1. Jean- COMAROFF
John Lm COMAROFF
Violencia y ley en la poscolonia:
una reflexion sobre las
complicidades Norte-Sur
-7 Obsesiones criminales despues
de Foucault: poscolonialismo,
vigilancia policial y la metafisica
deldesorden
2. Vialencia y ley en la pascalania:
una reflexi6n sabre las camplicidades
Norte-Sur·l
Durante los Ultimos anos, las descripciones de
las naciones poscoloniales se han convertido en
una terrorifica epopeya de anarquia y violencia,
anadiendo un tone brutal a los arquetipos
europeos de subdesarrollo, abyecci6n y conflic-
tos etnicos. Ninos bandoleros en Africa, senores
de la droga en los paises andinos, pirate ria
intelectual en China y fraude electr6nico en la
India se suman a un panorama de la politica
y la economia grotescamente desolador: una
pesadilla de gobiernos disolutos, de profanaci6n
* Esta conferencia tuvo lugar en el Centro de Cultura
Contemponinea de Barcelona (CCCB) el6 de octubre de 2006
dentro del cicio "Traducir eI mundo a partir de Africa".
1 EI presente texto es una version corregida y muy resumida
del prologo y la introduccion a nuestro volumen publicado
Law and Disorder in the Postea/any (University of Chicago
Press, 2006).
3. de la ley, del recurso rutinario a la violencia
como medio de produccion; una pesadilla,
tambien, en la que la linea que separa al politico
del delincuente se difumina hast a desaparecer
por completo. En Africa, todo esto se refleja en
trilladas metaforas sobre la maleficencia: "clep-
tocnhico" es ahora un adjetivo aceptado del
Estado. Tanto es asi que en 1995, en un informe
oficial frances se aseguraba que comenzaba a ser
dificil distinguir entre los regimenes en el poder
yel crimen organizado. Y que ambos se habian
tornado excesivamente violentos. Atnis queda-
ron los simp<iticos informes de una "politica del
estomago": un sentido mas siniestro de la "cri-
minalizacion" ha pas ado a caracterizar la ultima
epoca de la lamentable historia del sur global.
Todo ello plantea un problema, una suposi-
cion y una paradoja, en este preciso orden.
En primer 1ugar nos ocuparemos del proble-
ma. lEstan realmente las poscolonias de Africa,
Asia, Europa 0 America Latina mas sumidas
en la violencia desordenada, los tejemanejes
inciviles y el terror incontrolado que los demas
estados-naci6n del siglo XXI?tSe estan hundien-
do aun mas en el caos? tHay alguna caracteristi-
ca que permita distinguir las clases de
criminalidad, coacci6n y corrupcion que hay
en ellas? lAcaso el uso de guiones sobre el que se
han erigido -esto es, la des-articu1acion entre 10
post- y 10 colonial- hace referencia a una transi-
ci6n de las que marcan un hito, a una liminali-
dad rabelesiana? lAcaso las poscolonias estan
viviendo ejemplos de la celebre maxima
de Marx (1936: 824) segllll la cualla violencia
"es la comadrona de toda sociedad vieja que
lleva en sus entrafias otra nueva", mas aun, de
"todo cambio en la historia y en la politica"?
lO bien la suya es una condici6n permanente,
un despliegue de larga duraci6n en el que los
estados modernos instaurados con la "descolo-
nizaci6n" ya no resisten frente ala privatizaci6n
de casi todo, al creciente desorden y a la pujante
anarquia? La respuesta instintiva a todas estas
preguntas, segun los especialistas criticos, los
intelectuales publicos conservadores y los me-
dios de comunicaci6n populares -que es donde
surge la suposici6n- es que S1. Si, en las poscolo-
nias reina un desorden excesivo y particular. Si,
se estan hundiendo aun mas en el caos. Si, esto
parece ser un estado cronico. La prueba es
evidente. No se presta suficiente atenci6n a la
posibilidad de que se trate de algo mas profun-
do, algo inherente ala coyuntura de violencia,
soberania e i-legalidad que existe en todas
h'ill•••••••••• , ---------
4. partes; y tambien de c6mo un lenguaje de la
criminalidad y una metafisica del desorden
han incidido en la imaginaci6n social, tifiendo
percepciones de la identidad y la exclusi6n,
asi como los medios y los fines de la politi ca.
Ai mismo tiempo, yaqui es donde parece
residir la paradoja, muchas poscolonias convier-
ten en fetiche la ley, sus metodos y sus medios.
Incluso cuando se ridiculizan, caricaturizan,
suspenden 0 embargan, estos metodos y medios
suelen ser fundamentales para la vida diaria de la
autoridad y de la ciudadania, para la interacci6n
de los estados y los individuos, las leyes, las susti-
tuciones y las tomas de poder. Sin cesar se redac-
tan nuevas constituciones, se hacen llamamientos
a los derechos, se reinventan democracias de
procedimiento y se presentan demandas por
injusticias. Y sin cesar tambien, los gobiernos, los
grupos de composici6n diversa y las coaliciones
de intereses recurren al sistema juridico para
resolver sus diferencias. Como veremos, incluso
el pasado es rebatido ante jueces tocados con
peluca, a menudo a traves del torturado lenguaje
de los agravios. Y todo ello pese al hecho de que
cada vez hay mas gobern antes que se muestran
dispuestos a suspender la ley en nombre de una
emergencia 0 una excepci6n, a hacer caso omiso
de su soberania, a concederla en franquicia
o a doblegarla a su voluntad.
~C6mo podemos interpretar todo esto? ~Por
un lado, el excesivo caos de las poscolonias, reales
o imaginarias, y, por el otro, su fetichismo con
la ley? ~Esesto realmente una paradoja
o simplemente aspectos distintos de un solo
fen6meno? Recientemente, Sandy Robertson
nos ha recordado que durante mucho tiempo la
corrupci6n ha sido considerada un subproducto
de las mismas normas que pretenden regular
la relaci6n de las personas con los cargos que
ocupan. En este sentido, Nue podriamos extraer
de la tesis de Walter Benjamin (1978)
-reforrnulada por Derrida (2002) y Agamben
(1998)- segun la cualla violencia y la ley,
10 Ietal y 10 legal, se complementan?
Comencemos con una excursi6n al aparente
coraz6n de las tinieblas, para examinar sus
implosivos interiores.
Ai hablar de las poscolonias africanas, Achille
Mbembe (2001) sostiene que en todo el alboroto
5. sobre la criminalizaci6n del Estado se pasa por
alto algo mas importante: el surgimiento de un
"gobierno indirecto privado", una caricatura de la
liberalizaci6n en la que las normas antiguas de
patrocinio y un fragmento de redistribuci6n
clientelista como la soberania se difuminan en
formas privatizadas de poder y acumulaci6n; un
poder arraigado en el control bruto sobre la vida
y la muerte. Esta alteraci6n ha ido acompafiada
de un cambio en la vinculaci6n de Africa al orden
global: no se ha marginado el continente, sostie-
ne Mbembe, sino que se 10 ha enredado en una
economia paralela y paria de escala internacional.
Muchos han visto analogias en otras partes: en la
antigua Uni6n Sovietica, donde la corrupci6n
concentrada en el Estado ha dado paso a una
"batalla campal", convirtiendo el delito en "una
industria importante"; tambien en America
Latina, donde se dice que la anarquia epidemica
ha acompafiado la "ala democratica", uniendo las
redes criminales locales con las transnacionales y
convirtiendo barrios urbanos pobres en campos
de batalla. El "Brasil demowitico -afirma Nancy
Scheper-Hughes (2006)- presenta el perfil de una
naci6n en guerra". AI parecer, la criminalidad con
violencia se ha convertido en un rasgo endemico
de la condici6n poscolonial.
La descripci6n que hace Mbembe de un
"gobierno indirecto privado" se corresponde
con el pesimismo.popular acerca del malestar
yel caos que plagan las ex colonias. Aqui, Africa
conserva la pole position al haber sido eliminada
del mapa de los futuros globales por medios
de comunicaci6n escritos como The Economist
y por la paliza diaria del reportaje televisual.
Esto ha suscitado el contraargumento segun
el cuallas condiciones en el continente no son
tan apocalipticas como se presentan ni tan
excepcionales desde el punto de vista planetario,
yen cambia, suponen un "mayor negocio". Y un
buen negocio. Un informe reciente del Banco
Mundial muestra que la inversi6n extranjera
directa en el sur del Sahara "arroj6 los mayores
ingresos del mundo en 2002".2 Par supuesto,
se observa una "nueva rebatifia por Africa"
entre los estados-naci6n del norte en busca de
diamantes, petr6leo y coltan. Estas busquedas
2 Un resumen de este informe esta disponible en la web del
Global Policy Forum; vease: "Africa 'Best for Investment"',
<www.globalpolicy.org/socecon/develop/africa/2oo3/
04oSfdi.htm>, publicado ell de mayo de 2005.Esto traza
desconcertantes paralelismos con momentos anteriores
de la extracci6n colonial, dadas las reticencias de las
corporaciones occidentales a la hora de ver eI continente
como un lllgar de desarrollo econ6mico allt6nomo.
6. neocoloniales cosechan enormes ingresos
en la intersecci6n de las economias carentes de
recursos y de legislaci6n, desdibujando la linea
que separa los beneficios de la rapina. Tambien
afectan a la producci6n indigena de riqueza,
reclutando a agentes locales, incluso a senores
de la guerra, para allanar el camino a sus empre-
sas, a menudo a traves de procedimientos ilega-
les. Hace poco, investigadores de los Estados
Unidos y de Nigeria analizaron acusaciones
segun las cuales una serie de empresas intema-
cionales, incluida una filial de Halliburton,
habian pagado sustanciosas cantidades a modo
de sobomo para asegurarse un contrato que les
permitiera constmir una planta de gas natural
licuado de cuatro mil millones de d6lares en la
costa del Africa occidental, rica en petr6leo.3
Todo esto enturbia las geografias de violencia
criminal que configuran el mundo poscolonial.
A menudo el desorden resulta ser una compleja
colaboraci6n entre el Norte y el Sur.
La liberalizaci6n y la democracia, las panaceas
impuestas por Washington para solventar los
3 "Corruption Clouds Nigeria's Growing Gas Business",Steve
Inskeep, NPR, edici6n matinal, 26 de agosto de 2005,
<http://www.npr.org/templates/ story/story. php?storyld=47
97944>, publicado el31 de agosto de 2005·
problemas de nuestro neomundo feliz, apenas
han logrado reducir ese desorden, sino 10 con-
trario. No s6lo han negado el botin de la privati-
zaci6n, sino que han ten dido a recurrir a unas
tecnicas mas descaradamente militares para
sobrevivir 0 para sacar tajada. Muchos regime-
nes vigentes han cedido su monopolio por
coacci6n a contratistas privados que rob an
e imponen su voluntad. En algunos contextos
african os, asiciticosy latinoamericanos, el ban-
dolerismo se confunde con una guerra de baja
intensidad como forma de acumular riqueza
y lealtad, produciendo nuevas cartografias
de desorden: terrenos poscoloniales sobre los
que los espacios de privilegio se comunican
por medio de estrechos pasillos que se extienden
a traves de zonas de conflicto, incertidumbre
y un control gubemamental minimo. Aqui
el alcance del Estado es desigual y el paisaje un
palimpsesto de soberanias contestadas -una
compleja coreografia de policia y paramilitares,
seguridad privada y comunitaria, bandas y
escuadras de vigilantes, salteadores de caminos
y ejercitos forajidos-. Tampoco aqui hay ningun
medio de comunicaci6n serio: los mmores son
un medio tan bueno como cualquier otro para
detectar el peligro oculto bajo la superficie de
7. las casas. Pero la violencia caprichasa tambien
puede sedimentarse y generar modelos de agre-
si6n tristemente previsibles. Asi, la violaci6n en
la Republica Sudafricana, la matanza de j6venes
sin techo en Brasil, la masacre sectaria en Sri
Lanka, etc., ponen de manifiesto la existencia
de regimenes brutales. Sin embargo, las zonas de
liberalizaci6n tambien son espacios de oportu-
nidad, inventiva y especulaci6n ilimitadas.
Resulta evidente que la liberalizaci6n
y la democratizaci6n no han eliminado las
oligarquias a la antigua usanza. Simplemente
han modificado los recursos y la ret6rica a su
disposici6n. Es posible que los clept6cratas
ya no obtengan provecho de las preocupaciones
geoestrategicas de la Guerra Fda. Pero lesvienen
bien las ayudas de los don antes yel comercio
global que no cuestiona nada; en especial,
el comercio con los bandoleros de las empresas
europeas, como Mark Thatcher y sus compin-
ches, quienes aiiaden chanchullos poscoloniales
a la rebatiiia por los botines tropicales. Las
mismas cualidades que perjudican alas poscoIo-
nias en el mundo empresarial-el hecho de que
sus pasados coloniales les garantizaban unos
sectores burgueses muy pequeiios, bajos niveles
de habilidad formal y economias basadas
en la extracci6n-Ios preparan bien para
los mercados decadentes fomentados por Ia
liberalizaci6n. Asi, frente a los subsidios
y Ios aranceles que han alimentado Ia industria
agropecuaria, muchos productores marginales
hall an una cota competitiva en 10 que se cons i-
dera cultivo de contrabando. Las empresas
efervescentes y agresivas florecen, por ejemplo,
alli donde crecen las amapolas y Ia coca,
o donde se extrae concentrado de 6xido de
uranio 0 diamantes ensangrentados. Y alIi
donde se encuentran gustos refinados por 10
ex6tico y 10 ilegal surgen nichos de mercado
especializados en especies en peligro de extin-
ci6n y personas y cosas protegidas: antiguedades
y 6rganos vitales, bebes, trabajadores sexuales
y novias por encargo via correo electr6nico.
Las economias decadentes tambien estan
ampliando sus sectores de servicios. Aqui tam-
bien Ios habitantes poscoIoniaIes encuentran
trabajo cuando los empleos convencionales
son pocos. El trabajo mas obvio en este ambito
es el transporte de mercancias de contrabando:
asi, los antiguos centros de almacenaje y distri-
buci6n como Togo, Gambia, Benin y Somalia se
han transform ado en "estados de contrabando".
Pero la revoluci6n digital tambien ha abierto
8. nuevas oportunidades en la intersecci6n entre
10licito y 10criminal. Mientras muchos surefios
carecen de los medios adecuados para navegar
por las vias nipidas de la economia del conoci-
mien to, cada vez son mas 10sque han encontrado
nichos rentables haciendo de la marginaci6n
una virtud. Prueba de ella, por ejemplo, es el
espectacular aumento en la India de la subcon-
trataci6n de 10sservicios de la tecnologia de la
informaci6n y el telemarketing. Pero tambien
se esta extendiendo el negocio de los ciberdelitos
yel robo de datos que se alimenta de la disper-
si6n y la liberalizaci6n de la informaci6n
privada, y 10s instrumentos virtuales que sirven
para verificar la propiedad y hacer circular
la riqueza. De ahi las fabricas que han surgido
en Asia, junto alas empresas de explotaci6n
en masa, que se dedican a suministrar docu-
mentos de identidad falsos y tarjetas de credito
expertamente clonadas a quienes perpetran
por todo el planeta 10que se denomina con gran
acierto "fraude plastico".
Parece ser que el antiguo Tercer Mundo ha
acaparado el mercado de la fabricaci6n de falsi-
ficaciones de todo tipo imaginable, sin excluir
los documentos de identidad falsos y las mone-
das de curso legal. Esto no es ninguna sorpresa.
En una era en la que los beneficios dependen
mas que nunca de la capacidad para controlar
la migraci6n de larga distancia de las personas
y las cosas, a menudo los intereses del capital
pasan por delante de 10sintereses de las
naciones-Estado, que deb en crear engorrosas
formas de gobernar a distancia regulando
las identidades de plastico y papel de sus indivi-
duos. Estos simulacros son los que, literalmente,
controlan la capacidad para cruzar fronteras
y desplazarse de un lugar a otro. AlIi donde la
aspiraci6n, e incluso la supervivencia, depende
de la capacidad para moverse con rapidez,
la capacidad para producir el material necesario
para la movilidad de la ciudadania ha caido
en manos de estados fantasma delictivos, por
emplear la expresi6n de Derrida (1994: 83),
de aquellos que imitan y donan las formas de
autoridad burocratica. De ahi la inmensa
industria especializada en la fabricaci6n de
documentos de identidad falsos, certificados
de matrimonio, pasaportes, titulos universita-
rios, biografias personales y archivos. Se trata
de una industria que muestra una asombrosa
sintonia con la convenci6n social y con
las ultimas tecnologias de autentificaci6n, una
industria que crece tan deprisa que, segun algu-
9. nos recuentos, un tercio del dinero que circula
actualmente es falso.
lQue conclusi6n puede extraerse de todo esto?
Pues que se ha acabado asociando las poscolo-
nias con una modernizaci6n falsa, sui generis,
con la creaci6n de documentos ficticios, objetos
falsos y el robo de la propiedad intelectual.
La mimesis, legitim a y de otra indole, siempre
se ha proyectado hacia Europa, naturalmente,
marcando la distancia entre la civilizaci6n y sus
imitadores. Pero los tiempos cambian. En la era
poscolonial, las copias proclaman su indepen-
den cia y circulan por su cuenta. La revoluci6n
electr6nica ha dispersado los medios de repro-
ducci6n mecanica y de acceso a los productos
patentados en Occidente. Replicas descaradas
que se venden a precios muy reducidos revelan
un concepto fundamental en la cultura del
capitalismo euromoderno: que sus significantes
pueden ser fijados por orden privada 0 estatal,
que sus ediciones pueden ser limitadas y su
conocimiento registrado como un logro unico.
Las marcas, una afirmaci6n del monopolio
sobre la circulaci6n de determinados tipos de
valor, incitan a la clonaci6n; eHo se debe a que
en la copia se materializa parte de la esencia del
"articulo autentico". Con permiso de Benjamin,
el aura de la producci6n masiva no extingue
simplemente su singularidad y su valor.
Asi, anuncios recientes que Hegan desde Malasia
a traves de Internet ofrecen Rolex de "alta cali-
dad", con logotipo incluido, a140% del precio de
otras imitaciones no autorizadas. 0 bien la idea,
muy comun en la Republica Sudafricana y en
Asia, de la "falsificaci6n genuina", la cual, ir6ni-
camente, subraya su distinci6n y su valor
reforzando los del original. Sin lugar a dudas,
la ingenuidad con la que se fabrican las falsifica-
ciones "de calidad" las han convertido en formas
esteticas y en objetos de comercio habitual para
quienes las crean y las consumen. Los fabrican-
tes de articulos falsos no pretenden hacer creer
que sus productos son autenticos; se aprovechan
del aura de una "marca" del primer mundo
y se apoderan de los medios necesarios para
crear una replica. Para los adolescentes africanos
o asiaticos, las falsificaciones de calidad Henan
un vacio existente entre los deseos globales
y la escasez inmediata. Lo que interviene en este
caso no es tanto un desafio ala autoridad cuan-
to el descubrimiento de formas innovadoras de
acceder, dispersar y reorientar el flujo del valor.
La empresa que mueve esta clase de falsifica-
ci6n hace pensar en una observaci6n de Beatrice
10. Hibou a proposito de Africa (1999: 105). La
fabricacion de fa1sificaciones, dice Hibou, no
revela tanto una propension ,aldelito cuanto
una prueba de 1asposibi1idades creativas de 10s
juegos de azar, de una cultura del engafio pro-
ductivo. Un arquetipo de esto es el celebre timo
nigeriano conocido como "419", que a su vez es
una imitacion poscolonial basada en el fraude
norteamericano creado por Francis Drake
durante la decada de 1930. Como todo el mundo
sabe, 1aestratagema comienza con una carta que
ofrece a los "inversores" occidentales pingues
beneficios por permitir el usa de sus cuentas
bancarias para la transferencia al extranjero de
fondos a los que no se puede acceder de otro
modo, que a menudo proceden del patrimonio
de un vividor como Jonas Savimbi 0 Lauren
Kabila. Mediante la invocacion de famosos
dictadores, dinero mal habido y movimientos
secretos de capital, el engafio explota con astucia
los estereotipos europeos de la corrupcion
africana. El "419", que toma su nombre de la ley
antifraude nigeriana, ha pasado a designar
cualquier expropiacion fraudulenta (Apter,
1999); se dice que es la tercer a via, despues
del petroleo y los estupefacientes, que aporta
moneda extranjera al pais de origen.
Esta clase de culturas del chanchullo no solo
se dirigen a1exterior. Tambien invaden el tejido
social y sacan provecho de una "crisis de valores"
que se observa sobre todo en las poscolonias,
que han sufrido un reajuste estructura1, hiperin-
flacion y espectaculares devaluaciones de 1a
moneda. AI diso1ver las re1aciones comunmente
aceptadas entre 10ssignificantes y 10que
pretenden significar -como, por ejemplo, entre
10sbilletes de banco y e1dinero negociab1e-,
estas convu1siones desestabilizan 10sindices
aceptados de rea1idad, y generan espacios incier-
tos de misterio y magia donde 10sestafadores,
1asbrujas, Satan y 10sprofetas pentecostales
ejercen su oficio. Bajo semejantes condiciones,
10sindicios cobran una extrafia vida propia
y parecen capaces de generar grandes fortunas.
En este sentido, existe muy poca diferencia
practica entre 1amoneda real y la falsa.
Tampoco hay ningun limite para 1afa1sificacion,
que a su vez no deja de engendrar mas falsifica-
cion. No cabe duda de que ahora e1propio
delito es un objeto frecuente de mimesis de1icti-
va. Los secuestros fa1sosde personas y vehicu10s
y 10sfa1sosrobos son en todas partes una fuente
de beneficios en expansion, hasta tal punto que
en 1aRepublica Sudafricana existe una unidad
11. especial de la policia dedicada a ellos. Una vez
que se instala una "economia de los trucos
sucios", la linea entre 10 falsificado y 10 rocambo-
lesco se difumina cada vez mas. Y asi, el fetiche
y la falsificaci6n acaban confundiendose.
Volviendo a Nigeria, la falsificaci6n en este
pais ha llegado a saturar el propio Estado, gene-
rando una politica ilusionista que ha erigido
un edificio de "gobierno simulado", censos y
planes de desarrollo falsos, e incluso elecciones
ficticias (cf. Apter, 1999). De hecho, la burocra-
cia falsa ha aflorado como un tema omnipresen-
te en la politica poscolonial. Asi, William Reno
(1995,2000) habla del "Estado sombra" 0
"Estado ficticio" de Sierra Leona, donde tiene
lugar una Realpolitik de especulaci6n coactiva
tras una fachada de respetabilidad administrati-
va formal. Y Sierra Leona no es el unico caso:
la imagen de la sombra -enla que 10 falso se
convierte en 10 oficial y la realidad es el saqueo-,
esta empezando a saturar los informes de la
economia politica africana. Esta hace referencia
a un desdoblamiento, ala existencia de mundos
paralelos de gobierno clandestino, soldados
irregulares y economias ocultas que resucitan
antiguas imagenes del continente "negro". Sin
embargo, las sombras, como nos recuerda James
Ferguson (2006), no son copias borrosas,
sino proyecciones, imagenes de uno mismo.
A fin de cuentas, tal como hace tiempo vienen
afirmando Philip Abrams (1988), Ralph
Miliband (1969) y otros expertos, es posible
que el tan cacareado Estado europeo tenga tanto
de quimera como de realidad.
Cabe afiadir aqui otra observaci6n de caracter
general. La resonancia entre la sombra y la
falsificaci6n tambien refleja parte de los efectos
de la desregulaci6n neoliberal del gobierno,
algo que resulta evidente en todo el mundo pero
que se acentlla aun mas en el caso de las posco-
lonias: el contrapunto entre la subcontrataci6n
del Estado y la confiscaci6n de la soberania, que
no afecta en menor grado al ambito del mante-
nimiento del orden y la guerra. AI dispersarse,
el gobierno deja de ser un mero conjunto de
instituciones burocraticas para convertirse en
un organismo que regula la concesi6n de licen-
cias y franquicias. Asimismo, esto ofrece nuevas
oportunidades, en todos los ambitos, para apo-
derarse de los activos del Estado y de su visto
bueno. En la Republica Sudafricana, Asia, Africa
y America Latina, estas practicas suelen ser
descaradamente explicitas: la policia y los fun-
cionarios de aduanas, sobre todo en los paises
12. donde cobran un sueldo inestable, suelen parti-
cipar en metodos de extracci6n en los que las
insignias de un puesto publico se emplean para
elevar las tarifas. Son innumerables los informes
de agentes de polida que convierten los puntos
de control en cabinas de peaje particulares. En
2002, un equipo del The Economist que viajaba
en coche desde Douala, Camerun, hasta una
ciudad situada a menos de quinientos kil6me-
tros al sureste, se encontr6 nada menos que
con cuarenta y siete controles.4 Tambien suelen
obtenerse ingresos haciendose pasar pOl' un
representante del Estado: vistiendo falsos
uniformes 0, como ya hemos mencionado,
usurp ando la producci6n de documentos
oficiales de cualquier indole.
La disposici6n para explotar los intersticios
entre las realidades frontales y subrepticias, asi
4 En una de las paradas, un "policia-Iadr6n" afirm6: "Tengo
un arma, de modo que conozco las normas"; vease "The
road to hell is unpaved: Trucking in Cameroon';
Economist.com: extracto de la edici6n impresa de The
Economist, 19de diciembre de 2002,
<http://www.economist.com/displaystory.cfm?story _id=14
87583>,publica do el8 de agosto de 2005.Asimismo,
"Navigating Nigeria's Muddy Landscape'; Steven Inskeep,
NPR.org, 24 de agosto de 2005,<http://www.npr.org/
templates/ story/story. php?storyld=4797950>, publicado
el30 de agosto de 2005.
como para apoderarse de chapas de autoridad,
podria considerarse un sintoma de la tendencia
que se observa en todas partes, bajo el funda-
mentalismo del mercado, a difuminar las lineas
que separan los negocios licitos de los ilicitos.
La presi6n pOl'los beneficios ha generado
complejisimas articulaciones de producci6n
"formal" e "informal". En el oscuro mundo
de la subcontrataci6n, 10 informal se confunde
con 10 ilicito, ya sea contratando a trabajadores
sin papeles, pagando sobornos 0 ejerciendo el
contrabando. Esto reafirma nuestra observaci6n
anterior sobre las peligrosas relaciones entre
el Norte y el Sur, sobre c6mo el respetable co-
mercio metropolitano obtiene ganancias evitan-
do los riesgos y la macula moral del comercio
ilegal "al sur de la frontera". La empresa poscolo-
nial puede ser mas 0 menos turbia y salvaje,
pero resulta esencial para el funcionamiento del
plan global de las cosas. Esto es 10 que subray6
un estudio reciente de Gallup International,
que revelaba un repentino aumento de los
esfuerzos de las corporaciones multinacionales
para obtener valiosos contratos -sobre todo
en los ambitos de la defensa y la construcci6n-,
mediante el chantaje a funcionarios de las
"economias en vias de desarrollo"; los medias
13. de comunicaci6n occidentales Haman hip6crita-
mente a estos pagos "puestas en marcha infor-
males", "costes de importaci6n" y otros nombres
por el estilo. El Jndice Gallup de Pagadores
de Sobornos fue encargado por quince estados
para rebatir un estudio realizado para
Transparency International, que se centraba
en los sobornados, no en los sobornadores,
y "demostraba" el predominio de la corrupci6n
en los paises "en vias de desarrollo". Gallup
descubri6 que las fuentes mas importantes de
pagos de sobornos eran Rusia, China, Francia,
los Estados Unidos, el Jap6n e Italia, seis miem-
bros del G8, comprometido a "impulsar la pros-
peridad" en Africa mediante el fomento del
comercio y la enadicaci6n de las malas practi-
cas.5Pero los sobornos invalidan los impulsos:
sus beneficios suelen acabar en el Norte, y ago-
tan aun mas los recursos de la fuente pobre.
La simbiosis revelada por Gallup entre los
tratos manifiestos y los encubiertos, los sobor-
nadores y los sobornados, implica cadenas
de transacci6n que difuminan las responsabili-
5 "Corporate Bribery on the Rise Worldwide", Anthony
Stoppard, Inter Press Service, 14 de mayo de 2002,
<http://www. glo bal poli cy.0 rg/ na tio nslla un der /general!
2002/0514rise.htm>, publicado el8 de agosto de 2005.
dades y bonan las lineas de 10 legal al franquear
fronteras sociales, nationales y eticas. Resulta
tentador observar en todo esto un mapa neoco-
lonial que relaciona los beneficios, la probidad
y la seguridad del Norte con la pobreza,
el saqueo y el riesgo del Sur. Sin embargo, esa
geografia no es tan sencilla. Para empezar,
ellimite entre el Norte y el Sur es sumamente
embrionario. En segundo lugar, los paises como
Brasil, la Republica Sudafricana y la India
poseen importantes economias formales cuyo
funcionamiento llega hasta el Norte. Y,10 que
es mas importante, si bien el neoliberalismo
puede haber intensificado la imbricaci6n del
crimen organizado, la violencia y la corrupci6n
en el tejido social de las poscolonias, estos
sistemas de gobierno no son "anarquicos" en
ningun sentido simple. Por el contrario, y
como mostraremos mas adelante con mayor
detalle, sus politicas y sus culturas populares,
incluso sus culturas del bandolerismo, estan
impregnadas del espiritu de la ley, un espiritu
que es tan fruto del momento como la crimina-
lidad de nueva generaci6n. Observemos, en este
sentido, el imp acto en Nigeria de las heroicas i
hazafias de un bandolero celebre, Lawrence
Anini, apodado "La Ley" (Marenin, 1987:261).
14. El gobierno se preoeup6 tanto -acusando
a Anini de suponer una amenaza para el orden
yel Estado-, que el presidente cre6 nuevas
"agencias de seguridad" para proteger ala gente.
Y todo ello pese al hecho de que era mayor el
peligro que representaba la autoridad soberana
del gobierno que el que suponia Anini.
Tanto la angustia como la fascinaci6n
provocada por este Robin Hood sefialan
la existencia en las poscolonias de una preoeu-
paci6n por "la ley" y por el ciudadano como
individuo legal; una preocupaci6n que crece
en proporci6n al aumento del gobierno indirec-
to privado y de las culturas endemicas de
la ilegalidad. Esta preoeupaci6n ha llegado
a oeupar un lugar destacado en los discursos
populares. Cuando el gobierno se dispersa
y los monopolios sobre la coacci6n se fragmen-
tan, el crimen y la politica proporcionan un rico
repertorio de modismos y alegorias con los
que tratar, de manera imaginativa, la naturaleza
de la soberania y el orden social: las peliculas
de acci6n de Nollywood, la enorme industria
cinematognifica de Nigeria, en las que las
fuerzas de la justicia luchan contra forajidos,
tanto humanos como sobrenaturales; 0 el atrac-
tivo genero de ganster de Hong Kong, cuyos
argumentos garantizan que la violencia puede
eliminarse con violencia; 0 el teleteatro
en la Republica Sudafricana, en el que unos
detectives ficticios sorprenden de noche a delin-
cuentes reales en libertad, restaurando un orden
social que ala luz del dia resulta fragil
(Comaroff y Comaroff, 2004). Asimismo,
los gobernantes comprometidos, que sufren
la presi6n que les exige actuar con mana dura,
ponen en escena dramas policiales en los que
se ve c6mo "toman me did as" contra delincuen-
tes miticos, y de este modo representan la
posibilidad de gobernar frente a un desorden
endemico. AI menos los medios de comunica-
ci6n libran a su publico, una y otra vez, de
"la confusi6n primordial entre la ley y el
desorden': una distinci6n sobre la que
se funda la propia posibilidad de la sociedad
(Morris, 2006).
Pero, texiste realmente esta confusi6n?
tPor que esa preocupaci6n por la legalidad ha
llegado a invadir la vida poscolonial y sus repre-
sentaciones creadas por los medios de comuni-
caci6n? tPodria tratarse simplemente de una
reacci6n racional a unos grados de violencia
sin precedentes? Y,10 que es mas importante,
tcomo podria relacionarse este "problema" con
15. el aumento de un neoliberalismo que, al rees-
tructurar las relaciones entre el gobierno,
la produccion, el mercado y la violencia, parece
haber fomentado unas economias delictivas
en todas partes? Para tratar este punado de
preguntas, centremonos ahora en el fetichismo
de la propia ley.
El Estado-nacion moderno siempre se ha erigi-
do sobre un andamiaje de legalidades. Y no solo
el Estado-nacion moderno. En la Grecia clasica,
segun nos recuerda Arendt (1998: 194-195), "las
leyes reran] como las murallas que rodeaban
la ciudad". Para Thomas Hobbes (1995: 109),
cuyo espectro se cierne sobre las turbulentas
superficies de lavida en la poscolonia, "Las 1eyes
son los muros del gobierno". Desde la Caida
del Muro que marco el fin de la Guerra Fria, 1a
ley se ha fetichizado aun mas; asi, en 1amayoria
de las posco10nias se construyen muros mas
altos para proteger a 10sricos del desorden.
"La Ley",y no solo nos referimos a1maton
nigeriano, se ha convertido en el medio en el
que se representa la politica, se tratan conflictos
superando diferencias que de otro modo serian
inconmensurables, se garantiza el funciona-
miento del mercado "libre" y aparentemente
se erige el orden social.
En este aspecto, resu1ta sorprendente e1nume-
ro de nuevas constituciones nacionales que se
redactaron desde 1989: ciento cinco, la mayoria
en poscolonias.6
Asimismo, resulta asombrosa la
creencia milenaria en su capacidad para atraer
form as de gobierno equitativas y basadas en
principios eticos. Actualmente funcionan por
todo el planeta unos cuarenta y cuatro tribuna-
les constitucionales, 10smaximos arbitros de 1a
ley y 1apropiedad ejecutiva. Muchos de ellos
gozan de una autentica autoridad: en la India, el
maximo tribunal de tierras se hizo tan poderoso
a mediados de los noventa que, a decir de todos,
era casi el gobierno. Tal como 10plante a Bruce
Ackerman (1997: 2,5), "la fe en 1asconstitucio-
6 Este numero se basa en las cifras del WotJd Fact Book del 14
de julio de 2005, <~ttp:ffwww.odci.govfciafpublicationsf
factbookffieldsh063.html>, modificado por ultima vez e127
de julio de 2005 <https:ffwww.cia.govllibraryfpublicationsf,
the-world-factbook.indexfhtml>. S610incluye los paises
que han aprobado constituciones totalmente nuevas (92) 0
los que han reformado dnisticamente las ya existentes (13).
16. nes esta arrasando el mundo", sobre todo por-
que su promulgaci6n marca una ruptura radical
con el pasado, con sus vergiienzas, sus pesadillas
y sus tormentos. Sin embargo, mas que la canti-
dad de nuevas constituciones, 10que destaca
es un cambio de contenido. Este cambio, segun
sostiene David Schneiderman (2000), se debe
a una transformaci6n global en el "disefio
constitucional" de un Estado capitalista
a un modelo neoliberal-producto este de una
transformaci6n hist6rica en la relaci6n entre
las economias y las politicas del capitalismo
de mercado-. Asi pues, mientras las constitu-
ciones promulgadas tras la Segunda Guerra
Mundial ponian el acento en la soberania parla-
mentaria, la discreci6n ejecutiva y la autoridad
burocnitica, las mas recientes se centran, aun-
que irregular mente, en la primada de los dere-
chos civiles y politicos y en el imperio de la ley.
Y esto es asi incluso cuando, tal como ya hemos
dicho, se viola, atenta, dilata y sustrae tanto
su espiritu como su letra.
Buena muestra de ello es el caso de Togo, cuyo
autoritario y cruel presidente, Eyadema, muri6
inesperadamente en 2005. El ejercito -que, junto
con su clan, habia respaldado su poder- puso en
su lugar a su hijo Faure, 10que era inconstitu-
cional. El presidente del Parlamento deberia
haber tornado el mando y convocado a eleccio-
nes dentro de un plaza de sesenta dias. Aunque
los generales podrian haber orquestado facil-
mente un golpe de Estado, en vez de eso insistie-
ron en que la Legislatura enmendara la
constituci6n para pennitir que el hijo fuera
presidente. Pero Faure s610 rein6 durante veinte
dias. Los estados circundantes del Africa occi-
dental exigieron una observancia de la vieja
constituci6n con tanta firmeza que el nuevo
presidente acab6 dimitiendo y se convoc6 a una
votaci6n nacional. Faure gan6 yen mayo de
2005 prest6 juramento. Asi pues, Togo, goberna-
da por una extensa empresa familiar, una
mana dura militar y una idea extrafiamente
refractada del Espiritu de la Ley, sigue envuelta
en la constitucionalidad.7
La historia de Togo resulta reveladora no s610
porque existen muchas otras iguales, sino
tambien porque, en comparaci6n con otros
escenarios poscoloniales, Africa tiene fama
7 Un resumen utH de estos acontecimientos se encuentra
disponible en Wikipedia (vease nO 65 arriba),
http:// en. wikipedia.org/wiki/Faure_ Gnassingb%C3 %A9,
actualizado por ultima vez el 25 de julio de 2005
<http://es. wikipedia.org/wiki/Faure_ Gnassingb%C3%A9>.
17. de no estar comprometida con el constituciona-
lismo, aunque existan treinta y seis naciones
africanas que hayan aprobado nuevas
constituciones desde 1989 (ef. Mbaku, 2000:
passim; Oloka-Onyango, 2001). Pero el fetichis-
mo de la ley es mucho mas que una fe ilusoria
en estas constituciones. Una "cultura de
la legalidad" parece estar impregnando la vida
cotidiana, convirtiendose en una parte y una
parcela de la metafisica del desorden que acecha
a todas las poscolonias. En la India rural,
por tomar s610 un ejemplo, a los habitantes
de los pueblos les cuesta mucho ponerse de
acuerdo acerca del c6digo penal, y discuten
continuamente sobre la legalidad de las acciones
de los funcionarios (Gupta, 1995). El propio
termino -"cultura de la legalidad"- aparece
en una iniciativa reciente del Estado mexicano,
y es la piedra angular de su "programa
de educaci6n ala ciudadania".8 En una
linea similar, en Sicilia, la mitica cuna
8 Vease <http://bibliotecadigital.conevyt.org.mx/
transparencia/Formacion_ ciudadana_ Gt0071103.
pdf>,
publicado ell de agosto de 2005.Tambien se ha establecido
una iniciativa similar, dirigida ala democracia y a los
derechos de la ciudadania, para los ninos de las escuelas
brasilenas; vease Veloso (2003).
del bandolerismo del Norte, se ha inventado un
juego Hamado "Legalopoli". lSu objetivo princi-
pal? Fomentar una "cultura de la legalidad".9
Incluso el Vaticano 10pone en practica. En 1998,
]ubilaeum incluia un articulo titulado "Una
fuerte conciencia moral para una cultura
de la legalidad" (Torre, 1998). Decia que hemos
entrado en una era judicial en la que la humani-
dad se conoce en virtud de sus d-e-r-e-c-h-o-s,
escritos con todas las letras.
Sea como fuere, sin dud a se ha producido
una explosi6n en el mundo poscolonial
de las ONG que velan por la ley. Las misiones
civilizadas del nuevo siglo, las ONG -situadas
en la intersecci6n entre 10publico y 10privado-
animan activamente a los ciudadanos a tratar
sus problemas utilizando medios legales.
El resultado final es que las personas, incluso
aqueHas que infringen la ley, se muestran
aun mas pleiteadoras. En la Republica
Sudafricana, un fontanero al que hacia poco
habian condenado por conducir ebrio demand6
al Departamento de Justicia por haberlo
encarcelado cuando tenia derecho a entrar en
9 Legalopoli: The game of legality tiene su propia web:
<www.legalopoli.it>.
18. un programa de rehabilitaci6n.1O
Y conocidos
ex alumnos de la lucha por la liberaci6n, miem-
bros de la Asociaci6n de Veteranos Umkhonto
we Sizwe, estan litigando en los tribunales
por las inversiones de la organizaci6n. En otros
tiempos, este conflicto entre el CNA electo
se habria solucionado a traves de vias politicas
convencionales, sin utilizar la ley como arm a
de combate. Pero entonces, en el pasado,
Umkhonto we Sizwe no habria sido una
organizaci6n completamente neoliberal, sino
mas bien una compania de inversiones para
sus miembros y una camara de los comunes
para ex guerrilleros.l1
10Vease, por ejemplo, "Drunk driver sues over being kept in
jail instead of rehab'~ en Fatima Schroeder, Cape Times,
8 de agosto de 2005, p. 7.
11Vease "MK Veterans' row heads for court'~ Wiseman
Khuzwayo, The Sunday Independent, 14de agosto de 2005,
Informe empresarial, p. 1.El articllo ponia de manifiesto
que la MKMVA tiene una compleja vida empresarial:
los hombres contra los que se interpone eI interdicto
son llamados "directores" de las sociedades de cartera
de la MKMVA (que representa a 60.000 miembros y a sus
subordinados), y de su brazo financiero, la Mabutho
Investment Company (que sirve a 46.000); la primera,
adem as, posee un holding del50/0en Mediro elidet 517,
un consorcio, con considerables participaciones
en seis grandes corporaciones y olras intereses
empresariales.
El imp acto global de las ONG legales es tal
que actualmente no resulta raro oir el eurolen-
guaje de la jurisprudencia en la selva amaz6nica
o en la Australia de los aborigenes. 0 entre
los sin techo de Mumbai, Madagascar, Ciudad
del Cabo 0 Trench Town. Las poscolonias,
a su vez, estan saturadas de imagenes de si mis-
mas basadas en la ley, incluso en lugares
en los que resulta tan corriente traficar, tanto
fuera como dentro del marco de la ley. En
Nigeria, el c6digo tributario exige a los ciudada-
nos que juren que tienen hijos y personas mayo-
res a su cargo para poder obtener deducciones
por familia numerosa. Todo el mundo declara
la maxima carga familiar, tanto si la tiene como
si no. Y esto 10 saben todos los bur6cratas.
Y sin embargo se mantiene esa situaci6n legal
ficticia; se observa aqui un rastro del "419",
que tambien imita y burla la ley fiscal.
Pero no s6lo los intereses, las identidades, los
derechos y las heridas estan saturados de legali-
dad. La propia politica se esta desplazando a los
tribunales. Los conflictos que antes tenian cabi-
da en los parlamentos, mediante protestas
callejeras, campanas mediaticas, huelgas, boicots
y bloqueos, tienden cada vez mas a abrirse
camino por la via judicial. Las luchas de c1ases
19. se estan transformando en acciones de clases;
individuos unidos por los problemas economi-
cos, la cultura, la raza, la orientacion sexual,
la residencia, la fe y los habitos de consumo
se convierten en personas juridicas debido
a que sus quejas comunes los convierten en
demandantes con identidades comunes.
Ciudadanos, sujetos, gobiernos y corporaciones
litigan unos contra otros en un calidoscopio
que no para de mutar, a menudo en las
intersecciones de la ley del agravio, la ley de los
derechos humanos y la ley criminal. As!,
por ejemplo, en 1986, tras el desastre de Bhopal,
el gobierno indio, despues de haber aprobado
una serie de leyes para convertirse en el guar-
dian unico de los intereses legales de sus
ciudadanos, demando a Union Carbide'2
-con 10 cual solo consiguio que las victim as
iniciaran su propio proceso en 1999, para
"recuperar el control" de su caso-.'3 Incluso la
12Para obtener un informe contemponineo mas detallado,
vease "Indian Government files lawsuit against Union
Carbide': Houston Chronicle, 6 de junio de 1986,Secci6n 1,
P·19·
13Vease "Bhopal victims file lawsuit against Union Carbide",
en la web Democracy Now, 17de noviembre de 1999,
<http://www.democracynow.org/1999/u/I7 /bhopal_ victims_
file_lawsuiCagainsCunion>, publicado el8 de julio de 2005.
democracia se ha judicializado: en las elecciones
argentinas de 2003, se pidio ala judicatura
que resolviera "centenares" de conflictos
-e incluso que fijara la fecha para la votaci6n-.'4
A traves de estas vias, algunos procesos politicos
bastante corrientes se someten a la dialectica
de la ley y del desorden.
Por su parte, los estados se yen obligados
a defenderse contra las acciones publicas
por cosas sin precedentes y contra demandantes
sin precedentes. La lucha legal entre el gobierno
sudafricano y las victimas del sida ya es toda
una leyenda, par supuesto. Sin embargo,
existen miles de casos de importancia equipara-
ble. Como el del gobierno del Brasil, que
en el ano 2000 fue hallado culpable por
su propio tribunal supremo y condenado
a pagar danos y perjuicios por la muerte y el
sufrimiento de los indios panara. Un ano antes,
Nicaragua fue obligada a comparecer ante el
Tribunal Interamericano por haber violado
el territorio de los indios tingni al otorgar ilici-
tamente una concesi6n maderera a una empresa
14Vease Kroll Argentine Risk Monitor, 4 de octubre de 2003,."
p. 7, <http://www.krollworldwide.com/library/
arm/arm_041003.pdf>. Kroll, Inc. es una empresa
consultora de riesgos.
20. coreana. Las demandas de este tipo suelen
contar con el apoyo de grupos defensores bajo
la "Estrategia Liliput", orquestada pOl'el Foro
Social Mundial, que se dedica a combatir el
neoliberalismo global. En esta estrategia
"ascendiente" la ley conecta los medios politicos
con los fines politicos. En ocasiones, se dirige
al propio capital. Asi, en 2002, Pluspetrol fue
demandada pOl'la Asociaci6n Interetnica
pOl'el Desarrollo de la Selva Peruana; debi6
limpiar un derrame de petr6leo en el rio
Maranon y compensar a lasvictimas por los
danos causados. A veces la ley actua contra
sedes de poder inesperadas: hace un tiempo,
16.000 graduados en escuelas indias interpusie-
ron demandas en Canada contra las iglesias
anglicana, presbiteriana y catolica, alegando
abusos ffsicos, sexuales y culturales. Todos estos
casos fueron ganados, pero son muchos los que
se pierden. Asi, pOl'ejemplo, la comunidad
de los ogoni perdi6 una demanda contra Shell
pOl'considerarla c6mplice de Nigeria en el
asesinato de aquellos que se oponian a la
presencia de la multinacional en la zona.
A menu do la ley se decanta hacia el bando del
capital bandolero. Sobre todo cuando se pone
la mascara del negocio respetable. Algunas
corporaciones tambien utilizan los tribunales
para crear un medio liberalizado propicio para
sus maniobras; y, en ocasiones, para protegerse
del escrutinio de algunas de sus operaciones
mas siniestras.15
No s6lo se judicializa la politica del presente.
Como ya hemos dicho, tambien el pasado se
resuelve en los tribunales. Gran Bretana, pOI'
ejemplo, debe hacer frente a varias demandas
pOl'haber llevado a cabo acciones de una atroci-
dad extrema en su imperio africano, pOl'haber
asesinado de manera caprichosa a varios lideres
locales, pOI'haber enajenado ilegalmente territo-
rio de un pueblo africano para cederselo a otro,
y pOI'otras injusticias e ilegalidades. Con estas
acciones se criminaliza el colonialismo. Llevada
a comparecer ante un juez, la Historia debe
romper sus silencios, someterse alas reglas de la
justicia a instancias de aquellos que la han pade-
cido y verse reducida a un equivalente moneta-
rio, pagadero como moneda oficial de los danos,
el desposeimiento, la perdida y el trauma. Lo
que se imp uta al imperialismo, par encima de
todo, es su responsabilidad en la guerra legal: el
15 Para remisiones anotadas a fuentes sobre [os diversos casos,
vease Comaroffy Comaroff (2006).
21. uso de sus propios c6digos penales, sus procedi-
mientos administrativos, sus estados de emer-
gencia, sus fueros, mandatos y 6rdenes
judiciales, para sancionar a sus individuos
por medio de una violencia descodificada
y legalizada por su palabra soberana. Tambien
se Ie acusa de aplicar sus propias formas
civilizadas de cleptocracia.
La guerra legal-el recurso a los instrumentos
legales, a la violencia inherente en la ley, para
cometer actos de coacci6n politica, incluso
de supresi6n (Comaroff, 2001)- tambien es
notable en las poscolonias. AI tratarse de una
clase de sustituci6n politica, resulta mas visible
cuando aquellos que "sirven" al Estado hacen
maniobras legales para actuar contra sus
ciudadanos. Tal vez resulte mas infame el caso
de Zimbabue, donde el regimen de Mugabe
ha aprobado sistematicamente leyes para justifi-
car el silenciamiento coactivo de sus criticos.
La operaci6n Murambatsvina, "Eliminar la
basura", que ha expulsado a oponentes
politicos de areas urbanas bajo la bandera
de la "demolici6n de tugurios", recientemente
ha llevado esta practica hasta limites sin
precedentes. Murambatsvina, dice el gobierno,
es simple mente una aplicaci6n de la ley territo-
rial para arrasar "estructuras ilegales"
peligrosas.'6
La guerra legal puede ser limitada 0 reducir
ala gente a la "nuda vida"; en Zimbabue, se ha
convertido en una necropolitica con un numero
creciente de victimas. Pero siempre intenta
blanquear el poder mediante un lavado de
legitimaci6n, al ser desplegada para reforzar los
pilares del Estado 0 ampliar los vasos capilares
del capital. De ah! la tesis de Benjamin (1978),
segun la cualla ley s.eorigina en la violencia
y subsiste mediante la violencia, y 10 legal y 10
letal se animan mutuamente. Naturalmente,
en 1919, cuando escribi6 su critic a a la violencia,
Benjamin no podia imaginar la posibilidad
de que la guerra legal tambien se convirtiera
en un arma de los debiles, y dar as! la vuelta a la
auto rid ad llevando a los tribunales demandas
para obtener recursos, reconocimiento, voz,
integridad y soberania.
No obstante, esto aun no responde las pre-
guntas esenciales: lPor que existe un fetichismo
de la legalidad? tCuales son sus repercusiones
16 "Now it's a crime against humanity: A million Zimbabweans
left homeless", Allister Sparks, Cape Times, 29 de junio
de 2005.
22. en el juego de la Ley y el des/orden en la posco-
Ionia? tSon las poscolonias distintas en este
sentido a otros estados-naci6n?
La respuesta a la primera pregunta resulta
obvia. El recurso a la ley pareceria surgir
directamente de las crecientes preocupaciones
sobre el desorden. Pero esto no explica la
sustituci6n de 10politico por 10legal 0 el recur-
so a los tribunales para resolver un espectro mas
amplio de agravios. Resumiendo, el fetichismo
obedece a algo mas profundo que una mera
preocupaci6n por la violencia criminal. Esta
relacionado con la propia constituci6n
del sistema de gobierno poscolonial. Segun
parece, la naci6n modern a esta experimentando
un alejamiento hist6rico del ideal de homoge-
neidad cultural: un cambio de rumbo nervioso,
a menu do xenofobico, hacia la heterogeneidad.
EI surgimiento del neoliberalismo -con
su imp acto sobre los flujos de poblacion,
la migracion del trabajo y los trabajadores, la
dispersion de las practicas culturales y las nue-
vas geografias de produccion y acumulaci6n-
ha acentuado este proceso, sobre todo en las
antiguas colonias, que desde el comienzo se
erigieron a partir de la diferencia. Y la diferencia
engendra mas leyes. tPor que? Pues porque,
con una heterodoxia creciente, los instrumentos
legales parecen ofrecer un medio de conmensu-
raci6n: un repertorio de terminos y practicas
estandarizados que, al igual que el dinero
en las transacciones economicas, permiten
la negociacion de valores, creencias, ideales
e intereses a traves de unas lineas divisorias
por 10demas intransitivas. De ahi la huida
planetaria hacia un constitucionalismo que
abarca explicitamente la heterogeneidad
en declaraciones de derechos altamente indivi-
dualistas y universalistas, incluso en los casos
en que los estados prestan cada vez menos
atencion a estas declaraciones. De alIi tambien
el esfuerzo por hacer del discurso sobre 10s
derechos humanos un discurso cada vez
mas global y serio. Y de ahi la sustituci6n
de tanta politica por jurisprudencia.
Pero hay algo mas en juego. Cabe recordar
que un reconocido corolario del recurso neoli-
beral ha sido la subcontrataci6n por parte de
algunos estados de las operaciones habituales
de los gobiernos, incluidas aquellas que -como
los servicios sanitarios, el mantenimiento del
orden y la conducta de guerra- resultan esencia-
les para la gesti6n de la "nuda vida". Por supues-
to que las burocracias conservan algunas de sus
23. viejas funciones, pero la mayoria de los gobier-
nos del siglo XXI han reducido su alcance
administrativo, confiando cada vez mas en el
mercado -y delegando cada vez mayor respon-
sabilidad a los ciudadanos como individuos,
comunidades y c1asesde agentes sociales
o legales-. Bajo estas condiciones, sobre todo
alli donde la amenaza del desorden parece in-
manente, la ley civil se perfila como un arma
mas 0 menos eficaz al servicio de los debiles,
de los fuertes y de todos aquellos que quedan en
el medio. Lo cual, a su vez, exacerba el recurso
a la guerra legal. El tribunal se ha convertido
en un lugar ut6pico al que la acci6n humana
puede recurrir como medio para obtener sus
fines. Una vez mas, esto se da especialmente
en las poscolonias, donde al principio las buro-
cracias y las burguesias no eran complejas,
donde el poder ejecutivo era inalcanzable,
como siempre, donde la heterogeneidad debia
negociarse desde el principio. La subcontrata-
ci6n del gobierno al sector privado tambien
ha conducido ala criminalizaci6n de la contra-
politica, tratandola como una acci6n, no contra
el Estado, sino contra la propiedad y los dere-
chos de las empresas, y por tanto como objeto
de proceso judicial. Cabe sefialar, a este respecto,
los acontecimientos que rodearon las llamadas
"guerras por el agua" de Cochabamba, en
Bolivia: las protestas generalizadas contra la
privatizacion del suministro de agua por orden
del gobierno, y contra su transferencia a Bechtel,
una empresa norteamericana -acompafiada,
inevitablemente, de aumentos consider abIes
en su coste a los consumidores pobres- fueron
consideradas como si se tratara de un delito
corriente. AI menos hasta que el regimen
advirti6 que ya no podia seguir haciendolo.
Teniendo en cuenta todo esto, el fetichismo
de la ley parece sobredeterminado. No s610
la vida publica se esta volviendo mas legalista, '
sino tambien las "comunidades" dentro del
Estado-nacion, al regular sus propios asuntos
y abordar otros: comunidades culturales,
religiosas, empresariales, residenciales, comuni-
dades de interes, e inc1uso comunidades ilegales.
AI parecer, aqui todo existe a la sombra de la ley.
Y precisamente por este motivo resulta sorpren-
dente que una "cultura de la legalidad" pueda
saturar no s610 el orden civil sino tambien
sus fondos criminales. Otro ejemplo de ello
es la Republica Sudafricana, donde el crimen
organizado acapara, subcontrata y falsifica
los medios y los fines, tanto del Estado como
24. del mercado. Las bandas de.los Cape Flats
de Ciudad del Cabo reproducen el mundo
empresarial y se han convertido en un suplente
del lump en para los excluidos de la economia
nacional (vease Standing, 200S). Para sus clien-
tes contribuyentes, esas bandas asumen las
funciones positivas del gobierno, incluida
la seguridad. En todo el ambito poscoloniallas
corporaciones ilegales de este tipo suelen tener
personal judicial fantasm a y convocan tribuna-
les para juzgar a los delincuentes contra las
personas, la propiedad y el orden social sobre
los que ejercen su soberania. Asimismo, prop or-
cionan la vigilancia que el Estado ha dejado
de garantizar 0 ha subcontratado en el sector
privado. Algunas tienen constituciones.
Unas pocas incluso estan estructuradas como
franquicias y se dice que ofrecen una "ciuda-
dania alternativa" a sus miembros, 10cual
resulta muy significativo. Charles Tilly (198S)
demostr6 muy bien en una ocasi6n que los
estados modernos tienen un funcionamiento
muy parecido al del crimen organizado.
Actualmente, el crimen organizado funciona
cada vez mas como los estados.
Resulta evidente que la falsificaci6n de una
cultura de la legalidad por parte del hampa
criminal alimenta la dialectica de la ley y
del desorden. Al fin y al cabo, una vez que el
gobierno subcontrata sus servicios de man ten i-
miento del orden y la fuerza de las franquicias,
y una vez que las organizaciones ilegales hacen
sombra al Estado proporcionando protecci6n
y repartiendo justicia por su cuenta, el propio
orden social se convierte en una especie de sa16n
de los espejos: visible, opaco y translucido
a la vez. Y,10 que es mis, esta dialectica tiene su
propia geografia. Una geografia de soberanias
discontinuas y solapadas.
Hace un momenta hemos dicho que las co-
munidades de todo tipo son cada vez mas lega-
listas ala hora de regular sus asuntos; de hecho,
suele ser durante este proceso cuando se con-
vierten en comunidades, al ser el acto de judi-
cializaci6n un acto de objetivaci6n. Aqui reside
su voluntad de soberania, que adoptamos para
connotar el ejercicio de control aut6nomo sobre
las vidas, las muertes y las condiciones de exis-
tencia de aqueUos que caen dentro de su ambito
-y la extensi6n sobre eUos de la jurisdicci6n
de alguna ley-. "La legislaci6n -para citar una
vez mas a Benjamin (1978: 29S)- es creaci6n
de poder y, hasta ese punto, una manifestaci6n
inmediata de violencia." Pero "el poder [es] la
25. mas importante de las legislaciones miticas".
En resumen, para transformarse en autoridad
soberana, el poder exige una arquitectura
de las legalidades. 0 de sus simulacros.
Debido a sus trayectorias, las poscolonias
suelen no estar organizadas bajo una unica
soberania verticalmente integrada y sustentada
por un Estado centralizado. Mas bien consisten
en un mosaico horizontal de soberanias
parciales: soberanias sobre los territorios y sus
habitantes, sobre conjuntos de pueblos unidos
por una fe 0 una cultura comunes, sobre esferas
transaccionales, redes de relaciones, regimenes
de propiedad y, a menudo, combinaciones
de estos elementos; soberanias de mayor 0
menor vida, protegidas en mayor 0 menor
grade por la violencia, siempre incompleta.
Es por esta razan, que existen tantos sistemas
de gobiemo que parecen un compuesto de
zonas de urbanidad, comunicadas mediante
fragiles pasillos de seguridad en medios que
por 10 demas se suponia que estaban descontro-
lados, literal mente. Estas zonas y pasillos son,
volviendo a Hobbes, los espacios "amurallados"
de la legalidad, mondo juralis, en la geografia de
retazos que traza el mapa de la dialectica de la
ley y el desorden en la poscolonia, el mosaico
que hace que la vida humana sea posible en un
universo ala vez ordenado e indisciplinado.
Esto nos lleva, finalmente, a la gran pregunta.
~Estan singular la violencia criminal que
suele atribuirse alas poscolonias? ~
Y el fetichis-
mo de la ley? ~
Y la propia dialectica de la ley
y el desorden?
Sobran pruebas de que los paises africanos,
por ejemplo, no son tan distintos de, pongamos
por caso, Rusia. En 1999 The Economist procla-
ma a este pais -no Nigeria, ni Togo, ni el
Congo-la "cleptocracia mas importante del
mundo".'? Observemos los hechos: el hampa
rusa controla el 40% de la economia; no existen
barreras ala corrupcian; el 78% de las empresas
suelen pagar sobomos con regularidad; el
personal publico se deja sobornar constante-
mente; los matones se hacen pasar por polidas;
el crimen organizado, cada vez mas avanzado
17 Salvo en los casos en los que se indique 10 contrario, todas
las citas de este parrafo relacionadas con Rusia pertenecen a
"Crimen sin castigo", The Economist, 352, N° 8134, pp. 17-20.
26. en sus pf<kticas empresariales, se alimenta del
sector privado -y, cuando el Estado no refuerza
la ley ni proporciona servicios, pone precio
a estos servicios-. AI mismo tiempo, las "estruc-
turas y los valores de la legalidad estan en
marcha"; "incluso los politicos mas corruptos
las defienden de dientes afuera". lLes resulta
familiar?
Si Rusia parece un ejemplo demasiado fla-
grante, observemos a AIemania, que a menu do
presume de ser el arquetipo de la respetabilidad
empresarial. Desde hace un tiempo AIemania
se ha visto sacudida por revelaciones del "virus
de la corrupcion" -no solo en "nichos oficial-
mente protegidos 0 en el entorno de los corre-
dores de bolsa, sino en todas partes"-.18 Esto
recuerda la endemica corrupcion empresarial
de los Estados Unidos, donde el caso Enron saco
a la luz el engafio economico escondido
en el oscuro corazon del falso capitalismo.
Naturalmente, esto no significa que Rusia sea
como Ruanda 0 Alemania como Guatemala.
Pero SI sefiala el hecho de que, en todo el planeta,
ya menudo en lugares insolitos -Suecia,
Holanda, Japon, Inglaterra, Canada- existe una
preocupacion creciente por el aumento del
crimen, la violencia y el desorden. Y no se trata
de una inquietud infundada. El teorico conser-
vador John Gray (1998), y muchos otros, han
afirmado que el problema del neoliberalismo es
la escalada del desorden global, debida al replie-
gue del Estado, alas oportunidades para ejercer
actividades ilegales que surgen de la liberaliza-
cion, al creciente mercado para los medios de
la violencia, y a la criminalizaci6n de la raza, la
pobreza y la contrapolitica. Todo ello conduce al
incremento de la impresion de caracter populis-
ta de que la linea que separa el orden del desor-
den es muy delgada; una impresi6n que en los
Estados Unidos se vio reforzada por los saqueos
y los asesinatos que siguieron al huracan Katrina
en 2005, gran parte de los cuales fueron prota-
gonizados por victim as que se vieron privadas
de recursos y de asistencia de cualquier tipo por
un regimen cuyo presidente pidi6 a 10spobres
que "asumieran responsabilidades". Como no
tenian demasiadas alternativas, muchos de ellos
10hicieron; pero tambien se adjudicaron otras
cosas, por supuesto. Aquellas escenas mediatiza-
das dejaron perplejos a los norteamericanos,
18 La cita procede de un editorial del Die Zeit. Tambien
aparece citado en Jeffrey Fleishman, "Virus of corporate
corruption contaminates Germany': The Sunday
Independent (Johannesburgo), 20 de agosto de 2005, p. 14.
27. 19 Estas cifras figuran en The seventh United Nations Survey
on crime trends and the operations of criminal justice
systems (1998-2000), <http://ww.V'. unodc.org/pdf/crime/
seventh_surveY/7sc. pdf>.
Si bien estos calculos deb en interpretarse
con escepticismo, siete de los paises en los que
se ha producido el mayor numero de delitos
no son poscolonias. El crimen organizado
tambien se esta introduciendo en el norte
del globo, incorporando unas practicas
comerciales cada vez mas sofisticadas, consoli-
dando sus formas espectrales de gobierno
a imagen de la ley y haciendo negocios rentables
con corporaciones licitas y con cuadros
politicos.
Naturalmente, los paises como los Estados
Unidos y las naciones de Europa saben ocultar
sus practicas cuestionables mejor que sus
hom6logos poscoloniales. No es ningun secreta
que la primera elecci6n de George Bush
se decidi6 mediante una guerra legal. 0 que su
conducta de gobierno posterior en beneficio
de sus socios mas pr6ximos ha legalizado
pOl'decreto soberano -y pOl' falsificaci6n-
precisamente 10que en otras partes se considera
"corrupto". De este modo, la excepci6n se com-
pone de engano y extracci6n. Sucede algo
similar en Inglaterra, donde los gobiernos con-
servadores de Margaret Thatcher y John Major.
fueron sacudidos pOl'una serie de escandalos
cuando se supo que habian vendi do activo
quienes confesaban que 10primero que les venia
a la mente al verlas era ... Africa. Los Estados
Unidos se habian top ado de frente con 1areali-
dad de que su pais tambien posee unaspecto
caracteristico de las poscolonias: tiene su propio
"sur", un mundo segregado de pobres, margin a-
dos, criminalizados.
Pero, lno es posible que este sea un hecho
excepcional? lTiene raz6n John Gray? lHay
mas desorden en todas partes? Segun Barclay
y Tavares (2003: 2), cuyas estadisticas proceden
del Ministerio del Interior Britanico, entre 1997
y 2001 tanto el delito contra la propiedad
como el delito violento aumentaron considera-
blemente en todo el mundo: el delito contra
la propiedad un 24% en Europa y un 128%
en el Jap6n; el delito violento un 22% en Europa
y un 79% en el Jap6n. En el "total de los delitos
registrados" pOl'1asNaciones Unidas el ano
2000,'910s diez lideres eran Nueva Zelanda,
Republica Dominicana, Finlandia, Ing1aterra
y Gales, Dinamarca, Chile, los Estados Unidos,
Holanda, Canada y 1aRepublica Sudafricana.
28. publico a ricos ciudadanos britanicos por
una bicoca. Como senalaDavid Hall (1999),
refiriendose a Europa: "1os ultimos anos hemos
visto politicos condenados por corrupci6n
en Austria, Belgica, Francia, Alemania, Italia,
Espana y Reino Unido. En 1999, el conjunto
de la Comisi6n Europea debi6 dimitir debido
a acusaciones de corrupci6n. El soborno es tan
habitual que las empresas inglesas contratan
a agentes para recuperar los pagos que no pro-
ducen resultados". En este caso tambien resulta
dif1cildistinguir los negocios legales de los
ilegales; y tambien se chupan la sangre unos
a otros, a veces literalmente. Finalmente, resulta
imposible saber si existe tanto desorden en
el Norte como en el Sur. Dejando a un lado 10
demas, a menudo las estadisticas oficiales
sobre corrupci6n ocultan tanto como revelan.
Y en cualquier caso, much as cuestiones que
en las poscolonias se consideran corrupci6n
-como las inmensas "aportaciones" a politicos
desde sectores interesados, 0 la flagrante
distribuci6n de los botines de guerra entre las
elites politicas- son "legales" en el Norte, donde
las cubren con la casta ropa de una cultura de la
contabilidad. Y,como hemos visto, a menudo
el Sur carga con la culpa de un as oscuras cola-
boraciones. lQue significa eso? Que much as de
las practicas intrinsecamente asociadas con las
poscolonias no se limitan a estas, sino que
tambien se detectan en otras partes, aunque
no con tanta claridad. 0 bien ocultas bajo
un alias respetable.
Lo mismo sucede con la otra cara de la dialec-
tica de la ley y el orden, la cultura de la legalidad.
El mundo no poscolonial tambien se muestra
mas pleiteador que antes. La creciente heterodo-
xia de todos los estados-naci6n ha animado a
distintos pueblos a reivindicar sus derechos
apelando a una instituci6n disenada para tratar
esos derechos: los tribunales. Como consecuen-
cia de ello, en todas partes la judicializaci6n de la
politica avanza a ritmo acelerado. En el Norte,
donde la centralizaci6n de la autoridad en el
Estado tiene una historia mas larga, una sola
soberania verticalmente integrada aun podria
resistir, evitando la sedimentaci6n de un mosai-
co de soberanias, salvo en los enclaves criminales
donde el mantenimiento de la ley y el orden
tiene poco exito. Sin embargo, la presi6n hacia
una fragmentaci6n de la soberania -como la que
ha conocido Rusia con Chechenia 0 Inglaterra
con su "sector celta"- esta creciendo deprisa, a
instancias de movimientos religiosos yetnona-
29. cionalistas, el crimen organizado, empresas
multinacionales, ONGS
y otras fuerzas que buscan
la independencia en un universo liberalizado.
En resumen, las similitudes entre la poscolonia
yel mundo que hay al otro lado son innegables.
Y cada vez mas numerosas. El Norte esta evolu-
cionando hacia Africa. En todas partes la violen-
cia criminal se ha convertido en un vehiculo
imaginativo, en un jeroglifico, para pensar
en las pesadillas que amenazan ala naci6n.
Y en todas partes el discurso del crimen desvia
la atenci6n de los efectos materiales y sociales
del neoliberalismo, responsabilizando a los
males del hampa de su lado mas oscuro. Pero
las diferencias tambien son palpables. No hay
duda, pOl'todos los motivos que hemos expues-
to aqui, de que la dialectica de la ley y el desor-
den aparece exagerada en las poscolonias,
donde la dispersi6n de la autoridad del Estado
es mas grande. Pero el propio hecho de que
la delegaci6n de la soberania este empezando
a ser mas palpable en el Norte, de que la dialec-
tica de la ley y el desorden se este manifestando
cada vez mas en los Estados Unidos y en
Europa, sugiereque las poscolonias son versio-
nes hiperampliadas de la historia del orden
mundial contemp0l'<lneo, que van un poco
adelantadas. AI fin y al cabo, son los supuestos
margenes los que a menudo experimentan
cambios teut6nicos en el orden de las cosas,
de un m~do manifiesto y espantoso. Y energico,
y creativo, y ambiguo. No estamos hablando
aqui de transici6n, una fase pasajera en la vida
yen los tiempos de la poscolonia, un momenta
suspendido entre el pasado y el futuro. Esto
va a pasar a la historia. POl'eso la poscolonia
se ha convertido en un terreno tan esencial
para la teorizaci6n en las ciencias sociales.
En la medida en que son precursores de un
futuro global, de la nueva era neoliberal en su
aspecto mas firme, estos sistemas de gobierno
son tambien 10sambitos dande deben fijarse
10slimites del conocimiento social.
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Obsesiones criminales
despues de Foucault:
Poscolonialismo, vigilancia policial
y la metafisica del des orden
Jean y John 1. Comaroff
Quizas sea por el caos que reina en nuestras
vidas, llenas de misterios sin resolver,
historias incompletas, asesinatos sin culpable,
por 10 que la ficci6n policiaca es tan
popular. Creo que esa es la raz6n de que
los sudafricanos esten tan enganchados
a las series policiacas americanas ...
porque en algun lugar, de alguna forma,
alguien esta resolviendo un crimen.
AI menos en la ficci6n, se hace justicia ...
Michael Williams,
The eighth manl
1 Michael Williams, The eighth man, Oxford, Oxford
University Press, 2002, p. 163.Cabe sefialar que Williams es
el director de opera del Artscape Theatre Centre, uno de los
principales centros culturales de Cape Town. Sus novelas .
de detectives, una de las cnales se representa como obra de
teatro en los colegios locales, han sido pllblicadas en la serie
de ficci6n slldafricana de Oxford University Press.
31. En los ultimos alios, los habitantes de todas
las regiones del planeta han desarrollado una
preocupaci6n fuera de 10 comun por el orden
publico, el crimen y la vigil~ncia policial. Desde
el Reino Unido hasta el Brasil, pasando por
Nigeria, los Paises Bajos, Eslovaquia 0
Sudafrica/ el espectro de la ilegalidad parece
cautivar a la imaginaci6n popular. En gran parte
del mundo dicha preocupaci6n esta lejos
de tener raz6n de ser. Si bien es cierto que es
practicamente imposible conseguir estadisticas
exactas sobre los delitos,3 dado que dichos
artefactos actuariales dependen, en primer
lugar, de 10 que se describe como delito, de 10
que se considera como prueba y de cuanta
certeza estemos dispuestos a atribuir a un con-
junto de cifras, tambien es cierto que la amena-
za de agresi6n criminal percibida suele ser
desproporcionada en comparaci6n con el riesgo
"real" para las personas y para la propiedad.
Yen el caso de Sudafrica, el riesgo esta distribui-
do de manera mas desigual que en muchos
otros lugares del mundo.4 Pese a todo, no debe-
mos trivializar elindice de los delitos violentos
en este pais y sus efectos en las vidas de los
ciudadanos. Son perfectamente reales. Tal y
como han reconocido los crimin6logos, la cre-
ciente violencia que sufrieron las comunidades
negras segregadas bajo el apartheid alcanz6,
2 En nuestro trabajo Policing the postcolony: Crime, the State,
and the metaphysics of disorder (especialmente en 10s
capitulos 1y 5) analizamos las pautas del crimen y su
representaci6n en Sudafrica, en el pasado y el presente, y
afiadimos datos principales y secundarios sobre este tema.
Dada la limitaci6n de espacio en este contexto, nos vemos
obligados a proporcionar una serie de referencias algo
esquematicas para apoyar nuestras afirmaciones. Si se desea
informacion y pruebas en mayor detalle, vease el Nedbank
ISS Crime Index y las monografias publicadas por eI
Instituto de Estudios de Seguridad (Institute of Security
Studies), en la pagina web en www.iss.org.za.
3 Esverdad que este argumento se ha sostenido muy a
menudo; es parte de la cuestion mas general de la
naturaleza de la violencia cuantitativa: como se construye,
mediante que procesos de abstraccion adquiere significado,
como circula y como se Ie atribuye significado. En terminos
mas mundanos, sin embargo, si se desea consultar un
ejemplo que se relaciona especificamente con las
estadisticas del delito en Sudafrica, que como en todos
lados es una cuestion controvertida, vease Rob Marsh, With
criminal intent: The changing face of crime in South Africa,
Cape Town, Ampersand Press, 1999,pp. 176-186.
4 Vease, por ejemplo, Mark Shaw y Peter Gastrow, "Stealing
the show? Crime and its impact in post-apartheid South
Africa",en Daedelus: Jou1'11alof the American Academy of
Arts and Sciences 130,N° 1,2001,pp. 235-258,aqui p. 243;
Martin Schonteich, "Sleeping soundly, feelings of safety:
Based on perceptions or reality?", en Nedbank ISS Crime
Index 5, N° 2, 2001, pp. 1-6.
32. sobre todo a partir de fines de la decada de 1980,
a los otrora tranquilos y estrechamente vigilados
suburbios "blancos",510 que se ha convertido ya
en parte integral de nuestra historia.
Sin embargo, al mismo tiempo parece que la
obsesi6n por el crimen y por el desorden publi-
co va mas alIa del mero hecho de su realidad.
Los sudafricanos de todas las capas sociales
estan fascinados por las imagenes del crimen y
por el mantenimiento del orden, ya sea en la
forma de innumerables rum ores 0 telenovelas
locales, buen cine de Hollywood 0 sus peores
producciones, documentales serios 0 melodra-
mas baratos. Tras esquivar indefinidos peligros
durante el dia, por la noche, detnis de sus pare-
des cuidadosamente protegidas, un alto porcen-
taje de los ciudadanos satisface su necesidad de
experiencias de anarquia y desorden a traves de
los medios de comunicaci6n importados y
locales. lCual es la raz6n de todo esto?
La obsesi6n sudafricana por la ley y el orden
-0 mas bien por su representacion medi<itica-
no es nueva, ni unica. "Si bien es cierto que
existe el crimen ... mientras el publico quiera
verlo como un problema de proporciones des-
mesuradas, nos sentimos en la obligaci6n de
reinventarlo",6 escribi6 Stuart Scheingold desde
los Estados Unidos hace dos decadas. Durante
mas de un siglo el modelo de "polidas y ladro-
nes" ha proporcionado historias convincentes
para la creacion popular de mitos en todo el
mundo; es evidente que ofrece flexibles alegorias
que permiten explorar la naturaleza y los limites
del ser humano en casi todos los rincones del
globo. El gusto por la ficci6n polidaca no se
limit a a su consumo como entretenimiento de
masas, ni tampoco despierta solo el interes de
aquellos que contemplan el orden en terminos
abstractos. Por el contrario, el teatro y la fantasia
estan integrados en las rutinas diarias del traba-
jo policial mismo. A modo de ejemplo, Scotland
5 Yease, p.or ejemplo, Tony Emmett, "Addressing the
underIYll1g causes of crime and violence in South Africa,"
en Tony Emmett y Alex Butchart (eds.), Behind the mask,
Gettin~ to grips with crime and violence in South Africa, .
PretorIa, Human Sciences Research Council Publishers,
2000, p. 290; John Matshikiza, "Introduction': en M.
Chapman (ed.), The drum decade: Stories from the 1950's
Pietermaritzburg, University of Natal Press, 2001, p. Xl; ,
Mungo Soggot, "When orange farm meets Sodwana Bay"
en ~eidi .Holland y Adam Roberts (eds.), From Jo'burgto'
JOZI:Stones about Africa's infamous city, Londres, Penguin
Books, 2002, p. 227.
6 Stuart A. Scheingold, The politics of law and order: Street
crime and public policy, Nueva York, Longman, 1984, p. 68.
33. Yard contrat6 recientemente a un mago profe-
sional que utiliza "el ilusionismo como metafora
de situaciones de la vida real" para "fomentar
[la] confianza y las tecnicas de liderazgo" de sus
superintendentes.7 En la misma linea, como
veremos, el sobrecargado Servicio de Polida
Sudafricano, algunos de cuyos altos cargos son
reputados detectives-adivinos,8 dedica un es-
fuerzo considerable a representar ilusorias
victorias sobre las fuerzas oscuras de la violencia
yel desorden. lPero para que tanto teatro? lPor
que sienten los augustos funcionarios de la ley
-la encarnaci6n misma del Estado mas racional,
legitim a y contundente-Ia necesidad de fingir y
7 Vease Jamie Wilson, "War on crime is just an illusion", en
The Guardian, 28 de abril de 2001, p. n. Un agente esceptico
declar6: "Quizas podria hacer aparecer varios miles de
policias mas en las calles de la capital para ayudarnos a
luchar contra asaltantes y ladrones y a proteger al publico".
8 Algunos de los detectives-adivinos han atraido la atenci6n
de los medios de comunicaci6n nacionales. Vease al
respecto Sam Kiley,"SAPS man aims to kill in his role as
sangoma'; en The Star, 7 de agosto de 1997, p. 2; vease
tambien Search for common ground, un documental de
televisi6n que tuvo una gran audiencia, emitido por
primera vez por la SABC3e117 de julio de 1997. Otros, como
eI sargento Moshupa del SAPS en la Provincia del Noroeste,
con eI que trabajamos entre 1999 y 2000, eran conocidos en
la zona por los poderes visionarios que utilizaban en su
trabajo policial.
actuar de este modo? lAcaso no nos ha conven-
cido Foucault de que es en el panoptico, y no en
el escenario, ellugar donde se encuentra la clave
del poder en su forma moderna?
El crimen domina la era posterior a la Guerra
Fda. Sus modos de funcionamiento, cada vez
mas flexibles, copian a menu do el funciona-
miento de las empresas,9 formando una
"sociedad incivil" que florece con mas energia
alIi donde el Estado desaparece. De alIi la implo-
sion de fraudes fiscales cada vez mas virtuales
y vertiginosos, de mercados de sustancias
ilegales y armamentos mas agiles y con mayor
facilidad para cruzar fronteras, y de violencia
mercenaria -to do ello favorecido por la liberali-
zacion del comercio, nuevos tipos de instru-
mentos financieros y los modernos medios
de comunicacion-. De alli tambien el papel del
crimen organizado: la mafia y las bandas
9 Johannes Leithauser, "Crime groups become an increasing
security threat, officials assert:' en Frankfurter Allgemeine
Zeitung (edici6n inglesa), 22 de mayo de 2001, p. 2.
34. 10 Sobre Rusia, vease Nancy Ries, "Mafia as a symbol of power
and redemption in post-Soviet Russia", informe leido
durante un seminario titulado Transparency and
conspiracy: Power revealed and concealed in the global
village, London School of Economics, mayo de 1999,
manuscrito. En Cape Town, Sudafrica, el peri6dico
The Cape Argus public6 durante cuatro dias (del 4 al7
de agosto de 2003) una serie de articulos de fondo bajo
el titulo "Gangland (Pty) Ltd.". La serie -y especialmente el
articulo de Michael Morris "Gangsterism provides ...
but it takes away more", 6 de agosto, p. 14- demuestra
exactamente este argumento.
11 Jacques Derrida, Espectros de Marx: el estado de la deuda,
el trabajo del duelo y la nueva internacional, Madrid,
Editorial Trotta, 1998.
12 EI director de la Oficina Europea de Policia -Europol-
declar6 recientemente que los delitos transnacionales son
una amenaza creciente para la seguridad intern a de los
ciones existentes entre el crimen y el terror,
aun en estado embrionario, estan siendo revisa-
das en este mismo momento, y cada uno de
estos terminos se esta utilizando ideo16gicamen-
te para darle sentido al otro y para "luchar"
contra el. Asi tenemos "la guerra" contra el
terror, las drogas, las bandas, los inmigrantes
ilegales, la corrupci6n empresaria, y asi sucesi-
vamente. Cabe sefialar en este sentido que
Egged, la compafiia de autobuses israeli, ha
demandado a Yasser Arafat pOl'los dafios
sufridos durante ataques suicidas, y que los
familiares de las victimas del 11 de septiembre
han presentado una demanda de 100 triBones
de d6lares contra organizaciones beneficas
islamicas, e1Estado sudanes y los bancos
de Arabia Saudi, entre otros, pOl' su apoyo
a Osama bin Laden -acciones que reducen
la intifada y los ataques al World Trade Center
a simples ilegalidades susceptibles de ser proce-
criminales con fines empresariales que,
a cambio de una tasa, realizan servicios que
los gobiernos ya no pueden llevar a cabo en los
estados soberanos postotalitarios.lO
Dichos
"estados-fantasma" criminales, sefiala Derrida,l1
son una realidad de estos tiempos. Yasea porque
a menudo se encuentren en las complejas
relaciones transnacionales, ya porque hagan
uso de las nuevas tecnologias, se funden con
las redes del terror que estan sustituyendo
rapidamente alas amenazas convencionales
para la seguridad "nacional".12Es mas, las distin-
paises europeos y que los gobiernos deberian "plantearse si
los recursos que se han empleado hasta ahora en la defensa
militar no deberian ser invertidos (... ] en la seguridad
nacional"; vease Johannes Leithauser, "Crime groups
become an increasing security threat, officials assert", en
Frankfurter Allgemeine Zeitung (edici6n inglesa), 22 de
mayo de 2001, p. 2.
35. sadas recurriendo alas principios de responsa-
bilidad civil-.'3 Baja estas condiciones, el
crimen y el terror se fusionan en las tinieblas
epistemo16gicas de un "nuevo" sistema global
que al mismo tiempo reproduce yeclipsa
a su predecesor. El resultado es que el orden
social es mas dificil de percibir que nunca,
que la violencia surge como mas endemica,
excesiva y transgresora que antes, y que
en la imaginaci6n del publico la polida encarna
un Estado alterado y bajo presi6n. Los oficiales
del Departamento de Polida de Los Angeles,
no precisamente famosos par su civismo,
se describieron redentemente a si mismos
como "la membrana exterior de la civilizaci6n"
en un mundo de desorden.'4 Del mismo
modo, el polida protagonista de una sorpren-
dente obra de teatro de la Sudafrica
poscolonial, The great outdoors, de Neil
McCarthy, observa que "la linea que separa
el orden del caos" es como "un hilo de una tela
de arafia".'5
La obsesi6n par el crimen y el desorden no es
una observaci6n simple y sui generis -al menos
en Sudafrica- sabre el orden social. Es tambien
un reflejo del estado de la nad6n. Tomemos
par ejemplo la publicidad, un genera que inten-
ta transformar las pesadillas en deseo. En abril
de 2001, el Mail & Guardian, quizas el peri6dico
mas critico del pais, sefialaba que "puertas
de seguridad, perros defendiendo comunidades
amuralladas y personajes oscuros blandiendo
pistolas entre las sombras aparecen incluso
en los anuncios de papel higienico y palomi-
tas".'6 En aquella epoca, una cadena de radio
de Johannesburgo se anunciaba en enormes
vallas publicitarias can s610 dos palabras:
MAsPOUclA. Y,can mas ironia: "PUEDESCOGER
ELCaCHE,PERODEJALARADIO.98.7FM".
Este contraste entre la panacea y el panico,
el pop y la imposicion de la ley, el ardiente
13 Estas acciones legales fueron divulgadas en todo el mundo.
En Sudafrica, aparecieron en la prensa a fines de agosto
de 2001. Vease pOl' ejemplo "Israel to begin pulling out of
Gaza, Bethlehem", y "Saudis cry foul over US lawsuit';
ambos artkulos publicados en el Cape Times, 19 de agosto
de 2001, p. 2.
14 Peter J. Boyer, "Bad cops", The New Yorker, 21 de mayo de
2001, p. 60.
15 Neil McCarthy, The great outdoors, obra de teatro inedita, p.
23. La obra se represent6 pOl' primera vez el30 de junio de
2000, en el Standard Banle National Arts Festival, en
Grahamstown, Sudafrica.
16 Jacques Peretti, "Selling the same old story", en The
Guardian (Media), 30 de abril de 2001, p. 8.
36. consumismo y la anarquia hobbesiana, no es,
ni mucho menos, sutil. La amenaza de un ata-
que inminente, sobre todo por parte de rebeldes
j6venes negros, planea sobre este tipo de textos
aqui y en los Estados Unidos, el crimen violento
se ha convertido en el pararrayos de una multi-
tud de angustias diarias en aumento; angustias
alimentadas por la inseguridad de los privilegia-
dos al contemplar la ira y la impaciencia de los
excluidos de la Tierra Prometida. En las banales
puestas en escena de los medios de comunica-
ci6n de masas, el crimen se vuelve racial
y la raza se criminaliza. Y a su vez, y perd6n
por el termino, ambos se "juvenilizan".
Desde este punto de vista, Sudafrica parece
evidenciar 10que Mark Seltzer calific6 como
"esfera publica pato16gica".17
Segun el, es en la
"escena del crimen" donde se constituyen los
publicos contempora.neos. Sin embargo, hay
algo mas en la obsesi6n popular con las escenas
de desorden publico violento de esta particular
ex colonia. Y es que, al fin y al cabo, Sudafrica
era hasta no hace mucho un Estado policial
racista; es mas, su transici6n del antiguo regimen
fue orquestada desde la celebre Comisi6n
de la Reconciliaci6n y la Verdad (Truth and
Reconciliation Comission), cuyas deliberaciones
se basaron en un modelo de justicia que se
enfrent6 alas atrocidades del pasado sin recu-
rrir al castigo. De modo que, ademas de consti-
tuir un publico, la "escena del crimen"
en Sudafrica, desde un punto de vista amplio,
es tambien fuente de politicas apasionadas por
parte del gobierno, cuyo objetivo es poner'
de manifiesto tanto la forma de la naci6n como
un tipo de poder institucional capaz de garanti-
zar su existencia. En otras palabras, 10que tene-
mos aqui es una inversi6n de la tesis que expuso
Foucault en Vigilar y castigar/8
segun la cual
la teatralidad del poder premoderno da paso
a clases de vigilancia cada vez mas implicitas,
interiorizadas y capilares. De hecho, es precisa-
mente este telos -que presupone la creciente
capacidad del Estado para regular la existencia
y para aplicar en el castigo-lo que esta en duda
en Sudafrica. A saber, la esencia dramcitica
que forma parte integral de la vigilancia policial
de la poscolonia demuestra un deseo de
17 Mark Seltzer, Serial killers: Death and life in America's
wound cultur, Nueva York, Routledge, 1998.
18 Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de fa prisi6n,
Madrid, Siglo XXI de Espana, 2008.
37. condensar el poder disperso para transformarlo
en una realidad visible, tangible, responsable
yeficaz.'9
A continuaci6n veremos que esta teatraliza-
ci6n no esta en absoluto disimulada, sino
que en la mayoria de las ocasiones adopta
la exagerada forma de un melodrama,
un genero que, segun Peter Brookes,20polariza
las fuerzas en conflicto de tal modo que
"hace evidentes, legibles y pertinentes" valores
que carecen de la trascendencia y la autoridad
propias de una religi6no de una ideologia
dominante. Y asi ocurre, gracias al espectaculo
que brindan las fuerzas del orden, cuya
puesta en escena lucha pOl'hacer real el rostro
autorizado y la fuerza del Estado, tanto para
sus subditos como para si mismas. Un Estado
cuya legitimidad esta lejos de ser evidente.
No s610 en las poscolonias encontramos este
patr6n. Malcolm Young, un etn6grafo del
sistema policial britanico, escribia: "la cultura
19 Damos en este punto, y en general, las gracias, por la
perspicaz interpretacion de esle argumento de los editores
de Critical Inquiry yen especial de Bill Brown.
20 Peter Brooks, The melodramatic imagination: Balzac, Henry
James, melodrama, and mode of excess [1976], 8a ed., New
Haven y Londres, Yale University Press, 1995.
policial tiene una influencia teatral 0 melodra-
m<itica".Produce "ilusi6n, praxis, imaginario"
en producciones sociales "dirigidas" que
muestran "arquetipos miticos en exagerados
juegos de 'policias' y 'ladrones'''.21 Es decir,
el melodrama convencional. Young 10 sabe
mejor que nadie ya que fue oficial de policia.
Sus palabras nos remiten a una de las
preguntas que nos haciamos al principio,
expresada ahora de manera mas especifica:
len que medida el engafio y la fantasia forman
parte del trabajo de la policia en la reciente
historia sudafricana? lY que nos dicen los
cambios en la naturaleza del funcionamiento
y las representaciones de la policia sobre
el Estado poscolonial (post-Foucault), sobre
sus poderes y sus diferencias con respecto a sus
precursores?
La respuesta a estas preguntas depende
en gran medida de la forma en que percibamos
la conexi6n entre el poder del Estado moderno
y las fantasias populares sobre la ley y el orden.
Gramsci, pOl'ejemplo,22 observa que el aparato
21 Malcolm Young, An inside Job: Policing and police culture in
Britain, Oxford, Clarendon Press, 1991, pp. 3-4·
22 Antonio Gramsci, "The detective novel," en Selections f1'Om
cultural writings, ed. de David Forgacs y Geoffrey Nowell-
38. Smith, trad. de William Boelhower, Cambridge, MA,
Harvard University Press, 1985, pp. 369-370.
23 C. 1. R . James, American civilization, ed. de Anna
Grimshaw y Keith Hart, Cambridge y Oxford, Blackwell,
1993, p. n8f. Sobre la relevancia de James en el panorama
sudafricano, vease Leola Johnson, "The social bandit after
apartheid", en Macalester International 9, 2000, pp. 260-268.
de una crisis epica. Era, ademas, un momento
en el que el Estado liberal y su economia moral
tuvieron que admitir que su fracaso a la hora
de velar por la comunidad capitalista habia
llevado a miles de personas corrientes ala
desesperaci6n. Pero sin embargo, la ficci6n
polidaca de la epoca, que se consumia con
avidez, rara vez hablaba del colapso econ6mico,
de la lucha por el trabajo 0 del miedo a la gue-
rra. No se trataba, insiste James, de un sabotaje
deliberado, sino mas bien de una "neutralidad
armada silenciosa entre las clases".24
En el
espacio abandonado por la politica, oscuros
sabuesos surgieron en nombre de la ley, com-
partiendo algunos de los elegantes rasgos
brabucones de los propios gansteres: sobre todo,
el "desprecio par la policia como representantes
de la sociedad oficial".25 Con la perdida
de legitimidad de las instituciones dirigentes,
los detectives privados -hombres de hierro,
hombres ir6nicos - se convirtieron en provee-
dores de una justicia dnica que daba cabida
a la ira, el apetito, la falibilidad y el poder. Asi,
hicieron posible un orden social imaginario
judicial "siempre aparece desacreditado" ante el
pliblico, consecuencia de 10cual es el eterno
atractivo de los detectives privados y de los
aficionados. La reflexi6n de C. 1.R. James sobre
la ficci6n detectivesca en America despues de la
Gran Depresi6n23 es especialmente pertinente
para nuestra tesis. Es evidente que en la historia
de los Estados Unidos hay una larga tradici6n
de fascinaci6n por el castigo al margen de la ley,
presente no s610 en la popularidad de generos
como el western barato, sino tambien en el
horror de los linchamientos publicos. El estudio
de James sobre el exito delgenero en los afios
treinta debe leerse teniendo en cuenta dicho
tel6n de fondo. Las peliculas populares, los
c6mics y la radio de la epoca, recuerda, estaban
sutilmente dirigidos al deseo y a la frustraci6n
de la gente, dando una forma aleg6rica a los
temores sobre el significado de los conceptos
de libertad, prosperidad y naci6n en medio
24Ibid., p. 123·
25 Ibid., p. 124; cursivas en el original.
39. que surgia de la acci6n heroica en aras de un
bien moral superior.
La ficci6n detectivesca de la America de la
posdepresi6n presenta algunas similitudes
con el imaginario popular sobre la ley y el orden
en Sudafrica despues del apartheid: su referencia
a unas condiciones econ6micas y sociales rapi-
damente cambiantes, al impacto del desempleo
masivo, a la promesa incumplida de una nueva
era de prosperidad, ala percepci6n del fracaso
del Estado regulador, ala visi6n de la policia
como ineficaz y facil presa de la corrupci6n, a la
bipolarizaci6n del delito en, por un lado, delitos
men ores cometidos por pobres miserables
llevados por la necesidad, y, por otro lado, lla-
mativos robos cometidos por antiheroes des-
afiantes. Si la crisis norteamericana dio lugar al
New Deal, aun esta por verse que tipo de "trato"
disefia la "nueva" Sudafrica. Mientras tanto,
como ocurri6 en America durante la decada de
los veinte y los treinta y volveria a ocurrir en los
suburbios deprimidos del siglo xx, se representa
la criminalidad como un medio de producci6n,
o mas bien de redistribuci6n productiva, para
los alienados por nuevas formas de exclusi6n.
AI mismo tiempo, en la Sudafrica contempora-
nea hay mas facto res en juego que la simple
26 Jonny Steinberg, "Introduction: Behind the crime wave",
en Jonny Steinberg (ed.), Crime wave: The South African
underworld and its foes, Johannesburg, Witwatersrand
University Press, 2001, p. 4.
privaci6n. Como sefiala Jonny Steinberg y
ratifica la ficci6n dirigida alas masas, los bajos
fondos nacionales no son terre no exclusivo
de los pobres, tambien estan habitados por
"ricos y cultos". Esto sugiere que para un sector
cada vez mas visible de la poblaci6n, la mayoria
de ellos j6venes negros, el estilo de vida de
los gansteres tiene un gran atractivo.26
Tambien
sugiere, al estilo de C. 1. R. James y de muchas
pelkulas y canciones populares de su epoca,
que los forajidos encarnan, a menudo de
manera profundamente racial, un discurso
sublimado sobre el deseo y la imposibilidad,
una de las caracteristicas que el momenta neoli-
beral en Sudafrica comparte con la era de la
depresi6n en los Estados Unidos. Tambien aqui
el Estado se contempla con ambivalencia,
derivada en parte de su supuesto fracaso ala
hora de garantizar la seguridad de los ciudada-
nos. Tambien aqui la violencia habla de manera
elegiaca de una angustia general relativa
a la implosi6n de la anomia dentro del orden
establecido.
40. -F-----------------------.o-r-------------
i
La proliferacion del crimen como imaginario
no tiene misterios. Rigurosamente basado en la
realidad, da respuesta a un interrogante funda-
mental del ser social en el Estado liberal de
nuestro siglo, un interrogante de perturbadora
relevancia en los Estados Unidos desde eln de
septiembre: ~cuanta libertad debe perderse en
aras de la seguridad en un sistema regulador,
especialmente cuando su legitimidad esta en
duda? Se trata de una tension que la ficcion de
la ley y del orden intenta resolver continuamen-
te, al modo durkheimiano, presentando 10
obligatorio como deseable.27Sin embargo, la
fantasia nunca es reducible a pura funcionali-
dad. La ficcion policiaca tambien proporciona
tropos idoneos para utilizar la ironia, ventilar
deseos y, sobre todo, para evocar un bien co-
mun, especialmente cuando una transforma-
cion radical desmonta las normas existentes y
priva de significado allenguaje politico. En estas
circunstancias, el delincuente personifica una
existencia mas aHa de la ley, una existencia que
es ala vez magnifica, horrible y sublime.
Mogamat Benjamin, uno de los dirigentes de
27 Vease Victor W. Turner, The forest of symbols: Aspects of
Ndembu ritual, Ithaca, Cornell University Press, 1967.
una temible banda criminal de la conocida
Prision de Maxima Seguridad de PoHsmoor, en
Cape Town, declaro recientemente a un equipo
de television: "Soy poderoso; soy en parte
Dios".28Se referia a su capacidad para decidir
sobre la vida y la muerte de otros reclusos e
incluso de los vigilantes. La radical iconoclasia
de este tipo de afirmaciones abre un campo de
posibilidades, un campo en el que el orden esta
vacante, un campo en el que se forjan nuevas
formas de ser al calor de una violencia suma-
mente transgresora mientras que el Estado se
retira 0 se vuelve irrelevante. Benjamin y sus
secuaces dirigen una compleja organizacion en
los oscuros intersticios de la carcel utilizando
medios que escapan a su administracion; me-
dios que llegan a introducirse en el duro terreno
en el que la banda habitualmente realiza sus
negocios.29
He aqui la sombra de otro venerado
Benjamin, Walter Benjamin, para quien la vio-
lencia en su forma arquetipica y mitica era una
28 Mogamat Benjamin, en "Miracles in maximum security",
Allan Little, The Guardian (suplemento del sabado), 28 de
abril de 2001, p. 3.
29 Vease Kelly Gillespie, "Bloodied inscriptions: Institutionality,
productivity, and the question of authorship': tesis de
posgrado, Universidad de Chicago, 2002.
41. "manifestacion de los dioses".30
Es magnifica,
argumentaba, porque amenaza el monopolio
del Estado sobre la ley; adviertase como los
"gran des delincuentes': incluso aunque su fin
sea catastrofico, despiertan la "admiracion
secreta del publico':31
Pero lPor que tales
personajes, tanto si son gran des como si son
insignificantes, adquieren tal relevancia en este
momenta historico? lLa complicada situacion
actual, unica en la historia, es resultado de la
poscolonia? lO existfa anteriormente?
Otros lugares pueden darnos alguna pista.
James Siegel, por ejemplo, demuestra c6mo en
una Indonesia que se enfrenta a la desintegra-
cion politica y economica "16 criminal" se ha
convertido en una coartada para reafirmar la
integridad de la naci6n y de la ley.32
Las "clases
sociales peligrosas" tienen un objetivo
simbolico similar, y en una Gran Bretafia
postindustrial cada vez mas polarizada, segun
Malcom Young, la polida las invoca para
autorizar "guerras" -de nuevo este termino-
en nombre del "orden social" y contra 10 que
se considera un peligro para este.33Lo mismo
sucede con el bandolerismo en regiones del
Mediterraneo y de Latinoamerica, donde los
delincuentes se muestran como un anacronismo
aterrador sobre el que los estados modernos
deben ejercer su autoridad para mantener
la viabilidad del sistema de gobierno y de su
espacio soberano.34 En resumen, la figura
del archicriminal, aunque adoptando distintas
formas en cada cultura, parece funcionar
de manera similar en varios lugares: como la
base sobre la que la metaffsica del orden,
de la nacion como comunidad moral garanti-
zada por el Estado, puede asentarse, defenderse
e incluso demandarse.
La pregunta es sencilla: en la medida en que
los discursos sobre el crimen y la ley, como
fantasia nacional popular, son endemicos
en el imaginario del poder estatal moderno,
30 Walter Benjamin, Reflections: Essays, aphorisms,
autobiographical writings, ed. de Peter Demetz, Nueva York,
Schocken Books, 1978, p. 294. Cf. Michael Taussig, The
nervous system, Londres, Routledge, 1992, p. 11'6.
31 Benjamin, ibid., p. 281; cf. Gramsci, "The detective novel,"
pp.69-70.
32 James T. Siegel, A new criminal type in Jakarta, Durham,
Duke University Press, 1998.
33 Young, An inside Job, p. 3.
34 Paul Sant Cassia, "Better occasional murders than frequent
adulteries: Banditry, violence and sacrifice in the
Mediterranean", en History and Anthropology 12, N° 1, 2000,
pp.65-99·