Este documento habla sobre la salud mental en tiempos difíciles. En 3 oraciones: Explora cómo las personas viven volcadas hacia el exterior en un intento de satisfacer las demandas de la vida moderna, en lugar de atender a su interioridad, donde pueden encontrar paz y libertad. También discute cómo las experiencias de pérdida obligan a las personas a reorganizarse y pueden conducir a un mayor crecimiento personal una vez superado el duelo. Finalmente, sugiere que los momentos difíciles de la vida desenmascaran nuestra humanidad y pueden
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Salud mental en tiempos difíciles- leonor domínguez valdés ibero torreón
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[Enero 2011] | [Universidad Iberoamericana Torreón]
Salud mental
en tiempos
difíciles.
Toca tiempo ahora de escribir…
acerca de aquello que ocurre en la vida interior de las personas y ya no El hombre de nuestro
tanto, acerca de aquello que acontece al exterior de las mismas. tiempo, vive volcado… en
La persona es en si misma, un universo inconmensurable de dar respuesta a todas las
percepciones, sensaciones, emociones y sentimientos, mismos que con situaciones que le exige la
mucha frecuencia nos resulta casi imposible captar, percibir y mucho vida ordinaria.
menos entender.
Los procesos mentales humanos son de tal complejidad, que cualquier
intento de comprenderlos resulta limitado. Los psico-dinamismos
humanos involucran la naturaleza neurobioquímica y neurobiofísica de
la persona, además del impacto que sobre estos puedan tener las
condiciones medio-ambientales, económicas y socio-culturales.
Así, el ser humano es capaz de pasar por toda una diversidad de
estados anímicos durante un mismo día y en ocasiones aún en el
transcurso de lapsos menores.
El hombre de nuestro tiempo, vive volcado cabe lo otro, lanzado
hacia el exterior en un desesperado intento de dar respuesta y
solución a todas las situaciones y demandas que le exige la vida
ordinaria. No obstante, la voz que resuena en el interior debe ser
atendida y debe ser escuchada, porque de no hacerlo, de pronto y
cuando menos lo espere, la persona se verá inmersa y sumergida en
una mar de confusión y podrá sentirse extraviada.
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La persona ha sido creada para Es en la interioridad del sujeto
vivir en relación y para en donde reside la verdadera
comunicarse, su naturaleza libertad.
toda le exige vivir en contacto
Al estar volcados hacia el
con los demás y estar siempre
exterior, al permanecer todo el
atenta a todo aquello que
tiempo centrados en la ingente
ocurre en su interior. Es ahí, en
necesidad de satisfacer las
la interioridad del sujeto en
demandas materiales que nos
donde éste será capaz de
exige la vida hoy día, la psique
encontrar las respuestas a los
se va gastando, el sistema
grandes cuestionamientos de
nervioso va venciéndose y el
su vida y es ahí, justamente
cuerpo tiende a somatizar.
ahí, en donde reside la única
condición de posibilidad, de
encontrar la paz y la serenidad.
Este cambio de época, nos ha hecho cambiar de estilo de vida. Ahora, pasamos
largos periodos vinculadas al trabajo y el desarrollo profesional.
Todas las personas tenemos algún órgano o sistema que resulta ser más vulnerable de ser afectado por
la tensión excesiva que se almacena por periodos prolongados. Así, en algunas personas el sistema
nervioso será el que resienta con mayor intensidad los embates de la vida, en otras será el aparato
circulatorio, en otras el sistema renal etcétera.
La vida suele traer su buena dosis de gozo, de dolor, de angustia, de tristeza y también de paz y
serenidad. Sin embargo, estas últimas dos condiciones de vida suelen ser siempre el resultado del
esfuerzo y la constancia en el ejercicio de actividades físicas, mentales y espirituales que posibiliten el
mantenimiento del equilibrio en el desarrollo de todas las áreas de la vida de la persona.
Sabemos que hoy día, la angustia y la depresión se han convertido en un binomio casi indisoluble, es
como si ambas condiciones fueran signos distintivos de nuestra época. Ambos trastornos obedecen a la
presencia de una serie de circunstancias que resultan ser complementarias entre si.
Este cambio de época, nos ha situado ante la necesidad de cambiar de estilo de vida. Ahora, nuestros
hogares están muy distantes de nuestros centros de trabajo y por tal motivo, las personas nos vemos
obligadas a pasar largos periodos de nuestra existencia vinculadas casi única y exclusivamente al
desarrollo laboral y profesional. Así, el tiempo para cultivar la vida de relación fuera del ámbito de
trabajo se reduce a su mínima expresión, de tal manera que al final del día el sujeto se siente, se vive
aislado del mundo—se siente, se vive y se sabe solo.
La vida familiar no ha escapado al influjo de la nueva era, hoy día es muy difícil hacer que los miembros
de una familia puedan coincidir durante las horas de las comidas y aún por la noche, la posibilidad de
poder disponer de un espacio para promover la sana interacción entre sus miembros es cada vez
menos frecuente.
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La vida de relación entre los amigos y grupos de pares se ha vuelto
complicada y sofisticada, toda vez que ahora es mucho menor el
tiempo que las personas pasan en un ejercicio de convivencia
personal de mayor intimidad, que aquel que pasan “conectados” a
través de las redes sociales de comunicación. No obstante, las
posibilidades de vivir una auténtica relación interpersonal, se
reducen significativamente, o por lo menos cambian de manera
importante al no existir ese necesario encuentro de persona a
persona al cual hacen referencia los filósofos personalistas y los
psicólogos humanistas.
El hombre actual está cada vez más solo, más aislado y más
incomunicado que nunca antes, vivimos en una sociedad que se ha
negado el derecho a ser escuchada, a ser acogida, a ser nutrida
emocionalmente.
En su soledad y para huir de ella, la persona busca refugio en donde
puede y en lo que puede, pero casi siempre fuera de sí misma. No
obstante, es ahí precisamente en la mismidad del ser, en donde radican
las respuestas a sus incesantes preguntas y en donde reside el núcleo
del “self” (del sí mismo).
Ahí, en su más profunda intimidad, la persona se auto-descubre y En su más profunda
se auto-reconoce. Desde ahí es desde donde se sabe—se conoce. intimidad, la persona
Al penetrar en su interioridad, la persona se enfrenta consigo se auto-descubre… Al
misma y se desenmascara—se desnuda. Entonces, toma penetrar en su
conciencia de su finitud, de su falibilidad, de su vulnerabilidad, de interioridad, la persona
su fragilidad y de su sensibilidad, toca pues su entera humanidad. se enfrenta consigo
misma y se
En la intimidad, la persona conoce y reconoce sus miedos, los motivos desenmascara.
más profundos de su angustia y de su pena, las causas y razones de sus Entonces, toma
sentimientos de incompletud, de vacuidad, de falta. Ya no puede auto- conciencia de su
engañarse más, ahí está consigo misma, tal cual con toda su desnudez, finitud, pues toca su
con su equipo genético y su bagaje socio-cultural y cuando puede y la entera humanidad.
tiene, con su personalísima vivencia de la dimensión espiritual. Estamos
de frente al hombre-mujer doliente, pero también al hombre-mujer
capaz de dotar a la vida de un “logos”, de un sentido y de un significado.
Desde ahí, el hombre y la mujer son capaces de resignificar todo
aquello que les ocurre y esto por trágico que sea. Aún la herida
narcisista más profunda adquiere un nuevo significado y un
sentido, cuando la persona es capaz de reconocer el beneficio y la
oportunidad de crecimiento que aquel evento doloroso, que aquel
sueño frustrado, que aquel deseo no cumplido ha traído consigo.
Naturalmente el ser encuentra una enorme dificultad en descubrir
el sentido y la razón última que existen detrás de aquellos eventos
o situaciones dolorosas que le ocurren en su vida. Entre algunas de
las experiencias más dolorosas de las personas están las vivencias
de pérdida, sean éstas grandes o pequeñas, pues siempre que una
persona vive una pérdida, experimenta una sensación de muerte.
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Así, el fin de una relación amorosa o de amistad, la pérdida del trabajo, la pérdida de los bienes
materiales, un cambio de residencia, la muerte de un ser querido, detonan en la persona un profundo
sentimiento de angustia de separación y una vivencia de abandono.
La experiencia de pérdida, obliga a la persona a reorganizarse, a rehacerse, a reinventarse y eso toma
tiempo. Es decir; la persona vive un proceso de duelo, mismo que será más o menos intenso en virtud,
de la fuerza del vínculo afectivo que ésta haya tenido para con aquello que ha perdido.
Cuando el proceso de duelo ha pasado, cuando la persona se ha reorganizado y ha sido capaz de
ajustarse a su nueva realidad, ésta es capaz de descubrir la enorme oportunidad de crecimiento y
desarrollo que le ha aportado aquella experiencia de vida que en su momento parecía resultar
insoportable.
Toda pérdida, toda experiencia de muerte nos prepara para estar abiertos a la enorme posibilidad de
descubrir y dejarnos sorprender por la vida. Esa amistad que se ha terminado, ese grupo de amigos que
se ha disuelto, ese ser amado que ha muerto, esos bienes materiales que se han perdido, ese amor que
ha llegado a su fin, esa cesantía laboral que se ha vivido, nunca ocurren a destiempo, pues a toda
puerta que se cierra, suelen abrirse muchas más que sin duda, habrán de conducir a la persona hacia
mayores posibilidades de auto-realización y desarrollo.
De frente a las experiencias culminantes de la vida, el ser se desenmascara ante si mismo, se enfrenta
cara a cara con su “self” y se ve obligado a sincerarse. El peso de la realidad le ha golpeado y no le
queda más sino asumirse como lo que él—ella es sin artificio y sin ficción alguna, sin espejismos y sin
fantasías y es justamente desde ahí, desde el polvo en el que se ha caído, desde donde la persona se
levanta para vivir una existencia más auténtica, más plena y más feliz.
Maestra, Leonor Domínguez Valdés.
Catedrática de la Universidad Iberoamericana
Torreón