precio que puede pagarse. Y, como Cristo había tomado la
forma de esclavo (Fil. 2:7), como esclavo fue tratado en la transacción de las
autoridades religiosas de Israel con Judas. La cebada era alimento de animales y sólo en
tiempos de extrema carestía servía para las personas.
3. La única condición que Oseas le puso al recobrarla (v. 3), ya que podía haberla
condenado a muerte según la ley, fue un período de prueba: Había de guardar
continencia durante muchos días, cuyo número no se especifica. También él guardaría
continencia durante todo ese tiempo. Dice Buck: «No fue venganza, sino amor, lo que
movió a Oseas a conducirse de esta forma con Gómer». Y, al citar a H. H. Rowley,
prosigue: «Al disciplinar a su esposa negándole relaciones con cualquier hombre, Oseas
estaba sin remedio disciplinándose a sí mismo, y tanto más cuanto más la amaba».
Versículos 4–5
Estos versículos aplican lo de «durante muchos días» del versículo 3 a la historia de
Israel, pero la profecía es aquí de largo alcance, pues apunta a todo el tiempo que media
entre la destrucción del templo y los últimos tiempos. Esto es suficiente para garantizar
el origen divino y la infalibilidad de la Biblia.
1. De la misma manera que Oseas y Gómer han de guardar continencia durante
muchos días, así también (v. 4), durante muchos días estarán los hijos de Israel sin rey,
esto es, sin el representante visible del gobierno teocrático, sin príncipe que imponga
algún orden en el país, lo cual había de conducir a una situación anárquica, sin sacrificio
(y así continúa todavía el judío inconverso; sólo tiene servicios religiosos de sinagoga),
sin estela. Lo de estela se refiere aquí a columnas sagradas que se erigían originalmente
en lugares donde Dios había manifestado claramente su presencia y su poder (v., por ej.,
Jos. 4:5; 24:26; 1 S. 7:12).
2. No habiendo templo ni sacrificio, sobraban también las funciones sacerdotales
propiamente dichas. Había de faltar incluso la intercesión propia del sumo sacerdote;
por eso, había de estar Israel (v. 4b) sin efod, vestidura ligera de lino que cubría la parte
anterior del cuerpo (v. 2 S. 6:14), y que en realidad formaba parte de la vestimenta del
sumo sacerdote (Éx. 28:6–14). Tampoco dispondrían de terafines, que eran una especie
de dioses domésticos (v. Gn. 31:30–34): pequeñas imágenes, estatuillas o gallardetes,
que se usaban en la antigüedad en el culto a los antepasados y que, como el efod,
servían para consultar a Dios. Téngase en cuenta que ni Dios ni Oseas aprueban esta
costumbre al mencionarla.
3. Cuando pase el tiempo (v. 5) de los muchos días, los hijos de Israel volverán
(hebr. yashúbu, el verbo que se emplea para expresar la conversión a Dios) y buscarán
a Jehová su Dios. El verbo hebreo para buscar tiene el sentido de «buscar a Jehová
mediante el culto del santuario». Aquí tiene aplicación el pensamiento de Pascal: «No
me buscarías—habla Dios—si no me hubieses encontrado». Buscarán también (v. 5b) a
David su rey, en la persona del Mesías o, mejor, de Su representante en la tierra (comp.
con Jer. 30:9; Ez. 34:23, 24; 37:24). Es curioso que el Targum de Jonatán dice sobre
esto: «Éste es el Rey Mesías». El pueblo viene a su Dios, pero viene temblando; no sólo
con temor reverencial, sino hasta con miedo, pues el verbo pajad expresa miedo, un
miedo santo, ya que el pueblo es consciente de su indignidad frente a la infinita santidad
de Jehová. Sin embargo, el miedo no es el único sentimiento que anida en el corazón de
ellos; van también con un santo regocijo, pues acuden a Jehová y a su bondad (comp.
con Ro. 2:4); es decir, van a Dios con la seguridad de ser aceptados por Él, lo cual
indica que van sinceramente arrepentidos.
4. «En el fin de los días» (v. 5, al final), esto es, de los muchos días de los versículos
3 y 4, es una expresión de sentido claramente escatológico (comp. con Is. 2:2, 3; Jer.
31:9).
CAPÍTULO 4
Comienza ahora la segunda parte de la profecía de Oseas. Los tres primeros
capítulos han sido como un resumen o esquema de lo que ahora veremos hasta el final
del libro de Oseas. Recuérdese que Gómer es a Israel como Oseas es a Jehová. Vemos
que Oseas y Jehová se indignan por la infidelidad de sus respectivas esposas (Gómer e
Israel), pero el amor y la compasión prevalecen, en ambos, sobre la indignación. Toda
esta segunda parte del libro puede subdividirse del modo siguiente: (A) Idea dominante:
pecado (4:1–6:3). (B) Idea dominante: castigo (6:4–11:11). (C) Idea dominante:
salvación (12:1–14:9).
En el presente capítulo tenemos, según la fraseología de la Ryrie Study Bible, el
proceso de Jehová a Israel, «el Pueblo Pródigo», mientras que el cap. 5 contiene el
veredicto. Para la división del capítulo presente seguiremos la división de Buck: I.
Corrupción general de Israel (vv. 1–3). II. Irresponsabilidad de los sacerdotes (vv. 4–
10). III. Idolatría e inmoralidad (vv. 11–14). IV. Advertencia a Judá e Israel (vv. 15–
19).
Versículos 1–3
Tanto este capítulo como el siguiente comienzan con un solemne «¡Oíd!», expresión
frecuente en otros profetas, pero muy rara en Oseas.
1. La idea de pleito de Dios con Su pueblo es también frecuente en otros profetas:
Además de 12:2, puede verse en Isaías 1:18; 3:13; Jeremías 25:31; Miqueas 6:2. La
causa de este pleito está expresada de dos formas: negativa, en el versículo 1b; positiva,
en el versículo 2. «Porque no hay verdad»—dice (v. 1b)—, es decir, sinceridad en el
trato mutuo (hebr. emeth), donde se incluye la fidelidad a la palabra dada, aunque en la
raíz de esta mala conducta está la falta de lealtad al pacto con Dios; tampoco hay amor
constante, cariño misericordioso (hebr. jesed) al prójimo, ni conocimiento íntimo,
experimental, de Dios (hebr. dáath), donde deberían tener su fundamento tanto la
verdad como el amor (v. 1 Co. 8:3; 1 Jn. 4:8).
2. La falta de esas tres virtudes fundamentales, fidelidad, amor y conocimiento de
Dios, se reflejaba al exterior en el quebrantamiento de la Ley (v. 2). Para mejor poner de
relieve este quebrantamiento de la Ley, ensarta los pecados con la conjunción
copulativa we, y, una serie de infinitivos absolutos: «Perjurar y mentir y asesinar y
hurtar y adulterar» (lit.). Un pecado engendra otro. El perfecto parátsu que sigue a esa
lista puede traducirse de dos maneras: (A) «Se incrementan», se refiere a los infinitivos
que preceden. (B) «Hacen violencia», uniéndolo con lo que sigue: «y la sangre toca en
la sangre» (lit.), es decir, los asesinatos se suceden sin solución de continuidad.
Recuérdese que, tras el largo y próspero reinado de Jeroboam II en Israel, se sucedieron
tres reyes en un solo año; dos de ellos fueron asesinados a sangre fría.
3. La tierra, esto es, Palestina (más concretamente, Israel, el reino del norte), como
al final del versículo 1, se viste de luto (v. 3). Es el pecado del hombre lo que atrae el
castigo de Dios sobre la tierra (v. Gn. 3:17, 18; Is. 16:8; Jer. 12:4; Amós 8:8; Ro. 8:22).
Dice Buck: «El universo todo se pone a tono con el destino humano. Por eso, cuando el
hombre desconoce a Dios y se arroja al pecado y a la muerte, arrastra consigo al país y
al universo entero … Por otra parte, cuando san Pablo escribe que «toda la creación ha
estado gimiendo hasta ahora con dolores de parto» (Ro. 8:22), se indica que la
restauración completa en la creación, a fin de cuentas, ha de resultar del retorno del
hombre a la amistad con su Dios».
Versículos 4–10
1. Los versículos 4–6 han de leerse conjuntamente para entenderlos bien. Por medio
de Oseas, Dios manda que nadie se meta a juzgar a nadie (comp. con 1 Co. 4:3–5),
porque juzgar al pueblo o ponerle pleito es como juzgar o ponerle pleito al sacerdote.
La razón es que el pueblo como tal era un reino de sacerdotes (Éx. 19:6). Pero en el
Antiguo Testamento había una casta aparte, la casta sacerdotal, de la tribu de Leví.
Estos sacerdotes levitas ejercían su ministerio en representación del pueblo. A ellos se
les había confiado la Ley (Dt. 17:18) para que instruyesen al pueblo en ella (Lv. 10:11;
Mi. 3:11). Si el pueblo desconoce la Ley, la responsabilidad es de los sacerdotes por
haber fracasado en cumplir el ministerio que Dios les asignó.
2. Si a los sacerdotes competía enseñar la Ley, a los profetas competía aconsejar,
amonestar, amenazar, de parte de Dios. Dice Buck: «Se suponía que (sacerdotes y
profetas) debían enseñar las verdades religiosas, censurar los pecados, aconsejar
sabiamente. Pero con demasiada frecuencia ejercían su ministerio para provecho y
ganancia propia». Al ser ciegos y guías de ciegos (comp. con Is. 56:10; Mt. 15:14;
23:16, 24; Lc. 6:39), juntamente sacerdotes, profetas y pueblo tropezaban en pleno día y
de noche, es decir, continuamente (v. Is. 28:7; Am. 7:12; Mi. 3:11); por lo que la madre
(v. 5, al final), es decir, la nación misma de Israel, iba a ser destruida. En un perfecto
proléptico, Oseas ve ya destruido el pueblo (v. 6) por falta de conocimiento. Y, puesto
que el sacerdocio estaba destinado a impartir el conocimiento de la Ley, «por cuanto—
dice (v. 6b)—desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio». Dice Ryrie:
«La nación será rechazada de su posición sacerdotal delante de Dios». Pero nótese que
Dios dice todavía (v. 6) «mi pueblo», a pesar de todo.
3. Pero, como dice Buck, «el pecado de los sacerdotes no fue solamente descuidar
sus obligaciones, sino dejarse llevar ellos mismos al ignominioso culto de los ídolos. ¡Y
prosperaban materialmente! (vv. 7, 8). Y cuanto más prosperaban, tanto más
prevaricaban (v. 7). Pero Dios (v. 7b) iba a cambiar su honra en afrenta. La honra, o
gloria, del pueblo era la presencia de Dios, lo que les distinguía de los demás pueblos.
Era precisamente eso lo que les había hecho prosperar antiguamente. Pero ahora los
sacerdotes malos de este mal pueblo se enriquecen con el pecado mismo del pueblo, y
apetecen con avidez dicho pecado (v. 8). Dice Ryrie: «Quizás se refiera al sacrificio por
el pecado (pues se usa el mismo vocablo hebreo), e indica que los sacerdotes se
enriquecían al tomar para sí las ofrendas que traía el pueblo».
4. Los versículos 9 y 10 nos declaran lo que hace el mal ejemplo de los líderes
religiosos: El pueblo es lo que son sus líderes religiosos. Por tanto, un mismo castigo
alcanzará a unos y a otros (v. 10, comp. con Hag. 1:5, 6): Los banquetes que ofrecen a
los ídolos no les satisfarán, y a pesar de los ritos idolátricos de fertilidad («fornicarán»,
esto es, la prostitución «sagrada»), no se multiplicarán, «les será negada la fecundidad»
(Buck).
Versículos 11–14
1. El versículo 11 establece una especie de proverbio. En realidad, algo parecido
puede leerse en Proverbios 20:1; 23:29–32; 31:2–5 (comp. con 1 R. 11:1, en la
experiencia del propio Salomón); Efesios 5:18a. El versículo 12 podría referirse a la
rabdomancia (adivinación por medio de vara) o a la belomancia (adivinación por medio
de saetas—v. Ez. 21:21—); pero lo más probable es que se refiera «al dios-árbol
semejante al usado por los cananeos» (Buck).
2. Una ojeada a Jeremías 3:6 y Ezequiel 6:13 nos pone en condiciones de ver lo que
el versículo 13 significa. Es cierto que Jehová mismo se había aparecido en el monte
Sinaí, pero los lugares altos de los cananeos, cuyas lascivas prácticas había aprendido
Israel, significaban mucho más que una simple altura. En aquellas alturas, y a la grata
sombra de encinas, álamos y terebintos, israelitas de toda condición, edad y sexo se
prostituían con prácticas de la más grosera inmoralidad. Era el culto a Astarté, la diosa
de la fertilidad.
3. El versículo 14 no significa que Dios vaya a pasar por alto el pecado de las hijas y
nueras, sino que los que más culpa tienen son los padres y esposos que les han dado tan
mal ejemplo, por lo que ellos son los que sufrirán mayor castigo también. El final de
dicho versículo 14 viene a repetir algo parecido al comienzo del versículo 6, pero con
dos diferencias de léxico: (A) En el versículo 6 hallamos el hebreo nidmu, pasiva del
verbo damah, cesar, mientras que en el versículo 14 hallamos yillabet, de labat, echar
por tierra. (B) En el versículo 6 leemos conocimiento (hebr. dáath); en el versículo 14
vemos yabín, entender, que tiene que ver con el discernimiento.
Versículos 15–19
Dice Buck: «Sorprende oír que se menciona a Judá en un contexto que trata
evidentemente de Israel. Algunos autores piensan que este verso ha sido adaptado a
Judá por editores tardíos. Sin embargo, este oráculo puede muy bien presentar una
afirmación genuina de Oseas, que esperaba y deseaba que Judá sacara algún provecho
de la suerte de Israel. También en 1:7; 5:5; 6:11; 8:14; 12:1 se menciona a Judá». No
hay duda de que Buck está en lo cierto, y por aquí puede verse que los exegetas
modernistas se pasan de listos en sus apreciaciones.
1. Es por consideración a Judá (v., por ej., 1:7) por lo que aquí se le exhorta (v. 15) a
que no siga el ejemplo de su hermana Israel; y, para evitar tal peligro, se le prohíbe
llegarse a Guilgal o a Bet-aven. El primero, entre el Jordán y Jericó, había sido
anteriormente escuela de profetas (2 R. 2:1; 4:38). El segundo, Bet-aven, significa «casa
de iniquidad», y con él se designa en realidad a Betel («casa de Dios»); pero Dios, y el
profeta en nombre de Dios, no quiere llamarlo por su propio nombre, porque la idolatría
cometida allí desde que Jeroboam erigió allí uno de los dos becerros de oro ha hecho
que degenerase de tal modo que, mejor que casa de Dios, debe llamarse casa de
iniquidad. «No digáis—dice Oseas—¡Vive Jehová! (v. 15b) en Guilgal ni en Bet-aven
(Betel), porque en ninguno de los dos lugares se adora al verdadero Dios».
2. «Israel (v. 16), es decir, el territorio a cuya cabeza se nombra Efraín de ordinario
(v. 17) por haber sido Jeroboam, de la tribu de ese nombre, el principal promotor de la
rebelión contra la casa de David, se ha encabritado o, mejor, se ha vuelto terco como
una novilla o ternera imposible de domar, pues siempre sacude de sus hombros el yugo
de Jehová, por lo que Dios no lo puede pastorear como a corderos en lugar espacioso,
en lugar donde puede pastarse en abundancia y con libertad. Está ligado—añade Dios
(v. 17)—, como por un maleficio, a los ídolos. ¡Déjalo, Judá!» Dice M. Henry: «El
padre deja de corregir a un hijo rebelde cuando ha determinado desheredarlo. Los que
no son estorbados en su pecado, serán destruidos por su pecado».
3. El versículo 18 dice literalmente según el hebreo: «Se ha vuelto rebelde la
embriaguez de ellos. Fornican continuamente. Los escudos de ella aman la ignominia
(o la vergüenza, en sentido de ignominia)». Muchas versiones modernas aciertan a
traducir bien la última frase, ya que «escudos» significa, en efecto, los líderes o
gobernantes del país; pero ninguna versión acierta a traducir bien la primera frase, y al
talento de E. W. Bullinger debemos la correcta versión e interpretación de dicha frase.
Dice así (v. Diccionario de figuras de dicción usadas en la Biblia, de Bullinger—
Lacueva, pág. 483, sobre Oseas 4:18): «Su embriaguez se ha vuelto rebelde», es decir,
les ha hecho volverse rebeldes contra Jehová (nota del traductor—del traductor de
Bullinger, que es el mismo de M. Henry—: esta versión de Bullinger, con referencias a
Isaías 5:11; 18:1—y, ¿por qué no, también a Os. 4:16, donde sale dos veces la misma
raíz del vocablo hebreo sar?—, es la más probable de todas las que han propuesto los
comentaristas de todos los colores). Por no haber percibido la metonimia, los
traductores tratan de hallar otros significados para el vocablo sar. Vemos, pues, que de
la crápula, que les hace rebelarse contra Dios, pasan a entregarse de continuo a la
prostitución «sagrada». Y sus líderes son los primeros en amar esa ignominiosa
conducta. Pero el viento (v. 19), es decir, el torbellino de la invasión asiria, se lo llevará
todo por delante. Será el viento del juicio de Dios. «Ya en el destierro, demasiado tarde,
reconocerán la inutilidad de su idolatría» (Buck). Sólo entonces sentirán sana vergüenza
de sus sacrificios (v. 19, al final). Compárese con Isaías 57:13.
CAPÍTULO 5
Si el capítulo 4 describía el proceso de Israel, el presente describe el veredicto. I. Se
resume primero el pliego de cargos (vv. 1–7). II. Se lee después la sentencia de
destrucción (vv. 8–14), con un rayo de esperanza al final (v. 15).
Versículos 1–7
1. Tres son los estamentos sociales a los que aquí se convoca para leerles la
sentencia (v. 1): Los sacerdotes, encargados de enseñar a los demás la Ley; la casa de
Israel, representada probablemente por los ancianos del pueblo, y la casa del rey, toda
la familia real. En nombre de Dios, el profeta les declara (v. 1b): «contra vosotros es el
juicio, pues habéis sido un lazo (o trampa) en Mizpá y una red tendida sobre el Tabor».
Trampa, red y pozo (en el v. 2) eran términos familiares para los cazadores. Mizpá
(hebr. Mitspáh), al este del Jordán, y el Tabor al oeste señalan los dos extremos del
reino. Los lugares de corrupción quedan mejor señalados aún si, como da por «conjetura
probable» Buck, el setim del versículo 2 («los sediciosos») es una corrupción de
shittim, «lugar en la región montañosa al este del Jordán, donde los israelitas se dejaron
arrastrar por primera vez al culto inmoral de Baal-Peor (Nm. 25:1 y ss.)» (Buck). Un
detalle digno de ser notado es que el castigo de Israel es descrito (v. 2b) como
correctivo disciplinar (hebr. musar, el mismo término de Proverbios 1:8a, entre muchos
otros lugares). A pesar de todas las corrupciones y apostasías, Israel sigue siendo el
pueblo de Dios.
2. Esto se pone de relieve en los versículos 3–5. Nótese el contraste: Aun cuando
ellos no conocen a Jehová (v. 4, al final), Jehová conoce (v. 3) a Efraín, e Israel no le
es desconocido (paralelismo de sinonimia en las dos formas de costumbre: positiva y
negativa). Hay dentro de ellos—dice Dios (v. 4b)—un espíritu de fornicación, una
tendencia habitual, fijada por la obstinación, de la que brotan inevitablemente obras de
inmunda prostitución (vv. 3b, 4a). Pero lo que hace este vicio más irremediable todavía
es la arrogancia de Israel, su soberbia (v. 5). Dice Buck: «Imaginan que pueden ser ellos
su propia ley, salvarse con sus fuerzas y su religión, y ya no sienten necesidad de
abandonarla». Pero esta arrogancia les presta una falsa seguridad, pues Dios asegura que
Israel ¡y Judá! tropezarán, es decir, experimentarán la calamidad y la ruina.
3. En efecto, los versículos 6 y 7 anuncian proféticamente ruina inminente: De nada
les valdrán unos sacrificios (v. 6) en los que Dios no se complace (8:13; Is. 1:11; Mi.
6:6, 7). Jehová se retira de ellos (v. 6, al final) hasta que se arrepientan. «Han
traicionado (v. 7) a Jehová, pues han violado el pacto (6:7; Is. 48:8; Jer. 3:20), han
engendrado hijos bastardos, ya que «sus hijos han seguido su ejemplo y ahora son
extraños a Jehová» (Buck). «La luna nueva los consumirá a ellos y sus heredades» (v.
7b). Esta frase puede entenderse de dos maneras: (A) Los novilunios son festividades
que Dios abomina (2:11; Is. 1:14) y, por eso, Dios los consumirá también en un
novilunio (hebr. jódesh). (B) Como el hebreo jódesh significa igualmente mes, Dios los
consumirá en un mes. Esta segunda versión me parece más natural. Sobre ella, escribe
M. Henry: «Un mes los devorará. Los juicios de Dios hacen a veces una obra rápida
con la gente pecadora. Un mes devora más y más porciones que las que muchos años
pueden reparar».
Versículos 8–15
Se anuncia en estos versículos el castigo de la deportación, después de la insensatez
de Israel, y de Judá, de acudir en busca de auxilio a Asiria Como dice J. M. Myers
(citado por Buck), los dirigentes políticos y religiosos del país «estaban perforando el
tejido de su existencia», pero Dios mismo era la causa última y directa de la decadencia
de Israel, pues era (v. 12) «como polilla a Efraín, y como carcoma a la casa de Judá».
1. Los versículos 8 y 9 dan el toque de alarma, lo cual se hacía con el cuerno de
carnero (hebr. shophar). Dice Ryrie: «Guibeá y Ramá eran altas montañas en el centro
de Palestina, lugares excelentes para tocar alarma». Bet-aven, como sabemos, es el
nombre peyorativo de Betel, a unos 15 km al norte de Jerusalén; lugar, pues, muy
apropiado para sonar allí también la alarma. El castigo es cierto e inminente (v. 9). ¡Que
nadie se engañe! Lo que Dios hace saber en las tribus de Israel es COSA SEGURA.
2. El pueblo de Dios se destruyen unos a otros (vv. 10, 11). Los líderes de Judá se
aprovecharon de la invasión asiria para invadir el territorio israelita (v. 10), lo cual era
un crimen parecido al de desplazar los linderos (Dt. 19:14; 27:17). Por lo que la ira de
Dios (v. 10b) se iba a derramar sobre Judá como una inundación (comp. con Sal. 32:6;
93:3, 4). Conforme a la amenaza de Jehová en Deuteronomio 28:33, «Efraín (v. 11) es
vejado (u oprimido), quebrantado en juicio, porque se complace en seguir su propia
norma» (RV 1977). La última frase de dicho versículo 11 resulta difícil de traducir por
la concisión y ambigüedad del original, que dice así: «le agradó, anduvo tras de la
norma (hebr. tsaw—término ambiguo—)». Creo que la RV 1977 da la mejor versión
posible.
3. Ya vimos el versículo 12. Los versículos 13 y 14 nos describen la insensatez de
Israel y de Judá. Ambos se dan cuenta de su situación extremadamente difícil (v. 13);
Efraín es el que con mayor urgencia necesita remedio y acude a Asiria. Esto sucedió
cuando el rey Oseas de Israel se hizo con el trono al matar a Péqaj (2 R. 15:30) y
sometiéndose al rey de Asiria Tiglat-piléser III, el cual es llamado en el versículo 13b
«rey Yareb», pues el hebreo yareb significa pendenciero (lit., en imperfecto yusivo,
¡que contienda!, lo cual sería como una orden—¿de Dios?—al rey asirio para que
contendiera con Israel). Recordemos (v. Is. 7:17 y ss.) que Judá también había pedido
ayuda a Tiglat-piléser por miedo a sus vecinos Siria e Israel (v. Is. 7:1 y ss.). Los
mensajes de Israel y Judá al asirio habían de surtir el efecto contrario, porque Dios
mismo había de tramar la ruina de ambos (v. 14).
4. El versículo 15 empalma perfectamente con el contexto siguiente, por lo que
aparece en nuestra Reina-Valera bajo el mismo epígrafe. «Voy—dice Jehová—a
volverme a mi lugar.» ¿A qué lugar? A su lugar celeste, pues este versículo no puede
menos de traer a la mente del que esto escribe la marcha progresiva de la shekinah,
desde el templo, en la merkabah que vio Ezequiel (v. Ez. 10:18). La gloria de Dios
volverá definitivamente al templo en el reino milenario del futuro (v. Ez. 43:4). La
última frase del versículo 15 («en su angustia me buscarán») nos lleva a Lamentaciones
5:20–22. Todavía (v. 6:4) el arrepentimiento de Israel será insincero, superficial y
pasajero, pero llegará un día en que la conversión de Israel será un acontecimiento real y
glorioso (v. Jer. 31; Ez. 37; Zac. 12:10–14; Ro. 11:15, 26–29).
CAPÍTULO 6
El empalme con el versículo 15 del capítulo anterior podría dar a entender que los
versículos 1–3 expresan una resolución del pueblo de Israel. Así opinan muchos, con
Ryrie y el propio M. Henry. Buck lo tiene como probable, pero añade: «Parece mejor
considerar estas palabras como dichas por el mismo Oseas». A favor de esto último
militan las expresiones hondas y, al parecer sinceras, de los versículos 1–3. Con todo, el
versículo 4 da a entender que es el pueblo el que habla y que, como en muchas otras
ocasiones, hace promesas que no tarda en olvidar. En todo caso, tenemos aquí: I. Una
especie de súplica o instancia a Jehová (vv. 1–3). II. La respuesta de Jehová (vv. 4–11).
Versículos 1–3
1. Las palabras del versículo 1 nos recuerdan lugares como 5:14; Deuteronomio
32:39; Isaías 30:26; Jeremías 30:17; 50:4, 5. Están fundadas en una segura esperanza de
que Dios no quiere la muerte del impío, sino que se arrepienta y viva, pues Jehová es un
Dios de vida, de misericordia y salvación. Dice en Isaías 45:22: «Volved el rostro a mí y
sed salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios y no hay más» (comp.
con 1 Ti. 2:4–6). Una y otra vez repite: «Convertíos y volveos»; «volveos y me volveré»
(v. Ez. 14:6; Zac. 1:3, 4). Y, apoyado en Joel 2:32, dice Pablo (Ro. 10:13): «Porque
todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo». En efecto, Dios está siempre
presto a salvar, pero es preciso estar dispuestos a abandonar el pecado, pues es lo único
que interpone una barrera en la comunión con Dios (Is. 59:1, 2).
2. El versículo 2 expresa una seguridad de que Jehová salvará definitivamente a
Israel. Dice Ryrie: «después de dos días … en el tercer día. Esto es, en un breve período
de tiempo (v. Lc. 13:32, 33; 2 P. 3:8). La restauración de Israel ocurrirá en la segunda
venida de Cristo (Ro. 11:26)». Es precisamente sobre la base de 2 Pedro 3:8 como ven
muchos en este versículo 2 una velada referencia al lapso de tiempo que habría de pasar
entre esta profecía y la inauguración del Milenio. Puesto que Oseas está diciendo esto a
mediados del siglo VIII a. de C., los dos primeros «días» de mil años habían acabado
hacia el año 1250 de nuestra era; el tercer día estaría, pues, ya muy entrado en estos
últimos años del siglo xx. Dogmatizar, con todo, sobre esto sería apurar mucho la
exégesis y, en fin de cuentas, correría el peligro de lindar en la insensatez.
3. El versículo 3 parece expresar un sincero deseo, no sólo de conocer, sino también
de proseguir en conocer a Jehová, pues Dios sale al encuentro del que le busca con la
misma certeza con que está fijada la salida del sol cada mañana, y como la lluvia
temprana y tardía (comp. con Stg. 5:7). Dice Buck: «En un encuentro personal y
nacional con Dios, los israelitas aprenderán que Dios es fiel como el amanecer, que
aparece un día tras otro». De la lluvia, hace M. Henry esta consideración devocional:
«La gracia de Dios en Cristo es como la lluvia temprana y también como la tardía,
pues, por medio de ella, no sólo se comienza nuestra buena obra de llevar fruto, sino
que también se continúa».
Versículos 4–11
Ya sean las frases anteriores palabras del mismo pueblo o, al menos las últimas (v.
3), del propio Oseas, los versículos 4–6 muestran que el arrepentimiento del pueblo no
existió o fue insincero.
1. Dios se dirige a Efraín (v. 4) como a un hijo díscolo, indócil; con palabras que
nos recuerdan las del mismo Dios en Isaías 5:4, pregunta: «¿Qué haré contigo, Efraín?
¿Qué haré contigo, Judá?» Como si dijese: «Tanto las advertencias como las amenazas
que os he dirigido por medio de mis profetas han caído en saco roto, ¿qué más tendré
que hacer para que abandonéis los ídolos y os volváis a mí? Vuestro amor (mejor que
piedad, pues el vocablo hebreo es el conocido jesed) es como nube (es decir, neblina)
de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece al salir el sol». Los
deseos de reforma eran pasajeros (comp. con Mt. 13:21).
2. El versículo 5 es una justificación del proceder severo de Dios con Su pueblo: «y
mi juicio saldrá como la luz» (al final del versículo; comp. con Sal. 51:4b; Ro. 3:4). Las
dos primeras frases de este versículo 5 conviene leerlas teniendo a la vista lugares como
1 Samuel 15:32, 33; Jeremías 1:10; 5:14; 23:29, y aun Hebreos 4:12; Apocalipsis 19:15.
Lo de tajado, al comienzo del versículo, como el vocablo tallado, nos traen a la
memoria la imagen de una cantera, pero el tallado es con el fin de hacer buen uso del
sillar, mientras que el tajado de que aquí se habla tiene un final de muerte, aunque esto
no puede atribuirse a la obra de Dios por medio de Sus profetas, sino a la mala
disposición de ellos. Dice M. Henry: «Estaban dispuestos a decir que los profetas los
mataban cuando los estaban tratando con lealtad. Ellos eran inconstantes en su religión
(v. 4); por eso, Dios los cortó. El corazón de los pecadores es piedra dura, que requiere
mucho trabajo para hacer de él una figura de talla … Hay personas a quienes los
ministros deben reprender duramente; cada palabra habría de ser cortante, aun cuando el
reprendido huya de la presencia del que lo reprende y lo tenga como enemigo por
decirle la verdad».
3. El versículo 6 repite una idea favorita del Señor ya desde 1 Samuel 15:22.
Traduce espléndidamente Buck: «Pues yo deseo amor (hebr. jesed), y no sacrificio; el
conocimiento (hebr. dáath) de Dios más bien que holocaustos». El Señor Jesucristo citó
la primera parte en lugares como Mateo 9:13; 12:7, y vino a expresar la misma idea en
Mateo 5:23, 24. En la segunda parte del versículo vemos que jesed (amor constante) y
dáath (conocimiento íntimo) son conceptos correlativos (comp. con 1 Co. 8:3).
4. En los versículos 7–11, Dios hace, como dice Buck, «un historial de apostasía» de
Israel y de Judá. Comienza desde atrás (v. 7) y resume las transgresiones. La primera
parte del versículo 7 dice así a la letra en el original: «Mas ellos, como Adán,
transgredieron el pacto». Opina Buck que habría de leerse «beadam», en Adán, más
bien que «keadam», como Adán, y sostiene que es una referencia a Josué 3:16, aunque
«no sabemos—dice—el caso concreto a que se refería Oseas». Es mucho más probable
que no haya por qué corregir el actual texto masorético, y entonces «puede referirse a
los hombres en general, los cuales transgreden los mandamientos de Dios o,
específicamente, al pecado original de Adán» (Ryrie). A este pecado de Adán lo aplica
Henry diciendo: «Como él transgredió el pacto de inocencia, así también éstos
transgredieron el pacto de gracia». En mi opinión, la primera alternativa de Ryrie es la
más probable: los hombres, corrompidos por naturaleza, tienden siempre a transgredir
los pactos de Dios. Varios detalles necesitan análisis:
(A) En el versículo 8 se especifica a Galaad como «ciudad de hacedores de
iniquidad, manchada de sangre». No sabemos si Oseas se refiere aquí a la revuelta de
Péqaj (2 R. 15:25). «De cualquier manera, Galaad tiene reputación de ciudad
sanguinaria, donde no se respeta la vida humana» (Buck).
(B) Más seria todavía es la acusación lanzada (v. 9) contra «la pandilla de
sacerdotes que mata en el camino hacia Siquem (hebr. Shékmah)». Siquem era una de
las ciudades de refugio (Jos. 20:7). Dice Buck: «Tal vez los sacerdotes violaron la ley
del asilo (cf. Nm. 35:22–34) o se hicieron culpables de algunas transgresiones en el
culto». Aunque no sea, sino como curiosa coincidencia, es digna de reseñarse la
consideración de M. Henry de que «en el camino hacia Siquem (piensan algunos)
significa: de la misma manera que el padre de ellos, Leví, con su hermano Simeón,
mató a los siquemitas (Gn. 34) por medio de fraude y engaño».
(C) El versículo 10 quizás no exprese más de lo que ya hemos visto en 5:3; Jeremías
5:30, 31; 23:13. Es posible, sin embargo, que haya alguna alusión a Betel, donde
comenzó la corrupción con la erección del becerro de oro. Finalmente, el versículo 11
da a entender que Judá no se queda atrás (comp. con Ez. cap. 23) y, por tanto, también a
ella le espera su correctivo (comp. con 5:5, 10, 13, 14).
CAPÍTULO 7
2
Este capítulo es una descripción de los muchos crímenes de Israel. Tenemos aquí: I.
Un cargo general contra Israel por los muchos y grandes crímenes con los que habían
obstruido el curso de los favores de Dios hacia ellos (vv. 1, 2). II. Una acusación
particular de las francachelas e intrigas de la corte (vv. 3–7). III. Otra acusación contra
la funesta política del país, al buscar alianzas con las naciones paganas, en lugar de
depender completamente de Jehová (vv. 8–12). IV. Una declaración de las terribles
consecuencias de la perversidad del pueblo y de sus príncipes (vv. 13–16).
Versículos 1–7
1. Los israelitas no quieren ser curados por el método de Dios (v. 1). Los tres
nombres son sinónimos: Israel designa el reino del norte. En ese reino, Efraín es la tribu
principal por ser la de Jeroboam. Samaria es la ciudad capital de dicho reino. La última
parte del versículo 1 muestra que no había seguridad ni dentro ni fuera de los poblados.
Por falta de conocimiento de la santidad de Dios, y, por consiguiente, por falta de temor
de Dios, cometen iniquidad y no se percatan (v. 2) de que sus malas obras les cierran el
paso (Is. 59:1, 2), pues están a la vista de Dios, como dice Moisés, en su salmo-oración:
«Pusiste nuestras culpas delante de ti; nuestras faltas ocultas, a la luz de tu mirada»
(Sal. 90:8).
2. Los versículos 3 y 4 nos describen, con breves pero expresivas frases, la astucia y
la premeditación con que el pueblo maquina sus intrigas contra las autoridades. Oseas
emplea un símil muy apropiado: Así como el panadero controla el calor del horno, y
calcula la temperatura apropiada para una buena cocción del pan, «así los conspiradores
controlan el fuego de sus pasiones para no arruinar sus planes con un celo excesivo»
(Buck).
3. Los versículos 5–7 parecen referirse a un acontecimiento especial de la corona
(cumpleaños o coronación del rey —«el día de nuestro rey», dice literalmente el v. 5—).
En todo caso, estos versículos dan a entender que los asesinos se aprovechan de los
festivales regios, cuando el vino hace su efecto y las víctimas no se aperciben de las
intenciones aviesas de los que se acercan a ellos, con lo que, bien calculadas las intrigas
(v. 6), los asesinos devoran a jueces y reyes (v. 7, comp. con 2 R. 15:10, 14, 25). Ryrie
hace notar que «cuatro de los seis últimos reyes de Israel fueron asesinados». Y, a pesar
de tanto crimen y de tanto desastre, «no hay entre ellos quien clame a mí»—dice Jehová
2
Henry,Matthew; Lacueva,Francisco: Comentario Bı́blico De Matthew Henry.08224
TERRASSA (Barcelona) :Editorial CLIE,1999, S.977
(v. 7, al final), pensando que todo ello no era otra cosa que vicisitudes políticas
inevitables.
Versículos 8–12
Las imágenes con que se describe a Efraín en esta porción son muy expresivas. El
cargo principal contra Israel es aquí su funesta política al buscar alianzas con Egipto y
con Asiria, sin depender enteramente de Jehová su Dios.
1. Al hacer alianzas con los pueblos paganos, Efraín se ha vuelto «débil (una torta
no volteada) y decrépito (como lo evidencian sus canas)» (Ryrie). Quizá lo de «torta a
la que no se ha dado la vuelta» (v. 8b) aluda a una ortodoxia religiosa que está falta de
ortopraxis. ¡El mismo desequilibrio que ronda también a las iglesias! ¡Sardis! Los
extranjeros (v. 9), enemigos de Israel, devoran su vigor sin que él se de cuenta: devoran
su economía, su moralidad, su espiritualidad. Por eso envejece sin percatarse de ello,
como Sansón (Jue. 16:20): «no sabía que Dios se había apartado de él». Al contrario,
se creen arrogantemente estar en plena madurez (v. 10) y se vuelven autosuficientes y
obstinados (v. 10b): «no se vuelven a Jehová su Dios, ni lo buscan con todo eso».
2. Al obrar de manera tan estúpida en su política exterior, Israel es comparado (v.
11) a una paloma incauta, sin entendimiento, estúpida, que sale de un peligro para
meterse en otro. Pero, para castigo y, por fortuna para ellos, para correctivo, van a caer
finalmente (v. 12) en la red de Dios. La última frase del versículo 12 dice así conforme
al texto masorético del original: «los castigaré conforme al anuncio hecho a la
congregación de ellos» (v. Lv. 26:14–39; Dt. 28:15).
Versículos 13–15
1. El versículo 13 comienza con un «¡ay de ellos!» Como hace notar Buck, «esta
frase, usada con frecuencia por los profetas (cf. Os. 9:12; Is. 3:9, 11; Jer. 13:27, etc.), es
amenaza y amonestación; también cierta desilusión, pues a pesar del amor de Dios, se
han alejado de Él». En lugar de agradecer los muchos y grandes beneficios recibidos de
Jehová, y esperar de Él, solamente de Él, la salvación, estos malos hijos se apartaron de
Él, que era su nido bueno y seguro, se rebelaron contra Él, fueron desleales a Su pacto,
y hablaron mentiras contra Él. «Hablan mentiras contra Él al no reconocerlo como
única fuente de seguridad y refugio» (Buck).
2. En el versículo 14 vemos que, en lugar de clamar sinceramente a Dios aúllan,
como lobos, sobre sus lechos, no por arrepentimiento, sino de rabia por el dolor del
castigo (comp. con Ap. 9:20, 21; 16:21). Sólo les interesaban sus provisiones
materiales, como al rico de Lucas 12:16–21. El texto masorético de mayor aceptación
tiene (en el v. 14b) yithgoráru («se congregan»), pero hay no menos de veinte MSS
hebreos (también los LXX) que leen yithgodádu («se hacen incisiones»—como en 1 R.
18:28—), lo cual estaba severamente prohibido por la Ley (Lv. 19:28; 21:5; Dt. 14:1).
El versículo 15 da a entender que usaban contra Dios precisamente lo que Él les había
dado: con los productos que Jehová bendecía, servían a los ídolos.
3. «Se vuelven (“apuntan”—podríamos decir, para seguir el símil—), pero no (hay)
altura» (lit.), es decir, el tiro no da en el blanco, los clamores de ellos no llegan al cielo,
porque son «como arco engañoso, traicionero». Dice Buck: «Traicionero puede
llamarse a un arco que se rompe y hace fallar el tiro. En sentido figurado, arco
traicionero (cf. también Sal. 78:57) puede llamarse a una persona que defrauda las
esperanzas que se habían puesto en ella. En este sentido, es muy apta la figura para ser
aplicada a Israel». Y puesto que sus lenguas (v. 16b) han sido insolentes, serán
escarnecidos por las lenguas de sus enemigos. Dice Buck: «Muchos israelitas que
oyeron estas palabras de Oseas vivieron lo suficiente para verlas cumplirse. Unos doce
años más tarde, en 722–721, Asiria destruyó a Samaria y al reino del norte, y Egipto
pudo reírse del desconcierto de Israel».
CAPÍTULO 8
Siguiendo la división de Buck, tenemos en este capítulo: I. Una como alarma de
guerra (vv. 1–3). II. Descripción de la anarquía política y religiosa de Israel (vv. 4–7).
III. Lo cual ha puesto a Israel al borde del desastre (vv. 8–10). IV. Los israelitas son
arruinados por falta de religión y sobra de lujo (vv. 11–14).
Versículos 1–7
1. «Pon trompeta a tu boca» (v. 1). El profeta tiene que actuar como vigía que da la
voz de alarma, porque viene (el enemigo) como un águila sobre la casa de Jehová. El
enemigo (Asiria), tan conocido que el texto sagrado ni lo menciona, se va a precipitar
sobre Israel con la fuerza y la rapidez de un águila. La causa de este castigo es que los
de la casa de Israel quebrantaron el pacto de Jehová y se rebelaron contra Su ley (v.
1b), donde vemos que hay un paralelismo de sinonimia entre pacto y ley. Jehová llevó
como un águila a Israel (Dt. 32:11) después de sacarlo de Egipto, y hace que Sus
devotos se rejuvenezcan como el águila (Sal. 103:5; Is. 40:31), pero el águila de Asiria
no viene a dar fuerzas, sino a devorar.
2. Los versículos 2 y 3 nos muestran la insinceridad de Israel cuando profesan ser el
pueblo del pacto. El versículo 2 nos recuerda las frases de Mateo 7:21–23. El Señor
viene a decirles como en Isaías 29:13, palabras que Cristo cita en Mateo 15:8, 9 (v.
también Ez. 33:31). El bien (v. 3) que Israel ha desechado es la aceptación y obediencia
de los mandamientos de Dios (comp. con Dt. 30:15; Am. 5:14; Mi. 6:8). Por tanto, el
castigo es inevitable e inminente. Dice R. F. Horton (citado por Buck): «Las palabras de
religiosidad no serán aceptadas en lugar de las obras, aunque las obras sí podrían tomar
el lugar de las palabras». Los pecados de Israel se especifican en los versículos 1, 4, 5, 9
y 11.
3. Los versículos 4–6 nos declaran los comienzos de la historia del reino del norte,
comienzos malos que no pudieron menos de tener consecuencias funestas. Es cierto que
a Jeroboam se le había profetizado, por medio de Ajías (1 R. 11:29), que sería rey de
Israel, pero esa profecía no significaba que fuese aprobado por Dios (v. 4). Las leyes
sobre violaciones del tráfico normal no significan que aprueben dichas violaciones. Lo
de «no lo supe» del versículo 4b equivale a «no lo aprobé». En el espacio de 200 años
(desde el 922 a. de C. hasta el 722) hubo en el reino del norte (Israel) 19 reyes, mientras
que en 335 años (desde el 922 a. de C. hasta el 587) hubo en Judá solamente 20 reyes. A
continuación (vv. 5, 6), Dios repudia el becerro de oro que Jeroboam mandó erigir en
los dos extremos del reino. Es cierto que la intención de Jeroboam, como antiguamente
la de Aarón, fue tener una representación de Jehová como verdadero Dios de la
fertilidad, para que no añoraran el templo de Jerusalén. En efecto, en un pueblo agrícola,
como era Israel una vez establecido en Palestina, el becerro era símbolo de fuerza y
energía, pero los cananeos usaban un símbolo parecido para Baal, por lo que el peligro
para Israel era manifiesto.
4. El versículo 7, «siembran viento y recogerán tempestad», es un proverbio que nos
recuerda Gálatas 6:7. La siembra y la cosecha se apoyan en tres leyes biológicas: (A)
Por la vitalidad misma de la semilla es inevitable que algo haya de brotar (ley de la
siembra). (B) Por la identidad de especie entre la semilla y el brote, ha de recogerse algo
semejante a lo que se siembra (ley de la uniformidad). (C) Y, por la finalidad de la
sementera de convertirse en cosecha, lo que se siembra se recoge multiplicado (ley del
aumento). El mal y el bien son como una bola de nieve, que aumenta según avanza. El
versículo 7 debe leerse así: «Porque viento sembraron y tempestad cosecharán; el tallo
no dará espiga (lit. cabeza), ni producirá harina; y aunque la llegase a producir, la
devorarán extranjeros».
Versículos 8–14
1. No sólo las cosechas de Israel serán devoradas por extranjeros, sino que Israel
mismo será pronto (v. 8) engullido (mejor que devorado). Y, al cambiar de metáfora,
prosigue: «pronto será entre las naciones como vasija de desecho», vaso inútil, de
deshonra para su amo y que, por su carencia de valor, no merece la pena tenerlo en casa.
Luego (v. 9) compara Oseas a Israel a un asno montés, lo que nos recuerda aquello de
Jeremías (Jer. 2:24), y alude a la infidelidad de Israel: «asna montés acostumbrada al
desierto, etc.». Los asnos monteses suelen ir en grandes manadas. Dice Buck: «Cuando
uno de ellos se separa de la manada, vaga taciturno, sin rumbo fijo. Tal vez este aspecto
fue lo que hizo a Oseas comparar a Israel con un asno salvaje». Pero este asno montés,
que es Efraín, no se halló a gusto vagando a solas, sino que, como en el caso de
Jeremías 2:24, se dejó llevar de la lujuria espiritual, la idolatría, y fue en busca de apoyo
a las naciones paganas y a sus falsos dioses. Una vez más se repite la idea (comp., por
ej., con Ez. 16:33, 34) de que, al revés que las rameras ordinarias, Israel alquila por
dinero a sus amantes; es él quien les paga. Dice Buck: «Esta expresión contiene una
alusión obvia a los tributos y regalos con los cuales Israel buscaba la alianza y ayuda de
asirios y egipcios».
2. El versículo 10 alude precisamente a esos regalos con que Israel quería
bienquistarse con asirios y egipcios, pero Dios le va a poner en el pecado la penitencia,
pues va a juntar a todos esos amantes contra él (v. Ez. 16:37), quienes lo desnudarán y
devorarán; quedará aplastado bajo el peso (v. 10b) de la enorme contribución que le va
a exigir el rey de los príncipes, es decir, el rey de Asiria (v. Is. 10:8); se cierne sobre la
cabeza de Israel la deportación «por un poco de tiempo», aunque el hebreo sugiere más
bien otra versión: «comenzarán a debilitarse (lit. a disminuir)», como traducen la Biblia
de las Américas y la Nueva Versión Internacional.
3. Los versículos 11–13 deben leerse como en la Nueva Versión Internacional,
donde dicen así (por su claridad, apenas necesitan comentario, que intercalaremos en el
texto): « Aun cuando Efraín haya erigido muchos altares para ofrendas por el pecado,
se han convertido en altares para pecar. Escribí para ellos las muchas cosas de mi ley,
pero ellos las consideraron como algo extranjero. 0frecen sacrificios dedicados a mí y
se comen la carne (comp. con 1 S. 2:12–17), pero Jehová no se agrada en ellos. Ahora
se acordará de su iniquidad y castigará sus pecados; ellos (enfático en el original)
volverán a Egipto». Aclara Buck: «Habrán de volver a Egipto (cf. 9:3, 6; 11:5), es
decir, volverán al estado de cautiverio que tenían antes, cuando fueron sacados de
Egipto». En realidad, hubo algunos que, al huir de Asiria (722 a. de C.), escaparon
efectivamente a Egipto (comp. con Dt. 28:68). ¡Cuántas veces habían deseado volver a
Egipto mientras vagaban por el desierto! ¡Al Egipto de la esclavitud y del pecado! «El
perro, al vómito; y la puerca lavada, al cieno» (2 P. 2:22, que cita Pr. 26:11).
4. Esta suerte les espera por haber olvidado Israel (v. 14) a su Hacedor, o Creador
(según el contexto de Is. 51:13). ¡Olvido del Creador, de quien dependemos en todo!
(Hch. 17:25, 28). Ha compensado este olvido del Hacedor edificando grandes palacios
(mejor que templos, pues este vocablo da la idea de santuario). Al seguir en la misma
línea de orgullo y autosuficiencia, Judá multiplicó ciudades fortificadas (lit.
inaccesibles o inexpugnables). Los ricos líderes del pueblo han construido para sí
palacios (comp. con Hag. 1:4), también fortificados, pues el último vocablo del
versículo 14 (armenoteiah) significa «ciudadelas de ella» (¡curioso cambio de género
después de «ciudades de él»!) Pero de nada les van a servir sus fortificaciones y sus
falsas seguridades: «Enviaré fuego—dice Dios—en sus ciudades y consumirá sus
ciudadelas» (v. 14b. Lit.).
CAPÍTULO 9
En este capítulo: I. Dios amenaza con quitarle a esta degenerada descendencia de
Israel todas las comodidades mundanas de que disfruta (vv. 1–5). II. Los destina a la
ruina por sus pecados y por los pecados de sus profetas (vv. 6–8). III. Les echa en cara
la iniquidad de sus padres, cuyas pisadas siguen ellos (vv. 9, 10). IV. Les amenaza con
privarles del todo de descendencia (vv. 11–17).
Versículos 1–6
1. En estos versículos el profeta se refiere a las fiestas que se celebraban durante la
siega o, más probablemente, durante la cosecha de otoño (frutas, uvas, olivas, etc.). En
estas fiestas ofrecían sacrificios y libaciones, cánticos, etc., pero seguían ahora las
costumbres paganas de sus vecinos, contaminándolo todo con las prácticas licenciosas
del culto a Baal al que atribuían la fertilidad. De ahí las fuertes frases del profeta. No
todos se atreverían a proferir las frases de los versículos 7 y 8, por ejemplo. Nótese que
no dice (v. 1): «No te regocijes», sino: «No te regocijes como los demás pueblos»
(comp. con 1 Ts. 4:13). Dios no prohíbe la alegría; más aún, la quiere (v. Fil. 4:4). Pero
la alegría del pueblo de Dios tiene que ser distinta de la del mundo (v. Pr. 29:6). Esto es
lo que se le echa en cara a Israel aquí: que no se distingue de los demás pueblos.
2. En un principio Israel trató de servir a los baales, pero sin abandonar su profesión
religiosa de ser pueblo de Jehová. Pero no se puede servir a dos señores que reclaman
todo el tiempo y toda la vida. No se puede adorar a dos dioses, e Israel (vv. 2–6) ha
abandonado a Jehová al irse a Baal, ¡ha roto el pacto! Por eso, también Jehová se
apartará de ellos y hará que les falte el fruto de la tierra (v. 2), para que vean lo inútil de
acudir a Baal. Todavía se llama (v. 3) «la tierra de Jehová», pero el pueblo no merece
estar en ella; así que marcharán a Asiria (v. 3b) y a Egipto (v. el comentario a 8:13). La
vara correctiva de Dios los arrojará precisamente a los países en los que habían pensado
hallar ayuda. Allí—dice—«comerán viandas inmundas» (v. 3, al final), por ser
inmundos los países, por ser ofrecidas a los ídolos y aun por no reunir las condiciones
que la Ley exigía (comp. con Ez. 4:13; Dn. 1:8).
3. Su alimento, en realidad (v. 4), había de ser «pan de enlutados», es decir,
inmundo. Dice Buck: «Durante los siete días de luto, todo lo que rodeaba al cuerpo se
consideraba inmundo, hasta el pan que se comía en casa del muerto (cf. Dt. 16:24)».
¡Tener que comer por necesidad lo que tanto les repugnaba! Por eso, dicho pan no se
podía poner en la mesa de los panes de la proposición. ¿Qué harán, pues, al ser
inmundos, en los días festivos de Jehová? (v. 5). En vez del gozo festivo, tendrán el
duelo fúnebre (v. Sal. 137:3).
4. El profeta los ve ya (v. 6) que marchan a la deportación. Menfis, la más antigua
de las capitales de Egipto, famosa por sus pirámides, será la tumba solitaria, y olvidada,
de los deportados. Donde antes estaban sus moradas suntuosas y escondían sus cofres
llenos de oro y de plata (v. 6b), la desolación será tan grande que solamente crecerán
ortigas y espinos, que son siempre símbolo de asolamiento y soledad desértica.
Versículos 7–9
Esta porción se abre y se cierra con la amenaza seria de castigo por parte de Dios;
especialmente, por la insensata reacción del pueblo contra las advertencias del profeta,
quien, de parte de Dios, no quería la ruina del pueblo, sino su curación (v. 7:1).
1. Aunque el texto masorético actual dice en el versículo 7: «… conocen (los de)
Israel: licencioso (hebr. ewil) el profeta, y loco de rabiar (hebr. meshuggá) el varón del
espíritu» (lit.), varios de estos vocablos llevan encima un circulito blanco, lo cual indica
que la lectura es problemática. En especial, es muy problemática la lectura yedú
(conocen), siendo más probable la lectura yariú (claman), con lo que el sentido queda
completamente claro: «Los de Israel claman que es estúpido el profeta, e insensato el
varón del espíritu». Dice Ryrie: «El pueblo reaccionaba contra las sombrías
admoniciones de Oseas, y declaraba que era un loco, cuando en realidad era el vigía de
la nación». Le llaman «el hombre del espíritu» en sentido despectivo, por supuesto.
2. En efecto (v. 8), Oseas es el centinela de Efraín, que no habla por cuenta propia,
pues es un profeta; … junto con mi Dios», dice; y precisamente por decir la verdad de
parte de Dios, el profeta (v. 8b) halla en todos sus caminos el lazo del cazador, la
trampa en la que quieren hacerle caer sus malvados oyentes, hostilidad en la casa de su
Dios. Dice Buck: «Parece ser que aun en el santuario encontraba solamente oposición y
hostilidad». A no dudar, los sacerdotes mismos eran sus más fuertes oponentes, como le
ocurrió al propio Señor Jesucristo.
3. Tanto se han rebajado los enemigos de Oseas que han llegado a descender al nivel
(v. 9) de lo que pasó en Guibeá (v. Jue. 19:16 y ss.). No es que intentasen hacer con el
profeta lo que los de Guibeá habían hecho entonces con la concubina del levita, pero le
trataban tan afrentosamente como había sido tratado entonces el levita a quien
pertenecía dicha concubina, es decir, sin ningún miramiento a su condición de
mensajero de Jehová y centinela de Israel.
Versículos 10–14
1. En los comienzos de la nación de Israel (v. 10), Dios se complacía en Su pueblo
como quien halla en el desierto uvas refrescantes y los primeros frutos de la higuera.
Recordemos que Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel y lo constituyó nación especial
Suya en el Sinaí. A pesar de sus quejas y murmuraciones, Dios les amaba y se
complacía en ellos, conforme lo dieron a entender las bendiciones de Balaam (contra su
voluntad). En efecto, los buenos padres castigan en secreto a sus hijos, pero no los
rebajan públicamente ante los extraños. Pero (v. 10b), justamente después de estas
bendiciones, al llegar a Baal-peor, se consagraron a la ignominia. En Números,
capítulo 25, se nos narra la abominable conducta de Israel en Sitim, al adorar al Baal de
Peor y al cometer groseras inmoralidades, hasta que Fineés (hebr. Pinjás) aplacó a Dios.
2. Por eso (vv. 11, 12), la gloria de Efraín, aquella relación única del primogénito de
Jehová, se marchará volando cual ave y, con ella, se marchará también la prosperidad,
especialmente la fecundidad, que tanto apreciaban ellos y por la que rendían culto al
dios (Baal) y a la diosa (Aserá o Astarté) de la fertilidad: «no habrá (v. 11b)
nacimientos, pues no habrá embarazos; no los habrá, porque no habrá concepciones».
La esterilidad, tan temida hasta ser considerada como una maldición de Dios, será el
triste destino de las mujeres de Israel (comp. con el v. 14). Los hijos ya crecido« (v. 12)
morirán prematuramente.
3. La lectura del versículo 13 resulta problemática, como puede verse en la
excelente edición crítica de Stuttgart, pero todavía puede seguirse sin inconsistencias en
nuestra Reina-Valera: Aun cuando Efraín goza de excelentes condiciones en cuanto al
clima y al suelo, sus hijos están destinados a la masacre. Según la lectura apoyada en los
LXX, Buck traduce así el versículo 13 «Efraín, como la cierva cría a sus hijos para ser
cazados, así Efraín tiene que entregar a sus hijos a la matanza». El versículo 14 ha de
leerse como aparece en la mayoría de las versiones modernas (entre ellas, la NVI y la
Biblia de las Américas): «¡Dales, oh Jehová! ¿Qué les has de dar? ¡Dales matriz que
aborte y pechos secos!» (comp. con Lc. 23:29). Oseas ama a su pueblo, pero no puede
pedir otra cosa que lo que Dios quiere y ellos se merecen (comp. con Jer. 2:2).
Versículos 15–17
Guilgal era un lugar (v. 15) de doble mal recuerdo: 1. Había sido corrompido con la
adoración del pueblo a Baal. 2. Había sido profanado por la petición que allí hizo el
pueblo de que se les diese un rey como lo tenían las demás naciones, y la proclamación
de Saúl por primer rey de Israel (1 S. 11:14, 15), por capricho del pueblo, no conforme
al corazón (al designio) de Dios. Allí, pues, es donde comenzó Dios a tenerles aversión.
Buck hace aquí un comentario (sobre lo de «no los amaré más») que necesita
aclaración: «Oseas no favorece la distinción de los modernos escritores de
espiritualidad, según la cual Dios odia el pecado, pero ama al pecador. El pecado,
después de todo, no existe fuera del hombre que peca, al rechazar el amor de Dios. Dios,
por tanto, ha de odiar al pecador mismo, en este caso, Israel». Es extraño que el erudito
jesuita sufra aquí una tremenda equivocación, que habría podido evitar al recordar la
distinción que, a no dudar, le habrían enseñado sus profesores de teología: En cuanto al
amor de complacencia, Dios no se complace en el pecador (por santo que haya sido o
haya de ser después) mientras permanece en su pecado, sin arrepentimiento ni confesión
a Dios; pero con amor de benevolencia, Dios ama a todos aquellos que, en Su soberana
gracia, ha predestinado a ser modelados conforme a la imagen de Su Hijo (Ro. 8:29),
aunque, al presente, estén sumidos en las mayores profundidades del pecado (v. también
Ro. 5:6–10); en cuanto a Israel, v. Romanos 11:29.
Lo de «los echaré de mi casa» (v. 15b) no significa que los arrojará del templo, sino
del país (comp. con v. 3). Nótese que el verbo garash (sacar o arrojar) significa, en su
raíz, repudiar o divorciar. La razón principal es la apostasía de los dirigentes (v. 15, al
final), quienes, con su mal ejemplo, arrastran consigo al pueblo.
Los versículos 16 y 17 dan una primera impresión de rechazo definitivo, pero basta
leer 11:8–11 para convencerse de lo contrario y rebatir a todos los que sostienen que
Dios ya acabó con Israel como pueblo Suyo y que cada israelita, en plan individual, está
al mismo nivel que los gentiles en todo y por todo (v. el comentario a Gá. 3:28). Lo de
«andarán errantes entre las naciones» (v. 17b) es, al fin y al cabo, el cumplimiento de
la amenaza que Jehová les había hecho en Deuteronomio 28:64, 65. Nos recuerda, por
otra parte lo de Caín en Génesis 4:14: «… seré errante y extranjero en la tierra». A
todo Hijo Pródigo le ocurre algo parecido.
CAPÍTULO 10
I. Al pueblo de Israel se le acusa aquí de groseras corrupciones en el culto de
adoración a Dios (vv. 1, 2, 5, 6, 8). II. También se les acusa de corrupción en la
administración de los asuntos civiles (vv. 3, 4, 7). III. Igualmente se les acusa de imitar
los pecados de sus padres y de persistir en sus propias iniquidades (vv. 9, 11). IV.
Finalmente, se les invita con insistencia a que se arrepientan y cambien de conducta (vv.
12–15).
Versículos 1–8
1. Vuelve Oseas a la carga (v. 1) de lo que ha dicho en 8:4, 11: «Israel es una
frondosa viña, que da abundante fruto para sí mismo». Nótese ese «para sí mismo»,
que nos recuerda lo de Lucas 12:21. Lo peor es que, a medida que prosperaba, se hacía
rico y tenía mayor abundancia de todo bien material, tanto mayor era su afición a los
ídolos, y más bellos y costosos eran los ídolos que para sí fabricaba (comp. con 8:4).
2. «El corazón de ellos está dividido»—dice (v. 2), pues honran a Jehová con los
labios, pero el corazón se les va, en realidad, hacia Baal—. «Pero ahora—dice—lo van
a pagar; Jehová demolerá sus altares, destruirá sus ídolos». El verbo hebreo para
«demolerá» (yaarof) designa la rotura del cuello de un animal, cosa muy apropiada
tratándose de ese novillo indómito que es Efraín. El versículo 3 no necesita el arreglo
que dice Buck («¿No tenemos un rey? Pero, si no tememos, etc.»), pues el hebreo está
clarísimo en el original: «Pues ahora dirán: No tenemos rey, porque no temimos a
Jehová, y ¿qué haría el rey por nosotros?» (lit.). Dice Ryrie: «No tenemos rey, esto es,
ninguno digno de ese nombre, pues sus reyes hacían pactos sin valor». Sin embargo,
opino que dicha afirmación del pueblo tiene otro sentido: el rey nuestro es sólo una
marioneta de Asiria. Dice Buck: «Esto puede ser una referencia al rey Oseas, que había
sucedido a Péqaj en el trono y se había sometido inmediatamente a Asiria».
3. El versículo 4 viene a decir que así como las hierbas venenosas echan a perder las
plantaciones, así también la falsedad y la doblez corrompen la rectitud moral y,
especialmente, la rectitud de juicio. El hebreo del versículo 5 dice becerras, en
femenino, probablemente porque la fertilidad se atribuye especialmente a las hembras,
pero es seguro que Oseas alude a los dos becerros de oro que Jeroboam mandó erigir (v.
1 R. 12:28): uno, en Dan; otro, en Betel, que, como siempre en Oseas, es llamado Bet-
aven en señal de desprecio y aborrecimiento. Al comentar los versículos 5 y 6, dice
Buck: «Si el rey no puede ayudar, ¿podrá el becerro de oro? La respuesta de Oseas es
irónica: el becerro de Bet-aven, no sólo no podrá ayudar, sino que será ocasión de
mayor ansiedad, cuando vean que es llevado a Asiria como oblación para el gran rey».
Lo cual será una señal simbólica de la victoria del dios de Asiria sobre el dios de los
vencidos. Como en 5:13, el hebreo dice (v. 6): «… al rey Yareb» (v. el comentario a
dicho lugar).
4. La magnitud del castigo de Israel por su pecado es descrita en términos muy
fuertes (vv. 7, 8): Samaria es cortada, desaparece del mapa, y su rey es como astilla
(mejor que «espuma»), traída y llevada por las encrespadas olas del mar. Serán
destruidos (v. 8) los lugares altos, donde Israel se prostituía espiritual y sexualmente, de
Aven, esto es, de Bet-aven, el pecado de Israel, llamado así por haber sido como una
especie de «pecado original» del reino del norte, pues su apostasía comenzó con la
adoración del becerro de oro en aquel lugar; y (v. 8b) «crecerán cardos y abrojos sobre
los altares donde antes se elevaba el humo de los sacrificios» (Buck). La fraseología del
versículo 8b expresa una destrucción apocalíptica, como puede verse por la cita que
hacen de este lugar Lucas 23:30; Apocalipsis 6:16; 9:6.
Versículos 9–15
En estos versículos vemos el resultado terrible del pecado de Israel.
1. De nuevo se menciona en el versículo 9 lo de Guibeá (comp. con 9:9), que
siempre fue «emblema de sensualidad grosera y cruel (Jue. 19)» (Ryrie). Lo de «allí
tomaron posiciones» es como si dijera: «allí fue donde estalló la rebelión». Por cierto,
hay quienes leen maradu (se rebelaron) en lugar de amadu (se estacionaron). «Hijos
de iniquidad» (v. 9, al final) es una expresión semítica corriente, que ya conocemos
bien, y señala como una identificación muy estrecha de la persona con la iniquidad. El
doble crimen que se menciona al final del versículo 10 no es probable que sean los «dos
males» de Jeremías 2:13, ni la «lascivia y autosuficiencia», según opina Buck («parece
ser»—dice—), sino, como dice Feinberg, los dos becerros de Dan y Betel.
2. Lo de «novilla domada» (v. 11) parece, a primera vista, contradecir lo de 4:16 y
Jeremías 31:18, donde se llama precisamente a Efraín «novilla (o novillo) indómita»,
esto es, no domada; pero las expresiones no son contradictorias, sino complementarias,
pues se refieren a diferentes tiempos. El significado del versículo 11 es el siguiente:
Efraín es como una novilla de tres años, que ha sido tratada generosamente por su amo
(Jehová), pues no le ha puesto yugo ni bozal, y le ha permitido comer libremente
mientras da vueltas trillando (v. Dt. 25:4). De esta forma, engordó demasiado (Dt.
32:15) y tiró coces, es decir, se hizo indómita y abusó de la libertad que Jehová le había
concedido, por lo que va a ser sometida al yugo («yo pasaré el yugo sobre su lozana
cerviz»—v. 11b—) y a dura labranza, esto es, Jehová la va a llevar por el camino del
sufrimiento.
3. Para segar amor (jesed) es menester (v. 12) sembrar justicia (tsedaqáh, rectitud
moral), y es preciso roturar la tierra abandonada (comp. con Jer. 4:3), porque es el
tiempo de buscar a Jehová (comp. con 12:6; Is. 55:6), hasta que venga, como Salvador
de Israel, a enseñar justicia (hebr. tsedeq). Esta última frase es muy expresiva en el
hebreo, pues dice: «y llueva justicia para vosotros», lo que nos recuerda Isaías 45:8. Se
notan los ecos escatológicos (v. Jer. 31:27–40; 32:37; 33:26; Ez. 36:24 y ss., y las
consiguientes referencias en el Nuevo Tetamento). Sobre la necesidad de ese «roturar el
barbecho», de que habla aquí (v. 12b) Oseas, dice Buck: «No pueden esperarse frutos
de religiosidad si no se aplica ninguna disciplina religiosa, si no se rompen hábitos
inveterados, si el corazón y el carácter no se reforman a fondo». En realidad, el
barbecho tiene que dar paso a una vida nueva.
4. Israel ha segado lo que sembró (v. 13, comp. con Job 4:8; Pr. 22:8; Gá. 6:7, 8), lo
contrario del versículo 12 (comp. con 4:2; 7:3; 11:12), por confiar en sus caminos (o en
sus carros de guerra, como vierten los LXX) y en la multitud de sus valientes guerreros
(mejor, fuertes; hebr. guibboreikhá—el mismo vocablo de Is. 9:6—). En cuanto al
Salmán del versículo 14, opina Buck que es «probablemente Salamanu de Moab, un
contemporáneo de Oseas», pero tanto Feinberg como Ryrie están a favor de
interpretarlo como Salmanasar V de Asiria. Bet-arbel podría ser la que los griegos
llaman Arbela, o «la actual Irbid, en Transjordania, unos 15 km al norte de Ramot-
Galaad» (Buck). La frase final: «cuando la madre fue aplastada con los hijos», es una
nota que pone de manifiesto la crueldad asiria.
5. Así, de forma parecida a como Salmanasar destruyó a Bet-arbel con destrucción
completa (v. 14), destruirá Jehová (v. 15) a Israel «por la maldad de vuestra maldad»—
dice literalmente el original hebreo, en una frase que trae a la memoria aquello del
«extremo de la pecaminosidad» de que habla Pablo en Romanos 7:13 (al final)—. No
obstante, todavía llama Dios a Israel «casa de Dios» (hebr. ¡Beth-el!), con lo que
todavía resalta más el contraste, casi paradójico, de que Dios vaya a destruir Su propia
casa; y eso, total y rápidamente: «al rayar el alba» (v. 15b); es decir, «con la rapidez y
celeridad con que aparece la aurora después de un sueño tranquilo» (Buck). ¡Hay que
estar en vela!
CAPÍTULO 11
Aquí vemos: I. La gran bondad de Dios hacia su pueblo Israel (vv. 1, 3, 4). II. La
ingrata conducta de ellos hacia Él (vv. 2–4, 7, 12). III. Amenazas airadas contra ellos
por su conducta traicionera (vv. 5, 6). IV. La misericordia es recordada en medio de la
ira (vv. 8, 9). V. Las promesas de lo que Dios haría todavía por ellos (vv. 10, 11). VI.
Parece ser, según la lectura más probable, que Judá todavía conserva algo digno de
alabanza (v. 12).
Versículos 1–4
«La nota dominante de los cuatro últimos capítulos del libro—dice Feinberg—es el
amor de Dios.» Y Buck, por su parte, añade: «Este capítulo es único, no sólo en Oseas,
sino en el Antiguo Testamento. Nos da la más bella descripción del amor de Dios».
1. Entre tantos pueblos circunvecinos, Dios amó a Israel (v. 1) cuando era niño y
esclavo. No escogió a Egipto con su avanzada cultura, ni a Fenicia con su prosperidad
comercial, ni al imperio asirio con su poder militar, sino al pueblo hebreo, un pueblo de
pastores nómadas y, más tarde, de labradores. «La elección—dice Buck—se puede
expresar con los términos “escoger” (Dt. 7:6), “adquirir” (Éx. 15:16) y “conocer” (Am.
3:2). Aquí, en las palabras de Jehová, se contiene toda la realidad de la elección: Yo le
amé.» El amor es soberano, libre, espontáneo. Es curiosa la cita del versículo 1b («de
Egipto llamé a mi hijo») en Mateo 2:15, donde es aplicada a Cristo, con lo que se
observa, una vez más, esa identificación del Mesías-Cristo (el Escogido y el Ungido)
con Su pueblo (v. también He. 11:26; 13:13 y 1 P. 4:14).
2. Cuanto más les llamaban a gritos (hebr. qarú) (v. 2) los profetas, más se
alejaban ellos de Dios. Desde la «niñez» como pueblo, se mostraron, una y otra vez,
rebeldes, rompieron el pacto y practicaron el más infame adulterio espiritual («¡almas
adúlteras!»—Stg. 4:4—). Pero Jehová no se desanimaba por eso: «Con todo (v. 3), yo
(enfático en el original) (fui quien) le enseñé a andar a Efraín, para que sus pasos
fuesen rectos (v. Is. 55:8), tomándole en brazos cuando se cansaba, «y no conocieron,
no se dieron cuenta, de que yo los curaba (hebr. refatim) cuando se lastimaban como se
suelen lastimar los niños». No eran los baales los que hacían esto, sino Jehová, el único
Dios vivo y verdadero.
3. Nótese la ternura del versículo 4: «Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas
de amor …»; no como a las bestias de tiro o de carga, a quienes se sujeta y atrae con
fuertes y ásperas sogas, sino con los hilos de seda del amor (comp. con Jn. 6:44). Dios
no fuerza a nadie, sino que atrae—como los labradores que le quitan el yugo a la yegua
o al mulo cuando vuelven a casa después de trabajar, y se inclinan para darles de comer
ellos mismos (v. 4b)—. Cuenta Feinberg algo que él mismo presenció en San Antonio,
Texas (U.S.A.), después de uno de sus mensajes allí: «Una madre joven, con una hija
muy crecida recostada en una almohada, se puso en los primeros bancos de la iglesia.
La hija tenía ahora cuatro años, pero era totalmente incapaz ni aun de llevarse a la boca
el alimento. Escasamente podía tragar. Cada día se veía obligada la madre a darle de
comer durante seis horas. No necesito decirles cuán desolada se hallaba esta madre por
el lastimoso estado de esta criatura que no podía responder a su amor, aunque con
verdadera sumisión cristiana agradecía a Dios esta carga que la acercaba más a Dios en
busca de una ayuda más plena». En King Lear dice Shakespeare: «¡Más afilado que el
diente de una serpiente es tener un hijo ingrato!»
Versículos 5–7
Esta porción forma como un paréntesis de desánimo, después de lo que antecede, lo
mismo que a la vista de lo que sigue (vv. 8–11).
1. Sólo la Nueva Versión Internacional—de las que conozco—lee el versículo 5 con
signos de interrogación, no sé con qué fundamento. La versión Reina-Valera es correcta
y no hay por qué alterarla en este punto. Nótese que el original usa el mismo verbo
hebreo (shub) para el «volverá» de comienzos del versículo 5 y para el «convertirse»
del final. El significado real del verbo hebreo jalah, con que comienza el versículo 6, es
«girar rápidamente de un lado a otro»; se expresa así la tremenda carnicería que, en
poco tiempo, producirá la espada enemiga en las ciudades de Israel, destruirá también
las barras con que atrancaban las puertas y, como dice literalmente el hebreo en la
última frase del versículo 6, «los devorará (la espada) a causa de los designios de
ellos».
2. El versículo 7 es traducido de varias maneras por causa de su ambigua concisión;
además, el texto masorético actual abunda en circulitos de perplejidad en las ediciones
críticas. Caben dos versiones (como las más probables): (A) La NVI—adherida al texto
actual—traduce: «Mi pueblo están determinados a apartarse (lit. volverse) de mí. Aun
cuando llamen al Altísimo, de ningún modo los exaltará Él». (B) La versión de Buck—
al corregir el texto actual—es la siguiente: «Mi pueblo está resuelto a apartarse de mí;
y llaman a Baal, él no los levantará». Al comentar este empeño de Israel en apartarse de
Dios y seguir a los baales, cita Buck una especie de proverbio que dice: «Ten miedo del
amor que se te da, es tu cielo o tu infierno».
Versículos 8–12
1. Para Feinberg, el versículo 8 es el más grande de todo el libro. El giro que toma
toda la porción en este punto, tras de los versículos 5–7, y la ternura que late en esas
expresiones del versículo 8 son algo que no puede menos de conmover al más frío.
Admá, Seboyim (lit. Tseboyim) y Bela o Sóar, formaban con Sodoma y Gomorra el
grupo nefando de la Pentápolis (vocablo griego que significa «cinco ciudades»). De las
cinco, sólo Sóar escapó de la destrucción, en atención a Lot (v. Gn. 19:22 y ss.). Pero
Dios no va a destruir de ese modo a Efraín (v. 9). Las entrañas de amor de Dios no lo
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Oseas

  • 1. OSEAS Con Oseas comienzan los llamados «Profetas Menores». Fue Agustín de Hipona el primero que los llamó así en su libro La Ciudad de Dios. La Septuaginta (los LXX) se refiere a ellos como Dodekaprophetón, esto es, Doce Profetas. Tanto los hebreos como los griegos los llamaban simplemente «Los Doce». Los judíos los tenían en un solo rollo, a fin de que no se extraviasen. Se llaman «Menores», no porque tengan menos importancia, sino porque son más breves. Nota del traductor: En todo el comentario a los Profetas Menores pienso incorporar todo el material que, bajo el título Lecciones sacras sobre los Profetas Menores, desarrollé para la asamblea que se reúne en Vigo, C/. Pi y Margall, 25, durante los años 1979 y 1980. Si algo añado del propio Matthew Henry, lo haré notar expresamente. Ciñéndonos ya a Oseas, diremos que su nombre significa «salvación». Es el mismo nombre que tenía Josué (equivalente a Jesús) antes de que Moisés le cambiase el nombre. Fue contemporáneo de Isaías y de Miqueas, los cuales profetizaban en el reino del sur (Judá), mientras Oseas lo hacía en el reino del norte (Israel). Su ministerio se extendió durante los reinados de Uzías, Jotam, Ajaz y Ezequías de Judá, y de Jeroboam II de Israel. Según algunos, su ministerio duró unos 50 años, aunque no faltan quienes opinan que fueron 60, 70 y aun 80. La situación en Israel era la siguiente: Jeroboam II tuvo el reinado más largo en Israel (794–753 a. de C.), mientras que Uzías de Judá tuvo un reinado todavía más largo (791–740 a. de C.), sobrepasado después por el de Manasés, que duró 55 años. Nótese también que, mientras en Judá hubo cuatro reyes buenos: David, Josafat, Ezequías y Josías (no sin defectos, aun graves en los tres primeros), en Israel no hubo ni uno solo que fuese bueno; todos ellos se dieron a la idolatría, de una forma u otra. Jeroboam I había iniciado este mal camino al erigir un becerro de oro en cada uno de los dos extremos del reino, a fin de que sus súbditos no se viesen tentados a subir a Jerusalén para adorar en el templo. Tres notas caracterizan el reinado de Jeroboam II: idolatría, corrupción moral y prosperidad material. ¿Quién era Oseas? Se supone que era oriundo del norte y, como Amós, procedente más bien del campo que de la ciudad; probablemente, de clase rural acomodada. Pero lo más significativo de Oseas es su mensaje. Lo característico de este mensaje es que, más que en Isaías (Is. 8:18), su propia vida doméstica sirve para simbolizar el mensaje. Así como Jesucristo es la Palabra viva del Padre, Oseas es mensaje vivo para su pueblo en su propia vida conyugal. Los tres primeros capítulos nos dan un resumen de este mensaje mediante la propia experiencia del profeta, mientras que los once restantes lo declaran en forma discursiva. Al tener en cuenta que, según Deuteronomio 32:15, «Jesurún engordó y tiró coces … rechazó a Dios su Hacedor y menospreció la Roca de su salvación», vemos que el pueblo que Dios amó y escogió por puro amor, desposándolo consigo, se fue tras de otros dioses—adulteró espiritualmente; concretamente, en tiempos de Oseas, tras de Baal, adorándolo como a proveedor de sus bienes (dios de la fertilidad), aunque confiaba, de algún modo, en Jehová como en el que había de defenderles de sus enemigos—. Por eso, esto es adulterio, no simple fornicación. Dios increpa y castiga a Su pueblo, pero continúa amándole y perdonándole, y mantiene con él Su pacto eterno. La dispensación milenaria está bien clara en Oseas, como en todos los demás profetas, mayores y menores. Como explica Feinberg, Oseas y Amós se complementan mutuamente: «Amós predica arrepentimiento; Oseas, amor. Amós, la inaccesible justicia de Dios; Oseas, el indeficiente amor de Dios. Él es el primer profeta de la Gracia y el primer Evangelista
  • 2. de Israel. Así como Lucas nos presenta el Hijo Pródigo, Oseas nos presenta la Esposa Pródiga». En esta línea, es interesante la división que del libro de Oseas hace la Ryrie Study Bible: I. La Esposa Pródiga (1:1–3:5). II. El Pueblo Pródigo (4:1–14:9). CAPÍTULO 1 En este capítulo tenemos: I. El título (v. 1). II. Instrucciones que Dios da a Oseas en cuanto a la mujer que ha de tomar por esposa (vv. 2, 3). III. Instrucciones en cuanto a los nombres que había de poner a los hijos, y el simbolismo que dichos nombres encerraban con relación a Israel (vv. 4–11). Versículos 1–3 1. El título del libro (v. 1) es «Palabra de Jehová (hebr. Debar, en sentido de “mensaje”, Jehová) que vino (o llegó; hebr. hayah) a Oseas, hijo de Beerí, etc.». 2. A continuación (vv. 2, 3) tenemos la orden que Dios da a Oseas de que tome por esposa a una prostituta y engendre hijos de fornicación. Tres consideraciones son necesarias a este respecto: (A) Se trata aquí de una realidad, no de una mera alegoría, porque: (a) está en armonía con el realismo literal del estilo profético antiguo; (b) los nombres de Gómer y Dibláyim no encierran ningún sentido simbólico; (c) es la mejor forma de presentar de modo vívido el mensaje. (B) Es muy importante entender que no se casa con una mujer que ya era adúltera o prostituta, sino que se la llama fornicaria (v. 2b) prolépticamente, es decir, como una mujer que iba a serlo después. Sólo así podía reflejar bien la historia de Israel (v. Dt. 32; Jer. 2). Se la llama fornicaria, en lugar de adúltera, aunque también es esto último, por la sencilla razón de que se ofrece a muchos, como hacen las rameras vulgares. (C) Lo de «… y engendra hijos de fornicación» (v. 2b) no quiere decir que no sean realmente hijos de Oseas, sino que se tiene ya en cuenta la futura infidelidad de la madre. 3. Oseas no puso objeción alguna a la orden de Dios, sino que obedeció puntualmente (v. 3): «Fue, pues, y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo». Si Dibláyim es el nombre del padre de Gómer, según parece, pues no se conoce ninguna localidad de ese nombre, resulta muy curioso, pues en primer lugar es un dual, es decir, algo que, por naturaleza, es doble (por ejemplo, dos ojos, dos manos, etc.) y significa en hebreo «dos tortas de higos». Hay quienes, según la Wycliffie Bible Encyclopedia, opinan que dicho nombre ha de tomarse en sentido figurado, «y significar que ella (Gómer) estaba completamente entregada a su prostitución, puesto que las tortas de higos o pasas se usaban en ciertos ritos del culto a la fertilidad». ¿Quién, si no ha pasado por una experiencia semejante, podrá comprender el tremendo dolor de corazón de Oseas al tener que obedecer la orden de Dios? (Comp. con Mt. 1:18, 19). Versículos 4–11 Vienen ahora los nombres que Dios ordena a Oseas ponerles a los hijos que le da Gómer. 1. Al primero (v. 4), un hijo varón, ha de ponerle por nombre Izreel (así debe escribirse), que significa «Dios sembrará». Era éste el nombre también de un pueblecito ubicado a unos 40 km al noreste de Samaria. En su valle, fue asesinado Nabot por los esbirros del rey Acab (v. 1 R. 21). Allí murió Acab tras de ser herido mortalmente en la batalla de Ramot de Galaad (1 R. 22), y allí murió también su mujer Jezabel a manos de Jehú (2 R. 9). Jehú era un hombre sanguinario y abominable, pero fue instrumento de
  • 3. Dios en esa ocasión según norma constante de la divina providencia. Allí también (en Izreel) había de ser quebrado el arco (v. 5), es decir, el poder, de Israel, como puede verse en 10:14 y en 2 Reyes 15:8–12; 18:9 y ss. 2. El segundo vástago de esta unión fue una hija (v. 6). Su nombre hebreo Lo- rujama significa «no compadecida». La raíz hebrea expresa una compasión entrañable, como la correspondiente raíz griega, en el Nuevo Testamento, con la que se expresa la ternura con que nuestro Salvador contemplaba a las masas hambrientas y sin pastor. En contraste con esta actitud hacia la casa de Israel, Dios declara (v. 7) que va a tener compasión (el verbo es de la misma raíz que rujama) de Judá. Precisamente a últimos de ese mismo siglo (701 a. de C.) se llevará a cabo la derrota de Senaquerib, que ya estaba a las puertas de Jerusalén. En una sola noche (v. 2 R. 19:32–36), 180.000 soldados del ejército asirio fueron matados por el Ángel de Jehová. 3. Destetada la hija (lo cual ocurría entonces a los dos o tres años de edad del hijo o de la hija), le nace a Oseas otro hijo de Gómer (v. 8). A éste ha de ponerle por nombre (v. 9) Lo-ammí, que significa «no pueblo mío». A quien piense que esto contradice a las palabras del apóstol Pablo en Romanos 11:1, le basta con leer el contexto posterior en este mismo lugar de Oseas (vv. 10, 11). Dice Ryrie: «Este niño simbolizaba el rechazo de Israel, que, junto al Sinaí, había pactado ser el pueblo de Dios (Éx. 19:1–8)». Que este rechazo era temporal, no perpetuo, es cosa clara para todo el que entienda las profecías con respecto al futuro de Israel (v. todo el cap. 11 de Romanos, por ejemplo). Israel será todavía el pueblo de Dios, pero no en virtud del pacto del Sinaí sino del nuevo pacto (v. Jer. 31:31 y ss.; Ez. 36:24–38, etc.). 4. Los dos últimos versículos de este capítulo (vv. 10, 11) aparecen en la Biblia Hebrea en cabeza del capítulo 2, pero los estudiamos a continuación. El versículo 10 comienza con un vaw claramente adversativo, que las versiones traducen correctamente por un «Con todo» (Reina-Valera y Nueva Versión Internacional) más apropiado, en mi opinión, que el «Pero» de la Biblia de las Américas. En esos versículos 10 y 11 vemos una estupenda paradoja con matices netamente escatológicos. Las frases nos recuerdan lo de Pablo en 2 Timoteo 2:13: «Si somos infieles, Él (Dios) permanece fiel; no puede negarse a sí mismo». Si examinamos bien dichos versículos 10 y 11 del presente capítulo, veremos que: (A) En ellos se predice: (a) crecimiento nacional; (b) conversión nacional; (c) reunión nacional; (d) caudillaje nacional; (e) restauración nacional (incluido 2:1). (B) En ellos se mantiene la promesa a Abraham (Gn. 32:12—es Jacob el que habla aquí—). El número de los israelitas será todavía como la arena del mar (v. 10). Y en el mismo lugar (Izreel) donde se les dijo: No sois mi pueblo, se les dirá: Sois hijos del Dios viviente. Comenta Ryrie: «Después de haber predicho juicio, Oseas le asegura al pueblo su final restauración, numérica y espiritualmente. Izreel, lugar de juicio en el versículo 4, es visto en el versículo 11 como lugar donde bendecirá Dios a Israel en la era del reino». En efecto, es allí donde se reunirán (v. 11), y la reunión será señal del manifiesto favor de Dios hacia su pueblo (Ez. 37:15–23). «Y nombrarán un solo jefe»—añade (v. 11b)—, el mismo de 3:5 y Jeremías 30:21: un vástago de David, no precisamente el Mesías en persona, sino un delegado suyo. La frase «subirán de la tierra» es interpretada de varios modos. Buck la traduce en el sentido de «se desbordarán del país», pero la interpretación más probable es que subirán del país (la «tierra» en este contexto es Palestina) a Jerusalén para celebrar sus fiestas solemnes. CAPÍTULO 2 I. Dios, por medio del profeta, descubre a Israel su pecado de idolatría, que es su prostitución espiritual (vv. 1, 2, 5, 8). II. Les amenaza con quitarles las cosas buenas con que han servido a sus ídolos (vv. 3, 4, 6, 7, 9–13). III. Con todo, les promete que, al fin,
  • 4. se volverá a ellos en Su misericordia (v. 14), para darles abundancia de todo bien como antiguamente (v. 15), curarles radicalmente de toda inclinación a la idolatría (vv. 16, 17), renovar Su pacto con ellos (vv. 18–20) y bendecirles con toda clase de bienes (vv. 21–23). Versículos 1–9 1. El versículo 1 ha de unirse necesariamente a los dos últimos versículos del capítulo anterior, como aparece en la Biblia Hebrea, pues sigue la misma línea del favor de Dios hacia Su pueblo, con la restauración de los tres nombres de los hijos de Oseas y Gómer a su mejor sentido: (A) «Izreel disfrutará de un día grande, de solemne celebración» (1:11), pues dicho nombre, conforme al doble significado del verbo hebreo zará, puede significar «Dios esparcirá» (para mal, como en 1:4), así como «Dios sembrará» (para bien, para multiplicar, como en 1:10). (B) El que antes era (1:9) Lo- ammi, «no mi pueblo», ahora (2:1) será Ammí, «mi pueblo». (C) La que antes (1:6) era Lo-rujamah, «no compadecida», será ahora (2:1b) Rujamah, «compadecida». 2. A continuación (vv. 2–9) tenemos la declaración de Dios con respecto al juicio inminente sobre Israel a causa de sus pecados. Dios repudia a Israel. Estamos en el valle de Acor, valle de maldición y castigo, donde Acán y su familia fueron muertos a pedradas (Jos. 7:24, 26 y 1 Cr. 2:7), pero será convertido después en puerta de esperanza (v. 15, comparado con Is. 65:10), donde se expresan las bendiciones de obediencia por parte de Israel, y de restauración por parte del Dios de Israel. (A) Los aludidos en el versículo 2 («Contended, etc.») no son los hijos de Oseas y Gómer, sino el remanente fiel, los hijos de Israel, vistos individualmente, frente a la nación de Israel, como madre infiel. Han de contender con ella, como si indicasen que la maldad personal es fruto de una como epidemia nacional de pecado (v. 2b). Contender es término forense, corriente entre los acadios, pues significa en el original «emprender una acción ante el tribunal» (Buck). (B) Dios mismo dice de ella: «porque ella no es mi mujer, ni yo su marido». «Frases parecidas a la fórmula judía para el divorcio» (Ryrie). El significado es: «¿No se comporta como debe comportarse una esposa? ¡Pues tampoco yo me comportaré como marido!» Oseas proclama su mensaje con toda la viveza que le proporciona su propia amarga experiencia. «Aparte, pues, sus fornicaciones, etc.» (v. 2b) puede entenderse de dos maneras: (a) «Quite de sí los afeites provocadores y los actos impúdicos» (v. Ez. 23:8, 21), o: (b) como piensa Rudolph, «quite de sí el velo (v. Gn. 38:14) y los collares de amuletos obscenos». (C) En el versículo 3 comienza el castigo que Dios va a infligir a Israel por su infidelidad. El castigo del adulterio antes de darse la Ley del Sinaí parece haber sido la hoguera (v. Gn. 38:24). La Ley (v. Dt. 22:24) lo castigaba con lapidación. Pero el Señor Jesús, que veía el interior del corazón, dio a entender (Jn. 8:4, 5) que habían de ejecutar la sentencia aquellos a quienes la conciencia no acusase de la misma culpa. Parece ser que, en tiempos de Oseas (comp. el v. 3 con Ez. 16:28–40), las adúlteras eran desnudadas, expuestas así a la pública vergüenza, y despojadas de todo lo que les había dado el marido. Los hijos de que habla el versículo 4 son los judíos idólatras, los cuales han seguido personalmente las huellas de prostitución de tal madre. (D) En la misma línea de Ezequiel capítulos 16 y 23 (v. especialmente la frase «ofreciéndote a cuantos pasaban», en el original de Ez. 16:25b), esta madre infiel a Dios no necesitaba que la incitasen al pecado, sino que ella misma se ofrecía (v. 5): «Iré—decía—tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida». Así que atribuye a Baal su sustento (pan y agua), su vestido (lana y lino) y su lujo (aceite, es decir, ungüentos, y bebida). La religión cananea, como muchas otras del Medio Oriente, era una religión del culto a la fertilidad y, por eso, entraba
  • 5. dentro de su ritual la prostitución «sagrada» de ambos sexos. De esta forma, la idolatría unía los aspectos literal y espiritual de adulterio y fornicación. (E) Dios (v. 6) le cierra el camino con un seto alto y sólido. Así sus hijos se encuentran en un «callejón sin salida». «Como en el caso de Balaam, cuando el ángel se le plantó delante en su camino, para impedir que fuese a maldecir a Israel (Nm. 22:22), ésta es una merced similar. Las cruces y los obstáculos en el camino del mal son grandes bendiciones. Son vallas que Dios pone para refrenarnos del extravío y para tornar difícil el camino del pecado» (M. Henry). Dice Ryrie: «Ni Gómer ni el pueblo de Dios pudieron hallar satisfacción en la infidelidad». La experiencia, y hasta la fraseología, del versículo 7 son similares a las de Lucas 15:11 y ss. en la parábola del Hijo Pródigo. (F) En los versículos 8 y 9 se advierte un doble contraste con las frases del versículo 5. En el versículo 5, la infiel esposa (Israel) decide irse tras los baales que … me dan— dice—mi pan y mi agua, etc.», sin percatarse de que no era Baal, sino Jehová, quien le daba todas estas cosas: «Yo—dice Dios (v. 8)—le daba el trigo, el vino, etc.» (comp. con Dt. 26:2, 10, 11). Desconocer esto era una falta de humildad y, sobre todo, de gratitud hacia Dios. El contraste se acentúa en el versículo 9, cuando Dios dice: «Por tanto, yo volveré y tomaré Mi trigo a su tiempo, y Mi vino a su sazón, etc., es decir, haré que le falten aquellos productos que ella ofrecía a Baal». Dice M. Henry: «¡Cuán vilmente abusaban de su abundancia! (a) Le robaban a Dios el honor de Sus dones: No reconoció que yo le daba el trigo y el vino; no lo recordó. (b) Servían con ellos a los enemigos de Dios: lo usaban para Baal, cuyas imágenes adornaban con oro y plata (Jer. 10:4), y se adornaban para rendir culto a sus imágenes (v. 13)». Versículos 10–13 Dios le va a quitar ahora todo aquello de que se gloriaba y con lo que servía a sus baales. El abuso de la gracia merece el despojo de la gracia. 1. Dios la va a castigar (v. 10) «descubriendo su vergüenza a ojos de sus amantes», es decir, a la vista misma de las naciones vecinas, con las que había procurado hacer alianzas y cuyos dioses había adorado, de forma que aun las mismas naciones paganas se percaten de la ingratitud y desvergüenza sin par de una nación a la que el único Dios verdadero había tratado con un amor también sin par. 2. También hará cesar Dios (v. 11) las ocasiones de gozo y alegría de Israel en las solemnidades que estaban destinadas al servicio y adoración de Jehová y que ella ha dedicado a Baal. Dios quería que se celebrasen en honor Suyo y en el templo de Jerusalén. Israel (el reino del norte) las seguía celebrando, sin duda, al principio, pero no en el templo de Jerusalén, pues habían desertado del trono y del altar de Judá, sino en Dan y en Betel donde estaban los becerros de oro. Dios va a hacer que cesen del todo esas solemnidades, pues al final de ese mismo siglo, el reino del norte va a caer en poder de los asirios. 3. Por todo el tiempo (v. 13) en que Israel ha servido a los baales y se ha olvidado de Jehová, Dios los va a castigar (v. 12) y talará todo aquello en que esperaba la bendición de Baal por la fertilidad de la tierra, y por cuyos abundantes productos daba gracias a los ídolos, como si dichos productos fuesen el «salario», esto es, la paga con que Baal les recompensaba su generosidad hacia él. Dios hará que toda la tierra cuya fertilidad atribuían ellos a Baal, quede convertida en un matorral, es decir, en una jungla donde sólo las fieras podrán vivir y desenvolverse. Versículos 14–17 Después de los castigos anunciados en los versículos anteriores, vemos aquí un súbito y completo cambio, debido, no a la buena voluntad de Israel, sino a la pura, libre y soberana iniciativa del amor de Dios.
  • 6. 1. Como un tierno amante o esposo que procura con ahínco enamorar a su amada, Dios va a seducir (v. 14), esto es, a atraer eficazmente (comp. con Jn. 6:44) a Israel, la va a llevar a la soledad, al desierto, a cortejarla, hablándole al corazón, es decir, con frases amables (comp. con Gn. 50:21, al final). Dice M. Henry: «Cuando Dios libró de Egipto a Israel, los condujo al desierto, para humillarlos y ponerlos a prueba, a fin de hacerles bien (Dt. 8:2, 3, 15, 16), y así lo va a hacer de nuevo ahora. Cuando Dios tiene en reserva gracia y misericordia para alguno, lo conduce primero al desierto—a la soledad y al retiro—, para mejor poder conversar con él fuera del ruido de este mundo y, a veces, a la aflicción y al apuro del exterior, para abrirle así el oído a la disciplina». 2. Con el favor de Dios volverán también las antiguas bendiciones de todo orden (v. 15). «Desde allí», esto es, a partir del desierto, le dará Dios de nuevo sus viñas; y el valle de Acor, que, desde la transgresión de Acán (Jos. 7:1–26), fue «el valle de las dificultades», en su anfractuosidad será luego «puerta de esperanza». Y, para mostrarle Su renovado amor, Dios le devolverá la antigua fertilidad de la tierra. El nombre mismo de Baal será olvidado para siempre en Israel (v. 17). Y, como Baal significa «dueño o señor», «en aquel tiempo (v. 16), dice Jehová, me llamarás Ishí, esto es, mi marido (lit. mi nombre, de ish—v. Gn. 2:23, al final—), y nunca más me llamarás Baalí, esto es, mi señor». Todo esto tiene una especial referencia al Milenio, como iremos viendo. Versículos 18–20 1. En efecto, las expresiones del versículo 18 tienen un tono claramente escatológico. Las condiciones que se describen en él (comp. con Is. 11:6–9), Sólo tendrán su cumplimiento en el reino mesiánico milenario, cuando hasta las fieras más salvajes serán tan mansas como los animales domésticos. 2. Pero mucho más importante que las nuevas condiciones de la naturaleza vegetal y animal será la nueva relación pactada de Jehová con Israel (vv. 19, 20). Jehová anuncia aquí una renovación de los votos conyugales. «Aunque Dios le había dado el libelo de repudio por sus fornicaciones, todavía, una vez arrepentida, la recibirá de nuevo consigo en pacto matrimonial» (M. Henry). «Te desposaré conmigo para siempre»—dice Dios (v. 19)—. El verbo hebreo arash, que aquí usa el texto sagrado, tiene el sentido de desposarse con una virgen, con lo que se olvida totalmente la infidelidad anterior de Israel (comp. con 2 Co. 11:2). Esto nos ayuda a entender lo que sucede en nosotros cuando se nos perdonan los pecados en la justificación: ¡No queda ninguna condenación! (Ro. 8:1). 3. Tres elementos son dignos de tenerse en cuenta: (A) La perpetuidad («para siempre»—v. 19a—); (B) la fidelidad inconmovible de Dios (v. 20), por la que nuestra confianza en Dios descansa siempre en una base segura y firme, y: (C) una especie de dote a la novia, consistente en los cuatro regalos que se enumeran en el versículo 19b: (a) rectitud, conformidad a un regla fija, inalterable; (b) justicia, decisión judicial que asigna a cada uno lo que le corresponde; (c) amor constante (hebreo jesed, que suele traducirse por «misericordia», pero es mucho más que eso—el vocablo sale unas 250 veces en el Antiguo Testamento—), y: (d) compasión (hebr. rajamim; lit. compasiones). Mientras jesed indica la amabilidad de Dios hacia Su pueblo, al que se ligó por pacto, rajamim indica la compasión nuestra hacia el prójimo necesitado, especialmente hacia los huérfanos y las viudas. Sin embargo, en Oseas, esta compasión (v. 1), en contraste con la no-compasión anterior (1:6), es como un sentimiento especial de Dios hacia Israel, extendido después a la Iglesia (v. Ro. 9:25, 26; 1 P. 2:10). El sentido primordial, con todo, de rajamim, como el del griego philostorguía, es el de un sentimiento fraternal entre hermanos uterinos. Como detalle curioso, es de notar que, cuando un israelita ortodoxo coloca las filacterias en el dedo medio de la mano izquierda, recita los versículos 19 y 20. La última frase del versículo 20, «y conocerás a
  • 7. Jehová», expresa un conocimiento íntimo, una nueva experiencia espiritual y, en este contexto, un reconocimiento práctico y eficaz, junto con una confesión humilde y llena de gratitud. Versículos 21–23 Como quien pasa una consigna de boca en boca, o un objeto cualquiera que necesita entrar en circulación para surtir el efecto apetecido, todos los elementos se concatenan para bien de aquellos a quienes Dios promete Su favor. 1. «En aquel tiempo responderé (v. 21), dice Jehová, yo responderé a los cielos, etc.». «Esto es—dice Ryrie—, responderé las oraciones que se han elevado al cielo». En opinión de este traductor, los versículos 21 y 22 establecen una como cadena en cuyos dos extremos está Dios: Dios es el que comienza la siembra, ya que Izreel (v. 22, al final) significa Dios sembrará y, con su bendición, hará que la tierra responda al trigo, al vino y al aceite (v. 22a), pues Dios es el que, desde dentro, hace que todo germine (comp. con 1 Co. 3:7) y crezca, y reciba el suelo el sustento necesario. Dios mismo, no Baal, es el que da la fertilidad a la tierra, y hace así que la tierra responda bien a lo que se ha sembrado en ella. La tierra, a su vez, necesita (v. 21b) que los cielos respondan a la tierra, es decir, envíen la lluvia y el sol, sin lo que la cosecha no podría llegar a su madurez; y, en último término, los cielos no darán la lluvia ni el sol si Dios no responde a los cielos. Dios, pues, responde a los cielos al ser Él quien dirige y controla los vientos, la lluvia, el movimiento de los astros, con las estaciones del año, etc. (v. Gn. 1:11, 12; Is. 55:10; Zac. 8:12; Mal. 3:10, 11; Hch. 14:17). Dice M. Henry: «Véase aquí la coherencia de las causas segundas una con otra, como anillos de una cadena, y la necesaria dependencia que todas ellas tienen de Dios, la Causa Primera». 2. De la misma manera que, por la coordinación que Dios establece entre las causas segundas, la siembra de los productos de la tierra ha de fructificar en aquel día, en el tiempo venidero del reino milenario, también Israel (v. 23) será sembrado (comp. con Jer. 31:27) para que se multiplique y llene la tierra de Israel, de la misma manera que bendijo Dios a la primera pareja humana (Gn. 1:28) para que fructificaran, se multiplicaran y llenaran la tierra. Así, el capítulo termina (v. 23b) por donde empezó (v. 1): «Dios tendrá compasión (hebr. rijamti, de la misma raíz que rujamah) de la no- compadecida (Lo-rujamah) y dirá al no-mi pueblo (Lo-ammí): Tú eres mi pueblo, y él dirá: (¡Tú eres) mi Dios!» CAPÍTULO 3 1 Este capítulo tiene solamente 81 palabras en el original, y aun así es el mejor compendio de la historia de Israel, y el corazón mismo de esta profecía. Dice A. Schmidt: «Oseas conoce la pena de Dios por medio de la suya; pero conoce el perdón suyo por medio del de Dios». I. Oseas recobra a Gómer (vv. 1–3). II. Jehová redime a Israel (vv. 4, 5). Versículos 1–3 1. Conforme a la lectura más probable, el versículo 1 dice así literalmente: «Y Jehová me dijo: Ve de nuevo y ama a una mujer que es querida de un amante y es adúltera, conforme al amor de Jehová a los hijos de Israel, a pesar de volverse ellos a otros dioses y deleitarse en tortas de uvas pasas». Cuatro veces sale en este versículo el verbo hebreo ahab, amar. El pensamiento se mueve en la forma de una proporción matemática: x es a x como x es a x. Israel es a Jehová como Gómer es a Oseas. Dios 1 Henry,Matthew; Lacueva,Francisco: Comentario Bı́blico De Matthew Henry.08224 TERRASSA (Barcelona) :Editorial CLIE,1999, S.972
  • 8. había desposado consigo a Israel, pero Israel se había ido tras los dioses ajenos; a pesar de eso, Jehová continuaba amando a Israel. No quería romper Su relación marital con Israel; por eso, los dioses ajenos no eran nuevos esposos, sino amantes, de Israel. También Oseas debe ir a recobrar a Gómer, pues no vive ahora con un nuevo marido, sino con un amante (hebr. réa). Las «tortas de uvas pasas» (v. Is. 16:7; Jer. 7:18) se hacían en la vendimia del otoño. Tenían forma redonda y las ofrecían especialmente a «la reina del cielo» (Jer. 44:17, 18), esto es, la luna en la figura de la diosa Aserá o Astarté. 2. Parece extraño que Oseas (v. 2) tenga que comprar a Gómer, ya qe era su mujer. ¿Por qué no la reclaman sin más? Como hace notar Buck, si se había vendido como esclava a su amante, éste tenía que ser indemnizado al recobrarla. Como el precio de un esclavo (Éx. 21:32) era treinta monedas de plata (el precio que le dieron a Judas por la entrega del Señor), Oseas pagó la mitad en dinero y la otra mitad en especie, pues un jomer y medio de cebada costaría, según dicen, unas quince monedas de plata en tiempos de Oseas. ¿Quizás no tenía Oseas dinero suficiente para pagar en moneda? Nosotros hemos sido comprados al precio de la sangre del Cordero de Dios (1 P. 1:18, 19). Nosotros no tuvimos que pagar nada (Is. 55:1–3), pues nada teníamos, pero Dios nos compró al más alto precio que puede pagarse. Y, como Cristo había tomado la forma de esclavo (Fil. 2:7), como esclavo fue tratado en la transacción de las autoridades religiosas de Israel con Judas. La cebada era alimento de animales y sólo en tiempos de extrema carestía servía para las personas. 3. La única condición que Oseas le puso al recobrarla (v. 3), ya que podía haberla condenado a muerte según la ley, fue un período de prueba: Había de guardar continencia durante muchos días, cuyo número no se especifica. También él guardaría continencia durante todo ese tiempo. Dice Buck: «No fue venganza, sino amor, lo que movió a Oseas a conducirse de esta forma con Gómer». Y, al citar a H. H. Rowley, prosigue: «Al disciplinar a su esposa negándole relaciones con cualquier hombre, Oseas estaba sin remedio disciplinándose a sí mismo, y tanto más cuanto más la amaba». Versículos 4–5 Estos versículos aplican lo de «durante muchos días» del versículo 3 a la historia de Israel, pero la profecía es aquí de largo alcance, pues apunta a todo el tiempo que media entre la destrucción del templo y los últimos tiempos. Esto es suficiente para garantizar el origen divino y la infalibilidad de la Biblia. 1. De la misma manera que Oseas y Gómer han de guardar continencia durante muchos días, así también (v. 4), durante muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, esto es, sin el representante visible del gobierno teocrático, sin príncipe que imponga algún orden en el país, lo cual había de conducir a una situación anárquica, sin sacrificio (y así continúa todavía el judío inconverso; sólo tiene servicios religiosos de sinagoga), sin estela. Lo de estela se refiere aquí a columnas sagradas que se erigían originalmente en lugares donde Dios había manifestado claramente su presencia y su poder (v., por ej., Jos. 4:5; 24:26; 1 S. 7:12). 2. No habiendo templo ni sacrificio, sobraban también las funciones sacerdotales propiamente dichas. Había de faltar incluso la intercesión propia del sumo sacerdote; por eso, había de estar Israel (v. 4b) sin efod, vestidura ligera de lino que cubría la parte anterior del cuerpo (v. 2 S. 6:14), y que en realidad formaba parte de la vestimenta del sumo sacerdote (Éx. 28:6–14). Tampoco dispondrían de terafines, que eran una especie de dioses domésticos (v. Gn. 31:30–34): pequeñas imágenes, estatuillas o gallardetes, que se usaban en la antigüedad en el culto a los antepasados y que, como el efod, servían para consultar a Dios. Téngase en cuenta que ni Dios ni Oseas aprueban esta costumbre al mencionarla.
  • 9. 3. Cuando pase el tiempo (v. 5) de los muchos días, los hijos de Israel volverán (hebr. yashúbu, el verbo que se emplea para expresar la conversión a Dios) y buscarán a Jehová su Dios. El verbo hebreo para buscar tiene el sentido de «buscar a Jehová mediante el culto del santuario». Aquí tiene aplicación el pensamiento de Pascal: «No me buscarías—habla Dios—si no me hubieses encontrado». Buscarán también (v. 5b) a David su rey, en la persona del Mesías o, mejor, de Su representante en la tierra (comp. con Jer. 30:9; Ez. 34:23, 24; 37:24). Es curioso que el Targum de Jonatán dice sobre esto: «Éste es el Rey Mesías». El pueblo viene a su Dios, pero viene temblando; no sólo con temor reverencial, sino hasta con miedo, pues el verbo pajad expresa miedo, un miedo santo, ya que el pueblo es consciente de su indignidad frente a la infinita santidad de Jehová. Sin embargo, el miedo no es el único sentimiento que anida en el corazón de ellos; van también con un santo regocijo, pues acuden a Jehová y a su bondad (comp. con Ro. 2:4); es decir, van a Dios con la seguridad de ser aceptados por Él, lo cual indica que van sinceramente arrepentidos. 4. «En el fin de los días» (v. 5, al final), esto es, de los muchos días de los versículos 3 y 4, es una expresión de sentido claramente escatológico (comp. con Is. 2:2, 3; Jer. 31:9). CAPÍTULO 4 Comienza ahora la segunda parte de la profecía de Oseas. Los tres primeros capítulos han sido como un resumen o esquema de lo que ahora veremos hasta el final del libro de Oseas. Recuérdese que Gómer es a Israel como Oseas es a Jehová. Vemos que Oseas y Jehová se indignan por la infidelidad de sus respectivas esposas (Gómer e Israel), pero el amor y la compasión prevalecen, en ambos, sobre la indignación. Toda esta segunda parte del libro puede subdividirse del modo siguiente: (A) Idea dominante: pecado (4:1–6:3). (B) Idea dominante: castigo (6:4–11:11). (C) Idea dominante: salvación (12:1–14:9). En el presente capítulo tenemos, según la fraseología de la Ryrie Study Bible, el proceso de Jehová a Israel, «el Pueblo Pródigo», mientras que el cap. 5 contiene el veredicto. Para la división del capítulo presente seguiremos la división de Buck: I. Corrupción general de Israel (vv. 1–3). II. Irresponsabilidad de los sacerdotes (vv. 4– 10). III. Idolatría e inmoralidad (vv. 11–14). IV. Advertencia a Judá e Israel (vv. 15– 19). Versículos 1–3 Tanto este capítulo como el siguiente comienzan con un solemne «¡Oíd!», expresión frecuente en otros profetas, pero muy rara en Oseas. 1. La idea de pleito de Dios con Su pueblo es también frecuente en otros profetas: Además de 12:2, puede verse en Isaías 1:18; 3:13; Jeremías 25:31; Miqueas 6:2. La causa de este pleito está expresada de dos formas: negativa, en el versículo 1b; positiva, en el versículo 2. «Porque no hay verdad»—dice (v. 1b)—, es decir, sinceridad en el trato mutuo (hebr. emeth), donde se incluye la fidelidad a la palabra dada, aunque en la raíz de esta mala conducta está la falta de lealtad al pacto con Dios; tampoco hay amor constante, cariño misericordioso (hebr. jesed) al prójimo, ni conocimiento íntimo, experimental, de Dios (hebr. dáath), donde deberían tener su fundamento tanto la verdad como el amor (v. 1 Co. 8:3; 1 Jn. 4:8). 2. La falta de esas tres virtudes fundamentales, fidelidad, amor y conocimiento de Dios, se reflejaba al exterior en el quebrantamiento de la Ley (v. 2). Para mejor poner de relieve este quebrantamiento de la Ley, ensarta los pecados con la conjunción copulativa we, y, una serie de infinitivos absolutos: «Perjurar y mentir y asesinar y hurtar y adulterar» (lit.). Un pecado engendra otro. El perfecto parátsu que sigue a esa lista puede traducirse de dos maneras: (A) «Se incrementan», se refiere a los infinitivos
  • 10. que preceden. (B) «Hacen violencia», uniéndolo con lo que sigue: «y la sangre toca en la sangre» (lit.), es decir, los asesinatos se suceden sin solución de continuidad. Recuérdese que, tras el largo y próspero reinado de Jeroboam II en Israel, se sucedieron tres reyes en un solo año; dos de ellos fueron asesinados a sangre fría. 3. La tierra, esto es, Palestina (más concretamente, Israel, el reino del norte), como al final del versículo 1, se viste de luto (v. 3). Es el pecado del hombre lo que atrae el castigo de Dios sobre la tierra (v. Gn. 3:17, 18; Is. 16:8; Jer. 12:4; Amós 8:8; Ro. 8:22). Dice Buck: «El universo todo se pone a tono con el destino humano. Por eso, cuando el hombre desconoce a Dios y se arroja al pecado y a la muerte, arrastra consigo al país y al universo entero … Por otra parte, cuando san Pablo escribe que «toda la creación ha estado gimiendo hasta ahora con dolores de parto» (Ro. 8:22), se indica que la restauración completa en la creación, a fin de cuentas, ha de resultar del retorno del hombre a la amistad con su Dios». Versículos 4–10 1. Los versículos 4–6 han de leerse conjuntamente para entenderlos bien. Por medio de Oseas, Dios manda que nadie se meta a juzgar a nadie (comp. con 1 Co. 4:3–5), porque juzgar al pueblo o ponerle pleito es como juzgar o ponerle pleito al sacerdote. La razón es que el pueblo como tal era un reino de sacerdotes (Éx. 19:6). Pero en el Antiguo Testamento había una casta aparte, la casta sacerdotal, de la tribu de Leví. Estos sacerdotes levitas ejercían su ministerio en representación del pueblo. A ellos se les había confiado la Ley (Dt. 17:18) para que instruyesen al pueblo en ella (Lv. 10:11; Mi. 3:11). Si el pueblo desconoce la Ley, la responsabilidad es de los sacerdotes por haber fracasado en cumplir el ministerio que Dios les asignó. 2. Si a los sacerdotes competía enseñar la Ley, a los profetas competía aconsejar, amonestar, amenazar, de parte de Dios. Dice Buck: «Se suponía que (sacerdotes y profetas) debían enseñar las verdades religiosas, censurar los pecados, aconsejar sabiamente. Pero con demasiada frecuencia ejercían su ministerio para provecho y ganancia propia». Al ser ciegos y guías de ciegos (comp. con Is. 56:10; Mt. 15:14; 23:16, 24; Lc. 6:39), juntamente sacerdotes, profetas y pueblo tropezaban en pleno día y de noche, es decir, continuamente (v. Is. 28:7; Am. 7:12; Mi. 3:11); por lo que la madre (v. 5, al final), es decir, la nación misma de Israel, iba a ser destruida. En un perfecto proléptico, Oseas ve ya destruido el pueblo (v. 6) por falta de conocimiento. Y, puesto que el sacerdocio estaba destinado a impartir el conocimiento de la Ley, «por cuanto— dice (v. 6b)—desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio». Dice Ryrie: «La nación será rechazada de su posición sacerdotal delante de Dios». Pero nótese que Dios dice todavía (v. 6) «mi pueblo», a pesar de todo. 3. Pero, como dice Buck, «el pecado de los sacerdotes no fue solamente descuidar sus obligaciones, sino dejarse llevar ellos mismos al ignominioso culto de los ídolos. ¡Y prosperaban materialmente! (vv. 7, 8). Y cuanto más prosperaban, tanto más prevaricaban (v. 7). Pero Dios (v. 7b) iba a cambiar su honra en afrenta. La honra, o gloria, del pueblo era la presencia de Dios, lo que les distinguía de los demás pueblos. Era precisamente eso lo que les había hecho prosperar antiguamente. Pero ahora los sacerdotes malos de este mal pueblo se enriquecen con el pecado mismo del pueblo, y apetecen con avidez dicho pecado (v. 8). Dice Ryrie: «Quizás se refiera al sacrificio por el pecado (pues se usa el mismo vocablo hebreo), e indica que los sacerdotes se enriquecían al tomar para sí las ofrendas que traía el pueblo». 4. Los versículos 9 y 10 nos declaran lo que hace el mal ejemplo de los líderes religiosos: El pueblo es lo que son sus líderes religiosos. Por tanto, un mismo castigo alcanzará a unos y a otros (v. 10, comp. con Hag. 1:5, 6): Los banquetes que ofrecen a los ídolos no les satisfarán, y a pesar de los ritos idolátricos de fertilidad («fornicarán»,
  • 11. esto es, la prostitución «sagrada»), no se multiplicarán, «les será negada la fecundidad» (Buck). Versículos 11–14 1. El versículo 11 establece una especie de proverbio. En realidad, algo parecido puede leerse en Proverbios 20:1; 23:29–32; 31:2–5 (comp. con 1 R. 11:1, en la experiencia del propio Salomón); Efesios 5:18a. El versículo 12 podría referirse a la rabdomancia (adivinación por medio de vara) o a la belomancia (adivinación por medio de saetas—v. Ez. 21:21—); pero lo más probable es que se refiera «al dios-árbol semejante al usado por los cananeos» (Buck). 2. Una ojeada a Jeremías 3:6 y Ezequiel 6:13 nos pone en condiciones de ver lo que el versículo 13 significa. Es cierto que Jehová mismo se había aparecido en el monte Sinaí, pero los lugares altos de los cananeos, cuyas lascivas prácticas había aprendido Israel, significaban mucho más que una simple altura. En aquellas alturas, y a la grata sombra de encinas, álamos y terebintos, israelitas de toda condición, edad y sexo se prostituían con prácticas de la más grosera inmoralidad. Era el culto a Astarté, la diosa de la fertilidad. 3. El versículo 14 no significa que Dios vaya a pasar por alto el pecado de las hijas y nueras, sino que los que más culpa tienen son los padres y esposos que les han dado tan mal ejemplo, por lo que ellos son los que sufrirán mayor castigo también. El final de dicho versículo 14 viene a repetir algo parecido al comienzo del versículo 6, pero con dos diferencias de léxico: (A) En el versículo 6 hallamos el hebreo nidmu, pasiva del verbo damah, cesar, mientras que en el versículo 14 hallamos yillabet, de labat, echar por tierra. (B) En el versículo 6 leemos conocimiento (hebr. dáath); en el versículo 14 vemos yabín, entender, que tiene que ver con el discernimiento. Versículos 15–19 Dice Buck: «Sorprende oír que se menciona a Judá en un contexto que trata evidentemente de Israel. Algunos autores piensan que este verso ha sido adaptado a Judá por editores tardíos. Sin embargo, este oráculo puede muy bien presentar una afirmación genuina de Oseas, que esperaba y deseaba que Judá sacara algún provecho de la suerte de Israel. También en 1:7; 5:5; 6:11; 8:14; 12:1 se menciona a Judá». No hay duda de que Buck está en lo cierto, y por aquí puede verse que los exegetas modernistas se pasan de listos en sus apreciaciones. 1. Es por consideración a Judá (v., por ej., 1:7) por lo que aquí se le exhorta (v. 15) a que no siga el ejemplo de su hermana Israel; y, para evitar tal peligro, se le prohíbe llegarse a Guilgal o a Bet-aven. El primero, entre el Jordán y Jericó, había sido anteriormente escuela de profetas (2 R. 2:1; 4:38). El segundo, Bet-aven, significa «casa de iniquidad», y con él se designa en realidad a Betel («casa de Dios»); pero Dios, y el profeta en nombre de Dios, no quiere llamarlo por su propio nombre, porque la idolatría cometida allí desde que Jeroboam erigió allí uno de los dos becerros de oro ha hecho que degenerase de tal modo que, mejor que casa de Dios, debe llamarse casa de iniquidad. «No digáis—dice Oseas—¡Vive Jehová! (v. 15b) en Guilgal ni en Bet-aven (Betel), porque en ninguno de los dos lugares se adora al verdadero Dios». 2. «Israel (v. 16), es decir, el territorio a cuya cabeza se nombra Efraín de ordinario (v. 17) por haber sido Jeroboam, de la tribu de ese nombre, el principal promotor de la rebelión contra la casa de David, se ha encabritado o, mejor, se ha vuelto terco como una novilla o ternera imposible de domar, pues siempre sacude de sus hombros el yugo de Jehová, por lo que Dios no lo puede pastorear como a corderos en lugar espacioso, en lugar donde puede pastarse en abundancia y con libertad. Está ligado—añade Dios (v. 17)—, como por un maleficio, a los ídolos. ¡Déjalo, Judá!» Dice M. Henry: «El
  • 12. padre deja de corregir a un hijo rebelde cuando ha determinado desheredarlo. Los que no son estorbados en su pecado, serán destruidos por su pecado». 3. El versículo 18 dice literalmente según el hebreo: «Se ha vuelto rebelde la embriaguez de ellos. Fornican continuamente. Los escudos de ella aman la ignominia (o la vergüenza, en sentido de ignominia)». Muchas versiones modernas aciertan a traducir bien la última frase, ya que «escudos» significa, en efecto, los líderes o gobernantes del país; pero ninguna versión acierta a traducir bien la primera frase, y al talento de E. W. Bullinger debemos la correcta versión e interpretación de dicha frase. Dice así (v. Diccionario de figuras de dicción usadas en la Biblia, de Bullinger— Lacueva, pág. 483, sobre Oseas 4:18): «Su embriaguez se ha vuelto rebelde», es decir, les ha hecho volverse rebeldes contra Jehová (nota del traductor—del traductor de Bullinger, que es el mismo de M. Henry—: esta versión de Bullinger, con referencias a Isaías 5:11; 18:1—y, ¿por qué no, también a Os. 4:16, donde sale dos veces la misma raíz del vocablo hebreo sar?—, es la más probable de todas las que han propuesto los comentaristas de todos los colores). Por no haber percibido la metonimia, los traductores tratan de hallar otros significados para el vocablo sar. Vemos, pues, que de la crápula, que les hace rebelarse contra Dios, pasan a entregarse de continuo a la prostitución «sagrada». Y sus líderes son los primeros en amar esa ignominiosa conducta. Pero el viento (v. 19), es decir, el torbellino de la invasión asiria, se lo llevará todo por delante. Será el viento del juicio de Dios. «Ya en el destierro, demasiado tarde, reconocerán la inutilidad de su idolatría» (Buck). Sólo entonces sentirán sana vergüenza de sus sacrificios (v. 19, al final). Compárese con Isaías 57:13. CAPÍTULO 5 Si el capítulo 4 describía el proceso de Israel, el presente describe el veredicto. I. Se resume primero el pliego de cargos (vv. 1–7). II. Se lee después la sentencia de destrucción (vv. 8–14), con un rayo de esperanza al final (v. 15). Versículos 1–7 1. Tres son los estamentos sociales a los que aquí se convoca para leerles la sentencia (v. 1): Los sacerdotes, encargados de enseñar a los demás la Ley; la casa de Israel, representada probablemente por los ancianos del pueblo, y la casa del rey, toda la familia real. En nombre de Dios, el profeta les declara (v. 1b): «contra vosotros es el juicio, pues habéis sido un lazo (o trampa) en Mizpá y una red tendida sobre el Tabor». Trampa, red y pozo (en el v. 2) eran términos familiares para los cazadores. Mizpá (hebr. Mitspáh), al este del Jordán, y el Tabor al oeste señalan los dos extremos del reino. Los lugares de corrupción quedan mejor señalados aún si, como da por «conjetura probable» Buck, el setim del versículo 2 («los sediciosos») es una corrupción de shittim, «lugar en la región montañosa al este del Jordán, donde los israelitas se dejaron arrastrar por primera vez al culto inmoral de Baal-Peor (Nm. 25:1 y ss.)» (Buck). Un detalle digno de ser notado es que el castigo de Israel es descrito (v. 2b) como correctivo disciplinar (hebr. musar, el mismo término de Proverbios 1:8a, entre muchos otros lugares). A pesar de todas las corrupciones y apostasías, Israel sigue siendo el pueblo de Dios. 2. Esto se pone de relieve en los versículos 3–5. Nótese el contraste: Aun cuando ellos no conocen a Jehová (v. 4, al final), Jehová conoce (v. 3) a Efraín, e Israel no le es desconocido (paralelismo de sinonimia en las dos formas de costumbre: positiva y negativa). Hay dentro de ellos—dice Dios (v. 4b)—un espíritu de fornicación, una tendencia habitual, fijada por la obstinación, de la que brotan inevitablemente obras de inmunda prostitución (vv. 3b, 4a). Pero lo que hace este vicio más irremediable todavía es la arrogancia de Israel, su soberbia (v. 5). Dice Buck: «Imaginan que pueden ser ellos su propia ley, salvarse con sus fuerzas y su religión, y ya no sienten necesidad de
  • 13. abandonarla». Pero esta arrogancia les presta una falsa seguridad, pues Dios asegura que Israel ¡y Judá! tropezarán, es decir, experimentarán la calamidad y la ruina. 3. En efecto, los versículos 6 y 7 anuncian proféticamente ruina inminente: De nada les valdrán unos sacrificios (v. 6) en los que Dios no se complace (8:13; Is. 1:11; Mi. 6:6, 7). Jehová se retira de ellos (v. 6, al final) hasta que se arrepientan. «Han traicionado (v. 7) a Jehová, pues han violado el pacto (6:7; Is. 48:8; Jer. 3:20), han engendrado hijos bastardos, ya que «sus hijos han seguido su ejemplo y ahora son extraños a Jehová» (Buck). «La luna nueva los consumirá a ellos y sus heredades» (v. 7b). Esta frase puede entenderse de dos maneras: (A) Los novilunios son festividades que Dios abomina (2:11; Is. 1:14) y, por eso, Dios los consumirá también en un novilunio (hebr. jódesh). (B) Como el hebreo jódesh significa igualmente mes, Dios los consumirá en un mes. Esta segunda versión me parece más natural. Sobre ella, escribe M. Henry: «Un mes los devorará. Los juicios de Dios hacen a veces una obra rápida con la gente pecadora. Un mes devora más y más porciones que las que muchos años pueden reparar». Versículos 8–15 Se anuncia en estos versículos el castigo de la deportación, después de la insensatez de Israel, y de Judá, de acudir en busca de auxilio a Asiria Como dice J. M. Myers (citado por Buck), los dirigentes políticos y religiosos del país «estaban perforando el tejido de su existencia», pero Dios mismo era la causa última y directa de la decadencia de Israel, pues era (v. 12) «como polilla a Efraín, y como carcoma a la casa de Judá». 1. Los versículos 8 y 9 dan el toque de alarma, lo cual se hacía con el cuerno de carnero (hebr. shophar). Dice Ryrie: «Guibeá y Ramá eran altas montañas en el centro de Palestina, lugares excelentes para tocar alarma». Bet-aven, como sabemos, es el nombre peyorativo de Betel, a unos 15 km al norte de Jerusalén; lugar, pues, muy apropiado para sonar allí también la alarma. El castigo es cierto e inminente (v. 9). ¡Que nadie se engañe! Lo que Dios hace saber en las tribus de Israel es COSA SEGURA. 2. El pueblo de Dios se destruyen unos a otros (vv. 10, 11). Los líderes de Judá se aprovecharon de la invasión asiria para invadir el territorio israelita (v. 10), lo cual era un crimen parecido al de desplazar los linderos (Dt. 19:14; 27:17). Por lo que la ira de Dios (v. 10b) se iba a derramar sobre Judá como una inundación (comp. con Sal. 32:6; 93:3, 4). Conforme a la amenaza de Jehová en Deuteronomio 28:33, «Efraín (v. 11) es vejado (u oprimido), quebrantado en juicio, porque se complace en seguir su propia norma» (RV 1977). La última frase de dicho versículo 11 resulta difícil de traducir por la concisión y ambigüedad del original, que dice así: «le agradó, anduvo tras de la norma (hebr. tsaw—término ambiguo—)». Creo que la RV 1977 da la mejor versión posible. 3. Ya vimos el versículo 12. Los versículos 13 y 14 nos describen la insensatez de Israel y de Judá. Ambos se dan cuenta de su situación extremadamente difícil (v. 13); Efraín es el que con mayor urgencia necesita remedio y acude a Asiria. Esto sucedió cuando el rey Oseas de Israel se hizo con el trono al matar a Péqaj (2 R. 15:30) y sometiéndose al rey de Asiria Tiglat-piléser III, el cual es llamado en el versículo 13b «rey Yareb», pues el hebreo yareb significa pendenciero (lit., en imperfecto yusivo, ¡que contienda!, lo cual sería como una orden—¿de Dios?—al rey asirio para que contendiera con Israel). Recordemos (v. Is. 7:17 y ss.) que Judá también había pedido ayuda a Tiglat-piléser por miedo a sus vecinos Siria e Israel (v. Is. 7:1 y ss.). Los mensajes de Israel y Judá al asirio habían de surtir el efecto contrario, porque Dios mismo había de tramar la ruina de ambos (v. 14). 4. El versículo 15 empalma perfectamente con el contexto siguiente, por lo que aparece en nuestra Reina-Valera bajo el mismo epígrafe. «Voy—dice Jehová—a
  • 14. volverme a mi lugar.» ¿A qué lugar? A su lugar celeste, pues este versículo no puede menos de traer a la mente del que esto escribe la marcha progresiva de la shekinah, desde el templo, en la merkabah que vio Ezequiel (v. Ez. 10:18). La gloria de Dios volverá definitivamente al templo en el reino milenario del futuro (v. Ez. 43:4). La última frase del versículo 15 («en su angustia me buscarán») nos lleva a Lamentaciones 5:20–22. Todavía (v. 6:4) el arrepentimiento de Israel será insincero, superficial y pasajero, pero llegará un día en que la conversión de Israel será un acontecimiento real y glorioso (v. Jer. 31; Ez. 37; Zac. 12:10–14; Ro. 11:15, 26–29). CAPÍTULO 6 El empalme con el versículo 15 del capítulo anterior podría dar a entender que los versículos 1–3 expresan una resolución del pueblo de Israel. Así opinan muchos, con Ryrie y el propio M. Henry. Buck lo tiene como probable, pero añade: «Parece mejor considerar estas palabras como dichas por el mismo Oseas». A favor de esto último militan las expresiones hondas y, al parecer sinceras, de los versículos 1–3. Con todo, el versículo 4 da a entender que es el pueblo el que habla y que, como en muchas otras ocasiones, hace promesas que no tarda en olvidar. En todo caso, tenemos aquí: I. Una especie de súplica o instancia a Jehová (vv. 1–3). II. La respuesta de Jehová (vv. 4–11). Versículos 1–3 1. Las palabras del versículo 1 nos recuerdan lugares como 5:14; Deuteronomio 32:39; Isaías 30:26; Jeremías 30:17; 50:4, 5. Están fundadas en una segura esperanza de que Dios no quiere la muerte del impío, sino que se arrepienta y viva, pues Jehová es un Dios de vida, de misericordia y salvación. Dice en Isaías 45:22: «Volved el rostro a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios y no hay más» (comp. con 1 Ti. 2:4–6). Una y otra vez repite: «Convertíos y volveos»; «volveos y me volveré» (v. Ez. 14:6; Zac. 1:3, 4). Y, apoyado en Joel 2:32, dice Pablo (Ro. 10:13): «Porque todo el que invoque el nombre del Señor, será salvo». En efecto, Dios está siempre presto a salvar, pero es preciso estar dispuestos a abandonar el pecado, pues es lo único que interpone una barrera en la comunión con Dios (Is. 59:1, 2). 2. El versículo 2 expresa una seguridad de que Jehová salvará definitivamente a Israel. Dice Ryrie: «después de dos días … en el tercer día. Esto es, en un breve período de tiempo (v. Lc. 13:32, 33; 2 P. 3:8). La restauración de Israel ocurrirá en la segunda venida de Cristo (Ro. 11:26)». Es precisamente sobre la base de 2 Pedro 3:8 como ven muchos en este versículo 2 una velada referencia al lapso de tiempo que habría de pasar entre esta profecía y la inauguración del Milenio. Puesto que Oseas está diciendo esto a mediados del siglo VIII a. de C., los dos primeros «días» de mil años habían acabado hacia el año 1250 de nuestra era; el tercer día estaría, pues, ya muy entrado en estos últimos años del siglo xx. Dogmatizar, con todo, sobre esto sería apurar mucho la exégesis y, en fin de cuentas, correría el peligro de lindar en la insensatez. 3. El versículo 3 parece expresar un sincero deseo, no sólo de conocer, sino también de proseguir en conocer a Jehová, pues Dios sale al encuentro del que le busca con la misma certeza con que está fijada la salida del sol cada mañana, y como la lluvia temprana y tardía (comp. con Stg. 5:7). Dice Buck: «En un encuentro personal y nacional con Dios, los israelitas aprenderán que Dios es fiel como el amanecer, que aparece un día tras otro». De la lluvia, hace M. Henry esta consideración devocional: «La gracia de Dios en Cristo es como la lluvia temprana y también como la tardía, pues, por medio de ella, no sólo se comienza nuestra buena obra de llevar fruto, sino que también se continúa». Versículos 4–11
  • 15. Ya sean las frases anteriores palabras del mismo pueblo o, al menos las últimas (v. 3), del propio Oseas, los versículos 4–6 muestran que el arrepentimiento del pueblo no existió o fue insincero. 1. Dios se dirige a Efraín (v. 4) como a un hijo díscolo, indócil; con palabras que nos recuerdan las del mismo Dios en Isaías 5:4, pregunta: «¿Qué haré contigo, Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá?» Como si dijese: «Tanto las advertencias como las amenazas que os he dirigido por medio de mis profetas han caído en saco roto, ¿qué más tendré que hacer para que abandonéis los ídolos y os volváis a mí? Vuestro amor (mejor que piedad, pues el vocablo hebreo es el conocido jesed) es como nube (es decir, neblina) de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece al salir el sol». Los deseos de reforma eran pasajeros (comp. con Mt. 13:21). 2. El versículo 5 es una justificación del proceder severo de Dios con Su pueblo: «y mi juicio saldrá como la luz» (al final del versículo; comp. con Sal. 51:4b; Ro. 3:4). Las dos primeras frases de este versículo 5 conviene leerlas teniendo a la vista lugares como 1 Samuel 15:32, 33; Jeremías 1:10; 5:14; 23:29, y aun Hebreos 4:12; Apocalipsis 19:15. Lo de tajado, al comienzo del versículo, como el vocablo tallado, nos traen a la memoria la imagen de una cantera, pero el tallado es con el fin de hacer buen uso del sillar, mientras que el tajado de que aquí se habla tiene un final de muerte, aunque esto no puede atribuirse a la obra de Dios por medio de Sus profetas, sino a la mala disposición de ellos. Dice M. Henry: «Estaban dispuestos a decir que los profetas los mataban cuando los estaban tratando con lealtad. Ellos eran inconstantes en su religión (v. 4); por eso, Dios los cortó. El corazón de los pecadores es piedra dura, que requiere mucho trabajo para hacer de él una figura de talla … Hay personas a quienes los ministros deben reprender duramente; cada palabra habría de ser cortante, aun cuando el reprendido huya de la presencia del que lo reprende y lo tenga como enemigo por decirle la verdad». 3. El versículo 6 repite una idea favorita del Señor ya desde 1 Samuel 15:22. Traduce espléndidamente Buck: «Pues yo deseo amor (hebr. jesed), y no sacrificio; el conocimiento (hebr. dáath) de Dios más bien que holocaustos». El Señor Jesucristo citó la primera parte en lugares como Mateo 9:13; 12:7, y vino a expresar la misma idea en Mateo 5:23, 24. En la segunda parte del versículo vemos que jesed (amor constante) y dáath (conocimiento íntimo) son conceptos correlativos (comp. con 1 Co. 8:3). 4. En los versículos 7–11, Dios hace, como dice Buck, «un historial de apostasía» de Israel y de Judá. Comienza desde atrás (v. 7) y resume las transgresiones. La primera parte del versículo 7 dice así a la letra en el original: «Mas ellos, como Adán, transgredieron el pacto». Opina Buck que habría de leerse «beadam», en Adán, más bien que «keadam», como Adán, y sostiene que es una referencia a Josué 3:16, aunque «no sabemos—dice—el caso concreto a que se refería Oseas». Es mucho más probable que no haya por qué corregir el actual texto masorético, y entonces «puede referirse a los hombres en general, los cuales transgreden los mandamientos de Dios o, específicamente, al pecado original de Adán» (Ryrie). A este pecado de Adán lo aplica Henry diciendo: «Como él transgredió el pacto de inocencia, así también éstos transgredieron el pacto de gracia». En mi opinión, la primera alternativa de Ryrie es la más probable: los hombres, corrompidos por naturaleza, tienden siempre a transgredir los pactos de Dios. Varios detalles necesitan análisis: (A) En el versículo 8 se especifica a Galaad como «ciudad de hacedores de iniquidad, manchada de sangre». No sabemos si Oseas se refiere aquí a la revuelta de Péqaj (2 R. 15:25). «De cualquier manera, Galaad tiene reputación de ciudad sanguinaria, donde no se respeta la vida humana» (Buck).
  • 16. (B) Más seria todavía es la acusación lanzada (v. 9) contra «la pandilla de sacerdotes que mata en el camino hacia Siquem (hebr. Shékmah)». Siquem era una de las ciudades de refugio (Jos. 20:7). Dice Buck: «Tal vez los sacerdotes violaron la ley del asilo (cf. Nm. 35:22–34) o se hicieron culpables de algunas transgresiones en el culto». Aunque no sea, sino como curiosa coincidencia, es digna de reseñarse la consideración de M. Henry de que «en el camino hacia Siquem (piensan algunos) significa: de la misma manera que el padre de ellos, Leví, con su hermano Simeón, mató a los siquemitas (Gn. 34) por medio de fraude y engaño». (C) El versículo 10 quizás no exprese más de lo que ya hemos visto en 5:3; Jeremías 5:30, 31; 23:13. Es posible, sin embargo, que haya alguna alusión a Betel, donde comenzó la corrupción con la erección del becerro de oro. Finalmente, el versículo 11 da a entender que Judá no se queda atrás (comp. con Ez. cap. 23) y, por tanto, también a ella le espera su correctivo (comp. con 5:5, 10, 13, 14). CAPÍTULO 7 2 Este capítulo es una descripción de los muchos crímenes de Israel. Tenemos aquí: I. Un cargo general contra Israel por los muchos y grandes crímenes con los que habían obstruido el curso de los favores de Dios hacia ellos (vv. 1, 2). II. Una acusación particular de las francachelas e intrigas de la corte (vv. 3–7). III. Otra acusación contra la funesta política del país, al buscar alianzas con las naciones paganas, en lugar de depender completamente de Jehová (vv. 8–12). IV. Una declaración de las terribles consecuencias de la perversidad del pueblo y de sus príncipes (vv. 13–16). Versículos 1–7 1. Los israelitas no quieren ser curados por el método de Dios (v. 1). Los tres nombres son sinónimos: Israel designa el reino del norte. En ese reino, Efraín es la tribu principal por ser la de Jeroboam. Samaria es la ciudad capital de dicho reino. La última parte del versículo 1 muestra que no había seguridad ni dentro ni fuera de los poblados. Por falta de conocimiento de la santidad de Dios, y, por consiguiente, por falta de temor de Dios, cometen iniquidad y no se percatan (v. 2) de que sus malas obras les cierran el paso (Is. 59:1, 2), pues están a la vista de Dios, como dice Moisés, en su salmo-oración: «Pusiste nuestras culpas delante de ti; nuestras faltas ocultas, a la luz de tu mirada» (Sal. 90:8). 2. Los versículos 3 y 4 nos describen, con breves pero expresivas frases, la astucia y la premeditación con que el pueblo maquina sus intrigas contra las autoridades. Oseas emplea un símil muy apropiado: Así como el panadero controla el calor del horno, y calcula la temperatura apropiada para una buena cocción del pan, «así los conspiradores controlan el fuego de sus pasiones para no arruinar sus planes con un celo excesivo» (Buck). 3. Los versículos 5–7 parecen referirse a un acontecimiento especial de la corona (cumpleaños o coronación del rey —«el día de nuestro rey», dice literalmente el v. 5—). En todo caso, estos versículos dan a entender que los asesinos se aprovechan de los festivales regios, cuando el vino hace su efecto y las víctimas no se aperciben de las intenciones aviesas de los que se acercan a ellos, con lo que, bien calculadas las intrigas (v. 6), los asesinos devoran a jueces y reyes (v. 7, comp. con 2 R. 15:10, 14, 25). Ryrie hace notar que «cuatro de los seis últimos reyes de Israel fueron asesinados». Y, a pesar de tanto crimen y de tanto desastre, «no hay entre ellos quien clame a mí»—dice Jehová 2 Henry,Matthew; Lacueva,Francisco: Comentario Bı́blico De Matthew Henry.08224 TERRASSA (Barcelona) :Editorial CLIE,1999, S.977
  • 17. (v. 7, al final), pensando que todo ello no era otra cosa que vicisitudes políticas inevitables. Versículos 8–12 Las imágenes con que se describe a Efraín en esta porción son muy expresivas. El cargo principal contra Israel es aquí su funesta política al buscar alianzas con Egipto y con Asiria, sin depender enteramente de Jehová su Dios. 1. Al hacer alianzas con los pueblos paganos, Efraín se ha vuelto «débil (una torta no volteada) y decrépito (como lo evidencian sus canas)» (Ryrie). Quizá lo de «torta a la que no se ha dado la vuelta» (v. 8b) aluda a una ortodoxia religiosa que está falta de ortopraxis. ¡El mismo desequilibrio que ronda también a las iglesias! ¡Sardis! Los extranjeros (v. 9), enemigos de Israel, devoran su vigor sin que él se de cuenta: devoran su economía, su moralidad, su espiritualidad. Por eso envejece sin percatarse de ello, como Sansón (Jue. 16:20): «no sabía que Dios se había apartado de él». Al contrario, se creen arrogantemente estar en plena madurez (v. 10) y se vuelven autosuficientes y obstinados (v. 10b): «no se vuelven a Jehová su Dios, ni lo buscan con todo eso». 2. Al obrar de manera tan estúpida en su política exterior, Israel es comparado (v. 11) a una paloma incauta, sin entendimiento, estúpida, que sale de un peligro para meterse en otro. Pero, para castigo y, por fortuna para ellos, para correctivo, van a caer finalmente (v. 12) en la red de Dios. La última frase del versículo 12 dice así conforme al texto masorético del original: «los castigaré conforme al anuncio hecho a la congregación de ellos» (v. Lv. 26:14–39; Dt. 28:15). Versículos 13–15 1. El versículo 13 comienza con un «¡ay de ellos!» Como hace notar Buck, «esta frase, usada con frecuencia por los profetas (cf. Os. 9:12; Is. 3:9, 11; Jer. 13:27, etc.), es amenaza y amonestación; también cierta desilusión, pues a pesar del amor de Dios, se han alejado de Él». En lugar de agradecer los muchos y grandes beneficios recibidos de Jehová, y esperar de Él, solamente de Él, la salvación, estos malos hijos se apartaron de Él, que era su nido bueno y seguro, se rebelaron contra Él, fueron desleales a Su pacto, y hablaron mentiras contra Él. «Hablan mentiras contra Él al no reconocerlo como única fuente de seguridad y refugio» (Buck). 2. En el versículo 14 vemos que, en lugar de clamar sinceramente a Dios aúllan, como lobos, sobre sus lechos, no por arrepentimiento, sino de rabia por el dolor del castigo (comp. con Ap. 9:20, 21; 16:21). Sólo les interesaban sus provisiones materiales, como al rico de Lucas 12:16–21. El texto masorético de mayor aceptación tiene (en el v. 14b) yithgoráru («se congregan»), pero hay no menos de veinte MSS hebreos (también los LXX) que leen yithgodádu («se hacen incisiones»—como en 1 R. 18:28—), lo cual estaba severamente prohibido por la Ley (Lv. 19:28; 21:5; Dt. 14:1). El versículo 15 da a entender que usaban contra Dios precisamente lo que Él les había dado: con los productos que Jehová bendecía, servían a los ídolos. 3. «Se vuelven (“apuntan”—podríamos decir, para seguir el símil—), pero no (hay) altura» (lit.), es decir, el tiro no da en el blanco, los clamores de ellos no llegan al cielo, porque son «como arco engañoso, traicionero». Dice Buck: «Traicionero puede llamarse a un arco que se rompe y hace fallar el tiro. En sentido figurado, arco traicionero (cf. también Sal. 78:57) puede llamarse a una persona que defrauda las esperanzas que se habían puesto en ella. En este sentido, es muy apta la figura para ser aplicada a Israel». Y puesto que sus lenguas (v. 16b) han sido insolentes, serán escarnecidos por las lenguas de sus enemigos. Dice Buck: «Muchos israelitas que oyeron estas palabras de Oseas vivieron lo suficiente para verlas cumplirse. Unos doce años más tarde, en 722–721, Asiria destruyó a Samaria y al reino del norte, y Egipto pudo reírse del desconcierto de Israel».
  • 18. CAPÍTULO 8 Siguiendo la división de Buck, tenemos en este capítulo: I. Una como alarma de guerra (vv. 1–3). II. Descripción de la anarquía política y religiosa de Israel (vv. 4–7). III. Lo cual ha puesto a Israel al borde del desastre (vv. 8–10). IV. Los israelitas son arruinados por falta de religión y sobra de lujo (vv. 11–14). Versículos 1–7 1. «Pon trompeta a tu boca» (v. 1). El profeta tiene que actuar como vigía que da la voz de alarma, porque viene (el enemigo) como un águila sobre la casa de Jehová. El enemigo (Asiria), tan conocido que el texto sagrado ni lo menciona, se va a precipitar sobre Israel con la fuerza y la rapidez de un águila. La causa de este castigo es que los de la casa de Israel quebrantaron el pacto de Jehová y se rebelaron contra Su ley (v. 1b), donde vemos que hay un paralelismo de sinonimia entre pacto y ley. Jehová llevó como un águila a Israel (Dt. 32:11) después de sacarlo de Egipto, y hace que Sus devotos se rejuvenezcan como el águila (Sal. 103:5; Is. 40:31), pero el águila de Asiria no viene a dar fuerzas, sino a devorar. 2. Los versículos 2 y 3 nos muestran la insinceridad de Israel cuando profesan ser el pueblo del pacto. El versículo 2 nos recuerda las frases de Mateo 7:21–23. El Señor viene a decirles como en Isaías 29:13, palabras que Cristo cita en Mateo 15:8, 9 (v. también Ez. 33:31). El bien (v. 3) que Israel ha desechado es la aceptación y obediencia de los mandamientos de Dios (comp. con Dt. 30:15; Am. 5:14; Mi. 6:8). Por tanto, el castigo es inevitable e inminente. Dice R. F. Horton (citado por Buck): «Las palabras de religiosidad no serán aceptadas en lugar de las obras, aunque las obras sí podrían tomar el lugar de las palabras». Los pecados de Israel se especifican en los versículos 1, 4, 5, 9 y 11. 3. Los versículos 4–6 nos declaran los comienzos de la historia del reino del norte, comienzos malos que no pudieron menos de tener consecuencias funestas. Es cierto que a Jeroboam se le había profetizado, por medio de Ajías (1 R. 11:29), que sería rey de Israel, pero esa profecía no significaba que fuese aprobado por Dios (v. 4). Las leyes sobre violaciones del tráfico normal no significan que aprueben dichas violaciones. Lo de «no lo supe» del versículo 4b equivale a «no lo aprobé». En el espacio de 200 años (desde el 922 a. de C. hasta el 722) hubo en el reino del norte (Israel) 19 reyes, mientras que en 335 años (desde el 922 a. de C. hasta el 587) hubo en Judá solamente 20 reyes. A continuación (vv. 5, 6), Dios repudia el becerro de oro que Jeroboam mandó erigir en los dos extremos del reino. Es cierto que la intención de Jeroboam, como antiguamente la de Aarón, fue tener una representación de Jehová como verdadero Dios de la fertilidad, para que no añoraran el templo de Jerusalén. En efecto, en un pueblo agrícola, como era Israel una vez establecido en Palestina, el becerro era símbolo de fuerza y energía, pero los cananeos usaban un símbolo parecido para Baal, por lo que el peligro para Israel era manifiesto. 4. El versículo 7, «siembran viento y recogerán tempestad», es un proverbio que nos recuerda Gálatas 6:7. La siembra y la cosecha se apoyan en tres leyes biológicas: (A) Por la vitalidad misma de la semilla es inevitable que algo haya de brotar (ley de la siembra). (B) Por la identidad de especie entre la semilla y el brote, ha de recogerse algo semejante a lo que se siembra (ley de la uniformidad). (C) Y, por la finalidad de la sementera de convertirse en cosecha, lo que se siembra se recoge multiplicado (ley del aumento). El mal y el bien son como una bola de nieve, que aumenta según avanza. El versículo 7 debe leerse así: «Porque viento sembraron y tempestad cosecharán; el tallo no dará espiga (lit. cabeza), ni producirá harina; y aunque la llegase a producir, la devorarán extranjeros». Versículos 8–14
  • 19. 1. No sólo las cosechas de Israel serán devoradas por extranjeros, sino que Israel mismo será pronto (v. 8) engullido (mejor que devorado). Y, al cambiar de metáfora, prosigue: «pronto será entre las naciones como vasija de desecho», vaso inútil, de deshonra para su amo y que, por su carencia de valor, no merece la pena tenerlo en casa. Luego (v. 9) compara Oseas a Israel a un asno montés, lo que nos recuerda aquello de Jeremías (Jer. 2:24), y alude a la infidelidad de Israel: «asna montés acostumbrada al desierto, etc.». Los asnos monteses suelen ir en grandes manadas. Dice Buck: «Cuando uno de ellos se separa de la manada, vaga taciturno, sin rumbo fijo. Tal vez este aspecto fue lo que hizo a Oseas comparar a Israel con un asno salvaje». Pero este asno montés, que es Efraín, no se halló a gusto vagando a solas, sino que, como en el caso de Jeremías 2:24, se dejó llevar de la lujuria espiritual, la idolatría, y fue en busca de apoyo a las naciones paganas y a sus falsos dioses. Una vez más se repite la idea (comp., por ej., con Ez. 16:33, 34) de que, al revés que las rameras ordinarias, Israel alquila por dinero a sus amantes; es él quien les paga. Dice Buck: «Esta expresión contiene una alusión obvia a los tributos y regalos con los cuales Israel buscaba la alianza y ayuda de asirios y egipcios». 2. El versículo 10 alude precisamente a esos regalos con que Israel quería bienquistarse con asirios y egipcios, pero Dios le va a poner en el pecado la penitencia, pues va a juntar a todos esos amantes contra él (v. Ez. 16:37), quienes lo desnudarán y devorarán; quedará aplastado bajo el peso (v. 10b) de la enorme contribución que le va a exigir el rey de los príncipes, es decir, el rey de Asiria (v. Is. 10:8); se cierne sobre la cabeza de Israel la deportación «por un poco de tiempo», aunque el hebreo sugiere más bien otra versión: «comenzarán a debilitarse (lit. a disminuir)», como traducen la Biblia de las Américas y la Nueva Versión Internacional. 3. Los versículos 11–13 deben leerse como en la Nueva Versión Internacional, donde dicen así (por su claridad, apenas necesitan comentario, que intercalaremos en el texto): « Aun cuando Efraín haya erigido muchos altares para ofrendas por el pecado, se han convertido en altares para pecar. Escribí para ellos las muchas cosas de mi ley, pero ellos las consideraron como algo extranjero. 0frecen sacrificios dedicados a mí y se comen la carne (comp. con 1 S. 2:12–17), pero Jehová no se agrada en ellos. Ahora se acordará de su iniquidad y castigará sus pecados; ellos (enfático en el original) volverán a Egipto». Aclara Buck: «Habrán de volver a Egipto (cf. 9:3, 6; 11:5), es decir, volverán al estado de cautiverio que tenían antes, cuando fueron sacados de Egipto». En realidad, hubo algunos que, al huir de Asiria (722 a. de C.), escaparon efectivamente a Egipto (comp. con Dt. 28:68). ¡Cuántas veces habían deseado volver a Egipto mientras vagaban por el desierto! ¡Al Egipto de la esclavitud y del pecado! «El perro, al vómito; y la puerca lavada, al cieno» (2 P. 2:22, que cita Pr. 26:11). 4. Esta suerte les espera por haber olvidado Israel (v. 14) a su Hacedor, o Creador (según el contexto de Is. 51:13). ¡Olvido del Creador, de quien dependemos en todo! (Hch. 17:25, 28). Ha compensado este olvido del Hacedor edificando grandes palacios (mejor que templos, pues este vocablo da la idea de santuario). Al seguir en la misma línea de orgullo y autosuficiencia, Judá multiplicó ciudades fortificadas (lit. inaccesibles o inexpugnables). Los ricos líderes del pueblo han construido para sí palacios (comp. con Hag. 1:4), también fortificados, pues el último vocablo del versículo 14 (armenoteiah) significa «ciudadelas de ella» (¡curioso cambio de género después de «ciudades de él»!) Pero de nada les van a servir sus fortificaciones y sus falsas seguridades: «Enviaré fuego—dice Dios—en sus ciudades y consumirá sus ciudadelas» (v. 14b. Lit.). CAPÍTULO 9
  • 20. En este capítulo: I. Dios amenaza con quitarle a esta degenerada descendencia de Israel todas las comodidades mundanas de que disfruta (vv. 1–5). II. Los destina a la ruina por sus pecados y por los pecados de sus profetas (vv. 6–8). III. Les echa en cara la iniquidad de sus padres, cuyas pisadas siguen ellos (vv. 9, 10). IV. Les amenaza con privarles del todo de descendencia (vv. 11–17). Versículos 1–6 1. En estos versículos el profeta se refiere a las fiestas que se celebraban durante la siega o, más probablemente, durante la cosecha de otoño (frutas, uvas, olivas, etc.). En estas fiestas ofrecían sacrificios y libaciones, cánticos, etc., pero seguían ahora las costumbres paganas de sus vecinos, contaminándolo todo con las prácticas licenciosas del culto a Baal al que atribuían la fertilidad. De ahí las fuertes frases del profeta. No todos se atreverían a proferir las frases de los versículos 7 y 8, por ejemplo. Nótese que no dice (v. 1): «No te regocijes», sino: «No te regocijes como los demás pueblos» (comp. con 1 Ts. 4:13). Dios no prohíbe la alegría; más aún, la quiere (v. Fil. 4:4). Pero la alegría del pueblo de Dios tiene que ser distinta de la del mundo (v. Pr. 29:6). Esto es lo que se le echa en cara a Israel aquí: que no se distingue de los demás pueblos. 2. En un principio Israel trató de servir a los baales, pero sin abandonar su profesión religiosa de ser pueblo de Jehová. Pero no se puede servir a dos señores que reclaman todo el tiempo y toda la vida. No se puede adorar a dos dioses, e Israel (vv. 2–6) ha abandonado a Jehová al irse a Baal, ¡ha roto el pacto! Por eso, también Jehová se apartará de ellos y hará que les falte el fruto de la tierra (v. 2), para que vean lo inútil de acudir a Baal. Todavía se llama (v. 3) «la tierra de Jehová», pero el pueblo no merece estar en ella; así que marcharán a Asiria (v. 3b) y a Egipto (v. el comentario a 8:13). La vara correctiva de Dios los arrojará precisamente a los países en los que habían pensado hallar ayuda. Allí—dice—«comerán viandas inmundas» (v. 3, al final), por ser inmundos los países, por ser ofrecidas a los ídolos y aun por no reunir las condiciones que la Ley exigía (comp. con Ez. 4:13; Dn. 1:8). 3. Su alimento, en realidad (v. 4), había de ser «pan de enlutados», es decir, inmundo. Dice Buck: «Durante los siete días de luto, todo lo que rodeaba al cuerpo se consideraba inmundo, hasta el pan que se comía en casa del muerto (cf. Dt. 16:24)». ¡Tener que comer por necesidad lo que tanto les repugnaba! Por eso, dicho pan no se podía poner en la mesa de los panes de la proposición. ¿Qué harán, pues, al ser inmundos, en los días festivos de Jehová? (v. 5). En vez del gozo festivo, tendrán el duelo fúnebre (v. Sal. 137:3). 4. El profeta los ve ya (v. 6) que marchan a la deportación. Menfis, la más antigua de las capitales de Egipto, famosa por sus pirámides, será la tumba solitaria, y olvidada, de los deportados. Donde antes estaban sus moradas suntuosas y escondían sus cofres llenos de oro y de plata (v. 6b), la desolación será tan grande que solamente crecerán ortigas y espinos, que son siempre símbolo de asolamiento y soledad desértica. Versículos 7–9 Esta porción se abre y se cierra con la amenaza seria de castigo por parte de Dios; especialmente, por la insensata reacción del pueblo contra las advertencias del profeta, quien, de parte de Dios, no quería la ruina del pueblo, sino su curación (v. 7:1). 1. Aunque el texto masorético actual dice en el versículo 7: «… conocen (los de) Israel: licencioso (hebr. ewil) el profeta, y loco de rabiar (hebr. meshuggá) el varón del espíritu» (lit.), varios de estos vocablos llevan encima un circulito blanco, lo cual indica que la lectura es problemática. En especial, es muy problemática la lectura yedú (conocen), siendo más probable la lectura yariú (claman), con lo que el sentido queda completamente claro: «Los de Israel claman que es estúpido el profeta, e insensato el varón del espíritu». Dice Ryrie: «El pueblo reaccionaba contra las sombrías
  • 21. admoniciones de Oseas, y declaraba que era un loco, cuando en realidad era el vigía de la nación». Le llaman «el hombre del espíritu» en sentido despectivo, por supuesto. 2. En efecto (v. 8), Oseas es el centinela de Efraín, que no habla por cuenta propia, pues es un profeta; … junto con mi Dios», dice; y precisamente por decir la verdad de parte de Dios, el profeta (v. 8b) halla en todos sus caminos el lazo del cazador, la trampa en la que quieren hacerle caer sus malvados oyentes, hostilidad en la casa de su Dios. Dice Buck: «Parece ser que aun en el santuario encontraba solamente oposición y hostilidad». A no dudar, los sacerdotes mismos eran sus más fuertes oponentes, como le ocurrió al propio Señor Jesucristo. 3. Tanto se han rebajado los enemigos de Oseas que han llegado a descender al nivel (v. 9) de lo que pasó en Guibeá (v. Jue. 19:16 y ss.). No es que intentasen hacer con el profeta lo que los de Guibeá habían hecho entonces con la concubina del levita, pero le trataban tan afrentosamente como había sido tratado entonces el levita a quien pertenecía dicha concubina, es decir, sin ningún miramiento a su condición de mensajero de Jehová y centinela de Israel. Versículos 10–14 1. En los comienzos de la nación de Israel (v. 10), Dios se complacía en Su pueblo como quien halla en el desierto uvas refrescantes y los primeros frutos de la higuera. Recordemos que Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel y lo constituyó nación especial Suya en el Sinaí. A pesar de sus quejas y murmuraciones, Dios les amaba y se complacía en ellos, conforme lo dieron a entender las bendiciones de Balaam (contra su voluntad). En efecto, los buenos padres castigan en secreto a sus hijos, pero no los rebajan públicamente ante los extraños. Pero (v. 10b), justamente después de estas bendiciones, al llegar a Baal-peor, se consagraron a la ignominia. En Números, capítulo 25, se nos narra la abominable conducta de Israel en Sitim, al adorar al Baal de Peor y al cometer groseras inmoralidades, hasta que Fineés (hebr. Pinjás) aplacó a Dios. 2. Por eso (vv. 11, 12), la gloria de Efraín, aquella relación única del primogénito de Jehová, se marchará volando cual ave y, con ella, se marchará también la prosperidad, especialmente la fecundidad, que tanto apreciaban ellos y por la que rendían culto al dios (Baal) y a la diosa (Aserá o Astarté) de la fertilidad: «no habrá (v. 11b) nacimientos, pues no habrá embarazos; no los habrá, porque no habrá concepciones». La esterilidad, tan temida hasta ser considerada como una maldición de Dios, será el triste destino de las mujeres de Israel (comp. con el v. 14). Los hijos ya crecido« (v. 12) morirán prematuramente. 3. La lectura del versículo 13 resulta problemática, como puede verse en la excelente edición crítica de Stuttgart, pero todavía puede seguirse sin inconsistencias en nuestra Reina-Valera: Aun cuando Efraín goza de excelentes condiciones en cuanto al clima y al suelo, sus hijos están destinados a la masacre. Según la lectura apoyada en los LXX, Buck traduce así el versículo 13 «Efraín, como la cierva cría a sus hijos para ser cazados, así Efraín tiene que entregar a sus hijos a la matanza». El versículo 14 ha de leerse como aparece en la mayoría de las versiones modernas (entre ellas, la NVI y la Biblia de las Américas): «¡Dales, oh Jehová! ¿Qué les has de dar? ¡Dales matriz que aborte y pechos secos!» (comp. con Lc. 23:29). Oseas ama a su pueblo, pero no puede pedir otra cosa que lo que Dios quiere y ellos se merecen (comp. con Jer. 2:2). Versículos 15–17 Guilgal era un lugar (v. 15) de doble mal recuerdo: 1. Había sido corrompido con la adoración del pueblo a Baal. 2. Había sido profanado por la petición que allí hizo el pueblo de que se les diese un rey como lo tenían las demás naciones, y la proclamación de Saúl por primer rey de Israel (1 S. 11:14, 15), por capricho del pueblo, no conforme al corazón (al designio) de Dios. Allí, pues, es donde comenzó Dios a tenerles aversión.
  • 22. Buck hace aquí un comentario (sobre lo de «no los amaré más») que necesita aclaración: «Oseas no favorece la distinción de los modernos escritores de espiritualidad, según la cual Dios odia el pecado, pero ama al pecador. El pecado, después de todo, no existe fuera del hombre que peca, al rechazar el amor de Dios. Dios, por tanto, ha de odiar al pecador mismo, en este caso, Israel». Es extraño que el erudito jesuita sufra aquí una tremenda equivocación, que habría podido evitar al recordar la distinción que, a no dudar, le habrían enseñado sus profesores de teología: En cuanto al amor de complacencia, Dios no se complace en el pecador (por santo que haya sido o haya de ser después) mientras permanece en su pecado, sin arrepentimiento ni confesión a Dios; pero con amor de benevolencia, Dios ama a todos aquellos que, en Su soberana gracia, ha predestinado a ser modelados conforme a la imagen de Su Hijo (Ro. 8:29), aunque, al presente, estén sumidos en las mayores profundidades del pecado (v. también Ro. 5:6–10); en cuanto a Israel, v. Romanos 11:29. Lo de «los echaré de mi casa» (v. 15b) no significa que los arrojará del templo, sino del país (comp. con v. 3). Nótese que el verbo garash (sacar o arrojar) significa, en su raíz, repudiar o divorciar. La razón principal es la apostasía de los dirigentes (v. 15, al final), quienes, con su mal ejemplo, arrastran consigo al pueblo. Los versículos 16 y 17 dan una primera impresión de rechazo definitivo, pero basta leer 11:8–11 para convencerse de lo contrario y rebatir a todos los que sostienen que Dios ya acabó con Israel como pueblo Suyo y que cada israelita, en plan individual, está al mismo nivel que los gentiles en todo y por todo (v. el comentario a Gá. 3:28). Lo de «andarán errantes entre las naciones» (v. 17b) es, al fin y al cabo, el cumplimiento de la amenaza que Jehová les había hecho en Deuteronomio 28:64, 65. Nos recuerda, por otra parte lo de Caín en Génesis 4:14: «… seré errante y extranjero en la tierra». A todo Hijo Pródigo le ocurre algo parecido. CAPÍTULO 10 I. Al pueblo de Israel se le acusa aquí de groseras corrupciones en el culto de adoración a Dios (vv. 1, 2, 5, 6, 8). II. También se les acusa de corrupción en la administración de los asuntos civiles (vv. 3, 4, 7). III. Igualmente se les acusa de imitar los pecados de sus padres y de persistir en sus propias iniquidades (vv. 9, 11). IV. Finalmente, se les invita con insistencia a que se arrepientan y cambien de conducta (vv. 12–15). Versículos 1–8 1. Vuelve Oseas a la carga (v. 1) de lo que ha dicho en 8:4, 11: «Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí mismo». Nótese ese «para sí mismo», que nos recuerda lo de Lucas 12:21. Lo peor es que, a medida que prosperaba, se hacía rico y tenía mayor abundancia de todo bien material, tanto mayor era su afición a los ídolos, y más bellos y costosos eran los ídolos que para sí fabricaba (comp. con 8:4). 2. «El corazón de ellos está dividido»—dice (v. 2), pues honran a Jehová con los labios, pero el corazón se les va, en realidad, hacia Baal—. «Pero ahora—dice—lo van a pagar; Jehová demolerá sus altares, destruirá sus ídolos». El verbo hebreo para «demolerá» (yaarof) designa la rotura del cuello de un animal, cosa muy apropiada tratándose de ese novillo indómito que es Efraín. El versículo 3 no necesita el arreglo que dice Buck («¿No tenemos un rey? Pero, si no tememos, etc.»), pues el hebreo está clarísimo en el original: «Pues ahora dirán: No tenemos rey, porque no temimos a Jehová, y ¿qué haría el rey por nosotros?» (lit.). Dice Ryrie: «No tenemos rey, esto es, ninguno digno de ese nombre, pues sus reyes hacían pactos sin valor». Sin embargo, opino que dicha afirmación del pueblo tiene otro sentido: el rey nuestro es sólo una marioneta de Asiria. Dice Buck: «Esto puede ser una referencia al rey Oseas, que había sucedido a Péqaj en el trono y se había sometido inmediatamente a Asiria».
  • 23. 3. El versículo 4 viene a decir que así como las hierbas venenosas echan a perder las plantaciones, así también la falsedad y la doblez corrompen la rectitud moral y, especialmente, la rectitud de juicio. El hebreo del versículo 5 dice becerras, en femenino, probablemente porque la fertilidad se atribuye especialmente a las hembras, pero es seguro que Oseas alude a los dos becerros de oro que Jeroboam mandó erigir (v. 1 R. 12:28): uno, en Dan; otro, en Betel, que, como siempre en Oseas, es llamado Bet- aven en señal de desprecio y aborrecimiento. Al comentar los versículos 5 y 6, dice Buck: «Si el rey no puede ayudar, ¿podrá el becerro de oro? La respuesta de Oseas es irónica: el becerro de Bet-aven, no sólo no podrá ayudar, sino que será ocasión de mayor ansiedad, cuando vean que es llevado a Asiria como oblación para el gran rey». Lo cual será una señal simbólica de la victoria del dios de Asiria sobre el dios de los vencidos. Como en 5:13, el hebreo dice (v. 6): «… al rey Yareb» (v. el comentario a dicho lugar). 4. La magnitud del castigo de Israel por su pecado es descrita en términos muy fuertes (vv. 7, 8): Samaria es cortada, desaparece del mapa, y su rey es como astilla (mejor que «espuma»), traída y llevada por las encrespadas olas del mar. Serán destruidos (v. 8) los lugares altos, donde Israel se prostituía espiritual y sexualmente, de Aven, esto es, de Bet-aven, el pecado de Israel, llamado así por haber sido como una especie de «pecado original» del reino del norte, pues su apostasía comenzó con la adoración del becerro de oro en aquel lugar; y (v. 8b) «crecerán cardos y abrojos sobre los altares donde antes se elevaba el humo de los sacrificios» (Buck). La fraseología del versículo 8b expresa una destrucción apocalíptica, como puede verse por la cita que hacen de este lugar Lucas 23:30; Apocalipsis 6:16; 9:6. Versículos 9–15 En estos versículos vemos el resultado terrible del pecado de Israel. 1. De nuevo se menciona en el versículo 9 lo de Guibeá (comp. con 9:9), que siempre fue «emblema de sensualidad grosera y cruel (Jue. 19)» (Ryrie). Lo de «allí tomaron posiciones» es como si dijera: «allí fue donde estalló la rebelión». Por cierto, hay quienes leen maradu (se rebelaron) en lugar de amadu (se estacionaron). «Hijos de iniquidad» (v. 9, al final) es una expresión semítica corriente, que ya conocemos bien, y señala como una identificación muy estrecha de la persona con la iniquidad. El doble crimen que se menciona al final del versículo 10 no es probable que sean los «dos males» de Jeremías 2:13, ni la «lascivia y autosuficiencia», según opina Buck («parece ser»—dice—), sino, como dice Feinberg, los dos becerros de Dan y Betel. 2. Lo de «novilla domada» (v. 11) parece, a primera vista, contradecir lo de 4:16 y Jeremías 31:18, donde se llama precisamente a Efraín «novilla (o novillo) indómita», esto es, no domada; pero las expresiones no son contradictorias, sino complementarias, pues se refieren a diferentes tiempos. El significado del versículo 11 es el siguiente: Efraín es como una novilla de tres años, que ha sido tratada generosamente por su amo (Jehová), pues no le ha puesto yugo ni bozal, y le ha permitido comer libremente mientras da vueltas trillando (v. Dt. 25:4). De esta forma, engordó demasiado (Dt. 32:15) y tiró coces, es decir, se hizo indómita y abusó de la libertad que Jehová le había concedido, por lo que va a ser sometida al yugo («yo pasaré el yugo sobre su lozana cerviz»—v. 11b—) y a dura labranza, esto es, Jehová la va a llevar por el camino del sufrimiento. 3. Para segar amor (jesed) es menester (v. 12) sembrar justicia (tsedaqáh, rectitud moral), y es preciso roturar la tierra abandonada (comp. con Jer. 4:3), porque es el tiempo de buscar a Jehová (comp. con 12:6; Is. 55:6), hasta que venga, como Salvador de Israel, a enseñar justicia (hebr. tsedeq). Esta última frase es muy expresiva en el hebreo, pues dice: «y llueva justicia para vosotros», lo que nos recuerda Isaías 45:8. Se
  • 24. notan los ecos escatológicos (v. Jer. 31:27–40; 32:37; 33:26; Ez. 36:24 y ss., y las consiguientes referencias en el Nuevo Tetamento). Sobre la necesidad de ese «roturar el barbecho», de que habla aquí (v. 12b) Oseas, dice Buck: «No pueden esperarse frutos de religiosidad si no se aplica ninguna disciplina religiosa, si no se rompen hábitos inveterados, si el corazón y el carácter no se reforman a fondo». En realidad, el barbecho tiene que dar paso a una vida nueva. 4. Israel ha segado lo que sembró (v. 13, comp. con Job 4:8; Pr. 22:8; Gá. 6:7, 8), lo contrario del versículo 12 (comp. con 4:2; 7:3; 11:12), por confiar en sus caminos (o en sus carros de guerra, como vierten los LXX) y en la multitud de sus valientes guerreros (mejor, fuertes; hebr. guibboreikhá—el mismo vocablo de Is. 9:6—). En cuanto al Salmán del versículo 14, opina Buck que es «probablemente Salamanu de Moab, un contemporáneo de Oseas», pero tanto Feinberg como Ryrie están a favor de interpretarlo como Salmanasar V de Asiria. Bet-arbel podría ser la que los griegos llaman Arbela, o «la actual Irbid, en Transjordania, unos 15 km al norte de Ramot- Galaad» (Buck). La frase final: «cuando la madre fue aplastada con los hijos», es una nota que pone de manifiesto la crueldad asiria. 5. Así, de forma parecida a como Salmanasar destruyó a Bet-arbel con destrucción completa (v. 14), destruirá Jehová (v. 15) a Israel «por la maldad de vuestra maldad»— dice literalmente el original hebreo, en una frase que trae a la memoria aquello del «extremo de la pecaminosidad» de que habla Pablo en Romanos 7:13 (al final)—. No obstante, todavía llama Dios a Israel «casa de Dios» (hebr. ¡Beth-el!), con lo que todavía resalta más el contraste, casi paradójico, de que Dios vaya a destruir Su propia casa; y eso, total y rápidamente: «al rayar el alba» (v. 15b); es decir, «con la rapidez y celeridad con que aparece la aurora después de un sueño tranquilo» (Buck). ¡Hay que estar en vela! CAPÍTULO 11 Aquí vemos: I. La gran bondad de Dios hacia su pueblo Israel (vv. 1, 3, 4). II. La ingrata conducta de ellos hacia Él (vv. 2–4, 7, 12). III. Amenazas airadas contra ellos por su conducta traicionera (vv. 5, 6). IV. La misericordia es recordada en medio de la ira (vv. 8, 9). V. Las promesas de lo que Dios haría todavía por ellos (vv. 10, 11). VI. Parece ser, según la lectura más probable, que Judá todavía conserva algo digno de alabanza (v. 12). Versículos 1–4 «La nota dominante de los cuatro últimos capítulos del libro—dice Feinberg—es el amor de Dios.» Y Buck, por su parte, añade: «Este capítulo es único, no sólo en Oseas, sino en el Antiguo Testamento. Nos da la más bella descripción del amor de Dios». 1. Entre tantos pueblos circunvecinos, Dios amó a Israel (v. 1) cuando era niño y esclavo. No escogió a Egipto con su avanzada cultura, ni a Fenicia con su prosperidad comercial, ni al imperio asirio con su poder militar, sino al pueblo hebreo, un pueblo de pastores nómadas y, más tarde, de labradores. «La elección—dice Buck—se puede expresar con los términos “escoger” (Dt. 7:6), “adquirir” (Éx. 15:16) y “conocer” (Am. 3:2). Aquí, en las palabras de Jehová, se contiene toda la realidad de la elección: Yo le amé.» El amor es soberano, libre, espontáneo. Es curiosa la cita del versículo 1b («de Egipto llamé a mi hijo») en Mateo 2:15, donde es aplicada a Cristo, con lo que se observa, una vez más, esa identificación del Mesías-Cristo (el Escogido y el Ungido) con Su pueblo (v. también He. 11:26; 13:13 y 1 P. 4:14). 2. Cuanto más les llamaban a gritos (hebr. qarú) (v. 2) los profetas, más se alejaban ellos de Dios. Desde la «niñez» como pueblo, se mostraron, una y otra vez, rebeldes, rompieron el pacto y practicaron el más infame adulterio espiritual («¡almas adúlteras!»—Stg. 4:4—). Pero Jehová no se desanimaba por eso: «Con todo (v. 3), yo
  • 25. (enfático en el original) (fui quien) le enseñé a andar a Efraín, para que sus pasos fuesen rectos (v. Is. 55:8), tomándole en brazos cuando se cansaba, «y no conocieron, no se dieron cuenta, de que yo los curaba (hebr. refatim) cuando se lastimaban como se suelen lastimar los niños». No eran los baales los que hacían esto, sino Jehová, el único Dios vivo y verdadero. 3. Nótese la ternura del versículo 4: «Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor …»; no como a las bestias de tiro o de carga, a quienes se sujeta y atrae con fuertes y ásperas sogas, sino con los hilos de seda del amor (comp. con Jn. 6:44). Dios no fuerza a nadie, sino que atrae—como los labradores que le quitan el yugo a la yegua o al mulo cuando vuelven a casa después de trabajar, y se inclinan para darles de comer ellos mismos (v. 4b)—. Cuenta Feinberg algo que él mismo presenció en San Antonio, Texas (U.S.A.), después de uno de sus mensajes allí: «Una madre joven, con una hija muy crecida recostada en una almohada, se puso en los primeros bancos de la iglesia. La hija tenía ahora cuatro años, pero era totalmente incapaz ni aun de llevarse a la boca el alimento. Escasamente podía tragar. Cada día se veía obligada la madre a darle de comer durante seis horas. No necesito decirles cuán desolada se hallaba esta madre por el lastimoso estado de esta criatura que no podía responder a su amor, aunque con verdadera sumisión cristiana agradecía a Dios esta carga que la acercaba más a Dios en busca de una ayuda más plena». En King Lear dice Shakespeare: «¡Más afilado que el diente de una serpiente es tener un hijo ingrato!» Versículos 5–7 Esta porción forma como un paréntesis de desánimo, después de lo que antecede, lo mismo que a la vista de lo que sigue (vv. 8–11). 1. Sólo la Nueva Versión Internacional—de las que conozco—lee el versículo 5 con signos de interrogación, no sé con qué fundamento. La versión Reina-Valera es correcta y no hay por qué alterarla en este punto. Nótese que el original usa el mismo verbo hebreo (shub) para el «volverá» de comienzos del versículo 5 y para el «convertirse» del final. El significado real del verbo hebreo jalah, con que comienza el versículo 6, es «girar rápidamente de un lado a otro»; se expresa así la tremenda carnicería que, en poco tiempo, producirá la espada enemiga en las ciudades de Israel, destruirá también las barras con que atrancaban las puertas y, como dice literalmente el hebreo en la última frase del versículo 6, «los devorará (la espada) a causa de los designios de ellos». 2. El versículo 7 es traducido de varias maneras por causa de su ambigua concisión; además, el texto masorético actual abunda en circulitos de perplejidad en las ediciones críticas. Caben dos versiones (como las más probables): (A) La NVI—adherida al texto actual—traduce: «Mi pueblo están determinados a apartarse (lit. volverse) de mí. Aun cuando llamen al Altísimo, de ningún modo los exaltará Él». (B) La versión de Buck— al corregir el texto actual—es la siguiente: «Mi pueblo está resuelto a apartarse de mí; y llaman a Baal, él no los levantará». Al comentar este empeño de Israel en apartarse de Dios y seguir a los baales, cita Buck una especie de proverbio que dice: «Ten miedo del amor que se te da, es tu cielo o tu infierno». Versículos 8–12 1. Para Feinberg, el versículo 8 es el más grande de todo el libro. El giro que toma toda la porción en este punto, tras de los versículos 5–7, y la ternura que late en esas expresiones del versículo 8 son algo que no puede menos de conmover al más frío. Admá, Seboyim (lit. Tseboyim) y Bela o Sóar, formaban con Sodoma y Gomorra el grupo nefando de la Pentápolis (vocablo griego que significa «cinco ciudades»). De las cinco, sólo Sóar escapó de la destrucción, en atención a Lot (v. Gn. 19:22 y ss.). Pero Dios no va a destruir de ese modo a Efraín (v. 9). Las entrañas de amor de Dios no lo