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EL LIBERALISMO, IDEARIO, CORRIENTES Y OPOSICIÓN AL MISMO
1- Definición e ideario
2- Implantación del liberalismo en España
3- Corrientes del liberalismo español
4- La oposición al liberalismo
El liberalismo es la teoría y práctica política que defiende la libertad de pensamiento, actuación
y elección por parte de los individuos de una comunidad que tienen igualdad de derechos y deberes
y cuya conducta está limitada por las leyes que aspiran a lograr el bien común. Los orígenes de
estas ideas hay que buscarlas en el pensamiento inglés de Hume y Locke, en la Ilustración francesa
y en el liberalismo económico de Adam Smith.
La burguesía, como grupo social ascendente a lo largo del siglo XIX será quien mejor defienda
las ideas del liberalismo pues le va a permitir acceder al poder político frente a las limitaciones y
restricciones que sufría durante el Antiguo Régimen. Los principios básicos defendidos por el
liberalismo son:
Soberanía nacional, el poder político reside en la nación, que lo deposita en instituciones
compuestas por representantes de la misma, esta idea se contrapone a la de Soberanía real del
antiguo Régimen, donde el poder político reside en el monarca, que dispone libremente de él.
División o separación de poderes, los poderes del estado (legislativo, ejecutivo y judicial)
están separados y se prevén mecanismos para que se equilibren mutuamente, impidiendo que
alguno prevalezca sobre los demás.
Igualdad ante la ley, frente a los privilegios de determinados estamentos, en el estado liberal
todos los ciudadanos deben estar bajo una jurisdicción común.
Derechos del individuo: se defienden una serie de derechos individuales que se consideran
indispensables: libertad, igualdad, seguridad o propiedad, entre otros.
En lo económico, se aboga por la eliminación de cualquier traba que limite el ejercicio de las
actividades económicas (aranceles, aduanas, gremios…) y por la defensa de la propiedad privada.
La burguesía en los distintos países europeos irá implantando estos principios desde finales del
siglo XVIII, construyéndose los estados liberales-burgueses, que ponen fin al Antiguo Régimen.
El proceso de implantación del liberalismo en España va a ser largo y complejo,
iniciándose en el contexto de la Guerra de la Independencia y consolidándose a lo largo del
reinado de Isabel II.
La primera ocasión en que los liberales van a intentar implantar un nuevo modelo político,
poniendo fin a las estructuras del Antiguo Régimen, va a ser en el difícil contexto de la guerra
contra los franceses. El vacío de poder resultante tras las abdicaciones de Bayona favorece la
convocatoria de unas Cortes en Cádiz, que redactarán la primera Constitución de la historia
de España en 1812; este texto servirá como modelo del liberalismo español durante años y
servirá como inspiración a las constituciones de otros países.
El regreso de Fernando VII en 1814 supone el retorno al absolutismo y al Antiguo
Régimen. Sin embargo, los liberales españoles intentarán mediante pronunciamientos militares
acceder al poder. Uno de esos pronunciamientos, el del coronel Rafael de Riego en 1820,
conseguirá que Fernando VII jure la Constitución de 1812, iniciándose así el denominado
Trienio Liberal, durante el cual se reanudará el programa reformista iniciado por las Cortes de
Cádiz. Pero la intervención de la Santa Alianza en 1823 pone fin a este periodo liberal y se
produjo el retorno al absolutismo de Fernando VII.
Será en el reinado de Isabel II cuando se produzca la implantación definitiva del régimen
liberal en España. La consolidación del liberalismo se hará con muchas dificultades y durante la
mayor parte de este periodo las que prevalecerán serán las ideas del liberalismo doctrinario
más moderado y que responde a los intereses de las oligarquías burguesas en el poder.
Rasgo característico del periodo será el gran protagonismo de los militares en la vida
política del país. Serán militares los líderes de los principales partidos políticos (Espartero,
O´Donell, Narváez, Serrano…) y jefes de gobierno o ministros; pero además, los cambios de
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gobierno vendrán precedidos por pronunciamientos militares y no por el libre juego de la
alternancia política.
Pese a las dificultades, durante el reinado de Isabel II se irá consolidando el estado liberal
con el fortalecimiento de la monarquía parlamentaria con división de poderes, el pluralismo
político con la aparición de diferentes grupos políticos (moderados, progresistas,
demócratas…), liberalización de la economía y cambios legales y administrativos (Código
Penal, centralización del estado…).
Dentro del liberalismo español irán conformándose distintas opciones que darán lugar a la
formación de partidos o agrupaciones políticas, entre las que destacan:
Moderados (o “doceañistas” como se denominaban durante el Trienio Liberal) son los
que plantearán un programa más conservador. Plantean la existencia de un orden y autoridad
fuerte con soberanía compartida entre el monarca y las Cortes; un sufragio censitario muy
restringido (con un número muy pequeño de ciudadanos con derecho al voto); designación de
los ayuntamientos e instituciones locales por el gobierno central; supresión de la Milicia
Nacional, entre otras. Fue el modelo político que se consolida e impone a lo largo del reinado
de Isabel II salvo breves periodos y se concretó en las constitución de 1845. Destacan figuras
como Narváez, Bravo Murillo o Martínez de la Rosa. Su apoyo social son las clases altas.
Progresistas (o antiguos “exaltados”), plantean limitar el poder de la Corona y que la
soberanía resida sólo en las Cortes; pretenden ampliar el sistema de libertades y derechos;
reformas económicas radicales como la desamortización; ampliar el cuerpo electora (reducir el
nivel de renta a partir del cual se tiene derecho a voto); elección de alcaldes por los habitantes
de los municipios y mantenimiento de la Milicia Nacional como fuerza armada popular
defensora de la Constitución. Destacan figuras como Mendizábal, Espartero, Madoz o Prim. Su
apoyo social está formado por pequeña y mediana burguesía, artesanos, tenderos, grados
medios del ejército…
En 1849 los progresistas sufren una escisión por la izquierda y nace el Partido
Demócrata. En 1854 el general O´Donell fundará la Unión Liberal, que trata de cubrir un
espacio de centro entre moderados y progresistas. Otra figura importante de este partido será
Serrano.
La oposición al liberalismo vendrá en un principio de la mano de los defensores del
absolutismo. Durante el Trienio Liberal se organizan partidas realistas que se sublevaron en
algunas zonas del país; en parte estaban formadas por campesinos que habían salido
perjudicados por las reformas liberales que habían traído como consecuencia la pérdida de
derechos ancestrales, aumento de impuestos…
Hacia el final del reinado de Fernando VII los defensores más acérrimos del absolutismo
se agruparán en torno al hermano del rey, Carlos María Isidro: pequeños nobles rurales, bajo
clero y muchos campesinos de determinadas zonas del país que identificaban sus intereses con
la defensa de los derechos al trono del hermano de Fernando VII.
El carlismo, como pronto se empieza a conocer este movimiento, tuvo fuerte influencia
en Navarra, País Vasco, zonas del norte de Cataluña y Maestrazgo de Teruel y Castellón. Su
programa ideológico se podía sintetizar en el lema “Dios, Patria, Fueros, Rey”. Su programa
político se basa en una oposición radical a las reformas liberales; defensa de la monarquía
absoluta; tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia; defensa de los fueros
vasco-navarros, amenazados por las reformas liberales que pretenden uniformizar la legislación
en todo el estado.
Entre 1833 y 1840 se desarrollará la Primera Guerra Carlista; la necesidad de la
Regente María Cristina de asegurar el trono para su hija Isabel frente al pretendiente carlista le
llevará a buscar el apoyo de los liberales, lo que explicará la definitiva consolidación en este
momento del estado liberal en España. El carlismo, tras la derrota en 1840 no va a desaparecer
sino que perdurará a lo largo del todo el siglo XIX provocando dos conflictos bélicos más.
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