Sierva de Dios María des Vallées
El 25 de febrero es una fecha significativa para la familia eudista: se hace memoria de la Sierva de Dios María de Vallées, quien se convirtió en un personaje clave en la vida de san Juan Eudes, especialmente en su aspecto fundacional.
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PRESENTACIÓN
La Unidad de Espiritualidad Eudista los invita a cele-
brar como Gran Familia Eudista, el día en que se re-
cuerda a María des Vallées, la llamada “santa de Cou-
tances”.
La hermana María es una figura muy importante en la
vida de san Juan Eudes y, especialmente, en la obra
fundacional que emprenderá en el año 1641, siguiendo
la divina voluntad que Dios le daba a conocer a través
de esta mujer.
Hoy la recordamos y queremos proponerles una refle-
xión de san Juan Eudes sobre la sierva de Dios, que
aparece en el libro “La vida admirable de María des Va-
llées
P. Álvaro DuarteTorres, cjm
Director Unidad de Espiritualidad Eudista
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BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA
María de Vallées nació el 15 de febrero de 1590 y mu-
rió en 1656 en Fran-
cia. Recibió muy
tempranamente los
sacramentos de la
Eucaristía y la Con-
firmación, momento
desde el cual se en-
tregó completamente
a la divina voluntad.
El ambiente en que María nació estuvo marcado por la
corrupción, la poca preparación de los eclesiásticos, la
miseria y el desamparo de la gente pobre y las prácticas
ocultas. María fue una gran mística incomprendida de
su tiempo.
¿EN QUÉ CONSISTE LA
VERDADERA DEVOCIÓN?
(San Juan Eudes, Vida admirable de María des Vallées, Libro 9, Sección
2, Cap. 4
En el año de 1645, el día de santa María Magdalena, la
hermana María vio varias personas de rodillas y en de-
voción, en la capilla del Santo Rosario. Preguntó a
Nuestro Señor en qué consistía la verdadera devoción.
Su respuesta fue esta: “La verdadera devoción tiene tres
grados. El primero es amar solamente a Dios y amar
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todo en él y por amor de él. El segundo, aborrecerse a
sí mismo y dar muerte a todas sus pasiones, sentimien-
tos y deseos a fin de que allí quede solo Dios que vive y
reina. El tercero, vivir fuera de su ser natural, de una
vida desconocida a quien la posee”.
“La verdadera devoción, decía un día la hermana María,
consiste en darse entera-
mente y de todo corazón a
Dios para que haga en no-
sotros todo cuanto le plaz-
ca. Es injusticia grande pri-
var a Dios de la libertad
que debe tener de disponer
de su criatura en la forma
según su beneplácito. Nos
dio la libertad para hacer lo
que queramos. ¿No es razo-
nable también que él tenga
libertad entera y absoluta de hacer de nosotros lo que
quiere? Quienes le sirven para que les dé su paraíso, o
para que los libre del infierno o les dé gracias y conso-
laciones le quitan esa libertad.
Por eso la perfecta devoción consiste en hacer y sufrir
todo lo que pide de nosotros, muy gustosamente, y por
amor de él sin consideración ni de paraíso, ni de in-
fierno, ni de ninguna otra cosa, contentándonos con
serle agradables, con entrega y abandono total a su di-
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vina voluntad, a fin de que luego de haber hecho, me-
diante su gracia, todo lo que hayamos podido en su ser-
vicio, él nos envíe a la nada, si así le place, o incluso al
infierno así estuviéramos allí sin pecado.
En una palabra, la verdadera devoción consiste en re-
nunciar enteramente a nuestra voluntad y a nuestra li-
bertad para darla a Dios, para que nos conduzca por el
que camino que le plazca, en enfermedad o en salud,
en abundancia o en pobreza, en consolación o en de-
solación y que haga de nosotros lo que le plazca en la
vida y en la muerte, en el cuerpo o en el alma, en el
tiempo o en la eternidad, sin búsqueda de nuestros in-
tereses, no queriendo sino su gloria y el cumplimiento
de su adorable voluntad.
VIVA JESÚS Y MARÍA
¡Cristianos con corazón en fuego!