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Lectio brevis 2010 la responsabilidad social y los tiempos difíciles
1. Universidad, responsabilidad social y los tiempos difíciles
Querida comunidad de la Universidad Iberoamericana Torreón:
Saludo con alegría a todas y todos ustedes en el inicio de un nuevo
ciclo escolar. Saludo y doy la bienvenida a esta casa de estudios a
quienes hoy se integran a nuestra comunidad, tanto estudiantes como
personal académico. Hago votos para que su estancia aquí resulte
una experiencia que marque positivamente su vida.
Si en una palabra tuviéramos que dar cuenta del contexto social actual
esta sería dificultad. Convivimos en tiempos adversos, pues nos ha
tocado, como a todos los seres humanos de todos las épocas vivir en
tiempos difíciles, tal como escribió Shakespeare. Pero si esta
aseveración es cierta, entonces las dificultades no tendrían por qué
caracterizar a nuestra época sino, por el contrario, habría que glosar
las estrategias con las cuales se afrontan los retos y se construyen
escenarios de convivencia distintos, más justos y, definitivamente, más
humanizados.
No se dice nada nuevo si se afirma que la educación es la estrategia
privilegiada para orientar el desarrollo de las sociedades, hacia
estadios de mayor equidad y de convivencia más humanizada. Lo
importante, más allá de la estrategia general, en este caso la
educación, es el modo de concebirla y de hacerla operativa.
En este sentido, quiero reflexionar con ustedes algunos de los
aspectos del plan de estudios que compendia la pedagogía ignaciana
2. y que conocemos como la Ratio studiorum y que me parece que son
convenientes traer a nuestro presente, pues arrojan luz en el camino a
seguir, para concretar un modelo educativo pertinente para nuestra
época.
A punto de concluir el siglo XVI, y con ya decenas de años de
experiencia de trabajo educativo en aquella centuria de reformas en el
mundo de occidente, la Compañía de Jesús publica un documento que
compendiaba la experiencia, las directrices y el sentido que la
educación debería tener en los colegios jesuitas. En 1599, la Ratio
studiorum surge como una respuesta sistematizada e innovadora a la
demanda generaliza de educación en Europa y paulatinamente en los
lugares a donde fue desarrollando su trabajo misional la Orden
fundada por san Ignacio de Loyola.
Gran parte de ese texto está conformado por un conjunto de reglas
que más bien podemos hoy entender como directrices pedagógicas,
cuya intención principal es la de lograr que a través de la educación,
las almas, por usar una expresión de ese tiempo, se abrieran a la
experiencia plena del encuentro con su Creador.
Como ayer, hoy la tarea educativa al modo ignaciano pretende lo
mismo. En el apartado de reglas destinadas a los alumnos no jesuitas
de los colegios, se establece que los estudiantes habrán de tener un
comportamiento y realizar acciones que muestren que se busca tanto
el desarrollo del conocimiento como el de las virtudes; tanto la
integridad como la adquisición de letras.
3. Un lenguaje más cercano a nosotros podría decir que se trata, para el
caso de las universidades jesuitas, que los estudiantes busquen el
desarrollo de talentos profesionales marcados por un compromiso con
la familia humana. Esa es la orientación central y núcleo de toda
organización educativa confiada a la Compañía de Jesús.
Hoy, un modo práctico para concretar esta intención pedagógica
podemos encontrarla en el compromiso social de estudiantes y
egresados, pero también del resto de la comunidad educativa. Un
compromiso que surja como respuesta entrañable a los retos del
entorno y las necesidades de humanización.
Podemos encontrar en la responsabilidad social, entendida esta como
una respuesta ética, producto de una conciencia de pertenencia a la
familia humana, orientaciones prácticas al desarrollo de las virtudes,
de aquellos que conformamos las comunidades educativas
ignacianas.
La expansión que la responsabilidad social ha tenido en nuestros días,
tiene un origen que es preciso recordar para evitar un abuso del
término, o una utilización que lejos de convertirse en respuesta ética
genuina, sea simplemente un modo de cuidar una imagen.
Las profundas huellas degradantes en el medio ambiente producto de
las actividades industriales y económicas, en general motivaron la
conciencia de afectación generalizada a la familia humana, en caso de
mantener ese modelo de producir los bienes destinados al bienestar
de las personas. Ese aspecto quiero enfatizarlo, el daño generado al
medio ambiente no solo es una afectación parcial sino que tiene
4. consecuencias en la calidad de vida actual, pero sin duda de las
generaciones por venir. De allí que el tema del cuidado del medio
ambiente esté vinculado al origen de la responsabilidad social
particularmente en el ámbito empresarial.
Por eso resulta pertinente hacer mención que el modelo de empresa
socialmente responsable, no es lo mismo que filantropía o compromiso
social del empresario. Son cosas distintas la responsabilidad social
empresarial o corporativa, y la del empresario. Tanto en la empresa
como en otras organizaciones, la responsabilidad social es un enfoque
de organización, es un modo de ser más que solamente un modo de
hacer.
Al tratarse de un modo de ser, la responsabilidad social incluye
acciones sin las cuales difícilmente podría calificarse el compromiso de
una empresa como tal.
Una primera característica de este tipo de responsabilidad es aquella
de la que ya hice una primera mención: ser y actuar responsablemente
hoy implica acciones de cuidado del medio ambiente. Digámoslo de
otra manera, una organización o una empresa que se concibe como
socialmente responsable, ha de desarrollar una conciencia ecológica
corporativa que se pueda medir, probar, testimoniar.
Esto significa que no solamente habría que realizar campañas
parciales de protección ambiental, sino que la organización toda
implique en sus procesos un cuidado ambiental medible por ahorros
energéticos, uso y reuso sustentable del agua, y lo mismo con
5. materiales que bien pueden reciclarse o bien sustituirse por otros cuya
huella ecológica no se sea dañina.
Un segundo elemento asociado al tema de la responsabilidad social y
que podemos desprender de la reflexión anterior, es que se trata de un
modo de ser corporativo, lo que significa que quienes forman parte de
una organización comparten un modo de ser y actuar. No se trata de
una suma de voluntades o buenas prácticas sino que
institucionalmente sea un sello distintivo de la organización. Me inclino
a pensar que el todo es, en efecto, más que la suma de sus partes. Y
la responsabilidad social en una organización es más que la suma de
las buenas acciones de cada uno de sus miembros. Repito: es un
modo de enfocar procesos y tareas, metas y acciones.
Por eso, en las organizaciones actuar responsablemente implica crear
condiciones de desarrollo personal en sus integrantes. Es evidente
que no significa ausencia de conflictos, pero sí un compromiso por
abordarlos y encauzarlos y, sobre todo, disposición para obtener
metas comunes a través de acciones asentadas en valores
compartidos.
Un tercer elemento de la responsabilidad social es la inclusión que
implica la no discriminación. Es larga la lista de condiciones que han
generado y, lamentablemente muchas aún generan, situaciones de
discriminación. Pero el principio que sustenta a la no discriminación
es, de fondo, la certeza de compartir una misma condición humana.
Esa conciencia es la raíz de toda ética posible.
6. Un cuarto elemento característico de la responsabilidad social es la
vinculación para el desarrollo comunitario. Lo que supone una
conciencia de compartir espacios, no solamente acaer en ellos. Así
como los seres humanos convivimos y no solo vivimos, las
organizaciones compartimos espacios y no solo los ocupamos. Ello
implica entonces que no se debe eludir el compromiso con el
desarrollo de las comunidades.
Hasta aquí, podemos resumir lo anterior del siguiente modo: la
responsabilidad social descansa sobre el desarrollo de una conciencia
ecológica, de condición humana, de modos de ser y actuar y una
conciencia de compartir espacios. Podríamos decir que estas cuatro
se sintetizarían en la conciencia de ser humanos en convivencia
históricamente situados.
Precisamente esto último es lo que propongo como versión
actualizada de la virtud a desarrollar en los estudiantes de las
instituciones educativas ignacianas. De tal manera que el estudiante y
futuro profesionista sea una persona cuyo modo de proceder responda
a su entorno, derivando sus acciones de la conciencia de ser humano,
que no se puede pensar sin compromisos claros con el medio
ambiente, la generación de comunidades, la inclusión y el desarrollo
comunitario.
Debe quedar claro que tampoco habrá profesionistas socialmente
responsables, si el desarrollo de talentos profesionales queda trunco o
se caracterice por lagunas que impidan afrontar con pericia los retos
de la realidad.
7. De ahí la pertinencia, la vigente actualidad de ese principio de la Ratio
Studiorum respecto a los alumnos de las instituciones ignacianas: se
debe desarrollar indistintamente y siempre de la mano el conocimiento
y el compromiso con la familia humana, el desarrollo de habilidades
profesionales y la responsabilidad social. Lo anterior, en dos palabras,
fue resumido al modo ignaciano en virtudes y letras.
Regreso al principio de esta breve reflexión: compartimos tiempos
difíciles con retos muy particulares. Esa particularidad nos obliga a que
toda práctica en nuestras instituciones educativas ha de estar
orientada al desarrollo de habilidades profesionales que generen
capacidades de solución.
La responsabilidad social ha de ser una característica propia de la
institución universitaria y por tanto de su comunidad. El alumno, la
alumna de la universidad ignaciana no es tal si no desarrolla sus
talentos profesionales y la interiorización de nuevos conocimientos a la
par que enriquece su conciencia de ser parte de la familia humana.
Lo que ahora pongamos en práctica tendrá sus efectos más visibles
en el mediano y largo plazo. De modo que si visualizamos un planeta
equilibrado ambientalmente y comunidades inclusivas y equitativas
nuestra tarea hoy es la misma que ayer: formar mujeres y hombres de
conocimiento y virtudes, eso es un modo de ser socialmente
responsables.
Muchas gracias.
Ing. Héctor Acuña Nogueira, SJ