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Tema:
Los Retos y Desafíos de la Educación Popular en América Latina
Sustentado por:
Leidy Laura Reyes Gavilán
Presentando a:
Maestra María Gabriel Sánchez
Asignatura
Pedagogía social
Entrega:
24 de March de 2022, 12:12
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Introducción
Se reconoce que con los planteamientos de Paulo Freire a principios
de los años sesenta, empieza a consolidarse lo que hoy se identifica como
educación popular, la cual tomó cuerpo y reconocimiento a partir de los años
setenta. Anteriormente, Freire había trabajado en las barriadas desde los
planteamientos de la escuela activa en la que se destacan pensadores como
Freinet, Dewey y Pestalozzi (Marco Raúl Mejía, 1992)
La educación popular se desarrolla con énfasis distinto según los
grupos políticos, sociales y eclesiales que la impulsen: sectores de izquierda
partidaria, comunidades eclesiales de base, instituciones de investigación y
educación, quienes asumieron esta perspectiva de formación con ciertos
matices de diferencia. Pero todas estas vertientes tenían de fondo el
planteamiento de Freire sintetizado al señalar que la educación no es un
acto neutro y que lo más importante, más allá de métodos y técnicas, es "la
claridad con relación a la opción política del educador o de la educadora,
que incluye principios y valores que él o ella asume."
Se plantea la educación popular como un acto esencialmente humano
y político por lo que prontamente se llega, como dice Marco Raúl Mejía
(1992) a un primer gran acuerdo: la educación popular, lo es, no sólo por el
sujeto a quien va dirigida, sino por la intencionalidad social y política con la
que se hace.
Desde esta mirada, se enfatiza un proceso dialéctico de construcción de
conocimiento:
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partir de la práctica, teorizar sobre ella, regresar a la práctica. En este
proceso, los sujetos dialogantes se educan unos a otros a la vez que tienen
como referente la lectura de la realidad que pretenden transformar, pues
como aparece en el "Si bien por un lado se desarrollaron procesos de
concientización que tenían en el análisis de la realidad y en la formación
política, inspirados en la visión marxista de la historia y de la sociedad, la
base de los cursos en los barrios populares y entre los campesinos en
América Latina".
Vale decir que el cambio de escenario de los años noventa con el fin
de la guerra fría, el auge de políticas neoliberales, la globalización y el
impacto tecnológico, provocó un proceso conocido como Re-
fundamentación de la Educación Popular. En ese proceso se plantea que
"los roles y tareas de la educación popular van a depender de los contextos,
las coyunturas y los sujetos. Por lo tanto, es difícil hablar de los límites de la
educación popular y roles únicos, pues la educación popular se relaciona
con coyunturas variables, en las cuales se debe garantizar su carácter
democrático y pedagógico."
En este proceso, y en medio de una realidad desafiante, se plantearon
críticas con la intención de ampliar visiones y responder a la nueva situación:
"la educación popular se entendía como un proceso de concientización
ligado a la noción de intereses de clase de carácter estratégico; con esa
visión, se redujo el problema a lo económico-político y se pasaron por alto
los intereses más inmediatos y específicos de personas y de grupos; por
esto, la saturación y el rechazo fueron las consecuencias que en algunos
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casos las instituciones educativas tuvieron que recibir. Lo educativo y lo
político no se diferenciaban" (Papeles del CEAAL, 1994)
No obstante, estos planteamientos, algunos como Alfonso Torres
consideran que no ha habido re-fundamentación, mientras Carlos Núñez
(2000) dice que no está convencido de que realmente ha habido un proceso
de re-fundamentación, aunque reconoce que el debate permitió profundizar
en los fundamentos pedagógicos y asumir posturas más abiertas y
tolerantes respecto a otras concepciones.
A pesar de lo anterior, conviene puntear algunos rasgos que distintos
autores coinciden en que son definitorios de la educación popular. Estos
rasgos configuran un verdadero horizonte de aportes. Y si colocamos en
contrapunto lo que Pedro Pontual considera ejes temáticos de la vida y la
obra de Paulo Freire, entonces tenemos un cuadro que recoge dos
referentes que permiten identificar y aproximarnos a perspectivas de las
experiencias de educación popular.
Esta síntesis de indicadores de una práctica educativa y de la vida y
obra de Freire, nos orienta en la aventura de plantear otros elementos
centrales que siguen vigentes como aportes de la educación popular. Entre
ellos destacamos tres:
a. El contexto y prácticas como referente. Un abordaje a partir de esa
permanente lectura crítica del contexto personal y social de los excluidos,
como estrategia formativa que orienta la acción transformadora. Claro que
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esta mirada se va enriqueciendo con nuevas herramientas de análisis como
aportes de diversas disciplinas de las ciencias sociales.
De igual manera, la mirada crítica a las experiencias de la propia
organización y el intercambio con otras, sirven de base para reorientar los
proyectos y proyectar futuras intervenciones. Consideramos que esta
mirada al contexto y la práctica constituyen uno de los aportes centrales de
la educación popular que permiten partir de lo concreto.
b. Reconocerse como sujetos capaces de propiciar cambios. El
crecimiento en autonomía e identidad, así como la confianza en que pueden
impulsar procesos de transformación de la realidad hacia una vida digna
para todas y todos, es una ganancia que hoy es un aspecto fundamental en
el desarrollo de procesos emancipadores.
c. La articulación entre lo pedagógico y lo político. Esa intencionalidad
social y política emancipadora permitió descubrir que el acto educativo
nunca es neutral, por lo que se requiere un claro posicionamiento acorde
con la realidad de los sujetos populares. El peligro siempre va a estar
cuando se trate de superponer un aspecto al otro.
Retos y Desafíos de la educacion popular en América Latina
Son múltiples los énfasis que hoy día se colocan a los desafíos de la
educación popular según diversos contextos. Por ejemplo, resulta
particularmente interesante los siguientes puntos de vista que plantean
algunos estudiosos del tema:
Pilar Ubilla (2000) plantea: el desafío político y cultural está en construir
la unidad en la diversidad, superando la fragmentación y apostando a un
nuevo bloque social, capaz de plantear nuevas opciones. Esto significa
fortalecer las redes, el protagonismo de las poblaciones, contribuir
efectivamente a formas de democracia con participación popular y
ciudadanía. Este planteamiento sugiere un proceso de ampliación y
ejercicio pleno de los derechos humanos, en una perspectiva de
desarrollo de una ciudadanía activa capaz de analizar, concertar,
proponer e incidir en los diversos contextos.
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Las propuestas siguen siendo fortalecer el poder de los sectores
populares, precisamente en una etapa histórica en que los modelos
vigentes multiplican las formas y niveles de exclusión. Esto en apertura y
diálogo con otros sectores sociales que también aportan a la construcción
de un paradigma emancipatorio.
Oscar Azmitia (2000) habla de recuperar prioritariamente el espacio
pedagógico, el espacio cotidiano, la ética y la dimensión cultural de los
sujetos desde una perspectiva de proceso. Estos aspectos nos parecen
fundamentales con la salvedad de que lo pedagógico y lo político deben
ir estrechamente articulados sin que uno se trague al otro.
Desde la perspectiva que se viene trabajando en el Foro Social Mundial,
se requiere que, ante la globalización que vivimos, avancemos e
incidamos desde lo local y específico de los sujetos, pasando por lo
nacional hasta llegar a consolidar un espacio público internacional, con
reflexiones y propuestas que confronten la lógica de exclusión social,
política y cultural agravada en los últimos años.
Profundizar en la relación escuela- comunidad de manera que las
experiencias de formación de una nueva ciudadanía no funcionen en
paralelo o lo que sería peor, en oposición, además de enriquecerse
mutuamente.
Frei Betto (2001), que el movimiento popular debe enfrentar el desafío
metodológico de partir de lo personal a lo social, de lo local a lo nacional,
de lo subjetivo a lo objetivo, de lo espiritual a lo político y lo ideológico.
Ahora, el trabajo de base sólo tendrá éxito si se asocia placer con el
deber, creatividad artística y formación, estética y ética.
No hay duda de que este conjunto de elementos representa un gran desafío
para la educación popular en este inicio del siglo XXI.
América Latina, de los bancario a lo popular; “En las décadas de los
sesenta y setentas, la educación no formal de adultos tiene su desarrollo
más importante y significativo a partir del impacto causado por la Revolución
Cubana” (Jara, 2010, 5). En esta época se produce un gran impulso a una
educación de adultos desde la perspectiva del “desarrollo de la comunidad”.
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Surge en ese proceso la “Pedagogía de la Liberación”, así fue como Freire
nombró originalmente a su propuesta. En Brasil, antes del golpe militar de
1964, se gestan el Movimiento de Educación de Base y los Centros
Populares de Cultura. Freire plantea una filosofía educativa basada en su
experiencia práctica, que plantea una forma innovadora de establecer las
relaciones entre la educación y el ser humano, la sociedad y la cultura. Los
conceptos “concientización” del efecto negativo de una “educación bancaria
y domesticadora” son fundamentales en esta filosofía, “en otras palabras la
noción de que la educación se centra en el estudiante y no en el resultado
de la interacción entre el estudiante y el maestro”. (Jara, 2010, 5). Con el fin
de las dictaduras en América Latina, producto del levantamiento de los
pueblos, se genera todo un movimiento político, ideológico, que ha ido
cambiando de forma y ha detonado en la elección de presidentes con
discurso de izquierda, estos hechos se reflejan en lo educativo, no se puede
mantener la educación bancaria, que es el reflejo del sistema, implica un
sujeto-banca, que escucha, copia y memoriza, sin embargo la necesidad de
un cambio se expresa en no querer reproducir el sistema con la educación,
más bien, romper con él, crear algo nuevo.
Los caminos cruzados: forma de pensar y educar en América Latina,
que introduce la relación entre “educación permanente” (influencia europea),
“educación de adultos” y “educación popular” (influencia latinoamericana),
afirmando “que representan el retorno de la educación de las clases
populares y de toda educación a su condición de movimiento”, la ideología
que marcaría decisivamente el pensamiento y las practicas futuras de la
educación popular. (Branda, 1981, citado en Jara, 2010).
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La propuesta de un modelo nuevo surge de la reflexión acerca del
“déficit de las políticas educacionales en la región y su impacto en la función
y efectividad de la educación como derecho pleno del hombre” (Brito, 2008,
p. 30). Sin duda, las nuevas políticas y agendas educacionales demandan
“un programa educativo integral comprometido con el cambio, que parta de
una educación abierta, responsable, crítica” (Brito, 2008, p. 30). Porque sin
duda “Educar es abrirse hacia el cambio, es aprender, es cambiar
permanentemente”. (Van, 2008, p.1) Los procesos de educación popular en
América Latina actualmente se plantean propuestas acerca de un tipo de
educación que nos permita a las personas “construirnos como sujetos y
actores con ciertas capacidades fundamentales. En primer lugar, la
capacidad de romper con el orden social imperante que se nos impone como
única posibilidad histórica (el modelo de globalización neoliberal)”. (Jara,
2010, 38) Es prudente señalar que en este contexto se entiende lo “popular”,
en los dos sentidos que propone el sociólogo Gallardo:
Por un lado, se basa en la noción de “pueblo social” (sectores sociales
que sufren asimetrías de cualquier tipo: opresión, discriminación, exclusión,
explotación, etc.); y, por otro, en la noción de “pueblo político” (cualquier
sector que lucha por eliminar dichas asimetrías). Así ´, una educación
“popular” hace referencia a aquellos procesos político - pedagógicos que
buscan superar las relaciones de dominación, opresión, discriminación,
explotación, inequidad y exclusión. Visto positivamente, se refiere a todos
los procesos educativos que buscan construir relaciones equitativas y justas,
respetuosas de la diversidad y de la igualdad de derechos entre las
personas. (Gallardo, 2006, citado en Jara, 2010).
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Entonces buscamos un modelo educativo que responda a la
necesidad del pueblo de equidad social, la misma que puede alcanzar
conociendo su condición, los porqués de la misma y qué hacer para
transformarla, aquí viene el rol de la educación popular, por supuesto no
sola, podemos vincularla con los procesos de desarrollo comunitario por
ejemplo, lo que se busca es una educación entendida y practicada “como
un acto liberador requiere de un marco epistemológico en el que el
conocimiento es construcción social permanente de los sujetos educandos,
en el acto personal y social de comprender(se) y liberar(se)” (Van, 2008,
p.19). Finalmente se debe mencionar que este modelo educativo está ligado
a la acción, en este sentido, el enfoque es inevitablemente político o tiene
implicaciones políticas en el sentido general del término (García, 1980,
citado en Jara, 2010)
Aterrizando en la educación popular
Ver de nuevo lo antes visto casi siempre implica ver ángulos no percibidos.
La lectura posterior del mundo puede realizarse de forma más crítica, menos
ingenua, más rigurosa.
(Freire, 1997, citado en Brito, 2008)
La Educación popular como proceso sistemático de participación en la
formación, fortalecimiento e instrumentalización de las prácticas y de los
movimientos populares tiene el objetivo de “apoyar el pasaje del saber
popular al saber orgánico, o sea, del saber de la comunidad al saber de
clase en la comunidad” (Gadotti, 2006, citado en Brito, 2008). Se entiende a
la Educación Popular como “un sistema metodológico de referencia” esto
implica subrayar su carácter plural y dinámico. La Educación Popular busca
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dejar de ser mera teoría, porque “constituye un sistema metodológico,
necesariamente dinámico, cuyo objetivo consiste en facilitar la acción
transformadora desde sectores populares para el mejoramiento de sus
propias condiciones de vida” (Van, 2008, p.3). La Educación Popular
entonces es también concebida como “un concepto que se define en la
praxis” (Núñez, 1992, 53).
La educación popular “Es una pedagogía para la transición social, y
por tanto define su actividad educativa como una acción cultural cuyo
objetivo central puede resumirse en el término concientización” (Torres,
2002, p. 37), a más de concienciación, se busca la criticidad, uno de los
elementos importantes de esta metodología es el diálogo, pero un diálogo
activo, sincero, problematizador, creador “La pedagogía crítica se inserta en
las corrientes pedagógicas y significa un punto de partida para problematizar
y convertir la educación en una herramienta al servicio del cambio y la
transformación de las sociedades latinoamericanas”. (Brito, 2008, p. 29)
Tal educación ofrece la capacidad de afirmarnos como personas
autónomas, pero no auto centradas, sino como seres que podemos superar
el antagonismo entre el yo y el/la otro/a y desarrollar las potencialidades
racionales, emocionales y espirituales como hombres y como mujeres. Esto
también requiere superar la socialización de género patriarcal y machista y
construir nuevas relaciones de poder en la vida cotidiana y en el sistema de
relaciones sociales, políticas y culturales. (Jara, 2010, 39).
Aterrizando concretamente en lo metodológico, se plantea que el
proceso de educación popular tiene tres etapas:
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Facilitar, en los grupos y colectivos sociales, el conocimiento o
reconocimiento (nosotros diríamos ‘el aprendizaje’) de su realidad
social y de sus formas de actuar y desenvolverse en ella.
Favorecer el desarrollo, personal y colectivo, de la capacidad de
analizar, comprender y transformar esa realidad concreta.
Impulsar la organización de grupos y colectivos, la vertebración de un
tejido social capaz de actuar con autonomía en la mejora de su
realidad (Bustillos y Vargas, 1991, citado en Van, 2008).
Conclusiones
La educación popular brinda la capacidad de “cuestionar los estereotipos y
patrones ideológicos y éticos vigentes como verdades absolutas (el
individualismo, la competencia, el mercado como regulador de las
relaciones humanas”). (Jara, 2010,38). La capacidad de “aprender y
desaprender permanentemente. La educación popular permite apropiarse
de una capacidad de pensar”. (Jara, 2010, 39). Como plantea Freire, “La
educación liberadora no produce, por sí´ misma, el cambio social [...] pero
no habrá´ cambio social sin una Educación Liberadora” (Freire1985, citado
en Jara, 2010).