La independencia es una característica esencial para los auditores, ya que les permite emitir opiniones objetivas de acuerdo con las normas establecidas. Los auditores deben evitar cualquier conflicto de intereses o vínculo que pueda comprometer su credibilidad. El caso de Arthur Andersen y Enron muestra los riesgos de involucrarse demasiado en las decisiones gerenciales del cliente. La independencia también se pierde cuando el auditor tiene una relación personal o financiera con la empresa auditada.