1. Estrabismo
El estrabismo es un término que se emplea para describir las desviaciones de los ojos, que
normalmente están paralelos. Los seis músculos extraoculares que mueven cada ojo, deben
trabajar juntos y coordinados. De esta manera se obtiene una visión binocular estereoscópica
o en profundidad.
El cerebro superpone en una imagen única la procedente de los dos ojos, logrando la
percepción tridimensional. Pero si existe un ojo torcido o estrábico, la superposición de
aquellas dos imágenes distintas crearía una confusión no tolerable. Se desarrolla entonces una
defensa cerebral que consiste en suprimir la imagen menos definida (la del ojo torcido),
quedando así expuesto dicho ojo a ser vago o miope.
Además del aspecto motor o muscular, los ojos mantienen su paralelismo gracias al estímulo
de fijación, presente a partir de los pocos meses de edad.
Aunque el estrabismo tiene un factor hereditario importante, cualquier causa que perturbe la
buena percepción de la imagen puede provocarlo. Entre estas causas está la presencia de
cataratas congénitas, el glaucoma congénito o, mucho más frecuente, los defectos de
refracción como la hipermetropía o la miopía.
Glaucoma congénito
Este término se emplea para definir un aumento de la presión intraocular en el niño.
Generalmente aparece en los primeros meses de vida, siendo los síntomas más característicos:
fotofobia o molestia a la luz, aumento del tamaño cornea y pérdida de su brillo. Provoca
además una lesión a nivel del nervio óptico y una miopía por el agrandamiento del tamaño
ocular. Estos signos y síntomas se deben a que el tejido ocular en el niño es muy elástico,
cediendo sus estructuras a cualquier hiperpresión intraocular.
Catarata congénita
Se denomina catarata a la opacificación del cristalino, que es una lente transparente
suspendida detrás de la pupila.
La contracción de la musculatura intrínseca del ojo permite cambios de la curvatura del
cristalino, enfocando así la imagen en la retina de lejos y de cerca. De esta forma se transmite
al cerebro una imagen de máxima definición a cualquier distancia.
La catarata congénita puede ser secundaria a una enfermedad infecciosa, sistémica, o puede
tener un componente hereditario.
El diagnóstico generalmente se realiza por el color distinto que presenta la pupila. Pero en el
recién nacido las pupilas son muy pequeñas, y si la catarata no es muy densa, puede pasar
desapercibida.
Es importante una vez más el diagnóstico precoz, pues existe el riesgo muy directo de
desarrollar un ojo vago.
2. Este término se emplea para definir un aumento de la presión intraocular en el niño.
Generalmente aparece en los primeros meses de vida, siendo los síntomas más característicos:
fotofobia o molestia a la luz, aumento del tamaño cornea y pérdida de su brillo. Provoca
además una lesión a nivel del nervio óptico y una miopía por el agrandamiento del tamaño
ocular. Estos signos y síntomas se deben a que el tejido ocular en el niño es muy elástico,
cediendo sus estructuras a cualquier hiperpresión intraocular.
Epífora
La epífora es un término que se emplea para definir una obstrucción congénita de la vía de
drenaje de la lágrima.
Clínicamente se manifiesta en el recién nacido por un ojo demasiado brillante con exceso de
lágrima. Por otra parte puede ser la causa de una conjuntivitis infecciosa debido al
estancamiento de la lágrima en su vía de drenaje. Con cierta frecuencia se resuelve de forma
espontánea durante los dos primeros meses de vida.
El tratamiento consiste en la realización de un sondaje de la vía lagrimal en la propia consulta
simplemente con gotas de anestésico. Algunos casos pueden requerir, según el nivel y el tipo
de obstrucción, varios sondajes. En cualquier caso el diagnóstico y el tratamiento precoz
garantizan un muy buen pronóstico.