Este documento presenta un resumen del libro "Historia ilustrada de la Revolución en el estado de Durango" de Antonio Avitia Hernández. Describe el contexto político y social previo a la Revolución Mexicana en Durango, incluyendo la rivalidad entre liberales y conservadores y el enriquecimiento de empresarios durante el porfiriato. También resume los diferentes grupos revolucionarios que participaron en el estado de Durango y los diversos textos e investigaciones previas sobre la Revolución en esta región.
3. 3
Prólogo
Durante los últimos años la producción historiográfica regional se ha incrementado
en el país. La diversidad de zonas geográficas y de microhistorias obliga a
replantear los términos de las historias en la nación. Un estado, en tanto entidad
geográfica, no representa una zona específica o un enclave económico
determinado, sino más precisamente; en cada estado de la República se sitúan
diversas subregiones que, por supuesto, producen cada una de ellas su propia
historia, diferente al resto de las subregiones de la misma entidad.
Al hablar de Historia de la Revolución en el estado de Durango hay que tener muy
presente el concepto de subregión, ya que no se puede catalogar de igual modo las
acciones y motivos de los rebeldes de la Región Lagunera, que los de los
revolucionarios de la Sierra Madre Occidental o a los de la Región de los Llanos.
No obstante, la Revolución en Durango ha sido tratada como una rebelión política
en la cual todos sus elementos tuvieron los mismos motivos y sistemas de ideas.
Sin embargo, los grupos armados que participaron en la guerra no coincidieron en
sus intereses ni en sus intenciones porque, incluso, llegaron a ser antagónicos. Si
bien, en algunos momentos, se unieron para enfrentar a sus enemigos comunes.
Los textos antecedentes
La Historia de la Revolución en l estado Durango ha sido tema de múltiples estudios,
ensayos, artículos, crónicas y diccionarios. Algunos de estos escritos son
testimonios acerca de vivencias personales en el periodo, como. Farewell to
Durango A german lady’s diary in México, 1910-1911, de Johanne Caroline
Wehmeyer Bose, quien, como esposa de un comerciante alemán radicado en la
capital del estado, nos ofrece su visión sobre el desarrollo de la guerra maderista
en la ciudad de Durango. Otro texto de un extranjero, que refiere sus experiencias
sobre el conflicto sobre todo en la Región Lagunera es: Reminiscencias de la
Revolución Mexicana, de Patrick O’Hea.
4. 4
Historia del estado de Durango, de Amulfo Ochoa Reyna, contiene algunos
capítulos sobre el periodo revolucionario, en el cual Ochoa Reyna participó como
periodista del bando constitucionalista.
Cómo empezó la Revolución en Durango hace veinte años, de Lorenzo Parra
Durán, publicado en Mérida, Yucatán, en 1930, es el testimonio de su autor en su
papel de periodista afiliado a la facción villista. Al mismo bando pertenece el texto:
Con Villa (1916- 1920), Memorias de Campaña, de José María Jaurrieta,
Historia de la Revolución en Durango, de junio de 1910 a octubre de 1914, de Matías
Pazuengo, escrito en Cuernavaca, Morelos, es la reseña de los motivos y acciones
guerreras de su autor, desde la perspectiva de la facción local arrietista y limitado
en su tiempo narrativo, como su título lo dice. El texto de Ignacio Morelos Zaragoza:
La toma de Durango, dado a onocer en la Ciudad de México, el 9 de agosto de 1913
relata la ocupación revolucionaria de la Perla del Guadiana en 1913, desde el punto
de vista del gobierno usurpador huertista, lo cual de la un interés especial a este
relato histórico. También es digna de mención La Revolución en el Estado de
Durango, de Everardo Gámiz Olivas.
Por su parte, el ingeniero Pastor Rouaix, gobernador revolucionario de Durango en
1913, escribió, aunque no en el plan testimonial, sino acercándose a la historia
científica, diversos ensayos sobre el periodo revolucionario durangueño, como: La
Revolución Maderista y Constituyente en Durango. Régimen político del estado de
Durango durante la administración porfirista. Rectificaciones al Censo Oficial del
estado de Durango practicado en 1921. Consideraciones generales sobre el estado
de la Nación Mexicana antes de la Revolución y Régimen agrario del estado de
Durango anterior a 1910. En 2006, Pedro Salmerón publicó: La Divisón del Norte.
La tierra, los hombres y la historia de un ejército del pueblo; texto en el que analiza
los elementos que conformaron al ejército revolucionario más poderoso de América
Latina, concentrándose especificamente en la parte chihuahueña y lagunera de los
guerreros villistas y terminando en la parte histórica del momento en que la División
del Norte libró su principal reto, al vencer al Ejército Huertista en la Batalla de
Zacatecas.
5. 5
En lo que se refiere a artículos, ensayos y monografías, que se ocupan de alguna
parte del periodo revolucionario durangueño, se han localizado los siguientes: La
lucha política de 1910, de Gabino Martínez Guzmán; del mismo autor Lucha de
clases en Durango, y Las Compañías Deslindadoras en Durango. William K. Meyers
escribió por su parte La Segunda División del Norte: formación y fragmentación del
movimiento popular de La Laguna, 1910-1914. De Juan Puig podemos citar: Entre
el Río Perla y el Nazas, la China Decimonónica y sus braceros emigrantes, la colonia
China de Torreón y la matanza de 1911. De Lucio Quintero Corral, Pancho Villa
derrotado en Tepehuanes, Dgo. Al intentar tomar la ciudad de Durango. De David
Walker, el artículo La Revolución en Durango, y de Adolfo Terrones Benítez: Toma
de Durango, 18 de junio de 1913. Como monografías municipales que se ocupan
de la Revolución podemos mencionar: Tamazula, la Región de los Marginados, de
G. León Barraza; y Estampas de mi pueblo, de Porfirio Serrano R., quienes revelan
algunos detalles claves en el rompecabezas histórico regional. Los narradores de
Durango también han aportado su versión y su calidad estilística en la temática de
la guerra revolucionaria estatal. Nellie Campobello, por ejemplo, se ocupó de las
guerrillas villistas durangueñas de 1916 a 1921, en sus textos Cartucho, Las manos
de mamá y Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa. Martín Gómez Palacio,
en su novela El mejor de los mundos posibles hizo el relato de la irrupción del
Ejército Popular Revolucionario Durangueño a la Perla del Guadiana, en junio de
1913. Por su parte, Atanasio G. Saravia, en su novela ¡Viva Madero! destacó la
conformación de las Defensas Sociales de la ciudad de Durango, como grupo
paramilitar contrarrevolucionario en 1913. También son dignas de mención las
narraciones reunidas en ¡Cartucheras al cañón!, de Enrique Arrieta Silva.
En el terreno periodístico destaca la colección de reportajes de John Reed, reunida
en el libro México Insurgente.
La creativa lírica narrativa popular, que ha enriquecido el tema de la Revolución en
Durango, ha sido recogida por Enrique Arrieta Silva en su libro Corridos
Revolucionarios, y otro tanto fue localizado en la colección de manuscritos y hojas
sueltas de corridos del corridista Antonio Raymundo Muros, misma que fue facilitada
por su hijo Moisés, en Santiago Papasquiaro, Durango.
6. 6
En lo que a diccionarios biográficos e históricos se refiere, Patricia Fernández de
Castro coordinó la manufactura de la sección “Durango” del Diccionario Histórico y
Biográfico de la Revolución Mexicana, Tomo II; aun cuando Pastor Rouaix ya había
hecho su parte en su Diccionario geográfico, histórico y biográfico del estado de
Durango, y Manuel Lozoya Cigarroa hizo lo propio con su libro Hombres y mujeres
de Durango.
En las biografías de personajes sobresalientes o protagónicos de la Revolución en
Durango destacan los textos: El primer revolucionario de Durango, Jesús Agustín
Castro y Tres revolucionarios de México, de Javier Guerrero Romero; así como
Antonio Gaxiola, periodista revolucionario en llamas, de Enrique Arrieta Silva; y
Apuntes Biográficos de Matías Pazuengo. Existen también trabajos de desarrollo
más académico sobre el tema, como Los años de la Revolución en Durango, 1910-
1920, de Graziella Altamirano Cozzi.
Las fuentes hemerográficas regionales fueron de gran valía, y para su cobertura se
consultaron las publicaciones periódicas locales de la ciudad de Durango, de 1880
a 1926, mismas que se localizan en la sección hemerográfica de la Biblioteca
Central Estatal José Ignacio Gallegos Caballero, como fondo reservado.
Como complemento de información también se hicieron algunas entrevistas a
descendientes de protagonistas revolucionarios y a algunos especialistas del tema.
En lo que a fuentes de archivo se refiere, la consulta se extendió a diversos fondos
documentales del Archivo General de la Nación y, en especial, al de los pobladores
de San Pedro y Santiago Ocuila, entre otros. La reunión y procesamiento de toda la
información obligó a la estructura esquemática del trabajo en los siguientes
capítulos, de acuerdo con el diseño especial de la periodicidad histórica regional.
I. La ascensión de los conservadores liberales. II. La ilusión de la democracia. III.
La guerra de los colorados. IV. La irresistible ascensión de Victoriano Huerta. V. Los
alacranes violentos; la Revolución Antihuertista. VI. Vino el remolino y nos alevantó;
convencionistas contra constitucionalistas. VII. El ocaso del Centauro; la Villada o
guerrilla villistas y las rebeliones militares en Durango. VIII. Y ahora ni sombra soy;
los impactos de la guerra. Se incluyó además un capítulo de conclusiones y un
7. 7
apéndice en el cual se hace el listado de los gobernadores que ocuparon el poder
ejecutivo estatal de 1884 a 1925.
En este trabajo se describen, en primera instancia, las circunstancias económicas,
políticas y de relación social que prevalecían en la entidad y se marcan sus
diferencias regionales, en tanto los polos diversos de desarrollo o estancamiento.
Una vez entendidas las situaciones que prevalecían en la prerrevolución, se abunda
sobre la conformación y desarrollo de los grupos guerreros que apoyaron a la
Revolución Maderista de 1910, hasta su triunfo con la ocupación de la capital del
estado.
De la misma manera se hace una relación de las reacciones de los grupos
empresariales y de poder, ante la entronización de los grupos revolucionarios y de
la organización de las guerrillas y complotes contrarrevolucionarios en el territorio
estatal, así como de la evolución estatal de los acontecimientos relacionados con la
ascensión del gobierno de Victoriano Huerta.
Este trabajo destaca la conformación del Ejército Popular Revolucionario
Durangueño que venció a las fuerzas huertistas, regulares e irregulares, en la
ocupación de la ciudad de Durango, el 18 de junio de 1913; también abunda sobre
la conformación y acciones estatales de la División del Norte que llevó al triunfo
nacional al Ejército Constitucionalista.
Se continua con el relato de la ruptura entre las facciones constitucionalistas y
convencionistas, así como el de sus enfrentamientos bélicos en el territorio estatal.
Enseguida se da fe de las batallas y acciones de las guerrillas villistas, desde 1916
hasta 1920; así mismo se mencionan los acontecimientos políticos de los gobiernos
convencionistas, villistas y carrancistas en el estado.
La investigación abarca desde 1880 hasta 1925 e incluye las rebeliones facciosas
militares de los generales Guajardo, Murguía y Arrieta, así como la de los últimos
villistas.
Al final del texto se hace una relación de los impactos y consecuencias
demográficas, económicas, culturales y sociales que causó el movimiento armado
en el estado.
8. 8
Así pues, este trabajo se ocupa de la descripción de la evolución y el análisis de
las causas, desarrollo y consecuencias de la Revolución en el estado de
Durango, desde el periodo porfirista hasta 1925; en los aspectos militar,
económico, político, social y cultural, resaltando el comportamiento de los
grupos de poder y de los personajes protagónicos del periodo bélico más
importante de la historia regional.
La primera edición de este libro, con el título de Los alacranes alzados. Historia
de la Revolución en el estado de Durango; en papel y sin ilustraciones, tuvo lugar
en 1998, la segunda en 2003 y posteriormente fue accesible en internet. De 1998 a
la fecha se han publicado más textos que se ocupan de diversos aspectos de la
Revolución en en estado de Durango. Lo novedoso de esta edición es la inclusión
de una gran cantidad de elementos gráficos; fotos, cartones y mapas, entre otros,
que enriquecen e ilustran la narrativa del texto.
9. 9
I.- La ascensión de los conservadores liberales
Durante la tercera década del siglo XIX, al conformarse la República y establecerse
de manera formal el Estado de Durango, la lucha de facciones por la supremacía
del poder; entre los liberales y los conservadores, trajo múltiples enfrentamientos
que cambiaron las estructuras sociales y las relaciones de fuerza entre los dos
grupos en un territorio en el que, todavía durante la época de la Reforma, las
incursiones guerreras de pueblos originarios: apaches y comanches serminómadas,
asolaban a la población mestiza y criolla de la entidad.
La invasión estadounidense de 1847, casi no había tocado al territorio estatal, y la
Intervención Francesa dividió aún más a los grupos en pugna, mismos que, en el
afán de hacerse de adeptos guerreros, no vacilaron en involucrar en sus lides a las
comunidades indígenas de tepehuanes, coras, huicholes y mexicaneros, del sur del
estado, quienes no tenían comunión alguna de intereses con los mestizos ni con los
criollos.
La riqueza incompartida
Desde la década de 1870 el Gobierno federal, dirigido por el general Porfirio Díaz,
facilitó las cosas para la inversión y el enriquecimiento vertiginoso de empresarios
en el país, poniendo énfasis en algunos enclaves estratégicos.
Con la aplicación de las Leyes de Reforma, las facilidades fueron para el grupo
latifundista capitalista; en tanto que se le eximía de impuestos y, sobre todo, porque
se le allanaba el acceso a la adquisición de terrenos. Así, en 1883, el presidente
Manuel González quien; entre 1880 y 1884, sustituyó en el poder a Porfirio Díaz,
expidió la Ley de Colonización y Compañías Deslindadoras que originó la
constitución de las tristemente célebres Compañías Deslindadoras que despojaron
de su terrenos a múltiples comunidades indígenas.
Con esta ley, las tierras de nadie o las tierras nacionales podían ser objeto de
denuncio, como terrenos baldíos y, el denunciante, pagando una muy módica suma,
se transformaba en propietario del terreno.
10. 10
Durante esa época en el estado de Durango se presentaron 363 denuncios de
terrenos baldíos por 7, 237, 666 hectáreas. De éstas, tan sólo 16 denuncias
constituyeron una cantidad superior a los 6 millones y medio de hectáreas.1
En este proceso de acumulación de riqueza participaron, principalmente, quienes
podían disponer del dinero y las relaciones para hacerlo y, en Durango, quienes
tradicionalmente contaban con fondos suficientes o excedentes, eran casi siempre
miembros del bando conservador, por lo cual hicieron a un lado su, en apariencia,
rígida ideología conservadora, ante la oferta de terrenos por parte del gobierno de
la dictadura liberal. “En Durango se propició un proceso de consolidación del
liberalismo económico y de conservadurismo político y moral en el que los intereses
de la burguesía empresarial que dominaba el país, se identificaron plenamente.”2
La acumulación terrateniente, durante el porfirismo, en el Estado de Durango, se
concentró de la siguiente manera:
- 48 por ciento en propiedades mayores de 50,000 hectáreas, siendo la más
grande la Hacienda de Santa Catalina del Álamo y Anexas, con un total de
412, 477 hectáreas.
- 21 por ciento en 42 propiedades de entre 20, 000 y 50, 000 hectáreas.
- 15 por ciento en 73 propiedades de entre 10, 000 y 20, 000 hectáreas.
- Por último, un 16 por ciento dividido en 257 propiedades menores de 10, 000
hectáreas.3
De acuerdo con Pastor Rouaix: “A principios del siglo XX, treinta personas eran
dueñas de tres millones de hectáreas [...] el que fue el feudo de los Condes de San
Pedro del Álamo, en tiempos de la Colonia y que subsistía casi íntegro antes de la
Revolución, contaba con cuatrocientos cuarenta mil hectáreas, siendo mayor, en
1
Gabino Marínez Guzmán "Las compañías deslindadoras en Durango*, Transición # 77, Durango.
Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), julio
de 1992, p. 1S.
2
Mauricio Yen Fernández. "La industria y el comercio en Durango durante el Porfiriato', Transición
# 14 y 15, Durango, Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), Universidad Juárez del Estado de
Durango (UJED),. diciembre de 1993, p. 27.
3
Antonio Arreóla Valenzuela y col.. Summa Duranguense, Durango, Gobierno del Estado de
Durango. 1979-1980, 2 vols.
11. 11
Consecuencia, que el estado de Tlaxcala y poco menor que Morelos,”4
o dos veces
el territorio de Belice.
La burguesía establecida en Durango tuvo dos polos principales de concentración;
uno en la capital del estado y el otro en la Región Lagunera.
Entre los capitalistas durangueños del porfirismo, las relaciones fueron más allá del
simple trato entre individuos que se profesan afectos y se dispensan favores,
mediante enlaces matrimoniales.5
Estas familias con arraigo colonial y
decimonónico mantuvieron, casi sin excepción, una posición política conservadora.
Durante la invasión estadounidense se mantuvieron renuentes a aportar fondos
para financiar la defensa de la soberanía. Durante el Imperio de Maximiliano de
Habsburgo se transformaron en colaboradores del Segundo Imperio y; en el
Porfiriato, por coincidir en intereses, dieron su incondicional apoyo al dictador.
Las familias oligárquicas que se constituyeron en los grupos inversionistas
predominantes de la ciudad de Durango ostentaban los apellidos de: Asúnsolo,
Bracho, Damm, Drünert, Flores, González Saravia, Gurza, Hildebrand, López
Negrete, Manzanera y Stahlknecht, entre otros; mientras que, en la Región
Lagunera, destacaban los apellidos Lavín, Brittingham, Hernández, Siller, Torres,
Martínez, Araura y Colvián y Feliciano Colvián, los De la Peña y los Sariñana.6
Granos, textiles, jabones, dinamita, cebo, lana, harinas, vid, ganado, minerales y
productos forestales, fueron algunas de las mercancías que, desde los últimos años
del siglo XIX, comenzaron a salir a la venta, fuera de la entidad, en los vagones de
ferrocarril que, en esta época, por primera vez, se introdujeron en el territorio estatal.
Algunos negocios agrícolas, minerales e industriales, tenían tal capacidad de
producción que el tendido de vías férreas hasta el interior mismo de los centros de
trabajo era costeable. Sin embargo, el desarrollo se centró en enclaves bien
determinados, por lo que grandes extensiones del territorio estatal quedaron fuera
de los planes y contratos del tendido de las vías férreas.
4
Pastor Rouaix. La Revolución Maderista y Constitucionalista en Durango, México, Editorial Cultura.
1931. p. 7.
5
César Navarro / Guadalupe Villa y Graziella Altamirano, ‘Capitalistas y grupos de poder en Durango
(1840-1910)’', Transición # 8, Durango. IIH, UJED. julio de 1991. p. 17
6
María Guadalupe Rodríguez López. ‘Durango y La Laguna: Desarrollos porfirianos", Transición #
11. Durando, IIH, UJED. julio de 1992. p 6.
12. 12
Sentado, el hacendado y gobernador de Durango, Juan Nepomuceno Francisco
Flores Alcalde, rodeado de su familia en 1866 (circa)
El empresario Maximiliano Damm, en 1890’s
13. 13
Santiago Lavín Cuadra, capitalista y terrateniente lagunero, 1870’s
Empresarios españoles en la Hacienda de Pamplona, Tlahualilo, Durango, 1893
14. 14
John F. Brittingham, capitalista estadounidense radicado en La Región Lagunera,
propietario de la Jabonera La Esperanza, 1900 (circa)
Roberto Windish socio fundador de la Fábrica de Hilados y Tejidos de La
Constancia, 1903
16. 16
Acción de la Mapimí Mining Company emitida en 1882
Mina La Valenciana, en el Mineral de Mapimí, operado por la Semelting Works of
The Durango Mapimí Mining Company, 1876 y 1880 (circa)
17. 17
American Smelting and Refining Company, ASARCO, de Velardeña, municipio de
Cuencamé, en las postrimerías del siglo XIX
Mineral de Ojuela, con su famoso puente y su fundición, concesionado a The
Peñoles Mining Company at Mapimí, en las postrimerías del siglo XIX y principios
del XX
18. 18
Mapa de concesionarios del Cerro de Mercado en 1905
Panorámica de la Fábrica de Hilados y Tejidos La Providencia, de El Tunal, por
Leon Trousset, 1884
19. 19
Fábrica de Hilados y Tejidos La Providencia de El Tunal, vista desde El Pueblito,
por León Trousset, 1884
Fábrica de Hilados y Tejidos La Amistad, de Prince, Torres and Prince, en Lerdo
20. 20
Hacienda de Santa Catalina del Álamo
Peones laguneros haciendo pacas de algodón, 1900’s
21. 21
Hombres, mujeres y niños en la pizca de algodón de La Laguna, durante la
bonanza, 1900’s
Pizcadores de viñedos en la Región Lagunera
22. 22
Peones abriendo canal de irrigación de Tlahualilo, sobre el Nazas, 1900’s
Guardias blancas de los hacendados de La Laguna, 1900’s
23. 23
El oro del desierto
En el caso especial de la desértica Comarca Lagunera fue legendaria la prosperidad
y el acelerado crecimiento de empresas, como la Compañía Minera Peñoles, la cual
resistió, sin dejar de producir, durante todo el proceso revolucionario.
El caso más famoso de la generosidad de las vegas laguneras de la cuenca del
Nazas fue el del crecimiento de la Compañía Industrial Jabonera de La Laguna,
Sociedad Anónima, dirigida por John Brittingham, establecida en Gómez Palacio,
de la cual se ha dicho que era el consorcio industrial más grande de toda América
Lalina. Las instalaciones fabriles de La Jabonera ocupaban un área de 340, 000
metros cuadrados, en los que se producían 40 toneladas de aceite de semilla de
algodón, 75, 000 cajas de treinta y cuatro kilos y medio, cada una, de jabón al mes
y 1, 200 toneladas de glicerina.7
Los trabajadores de La Jabonera, a diferencia de los de otras empresas, gozaban
de reparto de utilidades, dotación de habitaciones, educación y parques recreativos.
Panorámica de la Jabonera La Esperanza de Gómez Palacio
7
Guadalupe Villa Guerrero. ‘Notas sobre la Industria algodonera -no textil-. El caso de la Compañía
Industrial Jabonera de La laguna, S A Transición # 14-15, Durango. IIH, UJED, diciembre de 1993,
p 48.
24. 24
Dada la oferta de terreno, de aguas y otros recursos, por parte del Gobierno federal,
y al tendido de las vías de los Ferrocarriles; Central e Internacional, y sus ramales,
fue inevitable el establecimiento de capitalistas ágiles y emprendedores.
Fotografía de una diligencia de Durango en 1898
Cartón de Xavier Gómez sobre los viajes en diligencia de Durango a la ciudad de
México
26. 26
Carretas de la Hacienda de La Punta
Conductores de plata del mineral de Bacís, dirigida por Braulio Meraz Quintero,
1900’s
27. 27
Preparando la conducta de plata del mineral de Bacis, dirigida por Braulio Meraz
Quintero, 1900’s
El Ferrocarril Central Mexicano nunca llegaría a la ciudad de Durango (caricatura
de Xavier Gómez)
28. 28
Tren del Ferrocarril Central Mexicano cruzando el puente sobre el Río Nazas,
1883
Antigua estación ferrocarril Gómez Palacio
30. 30
Dos imágenes de ferrocarril de cremallera de la Mina de Ojuela, perteneciente a la
Compañía Minera Peñoles en Mapimí
Locomotora de la Compañía Minera Peñoles
31. 31
Ferrocarril de mulitas, también llamado de sangre, en Tlahualilo
Unidad de servicio de la Compañía Limitada de Tranvías de Durango
32. 32
Otra imagen de un tranvía de la ciudad de Durango
Estación de tranvías en la ciudad de Durango
34. 34
Una acción financiera de la Compañía Limitada de Tranvías de Durango
El cruce de las vías del Ferrocarril Central Mexicano y del Ferrocarril Internacional
Mexicano, en la ciudad de Torreón, Coahuila, significó la posibilidad técnica de
que las cintas de acero llegaran a la ciudad de Durango
35. 35
Plano general del arribo del primer tren a la ciudad de Durango, el 16 de octubre
de 1892
Otra imagen de la llegada del primer tren a la ciudad de Durango, el 16 de octubre
de 1892
36. 36
Estación del Ferrocarril internacional Mexicano en Durango
Dos caricaturas de Xavier Gómez sobre el Ferrocarril Internacional Mexicano
38. 38
Dos imágenes Tranvía del Ferrocarril Eléctrico de Lerdo a Torreón cruzando el
puente sobre el Río Nazas
Ferrocarril Eléctrico de Lerdo a Torreón
40. 40
Locomotora del Ferrocarril de Durango a Tepehuanes
Tren transitando en el tramo de Parral a Mesa de Sandías en el Ferrocarril de
Parral a Durango
45. 45
Para apuntalar la producción industrial de La Laguna, las empresas agrícolas, como
la Hacienda de La Concha, surtían de materias primas a la maquinaria de La
Jabonera, constituyéndose así un enclave económico de intercambios de materias
primas, capitales, productos manufacturados y mano de obra.8
Según William K. Meyers: “Todos los sectores de la economía de la región
reflejaban una fuerte presencia extranjera. En general, los españoles dominaban en
la agricultura, los alemanes en la maquinaria, los chinos en los servicios, los
franceses en mercería y lencería, mientras los norteamericanos invertían
intensamente en la banca, la industria y el comercio en general. familia Guggenheim
dominaba la minería. Los Rockefeller monopolizaban virtualmente el guayule, los
inversionistas británicos eran propietarios de las dos mayores plantaciones de la
región y los alemanes de su mina más rica; Mapimí. Al parecer, con esta
combinación de intereses nacionales e internacionales, Díaz podía estar orgulloso
de la región y los laguneros, agradecidos por su ayuda y estímulo.”9
Tlacos, pilones y vales interiores de diversas empresas durangueñas
8
María Vargas Lobsinger. La hacíenda de La Concha, una empresa algodonera de La Laguna.
1883-1917, México. UNAM. 1984.
9
William K. Meyers . “La Segunda División del Norte: formación y fragmentación del movimiento
popular de La Laguna, 1910 1911”. en: KATZ. KRIEDRICH (comp.), Revuelta, rebelión y revolución.
La lucha rural en México, del siglo XVI al siglo XX. Tomo 2, Ed. ERA. 1990. p. 118.
47. 47
Anverso y reverso de un peso en papel moneda de La Fábrica del Tunal, sin fecha
Anverso de billete de veinticinco centavos de La Fábrica del Tunal, 1884
49. 49
Anverso y reverso de billete de cincuenta centavos de La Fábrica del Tunal, 1884
Las aguas codiciadas
La generación de riqueza en la Comarca Lagunera depende directamente de las
aguas de los ríos Nazas y Aguanaval. El Nazas tiene sus fuentes en la Sierra Madre
Occidental de Durango, y ya desde el Porfínato su cause era controlado con
represas y canales, para irrigar los desérticos partidos del Bolsón de Mapimí. La
generación de riqueza llegó acompañada del surgimiento de una gran cantidad de
conflictos entre los terratenientes y los campesinos, y también entre los abogados
litigantes; en contra de los hacendados y las compañías agroindustriales y los
campesinos. Entre los más connotados pleitos se puede citar el siguiente: La
Compañía Agrícola, Industrial y Colonizadora de Tlahualilo, de origen lerdense, que
contaba con terrenos y derechos de agua del Nazas, al querer ampliarse, en 1887,
financiando su inversión con la hipoteca de sus tierras a The Mexican Cotton of
Tlahualilo LTD, comenzó a construir un nuevo canal de riego que propició un largo
litigio sobre los derechos de agua. En 1903 la insolvencia de los empresarios
lerdenses hizo que la compañía inglesa The Mexican Cotton se transformara en la
propietaria absoluta de la empresa. El litigio por las aguas continuó, ahora con la
intervención diplomática inglesa. En 1909 la Suprema Corte de Justicia de la Nación
falló en contra de la Tlahualilo y ésta; a su vez, contrademandó a los lerdenses
pidiendo indemnización y; aún en los tiempos de la guerra revolucionaria, la
50. 50
compañía inglesa intentó hacer arreglos judiciales sobre su pleito. En 1911, durante
el gobierno de Francisco I. Madero, se dictó un laudo desfavorable a la compañía
inglesa y esto trajo, a la postre, la quiebra de la Mexican Cotton of Tlahualilo. 10
Otro pleito famoso fue el que se suscitó porque los latifundistas del alto Nazas
modificaban el curso de las aguas del río; dirigiéndolas hacia sus campos,
perjudicando a los latifundios del bajo Nazas. En 1890 el gobierno expidió un
decreto en el que se establecía la forma en que controlarían las aguas del llamado
“Nilo del Bolsón de Mapimí”. El decreto en cuestión perjudicó las cosechas de los
algodoneros en 1909, las pérdidas obligaron a hacer un arreglo, más o menos
conveniente, para ambas partes litigantes.
Fueron tantos los problemas legales por la Ley de Colonización, que el propio
presidente Díaz emitió, en 1909, una ley mediante la cual se prohibió todo denuncio
o enajenación de terrenos baldíos. Manuel Plana nos ilustra sobre la situación de
La Laguna en el porfirismo:
"En la primera década del siglo XX se acentuó la diversificación de los
intereses económicos de los señores del algodón permitiendo, más allá de la
mayor o menor consistencia de los inversiones en el sector industrial y en las
finanzas, la ampliación de las bases materiales de su afirmación como clase
social dominante. La capitalización de las tierras a través de la ampliación del
área de riego y la correspondiente modernización de la esfera productiva,
junto a la influencia de los respectivos intereses extraagrícolas, produjeron
una relativa diferenciación en su interior. El crecimiento económico del Norte
durante el Porfinato favoreció en efecto la consolidación de la economía
algodonera, que pudo valerse de la expansión de la red ferroviaria, de la
abolición de las barreras fiscales internas y de la política de exenciones
fiscales practicada por los gobiernos regionales. La pax porfiriana aseguró,
en última instancia, las condiciones generales de crecimiento, aunque de
ésta se derivó un sistema económico y social que dejó campo libre a las
inclinaciones oligárquicas de los sectores agrarios, lo cual; en La Laguna, se
10
Miguel Valdivieso. “Algodón y ferrocarriles. El desarrollo de la Comarca Lagunera”, en:
Transición # 12. IIH. UJED. octubre de 1992. p 32
51. 51
tradujo en la concentración de la propiedad de las tierras fértiles, en el
consecuente cierre del mercado de la tierra y en la reducción de las áreas de
pequeña propiedad constituidas en la época de Juárez en oposición al
latifundio. Los señores del algodón, que mantenían el monopolio de las tierras
fértiles, impidieron asi el surgimiento de una clase media rural, como sector
autónomo, como la potencial diversificación de la estructura social en los
campos de la región, por lo que, en este sentido, La Laguna terminó por no
diferenciarse, más que por el grado de intensidad de las formas, de aquella
predominante en el resto de la República.”11
Imagen de una creciente del Río Nazas, 1900’s
11
Manuel Plana. El Reino del Algodón en México, la estructura agraria de La Laguna, 1855-1910,
Guadalajara. H. Ayuntamiento de Torreón 1991-1993 / Patronato del Teatro Isauro Marrínez / CNCA
/ Programa Cultural de las Fronteras / INBA, Cuesta de la Fortuna. Serie Ayuntamiento # 91-93,
1991. p 256.
52. 52
La estructura del poder
Desde la novena década del siglo XIX, con el advenimiento del orden armado de la
dictadura liberal porfirista, la apertura a las oportunidades de inversión de capitales
de manera segura y con ganancias insuperables, se incrementaron en la entidad,
con la protección de los brazos armados de la Acordada y la Policía Rural, cuyo
principal dirigente en Durango fue el jefe Octaviano Meraz. Bajo los disparos de los
rifles de repetición de los rurales, surgieron y se desarrollaron los grandes enclaves
agrícolas, madereros, ganaderos, mineros e industriales, llamados haciendas.
Cuerpo de Rurales o Acordada de Gómez Palacio
53. 53
Cuartel de la gendarmería montada de Santiago Papasquiaro, 1910
Cuartel Juárez de Caballería del Ejército Federal en la ciudad de Durango
54. 54
Octaviano Meraz, El León de la Sierra, jefe de la acordada que persiguió a las
bandas de Heraclio Bernal e Ignacio Parra
Según Pastor Rouaix: “El hacendado era una autoridad feudal omnímoda y
absoluta, en muchos casos superior al jefe político (a veces uno y otro eran la misma
persona) y en todos por encima del jefe municipal, que ejercía su dominio apoyado
en las milicias armadas que sostenían de su peculio, tituladas guerrillas o acordadas
[...] El jefe político se consideraba como un representante del gobernador de quien
dependía directamente, y cuyas órdenes eran las únicas que acataba y sus fallos
los únicos que reconocía [...] pues era el jefe de la policía urbana y rural; el amo y
señor de cárceles y prisiones."12
Francisco Gómez Palacio, el latifundista Juan Manuel Flores, Cipriano Guerrero,
Leandro Hernández, Juan Santamarina y Esteban Fernández, ocuparon la
12
Pastor Ruuaix ‘Régimen político del estado de Durango durante la administración porfirista",
Boletín # 2, Durango. Publicaciones del Gobierno del Estado de Durango. Agosto de 1927, p 71.
55. 55
gubematura durante la treintena porfirista. Conservadores, capitalistas, latifundistas
y administradores de los intereses de la oligarquía, todos ellos fueron
incondicionales al gobierno de Díaz y cerraron una pirámide de poder con una paz
social muy frágil basada en el poder armado y en la sobreexplotación de la mano
de obra, así como en la invasión y despojo cotidiano de los territorios de las
comunidades indígenas y mestizas. De esta manera, con diversos matices
regionales, el Estado liberal porfirista fue generando la animadversión y el
resentimiento social que se manifestaría con diversos brotes esporádicos de
sedición, pleitos legales, bandidaje social y motines, desde las postrimerías del siglo
XIX.
Francisco Gómez Palacio gobernó Durango, por segunda ocasión, de 1880 a
1883.
56. 56
Juan Manuel Flores. Gobernó de manera interina en 1880 y en propiedad de 1884
a 1897
Juan Ignacio Zubiría del Campo, gobernador de 1882 a 1883
57. 57
Leonardo de la Parra. Gobernador interino en varias ocasiones, entre 1884 y 1997
Leandro Fernández, gobernador de 1897 a 1900
58. 58
Arco triunfal de bienvenida al gobernador Leandro Fernández en la ciudad de
Durango, 1897.
Juan Santa Marina, gobernador de 1900 a 1905
59. 59
Esteban Fernández, gobernador de 1905 a 1911
Castigos sin delito y delitos sin castigo
En los litigios, motines y descontentos de los proletarios, durante el porfirismo, la
respuesta constante a las demandas de justicia ante los jueces y magistrados se
tradujeron, casi invariablemente, en represión directa en contra de los trabajadores.
El derecho sólo fue ejercido en los litigios entre capitalistas; mientras que en las
demandas proletarias contra capitalistas, las sentencias o las acciones judiciales
siempre recaían en favor de los miembros de la oligarquía, y no fueron pocos los
conflictos de lucha de clases que se suscitaron por la manutención de la supuesta
paz social porfiriana.
Los bandidos de la Sierra
Ya desde la década de 1880 a 1890 se puso a prueba el sistema de poder de la
dictadura de Díaz, con el estreno de sus acordadas, jefes políticos, gobernadores,
concesionarios y hacendados, en el combate a los bandidos sociales de la Sierra
Madre Occidental.
60. 60
Entre 1879 y 1888 los pueblos de la sierra estuvieron perturbados por la actuación
de la banda de Heraclio Bernal. Como bandido social, Bernal es uno de los
personajes más interesantes del oeste durangueño en su época; nació en 1855 en
el rancho de El Chaco, municipio de San Ignacio, Sinaloa. Su carrera de bandido se
inició apoyando al levantamiento que el general Ramírez Terrón hizo vanamente
contra el gobierno del general Díaz, en Mazatlán, Sinaloa. Al fracasar el
levantamiento de Ramírez Terrón, Bernal se dedicó al bandidaje, pero no como un
bandido del orden común. La guerrilla de Bernal estaba organizada de tal manera
que parte de los botines que obtenía de los asaltos a los fundos mineros,
poblaciones, haciendas y conductas de minerales, era repartida entre la población
pobre de los lugares que visitaba; esta situación le facilitó el apoyo de los habitantes
de la amplia región en la que actuaba, misma que abarcaba partes de los estados
de Sinaloa y Durango, en la gran franja serrana de las quebradas.
Santa María de Otaez, San Dimas, Santiago Papasquiaro, Tamazula, Chacala,
Topia, Amaculí, Los Remedios, Rancho Viejo, Guadalupe de los Reyes, San José
de Viborillas, San Pedro. Ventanas, el Durazno, El Salto y La Ciénega, fueron sólo
algunos de los poblados que recibieron la visita guerrera de la gavilla de Heraclio
Bernal.
En 1885 Heraclio Bernal redactó, firmó y publicó su Plan de Conitaca, en el cual
desconocía al presidente de la República, general Porfirio Díaz, así como a las
autoridades del estado de Sinaloa.
Los gobiernos de los estados de Durango y Sinaloa se veían imposibilitados para
combatir a la guerrilla de Bernal debido a lo difícil de su localización en medio de la
escarpada sierra. Los encargados de perseguir a Bernal; también conocido como
El Rayo de Sinaloa, fueron los miembros de las acordadas nombre con el que se
conocía a la policía rural porfirista.
El enemigo más fuerte que enfrentó El Rayo de Sinaloa, en el terreno militar, fue
Octaviano Meraz, jefe de la Acordada del estado de Durango quien, a pesar de tener
enfrentamientos con la gavilla de Bemal, nunca pudo darle fin o aprehenderlo.
En 1887, el gobierno federal ofreció diez mil pesos por la cabeza del bandido de la
sierra, y en 1888 El Rayo de Sinaloa fue denunciado, al parecer, por su compadre
61. 61
Crispín Garda. Una vez localizado, Bemal fue cercado en una montaña de los
alrededores de las minas de Nuestra Señora, Sinaloa, y el 5 de enero de ese año el
gobierno se libraba del peligro de la sierra.13
Estado de Sinaloa.
Gobierno de Mazatlán,
donde daban diez mil pesos,
por la vida de Bernal.14
Heraclio Bemal decía
cuando encontraba a un arriero,
que él no robaba a los pobres
antes les daba dinero.
Vuela, vuela palomita,
a las cumbres del olivo,
porque don Porfirio Díaz
lo quería conocer vivo.15
Son múltiples las historias, reales y ficticias, que se han escrito y dramatizado sobre
las hazañas de Heraclio Bemal; tanto literarias, como radiofónicas, cinematográficas
y teatrales. En tanto personaje de la mitología popular y del imaginario colectivo,
Bernal es recordado en más de 15 versiones diferentes de corridos.
Aun cuando Bemal mantuvo en estado de guerra la zona serrana, su partida no
afectó a los polos de desarrollo capitalista del centro del estado ni a la Región
Lagunera.
13
Nicole. Girón. Heraclio Bernal: bandolero, cacique o precursor de la Revolución, México, INAH,
Colección Científica # 40, 1976.
14
Anónimo, “Corrido de Heraclio Bernal", en: Vázquez. Sania Ana. Higinio. Cantares Mexicanos,
México, Ed. de León Sánchez, s/f, p 183.
15
Anónimo. “Corrido de Heraclio Bernal. en Girón, Nicole, Op. Cit., p 95.
62. 62
A la caída de Heraclio Bernal, uno de sus seguidores, Ignacio Parra, oriundo de La
Cañada, partido de Canatlán, continuó con la secuela de bandidaje estatal, en una
zona que comprendía a los actuales municipios de San Juan del Río, Canatlán, Indé
y Durango. Ignacio Parra y su segundo, Refugio Alvarado, comandaron una gavilla
que asaltaba los cascos de las grandes haciendas durangueñas de los llanos de
Cacaria y las propiedades del latifundista y gobernador Juan Nepomuceno Flores.
Parra nunca proclamó un plan político, como lo hizo Bemal, sólo se sostuvo en el
bandidaje como rebelde, sin causa aparente, con el apoyo popular logrado por
medio de las dádivas y la intimidación a los peones de las haciendas, de las minas
y de los agostaderos.
A la gavilla de Ignacio Parra, entre los años de 1891 y 1892, se unió un joven de 16
años de nombre Doroteo Arango quien, tras haber herido al hacendado Valentín
Lópéz Negrete, en un pleito de honor, se encontraba huyendo de la Acordada y no
halló mejor resguardo que el de unirse a la banda de Ignacio Parra y Refugio
Alvarado. La permanencia de Arango en la gavilla de Parra significó la educación
informal del ejercicio del bandidaje para Arango. Transformando para siempre su
identidad, Arango modificó también su nombre por el de Francisco Villa, que
originalmente era el de un bandolero que operaba en el este del estado de Durango
y en el norte de Zacatecas, sobre todo en el municipio de San Juan de Guadalupe.16
El 24 de noviembre de 1898,17
la Acordada estatal de Octaviano Meraz batió y
acabó a la gavilla de Parra en un lugar llamado Puerto del Alacrán.
Año de mil ochocientos
noventa y ocho al contado;
mataron a Ignacio Parra,
que era hombre muy afamado.
[...]
Don Octaviano Meraz,
como quien caza un venado;
16
Bertha Alicia Huitrón / Antonio Avitia Hernández. Durango. 1995
17
La evolución, periódico independiente, Durango, 24 de noviembre de 1898. Biblioteca Pública del
Estado de Durango. José Ignacio Gallegos Caballero, Sección Hemerográfica, Fondo reservado.
63. 63
no dejó de echarle tiros;
hasta que lo vio tirado.
Luego que ya lo mató,
dijo; “Lo hemos de colgar;
avisamos a Los Berros,
lo vengan a levantar".18
Con las enseñanzas adquiridas con Parra. Francisco Villa, también conocido como
El Centauro del Norte, tuvo los elementos suficientes sobre tácticas de guerrillas
que, en la segunda y tercera décadas del siglo XX, lo llevaron a ser uno de los
principales protagonistas de la historia revolucionaria de México e invasor de
Columbus y Gleen Springs, en los Estados Unidos.
Heraclio Bernal Zazueta. El Rayo de Sinaloa
18
Anónimo “Corrido de Ignacio Parra", en: Arrieta Silva, Enrique. Corridos Revolucionarios. Durango.
Editonal del Supremo Tribunal de Justicia, 1990, pp. 117 a 119.
66. 66
Las luchas proletarias
La sobreexplotación, el salario estancado, los altos precios de los productos
básicos, la práctica del pago en especie por medio de la tienda de raya, la
inseguridad en el trabajo, el riesgo laboral, la poca movilidad social, la falta de
acceso a la educación y a la cultura, el trato preferencial a los trabajadores
extranjeros, las largas jomadas de trabajo y sobre todo la extrema miseria, fueron
algunas de las causas por las cuales los trabajadores durangueños del campo, las
minas y las industrias, comenzaron a hacerse oír tímidamente.
Los primeros que levantaron la voz proletaria fueron los maquinistas y fogoneros
del Ferrocarril Internacional quienes, sintiéndose segregados por el hecho de que;
por el mismo trabajo ferrocarrilero los trabajadores estadounidenses recibían mejor
salario que los jornaleros mexicanos, buscaron la homologación salarial y de
prestaciones. Los ferrocarrileros de la Linea Internacional se lanzaron a la huelga el
13 de julio de 1901 y; aunque fueron apoyados solidariamente por sus camaradas
estadunidenses y por el gremio telegrafista, la derrota de los ferrocarrileros se debió
a que los fogoneros, aceptando promesas de trabajo de base y ascensos, actuaron
como esquiroles y rompieron la lucha huelguista y, de paso, la unión laboral.
Derrotados, los trabajadores regresaron a los rieles en 1902. Un laudo oficial de su
litigio les otorgó el 17.5 por ciento de aumento salarial.19
El mineral de San Andrés de la Sierra, municipio de Santiago Papasquiaro, fue el
escenario donde, en abril de 1902, los mineros recibieron de sus patrones de la
Compañía Minera de San Andrés de la Sierra, S. A., la noticia de que su salario se
les pagaría en vales para la tienda de raya y no en dinero en efectivo. El atentado a
la economía de los jornaleros, unido al coraje acumulado por el riesgo del trabajo
en los socavones, enardeció los ánimos de los mineros quienes; unidos como un
solo hombre, manifestaron su descontento en las oficinas de la empresa, ante los
sorprendidos y atemorizados funcionarios de la Compañía quienes, en el acto,
desistieron de su impopular medida.20
19
Gabino Martínez Guzmán *La lucha de clases en Durango*, Transición # 10, Durango, IIH, UJED.
marzo de 1992. p. 27.
20
ibid. p 24
67. 67
El 8 de abril de 1908, las costureras de la fábrica de ropa La Corona, ubicada en la
ciudad de Durango, decidieron no entrar a su trabajo y; para regresar a laborar
pedían la destitución del capataz de la fábrica, la derogación del reglamento interno
de trabajo que penalizaba cualquier error laboral y sobre todo la devolución de los
fondos de la caja de ahorros que, entre todas, habían acumulado, al estilo de las
sociedades mutualistas, para ayudarse en casos extremos; la caja había sido
depositada con el patrón de la fábrica y éste se negaba a devolverla a las obreras.
El hambre de los hijos, la miseria y la poca oferta de trabajo obligó a las humilladas
costureras a regresar a las máquinas de coser, sin haber conseguido la satisfacción
de sus justas demandas.21
En la primera década del siglo XX proliferaron, en diversas partes del país, grupos
de trabajadores que pertenecían al Partido Liberal Mexicano, PLM, de tendencia
socialista anarquista y dirigido por los hermanos Flores Magón. Aun cuando se
desconoce si existían células anarquistas en el estado de Durango, la influencia del
PLM se dejó sentir sobre todo en la conformación de organizaciones obreras de la
Región Lagunera.
El 25 de junio de 1908, secundando un levantamiento anarquista de supuesto
alcance nacional, en la población de Viesca, Coahuila, de la Comarca Lagunera, un
grupo de magonistas armados, dirigidos por León Ibarra, José Leyva y José Lugo,
conscientes de su lucha contra la explotación capitalista, ocuparon la población y,
ante el envío de fuerzas federales, los rebeldes se dispersaron. Poco después, José
Lugo fue fusilado, y los demás dirigentes del motín, aprehendidos, fueron
trasladados a las tinajas de la famosa cárcel de San Juan de Ulúa, en Veracruz.22
Los enfrentamientos entre los representantes de la oligarquía y los trabajadores
durangueños, no sólo se suscitaron por razones de tipo económico o laboral; el
prestigio social y el honor también tenían parte en el sostenimiento de la frágil
tensión, como sucedió en la hacienda de Ramos, municipio de El Oro, propiedad de
la familia Flores, donde el 27 de febrero de 1909, durante un baile, un peón intentó
21
Ibid. p. 28
22
Alfonso Taracena. La verdadera Revolución Mexicana, 1901-1911, México. Ed. Porrúa, Colección
Sepan Cuantos # 610, 1991. pp. 153 a 154. Ver también: Hernández Padilla, Salvador. El
Magonismo: Historia de una pasión libertaria. 1900-1922, México. Ed ERA, 1984, pp 133 a 13S
68. 68
desarmar a un policía rural que lo provocaba, y los demás peones asistentes,
identificados con su compañero agredido, intervinieron para defender su derecho
pisoteado. La gresca se generalizó en un gran pleito de rurales contra peones, con
resultado de un campesino muerto. Al día siguiente arribaron a Ramos los refuerzos
de los rurales, pero el enfrentamiento ya se había dado y el coraje de los
campesinos de El Oro, buscaría su desfogue poco después, en la guerra
revolucionaria.23
En el sureste del estado, en el municipio de Súchil, una larga lucha se suscitó por
el reclamo comunero sobre el derecho a hacer uso de las aguas del río Súchil. Los
campesinos encabezados por Máximo Gámiz Alcalde y Cayetano Castañeda, se
enfrentaron al latifundista Mier quien, desviando las aguas hacia sus terrenos se
negaba a cambiar el cauce de los bordos y canales hacia las tierras de los
suchiltecos.24
Las espinas del guayule
El más famoso de los litigios de comuneros durangueños en contra de los
latifundistas, fue el que protagonizaron los pobladores de San Pedro y Santiago
Ocuila, en el municipio de Cuencamé. Los ocuilas se ganaban la vida labrando la
tierra y, dadas sus necesidades de terreno, se extendieron hacia unos parajes con
manantiales y pequeños regadíos heredados por sus ancestros. Desde la época
colonial el rey Carlos V había reconocido la propiedad de los territorios a los ocuilas,
y los miembros de la comunidad guardaban con mucho cuidado los documentos
que legalizaban su propiedad. Sin embargo, gracias a la oferta de territorios baldíos
que suscitó la aplicación de las Leyes de Reforma durante el porfirismo, por parte
de las Compañías deslindadoras, la familia López Negrete logró que los terrenos
ocuilas en cuestión les fueran adjudicados, como porción anexa de su gran
hacienda de Sombreretillo de Campa. Durante algún tiempo no hubo fricciones entre
los campesinos ocuilas y los latifundistas López Negrete.25
23
Gabino Martínez Guzmán. "La lucha de clases..." Op. Cit. , p 23.
24
Ibid, p. 23.
25
William K. Meyers. Op. cit.. p. 123.
69. 69
A principios del siglo XX, la invención del automóvil abrió la demanda de materias
primas para las fábricas del nuevo y rápidamente desarrollado medio de transporte.
El hule, como materia prima indispensable para la fabricación de neumáticos, inició
la explotación industrial de los vegetales huleros, como el caucho y el guayule y
estos vertiginosamente adquirieron precios de mercado que hacían costeable su
explotación.
El guayule, cuyo nombre científico es Parthenium argentatum, era usado por los
indígenas para manufacturar pelotas de hule macizo las que, a su vez, eran usadas
en sus originales juegos rituales, como el Ulama, y los niños masticaban los tallos
de guayule a manera de goma de mascar. En el este del estado de Durango se
localizaron grandes cantidades de guayule silvestre en los municipios de Mapimí,
Cuencamé y San Juan de Guadalupe; en algunos lugares el arbustillo guayulero
alcanzaba entre 70 centímetros y un metro de altura y su color variaba de acuerdo
con la región, aunque se debe mencionar el caso de que el guayule azuloso y azul,
es el que produce mayor cantidad de hule. De manera coincidente, el guayule azul
crecía más en la zona guayulera de Sombreretillo, Terreno, Pasaje y la Cuesta de
la Culebra, cerca de Pedriceña, municipio de Cuencamé, que abarcaba la parte de
terreno de cultivo de los ocuilas.26
Desde 1887 se inició la explotación del guayule en la industria de los neumáticos y,
a principios del siglo XX, en la ciudad de Torreón se había establecido una planta
beneficiadora de guayule cuya razón social era Continental Rubber Co., misma que
comenzó a tratar en sus prensas el guayule del semidesierto y los llanos de los
ocuilas.
Así, los López Negrete, en especial don Laureano López Negrete y doña Petra
Salcido viuda de López Negrete, en el año de 1905, iniciaron los autos legales para
la legalización del despojo de los terrenos de los ocuilas, contando con el apoyo de
la fuerza pública proporcionada por el Gobierno del Estado.
Al intentar recuperar sus terrenos de labor, los ocuilas fueron arrojados de su
propiedad de manera inmisericorde, por medio del uso de la fuerza; en la acción,
las casas de los campesinos fueron quemadas y sus escasos bienes pasaron
26
Máximo Martínez. El guayule, México. Secretaría de Agricultura y Fomento, 1926.
70. 70
violentamente a cambiar de propietario. Para aplacar la posible resistencia, un
destacamento de fuerzas federales fue acantonado en el lugar como salvaguarda
de los intereses de los López Negrete.
A pesar del laudo oficial a favor de la viuda de López Negrete, los ocuilas
continuaron el litigio, incluso ante el presidente de la República don Porfirio Díaz
Mori, demandando la restitución de sus terrenos. Sin embargo, sólo recibieron el
silencio como única respuesta a sus peticiones mientras que; en la ciudad de
Torreón, Coahuila, el capitalista John D. Rockefeller adquiría la Continental Rubber
Co., con la promesa oficial y de los hacendados de recibir constantemente el surtido
indispensable de materia prima para las prensas de las fábricas guayuleras de hule.
Para calmar los ánimos y en aparente actitud conciliadora, Laureano López Negrete
invitó a los representantes de los ocuilas a tener una plática con él, el 20 de enero
de 1909. A la conferencia acudieron los vecinos Ramón Saldaña Hernández, Jesús
Ávila, Francisco Saldaña Hernández y Martín Martínez, todos ellos desarmados,
como lo había condicionado el hacendado.
Al llegar al lugar de la cita, la traición personificada en las carabinas de la Acordada
de Octaviano Meraz segó la vida de los dirigentes ocuilas, echándole más leña
verde a una lumbre que apenas soltaba el humo blanco del odio y la indignación
popular,27
haciendo de los ocuilas los mejores guerreros de la Revolución, junto
con su jefe Calixto Contreras.
27
Carta abierta que al señor presidente de la República, genera/ Don Porfirio Díaz, dirigen los
indígenas de los pueblas unidos de Santiago y San Pedro de Ocuila de la municipalidad de
Cuencamé. estado de Durango. exponiéndole las atentados de que han sido objeto por parte de
algunas autoridades de aquel estado. México, í/e. 1901, facilitado por pobladores de Santiago y .San
Pedro Ocuila del archivo de su comunidad, recogido por Antonio Avida en Cuencamé, 1989.
—Ver también: Documentos del litigio por los terrenos de San Pedro y Santiago Ocuila. Archivo de
Santiago y San Pedro Ocuila, facilitado por los mismos
—Ver también: Lorenzo Parra Duran. Cómo empezó la Revolución en Durango. hace veinre años,
Mérida, Yucatán. Compañía Tipográfica Yucateca, 1930. p 4.
—Ver también: Arnulfo Ochoa Reyna. Historia de Estado de Durango, México, Editorial del
Magisterio, 1958, p. .112.
-Ver también: César Navarro y Grazziella Altamirano Cozzi. Capitalistas y grupos de poder en
Durango, IIH, UJED, julio de 1991, p 17.
—Ver también: Graziella Altamirano Cozzi. Los años de Revolución en Durango. México. Tesis de
maestría en Historia de México. Facultad de Filosofía y letras. UNAM. 1991. pp. 40 a 43.
71. 71
En 1910, el corte y procesamiento del guayule daba empleo a 11 mil trabajadores,
cuya labor y salario dependían del estado general de los negocios industriales de
Torreón y Gómez Palacio.
El litigio del guayule sobrevivió a la Revolución, y las bonanzas de la Continental
Rubber Co. se evidenciaron con los altos índices de producción como el de 1937
con 19, 743, 517 toneladas y el de 1942 con 55, 727, 554 toneladas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el cambio de materia prima; de las plantas
huliferas por los hidrocarburos, para la fabricación de neumáticos no terminó con el
litigio judicial por una fracción de territorio de Ocuila, y el pleito en los tribunales se
prolongarla sin solución hasta la novena década del siglo XX.28
Un ejemplar de planta de guayule
28
Pobladores de Santiago y San Pedro Ocuila / Antonio Avitia Hernández. Cuencamé, municipio de
Cuencamé, Durango, 1989. Recientemente, el guayule ha resurgido en la investigación por sus
propiedades hipoalergénicas. Los productos de guayule en el mercado son llantas, guantes de
cirugía, catéteres, y sobre todo condones. Además, de las resinas del guayule se pueden hacer
preservantes para maderas, pesticidas y plastificantes. Los residuos de la extracción del látex se
pueden emplear como combustible, o en mezclas con otras fibras para producir papel, entre otras
aplicaciones.
72. 72
Un peón haciendo pacas de guayule, 1900’s
Pila de pacas de guayule, 1900’s
73. 73
Carta abierta de los agraviados ocuiltecos a Porfirio Díaz, 1901
Sello de los pueblos unidos de Santiago y San Pedro Ocuila
74. 74
Fábrica de hule, a partir de guayule, en Goméz Palacio, 1909
Rurales contra mineros
En la mayoría de los centros de trabajo, las relaciones de producción eran tirantes
y, en cualquier momento las ligas de unión, con cualquier tirón, se rompían. Como
sucedió en el poblado minero de Avino, municipio de Panuco de Coronado, en
donde los administradores de la Avino Mines of México Limited decidieron, el 5 de
abril de 1909, no pagar a los trabajadores la raya mensual correspondiente a marzo
y, sin dar razón, el pago fue retrasado varios días. Los miserables mineros,
fastidiados por la situación, se amotinaron y consiguieron la promesa de recibir su
salario devengado y retenido hasta el día 8. Sin embargo, esa tarde, en lugar de
salario los mineros de Avino recibieron la visita del esbirro Octaviano Meraz y sus
eficientes rurales quienes, ya acostumbrados a ejercer la represión, hicieron su
trabajo rápida y limpiamente, poniendo especial cuidado en los dirigentes Mucio
Ramírez y Braulio Ríos. Por su lado, la parte patronal argumentó que no había
pagado la raya a los mineros para que no se embriagaran en ocasión de la Semana
Santa y así no faltaran al trabajo.29
29
Gabino Martínez: "La lucha de clases… Op. Cit”. p. 25
75. 75
Los sucesos de Velardeña o todo se reprime
El 13 de abril de 1908 la Mina de Terneras, del Real de Velardeña, municipio de
Cuencamé, que entonces era propiedad de la Compañía Velardeña Mining and
Smelthing Co. (del capitalista estadounidense Guggenheim) y de la cual se extraía
cobre, fue el escenario de un incendio. Los deudos de las noventa víctimas del
siniestro fueron pobremente indemnizados; otros fueron reprimidos y no pocos
desterrados hacia el sur del país.
Un año después del incendio, los pobladores de Velardeña, dirigidos por el
sacerdote católico Ramón Valenzuela, organizaron una peregrinación con la
finalidad de conmemorar el día de La Pasión y la tradicional quema de los Judas.
Esta peregrinación religiosa fue realizada sin permiso oficial y únicamente contó con
la anuencia de los directivos extranjeros de la compañía minera.
El jefe político de Velardeña, José Antonio Fabián, consideró el ritual católico como
un acto de protesta por los acontecimientos del año anterior, sobre todo porque
coincidía con la fecha del incendio; 13 de abril. Por otro lado, las manifestaciones
religiosas en la época poifirista eran consideradas como violaciones a la Ley de
Culto Externo. Con estos antecedentes, José Antonio Fabián se apresuró a disolver
a los peregrinos y; con la ayuda de cuatro policías locales, se enfrentó a la multitud,
detuvo al sacerdote Valenzuela y lo encerró en el interior de la jefatura de
Velardeña. Los más de mil manifestantes católicos, enardecidos por la acción del
jefe político, se dirigieron a la jefatura y liberaron al padre Valenzuela. En seguida
los policías de Velardeña, armados con fusiles, atacaron a los peregrinos, armados
con piedras. La superioridad numérica de los católicos obligó a los gendarmes a
refugiarse en las propiedades de la compañía minera mientras que la multitud
velardeñense se ocupaba de saquear los comercios del lugar.
Sin pérdida de tiempo, Fabián telegrafió a Durango pidiendo auxilio y el gobernador
del estado, licenciado Esteban Fernández, decidió imponer un castigo ejemplar a
los amotinados de Velardeña. Para lograr su cometido, Fernández juntó a los 30
rurales de Octaviano Meraz, quienes pocos días antes habían tenido acción en
Avino. Para incrementar la fuerza, Fernández pidió al Ejército Federal 60 soldados
76. 76
y de inmediato, el jefe político estatal se ofreció para coordinar los movimientos de
las fuerzas del Gobierno.
Al momento del arribo de la Acordada y el Ejército a Velardeña, muchos de los
amotinados habían huido, otros fueron aprehendidos y, de entre éstos, los esbirros
porfiristas escogieron al azar a 48 hombres a los que, sin formación de causa, los
pasaron por las armas, no sin antes obligarlos a cavar sus propias tumbas en el
lugar mismo de la masacre.
La matanza de Velardeña provocó un gran escándalo en la prensa nacional por lo
que el gobierno aseguró que se haría justicia y aunque los esbirros porfiristas, entre
ellos Antonio Calvillo y Octaviano Meraz, fueron consignados y sentenciados a
prisión y pena capital, poco después dejarían de ser huéspedes de la Penitenciaría
del Estado, merced a sus influencias y complicidades con las autoridades estatales.
Sin empacho, al inicio de la guerra revolucionaria, la mayoría de los rurales de
Durango fueron parle integrante del Ejército Federal.30
El pueblo vengarse jura,
fue tanta la indignación
que incendió la jefatura
hizo horrores, una porción.
Varios comercios saquearon
cometieron desatinos
luego fueron y acabaron
con el hotel de los chinos.
[..]
Los auxiliares llegaron
a Pedriceña, (estación)
30
Lorenzo Parra Durán. Op. Cit., p. 58.
—Ver también: Grazziella Altamirano Cozzi, Op. cit., pp. 44 a 46.
—Ver también: Paul J. Vanderwood. Los rurales mexicanos, México. Ed. Fondo de Cultura
Económica, 1982, pp 136 a 138.
—Ver también: Paul J. Vanderwood. Desorden y progreso, bandidos, policías y desarrollo
mexicano, México. Ed Siglo XIX, 1986. pp. 203 a 204.
77. 77
luego, sin más, agarraron
varios hombres del montón.
Y sin más explicación
a Velardeña marcharon
y en la noche, en el panteón,
a varios de ellos mataron.
Quiénes fueron los dragones
que cometieron tantos males,
estos fueron los pelones
que comandaba Garza González.31
Texto y gráfica sobre los sucesos de Velardeña publicado en el periódico El
imparcial, de la Ciudad de México, el 16 de junio de 1909
31
Montes. El de la Guarida (adjudicado). “Tragedia de los sangrientos sucesos de Velardeña". en:
Enrique Arrieta Silva. Op. cit. pp. 149 a 153.
78. 78
Texto y gráfica sobre los sucesos de Velardeña publicado en el periódico El
imparcial, de la ciudad de México, el 17 de junio de 1909
Texto y gráfica sobre los sucesos de Velardeña publicado en el periódico El
imparcial, de la ciudad de México, el 6 de julio de 1909
80. 80
A estas alturas, para la población durangueña era muy evidente que la implantación
de la violencia institucionalizada había quebrantado la relación de equilibrio entre el
gobierno y los capitalistas, con respecto a las clases populares, y sólo era necesario
un detonante que desencadenara la ira contenida de campesinos, mineros,
vaqueros y obreros sobreexplotados.
La oposición política contra la dictadura del general Porfirio Díaz en el estado
Con antecedentes en organizaciones y clubes políticos de diversas tendencias, el
13 de julio de 1909 se constituyó, en la ciudad de Durango, el Partido Democrático
Durangueño, cuyo presidente fue el señor Ignacio Borrego y, en el mismo año, se
conformó el Comité Local del Partido Antirreleccionista, cuyo dirigente nacional fue
don Francisco I. Madero, correspondiendo la dirección de la célula regional al
ingeniero Pastor Rouaix. Con las mismas intenciones de lucha política, también se
organizaron algunas células de apoyo al Partido Democrático Reyista que promovía
la candidatura del general Bernardo Reyes.32
Estos partidos políticos de oposición electoral al régimen de Porfirio Díaz, actuaron
en campaña por los comicios de 1910, en los que el octogenario dictador dio
legitimidad a su séptima reelección, tras retener el poder ejecutivo desde 1876. Al
efectuarse la ilegal reelección del anciano presidente, sus opositores políticos
pasaron a la acción clandestina.
Las elecciones de 1910 fueron el último intento de la sociedad civil por mantener la
paz y tener una solución política a un conflicto social evidente. En adelante las cosas
tomarían otro camino. La fastuosidad y boato con el que la Comisión Central del
Centenario se esmeró en celebrar los primeras cien años del inicio de la Guerra de
Independencia no pudieron ocultar la miseria, el descontento y la gran distancia
económica entre la oligarquía y el pueblo trabajador.
32
Gabino Martínez Guzmán. "La lucha política en 1910", Transición # 14-15, Durango IIH, UJED,
diciembre de 1993. pp. 4 a 8.
81. 81
II La ilusión de la democracia
La Revolución Maderista
El 5 de octubre de 1910 Francisco I. Madero, presidente del Partido
Antirreeleccionista, lanzó el Plan de San Luis en el que se desconocía al gobierno
de Porfirio Díaz y convocaba a un levantamiento armado nacional, programado para
el 20 de noviembre, bajo el lema de “Sufragio Efectivo, no Reelección”. En el plan
se prometía que, al triunfo de la Revolución, se realizarían algunas reformas
sociales, agrarias, laborales y políticas.
El llamado a las armas del hacendado coahuilense Madero tuvo respuesta en
diversos lugares de la República, y el 17 de noviembre de 1910, el exbandolero de
San Juan del Río, Francisco Villa quien; por su relación con el líder
antirreeleccionista chihuahuense Abraham González, había adquirido cierta
conciencia política y se había retirado de sus actividades delictivas, inició, de
manera prematura, el levantamiento rebelde, junto con su compadre; otro
exbandido nacido en Nieves, Durango, de nombre Tomás Urbina. El inicio de la
guerra maderista fue en la población de Chavarría, Chihuahua.
Durante todo el curso de la Revolución Maderista, Francisco Villa siguió actuando
en el estado de Chihuahua, mientras Tomás Urbina realizaba algunas acciones
bélicas en el norte de Durango. De acuerdo con el Plan de San Luis, el 20 de
noviembre los nuevos rebeldes antirreeleccionistas: Gregorio García, Mariano Ortiz,
Alberto Barrera Zambrano, Orestes Pereyra y Jesús Agustín Castro, junto con otros
46 hombres de la Región Lagunera, asaltaron la ciudad de Gómez Palacio, aunque
en su primer intento fueron rechazados por las fuerzas porfiristas del coronel
Enrique Sardaneta.
Después de su fallido ataque, el grupo rebelde se retiró y se dividió; 15 hombres
siguieron a Orestes Pereyra y a Jesús Agustín Castro, mientras que los demás se
sometieron a las órdenes de Gregorio García. Los partidarios de Castro sufrieron
un tiroteo en Sapioris el día 23. Con estas infortunadas acciones dio inicio la guerra
revolucionaria maderista en el estado de Durango.
82. 82
Tras el rechazo en Gómez Palacio, los guerreros laguneros optaron por avituallarse
y reclutar más adeptos. antes de volver a tomar la iniciativa de ataque contra fuerzas
regulares o auxiliares del porfirismo.
Coincidiendo con el Plan de San Luis, en el extremo oeste del estado, y
precisamente en la Mesa de Guadalupe, municipio de Canelas, Durango, el 20 de
noviembre, los hermanos Domingo y Mariano Arrieta hicieron oír su grito de guerra
en la Sierra Madre Occidental. De la misma manera, en Culiacán, Sinaloa, se
comenzaron a sentir los efectos de la sublevación de Ramón F. Iturbe y Juan
Banderas, quienes, con sus guerrillas de mineros y serranos actuaron en la parte
poniente del estado de Durango. Mientras tanto, persiguiendo la ilusión de la
democracia, en la población de San Juan de Guadalupe, al extremo este del estado,
dio inicio sus operaciones militares al jefe rebelde zacatecano Luis Moya,
secundado por los hombres del durangueño Panfilo Natera.
De hecho, en todos los puntos cardinales del estado, excepto en el extremo sur, se
inició la sublevación con jefes naturales de auténtica extracción popular: mineros,
vaqueros, peones, obreros y pequeños comerciantes, entre otros. Para evitar la
extensión de la sedición, el gobierno comenzó a reprimir y aprehender a las posibles
cabezas, dirigentes políticos o guerreros de la revuelta. Así, el 24 de noviembre, en
San Juan de Guadalupe, un grupo de agentes de la Policía Reservada, pusieron las
esposas a Enrique Bordes Margil, a quien luego trasladaron a la Ciudad de México,
bajo el cargo de agitador maderista, aunque, a estas alturas, la lumbre ya había
prendido y la represión sólo atizaba la ira de los insumisos.
Continuando con los alzamientos, los hermanos Calixto y Antonio Contreras; ambos
oriundos de Cuencamé, junto con José Maciel, seguidos por gente de diversos
puntos de Cuencamé y principalmente de Santiago y San Pedro Ocuila, iniciaron su
actividad revolucionaria al tomar la codiciada hacienda guayulera de Sombreretillo
de Campa, el 3 de diciembre.
Villa Ocampo, municipio de Ocampo, en el norte del estado, fue el escenario del
ataque que Martín Triana se aventuró a realizar el 6 de diciembre.
Comenzando su rebelión en el sur del estado de Chihuahua, Guillermo Baca
incursionó con sus hombres en el norte de Durango y atacó las poblaciones de Mesa
83. 83
de Sandías, municipio de Ocampo y, el 13 de diciembre, ocupó la Estación de
Providencia, del mismo municipio, luchando contra las fuerzas auxiliares del
municipio de Indé, que comandaba Pedro Dávila.
El 8 de enero de 1911, San Juan de Guadalupe nuevamente fue el teatro de otro
ataque rebelde; ahora por parte de los cuencameros Calixto Contreras y Severino
Ceniceros.
Mientras tanto, la prensa local durangueña daba fe de los movimientos de los 26
hombres de la guerrilla de Guillermo Baca, quienes, en su encuentro contra las
tropas del teniente Rómulo Villanueva, en Los Ojitos, municipio de Indé, tuvieron
que lamentar la muerte del mismo jefe Baca y de su segundo Pedro T. Gómez.33
Por el lado de los límites con Sinaloa, resistiendo la persecución, Ramón F. Iturbe
se internó en la Sierra Madre Occidental y, junto con Pablo Serrano, Agustín Chairez
y los hermanos Félix y Miguel Laveaga, se posesionaron de la población de
Tamazula, Durango, el 12 de enero.
En campaña sin descanso, los llaneros de Calixto Contreras a fines de enero son
dueños forzosos de las haciendas de El Zacate y Santa Rosalía, y el 6 de febrero
se atreven a atacar Cuencamé, pero la gendarmería local aún fue lo suficientemente
fuerte como para rechazarlos.
Insurreccionando el extremo sur del estado el zacatecano Luis Moya, tras ocupar
Nieves y San Miguel de Mezquital, Zacatecas, incursionó en el territorio
mezquitaleño, y sin encontrar resistencia ocupa San Francisco del Mezquital, el 6
de febrero de 1911. A estas alturas, sólo el centro político del estado está libre de
levantados.
Sorprendiendo a los soldados y oficiales federales, Luis Moya, a pesar de su
avanzada edad, continuó su campaña y, junto con Pánfilo Natera, ocupó la
población de Nombre de Dios el 8 de febrero y, para el día 12, los maderistas;
contrarrestando la resistencia de los hombres del mayor Ismael Ramos, entraron en
la hacienda de San José del Aguaje. Siguieron de largo los bragados de Moya para
tomar el Real de Velardeña, el día 13 y, para el 16, casi sin descansar, vencen a los
33
La evolución, periódico independíenle, Durango, Tomo XV. enero a diciembre de 1911, Biblioteca
Pública del Estado de Durango, José Ignacio Gallegos Caballero, Sección Hemerográfica, fondo
reservado.
84. 84
auxiliares porfiristas, apoderándose de la; ya varias veces atacada, población de
San Juan de Guadalupe. El gobierno del centro, en un vano intento por contener la
propagación de la revuelta, envió tropas de refuerzo a las estaciones durangueñas
del Ferrocarril Central, en el municipio de San Juan de Guadalupe.
Sin bautizo de fuego, los recién llegados reclutas federales del Onceavo
Regimiento, bajo las órdenes del capitán segundo Fortunalo Moreira, se enfrentaron
contra las tropas de los hermanos Contreras y José Maciel, en la plaza de
Cuencamé, en donde lograron que los maderistas desalojaran momentáneamente
la posición. Las mismas tropas de Moreira, estrenando sus carabinas, se afanaron
en la persecución de la guerrilla de Martín Triana así, el 16 de febrero, en la
hacienda de Fernández, Moreira logró hacer huir a los tríanistas.
Ese mismo día los cuencameros de Contreras y Ceniceros recuperaban la
desguarnecida plaza de Cuencamé, en donde contaban con todo el apoyo de la
población.
Poco a poco las prácticas de la guerra revolucionaria se iban afinando y el 17 de
febrero de 1911, los 50 maderistas de Mariano López Ortiz, mejor conocido como
El Indio Mariano, incendiaron un puente del ferrocarril de Durango a Torreón; ramal
del Internacional, en un tramo localizado cerca de Estación La Goma, municipio de
Lerdo. A la sazón, el capitán primero Trucy Aubert fue enviado para que, junto con
sus tropas, batiera a los rebeldes que incendiaron el puente. Cuando Aubert arribó
al lugar de los hechos, los rebeldes ya se habían alejado de La Goma. De manera
simultánea, los revolucionarios de Martín Triana combatían a las fuerzas regulares
de Moreira, en San Antonio. Sin embargo, los intentos de Triana no dieron resultado
y, en su retirada, sus tropas fueron a parar hasta Nazas.
Esperando una vida mejor, al término de la guerra, los serranos de Conrado Antuna
tomaron Sianorí, municipio de Topia, y Tamazula, municipio del mismo nombre;
asimismo, los insurrectos de Ramón F. Iturbe ocuparon el pueblo de Canelas. Todas
estas acciones ocurrieron el día 20 de febrero. Para ser más eficientes, Antuna e
Iturbe coordinaron y unieron sus fuerzas desde fines de febrero.
En el toma y daca de poblaciones entre porfiristas y maderistas; los de Calixto
Contreras, sin encontrar resistencia, fueron a Sombreretillo en plan de recuperar la
85. 85
hacienda. Fue el 21 de febrero cuando el poblado cayó, volviendo las esperanzas a
los insumisos ocuilas.
Repuesto de sus descalabros el jefe extranviario, Jesús Agustín Castro, una vez
que hizo acopio de una buena cantidad de adeptos; no más de 40, se posesionó de
la plaza de Bermejillo, municipio de Mapimí, el 22 de febrero, e inmediatamente los
jefes militares federales de Torreón enviaron al capitán primero del Duodécimo
Batallón, Joaquín Castillo, a desalojar a los rebeldes castristas. Sin embargo, al
momento del arribo de Castillo a Bermejillo, los laguneros de Castro ya habían
tomado el camino.
A medida que los grupos armados del estado se aventuraban a atacar posiciones
militares federales y poblaciones más grandes, la incertidumbre y la Inseguridad
crecía entre los habitantes de la ciudad de Durango, y algunos personajes de la
burguesía de la Perla del Guadiana comenzaron a empacar sus pertenencias para
trasladarse a la Ciudad de México o a los Estados Unidos, mientras se calmaba la
situación.
La prensa local se preocupaba por dar su versión de los acontecimientos
revolucionarios en el estado, como el hecho de que las partidas de Marino López
Ortiz y José Maciel se habían juntado y avanzaron sobre Purísima y Saucillo, el 22
de febrero, y para el día 26 combatieron en Estación Gabriel; hoy Francisco I.
Madero, contra las tropas del Décimo Quinto Regimiento de Caballería, que dirigía
el capitán Luis Parra. La defensa de Parra dio buenos resultados y los maderistas
desistieron de su intento.
En el norte del estado, tras la muerte de Guillermo Baca, Maclovio Herrera tomó
bajo su mando el grupo de revolucionarios que Baca dirigió. El día 24 de febrero de
1911, Maclovio Herrera atacó las poblaciones de Nazas y San Juan del Río,
transformando la zona en territorio maderista. El cerco rebelde cada vez se cerraba
más sobre la capital del estado.
Con sus rápidos y sorpresivos movimientos guerreros, en el noreste del estado, el
jefe Calixto Contreras se presentó el 24 de febrero en las estaciones de Jimulco y
Picardías, municipio de Lerdo, en donde las fuerzas federales resultaron impotentes
para impedir la destrucción de las vías férreas y las líneas telegráficas. Sin embargo,
86. 86
el gobierno de Porfirio Díaz seguía destacando efectivos para combatir a los
rebeldes cuyas acciones eran cada vez más audaces, efectivas y experimentadas.
El día 25, los insurrectos de Luis Moya ocuparon nuevamente la cabecera del
partido de Nombre de Dios, una vez que habían reforzado a sus efectivos, en un
raid efectuado por las haciendas de Poanas y de La Ochoa. En Nombre de Dios,
los hombres de Moya vencieron a los gendarmes del comandante local Tiburcio
Rivas, y siguiéndose de largo, sin ir muy lejos, el mismo día se posesionan de la
población de Súchil.
De manera infructuosa; Ramón F. Iturbe y Conrado L. Antuna, atacaron Topia, los
días 27 y 28 de febrero de 1911. Al no poder ocupar el poblado, debido a la eficaz
resistencia que presentó el jefe político de Topia. los rebeldes serranos se retiraron
con rumbo a Canelas.
Los adeptos del maderismo se multiplicaban en el estado y de esa manera, el 28 de
febrero, otro grupo insurgente se levantaba en Nombre de Dios, esta vez
comandado por el jefe Máximo García. Los nuevos revolucionarios, sin arriesgarse
mucho, al tener conocimiento de la presencia de tropas federales de Estación
Gabriel y en Tapona; hoy Guadalupe Victoria, decidieron internarse en territorio
zacatecano.
Para esos mismos momentos, José Maciel había tomado diversas poblaciones de
los municipios de Mezquita] y Nombre de Dios. Todo el estado estaba en guerra;
los poblados, rancherías y haciendas caían en manos de los revolucionarios y, en
ocasiones; las acordadas de rurales, los gendarmes locales y las fuerzas federales
combatían y recuperaban los poblados que posteriormente volvían a ser ocupados
por otra guerrilla rebelde.
Las partidas maderistas poco a poco se iban articulando para conformar
contingentes mayores. La Revolución progresaba y el gobierno porfirista era
incapaz de atender los llamados de auxilio que llegaban de todos los municipios.
Comenzaban a oírse y repetirse los nombres de los jefes más arriesgados y
victoriosos, mientras que sus hazañas comenzaban a ser contadas como hilos que
tejían las leyendas que engrandecían su mitología: Moya, Contreras, Ceniceros,
Iturbe, Arrieta, Antuna, Maciel y Castro, son sólo algunos de esos nombres
87. 87
localizados en sus propios terrenos; en los valles, en los llanos, en la sierra y en el
desierto. En tres meses, el estado reprimido iba reconociendo otras formas de
ejercicio de la justicia con la crueldad de la guerra, mientras que; en el resto del
país, se iba cuestionando la conveniencia de la permanencia del dictador Díaz en
el poder ejecutivo.
El éxito épico de los alzados maderistas alentó la sublevación de algunos pacíficos
indecisos, como Antonio Franco y Agustín Beltrán, quienes se levantaron en el
poniente, en los límites con Sinaloa, y tomaron la población de Guadalupe de Los
Reyes, Sinaloa, el 2 de marzo de 1911.
En la Región Lagunera, el subteniente Lamas quien, con su tropa, defendía la
Fábrica de Hilados y Tejidos de La Concha, fue vencido por las fuerzas de Calixto
Contreras, el 6 de marzo. Lamas recibió el apoyo de los efectivos del capitán
segundo Luis Parra y; ante la presencia de los recién llegados federales, los
contreristas desalojaron la plaza.
Percatándose de que, si actuaban separados, sus esfuerzos se diluían, los
revolucionarios maderistas serranos de: Conrado Antuna, Ramón F. Iturbe y
Domingo Arrieta, optaron por integrarse en un sólo contingente para capturar la
difícil plaza de Topia. Contando con un total de 400 galafres, los maderistas de la
sierra atacaron y ocuparon Topia el día 9 de marzo, luego de 43 días de asedio y
rudos combates. En la acción, los insurrectos capturaron a los 300 defensores
porfiristas que eran comandados por el jefe de rurales Ruperto Rodríguez, en lo que
se significó como una de las más sobresalientes acciones de la guerra maderista
en el estado.
Ruperto Rodríguez era
el jefe de los sitiados
y él fue quien les propusiera
la paz a los pronunciados.
En la casa Americana
se arregló la transacción,
88. 88
a las tres de la mañana
se hizo la rendición.
(…)
En fin, todos los soldados
que defendían a Porfirio,
cabizbajos, demudados,
andaban con gran suspiro.
(…)
Ese día doce de marzo
día feliz y venturoso,
las armas de los maderos
contaron gloria de gozo.34
Repuestos de sus fallidos ataques de 1910 a Gómez Palacio, los hombres de Sixto
Ugalde y Gregorio A. García, lucharon en el sur del estado de Coahuila y, para el 9
de marzo de 1911, internándose en Durango, ocuparon la población de Tlahualilo.
Después del combate de la Fábrica de La Concha, los hombres de Mariano López
Ortiz se separaron del grupo de Calixto Contreras y José Maciel y se dirigieron a
guerrear a territorio chihuahuense. Por su parte, el grupo de Contreras y Maciel
arribó a la hacienda de Saucillo el 9 de marzo, y el día 10 atacaron Pedernales
venciendo a las tropas regulares de Fortunato Moreira. No contento con su derrota,
Moreira pidió refuerzos a la ciudad de Durango, y el día 11 arribaron a la zona las
tropas regulares y los rurales, bajo el mando del mayor Teodoro Valdivieso. Ante la
presencia de los porfiristas, los rebeldes optaron por la táctica de la retirada, con
rumbo a Tapona.
La inseguridad se había generalizado en el estado, grupos de bandidos se hacían
pasar por revolucionarios y no había fuerza capaz de ejercer el poder ni el orden.
Como una medida extrema, el gobierno del estado decretó el 10 de mayo la
suspensión de las garantías individuales en el territorio estatal, más con la finalidad
34
Cuauhtémoc Serrano. “El corrido de Ia toma de Topia", en: Arrieta Silva, Enrique. Op. cit., pp 155
a 161.
89. 89
de proteger las propiedades de los hacendados y capitalistas mineros que por la
seguridad en sí.
Con la confianza ganada en la toma de Topia, Domingo Arrieta y sus hermanos,
junto con sus tropas serranas, se dirigieron rumbo a la capital del estado; mientras
tanto, Iturbe y Banderas comenzaban a planear su avance hacia Culiacán, Sinaloa.
El 11 de marzo, continuando con su raid, la gente de Calixto Contreras y José Maciel
tomaron el mineral de Avino y, el día 12, fueron sorprendidos por los federales del
mayor Valdivieso. Golpeados, los revolucionarios huyeron y fueron perseguidos por
las tropas del capitán Luis Flores, hasta cerca de Pánuco de Coronado.
Por su parte, Martín Triana y su segundo, José De la Torre, con sus pronunciados,
sufrieron una derrota en el intento de tomar Villa de Indé donde, el jefe político; con
el auxilio de los gendarmes y voluntarios porfiristas, logró neutralizar a los rebeldes,
el día 14 de marzo. Sin opción, los trianistas tomaron con rumbo a La Zarca.
En el lado oeste del estado, el mismo día, Ramón F. Iturbe ocupaba Tamazula. En
el municipio de Indé, los de Triana y Maciel combatían contra los defensores
porfiristas de Cieneguilla y Nazas, entre el 17 y el 19 de febrero, venciendo al oficial
Evaristo Barraza. Con estos encueniros, los trianistas se hicieron de una buena
cantidad de caballos.
Poco a poco, armados sin regularidad y avituallándose con los botines arrebatados
a sus enemigos, los revolucionarios Iban conformando el nuevo poder emergente,
por lo que la crónica del conflicto se iba haciendo cada vez más gruesa en acciones
de guerra, mientras que la inestabilidad económica comenzaba a hacer estragos en
los negocios que, por la inseguridad, preferían cerrar y suspencer sus actividades,
antes que continuar laborando, incrementando el desempleo, el desplazamiento y
la emigración de la población.
Estación Ceballos, municipio de Mapimí, fue el escenario en el que, por primera vez,
actuaron de manera concertada las fuerzas de los jefes: Jesús Agustín Castro,
Orestes Pereyra, Gregorio García, Sixto Ugalde, Francisco Palacios y Pedro López.
La unión de las tropas dio por resultado el triunfo en la batalla por la posesión de la
estación y, de paso, se tuvo el control temporal y parcial de la vía del Ferrocarril
Central.
90. 90
Entre los días 23 y 24 de marzo, los hombres de Triana sostuvieron encuentros en
San Pedro del Gallo y San Luis del Cordero, contra la tropa del mayor Valdivieso y
del teniente Filiberto Cortés, sin que el triunfo se definiera para ninguno de los dos
grupos de combatientes.
Tomás Urbina, el compadre de Francisco Villa, ingresó en el territorio estatal,
procedente de Chihuahua, y se posesionó de Villa Ocampo, entre el 25 y el 26 de
marzo, contando con el apoyo de las fuerzas de Castro y Maclovio Herrera. Los
federales atacaron Villa Ocampo, pero al percatarse de la superioridad numérica de
los rebeldes, solicitaron refuerzos. Cuando se avistó la fuerza federal de auxilio, los
rebeldes optaron por retirarse, para no arriesgar sus fuerzas y pertrechos.
El 25 de marzo los instigadores del litigio de San Pedro y Santiago Ocuila, Calixto
Contreras y Severino Ceniceros, junto con los hombres de José Maciel, atacaron el
mineral de Velardeña. Los maderistas buscaban apoderarse de la dinamita del
mineral, pero el teniente del Décimo Primer Regimiento, Francisco D. Boneta, se
sostuvo en su posición de defensa de Velardeña y no permitió la entrada de los
revolucionarios.
Viendo difícil la toma de Velardeña, los rebeldes cuencameros se dirigieron a la
cabecera del municipio de Cuencamé, y pocos días después, tras espantar a los
caballos de las tropas del teniente Lamas, ocuparon su poblado predilecto y
aprehendieron a Larna:.
Sin quitar el dedo del renglón, los cuencameros volvieron a cargar sobre Velardeña,
el 5 de abril; mientras que los porfiristas del capitán Miguel Villarreal resistieron el
ataque de los rebeldes, Villarreal pidió auxilio y su llamado fue atendido. Poco
después, siguiendo la táctica del menor riesgo y del ataque seguro, los
revolucionarios se retiraron de Velardeña, sin haber podido obtener el preciado botín
del depósito de dinamita de la Velardeña Mining and Smelthing Co.
Así como los contingentes revolucionarios se hacían más grandes, los efectivos y
grados de las tropas federales enviados a combatirlos también son mayores. Los
constantes ataques rebeldes a los reales de minas atemorizaron a los
estadounidenses que residían en los mismos y, llenos de zozobra, los empleados
de Velardeña y Asarco, comenzaron a regresar a su país, mientras que los gerentes
91. 91
de esas corporaciones decidían clausurar, al menos temporalmente, las compañías
que dirigían. El trabajo comenzó a faltar y no fueron pocos los desempleados
durangueños que optaron por: emigrar, tomar las armas o retornar a actividades no
industriales de sobrevivencia.
Avanzando sin contratiempos y fuerte ya con 1, 000 hombres, el jefe Domingo
Arrieta se dirigió a Tepehuanes y ante su embate guererro, la guarnición de la plaza,
compuesta de 20 auxiliares, huyó sin pensar siquiera en oponer resistencia a los
serranos alzados. Así, Santa Catarina de Tepehuanes fue ocupada por los alzados
arrietistas el 7 de abril.
Por otra parte, los 300 hombres de Maclovio Herrera ocuparon la plaza de Indé, el
8 de abril, y después tomaron con rumbo al estado de Chihuahua.
El mismo día, el jefe Agapito Bañuelos sucumbió en su rebeldía durante el combate
que libró en Santa Rosalía de Menores, municipio de Simón Bolívar.
En una rápida acción, Tomás Urbina reingresó en su estado y tomó Santa María del
Oro, municipio de El Oro, el 12 de abril.
Los guerrilleros de Ramón F. Iturbe, luego de sostener combates en Cieneguilla y
Arroyo de Víboras, se parapetaron en Tamazula, manteniendo su posición los días
12 y 13, mientras eran atacados por tropas porfiristas. Al agotárseles el parque, los
iturbistas tuvieron que abandonar sus posiciones, con múltiples bajas y sin tener
descanso, ya que los leales a Porfirio Díaz los persiguieron hasta la población de
Ventanas, municipio de San Dimas.
Iniciando la coordinación de las fuerzas rebeldes estatales, el 14 de abril los
maderistas de Calixto Contreras, Severino Ceniceros, con los maderistas de
Domingo y Mariano Arrieta, junto con los de Conrado Antuna, se concentraron en
las inmediaciones de la ciudad de Durango. Ante la cercanía de los insurrectos, el
jefe porfirista de la guarnición de la ciudad, Prisciliano Cortés, organizó un desfile;
para dar la imagen de contar con un poderoso contingente porfirista, anexando a
sus tropas a los miembros de la policía locaI y a los de la Acordada de Rurales.
Sin dejarse intimidar, los revolucionarios intentaron un primer ataque a la ciudad de
Durango, el 14 de abril de 1911. Sin embargo, la carga fue rechazada, por lo que
92. 92
los maderistas se dispersaron, dirigiéndose a sus zonas naturales para
reabastecerse y reorganizarse.
El 16 de abril, en la Región Lagunera, Jesús Agustín Castro, sin contar con el apoyo
de Gregorio García, ni con el de Ugalde, ni el de Pereyra, avanzó sobre Nazas y
ocupó la población, luego de un combate en el que sucumbió el jefe político de
Nazas. En esa misma fecha el capitán primero Antonio M. Priani tenía a su cargo la
guarnición de Santiago Papasquiaro, cuando los ya para entonces 1, 500
revolucionarios arrietistas quienes, en un veloz raid, habían tomado Otaez, Victoria
y Sardinas, abrieron fuego sobre los defensores porfiristas de Santiago
Papasquiaro. La refriega se prolongó hasta el día 17. En el combate Priani resultó
prisionero, y algunos oficiales y soldados regulares pudieron escapar hacia la ciudad
de Durango.
(…)
Adiós Villa de Santiago,
tú eras la más afamada,
quién te vido quién te ve,
pareces depositada.
(…)
Tus pueblos se te cambiaron
todos en contra de tí,
los tendrías muy agraviados,
según me parece a mí.
Decía el capitán Arrieta
cuando comenzó la guerra:
“Muchachos, primero muertos
que entregar nuestra bandera."
El diecisiete en la noche,
la guerra se terminó,
93. 93
dicen que ganó Madero
y el capitán lo agarró.
(…)
Se vienen a las haciendas,
donde hay mucho que agarrar,
piden armas y caballos,
también sillas para montar.35
En medio de la adversa situación militar para los porfiristas, ante la incontenible
marcha de las tropas revolucionarias, la caída de Santiago Papasquiaro y el
consecuente asedio rebelde a la ciudad de Durango, el gobernador del estado,
licenciado Esteban Fernández, presentó su renuncia el 20 de abril ante el Congreso
del Estado y para sustituirlo se nombró al diputado Ventura G. Sarabia.
Martín Triana quien, con su gente, había hecho destrozos en las vías férreas de las
estaciones de Yerbanís y Pasaje, se unió con las fuerzas del jefe Calixto Contreras
y juntos emprendieron la ocupación de San Juan de Guadalupe, cosa que lograron
luego de un breve tiroteo, el 19 de abril.
El día 20 se suscitó otro ataque a la ciudad de Durango, pero el teniente Monroy,
dirigiendo la artillería porfirista, logró dispersar a los rebeldes.
Los hermanos Matías y Sergio Pazuengo, antiguos mineros al servicio de la
Compañía Minera Contraestaca, se habían levantado en armas desde 1910; pero
el día 17 de abril de 1911 el capitán Domingo Arrieta quien, a la sazón, al
consumarse la toma de Santiago Papasquiaro, fue reconocido como el jefe principal
de la Revolución Maderista en el estado, ordenó a Matías Pazuengo el ataque a
Canatlán. Pazuengo cumplió sus órdenes y ocupó Canatlán el 21 de abril.
La toma de Canatlán formaba parte del plan militar rebelde para el avance definitivo
sobre la ciudad de Durango, con la seguridad del triunfo, al cortarse todas las
posibles rutas de auxilio a los porfiristas de la capital del estado.
35
F. García. "Tragedia original de los maderistas dedicada al señor don Francisco I. Madero o Corrido
de la toma de Santiago Papasquiaro", en María y Campos, Armando de. La Revolución Mexicana a
través de los corridos populares. Tomo 1, México. INEHRM # 25, 1962. pp 145 a 148.
94. 94
El día 24 se reportó otro ataque a la Perla del Guadiana, por parte de las tropas de
Arrieta, y se considera que los arrietistas fueron obligados a desistir por las tropas
de Prisciliano Cortés.
En la Región Lagunera, el jefe Emilio Madero, hermano de don Francisco I. Madero,
se dirigió a Gómez Palacio, mientras que el rico industrial lagunero Pedro Lavín,
extrañamente afiliado al maderismo, derrotó al jefe político de Ciudad Lerdo, coronel
Zúñiga. En la acción Pedro Lavín, miembro de la familia propietaria del famoso
centro productor lagunero conocido como Perímetro Lavín, obtuvo
momentáneamente el control de Ciudad Lerdo.
Durante la Revolución Maderisla, algunos hacendados laguneros no dudaron en
armar a diversos grupos de hombres entre sus peones, para que se transformaran
en la fuerza de defensa de sus propiedades. Sin embargo, en la mayoría de los
casos, el resultado del reclutamiento fue adverso a los capitalistas, ya que muchos
de los trabajadores laguneros; sin dudarlo, se afiliaban al bando rebelde aportando
a la causa, las armas y cartuchos con que habían sido dotados por sus patrones.
Sumándose a la guerra de La Laguna, Jesús Agustín Castro llegó a Mapimí, el 28
de abril. En este lugar, el jefe político había organizado la defensa con 200 hombres,
pero la mayoría de ellos rindieron sus fusiles ante las fuerzas de Castro, sin
presentar combate y, sin pensarlo dos veces, se anexaron a las filas de la rebelión.
Escabullándose de la persecución de las tropas del jefe de armas de Torreón;
teniente coronel Rosendo Casillas, entre el 30 de abril y el 1 de mayo, el jefe Agustín
Castro y sus guerreros laguneros ocuparon, desalojaron y volvieron a ocupar las
ciudades de Lerdo y Gómez Palacio, estrechando el cerco sobre la Perla del Nazas.
Para estas fechas, multiplicando las partidas rebeldes, se habían pronunciado las
guerrillas maderistas durangueñas de: Enrique R. Najera, Elpidio Velázquez, Juan
Espinosa, Blas Corral Martínez y Juan Gualberto Amaya.
En la última decena de abril, las acciones rebeldes se desarrollaron en todo el
estado: La hacienda de La Ochoa fue atacada por Muñoz, mientras que Félix
Valtierra, Fernando y Juan Martínez, Rufino Arreóla y Guadalupe Ramos, al frente
de 200 pronunciados, ocuparon San Juan del Río, el día 28.
95. 95
Como dato aislado pero interesante, el magonista, miembro del Partido Liberal
Mexicano de tendencia anarquista, Everardo Nuñez atacó Nombre de Dios en el
mismo mes de abril. De hecho, la guerra de Nuñez no fue ideológicamente la misma
que la de los maderistas. Fue otra revolución.
Con la mayoría de sus hombres en armas contra el gobierno, en ese mes, la
población del municipio de San Dimas se declaró, de propia voluntad, afiliada a la
causa maderista y al Plan de San Luis.
Continuando con su guerra anarquista, Everardo Nuñez ocupó la fábrica de Hilados
y Tejidos en La Constancia. Comenzaba ya la división de facciones en medio de la
debacle del poder porfirista.
El primer día de mayo se suscitó otro nuevo y vano ataque a la ciudad de Durango
y, el día 4, federales porfiristas y revolucionarios arrietistas intercambiaron disparos
de fusil en las goteras de la ciudad.
Haciendo evidente el deterioro económico que se avecinaba por la guerra
revolucionaria, el mismo 4 de mayo la Compañía Minera Peñoles anunció su cierre
con el consecuente despido de trabajadores. Si embargo Minera Peñoles
sobreviviría a todas las vicisitudes del periodo revolucionario.
El 9 de mayo de 1911, las fuerzas unidas de los jefes revolucionarios: Emilio
Madero, Jesús Agustín Castro, Orestes Pereyra, Benjamín Argumedo, Sixto Ugalde
y Calixto Contreras, entre otros, dieron inicio al asedio sobre la ciudad de Torreón,
Coahuila.
Argumedo adelantó el ataque a Torreón por el lado oriente, luego Castro ordenó la
avanzada de sus laguneros por el lado norte. La ciudad de Torreón estaba
defendida por 1, 800 hombres bajo las órdenes del general Emiliano Lojero.
El sitio de Torreón se prolongó hasta el día 19, fecha en que los federales porfiristas
desalojaron la ciudad por el rumbo del Cañón del Huarache, en el municipio de
Lerdo,
Los 5, 000 maderistas que Castro dirigía fueron bautizados por Emilio Madero, como
La Segunda División del Norte. Un incidente lamentable cuestionó los fundamentos
ideológicos que movían a los maderistas: Antes de la entrada de la Segunda
División del Norte a la ciudad de Torreón, el general porfirista Emiliano Lojero había
96. 96
azuzado a los miembros de la numerosa e industriosa comunidad china de
Torreón36
, en contra de los maderistas, argumentándoles que el ataque era dirigido
específicamente contra ellos. Sin medir las consecuencias, Lojero aprestó armas a
los colonos asiáticos. De esta manera, cuando los maderistas entraron en Torreón
recibieron las descargas de fusil de los temerosos y manipulados chinos. De
inmediato, los maderistas repelieron la agresión y contraatacaron a sus agresores.
El saldo de la acción fue de 300 asiáticos muertos. Según testimonios recogidos por
Juan Puig: “Benjamín Argumedo, en ese momento y lugar, dio la orden expresa de
matar a los chinos; les mandó matarlos: él mismo lo reconoció, lo confesó con
ingenuidad ante el juez instructor militar.”37
Al tener conocimiento de la matanza de los asiáticos, el jefe Castro ordenó que se
protegiera a los chinos y que se suspendiera el saqueo que se había desatado por
parte de los maderistas y, poco a poco, se logró restablecer el orden.
El ensañamiento contra los chinos de Torreón hizo correr la conseja de que uno de
los motivos de la Revolución Maderista era la xenofobia antichina porque, según la
conseja divulgada; la inmigración china provocaba la depreciación de los salarios
de los nacionales. El fuego maderista acabó también con los edificios de la
Asociación Reformista China, el Banco Chino y el de la Compañía de Tranvías
Wayik.38
Con fecha quince de mayo
por fin Torreón se rindió,
después de dos días de lucha
que tanta sangre costó.
(…)
Ese general Lojero
que allí quería sucumbir,
36
La población china tenía diversos negocios de: hoteles, comercios, lavanderías, restaurantes y
banca, entre otros, en la Región Lagunera
37
Juan Puig. Entre el Río Perla y el Nazas, La China Decimonónica y sus braceros emigrantes, la
colonia China en Torreón y la matanza de 1911, México. CONACULTA. Colección Regiones. 1992.
38
Alfonso Taracen a. Op. cit.