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Fernando Nogales Lozano
(Coordinador)
María Marty
Ricardo Manuel Rojas
Daniel Rodríguez
Carreiro
Óscar Rodríguez Carreiro
Noemí Díaz Corral
Alberto Benegas Lynch
(h)
Mauricio Ríos García
Jorge Eduardo Castro
Corvalán
Alicia Guerra García
Roberto Salinas León
José Torra
María de los Ángeles
Lucero Bringas
Elsa Erica Ribbert
Fernando Nogales Lozano
José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo
LA INTERNACIONALIZACIÓN
DE LA EMPRESA FAMILIAR:
TEORÍA Y PRÁCTICA ECONÓMICA
(ESCUELA AUSTRIACA
DE ECONOMÍA)
Compuesto y maquetado
por Olrss_
Printed at home · Impreso
en mi casa
Lee/disfruta y luego me agradeces ñeri.
ÍNDICE
LOS AUTORES
PRÓLOGO, por Federico N. Fernández
PRESENTACIÓN, por Fernando Nogales Lozano
CAPÍTULO 1:
LIBRE COMERCIO, LA LÓGICA EXTENSIÓN DE LA LIBERTAD
María Marty
CAPÍTULO 2:
LA EMPRESARIALIDAD Y LA REGULACIÓN
EN UN MUNDO GLOBALIZADO
Ricardo Manuel Rojas
CAPÍTULO 3:
LOS OBSTÁCULOS GUBERNAMENTALES
A LA INTERNACIONALIZACIÓN
DE LAS EMPRESAS FAMILIARES
Óscar Rodríguez Carreiro, Daniel Rodríguez Carreiro, Noemí Díaz Corral
CAPÍTULO 4:
SIN LIBRE ALBEDRÍO NO ES POSIBLE DEFENDER LA LIBERTAD
Alberto Benegas Lynch (h)
CAPÍTULO 5:
LA PRESERVACIÓN DE LOS PATRIMONIOS FAMILIARES EN UN
MUNDO GLOBALIZADO
Mauricio Ríos García
CAPÍTULO 6:
INGENIERÍA PATRIMONIAL Y POSICIÓN COMPETITIVA REGIONAL:
DE LA INFLACIÓN A LA INTERNACIONALIZACIÓN
Jorge Eduardo Castro Corvalán
CAPÍTULO 7:
LAS AYUDAS GUBERNAMENTALES A LA EXPORTACIÓN EN EL
PROCESO DE INTERNACIONALIZACIÓN DE UNA PYME FAMILIAR:
¿OPORTUNIDAD O AMENAZA?
Alicia Guerra García
CAPÍTULO 8:
NOGALES, INSTITUCIONES Y LA EMPRESA FAMILIAR EN MÉXICO
Roberto Salinas León & José Torra Alfaro
CAPÍTULO 9:
LA INTERNACIONALIZACION: UNA OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO
PARA LAS PYMES FAMILIARES DE CÓRDOBA (ARGENTINA)
María de los Ángeles Lucero Bringas & Elsa Erika Ribbert
CAPÍTULO 10:
LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS CARRERAS DIRECTIVAS
Fernando Nogales Lozano
CAPÍTULO 11:
NOTAS SOBRE INTRA-INTERNACIONALIZACIÓN
DE LA EMPRESA FAMILIAR
José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo
LOS AUTORES
María Marty (Argentina)
Licenciada en Comunicación Social de la Universidad del Salvador. Es Directora
Ejecutiva de la Fundación para la Responsabilidad Intelecual (FRI). Es
columnista del medio digital PanAm Post y colabora con artículos para el /react-
text Cato.org react-text: 140, The Independent Institute y /react-text
Objetivimo.org. react-text: 143 También es columnista del programa de radio
«Informe Económico» de Roberto Cachanosky en Radio Cultura. Actualmente
cursa el programa de filosofía en el Objectivist Academic Center del Ayn Rand
Institute. Defensora de la realidad y la razón. Eterna Vigilante de la libertad.
martymaria16@gmail.com Twitter: @mariamarty16
Ricardo Manuel Rojas (Argentina)
Abogado, Doctor en Historia Económica (ESEADE), Juez de Cámara del
Tribunal en lo Criminal n° 18 de Buenos Aires, Argentina.
Profesor de Análisis Económico del Derecho Penal en la Maestría en Derecho y
Economía de la Universidad de Buenos Aires.
Autor de varios libros y ensayos. Entre ellos: Las contradicciones del derecho
penal (Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000), Análisis Económico e Institucional del
Orden Jurídico (Abaco, Buenos Aires, 2004), Elementos de teoría constitucional.
Una propuesta para Cuba (Fundación Friedrich A. von Hayek, Buenos Aires,
2008), Nociones de Análisis Económico del Derecho Privado (UFM, Guatemala,
2012), Resistencia no violenta a regímenes autoritarios de base democrática
(Unión Editorial, Madrid, 2015).
Daniel Rodríguez Carreiro (España)
Licenciado en Ciencias Políticas y Máster en Procesos Políticos Contemporáneos
de la Universidad de Santiago de Compostela. También es doctorando en
Marketing Político, Actores e Instituciones en Sociedades Contemporáneas. En
los últimos ocho años ha trabajado como asesor político y parlamentario en varias
instituciones españolas. Es miembro fundador del Instituto Xoán de Lugo.
Óscar Rodríguez Carreiro) España(
Licenciado en Historia y Máster en Procesos Políticos Contemporáneos por la
Universidad de Santiago de Compostela. También es doctorando en Marketing
Político, Actores e Instituciones en Sociedades Contemporáneas. Es especialista
en Política Industrial, autor de artículos académicos y miembro del Instituto Xoán
de Lugo
Noemí Díaz Corral (España)
Graduada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad de
Santiago de Compostela. Vicepresidenta y miembro fundador del Instituto Xoán
de Lugo.
Alberto Benegas Lynch (h) (Argentina)
Completó dos doctorados: es Doctor en Economía y también es Doctor en
Ciencias de Dirección. Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la
Academia Nacional de Ciencias y es miembro de la Academia Nacional de
Ciencias Económicas, ambas en Argentina. Es autor de veintiún libros, además
de dos en coautoría y diez en colaboración. Fue profesor titular por concurso
en la Universidad de Buenos Aires y enseñó en cinco Facultades: Ciencias
Económicas, Derecho, Ingeniería, Sociología y en el Departamento de Historia
de la de Filosofía y Letras. Fue Director del Departamento de Doctorado de la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata y,
durante 23 años, Rector de ESEADE donde es Profesor Emérito. Fue asesor
económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, de la Cámara Argentina
de Comercio, de la Sociedad Rural Argentina y del Consejo Interamericano de
Comercio y Producción. En dos oportunidades integró el Consejo Directivo de
la Mont Pelerin Society, es Académico Asociado de Cato Institute
(Washington DC) y del Ludwig von Mises Institute (Auburn), es miembro del
Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs (Londres), miembro del
Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de
Ciencias Morales y Políticas en Buenos Aires y recibió grados honoríficos de
universidades de su país y del extranjero. Es presidente del Consejo
Académico de la Fundación Libertad y Progreso en Argentina y presidente del
Consejo Editorial de la filial argentina de Unión Editorial de Madrid.
Mauricio Ríos García (Bolivia)
Economista, estudió en la Universidad Mayor de San Simón. Realizó cursos de
economía, filosofía política, sistemas comparativos de gobierno, políticas de
transición y reformas estructurales en la Pontificia Universidad Católica de
Santiago de Chile. Tiene una maestría en Economía de la Escuela Austriaca por
la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y desarrolla su tesis doctoral en
Economía Aplicada, dirigida por Jesús Huerta de Soto en la misma universidad.
Es autor de La década perdida de Occidente: un manifiesto contra la Gran
Recesión, (Unión Editorial, 2015), y tiene publicaciones en revistas
especializadas. Desde 2006 escribe con regularidad en los diarios más
importantes de Bolivia, en otros medios internacionales como la revista América
Economía, así como para think tanks como The CATO Institute. Fundador de
Crusoe Research, y socio fundador de Genea Wealth Management.
www.riosmauricio.com
Jorge Eduardo Castro Corvalán (Colombia)
Ingeniero Civil. Universidad de Los Andes, Colombia. Consultor en áreas de
gestión de riesgo, planeación patrimonial, desarrollo empresarial y territorial.
En el ámbito liberal ha actuado como Coordinador Académico del Tercer
Seminario Internacional de Escuela Austriaca Bogotá-2015, y es miembro
fundador del Movimiento Libertario de Colombia. Conferencista
FASECOLDA, Lonja de Bogotá, Asobares, Cámara de Comercio de Bogotá,
Cámara de Comercio Honda, entre otras instituciones gremiales y académicas.
Colaborador de varios medios de comunicación.
Alicia Guerra García (España)
Licenciada en Investigación y Técnicas de Mercado, Diplomada en Ciencias
Empresariales (Universidad de Valladolid y Universidad Católica de Lyon) y
Grado en Administración de Empresas (Universidad Internacional de la
Rioja).Tiene amplia experiencia en la gestión de proyectos europeos,
organización de misiones comerciales y eventos B2B para pymes. Trabajó
durante dos años en empresas privadas en España y en el extranjero como
técnico de comercio exterior antes de dedicarse a la docencia. Actualmente es
Profesora titular de Economía y Economía de la Empresa en el Instituto
Federico Mayor Zaragoza de Sevilla. Miembro fundador del Círculo Liberal
Bastiat de Sevilla. Contacto: alicia.guerra@gmail.com
Roberto Salinas León (México)
Es Presidente del México Business Fórum en la Ciudad de México. Ha
publicado más de 2,000 editoriales de opinión en periódicos mexicanos e
internacionales, así como numerosos artículos especializados en temas de
economía política, macroeconomía, la filosofía del pensamiento liberal, y
comercio internacional. Es Presidente de Alamos Alliance en México, y es
socio fundador de la Fundación Internacional para la Libertad. Fue reconocido
por la revista Líderes Mexicanos en 2009.
José Torra (México)
Es un economista, investigador y activista. Actualmente es coordinador de
investigación y contenido en Caminos de la Libertad, donde está encargado la
generación de la coordinación e investigación para publicaciones y material
relacionado con la difusión de las ideas del liberalismo. Es también coautor del
Índice de Libertad Económica de Norte América del Fraser Institute.
María de los Ángeles Lucero Bringas (Argentina)
Doctorando en Administración —Pontificia Universidad Católica Argentina.
Magister en Administración de Empresas Universidad Católica de Córdoba.
(UCC). Máster en Internacionalización y Gestión de la Empresa Familiar EAE
Barcelona. Especialista en Gestión de la Empresa Familiar UPC Barcelona.
Coach Ejecutiva Organizacional ACC ICF. Contadora Pública UCC. Directora
del Centro de Empresas de Familia UCC. Directora y docente de la Diplomatura
en Gestión de la Empresa Familiar UCC. Miembro Consultor e Investigador
IADEF Córdoba. Docente e investigadora Facultad de Cs Económicas y
Administración UCC. Asesora Independiente.
Elsa Erica Ribbert (Argentina)
Doctoranda en Administración, cursado finalizado (inicio Octubre de 2014),
Pontificia Universidad Católica Argentina. Licenciada en Administración, 2000,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Contadora Pública Nacional, 1997,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Asesora de Empresas en diversos
temas de gestión empresarial y familiar en empresas de Córdoba, Argentina,
desde el año 1999 a la fecha. Coordinadora de Gestión Académica e
Investigación del Centro de la Empresa Familiar (CEF) de la Facultad de
Ciencias Económicas y de Administración (FACEA) de la Universidad Católica
de Córdoba (UCC), desde Marzo de 2016 a la fecha. Docente de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Córdoba desde el año 1998 a
la fecha. Investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad
Católica de Córdoba desde el año 2016 a la fecha. Disertante en varios cursos y
talleres sobre diversas temáticas vinculadas a la gestión empresarial y familiar.
Fernando Nogales Lozano (España)
Doctorando en Economía (Universidad Rey Juan Carlos de Madrid). Doctor en
Sociología (Universidad Pontificia de Salamanca). Máster en Economía de la
Escuela Austriaca (Universidad Rey Juan Carlos de Madrid). Licenciado en
Psicología (Universidad de Sevilla). Diplomado en Alta Dirección y
Administración de Empresas; Marketing y Recursos Humanos (ESADE,
Barcelona). Ha publicado varios libros y artículos sobre temas de su especialidad,
como La educación económica de las empresas familiares (Unión Editorial,
Madrid, 2013), Empresas familiares: La profesionalización de los consejeros de
familia (Unión Editorial, Madrid, 2012), La empresa familiar y los nuevos retos
de gestión (Fundación EOI, Madrid, 2008), La familia empresaria. Aprenda a
diagnosticar sus déficits y potencialidades (Díaz de Santos, Madrid, 2007), La
familia empresaria ante la gestión de sus procesos sucesorios: problemas y
soluciones (CIE Dossat 2000, Madrid, 2004), La continuidad de la empresa
familiar (Cátedra Prasa de Empresa Familiar de la Universidad de Córdoba,
2003), ¿Sabes gestionar eficazmente tu carrera directiva? Lo que tú debes de
tener en cuenta y lo que tendrán en cuenta las empresas en el siglo XXI (Padilla
Libros Editores, Sevilla, 2000). Asesor y formador de empresas familiares en
instituciones españolas e hispanoamericanas. Contacto: nogales@mfnogales.com
José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo (España)
Economista. Doctorado en Derecho Financiero y Tributario. Diplomado por la
Escuela de Estadística e Investigación Operativa. UCM. Profesor consultor de la
EOI Escuela de Negocios. Profesor consultor de la Fundación INCYDE. Madrid.
Profesor ENAE-Fundación Universidad Empresa. Universidad de Murcia.
Profesor Instituto Universitario Kuhnel. Profesor de CESADI. Escuela de Alta
Dirección para Ingenieros - AIIM. Socio Director de los despachos de asesores:
Iberinver /Euskalinver. Abogados. Economistas Consultores. Asesores Fiscales.
Madrid. Bilbao. Consejero Asesor de Empresas. Miembro Asociación Española
de Mentoring.
PRÓLOGO
Con gran alegría acepté el pedido de mi querido amigo Fernando Nogales Lozano
de escribir el prólogo para esta nueva compilación sobre empresa familiar.
Las empresas familiares, ciertamente, son uno de los pilares del capitalismo.
De acuerdo con la Family Business Foundation, los negocios y empresas
constituyen el 75 por ciento de todos los negocios en el mundo y son
responsables del 60 por ciento del producto bruto global.
Nuestra situación actual recuerda a las palabras de Charles Dickens: «Era el
mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos». El comercio mundial nunca
tuvo la gigantesca escala que tiene hoy. Las distancias nunca fueron tan cortas.
Las posibilidades al alcance de cualquier emprendedor nunca tan vastas. En
ningún otro momento de la historia hemos sido capaces de rescatar a tanta gente
de la pobreza.
Más las amenazan se ciernen por doquier.
La retórica anti-comercio, hasta hace un tiempo relegada a grupúsculos
marginales, parece que ahora marca la agenda política del principal país del
mundo.
Las nuevas posibilidades que nos brindan las innovaciones de la economía
colaborativa enfrentan desafíos legales en ciudades tan importantes como
Barcelona o Berlín, por mencionar sólo algunas.
Instituciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE) y la Unión Europea (UE) pujan fuertemente por la
internacionalización de los impuestos. Por su parte, el gobierno de los Estados
Unidos ya hostiga y persigue a sus ciudadanos que viven en el extranjero con el
fin de gravarlos.
Frente a este panorama tenemos mucho por hacer. Educar es una de las tareas
principales. Por ello la publicación de este libro es tan apropiada.
El libre comercio es la piedra angular del bienestar económico en general y
del proceso de internacionalización de las empresas en particular. La
globalización seguramente no es una panacea pero sin dudas se trata de un
proceso virtuoso. Tenemos que defenderlo a como dé lugar.
Debemos también centrar nuestros esfuerzos en apagar la maquinaria
regulatoria de los distintos gobiernos. Las nuevas tecnologías, la economía
colaborativa, las plataformas y demás crearon sus propios nichos y por tanto
aparecieron en terrenos vírgenes de regulación. Las consecuencias son evidentes:
una explosión de productividad e innovación. En efecto, la economía
colaborativa no es más que la economía de mercado. Es la mano invisible de
Adam Smith extendiéndose a nuevas áreas a las que la tecnología le ha permitido
llegar.
Y esto nos enfrenta a la pregunta de cómo van a posicionarse nuestras
sociedades respecto de la cuestión de la innovación. En el caso europeo,
desgraciadamente, parece que lo que prima es el Principio de Precaución. Según
dicho principio, las innovaciones nacen con un pecado original y el mismo sólo
puede ser quitado mediante la aprobación burocrática de las autoridades. Sólo en
ese momento las innovaciones pueden ponerse en práctica. Pero esta
exacerbación de la profilaxis lleva a la esterilidad. Utilizando la expresión de
Adam Thierer, lo que necesitamos es vivir en un mundo adonde la innovación no
pida permiso. Es una característica fundamental de la sana economía que las
innovaciones se testeen en el mercado y no en lúgubres despachos de burócratas.
Impuestos, regulaciones, subsidios, aranceles y otros obstáculos al libre
desempeño económico son amenazas para las empresas de toda índole. En el caso
de las empresas familiares, que en su mayoría no poseen poder de lobby, lo son
aún más.
Necesitamos profundizar la globalización y apuntalar el libre comercio. En
definitiva, inaugurar una nueva era de Laissez Faire. En ello, las empresas
familiares tienen que jugar un rol fundamental.
FEDERICO N. FERNÁNDEZ
Viena, abril de 2017
PRESENTACIÓN
El presente libro que tiene en sus manos, inspirado en los principios de la Escuela
Austriaca de Economía, pretende al mismo tiempo ser un instrumento de utilidad
práctica para todas empresas familiares, bien estén ya internacionalizadas o
decididas a poner en marcha sus procesos de internacionalización.
En este sentido, el Capítulo 1 nos incursiona de lleno en la importancia que
tiene el desarrollo de los mercados abiertos, no solo para los países, sino para
todas las personas Su autora María Marty, nos dice que, «El libre comercio es la
lógica extensión de la libertad» para cualquier ser humano poder negociar y
llegar a acuerdos de intercambio con nuestros semejantes en cualquier país del
mundo con aquello que cualquiera de nosotros hemos producido. Pues es el poder
de los intercambios voluntarios lo que más beneficios nos generan a todos. Y nos
avisa del riesgo de los Estados cuando impone la autarquía económica a todos sus
ciudadanos bajo pretexto del bien común, pues sabemos que lo que realmente
persigue es la consecución de privilegios para unos pocos.
Por su parte, Ricardo M. Rojas en el Capítulo 2 nos introduce en la
importancia de la empresarialidad, el respeto a la propiedad privada y a los
contratos voluntarios. Las sociedades abiertas, los son porque las personas se
sienten libres para desarrollar sus proyectos de mejora desde el respeto irredento
a los proyectos de mejora de los otros. Porque se sienten libres también para,
llegar a acuerdos entre las partes y respetarlos según lo pactado, reconociéndose
en todo momento que lo alcanzado desde ese respeto forma parte de su propiedad
privada inalienable.
En el Capítulo 3, sus autores nos introducen en uno de los aspectos más
obstaculizadores para los mercados abiertos, las políticas fiscales impuestas por
los Estados a la hora de obstaculizar los intercambios libres. Sabemos que toda
política fiscal constriñe las ganancias de los generadores de riqueza que usurpada
vía impuestos a todos los ciudadanos con la excusa de una más justa
redistribución, lo que genera, no es solamente un mayor encarecimiento del
producto sino y sobre todo, el monopolio de la fiscalización de los tributos
impidiendo con ello una verdadera competencia fiscal intra e interpaíses, con
todas las consecuencias que ello conlleva de obstáculo para la capitalización de
los agentes y por tanto, de mejores inversiones futuras.
En el Capítulo 4, el Doctor Alberto Benegas Lynch (h) nos introduce en el
alma mater de los valores de la libertad, no solo desde la perspectiva económica
de los mercados abiertos, sino y sobre todo, de la importancia que tiene el
desarrollo de la libertad para cada uno de nosotros individualmente, tanto desde
la perspectiva sociológica, como psicológica, moral y, científica. No hay libertad
sin la aceptación del libre albedrío sin la aceptación de que en lo humano no hay
nada predeterminado que nos ate a un futuro concreto. Que es la libertad, la que
nos permite no solo el mayor desarrollo económico, sino el dar sentido a nuestras
vidas. Dicho de otra manera y en contraposición a los positivistas, en el
desarrollo económico per se, sin libertad, la riqueza deja de tener valor.
Ya en el Capítulo 5 Mauricio Ríos aborda la importancia que tienen los
patrimonios familiares como reservas de capitalización para nuevas inversiones.
Inversiones que en un entorno de globalización, cada día están más
internacionalizadas, siendo hoy las familias empresarias a través de sus Family
Office el segmento inversor que más está creciendo a nivel mundial. De todo ello
las Gestoras de Fondos están tomando buena nota y están apostando por
productos de inversión específicos para las empresas familiares en todos los
sectores empresariales más dinámicos del mundo y a todos los niveles de ahorro
familiar de pequeña, mediana y gran empresa.
En el Capítulo 6 Jorge Eduardo Castro nos habla de las distintas repercusiones
de las políticas monetarias y societarias de los Estados y cómo éstas pueden
impedir o propiciar el desarrollo de la internacionalización de las empresas. En
función de dichas políticas los estados pueden atraer patrimonios e inversiones,
pero también hacer que las mismas salgan del país, generando con ello, falta de
competitividad empresarial y pobreza social. Desde esta perspectiva de análisis,
el capítulo profundiza en aquellas políticas que permiten diversificar el riesgo
país a la hora de garantizar los patrimonios familiares ante los vaivenes o crisis
por ciclos económicos, sectoriales monetarios o políticos.
Por su parte en el Capítulo 7 su autora, Alicia Guerra profundiza en las
negativas consecuencias que tiene para la internacionalización de las empresas el
ingente abanico de ayudas a las exportaciones e internacionalización de las
empresas (arrancadas de los impuestos de todos los contribuyentes), orientando
con sus políticas las estrategias de las empresas en paralelo a crear entre ellas
«discriminaciones positivas», bien vía lobby o incluso en algunos casos,
generando en empresas que por su obsolescencia en un auténtico mercado libre
habrían desaparecido, esperanzas de continuidad en mercados exteriores cuando
su complejidad y desconocimiento real de los riesgos son mucho mayores. Y es
que raya con lo imposible que una empresa fracasada en su mercado local tenga
éxito en los mercados internacionales. Dice la autora al respecto:
Sin embargo, y aunque a menudo no lo queramos reconocer, estas ayudas interfieren en las
decisiones empresariales introduciendo sesgos e incentivos perversos a la hora de valorar la
información existente.
En el Capítulo 8 sus autores analizan la internacionalización de las ciudades
fronterizas de México y Estados Unidos, trayéndonos para ello el caso de
«Nogales Sonora vs Nogales Arizona» en el que han trabajado profundamente
durante los últimos años. En su estudio ponen el foco en la importancia de la
calidad de las instituciones, ya que sin unas garantías jurídicas suficientes es muy
difícil el éxito en los procesos de internacionalización. Si bien ello es cierto, lo
novedoso de su estudio es que les permite afirmar que esa deficiencia no siempre
es un impedimento para el avance en la internacionalización, pues el caso de
«Nogales Sonora vs Nogales Arizona» demuestra como, la parte que tiene unas
instituciones económicas de mayor calidad, fuerza a la parte menos desarrollada
institucionalmente a mejorar sus instituciones si quiere comerciar con ella
(«Después de todo, cuando hay libre intercambio de bienes, una parte se
beneficia solo sí la contraparte se beneficia también»).
En el Capítulo 9 sus autoras nos traen casos de pymes familiares argentinas de
la provincia de Córdoba. Casos que han seguido de cerca en sus procesos de
internacionalización y ante los cuales reflexionan sobre las fallas más frecuentes
y también sobre su creatividad para detectar y aprovechar nichos de mercado que
les han permitido el éxito en su internacionalización. Es un capítulo interesante
porque rompe el mito de: «para internacionalizarse la empresa ha de ser grande».
Muy al contrario los casos reales que exponen demuestran como empresas
pequeñas gracias a la internacionalización se han convertido en grandes; es decir,
no han esperado a ser grandes para internacionalizarse. En este sentido son de
gran interés sus propuestas para las pymes familiares a la hora de poner en
marcha sus planes de internacionalización.
El Capítulo 10 nos introduce en la internacionalización de los RR.HH de las
empresas. Los mercados abiertos no lo son solamente para la libre circulación de
capitales, son auténticamente abiertos porque en ellos hay también libertad de
circulación para los trabajadores y profesionales de todos los países. En este
sentido, los acuerdos entre países tanto desde la perspectiva de los permisos de
Residencia, acuerdos de fiscalidad que eviten la doble imposición, la agrupación
de familias, etc., son de vital importancia siempre. Pero para las empresas
internacionalizadas o en fase de serlo, es fundamental la preparación previa de
dichos trabajadores. En este sentido el autor profundiza de manera concreta en
aquellos puestos de mayor trascendencia para el éxito de la internacionalización
de la empresa, es decir en los puestos de sus altos directivos. Puestos que por su
especificidad y novedad implican en muchos casos nuevos «Itinerarios de Carrera
Profesional» que nunca mejor dicho, hay que gestionar de forma innovadora.
Por último en el Capítulo 11 su autor profundiza ampliamente intra-
internacionalización de la empresa familiar. En el mismo explicita toda la batería
de medidas de carácter económico, societario, laboral y fiscal que toda empresa
familiar ha de conocer y tener en cuenta a la hora de poner en marcha sus planes
de internacionalización. Profundiza también en las repercusiones que puede tener
para los Estatutos Societarios y los Protocolos Familiares dichos procesos de
internacionalización, ya que es muy probable que en muchos casos los procesos
de internacionalización lleven parejos la entrada de socios a la empresa familiar
del país extranjero en cuestión. De ser así ello implicará también la
reorganización de los Órganos de decisión tales como la Asamblea de
Accionistas y Consejos de Administración correspondientes. Temas todos ellos
fundamentales de tener en cuenta para garantizar el éxito de la
internacionalización de la empresa familiar.
CAPÍTULO 1
LIBRE COMERCIO,
LA LÓGICA EXTENSIÓN DE LA LIBERTAD
por María Marty
Libre comercio no es otra cosa que la libertad siendo ejercida en un ámbito
específico de la vida: el intercambio de bienes y servicios entre seres humanos.
Del mismo modo que la libertad de expresión es la libertad ejercida al momento
de manifestar una idea u opinión, la libertad de culto es la libertad de adherirse a
la religión cuyos valores uno comparte —o de no adherirse a ninguna—, la
libertad de asociación es la libertad de formar un grupo y retirarnos de él, el libre
comercio es la libertad de intercambiar el fruto de nuestro esfuerzo por el fruto
del esfuerzo ajeno. La libertad de comercio, como el resto de las libertades, se
basa en el derecho de todo ser humano a actuar de acuerdo a su propio juicio y
propia voluntad, con el único límite de respetar el mismo derecho en los demás.
«Mi libertad se termina donde empieza la de los demás» es una frase de Jean-
Paul Sartre que sintetiza perfectamente esta idea.
Por ejemplo, tengo libertad de comprar los limones en el almacén de la
esquina en vez de comprarlos en el supermercado. Pero no puedo imponerle a mi
vecino hacer lo mismo. Puedo sugerírselo y darle mis motivos por los cuales lo
considero una buena decisión, pero no tengo derecho a obligarlo a hacer lo que
yo considero mejor.
Como bien lo expuso la filósofa Ayn Rand:
Un supuesto «derecho» de un hombre que necesita de la violación de un
derecho de otro hombre, no es ni puede ser un derecho.
Si consideramos como derechos fundamentales del ser humano, la vida, la
libertad y la propiedad, entonces matar (exceptuando la defensa propia),
secuestrar y robar no pueden ser también derechos. Sería admitir una terrible
contradicción: que existe el derecho a violar un derecho.
Derecho de ser humano
El hombre no es una planta que vive de aquello que sus raíces absorben del suelo
y de la luz del sol. Tampoco es un león que ve un ciervo e instintivamente sabe
que es un alimento y cómo cazarlo. El ser humano no tiene un código automático
que le indique cómo sobrevivir. Para lograrlo debe usar el único instrumento que
le dirá como hacerlo: su mente. Es su mente la que le dirá cómo diferenciar un
hongo venenoso de uno comestible, cómo cultivar papas y cómo crear una
máquina para hacerlo más eficientemente, cómo construirse un techo y cómo
potabilizar el agua. Si espera sobrevivir como planta o animal, morirá
rápidamente. Necesita pensar y actuar de manera racional para vivir.
Pero tanto pensar cómo actuar presupone libertad para hacerlo. Sólo siendo
libre, un hombre puede decidir qué curso de acción es conveniente para su vida.
Se podrá equivocar en el camino, tendrá que correr riesgos, pero será libre para
corregir sus errores y volver a direccionar sus acciones si fuera necesario. Por el
contrario, si atamos a un hombre de manos y pies, o ponemos una pistola sobre
su sien, estaremos quitándole las herramientas que tiene para sobrevivir como ser
humano. Podremos prolongar su vida como esclavo ordenándole hacer esto o
aquello o alimentándolo para que no muera, pero incluso para esto, necesitaremos
contar previamente con un ser humano libre dispuesto a pensar y actuar para
mantener su propia vida y la del esclavo.
El derecho a la libertad es un derivado del derecho a la vida. Lo mismo ocurre
con el derecho a la propiedad. Un hombre al que le quitan el pan cuando termina
de producirlo, no tendrá manera de sobrevivir. El derecho de propiedad es el
derecho de un hombre a conservar el producto de su esfuerzo y utilizarlo del
modo que considere conveniente.
Sin derecho a la libertad y a la propiedad, no se puede sostener que un hombre
tiene derecho a su vida, porque es pretender que viva de un modo diferente a lo
que su naturaleza le demanda. Es lo mismo que pretender que un león sobreviva
prohibiéndole cazar o esperar que una planta crezca cortándole sus raíces. No
tendrán éxito.
Libertad de elegir
El ser humano debe tomar millones de decisiones a lo largo de su vida y todas
ellas implican elecciones. Dado que es su vida de la cual es responsable, tiene
derecho a juzgar por sí mismo lo que es conveniente para él o no. ¿Puede tomar
decisiones objetivamente erradas y optar por algo que no sea beneficioso para su
vida? Ciertamente. Pero en la medida en que esas decisiones no impliquen la
violación de un derecho ajeno, nadie puede detenerlo. El derecho a elegir
conlleva la posibilidad de equivocarse.
Pensemos en algunas de estas decisiones, quizás las más significativas a lo
largo de nuestras vidas. Debemos decidir qué estudiar, a quiénes elegiremos
como amigos, dónde viviremos, en qué trabajaremos, con quién nos casaremos,
quién nos gobernará, qué valores adoptaremos, cómo educaremos a nuestros
hijos.
¿Quién ,además de cada uno de nosotros, tiene derecho a tomar estas
decisiones una vez que llegamos a la edad madura?
En el mundo occidental —a diferencia de lo que sucede en varios países
orientales— estas decisiones las toma el mismo individuo. Ningún occidental
(exceptuando posiblemente a quienes viven bajo regímenes autoritarios
comunistas) aceptaría que un tercero le viniera a imponer cómo tomar estas
decisiones, y seguramente juzgaría este acto como una violación a su derecho de
elegir, una violación a su libertad.
Vemos incluso con incredulidad y repulsión cuando estas violaciones ocurren
en otras partes del planeta. Cuando vemos mujeres flageladas por sus maridos, o
niños siendo adoctrinados en la violencia, o niñas obligadas a casarse con
hombres mucho mayores, o adultos escapándose ilegalmente del lugar donde
viven porque no son libres de salir, o adultos encerrados de por vida en prisiones
miserables por haber opinado diferente.
Cuando vemos estas situaciones y comparamos los logros que hemos
alcanzado en algunos de nuestros países, no podemos sentirnos menos que
privilegiados y, sobre todo, libres.
Sin embargo, no estamos exentos de violaciones a nuestras libertades en
forma diaria y sistemática. Y, aunque parecen ser mucho más inofensivas que las
descriptas anteriormente, la aceptación de las mismas sin presentar resistencia, no
dejan de ser una grieta abierta por la que terminarán filtrándose más.
Muchas de las violaciones que sufrimos en el mundo occidental están
escondidas bajo un velo romántico que nos hace verlas como fines nobles, en vez
de verlas como lo que verdaderamente son. «Por el bien de la sociedad», «por el
bien de nuestros hermanos», «por el bien de la Nación», escuchamos decir, y nos
olvidamos de recordar que toda tiranía comenzó con una de estas excusas como
coartada. Y el individuo y su libertad terminaron siempre siendo el precio a
pagar.
El Nacionalismo como argumento
Es cierto. No aceptaríamos que el Estado ni nadie nos dijera con quién casarnos,
con quién hacer amistad, con quién podemos asociarnos. Sin embargo, aceptamos
que nos diga con quién podemos y con quién no podemos comerciar. Más allá del
temor que podamos sentir al castigo por desobedecer (multas, prisión ,exposición
pública, etc.), muchos hemos sido persuadidos de que comprar productos
nacionales es parte de nuestro deber como ciudadanos, y comprar productos
extranjeros es traición a nuestros» hermanos.«
Aún cuando todos los argumentos económicos que defienden la necesidad de
proteger las industrias nacionales han sido aniquilados, pareciera que no hemos
logrado deshacernos del argumento emocional que nos dice que es moralmente
correcto que el Estado proteja las industrias domésticas de la competencia
extranjera, obligándonos a comerciar con los «nuestros» y castigándonos cuando
comerciamos con los «otros».
El argumento emocional dice básicamente lo siguiente:
El país se quedará sin industrias propias al verse obligadas a competir con productos extranjeros de
mayor calidad y menores precios. Eso implicará el despido de miles de empleados, cuya fuente de
trabajo son dichas industrias, que ahora quedaran en la calle sin posibilidad de alimentar a sus
familias.
Faltaría completar esta frase con lo no dicho pero que se desprende fácilmente
de su lectura: «Y tú serás el responsable».
Y ciertamente, para los proteccionistas, tú eres el responsable de la vida ajena.
«Si no le compras a Juan, Juan quebrará por tu culpa». Y así de sencillito, este
argumento ha sido el más poderoso de todos, y ha vencido en la batalla hasta la
realidad misma. Y los defensores del libre comercio, en vez de atacar la perversa
moralidad que esconde el argumento, se han concentrado en reforzar su posición
aportando más datos y estadísticas, que, lamentablemente, continúan siendo
ignoradas.
Ahora, evaluemos por un instante si aceptaríamos este argumento en otros
ámbitos de nuestra vida. ¿Qué pensaríamos si alguien pretendiera hacernos
responsable de la soltería de un/una compatriota porque decidimos casarnos con
un hombre o una mujer extranjera? ¿O si alguien decidiera cobrarnos un arancel
por cada amigo o amiga extranjeros que tuviéramos por dedicar a ellos un tiempo
que podríamos dedicar a amigos nacionales? ¿O si nos multaran por visitar otros
países en vez de recorrer el propio?
Nadie, en su sano juicio, aceptaría esa culpa o castigo inmerecido. Y,
posiblemente, nuestra respuesta espontánea sería «¿Quién diablos eres tú para
decirme cómo debo vivir mi vida?» Sin embargo, pareciera que la libertad de
comerciar no entrara en esta categoría, como si fuera una clase diferente e
inferior de actividad.
El nacionalismo mal entendido hace daño y nos nubla la razón. He aquí un
ejemplo. Años atrás, disputaban una final de un importante torneo de tenis Roger
Federer y David Nalbandian. Siendo Nalbaldian argentino, muchos me miraban
como si estuviera loca por desear que ganara Federer. «Qué poco patriota» fue el
comentario más bonito que recibí. Se esperaba que fuera más importante para mí
el pedazo de tierra en el que Nalbandian nació por casualidad, que lo que Federer
había logrado a lo largo de su vida con voluntad y esfuerzo. Claro que lo primero
tiene un valor, pero el problema consiste en ponerlo primero. Federer siempre
representó para mí lo mejor del deporte, por su habilidad, su técnica, su
comportamiento, su carisma, su pasión. Esperar que eligiera la geografía sobre
estos valores, es un síntoma claro de ese nacionalismo enfermizo, que no nos
permite ver a las personas como individuos sino como parte de un colectivo. No
hay que sorprenderse luego cuando pretenden obligarnos a comprar a Juan el auto
caro y de calidad dudosa, en vez de permitirnos comprar a John el auto más
barato y de calidad superior.
La nobleza del comercio
¿Qué es el comercio sino el intercambio voluntario del producto de mi habilidad,
inteligencia y esfuerzo, por la habilidad, inteligencia y esfuerzo ajeno?
Detrás del comercio, no sólo hay una enorme cantidad de ventajas y
beneficios económicos. Hay también una serie de compromisos de un profundo
valor moral, como lo explica el filósofo Stephen Hicks:
Las personas que comercian entre sí, primero tienen que ser productivas. Es decir, tienen que crear
algo de valor con el fin de aportar ese algo al comercio. Pensemos en una típica transacción de
negocios: Yo crio pollos y traigo huevos al mercado, y tú produces trigo y traes harina. Cada uno de
nosotros está comprometido a asumir la responsabilidad por su propia vida al crear su propio camino
en el mundo.
Luego, cada parte tiene que efectuar el intercambio de manera voluntaria. Yo elijo ofrecerte
algunos de mis huevos a cambio de tu harina. Tú eres libre de aceptar o rechazar mi oferta y de hacer
una contraoferta. A continuación, ambos llegamos a un acuerdo y hacemos el intercambio. Cada uno
de nosotros está comprometido a tratar con el otro pacíficamente.
Entonces llegamos a un win-win, una relación en la que ambos ganamos, ya que los dos
disfrutamos de los frutos del intercambio. Yo me beneficio de la harina que produjiste y tú te
beneficias de los huevos que produje. Trabajaste para agregar valor a mi vida, y te ganaste mi pago a
cambio. Y yo trabajé para agregar valor a tu vida, y recibo tu pago a cambio. Hay una especie de
justicia involucrada en esto: las personas obtienen lo que merecen.
Y finalmente llegamos al orgullo y al respeto. Ser un comerciante es ser alguien que trabaja para
agregar valor al mundo, que trata con los demás pacíficamente, y que sabe que él o ella se merecen
disfrutar de las cosas buenas como resultado, tanto de la riqueza material como de la sensación de
logro. Eso es el orgullo. El comerciante también trata a otros comerciantes como individuos auto-
responsables con algo valioso que ofrecer y que son libres de seguir su propio camino. Una
transacción de mutuo beneficio es una interacción de mutuo honor. Eso es respeto.
Esto que es válido para el comercio entre dos individuos cualesquiera, no deja
de ser verdadero también cuando nos referimos a dos personas de países
diferentes que deciden comerciar.
El ataque al libre comercio delata, en el fondo, una fuerte mentalidad
colectivista. Una mente colectivista es aquella que ha reemplazado el concepto de
individuo por el concepto de grupo. Cuando alguien percibe al otro no como
Juan, Pedro o María con sus personalidades, historias y sueños, sino como parte
de un grupo (sea el de los judíos, blancos, imperialistas, ricos, negros,
homosexuales, etc.), está juzgando al otro por aquella característica que, de
acuerdo a su propio grupo, debe ser considerada mala. En vez de juzgar a la
persona por un rasgo de personalidad propio y voluntario, se la juzga por una
característica que se da por sentado que esa persona debe tener y, que en algunas
ocasiones, ni siquiera es adquirida voluntariamente, como el color de la piel, el
género o las preferencias sexuales.
En el caso de los defensores del proteccionismo comercial, el colectivismo
toma un formato xenófobo, que es el miedo, odio o rechazo a lo extranjero por el
simple hecho de ser extranjero. Son los extranjeros quienes representan el peligro
y quienes quieren perjudicarnos. Son ellos a quienes debemos evitar o castigar,
antes de que nos perjudiquen a nosotros.
Cuando el concepto de individuo es reemplazado por el concepto de grupo,
nada bueno puede salir de esa confusión, y en cualquier orden de la vida —
incluso en el comercio— no tardarán en llegar las víctimas de un lado y del otro.
El libre comercio, por el contrario, se basa en el respeto al individuo y en la
apreciación de lo que cada uno tiene para ofrecer en el mercado. Continúa
Stephen Hicks:
Las personas comprometidas con la ética del comercio están comprometidas a evaluar a otros en
términos de su capacidad productiva, y no por su color de piel o partido político. Están
comprometidas a respetar a los demás como seres auto-responsables, y no verlos como el sexo débil
o como idólatras. Están comprometidas a ofrecer lo mejor de sí al mundo y a buscar lo mejor que
otros tienen para ofrecer, y no a ignorar tercamente o a restar importancia a los logros de los
individuos de otras culturas. El comercio no es una panacea. Pero sí motiva el comportamiento
civilizado, y nos da a todos un incentivo para pasar por alto los prejuicios irracionales que podamos
tener.
Este fue el punto de Voltaire cuando señaló —con cierto asombro— que en la Bolsa de Londres,
gente de muchas religiones diferentes negociaban pacífica y felizmente entre sí. Fuera de la bolsa,
los católicos podrían perseguir a los protestantes, los protestantes podrían perseguir a los católicos y
a otros protestantes, y todo el mundo podría perseguir a los judíos, pero dentro de la bolsa de valores
los cristianos, los judíos, e incluso algunos musulmanes, intercambiaban sonrisas, apretones de
manos y certificados de acciones para beneficio de todos.
Es también por eso que en aquellos lugares más comprometidos con el libre comercio de ideas y
mercancías —los históricos puertos libres de Pireo y Ámsterdam, las zonas de libre comercio de
Hong Kong y Panamá, los centros empresariales como Silicon Valley— es donde encontramos las
tasas más altas de participación política, étnica, racial y de género.
Los beneficios del comercio
Mucho se ha dicho acerca de que el ser humano es un ser social y debe vivir en
sociedad. Nadie duda de esto, ni siquiera los individualistas. La diferencia es que
mientras el colectivista pone el acento en la sociedad y ve al individuo como una
herramienta de la misma, el individualista pone el acento en el individuo y ve a la
vida en sociedad como una ventaja para que éste viva mejor.
Las dos grandes ventajas que ofrece la vida en sociedad son la transmisión de
conocimiento y el comercio. Piensen el tiempo que ahorramos en educarnos al
tener toda la información acumulada al alcance de la mano. ¿Cuánto podríamos
aprender durante nuestra vida de la historia, las ciencias, las artes, la tecnología,
la medicina, la geografía, si viviéramos alejados de todo y todos? Uno de los
mayores beneficios que obtenemos de vivir en sociedad es el modo en que nos
beneficiamos del conocimiento ajeno. Me duele una muela, voy al odontólogo
porque él sabrá que hacer. Quiero aprender filosofía, voy a la biblioteca donde
encontraré tomos y tomos de libros sobre la materia. Quiero ser químico y ya
cuento con millones de fórmulas que no necesito desarrollar sino simplemente
comprender y aprender. Quiero saber qué alimentos son sanos para mi
organismo, puedo leerlo en cualquier libro dedicado al tema sin necesidad de
experimentar con cada uno de ellos. Cualquier cosa que queramos averiguar está
a un click en nuestras computadoras.
La otra gran ventaja de la vida en sociedad ha sido, sin lugar a duda, la
división del trabajo y el comercio. Imaginemos qué pasaría si una mañana nos
levantamos y por arte de magia nos encontramos en una isla desierta, repleta de
materias primas, pero sin nada producido. Nuestra única compañía es una valija
con un millón de dólares dentro. Pero sin nadie que produzca algo que necesite o
desee para mi vida, los billetes no me sirven para nada más que para alimentar la
fogata que deberé encender si no quiero congelarme. Sin alimentos, abrigo, casa,
auto, heladera, etc., tendré que empezar de cero y por buscar lo básico como para
sobrevivir. Si lo logro, poco tiempo me quedará del día para lograr crear algo
más.
Recordemos la película el Náufrago, donde el personaje principal, un exitoso
hombre de negocios, luego de que su avión cayera al mar, llega a una isla
desierta. Luego de cuatro años viviendo allí, no ha logrado más que prender
fuego, fabricar algunas herramientas para pescar, construir una choza y una balsa
precaria, aún con una mente llena de conocimientos adquiridos durante su vida en
sociedad.
Stephen Hicks lo resume de este modo:
Un hombre que decide hacerse un sándwich desde cero, debe gastar 1.500 dólares y seis meses de
esfuerzo. El sándwich que compraré en el almuerzo me costará 5 dólares y una espera de cinco
minutos. El comercio nos permite ser más eficientes, y cuanto más extensas son nuestras redes
comerciales, podremos disfrutar de los talentos de más personas, y a más personas podremos
alcanzar con nuestros propios talentos.
Nosotros, los libres
El progreso que resulta del libre comercio no puede ignorarse. Brillantes
economistas han derribado con lógica y estadísticas cada uno de los argumentos a
favor del proteccionismo. Si esto no fuera suficiente, bastaría con poner la
realidad sobre la mesa para que hablara por sí misma, y la realidad dice que los
países con mayor libertad de comercio muestran un nivel de progreso y calidad
de vida de sus habitantes muy superiores a los de los países que protegen sus
fronteras.
Claro que el libre comercio no deja de ser una de las tantas variables de un
intrincado conjunto de características que debemos tener en cuenta, pero también
es cierto que el hecho de que un país tenga libre comercio significa algo más
profundo. Significa respeto por la libertad.
La libertad es nuestro derecho y nadie se atreverá a ir contra un argumento
que es infalible, si realmente comprendemos la raíz de este derecho. Permitir que
alguien nos diga que no podemos comerciar con quien queramos, es admitir que
el otro tiene derecho de decidir sobre nuestra vida. Es admitir que otro es libre de
imponernos no ser libres.
Defender nuestro derecho a comprar sin ninguna interferencia ni restricción el
café a un colombiano, una campera de cuero a un argentino, una computadora a
un norteamericano y un auto a un japonés, es tan moralmente correcto como
defender una idea filosófica desarrollada por un griego, leer una novela escrita
por un ruso, ir al concierto de un pianista francés o presenciar el carnaval
brasilero. Igual de moralmente correcto que visitar Machu Picchu en Perú, la
Toscana en Italia o los canguros de Australia. Tan moralmente correcto como
elegir a un escocés como novio, a una española como amiga, a un hindú como
guía espiritual y a un suizo como ídolo deportista. Tan moralmente correcto
como ejercer nuestra libertad de decidir qué queremos para nuestras vidas, y
tratar a los demás con el mismo respeto y benevolencia con que nos gustaría ser
tratados, no importa dónde hayan nacido. En definitiva, lo que verdaderamente
importa es qué tiene para ofrecernos cada persona para hacer más feliz nuestra
vida en esta Tierra, de la cual ninguno de nosotros es ni será jamás un extranjero.
Referencias bibiográficas
Hicks, Stephen: The Moral High Ground of Free Trade.
Publicado en The Savvy Street en Mayo de 2016
http://www.thesavvystreet.com/the-moral-multiculturalism-of-free-trade/
CAPÍTULO 2
LA EMPRESARIALIDAD Y LA REGULACIÓN
EN UN MUNDO GLOBALIZADO
por Ricardo Manuel Rojas
Introducción
Es un hecho notorio que los avances tecnológicos, en especial en las
comunicaciones y procesos productivos, han cambiado no sólo las formas de
relacionarse, sino también la manera de hacer negocios en el mundo.
El acceso a la información ha disminuido costos de transacción y acercado a
las personas, haciendo que las posibilidades concretas de negociar involucren
ámbitos cada vez más extendidos. Los límites físicos entre los países ya han
dejado de ser un impedimento para llevar adelante tales negociaciones.
Esto ha ampliado de manera exponencial las posibilidades de intercambio, y
el surgimiento de novedosas formas contractuales surgidas a la sombra de las
nuevas tecnologías productivas y de comunicación.
Las grandes empresas formadas a partir de fuerte acumulación de capital y un
posicionamiento en las habilidades requeridas para llevar adelante la actividad
escogida, ha dado paso a otras formas de empresarialidad basadas en la búsqueda
de oportunidades, acuerdos de cooperación, el aprovechamiento de diferencias
entre costos y precios, lo que permite hacer negocios a pequeños grupos, sin
necesidad de capital ni una estructura legal formal.
Por otra parte, el desarrollo tecnológico ha facilitado también el surgimiento
de nuevas y productivas formas de negocios que tampoco requieren acumulación
de capital ni estructuras económicas costosas. Literalmente se puede ver a
jóvenes estudiantes universitarios desarrollando productos en el garaje de sus
casas, como trabajos prácticos para sus clases, que luego se convierten en
emprendimientos multimillonarios.
Pero paralelamente, el mundo continúa gobernado por una serie de
instituciones políticas y legales que no han evolucionado en consonancia con
los cambios tecnológicos. La noción de soberanía política y legislativa suele
ser la fuente de una serie de trabas a la agilidad requerida por los nuevos
negocios, al establecer regulaciones, barreras, incrementando los costos de
transacción a niveles que muchas veces terminan impidiendo que se lleven a
cabo buenas interacciones cooperativas, o que puedan acceder a ese tipo de
actividades muchos actores eficientes, obstruyendo las negociaciones más
productivas, con el consecuente costo social.
Las pequeñas empresas, los innovadores o descubridores de oportunidades,
que en definitiva son quienes hacen que el proceso de mercado alcance su
mayor eficiencia, terminan siendo excluidos de participar por los excesivos
costos impuestos por la legalidad.
Los desafíos de las nuevas formas de hacer negocios
Existen tres elementos que considero deberían estudiarse con cuidado,
relacionados con estas nuevas formas de interacción, porque conforman la base
de la negociación. Se trata de tres conceptos que han experimentado una fuerte
evolución a lo largo del tiempo, y que deberían ser adecuados a los nuevos
intercambios en este mundo globalizado: empresarialidad, contratos y normas.
Me referiré rápidamente a estos tres conceptos y cómo en un mundo
dinámico en constante evolución y que ofrece a cada paso nuevas opciones de
negocio, estos conceptos deberían también adecuarse a los tiempos.
Empresarialidad
Para la visión más bien estática de la economía clásica, el empresario era
considerado aquel que combinaba factores de producción en un organismo
productivo. Frente a la decisión de orientar la actividad productiva en
determinada dirección, el empresario determinaba el modo en que la tierra, el
capital y el trabajo serían empleados con el propósito de desarrollar dicha
actividad[1].
La concepción clásica del proceso económico tenía varios puntos débiles:
no se hacía cargo de los problemas vinculados con la escasez y asimetría del
conocimiento y la información, los cambios en las valoraciones, la incidencia
de las preferencias temporales, y otros factores que con el tiempo han sido
mejor estudiados.
Por ello, tal concepción del empresario tuvo un vuelco fundamental, en
especial a partir del desarrollo de la teoría subjetiva del valor por parte de los
exponentes de la Escuela Austriaca de Economía. La idea de que son los
individuos quienes valoran y deciden actuar siguiendo sus propios objetivos,
no solo revolucionó la concepción misma del proceso de mercado, sino además
el rol del empresario en dicho proceso.
Uno de los puntos esenciales en esta visión dinámica del proceso de
mercado, es que, a diferencia de lo que suele sostenerse, el punto de partida de
la interacción humana no es la competencia sino la asociación y la
cooperación[2].
Las personas tienden a obtener beneficios sin buscar confrontación, a través
de la asociación basada en las ventajas comparativas y la división del trabajo.
No es habitual que alguien encare un negocio respecto del cual ya hay muchos
oferentes, a menos que tenga alguna ventaja competitiva que lo justifique. De
lo contrario, probablemente tratará de llegar a algún acuerdo con los actuales
oferentes, tal como proveerles servicios o accesorios. Intentará aprovechar un
negocio ya existente en marcha y exitoso, para sumarse a él de tal modo que
todos ganen. En definitiva, la persona que actúe intentando descubrir un buen
negocio (empresario), lo hará tratando de evitar una confrontación, a menos
que la expectativa de triunfar sea muy grande, porque las confrontaciones son
caras e ineficientes[3]
Dado que los recursos son escasos y las necesidades tienden a ser ilimitadas,
todos los bienes compiten entre sí, y los constantes cambios de expectativas y
preferencias de las personas producen una tendencia al desequilibrio; y es por
ello que se habla de competencia, no como una forma de confrontación directa,
sino como un proceso de descubrimiento anticipado a los demás[4]. Estos
intercambios se producen en un entorno de ignorancia que no sólo les impide a
los participantes conocer ciertas cosas, sino que especialmente desconocen lo que
no saben[5].
El empresario está en condiciones teóricas de descubrir de manera gradual
buena parte de ese conocimiento. Su problema es que al interactuar con otras
personas que padecen las mismas limitaciones, el tiempo adquiere un valor
fundamental. Esto es, el primero que descubre la solución al problema planteado,
es el que triunfa. Por eso es esencial entender que la competencia no opera
fundamentalmente sobre productos sino sobre información y conocimiento.
El factor que fomenta los incentivos para la búsqueda de ese conocimiento es
el tiempo, que establece la diferencia entre el éxito y el fracaso de dos personas
que, a la larga, alcancen a obtener la misma cantidad de conocimiento: el primer
descubridor podrá aprovechar ese conocimiento prevaleciente. En este contexto,
el empresario es más un inquieto «buscador de oportunidades» que un estático
«cumplidor de reglas formales»[6].
En el proceso de mercado, una de las principales tareas de los empresarios es
encontrar oportunidades de comprar barato y vender más caro, acercando de ese
modo el precio de mercado al punto óptimo y adecuándolo constantemente a las
variaciones y cambios. Su tarea es descubrir aquellas oportunidades que le
permiten lograr acuerdos productivos y eficientes[7].
Esta visión dinámica del empresario resulta por demás adecuada a las actuales
condiciones del mundo, caracterizado por un rápido y completo acceso a la
información y la comunicación. Las personas tienen posibilidades de buscar
oportunidades de comprar y vender, de cubrir demandas insatisfechas, de ofrecer
nuevos productos a grandes cantidades de potenciales consumidores. Su radio de
acción ya no es su ciudad, ni incluso su país. Es el mundo entero, en la medida en
que pueda acceder con sus productos a las personas que los puedan valorar.
Sin embargo, una vez detectado el negocio rentable y novedoso, esas personas
se encontrarán con una serie de barreras que tenderán a entorpecer esos negocios,
integradas por trabas legales, regulaciones burocráticas, la necesidad de
convalidar sus acuerdos según las distintas jurisdicciones donde se lleven a cabo
las transacciones, etc.; todo lo cual redundará en un incremento sensible de los
costos de transacción, cuando no en la lisa y llana imposibilidad de llevar a cabo
un negocio económicamente rentable.
Es decir que las ventajas competitivas que puede tener una persona con cierto
conocimiento específico, enfocada a hacer un negocio, con respecto a una gran
empresa que debe moverse a través de decisiones burocráticas y lentas, se
desvanece cuando aquel individuo, que tiene en teoría un excelente acuerdo
cerrado, muy ventajoso para todos los involucrados, se encuentra con la
imposibilidad de hacer frente a los costos de la legalidad, tanto de la nacional
como de la internacional.
Contratos
Los contratos son instrumentos mediante los cuales opera el proceso de
intercambio y producción, haciendo posible obtener las enormes ventajas de la
cooperación, la especialización y la división del trabajo. A través de ellos las
personas ejercen sus derechos de propiedad en relación con los demás, y
especialmente pueden hacer transacciones que incluyan prestaciones diferidas en
el tiempo[8].
La visión económica del ejercicio de derechos de propiedad, se basa en el
hecho de que la propiedad no es un derecho o señorío que se ejerce sobre una
cosa, sino la efectiva facultad de actuar o restringir la actuación de los demás, con
relación a las cosas. Para la concepción económica de propiedad, no se
intercambian cosas, sino derechos sobre cosas. El propietario no detenta un bien
en sí, sino un haz o bloque de «facultades de actuación» con relación a ese bien.
Esas facultades y restricciones son expresadas y explicitadas a través de los
contratos.
Esta visión dinámica de los derechos de propiedad y los contratos es
completamente funcional a un desarrollo de negocios cada vez más complejos en
un mundo globalizado. La creación de nuevas cláusulas contractuales ha
permitido buscar soluciones eficientes a los problemas del intercambio, ya sea
disminuyendo costos de transacción, definiendo de mejor manera derechos de
propiedad, o facilitando mejores formas de producción de riqueza y su
distribución. Intercambios y contratos son dos caras de una misma moneda: los
contratos formalizan la decisión de actuar, los intercambios materializan esa
decisión.
Los contratos no sólo contienen las cláusulas relativas al negocio concreto que
se está efectuando, sino que además puede prever soluciones para los casos de
responsabilidad por incumplimiento, para situaciones tales como la imposibilidad
sobreviniente de cumplimiento, determinar quién resolverá los conflictos, de
acuerdo con qué principios y reglas, etc. El contrato ha sido visto históricamente
como la «ley entre las partes», y en la medida en que exista libertad contractual,
las partes podrán acordar todo detalle que consideren relevante para llevar
adelante el negocio común.
Históricamente, la teoría de los contratos se fue desarrollando en la praxis, y
se discutía en los tribunales cuando había diferencias. La mayor parte de los tipos
contractuales, sus cláusulas, penalidades por incumplimiento, mecanismos de
solución de diferencias y recisión, se fueron desarrollando de manera evolutiva y
espontánea, y finalmente se sancionaban a través de la jurisprudencia de los
tribunales.
El auge de la codificación y el desarrollo del derecho legislativo trasladaron la
discusión sobre teoría de los contratos, de los tribunales a las asambleas
legislativas. La codificación iniciada fundamentalmente a fines del siglo XVIII y
principios del siglo XIX se ocupó extensamente de los contratos. El Código
Francés de 1804, que fue modelo de mucha legislación a partir de entonces,
consagró la «autonomía de la voluntad» como principio fundamental del derecho
de los contratos, lo que significó reconocer la libertad de las personas para decidir
de acuerdo con su propia voluntad las cláusulas de sus acuerdos.
Sin embargo, a partir de entonces y fundamentalmente en el último siglo, la
intervención estatal en materia de contratos ha ido creciendo de manera
exponencial. Si a la excesiva regulación legislativa se le suma que tales
regulaciones se disponen a nivel nacional o regional, difiriendo de país en país, el
resultado fue que este instrumento esencial para el desarrollo económico se ha
visto restringido y muchas veces anulado por la intromisión legislativa.
La dinámica de los negocios acelerada por los avances tecnológicos en
materia de comunicaciones y producción, se ve entonces entorpecida por el
notorio incremento de los costos de transacción como consecuencia de trabas
legales, regulaciones y requerimientos burocráticos. Estas trabas, que muchas
veces también tienen como fundamento la voracidad fiscal de los países,
aumentan en gran medida los costos de la negociación.
Una persona puede haber descubierto una excelente oportunidad de negocio
que nadie más ha visto antes, hacer sus cálculos y vislumbrar grandes
posibilidades de ganancia. Pero luego de consultar a su abogado y a su contador,
se encuentra con las trabas legales que impedirán que ese acuerdo sea rentable, y
lo harán tan artificialmente oneroso que finalmente no podrá concretarse, con
enormes pérdidas en cuanto al incremento de la riqueza en general.
Las leyes supuestamente protectoras de las personas producirán grandes
trastornos generales, al impedir que el capital, que es escaso, se invierta del modo
más eficiente para la generación de riqueza y bienestar. Es bueno no olvidar que
la riqueza no es una torta, no es una cantidad dada en el mundo que habrá de ser
repartida, sino que su cantidad dependerá tan sólo de que las personas la
produzcan; lo que en buena medida dependerá de que se establezcan reglas
adecuadas a tal fin.
Estas trabas legales, administrativas, fiscales, también hacen que muchas
veces sólo las grandes corporaciones, que cuentan con departamentos armados
para hacer frente a cada uno de esos escollos, estén en condiciones de amortizar
los costos de transacción invirtiendo grandes sumas de dinero que sólo se
justificarán en la medida en que el volumen del negocio también sea muy grande.
Pero esto deja afuera a las pequeñas y medianas empresas que no cuentan con
tales recursos, y que muchas veces podrían descubrir los buenos negocios y
llevarlos a cabo con mayor eficiencia que una grande.
Por lo tanto, el desarrollo de las nuevas formas de producción y
comercialización requerirían de una vuelta al principio de la «autonomía de la
voluntad contractual», que no sea trabada con regulaciones legislativas,
requerimientos burocráticos e impuestos.
Normas
Si bien se considera a los contratos como «la ley entre las partes», lo cierto es que
muchas circunstancias que ocurren en una relación de negocios no fueron
previstas al momento de contratar, que las cláusulas contractuales son posibles de
interpretación, y que finalmente quien decida las disputas entre las partes a raíz
de incumplimientos o interpretación de los contratos, deberá hacerlo aplicando
determinados criterios normativos.
Esas normas, como se dijo, han tendido cada vez más a ser reglas impuestas
ante de cualquier negocio, de manera general y obligatoria, por una autoridad
política a través de legislación nacional.
Sin embargo, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las
normas jurídicas no fueron más que la expresión de reglas consuetudinarias
deducidas y aplicadas por los jueces al resolver conflictos concretos.
Así fue el desarrollo tanto del antiguo derecho romano (basado en las
decisiones de los pretores y jurisconsultos, que a su vez aplicaban principios
emanados de las costumbres y de decisiones anteriores), y el common law
anglosajón (también basado originalmente en las costumbres deducidas por los
jueces, y luego convertidas en jurisprudencia por los tribunales).
Un ejemplo digno de mención respecto de sistema de normas
fundamentalmente comerciales que se desarrollaron a partir de las prácticas y
costumbres comerciales, es la llamada Lex mercatoria, que se formó
fundamentalmente en los puertos del Mediterráneo entre los siglos XII y XVI.
Consistió en un cuerpo de principios prácticos de resolución de conflictos
elaborado por comerciantes, siguiendo las costumbres comerciales de esos
puertos, y sirvió durante todo ese tiempo como una base normativa para la
resolución de conflictos, en la cual no estuvo involucrada ninguna autoridad
estatal. Fueron comerciantes resolviendo disputas entre comerciantes,
aplicando costumbres comerciales desarrolladas en sus puertos.
Con el tiempo esas normas que emanaban de costumbres se fueron
integrando en textos escritos para su mejor aplicación práctica, que a la luz de
los involucrados se convirtieron en legislación. En tal sentido se pueden
mencionar la Charte d’Oléron (s. XII), las Capitulare Nauticum (Venecia
1255), la Tabula Amalfitana (Amalfi, x. XIV), los Ordinamenta et Consuetudo
Maris Edita per Consules Civitatis Trani (s. XIV) y el Consulado del Mar
(Barcelona, 1370). En un sentido similar, aunque en otro contexto geográfico,
se desarrolló el Proyecto de Ámsterdam, elaborado por iniciativa de la Hansa
de Brujas en 1407 y luego adoptado en puertos escandinavos con el nombre de
Leyes de Wisby. También a partir del siglo XII se elaboraron recopilaciones de
costumbres, escritas y ordenadas para algunas ciudades del mediodía francés,
que competían en precisión con las italianas y españolas. Pero estos textos no
eran más que recopilaciones, a efectos prácticos, de una serie de normas que
no habían sido sancionadas por ninguna autoridad estatal, sino expresión de
costumbres comerciales[9].
Esta sanción espontánea de principios emanados de las costumbres
comerciales tuvo una fuerza especial, en tanto permitió que comerciantes que
traían y llevaban productos desde los confines más alejados de África, Asia y
Europa, pudiesen concentrarse en los puertos del Mediterráneo, y a pesar de traer
costumbres, idiomas, leyes y tradiciones diferentes, pudieran llevar a cabo sus
negocios contando con un sistema de solución de conflictos basado en
costumbres que todos estaban dispuestos aceptar.
Tiempo después, el auge del mercantilismo, de los estados nacionales y su
injerencia en la actividad económica, modificó sustancialmente al derecho
mercantil, que dejó de ser una cuestión de negocios entre particulares que
resolvían sus disputas recurriendo a árbitros que aplicaban reglas prácticas
emanadas de las costumbres comerciales, para convertirse en una verdadera
cuestión de Estado[10].
Sin embargo, la eficiencia de este sistema de normas consuetudinarias
mercantiles fue tan grande que la costumbre fue mantenida, como fuente
supletoria de derecho, durante mucho tiempo en especial en el derecho comercial.
Incluso hoy en día la expresión lex mercatoria se sigue empleando para referirse
a las soluciones a problemas comerciales basadas en costumbres o prácticas
mercantiles.
El problema es que la intromisión cada vez más pronunciada de la legislación
en las prácticas comerciales ha dejado un espacio casi inexistente al empleo de
las soluciones basadas en los usos y costumbres de los comerciantes y
empresarios.
El mundo evoluciona a través de la constante producción de nueva tecnología.
Esta nueva tecnología produce nuevas prácticas empresariales y comerciales,
nuevas formas contractuales y soluciones institucionales, nuevas reglas para la
relación entre las personas, etc. Todo ello, naturalmente, es previo a la regulación
legislativa. Sin embargo, el legislador tiene la pretensión de que la tecnología y el
comercio dependan de las regulaciones, cuando en realidad sólo pudieron crearse
en ámbitos libres de regulación.
Siguiendo esa «lógica», el legislador advierte que la regulación debe ser más
minuciosa, y trata de resolver de antemano todos los posibles puntos de conflicto.
Pero lo que ocurre en realidad, es que cuanto más minuciosa es una ley, más
pronto deberá ser modificada o adaptada a las nuevas circunstancias,
convirtiéndose en una sucesión de normas que terminan yendo por detrás de los
avances comerciales —en el mejor de los casos—, y la mayor parte del tiempo
entorpeciendo dichos avances[11].
Este problema se agrava considerablemente en un mundo donde los negocios
cada vez más trascienden las fronteras nacionales, cuando además cada Estado
intenta establecer sus propias regulaciones. Y la legislación supra-nacional, lejos
de aliviar el problema lo aumenta, al suponer que sus disposiciones minuciosas
podrán aplicarse con los mismos efectos y consecuencias a personas que viven en
regiones muy distintas, y que realizan sus negocios sobre la base de costumbres
que difieren también. En este caso, el Dilema de la Ley Positiva intensifica sus
complicaciones cuando se amplía el territorio y el número de personas sometidas
a la misma legislación.
Por lo tanto, liberar a las personas, en especial a los descubridores de
oportunidades, emprendedores, desarrolladores de nueva tecnología, del corsé
legal en el que se encuentran atrapados, será esencial para permitir que esa fuerza
creativa y generadora de nuevos negocios eficientes, pueda crecer y generar
riqueza.
Conclusión: Los negocios exitosos, en esta época del mundo, requieren más
que nunca garantías a la libertad y la propiedad
La mayor complejidad del mundo actual, integrado como nunca antes gracias a la
tecnología, lejos de requerir de un sistema de normas regulatorias dirigidas por
una autoridad, necesitan aún más que nunca de libertad individual y resguardo a
la propiedad privada para que dicha idea pueda tener algún éxito.
Esta supuesta paradoja fue claramente explicada hace muchos años por
Friedrich Hayek al explicar que los fenómenos sociales, como fenómenos
complejos, dependen de tantas circunstancias concretas que jamás podremos
realmente estar en condiciones de averiguarlas todas. Se trata de millones de
personas tomando decisiones individuales impredecibles, y produciendo millones
de efectos incalculables. Esto hace, al decir de Hayek, que no sólo los ideales de
predicción y control están mucho más allá de nuestro alcance, sino que también
es ilusoria la esperanza de poder descubrir, a través de la observación, conexiones
regulares entre los distintos acontecimientos[12].
Muchas décadas después de que Hayek hiciera esta observación, la
complejidad de las relaciones sociales a partir de nuevas tecnologías y el
crecimiento demográfico han hecho que esta premisa cobre más fuerza todavía.
No sólo la capacidad de adquirir información y la comprensión humana sobre el
desarrollo de los procesos sociales es limitada, sino que además está repartida de
modo desparejo entre las personas. Por ello, Hayek hablaba del problema de la
«división del conocimiento», como igualmente importante al de la «división del
trabajo», aunque menos estudiado[13].
Esta dispersión del conocimiento, que nunca se presenta como un cuerpo
completo, coherente y consistente, sino como retazos dispersos y a disposición
parcializada de gran cantidad de personas, hace que la idea de un planificador
central, o un gran legislador, sea un ideal irracional.
La posibilidad de nuevos negocios y emprendimientos comerciales que la
tecnología brinda hoy en día, requieren más que nunca reglas de juego lo
suficientemente claras y abiertas como para permitir que todas esas ideas
surgidas en ámbitos reducidos, vinculadas con aspectos muy concretos, donde
sólo unos pocos alcanzan a descubrir una oportunidad, puedan florecer en
beneficio del incremento de la riqueza en general, a través del beneficio
individual.
Con amplias regulaciones que incrementan los costos de transacción y
dificultan el ingreso al proceso de intercambio, sólo pueden participar en los
negocios los grandes consorcios que están preparados para absorber esos costos.
El innovador, el creador, el inventor que descubre algo nuevo, mejor, más barato,
potencialmente requerido por la gente, no tendrá oportunidades siquiera de
superar las barreras establecidas por la legislación, las regulaciones, los
impuestos. Los pequeños y medianos emprendimientos irán siendo excluidos
paulatinamente de esta posibilidad de actuar en el mercado, dando paso a formas
de cartelización cuyo origen no será otro que la propia legislación que pretende
evitarlas.
Entender los beneficios de la «globalización» supone reconocer que ese
mundo estático, del empresario que sólo «combina factores de producción» que
mostraba la economía clásica, no tiene cabida en la actualidad; y que el
crecimiento de la población y el avance en las comunicaciones, lejos de requerir
más regulaciones, piden a gritos la eliminación de las regulaciones existentes.
Si esto ocurre, millones de pequeños empresarios, inventores, empresas
familiares, inversionistas, tendrán su ocasión de hacer que este mundo continúe
creciendo y generando riqueza.
Referencias bibliográficas
HAYEK, F. A. (2007): Nuevos Estudios en Filosofía, Política, Economía e
Historia de las Ideas, Unión Editorial, Madrid.
— (2007): Estudios de Filosofía, Política y Economía, Unión Editorial,
Madrid.
KIRZNER, I. M. (1975): Competencia y función empresarial, Unión Editorial,
Madrid.
LANDONI, J. S. (2015): Empresario Institucional, Editorial Episteme,
Guatemala.
MISES, L. (2008): La Acción Humana, Unión Editorial, Madrid.
ROJAS, R. M. (2010): Uso Estratégico del Derecho, VELEA, Caracas.
— y Schenone, O., Stordeur (h), E. (2012): Nociones de Análisis Económico
del Derecho Privado, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.
— (2004): Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico, Editorial
Abaco, Buenos Aires.
ROTHBARD, M. N. (1999): Historia del Pensamiento Económico, Unión
Editorial, Madrid, vol. 1.
SCHUMPETER, J. A (1995): Historia del Análisis Económico, Editorial Ariel,
Barcelona.
CAPÍTULO 3
LOS OBSTÁCULOS GUBERNAMENTALES
A LA INTERNACIONALIZACIÓN
DE LAS EMPRESAS FAMILIARES
por Óscar Rodríguez Carreiro,
Daniel Rodríguez Carreiro,
y Noemí Díaz Corral
La internacionalización de las empresas familiares representa uno de los más
importantes desafíos a los que se enfrentan este tipo de organizaciones
empresariales. Así, el Barómetro Europeo de la Empresa Familiar 2016 ha
destacado la importancia de la internacionalización para el crecimiento del
negocio de las empresas familiares. Del mismo modo, según el informe de 2015
de la empresa familiar en España, la internacionalización constituye uno de los
principales retos de las empresas familiares españolas.[14] A continuación,
analizaremos cuales son las ventajas de las que disponen las empresas familiares
y algunos de los obstáculos que se encuentran en el proceso de
internacionalización.
Características generales de las empresas familiares
Las empresas familiares siempre han desarrollado un papel clave en la economía
de cualquier país. Su importante y destacable presencia en los mercados tanto
nacionales como internacionales es algo indudable que se ve fácilmente reflejado
en las cifras que hacen referencia a las mismas (89% del total de empresas en
España). Es por ello indispensable entender sus atributos y particularidades pues
suponen una de las principales bases de cualquier sistema económico.
En la forma, las empresas familiares son muy similares a cualquier otra
empresa, con la salvedad de que la empresa familiar siempre guarda una estrecha
relación con un grupo familiar y que esta relación se refleja a través del gobierno
directo de la empresa. Así, en las empresas familiares la característica distintiva
principal reside en que la propiedad y la gestión están concentradas siempre en
manos de un núcleo familiar. Esta premisa se formaliza, por ejemplo, a través del
control directo, del gobierno, del derecho a voto o de la propiedad accionarial de
la empresa.
Su particularidad reside más en el fondo que en la forma, es decir, en la
propuesta de valor que forma parte de la idiosincrasia propia de las empresas
familiares. La propuesta de valor es el núcleo central de una empresa, lo que
determina los atributos y la «personalidad3 de la misma y, en el caso de las
empresas familiares, tiende a presentar muchos de los valores presentes en la
institución tradicional de la familia como la lealtad, el respeto a la experiencia, la
transmisión directa del conocimiento, el compromiso o el trato personal. La
continuidad generacional es uno de los objetivos estratégicos de la empresa
familiar y, con ello, la transmisión generacional de estos valores.[15]
Además, estas empresas, por lo general y de manera intuitiva, comparten y
practican los principales valores del capitalismo, a saber, el trabajo duro y el
ahorro.
El trabajo duro es un valor fundamental que debería constar en la propuesta de
valor de cualquier tipo de empresa pues sin su puesta en práctica el correcto
funcionamiento de la misma nunca se puede llegar a dar. El trabajo duro hace
referencia a la responsabilidad y seriedad que este requiere; a aquella forma de
trabajar propia de los primeros capitalistas de comienzos del siglo XIX,
responsables de la revolución industrial. Las empresas familiares, por lo general,
están educadas en este mismo principio: en la importancia del esfuerzo y el
compromiso personal, en el valor del contrato y la palabra dada, en la disciplina y
la capacidad de priorizar el trabajo duro; todo con la finalidad de ofrecer un buen
producto que, a su vez, asegure la continuidad de la empresa.
Para las empresas familiares el trabajo duro no solo supone un valor positivo
más a tener en cuenta si no que acostumbra a hacerse indispensable pues, en el
caso contrario, si no se llevara a la práctica este principio, la falta de
responsabilidad y trabajo podría fácilmente llevar a la empresa a la quiebra,
situación en la que el núcleo familiar vería no solo peligrar la empresa si no
también el resto de su patrimonio personal. Es sencillo, pues, entender por qué
éste es un valor cuidado y transmitido en las empresas familiares.
La tendencia al ahorro es otra de las características que acostumbran a estar
presentes en toda empresa familiar. El ahorro consiste en renunciar al consumo
de bienes presentes para poder disponer de bienes futuros. Requiere de la
capacidad de valorar más el futuro que el disfrute inmediato del consumo
presente. Puesto en práctica, el ahorro facilita la continuidad y supone un seguro
a medio y largo plazo para cualquier empresa, además de constituir la manera
más segura de financiarse y continuar creciendo. Las empresas familiares
obedecen a una clara tendencia al ahorro y a escapar del endeudamiento, el cual
supone un elevado riesgo nuevamente no solo para la empresa sino también para
el núcleo familiar.
Pero en las empresas familiares no solo es fácilmente visible la asimilación de
los principales valores capitalistas si no también muchos otros tan estrechamente
relacionados con la Escuela Austriaca de pensamiento como los dos anteriores.
Valores como la prudencia, la planificación a largo plazo, el respeto por la
propiedad privada o la importancia de la mediación mercantil sin intervención
sirven de claros ejemplos.
En lo concerniente al ámbito empresarial, la prudencia es la capacidad de
meditar y calcular, a través de un minucioso análisis, las diversas alternativas y
los posibles riesgos que éstas pueden conllevar con la finalidad de evitar tomar
decisiones que conlleven prejuicios innecesarios; así, la prudencia está
directamente relacionada con la asunción de riesgos. Para una familia propietaria
de una empresa asumir un riesgo muy alto puede suponer, como ya apuntamos,
poner en peligro su propio patrimonio. Esto provoca que todas las decisiones
importantes acostumbren a ser más cautas y calculadas al milímetro, teniendo
muy presente siempre las posibles consecuencias futuribles de tomar determinada
decisión; y también los riesgos serán bien medidos y meditados pues no solo se
pone en juego la continuidad de la empresa si no también el futuro personal de la
familia. Por ello, la prudencia es siempre compañera en el gobierno de cualquier
empresa familiar próspera.[16]
Otro atributo a destacar es la capacidad de planificación a largo plazo. La
creación de planes estratégicos que tienen en cuenta las necesidades futuras y
dejan de valorar únicamente lo inmediato, además de proporcionarle una mayor
solidez, le permite a la empresa marcarse metas más ambiciosas y objetivos que a
corto plazo no serían realizables, o prepararse para anteponerse a posibles
problemas.
Todas estas características redundan en beneficio de cualquier mercado y
cualquier empresa en la que estén presentes; mejorando su capacidad para
competir y permanecer en el mercado, adaptarse a las necesidades de los clientes
sin prescindir de su propuesta de valor o resistir etapas económicas más
inestables; capacidades a tener más en cuenta en un momento de crisis económica
internacional como el actual.
No hay, pues, que perder de vista la importancia de este tipo de empresas y lo
que suponen en cifras para cualquier economía. En el caso de España, el número
de empresas familiares ascienden a más de un millón, representando el 89% del
total; son responsables de más de seis millones y medio de empleos y suponen el
57% del PIB.
Si nos fijamos en las cifras que nos presenta la Unión Europea las
conclusiones son similares: cerca de 17 millones de empresas familiares
representan el 60% del total y generan más de cien millones de empleos.[17]
Además, muchas de las empresas más grandes del mundo empezaron como
empresas familiares y siguen como tal: Ford, BMW, Christian Dior o Walmart
son solo algunos ejemplos.
Un estudio del Centro para la Empresa Familiar de la Universidad de St.
Gallen en Suiza analiza las 500 empresas familiares más grandes del mundo bajo
el Índice Family 500. Los miembros de este índice, según el estudio, acumularían
ventas totales anuales por valor de 6.5 billones de dólares, lo que sería suficiente
para constituir la tercera economía más grande del mundo por detrás sólo de
Estados Unidos y China.[18]
Estas cifras son un pequeño ejemplo de la gran relevancia que tienen este tipo
de empresas en la economía desde, la más local a la más internacional y por ello
no hay que perder de vista aquellas características que las diferencian ni tampoco
las dificultades a las que acostumbran a hacer frente.
Trabajo duro, ahorro, continuidad generacional, prudencia y capacidad de
planificación a largo plazo son características concretas de las empresas
familiares que las sitúan en una magnífica posición para afrontar el proceso de
internacionalización. Los obstáculos que las entorpecen, sin embargo, proceden
de otra fuente.
Obstáculos gubernamentales a la internacionalización de las empresas
familiares
El mundo real de la economía está compuesto por empresarios que deciden
libremente donde y con quién comerciar, comparando los descontados beneficios
anticipados con los costes. La producción tiene como objetivo el consumo.
Depende de la actividad empresarial el aceptar los costes de fabricación de un
producto al intentar anticipar qué precio estarán dispuestos a pagar los
consumidores por dicho producto. Si el empresario acierta en su anticipación de
las valoraciones de los consumidores, obtendrá beneficios, que son la prueba de
que los factores podían ser utilizados en un proceso de producción en el que
tienen una mayor productividad marginal. De esta manera, la acción exitosa del
empresario soluciona una descoordinación de la sociedad al dirigir los factores de
producción hacia una utilización en la que son más productivos.
Los beneficios empresariales, además, son efímeros. El éxito de una actividad
empresarial, al otorgar ganancias a un empresario, provoca su imitación por parte
de otros empresarios. Ello hace, por una parte, que aumente la demanda de los
factores de producción, aumentando su precio, y, por otra, que aumente la oferta
del bien, disminuyendo su precio. Al final de este proceso, los beneficios
empresariales desaparecen y el único ingreso obtenido por el empresario es el
derivado de la preferencia temporal, es decir, el derivado de la transformación de
bienes futuros en bienes presentes. Si no existiera un proceso constante de
cambios de valoración por parte de los consumidores y de correspondientes
cambios en la producción por parte de los empresarios para descubrir y ajustar
como satisfacer mejor las demandas cambiantes de los consumidores, se
alcanzaría el estado de equilibrio en el que ya no se producirían cambios. En el
mundo real, sin embargo, no se llega a este estado de equilibrio.
Ya que la obtención de beneficios depende de la correcta anticipación
empresarial de las valoraciones, resulta obvio que la función empresarial no
consiste en una actividad rutinaria y mecánica sino en la capacidad de afrontar la
incertidumbre a la hora de organizar la producción con el fin de satisfacer
adecuadamente las necesidades de los consumidores. Esta fundamental función
empresarial se ve limitada significativamente por la acción de los gobiernos.
Señalaremos, a continuación, dos casos que afectan con especial intensidad a las
empresas familiares: los impuestos y la incertidumbre de régimen.
La fiscalidad es un elemento fundamental en lo que se refiere a las
expectativas de internacionalización de una empresa. Es muy importante, antes
de establecerse en otro país, conocer la fiscalidad del mismo y a qué obligaciones
se está sujeto en ese territorio. En este sentido, el impuesto de sociedades y el
impuesto de sucesiones son dos de los tributos que afectan de manera más
negativa a la capacidad de las empresas familiares de organizar la producción con
vistas a la satisfacción de las necesidades de los consumidores, ya que provocan
la reducción del incentivo al ahorro y la acumulación de capital y limitan la
habilidad de los empresarios para hacer frente a la incertidumbre.
El impuesto sobre sucesiones es un tributo que grava los incrementos
patrimoniales obtenidos a título lucrativo por personas físicas. El objetivo de este
impuesto es gravar los incrementos de patrimonio que se producen, normalmente,
como consecuencia de herencias y donaciones. En palabras de Alexander
Tabarrok, este impuesto:
Es un impuesto sobre el dinero en efectivo y las cuentas bancarias, las
acciones, los bonos, las propiedades inmobiliarias, el equipo y la maquinaria,
automóviles y otras propiedades, seguros de vida, arte e incluso pertenencias
personales. En resumen, es un impuesto sobre todo.[19]
El principal efecto negativo que tiene el impuesto de sucesiones es que reduce
el incentivo al ahorro. Así, si imaginamos a una persona que quiere legar un
patrimonio valorado en un millón de euros y que existe un impuesto de
sucesiones del 50%, dicha persona debería ahorrar un millón extra para poder
llevar a cabo su deseo. Cuanto más alto sea el impuesto de sucesiones el ahorro
requerirá un mayor sacrificio, lo que desincentivará el ahorro e incentivará el
consumo de capital.[20]
Por su parte, el impuesto de sociedades provoca también el consumo de
capital pero, además, supone una limitación a la capacidad empresarial para
afrontar la incertidumbre. Dependiendo de las distintas legislaciones nacionales,
el impuesto de sociedades puede suponer una doble fiscalidad sobre los
propietarios de sociedades: primero sobre los ingresos de la sociedad y después
sobre los ingresos distribuidos entre los propietarios. Esto tiene el efecto de
penalizar los ingresos de sociedades en comparación con otras formas de
mercado y, por tanto, de penalizar una forma eficiente de organización
empresarial favoreciendo otras formas menos eficientes. El hecho de que los
ingresos totales de las sociedades sean fiscalizados y que después los dividendos
distribuidos vuelvan a ser fiscalizados, promueve que se deje sin distribuir una
mayor proporción de los ingresos de las sociedades de lo que sucedería en un
sistema de libre mercado, congelando el capital y desincentivando la difusión de
fondos a otros asuntos, lo que distorsiona el patrón de asignación de fondos de
inversión e impide el ajuste dinámico a cambios en la economía.[21]
Además, el impuesto de sociedades disminuye el incentivo a la
empresarialidad y cambia la forma en la que los empresarios enfocan los
beneficios y las pérdidas. Si el impuesto es lo suficientemente alto, los individuos
encuentran más conveniente dedicarse a actividades rutinarias que a la
innovación, la especulación y la anticipación de las valoraciones. Además, dado
el tratamiento asimétrico de los beneficios y las pérdidas, el impuesto induce a
los empresarios a centrarse en evitar las pérdidas en lugar de buscar beneficios.
De esta forma, el impuesto de sociedades tiende a desalentar a los empresarios en
su búsqueda de la satisfacción de las necesidades de los consumidores y
constituye una penalización a los empresarios exitosos.[22]
Pero, además de disminuir el incentivo a la acumulación de capital y de dañar
la función empresarial por medio de impuestos, los gobiernos tienden a establecer
otro obstáculo a las empresas familiares en la forma de lo que Robert Higgs
denominó «incertidumbre de régimen». Según Higgs, la disposición de los
empresarios a invertir depende en gran medida de un estado adecuado de
confianza en el clima de negocios que puede verse afectado por la incertidumbre
creada por el régimen político en la forma de una atenuación más o menos grave
de los derechos de propiedad sobre el capital y los ingresos. Esta atenuación
puede proceder de muchas fuentes, desde los aumentos de impuestos, pasando
por la imposición de nuevos tipos de impuestos y llegando hasta la expropiación.
Otras amenazas inmediatas a los derechos de propiedad pueden venir del
establecimiento de regulaciones gubernamentales del mercado laboral, el
mercado de valores o la regulación de los productos. En última instancia, la
confianza en la seguridad de los derechos de propiedad deriva no tanto de la letra
de la ley como del carácter del gobierno que defiende, o amenaza, dichos
derechos.[23] La incertidumbre de régimen tiene un efecto negativo sobre la
realización de inversiones. Así, según Higgs:
Una alta incertidumbre en general —un aumento percibido en la variación
potencial de todo tipo de acción gubernamental relevante- puede frenar la
inversión.[24]
La habilidad para llevar a cabo con éxito la función empresarial no depende
en exclusiva del cálculo económico (precios, beneficios y pérdidas) sino que está
afectada también por el marco institucional de la actividad comercial. Cuando las
regulaciones del gobierno sustituyen a las instituciones del mercado se
distorsionan los incentivos y el propio proceso de coordinación que caracteriza la
función empresarial en un mercado libre. Por ello, Wolf von Laer y Adam Martin
han caracterizado los episodios de incertidumbre de régimen como shocks
negativos que dañan la capacidad de los empresarios de formar expectativas
correctas sobre las condiciones futuras del mercado y limitan su capacidad
coordinativa.[25]
La incertidumbre de régimen puede afectar especialmente a las empresas
familiares de menor tamaño. Estos autores han señalado cuatro razones por las
que la incertidumbre de régimen afecta de manera especialmente negativa a las
pequeñas y medianas empresas. La primera razón es que las grandes compañías
multinacionales suelen tener una mayor capacidad para reducir la escala de sus
operaciones sin necesidad de pararlas completamente, mientras que las empresas
menores están más expuestas a una reducción de sus operaciones. En segundo
lugar, las grandes empresas pueden afrontar más fácilmente el incremento de
costes que supone la regulación, pudiendo incluso beneficiarles dicho aumento al
eliminar la competencia de empresas más pequeñas que no los pueden afrontar.
En tercer lugar, las grandes empresas soportan mejor la incertidumbre de régimen
al disponer de más recursos y conexiones en las altas esferas, lo que les permite
maniobrar para lograr concesiones políticas que conllevan el establecimiento de
regulaciones en las que salen menos afectadas. Por último, mientras que las
grandes empresas normalmente se dedican a la mejora de los productos
existentes, la introducción de nuevos bienes y servicios está más asociada con
pequeñas empresas. Dado que ese tipo de innovaciones requiere mayores saltos
cognitivos y está expuesto a una mayor incertidumbre, las empresas que las
llevan a cabo son más dependientes de instituciones de mercado seguras y
estables que aquellas que se dedican a tareas rutinarias.[26]
Los impuestos y la incertidumbre política son señalados regularmente por los
propietarios de empresas familiares como los principales problemas a los que se
enfrentan. Así, en una encuesta a nivel europeo realizada en 2016, la
incertidumbre política representaba, por segundo año consecutivo, el mayor
problema percibido por los propietarios de empresas familiares. Así lo manifiesta
un 55% de los encuestados en España y un 37% en el resto de Europa.
Preguntados por los cambios que mayor impacto tendrían en el negocio y en su
éxito futuro, un 37% apunta a una bajada de impuestos, un 36% a menores
contribuciones a la Seguridad Social y otro 29% se inclina por acuerdos laborales
más sencillos y flexibles. Por su parte, los encuestados europeos creen que uno de
los cambios más positivos lo supondría la reducción de la burocracia.[27]
De la misma manera, en un estudio similar realizado en Estados Unidos, los
propietarios de pequeñas empresas señalaron a los impuestos y las regulaciones
gubernamentales como los principales problemas que afrontaban.[28]
La importancia de la competencia fiscal para la internacionalización
de las empresas familiares
Los impuestos y la incertidumbre de régimen son, en consecuencia, muy
perjudiciales tanto para el crecimiento económico en general como para las
empresas familiares en particular. Los impuestos elevados tienen las mismas
consecuencias económicas negativas que las barreras proteccionistas al comercio:
suponen una traba a la división internacional del trabajo, reducen el capital
acumulado y las inversiones y conducen a un menor crecimiento. Tanto la propia
reducción de la carga impositiva como una mayor certidumbre de los empresarios
en la previsión de que la política económica de los diferentes Estados caminará
en este sentido son elementos muy importantes para la internacionalización de las
empresas familiares. Toda política económica que favorezca el comercio
internacional y el libre mercado supone un impulso a la internacionalización de
estas empresas. Y un elemento de gran importancia para conseguir un entorno
económico internacional caracterizado por impuestos bajos es la competencia
fiscal. A través de esta competencia algunos gobiernos establecen impuestos
bajos con el objetivo de atraer capital y empresas a su país. Otros países reducen,
como consecuencia, sus respectivos impuestos en respuesta a las pérdidas,
percibidas o reales, de esta competición.[29] La competencia fiscal es, además,
uno de los elementos que forman parte del concepto más amplio de competencia
institucional. La descentralización que supone la existencia de un gran número de
entidades políticas independientes impone serias restricciones a la capacidad de
los gobiernos de implementar medidas económicas perjudiciales para la libertad
económica y el crecimiento. Cuando hay múltiples entidades políticas
independientes los diversos Estados se ven obligados a competir entre ellos para
atraer el capital y las inversiones. Aquellos que establezcan una política
económica más intervencionista se verán seriamente penalizados puesto que los
agentes económicos pueden optar por desviar sus actividades hacia aquellos otros
países que presenten un entorno empresarial más favorable. Se crea así, por lo
tanto, una tendencia al establecimiento de instituciones legales y políticas
respetuosas con los derechos de propiedad y favorables a la acumulación de
capital y al libre comercio.
Un gran número de académicos han destacado la importancia de este tipo de
competencia institucional en el origen histórico del sistema económico
capitalista.[30] Así, según Ralph Raico, para estos estudiosos la clave del
desarrollo occidental se encuentra en la descentralización política de la Edad
Media.[31] Así, aunque Europa constituía una sola civilización (la cristiandad
latina) estaba al mismo tiempo radicalmente descentralizada. Europa comprendía
un sistema de jurisdicciones y poderes divididos que se encontraban, por lo tanto,
en competencia unos con otros. Esta competencia fue fundamental a la hora de
limitar los actos políticos arbitrarios concernientes a la propiedad privada. Jean
Baechler, uno de los principales estudiosos de los orígenes del capitalismo en
Europa, afirmaba que:
La primera condición para la maximización de la eficiencia económica es la
liberación de la sociedad civil con respecto al Estado […] La expansión del
capitalismo debe sus orígenes y su razón de ser a la anarquía política.[32]
Esta tendencia favorable a la propiedad privada y al libre comercio que
promueve la competencia institucional así como la tendencia a establecer
impuestos bajos que se crea como consecuencia de la competencia fiscal ayudan
también a reducir la incertidumbre de régimen, lo que a su vez es un estímulo
muy importante para la realización de nuevas actividades empresariales y para la
internacionalización.
La competencia fiscal tiene consecuencias muy importantes en los procesos
de internacionalización de las empresas familiares. Según Gracia Luchena, la
profundización en los procesos de globalización de los mercados incide en la
importancia de la planificación fiscal internacional de las empresas y de éstas,
son las empresas familiares las que mejor uso pueden hacer de esa planificación y
las que más beneficios pueden obtener de la internacionalización, debido a sus
especiales características de prudencia y flexibilidad.[33]
La competencia fiscal ha aumentado, en las últimas décadas, como
consecuencia del incremento general del comercio y las inversiones
internacionales y es una parte importante del proceso de globalización. Sin
embargo, no todo el mundo está satisfecho con los efectos económicos de la
competencia fiscal como sucede, por ejemplo, con las burocracias internacionales
(UE, OCDE, ONU) que buscan continuamente formas para eliminar o reducir la
influencia y el alcance de este fenómeno.
La lucha de la Unión Europea contra la competencia fiscal
Autores como Chris Edwards y Daniel Mitchell alertan de que un grupo de países
que mantienen impuestos elevados está luchando contra la competencia fiscal.
Políticos e influyentes grupos de presión en muchos de esos países buscan
contrarrestar sus efectos a través de la armonización directa o indirecta de
impuestos, lo que dificultaría la competencia fiscal y haría más fácil incrementar
el tamaño y la carga del gobierno. Dado que los políticos de un único país no
tienen capacidad para debilitar la competencia fiscal por sí mismos el único
medio que les resta para luchar contra la misma es la creación de cárteles
Internacionalización de la empresa familiar
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Internacionalización de la empresa familiar

  • 1. - -
  • 2.
  • 3. Fernando Nogales Lozano (Coordinador) María Marty Ricardo Manuel Rojas Daniel Rodríguez Carreiro Óscar Rodríguez Carreiro Noemí Díaz Corral Alberto Benegas Lynch (h) Mauricio Ríos García Jorge Eduardo Castro Corvalán Alicia Guerra García Roberto Salinas León José Torra María de los Ángeles Lucero Bringas Elsa Erica Ribbert Fernando Nogales Lozano José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LA EMPRESA FAMILIAR: TEORÍA Y PRÁCTICA ECONÓMICA (ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA)
  • 4. Compuesto y maquetado por Olrss_ Printed at home · Impreso en mi casa Lee/disfruta y luego me agradeces ñeri.
  • 5. ÍNDICE LOS AUTORES PRÓLOGO, por Federico N. Fernández PRESENTACIÓN, por Fernando Nogales Lozano CAPÍTULO 1: LIBRE COMERCIO, LA LÓGICA EXTENSIÓN DE LA LIBERTAD María Marty CAPÍTULO 2: LA EMPRESARIALIDAD Y LA REGULACIÓN EN UN MUNDO GLOBALIZADO Ricardo Manuel Rojas CAPÍTULO 3: LOS OBSTÁCULOS GUBERNAMENTALES A LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS EMPRESAS FAMILIARES Óscar Rodríguez Carreiro, Daniel Rodríguez Carreiro, Noemí Díaz Corral CAPÍTULO 4: SIN LIBRE ALBEDRÍO NO ES POSIBLE DEFENDER LA LIBERTAD Alberto Benegas Lynch (h) CAPÍTULO 5: LA PRESERVACIÓN DE LOS PATRIMONIOS FAMILIARES EN UN MUNDO GLOBALIZADO Mauricio Ríos García CAPÍTULO 6: INGENIERÍA PATRIMONIAL Y POSICIÓN COMPETITIVA REGIONAL:
  • 6. DE LA INFLACIÓN A LA INTERNACIONALIZACIÓN Jorge Eduardo Castro Corvalán CAPÍTULO 7: LAS AYUDAS GUBERNAMENTALES A LA EXPORTACIÓN EN EL PROCESO DE INTERNACIONALIZACIÓN DE UNA PYME FAMILIAR: ¿OPORTUNIDAD O AMENAZA? Alicia Guerra García CAPÍTULO 8: NOGALES, INSTITUCIONES Y LA EMPRESA FAMILIAR EN MÉXICO Roberto Salinas León & José Torra Alfaro CAPÍTULO 9: LA INTERNACIONALIZACION: UNA OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO PARA LAS PYMES FAMILIARES DE CÓRDOBA (ARGENTINA) María de los Ángeles Lucero Bringas & Elsa Erika Ribbert CAPÍTULO 10: LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS CARRERAS DIRECTIVAS Fernando Nogales Lozano CAPÍTULO 11: NOTAS SOBRE INTRA-INTERNACIONALIZACIÓN DE LA EMPRESA FAMILIAR José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo
  • 7. LOS AUTORES María Marty (Argentina) Licenciada en Comunicación Social de la Universidad del Salvador. Es Directora Ejecutiva de la Fundación para la Responsabilidad Intelecual (FRI). Es columnista del medio digital PanAm Post y colabora con artículos para el /react- text Cato.org react-text: 140, The Independent Institute y /react-text Objetivimo.org. react-text: 143 También es columnista del programa de radio «Informe Económico» de Roberto Cachanosky en Radio Cultura. Actualmente cursa el programa de filosofía en el Objectivist Academic Center del Ayn Rand Institute. Defensora de la realidad y la razón. Eterna Vigilante de la libertad. martymaria16@gmail.com Twitter: @mariamarty16 Ricardo Manuel Rojas (Argentina) Abogado, Doctor en Historia Económica (ESEADE), Juez de Cámara del Tribunal en lo Criminal n° 18 de Buenos Aires, Argentina. Profesor de Análisis Económico del Derecho Penal en la Maestría en Derecho y Economía de la Universidad de Buenos Aires. Autor de varios libros y ensayos. Entre ellos: Las contradicciones del derecho penal (Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000), Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico (Abaco, Buenos Aires, 2004), Elementos de teoría constitucional. Una propuesta para Cuba (Fundación Friedrich A. von Hayek, Buenos Aires, 2008), Nociones de Análisis Económico del Derecho Privado (UFM, Guatemala, 2012), Resistencia no violenta a regímenes autoritarios de base democrática (Unión Editorial, Madrid, 2015). Daniel Rodríguez Carreiro (España) Licenciado en Ciencias Políticas y Máster en Procesos Políticos Contemporáneos de la Universidad de Santiago de Compostela. También es doctorando en Marketing Político, Actores e Instituciones en Sociedades Contemporáneas. En los últimos ocho años ha trabajado como asesor político y parlamentario en varias instituciones españolas. Es miembro fundador del Instituto Xoán de Lugo.
  • 8. Óscar Rodríguez Carreiro) España( Licenciado en Historia y Máster en Procesos Políticos Contemporáneos por la Universidad de Santiago de Compostela. También es doctorando en Marketing Político, Actores e Instituciones en Sociedades Contemporáneas. Es especialista en Política Industrial, autor de artículos académicos y miembro del Instituto Xoán de Lugo Noemí Díaz Corral (España) Graduada en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad de Santiago de Compostela. Vicepresidenta y miembro fundador del Instituto Xoán de Lugo. Alberto Benegas Lynch (h) (Argentina) Completó dos doctorados: es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección. Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, ambas en Argentina. Es autor de veintiún libros, además de dos en coautoría y diez en colaboración. Fue profesor titular por concurso en la Universidad de Buenos Aires y enseñó en cinco Facultades: Ciencias Económicas, Derecho, Ingeniería, Sociología y en el Departamento de Historia de la de Filosofía y Letras. Fue Director del Departamento de Doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata y, durante 23 años, Rector de ESEADE donde es Profesor Emérito. Fue asesor económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, de la Cámara Argentina de Comercio, de la Sociedad Rural Argentina y del Consejo Interamericano de Comercio y Producción. En dos oportunidades integró el Consejo Directivo de la Mont Pelerin Society, es Académico Asociado de Cato Institute (Washington DC) y del Ludwig von Mises Institute (Auburn), es miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs (Londres), miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas en Buenos Aires y recibió grados honoríficos de universidades de su país y del extranjero. Es presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso en Argentina y presidente del Consejo Editorial de la filial argentina de Unión Editorial de Madrid.
  • 9. Mauricio Ríos García (Bolivia) Economista, estudió en la Universidad Mayor de San Simón. Realizó cursos de economía, filosofía política, sistemas comparativos de gobierno, políticas de transición y reformas estructurales en la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile. Tiene una maestría en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y desarrolla su tesis doctoral en Economía Aplicada, dirigida por Jesús Huerta de Soto en la misma universidad. Es autor de La década perdida de Occidente: un manifiesto contra la Gran Recesión, (Unión Editorial, 2015), y tiene publicaciones en revistas especializadas. Desde 2006 escribe con regularidad en los diarios más importantes de Bolivia, en otros medios internacionales como la revista América Economía, así como para think tanks como The CATO Institute. Fundador de Crusoe Research, y socio fundador de Genea Wealth Management. www.riosmauricio.com Jorge Eduardo Castro Corvalán (Colombia) Ingeniero Civil. Universidad de Los Andes, Colombia. Consultor en áreas de gestión de riesgo, planeación patrimonial, desarrollo empresarial y territorial. En el ámbito liberal ha actuado como Coordinador Académico del Tercer Seminario Internacional de Escuela Austriaca Bogotá-2015, y es miembro fundador del Movimiento Libertario de Colombia. Conferencista FASECOLDA, Lonja de Bogotá, Asobares, Cámara de Comercio de Bogotá, Cámara de Comercio Honda, entre otras instituciones gremiales y académicas. Colaborador de varios medios de comunicación. Alicia Guerra García (España) Licenciada en Investigación y Técnicas de Mercado, Diplomada en Ciencias Empresariales (Universidad de Valladolid y Universidad Católica de Lyon) y Grado en Administración de Empresas (Universidad Internacional de la Rioja).Tiene amplia experiencia en la gestión de proyectos europeos, organización de misiones comerciales y eventos B2B para pymes. Trabajó durante dos años en empresas privadas en España y en el extranjero como técnico de comercio exterior antes de dedicarse a la docencia. Actualmente es Profesora titular de Economía y Economía de la Empresa en el Instituto Federico Mayor Zaragoza de Sevilla. Miembro fundador del Círculo Liberal Bastiat de Sevilla. Contacto: alicia.guerra@gmail.com
  • 10. Roberto Salinas León (México) Es Presidente del México Business Fórum en la Ciudad de México. Ha publicado más de 2,000 editoriales de opinión en periódicos mexicanos e internacionales, así como numerosos artículos especializados en temas de economía política, macroeconomía, la filosofía del pensamiento liberal, y comercio internacional. Es Presidente de Alamos Alliance en México, y es socio fundador de la Fundación Internacional para la Libertad. Fue reconocido por la revista Líderes Mexicanos en 2009. José Torra (México) Es un economista, investigador y activista. Actualmente es coordinador de investigación y contenido en Caminos de la Libertad, donde está encargado la generación de la coordinación e investigación para publicaciones y material relacionado con la difusión de las ideas del liberalismo. Es también coautor del Índice de Libertad Económica de Norte América del Fraser Institute. María de los Ángeles Lucero Bringas (Argentina) Doctorando en Administración —Pontificia Universidad Católica Argentina. Magister en Administración de Empresas Universidad Católica de Córdoba. (UCC). Máster en Internacionalización y Gestión de la Empresa Familiar EAE Barcelona. Especialista en Gestión de la Empresa Familiar UPC Barcelona. Coach Ejecutiva Organizacional ACC ICF. Contadora Pública UCC. Directora del Centro de Empresas de Familia UCC. Directora y docente de la Diplomatura en Gestión de la Empresa Familiar UCC. Miembro Consultor e Investigador IADEF Córdoba. Docente e investigadora Facultad de Cs Económicas y Administración UCC. Asesora Independiente. Elsa Erica Ribbert (Argentina) Doctoranda en Administración, cursado finalizado (inicio Octubre de 2014), Pontificia Universidad Católica Argentina. Licenciada en Administración, 2000, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Contadora Pública Nacional, 1997, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Asesora de Empresas en diversos temas de gestión empresarial y familiar en empresas de Córdoba, Argentina, desde el año 1999 a la fecha. Coordinadora de Gestión Académica e Investigación del Centro de la Empresa Familiar (CEF) de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FACEA) de la Universidad Católica
  • 11. de Córdoba (UCC), desde Marzo de 2016 a la fecha. Docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Córdoba desde el año 1998 a la fecha. Investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica de Córdoba desde el año 2016 a la fecha. Disertante en varios cursos y talleres sobre diversas temáticas vinculadas a la gestión empresarial y familiar. Fernando Nogales Lozano (España) Doctorando en Economía (Universidad Rey Juan Carlos de Madrid). Doctor en Sociología (Universidad Pontificia de Salamanca). Máster en Economía de la Escuela Austriaca (Universidad Rey Juan Carlos de Madrid). Licenciado en Psicología (Universidad de Sevilla). Diplomado en Alta Dirección y Administración de Empresas; Marketing y Recursos Humanos (ESADE, Barcelona). Ha publicado varios libros y artículos sobre temas de su especialidad, como La educación económica de las empresas familiares (Unión Editorial, Madrid, 2013), Empresas familiares: La profesionalización de los consejeros de familia (Unión Editorial, Madrid, 2012), La empresa familiar y los nuevos retos de gestión (Fundación EOI, Madrid, 2008), La familia empresaria. Aprenda a diagnosticar sus déficits y potencialidades (Díaz de Santos, Madrid, 2007), La familia empresaria ante la gestión de sus procesos sucesorios: problemas y soluciones (CIE Dossat 2000, Madrid, 2004), La continuidad de la empresa familiar (Cátedra Prasa de Empresa Familiar de la Universidad de Córdoba, 2003), ¿Sabes gestionar eficazmente tu carrera directiva? Lo que tú debes de tener en cuenta y lo que tendrán en cuenta las empresas en el siglo XXI (Padilla Libros Editores, Sevilla, 2000). Asesor y formador de empresas familiares en instituciones españolas e hispanoamericanas. Contacto: nogales@mfnogales.com José Antonio de Echagüe Méndez de Vigo (España) Economista. Doctorado en Derecho Financiero y Tributario. Diplomado por la Escuela de Estadística e Investigación Operativa. UCM. Profesor consultor de la EOI Escuela de Negocios. Profesor consultor de la Fundación INCYDE. Madrid. Profesor ENAE-Fundación Universidad Empresa. Universidad de Murcia. Profesor Instituto Universitario Kuhnel. Profesor de CESADI. Escuela de Alta Dirección para Ingenieros - AIIM. Socio Director de los despachos de asesores: Iberinver /Euskalinver. Abogados. Economistas Consultores. Asesores Fiscales. Madrid. Bilbao. Consejero Asesor de Empresas. Miembro Asociación Española de Mentoring.
  • 12.
  • 13. PRÓLOGO Con gran alegría acepté el pedido de mi querido amigo Fernando Nogales Lozano de escribir el prólogo para esta nueva compilación sobre empresa familiar. Las empresas familiares, ciertamente, son uno de los pilares del capitalismo. De acuerdo con la Family Business Foundation, los negocios y empresas constituyen el 75 por ciento de todos los negocios en el mundo y son responsables del 60 por ciento del producto bruto global. Nuestra situación actual recuerda a las palabras de Charles Dickens: «Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos». El comercio mundial nunca tuvo la gigantesca escala que tiene hoy. Las distancias nunca fueron tan cortas. Las posibilidades al alcance de cualquier emprendedor nunca tan vastas. En ningún otro momento de la historia hemos sido capaces de rescatar a tanta gente de la pobreza. Más las amenazan se ciernen por doquier. La retórica anti-comercio, hasta hace un tiempo relegada a grupúsculos marginales, parece que ahora marca la agenda política del principal país del mundo. Las nuevas posibilidades que nos brindan las innovaciones de la economía colaborativa enfrentan desafíos legales en ciudades tan importantes como Barcelona o Berlín, por mencionar sólo algunas. Instituciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Unión Europea (UE) pujan fuertemente por la internacionalización de los impuestos. Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos ya hostiga y persigue a sus ciudadanos que viven en el extranjero con el fin de gravarlos. Frente a este panorama tenemos mucho por hacer. Educar es una de las tareas principales. Por ello la publicación de este libro es tan apropiada. El libre comercio es la piedra angular del bienestar económico en general y del proceso de internacionalización de las empresas en particular. La globalización seguramente no es una panacea pero sin dudas se trata de un proceso virtuoso. Tenemos que defenderlo a como dé lugar.
  • 14. Debemos también centrar nuestros esfuerzos en apagar la maquinaria regulatoria de los distintos gobiernos. Las nuevas tecnologías, la economía colaborativa, las plataformas y demás crearon sus propios nichos y por tanto aparecieron en terrenos vírgenes de regulación. Las consecuencias son evidentes: una explosión de productividad e innovación. En efecto, la economía colaborativa no es más que la economía de mercado. Es la mano invisible de Adam Smith extendiéndose a nuevas áreas a las que la tecnología le ha permitido llegar. Y esto nos enfrenta a la pregunta de cómo van a posicionarse nuestras sociedades respecto de la cuestión de la innovación. En el caso europeo, desgraciadamente, parece que lo que prima es el Principio de Precaución. Según dicho principio, las innovaciones nacen con un pecado original y el mismo sólo puede ser quitado mediante la aprobación burocrática de las autoridades. Sólo en ese momento las innovaciones pueden ponerse en práctica. Pero esta exacerbación de la profilaxis lleva a la esterilidad. Utilizando la expresión de Adam Thierer, lo que necesitamos es vivir en un mundo adonde la innovación no pida permiso. Es una característica fundamental de la sana economía que las innovaciones se testeen en el mercado y no en lúgubres despachos de burócratas. Impuestos, regulaciones, subsidios, aranceles y otros obstáculos al libre desempeño económico son amenazas para las empresas de toda índole. En el caso de las empresas familiares, que en su mayoría no poseen poder de lobby, lo son aún más. Necesitamos profundizar la globalización y apuntalar el libre comercio. En definitiva, inaugurar una nueva era de Laissez Faire. En ello, las empresas familiares tienen que jugar un rol fundamental. FEDERICO N. FERNÁNDEZ Viena, abril de 2017
  • 15. PRESENTACIÓN El presente libro que tiene en sus manos, inspirado en los principios de la Escuela Austriaca de Economía, pretende al mismo tiempo ser un instrumento de utilidad práctica para todas empresas familiares, bien estén ya internacionalizadas o decididas a poner en marcha sus procesos de internacionalización. En este sentido, el Capítulo 1 nos incursiona de lleno en la importancia que tiene el desarrollo de los mercados abiertos, no solo para los países, sino para todas las personas Su autora María Marty, nos dice que, «El libre comercio es la lógica extensión de la libertad» para cualquier ser humano poder negociar y llegar a acuerdos de intercambio con nuestros semejantes en cualquier país del mundo con aquello que cualquiera de nosotros hemos producido. Pues es el poder de los intercambios voluntarios lo que más beneficios nos generan a todos. Y nos avisa del riesgo de los Estados cuando impone la autarquía económica a todos sus ciudadanos bajo pretexto del bien común, pues sabemos que lo que realmente persigue es la consecución de privilegios para unos pocos. Por su parte, Ricardo M. Rojas en el Capítulo 2 nos introduce en la importancia de la empresarialidad, el respeto a la propiedad privada y a los contratos voluntarios. Las sociedades abiertas, los son porque las personas se sienten libres para desarrollar sus proyectos de mejora desde el respeto irredento a los proyectos de mejora de los otros. Porque se sienten libres también para, llegar a acuerdos entre las partes y respetarlos según lo pactado, reconociéndose en todo momento que lo alcanzado desde ese respeto forma parte de su propiedad privada inalienable. En el Capítulo 3, sus autores nos introducen en uno de los aspectos más obstaculizadores para los mercados abiertos, las políticas fiscales impuestas por los Estados a la hora de obstaculizar los intercambios libres. Sabemos que toda política fiscal constriñe las ganancias de los generadores de riqueza que usurpada vía impuestos a todos los ciudadanos con la excusa de una más justa redistribución, lo que genera, no es solamente un mayor encarecimiento del producto sino y sobre todo, el monopolio de la fiscalización de los tributos impidiendo con ello una verdadera competencia fiscal intra e interpaíses, con todas las consecuencias que ello conlleva de obstáculo para la capitalización de los agentes y por tanto, de mejores inversiones futuras.
  • 16. En el Capítulo 4, el Doctor Alberto Benegas Lynch (h) nos introduce en el alma mater de los valores de la libertad, no solo desde la perspectiva económica de los mercados abiertos, sino y sobre todo, de la importancia que tiene el desarrollo de la libertad para cada uno de nosotros individualmente, tanto desde la perspectiva sociológica, como psicológica, moral y, científica. No hay libertad sin la aceptación del libre albedrío sin la aceptación de que en lo humano no hay nada predeterminado que nos ate a un futuro concreto. Que es la libertad, la que nos permite no solo el mayor desarrollo económico, sino el dar sentido a nuestras vidas. Dicho de otra manera y en contraposición a los positivistas, en el desarrollo económico per se, sin libertad, la riqueza deja de tener valor. Ya en el Capítulo 5 Mauricio Ríos aborda la importancia que tienen los patrimonios familiares como reservas de capitalización para nuevas inversiones. Inversiones que en un entorno de globalización, cada día están más internacionalizadas, siendo hoy las familias empresarias a través de sus Family Office el segmento inversor que más está creciendo a nivel mundial. De todo ello las Gestoras de Fondos están tomando buena nota y están apostando por productos de inversión específicos para las empresas familiares en todos los sectores empresariales más dinámicos del mundo y a todos los niveles de ahorro familiar de pequeña, mediana y gran empresa. En el Capítulo 6 Jorge Eduardo Castro nos habla de las distintas repercusiones de las políticas monetarias y societarias de los Estados y cómo éstas pueden impedir o propiciar el desarrollo de la internacionalización de las empresas. En función de dichas políticas los estados pueden atraer patrimonios e inversiones, pero también hacer que las mismas salgan del país, generando con ello, falta de competitividad empresarial y pobreza social. Desde esta perspectiva de análisis, el capítulo profundiza en aquellas políticas que permiten diversificar el riesgo país a la hora de garantizar los patrimonios familiares ante los vaivenes o crisis por ciclos económicos, sectoriales monetarios o políticos. Por su parte en el Capítulo 7 su autora, Alicia Guerra profundiza en las negativas consecuencias que tiene para la internacionalización de las empresas el ingente abanico de ayudas a las exportaciones e internacionalización de las empresas (arrancadas de los impuestos de todos los contribuyentes), orientando con sus políticas las estrategias de las empresas en paralelo a crear entre ellas «discriminaciones positivas», bien vía lobby o incluso en algunos casos, generando en empresas que por su obsolescencia en un auténtico mercado libre habrían desaparecido, esperanzas de continuidad en mercados exteriores cuando su complejidad y desconocimiento real de los riesgos son mucho mayores. Y es
  • 17. que raya con lo imposible que una empresa fracasada en su mercado local tenga éxito en los mercados internacionales. Dice la autora al respecto: Sin embargo, y aunque a menudo no lo queramos reconocer, estas ayudas interfieren en las decisiones empresariales introduciendo sesgos e incentivos perversos a la hora de valorar la información existente. En el Capítulo 8 sus autores analizan la internacionalización de las ciudades fronterizas de México y Estados Unidos, trayéndonos para ello el caso de «Nogales Sonora vs Nogales Arizona» en el que han trabajado profundamente durante los últimos años. En su estudio ponen el foco en la importancia de la calidad de las instituciones, ya que sin unas garantías jurídicas suficientes es muy difícil el éxito en los procesos de internacionalización. Si bien ello es cierto, lo novedoso de su estudio es que les permite afirmar que esa deficiencia no siempre es un impedimento para el avance en la internacionalización, pues el caso de «Nogales Sonora vs Nogales Arizona» demuestra como, la parte que tiene unas instituciones económicas de mayor calidad, fuerza a la parte menos desarrollada institucionalmente a mejorar sus instituciones si quiere comerciar con ella («Después de todo, cuando hay libre intercambio de bienes, una parte se beneficia solo sí la contraparte se beneficia también»). En el Capítulo 9 sus autoras nos traen casos de pymes familiares argentinas de la provincia de Córdoba. Casos que han seguido de cerca en sus procesos de internacionalización y ante los cuales reflexionan sobre las fallas más frecuentes y también sobre su creatividad para detectar y aprovechar nichos de mercado que les han permitido el éxito en su internacionalización. Es un capítulo interesante porque rompe el mito de: «para internacionalizarse la empresa ha de ser grande». Muy al contrario los casos reales que exponen demuestran como empresas pequeñas gracias a la internacionalización se han convertido en grandes; es decir, no han esperado a ser grandes para internacionalizarse. En este sentido son de gran interés sus propuestas para las pymes familiares a la hora de poner en marcha sus planes de internacionalización. El Capítulo 10 nos introduce en la internacionalización de los RR.HH de las empresas. Los mercados abiertos no lo son solamente para la libre circulación de capitales, son auténticamente abiertos porque en ellos hay también libertad de circulación para los trabajadores y profesionales de todos los países. En este sentido, los acuerdos entre países tanto desde la perspectiva de los permisos de Residencia, acuerdos de fiscalidad que eviten la doble imposición, la agrupación de familias, etc., son de vital importancia siempre. Pero para las empresas
  • 18. internacionalizadas o en fase de serlo, es fundamental la preparación previa de dichos trabajadores. En este sentido el autor profundiza de manera concreta en aquellos puestos de mayor trascendencia para el éxito de la internacionalización de la empresa, es decir en los puestos de sus altos directivos. Puestos que por su especificidad y novedad implican en muchos casos nuevos «Itinerarios de Carrera Profesional» que nunca mejor dicho, hay que gestionar de forma innovadora. Por último en el Capítulo 11 su autor profundiza ampliamente intra- internacionalización de la empresa familiar. En el mismo explicita toda la batería de medidas de carácter económico, societario, laboral y fiscal que toda empresa familiar ha de conocer y tener en cuenta a la hora de poner en marcha sus planes de internacionalización. Profundiza también en las repercusiones que puede tener para los Estatutos Societarios y los Protocolos Familiares dichos procesos de internacionalización, ya que es muy probable que en muchos casos los procesos de internacionalización lleven parejos la entrada de socios a la empresa familiar del país extranjero en cuestión. De ser así ello implicará también la reorganización de los Órganos de decisión tales como la Asamblea de Accionistas y Consejos de Administración correspondientes. Temas todos ellos fundamentales de tener en cuenta para garantizar el éxito de la internacionalización de la empresa familiar.
  • 19. CAPÍTULO 1 LIBRE COMERCIO, LA LÓGICA EXTENSIÓN DE LA LIBERTAD por María Marty Libre comercio no es otra cosa que la libertad siendo ejercida en un ámbito específico de la vida: el intercambio de bienes y servicios entre seres humanos. Del mismo modo que la libertad de expresión es la libertad ejercida al momento de manifestar una idea u opinión, la libertad de culto es la libertad de adherirse a la religión cuyos valores uno comparte —o de no adherirse a ninguna—, la libertad de asociación es la libertad de formar un grupo y retirarnos de él, el libre comercio es la libertad de intercambiar el fruto de nuestro esfuerzo por el fruto del esfuerzo ajeno. La libertad de comercio, como el resto de las libertades, se basa en el derecho de todo ser humano a actuar de acuerdo a su propio juicio y propia voluntad, con el único límite de respetar el mismo derecho en los demás. «Mi libertad se termina donde empieza la de los demás» es una frase de Jean- Paul Sartre que sintetiza perfectamente esta idea. Por ejemplo, tengo libertad de comprar los limones en el almacén de la esquina en vez de comprarlos en el supermercado. Pero no puedo imponerle a mi vecino hacer lo mismo. Puedo sugerírselo y darle mis motivos por los cuales lo considero una buena decisión, pero no tengo derecho a obligarlo a hacer lo que yo considero mejor. Como bien lo expuso la filósofa Ayn Rand: Un supuesto «derecho» de un hombre que necesita de la violación de un derecho de otro hombre, no es ni puede ser un derecho. Si consideramos como derechos fundamentales del ser humano, la vida, la libertad y la propiedad, entonces matar (exceptuando la defensa propia), secuestrar y robar no pueden ser también derechos. Sería admitir una terrible
  • 20. contradicción: que existe el derecho a violar un derecho. Derecho de ser humano El hombre no es una planta que vive de aquello que sus raíces absorben del suelo y de la luz del sol. Tampoco es un león que ve un ciervo e instintivamente sabe que es un alimento y cómo cazarlo. El ser humano no tiene un código automático que le indique cómo sobrevivir. Para lograrlo debe usar el único instrumento que le dirá como hacerlo: su mente. Es su mente la que le dirá cómo diferenciar un hongo venenoso de uno comestible, cómo cultivar papas y cómo crear una máquina para hacerlo más eficientemente, cómo construirse un techo y cómo potabilizar el agua. Si espera sobrevivir como planta o animal, morirá rápidamente. Necesita pensar y actuar de manera racional para vivir. Pero tanto pensar cómo actuar presupone libertad para hacerlo. Sólo siendo libre, un hombre puede decidir qué curso de acción es conveniente para su vida. Se podrá equivocar en el camino, tendrá que correr riesgos, pero será libre para corregir sus errores y volver a direccionar sus acciones si fuera necesario. Por el contrario, si atamos a un hombre de manos y pies, o ponemos una pistola sobre su sien, estaremos quitándole las herramientas que tiene para sobrevivir como ser humano. Podremos prolongar su vida como esclavo ordenándole hacer esto o aquello o alimentándolo para que no muera, pero incluso para esto, necesitaremos contar previamente con un ser humano libre dispuesto a pensar y actuar para mantener su propia vida y la del esclavo. El derecho a la libertad es un derivado del derecho a la vida. Lo mismo ocurre con el derecho a la propiedad. Un hombre al que le quitan el pan cuando termina de producirlo, no tendrá manera de sobrevivir. El derecho de propiedad es el derecho de un hombre a conservar el producto de su esfuerzo y utilizarlo del modo que considere conveniente. Sin derecho a la libertad y a la propiedad, no se puede sostener que un hombre tiene derecho a su vida, porque es pretender que viva de un modo diferente a lo que su naturaleza le demanda. Es lo mismo que pretender que un león sobreviva prohibiéndole cazar o esperar que una planta crezca cortándole sus raíces. No tendrán éxito. Libertad de elegir
  • 21. El ser humano debe tomar millones de decisiones a lo largo de su vida y todas ellas implican elecciones. Dado que es su vida de la cual es responsable, tiene derecho a juzgar por sí mismo lo que es conveniente para él o no. ¿Puede tomar decisiones objetivamente erradas y optar por algo que no sea beneficioso para su vida? Ciertamente. Pero en la medida en que esas decisiones no impliquen la violación de un derecho ajeno, nadie puede detenerlo. El derecho a elegir conlleva la posibilidad de equivocarse. Pensemos en algunas de estas decisiones, quizás las más significativas a lo largo de nuestras vidas. Debemos decidir qué estudiar, a quiénes elegiremos como amigos, dónde viviremos, en qué trabajaremos, con quién nos casaremos, quién nos gobernará, qué valores adoptaremos, cómo educaremos a nuestros hijos. ¿Quién ,además de cada uno de nosotros, tiene derecho a tomar estas decisiones una vez que llegamos a la edad madura? En el mundo occidental —a diferencia de lo que sucede en varios países orientales— estas decisiones las toma el mismo individuo. Ningún occidental (exceptuando posiblemente a quienes viven bajo regímenes autoritarios comunistas) aceptaría que un tercero le viniera a imponer cómo tomar estas decisiones, y seguramente juzgaría este acto como una violación a su derecho de elegir, una violación a su libertad. Vemos incluso con incredulidad y repulsión cuando estas violaciones ocurren en otras partes del planeta. Cuando vemos mujeres flageladas por sus maridos, o niños siendo adoctrinados en la violencia, o niñas obligadas a casarse con hombres mucho mayores, o adultos escapándose ilegalmente del lugar donde viven porque no son libres de salir, o adultos encerrados de por vida en prisiones miserables por haber opinado diferente. Cuando vemos estas situaciones y comparamos los logros que hemos alcanzado en algunos de nuestros países, no podemos sentirnos menos que privilegiados y, sobre todo, libres. Sin embargo, no estamos exentos de violaciones a nuestras libertades en forma diaria y sistemática. Y, aunque parecen ser mucho más inofensivas que las descriptas anteriormente, la aceptación de las mismas sin presentar resistencia, no dejan de ser una grieta abierta por la que terminarán filtrándose más. Muchas de las violaciones que sufrimos en el mundo occidental están escondidas bajo un velo romántico que nos hace verlas como fines nobles, en vez de verlas como lo que verdaderamente son. «Por el bien de la sociedad», «por el
  • 22. bien de nuestros hermanos», «por el bien de la Nación», escuchamos decir, y nos olvidamos de recordar que toda tiranía comenzó con una de estas excusas como coartada. Y el individuo y su libertad terminaron siempre siendo el precio a pagar. El Nacionalismo como argumento Es cierto. No aceptaríamos que el Estado ni nadie nos dijera con quién casarnos, con quién hacer amistad, con quién podemos asociarnos. Sin embargo, aceptamos que nos diga con quién podemos y con quién no podemos comerciar. Más allá del temor que podamos sentir al castigo por desobedecer (multas, prisión ,exposición pública, etc.), muchos hemos sido persuadidos de que comprar productos nacionales es parte de nuestro deber como ciudadanos, y comprar productos extranjeros es traición a nuestros» hermanos.« Aún cuando todos los argumentos económicos que defienden la necesidad de proteger las industrias nacionales han sido aniquilados, pareciera que no hemos logrado deshacernos del argumento emocional que nos dice que es moralmente correcto que el Estado proteja las industrias domésticas de la competencia extranjera, obligándonos a comerciar con los «nuestros» y castigándonos cuando comerciamos con los «otros». El argumento emocional dice básicamente lo siguiente: El país se quedará sin industrias propias al verse obligadas a competir con productos extranjeros de mayor calidad y menores precios. Eso implicará el despido de miles de empleados, cuya fuente de trabajo son dichas industrias, que ahora quedaran en la calle sin posibilidad de alimentar a sus familias. Faltaría completar esta frase con lo no dicho pero que se desprende fácilmente de su lectura: «Y tú serás el responsable». Y ciertamente, para los proteccionistas, tú eres el responsable de la vida ajena. «Si no le compras a Juan, Juan quebrará por tu culpa». Y así de sencillito, este argumento ha sido el más poderoso de todos, y ha vencido en la batalla hasta la realidad misma. Y los defensores del libre comercio, en vez de atacar la perversa moralidad que esconde el argumento, se han concentrado en reforzar su posición aportando más datos y estadísticas, que, lamentablemente, continúan siendo ignoradas. Ahora, evaluemos por un instante si aceptaríamos este argumento en otros ámbitos de nuestra vida. ¿Qué pensaríamos si alguien pretendiera hacernos
  • 23. responsable de la soltería de un/una compatriota porque decidimos casarnos con un hombre o una mujer extranjera? ¿O si alguien decidiera cobrarnos un arancel por cada amigo o amiga extranjeros que tuviéramos por dedicar a ellos un tiempo que podríamos dedicar a amigos nacionales? ¿O si nos multaran por visitar otros países en vez de recorrer el propio? Nadie, en su sano juicio, aceptaría esa culpa o castigo inmerecido. Y, posiblemente, nuestra respuesta espontánea sería «¿Quién diablos eres tú para decirme cómo debo vivir mi vida?» Sin embargo, pareciera que la libertad de comerciar no entrara en esta categoría, como si fuera una clase diferente e inferior de actividad. El nacionalismo mal entendido hace daño y nos nubla la razón. He aquí un ejemplo. Años atrás, disputaban una final de un importante torneo de tenis Roger Federer y David Nalbandian. Siendo Nalbaldian argentino, muchos me miraban como si estuviera loca por desear que ganara Federer. «Qué poco patriota» fue el comentario más bonito que recibí. Se esperaba que fuera más importante para mí el pedazo de tierra en el que Nalbandian nació por casualidad, que lo que Federer había logrado a lo largo de su vida con voluntad y esfuerzo. Claro que lo primero tiene un valor, pero el problema consiste en ponerlo primero. Federer siempre representó para mí lo mejor del deporte, por su habilidad, su técnica, su comportamiento, su carisma, su pasión. Esperar que eligiera la geografía sobre estos valores, es un síntoma claro de ese nacionalismo enfermizo, que no nos permite ver a las personas como individuos sino como parte de un colectivo. No hay que sorprenderse luego cuando pretenden obligarnos a comprar a Juan el auto caro y de calidad dudosa, en vez de permitirnos comprar a John el auto más barato y de calidad superior. La nobleza del comercio ¿Qué es el comercio sino el intercambio voluntario del producto de mi habilidad, inteligencia y esfuerzo, por la habilidad, inteligencia y esfuerzo ajeno? Detrás del comercio, no sólo hay una enorme cantidad de ventajas y beneficios económicos. Hay también una serie de compromisos de un profundo valor moral, como lo explica el filósofo Stephen Hicks: Las personas que comercian entre sí, primero tienen que ser productivas. Es decir, tienen que crear algo de valor con el fin de aportar ese algo al comercio. Pensemos en una típica transacción de negocios: Yo crio pollos y traigo huevos al mercado, y tú produces trigo y traes harina. Cada uno de
  • 24. nosotros está comprometido a asumir la responsabilidad por su propia vida al crear su propio camino en el mundo. Luego, cada parte tiene que efectuar el intercambio de manera voluntaria. Yo elijo ofrecerte algunos de mis huevos a cambio de tu harina. Tú eres libre de aceptar o rechazar mi oferta y de hacer una contraoferta. A continuación, ambos llegamos a un acuerdo y hacemos el intercambio. Cada uno de nosotros está comprometido a tratar con el otro pacíficamente. Entonces llegamos a un win-win, una relación en la que ambos ganamos, ya que los dos disfrutamos de los frutos del intercambio. Yo me beneficio de la harina que produjiste y tú te beneficias de los huevos que produje. Trabajaste para agregar valor a mi vida, y te ganaste mi pago a cambio. Y yo trabajé para agregar valor a tu vida, y recibo tu pago a cambio. Hay una especie de justicia involucrada en esto: las personas obtienen lo que merecen. Y finalmente llegamos al orgullo y al respeto. Ser un comerciante es ser alguien que trabaja para agregar valor al mundo, que trata con los demás pacíficamente, y que sabe que él o ella se merecen disfrutar de las cosas buenas como resultado, tanto de la riqueza material como de la sensación de logro. Eso es el orgullo. El comerciante también trata a otros comerciantes como individuos auto- responsables con algo valioso que ofrecer y que son libres de seguir su propio camino. Una transacción de mutuo beneficio es una interacción de mutuo honor. Eso es respeto. Esto que es válido para el comercio entre dos individuos cualesquiera, no deja de ser verdadero también cuando nos referimos a dos personas de países diferentes que deciden comerciar. El ataque al libre comercio delata, en el fondo, una fuerte mentalidad colectivista. Una mente colectivista es aquella que ha reemplazado el concepto de individuo por el concepto de grupo. Cuando alguien percibe al otro no como Juan, Pedro o María con sus personalidades, historias y sueños, sino como parte de un grupo (sea el de los judíos, blancos, imperialistas, ricos, negros, homosexuales, etc.), está juzgando al otro por aquella característica que, de acuerdo a su propio grupo, debe ser considerada mala. En vez de juzgar a la persona por un rasgo de personalidad propio y voluntario, se la juzga por una característica que se da por sentado que esa persona debe tener y, que en algunas ocasiones, ni siquiera es adquirida voluntariamente, como el color de la piel, el género o las preferencias sexuales. En el caso de los defensores del proteccionismo comercial, el colectivismo toma un formato xenófobo, que es el miedo, odio o rechazo a lo extranjero por el simple hecho de ser extranjero. Son los extranjeros quienes representan el peligro y quienes quieren perjudicarnos. Son ellos a quienes debemos evitar o castigar, antes de que nos perjudiquen a nosotros. Cuando el concepto de individuo es reemplazado por el concepto de grupo, nada bueno puede salir de esa confusión, y en cualquier orden de la vida — incluso en el comercio— no tardarán en llegar las víctimas de un lado y del otro. El libre comercio, por el contrario, se basa en el respeto al individuo y en la apreciación de lo que cada uno tiene para ofrecer en el mercado. Continúa
  • 25. Stephen Hicks: Las personas comprometidas con la ética del comercio están comprometidas a evaluar a otros en términos de su capacidad productiva, y no por su color de piel o partido político. Están comprometidas a respetar a los demás como seres auto-responsables, y no verlos como el sexo débil o como idólatras. Están comprometidas a ofrecer lo mejor de sí al mundo y a buscar lo mejor que otros tienen para ofrecer, y no a ignorar tercamente o a restar importancia a los logros de los individuos de otras culturas. El comercio no es una panacea. Pero sí motiva el comportamiento civilizado, y nos da a todos un incentivo para pasar por alto los prejuicios irracionales que podamos tener. Este fue el punto de Voltaire cuando señaló —con cierto asombro— que en la Bolsa de Londres, gente de muchas religiones diferentes negociaban pacífica y felizmente entre sí. Fuera de la bolsa, los católicos podrían perseguir a los protestantes, los protestantes podrían perseguir a los católicos y a otros protestantes, y todo el mundo podría perseguir a los judíos, pero dentro de la bolsa de valores los cristianos, los judíos, e incluso algunos musulmanes, intercambiaban sonrisas, apretones de manos y certificados de acciones para beneficio de todos. Es también por eso que en aquellos lugares más comprometidos con el libre comercio de ideas y mercancías —los históricos puertos libres de Pireo y Ámsterdam, las zonas de libre comercio de Hong Kong y Panamá, los centros empresariales como Silicon Valley— es donde encontramos las tasas más altas de participación política, étnica, racial y de género. Los beneficios del comercio Mucho se ha dicho acerca de que el ser humano es un ser social y debe vivir en sociedad. Nadie duda de esto, ni siquiera los individualistas. La diferencia es que mientras el colectivista pone el acento en la sociedad y ve al individuo como una herramienta de la misma, el individualista pone el acento en el individuo y ve a la vida en sociedad como una ventaja para que éste viva mejor. Las dos grandes ventajas que ofrece la vida en sociedad son la transmisión de conocimiento y el comercio. Piensen el tiempo que ahorramos en educarnos al tener toda la información acumulada al alcance de la mano. ¿Cuánto podríamos aprender durante nuestra vida de la historia, las ciencias, las artes, la tecnología, la medicina, la geografía, si viviéramos alejados de todo y todos? Uno de los mayores beneficios que obtenemos de vivir en sociedad es el modo en que nos beneficiamos del conocimiento ajeno. Me duele una muela, voy al odontólogo porque él sabrá que hacer. Quiero aprender filosofía, voy a la biblioteca donde encontraré tomos y tomos de libros sobre la materia. Quiero ser químico y ya cuento con millones de fórmulas que no necesito desarrollar sino simplemente comprender y aprender. Quiero saber qué alimentos son sanos para mi organismo, puedo leerlo en cualquier libro dedicado al tema sin necesidad de experimentar con cada uno de ellos. Cualquier cosa que queramos averiguar está a un click en nuestras computadoras.
  • 26. La otra gran ventaja de la vida en sociedad ha sido, sin lugar a duda, la división del trabajo y el comercio. Imaginemos qué pasaría si una mañana nos levantamos y por arte de magia nos encontramos en una isla desierta, repleta de materias primas, pero sin nada producido. Nuestra única compañía es una valija con un millón de dólares dentro. Pero sin nadie que produzca algo que necesite o desee para mi vida, los billetes no me sirven para nada más que para alimentar la fogata que deberé encender si no quiero congelarme. Sin alimentos, abrigo, casa, auto, heladera, etc., tendré que empezar de cero y por buscar lo básico como para sobrevivir. Si lo logro, poco tiempo me quedará del día para lograr crear algo más. Recordemos la película el Náufrago, donde el personaje principal, un exitoso hombre de negocios, luego de que su avión cayera al mar, llega a una isla desierta. Luego de cuatro años viviendo allí, no ha logrado más que prender fuego, fabricar algunas herramientas para pescar, construir una choza y una balsa precaria, aún con una mente llena de conocimientos adquiridos durante su vida en sociedad. Stephen Hicks lo resume de este modo: Un hombre que decide hacerse un sándwich desde cero, debe gastar 1.500 dólares y seis meses de esfuerzo. El sándwich que compraré en el almuerzo me costará 5 dólares y una espera de cinco minutos. El comercio nos permite ser más eficientes, y cuanto más extensas son nuestras redes comerciales, podremos disfrutar de los talentos de más personas, y a más personas podremos alcanzar con nuestros propios talentos. Nosotros, los libres El progreso que resulta del libre comercio no puede ignorarse. Brillantes economistas han derribado con lógica y estadísticas cada uno de los argumentos a favor del proteccionismo. Si esto no fuera suficiente, bastaría con poner la realidad sobre la mesa para que hablara por sí misma, y la realidad dice que los países con mayor libertad de comercio muestran un nivel de progreso y calidad de vida de sus habitantes muy superiores a los de los países que protegen sus fronteras. Claro que el libre comercio no deja de ser una de las tantas variables de un intrincado conjunto de características que debemos tener en cuenta, pero también es cierto que el hecho de que un país tenga libre comercio significa algo más profundo. Significa respeto por la libertad. La libertad es nuestro derecho y nadie se atreverá a ir contra un argumento
  • 27. que es infalible, si realmente comprendemos la raíz de este derecho. Permitir que alguien nos diga que no podemos comerciar con quien queramos, es admitir que el otro tiene derecho de decidir sobre nuestra vida. Es admitir que otro es libre de imponernos no ser libres. Defender nuestro derecho a comprar sin ninguna interferencia ni restricción el café a un colombiano, una campera de cuero a un argentino, una computadora a un norteamericano y un auto a un japonés, es tan moralmente correcto como defender una idea filosófica desarrollada por un griego, leer una novela escrita por un ruso, ir al concierto de un pianista francés o presenciar el carnaval brasilero. Igual de moralmente correcto que visitar Machu Picchu en Perú, la Toscana en Italia o los canguros de Australia. Tan moralmente correcto como elegir a un escocés como novio, a una española como amiga, a un hindú como guía espiritual y a un suizo como ídolo deportista. Tan moralmente correcto como ejercer nuestra libertad de decidir qué queremos para nuestras vidas, y tratar a los demás con el mismo respeto y benevolencia con que nos gustaría ser tratados, no importa dónde hayan nacido. En definitiva, lo que verdaderamente importa es qué tiene para ofrecernos cada persona para hacer más feliz nuestra vida en esta Tierra, de la cual ninguno de nosotros es ni será jamás un extranjero. Referencias bibiográficas Hicks, Stephen: The Moral High Ground of Free Trade. Publicado en The Savvy Street en Mayo de 2016 http://www.thesavvystreet.com/the-moral-multiculturalism-of-free-trade/
  • 28. CAPÍTULO 2 LA EMPRESARIALIDAD Y LA REGULACIÓN EN UN MUNDO GLOBALIZADO por Ricardo Manuel Rojas Introducción Es un hecho notorio que los avances tecnológicos, en especial en las comunicaciones y procesos productivos, han cambiado no sólo las formas de relacionarse, sino también la manera de hacer negocios en el mundo. El acceso a la información ha disminuido costos de transacción y acercado a las personas, haciendo que las posibilidades concretas de negociar involucren ámbitos cada vez más extendidos. Los límites físicos entre los países ya han dejado de ser un impedimento para llevar adelante tales negociaciones. Esto ha ampliado de manera exponencial las posibilidades de intercambio, y el surgimiento de novedosas formas contractuales surgidas a la sombra de las nuevas tecnologías productivas y de comunicación. Las grandes empresas formadas a partir de fuerte acumulación de capital y un posicionamiento en las habilidades requeridas para llevar adelante la actividad escogida, ha dado paso a otras formas de empresarialidad basadas en la búsqueda de oportunidades, acuerdos de cooperación, el aprovechamiento de diferencias entre costos y precios, lo que permite hacer negocios a pequeños grupos, sin necesidad de capital ni una estructura legal formal. Por otra parte, el desarrollo tecnológico ha facilitado también el surgimiento de nuevas y productivas formas de negocios que tampoco requieren acumulación de capital ni estructuras económicas costosas. Literalmente se puede ver a jóvenes estudiantes universitarios desarrollando productos en el garaje de sus casas, como trabajos prácticos para sus clases, que luego se convierten en emprendimientos multimillonarios. Pero paralelamente, el mundo continúa gobernado por una serie de
  • 29. instituciones políticas y legales que no han evolucionado en consonancia con los cambios tecnológicos. La noción de soberanía política y legislativa suele ser la fuente de una serie de trabas a la agilidad requerida por los nuevos negocios, al establecer regulaciones, barreras, incrementando los costos de transacción a niveles que muchas veces terminan impidiendo que se lleven a cabo buenas interacciones cooperativas, o que puedan acceder a ese tipo de actividades muchos actores eficientes, obstruyendo las negociaciones más productivas, con el consecuente costo social. Las pequeñas empresas, los innovadores o descubridores de oportunidades, que en definitiva son quienes hacen que el proceso de mercado alcance su mayor eficiencia, terminan siendo excluidos de participar por los excesivos costos impuestos por la legalidad. Los desafíos de las nuevas formas de hacer negocios Existen tres elementos que considero deberían estudiarse con cuidado, relacionados con estas nuevas formas de interacción, porque conforman la base de la negociación. Se trata de tres conceptos que han experimentado una fuerte evolución a lo largo del tiempo, y que deberían ser adecuados a los nuevos intercambios en este mundo globalizado: empresarialidad, contratos y normas. Me referiré rápidamente a estos tres conceptos y cómo en un mundo dinámico en constante evolución y que ofrece a cada paso nuevas opciones de negocio, estos conceptos deberían también adecuarse a los tiempos. Empresarialidad Para la visión más bien estática de la economía clásica, el empresario era considerado aquel que combinaba factores de producción en un organismo productivo. Frente a la decisión de orientar la actividad productiva en determinada dirección, el empresario determinaba el modo en que la tierra, el capital y el trabajo serían empleados con el propósito de desarrollar dicha actividad[1]. La concepción clásica del proceso económico tenía varios puntos débiles: no se hacía cargo de los problemas vinculados con la escasez y asimetría del conocimiento y la información, los cambios en las valoraciones, la incidencia
  • 30. de las preferencias temporales, y otros factores que con el tiempo han sido mejor estudiados. Por ello, tal concepción del empresario tuvo un vuelco fundamental, en especial a partir del desarrollo de la teoría subjetiva del valor por parte de los exponentes de la Escuela Austriaca de Economía. La idea de que son los individuos quienes valoran y deciden actuar siguiendo sus propios objetivos, no solo revolucionó la concepción misma del proceso de mercado, sino además el rol del empresario en dicho proceso. Uno de los puntos esenciales en esta visión dinámica del proceso de mercado, es que, a diferencia de lo que suele sostenerse, el punto de partida de la interacción humana no es la competencia sino la asociación y la cooperación[2]. Las personas tienden a obtener beneficios sin buscar confrontación, a través de la asociación basada en las ventajas comparativas y la división del trabajo. No es habitual que alguien encare un negocio respecto del cual ya hay muchos oferentes, a menos que tenga alguna ventaja competitiva que lo justifique. De lo contrario, probablemente tratará de llegar a algún acuerdo con los actuales oferentes, tal como proveerles servicios o accesorios. Intentará aprovechar un negocio ya existente en marcha y exitoso, para sumarse a él de tal modo que todos ganen. En definitiva, la persona que actúe intentando descubrir un buen negocio (empresario), lo hará tratando de evitar una confrontación, a menos que la expectativa de triunfar sea muy grande, porque las confrontaciones son caras e ineficientes[3] Dado que los recursos son escasos y las necesidades tienden a ser ilimitadas, todos los bienes compiten entre sí, y los constantes cambios de expectativas y preferencias de las personas producen una tendencia al desequilibrio; y es por ello que se habla de competencia, no como una forma de confrontación directa, sino como un proceso de descubrimiento anticipado a los demás[4]. Estos intercambios se producen en un entorno de ignorancia que no sólo les impide a los participantes conocer ciertas cosas, sino que especialmente desconocen lo que no saben[5]. El empresario está en condiciones teóricas de descubrir de manera gradual buena parte de ese conocimiento. Su problema es que al interactuar con otras personas que padecen las mismas limitaciones, el tiempo adquiere un valor fundamental. Esto es, el primero que descubre la solución al problema planteado, es el que triunfa. Por eso es esencial entender que la competencia no opera fundamentalmente sobre productos sino sobre información y conocimiento.
  • 31. El factor que fomenta los incentivos para la búsqueda de ese conocimiento es el tiempo, que establece la diferencia entre el éxito y el fracaso de dos personas que, a la larga, alcancen a obtener la misma cantidad de conocimiento: el primer descubridor podrá aprovechar ese conocimiento prevaleciente. En este contexto, el empresario es más un inquieto «buscador de oportunidades» que un estático «cumplidor de reglas formales»[6]. En el proceso de mercado, una de las principales tareas de los empresarios es encontrar oportunidades de comprar barato y vender más caro, acercando de ese modo el precio de mercado al punto óptimo y adecuándolo constantemente a las variaciones y cambios. Su tarea es descubrir aquellas oportunidades que le permiten lograr acuerdos productivos y eficientes[7]. Esta visión dinámica del empresario resulta por demás adecuada a las actuales condiciones del mundo, caracterizado por un rápido y completo acceso a la información y la comunicación. Las personas tienen posibilidades de buscar oportunidades de comprar y vender, de cubrir demandas insatisfechas, de ofrecer nuevos productos a grandes cantidades de potenciales consumidores. Su radio de acción ya no es su ciudad, ni incluso su país. Es el mundo entero, en la medida en que pueda acceder con sus productos a las personas que los puedan valorar. Sin embargo, una vez detectado el negocio rentable y novedoso, esas personas se encontrarán con una serie de barreras que tenderán a entorpecer esos negocios, integradas por trabas legales, regulaciones burocráticas, la necesidad de convalidar sus acuerdos según las distintas jurisdicciones donde se lleven a cabo las transacciones, etc.; todo lo cual redundará en un incremento sensible de los costos de transacción, cuando no en la lisa y llana imposibilidad de llevar a cabo un negocio económicamente rentable. Es decir que las ventajas competitivas que puede tener una persona con cierto conocimiento específico, enfocada a hacer un negocio, con respecto a una gran empresa que debe moverse a través de decisiones burocráticas y lentas, se desvanece cuando aquel individuo, que tiene en teoría un excelente acuerdo cerrado, muy ventajoso para todos los involucrados, se encuentra con la imposibilidad de hacer frente a los costos de la legalidad, tanto de la nacional como de la internacional. Contratos Los contratos son instrumentos mediante los cuales opera el proceso de
  • 32. intercambio y producción, haciendo posible obtener las enormes ventajas de la cooperación, la especialización y la división del trabajo. A través de ellos las personas ejercen sus derechos de propiedad en relación con los demás, y especialmente pueden hacer transacciones que incluyan prestaciones diferidas en el tiempo[8]. La visión económica del ejercicio de derechos de propiedad, se basa en el hecho de que la propiedad no es un derecho o señorío que se ejerce sobre una cosa, sino la efectiva facultad de actuar o restringir la actuación de los demás, con relación a las cosas. Para la concepción económica de propiedad, no se intercambian cosas, sino derechos sobre cosas. El propietario no detenta un bien en sí, sino un haz o bloque de «facultades de actuación» con relación a ese bien. Esas facultades y restricciones son expresadas y explicitadas a través de los contratos. Esta visión dinámica de los derechos de propiedad y los contratos es completamente funcional a un desarrollo de negocios cada vez más complejos en un mundo globalizado. La creación de nuevas cláusulas contractuales ha permitido buscar soluciones eficientes a los problemas del intercambio, ya sea disminuyendo costos de transacción, definiendo de mejor manera derechos de propiedad, o facilitando mejores formas de producción de riqueza y su distribución. Intercambios y contratos son dos caras de una misma moneda: los contratos formalizan la decisión de actuar, los intercambios materializan esa decisión. Los contratos no sólo contienen las cláusulas relativas al negocio concreto que se está efectuando, sino que además puede prever soluciones para los casos de responsabilidad por incumplimiento, para situaciones tales como la imposibilidad sobreviniente de cumplimiento, determinar quién resolverá los conflictos, de acuerdo con qué principios y reglas, etc. El contrato ha sido visto históricamente como la «ley entre las partes», y en la medida en que exista libertad contractual, las partes podrán acordar todo detalle que consideren relevante para llevar adelante el negocio común. Históricamente, la teoría de los contratos se fue desarrollando en la praxis, y se discutía en los tribunales cuando había diferencias. La mayor parte de los tipos contractuales, sus cláusulas, penalidades por incumplimiento, mecanismos de solución de diferencias y recisión, se fueron desarrollando de manera evolutiva y espontánea, y finalmente se sancionaban a través de la jurisprudencia de los tribunales. El auge de la codificación y el desarrollo del derecho legislativo trasladaron la
  • 33. discusión sobre teoría de los contratos, de los tribunales a las asambleas legislativas. La codificación iniciada fundamentalmente a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX se ocupó extensamente de los contratos. El Código Francés de 1804, que fue modelo de mucha legislación a partir de entonces, consagró la «autonomía de la voluntad» como principio fundamental del derecho de los contratos, lo que significó reconocer la libertad de las personas para decidir de acuerdo con su propia voluntad las cláusulas de sus acuerdos. Sin embargo, a partir de entonces y fundamentalmente en el último siglo, la intervención estatal en materia de contratos ha ido creciendo de manera exponencial. Si a la excesiva regulación legislativa se le suma que tales regulaciones se disponen a nivel nacional o regional, difiriendo de país en país, el resultado fue que este instrumento esencial para el desarrollo económico se ha visto restringido y muchas veces anulado por la intromisión legislativa. La dinámica de los negocios acelerada por los avances tecnológicos en materia de comunicaciones y producción, se ve entonces entorpecida por el notorio incremento de los costos de transacción como consecuencia de trabas legales, regulaciones y requerimientos burocráticos. Estas trabas, que muchas veces también tienen como fundamento la voracidad fiscal de los países, aumentan en gran medida los costos de la negociación. Una persona puede haber descubierto una excelente oportunidad de negocio que nadie más ha visto antes, hacer sus cálculos y vislumbrar grandes posibilidades de ganancia. Pero luego de consultar a su abogado y a su contador, se encuentra con las trabas legales que impedirán que ese acuerdo sea rentable, y lo harán tan artificialmente oneroso que finalmente no podrá concretarse, con enormes pérdidas en cuanto al incremento de la riqueza en general. Las leyes supuestamente protectoras de las personas producirán grandes trastornos generales, al impedir que el capital, que es escaso, se invierta del modo más eficiente para la generación de riqueza y bienestar. Es bueno no olvidar que la riqueza no es una torta, no es una cantidad dada en el mundo que habrá de ser repartida, sino que su cantidad dependerá tan sólo de que las personas la produzcan; lo que en buena medida dependerá de que se establezcan reglas adecuadas a tal fin. Estas trabas legales, administrativas, fiscales, también hacen que muchas veces sólo las grandes corporaciones, que cuentan con departamentos armados para hacer frente a cada uno de esos escollos, estén en condiciones de amortizar los costos de transacción invirtiendo grandes sumas de dinero que sólo se justificarán en la medida en que el volumen del negocio también sea muy grande.
  • 34. Pero esto deja afuera a las pequeñas y medianas empresas que no cuentan con tales recursos, y que muchas veces podrían descubrir los buenos negocios y llevarlos a cabo con mayor eficiencia que una grande. Por lo tanto, el desarrollo de las nuevas formas de producción y comercialización requerirían de una vuelta al principio de la «autonomía de la voluntad contractual», que no sea trabada con regulaciones legislativas, requerimientos burocráticos e impuestos. Normas Si bien se considera a los contratos como «la ley entre las partes», lo cierto es que muchas circunstancias que ocurren en una relación de negocios no fueron previstas al momento de contratar, que las cláusulas contractuales son posibles de interpretación, y que finalmente quien decida las disputas entre las partes a raíz de incumplimientos o interpretación de los contratos, deberá hacerlo aplicando determinados criterios normativos. Esas normas, como se dijo, han tendido cada vez más a ser reglas impuestas ante de cualquier negocio, de manera general y obligatoria, por una autoridad política a través de legislación nacional. Sin embargo, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las normas jurídicas no fueron más que la expresión de reglas consuetudinarias deducidas y aplicadas por los jueces al resolver conflictos concretos. Así fue el desarrollo tanto del antiguo derecho romano (basado en las decisiones de los pretores y jurisconsultos, que a su vez aplicaban principios emanados de las costumbres y de decisiones anteriores), y el common law anglosajón (también basado originalmente en las costumbres deducidas por los jueces, y luego convertidas en jurisprudencia por los tribunales). Un ejemplo digno de mención respecto de sistema de normas fundamentalmente comerciales que se desarrollaron a partir de las prácticas y costumbres comerciales, es la llamada Lex mercatoria, que se formó fundamentalmente en los puertos del Mediterráneo entre los siglos XII y XVI. Consistió en un cuerpo de principios prácticos de resolución de conflictos elaborado por comerciantes, siguiendo las costumbres comerciales de esos puertos, y sirvió durante todo ese tiempo como una base normativa para la resolución de conflictos, en la cual no estuvo involucrada ninguna autoridad estatal. Fueron comerciantes resolviendo disputas entre comerciantes, aplicando costumbres comerciales desarrolladas en sus puertos.
  • 35. Con el tiempo esas normas que emanaban de costumbres se fueron integrando en textos escritos para su mejor aplicación práctica, que a la luz de los involucrados se convirtieron en legislación. En tal sentido se pueden mencionar la Charte d’Oléron (s. XII), las Capitulare Nauticum (Venecia 1255), la Tabula Amalfitana (Amalfi, x. XIV), los Ordinamenta et Consuetudo Maris Edita per Consules Civitatis Trani (s. XIV) y el Consulado del Mar (Barcelona, 1370). En un sentido similar, aunque en otro contexto geográfico, se desarrolló el Proyecto de Ámsterdam, elaborado por iniciativa de la Hansa de Brujas en 1407 y luego adoptado en puertos escandinavos con el nombre de Leyes de Wisby. También a partir del siglo XII se elaboraron recopilaciones de costumbres, escritas y ordenadas para algunas ciudades del mediodía francés, que competían en precisión con las italianas y españolas. Pero estos textos no eran más que recopilaciones, a efectos prácticos, de una serie de normas que no habían sido sancionadas por ninguna autoridad estatal, sino expresión de costumbres comerciales[9]. Esta sanción espontánea de principios emanados de las costumbres comerciales tuvo una fuerza especial, en tanto permitió que comerciantes que traían y llevaban productos desde los confines más alejados de África, Asia y Europa, pudiesen concentrarse en los puertos del Mediterráneo, y a pesar de traer costumbres, idiomas, leyes y tradiciones diferentes, pudieran llevar a cabo sus negocios contando con un sistema de solución de conflictos basado en costumbres que todos estaban dispuestos aceptar. Tiempo después, el auge del mercantilismo, de los estados nacionales y su injerencia en la actividad económica, modificó sustancialmente al derecho mercantil, que dejó de ser una cuestión de negocios entre particulares que resolvían sus disputas recurriendo a árbitros que aplicaban reglas prácticas emanadas de las costumbres comerciales, para convertirse en una verdadera cuestión de Estado[10]. Sin embargo, la eficiencia de este sistema de normas consuetudinarias mercantiles fue tan grande que la costumbre fue mantenida, como fuente supletoria de derecho, durante mucho tiempo en especial en el derecho comercial. Incluso hoy en día la expresión lex mercatoria se sigue empleando para referirse a las soluciones a problemas comerciales basadas en costumbres o prácticas mercantiles. El problema es que la intromisión cada vez más pronunciada de la legislación en las prácticas comerciales ha dejado un espacio casi inexistente al empleo de las soluciones basadas en los usos y costumbres de los comerciantes y
  • 36. empresarios. El mundo evoluciona a través de la constante producción de nueva tecnología. Esta nueva tecnología produce nuevas prácticas empresariales y comerciales, nuevas formas contractuales y soluciones institucionales, nuevas reglas para la relación entre las personas, etc. Todo ello, naturalmente, es previo a la regulación legislativa. Sin embargo, el legislador tiene la pretensión de que la tecnología y el comercio dependan de las regulaciones, cuando en realidad sólo pudieron crearse en ámbitos libres de regulación. Siguiendo esa «lógica», el legislador advierte que la regulación debe ser más minuciosa, y trata de resolver de antemano todos los posibles puntos de conflicto. Pero lo que ocurre en realidad, es que cuanto más minuciosa es una ley, más pronto deberá ser modificada o adaptada a las nuevas circunstancias, convirtiéndose en una sucesión de normas que terminan yendo por detrás de los avances comerciales —en el mejor de los casos—, y la mayor parte del tiempo entorpeciendo dichos avances[11]. Este problema se agrava considerablemente en un mundo donde los negocios cada vez más trascienden las fronteras nacionales, cuando además cada Estado intenta establecer sus propias regulaciones. Y la legislación supra-nacional, lejos de aliviar el problema lo aumenta, al suponer que sus disposiciones minuciosas podrán aplicarse con los mismos efectos y consecuencias a personas que viven en regiones muy distintas, y que realizan sus negocios sobre la base de costumbres que difieren también. En este caso, el Dilema de la Ley Positiva intensifica sus complicaciones cuando se amplía el territorio y el número de personas sometidas a la misma legislación. Por lo tanto, liberar a las personas, en especial a los descubridores de oportunidades, emprendedores, desarrolladores de nueva tecnología, del corsé legal en el que se encuentran atrapados, será esencial para permitir que esa fuerza creativa y generadora de nuevos negocios eficientes, pueda crecer y generar riqueza. Conclusión: Los negocios exitosos, en esta época del mundo, requieren más que nunca garantías a la libertad y la propiedad La mayor complejidad del mundo actual, integrado como nunca antes gracias a la tecnología, lejos de requerir de un sistema de normas regulatorias dirigidas por una autoridad, necesitan aún más que nunca de libertad individual y resguardo a la propiedad privada para que dicha idea pueda tener algún éxito.
  • 37. Esta supuesta paradoja fue claramente explicada hace muchos años por Friedrich Hayek al explicar que los fenómenos sociales, como fenómenos complejos, dependen de tantas circunstancias concretas que jamás podremos realmente estar en condiciones de averiguarlas todas. Se trata de millones de personas tomando decisiones individuales impredecibles, y produciendo millones de efectos incalculables. Esto hace, al decir de Hayek, que no sólo los ideales de predicción y control están mucho más allá de nuestro alcance, sino que también es ilusoria la esperanza de poder descubrir, a través de la observación, conexiones regulares entre los distintos acontecimientos[12]. Muchas décadas después de que Hayek hiciera esta observación, la complejidad de las relaciones sociales a partir de nuevas tecnologías y el crecimiento demográfico han hecho que esta premisa cobre más fuerza todavía. No sólo la capacidad de adquirir información y la comprensión humana sobre el desarrollo de los procesos sociales es limitada, sino que además está repartida de modo desparejo entre las personas. Por ello, Hayek hablaba del problema de la «división del conocimiento», como igualmente importante al de la «división del trabajo», aunque menos estudiado[13]. Esta dispersión del conocimiento, que nunca se presenta como un cuerpo completo, coherente y consistente, sino como retazos dispersos y a disposición parcializada de gran cantidad de personas, hace que la idea de un planificador central, o un gran legislador, sea un ideal irracional. La posibilidad de nuevos negocios y emprendimientos comerciales que la tecnología brinda hoy en día, requieren más que nunca reglas de juego lo suficientemente claras y abiertas como para permitir que todas esas ideas surgidas en ámbitos reducidos, vinculadas con aspectos muy concretos, donde sólo unos pocos alcanzan a descubrir una oportunidad, puedan florecer en beneficio del incremento de la riqueza en general, a través del beneficio individual. Con amplias regulaciones que incrementan los costos de transacción y dificultan el ingreso al proceso de intercambio, sólo pueden participar en los negocios los grandes consorcios que están preparados para absorber esos costos. El innovador, el creador, el inventor que descubre algo nuevo, mejor, más barato, potencialmente requerido por la gente, no tendrá oportunidades siquiera de superar las barreras establecidas por la legislación, las regulaciones, los impuestos. Los pequeños y medianos emprendimientos irán siendo excluidos paulatinamente de esta posibilidad de actuar en el mercado, dando paso a formas de cartelización cuyo origen no será otro que la propia legislación que pretende
  • 38. evitarlas. Entender los beneficios de la «globalización» supone reconocer que ese mundo estático, del empresario que sólo «combina factores de producción» que mostraba la economía clásica, no tiene cabida en la actualidad; y que el crecimiento de la población y el avance en las comunicaciones, lejos de requerir más regulaciones, piden a gritos la eliminación de las regulaciones existentes. Si esto ocurre, millones de pequeños empresarios, inventores, empresas familiares, inversionistas, tendrán su ocasión de hacer que este mundo continúe creciendo y generando riqueza. Referencias bibliográficas HAYEK, F. A. (2007): Nuevos Estudios en Filosofía, Política, Economía e Historia de las Ideas, Unión Editorial, Madrid. — (2007): Estudios de Filosofía, Política y Economía, Unión Editorial, Madrid. KIRZNER, I. M. (1975): Competencia y función empresarial, Unión Editorial, Madrid. LANDONI, J. S. (2015): Empresario Institucional, Editorial Episteme, Guatemala. MISES, L. (2008): La Acción Humana, Unión Editorial, Madrid. ROJAS, R. M. (2010): Uso Estratégico del Derecho, VELEA, Caracas. — y Schenone, O., Stordeur (h), E. (2012): Nociones de Análisis Económico del Derecho Privado, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala. — (2004): Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico, Editorial Abaco, Buenos Aires. ROTHBARD, M. N. (1999): Historia del Pensamiento Económico, Unión Editorial, Madrid, vol. 1. SCHUMPETER, J. A (1995): Historia del Análisis Económico, Editorial Ariel, Barcelona.
  • 39. CAPÍTULO 3 LOS OBSTÁCULOS GUBERNAMENTALES A LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS EMPRESAS FAMILIARES por Óscar Rodríguez Carreiro, Daniel Rodríguez Carreiro, y Noemí Díaz Corral La internacionalización de las empresas familiares representa uno de los más importantes desafíos a los que se enfrentan este tipo de organizaciones empresariales. Así, el Barómetro Europeo de la Empresa Familiar 2016 ha destacado la importancia de la internacionalización para el crecimiento del negocio de las empresas familiares. Del mismo modo, según el informe de 2015 de la empresa familiar en España, la internacionalización constituye uno de los principales retos de las empresas familiares españolas.[14] A continuación, analizaremos cuales son las ventajas de las que disponen las empresas familiares y algunos de los obstáculos que se encuentran en el proceso de internacionalización. Características generales de las empresas familiares Las empresas familiares siempre han desarrollado un papel clave en la economía de cualquier país. Su importante y destacable presencia en los mercados tanto nacionales como internacionales es algo indudable que se ve fácilmente reflejado en las cifras que hacen referencia a las mismas (89% del total de empresas en España). Es por ello indispensable entender sus atributos y particularidades pues suponen una de las principales bases de cualquier sistema económico. En la forma, las empresas familiares son muy similares a cualquier otra empresa, con la salvedad de que la empresa familiar siempre guarda una estrecha
  • 40. relación con un grupo familiar y que esta relación se refleja a través del gobierno directo de la empresa. Así, en las empresas familiares la característica distintiva principal reside en que la propiedad y la gestión están concentradas siempre en manos de un núcleo familiar. Esta premisa se formaliza, por ejemplo, a través del control directo, del gobierno, del derecho a voto o de la propiedad accionarial de la empresa. Su particularidad reside más en el fondo que en la forma, es decir, en la propuesta de valor que forma parte de la idiosincrasia propia de las empresas familiares. La propuesta de valor es el núcleo central de una empresa, lo que determina los atributos y la «personalidad3 de la misma y, en el caso de las empresas familiares, tiende a presentar muchos de los valores presentes en la institución tradicional de la familia como la lealtad, el respeto a la experiencia, la transmisión directa del conocimiento, el compromiso o el trato personal. La continuidad generacional es uno de los objetivos estratégicos de la empresa familiar y, con ello, la transmisión generacional de estos valores.[15] Además, estas empresas, por lo general y de manera intuitiva, comparten y practican los principales valores del capitalismo, a saber, el trabajo duro y el ahorro. El trabajo duro es un valor fundamental que debería constar en la propuesta de valor de cualquier tipo de empresa pues sin su puesta en práctica el correcto funcionamiento de la misma nunca se puede llegar a dar. El trabajo duro hace referencia a la responsabilidad y seriedad que este requiere; a aquella forma de trabajar propia de los primeros capitalistas de comienzos del siglo XIX, responsables de la revolución industrial. Las empresas familiares, por lo general, están educadas en este mismo principio: en la importancia del esfuerzo y el compromiso personal, en el valor del contrato y la palabra dada, en la disciplina y la capacidad de priorizar el trabajo duro; todo con la finalidad de ofrecer un buen producto que, a su vez, asegure la continuidad de la empresa. Para las empresas familiares el trabajo duro no solo supone un valor positivo más a tener en cuenta si no que acostumbra a hacerse indispensable pues, en el caso contrario, si no se llevara a la práctica este principio, la falta de responsabilidad y trabajo podría fácilmente llevar a la empresa a la quiebra, situación en la que el núcleo familiar vería no solo peligrar la empresa si no también el resto de su patrimonio personal. Es sencillo, pues, entender por qué éste es un valor cuidado y transmitido en las empresas familiares. La tendencia al ahorro es otra de las características que acostumbran a estar presentes en toda empresa familiar. El ahorro consiste en renunciar al consumo
  • 41. de bienes presentes para poder disponer de bienes futuros. Requiere de la capacidad de valorar más el futuro que el disfrute inmediato del consumo presente. Puesto en práctica, el ahorro facilita la continuidad y supone un seguro a medio y largo plazo para cualquier empresa, además de constituir la manera más segura de financiarse y continuar creciendo. Las empresas familiares obedecen a una clara tendencia al ahorro y a escapar del endeudamiento, el cual supone un elevado riesgo nuevamente no solo para la empresa sino también para el núcleo familiar. Pero en las empresas familiares no solo es fácilmente visible la asimilación de los principales valores capitalistas si no también muchos otros tan estrechamente relacionados con la Escuela Austriaca de pensamiento como los dos anteriores. Valores como la prudencia, la planificación a largo plazo, el respeto por la propiedad privada o la importancia de la mediación mercantil sin intervención sirven de claros ejemplos. En lo concerniente al ámbito empresarial, la prudencia es la capacidad de meditar y calcular, a través de un minucioso análisis, las diversas alternativas y los posibles riesgos que éstas pueden conllevar con la finalidad de evitar tomar decisiones que conlleven prejuicios innecesarios; así, la prudencia está directamente relacionada con la asunción de riesgos. Para una familia propietaria de una empresa asumir un riesgo muy alto puede suponer, como ya apuntamos, poner en peligro su propio patrimonio. Esto provoca que todas las decisiones importantes acostumbren a ser más cautas y calculadas al milímetro, teniendo muy presente siempre las posibles consecuencias futuribles de tomar determinada decisión; y también los riesgos serán bien medidos y meditados pues no solo se pone en juego la continuidad de la empresa si no también el futuro personal de la familia. Por ello, la prudencia es siempre compañera en el gobierno de cualquier empresa familiar próspera.[16] Otro atributo a destacar es la capacidad de planificación a largo plazo. La creación de planes estratégicos que tienen en cuenta las necesidades futuras y dejan de valorar únicamente lo inmediato, además de proporcionarle una mayor solidez, le permite a la empresa marcarse metas más ambiciosas y objetivos que a corto plazo no serían realizables, o prepararse para anteponerse a posibles problemas. Todas estas características redundan en beneficio de cualquier mercado y cualquier empresa en la que estén presentes; mejorando su capacidad para competir y permanecer en el mercado, adaptarse a las necesidades de los clientes sin prescindir de su propuesta de valor o resistir etapas económicas más
  • 42. inestables; capacidades a tener más en cuenta en un momento de crisis económica internacional como el actual. No hay, pues, que perder de vista la importancia de este tipo de empresas y lo que suponen en cifras para cualquier economía. En el caso de España, el número de empresas familiares ascienden a más de un millón, representando el 89% del total; son responsables de más de seis millones y medio de empleos y suponen el 57% del PIB. Si nos fijamos en las cifras que nos presenta la Unión Europea las conclusiones son similares: cerca de 17 millones de empresas familiares representan el 60% del total y generan más de cien millones de empleos.[17] Además, muchas de las empresas más grandes del mundo empezaron como empresas familiares y siguen como tal: Ford, BMW, Christian Dior o Walmart son solo algunos ejemplos. Un estudio del Centro para la Empresa Familiar de la Universidad de St. Gallen en Suiza analiza las 500 empresas familiares más grandes del mundo bajo el Índice Family 500. Los miembros de este índice, según el estudio, acumularían ventas totales anuales por valor de 6.5 billones de dólares, lo que sería suficiente para constituir la tercera economía más grande del mundo por detrás sólo de Estados Unidos y China.[18] Estas cifras son un pequeño ejemplo de la gran relevancia que tienen este tipo de empresas en la economía desde, la más local a la más internacional y por ello no hay que perder de vista aquellas características que las diferencian ni tampoco las dificultades a las que acostumbran a hacer frente. Trabajo duro, ahorro, continuidad generacional, prudencia y capacidad de planificación a largo plazo son características concretas de las empresas familiares que las sitúan en una magnífica posición para afrontar el proceso de internacionalización. Los obstáculos que las entorpecen, sin embargo, proceden de otra fuente. Obstáculos gubernamentales a la internacionalización de las empresas familiares El mundo real de la economía está compuesto por empresarios que deciden libremente donde y con quién comerciar, comparando los descontados beneficios anticipados con los costes. La producción tiene como objetivo el consumo. Depende de la actividad empresarial el aceptar los costes de fabricación de un
  • 43. producto al intentar anticipar qué precio estarán dispuestos a pagar los consumidores por dicho producto. Si el empresario acierta en su anticipación de las valoraciones de los consumidores, obtendrá beneficios, que son la prueba de que los factores podían ser utilizados en un proceso de producción en el que tienen una mayor productividad marginal. De esta manera, la acción exitosa del empresario soluciona una descoordinación de la sociedad al dirigir los factores de producción hacia una utilización en la que son más productivos. Los beneficios empresariales, además, son efímeros. El éxito de una actividad empresarial, al otorgar ganancias a un empresario, provoca su imitación por parte de otros empresarios. Ello hace, por una parte, que aumente la demanda de los factores de producción, aumentando su precio, y, por otra, que aumente la oferta del bien, disminuyendo su precio. Al final de este proceso, los beneficios empresariales desaparecen y el único ingreso obtenido por el empresario es el derivado de la preferencia temporal, es decir, el derivado de la transformación de bienes futuros en bienes presentes. Si no existiera un proceso constante de cambios de valoración por parte de los consumidores y de correspondientes cambios en la producción por parte de los empresarios para descubrir y ajustar como satisfacer mejor las demandas cambiantes de los consumidores, se alcanzaría el estado de equilibrio en el que ya no se producirían cambios. En el mundo real, sin embargo, no se llega a este estado de equilibrio. Ya que la obtención de beneficios depende de la correcta anticipación empresarial de las valoraciones, resulta obvio que la función empresarial no consiste en una actividad rutinaria y mecánica sino en la capacidad de afrontar la incertidumbre a la hora de organizar la producción con el fin de satisfacer adecuadamente las necesidades de los consumidores. Esta fundamental función empresarial se ve limitada significativamente por la acción de los gobiernos. Señalaremos, a continuación, dos casos que afectan con especial intensidad a las empresas familiares: los impuestos y la incertidumbre de régimen. La fiscalidad es un elemento fundamental en lo que se refiere a las expectativas de internacionalización de una empresa. Es muy importante, antes de establecerse en otro país, conocer la fiscalidad del mismo y a qué obligaciones se está sujeto en ese territorio. En este sentido, el impuesto de sociedades y el impuesto de sucesiones son dos de los tributos que afectan de manera más negativa a la capacidad de las empresas familiares de organizar la producción con vistas a la satisfacción de las necesidades de los consumidores, ya que provocan la reducción del incentivo al ahorro y la acumulación de capital y limitan la habilidad de los empresarios para hacer frente a la incertidumbre.
  • 44. El impuesto sobre sucesiones es un tributo que grava los incrementos patrimoniales obtenidos a título lucrativo por personas físicas. El objetivo de este impuesto es gravar los incrementos de patrimonio que se producen, normalmente, como consecuencia de herencias y donaciones. En palabras de Alexander Tabarrok, este impuesto: Es un impuesto sobre el dinero en efectivo y las cuentas bancarias, las acciones, los bonos, las propiedades inmobiliarias, el equipo y la maquinaria, automóviles y otras propiedades, seguros de vida, arte e incluso pertenencias personales. En resumen, es un impuesto sobre todo.[19] El principal efecto negativo que tiene el impuesto de sucesiones es que reduce el incentivo al ahorro. Así, si imaginamos a una persona que quiere legar un patrimonio valorado en un millón de euros y que existe un impuesto de sucesiones del 50%, dicha persona debería ahorrar un millón extra para poder llevar a cabo su deseo. Cuanto más alto sea el impuesto de sucesiones el ahorro requerirá un mayor sacrificio, lo que desincentivará el ahorro e incentivará el consumo de capital.[20] Por su parte, el impuesto de sociedades provoca también el consumo de capital pero, además, supone una limitación a la capacidad empresarial para afrontar la incertidumbre. Dependiendo de las distintas legislaciones nacionales, el impuesto de sociedades puede suponer una doble fiscalidad sobre los propietarios de sociedades: primero sobre los ingresos de la sociedad y después sobre los ingresos distribuidos entre los propietarios. Esto tiene el efecto de penalizar los ingresos de sociedades en comparación con otras formas de mercado y, por tanto, de penalizar una forma eficiente de organización empresarial favoreciendo otras formas menos eficientes. El hecho de que los ingresos totales de las sociedades sean fiscalizados y que después los dividendos distribuidos vuelvan a ser fiscalizados, promueve que se deje sin distribuir una mayor proporción de los ingresos de las sociedades de lo que sucedería en un sistema de libre mercado, congelando el capital y desincentivando la difusión de fondos a otros asuntos, lo que distorsiona el patrón de asignación de fondos de inversión e impide el ajuste dinámico a cambios en la economía.[21] Además, el impuesto de sociedades disminuye el incentivo a la empresarialidad y cambia la forma en la que los empresarios enfocan los beneficios y las pérdidas. Si el impuesto es lo suficientemente alto, los individuos encuentran más conveniente dedicarse a actividades rutinarias que a la innovación, la especulación y la anticipación de las valoraciones. Además, dado el tratamiento asimétrico de los beneficios y las pérdidas, el impuesto induce a
  • 45. los empresarios a centrarse en evitar las pérdidas en lugar de buscar beneficios. De esta forma, el impuesto de sociedades tiende a desalentar a los empresarios en su búsqueda de la satisfacción de las necesidades de los consumidores y constituye una penalización a los empresarios exitosos.[22] Pero, además de disminuir el incentivo a la acumulación de capital y de dañar la función empresarial por medio de impuestos, los gobiernos tienden a establecer otro obstáculo a las empresas familiares en la forma de lo que Robert Higgs denominó «incertidumbre de régimen». Según Higgs, la disposición de los empresarios a invertir depende en gran medida de un estado adecuado de confianza en el clima de negocios que puede verse afectado por la incertidumbre creada por el régimen político en la forma de una atenuación más o menos grave de los derechos de propiedad sobre el capital y los ingresos. Esta atenuación puede proceder de muchas fuentes, desde los aumentos de impuestos, pasando por la imposición de nuevos tipos de impuestos y llegando hasta la expropiación. Otras amenazas inmediatas a los derechos de propiedad pueden venir del establecimiento de regulaciones gubernamentales del mercado laboral, el mercado de valores o la regulación de los productos. En última instancia, la confianza en la seguridad de los derechos de propiedad deriva no tanto de la letra de la ley como del carácter del gobierno que defiende, o amenaza, dichos derechos.[23] La incertidumbre de régimen tiene un efecto negativo sobre la realización de inversiones. Así, según Higgs: Una alta incertidumbre en general —un aumento percibido en la variación potencial de todo tipo de acción gubernamental relevante- puede frenar la inversión.[24] La habilidad para llevar a cabo con éxito la función empresarial no depende en exclusiva del cálculo económico (precios, beneficios y pérdidas) sino que está afectada también por el marco institucional de la actividad comercial. Cuando las regulaciones del gobierno sustituyen a las instituciones del mercado se distorsionan los incentivos y el propio proceso de coordinación que caracteriza la función empresarial en un mercado libre. Por ello, Wolf von Laer y Adam Martin han caracterizado los episodios de incertidumbre de régimen como shocks negativos que dañan la capacidad de los empresarios de formar expectativas correctas sobre las condiciones futuras del mercado y limitan su capacidad coordinativa.[25] La incertidumbre de régimen puede afectar especialmente a las empresas familiares de menor tamaño. Estos autores han señalado cuatro razones por las que la incertidumbre de régimen afecta de manera especialmente negativa a las
  • 46. pequeñas y medianas empresas. La primera razón es que las grandes compañías multinacionales suelen tener una mayor capacidad para reducir la escala de sus operaciones sin necesidad de pararlas completamente, mientras que las empresas menores están más expuestas a una reducción de sus operaciones. En segundo lugar, las grandes empresas pueden afrontar más fácilmente el incremento de costes que supone la regulación, pudiendo incluso beneficiarles dicho aumento al eliminar la competencia de empresas más pequeñas que no los pueden afrontar. En tercer lugar, las grandes empresas soportan mejor la incertidumbre de régimen al disponer de más recursos y conexiones en las altas esferas, lo que les permite maniobrar para lograr concesiones políticas que conllevan el establecimiento de regulaciones en las que salen menos afectadas. Por último, mientras que las grandes empresas normalmente se dedican a la mejora de los productos existentes, la introducción de nuevos bienes y servicios está más asociada con pequeñas empresas. Dado que ese tipo de innovaciones requiere mayores saltos cognitivos y está expuesto a una mayor incertidumbre, las empresas que las llevan a cabo son más dependientes de instituciones de mercado seguras y estables que aquellas que se dedican a tareas rutinarias.[26] Los impuestos y la incertidumbre política son señalados regularmente por los propietarios de empresas familiares como los principales problemas a los que se enfrentan. Así, en una encuesta a nivel europeo realizada en 2016, la incertidumbre política representaba, por segundo año consecutivo, el mayor problema percibido por los propietarios de empresas familiares. Así lo manifiesta un 55% de los encuestados en España y un 37% en el resto de Europa. Preguntados por los cambios que mayor impacto tendrían en el negocio y en su éxito futuro, un 37% apunta a una bajada de impuestos, un 36% a menores contribuciones a la Seguridad Social y otro 29% se inclina por acuerdos laborales más sencillos y flexibles. Por su parte, los encuestados europeos creen que uno de los cambios más positivos lo supondría la reducción de la burocracia.[27] De la misma manera, en un estudio similar realizado en Estados Unidos, los propietarios de pequeñas empresas señalaron a los impuestos y las regulaciones gubernamentales como los principales problemas que afrontaban.[28] La importancia de la competencia fiscal para la internacionalización de las empresas familiares Los impuestos y la incertidumbre de régimen son, en consecuencia, muy perjudiciales tanto para el crecimiento económico en general como para las
  • 47. empresas familiares en particular. Los impuestos elevados tienen las mismas consecuencias económicas negativas que las barreras proteccionistas al comercio: suponen una traba a la división internacional del trabajo, reducen el capital acumulado y las inversiones y conducen a un menor crecimiento. Tanto la propia reducción de la carga impositiva como una mayor certidumbre de los empresarios en la previsión de que la política económica de los diferentes Estados caminará en este sentido son elementos muy importantes para la internacionalización de las empresas familiares. Toda política económica que favorezca el comercio internacional y el libre mercado supone un impulso a la internacionalización de estas empresas. Y un elemento de gran importancia para conseguir un entorno económico internacional caracterizado por impuestos bajos es la competencia fiscal. A través de esta competencia algunos gobiernos establecen impuestos bajos con el objetivo de atraer capital y empresas a su país. Otros países reducen, como consecuencia, sus respectivos impuestos en respuesta a las pérdidas, percibidas o reales, de esta competición.[29] La competencia fiscal es, además, uno de los elementos que forman parte del concepto más amplio de competencia institucional. La descentralización que supone la existencia de un gran número de entidades políticas independientes impone serias restricciones a la capacidad de los gobiernos de implementar medidas económicas perjudiciales para la libertad económica y el crecimiento. Cuando hay múltiples entidades políticas independientes los diversos Estados se ven obligados a competir entre ellos para atraer el capital y las inversiones. Aquellos que establezcan una política económica más intervencionista se verán seriamente penalizados puesto que los agentes económicos pueden optar por desviar sus actividades hacia aquellos otros países que presenten un entorno empresarial más favorable. Se crea así, por lo tanto, una tendencia al establecimiento de instituciones legales y políticas respetuosas con los derechos de propiedad y favorables a la acumulación de capital y al libre comercio. Un gran número de académicos han destacado la importancia de este tipo de competencia institucional en el origen histórico del sistema económico capitalista.[30] Así, según Ralph Raico, para estos estudiosos la clave del desarrollo occidental se encuentra en la descentralización política de la Edad Media.[31] Así, aunque Europa constituía una sola civilización (la cristiandad latina) estaba al mismo tiempo radicalmente descentralizada. Europa comprendía un sistema de jurisdicciones y poderes divididos que se encontraban, por lo tanto, en competencia unos con otros. Esta competencia fue fundamental a la hora de limitar los actos políticos arbitrarios concernientes a la propiedad privada. Jean
  • 48. Baechler, uno de los principales estudiosos de los orígenes del capitalismo en Europa, afirmaba que: La primera condición para la maximización de la eficiencia económica es la liberación de la sociedad civil con respecto al Estado […] La expansión del capitalismo debe sus orígenes y su razón de ser a la anarquía política.[32] Esta tendencia favorable a la propiedad privada y al libre comercio que promueve la competencia institucional así como la tendencia a establecer impuestos bajos que se crea como consecuencia de la competencia fiscal ayudan también a reducir la incertidumbre de régimen, lo que a su vez es un estímulo muy importante para la realización de nuevas actividades empresariales y para la internacionalización. La competencia fiscal tiene consecuencias muy importantes en los procesos de internacionalización de las empresas familiares. Según Gracia Luchena, la profundización en los procesos de globalización de los mercados incide en la importancia de la planificación fiscal internacional de las empresas y de éstas, son las empresas familiares las que mejor uso pueden hacer de esa planificación y las que más beneficios pueden obtener de la internacionalización, debido a sus especiales características de prudencia y flexibilidad.[33] La competencia fiscal ha aumentado, en las últimas décadas, como consecuencia del incremento general del comercio y las inversiones internacionales y es una parte importante del proceso de globalización. Sin embargo, no todo el mundo está satisfecho con los efectos económicos de la competencia fiscal como sucede, por ejemplo, con las burocracias internacionales (UE, OCDE, ONU) que buscan continuamente formas para eliminar o reducir la influencia y el alcance de este fenómeno. La lucha de la Unión Europea contra la competencia fiscal Autores como Chris Edwards y Daniel Mitchell alertan de que un grupo de países que mantienen impuestos elevados está luchando contra la competencia fiscal. Políticos e influyentes grupos de presión en muchos de esos países buscan contrarrestar sus efectos a través de la armonización directa o indirecta de impuestos, lo que dificultaría la competencia fiscal y haría más fácil incrementar el tamaño y la carga del gobierno. Dado que los políticos de un único país no tienen capacidad para debilitar la competencia fiscal por sí mismos el único medio que les resta para luchar contra la misma es la creación de cárteles