Este documento discute varios temas relacionados con la literatura incluyendo la relación entre la literatura y la realidad, el papel del lector, y cómo la literatura puede expresar aspectos de la cultura de un pueblo. Argumenta que la literatura es dinámica y requiere la participación activa del lector, y que las novelas de Joaquín Beleño ofrecen una reconstrucción cultural de Panamá.
La toponimia, el lector y el ritual verbal del escritor
1. La toponimia, el lector y el ritual verbal del escritor
Por: Yasmina Mendieta
En La Estructura Ausente: Introducción a La Semiótica, de Umberto Eco (1986:14), la
teoría del efecto literario sitúa al lector en el centro del análisis. No se trata de saber si se
recibe bien o si hay fallas en la transmisión, sino el preguntarse sobre la reconstrucción,
en todo caso el punto es la co-construcción por parte del lector. Porque la experiencia
colectiva sigue el discurso dominante, sólo reproducen indicadores que se limitan al
contexto y según el modo hegemónico. En el caso de las novelas de Joaquín Beleño, al
revisar las interpretaciones sólo se transmitía como lectura preferida el ámbito
reivindicativo y de afirmación de la soberanía popular o su visión particular del período de
la explotación norteamericana a los panameños en los trabajos de protección del Canal
de Panamá.
Para Umberto Eco, en el momento de la interpretación, es importante el efecto que
produce un mensaje, sin embargo presupone un lector versado, cuya función es la de
desbloquear los cerrojos de una perspectiva inculcada. Es decir, la teoría de la recepción
establece que ante una novela, hay casi siempre muchas lecturas posibles, y esto no sólo
si se pasa de un lector a otro, sino que también, algunas veces, en el interior de cada
lector hay varios léxicos, varias reservas de lectura, según el número de saberes de los
que dispone.
Por otra parte, es imprescindible profundizar el debate, abierto en las líneas introductorias,
acerca de la relación entre literatura y realidad o, al decir de Antonio García Berrío
(1979:126) los indicios de un entendimiento especial del lenguaje, al que se suele llamar
literario. Así, Femando Lázaro Carreter (1978:5) adelanta que interesa conocer, entre
otros aspectos, el margen de la realidad admitida a la pegunta surgida a Román
2. Jakobson: ¿qué es lo que hace de un mensaje verbal una obra literaria?
Ahora bien, ¿en qué medida es el signo literario en parte autónomo respeto al referente?,
José María Pozuelo Yvancos (1989:91) ya ha destacado que no todo lo ficcional es
literario, basta pensar en los chistes, la publicidad o las ejemplificaciones de tipo
hipotético. La pregunta de Jakobson se transforma: ¿En qué condiciones puede un texto
pasar a ser una obra literaria? El secreto reside en saber unir con el equilibrio de una fiel
balanza la naturaleza (podríamos decir la realidad) y el arte (la creatividad).
En ese orden de ideas lo literario es un hecho construido constantemente en la
producción cultural, variable según los momentos históricos y las concepciones estéticas.
El análisis de Javier Del Prado (1984:26) permite esquematizar el proceso: realidad
propia-estructura lingüística-normas-tópicos de género-narración. Quizás en esta misma
línea podrían asociarse los conceptos sobre la ficción fantástica, y sobre la manera en
que puede actuar como desestabilizador de historias constituidas y revelador de historias
reprimidas.
En una palabra, cómo lo fantástico puede expresar nuestra ansiedad ante la historia. Una
vez materializada la historia en discurso narrativo, lo expuesto hasta ahora lo sintetiza
Roland Barthes (1973:21) cuando propone que en toda forma literaria existe una elección
general de un tono, de un ethos, y es aquí donde el escritor se individualiza porque es
donde se compromete.
Aunque tales reflexiones esquematizadas parecen desviamos del tema, resultan
necesarias si tenemos en cuenta lo citado en la publicación Teoría de los géneros
literarios, de Miguel Angel Garrido(1988:359), pues aportó la idea de la transgresión, se
sitúa alrededor de los límites de la razón, mantenidos para ser transgredidos; se
pronuncia como consciente de que la literatura se desarrolla al margen de una verdad
poética, pero es creadora de mundos posibles como lo dice Umberto Eco (1985:93) en
3. Lector in fábula.
En última instancia la literatura es enigmática por su contenido de la verdad, el enigma
está al alcance de la sensibilidad, pues la obra es imagen y lo que hay en ella de
contenido de verdad ocurre también de modo sensible; por otro lado es necesario que se
reflexione sobre esa experiencia si se quiere comprender el enigma. Las obras están
esperando su interpretación, ya que si en ellas no hubiese nada que interpretar, se
borraría la línea de demarcación de la literatura.
Ante nuestros ojos va surgiendo la figura de Joaquín Beleño como creador literario. Pero,
¿qué es lo que la literatura imita, expresa o ficcionaliza? Podría señalarse que la realidad
admitida. Precisamente Jürgen Habermas comparte el compromiso con la transformación
de la sociedad a partir de un desarrollo crítico de las ciencias sociales. Habermas
(1999:104) destaca que en el orden moderno la lógica del sistema colonializa el mundo de
la vida.
El lenguaje es el instrumento a través del cual no sólo se expresan las experiencias sino
que se las dota de sentido y se trata de hacerlas inteligibles. Así pues, el lenguaje no es
simplemente el mecanismo que tienen los seres humanos para comunicarse sino que
constituye su propia esencia, puesto que a través del mismo conocen y dan sentido a la
realidad que les envuelve.
De manera que, el texto literario exige la participación activa y creativa en el texto como
co- creador y lector implícito. En la acción de la inventio de la narrativa de Joaquín
Beleño se decide la categoría lógica de la esencia representada por el lenguaje y
refigurada en el acto de la lectura.
Conlleva un enriquecimiento notable de la realidad aceptada y sigue una voluntad
creadora de la reflexión acerca de la situación de la esfera pública ciudadana, en unas
coordenadas que le preceden y que dan cuenta del ser y del deber en la sociedad. No
4. cabe desvincularse del pasado, desconectarse del origen. Así, las normas no se inventan
a cada paso: hay que encontrarlas, descubrirlas, aprenderlas, desentrañar su sentido,
investigar su adecuación a la realidad y, en un momento de madurez, criticarlas. Por
ende, las novelas de Joaquín Beleño cumplen una labor reconstructora esencial.
Una de las principales conclusiones de Wolfgang Iser (1989:1) es la de que todo intento
de estudiar y teorizar sobre el arte, en especial el texto literario, debe incluir al lector.
Jauss lo llama el tercer componente y lo yuxtapone así, con los otros dos componentes:
autor y texto.
Helena Beristáin (1997: 368) actualiza que cada uno tiene que ver y reconocer por sí
mismo el verdadero carácter del mundo y la verdadera situación en la lectura y, por lo
tanto, el autor tendrá que cifrar la realidad que él ha reconocido en su verdadero ser, para
que el lector interprete. Además, poner a los personajes en un contexto, concederle
mundo, es una manera de revelar el verdadero ser. Hay un lector de su propia vida y
acción, de modo que sólo la comprende, la articula y la recrea frente al mundo del texto.
El papel del lector es, por lo tanto, un papel interpretativo y activo, igual que lo es el papel
de los protagonistas.
Sin embargo, ¿qué hay detrás de dichos juegos de palabras? En el fondo, hay una
concepción del ser como esencialmente dinámico. Asimismo, muchas veces los
personajes dejan una huella, más o menos profunda, pero innegable en el lector, en ese ir
haciéndose en que la narración y la vida misma consisten. Al respecto Unamuno
(1920:31) en el prólogo de Tres Novelas Ejemplares señala que todo cuanto es vida es
verdad. Ahora bien, a qué se denomina realidad ¿es algo más que una simple ilusión que
conduce a actuar y a producir obras? ¿Cuál es la realidad íntima, la realidad real, la
realidad eterna, la realidad poética o creativa de un ser? El efecto práctico es el criterio de
verdad. El escritor busca refugio en la novela, porque es la única manera de tratar la vida
misma y la verdad de la vida sin que ello se convierta en algo muerto y dogmático. En
todo caso, la complejidad de este problema sustenta que las novelas de Joaquín Beleño
5. son un testimonio para que el conocimiento llegue al mundo.
El autor vierte su conciencia sobre las páginas del libro. Entre los géneros literarios, la
novela es una articulación vital. Es decir, la novela es la vida fijada en papel, ya que el
autor siembra una intención en el texto. Por eso, la novela provoca agonía, cuando el
lector se ve a sí mismo y hace la novela suya. Es la agonía de la vida de cada ser
existente. De manera que, el lector emplea todas las facultades de la conciencia para
llegar a una comprensión del texto y de sí mismo.
Ricoeur (1991:30) demostró que el texto es la exteriorización del interior y evidencia así
que el texto es la vía de conocimiento del verdadero ser del sujeto. Por ello, para Ricoeur
(1991:80) la pareja estructura-génesis reenvía, a su vez, al tercer polo que tiene la
primacía: la interpretación, se reconoce una matriz que consiste en desplazarse desde
una hermenéutica del autor a una hermenéutica del lector que actualiza el texto en el acto
de lectura. Lo literario no se encierra en el raciocinio porque deja que el lector se involucre
en el texto como co-creador. De modo que, la novela no sólo es la novela de la vida del
escritor sino también del lector y posibilita que el lector goce del texto.
La mayoría de las personas no tienen el verdadero saber de su existencia, para ello
tienen que ordenarla en categorías que hacen posible conocer los modos del ser humano.
Ahora bien, el lenguaje esconde todas las preguntas pero también todas las respuestas.
Es decir, que haría falta un lenguaje íntimo, de uso personal, para llegar a conocer la
verdad de la existencia y los secretos del ser. Helena Beristáin (1997:363) indica que para
Bajtín la novela es una forma composicional de organización de masas verbales, dentro
de la cual se incluyen todos los registros del lenguaje sintonizados con lugares, épocas,
situaciones y teñidos por ellos; es decir, todos los lenguajes sociales.
El texto literario cuenta con varias vías para el conocimiento, que abarcan desde el goce
hasta la imaginación. Y ello equivale a aproximarse a la vida misma al interactuar con el
texto literario, como un interlocutor con quien construir el mejor mundo posible.
6. Es preciso destacar que en la publicación Los usos de la diversidad, Clifford Geertz
(1996:88) señala la importancia de la producción literaria como fuente para la
antropología, en el sentido de ofrecer datos elaborados, traducidos por un autor que en su
libertad creativa presenta las relaciones verbales, descripciones acerca de los
comportamientos no verbales, las ideas, la motivación, el origen e incluso la puntuación
empleada para dar mayor carácter de vida real a la producción literaria.
.En línea con lo indicado es posible estudiar la cultura de un pueblo. En efecto, sobre el
planteamiento indicado, Clifford Geertz (2003:51) declaró que la cultura es la red de
sentidos con que le damos significados a los eventos de la vida. Y son estos temas los
que el escritor, valiéndose de su sensibilidad y de sus intuiciones, percibe y aborda en su
trabajo. Puede decirse que son un tipo especial de investigadores, ya que el origen de
todo lo que crean novelistas es real, así su aspecto último parezca tan caprichoso como
los unicornios y las hadas.
Los productos de la imaginación están muy cerca de aquello que en la mundanal rutina
diaria nos hace sufrir y gozar. Por eso, los escritores necesitan estar en contacto
permanente con la cultura, con el exterior, del cual toman los elementos para reelaborar lo
que existe, que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las
costumbres y cualesquiera otros hábitos adquiridos por el género humano.
El literato es sensible y fiel al fondo emotivo de las ajenas interpretaciones vivenciadas a
través de la experiencia personal. Aunque su experiencia de campo es controlada, se
ocupa en seleccionar eficazmente aspectos concretos de la realidad cultural. Y por tanto
tratará de ser sistemáticamente consciente del carácter híbrido de las informaciones
culturales. Joaquín Beleño fabrica íconos acerca de la posibilidad de la acción humana,
sus novelas son, entonces, el corpus de este análisis, el cual es el asiento para la
formulación de diferentes estados de representación cultural. Cuando expresa los valores
de su propia cultura, el creador se constituye en el más eficiente preservador de las
formas simbólicas en que ese pueblo se asienta.
7. Dicho panorama del término cultura permite establecer un pacto narrativo, a nivel del
plano de la expresión está formado por el discurso y a nivel del plano del contenido está
constituido por la historia. Por lo tanto, entrar en pacto narrativo es aceptar una retórica,
es decir, que la situación ofrecida en la novela es distinguible en la situación fuera de la
novela.
El discurso abarca a alguien que cuenta a un receptor una problemática (una
reconstrucción cultural). Sobresale así uno de los aspectos más sugerentes de Clifford
Geertz para reconocer la importancia de la antropología hermenéutica: la cultura debe
incluir:
a. Bienes concretos: fiesta, alimentos, ropa, arte, instrumentos de trabajo.
a. Bienes simbólicos: creencias, valores, normas y sanciones, organización social,
sistemas políticos, lenguaje, tecnología y ciencia.
Toda cultura se manifiesta en una sociedad, esto supone considerar su sentido
sociológico, es decir, el conocimiento que se posee acerca del mundo. Sus principales
características fueron trazadas por Emilo Durkheim. Ningún hecho por ser anónimo viene
de la nada, el portador es el informante, que muchas veces se clasifica de autor porque
todo portador es, en parte, también creador cuando a lo que recibe como herencia le
añade modificaciones a lo largo del tiempo.
Así, en el plano de la recepción, las textualidades antropológicas de corte hermenéutico
son creídas porque hay la certeza de la existencia del dolor, aún más, cuando el
sufrimiento llega a ser, en última instancia, dolor colectivo, Emilio Durkheim lo llamó
anomia. Relacionándolo con el momento en el que los vínculos sociales se debilitan y la
sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos.
Cuando ya se dispersan los coparticipantes de un proyecto social, provocada la
fragmentación, se cae en una situación de anomia, esto se convierte en uno de los
8. elementos de la sociedad.
La reflexión sobre el lenguaje para la construcción de los rituales verbales puede
abordarse en múltiples posibilidades: desde el procedimiento que va de la palabra al
cuerpo narrativo o desde la imagen capaz de fundir lo exterior con lo interior no
nombrado, hasta la concepción de la novela en la que el sujeto creador entrega ese
mundo que cobra vida propia.
Ahora bien, la investigación antropológica literaria se hace emocionalmente aceptable, al
establecer, desde ese ritual verbal, que representa esa irrenunciable referencia a la
experiencia de la realidad cultural. Por ello, Geertz (1997:18), afirmaba que la
antropología está mucho más del lado de los discursos literarios que de los científicos. Ahí
está, precisamente, la riqueza infinita de la condición humana, la justificación de la
variedad y la legitimación de las diferencias culturales.
Las categorías sociales, motivaciones, acciones, limitaciones, transgresiones, virtudes no
fueron creadas de la nada, sino evocadas de lo real-memorizado por Joaquín Beleño;
situaciones y estilos de relación reales, a pesar de que conformen una alegoría escrita en
clave narrativa. En este sentido, Beleño fue intérprete que extemalizó y fijó episodios
fundamentales de su propia experiencia cultural vivida.
Uno de los efectos más atractivos de la recepción literaria está en la identificación del
intertexto de la obra; ya que motiva la interpretación. Para Helena Beristáin (1997:269) la
intertextualidad es el conjunto de la unidades de la lengua que puede hacemos
rememorar temas o expresiones, pues otros textos entran en un nuevo texto, ya sea
parcial o totalmente. Beleño emplea el intertexto como mecanismo de ensamblaje, como
estrategia de conexión de la novela a las formas de cultura de una época, mediante la
reiteración de citas e imágenes y todo un catálogo de manifestaciones que vinculan el
universo de las novelas con lo cultural.
9. Tal vez lo más correcto sería hablar de dos componentes: 1) la experiencia previa que el
receptor tiene del género; 2) la forma y la temática de novelas anteriores de las que
presupone su conocimiento. Hay intertexto en la relación que mantienen entre sí las
novelas de Joaquín Beleño, en las correspondencias re-creadas entre las novelas, pues
permiten observar y caracterizar la presencia de las posibles alusiones, semejanzas,
contrastes, etc., a través de la identificación de unos procedimientos concretos: el retorno
de sujetos, el retorno de imágenes, la autocita.
En las novelas de Joaquín Beleño, existe una imagen de la vida a partir del retorno al
sujeto durante la exposición de cómo suceden las experiencias cotidianas. Este intertexto
es un campo magnético creado, que se basa en el cruce, cuando se dan cita las voces
que plantean de modo diferente el mismo tema.
Pero nos encontramos con unas novelas que necesitan de un lector que interprete la
propuesta del autor. La clave está en que por el acto de lectura se produce el sentido. En
esa relación, y en cumplimiento con la verosimilitud, se proyectan las imposiciones
desiguales de las circunstancias, las cuales limitan la formación de preferencias del grupo,
es decir, bloquean los índices de bienestar para el grupo.
Tenemos así que, la conjunción de valores sociales y de valores literarios determina el
surgimiento del texto literario. El texto literario es consecuentemente un objeto cultural
propio, representativo, de una colectividad, y reconocido por ella. Estas referencias a la
literatura se llevan a cabo por medio de una metalengua. Para Beristáin (1997:320) esa
metalengua serían las asociaciones de ideas imprevistas o novedosas, cuando se evoca
el conjunto de valores, normas y motivaciones que en una matriz social hace posible la
producción y reproducción de textos literarios.
La novela Flor de Banana (Noche de Fruta) (1970:13) cuestiona las certezas del mundo
cotidiano mediante las imágenes de topónimos de la provincia de Chiriquí, éstos movilizan
10. la imaginación, activan la interacción entre el texto y el lector, donde el verde resulta
contingente, provocando al lector para que formule sus criterios sobre lo moral, véase el
siguiente fragmento:
Lastimosamente, no había esperanzas para el
Occidente de Chiriquí que estaba depauperado.
Los finqueros, decepcionados y en la ruina,
abandonaban todas sus tierras y bajaban a las
costas calientes para emplearse con la compañía
frutera que arrendaba tierra y prestaba semillas
de tallo para producir el oro verde…
Simultáneamente, hay un retorno de la imagen cromática iniciado en el paratexto. Según
Beristáin (1997:271) paratexto es el conjunto de los enunciados que rodean a un texto: el
título, subtítulos, prefacio, indicación de insertar, índice de materias, etc. El paratexto está
destinado a hacer presente el texto, asegurar su presencia en el mundo, su recepción. Un
lugar privilegiado por su relación con el lector.
Con Luna verde el mecanismo de ensamblaje es el retorno a la imagen cromática verde.
El lector llena o concretiza con los retornos de imágenes de topónimos de Panamá, el
hecho de que en nuestra cultura el verde representa el color del dólar. En Luna Verde
como figura retórica hay una inclinación por la conciliación de los contrarios.
Luna/iluminación en la noche, verde/dominio mediante el dólar; de este doble movimiento
conocido como oxímorom, surge un tercer movimiento: imagen de esperanza mediante el
color verde, que hace contraste con lo vivido, si la conciencia se aturde, también puede
recuperarse de sus fracasos y salir a flote, cuando triunfe la comunicación libre de
dominación.
Así, en la secuencia narrativa de la novela Luna Verde se da un cambio de conciencia
percibido en el Actante – Ayudante. El lector busca referencias de lo dicho en los hechos
reales y por ello verificables. No parece casual la inquietud por la recepción en la
producción de Roland Barthes, aparece en diferentes momentos, bajo diferentes términos.
Así, Barthes también abre el debate sobre la ilusión referencial, para detectar una
verosimilitud inconfesada, es decir, se produce en provecho del topónimo Catedral un
11. efecto de realidad que aporta presencia en los avatares del texto literario, sin embargo
aún estamos en diálogo, renegociando discursos. E incluso se revela cuál es el criterio o
la intención hasta que la acción se convierte en el rechazo del convenio Filós-Hines. En
suma, el Actante – Ayudante en Luna Verde (1950:392) asume diversos criterios sobre
cómo desear, luchar y participar. He aquí donde el Yo juzga al mundo: la vida del sufriente
humano que experimenta lo negativo del sistema vigente. Ahora bien, el narrador/autor
desvela fuerzas culturales en operación que dicen algo de la condición humana:
Oradores surgidos de todas las escuelas se levantaron en el
kiosko de Catedral para pedir a todos los hombres libres del
país que rechazaran el convenio Filós-Hines…
Aunque convengamos que el papel del lector frente a la interpretación del texto literario se
da también desde otros conocimientos, el estudio de la escritura literaria conlleva la
ilusión referencial a partir del retorno a la imagen de topónimos. En este sentido, si
aceptamos la propuesta de Umberto Eco (1993:299), el concepto de intertexto implica una
cooperación entre el autor y el lector, como un sistema de normas que orientan la
comunicación literaria. Entonces, en el caso de Joaquín Beleño, el autor requiere de la
colaboración del lector, quien debe tener presente el retorno hacia el instinto de vida en
todas las novelas de Beleño.
Henry James afirmó que el éxito de una obra de arte puede medirse por el grado
mediante el que produce una cierta ilusión; esa ilusión nos hace creer, que hemos vivido,
por un tiempo, otra vida – de que tuvimos una milagrosa extensión de la experiencia. La
literatura moldea y fija aspectos de la realidad. Su necesidad cultural radica en que nos
enseña a desplegar nuestra vida emocional, a desear y a percibir. Compensa la debilidad
instintiva mostrándonos maneras diversas de convertimos en seres humanos. El soplo
vital que da vida a la conciencia y que nos permite compartir una idea de lo que somos
proviene de la narración, de la imagen y del símbolo. Como expresa Carmelo Lisón
Tolosana (2007:57), el momento decisivo de la interpretación es la aceptación de que los
verdaderos sujetos de la creación cultural son los grupos sociales y no los individuos
aislados.
Sin embargo, en este estudio hay que pensar que no se concluye con el examen textual,
12. sino que ha de prolongarse en los actantes, en los lectores, y en el propio observador,
pues a ellos corresponde llevar adelante una acción que, lejos de terminar aquí o allá,
continúa indefinidamente, como la propia interpretación cotidiana, ya que nuestra común
humanidad hace posible las transferencias entre tiempos y geografías.
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