Entrevista a Teresa Rodríguez sobre educación en España
1. Entrevista 929 de octubre de 2015ESCUELA Núm. 4.074 (1.025)
nea y Andalucía: las zonas de “la burbu-
ja”. Luego, están también los ambientes
familiares, tan distintos.
Pensar que la escuela lo hace todo
y que es la gran culpable de todo lo que
pasa, sin que los padres tengan nada que
ver. El mismo disparate comete el que cree
que es lo mismo enseñar en un barrio u
otro que el que cree que la escuela lo tie-
ne que hacer todo. Todo el mundo sabe
que cuando la escuela pública compite
en igualdad de condiciones con la ense-
ñanza privada obtiene resultados compa-
rables, sino mejores. Lo que pasa es que a
la pública le corresponde resolver situa-
ciones educativas que algunos sectores de
la concertada no asumen, algo, por cier-
to, intolerable cuando se habla de redes
sostenidas con fondos públicos. Por eso
necesita más apoyo.
Maravall me contó que, cuando terminó
su mandato, solo en Madrid había dejado
inaugurada una enorme cantidad de ins-
titutos nuevos…
Todavía reconozco esos institutos
cuando voy por ahí y digo: este es de mi
época. Fue la reacción del Gobierno a la
salida de los estudiantes a la calle: salieron
porque no tenían dónde estudiar, tenía-
mos triples turnos. ¿Cómo no iban a salir
a la calle? Entonces construimos muchos
institutos y colegios con el mismo proyec-
to: era más barato y no teníamos tiempo
de hacer nuevos. Hay centenares de insti-
tutos en España que son iguales y, a veces,
están todos juntos: cogíamos los solares
que nos ofrecían los ayuntamientos. Por
eso si vas a Fuenlabrada, a Móstoles, a
Getafe, hay calles enteras de institutos
que son idénticos.
De su paso por Educación, ¿qué lamenta
no haber podido hacer?
Hay reglas del juego que pactamos y
que están en el artículo 27 de la Cons-
titución. La única vez que los socialistas
nos levantamos cuando se estaba elabo-
rando, fue con motivo de este artículo.
Ahí está una buena parte de lo que se
puede o no hacer, y ahí están bastantes
reglas de lo que fue el primer pacto esco-
lar: la consideración de la escuela priva-
da, la libertad de los padres para escoger
la educación de sus hijos y, de alguna
manera, los Acuerdos con el Vaticano.
Es verdad que estos acuerdos había que
haberlos reconsiderado, pero también es
cierto que en el momento en que entra-
mos en Educación con Maravall, las prio-
ridades eran las que eran. Nadie parece
acordarse de que en los 80 había mucha
gente que no tenía a dónde ir a la escuela,
mucha escuela pequeñita sin calefacción
ni apenas medios: aquellas clases espan-
tosas donde estaban los niños desde los
6 años hasta los 14, las unitarias. Enton-
ces, la tarea básica de cualquier ministro
de Educación era ante todo escolarizar:
tener un sitio y un profesor para atender
al alumno. Y esto es lo que tuvimos que
hacer.
Respecto a la concertada, hay que
recordar que nació de una interpretación
de la educación avalada por el Constitu-
cional: la LODE pasó por el Tribunal, que
la validó con algunos retoques, el tema
del ideario de centro… Está ahí, en el
pacto constitucional. Y en cuanto a los
Acuerdos con la Santa Sede, es verdad:
había que haberlos revisado. Pero no es
menos cierto que se había llegado a un
cierto acuerdo sobre la enseñanza de la
religión. Llegó la derecha y volvimos a
1980. Por eso dijimos: está bien, volva-
mos y revisemos el Acuerdo con la Santa
Sede. Eso es lo que le propuse al PSOE en
la Conferencia Política que celebramos en
2014. Y eso es lo que ahora proponemos a
los españoles en nuestro programa electo-
ral. Siempre he intentado buscar acuerdos
en Educación, siempre. Nadie puede decir
que haya sido sectario, porque no lo fui.
Tampoco José Maria Maravall. Y es curio-
so, porque mucha gente no se acuerda de
que la Logse la votó todo el mundo menos
el PP. Como la LOE, que corrigió algu-
nos aspectos que la práctica aconsejaba
modificar. Con la Ley Wert ha sucedido lo
contrario: todos los grupos parlamentarios
están en contra salvo el PP.
Pero este enquistamiento de la Religión
a que hemos llegado…
Sí, hay que resolverlo. El problema
nace de la inclusión de la religión en el
currículo. ¿Qué hacemos con los que no
quieren religión? ¿Qué hacemos con la
notas de la religión y de su alternativa?
La solución es ir a un modelo en el que
los padres que deseen una educación reli-
giosa para sus hijos puedan disponer de
una oferta extracurricular en los centros.
Francia tiene ese modelo.
Supongo que no tiene usted muchas
ganas de volver a la calle de Alcalá ni
tampoco a La Moncloa.
No, no, y a la Moncloa menos. Ese
tiempo ya pasó.
Pero en esa hipótesis, ¿qué haría en pri-
mer lugar?
Hay que hacer un pacto educativo
y hay que convencer al PP de que entre
en él. No hacer una ley para pactar, sino
hacer un pacto y luego llevarlo a ley. Eso
es lo que creo que hace falta: ponerse de
acuerdo en lo que queremos y, a continua-
ción, trasponerlo a una ley.
Es verdad que hay algunos elemen-
tos que nos han separado siempre de la
derecha. Está el tema de la religión o el
de la admisión de alumnos, que es cla-
ve: quién decide quién entra. Es clave,
porque es claro que la educación es un
servicio público y su prestación debe rea-
lizarse con criterios públicos y objetivos.
El otro día oí a Cañizares diciendo que
el PSOE había inventado los “colegios
concertados” y es verdad que los pusimos
nosotros en la LODE; es verdad que es un
requerimiento constitucional. Pero no es
menos cierto que nuestro sistema educa-
tivo, en aquel momento, tenía la com-
posición que tenía: no podíamos olvidar
que el 40% de los alumnos estaba en los
centros privados. Podíamos haber ido al
modelo de la UCD con su Loece y los
“conciertos singulares”, y dijimos que
no. Lo que pasa es que nadie ha dicho
que los colegios concertados no tengan
ninguna obligación con el conjunto del
alumnado. Al revés, son parte de la red
sostenida con fondos públicos a efectos
de la planificación y de la admisión de
los alumnos.
Y luego, cómo organizamos el ciclo
12-16 o, más exactamente, el 14-16. Aquí
tenemos una gran diferencia de fondo que
no se puede olvidar. Hay quien cree que
en el momento en que un alumno empieza
a retrasarse hay que sacarle, porque acaba
retrasando a los demás. Y otros creemos
que lo que hay que hacer es intentar justa-
mente que ese alumno recupere ese retra-
so. Este es el gran debate: cuándo tiras la
toalla; cuándo dices: bueno, le saco de la
ESO. Creo que antes de separar a la gente,
hay que intentar con todos los medios que
todos progresen en su grupo. Con refuer-
zos, con adaptaciones, con diversificacio-
nes, pero dentro de la educación básica,
para alcanzar el título de graduado. Esta es
mi tesis. Por tanto, lo que hay que hacer
es poner ayudas en los colegios y en los
institutos.
¿Y qué hacemos con la “libertad educa-
tiva”?
Estamos hablando del segundo gran
pacto educativo: el primero, fue el del
artículo 27 de la Constitución. Claro
que me importa mucho “la libertad edu-
cativa”, pero ahora me importa más qué
hacemos con los chavales que se retrasan.
Por una razón importante. Antes, cuando
nosotros estudiábamos, el fracaso era un
desastre, claro. Es verdad que hipotecaba
tu futuro, porque, dígase lo que se diga,
cuanto más formado estés, más posibili-
dades tienes de salir adelante. Esto es así y
será siempre así. El problema es que antes
podías trabajar, sin acabar la Secundaria
y ahora, cada vez puedes hacer menos. Es
decir, ahora no estamos hablando única-
mente de fracaso escolar, estamos hablan-
do de integración social, de que para que
una persona se integre en la sociedad y
tenga un trabajo, va a necesitar al menos
la ESO. Este es el problema de fondo: en
la sociedad del conocimiento, esto va a
marcar la distinción. Es el gran pacto al
que tendríamos que llegar: qué hacemos
con la gente que se retrasa. O mejor,
cómo evitamos que la gente fracase en
la educación básica para que pueda ser
libre. •
FOTO:TeresaRodríguez
“Tuve siempre en la cabeza volver a la
Universidad. Al irse de la política, es mejor
tener una obligación”