Este documento narra la historia de Naomi Berks, una sargento de policía que cae en coma después de ser baleada mientras cumplía con su deber. En su estado de coma, Naomi experimenta una visión en la que un anciano llamado Alegría la guía a través de un viaje para ayudarla a superar su odio y encontrar la esperanza, lo que eventualmente podría llevarla a despertar de su coma. La historia se divide en 30 capítulos que cubren 13 años en la vida de Naomi en su estado de coma.
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Sinopsis:
En cumplimiento de su deber, Naomi Berks es
herida de bala, lo que le provoca el coma. A partir de
ese acontecimiento su vida se desarrolla en dos
caminos paralelos, que cambiaran por completo de una
manera drástica lo que fuera la dinámica cotidiana de
una guardiana de la ley. Su familia, sus amigos y
compañeros de trabajo sufren junto a ella,
preguntándose si en algún momento despertará de ese
sueño.
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Tabla de Contenidos
Introducción
Año 1. Capítulo 1: Comprensión.
Año 1: Capítulo 2: La Ira.
Año 1: Capítulo 3: El pasado inmediato.
Año 1. Capítulo 4: Esperanza.
Año 1. Capítulo 5: Una visión del más allá.
Año 1 Capítulo 6: Felicidad.
Año 1. Capítulo 7. Días festivos.
Año 2. Capítulo 8: Sufrimiento.
Año 3. Capítulo 9: Niñez.
Año 3. Capítulo 10: Desesperación
Año 3. Capítulo 11: Dudas.
Año 3. Capítulo 12: Naturaleza y Ego
Año 4. Capítulo 13: Liberación absoluta.
Año 4 Capítulo 14: La luz de la esperanza.
Año 5: Capítulo 15: Una segunda oportunidad.
Año 5. Capítulo 16: Un paso adelante.
Año 6 Capítulo 17: Instinto animal.
Año 6: Capítulo 18: Bondad.
Año 7: Capítulo 19: Un brillante año nuevo.
Año 7: Capítulo 20: La investigación avanza.
Año 8: Capítulo 21: Tristeza.
Año 8. Capítulo 22: Engaño.
Año 9. Capítulo 23: El árbol de la vida.
Año 9. Capítulo 24: Verdades ante la luz.
Año 10. Capítulo 25: Un amor juvenil.
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Año 10. Capítulo 26: Adiós para siempre, Anthony.
Año 11. Capítulo 27: Un anhelo imposible de cambiar.
Año 11. Capítulo 28: Nada peor que la traición.
Año 12. Capítulo 29: Los últimos deseos.
Año 12. Capítulo 30: Dudas que se aclaran.
Año 13. Mes 1.
Año 13. Mes 2.
Año 13. Mes 3.
Año 13. Mes 4.
Año 13. Mes 5.
Año 13. Mes 6.
Año 13. Mes 7.
Año 13. Mes 8: Cinco mil días y una noche.
Breve Biografía de Joel Aguilozi.
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Introducción
Afuera, la mañana resplandecía aun cuando el
viento arrastraba los crujientes indicios del otoño, que
se anunciaba prematuro.
Naomi Berks, sargento de policía de la delegación
número cinco de la ciudad de Houston, abrió los ojos
mientras el sol sobre la almohada, abrazaba poco a
poco su cabellera castaña.
Su tesoro más amado, trepó a su cama y la
sorprendió con un beso en la mejilla. La ansiedad de
Henry por comenzar la importante etapa que cambiaría
su vida, no le permitió un segundo más en la paz de su
habitación.
Ese regalo del cielo llegó seis años atrás, y esa
mañana comenzaría su primer día de clase. Los
nervios eran inevitables; en la madre, porque por
primera vez dejaría a su pequeño al cuidado de manos
extrañas, y en el niño, por lo que significaba cursar su
primer año escolar.
Abundaron las recomendaciones, hasta las más
inverosímiles. A pesar de sus pocos años, Henry
comprendió de qué se trataba, y trastocando los
papeles trató de calmar esa ansiedad que también su
mamá estrenaba. El momento del gran cambio había
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tocado a la puerta.
Acompañados por la sinfonía del viento que de a
momentos se enfrentaba con las ventanas bañadas de
sol, desayunaron. La mujer, divorciada desde hacía
casi cuatro años, acompañó a su hijo hasta la puerta de
una nueva experiencia, el colegio, donde lo
prepararían para enfrentar el futuro y ser un hombre de
bien. Lo despidió con un abrazo y un gran beso, y
también una lágrima que retuvo todo lo que pudo.
Caminó tres calles, sumida en un nuevo
pensamiento. Que extraña sensación, dejar al pequeño
Henry en la puerta del establecimiento ¡Cómo había
crecido! El banco que Naomi custodiaba, emplazado
frente a la iglesia de San Agustín, era uno de los más
importantes del lugar. Como hecho curioso sólo había
sufrido un robo en ese año. Tiempo atrás, la brigada
desbarató tres posibles golpes en diferentes bancos.
Misión para la que Naomi fue designada, ya que
además de desempeñarse como sargento de la fuerza,
incursionaba también en el servicio de inteligencia.
Vestida impecablemente con su uniforme, pasó
sus dedos sobre la placa que lucía en la chaqueta gris.
“Sargento Berks”, 2ª División, decía con letras en
relieve. Amaba su profesión desde siempre, pero más
que nada en el mundo, amaba a su hijo.
El sonido de la alarma sorprendió a los distraídos
transeúntes.
Naomi los vio acercarse, eran cinco individuos
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con mascaras de látex y armados. Por instinto,
desenfundó su arma al tiempo que dio la voz de alto.
Los delincuentes hicieron caso omiso; el miedo la
paralizó tan sólo un segundo y disparó. La respuesta
fue un golpe, un fuerte dolor en el abdomen y la niebla
envolviéndola. Antes de desvanecerse por completo,
vio, arriba, una marquesina, y abajo, a sus ejecutores
que se acercaban. No podía gritar ni moverse. El
tiempo se detuvo. Sintió que se elevaba; como si
volara, y rezó. Fuera de toda lógica, dadas las
circunstancias, pensó en el postre que guardaba en la
heladera para sorprender a Henry al regreso de su
primer día de clase.
La presión de un pie apoyado en su pecho,
sumado a la voz de una mujer ordenando – ¡Acaben
con ella! – fue lo que en ese momento escuchó.
No lograba comprender, menos aún, razonar.
Fue fácil –dijo el mal viviente que respondiendo a
la orden recibida, disparó casi a quemarropa sobre la
sargento que yacía indefensa en el suelo con el pecho
teñido de rojo. Ese segundo impacto dolió menos,
pensó.
La sirena de la cruz roja, penetró en sus oídos.
Aun seguía viva. Sintió la “comodidad” de una camilla
en su espalda. El dolor tomó las riendas y la ausencia
quería llevarla a su reino.
“Uno, dos, tres” El shock sacudió su cuerpo.
Luego del segundo choque eléctrico, abrió los ojos.
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Una brillante luz, la cegó. Inmediatamente todo se fue
perdiendo entre una bruma blanda, tranquilizadora, a
la que se entregó sin luchar, liberada del dolor.
El prado rodeado de colinas onduladas, fue lo
primero que vio. Por una fracción de segundo creyó
estar sumergida en un sueño.
– ¿Dónde estoy? –Se preguntó – ¿Acaso he
muerto?
El sonido proveniente de un aparato, que sonaba
rítmicamente al compás de un” tic, tac”, apaciguó
cualquier duda.
De pronto, la figura de un anciano de rostro pálido
y barbas blancas que reposaban sobre sus arrugadas
manos, apareció de entre la niebla, como si flotara.
– ¡Al fin has llegado! – dijo sonriendo.
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Año 1. Capítulo 1: Comprensión.
– ¿Quién eres? –preguntó Naomi, confundida. El
extraño visitante rodeado de un aura blanca, habló.
–Soy aquello que hace feliz a cualquier ser vivo,
soy la expresión de tu corazón ante algo gratificante.
Yo, vivo dentro de ti. Llámame, “Alegría”
– ¿Qué es este lugar? ¡No puedo sentir mis
piernas, ni mi cuerpo! ¿Es acaso el infierno? El
anciano miró hacia la gran colina, y le respondió,
sereno
–Te equivocas, aún conservas tu alma. No es un
sueño, ni tampoco el infierno. Es un estado producido
por tu mente.
Naomi, aún desconcertada, entró en estupor,
cuando comprendió lo que le estaba sucediendo.
– ¿No me digas que esto es…? Como saliendo del
subsuelo, escuchó voces metálicas que se le dificultaba
comprender. Luego llantos, y un grito desconsolado,
un llamado. La voz, era de Henry.
Naomi, no lograba atar los cabos del
razonamiento mientras su conciencia insistía en que se
trataba de un sueño del que sin dudas despertaría muy
pronto.
– ¡Es mi hijo! ¡Puedo oírlo! ¡Me esta llamando!
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¡Necesito despertar ahora! En ese instante recordó lo
sucedido; el momento cúlmine, cuando el último
disparo de aquel hombre enmascarado intentó
conducirla a la muerte. El llanto de Henry; luego los
gritos se fueron alejando como por un túnel. Naomi, se
dejó caer en el vacío, ya sin esperanzas, y allí yacía,
bajo un frondoso tilo en flor, cuando el viejo ser de
luz, se acercó, y apoyándole la mano sobre el hombro,
dijo:
–Deberás recorrer un camino largo y difícil. Te
encontraras con océanos, montañas, peligrosos riscos,
y quizá fuego, pero para que puedas moverte con más
facilidad te daré un par de alas blancas. Tú sabrás en
qué momento usarlas. Estoy aquí para ayudarte, para
que superes esta experiencia dolorosa. Un extenso
camino te espera; si tus esperanzas fueran nulas, yo no
existiría – Si bien el aturdimiento aun llenaba su
cabeza, las palabras del anciano le transmitieron paz y
serenaron su pensamiento.
Naomi se levantó, con la impresión de estar
flotando. Reconoció aquellas zonas montañosas, era el
lugar donde pensaban pasar unos días de descanso con
Henry, durante las vacaciones.
La voz del anciano la sacó de la ensoñación –Para
poder vencer tus temores, debes comprender que no
esta todo perdido. Al ver los ojos del viejo, Naomi vio
en ellos, reflejada la esperanza y una paz profunda.
– ¡Sígueme! Sin pensarlo dos veces, su nuevo
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compañero se lanzó del risco extendiendo sus alas.
Ella, libre de temor, hizo lo mismo, y el calor de la
brisa la envolvió al momento que un par de alas
aparecieron de improviso en su espalda. Ambos
recorrieron aquel mundo formado de viejos y futuros
recuerdos desconocidos.
Sin alertarla, su guía se detuvo sobre un campo de
flores.
Percibió el perfume, era un campo de rosas
blancas, pinceladas por el rojo de las amapolas que
crecían acá y allá. Por breves segundos, creyó ser la
protagonista de una pintura de Van Gogh.
–Estas flores son libres como el viento y puras
como los animales –indicó el anciano – Dime, Naomi
¿A qué le temes? ¿Puedes entender de qué hablo?
–No quisiera pensar en eso por ahora –contestó.
Por momentos le costaba coordinar sus pensamientos.
Mientras, la fragancia de las flores la hechizaba
filtrándose hasta su cerebro.
Trató de manejar la situación y salir por su cuenta
de aquel encanto. – ¡Entonces es verdad! ¡Estoy al
borde la muerte! El viejo sonrió al escucharla; al
menos ahora entendía que estaba al borde de la muerte
y no muerta, como lo creyó al principio.
– ¡Que la muerte llegue dependerá en gran parte
de ti, Naomi!
–He comprendido que estoy en coma.
Seguramente tendida en la cama de un hospital,
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mortificando a mis seres queridos ¿Esperando que?
¿Acaso no es la muerte el único desenlace que me
espera? El aroma de las flores, trajo alivio, ¡pero el
llanto de mi hijo es más de lo que puedo soportar! –
dijo al borde del llanto.
–El despertar de tu conciencia es un largo camino
lleno de pruebas y decisiones que deberás tomar en su
momento. La pregunta es: ¿Estas preparada para
afrontarlo, Naomi? La pregunta la irritó. Además, ¿por
qué ese anciano no entendía que lo único que le
importaba era salir de esa situación y abrazar a su hijo
que sin duda estaría asustado? Presa de angustia, y a
punto de gritar, sin embargo se contuvo tratando de
controlarse. Algo muy fuerte en su interior la
impulsaba a escuchar al anciano.
– ¡Dios sabe que mi deseo más profundo es
despertar y ver a mi hijo en este preciso instante! –
dijo, mirando al cielo, mientras el viento, que
anunciaba tormenta se arremolinó a su alrededor.
–Entonces, primero, deberás saber perdonar. Has
alimentado durante años el odio en tu corazón y eso no
es bueno, sobre todo para ti. Por ese odio has cerrado
la puerta a la felicidad, de la alegría; debo decirte que
represento a la alegría que llevas en tu corazón. Ella se
sorprendió al oír esas palabras que hacían crecer su
esperanza, aunque también sus dudas. ¿Cómo podía
aquel hombre viejo, representar a la alegría?
En esa disyuntiva se encontraba cuando
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reemprendieron el vuelo. Esta vez adentrándose en un
túnel oscuro, hecho de árboles muertos; bajo cuya
sombra encontraron un cementerio. El corazón de
Naomi latía muy rápido como anunciándole lo que
vería. A medida que se acercaba a las lápidas, su
cuerpo se tensaba y sus manos se crisparon al ver la
tumba del Capitán Berks, su abuelo, asesinado a
sangre fría por un par de mafiosos. Se arrodilló,
conmocionada por los recuerdos, lloró sobre la lápida
grabada. Aquella muerte y los acontecimientos que la
rodearon la atormentaban desde pequeña, y ahora
sentía dentro de si, una sensación nueva que no
lograba descifrar.
–Este es mi mayor trauma – dijo en vos baja. El
graznido de los cuervos, tan oscuros que
dificultosamente se distinguían contra la oscuridad del
túnel, llenó su corazón de angustia.
–Esta es una de las pruebas que deberás pasar –
dijo el anciano con voz serena, y agregó enseguida –
Siendo yo uno de tus sentimientos, se que este es un
trauma que jamás lograste superar. ¿Estoy en lo
correcto? Naomi secó sus lágrimas.
– ¡Es verdad! –afirmó.
Como salidos de la nada, una pareja ya madura,
apareció de pronto, llevando consigo un mustio ramo
de flores.
–Ellos son la verdad que puede llevarte al futuro.
El señor y la señora Harrison. En otras palabras, los
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mafiosos que asesinaron a tu abuelo.
Naomi, por segunda vez entró en shock. Los
médicos y las enfermeras trataban de estabilizarla,
consiguiéndolo después de cinco largos minutos.
Desde la ventana del hospital se anunciaba una
tormenta.
Cada experiencia que Naomi viviría en ese mundo
mágico, paralelo al real, repercutía en su cuerpo que
yacía, maltrecho, en la sala del hospital donde
esperaba por el despertar y el reencuentro con su vida
y sus afectos.
Como invisibles animales, los truenos rugían, y
los relámpagos destellaban en los rostros de los
asesinos de su abuelo, sin embargo, en los ojos de la
mujer, se veía crecer el arrepentimiento.
–Hemos recorrido un largo camino para llegar
hasta aquí –dijo. Tuvimos nuestro castigo por mano de
la ley, pero no fue lo peor. Desde que mi marido mató
a tu abuelo, nuestras vidas han sido un calvario
permanente.
Naomi apretó los dientes y cerró los puños con
fuerza, clavándose las uñas en las palmas, hasta sentir
el ardor del odio.
– ¿Y qué esperaban? ¿Una condecoración, por
matar a un hombre bueno, humilde de corazón,
incapaz de lastimar a nadie? ¡Nunca los perdonaré! –
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dijo por lo bajo. ¡Jamás!
–Entonces si esa es tu decisión, te pedimos que
purifiques nuestras almas destruyendo nuestros
recuerdos.
– ¡No soy como ustedes! – dijo Naomi.
La mujer, vieja y maltrecha, suplicó y lloró por el
perdón –No es fácil entender que el ser humano está
expuesto a las tentaciones de un mundo material, pero,
¡que sabio, es saber perdonar!
Entendiendo ahora las palabras que momentos
atrás, pronunciara Alegría, lo miró con los ojos
brillantes de lágrimas y entendió que, despertar y
poder disfrutar de lo que más amaba, dependía de ella.
–Si nos perdonas – dijo el hombre – te aseguro
que tu odio ira aliviando, y aquel trauma que te
persigue desde niña, se extinguirá, para que des el
primer paso en el camino del regreso.
Naomi, vio en el viejo mafioso una mirada de
arrepentimiento sincero. Mientras su llanto mojaba la
tierra de aquel cementerio, recordó que su abuelo le
enseñó algo importante acerca del perdón, cuando era
niña.
“Ante la mirada de Dios, hasta la serpiente más
venosa merece compasión. Si eso es verdad, cualquier
crimen puede ser perdonado ante los ojos del creador y
sus hijos, ya que también ellos tienen ese don.”
Alegría, que aún sonreía, se acercó y dijo.
El viaje puede ser tan largo como tú quieras. Para
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afrontar este dolor debes comprender que cualquier
error merece el perdón, cuando el arrepentimiento es
sincero.
Naomi, pensó y el recuerdo de su abuelo tocó su
corazón ¿Qué ganaría no otorgándole el perdón a
aquellos seres arrepentidos representados en almas? El
mal ya estaba hecho y no podía volver atrás.
Realmente, ella debía perdonarlos, era lo que su
abuelo le enseñó y Alegría le aconsejó.
Se acercó, y al sentir compasión, su alma por
primera vez en muchos años se iluminó, supo que para
recontarse con su hijo, debía hacer que el perdón
floreciera como las rosas blancas y las amapolas que
momentos antes le dieran esa vivificante sensación de
paz. Se acercó más, los miró directamente a los ojos y
dejó escapar las palabras que de inmediato aliviaron su
corazón.
– ¡Los perdono! – Y cientos de ángeles cantaron
alabanzas y encendieron antorchas, iluminando aquella
tenebrosa parcela rodeada de cuervos. Un milagro
sucedió, cuando a medida que veían la luz, los negros
pájaros se transformaban en palomas. Las almas de los
Harrison se iluminaron, y tomados de la mano, con la
mirada puesta en Naomi, ascendieron hacia la
eternidad. Misteriosamente, Alegría rejuveneció al
menos diez años. Naomi abrió sus alas y ambos
sonrieron. Ella había comprendido.
– ¡Has hecho lo correcto!, ahora, tu corazón se ha
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llenado de alivio. El odio y el rencor deterioran el
alma.
Volaron a hacia otro recuerdo, creado por la
ahora, calmada mente de Naomi.
El olor húmedo y acre de un bosque tropical captó
su atención; árboles y flores, era la naturaleza que ella
siempre quiso proteger, que se desarrollaba en verdes
infinitos frente a sus ojos. Sin saber la razón, sintió
una ráfaga de frío, y la vegetación tembló frente a ella,
emitiendo un fuerte y crujiente sonido repetido y
lejano.
La habitación del hospital se sacudió cuando una
fuerte ráfaga de viento cerró de golpe una de las
puertas y los vidrios se esparcieron por doquier.
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Año 1: Capítulo 2: La Ira.
Su sentido del olfato, le recordó la salsa que
preparaba, cuando los domingos cocinaba para su
hijo. El aroma a albahaca y tomate fresco la invadió
con una agradable sensación, pero no podía precisar
si era el mediodía o la hora de la cena.
El aire punzante, enfrió su cuerpo. Recibía los
adelantos de la tormenta que se acercaba. Las
perforaciones de los balazos ardieron.
Alegría caminó con ella adentrándose en el
bosque. Sobre una rustica roca descansaba una mujer,
de ropas blancas de fina seda.
– ¿Quién eres tú? Le preguntó Naomi.
–Me llamo Esmeralda, en el pasado tuve tu
espíritu, he vivido aquí.
– ¿Quieres decir que tu eres?... La mujer sonrió.
–Así es, soy una de tus antecesoras espirituales –
dijo poniéndose de pie –Ven, acompáñame y camina
conmigo. Vamos a dar un paseo.
El bosque, empapado de humedad y calor
sofocante que llamaba a la lluvia, emitía una fragancia
natural propia de las zonas cálidas. –Este lugar es
realmente hermoso ¿no lo crees? – Dijo Esmeralda –y
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agregó de inmediato – Entiendo que quieras despertar,
yo siempre quise hacerlo y nunca pude. Naomi, la
miró, mientras pequeñas gotas brillaban en su
cabellera.
– ¿Por qué nunca has podido despertar?
–Mi conciencia pertenece a muchos años en el
tiempo, en la época del renacimiento. Igual que tú he
temido al destino, y también me acosó la culpa.
– ¿Qué clase de culpa?
–Sufrí el maltrato de mi padre, por lo que,
inadecuadamente educada, cometí muchos crímenes.
He matado, también robado, pero aun así no encontré
mi destino y me rendí ante la muerte.
La lluvia cubrió el bosque. El lodo entorpeció el
paso de las dos mujeres, que se refugiaron bajo un
inmenso abedul. Descansaron; en lo alto, las ramas,
parecían acompañar con su mecer los lamentos de
esmeralda, que siguió hablando –De alguna u otra
manera estamos conectadas. Has sufrido maltratos en
el pasado, pero debes saber que si quieres despertar,
tendrás que aprender a ser como la naturaleza, pura y
libre como el viento. Siempre y a pesar de los
tropiezos, no negarte a aceptar que nunca es tarde para
nada que quieras hacer. Ten paciencia; si crees en ti
misma el despertar llegará, sin importar el tiempo que
te lleve, no te rindas nunca a un destino fatídico como
lo hice yo; convéncete que luego de una fuerte
tormenta, el arco iris se hace presente en algún lugar
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de tu alma, y la luz del sol te abraza para demostrarte
que nunca es tarde para volver a empezar.
La tremenda tempestad cesó. Sin que ellas lo
notaran, el bosque cobró vida con un bello amanecer,
Esmeralda sonrió, y sin mediar despedida,
simplemente desapareció.
Cuando Naomi dirigió su mirada hacia Alegría,
vio que había rejuvenecido aun más y su forma se fue
borrando; sin embargo, antes de desaparecer por
completo evaporado en el aire, dijo:
–Un largo camino te espera. Recuerda lo que has
aprendido y trata de mantenerme con vida y no
dejarme envejecer – dijo – ¡estoy seguro de que nos
volveremos a ver!
No sabía si lo sucedido era producto de un sueño
o deliraba; sin embargo esa sensación de alivio era
real.
Poco a poco le parecía notar que cuando su mente
la llevaba a viajar por el extraño mundo de su
inconciencia, se producía un tire y afloje entre su
realidad y sus “sueños” por llamarlos de algún modo.
Era como una batalla en la que ella no intervenía, sino
que se dejaba llevar por esos caminos tan mágicos y al
mismo tiempo tan vívidos.
Podía sentir la frescura de la almohada en su
mejilla y el aroma a limpio se introdujo por su nariz
que lo recibió con placer. Notó que ya no estaba de
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espaldas en la cama; seguramente la voltearon de
lado, para que su pobre anatomía descansara de estar
siempre en la misma posición. Una voz desconocida la
inquietó, y supo que su compañera de cuarto era
Daiana, que recién ingresaba y que su condición era
la misma que la de ella.
Sus pensamientos naturales se destruyeron,
tornándose en esa atmósfera tenebrosa que la
transportó a una situación en la que jamás pensó
encontrarse.
¡Una guerra! En la que fue testigo de las
explosiones, el fuego, el aterrador sonido de las
ametralladoras y la muerte sucediendo a cada segundo.
De pronto, la voz de una mujer la llamaba con
desesperación. Y sin que pudiera acercarse, la vio caer,
con la cabeza atravesada por un proyectil. Sentía la
terrible impresión que provoca el miedo, cuando es
más fuerte que todo razonamiento.
Se acurrucó dentro de una trinchera, tratando que
ese miedo no la condujera a la locura. No lograba
entender su presencia en ese lugar. A través del humo
que provocaban los proyectiles, otra mujer, alta, fuerte
y esbelta, cruzaba imponente por entre los soldados.
Repentinamente todo el entorno adquirió otra
dimensión. Las explosiones se congelaban en el aire y
los movimientos se veían como en cámara lenta,
asemejándose a los efectos especiales en una película
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de acción. La extraña mujer habló, apretando los
puños y mirándola directamente a los ojos.
–Me conocen por el impulso de los corazones que
agobiados por el dolor, a veces buscan la venganza y
hacer justicia por mano propia. ¡Soy la ira! – afirmó la
mujer. La fuerza y la convicción con que se expresó,
no dejaron duda en Naomi, y de inmediato se puso de
pie con fuerza renovada y el despertar de un instinto
desconocido.
El escenario de la guerra volvió. Ese recuerdo era
el deseo reprimido que latió en Naomi desde niña;
defender como soldado la tierra que la vio crecer. Aún
cuando sus causas no fueran las mismas que las de
aquellos que fomentan las guerras entre los pueblos
con el fin de hacerse del poder.
Siguió avanzando, hipnotizada por un instinto
asesino, dispuesta a despojar al enemigo del derecho
de la vida. Se dio cuenta que no podía comunicarse
con otros sentimientos. La ira estaba presente en su
cerebro.
–Dime ¿Es verdad que quieres despertar?–
preguntó la mujer
–Es verdad –Contestó ella.
– ¿Te parece que tu anhelo es correcto? ¿Acaso
crees que el mundo es color de rosa? Lo que estas
viendo, esa masacre de vidas puede ser una desgracia
para la mayoría, aunque para otros tiene un fin
altamente redituable.
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Naomi, tuvo la sensación de que dos fuerzas
poderosas pugnaban por ella. Un nefasto pensamiento
la invadió con una pregunta punzante “¿Qué objeto
tiene despertar en un mundo tan cruel?” Intentó
desecharlo, mientras la ira sonreía anticipando la
respuesta.
– ¡Nadie puede comprar su destino!, creíste que tu
hijo crecería en un mundo bueno, pero ¿Qué te hace
pensar que eso sea verdad?
Naomi, bajó la cabeza. Ese sentimiento,
potenciado, le daba la razón ¿Qué objeto tenía
despertar?
Cuando las explosiones cesaron, corrió por el
campo de batalla donde sobre los cuerpos inertes
yacían flores encendidas y las cenizas en pena lloraban
a los muertos. El mundo es cruel.
Perdió toda esperanza cuando el sonido de
aviones alertó su desesperación.
En el hospital, la llevaron hasta la sala donde le
practicarían una resonancia.
Quiso socorrer de alguna forma a algunos y
caminó por entre cuerpos heridos y almas condenadas
que suplicaban ayuda para encontrar la paz. Sus vidas,
representadas en pequeños copos, intentaban juntarse,
ellos creían en la fuerza que da la unión de los ideales,
que para ellos se habían perdido definitivamente
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aunque siguieran buscándolo.
Llegó hasta una colina donde la pesadilla
desapareció. Recorrió un espacio formado por un
cilindro energético y de pronto se encontró en el medio
de una avenida, que reconoció, aunque lucía antigua,
como si hubiese viajado años atrás en el tiempo.
La fuente de la plaza principal parecía llorar de
tristeza al ver las calles destruidas. Centenares de
indigentes, sucios y hambrientos dormían en el suelo a
un costado de los comercios, y se cubrían del intenso
frío, con cartones y papeles
La ira aún más imponente, ante los triunfos que
iba marcando puntos a su favor, se desplegó en luces y
hablo para convencerla.
¡Las guerras dejan el mundo en ruinas! Y a nadie
le importa que muchas personas padezcan hambre y
otras necesidades que los conducen a denigrarse y
corromperse. Es solo el reflejo de lo que merecen.
Naomi pedía que alguien acudiera. Nadie la
escuchaba. Le ardía el brazo izquierdo. En la realidad
del hospital, un día nuevo, en pleno otoño, asomaba.
Aquella quemazón era producto de su imaginación, tal
vez. El ardor fue disminuyendo. Alguien manipulaba
su brazo, aunque con suma delicadeza. La causa, una
filtración de suero rápidamente atendida.
Caminó sin rumbo. Dos sentimientos
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atormentaban su pensamiento. Primero sintió odio,
pero lo desechó de inmediato y lo transformó en
compasión.
– ¡Aguarda un momento! –dijo la ira al sentir que
perdía terreno ¿Por qué sientes compasión?, ese es un
reflejo de la estupidez humana, debes odiarlos ¿Qué
ganas con sentir lástima?
–Aunque sé que tienes razón, hay gente que aún
hace la diferencia. Creo que pronto seremos más que
unos cuantos. La ira, atónita ante la respuesta, sintió
que su figura perdía fuerza y se hacía más delgada y
tenue, y contestó:
– ¿De verdad crees que si despiertas será para
bien? ¿Y si te lleva años? Sabes que tu hijo crecerá
¿Qué sentido tendrá volver cuando te has perdido de lo
mejor?
Las palabras de ese ser nefasto, llenaron de
desasosiego su corazón. Aquel miedo reprimido, se
hacía realidad. Probablemente decía la verdad, sin
embargo estaba dispuesta a no creerle, y le dio la
espalda.
Se internó por los pasillos del metro, donde
encontró más desgracia, en los indigentes y en los que
los ignoraban. Se sentó en un banco desde donde
observaba el paso del tren cada cinco minutos. Otra
vez dudó sobre su objetivo, despertar.
–Dime, ¿Por qué no te rindes a tu única salvación?
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preguntó la ira, quien atenta a la oportunidad más
pequeña nuevamente la acosaba.
– ¿Y cuál es? Preguntó con tristeza.
–La serenidad que te abrasará cuando la muerte
por fin te libere y sea tu compañera. No quería seguir
escuchándola. Se levantó, y pensando en su hijo
desechó nuevamente la idea de morir. Luego les dejó
unas monedas a varios que aún, creían en la esperanza.
Sin meditarlo, subió al tren, y mientras la maquina
avanzaba, aparecían en el recuerdo fragmentos de su
niñez.
Al salir a la calle, una gran tormenta se había
formado. Siempre le gustaron las tormentas. Pensó
contemplar el panorama de los rayos. Nada temía. Se
acomodó en un banco de madera al costado de un
árbol de hojas doradas. El cielo, poco a poco se
coloreaba de negros y grises y alertó a los habitantes
que corrían para escapar de la lluvia; extrañamente, el
canto de los pájaros la acompañó, el tenebroso
panorama tampoco les infundía temor.
– ¿Crees que no tengo razón?– volvió a hablar
“La ira” con apenas un hilo de voz y ya casi invisible.
La tormenta se disipó muy rápido y el cielo brilló
diáfano. El mañana aún conservaba esperanza, y como
Esmeralda le enseñó, no era tarde para volver a
empezar. Su corazón latía pausado pero firme. La ira
se marchó derrotada.
Se sintió tan bien, que cuando el sol la abrazó,
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cayó en un sueño placentero, del que despertó
renovada, tranquila, con una serenidad cómoda y
blanda. Descubrió que la ciudad había desaparecido.
Frente a sus ojos, un desierto de arena ardiente brillaba
bajo el sol.
A lo lejos divisó una iglesia. ¡Qué extraño! ¡Una
iglesia en el medio de la nada! Avanzó cautelosa; los
pies le ardían, la temperatura sofocante casi le impedía
respirar. Entró a la casa de Cristo, creencia que hasta
ahora había ignorado.
El templo no era muy grande, pero su estilo
gótico, con gruesas columnas sosteniendo la nave, era
de una belleza sin igual. Antes de llegar a las escaleras
que conducían al altar mayor, bajo una fuente, una
cruz, sólo la madera, sin la imagen del Cristo. Por
primera vez en su vida sintió la necesidad de
arrodillarse y bajar la cabeza en acto de constricción.
Se sintió invadida de luz y sus ojos se llenaron de
lágrimas. Rezó y suplicó perdón por sus pecados.
De pronto una presencia rondó el entorno y la voz,
inconfundible, entró al lugar.
Henry, rezaba por la vida de su madre quien yacía
inmóvil en el lecho.
Naomi, al sentir su presencia, y no poder
abrazarlo, lloró con desesperación, más él no escuchó
su llanto, ni logró ver el casi imperceptible brillo que
se dibujó en el párpado inferior de los ojos de su
28. 28
madre. El niño, se despidió con un beso, Naomi sintió
el amor de su hijo llenándole el alma, y no dudó;
quería despertar.
Nuevamente todo se disipó, transformando el
desierto y la iglesia en una escalera que descendía a un
abismo. No tuvo miedo. Bajó con precaución.
Mientras avanzaba, una gran pantalla, mostraba los
momentos más felices de su vida. Su cara se iluminó
con una sonrisa.
Llegó a un gran espacio apenas alumbrado Debajo
del único foco, un hombre con un bastón. Era su
abuelo, recuerdo latente de su orgullo.
– ¡Abuelo! – invadida de emoción y al borde del
llanto.
–Te esperaba –contesto él sonriendo. Lo estás
haciendo bien mi niña, no podía esperar menos de ti.
Naomi intentó tocarlo, pero sus manos traspasaban el
cuerpo inconsistente del anciano.
–Toda esta en ti, mi pequeña. Recuerda lo que tus
antepasados te enseñaron. La verdad puede ser
dolorosa. Actúa con sabiduría y sentido común. Ella
lloró, con lágrimas claras y transparentes como las
palabras de su abuelo. Se sentó a su lado hasta que la
luz se desvaneció y la imagen del anciano se fue
deshaciendo en la oscuridad. Por primera vez intentó
una plegaria.
De repente la penumbra se esfumó. Se encontró
29. 29
en un viejo pueblo. Las casas hechas de madera
rústica, por poco eran arrastradas por la fuerte
ventisca. Busco refugio bajo el alero de una vivienda.
Contra el poniente, divisó a una niña.
– ¡Mamá! –dijo la pequeña de rizos dorados.
– ¿Cómo? ¡No soy tu mamá! –Dijo Naomi.
– ¿Acaso no me recuerdas? Soy Juliana, tu hija,
dijo con una sonrisa que le recordó a Henry.
Enseguida, un hombre jineteando un elegante caballo,
apareció desde la nada; llevaba sombrero de cuero y
traje negro.
–Sube, Naomi. Vamos a dar un paseo.
Naomi, se dio cuenta que estaba inmersa en un
sueño, donde aquel sujeto, muy buen mozo por cierto,
aparentemente era su marido. No se sintió molesta, por
el contrario disfrutó de esa situación. Además entendió
que, siendo un sueño, nada malo podría pasarle.
Recorrieron los campos, hasta que se detuvieron a la
orilla de un trigal.
– ¿Qué te sucede? – ¿No me recuerdas? Soy
Gregory, tu esposo.
Ella sonrió. Sin decir nada, la cálida mirada de su
provisorio amado la hipnotizó, encontrando al final un
beso que ambos disfrutaron.
–En tu vida somos seres inexistentes, pero créeme
que hubiésemos insistido si lo dejabas todo por vivir
en el campo.
Naomi comprendió que se trataba de una realidad
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paralela, si hubiese optado por vivir lejos de la ciudad.
Pasaron momentos muy felices, ella entendió que
no se necesita mucho para alcanzar la felicidad; cada
vez que la pequeña Juliana sonreía, alimentaba el
sentimiento que la acercaba a su hijo a quien extrañaba
más que nunca.
Se durmió, encontrando por segunda ocasión la
paz. Despertó en un mundo llenos de relojes; la ira
hizo su entrada por tercera vez.
– ¿Tú de nuevo? – Dijo molesta – ¡supuse que te
habías marchado para siempre!
–Viviré en ti mientras sigas repudiando ciertas
cosas –dijo la ira – ¿Ves estos relojes?, marcan
diferentes tiempos de todo un mundo. – Apropósito
¿Te interesa saber cuánto te llevará despertar?
Naomi sonrió y muy segura de si, contestó:
–Desgraciadamente para tu existencia, no me
interesa. Debo pensar positivamente. Tú intentas
mostrarme la triste realidad y alejarme de mi hijo y de
las personas que amó – La imponente figura de la ira
volvió a disminuir – Se trata de un sentimiento al que
hay que alimentar para que crezca, de lo contrario
declina y perece.
– ¡Estas equivocada! ¡Ya verás que pronto me
vuelves a alimentar! ¡Seré invencible cuando entiendas
que digo la verdad!
El reloj de la catedral marcaba las doce y media
del mediodía.
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En las habitaciones del hospital se colaba el rico
olor a sopa mientras se escuchaba al personal ajetrear
con la vajilla por los pasillos contiguos a la cocina.
Naomi se preguntaba porque no sentía apetito,
enseguida el sentido común aclaró su pensamiento:
Seguramente se nutría a través de una sonda naso
gástrica.
De pie, sobre una enorme roca, se inclinó y se
dejó caer hacia el mar que fresco y cristalino parecía
invitarla. No entendía por qué, pero supo que no se
ahogaría, uno de sus sueños era nadar entre corales y
especias marinas. Buceó persiguiendo un cardumen.
Sintió como una ráfaga de felicidad, al salir del
agua, un sentimiento que desde hacía tiempo no la
visitaba, y no pudo evitar sentir una pizca de culpa por
ello. ¿Acaso podía en estas circunstancias ser feliz? Un
hombre muy anciano la esperaba, se hacía llamar
“florecer de los sueños”. Estaba empezando a
comprender por qué se acercaban a ella cada uno de
esos personajes. – ¡Eres la felicidad dentro de mí! –
dijo sorprendida No fue difícil descifrar el motivo de,
Alegría, Ira, y ahora, Felicidad. Cada uno de ellos
llegó en el momento oportuno. Tendría que prepararse
para los nuevos personajes que probablemente
entrarían en su historia.
El hombre asintió con la cabeza. El paisaje que los
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rodeaba, parecía un cuadro pintado por Picazo, en su
época azul, y olía a magnolias.
Naomi, contempló el paraíso, embelesada,
mientras el viejo, apoyado en una palmera, sumido en
el silencio, miraba más allá del horizonte.
– ¿Por qué estas tan viejo? –se atrevió a preguntar
Naomi. Él no contestó, en cambio, trató de indagar en
el corazón de ella.
–Hace mucho que no sentías felicidad dentro de tu
corazón, dime, ¿Qué te impedía ser feliz cuando lo
tenías todo?
–Pequeños problemas –dijo sonrojándose –Es
verdad, ahora que estoy entre la vida y la muerte, esos
problemas son diminutos.
–Ya lo ves –dijo el viejo con una sonrisa. En la
vida se cree que la felicidad esta en tener muchas
cosas materiales, pero en verdad cuando uno lo tiene
todo, se da cuenta que no es feliz.
–Ya comprendo.
–La felicidad no es necesariamente “abundancia
de dinero”. Esto es algo que debes aprender y poner en
práctica, si es que quieres despertar, sólo tú sabes
cómo tener felicidad, porque ella está en ti.
Se detuvieron a contemplar el mar, tan inmenso y
azul.
– ¿Quieres ser feliz, cuando despiertes?
¡Aliméntame! ¡Déjame entrar en tu mente! ¡Llámame!
Y vendré.
33. 33
Todo el paisaje costanero desapareció,
transformándose en una enorme región de nieve. Se
encontró en medio de un fuerte viento y, a pesar de
ello no sintió frío. Algo que no lograba entender, era
por qué, los paisajes cambiaban tan súbitamente.
Se adentró en una montaña. No sabía si la llevaba
su instinto o una fuerza interior sin nombre. Detrás de
una gran hilera de casuarinas, vio una casa rodeada de
álamos. Llamó a la puerta. Una señora envuelta en
pieles, la recibió.
– ¿Cómo puedes estar así en semejante tormenta?
¡Entra, por favor!, ¡entra! –le dijo tomándola del
brazo.
Naomi entró en la humilde vivienda calentada por
los leños que ardían en la rústica chimenea. Se sentó
en un banco, junto al fuego. El esposo de la mujer,
amablemente le ofreció una bebida caliente, un te que
le supo a menta y manzanilla. Una caricia en su
garganta.
– ¿En verdad, no tienes frió? –preguntó una
jovencita de cabello dorado, al tiempo que le mostraba
una piel de oveja.
– ¡No, nada de frío! – La mujer se sentó junto a
ella y ambas hablaron hasta el anochecer, como si se
conocieran desde mucho tiempo. Después de tomar
una bebida espirituosa, Naomi, prudentemente se
levantó para marcharse.
– ¿Cómo? ¡No puedes salir con este frió, vas a
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enfermar! Pasa la noche aquí. No es problema para
nosotros.
–Me parece que ya he abusado bastante de su
hospitalidad –dijo.
–Hay una cama para huéspedes, no es mucho lo
que tenemos, pero siempre hay sopa caliente y una
manta para el que llega a nuestra casa. Como vez, con
poco, somos felices. Naomi, al oír esas palabras, pudo
entender lo que Felicidad le dijo. Ahora se explicaba
como con tan poco, podían ser felices.
Durmió en la cabaña sintiéndose abrigada,
cuidada y muy serena por segunda vez. Despertó
cuando el sol acarició su cara en la cima de una
montaña. Lamentó no haberse despedido de tan buenas
personas. Felicidad volvió a presentarse.
–Me alegro que te hayas dado cuenta, que no se
necesita ser rico para ser feliz. Depende de cada uno
alcanzar sus sueños. Todo pasa por los sentimientos.
Esa es la única manera de ser feliz. Ahora, tu anhelo es
estar con tu hijo ¡Pelea por ello, Naomi!
Bajó de lo alto de la montaña, por un estrecho
camino, siguiendo el cauce de un manantial que
finalmente desembocó en el río. De repente todo
volvió a cambiar en un paisaje rojizo.
– ¿Qué es esto? –preguntó confundida.
–Es el país de las transparencias sin vida –dijo una
voz. –Lugar donde los sueños débiles mueren. ¡Todos
me llaman cuando el deseo de sus mentes es obtener
35. 35
algo material! Soy “Tentación”.
Naomi vio como unos seres translucidos se le
acercaban. El rojo carmesí que la rodeaba le hizo
temblar el alma. Un ente esbelto y bello se hizo
presente. El río se tornó gris. Todo el lugar era
cubierto por la bruma más densa que hubiera visto.
–Más de una vez te sentiste atraída por mis
encantos, y más de una vez me gané tu aprobación.
– ¡Soy humana! ¡Cometo errores!
–No; lo hiciste por qué no eras feliz con tu vida y
el deseo de tener más logros materiales te sobrepasó.
Aunque, ¿Quién dijo que hiciste lo incorrecto?
–Ahora comprendo que no actué bien –dijo
Naomi. ¡El mundo que yo ansiaba era una ilusión
creada por seres nefastos como tú!
– ¡Pero lo hiciste! –dijo la tentación subiendo el
tono. ¡Te dejaste sobornar porque querías una mejor
vida para tu hijo y para ti!
–Era cierto, aunque tan solo una vez había caído
en esa tentación, y estaba más que arrepentida.
Naomi no contestó y se sentó bajo la bruma
ardiente que con continuos vahos sofocaba su piel.
–Quizás esto es lo que me merezco.
–Estas en lo correcto, ¡es por eso que me diste
esta belleza!
–Tu belleza también es una ilusión –dijo la joven,
observándolo. La tentación, de larguísimo cabello
rubio y ojos azules tan profundos como el mar, se
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sorprendió.
– ¿Por qué lo dices?
–Porque eres bello por fuera, pero por dentro eres
un monstruo. Naomi continuó marchando hacia ningún
lugar. Mientras lo hacía, la tentación se fue
degradando, aunque trató de detenerla con un último
esfuerzo.
– ¿Piensas que obtener lo mejor a cualquier precio
es erróneo? Dime ¿quién no lo ha hecho? ¡Dímelo
ahora! ¿Quién no cayó ante mí, la tentación?
–No necesito nombrarlos, tú lo sabes, ¡nunca más
podrás inyectarme tu veneno!, ¡eres igual a una
serpiente, traicionera y mentirosa!
Todo volvió a desaparecer mientras la tentación,
poco a poco cambiaba su apariencia, revelando la
criatura horrenda que realmente era.
Naomi, flotaba en un mundo oscuro moviéndose
libremente, hasta que alcanzó la luz que despejó la
bruma.
En el hospital, escuchó la voz de su entrañable
amiga, Carla.
–Naomi, Estoy segura de que puedes escucharme,
pese a lo que algunas personas afirman. Te extraño,
amiga; vuelve pronto con nosotros, Haz el esfuerzo,
pero mientras, quiero que sepas que Henry esta bien,
que todos cuidamos de él y que también espera
37. 37
ansiosamente por ti. Te necesita para crecer feliz. –
terminó de decir Carla y apretó la mano de su amiga
con ternura, infundiéndole fuerzas para volver. Naomi
escuchó cada una de las palabras, sintió el apretón en
su mano, y dio gracias a Dios por estar rodeada de
personas así, como su amiga. Hubiera querido dilatar
ese momento, pero volvió a caer en un profundo
sueño.
Despertó, sentada en el trono de un palacio
enorme. Se puso de pie y caminó hacia la gran puerta
dispuesta a salir, cuando un mayordomo muy solícito
le abrió la puerta.
– ¿Dónde estoy? –preguntó confundida, viéndose
ataviada con un vestido blanco y altas sandalias
también blancas.
– ¡Señora! –Dijo el mayordomo –Este es su reino.
Es la princesa de este lugar. De repente, un hombre
extremadamente hermoso apareció llevando dos niños
de la mano. Acercándose a ella le ofreció su brazo y la
invitó a dar un paseo. Bajaron una imponente escalera
de mármol.
– ¿Quién eres? Preguntó Naomi después que se
alejaron un poco.
–Soy el príncipe Adrián, tu esposo –contestó él
con naturalidad, como si su misión fuera aclarar sus
dudas. De todas formas, Naomi pensó que sería mejor
guardar silencio, lo acompañó al jardín, junto a los
38. 38
niños. El palacio revestido de mayólicas y adornado
por costosas esculturas, delataba una riqueza mayor a
la que ella pudo imaginar. Naomi, pensó que podría
vivir ahí para siempre, aunque de inmediato desechó
aquel pensamiento.
–Estoy enfermo, mi querida. Temo que los
médicos ya han agotado todas sus medicinas y dicen
que no tengo salvación. Me pregunto que objeto tiene
vivir en este palacio si la vida me ha puesto un límite
demasiado cercano.
Naomi lo observó apenada, y compungida,
preguntó:
– ¿Qué clase de enfermedad tienes?
–Aún, no lo sé, lo único que sé es que prefiero
perderme en el olvido, ya que nunca compartirás mi
destino, mi querida. Naomi pudo ver que a pesar de
todas las riquezas materiales, ese pobre hombre, no era
feliz.
Lo acompañó a la habitación, adornada por
alfombras y lámparas de cristal. Hablaron, hasta que la
noche cubrió el palacio, y a la luz de la luna, mientras
los niños se dormían, rezó por él y meditó profundo
sobre lo que “Felicidad”, le enseñara.
Al día siguiente, al despertar, fue testigo de la
agonía de su circunstancial esposo, quien yacía en su
enorme cama, entre sábanas de seda. Los médicos a su
alrededor, hablaban en voz baja, preguntándose qué
podían hacer. Por suerte convinieron en dejarlo morir
39. 39
en paz. Naomi por segunda vez se compadeció de
alguien. Los niños, que sufrían al ser testigos de los
últimos momentos de su padre, se abrazaron a Naomi
buscando el consuelo que no tardó en llegar, cundo
ella les relató el lugar donde iría su padre, y que desde
allí prepararía con todo esmero, otro palacio para que
en su debido momento vivieran juntos y muy felices.
Como dijo Adrián, de que vale todo ese palacio
cuando el destino dice que hay que morir. Felicidad
apareció nuevamente cuando ella lo comprendió.
Al atardecer, Adrián, la mandó llamar, la tomó de
la mano y dificultosamente dijo:
–Que la verdad no te desespere, no dejes nunca de
alimentar la felicidad que hay en tu corazón, ella es la
única que puede guiarte hacia la luz cuando te
encuentres en un camino de sombras. Al marcar las
seis en el reloj, Adrián falleció y ella lloró porque aun
sin conocerlo sintió que su corazón se entristecía.
Después llegó el alivio. Ya lejos de allí, cuando
caminaba por un sendero sombrío, Felicidad, mucho
más joven, reapareció para guiarla hacia la luz que la
aguardaba a lo lejos. Un enorme parque de diversiones
la recibió con el bullicio de los niños. Rememoró su
niñez, cuando de la mano de su padre y bajo su atenta
mirada, subía a los juegos. La suya era una versión
congelada, pero en el rostro de cada uno de los
pequeños vio felicidad. Ante su atónita mirada, el
paisaje se deshizo en pequeños pedazos que fueron
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transformándose en copos de luz. Parecían farolitos
suspendidos en el aire.
–“Debe ser muy tarde”, pensó en la realidad. Ya
casi no hay sonidos dentro del hospital, sí, el
monótono zumbido de los aparatos que oportunamente
salvan la vida de las personas, más el andar silencioso
pero vigilante de la enfermera de turno, atenta al
funcionamiento de los “salvavidas” No entendía
porque era tan breve su estada en la realidad, de la
que se sentía arrancada bruscamente. Quizás debía
ser así, para que su mente se acomodara poco a poco,
o probablemente estaba destinada a seguir
conociendo más personajes que habitaban su pobre y
aturdida cabeza.
Cuando nuevamente fue alejada de la realidad, se
encontró en el departamento donde vivía con Henry.
Recorrió las habitaciones y lo encontró rezando frente
a una imagen de Jesús. Su alma se llenó de emoción al
verlo. Le pareció más alto y delgado. Sin embargo
todavía era muy pequeño para sufrir tanto. Pedía, para
que su madre se recuperara pronto. Naomi, comprobó
que afortunadamente su hermana, Taylor, se había
quedado a vivir con él, eso la tranquilizó.
–Todos te lo hemos dicho –dijo Felicidad cuando
apareció –El despertar puede estar tan lejos como tu
quieras, Naomi.
41. 41
–Si de mí dependiera, despertaría en este mismo
instante – dijo con pena.
Se alejó y voló libre por toda la ciudad.
Acompañada por las palomas que según ella
significaban su propia libertad.
42. 42
Año 1: Capítulo 3: El pasado inmediato.
Descansaba sobre la baranda de un puente,
tratando de comprender lo que le pasaba, cuando
escuchó voces.
– ¿Y ahora? –se preguntó
La imagen del día en que cambió totalmente su
destino se desarrolló como un holograma en el que
reconoció a los asaltantes que intentaron matarla. Un
hombre de tez blanca y cabello castaño la miraba.
Sorprendida y en shock, Naomi no tuvo dudas.
– ¡Es Craig, el padre, de mi hijo!
El hombre dio indicaciones. Repentinamente
Naomi escuchó, “¡debe morir!” Todo volvía repetirse
en esa visión aterradora.
– ¿Esa era la verdad? ¡Su marido! ¡El padre de
Henry!, ¡jefe de las fuerzas, fue quien la mandó a
matar! Naomi lloró de impotencia y lo maldijo con
furia. Entendía el motivo; Antes de ser baleada, se
había propuesto investigar a los traficantes con quienes
Craig tenía negocios sucios, pero además, aunque ella
no lo sospechó, fue un acto de venganza por haber
perdido tras el divorcio, la tutoría del hijo de ambos.
Ella juró jamás perdonarlo. ¡Por Dios! ¡Que dura es a
veces la verdad!
43. 43
Un trueno hizo temblar los alrededores. En los
ojos de Naomi se reflejaba el espíritu de la venganza.
Intentó abrir las alas, sin éxito ya que cegada por el
odio, no conseguía razonar ni coordinar sus acciones.
Felicidad volvió a envejecer, Alegría una vez más
perdió fuerzas; en consecuencia, Ira y Tentación
volvieron a brillar con todo esplendor.
– ¡Te lo dije! –Dijo una voz – ¿Pensabas que ibas
a despertar en tan sólo un mes? Ahora que te has
abastecido de ira y odio, jamás despertarás.
–Las alas que una vez luciste, las puedes dar por
pérdidas. Naomi se levantó y desde sus dorsales sintió
nacer una penumbra con forma de plumas oscuras.
Todo se disolvió, Se vio rodeada de un lugar
montañoso iluminado por constantes relámpagos y
sobre su cabeza, en el cielo, su miedo, en todo su
esplendor.
–Mamá, no va a despertar. El juez pronto dará la
orden para que vivamos juntos, ya veras, igual
seremos felices para siempre hijito.
Naomi, se desplomó de bruces, ¡Craig estaba a
punto de llevarse a Henry! lloró de impotencia y juró
que haría lo imposible por impedirlo.
– ¿Lo ves? –dijo Ira, resplandeciente. ¡La verdad
fue dura, sabía que nunca podrías contenerla, entrégate
a la serenidad de la muerte, es tu única salvación!
Caminó tratando de ignorarla. Sentía que nunca
más volvería a ser libre como los pájaros que tanto
44. 44
amaba. Desde una depresión rocosa observó la
tormenta que se abría sobre su cabeza como un
inmenso cráter.
–Aun hay esperanzas, Naomi. La tormenta que
ves aquí es un reflejo de tu propio interior, que te
defiende de los negros deseos que por momentos se
imponen en tu mente. Intenta que tu pensamiento sea
todo lo cuerdo y positivo según las circunstancias lo
permitan –dijo Alegría.
En el cielo, las secuencias mostraban la vida de
Henry: Los días de escuela, la noviecita, los
pantalones que se acortaban, el cabello que le crecía
cada vez más ondulado, y rebelde, y tantas cosas de las
que ella se estaba perdiendo.
– ¿De que sirve despertar si ya no hay esperanza?
–dijo, y el llanto empapó sus mejillas.
–No, Naomi, aún podemos cambiar. La esperanza
siempre brillará luego de una tempestad, sígueme. Te
mostrare el camino –afirmó Alegría.
Ambos se levantaron atravesando la tormenta, que
cesó cuando la calma regresó a su mente.
Mientras caminaba, sus recuerdos aparecían
reflejados en pequeños hologramas que se perdían a
medida que avanzaba.
Volvió a encontrarse en la escena del crimen,
tratando de luchar por su vida. La oscuridad se
representaba en grandes manchones negros que por
momentos la envolvían, cegándola.
45. 45
–El pasado quedará atrás y en el olvido, sólo si tú
así lo quieres –dijo Felicidad – ¡No vivas en ese ayer
que te llena de odio!
Salió de aquel sueño para entrar a un jardín, Lo
reconoció de inmediato; era el jardín de la casa de su
amiga, Rita.
– Se que no puedes escucharme, Naomi, – dijo
acariciándole la frente – ¿Cuánto tiempo estará así?–
Le preguntó a Carla, que sentada en un ángulo de la
habitación, tenía entre sus manos un rosario.
–Dependerá de Dios y de los deseos que ella tenga
de vivir para ver crecer a Henry –dijo, sabiendo que la
escuchaba, aunque se viera inerte sobre esa cama. Sus
palabras renovaron la esperanza de Naomi; si de ella
dependía, despertar era sólo una cuestión de horas,
pensó, y volvió a sentirse transportada a ese nuevo
mundo extraño que la arrastraba sin permiso.
Un nuevo personaje se presentó como “el tesoro
más valioso de la vida”, la Amistad.
– ¿Ves, como el odio poco a poco se apaga? No es
bueno vivir en el pasado, pero sí, hay que atesorar los
buenos recuerdos, que serán los que resguarden tu
mente y tu corazón, en los momentos en que la ira se
haga presente, ellos actuaran como un bálsamo.
Un recuerdo que la avergonzaba yacía escondido
dentro de ella desde que había empezado a desconfiar
46. 46
de Rita. Equivocadamente, se dejó llevar por el
pensamiento de que su amiga envidiaba su maternidad
ya que no podía concebir.
En el cielo diáfano de esa tarde, se reflejó el
presente, Rita llevándole flores y rezando
intensamente por la pronta recuperación de Naomi –
¿Cómo pensó tan mal de su amiga?
El campo, con sus frescos pastizales, se disipó.
Sintió nuevamente, que flotaba en el medio de la nada,
al mismo tiempo que escuchaba las voces de sus
compañeros que rezaban junto a su cama. No lo podía
creer, se había olvidado completamente que tenía
tantos y tan nobles amigos.
Sus alas, antes oscuras, se volvieron grises
amalgamando la realidad con su otro yo que iba y
venía.
–Nadie debería andar solo por la vida. No es
bueno – se dijo a partir de esa afirmación. Poco a poco
recuperó el blanco inmaculado de sus alas.
La noche volvió a caer, trayéndole un dolor agudo
en el estómago. Se concentró en él y le ordenó
marcharse. En su nuevo estado, aprendió que era capaz
de enviar una orden a cualquier centro se su cuerpo
para calmar sus dolores.
Afuera, el viento acompañaba al invierno.
Amistad estaba con ella. Ambas, rodeadas por una
flora peculiar, de plantas rojizas de raro perfume. Los
pequeños animales del lugar las observaban desde lo
47. 47
alto de los árboles, sus ojos brillaban de un modo muy
extraño. Por unos segundos, Naomi temió que se
abalanzaran sobre ellas.
–Nada temas – Dijo Amistad. Son tus amigos que
rezan por ti y te esperan. Siguieron con calma. El sol,
envuelto en nubes oscuras, no lograba abrirse camino.
Se detuvieron a la orilla de un riacho. Naomi escuchó
voces que como un eco repetían, “puedes hacerlo”,
“volverás con nosotros”. Eran sus amigos quienes aún
rezaban a su lado.
Un hombre entró. Los animales de su mundo se
impacientaron. “Te lo advertí” dijo sonriendo Craig.
Naomi debió hacer un gran esfuerzo para deducir
cual era la realidad del hospital y cual la que vivía
desde su supuesta inconciencia. Reconoció el tono de
voz. Era Craig. Y estaba allí, junto a su cama.
– ¡Mira donde estas! ¿Pensaste que podías
librarte de mí tan fácilmente y quedarte con Henry?
¡Te equivocaste, tonta!
Naomi sintió la ira latir en sus venas, mientras
una carcajada inundaba el paisaje rojizo. Otro
hombre entró, saludó a Craig y habló
–Parece que la bella durmiente nunca despertará.
Aquella voz… Naomi no lo podía creer ¡Anthony
Wilson! ¡Su jefe!
–No quería esto, es mas dura de lo que creíamos
–dijo Craig. Ella gritó su rabia y angustia, los gritos
48. 48
no eran escuchados por nadie. Craig y Anthony rieron
por un instante.
–Le advertí que no se metiera más en el asunto,
pero, no me quiso escuchar y este fue el resultado –
dijo Anthony. Era cierto. Su jefe le advirtió que no era
conveniente que siguiera arriesgando la vida y echó
mano a todo un bagaje de consejos y temores,
haciéndole creer que se preocupaba por su integridad
física. – Temo por tu vida Naomi. Sabes muy bien
cuanto los aprecio a ambos y al pequeño Henry. No
debes ocuparte de cosas tan peligrosas, no me
perdonaría nunca que algo te sucediera.
Cuando ambos se retiraban, Craig, volvió la
mirada hacia quien fuera su mujer, y dijo:
–Eres una perdedora, Naomi, siempre lo fuiste, y
siempre lo serás.
Destrozada, se arrodilló y lloró con desconsuelo.
Amistad, en un gesto de ternura, le mostró las
oraciones que sus amigos le dejaran, pero ella no podía
entender por qué esos hombres alimentaban tanto odio.
– ¡No los escuches, Naomi, no dejes que te
conduzcan al olvido! Mira lo que tus amigos hicieron
por ti. ¡Mira quien entró ahora en la habitación!
Naomi, se levantó y vio el cielo en los ojos de su
hijo, sentado en su cama una vez más, mientras la
ponía al tanto de las excelentes calificaciones que
había obtenido en su primer año escolar.
49. 49
Sintió paz al oír su voz tan querida. Se secó las
lágrimas y el color de sus alas se tornó más blanco.
Deseaba fervientemente quedarse con su hijo. Una
fuerza superior la obligó a avanzar por la tupida flora,
las plantas carmesí poco a poco se volvían verdes, los
animales salían de su escondite.
Todo se disolvió cuando escuchó, ya más
tranquilo, el latir de su corazón en el monitor del
hospital. Henry ya no estaba, pero entendió que lo que
había sucedido, fue en resguardo de su vida y para
tranquilidad de su hijo.
Cayó sobre un extraño mundo hecho de espejos.
Amistad hizo su entrada, esta vez fortalecida, brillante.
En los cristales se podían ver fotos y recuerdos;
una especie de centro de cómputos, donde la memoria
guardaba la información necesaria.
Saltando de cristal en cristal avanzó, recordando
viejos y buenos tiempos
Llegó a una puerta, en el momento que la
enfermera inyectaba algo en el suero. No resultaba
fácil pensar con coherencia, cuando debía
desdoblarse en dos mundos paralelos, sin tener la
autoridad para salir o entrar en ellos cuando quisiera.
Se dejaba llevar por lo que pensaba su instinto de
supervivencia.
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Bajó por la escalera en busca de la luz que a lo
lejos parpadeaba.
Flotaba sin poder usar sus alas que aún se veían
grises, y solo se extendían si estaban nítidamente
blancas. Mientras, cientos de ojos atrapados en
pequeños espejos la observaban. Recordó a los
extraños animalitos que habitaban entre la flora rojiza.
Ellos te vigilan al igual que a todo el mundo. Son
tu propio karma. Soy convocado y aparezco cuando
liberas la ira, el más fuerte de todos tus sentimientos
¡Yo soy el Odio!
Naomi, escuchó con disgusto y avanzó, flotando
en aquel extraño espacio. El odio, vestido con un
reluciente traje negro, rodeado de relojes y cadenas de
oro –siguió hablando.
No te alejes nunca de mí, muchacha. Conmigo
encontrarás siempre la fuerza y el coraje para vengarte
de las personas que te lastimarán mientras caminas la
vida. ¡Soy el más poderoso! – dijo abriendo los brazos
y levantando la cabeza en actitud soberbia.
Bernarda, la enfermera de la noche, la alimentó
por la sonda mientras le leía, para entretenerla y
alentarla, (ella estaba segura de que Naomi la
escuchaba) y le contaba como estaba la temperatura
afuera, que color tenía hoy el cielo, agregaba
palabras de aliento y algunas caricias, luego le
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acomodaba las almohadas y cuando nadie la veía
hasta le daba un beso en la frente. Naomi podía sentir
la calidez y la ternura de esa mujer; le hubiera
gustado pronunciar su nombre y darle las gracias.
Sentía escalofríos sin poder manifestarlo. Bernarda,
como si hubiera recibido un mensaje telepático, cerró
del todo la ventana, la arropó y partió.
Naomi tuvo una extraña sensación. Mientras
flotaba tratando de ir hacia ningún lugar, la constancia
de unos ojos que la observaban, la ponían mal, hasta
que fijando más su atención, reconoció varias de esas
miradas
–Ellos son los que te hostigan, te persiguen y
luego te cazan –aseguró el odio.
– ¡No! –dijo deteniéndose. Ellos son también
parte de mis esperanzas representadas en el amor que
mis amigos me brindan.
La negrura del chaleco que vestía al odio, se
desgarró con un soplido que desde lo lejos atinó a
arrebatarle sus riquezas. Era como si alguien a una
velocidad inhumana intentara despojarlo de los regalos
que Naomi le obsequiara, alimentándolo.
– ¿Aun sigues confundida por los valores
estupidos que el ser humano dice poseer? Como el
amor y la amistad, que deberías entender son
absolutamente inútiles para tu despertar.
–Eso es lo que tú buscas, yo en cambió he
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escogido otro camino. Sus alas se abrieron de repente,
brillando de blancura.
– ¡No puede ser! –dijo el odio al verlas.
La mirada de Naomi cálida y sincera lo atemorizó,
el traje y los obsequios de oro desaparecieron
transformándose en andrajos y metal oxidado.
–Estúpidamente te he alimentado por muchos
años, hoy, es hora de que vuelvas al mundo adonde
perteneces.
Naomi voló una vez más, liberada, pero una fea
tormenta intentó detener su apacible vuelo.
Afortunadamente, los esfuerzos de ese sentimiento
necio, no tuvieron éxito; Naomi, fue capaz de abrir y
extender aun más sus alas blancas y puras.
Llegó a un lugar habitado por ángeles; parecía el
paraíso. Cuando al descender se posó livianamente
sobre la frescura de campos muy verdes, rodeado de
rosales. Amistad y Alegría volvieron aparecer.
–Lo has hecho bien Naomi, aun queda mucho
camino que recorrer –dijo Alegría. Naomi cerró los
ojos y escuchó el celestial canto de un coro de ángeles.
Sus tonos suaves y armoniosos fueron un bálsamo a
tanto sufrimiento y la fragancia de las rosas le recordó
su feliz adolescencia, en la que viviera momentos
inolvidables junto a su padre y la ternura de su abuelo.
–Es hora de continuar –dijo, decidida a cumplir
con las misiones de esa trayectoria. Y los tres
partieron. Al fin, supo que al comprender a cada uno
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de los sentimientos, obtendría algo mucho mejor que
unas alas: su propia libertad, ese sentir que todo es
posible, que nada hay que impida plasmar una
anhelada esperanza.
Se iba acostumbrando a sus dos mundos, a ser
interrumpida por uno u otro, y si bien su mayor anhelo
era volver a su familia, a su vida terrenal, supo que de
algún modo recibiría el aviso de despertar, cuando
fuera el momento
Nuevamente el escenario cambió. Se vio envuelta
en un mundo gris, dentro de un laberinto que le
recordó una realidad que vivó muchas veces, cuando
no encontraba como salir de sus problemas. Entró.
Parecía infinitamente grande. Por unos segundos
rememoró otro laberinto, donde la llevó su padre.
También en esa ocasión había sentido miedo al
encontrarse ante tantos caminos sin saber cual sería el
correcto, con la diferencia de que en los brazos de su
progenitor siempre encontraba contención y seguridad.
Buscó y buscó sin cesar, tratando de encontrar la
salida y sorpresivamente, en uno de los ángulos vio
asomar a Henry que pasó a su lado corriendo.
Fue tras él llamándolo, sin que le respondiera. El
corazón no le cabía en el pecho, se agitaba más y más.
En la realidad convulsionó en su cama de
hospital. Atendida de inmediato, recuperó las
pulsaciones normales y la calma. Una enfermera se
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quedó a su lado vigilante, por si volvía a repetirse el
cuadro.
“¡Mamá, ven aquí, mamá!”. Escuchaba, mientras
intentaba alcanzarlo, hasta que se perdió, corriendo de
un lado a otro sin resultados.
La voz de su hijo se escuchaba a lo lejos;
En la cama las convulsiones volvían a suceder.
Puso en acción su autocontrol y con ayuda de la
enfermera se tranquilizó, comprendiendo que la
desesperación no la llevaría a ningún lado. Respiró
profundo.
Ya más serena, siguió por el laberinto, fija la
mirada en la luz que indicaba la salida; la voz de su
hijo desapareció, y la luz marcó el fin del laberinto. Se
sentía agotada.
En un mundo completamente blanco, como la
misma nada, a lo lejos vio a Henry, alejándose. No
intentó seguirlo, supo que era una falsa ilusión, él vivía
en su corazón, aún cuando estuviera en coma o muerta,
el recuerdo de su hijo jamás dejaría de vivir en ella.
La dimensión formaba un camino de nubes con
forma de cubo, que aparecían a medida que avanzaba.
Por un instante, se detuvo y sucumbió a la tentación de
acostarse sobre el mullido colchón, y sonriendo se
quedó dormida.
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Año 1. Capítulo 4: Esperanza.
Cuando salió de su letargo, se encontró con
Alegría, acompañado por una bella niña de cabello
castaño y vestida de helechos.
–Ella es la salvación que necesitas para afrontar el
mañana –dijo Alegría, a modo de presentación –puede
brindarle a tu corazón, la fuerza que hace crecer los
milagros… Es, Esperanza. Tomadas de la mano
atravesaron una puerta dorada que al abrirse, hizo de
marco a un paraíso encantador y maravilloso, donde
todo era hermoso y reinaba la paz. Los árboles se
mecían al compás de una melodía interpretada por
músicos invisibles.
–Si sientes que te pierdes en la oscuridad, ven
aquí. Podrás entrar cuando lo necesites. – ¡Este lugar
es el paraíso celestial! – exclamó Naomi, sintiendo su
alma colmarse de paz. Pero aún así supo que no
pertenecía ahí, lo que más deseaba era el reencuentro
con su hijo.
Caminaron hasta encontrar un portal, donde la
niña le dijo que allí comenzaría una nueva prueba. Lo
atravesaron y todo comenzó cuando vio un mundo
lleno de diminutos seres de mil colores, pero al verlos
más de cerca comprobó con tristeza que no estaban
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completos y algunos hasta se destruían ante su mirada
atónita.
–Aquí, los sueños que han carecido de esperanza,
mueren, transformándose en recuerdos que nunca
florecerán. Naomi observaba a su alrededor. Dentro de
un reflejo divisó su sueño rodeado de aureolas blancas.
– ¿Ves?, ese es tu sueño, y parece estar a salvo
porque aun conservas la esperanza de que se cumpla.
En el espejismo pudo verse abrazando a Henry y se
emocionó, al saber que aun había posibilidades de
cumplir su anhelo.
La pequeña, abrió sus alas y juntas volaron
atravesando aquel extraño lugar.
Mientras volaban, se sintió trasladada a su cama
de hospital. Una gota de sudor se deslizaba por su
frente, y una grata sensación de bienestar llenó por un
momento todo su interior bajo la mano que le
acariciaba el cabello. El amoroso calor que emanaba
era inconfundible.
– ¡Es Henry! –dijo llorando de felicidad. Intentó
darle una señal de que despertaría pronto. Sintió en su
mejilla el beso de despedida. Nuevamente quiso
moverse, sabiendo que por el momento no podía
retribuirle su afecto y llenarlo de cariño.
Despertó en una breve realidad de su futuro,
donde se vio a si misma en silla de ruedas. ¡No podía
creerlo! Sus manos envejecidas denotaban el paso de
los años. Conmocionada pensó que este sería el
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resultado al despertar y no le importó que el paso de
los años mostrara el deterioro propio e inevitable del
tiempo. ¡Quería despertar a pesar de todo!
La niña, que la observaba, atenta, entristeció, pero
aún así no dijo nada. Luego de dejar que profundizara
en su interior, preguntó
– ¿Aceptarías despertar aún si estas fueran las
consecuencias? Naomi respondió.
–No me afectan las consecuencias; despertar es
todo lo que deseo...
–Si eso es lo que quieres, entonces lucha por que
sea realidad. Yo puedo ayudarte. Conmigo es posible.
Sin saber cómo, volvió al hospital. No era su
habitación, tampoco su hospital. Además era
consciente de que caminaba. Sentada en la orilla de
una cama, una mujer, quien junto a su hijo enfermo,
era la mismísima tristeza personificada. Naomi, se
acercó y preguntó
– ¿Qué le sucede a tu hijo?
–Está enfermo de leucemia – dijo la mujer. Naomi
vio que la esperanza no existía en ella. Se acercó más
y puso la mano en su hombro.
– ¡Aún hay esperanzas!… ¡no todo está perdido! –
dijo en voz muy baja para no perturbar el sueño del
niño.
–Eso quisiera creer –respondió la madre llorando
–Aunque los médicos dicen que es definitivo.
Se sentó a su lado y tomándole la mano sintió el
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mismo dolor que ella. En el pequeño hombrecito vio el
reflejo de Henry.
La esperanza se apagaba en ella, la compasión
crecía, al igual que el amor hacia una “hermana” en un
difícil momento.
Se hicieron inseparables, Naomi trato de hacerle
entender que no todo estaba perdido, que un milagro
podía suceder.
Aquel mundo parecía muy real. En la mesa de un
café, Lucy le contó que su hijo arrastraba ese mal
desde su nacimiento, y que su marido no soportó vivir
con esa carga y los dejó.
Naomi, sorprendida, se preguntaba como en el
mundo hay gente de corazón tan duro, tan cobarde, tan
cómodo.
La acompañó durante toda la noche. A la
madrugada el niño falleció.Lo único que Naomi pudo
hacer ante tanto dolor, fue abrazar a esa desolada
mujer y llorar juntas.
– ¡Es increíble! – Comentó la enfermera, que
segundos antes había llamado al médico de Naomi –
¡mire doctor!, ¡mire!, ¡es una lágrima y resbaló hasta
la almohada!
Luego del sepelio del pequeño, la acompañó
durante un tiempo que no tenía la capacidad de medir.
– ¡Quiero morir! – dijo Lucy una noche.
Naomi, que entendía que la muerte de un hijo es
irreparable, en su interior sintió la bendición de tener a
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Henry aún cuando no lo disfrutaba aun como quería.
De repente, la niña que representaba la esperanza
apareció, y puso en boca de Naomi, las palabras justas,
que si bien no borraron el dolor de Lucy, lo suavizaron
dándole a entender que el pequeño la aguardaría hasta
que Dios decidiera que estarían juntos nuevamente y
para siempre, pero que ella, tenía que cumplir su
misión en esta vida
–No, no quieras morir; aún no es tarde para
cumplir tu sueño de formar una familia a la que podrás
hablarles de tu pequeño y enseñarles a amarlo aunque
no lo hayan conocido –dijo Naomi.
En su cama de hospital sintió un poco de frío. Si
viniera Bernarda, mi enfermera protectora, seguro se
daría cuenta, pensó antes de caer en el sueño.
Despertó sobre un puente medianamente
iluminado. Asombrada vio como un hombre se trepaba
por los barandales y se arrojaba al vacío. Sin dudarlo
extendió las alas y lo rescató de una muerte segura.
– ¿Por qué no me dejaste caer? –le dijo con furia.
Naomi, desconcertada, le preguntó la causa de esa
decisión. – Nada hay tan terrible en la vida que no
pueda aliviarse si es compartido.
El hombre se soltó de ella e intentó saltar
nuevamente. Naomi se lo impidió volviendo a
sujetarlo con fuerza. Él vio en sus ojos lágrimas de
piedad. Desistió de su decisión y al mirar la fotografía
que celosamente guardaba entre sus ropas, se echó a
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llorar. Era la foto de su esposa y sus hijos. Naomi lo
abrazó con toda su ternura; comprendía su dolor.
Después que el hombre se tranquilizo, lo acompañó
hasta su departamento.
David, le explicó que su familia había muerto
hacia cinco meses en un accidente automovilístico. Su
esposa iba a casa de su hermana y decidió llevar a sus
hijos. David jamás se perdonó no acompañarlos.
Durante meses repudió no haber estado allí, según él,
su vida no tenía ningún sentido.
Naomi comprendía sus sentimientos, puesto que
ella no sabía si volvería a estar con su hijo, si no
conseguía salir de esa cama.
El hombre le ofreció tomar un café en su casa, y
luego le mostró recuerdos de sus dos pequeños, los
vestidos de su esposa y las fotos de sus viajes. No
entendía por que no temía compartir su pena con esa
mujer. Veía en Naomi la luz que nunca pudo encontrar
después del accidente.
Ella visitaba todos los días a David, quien poco a
poco fue comprendiendo que aún tenía cosas por hacer
con su vida. Era profesor de matemáticas en la
universidad y siempre se sintió contento de
desempeñarse en esa tarea. Si bien en su formación y
educación jamás estuvo presente Cristo, Naomi, poco
a poco le mostraba de qué forma nuestra fe es la que
nos sostiene en los momentos más tenebrosos de la
vida y que hay una razón para todo.
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–Entonces, ahora es el momento de preguntar:
¿Por qué Cristo no estuvo con mi familia el día del
accidente?
–Seguramente estuvo, en el momento en que sus
almas dejaron el cuerpo que se nos presta mientras
estamos en la tierra y ahora es probable que estén
viéndote sufrir, cuando la realidad es que, ellos, sólo
han partido antes y te aguardarán hasta que Dios
disponga que es tu momento, que tu misión fue
cumplida y puedes emprender tu viaje de reencuentro
con los tuyos. No podemos escapar del destino. Pero el
amor de Dios es algo que perdura hasta en la misma
eternidad, como te expliqué antes, todo depende de tu
fe –dijo Naomi sonriendo.
David, vio en ella algo más que una compañera
¡un ángel!, la hermana que nunca tuvo.
El fin de semana, visitaron las tumbas de su
esposa y sus hijos. David aún no soportaba la pérdida,
pero ahora era capaz de entender que su familia jamás
hubiese querido que se entregue a la muerte.
Pasaron las dos estaciones más fría del año,
Naomi entendía que la esperanza que recuperara Lucy,
a paso lento renacía también en David.
Supo que no importaban los efectos que causara el
coma al momento de despertar, sea como sea, podría
disfrutar de su hijo.
Sin embargo, su intuición le decía que David no
estaba del todo curado y temió que reincidiera en su
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intención de acabar con su vida y quiso quedarse con
él un tiempo, hasta estar segura. Lo acompañó en todo
momento, fue su amiga y confidente, hasta que una
noche, pudo escuchar lo que deseaba desde aquel día
en el puente.
–He comprendido lo duro que es vivir, pero a
pesar de haber caído pude levantarme gracias a ti, te
debo mi existencia. ¡Gracias Naomi! Te ruego que te
quedes conmigo, ¡no te vayas! ¡Cásate conmigo! Tú
eres la fuerza y la esperanza que necesito para seguir
adelante sin desmayar. –
Naomi, comprendió que un sentimiento distinto y
grande, nacía en el corazón de ese hombre, y sólo le
pidió una noche para pensar en lo que él le ofrecía.
Mientras la alimentaba, la enfermera creyó
percibir una sonrisa en los labios de Naomi y corrió
en busca del médico para informarle
David volvió a creer en el mañana, y en un
amanecer apenas insinuado, rezó por primera vez, feliz
de haber encontrado alivio a tanto dolor.
Esa madrugada lluviosa, en que Naomi no podía
conciliar el sueño pensando en cómo hacer para no
lastimar a ese ser lleno de fe en el mañana, llamó a
Esperanza y juntas elaboraron un plan. Esperaron que
David despertara y cuando abrió los ojos, una feliz
sonrisa fue la respuesta que anhelaban. David, recordó
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lo sucedido como un sueño hermoso que Dios puso en
su mente para ayudarlo a comprender.
–Ahora Naomi, es momento de seguir la misión
que te ha sido encomendada.
Con alegría, Naomi emprendió el vuelo junto a
Esperanza y al atardecer llegaron a un pueblo que
parecía estar fragmentado en dos partes. En uno ya
comenzaban a encenderse miles de luces, brillantes y
hermosas, en cambio el otro se alumbraba con escasa
lámparas y hasta con velas y candiles que recordaban
épocas antiguas.
En un comedor de extensas dimensiones, casi cien
niños de distintas edades, vestidos pobremente,
aguardaban poder alimentarse antes de dormir. Cuando
Naomi entró, los pequeños se abalanzaron hacia ella
para saludarla. Todos parecían conocerla y amarla.
Confundida, Naomi se acercó a una de las mujeres que
trataban de “estirar” la comida para que nadie quedara
sin comer
–No sé si alcanzará para todos – dijo la cocinera.
Fue en ese preciso momento cuando Naomi sintió que
estaba cumpliendo una misión. Buscó dentro de su
bolsillo, y levantó los brazos y la mirada. Dentro de
sus bolsillos encontró bastante dinero para satisfacer el
hambre de todos los niños y por varios días. Se lo dio
a la mujer para que comprara lo necesario – ¡Ninguno
se quedara sin llenar su estómago! – dijo con firmeza.
65. 65
Su sentido del olfato, le indicó la coincidencia con
el aroma a estofado proveniente de la cocina del
hospital.
Ella tenía muy largos períodos de lo llamaremos
inconsciencia, durante los cuales, nada parecía suceder
en la realidad del hospital.
En la cena cada uno de los niños satisfizo su
apetito. Más tarde, se deleitaron con los cuentos que
Naomi les leyó, todos llevaban un mensaje de fe,
esperanza y enaltecían los valores para que en sus
corazones prendiera la semilla del amor, la igualdad y
la paz. Y así se fueron a dormir, felices, con la pancita
llena y el corazón satisfecho. La intención de Naomi
era la de enseñarles que lo más importante de la vida
es el amor, siempre el amor.
A la mañana siguiente, luego de desayunar,
rodearon a Naomi, quien les leyó otra historia que
terminó con esta reflección:
–Puedes ser bueno, tener mucho dinero, pero por
dentro hay que ser aun más hermoso. Los animales por
ejemplo, nos entregan su amor aún cuando no
tengamos nada. ¿Acaso a tu perro le importa que no
tengas ropa fina o lindos zapatos?
Todos los niños estaban más que atentos ante sus
palabras, y no despegaban sus ojitos de Naomi, ni un
segundo.
–Las buenas personas son bellas por dentro, por
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que la energía que emana su corazón es calida y brilla
con la intensidad del sol.
Los niños asintieron con una sonrisa. Confiaban
en Naomi.
Pasaron los días y los víveres escaseaban. Naomi
no quería dejarlos mientras no estuvieran a salvo del
hambre y la ignorancia. Cruzó al pueblo sur y trató de
conseguir trabajo; era menester proveer de alimento a
esos seres inocentes que necesitaban desarrollarse
fuertes, para un futuro incierto.
Luego de un día entero de búsqueda, consiguió
que la contrataran como auxiliar en una librería.
Estaba feliz, era lo que necesitaba. Mientras trabajaba,
los niños aprendían a leer y a escribir gracias a la
generosidad de una maestra (otro ángel) que les
regalaba dos horas de su tiempo todos los días.
Con el dinero que Naomi ganaba, lograron que
cada niño recibiera los alimentos en forma que su
salud no se deteriorara y su mente se nutriera.
Naomi, alegre, sabía que aun tenía mucho que
hacer. Los niños cada mañana, sonreían al verla. Aquel
reflejo en sus caritas felices, era la fuerza que
motivaba a Naomi, y a todo aquel que trabajara en ese
hogar, a no desistir de la esperanza.
Gracias a su simpatía, la clientela de la librería,
aumentaba día tras día.
Una tarde, al regresar a la aldea, vio al médico que
solía ir con frecuencia a ver a los niños. Esta vez, era
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Harold, quien tenía mucha fiebre.
– ¿Qué le sucede? – Preguntó Naomi al médico. –
Se trata de un virus desconocido, y va ser difícil crear
anticuerpos.
Naomi pasó toda la noche junto al niño.
– ¡Tengo mucho miedo! –dijo asustado.
Ella lo acarició y lo besó para tranquilizarlo,
comprendió que los niños en esta aldea vivían a la
buena de Dios, si comparaba esta realidad con la vida
de su hijo, quien a pesar de todo, gozaba de salud,
alimentos todos los días y educación.
En la madrugada, Harold murió, pero antes de que
cerrara sus ojitos, Naomi lo tomó de la mano y le dijo:
–No tengas miedo, mi amor. Nos encontraremos
en una vida mejor, te lo prometo, esto pronto pasará,
un día viviremos juntos para siempre.
Todo se oscureció para el pequeño. Su última
mirada llena de esperanza, hizo que Naomi no perdiera
las fuerzas para seguir en la lucha.
En la tarde su jefa, la bibliotecaria, le dio una
excelente noticia; alguien se comprometió en donar
una importante suma de dinero para remodelar el
hogar y atender las necesidades de los niños.
Pasó una semana luego de que recibieron la
donación, y las remodelaciones fueron un hecho,
Naomi supo que el mundo no era tan negro.
Todos los niños huérfanos incubaron diferentes
sueños en sus almas, sueños que en el futuro se
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hicieron realidad gracias a la esperanza que Naomi les
dejó, la fuerza de creer en un mañana aún en los
momentos más difíciles.
Esperanza apareció, transformada en una joven
muy hermosa. Naomi había pasado las pruebas. En un
cielo claro y blanco, una puerta se abrió.
–El viaje debe continuar –dijo Esperanza.
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Año 1. Capítulo 5: Una visión del más allá.
Por ese entonces Naomi tuvo muchos momentos
de serenidad y más de una vez, las enfermeras
pudieron advertir una tenue sonrisa iluminar su cara.
El perfume de las flores que Henry y su abuelo le
llevaron al hospital, la invitaron a sumergirse en un
mundo de rosas, sin embargo, al atravesar la luz, el
sonido de líquido cayendo en masa, despertó su
asombro. Parecía una extraña realidad formada sólo
por agua, que al igual que la pluma de un artista,
dibujaba luces y sombras que se elevaban a gran altura
y después bajaban ondulándose. Las figuras un tanto
borrosas de, Ira y Tentación, hicieron su entrada a
través del estallido de cascadas que formaban grandes
edificios, un mundo extraño que aun no podía
entender, aunque no dejaba de deleitarse viendo ese
juego de movimientos danzantes, por los que se
filtraba la luz, a semejanza de volados de seda de
vibrantes azules, que en pocos segundos desaparecían
para volver renovados en forma y color.
La voz de Ira la trajo de vuelta.
– ¿Aun sigues rechazándonos? ¿Sabes por que no
hemos desaparecido del todo? Naomi trató de
ignorarlas mientras caminaba bajo la lluvia constante –
70. 70
Es por que dudas… Este mundo es tu propia
desesperación, porque a pesar de ver el futuro, de
hacer el bien, ¡dudas!, porque no aceptas las
consecuencias del suceso que por poco te conduce a la
muerte. Naomi se detuvo y con firmeza contestó:
–Aunque Lucy, David y los niños huérfanos sólo
hayan sido para ustedes, personajes irreales, me
devolvieron la esperanza demostrándome que siempre
se puede salir adelante, sin importar cuán oscuro es el
panorama que te rodea. Así que pueden irse, nadie las
necesita – agregó haciendo un gesto de adiós con
ambas manos.
Poco a poco esos sentimientos, al no ser
alimentados, fueron disolviéndose hasta desaparecer.
Otro intento en vano.
Aquel mundo hecho de agua, la fue llevando al
medio del océano, donde un pez enorme, muy
amigable, parecía indicarle seguir por ese camino
profundo y mágico. No rechazó la amable invitación y
se sumergió. Asombrada ante tanta belleza, recordó
cuando de niña decía que su sueño era nadar en lo más
hondo del mar, junto a los peces de colores, al igual
que la sirenita de los cuentos. Nadó durante casi una
hora. ¡Que maravilloso era poder respirar debajo del
agua!
De improviso, y cuando más disfrutaba de su viaje
acuático, se sintió “absorbida” fuera del agua y en un
templo enclavado en el relieve de una enorme roca. La
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estatua de buda sobre el altar indicaba que se trataba
de un lugar sagrado. Un monje calvo la recibió.
–Se que buscas la verdad de tu destino – dijo –
quizás pueda ayudarte a encontrarla.
La invitó a pasar. El templo, construido en madera
de cerezo, tenía en el centro una figura del iluminado,
y a los lados del altar se quemaba incienso.
Sin que nadie se lo indicara, Naomi, se sentó en
posición de loto, mientras el monje iniciaba un rezo.
En el hospital, Rita y Carla rezaban el rosario. En
los oídos de Naomi, las oraciones se unían formando
un coro que penetraba en su cerebro, refrescándolo.
La luz que tanto perseguía, se hizo presente, y
entonces tuvo visiones que le mostraron las
calamidades de su prójimo, pero antes de que la
angustia ganara la partida, su mente la condujo hacia
un reflejo violeta que emergía de un enorme símbolo.
Paz, calma y serenidad, inundaron su alma.
En lo más profundo de su alma, sin prisa y sin
pausa, se iba produciendo una transformación que
poco a poco sembraba alivio en su corazón
atormentado. Y sintió compasión por los criminales
que cayeron bajo sus balas cuando cumplía con su
deber. Ese extraño sentimiento que jamás la tocara
antes, formaba parte del conocimiento que iba
adquiriendo.
Si bien el templo se convirtió en su lugar de
residencia, no pudo precisar por cuanto tiempo. Desde
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que su lucha por sobrevivir había empezado, lo único
que no podía precisar era la medida del tiempo.
Muchas veces lo que para ella significaba breves
minutos, en la realidad eran días y hasta meses, y los
meses solían parecerle apenas unos minutos. Quizás,
esa era la forma en que el Supremo acomodaba el
tiempo hasta que Naomi aprendiera lo que debía
aprender, por su bien y el de lo seres que la rodeaban
en la realidad. Los caminos de Dios son muy variados
y a veces incomprensibles.
La pena se fue transformando en compasión, la
duda se desvaneció como humo en el aire. Cuando por
fin encontró la verdad, aquel monje calvo que fue su
maestro, la guió.
La acosaba, el insoportable peso de la culpa por
haber prejuzgado a las personas durante tanto tiempo.
Su guía espiritual le aconsejó aliviar su alma y
perdonarse, para así ser perdonada, deshacerse de la
culpa y reconocer que la culpa no tiene dueño ni
escusa y que siempre estamos expuestos a ella.
Se quedó allí en medio de las montañas; el sonido
del agua como fondo musical y el aire perfumado de
lavanda, ayudaba a su profunda meditación. Sintió que
se conectaba con su interior y con la naturaleza. Fue
una experiencia única, sentirse libre como los pájaros,
como el viento y en paz con el universo todo.
Aprendió que Dios perdona sin juzgar porque no hay
nadie que no merezca el perdón, y entendió que las
73. 73
enseñanzas del gran maestro la acompañarían el resto
del viaje, como el faro que guía las naves en la noche
más oscura.
A pesar de haber manejado armas, ya que su
función así lo requería, supo que a través de la
meditación, el amor y la sabiduría, obtenía el elemento
más potente que cualquier arma hecha por el hombre.
Respiró muy hondo y penetró en un mundo de
espejos, donde se veía a sí misma sin posibilidad de
actuar, y los lamentos de alguien que agonizaba le
helaron la piel. Llantos desconsolados irrumpían en
sus oídos. Se preguntó por qué. ¿Acaso esa paz que
acababa de sentir sólo fue una ilusión? ¿Acaso Dios no
la había perdonado? Calaveras y esqueletos la
rodearon. El temor de estar cerca de aquellos que no
vencieron a la muerte, aparecía de a ratos.
Repentinamente, todo desapareció, sólo quedó la
pena rondando; entonces supo que Daiana, su
compañera de cuarto, una joven que minuto a minuto
luchó durante casi un año contra su inevitable destino,
había abandonado la pelea subiendo al tren de nunca
jamás. Naomi sintió que la compasión formaba parte
de ella. No pudo imaginar su rostro, pero si sintió el
aura que por unos minutos deambulo al no tener donde
quedarse. Hasta que se fue borrando para quedar en un
diminuto punto brillante que seguramente fue a
juntarse a sus compañeras, en la vía láctea. Después,
los pesados sonidos del silencio…
74. 74
Despertó en la escuela donde se había formado
como mujer del mañana. Sus compañeros parecían
tener la misma apariencia que en los buenos recuerdos.
Se alegró de verlos después de tanto tiempo.
Siempre, desde niña tuve el impulso de proteger al
prójimo, pensó al verse en una breve secuencia del
espejo tratando de defender del peligro a uno de sus
compañeros. Desde siempre quiso defender a los más
débiles y creyó que había encontrado la forma de
desarrollar su misión siendo soldado o policía. Siguió
recorriendo cada rincón del lugar y llegó a ella el
recuerdo de cuando conociera a Craig, a quien más de
una vez salvara de una paliza. En esa secuencia se lo
veía tal cual a cuando era niño. Tan flaco, debilucho,
con sus anteojos y su aspecto enfermo, que despertaba
pena.
– ¡Toma, maldito! –decía uno de los compañeros
mientras castigaba a Craig sin piedad, más ella, quien
por ese tiempo formaba parte del equipo de Karate del
colegio, apareció y lo interceptó con una trompada en
plena cara.
–Debes ser más cuidadoso –dijo la pequeña
Naomi acercándole los anteojos.
–Sí, si –dijo Craig. El que en un futuro sería su
marido, era en ese entonces la burla del colegio.
Una tarde, la invitó a tomar un refresco, ella
aceptó gustosa. Sin que se diera cuenta, Craig, poco a
poco comenzó a seducirla. Con el paso de los días
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ambos se fueron acostumbrando a compartir su
tiempo. Parecían llevarse muy bien y juntos se sentían
cómodos. Pasaron un par de inviernos y Craig se
atrevió a invitarla a comer pizza y luego a bailar.
Mientras bailaban, él dijo las palabras más bonitas que
los jóvenes oídos de Naomi escuchaban por primera
vez en sus catorce años.
–No puedo vivir sin tu sonrisa, es como un regalo
que me ayuda a no bajar los brazos a pesar de seguir
siendo la burla de mis compañeros.
Las semanas transcurrieron. Craig, a pesar de ser
dos años mayor, se aferraba a Naomi como si se
tratase de su protectora, y en realidad siguió siéndolo.
Ella le enseñó a defenderse de las aviesas palabras y
los golpes de sus compañeros, hasta que él se ganó el
respeto de los abusivos de la clase.
El destino los había juntado misteriosamente.
Varios eran los jovencitos que pretendían un
acercamiento con Naomi, pero ella, poseedora de un
fuerte instinto de protección, amaba a Craig, porque en
él encontraba la manera de brindar todo ese caudal de
ternura y amor que la desbordaba. El jamás pensó
encontrar en ella la llama de esperanza que hubo
perdido por los constantes maltratos que recibiera en
su adolescencia, de parte de un padre pegador y una
madre sumisa y callada por demás, sin coraje para
defenderse ni defender a sus hijos. Fue entonces que
dejó la casa de sus padres y se fue a vivir con su
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abuela. Tanto sufrimiento a temprana edad, hizo que
creciera de golpe. También su aspecto debilucho
quedó en el pasado. Como el patito feo del cuento, se
había convertido en un joven alto de buen físico y
natural elegancia.
Una noche, regresaba del cine con Naomi, ambos
muy callados, analizando cada uno para si, la película
que acababan de ver. De pronto, como al descuido, él
colocó tímidamente la mano sobre el hombro de
Naomi. Ella lo miró de reojo y sonrió con picardía,
dejándole entender que no le molestaba en absoluto su
actitud posesiva. El sintió que la felicidad lo colmaba
hasta no dejarlo pensar con claridad. Caminaron en
absoluto silencio un par de cuadras hasta que Naomi,
presa de los nervios, se echó a reír sin poderse
contener. Unos metros más y ambos reían a más no
poder, tomados de las manos y mirándose. Después, el
silencio entró en escena, y la calle poblada de tilos,
casi en penumbras, fue testigo de aquél primer beso
tan largo y suave como inolvidable, donde ambos
estrenaron nuevas sensaciones.
Ahora, Naomi, se preguntaba, cómo aquel niño
lleno de ternura e inocencia podía haberse
transformado en alguien tan perverso. Pero casi todo
tiene una razón, y recordó
Todo sucedió un martes de agosto, cuando la
madre de Craig volvía del trabajo y fue sorprendida
por tres delincuentes. La mujer, por temor, no se
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resistió, pero aun así fue violada y luego asesinada.
Craig juro vengarse. Desde aquel día sólo tenía una
idea que no lo dejaba pensar claramente, una obsesión
que se alimentaba de odio y deseos de venganza. Fue
en vano que los años pasaran. Sus sentimientos no
habían cambiado, por el contrario crecían cada día.
Un mediodía en que almorzaban juntos, él, muy
seriamente le dijo.
–Lo he decidido; voy a ser policía al igual que tu.
Al principio Naomi creyó que se arrepentiría, y si
bien trató en un principio de no hablar del tema,
viendo que no cambiaba de opinión, quiso disuadirlo,
pero no pudo, y no pasó mucho tiempo hasta que pidió
ser incorporado y ser parte de la fuerza.
Ella temía que algún día Craig, cometiera alguna
barbaridad; obsesionado como estaba por lo sucedido a
su madre, ciego de odio, sostenía para sus adentros que
su única meta era castigar a todo aquel que infringiera
la ley. Se entrenaba físicamente sin descanso y se
ejercitaba en el tiro al blanco más que cualquiera de
sus compañeros. Esto preocupaba mucho a Naomi que
en cada ocasión que se le presentaba trataba serenar
con su mejor estrategia el odio que él masticaba. –El
odio se realimenta de odio – le dijo, y agregó – No vas
a poder soportar esa carga tan pesada. Trata de no
pensar en el pasado; recuerda a tu madre en sus
momentos felices, desecha esa situación y ocupa tus
pensamientos en otra cosa. Sabes que puedes contar
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conmigo, quiero ayudarte, pero debes empezar por
ayudarte tú primero. No te niegues. Busca ayuda
profesional; un psicólogo sería lo más indicado para
sacarte esa angustia tan traumática.
Un día mientras Naomi escribía un informe, Craig
se acercó a ella para darle la sorpresa de su vida.
Después de deslizar cuantas unas palabras bonitas,
mostró su sonrisa más subyugante. Los ojos de Naomi
se llenaron de lágrimas, cuando abrió el estuche rojo
que encerraba una sortija de oro.
– ¿Te casarías conmigo Naomi? La sargento
Berks lo abrazó con todas sus fuerzas y con un hilo de
voz por la emoción, simplemente dijo – ¡Claro que sí!
Así estaremos juntos para siempre.
Un sábado lluvioso de Julio, la pareja contrajo
matrimonio. Hawai, fue el lugar de ensueño elegido
para la luna de miel y en el que invirtieron casi todos
sus ahorros, pero bien valía la pena. – ¿Ves? ¡Esto es
lo que quiero para los dos! Una vida sin sobresaltos,
Vacaciones en lugares exóticos, buena ropa, salidas y
paseos por el mundo cuando se nos antoje ¡mucho,
mucho dinero para disfrutar juntos! Naomi reía cuando
lo escuchaba hablar de ese modo. Y trataba de bajarlo
de esos sueños diciendo – ¡no olvides que somos
policías!
– ¡Que importa! Aun así podemos lograrlo –
aseguraba él, riendo.
– ¡Que buenos tiempos! –Dijo Naomi, quien
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recordaba esos días maravillosos mientras observaba
lo sucedido como en una película. Las caminatas por
la playa, los deportes acuáticos que practicaban juntos,
las noches tan perfumadas, bajo las estrellas y el ruido
del mar que acompañaba las horas del amor, en la
cabaña. Pero llegó el tiempo en que la fiesta se
termina. Así tuvieron que dejar aquel lugar de ensueño
para regresar a cumplir con sus deberes.
No pasó más de un año cuando Naomi comprobó
que un nuevo ser cobraba vida en su vientre. Con los
análisis en mano, no pudo esperar y citó a Craig en
una cafetería a la que solían concurrir cada tanto.
Primero hablaron de cosas triviales, mientras bebían
un café, hasta que Craig preguntó
– ¿Por qué me citaste aquí, a esta hora? Ella no
respondió; busco en su cartera y puso sobre la mesa un
pequeño paquete muy bien envuelto, como si se tratara
de un regalo.
– ¿Qué es esto? ¿Un obsequio, para mí? ¿Y a que
se debe?
– ¡Sólo ábrelo! – lo apuró inquieta, Naomi. Craig
sacó la envoltura y abrió la caja; dentro, un escarpín
blanco habló por si mismo. El futuro padre se puso de
pie y tomando a su esposa de ambas manos la ayudó a
incorporarse y se unieron en un abrazo interminable,
entre risas y lágrimas de felicidad, mientras las
personas que pasaban por el lugar sonreían al ver dos
jóvenes y apuestos policías abrazarse y besarse en
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plena calle.
Naomi, pidió licencia en la fuerza, y se dispuso a
esperar a su hijo, sin poner en peligro su vida ni la del
pequeño. Durante los nueve meses de embarazo, su
marido la colmó de mimos y cuidados, más aun
cuando Henry nació.
Cuando el pequeño contaba con apenas dos años,
las dificultades económicas empezaron a ser motivo de
preocupación y a veces de discusión que se repetían
cada vez con más frecuencia. Naomi se exasperaba,
cuando Craig insinuaba hacer algún negocio sucio con
un amigo, para salir de una vez por todas de esa
situación
– ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? – Le dijo un
día – ¡No pienso ser el policía pobre toda la vida!, esto
tiene un límite –Naomi intentó hacerlo razonar, más él,
la abofeteó delante de su hijo –Yo no pienso ser un
perdedor como tú. ¡No pienso conformarme con una
vida mediocre llena de renunciamientos! Estoy
cansado de pasar necesidades, cuando, si no tuvieras
tantos prejuicios podríamos vivir mucho mejor,
viajando y comprando lo que se nos antoje; hasta
podríamos tener una casa en la playa y mucho dinero
en el bolsillo. ¿Hasta cuanto piensas seguir así?
¿Adónde crees que llegarás siendo honesta, llevando
una vida de porquería pensando solamente en trabajar?
A pesar de que los maltratos físicos y sicológicos
continuaron, Naomi lo soportó a favor de su hijo. Era
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todavía muy pequeño para entender, pero necesitaba
de su padre tanto como de ella, o al menos eso creía.
Parecía increíble que aquel muchacho dulce y tímido
se hubiera transformado en un monstruo de ira y odio
cegado por una ambición malsana.
Naomi trataba de evitar las discusiones, pero a
medida que las semanas transcurrían, él se mostraba
más agresivo y no quería escuchar las advertencias de
su esposa.
Un joven vestido a la moda empezó a visitar a
Craig a menudo. Naomi, se preguntaba como un
muchacho sin familia y sin trabajo podía vestir ropa
tan cara. Decidió investigar. Dentro de las fuerzas
policiales conocía a un par de detectives que podrían
ayudarla. Temía que su esposo, finalmente hubiera
sido arrastrado a meterse en algún negocio turbio.
Una tarde en que debieron hacer un operativo con
la brigada a la que pertenecía Naomi, en una fábrica
donde se sospechaba traficaban grandes cargamentos
de droga. Una vez que los maleantes fueron
capturados, Naomi perdió de vista a Craig. Un minuto
después escuchó un disparo; se apresuró y lo encontró
detrás de un tanque de agua; junto a él, un joven
tendido en el piso, muerto. Al ver más de cerca, lo
reconoció, era el muchacho que solía visitar a Craig.
– ¿Qué pasó? – preguntó
–Me persiguió para matarme, pero fui más rápido
que él. Sus compañeros, atraídos por los disparos
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corrieron hasta el lugar.
La brigada se marchó, luego de interesarse por el
bienestar de Craig.
Cuando volvió al departamento, encontró
recostada en el dormitorio. Se la veía disgustada.
– ¿Y ahora qué te pasa? –Preguntó Craig de mal
modo.
–Quiero el divorcio –dijo Naomi – esta situación
se ha vuelto imposible para los dos.
Craig estalló en un ataque de locura, la golpeó.
Naomi, que sabía defenderse, esta vez no lo dudó, y
con un golpe de karate lo derribó de inmediato ante el
asombro de él, que la miraba desde el piso. Con los
ojos inundados de llanto, Naomi dijo – ¿Qué pasó?
¿Qué fue del chico del que me enamoré? ¿Del marido
amoroso y gentil? ¿Qué fue lo que nos pasó, Craig?
¡Eres un monstruo! ¡Se que tienes negocios con la
mafia! El se incorporó y Naomi temió lo peor, pero él
presentó su argumento de defensa.
– ¿Qué querías que hiciera?, con nuestro salario
apenas podemos mantenernos los tres. ¡Date cuenta,
Naomi! ¿Acaso quieres ser pobre toda la vida? ¿No
tienes ambiciones?
Por toda respuesta, Naomi, le pidió que se fuera.
En los próximos días el divorcio fue una realidad,
sucesiones y juicios fue lo que quedó de la pareja.
Luego de una dura batalla entre abogados, Naomi
obtuvo la tenencia de Henry. El corazón maligno y