(dic.2014) Los sabios de la antigüedad lo dijeron de manera contundente. Sus palabras fueron olvidadas. Diversos filósofos y pensadores a lo largo de la historia lo repitieron de mil maneras. Sus postulados fueron tomados como interesantes teorías. Los científicos de hoy están demostrando, uno a uno, cada quien desde su trinchera, que no con conceptos, sino realidades contundentes.
Tal es el caso de Jon Kabat-Zinn, profesor emérito de medicina, fundador y director de la Clínica para Reducción del Estrés y del Centro para la Atención Plena (Mindfulness) en la Medicina, el Cuidado de Salud, y la Sociedad en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts. Sus prácticas de Zen, yoga y budismo lo llevaron a integrar partes de esas enseñanzas con las de la ciencia occidental.
Su trabajo de investigación y desarrollo se ha enfocado en las interacciones mente-cuerpo para la salud y en las aplicaciones clínicas del entrenamiento en meditación de atención plena (mindfulness meditation) para personas con dolor crónico y problemas
o trastornos relacionados con el estrés. Es hora de tomar acción.
Producción original: Carlos Rangel
2. Jon Kabat-Zinn, profesor emérito de medicina, fundador y director de
la Clínica para Reducción del Estrés y del Centro para la Atención
Plena (Mindfulness) en la Medicina, el Cuidado de Salud, y la Sociedad
en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts.
Sus prácticas de Zen, yoga y estudios con diversos maestros budistas
lo llevaron a integrar partes de esas enseñanzas con las de la ciencia
occidental.
Su trabajo de investigación y desarrollo desde 1979 se ha enfocado
en las interacciones mente-cuerpo para la salud y en las aplicaciones
clínicas del entrenamiento en meditación
de atención plena (mindfulness meditation)
para personas con dolor crónico y problemas
o trastornos relacionados con el estrés.
Ha escrito varios libros sobre el tema y es un
activo conferenciante para la difusión de
la atención plena.
3. Soy optimista porque creo que los seres humanos realmente son
capaces de lograr la transformación.
En un sentido, de eso se trata nuestra especie. Incluso, nuestros
cerebros, y lo sabemos por la neurociencia, son extremadamente
plásticos.
4. Mientras más desarrollamos
aspectos de nuestra
experiencia que tengan que
ver con el amor, bondad,
pasión, y sabiduría, más
cambia el cerebro.
5. Cuando hablo de cambio, no hablo de tratar de cambiar, estoy
hablando de cambiar SIN tratar de cambiar, a través de no tratar de
cambiar.
Con sólo estar en el momento presente y permitir que las cosas sean
como son.
El cambio pasa todo el
tiempo, en todos
nuestros niveles, sean
físicos o psicológicos,
entonces, no hay que
forzarse a ser distinto o
mejor.
6. Así como digo, somos perfectos tal como somos, no tenemos que
cambiar.
Lo que tenemos que hacer es darnos cuenta de lo que somos.
Y eso es mucho más grande que lo que pensamos.
7. La meditación no tiene por qué tomar tiempo.
Es estar en el momento presente, no significa estar en el suelo por una
hora, aun cuando eso puede ser muy valioso.
La verdadera meditación es cómo estás en relación con tu vida en
cada momento.
8. Es un camino para prestar
atención al momento presente,
sin juicios.
Es pura conciencia.
Y ya lo tenemos dentro de
nosotros, sólo debes permitirle
que ocurra.
Puedes hacerlo cuando caminas
por la calle o manejas tu auto, o
cuando les dices buenos días a
tus hijos, o preparas el desayuno,
o estás en el trabajo...
9. Es estar ahí, mirando, escuchando, saboreando, tocando. Y
preguntándote, ¿estoy escuchando en este momento o no?
Entonces estás abierto a lo que hay en ese momento para ser visto,
oído, tocado.
10. Para mí, uno de los valores más importantes es hacer el menor daño
posible.
Si no puedes hacer el bien, al
menos haz el menor daño
posible.
Y para eso, debes estar
consciente de cuánto daño
realmente puedes estar
haciendo; por ejemplo, por lo
sarcástico del tono de voz o la
conducta que sea, estar
consciente de eso.
11. La otra sería la bondad. Y es algo que puedes cultivar, porque es un
valor tanto como una destreza.
También la compasión y la autocompasión.
Son cosas que no toman tiempo, sino awareness (conciencia).
12. Y aquí hay otro valor:
Reconocer y aceptar la naturaleza verdadera de cada uno.
En vez de que te gusten algunas personas, y te desagraden otras, y
quedar atrapado en el gusto y el desagrado, estar consciente de eso y
darse cuenta de que todos son seres humanos y quieren ser felices, y
mientras más te identifiques con eso, mejor ser humano puedes ser.
Son destrezas que se pueden cultivar y que crean más conexión.
13. Esto puede sonar muy romántico, pero no lo es. Es muy, muy práctico y
se puede aplicar en todos los aspectos.
Necesitamos mindfulness en negocios, educación, salud. Un alumno
mío que es congresista escribió un libro que se llama Mindfulness en
Política, por ejemplo.
Veo el mindfulness como un
camino común que nos hace
humanos.
Si no recuperamos estos
aspectos de nuestra
humanidad, crearemos
tiempos muy difíciles para los
que aún no han nacido en
este planeta.
14. Por un momento imagina un espacio inconcebiblemente grande,
sin origen, sin final y sin centro. Vacío y, no obstante, lleno materia,
de galaxias compuestas por un número inimaginable de estrellas,
apiñadas y ubicadas a distancias y tiempos inconcebibles en lo que
parecen burbujas, membranas apenas esbozadas en la vacuidad,
que se alejan unas de otras a una velocidad extraordinaria en una
expansión acelerada que parece haberse originado hace 13.700
millones de años, en
un punto sin dimensión
fuera del cual nada
existe, porque nada
hay fuera del universo.
15. Allí está la Tierra, ubicada en esa inconcebible inmensidad de
inimaginable atemporalidad, con condiciones satisfactorias para que
en ella puedan aparecer formas complejas de vida, formada hace
unos 4.000 millones de años en la vecindad del Sol y los demás planetas
de una ligera nube de átomos originada en el horno de una
generación anterior de estrellas en espectaculares explosiones que
consumieron su hidrógeno y acabaron rindiéndose a la implacable
fuerza de atracción de su propia masa a la que llamamos gravedad.
16. Una temprana Tierra sin criatura alguna que poblase sus paisajes, meras
placas tectónicas acomodándose a lo largo de eones, incubando
lentamente el nicho de la vida, en el mar, en la tierra y en el aire,
formas de vida muy simples al principio, seguidas de formas cada vez
más complejas. Y en los últimos millones de años, en lo que,
comparativamente hablando, no son más que unos pocos segundos –
el tiempo que dura un parpadeo en el abismo de la eternidad–, el
despliegue de la vida humana.
17. Maravíllense, por un momento, del florecimiento de la vida en esa
esfera verde, azul, blanca y marrón colgada del vacío, en la
inmensidad y en la oscuridad del espacio. Asómbrense, por unos
instantes, del hecho de que, en algún lugar cercano a la costa de un
enorme continente de roca torturada, flotando sobre un lecho
semilíquido que se asienta sobre un núcleo de hierro fundido, puedan
registrarse por escrito estas frases gracias a una máquina que recibe la
presión de los dedos.
18. Y maravíllense también de que los ojos puedan contemplar el
despliegue de las palabras en una pantalla creada por el ser humano,
palabras que dan forma a las corrientes de energía organizada a la
que llamamos pensamientos y sentimientos que emergen
mágicamente en una mente que, en sí misma, no tiene la menor idea
de cómo ocurre todo y que todo depende, en cierto modo, de un
órgano de kilo y pico encerrado dentro de un cráneo que, según
nuestro limitado criterio,
parece haberse originado
en África hace mucho,
mucho tiempo.
19. Y nosotros estamos preocupados por las facturas, por lo lejos que
llegarán nuestros hijos, por si serán o no felices, por si los demás nos
quieren o nos aceptan, por si conseguiremos el éxito que deseamos,
por si lograremos el amor y la aceptación que tanto anhelamos o por
si la presión de las cosas que todavía nos quedan por hacer nos
dejará suficiente tiempo libre.
Nos preocupamos (dándole,
como el perro que roe un
hueso, vueltas y más vueltas)
por la economía, por nuestro
cuerpo y por nuestra mente,
por el pasado y por el futuro.
20. Nos preocupamos por la enfermedad, por el envejecimiento, por la
pérdida de vista, por la pérdida de audición y por la capacidad de
sentir el suelo que nos sostiene. Nos preocupamos por no tener tiempo,
por necesitar más tiempo, por tener demasiado tiempo, por desear que
las cosas sean diferentes, mejores y más satisfactorias y, más pronto o
más tarde, acabamos preocupándonos también por la muerte.
21. También nos preocupamos por la crueldad y el sinsentido aparente
del mundo en el que vivimos y en el que son muchas las personas que
viven sumidas en la miseria y en la pobreza, despojados de voz hasta
que, mágicamente, la encuentran por sí solos.
22. Nos preocupamos por un mundo
contaminado, con mucha
frecuencia, por la violencia y la
desconfianza de los demás, de
nosotros mismos y del mundo
natural, al que seguimos
explotando como un
subproducto del impulso natural
a construir cosas y a venderlas,
movidos por la ambición de
acaparar el mercado, conseguir
beneficios, labrarnos un porvenir,
ganar a nuestros competidores,
tener más dinero y más cosas y
alcanzar supuestamente,
gracias a todo ello, la felicidad.
23. ¿No les parece que hemos perdido la perspectiva?
¿No creen que nos hemos olvidado de ver y experimentar la totalidad
de nuestra condición como individuos y como especie?
24. ¿No estamos ignorando acaso nuestra pequeñez, nuestra
insignificancia, nuestra absoluta provisionalidad y tratando quizás de
compensar inconscientemente esa pérdida controlando y dominando
la naturaleza en lugar de recordar que todos hemos nacido en ella y
que, en consecuencia, dependemos inconsútilmente de ella?
25. ¿No les parece en suma
que, antes de pasar a la
acción –antes de que se
nos acabe el tiempo de
que disponemos–, valdría la
pena que nos
conociéramos a nosotros
mismos y que
conociésemos también
nuestra auténtica
naturaleza?
26. ¿No les parece que
estamos ignorando
nuestras verdaderas
capacidades y truncando
así el florecimiento de una
verdadera inteligencia en
este extraño universo que
es nuestro hogar y con el
que convendría que nos
familiarizásemos?
27. ¿No les parece que estamos ignorando el milagro de la forma humana,
este conglomerado de átomos originario de las estrellas que es el
cuerpo humano, el regalo de la vida humana y la posibilidad de vivirla
plenamente, y que en lugar de seguir ignorándola, deberíamos
mantener el contacto con nuestra creatividad esencial y con el misterio
de nuestra sensibilidad, de nuestra conciencia, de nuestra presencia,
de nuestra absoluta necesidad de los demás, de nuestra capacidad
de contemplar todo ese espectáculo respetuosamente sobrecogidos
por el conocimiento del universo en el que hemos nacido y que ahora
habitamos?
28. Desde la perspectiva que nos proporciona el universo, desde el punto
de vista de un espacio y de un tiempo infinitos, lo que sucede en este
pequeño planeta carece de importancia.
Pero para nosotros, para quienes estamos aquí –aunque sólo sea
brevemente–, la tiene toda, porque lo que hagamos y aprendamos
aquí se transmitirá a las futuras generaciones.
¿No les parece que ha
llegado ya el momento,
mientras todavía tenemos
la oportunidad, de abrazar
el espectro completo de
nuestras capacidades, el
momento de explorar y
desarrollar nuestra plenitud
como seres humanos?
29. Son muchos los indicios que
parecen apuntar a que, en las
próximas décadas y en los
próximos siglos, nuestra especie
alcanzará un momento crítico de
su evolución.
30. Nuestra precocidad como artífices y pensadores nos ha llevado
a un punto en el que podemos influir en nuestros genes, ampliar
genéticamente nuestra longevidad, cuando no lograr la
inmortalidad, experimentar con interfaces biológicas basadas en el
silicio para almacenar y recuperar información (¿quién rechazaría la
oportunidad, si dispusiera de ella, de actualizar su memoria?), diseñar
máquinas que no tardarán en
“pensar” mejor y más rápido que
nosotros y quizás, en un futuro no
muy distante, crear dispositivos y
autómatas autorreplicantes y
programables tan pequeños que
puedan ser tragados y que se
encarguen de mantener en forma,
molécula a molécula, nuestro
cuerpo.
31. Ante tales eventualidades y muchas otras que, por el momento, nos
resultan inconcebibles, pero que es muy probable que no tarden en
emerger en esta cultura en la que todo lo que concebimos y que
resulta tecnológicamente posible no tarda en materializarse, son muy
pocos los que tienen algo que decir y menos todavía los que creen que
se trata de una buena idea.
32. Los profetas del Antiguo Testamento clamaron contra la inconsciencia
de su pueblo y, si estuvieran vivos hoy en día, no hay duda de que
harían lo mismo contra la inconsciencia de nuestra especie.
Pero se escuchen o no voces por
encima de la necedad irreflexiva,
ya no podemos seguir ignorando
quiénes somos y dónde vivimos, ni
tampoco las consecuencias, tanto
individuales como colectivas, de
nuestras acciones.
33. Quizás haya llegado ya el momento –mientras todavía estamos a
tiempo– de hacer gala del nombre que como especie nos hemos
atribuido, de recuperar nuestra sensibilidad y de restablecer el
contacto con nuestros sentidos.
Son tantas las cosas que se hallan en juego que si desaprovechamos
esta oportunidad, el tiempo de que disponemos será más corto de lo
que pensamos.
34. Lo que está en peligro, en última instancia, es nuestro corazón,
nuestra humanidad, nuestra especie y nuestro mundo.
Para afrontar esa tarea, disponemos del espectro completo
de lo que somos.
Y para ello no hace falta
nada especial, basta,
simplemente, con empezar
a prestar atención y
despertar a las cosas
tal como son.
…Todo lo demás nos vendrá dado por añadidura…