Este documento describe varios factores relacionados con el desarrollo de la inteligencia. Explica que la inteligencia no es innata sino que se puede potenciar mediante el ejercicio y la estimulación. También describe algunas habilidades básicas como la comprensión verbal, el razonamiento y la memoria que son componentes de la inteligencia. Finalmente, señala que para desarrollar la inteligencia es importante que los ejercicios sean una actividad gratificante y lúdica para el niño.
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El desarrollo de la inteligencia
Por José Luis Riva
Los problemas de aprendizaje en los escolares
Cada año son muchos los niños y adolescentes que no pueden con sus
estudios y el fracaso que así se produce genera un sinfín de problemas perso-
nales y familiares, a veces con resultados lamentables. La triste reiteración,
curso tras curso, de tan elevados porcentajes de fracaso nos lleva a reflexio-
nar y preguntarnos si, definitivamente, se debe aceptar como normal que tan-
tos alumnos se vean privados de la posibilidad de éxito. Desde luego nuestra
reacción es inmediata y rápida: ¡De ninguna manera! No es en modo alguno
normal que se produzca un tan elevado índice de fracaso escolar y decidida-
mente hay que tratar de erradicarlo.
¿Cuál es la causa principal del fracaso escolar? ¿Dónde se encuentra
la raíz que lo propicia? Existe variedad de opiniones al respecto, pero nadie
duda de que, en buena parte, lo que impide alcanzar el éxito a la inmensa ma-
yoría de los que fracasan es no disponer de suficiente capacidad intelectual
con la que hacer frente a los estudios . Una inteligencia escasa favorece el
fracaso. La autoestima del educando, favorecida o deteriorada por el influjo
de los adultos, juega también un papel determinante en este contexto de éxito
y fracaso escolar.
Está claro que para tener éxito en los estudios es imprescindible dispo-
ner de una buena capacidad mental. Ser inteligente es, por tanto, un requisito
imprescindible para triunfar . ¿Y cómo se es inteligente?
Todavía hay quien considera que la inteligencia es algo que se recibe
como regalo, algo genético, de herencia biológica; desde esta perspectiva
ser inteligente o torpe sólo depende de los genes recibidos de los respectivos
progenitores. Quienes así piensan consideran que los niños están programa-
dos desde su nacimiento para alcanzar un determinado nivel de realización
intelectual. Según ellos, el fracaso se produce de forma inevitable puesto que
quien no ha tenido la suerte de heredar una buena capacidad mental debe
cargar de por vida con este lastre. No cabe duda de que tal postura resulta
bastante cómoda para quienes la sustentan: de esta forma se elude la respon-
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sabilidad, como padres o profesores, sobre el fracaso de los hijos o alumnos.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad que esa concepción here-
ditaria o innata de la capacidad mental. La inteligencia no es algo de lo que
se pueda disponer gratuitamente or la simple maduración del sujeto, que se
distribuya al azar entre las personas o que venga programado por la carga
genética de cada individuo. Cierto que cada persona dispone al nacer de un
enorme potencial de capacidad mental, pero esta potencialidad sólo se hace
realidad si el sujeto la desarrolla de forma sistemática y constante con el ejer-
cicio. Además, para que este proceso se realice, la ambiente que rodee al niño
debe ser estimulante y motivador.
La consideración de que la capacidad intelectual se potencia mediante
el ejercicio no es una simple opinión que algunos defiendan gratuitamente.
Se trata de la opinión más generalizada entre los expertos y tiene un riguroso
fundamento científico basado en las experiencias realizadas por notables in-
vestigadores. como el Dr. Glenn Doman, especialista en lesiones cerebrales,
que ha certificado los importantes logros intelectuales que pueden alcanzar
sujetos con lesiones de ese tipo. La estimulación y el ejercicio permiten ele-
var notablemente la capacidad intelectual de deficientes por causa de una
lesión cerebral o por factor genético (síndrome de Down) a los que hasta no
hace mucho se les consideraba prácticamente incapaces de superar límites
elementales de desarrollo. Esas mismas técnicas, que tan excelentes resulta-
dos han producido en deficientes, aplicadas a niños normales permiten poten-
ciar sin limite su capacidad mental.
La inteligencia se la tiene que construir cada uno. Los niños pueden
aprender a ser inteligentes con la ayuda y estímulo de otros, generalmente de
sus padres y profesores, pero sólo si realizan sus experiencias personalmente.
No pueden aprender por absorción, limitándose a mirar o escuchar, sino me-
diante una intervención directa y práctica en lo que aprenden. Lo aprendido
y asimilado les convierte en más capaces de lo que eran anteriormente y a su
vez los capacita para nuevos y más complejos aprendizajes.
Enseñar a ser inteligente
Hablar de potenciar la capacidad intelectual de un niño puede producir
una cierta inquietud en padres y profesores por considerarse limitados en sus
posibilidades o por pensar que se trata de una tarea compleja y difícil. Sin
embargo, desarrollar la inteligencia de un niño puede suponer a veces un
desafío, pero no es forzosamente un trabajo penoso y mucho menos desagra-
dable. Esta tarea ha de considerarse como una actividad sencilla y placentera,
capaz de gratificar tanto al niño que la realiza corno al adulto que la estimula.
La mayor parte de los elementos o recursos del método para desarrollar la in-
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teligencia se basan en procedimientos susceptibles de tomarse como un juego
que se realiza sin esfuerzo y en un clima muy agradable.
El secreto del éxito de la potenciación intelectual se encuentra en la
adopción progresiva de actitudes nuevas y más constructivas con respecto al
desarrollo mental, así como en una mejor apreciación de lo que no funciona
bien y por qué no funciona.
Es muy importante constatar que el desarrollo de la inteligencia no tiene
sólo como objetivo obtener buenos resultados en los estudios y no fracasar.
Esto es nada más que una parte. Una buena capacidad intelectual ofrece al
niño -y al adulto en el que se va a convertir- la posibilidad de elegir y optar
entre diferentes alternativas. Le proporciona como un salvoconducto para
poder acceder a nuevas oportunidades y no conformarse con lo que se ha
adquirido en la etapa escolar. Le ofrece la llave que puede abrirle el camino
hacia experiencias nuevas y agradables que podrá iniciar espontáneamente.
El niño de inteligencia brillante tiene en sus manos, en un grado mucho más
elevado que el torpe, el poder de controlar su destino, goza del privilegio de
decidir con mayor confianza y seguridad a dónde le gustaría llegar en la vida
y el mejor camino para conseguirlo.
Las facultades intelectuales de un niño se pueden comparar con las ri-
quezas de un millonario . Un hombre rico, si lo desea, puede elegir vivir en la
pobreza o disfrutar de sus bienes; pero el hombre pobre, en cambio, no puede
optar por el lujo que le está prohibido . Una buena capacidad intelectual no
obliga a un niño a tomar caminos no deseados, pero le permite elegir siempre
sin ningún tipo de limitación.
Adquirir una destreza suele ser cuestión de práctica y de tiempo. Por
este procedimiento se puede aprender a arreglar relojes, a jugar a ping-pong
o a hablar en japonés. Esa misma norma sirve para la inteligencia. Cuanto
más se hace trabajar el cerebro, mayor será su capacidad de trabajo. Cuanto
mas se utiliza la memoria, mejores rendimientos producirá. Cuanta más con-
fianza se tiene en las capacidades mentales, tanto más estará justificada esa
confianza. La mente humana es como un recipiente mágico que aumenta de
capacidad a medida de que se va vertiendo más y más en él. Las habilidades
adquiridas sirven siempre como trampolín para lanzarse de nuevo hacia ad-
quisiciones de mayor envergadura y calidad.
¿Qué es la inteligencia?
A pesar de que se trata de un término muy corriente y del que todo el
mundo habla, la inteligencia no tiene hoy una definición en la que la mayoría
de los especialistas estén de acuerdo. Los atributos o características que se
le asignan y en los que hay una mayor coincidencia son la capacidad para
adaptarse al medio ambiente, el dominio de los procesos mentales básicos y
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la habilidad para razonar, solucionar problemas y tomar decisiones, factores
que se conocen como componentes del pensamiento de nivel superior .
La verdad es que no es imprescindible disponer de una definición muy
precisa del concepto de inteligencia . Será suficiente para nuestro propósito
examinar el conjunto de operaciones mentales que se requieren para afrontar
las tareas habituales en la escuela y en la educación y que se pueden conside-
rar como los útiles o herramientas de trabajo que los niños y las personas en
general necesitan para su desarrollo mental y para su aprendizaje .
Lo primero que se constata es que la comunicación que se establece
entre niños y adultos se realiza a través de las palabras, del lenguaje. El niño
debe acceder a conocer con exactitud el significado de los vocablos que escu-
cha y utiliza para poder comunicarse sin errores: lo que piensa, lo que dice y
lo que interpreta su interlocutor debe tener el mismo significado . Conocien-
do con exactitud el contenido o las ideas que se expresan con palabras y sus
diferentes acepciones, entra en contacto con los adultos, con los libros y con
los diferentes medios de comunicación a través de los cuales recibe una gran
cantidad de información que puede asimilar. Esta capacidad de comprensión
verbal se constituye así en factor esencial de la inteligencia. Un factor que se
puede mejorar y enriquecer permanentemente por múltiples sistemas, pero
sobre todo a través de la lectura, afición que, además de entretener y divertir,
convierte a las personas en más competentes y más inteligentes.
Otro elemento imprescindible en la actividad de aprendizaje es el pen-
samiento lógico o la habilidad para deducir e inducir conclusiones a partir
del análisis de las características de los objetos, animales o personas. Esta
operatividad mental permite sacar partido de los conocimientos que se tienen
y llegar a nuevas conclusiones. Normalmente se conoce este factor como
capacidad de razonamiento.
Siempre relacionado con lo anterior, se encuentra otro factor importante
que es la capacidad de atención entendida como habilidad para concentrarse
en una tarea sin distracciones que dispersen. Esta habilidad exige un buen do-
minio de la voluntad y saber prescindir en un momento dado de todo aquello
que produce distorsión o alejamiento de lo que se quiere que constituya el
centro de interés.
Para situarse bien en el espacio, tomar referencias, captar las dimensio-
nes y perspectivas, interpretar planos y mapas y dibujar se precisa la com-
prensión espacial. Muchas cosas, aparatos, máquinas e instalaciones se pre-
sentan en los libros mediante croquis, cortes, perfiles, etc., que hay que saber
interpretar para entender su constitución y funcionamiento. Este nuevo factor
o herramienta intelectual tiene una notable importancia en todo aprendizaje.
A pesar de la difusión que están teniendo las pequeñas calculadoras de
bolsillo, la habilidad para el cálculo mental o habilidad numérica sigue re-
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sultando imprescindible y ello implica que el niño lo domine a la perfección
como un automatismo que no le exija después un ulterior esfuerzo.
La memoria es también una herramienta muy importante en el aprendi-
zaje, pero hay que entenderla siempre como un complemento de los demás
factores, sobre todo de la comprensión verbal y del razonamiento, y nunca
como un sustituto. Lo que se retiene
en la memoria ha de ser comprendido previamente, de lo contrario sólo
servirá como dato retenido y no podrá ser utilizado jamás puesto que no se
sabe para qué sirve .
Se puede considerar que las habilidades enumeradas hasta aquí son las
herramientas básicas del trabajo intelectual y que cuando un sujeto las posee
en un grado suficientemente desarrollado se dice de él que es inteligente. Un
escolar o cualquier persona es tanto más inteligente cuanto más desarrolladas
tiene sus habilidades mentales, pudiendo así afrontar con éxito situaciones
nuevas o problemas desconocidos hasta el momento de presentarse para dar-
les la solución adecuada.
Estas habilidades, como la inteligencia general que las abarca a todas
y de la que forman parte o son aspectos o factores esenciales, no se reci-
ben gratuitamente, ni florecen espontáneamente dentro de uno, ni se pueden
aprender por simple información. Deben desarrollarse de forma gradual con
la práctica de la comprensión, del razonamiento, de la atención, del cálculo,
de la habilidad espacial, de la memoria y de la solución de problemas. Si no
se trabaja en ellas, no crecen.
Aprender a ser inteligentes
Decidir que hay que hacer ejercitar y trabajar los diferentes componen-
tes de la inteligencia no debe interpretarse como que sea necesario efectuar
actividades desagradables, rutinarias o molestas. Si los ejercicios que se efec-
túan para ser inteligentes adquieren estos matices negativos, es seguro que
en modo alguno servirán para conseguir los fines propuestos. El desarrollo
positivo de la capacidad intelectual debe consistir en una actividad del todo
gratificante. Por ello los ejercicios que se realizan para lograrlo deben inter-
pretarse más como un juego que como una tarea. En consecuencia, si un niño
no se lo pasa bien al hacerlos, si no se divierte, es que no se le ha sabido plan-
tear bien, no se le ha motivado lo suficiente o se le está impulsando a hacer
algo para lo que todavía no está preparado. En este caso habrá que cambiar
de táctica o de materiales.
En el campo del desarrollo de la inteligencia no se pueden dar saltos,
quemar etapas o dar por supuesto lo que no es evidente. Se tiene que empezar
siempre por algo que el niño ya domine, que sepa afrontar con sus recursos
actuales y que le produzca satisfacción . Para ello no es preciso dedicar un
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tiempo prolongado: se debe emplear sólo el necesario para mantener su inte-
rés. Cuando se aprecien síntomas de fatiga no hay que insistir . Es mucho me-
jor esperar a que sea él mismo quien reclame la actividad en otro momento.
La ayuda del adulto es muy útil y en ocasiones se hace imprescindible,
pero es importante no suplir nunca la iniciativa del niño. En lugar de contes-
tar sí o no cuando pregunte si está bien lo que ha hecho, es mucho mejor que
aprenda él mismo a verificar si sus respuestas solucionan o no el problema
planteado. Por eso una buena forma de responder a sus preguntas es formu-
larle otras nuevas que le pongan en situación de comprobar por sí mismo si es
o no correcto lo que ha hecho o dicho. El argumento de autoridad no se debe
utilizar cuando se trata de capacitación mental.
Constatar los errores cometidos y aceptarlos es un progreso importante
en el proceso de crecimiento intelectual. El niño debe entenderlo así y el
adulto lo ha de poner de manifiesto haciendo evidente que el aprecio que le
tiene se lo tiene por sí mismo y no por los logros que pueda alcanzar. Equivo-
carse tiene mucha importancia y enseña qué procedimientos deben excluirse
cuando se ha constatado que no sirven para alcanzar los objetivos que se
persiguen.
Los términos que se emplean en los ejercicios-juego normalmente pue-
den ser comprendidos de inmediato. Sin embargo, es posible que algunos el
niño no los conozca y en este caso es importante que se le explique con exac-
titud su significado o, mejor todavía, que se le habitúe a consultar el diccio-
nario. Esto, junto con la afición a la lectura, favorece mucho la comprensión
y crea hábitos muy positivos para el estudio.
Los ejercicios que se plantean para desarrollar la inteligencia adquieren
expresamente la apariencia de entretenimientos o de juegos. Con ello lo que
se pretende es que la acción personal del niño se realice de forma espontá-
nea, con gusto y que produzca satisfacción. Jugar a pensar es sencillamente
ejercitar el pensamiento, el razonamiento, la lógica. Jugar así es aprender,
entendiendo este concepto como capacitación personal para poder realizar
operaciones mentales superiores partiendo de lo ya interiorizado o aprendido.
El objetivo que se propone este tipo de materiales es sencillamente el de
estimular el ejercicio de las habilidades mentales que constituyen la inteli-
gencia para que el niño se encuentre perfectamente capacitado para afrontar
con normalidad los problemas que se le planteen y pueda así, lógicamente,
estar preparado para alcanzar el éxito en sus estudios y también en la vida.