Planificacion Anual 4to Grado Educacion Primaria 2024 Ccesa007.pdf
Abejita
1. El origen de la danza de las abejas.
José Acevedo Jiménez.
Mucho antes de que los humanos inventaran la trigonometría y conocieran los ángulos, antes de que empezaran a vivir en
sociedades complejas y erigieran grandes monumentos y emplearan las estrellas para orientarse, antes de todo eso, las
abejas ya vivían en una sociedad organizada. Y como en toda sociedad, la de las abejas tenía una cabeza. La reina, que
dirigía toda la colmena.
- Mis súbditos, los he convocado para tratar un problema que afecta a todas las abejas. Como sabrán, nuestro
sistema para dirigir las obreras, una vez detectada la fuente de alimento, hasta el lugar donde se encuentran las
flores no es el más eficiente. Por nuestro pobre método para llegar hasta las flores, que se encuentran a grandes
distancias, hemos padecido hambre. ¡No podemos continuar así! – expuso la reina – es por eso que he reunido a
las abejas más brillantes del reino para que den una solución definitiva al problema. Quién dé con la solución:
no solo obtendrá nuestra eterna gratitud, también habrá salvado a toda nuestra especie.
- Pero, su Majestad. Por miles de años hemos usado el mismo método para llegar hasta las flores. Aunque
reconozco que tiene limitaciones, cambiarlo sería el caos -. Manifestó una de las presentes. Las abejas
murmuraban unas con otras – lo que plantea es imposible – decían algunas -. Hay que intentarlo – comentaban
otras.
- ¡Silencio, silencio!- vociferó una de las abejas encargada de la seguridad que se encontraba en el barcón real,
justo al lado de la reina.
- Mis queridos conciudadanos, sé que lo propuesto es una tarea difícil, pero, créanme, vital para asegurar nuestra
supervivencia -. Aseveró la reina. – En los últimos años colmenas enteras han sucumbido, debido a que en
nuestro hábitat están desapareciendo las flores. Nuestras obreras deben recorrer enormes distancias para llegar a
los fértiles bosques. Muchas han perdido la vida o se han extraviado, y todo por no contar con un sistema eficaz
de orientación que nos ayude a regresar sin demora a la colmena una vez localizada la fuente de alimentos.
- ¡Es cierto! – dijo una abeja foránea que se encontraba entre la multitud, muy cerca del barcón donde estaba la
reina y su guardia real -. Yo misma he sido testigo – agregó –, mi colonia ha desaparecido casi por completo
debido a la gran escasez de flores, ¡debemos hacer algo!
- Entonces, no hay tiempo que perder. ¡polen al panal! – exclamó la reina, y con esas palabras dio fin a la junta.
- ¡Vamos, vamos! Escucharon a la reina. ¡Vamos, vamos, no hay tiempo que perder a salvar a nuestra especie!
Durante mucho tiempo, nadie presentó una solución satisfactoria al problema y no por falta de empeño, pues todas
las abejas inteligentes y capaces estaban trabajando en el problema. Dentro y fuera de la colmena, día y noche, las
abejas buscaban, sin dar con ella, una solución. Y, justo cuando todo parecía estar perdido, algo inesperado sucedió.
2. - ¡Abee! – exclamó el padre de una pequeña abeja – ¡deja de girar en círculos! – le reprochó.
- No estoy girando padre, estoy danzando para que llueva – indicó la pequeña abeja.
- ¡Danzando!- dijo el padre desconcertado, sin dejar de observar a la abejita que seguía danzando. Describiendo
un semicírculo, seguido por un movimiento ondulatorio, en zip zap, que hacía moviendo de izquierda a derecha
su abdomen; cerraba el semicírculo y, desde este punto, describía otro hemiciclo, que se unía al anterior
mediante la línea ondulante imaginaria. El movimiento, casi coreográfico, se repetía una y otra vez.
<< ¡Será posible! >> pensó el padre de la joven abeja. El viento soplaba suavemente, dejando tras de sí un ligero
murmullo y las ramas, que sobresalían del árbol donde habían construido las abejas su colmena, crujían
agradablemente en total harmonía, todo aquello parecía un recitar de la naturaleza. Dejándose llevar por todo
aquello, el padre de la abejita comenzó a danzar junto a la pequeña. Con cada paso, mejoraba la coreografía -.
Arriba; muevo, muevo, muevo… izquierda, derecha; abajo; muevo, muevo, muevo… adelante, atrás; vuelvo a
subir, para luego bajar… sin dejar de moverme en esta danza sin final -. Cantaba el padre de la abejita, ya
pueden imaginar su alegría. Aquella danza no era tan solo un baile, era la solución al problema. Un novedoso
sistema de comunicación había nacido. Mediante el mismo, moviéndose en torno a la posición del Sol para
obtener el ángulo solar, una abeja obrera podía transmitir a sus semejantes la dirección y la distancia a que se
encontraban las flores. Sí: ángulo, magnitud y sentido; trigonometría pura. Mediante una danza, las obreras
podían regresar a su panal y dar información confiable de la fuente del polen al resto de la colonia. Una “simple
danza” había salvado la continuidad de todas las abejas del mundo.
Fin.