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Juguete de lata de Payá de los años 20-30
¿Mande? Seguramente ese apelativo no os dirá nada, pero hablamos del perrito
más famoso de la historia de España, más todavía que el de Scottex, un perrito
dibujado para más señas, un famélico chucho callejero de raza indefinida. En su
etapa de esplendor, los años 20 y 30, su popularidad eclipsaba la de otros
conocidos dibujos extranjeros, el ratón Mickey y el gato Félix, un fenómeno
similar al del entrañable Petete en los años 70. Y como éste, el fenómeno
traspasó los límites del dibujo, para convertirse en un icono de la infancia
(“Ahora todo su afán es enseñarme unas caricaturas de Xaudaró para que vea el
perrito. Revuelve un sitio y otro hasta encontrar varios números de ABC. -Te
advierto que todos los días viene, aunque de forma distinta.” Fidel
Cabeza (entrevista a María Luisa San José, niña de 6 años, hija del escritor
Diego San José, Diario de Córdoba, 17-3-1929)), en una mina de negocio, de
infinito merchandising. Se hicieron juguetes de lata, peluches rellenos de serrín
(diseñado por Gros), pañuelos, alfileres, imperdibles, colgantes, recortables, cajas
de bombones, almohadones, bibelots, abanicos, adornos para el tapón del
radiador de los coches, gemelos, lazadas de los sombreros, etc., que se vendían
hasta en Nueva York, vamos que ni E.T. en sus mejores tiempos.
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La gente, y no solo los niños, lo primero que buscaban en sus ejemplares del
ABC, donde aparecía a diario una caricatura del genial Joaquín Xaudaró, era el
perrito, que casi siempre aparecía en un segundo plano, aunque acabara
resultando el protagonista, en todos los dibujos, una especie de precursor del
fenómeno “¿Dónde está Wally?”.
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Un secundario de lujo, una estrella invitada, que acaba eclipsando al dibujo
entero, y al propio Xaudaró, como le sucede a Quino con Mafalda. Un perrito
con la identidad, entidad, icónica, de un Milú, de un Snoopy, o de un Pipa, el otro
gran perro, perra, olvidado del dibujo español, creado por el grandioso Salvador
Bartolozzi, y que en Valladolid tenía, tiene, hasta una pequeña estatua en el
parque infantil del Poniente.
La intrépida Pipa
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El perrito de Xaudaró era el testigo, no siempre mudo, de las más insólitas
aventuras, desgracias, adoptando en muchas ocasiones comportamientos,
reacciones, humanas, como por ejemplo sorprenderse, sonreír, o guiñar un ojo.
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Pero sin pasarse, no deja de ser un perro canónico, que ladra, roe huesos y se
alivia en la calle cuando le viene en gana. Tan humano, real, era, parecía, una
madre desesperada se lo pidió a su autor para que jugara con su niño
enfermo, cuando no aparecía los lectores se preocupaban, le llegaron a mandar el
siguiente telegrama: “Comuníqueme si perrito falleció catástrofe ferroviaria [la
caricatura era un vagón de tren destrozado]. Un admirador.”, que hasta le
hacían comidas homenaje, participaba en exposiciones, firmas benéficas, y le
concedían galardones, ni más ni menos que el “hueso de oro”.
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“El perrito de Xaudaró” se convirtió en una imagen, en un dicho popular, que
era utilizado en cuentos, caricaturas, artículos, poemas, bromas, cobrando si cabe
una dimensión todavía más real, corpórea, hasta la Sociedad Protectora de
Animales agradeció a Xaudaró, pionero de la animación en España, su creación.
También era un habitual en las cabalgatas infantiles de todo el país (Fiestas de
San Froilán en Lugo (1925), Batalla de flores en las fiestas del Corpus de Orense
(1926), Cabalgata de Reyes en Sevilla (1931), etc.), y hasta figuraba en los
estandartes de la legión (“La octava compañía adoptó como mascota la graciosa
figura del popular perrito de Xaudaró.” Pepe Bordera Furió (“Memorias de un
legionario”, Diario de Alicante, 29-10-1925)), como reclamo publicitario de una
marca de vino, "Cruz Conde" (un anuncio pintado estuvo durante décadas en la
calle sevillana Bustos Tavera de Sevilla, frente al cine Apolo, hasta que la casa
fue derribada), y como logotipo, mascota, de un aeroplano que recorrió toda
España.
Cabalgata Batalla de flores de Valencia (1925)
“Y para terminar, pues mi “estilo” (que es algo así como “el perrito de
Xaudaró”), se va secando” Mamigo (“Notas de mi estilo”, El Día de Palencia,
16-10-1927)
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Presupuesto de broma realizado por la revista humorística "Gutiérrez" (24-9-
1932)
“Soy tan travieso y tan tuno como el perrito de Xaudaró y tan castigador como
T.B.O.” José Carrasco Cuellar (“En torno a un voto de censura”, Correo
Extremeño, 1-5-1928)
Crónica Meridional (1-3-1922)
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Crosita (La Prensa, 23-12-1931)
“El cancerbero del triunfo es el perro de Xaudaró.” A.M.S. (El Telegrama del
Rif, 18-9-1931)
Vuelta a España en aeroplano del comandante Delgado Brackembury y el
teniente Gutiérrez (1924)
18. 18
Heraldo de Zamora, 14 de julio de 1924
Avro 504 (Fuente: http://www.aeropinakes.com/)
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“El Colegio de Abogados celebró su cumpleaños con una misa, un banquete y
una velada. Hasta el gato del Sr. Ossorio y Gallardo echó una cana al aire
sintiéndose colegiado. El perro de Xaudaró, no; no va al Colegio.” Madrid al
día (ABC, 1-4-1932)
La misma imagen del anuncio callejero sevillano
Palillero
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El filón económico del perrito eran tan grande, que incluso al morir su autor en
1933, se plantearon hacer un concurso para buscar a un ilustrador que continuara
dibujándolo, algo que afortunadamente no acabó sucediendo, hubiera sido una
impostura artística, un sacrilegio.
La Voz (17-4-1933)
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“Sabido es que ese perrito de hocico agudo, graciosamente respingón en la
punta, de mirada melancólica y orejas expresivas, no existía realmente sino en
los dibujos de Xaudaró, aunque manos ajenas y máquinas distintas lo hayan
reproducido en toda clase de materias para juguetería, bisutería y objetos de
adorno. Pero tenía tal renombre, era de tal suerte estimado y solicitado en toda
España y América, que Xaudaró habría incluso perdido parte de su popularidad
legítima si hubiera dejado de situarle entre sus donosas escenas satíricas, y que
le hacía sonreír un poco triste, cuando inevitablemente, fatalmente, al decir su
nombre, oía contestar: —¡Ah! Sí. El del perrito. Cierto que fue “el del perrito”,
como los grandes creadores de famosas figuras literarias o de perdurables obras
artísticas ven ya para siempre gloriosamente usurpado el nombre propio por el
de la ficción obra suya. Incluso será ahora, muerto ya Xaudaró, cuando su perro
adquirirá apariencia viviente y voz desde la pantalla cinematográfica.” José
Francés (Nuevo Mundo, 7-4-1933)
Xaudaró y el perrito
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¿Cómo y cuándo surgió el famoso perrito?
“-¡El perrito! ¡Mi pobre perrito…! Nunca llegué a saber cuándo vino al mundo
mi perrito. ¡Y cuántas veces traté de saberlo!
-¿Pero vive?
-Aquí.
Y el maestro se lleva la mano a la frente.
-Verá usted -continúa-. Yo tenía que hacer un dibujo a pluma, para un
periódico rotativo. Ya comprenderán que me refiero al “ABC”. Los dibujos
solamente de los personajes del chiste me parecían muy solos. Siempre hay que
recurrir a objetos, mesas, tiestos, etcétera, etcétera. Yo ponía el perrito. Un
perro, aunque sea chico, es siempre un alivio para un dibujante.
-¿…?
-Miles de telegramas y cartas he recibido preguntándome lo que usted. Una
vez quise averiguar cuándo saqué a la luz a mi perro. Creí que databa de hacía
unos meses; pero repasando revistas francesas y cuentos, di con el perrito, que
surgía de mi pluma, al parecer, automáticamente.
-¿Era el mismo?
-El mismo de hoy. El mismo que me usurpó la personalidad. Es más popular y
tiene más admiradores que yo. Todo lo más yo soy el señor del perrito. Créame
que estoy bastante celoso, ¡pero bastante!
-De mis intimidades con el perrito hablaremos mañana.” José F.
Buelta (Región, 29-7-1926)
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“Pues no lo sé… sin duda alguna vez se me ocurrió pintar un perro para
componer, para llenar algún dibujo que tendría mucho blanco. Al día siguiente
volvería a pintarle. A los cuatro o cinco días reincidiría. Algo por ese estilo. No
sé. Lo que sí recuerdo es que me sorprendió mucho la primera alusión a mi
perro. Que me sorprendió y que me iluminó. ¡Diablo! -díjeme- he aquí un filón a
explotar...” Joaquín Xauradó (Diario de Alicante, 14-8-1928)
Entrega del "Hueso de honor" (1924) al perrito de Xaudaró en el Ideal Retiro
(Madrid)
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“–¿Y el perro?
Xaudaró sonríe.
–¿Dónde está? ¿Por qué se esconde?
Y el dibujante, acentuando más su sonrisa, nos va diciendo:
—Es inútil que lo busquen ustedes, porque he procurado hacerlo invisible para
que me moleste menos. Y es el caso que mi perro nació por casualidad, con lo
cual quiero decir que yo soy completamente inocente de los estragos que haya
podido producir su nacimiento. ¿La razón de haberlo creado? Pues verán: En
los dibujos para los grabados era un inconveniente hace siete años la
abundancia de espacios en blanco, puesto que daban lugar a numerosas
manchas. Debido a ello un día, hace ese tiempo, se me ocurrió rellenar uno de
esos huecos con la figura del perrito por el que ustedes tanto se interesan. Y ahí
tienen ustedes cómo nació.
—Luego entonces ¿es fábula la historia que hace de ese perro un recuerdo?
—¡Qué duda cabe! Se han contado tantas... Pero la verdad es esa que acabo
de decirle.
—¿Y cómo fue—le interrogamos—la presentación del perrito en la Exposición
canina?
Xaudaró sonríe ante el recuerdo:
—Una humorada. Paseando la víspera de la inauguración de la Exposición
canina por el Retiro se me ocurrió visitar su emplazamiento. Mientras miraba
las jaulas donde habían de ser expuestos los diversos ejemplares acudió a mi
pensamiento la idea de exponer allí el que siempre he hecho figurar en mis
dibujos. Efectivamente. Puesto al habla con el encargado del acondicionamiento
de los ejemplares caninos, le interrogué si aún era tiempo de presentar un nuevo
ejemplar. «¿De qué raza?», me preguntó. Sonreí. "¡Hombre! Como raza, no
tiene ninguna», le respondí. Y como viera en él un gesto de extrañeza aclaré:
«Yo soy Xaudaró, y quisiera exponer aquí mi perro.» Rió de buena, gana la
ocurrencia y convinimos en presentarlo, para lo cual lo hice en una tabla
pintada al óleo que lo reproducía exactamente.
Interrumpimos:
—Por cierto que alcanzó un éxito rotundo.
—En efecto. Días después, ya clausurada la Exposición y en vista de que por el
Jurado no se me había otorgado premio alguno, mis amigos me obsequiaron con
un banquete, en donde el papel de anfitrión quedaba reservado a mi perro, que
presidía la mesa. Las tarjetas para dicho acto llevaban impreso, y como motivo
principal, «Hueso de honor». También por aquello mis amigos me entregaron
una copa que voy a enseñarles.
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Copa de lata ganada por el perrito en la exposición canina de 1924
La admiramos. De plata y con un tamaño regular. Cuando reanudamos el hilo
de nuestra charla opinamos:
—Gracias a usted, ese perro que aún no ha nacido tiene tanta popularidad
como si fuera torero.
Hace un gesto de displicencia.
—¡Pche! Es fácil. Aunque de vez en cuando también por causa de él sufro
alguna que otra molestia. Me escriben anónimos en número tan abundante que
me atosigan.
—¿Y en qué forma suelen venir redactados?—le preguntamos.
—Hay para todos los gustos. Recuerdo uno en el que cuatro muchachos se me
quejaban de la afluencia de perritos como el de mis dibujos en todos los objetos
de uso particular. «Estamos ya de su perrito hasta los pelos—me decían—. Lo
llevamos en gemelos, alfileres de corbata, sombrero, etc.» No pude contestarles,
dado el carácter anónimo del escrito. Pero de haberlo podido hacer,
seguramente les hubiera dicho que padecían «tontería aguda», toda vez que yo,
padre del bicho en cuestión, no lo llevaba en parte alguna.
Y Xaudaró, mientras pronuncia estas últimas frases, va llenando con pulso
seguro unas copas de manzanilla, que apuramos con delectación.
[…]
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-¿Pone usted siempre el perro?
-Sí, sí. Por cortesía hacia él. Podría ofenderse. Es presumido y le gusta que lo
vean. En una ocasión que no podía publicarlo en sitio visible, y por el lugar de
la acción, tuve que encerrarlo en un frasco de alcohol.
Xaudaró traza sobre el papel el perro que para el HERALDO DE MADRID me
va a entregar, y mientras su pluma sobre el blanco de la cuartilla corre rápida le
pregunto:
-¿Es perro o perra?
Me mira un momento, como extrañado de mi pregunta. Después me ha tendido
el dibujo. La cómica cabeza del animal se vuelve en él hacia atrás, como en una
interrogación al dibujante sobre si se debe o no tomar en cuenta el insulto que
acabo de dirigirle.
-Perro, perro – afirma Xaudaró-. Así no tengo que preocuparme de su virtud.”
M. Sánchez de Palacios (Heraldo de Madrid, 1-12-1928)
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“Quien no puede morir, porque ha tomado figura material en todos los bazares
es el noble can, cuya melancolía de hoy no puede manifestarse ni con el aullido
lastimero y con la lágrima furtiva. Los perros de carne saben llorar. Y saben
también escarbar sobre la madre tierra que cobija a sus amos en el sueño de la
eternidad. Pero este can humorístico nacido por el capricho creador del genial
dibujante, no tiene el consuelo del llanto ni del aullido. El perro de Xaudaró, le
sobrevive como un fetiche de regocijo estático ante el dolor de lo irremediable.
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Nos hacemos cargo de su dolor silente. El perro sin amo ha escalado las cimas
de la inmortalidad. Pero siempre sobrevivir es triste para el buen perro que
ejercitó la función fundamental de cubrir los blancos de los dibujos con que el
buen humor de cada día del dibujante eximio comentaba la nota popular del
momento.
Necesitaríamos un ciego. Un poeta ciego por ejemplo para que se dejase
conducir por este perro inmortal que consiguió el prodigio de popularizar la
inexistencia.
Nosotros creíamos que los canes humoristas, obedientes a la ley creadora del
buen humor, no sabían llorar y ahora resulta que el dolor de lo inexistente
ahonda y profundiza en nuestro dolor de existencia como una realidad tangible
de sentimientos que no pueden describirse. De ahora en adelante, el buen perro,
pizpireto y genial deambulará perdido en los anaqueles de los bazares en las
noches interminables de sus nostalgias. Los muñecos de bazar también serán los
únicos que puedan adentrarse en el dolor del perro inmaterial transformado en
materia de trapo o en fetiche de bisutería.
La materialidad imprecisa del indescriptible sentimiento sugerente ha tomado
cuerpo. Cuerpo de trapo, cuerpo de bisutería. Y en lo hondo de los corazones de
todos los que fuimos amigos del dibujante eximio, sentimos el aullido y la
lágrima como expresión contundente del dolor de este can humorista.
La glosa, tiembla en los puntos de nuestra pluma. Hace de alazán del jinete de
nuestra sugerencia. Y en fondo la glosa sugerente se esmerila a través del
recuerdo que se contempla tras la lágrima inmaterial del perrillo de bazar y de
bisutería. Tan honda es la emoción que el léxico tropieza en el cuarto oscuro de
las ideas contra las paredes que obstruyen la expresión jocunda de nuestro
dolor.
Para encontrar la frase justa que lo exprese, precisaríamos un lazarillo. El
perro se nos ofrece. Y le seguimos, le seguimos a través de las noches
interminables de sus nostalgias de bazar…
El silencio es lo más elocuente. El perro inmaterial silencia también sus
sentimientos. Y nuestra pluma coincide con el can humorístico que ya no hace
reír.”
Joaquín Romero-Marchent
(“La tristeza del can humorístico”, Heraldo de Zamora, 17-4-1933)
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“¡Pobre perro de Xaudaró! ¡Jocundo amigo, que, por ser más perfecto, ni sabías
morder ni aprendiste a ladrar! ¡Duerme en paz, pobre amigo! En plena juventud
y en pleno goce de halagos populares has sabido morir como un fiel perro de
poema. ¡Has muerto con tu amo!”
Ramón López Montenegro (1933)
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Última aparición del perrito de Xaudaró, 24 de marzo de 1933 (Xaudaró murió el
1 de abril)
“El perro de Xaudaró ha dado la vuelta al mundo. Supo su dueño, en un soplo de
inspiración infundirle un alma de perro, claro; pero un alma al fin.
El perro de Xaudaró sabía dónde había de colocarse, presumía que los
admiradores de su creador le buscaban por el dibujo, y, amablemente, no daba
trabajo a nadie: Se situaba en un sitio visible.
Este perrito de raza desconocida subrayaba la gracia del ingenio de Xaudaró
con su misión de perro inteligente: su naricilla aspiraba con deleite el perfume
de la risa franca de los lectores de “ABC”, para ofrecérselos a Xaudaró cuando,
a solas, en el gabinete de trabajo, el lápiz se movía, dibujando un perro “sui
géneris”.
Este privilegiado can filósofo y comprensivo sabía, entre otras cosas, que no
era nada de por sí, todo se lo debía a su forjador; sí, nunca le vimos vanidoso:
su figurilla esmirriada nunca perdió el sello humilde de perro entre falderillo y
foxterrier.
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Cuando Xauradó, a petición de una dama, que en vez de pedirle un madrigal,
le pedía un dibujo de su perrito para el enrejado del abanico le dibujaba, el
perro se contrariaba, como se contrarió cuando su inoportuna popularidad llevó
a los hombres hacerle de carne, de trapo, para adornar el gabinete de la
señorita, viendo el pobre can con dolor que también estaba reproducido en un
cojín y en cuadro, en la misma habitación, como si se tratara de un Rodolfo
Valentino de la raza canina. Su modestia era una virtud poco frecuente entre los
perros.
Entre Xaudaró y su perro existía esa relación íntima que existe entre el ciego y
el lazarillo. El perro seguía a Xaudaró, tozudamente a todos los sitios, y era tan
discreto, que no molestaba nunca. Jamás los lectores de “ABC” advirtieron una
osadía en este canino ejemplar.
Muerto Xaudaró, el perro ha muerto, otros dibujantes querrán recoger aquel
alma que le infundió Xaudaró y te dibujarán; pero no serás tú, simpático perrito;
será un remedo triste de tu figurilla. Tú saliste de un lápiz privilegiado y no
habrá un artífice que sepa mover los resortes de tu expresionismo.
Indudablemente el perro de Xaudaró ha muerto con Xaudaró. A la manera
impresionante que el alma del músico hizo vibrar las cuerdas del viejo
stradivarius al separarse de la materia, así, el perrito de Xaudaró, al morir su
genio creador, cayó al suelo, roto en mil pedazos, mientras su boca lanzaba un
aullido supremo de pena y olor a cadaverina, a la par ojos casi humanos
lloraban lágrimas humanas...” Matilde Zapata (La Región, 4-3-1933)
Dibujo de Tovar (La Voz, 1-4-1933)
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P.D: ¿Y el perrito tenía nombre? Pues va a ser que ser que sí: TIF, que hizo su
aparición co-protagonista en la obra maestra de Xaudaró, recientemente re-
editada, “Fantásticas aventuras de Tito y Tif” (1915).