3. 3
PRÓLOGO
Francisca Perujo, Investigadora y escritora santanderina
de la segunda generación del exilio
Un encuentro con Francisca Perujo cuando pasa por Madrid en sus viajes de
Italia a México, no es fácil. Los días de estancia madrileña los aprovecha al
máximo, repartidos entre las visitas obligadas y necesarias a distintas
personalidades para completar algún dato de los trabajos que lleva entre manos, y
la Biblioteca Nacional, siguiendo en ésta la pista de alguna "joya" bibliográfica
que ha saltado en su labor por los archivos italianos.
Para no interrumpir en exceso su trabajo, quedamos citados en el vestíbulo de
la Biblioteca, junto a la estatua de don Marcelino Menéndez Pelayo. Pasar del
mundo espeso, municipal y apresurado que queda tras la verja, al recinto de la
Biblioteca, es cambiar de vida. Atrás quedan los seres empeñados en emplear al
máximo las posibilidades de los sesenta segundos de un minuto; delante, como
contraste, en la amplia escalinata que guardan los "hombrones" que imponen su
prestigio de historia literaria traducida en piedra, se encontraban hoy tres
japonesitas, esforzándose, con aparente calma asiática, en lo que podía ser su
primera lección práctica de literatura castellana, descifrando los nombres
grabados en los pedestales. A los pies de don Marcelino me estaba esperando ya
Francisca. El lugar de encuentro aseguró que no ha sido premeditado, aún cuando
las circunstancias pudieran parecerlo.
—Tu también, como nuestro sabio montañés, recorres los archivos de las
bibliotecas importantes de Italia.
—Me da mucho gusto que digas esto, pero por favor, ¡él era don Marcelino!
Sólo me puedes comparar si acaso, en que yo también soy santanderina y en que
investigo en la misma línea.
CUATRO LIBROS MAYORES SOBRE ORIENTE
Efectivamente, Francisca Perujo Álvarez, nació en Santander en 1934. Siendo
una niña marchó con sus padres al exilio de México, donde cursó estudios hasta
alcanzar el máster por la Universidad Nacional Autónoma de aquella capital, en
filosofía aplicada a la historia de la cultura. En su cartera lleva ahora un trabajo
para optar al doctorado. Se trata de la investigación realizada sobre los cuatro
libros mayores publicados en castellano sobre Oriente entre 1578 y 1609.
4. 4
—El tema de Oriente ha sido una de mis dedicaciones principales como
investigadora en Italia desde hace algunos años por cuenta de la UNAM,
partiendo de documentos y ediciones raras que se conservan en las bibliotecas
italianas. Aparte de este estudio sobre el siglo XVI, llevo también para su
publicación por la Universidad, una edición crítica de
la primera crónica laica que se escribió sobre Filipinas. Fue editada en México en
1609, y para su realización he tenido que dedicar muchas horas al examen de
muy diversa documentación en Italia, México y aquí, en la Biblioteca Nacional
de Madrid. Es un trabajo duro, pero te aseguro que apasionante.
—Y en ese otro cartapacio que tienes en la cartera, ¿qué hay?
—Es otra labor que acabo de terminar. Se trata de una próxima edición sobre
cartas relacionadas con América, que todavía no se conocen en castellano,
escritas entre 1493 y 1540. Son traducciones, con abundante aparato crítico y
notas, que contienen una información riquísima sobre tan importante momento
histórico. Sinceramente creo que va a resultar un corpus de indudable interés
historiográfico.
—¿Cuál es tu bibliografía actual? ¿Qué has publicado hasta ahora?
—Aparte de diversos trabajos breves sobre temas muy concretos de mi
especialidad, aparecidos en revistas, la UNAM me editó en 1976 dos libros con
amplio estudio preliminar, traducción y notas mías: Razonamientos de mi viaje
alrededor del mundo (1594-1606), de Francisco Oarletti que aparecía entonces
por primera vez en castellano, y Viaje a la Nueva España, de Giovanni G.
Gemelli.
UNA NOVELA EDITADA POR MORTIZ
—Pero se conoce otra faceta tuya que podemos decir que está un poco en las
antípodas literarias de ésta de que estamos hablando. Me refiero a tu novela
Pasar las líneas, editada por Mortiz, en México, en 1977, y unas pocas poesías;
por cierto muy pocas. ¿Quiere esto decir que este tipo de actividad intelectual es
para ti secundaria, que es tu pasatiempo?
—No, no, te aseguro que es al contrario. Me apasiona la labor de creación, la
necesito vitalmente; la otra, la de investigación, podemos decir que es la
rutinaria, que no te niego que también me da muchas satisfacciones y que además
es mi medio económico de vida, pero con la poesía o con la novela es cuando
alcanzó la mayor felicidad. Quizás porque me cuestan mucho, ya que soy muy
exigente para mí misma. Pasar las líneas fue obra que duró varios años; no
todos, claro, dedicada a ella, pero mi insistencia en la depuración del lenguaje
utilizado va dando lugar a que pase el tiempo. Insisto mucho y vuelvo y vuelvo
sobre las palabras. Cuando publiqué esta primera, y hasta ahora única novela,
todavía no me sentía a gusto con su redacción, pero el interés de Joaquín Mortiz
y de algunos amigos, me decidió a entregarla al editor.
5. 5
—Dices, "hasta ahora única novela", ¿es que trabajas en alguna otra?
—Sí, desde hace ya bastante tiempo que estoy dedicando algunas horas de mi
vida a otra novela basada en un tema de nuestra guerra civil española, en la que
se están uniendo experiencias personales y documentación. No sé el tiempo que
todavía me va a llevar porque en este caso a la normal preocupación en mí por la
pureza del idioma se une la fidelidad al dato; quizás por mi profesión soy muy
exigente en cuanto a la documentación que manejo y me falta confirmar ciertos
hechos y situaciones que pretendo se ajusten exactamente a la realidad. A mi
regreso de México permaneceré un tiempo en España dedicada, entre otras cosas,
a rastrear estos datos.
"MI POESÍA SIEMPRE"
—En otras ocasiones hemos hablado de tus traducciones de Juan Rulfo y de
otros autores al italiano, pero poco, muy poco, de tu poesía. Tu poesía ¿cuándo?
—La contestación correcta sería: mi poesía siempre. Es para mí una necesidad
primordial y brota por encima de los demás trabajos. Nunca es una poesía de
circunstancia, pero siempre como una exigencia interior. Por esto mismo me
cuesta darla a la publicidad. En España sólo se ha conocido por tu "culpa", pues
en las páginas Peña Labra, son las únicas en que han aparecido poemas míos.
Llegamos al final de estos minutos robados a la labor madrileña de Francisca
Perujo en uno de sus tránsitos Milán-México. En algún momento se hace preciso
cortar la conversación con esta interlocutora con la que los temas, cada tema, se
puede convertir en un largo y sabroso discurso que se escucha con gran placer.
Ella marcha en busca de ese dato esclarecedor que se guarda en quien sabe qué
libro raro de la Biblioteca Nacional. Yo regreso al mundo agobiante y en gran
medida superficial que hay al otro lado de la verja.
Aurelio G. Cantalapiedra – Hoja del lunes – Santander, 5 de enero de 1981
7. 7
ÍNDICE
PRÓLOGO
Entrevista de Aurelio G. Cantalapiedra…………………………………...……...5
CUADERNO DE MILÁN
Humano acontecer……………………………………………………………....13
Viaje de invierno………………………………………………………………...14
Abril de Cork…………………………………………………………………....15
Opacidad………………………………………………………………………...16
De tu ámbito………………………………………………………………...…..18
Pomeriggio romano………………………………………………………….….19
Románico lombardo………………………………………………………...…..20
Otoño lejos…………………………………………………………………..…..21
Márgenes…………………………………………………………………..…….22
Tenaces intentos………………………………………………………………....23
Los signos acertados…………………………………………………………….24
Inhóspita morada………………………………………………………………..25
TIEMPO DE CUAUHNÁHUAC
Herencia compartida………………………………………………………….....29
Primera memoria………………………………………………………….…….31
Tramontano…………………………………………………………………..….32
Calle de Leyva…………………………………………………………………..33
Memoria presente…………………………………………………………...…..34
8. 8
CUADERNO DE MONTECCHIO
Alguna identidad………………………………………………………………...37
Tiempo como dolor……………………………………………………………...39
Tiempo alcanzado……………………………………………………………….40
Lugar de olvido………………………………………………………………….41
Mediterráneo oficio…………………………………………………………......42
Rastros antiguos……………………………………………………………...….43
Ámbitos reservados………………………………………………………...…...44
Huecos de tiempo…………………………………………………………..…...45
Remotos presagios……….…………………………………………………..….46
Amorosos celajes……….…………………………………………………….....47
Agostamiento…………….………………………………………………….…..48
Quehacer de amor……….………………………………………………...…….49
Cumplimiento…………….………………………………………………….….50
Imposibles rescates……………………………………………………………...51
El cedro del Líbano………………………………………………………….…..54
EL USO DE LA VIDA
El uso de la vida………………………………………………………………....57
Diarios afanes……………………………………………………..………….....58
Imago Mundi…………………………………………………………………....59
A pesar de Venecia………………………………………………………….…...60
Umbria romana……………………………………………………………….....62
Ponte Sant´Angelo…………………………………………………………...….63
La capilla Brancacci…………………………………………………………….64
Arte de amar………………………………………………………………….....65
Septiembre de Montecchio……………………………………………………...67
Tiempo de filigrana……………………………………………………….……..68
Los dioses y los días…………………………………………………………….69
Plenitud de cigarras………………………………………………………….…..70
Posible semejanza……………………………………………………………….71
Velamos en nostalgia……………………………………………………..……..72
La memoria del sueño……………………………………………………..…….73
No es saber……………………………………………………………………....74
DEL UBICUO MUNDO
Paseo del Prado……………………………………………………………….....77
Paisaje urbano con figuras……………………………………………….……...78
La visión del profeta…………………………………………………………….79
El Gran Bazar…………………………………………………..…………...…..80
Speculum Mundi……………………………………………………….………..81
9. 9
En lo breve de la vida
ha de inventarse algún modo
porque la muerte vencida
quede y no lo usurpe todo.
LEYENDA DELAUTORRETRATO DE VELÁZQUEZ
13. 13
HUMANO ACONTECER
Entre breñas, el hombre busca al hombre.
Cada día afinamos nuestras armas,
hojas melladas, aceros quebradizos,
metales que relucen con esfuerzo
¿para cuáles ínfimas batallas?
afilamos, ungimos, templamos
¿para cuándo?
¿Cuántas historias repite cada día mi cuerpo,
y el tuyo,
y el de mi hermano?
14. 14
VIAJE DE INVIERNO
¿De qué pan somos?
Las voces
ecos de otras voces.
Las palabras
¿cuántas veces las mismas?
Aquel verde
¿habrá sido igual?
Sobre la piedra sillar nace el musgo
-Eso es todos los años-.
Los plátanos desnudos
entrelazan muñones y sarmientos
-Eso es porque es invierno-.
15. 15
ABRIL DE CORK
En Cork, cerca del muelle,
luz ámbar de vidrios opacos
calienta fuera la noche húmeda.
Dentro, un mostrador y un banco.
Estibadores viejos
de rostros señalados por muchos días iguales:
fatiga, bruma, cerveza,
mujer a veces
nunca esperanza.
Estibadores jóvenes
de rostros señalados por menos días iguales.
Tras una puerta de vaivén
suenan acordes de una antigua balada.
Tú oyes todos los ecos.
16. 16
OPACIDAD
I
Aquí el cielo es bajo y pesa demasiado,
de paño gris compacto este otoño tardío.
Pero la plaza es toda de ámbar matizado.
Han muerto bien las hojas
en ocres y amarillos
dando al caer, doradas, su belleza mayor
única cada vez
final de un infinito
-yo sé que repetido.
Más tarde caerá el cielo,
confundido con calles, casas, árboles y suelo.
El gris tamizará las formas sin matices
que reducen a sombras volúmenes y líneas,
ocultando letargos y obligados secretos.
Y no sé si detrás habrá misterio.
17. 17
II
No sé de qué materia habrán de ser los días.
No pienso en la textura de las cosas.
Digo el poso del tiempo
su cúmulo de imágenes, espacios y colores
¿amargo, dolorido,
pleno de amor, sin dudas?
Podrían ser
de la luz más sutilmente hilada
o de agua tejida con la más fina trama.
¿Y si fueran de arena de encallar?
Allí han varado naves que no vencían borrascas
botellas que guardaban seculares mensajes
arriesgadas ballenas.
La bajamar descubre atormentados viajes.
Sí, lo peor es la arena.
18. 18
DE TU ÁMBITO
I
Engastada en mi vida,
como una uña,
tengo tu imagen.
Decías:
-¿Tú crees de veras que los hombres…?
Y yo sentía cada palabra llena.
-Porque los dos creemos… -decías.
¿Te acuerdas?
Era un junio tibio.
Detrás de la Lungaretta
un niño vendía flores
en la noche rendida al verano.
-Pero el hombre ha perdido otra vez
-te dije-,
y quién sabe hasta cuándo.
II
¿Cómo seguirte?
No por vuelos altísimos.
Entre las cosas de los hombres
que intentas ordenar cada día,
y en ellas te apagas,
ubicuo y atestado,
y te olvidas de ti.
¿Cómo seguirte así?
¿Dónde hallarte yo que te amo?
19. 19
POMERIGGIO ROMANO
Sola de siesta y lluvia para mí la plaza
bajo nubes cargadas por claros hendidas
la porosa blancura del mármol agotada
contra paredes de azafrán manchado se perfila.
La forma gris de una paloma errante
caminando cuadrículas antiguas
-húmedo y áspero el aire-
opaca destellos mojados.
La fuente tuya
-en medio, como entonces-
perfecta de equilibrio.
20. 20
ROMÁNICO LOMBARDO
Comienza el ámbar
a tamizar el aire
en el arco ojival
de ladrillo lombardo.
Puntual y repetida veladura
en el cielo que cae
al patio soportal de la Rochetta
contra el muro almenado,
los torreones, las tejas.
En la última luz cede el azul.
Los castaños esperan
consumadas certezas.
¿Sabes tú que así miro
-a esta hora que se quiebra-
ese arco ojival?
Es mi único tiempo.
No sé cómo esperarte.
21. 21
OTOÑO LEJOS
I
Octubre acaba en plenitud de ocres
castañas locas en el suelo rotas
-inútiles las cáscaras lucidas-
en cielo destemplado
-de no ser,
no hay conciencia-
amores en recuerdos
caduco tiempo lento
vacío de pasado,
en muerte.
II
Escapa nuestro poso
como arena lamida por ancha ola
-tras la espuma
una línea oscura-.
En los filtros del día
-cáñamo, alambre, lino-
se salva el grano grueso.
Desvaído vivir,
el resto
¿a dónde va mientras hay tiempo?
22. 22
MÁRGENES
¿Cuáles los márgenes del vacío?
Abierto el dolor
la vida desgajada,
esta herida no tiene fondo.
-Tú sabes que los hombres crecen para el mundo.
Nada es más blanco que la nieve,
-afuera cristaliza las ramas-
más frío, sí.
¿Quién tiene una orilla cierta,
aquí,
ahora?
Escenario de todas las muertes.
23. 23
TENACES INTENTOS
Clara evidencia vana
la ocupación del alma
que se apaga
en certezas que no halla.
¿Quién sabe otros caminos?
A veces una luz, cierto peso del aire.
Un enjambre de hilos
de ovillos enredados
-punto de arroz, nudillos,
cadenetas, menguados-
trabados con sapiencia
han atado las cosas, los lugares, los tiempos.
¿Habrá quién los devane
en paciente quehacer?
El fondo es siempre opaco.
24. 24
LOS SIGNOS ACERTADOS
Lacera acongojada la imagen
el vacío
ocupa la memoria.
Bajo la tejavana
mientras se adensa el cielo
y en la estación del norte
-siempre los prados verdes-
gris y azul las montañas
el gesto apresurado
en los ojos la luz
en la voz el recuerdo.
-Cuántas veces aquí.
Lo sé.
Un tiempo que no he visto.
Detenido lugar para siempre perdido.
Y yo busco en cada cosa los signos acertados
caminando la hilera de castaños
altos sobre la vía.
25. 25
INHÓSPITA MORADA
No sé de qué color es hoy el cielo
-ni gris, ni plata, ni plomo-
igual el aire
-destemplado aliento-
se mueve la ciudad
-muda y opaca-
sin días de guardar
pardos celajes
-esfuman-
despojadas ramas.
En Via Mercato
rameras antiguas
-mañaneras-
atisban horizontes blindados.
29. 29
HERENCIA COMPARTIDA
Para Luis, que nació en la guerra.
Para Juana, que nació después.
Mi padre, aquel mar, no volvió a verlo.
A Guernica ¿podrán cambiarle el nombre?
-Veníamos andando desde Málaga
-decía la anciana-
y en el puente de Motril
-sabe… las bombas-
muchos se ahogaron.
Los meandros del Ebro hoy tienen fecha
y guardan nombres.
Hay tapias de cementerios que todavía rezuman.
¿Quién pasará por Badajoz
sin sentir aquel acre olor en el aire?
Me decían que había nacido en una ciudad lejana,
más allá del océano,
pero ¿cómo era el muelle de que hablaban,
las calles, cada casa?
Y ¿el refugio a donde iba corriendo
la mano en la mano del abuelo?
-Cerca de San Francisco.
30. 30
Para siempre el aguijón de la sirena,
erizando la piel,
para siempre en la carne, en plazas asoleadas,
mucho más tarde.
-No llegó a la frontera,
tuvimos que dejarlo cerca de Figueras.
-Después supimos que habían bombardeado el
hospital.
A los muelles de Alicante la primavera
llegaba con la brisa.
Había gaviotas.
El sol calentaba los cuerpos.
Milicianos en jirones, civiles en harapos
quemaban noche y día los ojos
-lo que les quedaba-
traspasando el horizonte mediterráneo
un punto
un barco
única esperanza.
Los otros venían de tierra adentro.
Ellos los conocían.
Muchos prefirieron el mar sin barcos.
¿Olvidar?
¿Qué?
31. 31
PRIMERA MEMORIA
Nos afloran raíces sin corteza.
Al revolver la tierra
habían pelado la raíz añosa
del olivo ligur:
-Pueden secarse las ramas,
decía la campesina,
-tiene todo fuera.
Nos acosan heroicos dolores.
Una palabra,
un nombre,
nos ponen en los ojos
imágenes de vidas que no hemos conocido.
Vuelve la angustia vieja
de la violencia niños.
Miedos que en la inconsciencia
acaso no lo eran.
Miserias cotidianas,
ignorados caminos.
Perseguimos difíciles pasados.
Sentimos hoy
¿morimos?
en otros nuestro antiguo despojo.
Rapacidad probada,
hambre de cada día
¿cuáles caminos?
Para quien sobreviva
-en el lugar que fuere-
podemos decir ciertos:
lo sabemos,
el destierro es esencia,
sí,
es una condición de cada día.
Pero tu cuerpo es hoy.
32. 32
TRAMONTANO
El vacío de ti no tiene forma.
Ancla lejana,
una punta en tus playas recortadas,
detrás, aquellas torres -me has dicho-
te vieron crecer,
otra hincada en mi carne,
cotidiana.
Y ¿el humano quehacer de cada día?
Sí, es posible.
33. 33
CALLE DE LEYVA
Para mi hermana, aquel día.
Dos damas
-españolas-
sobre un tablero
-inglés-
con dragones y flores
-dominante el violeta-
y fichas de colores
-junto al agua serena-
entablan damas chinas.
Sangrientas nochebuenas
aves del paraíso
desplumadas palmeras
contemplan la contienda,
entre lenguas de fuego
y escamas que se erizan.
Las damas matan ocios,
hunden en el tablero
angustias y dolores
de amor recuerdos
imposibles ausencias.
34. 34
MEMORIA PRESENTE
Costra de despojos
la doliente ciudad
lugar de arrasamientos y botines
en pantano de olvidos.
Rotos los signos encontrados
anegada la luz
atosigada nublazón de hacinamientos
-ramas enrarecidas en añosos troncos
donde eran ricas las antiguas frondas-
asfixiaron mis años de esperanzas.
Semillero de intentos incumplidos
bajo los pasos el decaimiento
deambulantes tristezas
en polvo prematuro desgarradas.
37. 37
ALGUNA IDENTIDAD
I
Donde acaba la tarde
cuando el cielo es azul
rebajado de grana
y azafrán tramontano,
las dos palomas blancas
sobre el mar y los campos
altas alas,
desde la casa rosa
largo vuelo,
bajan a un lugar cierto,
decidido.
¿Qué hallan entre los olivos?
Veo sus manchas blancas
en el verde sombrío.
Hoy se entretienen más
entre troncos y ramas antiguos y afligidos.
¿Sabrán también acaso?
El aire te espera.
Yo miro.
38. 38
II
Son lugares tuyos
las colinas de olivos
los cipreses del margen
el reflejo del río
la arena de la orilla
y los barcos del mar.
Pero aquí yo he venido
-sólo se hace una vez-
a plantar una higuera breval
dos almendros de flor de febrero
y una ruda azulina
contra la piedra viva.
Mientras crecen renuevos
en este tierno abril
¿cuántas vidas se quiebran
que no saben de ti,
de la ruda azulina
de la higuera breval?
Las islas son naufragios.
39. 39
TIEMPO COMO DOLOR
Domesticada vida
que se apaga en nostalgias
los días se deshilan
en nudos apretados
y se disuelve el tiempo
en el aire asfixiado.
La cigarra celebra la canícula
rima eterna en su ramo.
Queda la limadura.
40. 40
TIEMPO ALCANZADO
Para F.
En amorosas siestas
conjugando
el encuentro
madura plenitud
de una boca segura
un lugar cierto
en densidad de tiempo.
De la tarde dorada
detrás de los olivos
las montañas azules
y el cielo grana.
41. 41
LUGAR DE OLVIDO
Comenzaron los grillos
-el poso del silencio-
a celebrar estrellas.
Por entre las retamas y las bellas de noche
ensayan las luciérnagas
su remoto artificio.
Una hilera de luces
al fondo suspendida
me señala dónde acaba la tierra
y dónde empieza el mar.
Es tu mar y mi olvido
¿de qué estará hecha la soledad?
42. 42
MEDITERRÁNEO OFICIO
En la teja de barro
el tiempo de una mano
la huella de uso dedos
que habían de alisarla
-mediterráneo oficio-
para que fuera
sin saber para quién
-oculta dignidad-
una teja de barro.
Amo la sapiente humildad
que amasó en los quehaceres
la apariencia del mundo.
Yo sé que aquella mano sabía acariciar.
43. 43
RASTROS ANTIGUOS
Era la luz ayer
las sombras bajas
acechaban apenas el horizonte
altísimo.
Sinuosa la vereda
un ala se despluma tropezando
cantonales laurales.
Tantos rastros iguales
sé que han sido
de otra luz
y otras sombras cubiertos.
Acaso los olivos aseguran la senda.
¿Aseguran la senda?
44. 44
ÁMBITOS RESERVADOS
Cada mañana, con la primera luz,
se despiertan los hombres
-y son libres-.
Con el día comienzan a levantar paredes
quién muros de bastiones
quién frágiles canceles.
Cuando cede la tarde
-en los últimos violetas-
Por recios parapetos resguardados
acechan recelosos las obras
-quizá iguales-
que otros han alzado.
Un silencio de grillos
-con dibujos de estrellas-
viene a mitigar luego los mortales quehaceres.
Y la noche
pródiga dueña de tantas cosas
abre
-mientras dura-
recintos y prisiones.
45. 45
HUECOS DE TIEMPO
Es un tiempo de agujeros
huecos en medio de la vida
rellenos de instantes empañados
aunque la higuera eche renuevos
y haya retoños en los olivos viejos.
Es un tiempo de agujeros
atestados de vacío.
Opaca trabazón de desamores
en confusos pasados
mientras florecen las adelfas
y comienzan a abrirse las almendras.
La bruma preña el cielo y rebaja distancias.
Me trae la hierbabuena otro día
-y una imagen de ti palidecida-.
46. 46
REMOTOS PRESAGIOS
La tarde de azafrán
en la marisma
entre celajes de pinos
-orillas del mar-
me lleva a ti.
El aire menta y laurel apenas
la danza de presagios
de alocadas luciérnagas
los pájaros cantando a las estrellas
olvidados del día
-lugares que conoces-
me llevan a ti.
Antes quizá sabía
-el recuerdo no vale-
hoy no sé qué amo en ti.
¿Es el amor de entonces,
o el amor de otro amor?
47. 47
AMOROSOS CELAJES
Maduran las almendras en su corteza antigua
la lluvia de verano
apenas refrescando la tibieza
ha esparcido en el aire
suavidades de menta
de retama y laurel
en el heno agostado se destaca
cada hilo pajizo
entre todos los verdes que puntean
modestísimas lilas.
Cumplida gestación que tu presencia acaba.
Luego
¿Cómo decir que el tiempo que se detiene
que tu voz
que tu abrazo?
Las palabras son imágenes vagas.
A otros dirán acaso que te amaba,
pero nada de ti.
48. 48
AGOSTAMIENTO
Amortiguados ecos
del final del verano
de tarde adormilada
suaves suben del valle.
En la húmeda tibieza
intenta un pájaro
una triste canción
que se disuelve
en el aire verde.
Mirando la vereda
al ruido de los goznes
conmigo yo me quedo
toda mi vida sola.
Dos grillos pardos
en el almendro
esperan su hora.
Primera oscuridad.
49. 49
QUEHACER DE AMOR
Hoy miraba las hojas del castaño
y te hallaba en las más encendidas.
Con la luz rendida
la tarde aún dorada
sé que vendrás
y para ti preparo
la casa y la piel.
Y a veces mis motivos preparo.
Pero tu cuerpo es más.
50. 50
CUMPLIMIENTO
I
Conmigo en tus ojos de miel
tan cerca de tu boca
sólo de ti respiro.
No sé
-yo qué sabía-
y lo aprendo contigo
amor que me rescata
de infinitos olvidos.
¿Es por merecimiento
-larga espera y lento caminar-
o injusticia del tiempo?
Y yo me preguntaba
¿Costará siempre tanto
la natural medida del amor?
Cuando el cielo aún azul
se desplomaba entre paredes ámbar.
II
Me habla de ti la luz
y el almendro que conoce tu mano.
Y contigo se aplacan
los motivos del caos
y hay orden en las cosas.
Engastada en tu vida
de ti espero
cómo son los caminos
-el último sentir, el saber último-
y tu imagen me ocupa sin resquicios.
51. 51
IMPOSIBLES RESCATES
I
En el tiempo
-de todos y de nadie-
he ido recogiendo
cada palabra tuya
la voz y la mirada
la luz en su momento
y eso tengo de ti.
Son pedazos, lo sé.
Pero ¿qué no es fragmento?
Ahora, necesitada, repetida
-yo pienso mucho-
y te pregunto:
-¿Y tú?
Sobre el amor, el tiempo.
52. 52
II
Yo sé que el mundo no nos pertenece
y que la cotidiana tarea
de juntar cascos rotos
-es un quehacer-
que muchas veces se confunde con la vida.
Deshilada emoción
abrumadas imágenes
que se opacan de fechas
caminos y lugares.
Han quedado los nombres
los rastros han cedido.
Yo sé que es imposible
-cada día-
no traicionar herencias.
¿Cómo, pues,
sin presencias
que atestigüen pasados?
III
Antiguos desamores
habitan este otoño
de ámbares y ocres.
-¿Cuánto tarda en morir una pasión?-
Una difusa luz esfuma imágenes
suavizando los tonos encendidos
y aligera en los chopos los celajes.
Los castaños no aceptan veladuras
y cada hoja luce en otro propio
mientras cede a su último dolor.
53. 53
IV
De mi tiempo de entonces
me digo
siempre por ti apagado
qué me queda.
Hoy nada me devuelve
la inasible certeza
vencida la batalla
por los dos alcanzada.
La medida del mundo era el amor contigo.
La memoria no basta
y tu imagen me trae
entre tantos olvidos
un tiempo sin presencias
donde no hallo lugar.
V
¿Podrán las cosas en que te veía
mantener su presencia?
Contra la escalinata
aquel hombre
-las primeras castañas-
ante el templo la fuente
-el miedo de no verte-
los inertes curiosos
que atestaban la plaza
a mi ansiedad anónimos.
Prestigioso escenario
el antiguo mercado de corderos
-suelo pasar-
severas columnas, cálido ámbar viejo.
No madura el olvido.
54. 54
EL CEDRO DEL LÍBANO
Hay colinas de olivos
hay cipreses
la línea de la costa
y la hondura del mar
pero detrás, en donde yo no veo
estallan mientras otros horizontes.
Y me dices de tu pequeño espacio
lo apuntalas, te aferras,
-se puede quebrantar-.
¿Cómo habré de escucharte?
El mío, desde siempre perdido,
se rompe cada día donde se quiebran
lugares que no veo
más allá de la mar.
Y te pregunto:
-¿Podrán seguir diciendo
que el del Líbano
es el cedro más perfumado?
57. 57
EL USO DE LA VIDA
Se agota y se desflora en fruto estéril
el almendro en la sombra.
Cada vez una máscara y un rito
presenta cada día su envoltura
y en el arco el reflejo de la esfera
que no puede dejar poso en el tiempo.
Y yo consumo el uso de la vida
en esta casa enrareciendo sueños.
58. 58
DIARIOS AFANES
Se vive de fragmentos.
Cuando puedo,
tu voz,
y aquel cálido rojo del ladrillo
en el arco quebrado.
Voces de antiguos ecos me remueven
y para darle forma agoto el día
en minutos quehaceres.
Una prueba del mundo
busco tenaz.
Me afano
por aquella palabra.
59. 59
IMAGO MUNDI
Recomponer fragmentos cada día
casi añicos sin traza de recuerdo.
Ajustar pieza a pieza
¿alguien sabe cómo encaja el dibujo?
antes y después trizas
¿con qué memoria?
en vacío quehacer de artesanía.
Hiere la luz el día desvelando
un escenario de devoramientos.
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A PESAR DE VENECIA
I
Repito soledades
y te amo
y me acuerdo.
Los lugares del mundo que me acogen
-de ausencia lacerantes-
me reclaman tu voz y tu mirada.
En farolas violeta anochecían
meciendo reverberos la laguna
en las góndolas los peines de plata.
Domesticada en el dolor del mundo
quizá la soledad su forma muda.
61. 61
II
El peine de la góndola mecía
haces de plata apenas sumergidos
en reflejos de rotos equilibrios.
La tarde deja que se queme el cielo
y en el ámbar azul una paloma
se cobija en el arco de una ojiva.
Digo:
-Yo amaba el negro de tu pelo…
pero
del amor que suspende identidades
los dos sabíamos.
La noche en la laguna se ha caído.
Queda quizá el recuerdo
en oscuros reflejos sumergido.
62. 62
UMBRIA ROMANA
La cornisa tallada
y el doble arco ojival
desafiaban siglos
porque un día
tarde nosotros juntos
los viéramos dorarse
en los tibios reflejos
de este temprano otoño.
El mármol desgastado
guarda la sabia mano
del cuidado artificio
que en nosotros se acaba.
El tiempo sobre tu piel
y en tu pelo
me duele más que mis recuerdos.
63. 63
PONTE SANT´ANGELO
Los ángeles del puente nos miraban
con la misma piedad, con igual gracia
que habían mirado a otros.
Ángeles desgastados que siguieron
cuerdas de condenados implorantes,
peregrinos de muchas penitencias
arrastrados por culpas que rendían,
rameras embozadas
que iban al castillo.
Desde su balaustrada
habían oído
con la misma piedad, con igual gracia,
el pregón del pescado
y rezos y alaridos
y voces que pedían
lacerados perdones
y llenaban el Tíber de esperanzas.
Con la misma piedad, con igual gracia,
contemplaron las suertes, los milagros,
los fuegos y artificios de los circos
de saltimbanquis y titiriteros.
-Y las horcas-
porque ¿cuántos allí
los últimos ocasos
que se hundieron para siempre en el agua?
Yo te miraba a ti
tú mirabas el río.
Contra el cielo tu rostro me quemaba
apagando aguijones y deseos.
Menguaba el ámbar sobre el ladrillo ocre
se acababa la tarde en las farolas.
Con la misma piedad, con igual gracia,
los ángeles aceptaban las sombras
y ya no nos miraban.
Yo buscaba tu orilla.
64. 64
LA CAPILLA BRANCACCI
El mirlo paseaba
celebrando la plenitud del día
la pureza del claustro recogido
el campanario austero
los cipreses que tocaban el cielo.
Detrás, en la capilla,
Adán se avergonzaba
y, acaso porque es hombre,
se iba cubriendo el rostro.
Eva desesperada
muestra su vencimiento.
Sabe, como mujer,
que ha perdido por siempre el paraíso.
El mirlo no lo sabe
y aprovecha el buen tiempo.
65. 65
ARTE DE AMAR
I
Espera amor que espera
en un tiempo en el aire suspendido
que espera amor que espera
y acecha la armonía en veladuras
y se apaga en la luz de cada día.
Vida presente del dolor lejano
que en celajes se oculta y se consume
y sin cumplirse nada recupera.
Que espera amor que espera.
II
Eras tocar la luz en primavera
y era buscarte por cualquier camino
yo que amaba tu mirada y tu cuerpo.
Estaba cierta que el amor bastaba.
Lo sé,
he sabido después que daba miedo.
En sueños desvelados
fue quebrando certezas
aquel dolor gota a gota disuelto.
La luz ámbar ostenta
la madura sapiencia del otoño.
¿Cómo adecuarse a ese saber del tiempo?
No restaña el deseo.
66. 66
III
El amor del amor
quehacer de cada día
¿espejo ustorio que al mirarse apaga
quemando tiempos, soledad y espacios,
o frágil espejuelo
que el vuelo de la alondra desorienta?
Quebradizo armazón
acechado y doliente.
¿Quién puede ver los nudos y los hilos
la impecable atadura
que trama con urdimbre van tejiendo?
No basta la razón para la vida.
67. 67
SEPTIEMBRE DE MONTECCHIO
Me reparo en las cosas de tu ausencia
-de ti-
de soledad conmigo.
En las flores tardías del granado
en el aire aún azul
que baja verde al valle.
La tarde azafranada quema nubes
y el campo adormecido despereza.
Yo recojo las últimas almendras
-de maduras abiertas-
y ato los hilos del amor contigo.
Quizá por alcanzarme.
68. 68
TIEMPO DE FILIGRANA
Despuntadas las dolientes agujas
la soledad de amor el tiempo mide.
Celosía estañada
la luz de fin de enero
entre castaños secos
oculta escarpas opacando abismos.
Los ojos topan huecos entramados
en la niebla de guata.
Extraños artificios atraparon
la vida en filigrana arquitectura.
69. 69
LOS DIOSES Y LOS DÍAS
Van cediendo los días.
De azafrán y naranja
de rosa y de violeta se han teñido
las nubes tramontanas.
Ocre y ámbar
amenaza tardía
la madurez segura del otoño.
Los dioses no se cuidan de los días,
no les importa cómo pasa el tiempo.
No han mirado tus ojos de gacela
desolados contemplar el derrumbe.
70. 70
PLENITUD DE CIGARRAS
¿Dónde está el lugar donde está la vida?
Como cumpliendo remotos hechizos
retamas y mirtos echan renuevos,
en los laureles anidan los mirlos
y se llena el almendro.
Que era el lugar, decías.
Tu voz me llega apenas, lejos, lejos.
Yo conozco los nombres de las cosas
los colores del tiempo
pero no sabes que es ese aire tenue
que sin posarse aguarda
-una mirada-
un gesto que permita
aun angosto un espacio compartido.
Dos cigarras celebran afanosas
plenitudes abrasadas de sueños.
71. 71
POSIBLE SEMEJANZA
Se parece a la vida:
la luz acerca el color de las cosas
se filtra en los castaños
inunda las distancias
y repite caminos conocidos.
Rescatando los tiempos ilumina
difíciles pasiones que parecen
destinos compartidos.
La torre está al alcance de la mano
y en el muro se ve la quebradura.
Algunos días recuerdan la vida
y aquel amor que daba forma al día.
72. 72
VELAMOS EN NOSTALGIA
Quizá
porque nos han tocado los fragmentos,
pasos rotos
caminos acechados.
Quizá
porque ése fue el comienzo,
se deshila la trama
y la urdimbre se afloja.
O quizá porque hay siempre
un lugar y una hora,
velamos en nostalgia
donde el tiempo se apoye en cosas simples
donde llegue y madure
lento y casi por plácido tardío.
73. 73
LA MEMORIA DEL SUEÑO
Tú no sabes las señas.
Caminar hasta esquinas y portales
-letreros deslavados-
la plazuela, los tejados, la iglesia,
la calle en cuesta.
No sabes
en los cristales de los miradores
-en el lugar que era-
mirar el tiempo siempre relatado.
Arboladuras y nubes salobres
de borrascas y puerto pescadero.
Y acaso
-pero el aire es mudo-
el soportal, la casa, los balcones
del recuerdo de un sueño sin memoria.
74. 74
NO ES SABER
Lo sé,
lo sabía desde entonces:
álamos, hayas altas y castaños
te guardan en suprema vestidura.
La luz amplia del mar
se pierde en lejanías
donde enlaza celajes el otoño
con nubes de tormenta.
Era el lugar que amabas,
los prados de verdor sin veladuras.
De siempre lo sabía
pero nada consuela
porque nada rescata.
-Dejadme, me trascuerdo-
Tu mano con la aguja
que contaba los hilos
y marcaba en el lino las vainicas.
77. 77
PASEO DEL PRADO
¿Quién podría rescatar la memoria,
el lugar de los hombres anónimos?
Yo no sé.
El viaje de Matilde cada día,
-Siempre, sabe usted,
no, no hay más grande,
los hacen mis hermanas,
se tarda mucho, sabe, en los bolillos.
Bajo tilos y plátanos se anuda
en palabras el pasado disuelto,
-Cuando hace bueno, siempre,
pero, es que, soy de Soria…
sí, en una mina…, en el frente.
Yo no sé quién podría,
los espacios con la historia de todos
como sin tiempo propio transcurriendo.
78. 78
PAISAJE URBANO CON FIGURAS
A estallidos se va quebrando el aire
Por las esquinas vidas pordioseras
eternos suplicantes
almas en pena acechando en los cruces
recuerdos de recuerdos
que se arrastran a muertes miserables.
Y en las calles lustrosas
maniquíes rituales desalmados
que desfilan en galanos adobos
y a sus costosas muertes se apresuran.
¿Por qué tantas ventanas al abismo?
¿Será porque nos vamos acabando?
79. 79
LA VISIÓN DEL PROFETA
Beroso, el profeta, lo había escrito,
conocía el desierto
y ese polvo dorado que penetra la vida.
Luego, ya en calma, fueron los profesores
para estudiar los restos calcinados.
En las dunas descubrieron osarios:
Ur, Nínive, Caldea,
signos y lenguas antes de los tiempos
allí estaban
caravanas con almizcle y bezoar
que iban a Bassora
cimitarras y brillos de balajes
y camellos y perlas.
Murieron de su muerte, se leía,
basta un poco de brisa para cubrirlo todo.
Después,
bajo la arena tersa las hileras
de cuerpos retorcidos.
Pero esto no está en los manuscritos,
sólo algún testimonio:
-Vieron llegar las palas, arma nueva,
que avanzaban levantando las dunas
rellenando las filas de trincheras.
Quizá alcanzaron a mirar la nube
sobre sus cabezas.
Y murieron de pala.
Pon al margen:
Año, noventaiuno, Mes, febrero.
Lo había escrito Beroso, el profeta:
En el desierto la muerte es de arena.
80. 80
EL GRAN BAZAR
En Estambul hay un bazar muy rico.
Bajo cúpulas altas,
marfiles, ámbar, perlas orientales,
avellanas y almendras,
pistaches y babuchas bordadas,
candiles y cacharros
de cobre, bronce y lata.
Entre el benjuí y la mirra
te buscaba en los posos de mi taza.
Y en sus tecas de plata se asomaban
primero San Basilio
después San Ireneo
donde se come arroz
sobre papel de estraza.
Entre sedas y alfanjes
San Jorge hace justicia
dominador del fuego bifurcado
de bezoares y almizcles
de remotos mendigos
de lenguas olvidadas
y rostros horadados.
No te hallé removiendo
los posos de mi taza.
Junto a la puerta grande
para hacer buena letra
me compré una pizarra.
Fuera, niños y viejos, esperaban
siempre la cuerda al hombro
-los he visto-
allí esperan su carga.
81. 81
SPECULUM MUNDI
Diría acaso, sólo,
que me cuesta la calle
y que es difícil olvidarse luego.
La mirada suplicante o rabiosa
nunca pude
los ojos de un mendigo.
-Falso o verdadero -decía Pessoa-,
pero eso no importa.
Ojos de telarañas,
arrasados, tiernos,
de remota grisura
y filosos rencores
excavando la humillación del mundo.
Ya lo sé, dondequiera.
La gitana de Brera que me acosa
con su “bella signora” y maldice,
maldice con palabras que no alcanzo.
Cuántas veces en la Plaza del Ángel,
corte nueva y antigua,
de prisa, de prisa,
he escapado a otro acento…
En Leicester Square
se me untaban los ojos
en aquella pintora
el pelo rojo y la mirada opaca
todos los días
de pie junto a sus cuadros
todos los días
aferrándose a la calle atestada.
Y la voz, para siempre,
de un profeta todavía descalzo,
en Pátzcuaro, diciendo para siempre
-Aquí los espero.