Abril 24: Santa María Eufrasia
Rosa Virginia nació en el norte de Francia el 31 de julio de 1796. Ingresó en la Orden de Nuestra Señora de la Caridad, convento fundado por san Juan Eudes en 1641, donde toma el nombre de Eufrasia. Apasionada por la vida que llevaban estas hermanas religiosas, quiso multiplicar su estilo de vida y lograr expandir esta misión a todas las naciones.
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150 años de la Pascua de
Santa María Eufrasia
Una de las cosas más bellas de hacer parte del proyecto
de Dios en la historia es sentirse llamado a dejar un
legado con el potencial de generar cambios transversales
en la diferentes realidades en las que se construye la
sociedad. Una de las razones por las cuales la iniciativa
de san Juan Eudes dio tantos frutos para la Iglesia fue por
resignificar la relacionalidad entre Jesús y el ser
humano; el santo comprendió que ser cristiano
implicaba el auténtico compromiso de formar a Jesús a
tal punto de desear asumir como propios su vida y su
corazón.
Tal cambio de perspectiva, él quiso impregnarlo a la
obra que estaba consolidando, pues estaba convencido
de que la renovación de la Iglesia necesitaba ante todo
volver la mirada a Dios para hacerse su instrumento, y
no hacer de Dios el instrumento de la Iglesia, a tal punto
de perder la autenticidad de la vida cristiana
fundamentada en orar, trabajar y ejecutar cualquier
acción al estilo de Jesús, para convertirse en un hacer sin
más.
Santa María Eufrasia, quiso ser instrumento de Dios
porque encontró en la propuesta de Juan Eudes una
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opción por los pobres y los marginados, y se
comprometió con esa inclinación, para seguir no solo el
legado del padre Eudes, sino el de Cristo, siempre
dispuesto a salir al encuentro de los más necesitados. La
mayor ocupación de la hermana María fue tener la
misma mirada del buen pastor, que se ocupa de cada
oveja para levantarla, sanarla, asumir sus cargas y
resignificar el sentir de su vida. Después de 150 años de
su pascua, recordar su vida ha de motivar a cualquier
cristiano a luchar por la dignidad de cada persona, que
en su corazón anhela sentir el legado de Jesús en la
historia.
ROSA VIRGINIA PELLETIER
“SANTA MARÍA EUFRASIA”
Rosa Virginia nació en el norte de Francia el 31 de julio
de 1796. Ingresó en la Orden de Nuestra Señora de la
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Caridad, convento fundado por san Juan Eudes en 1641,
donde toma el nombre de Eufrasia. Apasionada por la
vida que llevaban estas hermanas religiosas, quiso
multiplicar su estilo de vida y lograr expandir esta
misión a todas las naciones.
San Juan Pablo II recuerda este acontecimiento como “la
disposición en su corazón de abrirse al mundo para
despertar poco a poco el deseo de salvar almas y llevar
una acción misionera” (Juan Pablo II, Mensaje a la
Reverenda Madre Liliana Tauvette con ocasión del
segundo centenario del nacimiento de Rosa Virgina, 31
de julio de 1996).
De esta manera comenzó la organización en un
Generalato para las fundaciones que se le pedía realizar.
Este se convirtió en el origen de la Congregación de
Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, que se
diferenció de la fundación originaria de san Juan Eudes,
cuyo espíritu conservó siempre con gran cariño.
María Eufrasia fundó en el transcurso de su vida 110
casas en todos los continentes. Murió en Angers, el 24
abril de 1868. Fue beatificada en 1933 por Pío XI y
canonizada en 1940 por Pío XII. Hoy las Hermanas
Activas del Buen Pastor y las Hermanas Contemplativas
del Buen Pastor sirven en 65 países, abrazando el mundo
con su celo por la salvación de todas las personas.
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Palabras de santa María Eufrasia
A imitación del Buen Pastor
Jesucristo, el Buen Pastor, es el modelo que debemos
tratar de imitar para adquirir la perfección de nuestro
estado. Puesto que él se dignó asociarnos a su obra y nos
ha colocado, para hacer sus veces, en el redil en donde
ha reunido tantas ovejas infortunadas, es deber nuestro
formarnos según su espíritu y vivir su misma vida.
No podrán hacer el bien, queridas hijas, ni tendrán el
espíritu de nuestra vocación sino cuando tengan los
pensamientos, sentimientos, afectos del Buen Pastor.
De él deben ser imágenes vivientes.
Ahora bien, ¿qué ha dicho Cristo de sí mismo? He
venido a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 1 0)? Y
¿qué ha hecho? Ha seguido en pos de los pecadores con
solicitud de padre, ha soportado toda clase de fatigas
para hacerlos regresar a él. ¡Recuerden la bondad
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inefable con que acogió a la Magdalena! Véanlo sentado
sobre el brocal del pozo de Jacob; está fatigado y
descansa un poco; es que está esperando un alma; quiere
convertir a la samaritana.
Considérenlo después de su resurrección: sigue
ejerciendo su oficio de Buen Pastor; va en busca de dos
ovejas que, desconsoladas y tristes, abandonan
Jerusalén, la ciudad de la paz, para irse a Emaús, castillo
de confusión. Se junta con los dos discípulos cuya alma
estaba consternada y su fe vacilante, y marcha con ellos,
sin ir más aprisa ni más lento. Toma parte en su
conversación, se adapta a su debilidad, para instruirlos e
iluminar las tinieblas de su espíritu.
Este es el ejemplo, amadas hijas, que debemos imitar,
porque están destinadas a llegar a ser otros tantos
buenos pastores. Es necesario que imiten la abnegación,
el espíritu de caridad y de celo del mismo Jesucristo.
Como él irán a Emaús a buscar ovejas fugitivas y,
cumpliendo con ellas las funciones de buen pastor,
volverlas al redil.
Vuestra tarea es difícil, pero es grande, noble y divina,
a los ojos de la fe. No deben acobardarse por los
obstáculos. A veces Dios mismo los pone ante nosotros
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para reavivar nuestro celo cuando nos tienta la tibieza.
El objeto de nuestros pensamientos, deseos, palabras y
acciones debe ser la salvación de nuestras queridas
ovejas, a ejemplo de nuestro Salvador, cuyos
pensamientos, deseos, palabras y obras no tenían otra
meta.
(De las pláticas de santa María Eufrasia Pelletier
6: Angers, 1907, 39-41)
“¿Qué hacemos
en este mundo y para qué estamos en él si
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no es para contribuir a la salvación de
nuestros hermanos?... Presentemos a
nuestro Señor las almas que le han costado
su sangre y su vida como prenda de nuestro
amor y como un título para la recompensa
eterna que él nos prepara”.
(De las pláticas de santa María Eufrasia Pelletier
4 y 62: Angers, 1907, 29-31. 360)
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Jesús, único amor de mi corazón, objeto
único de todos mis amores!, Solo tú eres
digno de amor en el cielo y en la tierra.
¿Cuándo será que solo te miraremos y
amaremos a ti?
San Juan Eudes
390)(O.C. I,
Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación:
Jorge Luis Baquero - Hermes Flórez Pérez