2. Quien no lleve su
cruz detrás de mí,
no puede ser
discípulo mío.
…
El que no renuncia a
todos sus bienes, no
puede ser discípulo
mío.
Lucas 14, 25-33.
3. «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y
a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus
hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío.»
Estas palabras se nos clavan como dardos.
¿Cómo interpretarlas?
4. La familia
No podemos leer la frase
de modo literal.
Dios no desea la ruptura
de las familias ni el
abandono de los
deberes.
Pero, quien dice sí a
Dios, lo convierte en lo
primero en su vida, por
delante de su propia
familia. San Francisco de
Asís
5. Jesús no quiere que
rompamos con nadie.
Solo desea que
seamos capaces de
amar a Dios con todas
nuestras fuerzas,
poniéndolo en el
centro de nuestra
vida.
Que nuestra libertad
sea acorde con la
voluntad de Dios.
Santa Teresa de
Lisieux
6. A veces la familia es un apoyo en la vocación, pero otras
veces lo dificulta. Decir sí a Dios nos puede acarrear
conflictos sociales y familiares porque es un nadar a
contracorriente… Es entonces cuando hay que estar
dispuesto a dejarlo todo por él.
Santa Clara
7. Ignorar a Dios es la gran tragedia del ser humano
A veces olvidamos que todo cuanto tenemos y somos es un
regalo: vivir, respirar, la familia, los amigos, el trabajo, los
bienes de que disfrutamos… Todo es suyo.
8. El mayor obstáculo: uno mismo
Negarse a sí mismo alude al gran impedimento: el ego.
Nos aferramos a nuestras ideas, a nuestros criterios y a
nuestra visión de la realidad. Centrados en nosotros
mismos, nos volvemos narcisistas y reacios a cambiar.
9. Negarse a sí mismo
Significa des-centrarse y volcarse en los demás,
especialmente en los más necesitados de nuestro
amor. Negarse a sí mismo es ocuparse de los otros.
Como dice el Papa Francisco: custodiar a los demás, a
la Creación, a Dios en nosotros.
10. La sabiduría del corazón
La parábola del hombre que calcula antes de construir
nos habla de una inteligencia que va más allá del saber
erudito o abstracto. Es la inteligencia del amor, que nos
permite descubrir la voluntad de Dios.
¿Cómo alcanzar esta sabiduría?
11. Los niños, maestros
Los niños poseen una innata sensibilidad religiosa y una
capacidad maravillosa para captar las verdades
espirituales. Si reciben la educación adecuada, con su
espontánea apertura al trascendente, se convierten en
nuestros maestros.
12. Del intelecto pasamos
a la experiencia.
Del raciocinio a la
vivencia.
Estamos llamados, no
a ser expertos ni
intelectuales, sino a
obtener un “diez” en
el amor, en el
servicio, en la
entrega.