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Esta publicación fue posible gracias al apoyo de la Empresa Nacional Promotora del Desarrollo
Territorial – ENTerritorio, implementadora del proyecto “Ampliación de la respuesta nacional al VIH
con enfoque de vulnerabilidad en Colombia” que financia el Fondo Mundial de lucha contra el Sida,
la Tuberculosis y la Malaria.
Su contenido es responsabilidad de sus autores y no necesariamente refleja las opiniones de
ENTerritorio.
5DERECHOSENCLAVETRANS,Análisissobrelasituacióndelosderechosalamovilidad,
la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas Trans en Colombia
Primera edición: Marzo 2021.
Número de páginas: 108
Fundación GAAT – Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans
Realizado por:
Laura Weinstein (q.e.p.d)
Nataly Escobar P.
Daniel Verástegui
Diseño: Danne Aro Belmont
Diagramación: Diana Marcela Trujillo
Buenos y Creativos S.A.S
Impresión:
Buenos y Creativos S.A.S
©Fundación GAAT - Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans
Cl. 57 No. 10 -24 oficina 403
comunicaciones@fundaciongaat.org
www.fundaciongaat.org
Bogotá D.C. – Colombia
Impreso en Colombia. Printed in Colombia
Cómo citar:
Fundación Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans, GAAT. 5 DERECHOS EN CLAVE TRANS, Análisis sobre
la situación de los derechos a la movilidad, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas Trans
en Colombia. Bogotá, Fundación GAAT, 2021.
Este informe es de carácter público. Puede ser reproducido, copiado, distribuido y divulgado siempre y cuando
no se altere su contenido, se cite la fuente y/o en cualquier caso, se disponga de la autorización de la Fundación
GAAT -Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans como titular de los derechos morales y patrimoniales de
esta publicación.
Agradecimientos:
Desde la Fundación GAAT - Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans quisiéramos agradecer el
apoyo que nos brindó la Inter-American Foundation - IAF con quien tuvimos la fortuna de conocer,
compartir y construir muchos conocimientos y experiencias con su equipo dirigido por Jenny Petrow
y el apoyo desde COSEAL por Marcela Campuzano, Viviana González y Nicolas Bermúdez. Sin lugar
a dudas, la confianza que depositaron en la organización nos permitió aprender mutuamente al ser
la primera organización Trans financiada por la IAF en América Latina.
El agradecimiento más importante debe ser para todas las personas con experiencias de vida Trans
quienes participaron de los encuentros, actividades, campañas, videos, escuelas de empeoramiento
y construcción de conocimiento colectivo que permitió la consolidación de este informe y todos
los productos en el marco del proyecto. Quisiéramos, además, dar un especial agradecimiento a
nuestro equipo de trabajo Laura Weinstein (q.e.p.d), Briana Sarchi, Jaime Tejada, Carli Castillo y
Nataly Escobar quienes facilitaron y aportaron a la consolidación de este informe y las actividades
alrededor de los Derechos Económicos Sociales y Culturales desde una perspectiva Trans.
Recordamos con gratitud la disposición de cada una de las personas del equipo IAF de escuchar,
acompañar y compartir con las personas con experiencia de vida Trans con las que tuvimos la
oportunidad de construir colectivamente. Esa empatía y respeto por nuestras identidades de género
fue un abrebocas para comprender el trabajo y las apuestas organizacionales que concluyen en
uno de los escenarios y plataformas más importantes de aprendizaje mutuo como el Sistema de
Iniciativas de Paz- SIP.
Agradecemos a Andrés Mauricio Oyola Sastoque - Gerente de Proyectos de Cooperación Interna-
cional y Sandra Patricia Escandón, Coordinadora de la Estrategia de Comunicación y Movilización
Social - Proyecto VIH, y en general el equipo de ENTerritorio, quienes nos ayudaron a visibilizar
estos procesos de producción de conocimiento Trans a través de la publicación de éste informe.
Este documento lo dedicamos a la memoria de Laura Frida Weinstein nuestra Directora Ejecutiva
por más de 10 años. Activista, Defensora de Derechos Humanos, Madre, hermana, hija y compañera
de lucha que encabezó los procesos de reivindicación de derechos de las mujeres, personas con
Experiencias de Vida Trans y personas en situación de vulnerabilidad. Quien creía firmemente en
la autonomía corporal, los procesos de autodeterminación, la justicia social y epistémica, la paz y
la reconciliación.
#ResistimosDesdeElAmor
CAPÍTULO 3
REFLEXIONES
CAPÍTULO 1
nuestro
MODELO
DE ANÁLISIS
CAPÍTULO 2
EN CLAVE
TRANS
DERECHOS
13
99
21
INTRODUCCIÓN
7
DERECHOS
EN
CLAVE
TRANS
11
El presente documento es el resultado de la sistematización del proyecto “Cinco derechos en
clave trans”, cuyo objetivo principal fue contribuir a la exigibilidad de los derechos a la libre
circulación, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas con experiencias
de vida trans, el cual fue implementado entre 2016 y 2019 por la fundación Grupo de Acción y
Apoyo a Personas Trans (GAAT), con el apoyo de la Interamerican Foundation (IAF).
Teniendo presente el panorama de derechos humanos que enfrentamos las personas con
experiencias de vida trans en Colombia, principalmente de aniquilación generalizada de nuestras
identidades, expresiones y experiencias, decidimos analizar colectivamente cuáles serían aquellos
aspectos que, en materia de derechos, nos permitirían mejorar nuestras condiciones de vida.
Comprendiendo que todos los derechos son importantes e interdependientes, identificamos cinco
que consideramos clave para mejorar las condiciones de vida de las personas con experiencias de
vida trans y avanzar en la garantía de una ciudadanía y una vida digna para todas: los derechos
a la movilidad, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda.
Primero, necesitamos que nos garanticen el derecho a movilizarnos en toda la ciudad,
sin recibir ningún tipo de violencias, teniendo en cuenta la jerarquización de los espacios
que divide la ciudad en espacios seguros e inseguros para las personas trans. Después
está el tema de la educación, pues, si podemos movilizarnos, uno de los principales
lugares al que nos gustaría acceder son las instituciones educativas, en tanto queremos
formarnos para tener las capacidades que nos permitan competir laboralmente, en
igualdad de condiciones, con otras personas; así garantizamos nuestro derecho a un
trabajo digno. Al mismo tiempo, si tenemos un trabajo en condiciones dignas, donde
respeten nuestra identidad de género, es posible contar con los recursos para acceder
y mantener un bienestar integral de nuestro cuerpo (salud física y mental) y nuestro
entorno (vivienda digna). De esta manera, considero que podemos empezar a superar
las condiciones tan inhumanas en las que vive la mayoría de personas con experiencias
de vida trans. (Laura Weinstein, directora ejecutiva del GAAT, 2018)
Podríamos cambiar el orden de los derechos y la lógica seguiría teniendo sentido para exigir una
vida digna, que siempre tiene como eje transversal un derecho que consideramos fundamental para
las personas con experiencias de vida trans: el derecho a la identidad.
Desde esta perspectiva, decidimos desarrollar una propuesta que pusiera esta discusión en lo
público y nos permitiera reflexionar colectivamente sobre estos derechos, tanto dentro de la organi-
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EN
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TRANS
CAPÍTULO
01
12
zación como con actores clave en la toma de decisiones políticas, para promover transformaciones
sociales y culturales orientadas al respeto, la protección y la garantía de los derechos humanos
de las personas trans, a través del fortalecimiento de nuestros procesos de empoderamiento,
participación, incidencia y defensa de derechos humanos.
Para empezar, era necesario partir de las experiencias y vivencias de las personas con experiencia
de vida trans, con el propósito de analizar colectivamente las situaciones de violencias y violaciones de
derechos que enfrentamos en nuestra vida cotidiana, a partir de los cinco derechos que identificamos
inicialmente. Este primer ejercicio nos permitió contar con un panorama general al respecto, como
insumo para proponer a actores clave del Estado su participación en espacios de interlocución, lo
que nos posibilitaría construir colectivamente estrategias que resultaran pertinentes frente a las
principales problemáticas identificadas.
Al principio, teníamos grandes expectativas en el diálogo con las instituciones del Estado, porque
con algunas no se habían abordado temas específicos sobre las realidades de las personas trans,
así que decidimos hacerlo con quienes tenían competencia directa en cada uno de los derechos.
Es importante mencionar que este documento también abarcó las reflexiones de líderes y lideresas trans
de diferentes partes del país. Durante la semana del 15 al 19 de septiembre de 2019 se realizó el encuentro
Transpasando Barreras, donde analizamos colectivamente la situación de derechos humanos en Colombia
con 35 personas con experiencias de vida trans y personas no binarias que asistieron y representaron
diferentes colectivos o liderazgos de: Antioquia, Arauca, Atlántico, Caldas, Chocó, Cundinamarca, Huila,
Meta, Norte de Santander, Quindío, Risaralda, Santander, Sucre, Valle del Cauca y Tolima.
En términos generales, fue un proceso que nos mostró la importancia de seguir fortaleciendo
las organizaciones sociales trans para la apropiación de nuestros derechos y las herramientas para
defenderlos y exigirlos, principalmente, cuando dialogamos con actores sociales que no manifiestan
voluntad ni interés político para transformar sus programas, proyectos y acciones, de tal manera que
garanticen una atención integral y digna a las personas con experiencias de vida trans.
Aspectos metodológicos
Reflexionar sobre la situación que vivimos como personas con experiencias de vida trans, en
materia de los cinco derechos propuestos (movilidad, educación, trabajo, salud y vivienda), ha sido
un ejercicio de largo aliento para la fundación GAAT. Nuestra metodología estuvo centrada en los
conocimientos, experiencias, ideas y análisis de las personas que hacen parte de los espacios del
GAAT y participan en nuestros procesos y actividades, privilegiando sus voces y formas para darle
sentido a la vida. Además, contamos con las reflexiones de líderes y lideresas de distintas regiones
del país, quienes con sus conocimientos y experiencias enriquecieron nuestros propios análisis.
Centramos nuestras miradas en las distintas expresiones de las violencias y las violaciones de
estos cinco derechos, que irrumpen en la vida cotidiana de las personas trans, la mayoría de veces
de manera sistemática y generalizada durante todas las dimensiones, etapas y contextos de la
vida; tanto, que incluso lo hemos llegado a naturalizar. Desde esta perspectiva, desarrollamos una
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EN
CLAVE
TRANS
13
serie de actividades que nos permitiera acercarnos a los cinco derechos en clave trans, a partir de
distintos enfoques y fuentes que dialogaran e hicieran posible analizar el panorama más amplio.
Uno de los primeros ejercicios que realizamos fue la revisión documental sobre el contenido y el
alcance que tienen estos derechos en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, así como
su aplicación en la legislación nacional, como una referencia normativa que genera obligaciones
específicas para los Estados, en este caso el colombiano. Esta documentación fue revisada durante
todo el proyecto y nos permitió diseñar las actividades que realizaríamos posteriormente, desde
un enfoque de derechos humanos.
Para la identificación de las principales problemáticas que enfrentamos en materia de los cinco
derechos, desarrollamos: a) encuentros locales entre las personas con experiencias de vida trans,
familias y redes que participan en el GAAT; y b) encuentro de líderes y lideresas trans a nivel nacional.
Estos espacios de diálogo y reflexión generaron los análisis en clave de derechos presentados en
este documento, cumpliendo con dos objetivos: por una parte, informar, visibilizar y documentar
la situación de derechos de las personas trans, y, por otra, fortalecer nuestros conocimientos y
herramientas para defender nuestros derechos.
Organizamos la metodología de los encuentros a partir de un momento inicial, en el que aprendimos
sobre el contenido, el alcance y las implicaciones de los derechos en la vida de las personas trans,
así como algunas rutas y herramientas para acceder y exigir cada derecho. Este primer momento
permitió generar un ambiente reflexivo sobre el ejercicio de los derechos en la vida cotidiana, a
nivel individual y colectivo, que nos llevó, en un segundo momento, a identificar algunos elementos
comunes en nuestras experiencias, los cuales describimos a lo largo de este documento.
Otro momento en la metodología de los encuentros fue el planteamiento de preguntas sobre cada
derecho dirigidas a actores clave del Estado colombiano, que después fueron discutidas en espacios
de diálogo con estos actores, a los cuales denominamos conversatorios. La metodología de estos
espacios consistió en un debate entre distintos actores sociales y políticos, con competencia en la
toma de decisiones para la prestación de servicios y programas de carácter público que garanticen
la realización de los derechos.
Por último, organizamos y sistematizamos la información construida colectivamente, que esperamos
sirva de insumo tanto a organizaciones sociales como a instituciones públicas en la generación
de proyectos, servicios y programas sociales, así como para la formulación e implementación de
políticas públicas que den respuesta a las necesidades y contextos de las personas con experiencia
de vida trans.
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EN
CLAVE
TRANS
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¿Por qué hablamos de personas con experiencias de vida
trans?
Como organización social, hablamos de personas con experiencias de vida trans porque reconocemos
las diversas situaciones y realidades que vivimos los seres humanos para construir nuestra identidad
de género y expresarla en la vida privada y pública que, en el caso de las personas trans, implica
una transgresión —y, generalmente, tránsitos— entre los géneros social y culturalmente construidos
e impuestos.
En este sentido, consideramos que las experiencias de vida trans no son identidades fijas que
se definen y legitiman según los estereotipos de cuerpo, que implican que debemos ser corporal y
estéticamente femeninas o masculinos para “completar” nuestros tránsitos. No consideramos que
los tránsitos se “cierren”; por el contrario, tenemos la libertad de transitar permanentemente,
transformarnos y expresarnos, según las diversas formas que tenemos para darle sentido a la vida
a partir de nuestra identidad de género.
Pero los tránsitos tampoco “empiezan” con algún hecho distinto al de encarnar la experiencia
de transgredir los roles de género; es decir, las personas trans no “empezamos” a sentirnos o a ser
hombres o mujeres a partir del uso de cierta vestimenta, la realización de unas cirugías o el cambio
del nombre en la cédula, sino desde el momento en que así lo experimentamos, de manera interna
y profundamente personal, durante el desarrollo de esa dimensión de nuestras vidas. Tampoco hay
una edad determinada para “empezar a ser trans” ni para “iniciar nuestros tránsitos”, pues a veces
las condiciones singulares de nuestras historias de vida nos permiten expresarlo a edades tempranas;
mientras que, en otras, ocultarlo se convierte en un mecanismo de defensa frente a la discriminación
y la violencia en situaciones de vulnerabilidad, e incluso una decisión de supervivencia.
Pensar sobre el concepto y enfoque de las experiencias de vida trans es un proceso colectivo y
permanente que hemos vivido las personas que hacemos parte del GAAT, porque desde el principio
aprendimos que todas las formas de transitar en el género no son iguales, pues no hay una sola
forma de ser. Nos distanciamos de aquellas ideas que nos imponen “ser completamente mujeres u
hombres” para “validarnos” como tales, como si la feminidad y la masculinidad fueran “identidades
puras” a las que todas las personas (no solo las trans) debemos ajustarnos y encajar perfectamente.
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CAPÍTULO
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Desde esta perspectiva, consideramos que cada persona tiene una forma propia de ser y vivir el
género, por lo tanto, cada quien hace su propia construcción del género, permitiendo reconocer
la diversidad. Las identidades de género trans, como categorías políticas estratégicas, buscan ser
espacios amplios, diversos y plurales de autoidentificación, autorreconocimiento y autodeterminación;
no son diagnósticos ni definiciones que abarcan todas nuestras experiencias como seres humanos;
mientras, la identidad de género como derecho reconoce la libertad, la autonomía, la igualdad y
el libre desarrollo de la personalidad que tenemos todas las personas para escoger lo que le da
sentido a nuestra existencia.
¿Desde dónde realizamos el análisis?
Para el análisis apropiamos nuestro modelo, al cual denominamos modelo P.R-E.D.I.V.-A.; este
describe el sistema de aniquilación basado en identidades de género diversas. Surge de los prejuicios
y las representaciones sociales como causas estructurantes que contribuyen a reproducir prácticas
de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias, con el fin último de aniquilar todo tipo
de expresiones e identidades de las personas con experiencias de vida trans (Verástegui, 2020)
A continuación explicamos cada uno de sus componentes:
Las causas:
Prejuicios. Los prejuicios constituyen el componente más afectivo dentro del sistema de
aniquilación basado en identidades de género diversas. Son entendidos como actitudes negativas
o predisposiciones a adoptar un comportamiento que se convierte en generalizaciones erróneas
y rígidas (Allport, 1954, ctd. en Verástegui, 2013). Al respecto, es importante mencionar que los
crímenes de odio, violencia y abuso contra las personas con experiencias de vida trans son de nivel
mundial y representan una situación causada por los prejuicios (Kidd y Witten, 2007).
A las personas con experiencia de vida trans, al estar fuera del esquema binario de sexo-género,
se nos impone la necesidad de adherirnos a solo dos opciones de identidad de género, masculino y
femenino, excluyendo todo tipo de identidad en tránsito. Las personas con experiencias de vida trans
transgredimos socialmente la concepción binaria del género, apartándonos de las normas de género
asociadas con el sexo asignado; eso nos convierte en una amenaza al orden social y políticamente
establecido de los cuerpos, los sexos y los géneros (Dietert y Dentice, 2009).
Las actitudes negativas hacia las personas con experiencias de vida trans parecen tener sus raíces
en las percepciones de jerarquías de poder y valores tradicionales, expresados en la defensa de un
orden sexual y de género que intenta homogeneizar las propias experiencias y aniquilar cualquier
tipo de expresión y cuerpo que se salga de esos patrones.
Representacionessociales. Frente a las experiencias de vida trans se encuentran principalmente
cuatro representaciones sociales (Platero, 2008, ctd. en Verástegui, 2013):
La primera considera las identidades trans como algo sin relevancia o inexistente, donde es
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EN
CLAVE
TRANS
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imposible reconocer los derechos de las personas con este tipo de experiencias. Se evidencia en
la invisibilización del tema dentro de las agendas sociales y políticas.
La segunda califica lo trans como un error, por lo cual es considerado susceptible de ser corregido.
Esta es la mirada desde los sectores conservadores y ultrarreligiosos que, argumentando que se
trata de algo antinatural, muestran los tránsitos como producto de la cultura liberal, sin valores y
sin orden. Desde este punto de vista las experiencias de vida trans son presentadas como tendencia,
y se invalidan nuestras identidades, experiencias y vidas.
La tercera representación explica lo trans como una patología que implica una disonancia entre
sexo y género, la cual se justifica desde las políticas de salud y los discursos médico-patologizantes
que entienden al sujeto trans como sujeto enfermo, que debe ser acompañado para que sane. La
solución frente a ello es un tránsito completo y la leal pertenencia a los avances de la ciencia que
han permitido corregir estos padecimientos. La materialización de esta representación entiende
nuestras identidades y experiencias como capítulos de un ser encerrado y encapsulado en un cuerpo
equivocado.
La cuarta representación rechaza las anteriores y en su lugar presenta los derechos de las personas
con experiencias de vida trans como parte de las reivindicaciones por nuestros derechos, dentro
del contexto de una ciudadanía plena.
Las tres primeras representaciones se imponen en el sistema de aniquilación basado en identidades
de género diversas, constituyéndose como causas que justifican los medios para sobrepasar y relegar
la última representación.
Los medios:
Exclusión. Es un fenómeno multidimensional y un proceso sistémico que impide a las personas
con experiencias de vida trans participar plenamente en la vida económica, social y política, y nos
enfrenta a oportunidades desiguales.
La exclusión social puede ser ejercida por cualquiera, a través de ideas y comportamientos
arraigados en prejuicios y representaciones sociales, sin tener que ser explícita o estar asociada a un
grupo particular; es por esto que es difícil de transformar. Sus causas subyacentes tienen orígenes
históricos y permean espacios institucionales (Banco Mundial, 2020).
Dentro del sistema de aniquilación, las personas con experiencias de vida trans somos excluidas
de nuestras familias y de los contextos educativos, laborales y comunitarios, con el fin de no
integrarnos ni incluirnos en la sociedad. Han sido pocos los espacios de inclusión que nos dan, lo que
ha reducido nuestras posibilidades en cuanto al desenvolvimiento pleno en la familia, la escuela,
el campo laboral, el acceso a la salud, la vivienda e incluso la circulación por el espacio público.
Human Rights Watch (2016) menciona las preocupantes condiciones socioculturales y políticas
de nosotras, las personas con experiencia de vida trans, a nivel mundial, como consecuencia de
los fenómenos de exclusión. Se estima que el 15 % vivimos en extrema pobreza; este porcentaje se
incrementa si se relaciona con otras variables como raza, etnia, religión y situación de discapacidad.
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CLAVE
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El experimentar pobreza y desempleo puede resultar en habitabilidad de calle, el desarrollo de
conductas criminales o ejercer el trabajo sexual (National Centre for Transgender Equality, 2016).
Discriminación. Uno de los problemas sociales generados por el prejuicio y las representaciones
sociales es la discriminación, entendida como una conducta emitida por miembros de un grupo que
consiente el tratamiento injusto y desigual a los miembros de otro grupo en razón de su pertenencia
a este.
La discriminación es uno de los medios más comunes de abuso y vulneración de derechos. El
Comité de Derechos Humanos del Sistema de Naciones Unidas define la discriminación como:
toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que se basen en determinados motivos
[…] y que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento,
goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades
fundamentales de todas las personas (Comité de Derechos Humanos de la ONU, 1989)
La discriminación no es individual, responde a un conjunto de prejuicios y representaciones asociados
a patrones sociales de conducta (Inadi, 2019). Las prácticas discriminatorias hacia las personas
con experiencias de vida trans comprenden conductas de hostigamiento, maltrato, marginación y
segregación, asociadas a la expresión y/o identidad de género diversa de una persona.
Según el informe de Human Rights Watch (2016) se cuenta con plena evidencia de altas tasas de
suicidio de personas trans a consecuencia de la discriminación sistemática. En algunos países, por
ejemplo Malasia, Kuwait y Nigeria, se prohíbe y penaliza la existencia de las personas trans bajo la
premisa de que es condenable la conducta de “hacerse pasar por el sexo opuesto”. Como resultado
de la falta de reconocimiento social y legal, se violan los derechos a la intimidad, la libertad de
expresión, la dignidad, y aquellos relacionados con el empleo, la educación, la salud, la seguridad,
el acceso a la justicia y la movilidad.
Invisibilización. Una realidad recurrente para las personas con experiencias de vida trans es la
de sentirse invisibles. Esto tiene que ver con el no saberse reconocidas. Honneth (2011) la define
como una forma de humillación social. Esta responde a una disposición interior de aquellos que
miran a través del otro y le demuestran un desprecio que anula su presencia en el espacio social,
cultural y político.
La cuestión de la visibilidad de las personas con experiencias de vida trans materializa la ausencia
de respuestas sociales, lo que nos deja desprovistas de oportunidades y en situación de riesgo.
Violencias. Las personas con experiencias de vida trans somos víctimas de violencia en todo el
mundo, y por esto somos una de las poblaciones más vulnerables frente a la violación de derechos
(Observatorio de Personas Trans Asesinadas, 2019).
La violencia constituye el fenómeno de injusticia social más predominante en nuestra vida.
Podemos ser víctimas de violencia en cualquier espacio, público o privado, en ocasiones a manos
de nuestros propios familiares, parejas o amigos.
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CLAVE
TRANS
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Las consecuencias de las violencias se manifiestan en malestar psicológico, transformaciones
del sí mismo y sí misma, la ruptura de vínculos, el desplazamiento forzado, y tienen implicaciones
físicas, psicológicas, emocionales y económicas (CNMH, 2015).
El resultado:
Aniquilación. Según el último informe del Trans Murder Monitoring (Observatorio de Personas
Trans Asesinadas, 2019), se han reportado 3.314 homicidios de personas trans en 74 países en todo
el mundo entre el 1.º de enero de 2018 y el 30 de septiembre de 2019. Si bien la muerte es la más
contundente de las formas de violencia, son múltiples y sistemáticas las acciones que enmarcan,
posibilitan y legitiman las prácticas de aniquilación.
En Colombia estas realidades no son ajenas y han implicado que en los últimos 5 años (2014-2019)
casi 500 personas trans hayan sido asesinadas, de acuerdo con registros de informes de derechos
humanos (Sin Violencia LGBTI, 2019).
DERECHOS
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CLAVE
TRANS
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Para conversar sobre la situación que enfrentamos las personas trans en el ejercicio de nuestros
derechos, es importante situarnos en un momento histórico de nuestras luchas como movimiento
social en el cual hemos alcanzado algunos logros importantes. Si bien podríamos mencionar avances
como cambiar nuestros datos en la cédula de ciudadanía o el reconocimiento de las identidades
de género diversas en la T de la sigla LGBTI y su uso estratégico para la construcción de políticas
públicas y acciones diferenciales, las transformaciones en nuestra vida cotidiana son las que
más percibimos, principalmente durante las conversaciones que establecemos con personas con
experiencias de vida trans de otras generaciones:
He hablado con personas que estuvieron en otras épocas […] con relación a sus dinámicas
[…] era tan fuerte el hecho de ser trans en esa época, donde la información con relación a
esos colectivos era tan cerrada. Hoy en día muchas nos dicen: “Ustedes son privilegiadas,
son princesas, son reinas, poder andar todo el tiempo maquilladas, arregladas, ¡y no pasa
nada…! Está bien. A diferencia de nosotras, que nos tocó construirnos desde la clandestinidad,
desde la oscuridad, nos tocó hacer cosas, como ser mujeres a determinadas horas, dos de
la mañana, porque simplemente no podíamos estar todo el tiempo en la calle, en cambio
ustedes sí”. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Algunas personas con experiencias de vida trans no tomamos la decisión de manifestar social-
mente nuestra identidad de género desde edades tempranas, precisamente por la presión de estos
prejuicios —incluso la interiorización y naturalización de estos—, que se expresan a través de leyes,
comportamientos y sanciones morales asociadas a circunstancias personales, familiares y subjetivas,
que llevaban casi a tener que elegir entre ser una persona trans o llevar una vida “digna”. Es por
ello que todas estas transformaciones han generado que nos encontremos en un momento de la
historia en el que sentimos que contamos con mejores condiciones para expresarnos como personas
trans y avanzar en la reivindicación de nuestras luchas, individuales y colectivas.
Ahora bien, esta “apertura” también genera que nuestra vida privada esté más expuesta públi-
camente y vulnerable a recibir diversos tipos de comentarios y reacciones, positivas y negativas, lo
que, visto desde esta perspectiva histórica, puede percibirse como un avance:
Yo siento que sí ha cambiado para positivo, pero también hay una huevonada de ahorita,
que es una curiosidad intrusiva, como que a una persona trans todo el mundo le quiere
preguntar “tú esto y tú aquello”, “¿y sí te quieres operar?”. Y es molesto, siento que
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EN
CLAVE
TRANS
CAPÍTULO
02
26
eso es molesto, pero bueno, cambiar de agresiones a eso, pues aguanta reguero. (Mujer
trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Sin embargo, aún tenemos muchos retos para alcanzar el respeto y la garantía de nuestros derechos,
así como para el ejercicio de una ciudadanía plena, el desarrollo de tránsitos seguros y la construcción
de proyectos de vida dignos. Como mencionamos previamente, una mayor visibilidad de la población
trans nos permitió posicionar nuestras luchas, pero también expuso más nuestras vidas; nos volvimos
incómodas —incluso una amenaza— para muchos sectores sociales y una responsabilidad más para el
Estado colombiano a la cual está comprometido internacionalmente.
En 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emitió un comunicado de prensa (CIDH,
2017b), en el marco del Día Internacional de la Memoria Trans, en el cual hizo un llamado a los
Estados para garantizar el pleno acceso de las personas trans a sus derechos económicos, sociales
y culturales1
. Consideramos importante traerlo a esta reflexión, porque plantea varios elementos
estructurales de la situación de derechos humanos de las personas trans.
•	Las personas trans vivimos una grave situación de violencia y discriminación en diversas
dimensiones de nuestras vidas.
•	La población trans de la región tiene una baja expectativa de vida: la mayoría de mujeres
trans que son asesinadas son menores de 35 años.
•	Hay una gran invisibilización de los hombres trans y las violencias que enfrentamos en diferentes
esferas, principalmente en el ámbito de la familia y en los sectores de salud y educación.
•	No tenemos garantías para el acceso pleno a nuestros derechos económicos, sociales y
culturales.
•	Como consecuencia de la violencia, discriminación y estigmatización, la mayoría de personas
trans estamos insertas en un ciclo de exclusión social que tiende a generar barreras de
acceso a servicios básicos, prestaciones sociales y oportunidades educativas y laborales, lo
que culmina mayoritariamente en la pobreza.
•	Generalmente, este ciclo de exclusión comienza a edades tempranas, generada por el
rechazo y la violencia que enfrentan niñas, niños y adolescentes trans en nuestros hogares,
comunidades y centros educativos.
•	Enfrentamos restricciones para completar los niveles del sistema educativo oficial, lo que
impacta negativamente nuestra calidad de vida.
•	Las personas trans estamos inmersas en una economía informal y, especialmente en el caso
de las mujeres trans, en el trabajo sexual, que incrementa la vulnerabilidad al enfrentar las
violencias, la criminalización y la persecución permanente de las autoridades para ser detenidas.
1	 Son los derechos relacionados con las condiciones sociales y económicas básicas necesarias para que las personas
tengamos una vida digna y libre: trabajo, seguridad social, salud, educación, alimentación, agua, vivienda, un
medio ambiente adecuado y cultura. Recuperado de https://www.escr-net.org/es/derechos
DERECHOS
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CLAVE
TRANS
27
•	Como consecuencia de la exclusión familiar, laboral y social, las personas trans tenemos
serias dificultades para acceder a la vivienda.
•	Frente al derecho a la salud, hay varios asuntos a destacar:
▷
▷ Dificultades para acceder al sistema de salud y a transformaciones corporales de calidad
y medicamente supervisadas, que generan complicaciones de salud e incluso la muerte.
▷
▷ Falta de capacitación del personal de salud para atender a las personas trans. El estigma,
la discriminación, el abuso y la violencia que encuentran en este sector disuaden a las
personas trans de recurrir a los servicios de salud.
▷
▷ Ausencia de normativas que permitan el reconocimiento de la identidad de género auto-
percibida, sin forzar el sometimiento a pruebas ultrajantes ni diagnósticos patologizantes.
•	En el acceso a la justicia, los Estados aún tienen el reto de:
▷
▷ Investigar con la debida diligencia los asesinatos y otros actos de violencia cometidos
contra personas trans.
▷
▷ Abrir líneas de investigación que tomen en cuenta si los asesinatos fueron motivados por
la identidad o expresión de género de la víctima.
▷
▷ Sancionar a las personas que resulten responsables.
▷
▷ Reparar a las víctimas.
Es un panorama amplio y preocupante, al que podríamos incluir más elementos, especialmente si
tenemos en cuenta otras realidades particulares de nuestro país —como el conflicto armado—, pero
que, aun así, nos permite describir un contexto general en el que nos situamos, para centrarnos en
cinco derechos y conversar críticamente sobre ellos en clave trans.
DERECHOS
EN
CLAVE
TRANS
PARTE
I
31
Es una representación generalizada que a las personas trans, principalmente a las mujeres, nos
sacan de nuestras familias y comunidades (ya sea en las zonas urbanas o rurales) y estamos —o por
lo menos deberíamos estar— en algunos lugares específicos de las grandes ciudades, asociados a
comportamientos y prácticas que se consideran “propios” de nuestra población. Como lo explica
nuestro modelo de análisis P.R.-E.D.I.V.-A., los imaginarios que parten de los prejuicios y de las
representaciones sociales se materializan en las estructuras de nuestra sociedad; incluso, la mayoría
de personas trans también los interiorizamos y los volvemos “naturales” en nuestro lenguaje y
prácticas cotidianas. Naturalizamos la exclusión, la discriminación, la invisibilización y las violencias
que nos aniquilan, cultural, social y políticamente.
Como parte de las transformaciones a las que nos venimos refiriendo y en las que nos posicionamos
como sujetos de derechos, hemos cuestionado esos lugares geográficos y simbólicos, cargados de
prejuicios y representaciones, en los que históricamente nos han ubicado; por ejemplo, las zonas
de alto impacto, prostitución, habitabilidad en calle, consumo y comercialización de sustancias
psicoactivas o la comisión de actos delictivos. Los resignificamos y nos apropiamos de ellos para
reivindicar nuestro derecho a existir, de modo que nos permita construir un proyecto de vida según
nuestros intereses, habilidades y particularidades, transgrediendo las fronteras que nos impone una
ciudadanía marginada a contextos de exclusión social y económica.
En esta primera parte, describiremos precisamente los lugares donde cotidianamente nos enfren-
tamos con esos límites en el ejercicio de nuestra ciudadanía, a través de diversas manifestaciones de
discriminación y violencias que se cometen contra las personas trans en Colombia.
¿Qué entendemos por el derecho a la movilidad o la libre
circulación?
El artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos consagra la libertad de circulación
como un derecho que tienen todas las personas en el territorio de un Estado. Sobre este derecho
resaltamos la condición de libertad que debe caracterizar la circulación de todas las personas en
el territorio de su nación. ¿Qué significa una “libre circulación”? Para empezar, que sea legal, es
decir, para el caso de las personas trans, que no haya una ley, orden o política que les prohíba
circular por una parte del territorio nacional por motivo de su identidad o expresión de género.
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Pero no solo eso. Consideramos que la libertad de circular por todo el territorio nacional también
incluye las garantías que el Estado colombiano debe brindarnos, para hacerlo en condiciones de
dignidad y respeto por nuestras expresiones e identidades de género.
Las personas con experiencias de vida trans vivimos violencias por la apropiación del
espacio público. No podemos transitar libremente por cualquier escenario, como cualquier
otra persona, y eso hace que no sea posible llegar a otros lugares, otros escenarios. El
día que las personas trans podamos movilizarnos tranquilamente por las ciudades sin
los prejuicios, sin las miradas incómodas ni los cuestionamientos de “¿esa persona por
qué está acá?”, considero que avanzaremos en el reconocimiento de nuestros derechos y
una ciudadanía plena para todes. (Laura Weinstein, directora ejecutiva del GAAT, 2018)
Los motivos que generalmente llevan a tomar la decisión de “movernos” de un lugar a otro están
relacionados con la búsqueda de oportunidades educativas y laborales, el desplazamiento ocasionado
por el rechazo familiar y la violencia basada en los prejuicios y en las representaciones sociales.
Estas experiencias y trayectorias nos permiten comprender de qué manera nos restringen el derecho
a circular libremente, a movernos de manera segura por el territorio colombiano y a acceder a
espacios abiertos al público en condiciones de respeto por nuestras identidades, para identificar los
espacios de lucha y reivindicación en los que aún tenemos el reto de incidir para transformarlos.
¿Cuáles son los principales lugares donde nos restringen
este derecho?
En el espacio público. Principalmente, las calles que transitamos durante nuestros recorridos
cotidianos, el transporte público, los centros comerciales, los baños, el barrio y los lugares a los
que acudimos para satisfacer nuestras necesidades básicas (alimentación, salud, higiene, vestido,
vivienda), construir un proyecto de vida (educación, trabajo) y relacionarnos socialmente con otras
personas (pareja, familia, redes de apoyo y afecto).
Son realidades cotidianas que afectan la garantía de nuestros derechos económicos, sociales
y culturales, en tanto muchas personas trans, por ejemplo, prefieren abstenerse de acudir a los
servicios del Estado (como el sistema educativo y de salud), al encontrarnos con un camino lleno
de obstáculos, discriminación y violencia.
¿Qué tipo de violencias enfrentamos en estos lugares?
Una de las más frecuentes es la violencia verbal. Todo el tiempo nos dicen frases y palabras
ofensivas. Los chistes que ridiculizan nuestras identidades; las groserías que generalmente sexualizan
nuestros cuerpos; los comentarios que desconocen el género con el que nos identificamos; las
preguntas intrusivas e incómodas sobre nuestra vida privada que no resultan necesarias para
acceder a un espacio; la referencia a noticias amarillistas que nos criminalizan y revictimizan para
hacer extensivo cierto comportamiento a todas las personas trans; las alusiones a nuestro cuerpo
y a la manera de vestirnos, maquillarnos, arreglarnos o expresarnos como “vulgar”, “extraña” o
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“exhibicionista”, llegando incluso a invalidar nuestra presencia en ciertos lugares por nuestras
expresiones de género. Se trata de formas de violencia múltiples, frecuentes y socialmente aceptadas,
y provienen de casi todas las personas que nos rodean y con las cuales nos relacionamos en las
diferentes dimensiones de nuestras vidas.
En el espacio público también ocurren la mayor parte de hechos de violencia física contra nuestros
cuerpos. Homicidios que materializan los intereses de quienes quieren desaparecer todo rastro
de nuestras existencias, aniquilándonos; agresiones físicas que, generalmente, están dirigidas a
las partes de nuestros cuerpos más significativas en las construcciones de nuestras identidades y
expresiones de género, como el rostro, el pecho y los órganos genitales; torturas que parecieran
castigar nuestra decisión de ser trans y manifestarlo públicamente; violaciones, manoseos y abusos
sexuales que degradan nuestros cuerpos, como si se tratara de objetos que están siempre al servicio
de los prejuicios, frustraciones, deseos —la mayoría reprimidos— y depravaciones de los otros.
Los malos tratos y la crueldad de los agentes de policía que abusan de su autoridad para arrestar
injustificadamente a las personas trans y someterlas a conductas inhumanas y degradantes. Son
golpes, puños, patadas, puñaladas, disparos y atropellos que, cuando sobrevivimos a ellos, nos
dejan cicatrices —algunas visibles y otras invisibles— para recordarnos la vulnerabilidad de nuestros
cuerpos ante el odio y la violencia de quienes se niegan a aceptarnos como parte de esta sociedad.
Sin embargo, probablemente una de las violencias más cotidianas y con la que casi hemos tenido
que aprender a vivir las personas trans es la violencia psicológica que se manifiesta en el lenguaje
y el comportamiento no verbal que nos dirigen cuando hacemos presencia en un espacio público,
especialmente si se trata de un lugar en el que “no deberíamos estar”. Las miradas de asombro,
desconcierto, desaprobación, rechazo, miedo, burla, rabia y odio que se posan sobre nuestros
cuerpos son automáticas al pasar por o entrar a un espacio público. Los murmullos tampoco se
hacen esperar y las personas que ahí se encuentran interrumpen lo que están haciendo y adoptan
inmediatamente una postura corporal distinta, se ponen a la defensiva quienes se sienten de alguna
manera amenazados, toman sus pertenencias quienes consideran que los vamos a robar, se alejan
con temor quienes creen que vamos por la vida cortando caras con una cuchilla que llevamos debajo
de la lengua, se tapan alguna parte del cuerpo que sientan demasiado expuesta quienes piensan que
vamos a acosarlos sexualmente, se acercan maliciosamente quienes buscan acosarnos sexualmente
porque es lo que “nos gusta”, se retiran del lugar bajo cualquier pretexto quienes definitivamente
ni siquiera soportan nuestra presencia y se quedan para confrontarnos destructivamente quienes
rechazan nuestras experiencias de vida trans. Son violencias sutiles y casi imperceptibles para las
miradas ajenas a las realidades de las personas con experiencias de vida trans, pero muy claras
para quienes a diario las enfrentamos.
¿Cuáles son nuestras experiencias?
La experiencia de ser una persona trans en Colombia es muy limitante. La poca libertad de ser
quienes somos, sin temor a la sociedad y sus miradas incómodas, la sentimos en muchos lugares:
A mí me pasó una vez cuando entré a una tienda y todo el mundo se salió, porque,
claro, era muy evidente […] había una incomodidad constante y eso me generaba mucho
temor, de sufrir algún ataque o alguna cosa. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
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Las etiquetas sociales no son sólo las que nos imponen a las personas; también marcan espacios
específicos a los que nos permiten o impiden acceder. En este sentido, podríamos hacer muchas
clasificaciones y descripciones sobre los diferentes lugares para comprender qué significa moverse
entre ellos, pero, sin duda, hay una clara distinción entre espacios seguros y no seguros para las
personas trans:
Obvio, hay sitios donde me siento más segura y hay sitios donde me siento más discrimi-
nada, a veces me siento acosada, como que me miran mucho y a veces esas miradas son
como morbosas y eso me pasa mucho […] (Mujer Trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Ahora bien, no se trata de una distinción que determina ciertos lugares específicos como “seguros”
o “no seguros”, sino de una serie de condiciones que generan percepciones y hechos de seguridad
o vulnerabilidad a la integridad, la libertad, el libre desarrollo de la personalidad e incluso la vida
de las personas trans, en las experiencias de vivir, transitar o acceder a algún espacio. Experiencias
que afrontamos y nos afectan de diversas maneras, según factores asociados, entre otros, la edad, la
clase, la etnia, y la particularidad de nuestros tránsitos y expresiones de género.
Para muchas personas trans el “momento del tránsito” en el que nos encontramos o que se “nos
note lo trans” determinan nuestra movilidad y el acceso a muchos espacios públicos, pues estamos
transformando las formas como expresamos el género —o los géneros— con el que nos identificamos,
a través del cuerpo y la imagen con la que nos relacionamos socialmente. Como consecuencia,
tenemos expresiones que permanentemente transgreden las corporalidades hegemónicas de la
feminidad y la masculinidad, e irrumpen en espacios pensados para ser habitados por hombres
y mujeres que sigan las reglas patriarcales del género, lo que produce dinámicas de vigilancia y
control, la mayoría discriminatorias, excluyentes y violentas, sobre los cuerpos de quienes nos
salimos de dichas normas.
¿Cuáles son los espacios que las personas trans percibimos
como seguros?
En primer lugar, los espacios donde reconocen nuestra identidad y expresión de género, por
ejemplo, mediante el trato respetuoso y acorde con el género con el que nos identificamos (mediante
el uso de nombres, pronombres, artículos); donde nos saludan cuando llegamos sin quedarse
mirándonos con asombro, burla, rechazo o cuestionamiento; donde nos responden amablemente
cuando pedimos alguna información; o donde podemos caminar tranquilamente por la calle, sin el
miedo o la prevención de ser atacadas ni excluidas por ser personas trans.
También, esos lugares donde pueden participar nuestras familias y parejas sin temor a ser discrimi-
nadas, lo que nos permite fortalecer y ampliar nuestras redes de apoyo. Donde nuestras familias no
sean cuestionadas por apoyarnos. Donde nuestras parejas no sean objeto de burla por amarnos. Donde
no censuren las expresiones de afecto con nuestras parejas, las mismas que sí permiten socialmente
a las parejas conformadas por personas cisgénero. Donde reconozcan las familias que conformamos
con otras personas trans, desde la hermandad, la solidaridad y las experiencias de vida que nos unen.
Donde nuestras amigas y amigos no sean juzgados por aceptarnos y brindarnos su amistad.
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Además, los espacios en los que nos permiten y garantizan una participación política de manera
respetuosa, donde podemos expresar nuestras ideas y opiniones de manera libre, sin discriminación
ni censura, reconociendo los saberes propios de las personas trans (más allá de títulos académicos
o partidos políticos) por las experiencias de vida que encarnamos. Escenarios en los que es posible
posicionar asuntos de interés y prioridad para las personas trans, que nos permita incidir en la
toma de decisiones políticas que den respuestas efectivas a las problemáticas que enfrentamos.
Así mismo, consideramos que un espacio tiene la posibilidad de volverse seguro —o más seguro—
para las personas trans, si quienes lo habitan (es decir, viven, trabajan o transitan allí) tienen la
apertura, disposición y voluntad para identificar y transformar los aspectos que garanticen una
convivencia, un trato y una atención más respetuosos con nuestros derechos. No esperamos que en
todos los lugares de la ciudad conozcan la mejor manera de tratarnos o referirse a las personas trans,
pero sí deberían permitir que lleguemos a incidir y transformar esas dinámicas y procedimientos
violentos con nuestras identidades y expresiones de género; eso, para las personas trans, significa
poder apropiarnos de los espacios, habitarlos como nuestros, desde una ciudadanía plena.
¿Cuáles son los espacios que las personas trans percibimos
como no seguros?
Los prejuicios y representaciones que llevan a prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización
y violencias cometidas en nuestra contra consolidan los espacios que percibimos como no seguros,
aquellos donde el objetivo es aniquilarnos.
Las miradas vigilantes que se centran en nuestros cuerpos para responder las preguntas intrusivas
de los otros cargan cualquier espacio con un ambiente de inseguridad, incomodidad y desconfianza.
Todos los aspectos de nuestra expresión de género se convierten en objeto de una estricta
valoración por parte de los otros, quienes parecieran decidir cuál de todos los elementos que
adoptamos en nuestro cuerpo justifican la censura y exclusión social de las personas trans de los
distintos espacios, incluso de aquellos que son permitidos para otras personas. El vestuario que
usamos, el maquillaje que elegimos, la forma como llevamos el cabello, nuestro estilo de caminar,
los gestos y movimientos de nuestro cuerpo; no importa cuál sea nuestra apariencia, para los demás
siempre hay algo que “no encaja”, que no se corresponde con las expresiones de género que espera
la sociedad, pues insisten en imponernos un género según el sexo que nos asignaron al nacer. Y ese
se convierte en el principal motivo para aniquilarnos.
Me pasa que, cuando llego a algún lugar, prefieren no mirarme o, simplemente, hacer como
que no me ven para no saludarme, porque les incomoda, prefieren no tener ningún contacto,
los más decentes me ofrecen su mano […] (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Las diferencias de clase social y económica constituyen otra marca sobre los espacios no seguros
para la mayoría de personas trans, donde nos excluyen porque nuestras identidades y expresiones
de género no son aceptadas por las clases altas, independientemente incluso de nuestros ingresos
económicos o capacidad de pago:
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hay lugares muy elitistas, donde la gente de inmediato dice “¡No! Tú no puedes estar
acá”. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Cotidianamente, experimentamos estas condiciones de inseguridad durante nuestra movilidad
desde distintas perspectivas, circunstancias, lugares y actores con los cuales nos relacionamos
para realizar nuestras actividades diarias y desarrollar nuestro proyecto de vida. Son múltiples
los escenarios que generan restricciones, vulnerabilidades y riesgos para el ejercicio de nuestros
derechos, y aquí nos proponemos describir algunos que identificamos. Probablemente faltan muchos,
pues nuestra intención no es abarcarlos todos, pero sí resaltar aquellos que consideramos más
frecuentes, los que hemos vivido y han marcados nuestras experiencias de vida trans.
Lacallecomoescenariosimbólicodelopúblicoypuntodefuga
El espacio público que más frecuento es la calle… la calle, ¿sí?, el andén. Me encanta
caminar, salir a pensar y todo eso […] (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Para algunas personas, la calle se convierte en una especie de “pasarela” donde nos mostramos
a las demás personas y nos relacionamos con ellas. Para otras es un escape de las situaciones
difíciles que afrontamos en nuestros hogares. Hay quienes la convertimos en un espacio para pensar
y aclarar nuestros pensamientos al caminar, mientras que para la mayoría es el camino obligado en
el desarrollo de nuestras actividades cotidianas.
Probablemente, el común denominador en estas múltiples experiencias que tenemos de transitar
la calle es la actitud prevenida e incluso defensiva con la cual sentimos que debemos salir a encon-
trarnos con las miradas y comportamientos de los otros. La calle nos enfrenta a muchos temores,
inseguridades e incluso malos recuerdos de experiencias pasadas; y las personas trans tenemos
diferentes estrategias para enfrentarlas y evitar que vuelva a ocurrirnos. A esto nos referiremos
más adelante.
Por supuesto, ser mujer trans y hombre trans son experiencias distintas y marcadas socialmente
por el género con el que nos identificamos o desde el cual nos perciben. En una sociedad mayori-
tariamente machista y conservadora como la colombiana, recibimos reacciones y comportamientos
diferenciados si encarnamos un cuerpo femenino que “renuncia a ser hombre” o si encarnamos un
cuerpo masculino que “renuncia a ser mujer”. En el caso de las mujeres trans, nos llaman “hombres
disfrazados de mujeres”, que “ridiculizamos” el género masculino, “ofendemos” al femenino y por
eso “castigan” nuestros cuerpos transgresores; mientras que a los hombres trans “nos faltó fue un
macho que nos hiciera mujeres” y se nos violenta como “sanción” para “corregirnos”.
Generalmente, percibimos que a las mujeres trans nos “identifican” más fácilmente en la calle (como
decimos algunas personas, “se nos nota más lo Trans”) y la mayoría de hombres trans hemos encontrado
en el ocultamiento de algunas partes de nuestro cuerpo la posibilidad de “pasar más desapercibidos”;
es decir, son experiencias atravesadas por realidades excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y
violentas de maneras distintas. No obstante, en ambos casos, las miradas de los otros siempre encuentran
en nuestro cuerpo algo diferente, que no encaja con las representaciones sociales impuestas en nuestra
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cultura, pues para esta sociedad nunca seremos “verdaderos hombre o mujeres”, somos más bien seres
“extraños” que irrumpen en la cotidianidad.
Ahora bien, el género no es el único elemento que determina la experiencia de ser una persona
trans en el espacio de lo público; también desempeña un papel nuestra edad. Las personas trans
adultas mayores, por ejemplo, no recibimos el mismo trato de respeto y cuidado por parte de la
sociedad que el resto de personas que están en esta misma etapa de la vida. Al parecer, solo las
personas adultas mayores cisgénero reciben este tipo de ayuda y colaboración de otras personas.
La etnia nos marca y profundiza las discriminaciones que enfrentamos, principalmente si se trata
de personas trans afrodescendientes o indígenas, pues desconocen y ridiculizan nuestras prácticas
culturales, así como las experiencias de vida trans que construimos en otros contextos, desde
nuestros saberes propios y ancestrales de los pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes,
raizales y palenqueras, en un país pluriétnico y multicultural como Colombia.
Las personas trans que venimos y/o vivimos en contextos y regiones rurales también experimen-
tamos violencias y restricciones. Si migramos a las ciudades, vivimos con un ritmo de vida más
rápido, donde hay que transitar a partir de códigos y lógicas urbanas que no solo desconocemos,
sino que además nos atropellan; y si nos quedamos en nuestros contextos, nos juzgan y nuestra
historia e identidad empiezan a ser el chisme del pueblo o la vereda. Esto aniquila la posibilidad
de existir tanto en nuestro propio espacio como en aquel al cual llegamos.
Las personas trans con diversidad funcional, lo que otros y otras llaman discapacidad, seguimos
encontrando barreras físicas, sociales e institucionales, pero sobre todo morales para transitar en
los espacios públicos de manera segura y digna. Al trato discriminatorio que recibimos por nuestras
identidades y expresiones de género, se suman los prejuicios sobre lo que se ha denominado de
manera peyorativa y patologizante una “discapacidad”; incluso, a veces asocian ambas “condiciones”
como si una fuera causa o consecuencia de la otra.
Es así como varios elementos pueden intervenir en la experiencia de transitar en lo público,
restringiendo nuestra libertad de movernos por el territorio nacional en condiciones de respeto y
garantía de nuestros derechos. En otras palabras, la intersección de múltiples motivos de discrimina-
ción incrementa no solo las violencias que recibimos, sino los impactos en nuestra calidad de vida.
¿De qué manera? A lo largo del proyecto, encontramos que algunas personas trans hemos llegado a
naturalizar el acoso que enfrentamos cotidianamente en estas experiencias o preferimos “ignorarlo”
para protegernos. Con relación a la violencia verbal, por ejemplo, a veces consideramos que los
comentarios, “piropos” o miradas insinuantes no tienen la intención de agredirnos, sino de halagarnos
e, incluso, en ocasiones sentimos que reafirman nuestra identidad de género —femenina o masculina—,
que generalmente nos niegan y por eso los permitimos. Y aunque no se trata de una situación que
podamos generalizar, consideramos que se produce una “valoración” en la que empezamos percibiendo
que “no es tan grave” y llegamos a sentirlo como algo “normal”; por su parte, los agresores justifican
sus actos violentos diciendo “Antes agradezca”, como si se tratara de un “favor” que nos hacen.
Otro escenario intimidante y en el cual nos sentimos más vulnerables es cuando las autoridades,
llámese policías o militares, nos paran para solicitarnos nuestro documento de identificación, la
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libreta militar (en el caso de los hombres trans) o una requisa. Nuestros documentos son calificados
como “falsos”, bien sea porque hayamos hecho o no algún cambio en él (nombre, componente sexo
o cupo numérico) o porque la fotografía no corresponde a la expresión de género que tenemos en
ese momento. A los hombres trans no saben si pedirnos o no libreta militar; e insisten en requisarnos
según el sexo que nos asignaron al nacer y no de acuerdo con el género con el que nos identificamos.
De esta manera, así como la calle constituye uno de los principales espacios públicos de exclusión,
discriminación, invisibilización y violencias hacia las personas trans, consideramos que también es
un escenario de incidencia para la transformación social y cultural de este tipo de hechos, en el que
el Estado está en la obligación de participar, como principal garante del reconocimiento y respeto
de nuestras identidades y expresiones de género en la experiencia de transitar y movilizarse por
el territorio colombiano.
El barrio, la vereda y/o el pueblo: lugares para la construcción/
destrucción de comunidad
El barrio, la vereda y/o el pueblo son los lugares públicos que percibimos más cercanos, donde nuestra
vida privada y cotidiana está más expuesta a los demás; es decir, donde nos sentimos más visibles.
Aquí transcurre la mayor parte de nuestra vida; habitamos, transitamos y nos encontramos a diario con
distintas personas, familias y grupos sociales que tienen diversos puntos de vista, opiniones y formas
de vivir. Saben los horarios de salida y llegada a nuestros hogares, las personas que frecuentamos, los
estilos para vestirnos y arreglarnos al salir del hogar o permanecer en él, lo que compramos, cómo
arreglamos nuestra casa y lo que tenemos en ella; en otras palabras, son espacios donde se ponen
en juego la dimensión privada y el mundo público.
En este sentido, en el barrio, la vereda y/o el pueblo construimos relaciones sociales a partir de
encuentros, oposiciones, solidaridades y tensiones, donde las personas trans generalmente nos vemos
inmersas en situaciones de exclusión, discriminación, invisibilización y violencia. Ahora bien, resulta
importante preguntarnos antes: ¿cuáles son los principales recorridos que realizamos las personas trans
en el barrio que vivimos? Principalmente, los mismos que la mayoría de personas. Caminar hasta el
paradero para tomar el transporte público; ir a la tienda, la panadería, el supermercado, la papelería
o la ferretería para hacer nuestras compras —de alimentos, productos personales, artículos para el
hogar, materiales de estudio o trabajo—; seguir los rituales religiosos en los días y lugares destinados por
cada religión para estos; salir a estudiar o trabajar, a veces ambas; encontrarse con amigas y amigos.
En estos escenarios también enfrentamos violencias similares a las que vivimos en las calles de
la ciudad o el pueblo (verbales, físicas y psicológicas), con la particularidad de que se trata de
calles que frecuentamos a diario y son agresiones generadas por personas con las que habitamos
cotidianamente. Es decir, los agresores no son anónimos con los que ocasionalmente nos encontramos,
sino las personas que nos venden nuestros alimentos, que viven cerca a nuestras viviendas. Son
violencias permanentes con las que, a veces, aprendemos a vivir; unas se vuelven escenarios de lucha
para exigir nuestros derechos, pero hay otras circunstancias que vulneran todas las posibilidades
de vivir en condiciones de respeto y dignidad, llegando incluso a desplazarnos de la comunidad en
la que vivimos, destruyéndonos y aniquilándonos.
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En cualquier caso, una discusión con una vecina o vecino, los rumores sobre nuestra apariencia
y nuestra vida privada, el trato discriminatorio por parte de quien nos atiende en la panadería,
los comentarios morbosos de quienes trabajan en la esquina o las miradas de desaprobación de
las personas que asisten a la misma iglesia, sinagoga, mezquita, templo u otro espacio religioso,
espiritual o sagrado que frecuentamos, nuestras identidades y expresiones de género usualmente
son el motivo para discriminarnos, excluirnos y violentarnos en las distintas experiencias de habitar
y transitar por nuestro barrio, vereda y/o pueblo.
Una de las situaciones más preocupantes que también enfrentamos las personas trans es la
presencia de actores armados, que si bien no nos violentan de manera exclusiva (es decir, solo a las
personas trans), sí lo hacen de manera diferenciada y generan dinámicas que le permiten al resto de
personas tener comportamientos crueles, humillantes y degradantes, como parte del orden social
que intentan imponer en los territorios:
vivo en un barrio marginado con personas que son guerrilleros, paracos… y esta gente
no respeta. Mejor dicho, ven a una persona trans y se burlan, me insultan y siempre vivo
hostigamiento por los hombres heteros, mujeres y niños, es que ¡hasta los niños me tiran
cosas a la cara! Como me pasó hoy hace quince días, que me tiraron cosas a la cara, si no
me cubro la cara me la hubieran quemado. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Además, tenemos conocimiento de fronteras invisibles que las personas trans no podemos atravesar
y limitan de manera violenta nuestra libre circulación por los espacios de vivienda y socialización
que cotidianamente frecuentamos.
Lasinstitucionesgubernamentales:confianzaydesconfianza
Si las autoridades no constituyen un actor de protección y seguridad en nuestras experiencias de
transitar en el espacio público, las instituciones del Estado tampoco representan espacios seguros
para las personas trans. Las barreras y la falta de garantías para el acceso a los servicios y bienes
públicos, en ejercicio de nuestros derechos, las enfrentamos en la mayoría de estas instituciones, y
no solo por parte de quienes ejercen las funciones públicas directamente, sino de todo el personal
que interviene en la atención a la ciudadanía. Por supuesto, esto incluye al personal de seguridad,
quienes son uno de los primeros obstáculos para nuestro ingreso a las entidades públicas, pues
recibimos agresiones de su parte, incluso cuando no tenemos el propósito de entrar.
En términos generales, el trato que nos brindan las personas que trabajan en las instituciones
públicas se ha transformado, en cierta medida, por las denuncias y acciones que interponemos las
mismas personas trans cuando nos enfrentamos a hechos de discriminación y violencia; y también
por el avance en la creación de políticas y leyes que prohíben explícitamente la discriminación. No
obstante, comprendemos que las transformaciones de estos prejuicios y representaciones sociales
que determinan los comportamientos de las personas no son inmediatas, pues aún encontramos
prácticas institucionales y personales excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y violentas hacia
nuestras identidades y expresiones de género:
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en ese tiempo, cuando yo estaba comenzando mi tránsito, pues yo iba empezando,
maquillada, con aretes, entonces, “¡qué vas a sacar la libreta provisional!”, porque me
lo estaban exigiendo. Entonces yo fui, entré y recibí un montón de burlas por parte de
los militares […] sin embargo, yo fui a lo que fui, o sea que son un montón de ignorantes.
(Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Nos brindan información errada sobre los trámites y servicios que requerimos, hacen que demos
más vueltas de las necesarias, nos solicitan requisitos no previstos por los procedimientos legales,
nos miran con desprecio, se burlan de nuestras expresiones de género, no aceptan tratarnos según
el género con el que nos identificamos e ignoran nuestros nombres identitarios.
Las instituciones públicas y las personas que trabajan en ellas constituyen la materialización del
cumplimiento de las obligaciones del Estado colombiano en materia de derechos constitucionales
y humanos, y permiten evidenciar los vacíos y falencias que aún se cometen en la garantía para el
acceso de las personas trans a los bienes y servicios estatales dispuestos para toda la ciudadanía, en
condiciones de equidad y respeto. Es por ello que insistimos en la importancia de denunciar y dar
visibilidad a este tipo de hechos, para construir colectivamente estrategias de transformación de
estas prácticas institucionales y personales que se continúan cometiendo en las entidades públicas.
Establecimientos comerciales: lugares de validación/
aniquilación de nuestras identidades
Constantemente, la sociedad nos impone una lógica de consumo de múltiples cosas, cuerpos,
rostros, relaciones y estilos de vida, la mayoría ideales, que se convierten en referentes de feminidades
y masculinidades con los que, en cierta medida, nos identificamos o de los que nos distanciamos
en las construcciones propias que hacemos de nuestras identidades y expresiones de género. Por
supuesto, son lógicas de consumo marcadas no solo por reglas de género impuestas —aunque cada
vez más difusas—, sino también de clase y tipos de corporalidad, entre otras, que definen cómo
deberíamos lucir, hablar, comportarnos e incluso pensar y desear la relación con nuestro cuerpo y
proyecto de vida, las relaciones con los otros y con el medio ambiente.
Pero también son lógicas de las que nos hemos apropiado, y a las que hemos transgredido y
resignificado para expresar una dimensión de nuestras identidades de género, las luchas que libramos
y el sentido que le damos a nuestra condición de seres humanos. Los establecimientos comerciales
son un espacio abierto al público que nos permite entender un poco estas dinámicas. Las tiendas,
por ejemplo, nos venden ropa exhibida en maniquíes modelados con estereotipos inalcanzables para
la mayoría de personas, bien sea porque no tenemos el cuerpo para el que fue diseñada o porque no
tenemos el dinero para comprarla; pero cuando lo tenemos —y no nos importa si cumplimos las reglas
estéticas de la moda al usarla—, nos encontramos con una serie de prejuicios y representaciones
que parecieran impedir a toda costa nuestro ingreso, pues no “encajamos” en sus estándares de
belleza y clase ni en una identidad de género hegemónicamente construida.
Sin embargo, las situaciones de discriminación, exclusión y violencia en los establecimientos
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comerciales no solo las vivimos como clientes, sino también cuando hemos tenido acceso a una
oportunidad laboral en estos lugares.
Todas las personas tenemos la libertad de decidir cuáles son los referentes de belleza, estética y
estilo de vida con los que nos identificamos y de cuáles nos alejamos críticamente; pero, al mismo
tiempo, tenemos derecho a desarrollar nuestra personalidad en los lugares que consideramos nos
permiten acceder a las condiciones y recursos necesarios para acercarnos cada vez más a lo que cada
quien sueña de sí mismo/a. Desde esta perspectiva, los establecimientos comerciales constituyen
espacios en los que construimos una dimensión de nuestra identidad, estrategias para relacionarnos
con los otros y un ejercicio de ciudadanía respetuosa y digna para las personas trans.
Discotecas: del entretenimiento a la prohibición
Las discotecas son espacios privados abiertos al público que restringen la entrada bajo principios
que no siempre son claros ni están explícitos de manera visible en el lugar, como lo exige la ley.
Lo que sí está claro es que los motivos, la mayoría de veces, están asociados a los prejuicios que
criminalizan a las personas trans de manera generalizada:
cuandolachicatransesmuyevidente,deunavezlafrenanenlaentrada,esladrona,escuchillera,
es cuantas cosas malas se puedan imaginar. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
Bajo el argumento de “reservarse el derecho de admisión”, es ampliamente conocido que existen
lugares a los que “no entran las personas Trans”, en especial las mujeres, pero, paradójicamente,
la mayoría son lugares que brindan shows y presentaciones artísticas de mujeres trans; es decir, sí
podemos entrar para ofrecer entretenimiento, pero no para disfrutar de este.
La “ideología de género”: a propósito de las violencias desde
el “matrimonio” entre el Estado y la religión
En 2016, el polémico debate generado con la cartilla Ambientes escolares libres de discriminación.
1. Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la escuela. Aspectos para la
reflexión, de la entonces ministra de Educación Gina Parody, polarizó al país bajo el discurso de la
“ideología de género”, utilizado por varias instituciones, entre ellas los grupos políticos de extrema
derecha y religiosos, principalmente católicos y cristianos, para retroceder en el reconocimiento
de derechos por parte del Estado colombiano.
En este caso se trataba de un mandato de la Corte Constitucional que ordenaba la revisión de los
manuales de convivencia de las instituciones educativas del país, para asegurarse de que fueran
respetuosos de las orientaciones sexuales e identidades de género de los estudiantes y ajustarlos
con el propósito de mejorar la convivencia y la garantía de sus derechos sexuales y reproductivos.
En este sentido, el Ministerio de Educación elaboró una cartilla para orientar a docentes en el
cumplimiento de lo establecido por la Corte.
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EN
CLAVE
TRANS
CAPÍTULO
02
42
¿Cuál fue la respuesta de los sectores que se opusieron a las cartillas? Que estaban diseñadas
para “enseñar a nuestros hijos a ser homosexuales”; que estaba en “riesgo la familia”; que estaban
“imponiendo en los manuales de convivencia condiciones, actitudes y comportamientos de la
comunidad LGBTI”; mejor dicho, que había una “colonización homosexual” en las instituciones
educativas. Algunos grupos políticos, religiosos y de la sociedad civil realizaron una marcha en
“defensa de la familia” y en rechazo a la “ideología de género” de las cartillas. Los debates en las
redes sociales y los espacios públicos y privados del país se centraron en una guerra sucia, cargada
de prejuicios, odios y mucha desinformación, lo que generó que este proceso de reconocimiento
de derechos se detuviera en Colombia.
Sobre lo sucedido con las cartillas se han dicho muchas cosas. El uso de imágenes de un cómic
homoerótico belga para manipular las cartillas y desinformar a la opinión pública, a través de los
medios de comunicación, le costó el puesto a la ministra y fue una sanción moral y política por ser
abiertamente lesbiana. En cualquier caso, desencadenó una serie de hechos que le dieron fuerza al
discurso de la “ideología de género” en Colombia y afectaron nuestras vidas como personas trans.
Está claro que, con el tema de las “cartillas”, la gente se pegó una empoderada ni
la berraca para decirnos un montón de cosas. Voy a poner un ejemplo claro: una vez
estábamos caminando por los lados del parque Nacional, íbamos juntas y de repente
aparece una señora empieza a gritarnos: “¡Eso es pecado! ¡Eso es pecaminoso! No sé
qué” y armó un escándalo, un alboroto… Entonces, puede que las leyes, en los papeles,
haya cambiado y de pronto la gente en un momento haya pensado: “Bueno, ya la ley no
me permite decir ciertas cosas”; pero, por otro lado, la influencia religiosa de entidades
que empoderan a la gente para decir “el pecado existe y tiene que ser señalado y tiene
que ser llamado por su nombre”. Entonces, por más que la ley te cobije a ti, a la gente no
le importa, el prejuicio es prejuicio y si a mí me lo están alimentando, puede ser en una
iglesia o en donde sea, yo me empodero para ir por la calle denigrando de las personas
con identidades de género no normativas. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
El impacto de los debates y las opiniones públicas que se posicionan a través de los medios de
comunicación se refleja en la experiencia de movilizarnos, en los comentarios que nos dirigen en
los espacios públicos y en los argumentos que utilizan para justificar las agresiones hacia nuestros
cuerpos. Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo para las personas trans, como sí lo son para
la comunicación en la era de los medios digitales, pues históricamente se han contado versiones
falsas sobre nuestras vidas, incluso avaladas por la Iglesia, la academia y el Estado; sin embargo,
la propagación masiva de estas ideas es cada vez más fuerte y nuestras experiencias de vida son
más visibles y están más expuestas. Pero también nuestras luchas son cada vez más fuertes y cada
ataque es una oportunidad para crear un contradiscurso a las ideologías de odio, para transgredir
las realidades que nos imponen y transformar las lógicas que nos han arrebatado la dignidad.
DERECHOS
EN
CLAVE
TRANS
PARTE
I
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Conclusiones
Sobre los avances legislativos […] lastimosamente nos hemos acostumbrado a que algo es mucho…
pero tendría que ser más. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
1.	 Resultan evidentes las prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias
que buscan la aniquilación de las personas trans en espacios públicos, así como la
inoperancia de las autoridades para actuar frente a estos hechos. Tales prácticas son
justificadas mediante prejuicios y representaciones sociales históricas del contexto
colombiano.
2.	 Existen barreras invisibles para restringir violentamente la circulación libre de personas
trans, principalmente por parte de bandas, pandillas, vecinos, transeúntes en las ciudades
y de actores armados en las zonas rurales.
3.	 Hay restricciones en las trayectorias, los recorridos cotidianos, las oportunidades
laborales y los proyectos de vida de las personas trans, principalmente hacia las mujeres,
motivadas por el prejuicio que las asocia con el trabajo sexual, pues se supone que
sus lugares de trabajo, vivienda y socialización solo se limitan a las zonas que han sido
establecidas para ello.
4.	 Se presentan restricciones en el ingreso a espacios privados abiertos al público, como
discotecas y establecimientos comerciales, bajo la imposición de reglas, criterios y
principios discriminatorios hacia las personas trans, basados en prejuicios que las
considera “delincuentes”, “alborotadas”, “exhibicionistas”, “conflictivas”, entre otros.
5.	 Hay exclusión, discriminación, invisibilización y violencias en los barrios, pueblos y/o
veredas de las zonas donde viven las personas trans, que restringen la movilidad y la
posibilidad de habitar en condiciones dignas la ciudad. La gran consecuencia de ello es
el desplazamiento a las ciudades donde hay mayores oportunidades y aparentemente
mayores libertades para desarrollar el proyecto de vida bajo la propia identidad de género.
DERECHOS
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CLAVE
TRANS
CAPÍTULO
02
44
PROPUESTAS Y ESTRATEGIAS
Siempre hemos hablado del tema de sensibilizar al otro, explicar un poco acerca del colectivo,
pero también sería interesante humanizar al otro. Ese término me gusta mucho, porque es llevar
a la otra persona como un igual, sin importar mi etiqueta social, es decir que tú y yo somos seres
humanos, partamos de ahí. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
1.	 Romper con la jerarquización de cualquier espacio público y entender que pueden ser
habitados por cualquier persona. Para hacerlo posible, es necesario empezar a eliminar
los prejuicios y las representaciones sociales que existen sobre las personas a partir de
aquello que nos diferencia, y asumir que la identidad de género es solo una dimensión,
pero no define la integralidad de ese ser humano.
2.	 Generar acciones ejemplarizantes frente a las prácticas de exclusión, discriminación,
invisibilización y las violencias en el espacio público por parte de las autoridades
competentes. Por ejemplo, deberían crearse sanciones pedagógicas, como participación
en talleres de sensibilización o hacer un trabajo comunitario con personas trans, con el
propósito de humanizar, cuando sea posible, su relación con ellas.
3.	 Que las personas trans empiecen a apropiarse de lugares donde históricamente no ha
sido posible habitar, con el respaldo de las instituciones del Estado, para acabar con la
marginación que mantiene el mito de que solo estamos en algunos espacios.
4.	 Fomentar campañas que visibilicen la existencia de las personas trans, no desde los
imaginarios que nos encasillan en lugares de marginalidad y empobrecimiento, sino
desde la vida cotidiana en los espacios públicos de todo el territorio nacional, a través
de nuevos discursos, prácticas sociales y culturales, que permitan transformar estos
imaginarios.
5.	 Desarrollar procesos comunitarios en los barrios, pueblos y/o veredas —en donde hay
más condiciones de vulnerabilidad y riesgos para las personas trans— que involucren a
las instituciones competentes.
6.	 Que la Policía incorpore medidas de protección a las personas trans en su estrategia
de cuadrantes en los barrios y localidades, partiendo del conocimiento y apropiación
de sus obligaciones en materia de respeto, no discriminación y garantía de derechos,
en el trato hacia nosotras y en el marco de procedimientos policiales legales y dignos.
7.	 Incidir en las comunidades para crear redes y fomentar más lugares seguros a los cuales
podamos asistir.
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TRANS
PARTE
II
47
Si logramos entrar a las instituciones educativas, lograremos formarnos para tener las
capacidades que nos permitan competir en igualdad de condiciones con cualquier persona
frente a un cargo. (Hombre trans, Conversatorio Educación, 2018)
Es bastante común escuchar que a las personas Trans “no nos gusta estudiar” y por eso, en
general, no terminamos nuestros estudios. Probablemente esta es una de las representaciones
sociales más lejanas de nuestras realidades, pues invisibiliza situaciones estructurales en nuestras
primeras experiencias de socialización que afectan nuestro proyecto de vida, nos frustran sueños,
generan miedos y lastiman nuestra dignidad. Pero, al mismo tiempo, es un escenario en el que
también conocemos nuestras fortalezas, la solidaridad de algunas personas, las estrategias que
podemos desarrollar para protegernos, las luchas que debemos dar para defendernos y la fuerza
que nos habita para enfrentar la vida como personas trans.
Después de la familia, las instituciones educativas son unos de los primeros contextos donde se
aniquilan nuestras experiencias y donde se puede generar la expulsión temprana motivada por
nuestra identidad y expresión de género. Por tal motivo, el derecho a la educación es una de las
principales exigencias que le hacemos al Estado colombiano para garantizar el ejercicio de nuestra
ciudadanía y el desarrollo de proyectos de vida dignos, a través de la potenciación de nuestras
habilidades y capacidades, en entornos educativos seguros.
¿Qué entendemos por el derecho a la educación?
El artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos determina que las personas
tenemos derecho a la educación, con el objetivo de desarrollar plenamente nuestras vidas en
condiciones de libertad y dignidad, y permitiéndonos participar de manera efectiva en la sociedad
y fortalecer el respeto a nuestros derechos humanos. Desde esta perspectiva, la educación favorece
la comprensión, el respeto y el reconocimiento entre naciones, grupos étnicos y religiosos, así como
el desarrollo de acciones para el mantenimiento de la paz.
De acuerdo con la Observación General 13 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales de las Naciones Unidas, los Estados tienen la obligación de respetar, proteger y garantizar
el derecho a la educación, a partir de los siguientes elementos esenciales:
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•	Disponibilidad: garantizar que existan suficientes instituciones educativas, equipadas con los
materiales necesarios para funcionar adecuadamente en el contexto en el que se encuentran.
•	Accesibilidad: asegurar el acceso a la educación, a partir de tres elementos:
▷
▷ No discriminación: especialmente a las personas en mayores condiciones de vulnerabilidad,
bajo ningún motivo.
▷
▷ Accesibilidad material: estar en zonas seguras y a una distancia razonable de las comu-
nidades y regiones de nuestro país.
▷
▷ Accesibilidad económica: se debe incorporar progresivamente la enseñanza gratuita en
todos los niveles.
•	Aceptabilidad: debe ser relevante para el contexto, las necesidades y capacidades de cada
estudiante, así como de calidad y culturalmente apropiada.
•	Adaptabilidad: garantizar que sea lo suficientemente flexible para adaptarse y responder
a los cambios de las sociedades y las necesidades de estudiantes como parte de entornos
sociales y culturales diversos.
En 2017, la CIDH (2017a) manifestó su preocupación por las violencias que vivimos las personas
trans en nuestras primeras etapas, específicamente en la edad escolar y los entornos educativos:
•	Las/os/ niñas/os y adolescentes trans y de género diverso somos más vulnerables a la violencia
en la escuela (acoso) y a la exclusión en la clase, en los juegos, en los baños y en los vestuarios,
en el camino entre la escuela y la casa y en la red (ciberacoso).
•	Un entorno hostil puede llevar a estudiantes trans y de género diverso a abandonar la escuela
y la familia a una edad temprana.
•	Como consecuencia, tenemos una mayor probabilidad de carecer de hogar y de tener que
limitarnos a los mercados laborales informales, a la economía delictiva, a ser objeto del
uso de perfiles por la policía, y a un ciclo de pobreza, marginación y más discriminación y
violencia para el resto de la vida.
Además, hizo un llamado a los Estados para eliminar este tipo de prácticas discriminatorias de
los entornos educativos:
•	Adoptar y aplicar medidas para prohibir la violencia, así como leyes contra la discriminación
que abarquen la identidad y la expresión de género y la orientación sexual, tanto real como
percibida, como motivos prohibidos de discriminación.
•	Elaborar programas de enseñanza y material didáctico incluyentes.
•	Capacitar y apoyar a los docentes y demás personal escolar.
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II
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•	Ofrecer programas de educación y apoyo para padres y madres.
•	Proporcionar acceso seguro y no discriminatorio a los baños.
•	Llevar a cabo programas de concientización para cultivar el respeto y la comprensión de la
diversidad de género.
Y es que la preocupación de la CIDH no es para menos, pues para las personas trans el sistema
educativo, por lo menos en Colombia, es un espacio de negación del conocimiento, mutilación de
la creatividad, y de formación y consolidación de prejuicios y representaciones sociales que nos
enseñan a rechazar la diferencia, descartar la posibilidad del diálogo y deshumanizar a las personas,
a partir del sistema de aniquilación.
En ese sentido, las personas trans compartimos con la población en general las distintas violencias
que ejercen las instituciones educativas, pero con otras circunstancias que profundizan sus efectos
en nuestras vidas. De tal modo, son recurrentes en los relatos sobre nuestras experiencias escolares
las situaciones de violencia física y psicológica, en gran medida aprobadas o desatendidas por los
mismos docentes y directivas, que dejan huellas en la forma como nos relacionamos con nuestros
procesos de aprendizaje y crecimiento personal:
los niños son crueles y uno también en medio de su inocencia y todo, ¿sí? Sí, uno sufre,
porque digamos ¿yo?, sí sufrí […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
Pero también los adultos pueden ser crueles con niños y niñas trans en los contextos educativos:
una niña de seis años que en la primaria tuvo que sufrir toda la violencia que ustedes no se
pueden imaginar. Tanto así que la niña se cae al piso, comienza a gritar. “¡La niña se cayó,
la niña se cayó!” [exclama una profesora] Va y la toma, la alza y ve que era ella, le dice:
“¡Ahh!, es que es usted”, y la tira otra vez al piso. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
En Colombia, la Corte Constitucional ha amparado nuestros derechos dentro de las instituciones
educativas, para prohibir la discriminación motivada por nuestra orientación sexual, identidad y
expresión de género (Sentencia T- 478/15), protegiendo el libre desarrollo de estas dimensiones
de nuestra personalidad en los manuales de convivencia (Sentencia T- 565/13) y, principalmente,
reconociendo nuestro derecho a la educación (Sentencia T- 804/14). No obstante, en la mayoría
de casos nuestra identidad y expresión de género siguen siendo la principal barrera para continuar
con nuestros procesos de educación formal. Los manuales de convivencia restringen el derecho que
tenemos a desarrollar libremente nuestra personalidad, a través, por ejemplo, de la prohibición
de las expresiones corporales y estéticas que incorporamos a lo largo de nuestros tránsitos, como
el cabello, el uso de uniformes y el maquillaje; normas que aplican de manera selectiva solo a las
personas trans y no a toda la comunidad estudiantil.
La violencia simbólica de los y las docentes que se niegan a reconocer nuestros nombres identitarios,
argumentando que no se trata del nombre que aparece en los listados; ni siquiera aceptan el uso
de pronombres y artículos que reconozcan nuestras identidades de género trans. Por el contrario,
somos objetos de burlas, señalamientos, golpes, amenazas y abusos por parte, principalmente, de
otros/as estudiantes y de los/as mismos/as docentes.
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TRANS
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Cuando las personas trans somos agredidas, física o verbalmente, en las instituciones educativas
y recurrimos a docentes o directivas en busca de protección, generalmente, justifican los hechos
mediante argumentos como que “nos lo buscamos”, “quién nos manda a ser así y tener esos
comportamientos tan extraños que confunden al resto de estudiantes”, “somos un mal ejemplo”.
Además, citan escandalizados a nuestros padres y madres para decirles que nos busquen asesoría
profesional para “ayudarnos con este problema” (ni siquiera son capaces de nombrarnos, sino que
somos o tenemos “un problema”) y, así, “curarnos”.
La aniquilación aumenta cuando la institución tiene algún tipo de enfoque confesional. En nuestras
narrativas, los procesos educativos guiados por posiciones dogmáticas religiosas aumentaron la
vulneración del derecho a la educación y otros muchos derechos fundamentales. Aun así, también
se evidencia en instituciones laicas donde la base de la formación moral se mantiene bajo la lógica
del señalamiento y el castigo a la diferencia.
Ahora bien, durante el proceso de análisis, todas estas experiencias educativas las discutimos
situándonos en tres momentos del proceso de educación formal en Colombia, a saber, la educación
primaria, secundaria y superior, teniendo en cuenta que se trata de distintas etapas de nuestro
ciclo vital, el desarrollo de nuestra personalidad y la construcción de todas nuestras dimensiones
como seres humanos.
Primaria: cicatrices desde la inocencia
[…] yo sí quiero decirles que la cosa no es tan fácil, porque es que, dejémonos de
pendejadas, la maricada se le nota a una desde pequeña […] (Mujer trans, Encuentro
Educación, 2018)
La primera etapa escolar que analizamos fue la de preescolar y primaria, la entrada al ámbito de
la educación formal, donde nos encontramos por primera vez con ese contexto social. Nos centramos
en la básica primaria, teniendo en cuenta que son los recuerdos a los que podemos acceder con
mayor facilidad, por la edad que teníamos.
¿Qué significa para las personas con experiencias de vida trans la etapa de la primaria en el
colegio? Decíamos que este es, generalmente, el momento de las “primeras veces”. Para muchas
es el primer escenario de socialización con otras personas de nuestra misma edad, desconocidas
y lejanas de nuestro entorno familiar, con las cuales empezamos a construir nuestras primeras
relaciones sociales de aceptación y rechazo. Estas relaciones se construyen a partir de las semejanzas
y afinidades que tenemos con otras personas, pero, principalmente, por lo que nos diferencia o
distancia, por ejemplo, el género.
Con la imposición de roles de género también viene la vigilancia que hacen sobre nuestros cuerpos,
para controlar que ninguno de nuestros comportamientos o expresiones se salga de los estereotipos
que nos dictan socialmente quién es hombre y quién mujer:
[…] yo pienso que es el primer lugar donde empieza la hipervigilancia al género, es
decir, ahí se concentra todo, porque puede ser que en la casa se refleje algo, pero no
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TRANS
PARTE
II
51
es tan fuerte ni tan impositivo como cuando nos encontramos con este primer lugar.
(Hombre trans, Encuentro Educación, 2018)
Pero, al final, la primaria es una ventana que nos permite ver al mundo que enfrentaremos, no
solo en nuestros procesos educativos, sino en otras dimensiones sociales de las experiencias de
vida trans, ya sea en una zona urbana o en una zona rural:
Yo creo que la primaria es el lugar donde uno ya ve el panorama de cómo es que le va
a tocar a uno en la vida, con eso ya una detecta para dónde va la cosa y lo difícil o fácil
que puede llegar a ser. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
Generalmente, cuando estamos en esa etapa enfrentamos comentarios, burlas, apodos y agresiones
verbales e incluso físicas que, desde el inicio, nos marcan en el salón de clase y pareciera que nos
sentenciaran por el resto de nuestra permanencia en el colegio:
desde que yo entré, siempre era “ay, la marica”, “este es marica” […] (Mujer trans,
Encuentro Educación, 2018)
Nos restringen los juegos y juguetes que preferimos, por tratarse de actividades diferenciadas según
el género, y nos sancionan pública y moralmente cuando transgredimos las normas que imponen ciertos
roles a hombres y mujeres. Consideramos que la diferenciación de este tipo de actividades no solo
resulta aniquilante hacia las personas trans, sino hacia todos los seres humanos que nos construimos
en estos escenarios educativos, en tanto se pierde la posibilidad de transformar el juego en procesos
de aprendizaje para la vida; es lo que ocurre, por ejemplo, en los juegos con los carros y a la cocina,
pues tanto hombres como mujeres en algún momento necesitamos aprender a manejar y a cocinar, ¿no?
Y a esa edad, como si juegas sin muñecas no es un problema, porque eso no define
quién eres sino lo que llevas aquí, en el corazón. Entonces, creo que eso es algo que
debería cambiar demasiado en los profesores. Porque eso también da pie para que los
compañeros se metan contigo […] Entonces, como que los compañeros te rechazan o
te aíslan. Creo que eso debería cambiar. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018)
Actividades tan cotidianas y sociales como el juego pueden llegar a afectar la imagen que tenemos
de nosotros/as mismos/as, nos marca el carácter, la forma como nos relacionamos con nuestro
entorno y las actitudes que asumimos hacia los demás:
me acuerdo que en el jardín siempre me la montaban porque tenía el cabello corto y
bueno, eso, como que ya no me acuerdo, sin embargo, sí el acceso a los juegos y todo
eso, yo siempre he estado jugando más con los hombres y siendo un poco brusco, pero
yo no entendía y entonces dije: “Vale, entonces soy, supuestamente, una persona como
agresiva”. Entonces, desde ahí ya es un punto de partida para caracterizar a las personas
por sus actitudes. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018)
Con relación a los juegos, otro escenario que resulta violento para la mayoría de personas trans
es lo que conocemos como el recreo o descanso. Ese momento de receso entre clases que la
mayoría de niños y niñas esperan ansiosamente para salir a encontrarse, comer, jugar y socializar,
las personas trans lo vivimos de maneras muy distintas:
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CLAVE
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02
52
Me acuerdo que el primer día de descanso en la primaria, para mí ya sabía que eso
iba a ser el peor momento de la vida. Lo que para todo el mundo era feliz, para mí
era lo más harto del mundo. ¿Por qué? Porque era el momento donde se encontraban
en parches, donde la gente comenzaba a tener amigos y amigas. Y allí fue donde yo
comencé a sentir que había una exclusión, que era un lugar. Pese a que, se los digo, no
es que alguien me dijera, pero yo sí sabía que algo había, que no encajaba del todo en
esos espacios. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
El género también marca el acceso a practicar ciertos deportes y actividades en la asignatura de
Educación Física. A la mayoría de personas trans nos alejan de nuestros intereses y capacidades,
para obligarnos a encajar en actividades físicas que “normalicen” nuestra presencia en el aula
de clase.
Sin embargo, los baños son probablemente el espacio que no solo resulta más violento por
la diferenciación por género que hacen para usarlos, sino porque aquí realizamos actividades
relacionadas con nuestro cuerpo y nuestra vida privada; es decir, es un lugar en el cual las personas
trans nos sentimos expuestas y vulnerables. Pero también es una experiencia nueva y distinta a la
que vivimos en la casa, que nos enfrenta directamente con las consecuencias —y restricciones— de
las diferenciaciones por género en nuestra sociedad:
me acordaste mucho lo del baño, porque, digamos, en mi casa no es que es el del niño
y el de la niña. No: está el baño. Hay un solo baño. Somos tres en la casa. Hay un niño
y somos dos niñas, hay un baño. Entra el que tenga que entrar, o sea, allá se comparte
todo porque la urgencia es la urgencia, ¿cierto? […] una cosa es la escuela y otra cosa
es lo que te enseñan en la casa. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
Yo veía el baño de los niños y veía el baño de las niñas y, pues, a mí me dijeron:
“Hey, tienes que entrar al baño de las niñas”, pero yo siempre me quedaba ahí
afuera del baño de los niños y decía: “Yo por qué no puedo estar ahí, yo por qué
no puedo estar de pie, yo por qué no puedo hacer de pie”. Y me acuerdo mucho
que, en la casa, o sea, yo intentaba hacer de pie y decía: “A ver, cómo era acá”.
Pero, entonces es eso, los baños también marcan muchísimo en eso. (Hombre trans,
Encuentro Educación, 2018)
Aunque no es el caso de todas las personas trans, pues algunas incluso desde nuestras casas
teníamos claras esas diferencias y las implicaciones que podía tener transgredirlas:
Tenía diez años y ¿saben qué decía mi papá? […] Él estaba ahí en el baño, y a mí a veces
me gusta orinar sentado, porque me da igual, orinar sentado o parado me da igual,
entonces yo oriné sentado y se dio cuenta y me metió una cascada que todavía me
acuerdo. Me pegó y me dejó el ojo todo morado. Solo porque oriné sentado me dijo:
“Qué, se volvió mujer, se volvió marica”. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
En cualquier caso, las situaciones excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y violentas que
vivimos las personas trans en el baño, así como en otros escenarios del colegio, nos llevan a empezar
a buscar estrategias para protegernos y seguir construyendo nuestras identidades pese a las lógicas
del sistema educativo.
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PARTE
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53
Encontrarnos para conversar sobre esta etapa del colegio nos permitió identificar la importancia de
las experiencias que construimos durante estos primeros años de nuestra vida escolar, comprender
que las obligaciones del Estado se extienden hasta esta etapa de nuestro ciclo vital, y pensar
estrategias para exigir que niños, niñas y adolescentes trans podamos expresar nuestra identidad
de género en condiciones de respeto y garantía en nuestros procesos educativos. Ninguna persona
trans debería vivir situaciones de discriminación, exclusión y violencias en los contextos educativos
ni tendríamos que abandonar nuestros estudios por estos motivos.
Bachillerato: se incrementan las tensiones
[…] ya vamos a entrar a una parte de secundaria que ya es preadolescencia, adolescencia,
que uno cambia, muchas cosas pasan en esa época y pues, […] yo siento que uno tiene
muchas identidades […] pero como me perciben las personas es muy diferente. Sin
embargo, yo creo que incluso aquí en esta parte que es la adolescencia, uno empieza a
sentirse parte de algo, uno empieza a entender, a desglosar: “Bueno, yo soy así, puede
ser…”, cosa que uno en primaria no hace, uno en primaria no hace esos debates de por
qué existo, o sea, no […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018)
Para muchas personas trans, la etapa del bachillerato es una continuación del sistema de aniquilación
que vivimos en la primaria. Se presentan ahora la violencia verbal por parte de compañeros dentro y
fuera del colegio, el silencio de los profesores que se rehúsan a comprender e incorporar un enfoque
diferencial que reconozca y respete la diversidad sexual y de géneros, la tendencia de padres y madres
de familia a culpar a la institución educativa, y la radicalidad de las directivas que dicen “regirse”
por una ley que históricamente nos discriminaba, pero, frente a los avances legislativos, se resisten
a transformar las prácticas que nos excluyen y violentan en estos contextos. La violencia física en
los baños, patios, pasillos, salones, alrededores del colegio y en la casa. Y la violencia psicológica
representada en la indiferencia que sentimos por parte de nuestro entorno frente a estas situaciones,
lo que genera sentimientos de depresión, represión y humillación, falta de interés y bajo rendimiento
escolar. Sin embargo, no somos las mismas personas que éramos en primaria.
Generalmente, durante el bachillerato estamos atravesando la etapa de la adolescencia, que viene
con múltiples cambios físicos, hormonales, psicológicos y emocionales, los cuales muchas veces no
entendemos, y nos generan preguntas y tensiones con el mundo que nos rodea:
el paso a la adolescencia sí ya fue tenaz, porque… o sea, cuando ya empiezan a crecer las
bubis y yo digo como: “¡Ah, Dios!”… Cuando me llega el periodo, cuando me desarrollo,
yo digo: “¿Qué pasa dentro de mí?”. Había algo ahí que yo no entendía y yo decía: “¡Ah,
por Dios!, ¿qué pasa?”. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018)
Es una etapa que también se caracteriza porque empezamos a cuestionarnos nuestra autoper-
cepción, la apariencia física de nuestros cuerpos, la percepción que tenemos de los demás y, a la
vez, la que tienen sobre nosotros/as.
Además, es un momento en el que somos más conscientes de las exploraciones y construcciones
de nuestra personalidad, el carácter, la identidad y las expresiones de género; las relaciones con
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  • 3.
  • 4. Esta publicación fue posible gracias al apoyo de la Empresa Nacional Promotora del Desarrollo Territorial – ENTerritorio, implementadora del proyecto “Ampliación de la respuesta nacional al VIH con enfoque de vulnerabilidad en Colombia” que financia el Fondo Mundial de lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Su contenido es responsabilidad de sus autores y no necesariamente refleja las opiniones de ENTerritorio. 5DERECHOSENCLAVETRANS,Análisissobrelasituacióndelosderechosalamovilidad, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas Trans en Colombia Primera edición: Marzo 2021. Número de páginas: 108 Fundación GAAT – Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans Realizado por: Laura Weinstein (q.e.p.d) Nataly Escobar P. Daniel Verástegui Diseño: Danne Aro Belmont Diagramación: Diana Marcela Trujillo Buenos y Creativos S.A.S Impresión: Buenos y Creativos S.A.S ©Fundación GAAT - Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans Cl. 57 No. 10 -24 oficina 403 comunicaciones@fundaciongaat.org www.fundaciongaat.org Bogotá D.C. – Colombia Impreso en Colombia. Printed in Colombia Cómo citar: Fundación Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans, GAAT. 5 DERECHOS EN CLAVE TRANS, Análisis sobre la situación de los derechos a la movilidad, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas Trans en Colombia. Bogotá, Fundación GAAT, 2021. Este informe es de carácter público. Puede ser reproducido, copiado, distribuido y divulgado siempre y cuando no se altere su contenido, se cite la fuente y/o en cualquier caso, se disponga de la autorización de la Fundación GAAT -Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans como titular de los derechos morales y patrimoniales de esta publicación.
  • 5. Agradecimientos: Desde la Fundación GAAT - Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans quisiéramos agradecer el apoyo que nos brindó la Inter-American Foundation - IAF con quien tuvimos la fortuna de conocer, compartir y construir muchos conocimientos y experiencias con su equipo dirigido por Jenny Petrow y el apoyo desde COSEAL por Marcela Campuzano, Viviana González y Nicolas Bermúdez. Sin lugar a dudas, la confianza que depositaron en la organización nos permitió aprender mutuamente al ser la primera organización Trans financiada por la IAF en América Latina. El agradecimiento más importante debe ser para todas las personas con experiencias de vida Trans quienes participaron de los encuentros, actividades, campañas, videos, escuelas de empeoramiento y construcción de conocimiento colectivo que permitió la consolidación de este informe y todos los productos en el marco del proyecto. Quisiéramos, además, dar un especial agradecimiento a nuestro equipo de trabajo Laura Weinstein (q.e.p.d), Briana Sarchi, Jaime Tejada, Carli Castillo y Nataly Escobar quienes facilitaron y aportaron a la consolidación de este informe y las actividades alrededor de los Derechos Económicos Sociales y Culturales desde una perspectiva Trans. Recordamos con gratitud la disposición de cada una de las personas del equipo IAF de escuchar, acompañar y compartir con las personas con experiencia de vida Trans con las que tuvimos la oportunidad de construir colectivamente. Esa empatía y respeto por nuestras identidades de género fue un abrebocas para comprender el trabajo y las apuestas organizacionales que concluyen en uno de los escenarios y plataformas más importantes de aprendizaje mutuo como el Sistema de Iniciativas de Paz- SIP. Agradecemos a Andrés Mauricio Oyola Sastoque - Gerente de Proyectos de Cooperación Interna- cional y Sandra Patricia Escandón, Coordinadora de la Estrategia de Comunicación y Movilización Social - Proyecto VIH, y en general el equipo de ENTerritorio, quienes nos ayudaron a visibilizar estos procesos de producción de conocimiento Trans a través de la publicación de éste informe. Este documento lo dedicamos a la memoria de Laura Frida Weinstein nuestra Directora Ejecutiva por más de 10 años. Activista, Defensora de Derechos Humanos, Madre, hermana, hija y compañera de lucha que encabezó los procesos de reivindicación de derechos de las mujeres, personas con Experiencias de Vida Trans y personas en situación de vulnerabilidad. Quien creía firmemente en la autonomía corporal, los procesos de autodeterminación, la justicia social y epistémica, la paz y la reconciliación. #ResistimosDesdeElAmor
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  • 7. CAPÍTULO 3 REFLEXIONES CAPÍTULO 1 nuestro MODELO DE ANÁLISIS CAPÍTULO 2 EN CLAVE TRANS DERECHOS 13 99 21 INTRODUCCIÓN 7
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  • 11. DERECHOS EN CLAVE TRANS 11 El presente documento es el resultado de la sistematización del proyecto “Cinco derechos en clave trans”, cuyo objetivo principal fue contribuir a la exigibilidad de los derechos a la libre circulación, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda de las personas con experiencias de vida trans, el cual fue implementado entre 2016 y 2019 por la fundación Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans (GAAT), con el apoyo de la Interamerican Foundation (IAF). Teniendo presente el panorama de derechos humanos que enfrentamos las personas con experiencias de vida trans en Colombia, principalmente de aniquilación generalizada de nuestras identidades, expresiones y experiencias, decidimos analizar colectivamente cuáles serían aquellos aspectos que, en materia de derechos, nos permitirían mejorar nuestras condiciones de vida. Comprendiendo que todos los derechos son importantes e interdependientes, identificamos cinco que consideramos clave para mejorar las condiciones de vida de las personas con experiencias de vida trans y avanzar en la garantía de una ciudadanía y una vida digna para todas: los derechos a la movilidad, la educación, el trabajo, la salud y la vivienda. Primero, necesitamos que nos garanticen el derecho a movilizarnos en toda la ciudad, sin recibir ningún tipo de violencias, teniendo en cuenta la jerarquización de los espacios que divide la ciudad en espacios seguros e inseguros para las personas trans. Después está el tema de la educación, pues, si podemos movilizarnos, uno de los principales lugares al que nos gustaría acceder son las instituciones educativas, en tanto queremos formarnos para tener las capacidades que nos permitan competir laboralmente, en igualdad de condiciones, con otras personas; así garantizamos nuestro derecho a un trabajo digno. Al mismo tiempo, si tenemos un trabajo en condiciones dignas, donde respeten nuestra identidad de género, es posible contar con los recursos para acceder y mantener un bienestar integral de nuestro cuerpo (salud física y mental) y nuestro entorno (vivienda digna). De esta manera, considero que podemos empezar a superar las condiciones tan inhumanas en las que vive la mayoría de personas con experiencias de vida trans. (Laura Weinstein, directora ejecutiva del GAAT, 2018) Podríamos cambiar el orden de los derechos y la lógica seguiría teniendo sentido para exigir una vida digna, que siempre tiene como eje transversal un derecho que consideramos fundamental para las personas con experiencias de vida trans: el derecho a la identidad. Desde esta perspectiva, decidimos desarrollar una propuesta que pusiera esta discusión en lo público y nos permitiera reflexionar colectivamente sobre estos derechos, tanto dentro de la organi-
  • 12. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 01 12 zación como con actores clave en la toma de decisiones políticas, para promover transformaciones sociales y culturales orientadas al respeto, la protección y la garantía de los derechos humanos de las personas trans, a través del fortalecimiento de nuestros procesos de empoderamiento, participación, incidencia y defensa de derechos humanos. Para empezar, era necesario partir de las experiencias y vivencias de las personas con experiencia de vida trans, con el propósito de analizar colectivamente las situaciones de violencias y violaciones de derechos que enfrentamos en nuestra vida cotidiana, a partir de los cinco derechos que identificamos inicialmente. Este primer ejercicio nos permitió contar con un panorama general al respecto, como insumo para proponer a actores clave del Estado su participación en espacios de interlocución, lo que nos posibilitaría construir colectivamente estrategias que resultaran pertinentes frente a las principales problemáticas identificadas. Al principio, teníamos grandes expectativas en el diálogo con las instituciones del Estado, porque con algunas no se habían abordado temas específicos sobre las realidades de las personas trans, así que decidimos hacerlo con quienes tenían competencia directa en cada uno de los derechos. Es importante mencionar que este documento también abarcó las reflexiones de líderes y lideresas trans de diferentes partes del país. Durante la semana del 15 al 19 de septiembre de 2019 se realizó el encuentro Transpasando Barreras, donde analizamos colectivamente la situación de derechos humanos en Colombia con 35 personas con experiencias de vida trans y personas no binarias que asistieron y representaron diferentes colectivos o liderazgos de: Antioquia, Arauca, Atlántico, Caldas, Chocó, Cundinamarca, Huila, Meta, Norte de Santander, Quindío, Risaralda, Santander, Sucre, Valle del Cauca y Tolima. En términos generales, fue un proceso que nos mostró la importancia de seguir fortaleciendo las organizaciones sociales trans para la apropiación de nuestros derechos y las herramientas para defenderlos y exigirlos, principalmente, cuando dialogamos con actores sociales que no manifiestan voluntad ni interés político para transformar sus programas, proyectos y acciones, de tal manera que garanticen una atención integral y digna a las personas con experiencias de vida trans. Aspectos metodológicos Reflexionar sobre la situación que vivimos como personas con experiencias de vida trans, en materia de los cinco derechos propuestos (movilidad, educación, trabajo, salud y vivienda), ha sido un ejercicio de largo aliento para la fundación GAAT. Nuestra metodología estuvo centrada en los conocimientos, experiencias, ideas y análisis de las personas que hacen parte de los espacios del GAAT y participan en nuestros procesos y actividades, privilegiando sus voces y formas para darle sentido a la vida. Además, contamos con las reflexiones de líderes y lideresas de distintas regiones del país, quienes con sus conocimientos y experiencias enriquecieron nuestros propios análisis. Centramos nuestras miradas en las distintas expresiones de las violencias y las violaciones de estos cinco derechos, que irrumpen en la vida cotidiana de las personas trans, la mayoría de veces de manera sistemática y generalizada durante todas las dimensiones, etapas y contextos de la vida; tanto, que incluso lo hemos llegado a naturalizar. Desde esta perspectiva, desarrollamos una
  • 13. DERECHOS EN CLAVE TRANS 13 serie de actividades que nos permitiera acercarnos a los cinco derechos en clave trans, a partir de distintos enfoques y fuentes que dialogaran e hicieran posible analizar el panorama más amplio. Uno de los primeros ejercicios que realizamos fue la revisión documental sobre el contenido y el alcance que tienen estos derechos en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, así como su aplicación en la legislación nacional, como una referencia normativa que genera obligaciones específicas para los Estados, en este caso el colombiano. Esta documentación fue revisada durante todo el proyecto y nos permitió diseñar las actividades que realizaríamos posteriormente, desde un enfoque de derechos humanos. Para la identificación de las principales problemáticas que enfrentamos en materia de los cinco derechos, desarrollamos: a) encuentros locales entre las personas con experiencias de vida trans, familias y redes que participan en el GAAT; y b) encuentro de líderes y lideresas trans a nivel nacional. Estos espacios de diálogo y reflexión generaron los análisis en clave de derechos presentados en este documento, cumpliendo con dos objetivos: por una parte, informar, visibilizar y documentar la situación de derechos de las personas trans, y, por otra, fortalecer nuestros conocimientos y herramientas para defender nuestros derechos. Organizamos la metodología de los encuentros a partir de un momento inicial, en el que aprendimos sobre el contenido, el alcance y las implicaciones de los derechos en la vida de las personas trans, así como algunas rutas y herramientas para acceder y exigir cada derecho. Este primer momento permitió generar un ambiente reflexivo sobre el ejercicio de los derechos en la vida cotidiana, a nivel individual y colectivo, que nos llevó, en un segundo momento, a identificar algunos elementos comunes en nuestras experiencias, los cuales describimos a lo largo de este documento. Otro momento en la metodología de los encuentros fue el planteamiento de preguntas sobre cada derecho dirigidas a actores clave del Estado colombiano, que después fueron discutidas en espacios de diálogo con estos actores, a los cuales denominamos conversatorios. La metodología de estos espacios consistió en un debate entre distintos actores sociales y políticos, con competencia en la toma de decisiones para la prestación de servicios y programas de carácter público que garanticen la realización de los derechos. Por último, organizamos y sistematizamos la información construida colectivamente, que esperamos sirva de insumo tanto a organizaciones sociales como a instituciones públicas en la generación de proyectos, servicios y programas sociales, así como para la formulación e implementación de políticas públicas que den respuesta a las necesidades y contextos de las personas con experiencia de vida trans.
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  • 17. DERECHOS EN CLAVE TRANS 17 ¿Por qué hablamos de personas con experiencias de vida trans? Como organización social, hablamos de personas con experiencias de vida trans porque reconocemos las diversas situaciones y realidades que vivimos los seres humanos para construir nuestra identidad de género y expresarla en la vida privada y pública que, en el caso de las personas trans, implica una transgresión —y, generalmente, tránsitos— entre los géneros social y culturalmente construidos e impuestos. En este sentido, consideramos que las experiencias de vida trans no son identidades fijas que se definen y legitiman según los estereotipos de cuerpo, que implican que debemos ser corporal y estéticamente femeninas o masculinos para “completar” nuestros tránsitos. No consideramos que los tránsitos se “cierren”; por el contrario, tenemos la libertad de transitar permanentemente, transformarnos y expresarnos, según las diversas formas que tenemos para darle sentido a la vida a partir de nuestra identidad de género. Pero los tránsitos tampoco “empiezan” con algún hecho distinto al de encarnar la experiencia de transgredir los roles de género; es decir, las personas trans no “empezamos” a sentirnos o a ser hombres o mujeres a partir del uso de cierta vestimenta, la realización de unas cirugías o el cambio del nombre en la cédula, sino desde el momento en que así lo experimentamos, de manera interna y profundamente personal, durante el desarrollo de esa dimensión de nuestras vidas. Tampoco hay una edad determinada para “empezar a ser trans” ni para “iniciar nuestros tránsitos”, pues a veces las condiciones singulares de nuestras historias de vida nos permiten expresarlo a edades tempranas; mientras que, en otras, ocultarlo se convierte en un mecanismo de defensa frente a la discriminación y la violencia en situaciones de vulnerabilidad, e incluso una decisión de supervivencia. Pensar sobre el concepto y enfoque de las experiencias de vida trans es un proceso colectivo y permanente que hemos vivido las personas que hacemos parte del GAAT, porque desde el principio aprendimos que todas las formas de transitar en el género no son iguales, pues no hay una sola forma de ser. Nos distanciamos de aquellas ideas que nos imponen “ser completamente mujeres u hombres” para “validarnos” como tales, como si la feminidad y la masculinidad fueran “identidades puras” a las que todas las personas (no solo las trans) debemos ajustarnos y encajar perfectamente.
  • 18. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 01 18 Desde esta perspectiva, consideramos que cada persona tiene una forma propia de ser y vivir el género, por lo tanto, cada quien hace su propia construcción del género, permitiendo reconocer la diversidad. Las identidades de género trans, como categorías políticas estratégicas, buscan ser espacios amplios, diversos y plurales de autoidentificación, autorreconocimiento y autodeterminación; no son diagnósticos ni definiciones que abarcan todas nuestras experiencias como seres humanos; mientras, la identidad de género como derecho reconoce la libertad, la autonomía, la igualdad y el libre desarrollo de la personalidad que tenemos todas las personas para escoger lo que le da sentido a nuestra existencia. ¿Desde dónde realizamos el análisis? Para el análisis apropiamos nuestro modelo, al cual denominamos modelo P.R-E.D.I.V.-A.; este describe el sistema de aniquilación basado en identidades de género diversas. Surge de los prejuicios y las representaciones sociales como causas estructurantes que contribuyen a reproducir prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias, con el fin último de aniquilar todo tipo de expresiones e identidades de las personas con experiencias de vida trans (Verástegui, 2020) A continuación explicamos cada uno de sus componentes: Las causas: Prejuicios. Los prejuicios constituyen el componente más afectivo dentro del sistema de aniquilación basado en identidades de género diversas. Son entendidos como actitudes negativas o predisposiciones a adoptar un comportamiento que se convierte en generalizaciones erróneas y rígidas (Allport, 1954, ctd. en Verástegui, 2013). Al respecto, es importante mencionar que los crímenes de odio, violencia y abuso contra las personas con experiencias de vida trans son de nivel mundial y representan una situación causada por los prejuicios (Kidd y Witten, 2007). A las personas con experiencia de vida trans, al estar fuera del esquema binario de sexo-género, se nos impone la necesidad de adherirnos a solo dos opciones de identidad de género, masculino y femenino, excluyendo todo tipo de identidad en tránsito. Las personas con experiencias de vida trans transgredimos socialmente la concepción binaria del género, apartándonos de las normas de género asociadas con el sexo asignado; eso nos convierte en una amenaza al orden social y políticamente establecido de los cuerpos, los sexos y los géneros (Dietert y Dentice, 2009). Las actitudes negativas hacia las personas con experiencias de vida trans parecen tener sus raíces en las percepciones de jerarquías de poder y valores tradicionales, expresados en la defensa de un orden sexual y de género que intenta homogeneizar las propias experiencias y aniquilar cualquier tipo de expresión y cuerpo que se salga de esos patrones. Representacionessociales. Frente a las experiencias de vida trans se encuentran principalmente cuatro representaciones sociales (Platero, 2008, ctd. en Verástegui, 2013): La primera considera las identidades trans como algo sin relevancia o inexistente, donde es
  • 19. DERECHOS EN CLAVE TRANS 19 imposible reconocer los derechos de las personas con este tipo de experiencias. Se evidencia en la invisibilización del tema dentro de las agendas sociales y políticas. La segunda califica lo trans como un error, por lo cual es considerado susceptible de ser corregido. Esta es la mirada desde los sectores conservadores y ultrarreligiosos que, argumentando que se trata de algo antinatural, muestran los tránsitos como producto de la cultura liberal, sin valores y sin orden. Desde este punto de vista las experiencias de vida trans son presentadas como tendencia, y se invalidan nuestras identidades, experiencias y vidas. La tercera representación explica lo trans como una patología que implica una disonancia entre sexo y género, la cual se justifica desde las políticas de salud y los discursos médico-patologizantes que entienden al sujeto trans como sujeto enfermo, que debe ser acompañado para que sane. La solución frente a ello es un tránsito completo y la leal pertenencia a los avances de la ciencia que han permitido corregir estos padecimientos. La materialización de esta representación entiende nuestras identidades y experiencias como capítulos de un ser encerrado y encapsulado en un cuerpo equivocado. La cuarta representación rechaza las anteriores y en su lugar presenta los derechos de las personas con experiencias de vida trans como parte de las reivindicaciones por nuestros derechos, dentro del contexto de una ciudadanía plena. Las tres primeras representaciones se imponen en el sistema de aniquilación basado en identidades de género diversas, constituyéndose como causas que justifican los medios para sobrepasar y relegar la última representación. Los medios: Exclusión. Es un fenómeno multidimensional y un proceso sistémico que impide a las personas con experiencias de vida trans participar plenamente en la vida económica, social y política, y nos enfrenta a oportunidades desiguales. La exclusión social puede ser ejercida por cualquiera, a través de ideas y comportamientos arraigados en prejuicios y representaciones sociales, sin tener que ser explícita o estar asociada a un grupo particular; es por esto que es difícil de transformar. Sus causas subyacentes tienen orígenes históricos y permean espacios institucionales (Banco Mundial, 2020). Dentro del sistema de aniquilación, las personas con experiencias de vida trans somos excluidas de nuestras familias y de los contextos educativos, laborales y comunitarios, con el fin de no integrarnos ni incluirnos en la sociedad. Han sido pocos los espacios de inclusión que nos dan, lo que ha reducido nuestras posibilidades en cuanto al desenvolvimiento pleno en la familia, la escuela, el campo laboral, el acceso a la salud, la vivienda e incluso la circulación por el espacio público. Human Rights Watch (2016) menciona las preocupantes condiciones socioculturales y políticas de nosotras, las personas con experiencia de vida trans, a nivel mundial, como consecuencia de los fenómenos de exclusión. Se estima que el 15 % vivimos en extrema pobreza; este porcentaje se incrementa si se relaciona con otras variables como raza, etnia, religión y situación de discapacidad.
  • 20. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 01 20 El experimentar pobreza y desempleo puede resultar en habitabilidad de calle, el desarrollo de conductas criminales o ejercer el trabajo sexual (National Centre for Transgender Equality, 2016). Discriminación. Uno de los problemas sociales generados por el prejuicio y las representaciones sociales es la discriminación, entendida como una conducta emitida por miembros de un grupo que consiente el tratamiento injusto y desigual a los miembros de otro grupo en razón de su pertenencia a este. La discriminación es uno de los medios más comunes de abuso y vulneración de derechos. El Comité de Derechos Humanos del Sistema de Naciones Unidas define la discriminación como: toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que se basen en determinados motivos […] y que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales de todas las personas (Comité de Derechos Humanos de la ONU, 1989) La discriminación no es individual, responde a un conjunto de prejuicios y representaciones asociados a patrones sociales de conducta (Inadi, 2019). Las prácticas discriminatorias hacia las personas con experiencias de vida trans comprenden conductas de hostigamiento, maltrato, marginación y segregación, asociadas a la expresión y/o identidad de género diversa de una persona. Según el informe de Human Rights Watch (2016) se cuenta con plena evidencia de altas tasas de suicidio de personas trans a consecuencia de la discriminación sistemática. En algunos países, por ejemplo Malasia, Kuwait y Nigeria, se prohíbe y penaliza la existencia de las personas trans bajo la premisa de que es condenable la conducta de “hacerse pasar por el sexo opuesto”. Como resultado de la falta de reconocimiento social y legal, se violan los derechos a la intimidad, la libertad de expresión, la dignidad, y aquellos relacionados con el empleo, la educación, la salud, la seguridad, el acceso a la justicia y la movilidad. Invisibilización. Una realidad recurrente para las personas con experiencias de vida trans es la de sentirse invisibles. Esto tiene que ver con el no saberse reconocidas. Honneth (2011) la define como una forma de humillación social. Esta responde a una disposición interior de aquellos que miran a través del otro y le demuestran un desprecio que anula su presencia en el espacio social, cultural y político. La cuestión de la visibilidad de las personas con experiencias de vida trans materializa la ausencia de respuestas sociales, lo que nos deja desprovistas de oportunidades y en situación de riesgo. Violencias. Las personas con experiencias de vida trans somos víctimas de violencia en todo el mundo, y por esto somos una de las poblaciones más vulnerables frente a la violación de derechos (Observatorio de Personas Trans Asesinadas, 2019). La violencia constituye el fenómeno de injusticia social más predominante en nuestra vida. Podemos ser víctimas de violencia en cualquier espacio, público o privado, en ocasiones a manos de nuestros propios familiares, parejas o amigos.
  • 21. DERECHOS EN CLAVE TRANS 21 Las consecuencias de las violencias se manifiestan en malestar psicológico, transformaciones del sí mismo y sí misma, la ruptura de vínculos, el desplazamiento forzado, y tienen implicaciones físicas, psicológicas, emocionales y económicas (CNMH, 2015). El resultado: Aniquilación. Según el último informe del Trans Murder Monitoring (Observatorio de Personas Trans Asesinadas, 2019), se han reportado 3.314 homicidios de personas trans en 74 países en todo el mundo entre el 1.º de enero de 2018 y el 30 de septiembre de 2019. Si bien la muerte es la más contundente de las formas de violencia, son múltiples y sistemáticas las acciones que enmarcan, posibilitan y legitiman las prácticas de aniquilación. En Colombia estas realidades no son ajenas y han implicado que en los últimos 5 años (2014-2019) casi 500 personas trans hayan sido asesinadas, de acuerdo con registros de informes de derechos humanos (Sin Violencia LGBTI, 2019).
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  • 25. DERECHOS EN CLAVE TRANS 25 Para conversar sobre la situación que enfrentamos las personas trans en el ejercicio de nuestros derechos, es importante situarnos en un momento histórico de nuestras luchas como movimiento social en el cual hemos alcanzado algunos logros importantes. Si bien podríamos mencionar avances como cambiar nuestros datos en la cédula de ciudadanía o el reconocimiento de las identidades de género diversas en la T de la sigla LGBTI y su uso estratégico para la construcción de políticas públicas y acciones diferenciales, las transformaciones en nuestra vida cotidiana son las que más percibimos, principalmente durante las conversaciones que establecemos con personas con experiencias de vida trans de otras generaciones: He hablado con personas que estuvieron en otras épocas […] con relación a sus dinámicas […] era tan fuerte el hecho de ser trans en esa época, donde la información con relación a esos colectivos era tan cerrada. Hoy en día muchas nos dicen: “Ustedes son privilegiadas, son princesas, son reinas, poder andar todo el tiempo maquilladas, arregladas, ¡y no pasa nada…! Está bien. A diferencia de nosotras, que nos tocó construirnos desde la clandestinidad, desde la oscuridad, nos tocó hacer cosas, como ser mujeres a determinadas horas, dos de la mañana, porque simplemente no podíamos estar todo el tiempo en la calle, en cambio ustedes sí”. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Algunas personas con experiencias de vida trans no tomamos la decisión de manifestar social- mente nuestra identidad de género desde edades tempranas, precisamente por la presión de estos prejuicios —incluso la interiorización y naturalización de estos—, que se expresan a través de leyes, comportamientos y sanciones morales asociadas a circunstancias personales, familiares y subjetivas, que llevaban casi a tener que elegir entre ser una persona trans o llevar una vida “digna”. Es por ello que todas estas transformaciones han generado que nos encontremos en un momento de la historia en el que sentimos que contamos con mejores condiciones para expresarnos como personas trans y avanzar en la reivindicación de nuestras luchas, individuales y colectivas. Ahora bien, esta “apertura” también genera que nuestra vida privada esté más expuesta públi- camente y vulnerable a recibir diversos tipos de comentarios y reacciones, positivas y negativas, lo que, visto desde esta perspectiva histórica, puede percibirse como un avance: Yo siento que sí ha cambiado para positivo, pero también hay una huevonada de ahorita, que es una curiosidad intrusiva, como que a una persona trans todo el mundo le quiere preguntar “tú esto y tú aquello”, “¿y sí te quieres operar?”. Y es molesto, siento que
  • 26. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 26 eso es molesto, pero bueno, cambiar de agresiones a eso, pues aguanta reguero. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Sin embargo, aún tenemos muchos retos para alcanzar el respeto y la garantía de nuestros derechos, así como para el ejercicio de una ciudadanía plena, el desarrollo de tránsitos seguros y la construcción de proyectos de vida dignos. Como mencionamos previamente, una mayor visibilidad de la población trans nos permitió posicionar nuestras luchas, pero también expuso más nuestras vidas; nos volvimos incómodas —incluso una amenaza— para muchos sectores sociales y una responsabilidad más para el Estado colombiano a la cual está comprometido internacionalmente. En 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emitió un comunicado de prensa (CIDH, 2017b), en el marco del Día Internacional de la Memoria Trans, en el cual hizo un llamado a los Estados para garantizar el pleno acceso de las personas trans a sus derechos económicos, sociales y culturales1 . Consideramos importante traerlo a esta reflexión, porque plantea varios elementos estructurales de la situación de derechos humanos de las personas trans. • Las personas trans vivimos una grave situación de violencia y discriminación en diversas dimensiones de nuestras vidas. • La población trans de la región tiene una baja expectativa de vida: la mayoría de mujeres trans que son asesinadas son menores de 35 años. • Hay una gran invisibilización de los hombres trans y las violencias que enfrentamos en diferentes esferas, principalmente en el ámbito de la familia y en los sectores de salud y educación. • No tenemos garantías para el acceso pleno a nuestros derechos económicos, sociales y culturales. • Como consecuencia de la violencia, discriminación y estigmatización, la mayoría de personas trans estamos insertas en un ciclo de exclusión social que tiende a generar barreras de acceso a servicios básicos, prestaciones sociales y oportunidades educativas y laborales, lo que culmina mayoritariamente en la pobreza. • Generalmente, este ciclo de exclusión comienza a edades tempranas, generada por el rechazo y la violencia que enfrentan niñas, niños y adolescentes trans en nuestros hogares, comunidades y centros educativos. • Enfrentamos restricciones para completar los niveles del sistema educativo oficial, lo que impacta negativamente nuestra calidad de vida. • Las personas trans estamos inmersas en una economía informal y, especialmente en el caso de las mujeres trans, en el trabajo sexual, que incrementa la vulnerabilidad al enfrentar las violencias, la criminalización y la persecución permanente de las autoridades para ser detenidas. 1 Son los derechos relacionados con las condiciones sociales y económicas básicas necesarias para que las personas tengamos una vida digna y libre: trabajo, seguridad social, salud, educación, alimentación, agua, vivienda, un medio ambiente adecuado y cultura. Recuperado de https://www.escr-net.org/es/derechos
  • 27. DERECHOS EN CLAVE TRANS 27 • Como consecuencia de la exclusión familiar, laboral y social, las personas trans tenemos serias dificultades para acceder a la vivienda. • Frente al derecho a la salud, hay varios asuntos a destacar: ▷ ▷ Dificultades para acceder al sistema de salud y a transformaciones corporales de calidad y medicamente supervisadas, que generan complicaciones de salud e incluso la muerte. ▷ ▷ Falta de capacitación del personal de salud para atender a las personas trans. El estigma, la discriminación, el abuso y la violencia que encuentran en este sector disuaden a las personas trans de recurrir a los servicios de salud. ▷ ▷ Ausencia de normativas que permitan el reconocimiento de la identidad de género auto- percibida, sin forzar el sometimiento a pruebas ultrajantes ni diagnósticos patologizantes. • En el acceso a la justicia, los Estados aún tienen el reto de: ▷ ▷ Investigar con la debida diligencia los asesinatos y otros actos de violencia cometidos contra personas trans. ▷ ▷ Abrir líneas de investigación que tomen en cuenta si los asesinatos fueron motivados por la identidad o expresión de género de la víctima. ▷ ▷ Sancionar a las personas que resulten responsables. ▷ ▷ Reparar a las víctimas. Es un panorama amplio y preocupante, al que podríamos incluir más elementos, especialmente si tenemos en cuenta otras realidades particulares de nuestro país —como el conflicto armado—, pero que, aun así, nos permite describir un contexto general en el que nos situamos, para centrarnos en cinco derechos y conversar críticamente sobre ellos en clave trans.
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  • 30.
  • 31. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 31 Es una representación generalizada que a las personas trans, principalmente a las mujeres, nos sacan de nuestras familias y comunidades (ya sea en las zonas urbanas o rurales) y estamos —o por lo menos deberíamos estar— en algunos lugares específicos de las grandes ciudades, asociados a comportamientos y prácticas que se consideran “propios” de nuestra población. Como lo explica nuestro modelo de análisis P.R.-E.D.I.V.-A., los imaginarios que parten de los prejuicios y de las representaciones sociales se materializan en las estructuras de nuestra sociedad; incluso, la mayoría de personas trans también los interiorizamos y los volvemos “naturales” en nuestro lenguaje y prácticas cotidianas. Naturalizamos la exclusión, la discriminación, la invisibilización y las violencias que nos aniquilan, cultural, social y políticamente. Como parte de las transformaciones a las que nos venimos refiriendo y en las que nos posicionamos como sujetos de derechos, hemos cuestionado esos lugares geográficos y simbólicos, cargados de prejuicios y representaciones, en los que históricamente nos han ubicado; por ejemplo, las zonas de alto impacto, prostitución, habitabilidad en calle, consumo y comercialización de sustancias psicoactivas o la comisión de actos delictivos. Los resignificamos y nos apropiamos de ellos para reivindicar nuestro derecho a existir, de modo que nos permita construir un proyecto de vida según nuestros intereses, habilidades y particularidades, transgrediendo las fronteras que nos impone una ciudadanía marginada a contextos de exclusión social y económica. En esta primera parte, describiremos precisamente los lugares donde cotidianamente nos enfren- tamos con esos límites en el ejercicio de nuestra ciudadanía, a través de diversas manifestaciones de discriminación y violencias que se cometen contra las personas trans en Colombia. ¿Qué entendemos por el derecho a la movilidad o la libre circulación? El artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos consagra la libertad de circulación como un derecho que tienen todas las personas en el territorio de un Estado. Sobre este derecho resaltamos la condición de libertad que debe caracterizar la circulación de todas las personas en el territorio de su nación. ¿Qué significa una “libre circulación”? Para empezar, que sea legal, es decir, para el caso de las personas trans, que no haya una ley, orden o política que les prohíba circular por una parte del territorio nacional por motivo de su identidad o expresión de género.
  • 32. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 32 Pero no solo eso. Consideramos que la libertad de circular por todo el territorio nacional también incluye las garantías que el Estado colombiano debe brindarnos, para hacerlo en condiciones de dignidad y respeto por nuestras expresiones e identidades de género. Las personas con experiencias de vida trans vivimos violencias por la apropiación del espacio público. No podemos transitar libremente por cualquier escenario, como cualquier otra persona, y eso hace que no sea posible llegar a otros lugares, otros escenarios. El día que las personas trans podamos movilizarnos tranquilamente por las ciudades sin los prejuicios, sin las miradas incómodas ni los cuestionamientos de “¿esa persona por qué está acá?”, considero que avanzaremos en el reconocimiento de nuestros derechos y una ciudadanía plena para todes. (Laura Weinstein, directora ejecutiva del GAAT, 2018) Los motivos que generalmente llevan a tomar la decisión de “movernos” de un lugar a otro están relacionados con la búsqueda de oportunidades educativas y laborales, el desplazamiento ocasionado por el rechazo familiar y la violencia basada en los prejuicios y en las representaciones sociales. Estas experiencias y trayectorias nos permiten comprender de qué manera nos restringen el derecho a circular libremente, a movernos de manera segura por el territorio colombiano y a acceder a espacios abiertos al público en condiciones de respeto por nuestras identidades, para identificar los espacios de lucha y reivindicación en los que aún tenemos el reto de incidir para transformarlos. ¿Cuáles son los principales lugares donde nos restringen este derecho? En el espacio público. Principalmente, las calles que transitamos durante nuestros recorridos cotidianos, el transporte público, los centros comerciales, los baños, el barrio y los lugares a los que acudimos para satisfacer nuestras necesidades básicas (alimentación, salud, higiene, vestido, vivienda), construir un proyecto de vida (educación, trabajo) y relacionarnos socialmente con otras personas (pareja, familia, redes de apoyo y afecto). Son realidades cotidianas que afectan la garantía de nuestros derechos económicos, sociales y culturales, en tanto muchas personas trans, por ejemplo, prefieren abstenerse de acudir a los servicios del Estado (como el sistema educativo y de salud), al encontrarnos con un camino lleno de obstáculos, discriminación y violencia. ¿Qué tipo de violencias enfrentamos en estos lugares? Una de las más frecuentes es la violencia verbal. Todo el tiempo nos dicen frases y palabras ofensivas. Los chistes que ridiculizan nuestras identidades; las groserías que generalmente sexualizan nuestros cuerpos; los comentarios que desconocen el género con el que nos identificamos; las preguntas intrusivas e incómodas sobre nuestra vida privada que no resultan necesarias para acceder a un espacio; la referencia a noticias amarillistas que nos criminalizan y revictimizan para hacer extensivo cierto comportamiento a todas las personas trans; las alusiones a nuestro cuerpo y a la manera de vestirnos, maquillarnos, arreglarnos o expresarnos como “vulgar”, “extraña” o
  • 33. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 33 “exhibicionista”, llegando incluso a invalidar nuestra presencia en ciertos lugares por nuestras expresiones de género. Se trata de formas de violencia múltiples, frecuentes y socialmente aceptadas, y provienen de casi todas las personas que nos rodean y con las cuales nos relacionamos en las diferentes dimensiones de nuestras vidas. En el espacio público también ocurren la mayor parte de hechos de violencia física contra nuestros cuerpos. Homicidios que materializan los intereses de quienes quieren desaparecer todo rastro de nuestras existencias, aniquilándonos; agresiones físicas que, generalmente, están dirigidas a las partes de nuestros cuerpos más significativas en las construcciones de nuestras identidades y expresiones de género, como el rostro, el pecho y los órganos genitales; torturas que parecieran castigar nuestra decisión de ser trans y manifestarlo públicamente; violaciones, manoseos y abusos sexuales que degradan nuestros cuerpos, como si se tratara de objetos que están siempre al servicio de los prejuicios, frustraciones, deseos —la mayoría reprimidos— y depravaciones de los otros. Los malos tratos y la crueldad de los agentes de policía que abusan de su autoridad para arrestar injustificadamente a las personas trans y someterlas a conductas inhumanas y degradantes. Son golpes, puños, patadas, puñaladas, disparos y atropellos que, cuando sobrevivimos a ellos, nos dejan cicatrices —algunas visibles y otras invisibles— para recordarnos la vulnerabilidad de nuestros cuerpos ante el odio y la violencia de quienes se niegan a aceptarnos como parte de esta sociedad. Sin embargo, probablemente una de las violencias más cotidianas y con la que casi hemos tenido que aprender a vivir las personas trans es la violencia psicológica que se manifiesta en el lenguaje y el comportamiento no verbal que nos dirigen cuando hacemos presencia en un espacio público, especialmente si se trata de un lugar en el que “no deberíamos estar”. Las miradas de asombro, desconcierto, desaprobación, rechazo, miedo, burla, rabia y odio que se posan sobre nuestros cuerpos son automáticas al pasar por o entrar a un espacio público. Los murmullos tampoco se hacen esperar y las personas que ahí se encuentran interrumpen lo que están haciendo y adoptan inmediatamente una postura corporal distinta, se ponen a la defensiva quienes se sienten de alguna manera amenazados, toman sus pertenencias quienes consideran que los vamos a robar, se alejan con temor quienes creen que vamos por la vida cortando caras con una cuchilla que llevamos debajo de la lengua, se tapan alguna parte del cuerpo que sientan demasiado expuesta quienes piensan que vamos a acosarlos sexualmente, se acercan maliciosamente quienes buscan acosarnos sexualmente porque es lo que “nos gusta”, se retiran del lugar bajo cualquier pretexto quienes definitivamente ni siquiera soportan nuestra presencia y se quedan para confrontarnos destructivamente quienes rechazan nuestras experiencias de vida trans. Son violencias sutiles y casi imperceptibles para las miradas ajenas a las realidades de las personas con experiencias de vida trans, pero muy claras para quienes a diario las enfrentamos. ¿Cuáles son nuestras experiencias? La experiencia de ser una persona trans en Colombia es muy limitante. La poca libertad de ser quienes somos, sin temor a la sociedad y sus miradas incómodas, la sentimos en muchos lugares: A mí me pasó una vez cuando entré a una tienda y todo el mundo se salió, porque, claro, era muy evidente […] había una incomodidad constante y eso me generaba mucho temor, de sufrir algún ataque o alguna cosa. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018)
  • 34. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 34 Las etiquetas sociales no son sólo las que nos imponen a las personas; también marcan espacios específicos a los que nos permiten o impiden acceder. En este sentido, podríamos hacer muchas clasificaciones y descripciones sobre los diferentes lugares para comprender qué significa moverse entre ellos, pero, sin duda, hay una clara distinción entre espacios seguros y no seguros para las personas trans: Obvio, hay sitios donde me siento más segura y hay sitios donde me siento más discrimi- nada, a veces me siento acosada, como que me miran mucho y a veces esas miradas son como morbosas y eso me pasa mucho […] (Mujer Trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Ahora bien, no se trata de una distinción que determina ciertos lugares específicos como “seguros” o “no seguros”, sino de una serie de condiciones que generan percepciones y hechos de seguridad o vulnerabilidad a la integridad, la libertad, el libre desarrollo de la personalidad e incluso la vida de las personas trans, en las experiencias de vivir, transitar o acceder a algún espacio. Experiencias que afrontamos y nos afectan de diversas maneras, según factores asociados, entre otros, la edad, la clase, la etnia, y la particularidad de nuestros tránsitos y expresiones de género. Para muchas personas trans el “momento del tránsito” en el que nos encontramos o que se “nos note lo trans” determinan nuestra movilidad y el acceso a muchos espacios públicos, pues estamos transformando las formas como expresamos el género —o los géneros— con el que nos identificamos, a través del cuerpo y la imagen con la que nos relacionamos socialmente. Como consecuencia, tenemos expresiones que permanentemente transgreden las corporalidades hegemónicas de la feminidad y la masculinidad, e irrumpen en espacios pensados para ser habitados por hombres y mujeres que sigan las reglas patriarcales del género, lo que produce dinámicas de vigilancia y control, la mayoría discriminatorias, excluyentes y violentas, sobre los cuerpos de quienes nos salimos de dichas normas. ¿Cuáles son los espacios que las personas trans percibimos como seguros? En primer lugar, los espacios donde reconocen nuestra identidad y expresión de género, por ejemplo, mediante el trato respetuoso y acorde con el género con el que nos identificamos (mediante el uso de nombres, pronombres, artículos); donde nos saludan cuando llegamos sin quedarse mirándonos con asombro, burla, rechazo o cuestionamiento; donde nos responden amablemente cuando pedimos alguna información; o donde podemos caminar tranquilamente por la calle, sin el miedo o la prevención de ser atacadas ni excluidas por ser personas trans. También, esos lugares donde pueden participar nuestras familias y parejas sin temor a ser discrimi- nadas, lo que nos permite fortalecer y ampliar nuestras redes de apoyo. Donde nuestras familias no sean cuestionadas por apoyarnos. Donde nuestras parejas no sean objeto de burla por amarnos. Donde no censuren las expresiones de afecto con nuestras parejas, las mismas que sí permiten socialmente a las parejas conformadas por personas cisgénero. Donde reconozcan las familias que conformamos con otras personas trans, desde la hermandad, la solidaridad y las experiencias de vida que nos unen. Donde nuestras amigas y amigos no sean juzgados por aceptarnos y brindarnos su amistad.
  • 35. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 35 Además, los espacios en los que nos permiten y garantizan una participación política de manera respetuosa, donde podemos expresar nuestras ideas y opiniones de manera libre, sin discriminación ni censura, reconociendo los saberes propios de las personas trans (más allá de títulos académicos o partidos políticos) por las experiencias de vida que encarnamos. Escenarios en los que es posible posicionar asuntos de interés y prioridad para las personas trans, que nos permita incidir en la toma de decisiones políticas que den respuestas efectivas a las problemáticas que enfrentamos. Así mismo, consideramos que un espacio tiene la posibilidad de volverse seguro —o más seguro— para las personas trans, si quienes lo habitan (es decir, viven, trabajan o transitan allí) tienen la apertura, disposición y voluntad para identificar y transformar los aspectos que garanticen una convivencia, un trato y una atención más respetuosos con nuestros derechos. No esperamos que en todos los lugares de la ciudad conozcan la mejor manera de tratarnos o referirse a las personas trans, pero sí deberían permitir que lleguemos a incidir y transformar esas dinámicas y procedimientos violentos con nuestras identidades y expresiones de género; eso, para las personas trans, significa poder apropiarnos de los espacios, habitarlos como nuestros, desde una ciudadanía plena. ¿Cuáles son los espacios que las personas trans percibimos como no seguros? Los prejuicios y representaciones que llevan a prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias cometidas en nuestra contra consolidan los espacios que percibimos como no seguros, aquellos donde el objetivo es aniquilarnos. Las miradas vigilantes que se centran en nuestros cuerpos para responder las preguntas intrusivas de los otros cargan cualquier espacio con un ambiente de inseguridad, incomodidad y desconfianza. Todos los aspectos de nuestra expresión de género se convierten en objeto de una estricta valoración por parte de los otros, quienes parecieran decidir cuál de todos los elementos que adoptamos en nuestro cuerpo justifican la censura y exclusión social de las personas trans de los distintos espacios, incluso de aquellos que son permitidos para otras personas. El vestuario que usamos, el maquillaje que elegimos, la forma como llevamos el cabello, nuestro estilo de caminar, los gestos y movimientos de nuestro cuerpo; no importa cuál sea nuestra apariencia, para los demás siempre hay algo que “no encaja”, que no se corresponde con las expresiones de género que espera la sociedad, pues insisten en imponernos un género según el sexo que nos asignaron al nacer. Y ese se convierte en el principal motivo para aniquilarnos. Me pasa que, cuando llego a algún lugar, prefieren no mirarme o, simplemente, hacer como que no me ven para no saludarme, porque les incomoda, prefieren no tener ningún contacto, los más decentes me ofrecen su mano […] (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Las diferencias de clase social y económica constituyen otra marca sobre los espacios no seguros para la mayoría de personas trans, donde nos excluyen porque nuestras identidades y expresiones de género no son aceptadas por las clases altas, independientemente incluso de nuestros ingresos económicos o capacidad de pago:
  • 36. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 36 hay lugares muy elitistas, donde la gente de inmediato dice “¡No! Tú no puedes estar acá”. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Cotidianamente, experimentamos estas condiciones de inseguridad durante nuestra movilidad desde distintas perspectivas, circunstancias, lugares y actores con los cuales nos relacionamos para realizar nuestras actividades diarias y desarrollar nuestro proyecto de vida. Son múltiples los escenarios que generan restricciones, vulnerabilidades y riesgos para el ejercicio de nuestros derechos, y aquí nos proponemos describir algunos que identificamos. Probablemente faltan muchos, pues nuestra intención no es abarcarlos todos, pero sí resaltar aquellos que consideramos más frecuentes, los que hemos vivido y han marcados nuestras experiencias de vida trans. Lacallecomoescenariosimbólicodelopúblicoypuntodefuga El espacio público que más frecuento es la calle… la calle, ¿sí?, el andén. Me encanta caminar, salir a pensar y todo eso […] (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Para algunas personas, la calle se convierte en una especie de “pasarela” donde nos mostramos a las demás personas y nos relacionamos con ellas. Para otras es un escape de las situaciones difíciles que afrontamos en nuestros hogares. Hay quienes la convertimos en un espacio para pensar y aclarar nuestros pensamientos al caminar, mientras que para la mayoría es el camino obligado en el desarrollo de nuestras actividades cotidianas. Probablemente, el común denominador en estas múltiples experiencias que tenemos de transitar la calle es la actitud prevenida e incluso defensiva con la cual sentimos que debemos salir a encon- trarnos con las miradas y comportamientos de los otros. La calle nos enfrenta a muchos temores, inseguridades e incluso malos recuerdos de experiencias pasadas; y las personas trans tenemos diferentes estrategias para enfrentarlas y evitar que vuelva a ocurrirnos. A esto nos referiremos más adelante. Por supuesto, ser mujer trans y hombre trans son experiencias distintas y marcadas socialmente por el género con el que nos identificamos o desde el cual nos perciben. En una sociedad mayori- tariamente machista y conservadora como la colombiana, recibimos reacciones y comportamientos diferenciados si encarnamos un cuerpo femenino que “renuncia a ser hombre” o si encarnamos un cuerpo masculino que “renuncia a ser mujer”. En el caso de las mujeres trans, nos llaman “hombres disfrazados de mujeres”, que “ridiculizamos” el género masculino, “ofendemos” al femenino y por eso “castigan” nuestros cuerpos transgresores; mientras que a los hombres trans “nos faltó fue un macho que nos hiciera mujeres” y se nos violenta como “sanción” para “corregirnos”. Generalmente, percibimos que a las mujeres trans nos “identifican” más fácilmente en la calle (como decimos algunas personas, “se nos nota más lo Trans”) y la mayoría de hombres trans hemos encontrado en el ocultamiento de algunas partes de nuestro cuerpo la posibilidad de “pasar más desapercibidos”; es decir, son experiencias atravesadas por realidades excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y violentas de maneras distintas. No obstante, en ambos casos, las miradas de los otros siempre encuentran en nuestro cuerpo algo diferente, que no encaja con las representaciones sociales impuestas en nuestra
  • 37. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 37 cultura, pues para esta sociedad nunca seremos “verdaderos hombre o mujeres”, somos más bien seres “extraños” que irrumpen en la cotidianidad. Ahora bien, el género no es el único elemento que determina la experiencia de ser una persona trans en el espacio de lo público; también desempeña un papel nuestra edad. Las personas trans adultas mayores, por ejemplo, no recibimos el mismo trato de respeto y cuidado por parte de la sociedad que el resto de personas que están en esta misma etapa de la vida. Al parecer, solo las personas adultas mayores cisgénero reciben este tipo de ayuda y colaboración de otras personas. La etnia nos marca y profundiza las discriminaciones que enfrentamos, principalmente si se trata de personas trans afrodescendientes o indígenas, pues desconocen y ridiculizan nuestras prácticas culturales, así como las experiencias de vida trans que construimos en otros contextos, desde nuestros saberes propios y ancestrales de los pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes, raizales y palenqueras, en un país pluriétnico y multicultural como Colombia. Las personas trans que venimos y/o vivimos en contextos y regiones rurales también experimen- tamos violencias y restricciones. Si migramos a las ciudades, vivimos con un ritmo de vida más rápido, donde hay que transitar a partir de códigos y lógicas urbanas que no solo desconocemos, sino que además nos atropellan; y si nos quedamos en nuestros contextos, nos juzgan y nuestra historia e identidad empiezan a ser el chisme del pueblo o la vereda. Esto aniquila la posibilidad de existir tanto en nuestro propio espacio como en aquel al cual llegamos. Las personas trans con diversidad funcional, lo que otros y otras llaman discapacidad, seguimos encontrando barreras físicas, sociales e institucionales, pero sobre todo morales para transitar en los espacios públicos de manera segura y digna. Al trato discriminatorio que recibimos por nuestras identidades y expresiones de género, se suman los prejuicios sobre lo que se ha denominado de manera peyorativa y patologizante una “discapacidad”; incluso, a veces asocian ambas “condiciones” como si una fuera causa o consecuencia de la otra. Es así como varios elementos pueden intervenir en la experiencia de transitar en lo público, restringiendo nuestra libertad de movernos por el territorio nacional en condiciones de respeto y garantía de nuestros derechos. En otras palabras, la intersección de múltiples motivos de discrimina- ción incrementa no solo las violencias que recibimos, sino los impactos en nuestra calidad de vida. ¿De qué manera? A lo largo del proyecto, encontramos que algunas personas trans hemos llegado a naturalizar el acoso que enfrentamos cotidianamente en estas experiencias o preferimos “ignorarlo” para protegernos. Con relación a la violencia verbal, por ejemplo, a veces consideramos que los comentarios, “piropos” o miradas insinuantes no tienen la intención de agredirnos, sino de halagarnos e, incluso, en ocasiones sentimos que reafirman nuestra identidad de género —femenina o masculina—, que generalmente nos niegan y por eso los permitimos. Y aunque no se trata de una situación que podamos generalizar, consideramos que se produce una “valoración” en la que empezamos percibiendo que “no es tan grave” y llegamos a sentirlo como algo “normal”; por su parte, los agresores justifican sus actos violentos diciendo “Antes agradezca”, como si se tratara de un “favor” que nos hacen. Otro escenario intimidante y en el cual nos sentimos más vulnerables es cuando las autoridades, llámese policías o militares, nos paran para solicitarnos nuestro documento de identificación, la
  • 38. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 38 libreta militar (en el caso de los hombres trans) o una requisa. Nuestros documentos son calificados como “falsos”, bien sea porque hayamos hecho o no algún cambio en él (nombre, componente sexo o cupo numérico) o porque la fotografía no corresponde a la expresión de género que tenemos en ese momento. A los hombres trans no saben si pedirnos o no libreta militar; e insisten en requisarnos según el sexo que nos asignaron al nacer y no de acuerdo con el género con el que nos identificamos. De esta manera, así como la calle constituye uno de los principales espacios públicos de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias hacia las personas trans, consideramos que también es un escenario de incidencia para la transformación social y cultural de este tipo de hechos, en el que el Estado está en la obligación de participar, como principal garante del reconocimiento y respeto de nuestras identidades y expresiones de género en la experiencia de transitar y movilizarse por el territorio colombiano. El barrio, la vereda y/o el pueblo: lugares para la construcción/ destrucción de comunidad El barrio, la vereda y/o el pueblo son los lugares públicos que percibimos más cercanos, donde nuestra vida privada y cotidiana está más expuesta a los demás; es decir, donde nos sentimos más visibles. Aquí transcurre la mayor parte de nuestra vida; habitamos, transitamos y nos encontramos a diario con distintas personas, familias y grupos sociales que tienen diversos puntos de vista, opiniones y formas de vivir. Saben los horarios de salida y llegada a nuestros hogares, las personas que frecuentamos, los estilos para vestirnos y arreglarnos al salir del hogar o permanecer en él, lo que compramos, cómo arreglamos nuestra casa y lo que tenemos en ella; en otras palabras, son espacios donde se ponen en juego la dimensión privada y el mundo público. En este sentido, en el barrio, la vereda y/o el pueblo construimos relaciones sociales a partir de encuentros, oposiciones, solidaridades y tensiones, donde las personas trans generalmente nos vemos inmersas en situaciones de exclusión, discriminación, invisibilización y violencia. Ahora bien, resulta importante preguntarnos antes: ¿cuáles son los principales recorridos que realizamos las personas trans en el barrio que vivimos? Principalmente, los mismos que la mayoría de personas. Caminar hasta el paradero para tomar el transporte público; ir a la tienda, la panadería, el supermercado, la papelería o la ferretería para hacer nuestras compras —de alimentos, productos personales, artículos para el hogar, materiales de estudio o trabajo—; seguir los rituales religiosos en los días y lugares destinados por cada religión para estos; salir a estudiar o trabajar, a veces ambas; encontrarse con amigas y amigos. En estos escenarios también enfrentamos violencias similares a las que vivimos en las calles de la ciudad o el pueblo (verbales, físicas y psicológicas), con la particularidad de que se trata de calles que frecuentamos a diario y son agresiones generadas por personas con las que habitamos cotidianamente. Es decir, los agresores no son anónimos con los que ocasionalmente nos encontramos, sino las personas que nos venden nuestros alimentos, que viven cerca a nuestras viviendas. Son violencias permanentes con las que, a veces, aprendemos a vivir; unas se vuelven escenarios de lucha para exigir nuestros derechos, pero hay otras circunstancias que vulneran todas las posibilidades de vivir en condiciones de respeto y dignidad, llegando incluso a desplazarnos de la comunidad en la que vivimos, destruyéndonos y aniquilándonos.
  • 39. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 39 En cualquier caso, una discusión con una vecina o vecino, los rumores sobre nuestra apariencia y nuestra vida privada, el trato discriminatorio por parte de quien nos atiende en la panadería, los comentarios morbosos de quienes trabajan en la esquina o las miradas de desaprobación de las personas que asisten a la misma iglesia, sinagoga, mezquita, templo u otro espacio religioso, espiritual o sagrado que frecuentamos, nuestras identidades y expresiones de género usualmente son el motivo para discriminarnos, excluirnos y violentarnos en las distintas experiencias de habitar y transitar por nuestro barrio, vereda y/o pueblo. Una de las situaciones más preocupantes que también enfrentamos las personas trans es la presencia de actores armados, que si bien no nos violentan de manera exclusiva (es decir, solo a las personas trans), sí lo hacen de manera diferenciada y generan dinámicas que le permiten al resto de personas tener comportamientos crueles, humillantes y degradantes, como parte del orden social que intentan imponer en los territorios: vivo en un barrio marginado con personas que son guerrilleros, paracos… y esta gente no respeta. Mejor dicho, ven a una persona trans y se burlan, me insultan y siempre vivo hostigamiento por los hombres heteros, mujeres y niños, es que ¡hasta los niños me tiran cosas a la cara! Como me pasó hoy hace quince días, que me tiraron cosas a la cara, si no me cubro la cara me la hubieran quemado. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Además, tenemos conocimiento de fronteras invisibles que las personas trans no podemos atravesar y limitan de manera violenta nuestra libre circulación por los espacios de vivienda y socialización que cotidianamente frecuentamos. Lasinstitucionesgubernamentales:confianzaydesconfianza Si las autoridades no constituyen un actor de protección y seguridad en nuestras experiencias de transitar en el espacio público, las instituciones del Estado tampoco representan espacios seguros para las personas trans. Las barreras y la falta de garantías para el acceso a los servicios y bienes públicos, en ejercicio de nuestros derechos, las enfrentamos en la mayoría de estas instituciones, y no solo por parte de quienes ejercen las funciones públicas directamente, sino de todo el personal que interviene en la atención a la ciudadanía. Por supuesto, esto incluye al personal de seguridad, quienes son uno de los primeros obstáculos para nuestro ingreso a las entidades públicas, pues recibimos agresiones de su parte, incluso cuando no tenemos el propósito de entrar. En términos generales, el trato que nos brindan las personas que trabajan en las instituciones públicas se ha transformado, en cierta medida, por las denuncias y acciones que interponemos las mismas personas trans cuando nos enfrentamos a hechos de discriminación y violencia; y también por el avance en la creación de políticas y leyes que prohíben explícitamente la discriminación. No obstante, comprendemos que las transformaciones de estos prejuicios y representaciones sociales que determinan los comportamientos de las personas no son inmediatas, pues aún encontramos prácticas institucionales y personales excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y violentas hacia nuestras identidades y expresiones de género:
  • 40. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 40 en ese tiempo, cuando yo estaba comenzando mi tránsito, pues yo iba empezando, maquillada, con aretes, entonces, “¡qué vas a sacar la libreta provisional!”, porque me lo estaban exigiendo. Entonces yo fui, entré y recibí un montón de burlas por parte de los militares […] sin embargo, yo fui a lo que fui, o sea que son un montón de ignorantes. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Nos brindan información errada sobre los trámites y servicios que requerimos, hacen que demos más vueltas de las necesarias, nos solicitan requisitos no previstos por los procedimientos legales, nos miran con desprecio, se burlan de nuestras expresiones de género, no aceptan tratarnos según el género con el que nos identificamos e ignoran nuestros nombres identitarios. Las instituciones públicas y las personas que trabajan en ellas constituyen la materialización del cumplimiento de las obligaciones del Estado colombiano en materia de derechos constitucionales y humanos, y permiten evidenciar los vacíos y falencias que aún se cometen en la garantía para el acceso de las personas trans a los bienes y servicios estatales dispuestos para toda la ciudadanía, en condiciones de equidad y respeto. Es por ello que insistimos en la importancia de denunciar y dar visibilidad a este tipo de hechos, para construir colectivamente estrategias de transformación de estas prácticas institucionales y personales que se continúan cometiendo en las entidades públicas. Establecimientos comerciales: lugares de validación/ aniquilación de nuestras identidades Constantemente, la sociedad nos impone una lógica de consumo de múltiples cosas, cuerpos, rostros, relaciones y estilos de vida, la mayoría ideales, que se convierten en referentes de feminidades y masculinidades con los que, en cierta medida, nos identificamos o de los que nos distanciamos en las construcciones propias que hacemos de nuestras identidades y expresiones de género. Por supuesto, son lógicas de consumo marcadas no solo por reglas de género impuestas —aunque cada vez más difusas—, sino también de clase y tipos de corporalidad, entre otras, que definen cómo deberíamos lucir, hablar, comportarnos e incluso pensar y desear la relación con nuestro cuerpo y proyecto de vida, las relaciones con los otros y con el medio ambiente. Pero también son lógicas de las que nos hemos apropiado, y a las que hemos transgredido y resignificado para expresar una dimensión de nuestras identidades de género, las luchas que libramos y el sentido que le damos a nuestra condición de seres humanos. Los establecimientos comerciales son un espacio abierto al público que nos permite entender un poco estas dinámicas. Las tiendas, por ejemplo, nos venden ropa exhibida en maniquíes modelados con estereotipos inalcanzables para la mayoría de personas, bien sea porque no tenemos el cuerpo para el que fue diseñada o porque no tenemos el dinero para comprarla; pero cuando lo tenemos —y no nos importa si cumplimos las reglas estéticas de la moda al usarla—, nos encontramos con una serie de prejuicios y representaciones que parecieran impedir a toda costa nuestro ingreso, pues no “encajamos” en sus estándares de belleza y clase ni en una identidad de género hegemónicamente construida. Sin embargo, las situaciones de discriminación, exclusión y violencia en los establecimientos
  • 41. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 41 comerciales no solo las vivimos como clientes, sino también cuando hemos tenido acceso a una oportunidad laboral en estos lugares. Todas las personas tenemos la libertad de decidir cuáles son los referentes de belleza, estética y estilo de vida con los que nos identificamos y de cuáles nos alejamos críticamente; pero, al mismo tiempo, tenemos derecho a desarrollar nuestra personalidad en los lugares que consideramos nos permiten acceder a las condiciones y recursos necesarios para acercarnos cada vez más a lo que cada quien sueña de sí mismo/a. Desde esta perspectiva, los establecimientos comerciales constituyen espacios en los que construimos una dimensión de nuestra identidad, estrategias para relacionarnos con los otros y un ejercicio de ciudadanía respetuosa y digna para las personas trans. Discotecas: del entretenimiento a la prohibición Las discotecas son espacios privados abiertos al público que restringen la entrada bajo principios que no siempre son claros ni están explícitos de manera visible en el lugar, como lo exige la ley. Lo que sí está claro es que los motivos, la mayoría de veces, están asociados a los prejuicios que criminalizan a las personas trans de manera generalizada: cuandolachicatransesmuyevidente,deunavezlafrenanenlaentrada,esladrona,escuchillera, es cuantas cosas malas se puedan imaginar. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) Bajo el argumento de “reservarse el derecho de admisión”, es ampliamente conocido que existen lugares a los que “no entran las personas Trans”, en especial las mujeres, pero, paradójicamente, la mayoría son lugares que brindan shows y presentaciones artísticas de mujeres trans; es decir, sí podemos entrar para ofrecer entretenimiento, pero no para disfrutar de este. La “ideología de género”: a propósito de las violencias desde el “matrimonio” entre el Estado y la religión En 2016, el polémico debate generado con la cartilla Ambientes escolares libres de discriminación. 1. Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la escuela. Aspectos para la reflexión, de la entonces ministra de Educación Gina Parody, polarizó al país bajo el discurso de la “ideología de género”, utilizado por varias instituciones, entre ellas los grupos políticos de extrema derecha y religiosos, principalmente católicos y cristianos, para retroceder en el reconocimiento de derechos por parte del Estado colombiano. En este caso se trataba de un mandato de la Corte Constitucional que ordenaba la revisión de los manuales de convivencia de las instituciones educativas del país, para asegurarse de que fueran respetuosos de las orientaciones sexuales e identidades de género de los estudiantes y ajustarlos con el propósito de mejorar la convivencia y la garantía de sus derechos sexuales y reproductivos. En este sentido, el Ministerio de Educación elaboró una cartilla para orientar a docentes en el cumplimiento de lo establecido por la Corte.
  • 42. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 42 ¿Cuál fue la respuesta de los sectores que se opusieron a las cartillas? Que estaban diseñadas para “enseñar a nuestros hijos a ser homosexuales”; que estaba en “riesgo la familia”; que estaban “imponiendo en los manuales de convivencia condiciones, actitudes y comportamientos de la comunidad LGBTI”; mejor dicho, que había una “colonización homosexual” en las instituciones educativas. Algunos grupos políticos, religiosos y de la sociedad civil realizaron una marcha en “defensa de la familia” y en rechazo a la “ideología de género” de las cartillas. Los debates en las redes sociales y los espacios públicos y privados del país se centraron en una guerra sucia, cargada de prejuicios, odios y mucha desinformación, lo que generó que este proceso de reconocimiento de derechos se detuviera en Colombia. Sobre lo sucedido con las cartillas se han dicho muchas cosas. El uso de imágenes de un cómic homoerótico belga para manipular las cartillas y desinformar a la opinión pública, a través de los medios de comunicación, le costó el puesto a la ministra y fue una sanción moral y política por ser abiertamente lesbiana. En cualquier caso, desencadenó una serie de hechos que le dieron fuerza al discurso de la “ideología de género” en Colombia y afectaron nuestras vidas como personas trans. Está claro que, con el tema de las “cartillas”, la gente se pegó una empoderada ni la berraca para decirnos un montón de cosas. Voy a poner un ejemplo claro: una vez estábamos caminando por los lados del parque Nacional, íbamos juntas y de repente aparece una señora empieza a gritarnos: “¡Eso es pecado! ¡Eso es pecaminoso! No sé qué” y armó un escándalo, un alboroto… Entonces, puede que las leyes, en los papeles, haya cambiado y de pronto la gente en un momento haya pensado: “Bueno, ya la ley no me permite decir ciertas cosas”; pero, por otro lado, la influencia religiosa de entidades que empoderan a la gente para decir “el pecado existe y tiene que ser señalado y tiene que ser llamado por su nombre”. Entonces, por más que la ley te cobije a ti, a la gente no le importa, el prejuicio es prejuicio y si a mí me lo están alimentando, puede ser en una iglesia o en donde sea, yo me empodero para ir por la calle denigrando de las personas con identidades de género no normativas. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) El impacto de los debates y las opiniones públicas que se posicionan a través de los medios de comunicación se refleja en la experiencia de movilizarnos, en los comentarios que nos dirigen en los espacios públicos y en los argumentos que utilizan para justificar las agresiones hacia nuestros cuerpos. Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo para las personas trans, como sí lo son para la comunicación en la era de los medios digitales, pues históricamente se han contado versiones falsas sobre nuestras vidas, incluso avaladas por la Iglesia, la academia y el Estado; sin embargo, la propagación masiva de estas ideas es cada vez más fuerte y nuestras experiencias de vida son más visibles y están más expuestas. Pero también nuestras luchas son cada vez más fuertes y cada ataque es una oportunidad para crear un contradiscurso a las ideologías de odio, para transgredir las realidades que nos imponen y transformar las lógicas que nos han arrebatado la dignidad.
  • 43. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE I 43 Conclusiones Sobre los avances legislativos […] lastimosamente nos hemos acostumbrado a que algo es mucho… pero tendría que ser más. (Hombre trans, Encuentro de Movilidad, 2018) 1. Resultan evidentes las prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización y violencias que buscan la aniquilación de las personas trans en espacios públicos, así como la inoperancia de las autoridades para actuar frente a estos hechos. Tales prácticas son justificadas mediante prejuicios y representaciones sociales históricas del contexto colombiano. 2. Existen barreras invisibles para restringir violentamente la circulación libre de personas trans, principalmente por parte de bandas, pandillas, vecinos, transeúntes en las ciudades y de actores armados en las zonas rurales. 3. Hay restricciones en las trayectorias, los recorridos cotidianos, las oportunidades laborales y los proyectos de vida de las personas trans, principalmente hacia las mujeres, motivadas por el prejuicio que las asocia con el trabajo sexual, pues se supone que sus lugares de trabajo, vivienda y socialización solo se limitan a las zonas que han sido establecidas para ello. 4. Se presentan restricciones en el ingreso a espacios privados abiertos al público, como discotecas y establecimientos comerciales, bajo la imposición de reglas, criterios y principios discriminatorios hacia las personas trans, basados en prejuicios que las considera “delincuentes”, “alborotadas”, “exhibicionistas”, “conflictivas”, entre otros. 5. Hay exclusión, discriminación, invisibilización y violencias en los barrios, pueblos y/o veredas de las zonas donde viven las personas trans, que restringen la movilidad y la posibilidad de habitar en condiciones dignas la ciudad. La gran consecuencia de ello es el desplazamiento a las ciudades donde hay mayores oportunidades y aparentemente mayores libertades para desarrollar el proyecto de vida bajo la propia identidad de género.
  • 44. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 44 PROPUESTAS Y ESTRATEGIAS Siempre hemos hablado del tema de sensibilizar al otro, explicar un poco acerca del colectivo, pero también sería interesante humanizar al otro. Ese término me gusta mucho, porque es llevar a la otra persona como un igual, sin importar mi etiqueta social, es decir que tú y yo somos seres humanos, partamos de ahí. (Mujer trans, Encuentro de Movilidad, 2018) 1. Romper con la jerarquización de cualquier espacio público y entender que pueden ser habitados por cualquier persona. Para hacerlo posible, es necesario empezar a eliminar los prejuicios y las representaciones sociales que existen sobre las personas a partir de aquello que nos diferencia, y asumir que la identidad de género es solo una dimensión, pero no define la integralidad de ese ser humano. 2. Generar acciones ejemplarizantes frente a las prácticas de exclusión, discriminación, invisibilización y las violencias en el espacio público por parte de las autoridades competentes. Por ejemplo, deberían crearse sanciones pedagógicas, como participación en talleres de sensibilización o hacer un trabajo comunitario con personas trans, con el propósito de humanizar, cuando sea posible, su relación con ellas. 3. Que las personas trans empiecen a apropiarse de lugares donde históricamente no ha sido posible habitar, con el respaldo de las instituciones del Estado, para acabar con la marginación que mantiene el mito de que solo estamos en algunos espacios. 4. Fomentar campañas que visibilicen la existencia de las personas trans, no desde los imaginarios que nos encasillan en lugares de marginalidad y empobrecimiento, sino desde la vida cotidiana en los espacios públicos de todo el territorio nacional, a través de nuevos discursos, prácticas sociales y culturales, que permitan transformar estos imaginarios. 5. Desarrollar procesos comunitarios en los barrios, pueblos y/o veredas —en donde hay más condiciones de vulnerabilidad y riesgos para las personas trans— que involucren a las instituciones competentes. 6. Que la Policía incorpore medidas de protección a las personas trans en su estrategia de cuadrantes en los barrios y localidades, partiendo del conocimiento y apropiación de sus obligaciones en materia de respeto, no discriminación y garantía de derechos, en el trato hacia nosotras y en el marco de procedimientos policiales legales y dignos. 7. Incidir en las comunidades para crear redes y fomentar más lugares seguros a los cuales podamos asistir.
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  • 47. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE II 47 Si logramos entrar a las instituciones educativas, lograremos formarnos para tener las capacidades que nos permitan competir en igualdad de condiciones con cualquier persona frente a un cargo. (Hombre trans, Conversatorio Educación, 2018) Es bastante común escuchar que a las personas Trans “no nos gusta estudiar” y por eso, en general, no terminamos nuestros estudios. Probablemente esta es una de las representaciones sociales más lejanas de nuestras realidades, pues invisibiliza situaciones estructurales en nuestras primeras experiencias de socialización que afectan nuestro proyecto de vida, nos frustran sueños, generan miedos y lastiman nuestra dignidad. Pero, al mismo tiempo, es un escenario en el que también conocemos nuestras fortalezas, la solidaridad de algunas personas, las estrategias que podemos desarrollar para protegernos, las luchas que debemos dar para defendernos y la fuerza que nos habita para enfrentar la vida como personas trans. Después de la familia, las instituciones educativas son unos de los primeros contextos donde se aniquilan nuestras experiencias y donde se puede generar la expulsión temprana motivada por nuestra identidad y expresión de género. Por tal motivo, el derecho a la educación es una de las principales exigencias que le hacemos al Estado colombiano para garantizar el ejercicio de nuestra ciudadanía y el desarrollo de proyectos de vida dignos, a través de la potenciación de nuestras habilidades y capacidades, en entornos educativos seguros. ¿Qué entendemos por el derecho a la educación? El artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos determina que las personas tenemos derecho a la educación, con el objetivo de desarrollar plenamente nuestras vidas en condiciones de libertad y dignidad, y permitiéndonos participar de manera efectiva en la sociedad y fortalecer el respeto a nuestros derechos humanos. Desde esta perspectiva, la educación favorece la comprensión, el respeto y el reconocimiento entre naciones, grupos étnicos y religiosos, así como el desarrollo de acciones para el mantenimiento de la paz. De acuerdo con la Observación General 13 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, los Estados tienen la obligación de respetar, proteger y garantizar el derecho a la educación, a partir de los siguientes elementos esenciales:
  • 48. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 48 • Disponibilidad: garantizar que existan suficientes instituciones educativas, equipadas con los materiales necesarios para funcionar adecuadamente en el contexto en el que se encuentran. • Accesibilidad: asegurar el acceso a la educación, a partir de tres elementos: ▷ ▷ No discriminación: especialmente a las personas en mayores condiciones de vulnerabilidad, bajo ningún motivo. ▷ ▷ Accesibilidad material: estar en zonas seguras y a una distancia razonable de las comu- nidades y regiones de nuestro país. ▷ ▷ Accesibilidad económica: se debe incorporar progresivamente la enseñanza gratuita en todos los niveles. • Aceptabilidad: debe ser relevante para el contexto, las necesidades y capacidades de cada estudiante, así como de calidad y culturalmente apropiada. • Adaptabilidad: garantizar que sea lo suficientemente flexible para adaptarse y responder a los cambios de las sociedades y las necesidades de estudiantes como parte de entornos sociales y culturales diversos. En 2017, la CIDH (2017a) manifestó su preocupación por las violencias que vivimos las personas trans en nuestras primeras etapas, específicamente en la edad escolar y los entornos educativos: • Las/os/ niñas/os y adolescentes trans y de género diverso somos más vulnerables a la violencia en la escuela (acoso) y a la exclusión en la clase, en los juegos, en los baños y en los vestuarios, en el camino entre la escuela y la casa y en la red (ciberacoso). • Un entorno hostil puede llevar a estudiantes trans y de género diverso a abandonar la escuela y la familia a una edad temprana. • Como consecuencia, tenemos una mayor probabilidad de carecer de hogar y de tener que limitarnos a los mercados laborales informales, a la economía delictiva, a ser objeto del uso de perfiles por la policía, y a un ciclo de pobreza, marginación y más discriminación y violencia para el resto de la vida. Además, hizo un llamado a los Estados para eliminar este tipo de prácticas discriminatorias de los entornos educativos: • Adoptar y aplicar medidas para prohibir la violencia, así como leyes contra la discriminación que abarquen la identidad y la expresión de género y la orientación sexual, tanto real como percibida, como motivos prohibidos de discriminación. • Elaborar programas de enseñanza y material didáctico incluyentes. • Capacitar y apoyar a los docentes y demás personal escolar.
  • 49. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE II 49 • Ofrecer programas de educación y apoyo para padres y madres. • Proporcionar acceso seguro y no discriminatorio a los baños. • Llevar a cabo programas de concientización para cultivar el respeto y la comprensión de la diversidad de género. Y es que la preocupación de la CIDH no es para menos, pues para las personas trans el sistema educativo, por lo menos en Colombia, es un espacio de negación del conocimiento, mutilación de la creatividad, y de formación y consolidación de prejuicios y representaciones sociales que nos enseñan a rechazar la diferencia, descartar la posibilidad del diálogo y deshumanizar a las personas, a partir del sistema de aniquilación. En ese sentido, las personas trans compartimos con la población en general las distintas violencias que ejercen las instituciones educativas, pero con otras circunstancias que profundizan sus efectos en nuestras vidas. De tal modo, son recurrentes en los relatos sobre nuestras experiencias escolares las situaciones de violencia física y psicológica, en gran medida aprobadas o desatendidas por los mismos docentes y directivas, que dejan huellas en la forma como nos relacionamos con nuestros procesos de aprendizaje y crecimiento personal: los niños son crueles y uno también en medio de su inocencia y todo, ¿sí? Sí, uno sufre, porque digamos ¿yo?, sí sufrí […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) Pero también los adultos pueden ser crueles con niños y niñas trans en los contextos educativos: una niña de seis años que en la primaria tuvo que sufrir toda la violencia que ustedes no se pueden imaginar. Tanto así que la niña se cae al piso, comienza a gritar. “¡La niña se cayó, la niña se cayó!” [exclama una profesora] Va y la toma, la alza y ve que era ella, le dice: “¡Ahh!, es que es usted”, y la tira otra vez al piso. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) En Colombia, la Corte Constitucional ha amparado nuestros derechos dentro de las instituciones educativas, para prohibir la discriminación motivada por nuestra orientación sexual, identidad y expresión de género (Sentencia T- 478/15), protegiendo el libre desarrollo de estas dimensiones de nuestra personalidad en los manuales de convivencia (Sentencia T- 565/13) y, principalmente, reconociendo nuestro derecho a la educación (Sentencia T- 804/14). No obstante, en la mayoría de casos nuestra identidad y expresión de género siguen siendo la principal barrera para continuar con nuestros procesos de educación formal. Los manuales de convivencia restringen el derecho que tenemos a desarrollar libremente nuestra personalidad, a través, por ejemplo, de la prohibición de las expresiones corporales y estéticas que incorporamos a lo largo de nuestros tránsitos, como el cabello, el uso de uniformes y el maquillaje; normas que aplican de manera selectiva solo a las personas trans y no a toda la comunidad estudiantil. La violencia simbólica de los y las docentes que se niegan a reconocer nuestros nombres identitarios, argumentando que no se trata del nombre que aparece en los listados; ni siquiera aceptan el uso de pronombres y artículos que reconozcan nuestras identidades de género trans. Por el contrario, somos objetos de burlas, señalamientos, golpes, amenazas y abusos por parte, principalmente, de otros/as estudiantes y de los/as mismos/as docentes.
  • 50. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 50 Cuando las personas trans somos agredidas, física o verbalmente, en las instituciones educativas y recurrimos a docentes o directivas en busca de protección, generalmente, justifican los hechos mediante argumentos como que “nos lo buscamos”, “quién nos manda a ser así y tener esos comportamientos tan extraños que confunden al resto de estudiantes”, “somos un mal ejemplo”. Además, citan escandalizados a nuestros padres y madres para decirles que nos busquen asesoría profesional para “ayudarnos con este problema” (ni siquiera son capaces de nombrarnos, sino que somos o tenemos “un problema”) y, así, “curarnos”. La aniquilación aumenta cuando la institución tiene algún tipo de enfoque confesional. En nuestras narrativas, los procesos educativos guiados por posiciones dogmáticas religiosas aumentaron la vulneración del derecho a la educación y otros muchos derechos fundamentales. Aun así, también se evidencia en instituciones laicas donde la base de la formación moral se mantiene bajo la lógica del señalamiento y el castigo a la diferencia. Ahora bien, durante el proceso de análisis, todas estas experiencias educativas las discutimos situándonos en tres momentos del proceso de educación formal en Colombia, a saber, la educación primaria, secundaria y superior, teniendo en cuenta que se trata de distintas etapas de nuestro ciclo vital, el desarrollo de nuestra personalidad y la construcción de todas nuestras dimensiones como seres humanos. Primaria: cicatrices desde la inocencia […] yo sí quiero decirles que la cosa no es tan fácil, porque es que, dejémonos de pendejadas, la maricada se le nota a una desde pequeña […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) La primera etapa escolar que analizamos fue la de preescolar y primaria, la entrada al ámbito de la educación formal, donde nos encontramos por primera vez con ese contexto social. Nos centramos en la básica primaria, teniendo en cuenta que son los recuerdos a los que podemos acceder con mayor facilidad, por la edad que teníamos. ¿Qué significa para las personas con experiencias de vida trans la etapa de la primaria en el colegio? Decíamos que este es, generalmente, el momento de las “primeras veces”. Para muchas es el primer escenario de socialización con otras personas de nuestra misma edad, desconocidas y lejanas de nuestro entorno familiar, con las cuales empezamos a construir nuestras primeras relaciones sociales de aceptación y rechazo. Estas relaciones se construyen a partir de las semejanzas y afinidades que tenemos con otras personas, pero, principalmente, por lo que nos diferencia o distancia, por ejemplo, el género. Con la imposición de roles de género también viene la vigilancia que hacen sobre nuestros cuerpos, para controlar que ninguno de nuestros comportamientos o expresiones se salga de los estereotipos que nos dictan socialmente quién es hombre y quién mujer: […] yo pienso que es el primer lugar donde empieza la hipervigilancia al género, es decir, ahí se concentra todo, porque puede ser que en la casa se refleje algo, pero no
  • 51. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE II 51 es tan fuerte ni tan impositivo como cuando nos encontramos con este primer lugar. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018) Pero, al final, la primaria es una ventana que nos permite ver al mundo que enfrentaremos, no solo en nuestros procesos educativos, sino en otras dimensiones sociales de las experiencias de vida trans, ya sea en una zona urbana o en una zona rural: Yo creo que la primaria es el lugar donde uno ya ve el panorama de cómo es que le va a tocar a uno en la vida, con eso ya una detecta para dónde va la cosa y lo difícil o fácil que puede llegar a ser. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) Generalmente, cuando estamos en esa etapa enfrentamos comentarios, burlas, apodos y agresiones verbales e incluso físicas que, desde el inicio, nos marcan en el salón de clase y pareciera que nos sentenciaran por el resto de nuestra permanencia en el colegio: desde que yo entré, siempre era “ay, la marica”, “este es marica” […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) Nos restringen los juegos y juguetes que preferimos, por tratarse de actividades diferenciadas según el género, y nos sancionan pública y moralmente cuando transgredimos las normas que imponen ciertos roles a hombres y mujeres. Consideramos que la diferenciación de este tipo de actividades no solo resulta aniquilante hacia las personas trans, sino hacia todos los seres humanos que nos construimos en estos escenarios educativos, en tanto se pierde la posibilidad de transformar el juego en procesos de aprendizaje para la vida; es lo que ocurre, por ejemplo, en los juegos con los carros y a la cocina, pues tanto hombres como mujeres en algún momento necesitamos aprender a manejar y a cocinar, ¿no? Y a esa edad, como si juegas sin muñecas no es un problema, porque eso no define quién eres sino lo que llevas aquí, en el corazón. Entonces, creo que eso es algo que debería cambiar demasiado en los profesores. Porque eso también da pie para que los compañeros se metan contigo […] Entonces, como que los compañeros te rechazan o te aíslan. Creo que eso debería cambiar. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018) Actividades tan cotidianas y sociales como el juego pueden llegar a afectar la imagen que tenemos de nosotros/as mismos/as, nos marca el carácter, la forma como nos relacionamos con nuestro entorno y las actitudes que asumimos hacia los demás: me acuerdo que en el jardín siempre me la montaban porque tenía el cabello corto y bueno, eso, como que ya no me acuerdo, sin embargo, sí el acceso a los juegos y todo eso, yo siempre he estado jugando más con los hombres y siendo un poco brusco, pero yo no entendía y entonces dije: “Vale, entonces soy, supuestamente, una persona como agresiva”. Entonces, desde ahí ya es un punto de partida para caracterizar a las personas por sus actitudes. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018) Con relación a los juegos, otro escenario que resulta violento para la mayoría de personas trans es lo que conocemos como el recreo o descanso. Ese momento de receso entre clases que la mayoría de niños y niñas esperan ansiosamente para salir a encontrarse, comer, jugar y socializar, las personas trans lo vivimos de maneras muy distintas:
  • 52. DERECHOS EN CLAVE TRANS CAPÍTULO 02 52 Me acuerdo que el primer día de descanso en la primaria, para mí ya sabía que eso iba a ser el peor momento de la vida. Lo que para todo el mundo era feliz, para mí era lo más harto del mundo. ¿Por qué? Porque era el momento donde se encontraban en parches, donde la gente comenzaba a tener amigos y amigas. Y allí fue donde yo comencé a sentir que había una exclusión, que era un lugar. Pese a que, se los digo, no es que alguien me dijera, pero yo sí sabía que algo había, que no encajaba del todo en esos espacios. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) El género también marca el acceso a practicar ciertos deportes y actividades en la asignatura de Educación Física. A la mayoría de personas trans nos alejan de nuestros intereses y capacidades, para obligarnos a encajar en actividades físicas que “normalicen” nuestra presencia en el aula de clase. Sin embargo, los baños son probablemente el espacio que no solo resulta más violento por la diferenciación por género que hacen para usarlos, sino porque aquí realizamos actividades relacionadas con nuestro cuerpo y nuestra vida privada; es decir, es un lugar en el cual las personas trans nos sentimos expuestas y vulnerables. Pero también es una experiencia nueva y distinta a la que vivimos en la casa, que nos enfrenta directamente con las consecuencias —y restricciones— de las diferenciaciones por género en nuestra sociedad: me acordaste mucho lo del baño, porque, digamos, en mi casa no es que es el del niño y el de la niña. No: está el baño. Hay un solo baño. Somos tres en la casa. Hay un niño y somos dos niñas, hay un baño. Entra el que tenga que entrar, o sea, allá se comparte todo porque la urgencia es la urgencia, ¿cierto? […] una cosa es la escuela y otra cosa es lo que te enseñan en la casa. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) Yo veía el baño de los niños y veía el baño de las niñas y, pues, a mí me dijeron: “Hey, tienes que entrar al baño de las niñas”, pero yo siempre me quedaba ahí afuera del baño de los niños y decía: “Yo por qué no puedo estar ahí, yo por qué no puedo estar de pie, yo por qué no puedo hacer de pie”. Y me acuerdo mucho que, en la casa, o sea, yo intentaba hacer de pie y decía: “A ver, cómo era acá”. Pero, entonces es eso, los baños también marcan muchísimo en eso. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018) Aunque no es el caso de todas las personas trans, pues algunas incluso desde nuestras casas teníamos claras esas diferencias y las implicaciones que podía tener transgredirlas: Tenía diez años y ¿saben qué decía mi papá? […] Él estaba ahí en el baño, y a mí a veces me gusta orinar sentado, porque me da igual, orinar sentado o parado me da igual, entonces yo oriné sentado y se dio cuenta y me metió una cascada que todavía me acuerdo. Me pegó y me dejó el ojo todo morado. Solo porque oriné sentado me dijo: “Qué, se volvió mujer, se volvió marica”. (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) En cualquier caso, las situaciones excluyentes, discriminatorias, invisibilizantes y violentas que vivimos las personas trans en el baño, así como en otros escenarios del colegio, nos llevan a empezar a buscar estrategias para protegernos y seguir construyendo nuestras identidades pese a las lógicas del sistema educativo.
  • 53. DERECHOS EN CLAVE TRANS PARTE II 53 Encontrarnos para conversar sobre esta etapa del colegio nos permitió identificar la importancia de las experiencias que construimos durante estos primeros años de nuestra vida escolar, comprender que las obligaciones del Estado se extienden hasta esta etapa de nuestro ciclo vital, y pensar estrategias para exigir que niños, niñas y adolescentes trans podamos expresar nuestra identidad de género en condiciones de respeto y garantía en nuestros procesos educativos. Ninguna persona trans debería vivir situaciones de discriminación, exclusión y violencias en los contextos educativos ni tendríamos que abandonar nuestros estudios por estos motivos. Bachillerato: se incrementan las tensiones […] ya vamos a entrar a una parte de secundaria que ya es preadolescencia, adolescencia, que uno cambia, muchas cosas pasan en esa época y pues, […] yo siento que uno tiene muchas identidades […] pero como me perciben las personas es muy diferente. Sin embargo, yo creo que incluso aquí en esta parte que es la adolescencia, uno empieza a sentirse parte de algo, uno empieza a entender, a desglosar: “Bueno, yo soy así, puede ser…”, cosa que uno en primaria no hace, uno en primaria no hace esos debates de por qué existo, o sea, no […] (Mujer trans, Encuentro Educación, 2018) Para muchas personas trans, la etapa del bachillerato es una continuación del sistema de aniquilación que vivimos en la primaria. Se presentan ahora la violencia verbal por parte de compañeros dentro y fuera del colegio, el silencio de los profesores que se rehúsan a comprender e incorporar un enfoque diferencial que reconozca y respete la diversidad sexual y de géneros, la tendencia de padres y madres de familia a culpar a la institución educativa, y la radicalidad de las directivas que dicen “regirse” por una ley que históricamente nos discriminaba, pero, frente a los avances legislativos, se resisten a transformar las prácticas que nos excluyen y violentan en estos contextos. La violencia física en los baños, patios, pasillos, salones, alrededores del colegio y en la casa. Y la violencia psicológica representada en la indiferencia que sentimos por parte de nuestro entorno frente a estas situaciones, lo que genera sentimientos de depresión, represión y humillación, falta de interés y bajo rendimiento escolar. Sin embargo, no somos las mismas personas que éramos en primaria. Generalmente, durante el bachillerato estamos atravesando la etapa de la adolescencia, que viene con múltiples cambios físicos, hormonales, psicológicos y emocionales, los cuales muchas veces no entendemos, y nos generan preguntas y tensiones con el mundo que nos rodea: el paso a la adolescencia sí ya fue tenaz, porque… o sea, cuando ya empiezan a crecer las bubis y yo digo como: “¡Ah, Dios!”… Cuando me llega el periodo, cuando me desarrollo, yo digo: “¿Qué pasa dentro de mí?”. Había algo ahí que yo no entendía y yo decía: “¡Ah, por Dios!, ¿qué pasa?”. (Hombre trans, Encuentro Educación, 2018) Es una etapa que también se caracteriza porque empezamos a cuestionarnos nuestra autoper- cepción, la apariencia física de nuestros cuerpos, la percepción que tenemos de los demás y, a la vez, la que tienen sobre nosotros/as. Además, es un momento en el que somos más conscientes de las exploraciones y construcciones de nuestra personalidad, el carácter, la identidad y las expresiones de género; las relaciones con