Hace algunos años ya comenzó a difundirse la existencia de los pacientes borderlines o limítrofes. Quien terminó de darle forma y fama fue el psicoanalista norteamericano Otto Kernberg, en su libro Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. De la lectura de éste y de otros trabajos se desprende como dificultad para el tratamiento de estos pacientes su incapacidad para adaptarse al dispositivo analítico, entendiéndose éste como la aplicación de cierto número de técnicas fijas establecidas: número de sesiones, duración, uso del diván y de la libre asociación, etcétera. El hecho de concebir el psicoanálisis como una técnica fija, a aplicarse sin tener en cuenta las condiciones subjetivas del paciente, llevó a abrir las puertas a las más variadas y brutales formas de psicoterapia. Lo que parece haber sucedido es que los analistas se vieron fuertemente cuestionados en su práctica por estos pacientes.