8. Se trata de un instinto de supervivencia,
pues sin la conciencia no podemos
sobrevivir. Esto es su lado vital y positivo
9. Nada tiene qué ver
con el espíritu o con
Dios, en el sentido
tradicional, mucho
menos con una voz
de Dios en nuestro
interior.
Pertenece más bien
al alma común.
10.
11. Lo que se experimenta como culpa en
una familia, se siente como virtud o
inocencia en otra.
12. Tenemos la conciencia tranquila cuando
sentimos garantizado nuestro derecho a la
pertenencia, porque actuamos de acuerdo
con las reglas y preceptos del grupo.
Lo contrario nos provoca culpa y un
impulso poderoso y automático a modificar
nuestra conducta.
13. Desde la buena
conciencia, apelando a
sus dictados, decidimos
quién puede pertenecer
a nuestra familia y
quién no, quién puede
vivir y quién debe
morir, y llegamos a
excluir miembros, con
todas las consecuencias
que esto conlleva para
las personas afectadas y
para el alma común de
la familia.
14.
15.
16.
17. La conciencia colectiva
vigila que, en una
familia, todos se
sometan a
determinados órdenes
(órdenes del amor),
que son importantes
para la supervivencia
y cohesión del grupo.
18. El primero: todo aquel que forma parte tiene el
mismo derecho a pertenecer.
19. El segundo: los que han pertenecido antes,
tienen prioridad sobre los que han llegado más
tarde.
30. El amor del Espíritu sobrepasa
los límites del amor
impuestos a nosotros mismos
y a los demás,
a través de distinciones entre:
lo bueno y lo malo,
yo y tú, nosotros y ellos,
luz y sombra.
En la conciencia del Espíritu nada de esto existe.