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….. En previos acontecimientos….
        Un carruaje que partió de tierras del norte con un particular cargamento trazó un
rodeo para despistar a unos perseguidores. El carruaje, custodiado por varios guardias del
Regente tuvo varios encuentros poco afortunados. Los guardias murmuraban incluso tener
mala suerte. Se encontraron con algunas salvajes de Inglor, y con bestias de la jungla. Pero
durante el transcurso del viaje, se dieron cuenta que la carga que llevaban, que desconocían,
era más de lo que parecía ser. El carácter de los guardias iba cambiando, convirtiéndose en
algo más agresivo, al igual que los caballos. Como si perdiesen cualquier rastro de
humanidad. La misma jungla, pareció sentir la presencia oscura, que moraba de verdad en el
interior del carruaje. Algunas bestias, incluida una joven salvaje que moraba en la jungla,
salieron al encuentro del carruaje. Durante el encuentro, el hombre que controlaba el
carruaje, perdió el control del mismo, cayendo del carruaje y siendo aplastado por el mismo.
Ahora simplemente corría en libertad, siendo guiado por unos asustadizos caballos….


        El carruaje giró y giró de manera pesada por ese terraplén hasta que cayó tumbado
de lado. Sus ruedas, aun giraban lentamente, una de ellas torcida por culpa de la caída. Los
caballos, tras haberse caído también, se levantaron y salieron corriendo, intentando una
pequeña desbandada para alejarse del carruaje. Éste aún seguía ardiendo, aunque ahora las
llamas más que abrazarlo, parecían lamerlo por un lateral e ir poco a poco desapareciendo,
quizás acto que estaba promovido por la niebla, que se empezaba a densificar algo más,
haciendo que cada vez se viese menos. En el interior del carruaje, un hombre de mediana
edad, se encontraba tirado en un lado con una pequeña brecha en la cabeza, brecha por
donde iba manando sangre, lenta y paulatinamente, por culpa del brusco golpe.
Semicubierto por algunos libros, pergaminos, y amuletos, permanecía tirado como un
muñeco de trapo roto mientras que el acompañante.. Una figura envuelta por una túnica de
color oscuro, empezó a moverse. El interior del carruaje se empezó a llenar con un tintineo
producido por unos grilletes que llevaba en pies y manos, y que hicieron que su transporte
fuese bastante sencillo. Movió sus brazos.. sus manos huesudas se posaron en la cabeza del
hombre, que hasta hace algunos instantes era su guardián y acercó su rostro hacia el suyo...

        - Te dije.. que escaparía... No puedes retener a la noche... mortal. *Susurro,
para después empezar a tomar aire... Quizás esto era lo normal en una persona. El guardia
que aún estaba vivo empezó a convulsionarse, y de sus labios entreabiertos empezó a salir
algo. No era sangre.. era algo blanquecino, como si fuese esa misma niebla.. El ser que se
encontraba sobre él, empezó a absorberlo, a nutrirse con ello mientras que la piel del
guardia iba volviéndose más y más pálida, y su cuerpo, lentamente a perder el mismo tacto
de la vida. Poco a poco empezó a disminuir de tamaño, su piel a volverse más correosa, y sus
facciones a quedarse desencajadas. Continuaba succionando la misma vida de ese ser
mientras que al hacerlo su masa muscular parecía volver a aumentar de nuevo, como si


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necesitase eso para alimentarse. Llegado un punto, los grilletes de las piernas empezaron a
apretarle, y a mostrar algo de tensión. El emitió una especie de gruñido y le agarró mejor
para seguir succionando su vida, a lo que los grilletes empezaron a ceder, emitiendo un
fuerte crujido. Fueron unos largos minutos, cual araña disfrutando de una captura, que
ahora, con una cascara vacía se encontraba bajo ella. Se movió de nuevo y con una de sus
manos tiró de los grilletes, los cuales como si ahora fuesen mera mantequilla, terminaron por
crujir y separarse de sus piernas.
         No le costó demasiado romper los que portaba en los brazos. Una sonrisa apareció
dibujada en su cadavérico rostro, antes de elevar la mirada hacia la puerta. Ahora, libre de
esos grilletes, en cuyos laterales moría ahora un sello roto, solo tuvo que mover la mano,
creando un arco para que la puerta saliese despedida, desencajándose de los goznes,
elevándose varios metros en el aire antes de caer pesadamente sobre el suelo, aplastando la
hierba. Con esa sonrisa de victoria y autosuficiencia empezó a abandonar el carruaje,
quedando de pie sobre este y mirando a su alrededor. El mero olor le asqueaba... La niebla
humedecía la hierba y hacia que a su vez, emitiese ese perfume, que le hacía estremecer, pero
de asco. Abrió su boca, su mandíbula se desencajo y de esta empezó a salir una especie de
vapor de color negruzco, pesado, pues empezó a descender por su cuerpo hasta caer sobre el
carruaje. Como si se tratase de un líquido, se deslizo sobre la superficie del carruaje hasta
que algunas "gotas", cayeron sobre la hierba. Esta empezó a marchitarse, a morir,
convirtiéndose simplemente en cenizas.. Durante algunos instantes más, siguió saliendo de su
boca esa especie de líquido semigaseoso, que creó un charco alrededor del carruaje..
Donde.. hace algunos instantes había simplemente vida, ahora no había más que una yerma
tierra. Crujió de nuevo su mandíbula y la recoloco un poco sin demasiado esfuerzo antes de
dejarse caer de ese carruaje y hacer que sus pies tocasen el suelo.

       - Mucho mejor.... *Dijo antes de mirar a su alrededor un poco para intentar
orientarse... - Este no era el trato.. *Gruño de nuevo al ver donde se encontraba. El punto de
reunión no iba a estar tan alejado, ni mucho menos, iba a ser ese el acuerdo. Pero de nuevo
se encontraba libre. Elevó la mirada hacia el cielo y miró la luna por algunos instantes...

         - ¿Aun no aprendiste? Perdiste tu oportunidad.. Ésta es la nuestra... Tu
era llega a su fin. *Dijo con una leve sonrisa antes de bajar una de sus manos y posarla
sobre la tierra, cerrando un instante los ojos. No ocurrió nada.. Absolutamente. Pareciese
como si se hubiese quedado absorto, pero al cabo de algunos instantes empezó a pronunciar
algunas palabras.. – Rego motus corporem. In telego sin nuptian corpus. Invoc suan
numbus, ¡descent tous not!. * Sus palabras se alzaron hacia el mismo cielo, haciendo que
la tierra empezase a estremecerse, haciendo que la tierra empezase a rugir, con un mudo
lamento, y se empezase a abrir haciendo que del mismo interior de ésta se empezasen a
desprender algunos gases. El ser se reincorporó de nuevo y elevó sus manos hacia el cielo
mientras que se reía, y con fuerza. La tierra estaba gritando, estaba llorando, y una herida

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incurable apareció en esta. Desgarradora, fue su misma sangre, la que se encargó de
perturbar el sueño, de aquellos que antaño moraron ahí. De todos era bien sabido, que hace
tiempo, mucho tiempo, en ese lugar se celebró una de las grandes batallas de antaño. Donde
cientos de caballeros perecieron, en pos y en lucha de una mujer. De hecho, simplemente
cuando el ser pensó en eso, no pudo sino recordar lo estúpidos que son los hombres, lo
estúpida que es la raza humana, y que sería esa misma estupidez la que se encargase de
llevarla hacia la misma perdición.
       Lentamente, de la tierra empezaron a emerger algunas figuras. Su carne se había
despegado hace mucho tiempo de sus cuerpos. Sus armaduras, antaño brillantes, ahora
estaban oxidadas, sus emblemas, antes llevados de manera orgullosa, ahora no eran sino un
mero recuerdo pasajero. Poco a poco se empezaron a alzar.. Uno.. dos.. empezó a alzarse
media docena de siervos, de esqueletos. Quizás el bando no fuese el mismo, quizás
antiguamente fuesen enemigos, pero ahora respondían ante una voluntad común, ante una
única voluntad. Uno de ellos, portaba una armadura dorada, y su casco, ahora sin ninguna
muesca, hacía pensar que antes pudo haber sido un teniente, o un alto rango. Desenvainó su
espada y la movió un poco, tomando el papel de líder para hacer que el resto, empezasen a
formar. Dos de ellos portaban arcos, ya desvencijados, y posiblemente casi rotos. El resto,
pequeñas espadas oxidadas por el paso del tiempo. El brujo, contempló a los siervos que se
habían alzado y sonrió ligeramente.




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-¡Es hora de marchar! – Levantó levemente la mano. Los siervos, crujieron sus
huesos y empezaron a caminar iniciando la marcha. El que iba delante, era el que antaño fue
teniente de alguno de los muchos ejércitos que ahí combatieron. Lejos quedaron las lágrimas
de las damas que lloraron por ellos. Lejos incluso quedaron los recuerdos que antes
rondaban sus mentes. Objetos inanimados, seres inanimados, devueltos a la vida por un
oscuro ritual, ritual efectuado por el oscuro brujo. Una sonrisa de suficiencia y satisfacción
era la que marcaba su rostro. Preso, quizás por un oscuro trato, o con una siniestra misión
empezó a marchar alejándose del carruaje. Los esqueletos, iban pisando la hierba,
abriéndose paso por ella, mientras que, último el brujo, por donde pasaba iba haciendo que
lentamente la hierba fuese marchitándose, fuese muriendo, algo que hacía, que a su vez,
como si se tratasen de pequeños fantasmas, la misma energía de la vida fuese danzando a su
alrededor, protegiéndole, sustentándole, mientras que un pequeño lamento se podía
escuchar.
        La tierra lloraba. Y lo demostraba, pues de repente una brisa empezó a soplar,
haciendo que la hierba danzase aquí y allá. Esta brisa fue aumentando, convirtiéndose en un
pequeño vendaval, que hizo que la túnica del brujo empezase a moverse con algo más de
violencia. Las nubes que cubrieron a la luna instantes atrás empezaron a alejarse, haciendo
que el mismo baño plateado de esta cubriese el suelo. Una estrella fugaz cruzó el cielo,
creando un particular efecto óptico, haciendo que pareciese que la luna, tuviese una ceja,
haciendo que pareciese un ojo. El ojo de la misma Diosa, que contemplaba lo que estaba
ocurriendo en la tierra.




        La Diosa no lo permitiría, no permitiría más sufrimiento, y más dolor, que la misma
tierra se resquebrajase, y que la gente, y que aquellos que sacó de su seno, para que
poblasen la tierra, sufriesen por ello. Y es por eso que se escuchó un fuerte rugido, que los
árboles empezaron a agitarse, que las hojas empezaron a danzar, quizás llamados por esa
brisa, por ese viento que estaba asolando ahora la misma llanura. Era el mismo baile de la

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Diosa, el paso de la diosa que se iba moviendo aquí y allá, los dedos de la Diosa que
acariciaban la tierra y a sus mismos hijos, queriendo protegerlos, y a la vez, con esas
caricias, haciéndoles saber que está presente en la misma naturaleza. Que es la misma brisa
de la mañana, el rocío que cubre las plantas, el suave rumor del agua que desciende por el
río. Es la risa de un recién nacido, el suspiro final de una persona cuando muere. Está en lo
bueno, y en lo malo. En la briosa tempestad y en la más calmada de las noches. En la nieve
que cubre las montañas, y que lentamente se funde en su pausado y calmado camino hacia el
mar, queriendo y añorando regresar hacia el lugar donde nació. Sus hijos, todo lo que mora
en la tierra. Desde los más pequeños insectos, hasta los cazadores más grandes.
        El rugido recorrió el bosque, la jungla, y terminó por llegar a la llanura. El brujo,
que caminaba acompañado por esa particular guardia se detuvo unos instantes y emitió un
pequeño gruñido. - ¿Qué es lo que intentas? – Dijo mientras que miraba de nuevo hacia
el bosque. – Será inútil. Completamente inútil. Desiste. – Añadió de nuevo mientras que
movía ligeramente la mano para hacer que los soldados se pusiesen en guardia. Solo el
sonido del viento, ese ulular es lo que se escuchaba de nuevo, haciendo que la túnica del
brujo se agitase de manera algo violenta. Esperaba, ahora esperaba algo que sentía en cada
uno de sus huesos que se estaba acercando.
        Un jadeo, acompañado por una carrera. Unas pequeñas figuras iban corriendo a
gran velocidad por la llanura, entre esa misma neblina que se estaba desplazando cual
fantasma. Una figura de algo mayor tamaño saltó sobre una de las rocas, dejando que la luz
de la luna directamente le bañase. Se trataba de un lobo, de pelaje plateado, y ojos bicolores.
Emitió un leve gruñido y terminó por levantar la mirada hacia esa misma luna, antes de
empezar a aullar con fuerza. – Auuuuuuuuuuuuuh!... – Ese fuerte aullido, quizás se tratase de un
aviso, puede que fuese una llamada, o quizás simplemente un grito de guerra. Algunos lobos
más, aparecieron corriendo detrás de este, y se detuvieron, como si esperasen unas mudas
órdenes.




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El lobo clavó la mirada entre la niebla y volvió a emitir otro gruñido, seguido de un
pequeño cabeceo. Los otros lobos, algo más pequeños empezaron a correr con rapidez, hacia
donde se encontraba ese brujo. El lobo más grande, que estaba sobre la piedra, desvió la
mirada hacia la llanura, de donde ellos vinieron, notando algo mismo en el ambiente, un
particular aroma. Dio un ágil salto de la roca y empezó a correr también uniéndose a sus
hermanos en esa carrera. Los lobos aparecieron saliendo de entre la bruma, no tomando aun
así por sorpresa a esos esqueletos, que estaban esperando que ocurriese algo. Pero la
rapidez de los mismos, y su agilidad, hicieron que pudiesen fácilmente romper esa formación
que tenían. Los arqueros tensaron sus arcos, y empezaron a disparar flechas. Algunos lobos
cayeron presa de esas flechas corruptas y ponzoñosas, que hicieron que los heridos se
revolviesen en el suelo hasta quedar inertes. Pero los que se iban acercando, iban atacando
sin demora. Saltaron sobre ellos como perros rabiosos para morderles en los huesos y
arrancárselos. Esa era la mejor técnica, separar sus brazos, piernas, e incluso cabeza de sus
cuerpos haciendo que simplemente no pudiesen moverse, quedando inertes, aunque sus
miembros siguiesen arrastrándose. El brujo emitió un gruñido, y golpeó el suelo con una de
sus piernas, estirando su brazo. La tierra de nuevo se abrió y salió de esta una especie de
tronco de madera oscura, requemada que ascendió hasta que lo agarró con su mano
huesuda, convirtiendo esa especie de tronco de madera en un báculo. Lo movió entonces con
cierta destreza para golpear a uno de esos lobos en la cabeza haciendo que cayese sobre el
suelo. – Bestias inútiles. ¿Creéis que conseguiréis algo? – Añadió de nuevo mientras
que posó el báculo en el mismo suelo de nuevo dando un pequeño golpe. Miró a su alrededor
centrando la mirada en esas bestias mientras que algunos de sus esqueletos todavía estaban
en pie. Agitó el báculo tras apuntar a una de esas criaturas, dejando que de su punta una
especie de descarga eléctrica saliese del bastón e impactase contra la criatura, haciendo que
cayese también al suelo mientras que se estremecía por esa descarga que surcaba su mismo
cuerpo. Fue repitiendo la misma operación mientras que el último de sus guardianes cayó al
suelo tras perder una de sus piernas, la cual fue arrancada por uno de esos lobos. Sin el
correcto punto de apoyo, no pudo mantenerse en pie y se cayó al suelo, donde empezó a
arrastrarse hasta que otro de los lobos, ahora el lobo blanco más grande apareció y se subió
sobre él. Se agachó y le mordió en el cuello, arrancándole la cabeza, dejando que esta cayese
a un lado. Sin cabeza, el esqueleto movía sus manos intentando volver a localizarla. Sin
necesidad real de tenerla, puede ser. O quizás simplemente necesitándola como un recuerdo
de lo que antaño fue. El brujo desvió la mirada hacia ese macho, que parecía ser el alfa de
esa manada. Dirigió el báculo hacia él, pero en lugar de salir esa descarga, que antes lanzó
contra otros de los animales, parece que simplemente hizo que se paralizase. El lobo empezó
a gruñir, pero dejó completamente de moverse. El brujo dio algunos pasos hacia él, como
antes, dejando que a cada paso que daba la hierba se fuese marchitando… - ¡Ah!. Una
noble criatura, llena y rebosante de vida. Bendecida por la Diosa, protegida por ella.
–Dijo, pero más bien como si se tratase de un pequeño recochineo, de una pequeña broma.
Otro de los lobos se acercó hacia el brujo intentando morderle en la pierna. Pero éste movió


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su mano con decisión, le agarró del cuello, y de un rápido movimiento se lo partió, dejando
que ese sonido, el crujir que emitió, fuese lo único que anunciase la muerte de dicho animal.
El brujo abrió sus dedos, dejando que el animal cayese al suelo como si fuese, ora vez
simplemente un muñeco de trapo. Dio otro paso hacia ese gran lobo, que seguía gruñendo
intentando moverse. – Sigue.. Sigue luchando.. Utiliza todas tus fuerzas. Gruñe,
aúlla.. Porque cuanto más luches, más delicioso será. – El brujo se rió con fuerza,
moviendo levemente el báculo. Al hacerlo, el animal, que estaba completamente
inmovilizado, empezó a levitar, como si estuviese guiado por una fuerza invisible. El brujo lo
elevó durante algunos metros, para después mover el báculo con fuerza y rapidez hacia
abajo, dejando que el animal cayese, desde lo alto, con mucha fuerza. El gran lobo se estrelló
contra el suelo. El brujo emitió una sonora carcajada y después movió el báculo de nuevo
hacia un lado, haciendo que el gran alfa, se estrellase contra otro lobo, algo más pequeño.
Con eso, quiso dejar claro que quería algo de intimidad, y no intrusiones de pequeños
insectos. Volvió a posarlo en el suelo ahora con más calma y volvió a acercarse a él. El alfa
luchaba, gruñía y se revolvía intentando soltarse de unos grilletes que eran invisibles. De
unas cuerdas que apretaban su cuerpo restringiendo su movimiento, pero que no se podían
ver. El brujo sonrió de nuevo cuando acercó su cabeza hacia la del animal, para mirarle
directamente a los ojos. – Qué caprichosa que es la vida. Y qué aleatoria. – Sonrió
regocijándose en eso, y no añadió nada más. Sus palabras fueron erráticas, misteriosas en
algún sentido, como si ocultasen una verdad aplastase que el conociese en la misma realidad.
El brujo empezó a aspirar, queriendo tomar aire de nuevo, pero con la salvedad, de que no
era eso lo que estaba reclamando. El lobo alfa se quedó completamente quieto y sus ojos
empezaron a perder el brillo mismo de la vida. El brujo estaba insuflando su vida, haciendo
que de nuevo, como ocurrió con el cochero, una especie de sombra fantasmal abandonase el
cuerpo del lobo para empezar a introducirse en el del brujo. El brujo se estremecía, como si
se tratase del más delicioso de los manjares. El pelaje claro del lobo, fue pasando a un color
más oscuro, hasta empezar a teñirse de negro, algunas mechas de ese color empezaron a
aparecer, conforme la vida iba desapareciendo de su mismo ser. Fue una cena deliciosa,
rebosante de energía, de pasión, de amor, de la misma Diosa, y como tal, era capaz de
nutrirle mucho mejor. Ahora parecía estar incluso extasiado a cada soplo, a cada aspiración
que estaba dando. El pelaje del animal seguía cambiando de color lentamente, sin prisa, pues
ésta vez no lo hacía de manera rauda. Simplemente se tomaba su tiempo para poder
degustarlo, ajeno, quizás, a que algo más se estaba acercando.
         Unas fuertes pisadas, de unas grandes patas iban aplastando y pisando la misma
hierba. Un resollar bastante audible, acompañado de un leve gruñido. Un ser de gran
tamaño salió de la niebla como si fuese un mismo fantasma, un mismo demonio. Su presencia
pilló desprevenida al brujo, ya que estaba en una especie de éxtasis particular. Un ruidoso
rugido, acompañado del de una estampida fue lo que anunció que era algo realmente pesado,
y así fue, una gran zarpa impactó en el vientre de ese brujo, alejándolo con brusquedad del


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lobo, dejando que el mismo, ya libre de esa especie de encantamiento, pudiese respirar, o
más bien jadear con intensidad.




        -Graaaaawl!!!... – El oso se puso entre el lobo y el brujo, evitando así que pudiese
dañarlo. El garrazo, bien dado, había hecho que la túnica del brujo se rasgase, y que una
herida en su vientre le hiciese sangrar. De hecho, parecía impresionado por eso, ya que por
culpa de su misma ambición, o puede que deseo, le hiciese confiarse demasiado, algo que
hizo que recibiese un ataque. Los ojos del brujo se movieron para posarse fijos ahora sobre
ese animal, sobre ese oso, que se empezó a levantar en dos patas de manera amenazadora.
De hecho, no se les podía comparar de esa manera, el oso podría alcanzar perfectamente los
dos metros y medio de alto, comparados con el poco metro sesenta del hechicero, era casi
como un gigante peludo, de enormes fauces, y peor aún garras. El lobo, que aún seguía
jadeando, intentando recuperar el aliento, así como intentando agarrarse a la misma vida.

        -Maldito animal, asqueroso perro de la diosa. – El brujo emitió una especie de
quejido al posar su mano sobre su vientre. – Caerás, como caerán todos los bosques, y
todas las montañas. – Añadió de nuevo mientras que miraba de manera furibunda hacia el
animal. Agarró con algo más de fuerza el báculo y lo apuntó hacia el animal. El oso no se
quedó quieto, por supuesto, lanzó un zarpazo hacia el báculo desviándolo de él, quizás en el
justo instante en el que una fuerte descarga eléctrica salía del báculo perdiéndose en la
noche, perdiéndose en la misma niebla acompañado por ese tenue lamento y chirrispoteo.
Quizás el mismo oso no se cortó, así que se lanzó a por el brujo derribándolo contra el suelo,
cayendo sobre él y hundiendo sus grandes fauces contra su mismo cuello. Sus dientes se
clavaron sobre su piel, abrieron ésta y empezó a manar sangre, una sangre densa y hedionda
y aunque el sabor de la sangre era para nada atrayente, el oso continuó clavando sus
colmillos hasta que arrancó un trozo de carne. El brujo, sentía que su misma piel ardía, el
animal le había desgarrado el cuello y empezaba a perder la sangre. No podía controlar el
báculo, así que dejó que este cayese al suelo, posó ambas manos sobre el estómago del oso, y

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pronunció de nuevo algunas palabras ahora ya no tanto cargadas con la fuerza de antes. –
Tzulan ndalan mortus nua, Cum sociis natoque penatibus et magnis. – Pronunció de
manera calmada, intentando recuperar de nuevo la serenidad. Esto iba a ser sencillo, o al
menos debería de haber sido sencillo. Una gran descarga verduzca salió de las manos del
brujo impactando contra el vientre del oso, tan fuerte fue que hizo que el animal ascendiese
varios metros, antes de caer. Momento el cual el brujo aprovechó para moverse, zafándose
así del animal y tomar de nuevo su báculo. La sangre que manaba de su cuello empezó a
hacerlo de manera mucho más lenta. Ahora agarraba el báculo con algo más de fuerza
mientras que el oso volvía a caer de nuevo y gruñía, observando con sus ojos verdes hacia el
brujo. El lobo continuaba en el suelo, recuperándose, sin poder moverse demasiado, pues
parte de esa fuerza, de esa vida, fue absorbida por el mismo brujo, para alimentarse.
         Una batalla épica comenzó, entre la misma Diosa y un servidor oscuro. El brujo, no
tenía emblema, no tenía blasón al que servir, pero sí una orden en su mente, sí un deseo en su
mismo ser, y también una sonrisa en su mismo rostro. La herida había cerrado, rápidamente,
aunque mostraba un aspecto realmente lamentable y deplorable. Mantenía al oso a cierta
distancia con algunos movimientos de su báculo, el cual, al girarlos hacia un lado u otro,
conseguía crear un arco de energía, que desprendía cierto calor, una pequeña descarga
eléctrica. Tras un fuerte gruñir de nuevo, el oso atrapó el báculo de madera oscura con sus
fauces y lo mordió, apretándolo con fuerza. El resistente báculo emitió un crujido y terminó
por romperse cuando el brujo tiró de él. Frunció el ceño y dejó que este cayese al suelo,
siendo ahora completamente inútil, ya que el resto del mismo estaba en las fauces del oso.
Hizo un rápido juego de manos, y el trozo que no estaba en el suelo explotó. La explosión
creó una pequeña nube negra que cubrió al oso e hizo que se pusiese en pie, ahora de nuevo
con sus fauces, manchadas de sangre, pero ahora por la suya propia. Pesadamente dio
varios pasos hacia atrás antes de tomar impulso y volver a derribar al hechicero, pues ese
era su mismo destino, y su misma intención. Dirigió varios garrazos hacia el cuerpo del
brujo que de nuevo estaba en el suelo. Las telas volvieron a rasgarse, la misma piel volvió a
rasgarse haciendo que de nuevo volviese a sangrar. Debajo de él el brujo seguía
retorciéndose ahora por el dolor que le estaba transmitiendo el mismo oso. Sus ojos se
empezaron a oscurecer, mientras que su mismo cuerpo iba dejando de sentir el dolor. Al final
sus mismas pupilas, sus mismos iris, se volvieron completamente negros, como la noche. El
brujo alzó su mano agarrando el cuello del oso. Como si ahora no le costase tanto esfuerzo
empezó a separarlo de él. Aunque las heridas del oso seguían desgarrando su cuerpo, era
como si no llegase a sentirlo tanto, como si hubiese perdido absolutamente la capacidad de
sentir, simplemente para obtener un potenciamiento de su fuerza. Tras separarlo un poco de
él lanzó un fuerte puñetazo contra la cabeza del oso quitándoselo de en medio. El oso se
tambaleó mientras que el brujo se puso en pie. Las heridas eran realmente más severas de lo
que pensó en un primer instante, pero eso no pareció importarle. Como si se tratase ahora
una lucha entre dos colosos, ambos se liaron cuerpo a cuerpo. El brujo lanzaba fuertes



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puñetazos al oso, que seguía gruñendo y recibiendo los ataques mientras que el oso le
lanzaba zarpazos, incluso fuertes mordiscos.
         Ambos se intercambiaron fuertes golpes, fuertes garrazos, aunque la lucha estaba
decidida. El brujo había sacrificado parte de su vida para tener ese aumento de fuerza. Sus
entrañas estaban abandonando el interior de su cuerpo para deslizarse hacia la hierba
mientras que luchaban. Pero si iba a morir, se llevaría por delante al mismo oso. Saltó sobre
su cuerpo, agarrándose a su cabeza, tomó aire mientras que en su cabeza se daban forma a
unas palabras.. - Nam facilisis pharetra turpis quis mattis. Curabitur dignissim
malesuada blandit. – Murmuró para dejar que del interior de su boca empezase a salir una
gran serpiente. Como si se tratase de una boa empezó a rodear el cuerpo del oso mientras
que éste estaba siendo agarrado por el brujo. Al cabo de unos instantes el oso, terminó por
ser rodeado por ese animal. Su boca abrió dejando que saliese su bífida lengua de su
interior, antes de clavarse en el cuello del oso, que se agitó con fuerza. El veneno, potenciado
por la misma sangre del brujo se introdujo dentro del cuerpo del oso corrompiendo
rápidamente su sistema. Pero incluso aunque su vida estaba peligrando, no dejó de luchar.
Ahora más furioso se movió de lado a lado haciendo así que el abrazo de la serpiente fuese
menor. Se agachó para agarrar la cabeza de la serpiente con sus fauces, y tras darle un
mordisco y arrancarla llevó sus zarpas hacia la cabeza del brujo. La agarró y empezó a
apretársela mientras que los ojos de éste iban perdiendo el color negro para tomar uno más
blancuzco. Un segundo, dos, tres.. hasta que al final se escuchó un crujir y el brujo se quedó
inerte. El oso dejó que cayese al suelo el brujo, antes de empezar a tambalearse. Su pelaje
iba tomando una tonalidad más pálida. El brujo yacía muerto en el suelo, en un charco de
sangre densa y viscosa. El oso seguía tambaleándose aunque terminó por ponerse a cuatro
patas. Dio algunos pasos antes de caer al suelo, y empezar a respirar con agitación. El brujo,
que parecía estar muerto, se empezó a mover de nuevo y sus labios se curvaron en una
sonrisa. – No es.. una victoria.. sino una derrota. Otros volverán.. caerás.. y tu trono
será nuestro. – Dijo como si se tratase de un susurro, dirigido hacia una persona que
estaba observando desde las alturas. El lobo, que ya se podía mover, se acercó hacia el brujo
y le mordió en el cuello, girándolo después hasta que volvió a escucharse otro crujir, y
terminó por quedarse inerte. Tras eso, posó una de sus patas sobre él, como si fuese un signo
de victoria y emitió un fuerte aullido. Fue un llanto por la pérdida de su compañero, y un
grito de victoria. Una pequeña victoria, en una larga guerra. Donde el ganador, estaba
todavía por aparecer.
        Una nube juguetona apareció cubriendo la luna, dejando que todo se oscureciese a
su paso. Como si se tratasen de pequeños diamantes, gotas de agua del cielo empezaron a
descender, cubriendo así la llanura. La diosa lloraba por la pérdida de su hijo, pues el oso,
dejó de moverse, y su respiración había cesado. La lluvia continuaba cayendo, continuó
cayendo durante largos minutos, y aunque el cadáver del oso estaba en la llanura, algunos
comerciantes podrían jugar que vieron en ese momento a un oso correteando entre la niebla,

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o quizás fuese la misma niebla. El hijo de la diosa, ahora danzaba con ella, y se encargaría
de velar por su seguridad, allá donde los ojos no hacen falta, allá donde el tiempo no es sino
un juego, y las estrellas son tus compañeros.
        Y tras largos minutos, llegó la mañana a la llanura. La noche se marchó, y el
sufrimiento de la misma fue cubierto por un mero aroma, por esa fragancia que se llevaba la
brisa de la mañana, de las gotas de rocío y lluvia sobre las hojas.
       Una nueva mañana… quizás, una nueva sonrisa.




                                                                   Escrito con cariño para los
                                                                       moradores de Dhargen
                                                                                      08/2011
                                                                                        Irasfel


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Brujov2

  • 1. ….. En previos acontecimientos…. Un carruaje que partió de tierras del norte con un particular cargamento trazó un rodeo para despistar a unos perseguidores. El carruaje, custodiado por varios guardias del Regente tuvo varios encuentros poco afortunados. Los guardias murmuraban incluso tener mala suerte. Se encontraron con algunas salvajes de Inglor, y con bestias de la jungla. Pero durante el transcurso del viaje, se dieron cuenta que la carga que llevaban, que desconocían, era más de lo que parecía ser. El carácter de los guardias iba cambiando, convirtiéndose en algo más agresivo, al igual que los caballos. Como si perdiesen cualquier rastro de humanidad. La misma jungla, pareció sentir la presencia oscura, que moraba de verdad en el interior del carruaje. Algunas bestias, incluida una joven salvaje que moraba en la jungla, salieron al encuentro del carruaje. Durante el encuentro, el hombre que controlaba el carruaje, perdió el control del mismo, cayendo del carruaje y siendo aplastado por el mismo. Ahora simplemente corría en libertad, siendo guiado por unos asustadizos caballos…. El carruaje giró y giró de manera pesada por ese terraplén hasta que cayó tumbado de lado. Sus ruedas, aun giraban lentamente, una de ellas torcida por culpa de la caída. Los caballos, tras haberse caído también, se levantaron y salieron corriendo, intentando una pequeña desbandada para alejarse del carruaje. Éste aún seguía ardiendo, aunque ahora las llamas más que abrazarlo, parecían lamerlo por un lateral e ir poco a poco desapareciendo, quizás acto que estaba promovido por la niebla, que se empezaba a densificar algo más, haciendo que cada vez se viese menos. En el interior del carruaje, un hombre de mediana edad, se encontraba tirado en un lado con una pequeña brecha en la cabeza, brecha por donde iba manando sangre, lenta y paulatinamente, por culpa del brusco golpe. Semicubierto por algunos libros, pergaminos, y amuletos, permanecía tirado como un muñeco de trapo roto mientras que el acompañante.. Una figura envuelta por una túnica de color oscuro, empezó a moverse. El interior del carruaje se empezó a llenar con un tintineo producido por unos grilletes que llevaba en pies y manos, y que hicieron que su transporte fuese bastante sencillo. Movió sus brazos.. sus manos huesudas se posaron en la cabeza del hombre, que hasta hace algunos instantes era su guardián y acercó su rostro hacia el suyo... - Te dije.. que escaparía... No puedes retener a la noche... mortal. *Susurro, para después empezar a tomar aire... Quizás esto era lo normal en una persona. El guardia que aún estaba vivo empezó a convulsionarse, y de sus labios entreabiertos empezó a salir algo. No era sangre.. era algo blanquecino, como si fuese esa misma niebla.. El ser que se encontraba sobre él, empezó a absorberlo, a nutrirse con ello mientras que la piel del guardia iba volviéndose más y más pálida, y su cuerpo, lentamente a perder el mismo tacto de la vida. Poco a poco empezó a disminuir de tamaño, su piel a volverse más correosa, y sus facciones a quedarse desencajadas. Continuaba succionando la misma vida de ese ser mientras que al hacerlo su masa muscular parecía volver a aumentar de nuevo, como si 1
  • 2. necesitase eso para alimentarse. Llegado un punto, los grilletes de las piernas empezaron a apretarle, y a mostrar algo de tensión. El emitió una especie de gruñido y le agarró mejor para seguir succionando su vida, a lo que los grilletes empezaron a ceder, emitiendo un fuerte crujido. Fueron unos largos minutos, cual araña disfrutando de una captura, que ahora, con una cascara vacía se encontraba bajo ella. Se movió de nuevo y con una de sus manos tiró de los grilletes, los cuales como si ahora fuesen mera mantequilla, terminaron por crujir y separarse de sus piernas. No le costó demasiado romper los que portaba en los brazos. Una sonrisa apareció dibujada en su cadavérico rostro, antes de elevar la mirada hacia la puerta. Ahora, libre de esos grilletes, en cuyos laterales moría ahora un sello roto, solo tuvo que mover la mano, creando un arco para que la puerta saliese despedida, desencajándose de los goznes, elevándose varios metros en el aire antes de caer pesadamente sobre el suelo, aplastando la hierba. Con esa sonrisa de victoria y autosuficiencia empezó a abandonar el carruaje, quedando de pie sobre este y mirando a su alrededor. El mero olor le asqueaba... La niebla humedecía la hierba y hacia que a su vez, emitiese ese perfume, que le hacía estremecer, pero de asco. Abrió su boca, su mandíbula se desencajo y de esta empezó a salir una especie de vapor de color negruzco, pesado, pues empezó a descender por su cuerpo hasta caer sobre el carruaje. Como si se tratase de un líquido, se deslizo sobre la superficie del carruaje hasta que algunas "gotas", cayeron sobre la hierba. Esta empezó a marchitarse, a morir, convirtiéndose simplemente en cenizas.. Durante algunos instantes más, siguió saliendo de su boca esa especie de líquido semigaseoso, que creó un charco alrededor del carruaje.. Donde.. hace algunos instantes había simplemente vida, ahora no había más que una yerma tierra. Crujió de nuevo su mandíbula y la recoloco un poco sin demasiado esfuerzo antes de dejarse caer de ese carruaje y hacer que sus pies tocasen el suelo. - Mucho mejor.... *Dijo antes de mirar a su alrededor un poco para intentar orientarse... - Este no era el trato.. *Gruño de nuevo al ver donde se encontraba. El punto de reunión no iba a estar tan alejado, ni mucho menos, iba a ser ese el acuerdo. Pero de nuevo se encontraba libre. Elevó la mirada hacia el cielo y miró la luna por algunos instantes... - ¿Aun no aprendiste? Perdiste tu oportunidad.. Ésta es la nuestra... Tu era llega a su fin. *Dijo con una leve sonrisa antes de bajar una de sus manos y posarla sobre la tierra, cerrando un instante los ojos. No ocurrió nada.. Absolutamente. Pareciese como si se hubiese quedado absorto, pero al cabo de algunos instantes empezó a pronunciar algunas palabras.. – Rego motus corporem. In telego sin nuptian corpus. Invoc suan numbus, ¡descent tous not!. * Sus palabras se alzaron hacia el mismo cielo, haciendo que la tierra empezase a estremecerse, haciendo que la tierra empezase a rugir, con un mudo lamento, y se empezase a abrir haciendo que del mismo interior de ésta se empezasen a desprender algunos gases. El ser se reincorporó de nuevo y elevó sus manos hacia el cielo mientras que se reía, y con fuerza. La tierra estaba gritando, estaba llorando, y una herida 2
  • 3. incurable apareció en esta. Desgarradora, fue su misma sangre, la que se encargó de perturbar el sueño, de aquellos que antaño moraron ahí. De todos era bien sabido, que hace tiempo, mucho tiempo, en ese lugar se celebró una de las grandes batallas de antaño. Donde cientos de caballeros perecieron, en pos y en lucha de una mujer. De hecho, simplemente cuando el ser pensó en eso, no pudo sino recordar lo estúpidos que son los hombres, lo estúpida que es la raza humana, y que sería esa misma estupidez la que se encargase de llevarla hacia la misma perdición. Lentamente, de la tierra empezaron a emerger algunas figuras. Su carne se había despegado hace mucho tiempo de sus cuerpos. Sus armaduras, antaño brillantes, ahora estaban oxidadas, sus emblemas, antes llevados de manera orgullosa, ahora no eran sino un mero recuerdo pasajero. Poco a poco se empezaron a alzar.. Uno.. dos.. empezó a alzarse media docena de siervos, de esqueletos. Quizás el bando no fuese el mismo, quizás antiguamente fuesen enemigos, pero ahora respondían ante una voluntad común, ante una única voluntad. Uno de ellos, portaba una armadura dorada, y su casco, ahora sin ninguna muesca, hacía pensar que antes pudo haber sido un teniente, o un alto rango. Desenvainó su espada y la movió un poco, tomando el papel de líder para hacer que el resto, empezasen a formar. Dos de ellos portaban arcos, ya desvencijados, y posiblemente casi rotos. El resto, pequeñas espadas oxidadas por el paso del tiempo. El brujo, contempló a los siervos que se habían alzado y sonrió ligeramente. 3
  • 4. -¡Es hora de marchar! – Levantó levemente la mano. Los siervos, crujieron sus huesos y empezaron a caminar iniciando la marcha. El que iba delante, era el que antaño fue teniente de alguno de los muchos ejércitos que ahí combatieron. Lejos quedaron las lágrimas de las damas que lloraron por ellos. Lejos incluso quedaron los recuerdos que antes rondaban sus mentes. Objetos inanimados, seres inanimados, devueltos a la vida por un oscuro ritual, ritual efectuado por el oscuro brujo. Una sonrisa de suficiencia y satisfacción era la que marcaba su rostro. Preso, quizás por un oscuro trato, o con una siniestra misión empezó a marchar alejándose del carruaje. Los esqueletos, iban pisando la hierba, abriéndose paso por ella, mientras que, último el brujo, por donde pasaba iba haciendo que lentamente la hierba fuese marchitándose, fuese muriendo, algo que hacía, que a su vez, como si se tratasen de pequeños fantasmas, la misma energía de la vida fuese danzando a su alrededor, protegiéndole, sustentándole, mientras que un pequeño lamento se podía escuchar. La tierra lloraba. Y lo demostraba, pues de repente una brisa empezó a soplar, haciendo que la hierba danzase aquí y allá. Esta brisa fue aumentando, convirtiéndose en un pequeño vendaval, que hizo que la túnica del brujo empezase a moverse con algo más de violencia. Las nubes que cubrieron a la luna instantes atrás empezaron a alejarse, haciendo que el mismo baño plateado de esta cubriese el suelo. Una estrella fugaz cruzó el cielo, creando un particular efecto óptico, haciendo que pareciese que la luna, tuviese una ceja, haciendo que pareciese un ojo. El ojo de la misma Diosa, que contemplaba lo que estaba ocurriendo en la tierra. La Diosa no lo permitiría, no permitiría más sufrimiento, y más dolor, que la misma tierra se resquebrajase, y que la gente, y que aquellos que sacó de su seno, para que poblasen la tierra, sufriesen por ello. Y es por eso que se escuchó un fuerte rugido, que los árboles empezaron a agitarse, que las hojas empezaron a danzar, quizás llamados por esa brisa, por ese viento que estaba asolando ahora la misma llanura. Era el mismo baile de la 4
  • 5. Diosa, el paso de la diosa que se iba moviendo aquí y allá, los dedos de la Diosa que acariciaban la tierra y a sus mismos hijos, queriendo protegerlos, y a la vez, con esas caricias, haciéndoles saber que está presente en la misma naturaleza. Que es la misma brisa de la mañana, el rocío que cubre las plantas, el suave rumor del agua que desciende por el río. Es la risa de un recién nacido, el suspiro final de una persona cuando muere. Está en lo bueno, y en lo malo. En la briosa tempestad y en la más calmada de las noches. En la nieve que cubre las montañas, y que lentamente se funde en su pausado y calmado camino hacia el mar, queriendo y añorando regresar hacia el lugar donde nació. Sus hijos, todo lo que mora en la tierra. Desde los más pequeños insectos, hasta los cazadores más grandes. El rugido recorrió el bosque, la jungla, y terminó por llegar a la llanura. El brujo, que caminaba acompañado por esa particular guardia se detuvo unos instantes y emitió un pequeño gruñido. - ¿Qué es lo que intentas? – Dijo mientras que miraba de nuevo hacia el bosque. – Será inútil. Completamente inútil. Desiste. – Añadió de nuevo mientras que movía ligeramente la mano para hacer que los soldados se pusiesen en guardia. Solo el sonido del viento, ese ulular es lo que se escuchaba de nuevo, haciendo que la túnica del brujo se agitase de manera algo violenta. Esperaba, ahora esperaba algo que sentía en cada uno de sus huesos que se estaba acercando. Un jadeo, acompañado por una carrera. Unas pequeñas figuras iban corriendo a gran velocidad por la llanura, entre esa misma neblina que se estaba desplazando cual fantasma. Una figura de algo mayor tamaño saltó sobre una de las rocas, dejando que la luz de la luna directamente le bañase. Se trataba de un lobo, de pelaje plateado, y ojos bicolores. Emitió un leve gruñido y terminó por levantar la mirada hacia esa misma luna, antes de empezar a aullar con fuerza. – Auuuuuuuuuuuuuh!... – Ese fuerte aullido, quizás se tratase de un aviso, puede que fuese una llamada, o quizás simplemente un grito de guerra. Algunos lobos más, aparecieron corriendo detrás de este, y se detuvieron, como si esperasen unas mudas órdenes. 5
  • 6. El lobo clavó la mirada entre la niebla y volvió a emitir otro gruñido, seguido de un pequeño cabeceo. Los otros lobos, algo más pequeños empezaron a correr con rapidez, hacia donde se encontraba ese brujo. El lobo más grande, que estaba sobre la piedra, desvió la mirada hacia la llanura, de donde ellos vinieron, notando algo mismo en el ambiente, un particular aroma. Dio un ágil salto de la roca y empezó a correr también uniéndose a sus hermanos en esa carrera. Los lobos aparecieron saliendo de entre la bruma, no tomando aun así por sorpresa a esos esqueletos, que estaban esperando que ocurriese algo. Pero la rapidez de los mismos, y su agilidad, hicieron que pudiesen fácilmente romper esa formación que tenían. Los arqueros tensaron sus arcos, y empezaron a disparar flechas. Algunos lobos cayeron presa de esas flechas corruptas y ponzoñosas, que hicieron que los heridos se revolviesen en el suelo hasta quedar inertes. Pero los que se iban acercando, iban atacando sin demora. Saltaron sobre ellos como perros rabiosos para morderles en los huesos y arrancárselos. Esa era la mejor técnica, separar sus brazos, piernas, e incluso cabeza de sus cuerpos haciendo que simplemente no pudiesen moverse, quedando inertes, aunque sus miembros siguiesen arrastrándose. El brujo emitió un gruñido, y golpeó el suelo con una de sus piernas, estirando su brazo. La tierra de nuevo se abrió y salió de esta una especie de tronco de madera oscura, requemada que ascendió hasta que lo agarró con su mano huesuda, convirtiendo esa especie de tronco de madera en un báculo. Lo movió entonces con cierta destreza para golpear a uno de esos lobos en la cabeza haciendo que cayese sobre el suelo. – Bestias inútiles. ¿Creéis que conseguiréis algo? – Añadió de nuevo mientras que posó el báculo en el mismo suelo de nuevo dando un pequeño golpe. Miró a su alrededor centrando la mirada en esas bestias mientras que algunos de sus esqueletos todavía estaban en pie. Agitó el báculo tras apuntar a una de esas criaturas, dejando que de su punta una especie de descarga eléctrica saliese del bastón e impactase contra la criatura, haciendo que cayese también al suelo mientras que se estremecía por esa descarga que surcaba su mismo cuerpo. Fue repitiendo la misma operación mientras que el último de sus guardianes cayó al suelo tras perder una de sus piernas, la cual fue arrancada por uno de esos lobos. Sin el correcto punto de apoyo, no pudo mantenerse en pie y se cayó al suelo, donde empezó a arrastrarse hasta que otro de los lobos, ahora el lobo blanco más grande apareció y se subió sobre él. Se agachó y le mordió en el cuello, arrancándole la cabeza, dejando que esta cayese a un lado. Sin cabeza, el esqueleto movía sus manos intentando volver a localizarla. Sin necesidad real de tenerla, puede ser. O quizás simplemente necesitándola como un recuerdo de lo que antaño fue. El brujo desvió la mirada hacia ese macho, que parecía ser el alfa de esa manada. Dirigió el báculo hacia él, pero en lugar de salir esa descarga, que antes lanzó contra otros de los animales, parece que simplemente hizo que se paralizase. El lobo empezó a gruñir, pero dejó completamente de moverse. El brujo dio algunos pasos hacia él, como antes, dejando que a cada paso que daba la hierba se fuese marchitando… - ¡Ah!. Una noble criatura, llena y rebosante de vida. Bendecida por la Diosa, protegida por ella. –Dijo, pero más bien como si se tratase de un pequeño recochineo, de una pequeña broma. Otro de los lobos se acercó hacia el brujo intentando morderle en la pierna. Pero éste movió 6
  • 7. su mano con decisión, le agarró del cuello, y de un rápido movimiento se lo partió, dejando que ese sonido, el crujir que emitió, fuese lo único que anunciase la muerte de dicho animal. El brujo abrió sus dedos, dejando que el animal cayese al suelo como si fuese, ora vez simplemente un muñeco de trapo. Dio otro paso hacia ese gran lobo, que seguía gruñendo intentando moverse. – Sigue.. Sigue luchando.. Utiliza todas tus fuerzas. Gruñe, aúlla.. Porque cuanto más luches, más delicioso será. – El brujo se rió con fuerza, moviendo levemente el báculo. Al hacerlo, el animal, que estaba completamente inmovilizado, empezó a levitar, como si estuviese guiado por una fuerza invisible. El brujo lo elevó durante algunos metros, para después mover el báculo con fuerza y rapidez hacia abajo, dejando que el animal cayese, desde lo alto, con mucha fuerza. El gran lobo se estrelló contra el suelo. El brujo emitió una sonora carcajada y después movió el báculo de nuevo hacia un lado, haciendo que el gran alfa, se estrellase contra otro lobo, algo más pequeño. Con eso, quiso dejar claro que quería algo de intimidad, y no intrusiones de pequeños insectos. Volvió a posarlo en el suelo ahora con más calma y volvió a acercarse a él. El alfa luchaba, gruñía y se revolvía intentando soltarse de unos grilletes que eran invisibles. De unas cuerdas que apretaban su cuerpo restringiendo su movimiento, pero que no se podían ver. El brujo sonrió de nuevo cuando acercó su cabeza hacia la del animal, para mirarle directamente a los ojos. – Qué caprichosa que es la vida. Y qué aleatoria. – Sonrió regocijándose en eso, y no añadió nada más. Sus palabras fueron erráticas, misteriosas en algún sentido, como si ocultasen una verdad aplastase que el conociese en la misma realidad. El brujo empezó a aspirar, queriendo tomar aire de nuevo, pero con la salvedad, de que no era eso lo que estaba reclamando. El lobo alfa se quedó completamente quieto y sus ojos empezaron a perder el brillo mismo de la vida. El brujo estaba insuflando su vida, haciendo que de nuevo, como ocurrió con el cochero, una especie de sombra fantasmal abandonase el cuerpo del lobo para empezar a introducirse en el del brujo. El brujo se estremecía, como si se tratase del más delicioso de los manjares. El pelaje claro del lobo, fue pasando a un color más oscuro, hasta empezar a teñirse de negro, algunas mechas de ese color empezaron a aparecer, conforme la vida iba desapareciendo de su mismo ser. Fue una cena deliciosa, rebosante de energía, de pasión, de amor, de la misma Diosa, y como tal, era capaz de nutrirle mucho mejor. Ahora parecía estar incluso extasiado a cada soplo, a cada aspiración que estaba dando. El pelaje del animal seguía cambiando de color lentamente, sin prisa, pues ésta vez no lo hacía de manera rauda. Simplemente se tomaba su tiempo para poder degustarlo, ajeno, quizás, a que algo más se estaba acercando. Unas fuertes pisadas, de unas grandes patas iban aplastando y pisando la misma hierba. Un resollar bastante audible, acompañado de un leve gruñido. Un ser de gran tamaño salió de la niebla como si fuese un mismo fantasma, un mismo demonio. Su presencia pilló desprevenida al brujo, ya que estaba en una especie de éxtasis particular. Un ruidoso rugido, acompañado del de una estampida fue lo que anunció que era algo realmente pesado, y así fue, una gran zarpa impactó en el vientre de ese brujo, alejándolo con brusquedad del 7
  • 8. lobo, dejando que el mismo, ya libre de esa especie de encantamiento, pudiese respirar, o más bien jadear con intensidad. -Graaaaawl!!!... – El oso se puso entre el lobo y el brujo, evitando así que pudiese dañarlo. El garrazo, bien dado, había hecho que la túnica del brujo se rasgase, y que una herida en su vientre le hiciese sangrar. De hecho, parecía impresionado por eso, ya que por culpa de su misma ambición, o puede que deseo, le hiciese confiarse demasiado, algo que hizo que recibiese un ataque. Los ojos del brujo se movieron para posarse fijos ahora sobre ese animal, sobre ese oso, que se empezó a levantar en dos patas de manera amenazadora. De hecho, no se les podía comparar de esa manera, el oso podría alcanzar perfectamente los dos metros y medio de alto, comparados con el poco metro sesenta del hechicero, era casi como un gigante peludo, de enormes fauces, y peor aún garras. El lobo, que aún seguía jadeando, intentando recuperar el aliento, así como intentando agarrarse a la misma vida. -Maldito animal, asqueroso perro de la diosa. – El brujo emitió una especie de quejido al posar su mano sobre su vientre. – Caerás, como caerán todos los bosques, y todas las montañas. – Añadió de nuevo mientras que miraba de manera furibunda hacia el animal. Agarró con algo más de fuerza el báculo y lo apuntó hacia el animal. El oso no se quedó quieto, por supuesto, lanzó un zarpazo hacia el báculo desviándolo de él, quizás en el justo instante en el que una fuerte descarga eléctrica salía del báculo perdiéndose en la noche, perdiéndose en la misma niebla acompañado por ese tenue lamento y chirrispoteo. Quizás el mismo oso no se cortó, así que se lanzó a por el brujo derribándolo contra el suelo, cayendo sobre él y hundiendo sus grandes fauces contra su mismo cuello. Sus dientes se clavaron sobre su piel, abrieron ésta y empezó a manar sangre, una sangre densa y hedionda y aunque el sabor de la sangre era para nada atrayente, el oso continuó clavando sus colmillos hasta que arrancó un trozo de carne. El brujo, sentía que su misma piel ardía, el animal le había desgarrado el cuello y empezaba a perder la sangre. No podía controlar el báculo, así que dejó que este cayese al suelo, posó ambas manos sobre el estómago del oso, y 8
  • 9. pronunció de nuevo algunas palabras ahora ya no tanto cargadas con la fuerza de antes. – Tzulan ndalan mortus nua, Cum sociis natoque penatibus et magnis. – Pronunció de manera calmada, intentando recuperar de nuevo la serenidad. Esto iba a ser sencillo, o al menos debería de haber sido sencillo. Una gran descarga verduzca salió de las manos del brujo impactando contra el vientre del oso, tan fuerte fue que hizo que el animal ascendiese varios metros, antes de caer. Momento el cual el brujo aprovechó para moverse, zafándose así del animal y tomar de nuevo su báculo. La sangre que manaba de su cuello empezó a hacerlo de manera mucho más lenta. Ahora agarraba el báculo con algo más de fuerza mientras que el oso volvía a caer de nuevo y gruñía, observando con sus ojos verdes hacia el brujo. El lobo continuaba en el suelo, recuperándose, sin poder moverse demasiado, pues parte de esa fuerza, de esa vida, fue absorbida por el mismo brujo, para alimentarse. Una batalla épica comenzó, entre la misma Diosa y un servidor oscuro. El brujo, no tenía emblema, no tenía blasón al que servir, pero sí una orden en su mente, sí un deseo en su mismo ser, y también una sonrisa en su mismo rostro. La herida había cerrado, rápidamente, aunque mostraba un aspecto realmente lamentable y deplorable. Mantenía al oso a cierta distancia con algunos movimientos de su báculo, el cual, al girarlos hacia un lado u otro, conseguía crear un arco de energía, que desprendía cierto calor, una pequeña descarga eléctrica. Tras un fuerte gruñir de nuevo, el oso atrapó el báculo de madera oscura con sus fauces y lo mordió, apretándolo con fuerza. El resistente báculo emitió un crujido y terminó por romperse cuando el brujo tiró de él. Frunció el ceño y dejó que este cayese al suelo, siendo ahora completamente inútil, ya que el resto del mismo estaba en las fauces del oso. Hizo un rápido juego de manos, y el trozo que no estaba en el suelo explotó. La explosión creó una pequeña nube negra que cubrió al oso e hizo que se pusiese en pie, ahora de nuevo con sus fauces, manchadas de sangre, pero ahora por la suya propia. Pesadamente dio varios pasos hacia atrás antes de tomar impulso y volver a derribar al hechicero, pues ese era su mismo destino, y su misma intención. Dirigió varios garrazos hacia el cuerpo del brujo que de nuevo estaba en el suelo. Las telas volvieron a rasgarse, la misma piel volvió a rasgarse haciendo que de nuevo volviese a sangrar. Debajo de él el brujo seguía retorciéndose ahora por el dolor que le estaba transmitiendo el mismo oso. Sus ojos se empezaron a oscurecer, mientras que su mismo cuerpo iba dejando de sentir el dolor. Al final sus mismas pupilas, sus mismos iris, se volvieron completamente negros, como la noche. El brujo alzó su mano agarrando el cuello del oso. Como si ahora no le costase tanto esfuerzo empezó a separarlo de él. Aunque las heridas del oso seguían desgarrando su cuerpo, era como si no llegase a sentirlo tanto, como si hubiese perdido absolutamente la capacidad de sentir, simplemente para obtener un potenciamiento de su fuerza. Tras separarlo un poco de él lanzó un fuerte puñetazo contra la cabeza del oso quitándoselo de en medio. El oso se tambaleó mientras que el brujo se puso en pie. Las heridas eran realmente más severas de lo que pensó en un primer instante, pero eso no pareció importarle. Como si se tratase ahora una lucha entre dos colosos, ambos se liaron cuerpo a cuerpo. El brujo lanzaba fuertes 9
  • 10. puñetazos al oso, que seguía gruñendo y recibiendo los ataques mientras que el oso le lanzaba zarpazos, incluso fuertes mordiscos. Ambos se intercambiaron fuertes golpes, fuertes garrazos, aunque la lucha estaba decidida. El brujo había sacrificado parte de su vida para tener ese aumento de fuerza. Sus entrañas estaban abandonando el interior de su cuerpo para deslizarse hacia la hierba mientras que luchaban. Pero si iba a morir, se llevaría por delante al mismo oso. Saltó sobre su cuerpo, agarrándose a su cabeza, tomó aire mientras que en su cabeza se daban forma a unas palabras.. - Nam facilisis pharetra turpis quis mattis. Curabitur dignissim malesuada blandit. – Murmuró para dejar que del interior de su boca empezase a salir una gran serpiente. Como si se tratase de una boa empezó a rodear el cuerpo del oso mientras que éste estaba siendo agarrado por el brujo. Al cabo de unos instantes el oso, terminó por ser rodeado por ese animal. Su boca abrió dejando que saliese su bífida lengua de su interior, antes de clavarse en el cuello del oso, que se agitó con fuerza. El veneno, potenciado por la misma sangre del brujo se introdujo dentro del cuerpo del oso corrompiendo rápidamente su sistema. Pero incluso aunque su vida estaba peligrando, no dejó de luchar. Ahora más furioso se movió de lado a lado haciendo así que el abrazo de la serpiente fuese menor. Se agachó para agarrar la cabeza de la serpiente con sus fauces, y tras darle un mordisco y arrancarla llevó sus zarpas hacia la cabeza del brujo. La agarró y empezó a apretársela mientras que los ojos de éste iban perdiendo el color negro para tomar uno más blancuzco. Un segundo, dos, tres.. hasta que al final se escuchó un crujir y el brujo se quedó inerte. El oso dejó que cayese al suelo el brujo, antes de empezar a tambalearse. Su pelaje iba tomando una tonalidad más pálida. El brujo yacía muerto en el suelo, en un charco de sangre densa y viscosa. El oso seguía tambaleándose aunque terminó por ponerse a cuatro patas. Dio algunos pasos antes de caer al suelo, y empezar a respirar con agitación. El brujo, que parecía estar muerto, se empezó a mover de nuevo y sus labios se curvaron en una sonrisa. – No es.. una victoria.. sino una derrota. Otros volverán.. caerás.. y tu trono será nuestro. – Dijo como si se tratase de un susurro, dirigido hacia una persona que estaba observando desde las alturas. El lobo, que ya se podía mover, se acercó hacia el brujo y le mordió en el cuello, girándolo después hasta que volvió a escucharse otro crujir, y terminó por quedarse inerte. Tras eso, posó una de sus patas sobre él, como si fuese un signo de victoria y emitió un fuerte aullido. Fue un llanto por la pérdida de su compañero, y un grito de victoria. Una pequeña victoria, en una larga guerra. Donde el ganador, estaba todavía por aparecer. Una nube juguetona apareció cubriendo la luna, dejando que todo se oscureciese a su paso. Como si se tratasen de pequeños diamantes, gotas de agua del cielo empezaron a descender, cubriendo así la llanura. La diosa lloraba por la pérdida de su hijo, pues el oso, dejó de moverse, y su respiración había cesado. La lluvia continuaba cayendo, continuó cayendo durante largos minutos, y aunque el cadáver del oso estaba en la llanura, algunos comerciantes podrían jugar que vieron en ese momento a un oso correteando entre la niebla, 10
  • 11. o quizás fuese la misma niebla. El hijo de la diosa, ahora danzaba con ella, y se encargaría de velar por su seguridad, allá donde los ojos no hacen falta, allá donde el tiempo no es sino un juego, y las estrellas son tus compañeros. Y tras largos minutos, llegó la mañana a la llanura. La noche se marchó, y el sufrimiento de la misma fue cubierto por un mero aroma, por esa fragancia que se llevaba la brisa de la mañana, de las gotas de rocío y lluvia sobre las hojas. Una nueva mañana… quizás, una nueva sonrisa. Escrito con cariño para los moradores de Dhargen 08/2011 Irasfel 11