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El mariscal antonio josé de sucre
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EL MARISCAL SUCRE
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SEMBLANZAS, SU VIDA, SU TESTAMENTO
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[04-NOV-2013]
Ex SUBP Luis PACHECO Manya.
2. SEMBLANZAS DEL MARISCAL SUCRE
¡Bendigamos la memoria de esos buenos patriotas, que nos legaron tantas
B
virtudes, cuya honrada grandeza no queda quizás, pues se ha perdido a lo largo
de los siglos, tan discutible por sus míseras claudicaciones!
Luis Pacheco Manya
Ex Suboficial Primero
Armada del Ecuador
El General venezolano Tomás
de Heres, el
paladín del Numancia; el indomable Luis
Urdaneta y Febres Cordero, Antonio Morales
y Ortega; los brillantes rostros de los
irlandeses e ingleses del Albión; Lavalle, el
gallardo, rubio adalid del Plata; Rach, un
arrogante soldado de la vieja Germania;
Mackintosh, O'leary y Diego Ibarra, sobrino
del Libertador, con su aristocrática postura de
hidalgo español; Córdoba, el Hércules de
Pichincha; Abdón Calderón, nuestro "Héroe
Niño". Y al fin, luego del desfile de tantos
oficiales y soldados, por primera vez vistos,
admirados y devorados por la curiosidad
popular, aparece la pálida figura del
pensador, del héroe, del jefe: Antonio José de
Sucre. La nariz como pico de cóndor, la
amplia curvatura de la frente, los ojos profundos, inclinado sobre el arzón, la faz
marmórea por la sorpresa, ¡tan joven! una
repentina improvisación de la gloria. Nos llegó
por fin ésta. ¡Bienvenida a la tierra estéril
hasta entonces! ¡Bienvenida para siempre!
En estos tiempos en que se están dejando
morir los valores patrios, la moral, el civismo a
punto de ser reemplazado por un mal entendido y mortal pacifismo, se hace imprescindible
reflexionar sobre este gran ser humano, a quien, para mala suerte, únicamente la gigantesca
figura del Libertador Simón Bolívar, logra sino ensombrecerlo, por lo menos opacarlo.
Sin lugar a dudas este es el motivo principal por el cual no se lo ha podido apreciar en todo su
esplendor y lastimosamente ha sido resignado a un segundo plano, sin merecerlo. Con el fin
de no dejar morir la figura del Gran Mariscal de Ayacucho, a continuación algunas semblanzas
del "Abel Americano".
Su pensamiento.- "Al separarme haré una confesión ingenua que servirá de ejemplo a mis
sucesores: siguiendo los principios de un hombre recto, he observado el de que en política no
hay ni amistad ni odio, ni otros deberes que llenar, sino la dicha del pueblo que se gobierna, la
conservación de sus leyes, su independencia y su libertad. Mis enemistades y mis afectos han
Luis PACHECO Manya
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3. sido, en mi administración, por los enemigos o amigos de Bolivia ...La ley me hace inviolable:
ninguna responsabilidad me cabe por los actos de mi gobierno. Ruego, pues, se me destituya
de esta prerrogativa y que se examine escrupulosamente mi conducta. Exijo este premio con
tanta más razón cuanto que declaro solemnemente que, en mi administración, yo he
gobernado: el bien o el mal, peligros para la independencia de Bolivia..."
Su vida, su lucha, su muerte.- "Bolívar continuó hacia Quito.
Sucre planteó nuevamente su
decisión de retirarse a la vida privada y antes de la llegada del Libertador, renunció a todo
cargo público. El encuentro de Bolívar y Sucre en Quito fue de una enorme emotividad...Bolívar
toma ahora la dirección de la guerra y establece su Cuartel General en Quito...Y permitió la
entrada de Bolívar en Guayaquil, el 21 de julio de 1829. Se había librado la última batalla.
Ahora, ambos, Bolívar y Sucre, unidos por el lazo del destino, se encaminaban a la muerte. A
los nueve meses y once días de su llegada a Quito nace Teresa. Sucre esperaba un varón.
Quería un soldado para la Patria. Al General Flores escribió:
M
“ arianita parió el 10, y por desgracia hembra”. Sin embargo, como la madre enfermara, el
Mariscal tiene que hacer de padre y madre y, todavía inmovilizado un brazo, tiene que sufrir
noches de insomnio para atender a su tierna hija, auxiliado con alguna nodriza. La situación
económica también se torna difícil, porque aun cuando la Marquesa de Solanda tenía
haciendas y él, producto de su esfuerzo, había logrado adquirir algunos bienes inmuebles, sin
embargo, la paralización de la actividad económica producto de la guerra y el pago de las
deudas legales que venían con la herencia de su esposa, los habían reducido a una aguda
estrechez económica: 'hay días que no tengo un real', comentaba el hombre que había
dirigido Ejércitos y Estado. Vuelve a enfermarse, esta vez de disentería. Al Libertador le
informa al poco tiempo que había restablecido de la disentería, pero que su mujer no se
levantaba de la cama, no obstante 43 días de su parto. Lo complicado de la situación lo hace
exclamar que este tipo de vida es un martirio. Igualmente, le dice que su mujer le ha dado una
hija en lugar de un soldado para la Patria, pero aun le manifiesta una gran alegría por el
nacimiento de su hija. El padrino de la niña fue el General Juan José Flores. Bolívar se quejó.
Antes del nacimiento de la niña había sugerido un nombre de varón y además quería ser el
padrino. Bolívar le había escrito que si quería recordarse de él por mucho tiempo, y si fuere
varón, póngale usted Antonio Simón.
Esta era la descendencia del Libertador. Sucre, su hijo afectivo y su hijo en la herencia política.
Sucre tuvo que darle explicaciones a Bolívar sobre lo que llamó su cariñosa queja sobre el
compadrazgo. Le informó que el día de la Batalla de Tarqui le dije a Flores que quería darle
una prenda fina de amistad y que ella era hacerlo compadre. Que cuando el Libertador vino al
sur ya esta oferta estaba hecha y que en todo caso entre ellos, Bolívar y Sucre, no era
necesaria una nueva relación, ya que el Mariscal dudaba si a su propio padre hubiera querido
más que al Libertador de América. Teresa tuvo corta vida, a los dos años y meses de edad la
dejó caer desde un balcón el General Isidoro Barriga, con quien se había casado Mariana
Carcelén a un año del asesinato del Mariscal...El Mariscal emprendió su marcha para el
Sur...En la mañana, temprano del viernes 4 de junio de 1840...al pasar por un estrecho
desfiladero...un certero disparo al corazón le quitó la vida...Al día siguiente...enterraron su
cuerpo en la soledad de la montaña. Dos palos en forma de cruz, distinguieron su tumba".
Al conocerse la terrible nueva del asesinato, un rayo de estupor fulguró sobre Colombia y la
opinión certeramente señaló a los jefes de la facción del Cauca como autores y cómplices.
Obando, en los primeros momentos de sinceridad, declaró, en carta al General Juan José
Luis PACHECO Manya
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4. Flores, Jefe del Departamento del Sur, que se le acusaría a él (a Obando) como autor del
horrendo crimen.
La justicia o injusticia? -¡Cuán difícil hacer justicia y hasta procurarla contra los poderosos de
la política y actores de los grandes crímenes!
La
responsabilidad del crimen de Berruecos, para una simple junta de jueces de hecho,
resultaba clara con meridiana luz. Los preliminares de Bogotá; la junta de energúmenos que
declaró la supresión del Mariscal, junta que José María Samper, defensor de los famosos
criminales, la misiva del General Obando; el proyecto de realizar el asesinato en el Magdalena;
el anuncio del General López desde Neiva a su colega Obando sobre la marcha de Sucre; la
consulta de Obando a Flores sobre lo que debía hacer con el vencedor de Ayacucho; la carta
del mismo Obando a Murgueitio, en procura de encaminar a la víctima al matadero; la reunión
de Sarria y Erazo en La Venta y sus sospechosa contramarcha; el compromiso de los tres
asesinos; la dirección de Morillo, quien tuvo que intervenir "porque si no lo hacía obedeciendo
a Obando, seguramente habría sido asesinado"; el testimonio del capellán Valdez sobre la
convicción pública de que Morillo habría ejecutado el asesinato; la muerte simultánea y súbita
de los Rodríguez y Cuzco, de la comparsa de asesinos; la efímera prisión de Erazo y Sarria,
puestos inmediatamente en libertad por influencia de Obando, no obstante convencimiento
general de su criminalidad; la paga de diez pesos a cada uno de los fusileros, la de veinte
pesos a Erazo y la de cuarenta a Morillo, precio de la sangre de un justo...
Entre
tanto el enjuiciamiento por el crimen de Berruecos iría a un rincón de archivo en
cualquier oficina de justicia. Entraría, como supuesto delito político, en la privilegiada condición
de aquellos no susceptibles de extradición.
Mientras el cadáver de la inocente víctima debió tener la triste odisea de un ignoto, de un
desventurado hasta después de la muerte. La viuda, en forma sigilosa, envió criados para la
exhumación de los restos. Los trajeron al Ecuador, también encubierto. Sin duda, se temió el
asalto, para que desapareciesen hasta las cenizas de la víctima.
Quizás se procedió así porque además la viuda no creyó prudente la solemnidad de su dolor,
cuando ella ya había reemplazado al glorioso esposo. Algo como eso se adivina en una carta
a Obando, tal vez no escrita por ella, y cuyos términos de mal gusto y de estudiada intensidad
denuncian una pena más bien literaria que cordial. Así con tan mala fortuna, iba hasta el
recuerdo del buen caudillo de Pichincha.
Sus restos se depositaron en silencio en una finca del valle de Chillo. No descansaba el mártir:
sólo dormía.
Los restos del Mariscal fueron sacados de la capilla donde se le depositó cautelosamente, y
de la misma manera, para mayor olvido y en secreto, fueron trasladados a la ciudad de Quito,
a un convento de religiosas carmelitas, a quienes se encargó la custodia y reserva. Un testigo
cuenta que la viuda iba al templo del monasterio para llorar por el muerto, enterrado junto a su
única hija, muerta también, para que nada quedase de él.
El
proceso de justicia militar siguió el curso hasta su término en Bogotá, y se llegó a la
sentencia de muerte contra los reos. Obando continuaba prófugo, Sarria había sido indultado,
Erazo purgaba otra pena en los calabozos de Cartagena, Álvarez había muerto ya; los tres
soldados ejecutores desaparecieron misteriosamente a raíz del crimen mismo.
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5. Quedaba únicamente Morillo para el castigo.
Morillo,
antes de ser ejecutado, entregó un manifiesto en cual se declaraba culpable, justificando absolutamente al General Juan José Flores y perdonando al General Obando que le
ordenó la comisión del atentado. El manifiesto lo ratificó verbalmente, momentos antes de
morir.
Mucho
se insinúa, que la muerte de Sucre favorecía al General Juan José Flores, pero la
historia no se puede escribir con suposiciones. Pero ¿no sería aventurado creer que la vida de
Sucre vinculado al Ecuador por convicción y sentimientos, nos habría ahorrado la afrenta e
injusticias que, sin él, nos vinieron tan pesadas, en la paz y en la guerra?
La figura del Mariscal Sucre:
La vida meteórica del Mariscal Sucre es, sin duda, más apasionante y más novelesca que su
propia obra. Un ser equilibrado y enérgico, es el prototipo del hombre de éxito, disciplina y
vigoroso que, por añadidura, tiene consigo el pródigo don de la palabra, el apabullante poderío
de su espada. Su vida es una carrera contra el tiempo en las que el vitalismo del cuerpo y
espíritu, se expresa por todos los medios y en todos los órdenes de la experiencia: En la
práctica militar o de la de gobernante; en la conducción de un ejército o en la dirección de un
país; y, por supuesto, en la vida ciudadana. De esta existencia prometeica, el jurista Juan José
Rachadell expone un relato lleno de detalles un tanto desconocidos y de revelaciones
sorprendentes.
Su indumentaria:
En
comunicación enviada al Coronel Vicente Aguirre, Comandante General de Quito, le
encarga la custodia de su vestuario, le manifiesta que su trapera no es mala y puede servir
algo a su gente, además le hace relación de su ropa: "Apunte de ropa que queda en poder del
señor General Valdés perteneciente a mi equipaje":
Cuatro casacas encarnadas, dos de grande uniforme y dos del pequeño.
Una casaca azul bordada pequeña de uniforme sin estrenar.
Dos casacas azules cortas. Una id azul de paisano y dos negras.
Tres pantalones de paño celeste y turquí bordados al pasado, uno turquó bordado de
trenzas de oro, dos celestes con galón y otro liso. Uno blanco. Dos encarnados, uno
aplomado, dos cenizos y dos negros; cuatro de punto y cuatro más blancos, dos
chalecos de paño y seis blancos.
Una chaqueta de Húsar trenzada de oro. Una levita trenzada de negro.
Tres bandas celestes con borla de oro: un par de charreteras y cordones.
Seis camisas de olán con pechera. Dos de estopilla cosida, nueve de Irlanda, cosida;
once de Bretaña con botones. Dos piezas de estopilla.
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6. Diez y ocho pares de medias largas de hilo. Doce de medias cortas y una negra larga.
Doce piezas de calzones blancos de abajo. Diez y ocho medios pañuelos blancos de
corbata.
Veinte y cuatro pañuelos blancos de mano, entre ellos seis bordados nuevos.
Seis pares de elásticos y un par de hebillas de oro.
Seis camisetas de lana, seis pares de guantes de hilo, seis de ante.
Cuatro sábanas, cuatro fundas de almohada, una colcha, un toldo de muselina.
Una esclavina de paño celeste. Cuatro pares de borceguíes ingleses. Dos pares de
zapato.
Un sable de vaina dorada, una espada id sin estrenar. Tres bastones entre ellos dos de
caña, dos plumeros, un sombrero militar con pluma blanca, uno de paisano, un chico,
una medalla de Libertador de Venezuela guernecida en esmeraldas, la de Yaguachi. El
retrato de M., un juego de tinteros de plata completos.
Callao a 18 julio de 1823.
Apunte ropa que llevo:
Una
casaca azul bordada de pequeño uniforme y una chaqueta id. encarnada, dos otras
azules sencillas, una levita, seis pares de calzones de paño, dos de punto, doce camisas, seis
camisetas de lana, doce calzones blancos de abajo, dos de lana, doce pañuelos blancos de
mano, doce de seda, doce id de elástica, dos bandas, dos pares de charreteras, dos
sombreros, seis sábanas, cuatro fundas de almohada, dos colchas, cuatro paños, dos pares
de borceguíes, tres de zapatos, uno de botas, seis pares de guantes de ante, un capote fino,
un capotón, una esclavina, una espada, vaina de acero, un par pintura, un anteojo, un canuto
con tintero, compás de plata.
Callao a 18 de julio de 1823.
El Testamento del Mariscal Sucre
"A los 35 años, alcanzó y culminó todas las excelencias del deber, recibió los
máximos honores y desempeñó las más altas responsabilidades, pero pocos
hombres a tan temprana edad, albergaron el cúmulo de amarguras que
manifestaba el Gran Mariscal:'...Llevo la señal de la ingratitud de los hombres
en un brazo roto, cuando hasta en la guerra de la independencia pude salir
sano'.
En la cumbre de los Presidentes de los Países Bolivarianos reunida en Cumaná-Venezuela,
para celebrar el bicentenario del natalicio del Mariscal Antonio José Francisco de Sucre Alcalá,
se habló de la integración americana y del legado especial de Sucre: LA PROBIDAD. En esta
hora en que en el mundo pareciera sumirse en una interminable cadena de escándalos de
corrupción, llama poderosamente la atención un documento que aparentemente ha sido
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7. olvidado, su testamento, prueba brillante de la escasa fortuna de un hombre que liberó cinco
repúblicas y administró sus ricos erarios nacionales.
En aquellos días inolvidables de inocencia escolar, nos costaba asimilar en nuestras mentes
infantiles las hazañas y el valor de este gran hombre, que constituye el paradigma del
desprendimiento y del sacrificio desinteresado. Era difícil entender como en un mundo donde
campea la codicia, la corrupción y la maledicencia, existieran hombres como él, que pasaran
por el poder sin enriquecerse, teniendo la noción del honor como el más preciado Norte de su
vida.
Pocas veces se ha dado en los anales de la historia un hombre con las virtudes de Sucre. Es
uno de esos raros personajes que se distinguen fundamentalmente por la nobleza de su
carácter, la lealtad y la rectitud de sus principios. Siempre expresó sin falsos pundonores sus
sentimientos y emociones, franco y directo en sus críticas y desacuerdos, incapaz de rencores,
adulaciones, ni falsías, condiciones estas que, ni los avatares de la contienda, pudieron
menoscabar, decaer, ni opacar. Para él es el Libertador quien encuentra el adjetivo que
sintetiza la nobilísima dimensión humana de su personalidad y la proyección continental de su
obra.
En su corta existencia, llama la atención que a los treinta y cinco años, hubiera alcanzado y
culminado todas las excelencias del deber, recibió los máximos honores y desempeñó las más
altas responsabilidades en las distintas ramas del servicio patriótico. Sucre, casi niño al lado de
Francisco Miranda, había sido de los primeros en abrirle a América el camino de la libertad.
Había sido siempre demasiado joven. En el Estado Mayor de Santiago Mariño tenía veintiún
años; en Pichincha, veintisiete, y en Ayacucho una edad casi imposible para la inmortalidad:
veintinueve.
Su vivir fue una constante angustia y un reto sostenido por su perenne actitud vigilante por la
probidad y la disciplina, su fidelidad a la patria y su gran sentido del honor. Casi no tuvo
adolescencia, mocedad, ni vida privada; su existencia pasó prácticamente de la infancia a la
adultez, manteniendo un absoluto desinterés por el poder.
Su entrega y amor por la libertad americana le impidieron realizar una vida familiar. Cuando
recién empieza a vivir se encuentra ya en el final de su existencia. Bien expresivas son estas
palabras, cuando de si mismo manifestó: "Empiezo a tener hijo a los treinta y cuatro años y mi
salud está muy gastada para que alcance ni a los cincuenta, si es que me toca muerte natural".
Para mostrar esos extraordinarios matices, citaremos algunos casos de los incontables que
desfilan por la breve y fructífera vida de tan insigne ciudadano.
Analizando sucintamente estos rasgos. En el orden cultural tenemos que consecuente con su
criterio acerca del valor social de la escuela y de la prensa, en 1822, funda "El Monitor", primer
periódico republicano del Ecuador y propicia la fundación de la universidad de La Paz, en
Bolivia, el año 1826.
En
el campo diplomático, se inicia a los veinticinco años, cuando fue comisionado para
concertar el Armisticio y Tratado de Regularización de Guerra, firmado entre España y
Venezuela, en 1820; igualmente fue Plenipotenciario Extraordinario en Quito, en 1821 y dos
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8. años más tarde le otorgan facultades diplomáticas y de fuerza en el Perú, y se le expide
credencial amplia para tratar con los gobiernos de Chile y Argentina.
Como
pruebas fehacientes de su magnanimidad, tenemos: la capitulación de la Batalla de
Tarqui y Ayacucho. En Tarqui, en la suscripción del Convenio de Girón y posterior Tratado de
Guayaquil, expresa "...deseando dar un testimonio relevante, y la más incontestable prueba de
que el Gobierno de Colombia no desea la guerra, de que ama al pueblo peruano, y que no
pretende abusar de la victoria, ni humillar al Perú, ni tomar un grano de arena de su territorio,
apruebo, confirmo y ratifico este Tratado; en Ayacucho, cuando contrariamente a lo dispuesto
en la política tradicional, Sucre le ofrece al Virrey La Serna la oportunidad de incorporarse al
orden en contra del cual había luchado catorce años, realizando de esta manera, una
consustanciada diplomacia sin precedente en los anales históricos, demostrando así, que
siempre estuvo presto al servicio de los más sanos principios desde la convivencia
internacional, dentro del concepto de la Justa Causa para buscar la unidad del Continente
Americano.
En el campo judicial, creó e instaló la Corte Suprema de Justicia en Cuenca, el 20 de marzo
de 1822 y la Corte Superior de Justicia
Boliviana, en 1826.
En
el poder legislativo se desempeñó como Diputado al Congreso de Angostura en 1819
(elegido con menor edad que la requerida), Senador por el Departamento del Alto Orinoco, en
1822, y Presidente del Congreso Admirable en 1830.
En el campo militar sus servicios empiezan desde 1808 como Cadete, Jefe del Estado Mayor
de la División de las provincias de Cumaná, el 17 de octubre de 1817, Comandante del Cuerpo
de Ingenieros de la provincia de Margarita, en 1811, hasta General en Jefe (de Colombia, el 12
de febrero de 1825), Comandante General y Gran Mariscal de Ayacucho (en Perú) el 27 de
diciembre de 1824, incluyendo su paso como Ministro de Guerra interino en 1820, logrando así
los máximos escalones castrenses.
En
el campo político - administrativo, su carrera comienza como Gobernador de la antigua
plaza de Guayana y Comandante General del bajo Orinoco el 19 de septiembre de 1817, hasta
Presidente fundador de la República de Bolívar, llamada posteriormente Bolivia, en 1826,
pasando por el de Intendente del Departamento de Quito, el 18 de junio de 1822.
En
todo lo expuesto, brilla por si sola su fulgurante personalidad y vocación de servicio, el
resultado de su vida se consumió por una constante acción sin descanso, debido al afán
desmedido y exigente de su personalidad, que nunca le dio tregua, pues las circunstancias del
destino lo reclamaban a plenitud.
Después de una vertiginosa carrera triunfal, Sucre conocía perfectamente que se encontraba
con una deteriorada salud, él mismo se auto-biografiaba utilizando expresivas metáforas como
esta: "Yo soy un hombre enfermizo y creo que para siempre. Antes me veía tan escribidor y
ahora muy rara vez tomo la pluma por causa de mi enfermedad del pecho. Pocos meses ha
que tan bien me sentí de una ingle, de manera que ha decirte verdad, valgo tanto como una
vieja maraca".
Luis PACHECO Manya
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9. En otra ocasión le escribe al Libertador: "Yo me he reestablecido de mi ataque disentérico;
pero estoy resentido del pecho que después de dos años no me dolía. Voy a darme baños
tibios que es mi remedio eficaz... Esta vida es un martirio. Las enfermedades propias de la
familia y de los amigos; las pesadumbres, en fin, todo es un infierno en que algunas veces se
dulcifican las penas con ráfagas de alegría. A mí me ha tocado de todo, pero como a todos,
mucha mayor suma de pesares y de disgustos".
Luego del Motín de Chuquisaca, ocurrido el 18 de abril de 1828, Sucre hastiado del poder y de
la actividad pública, toma la firme decisión de renunciar a la Presidencia de Bolivia con la
intención de hundirse en las aguas muertas de la vida privada, para ahogarse en la
postergación de las desilusiones del patriota, fijando su residencia en Quito, su segunda patria.
Así lo manifiesta al Libertador cuando expresa: "Nadie me hará emplear en el servicio público.
Llevo la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo roto, cuando hasta en la guerra de la
independencia pude salir sano".
Por
esta razón envía con su edecán, el Coronel Pedro Alarcón, su archivo personal a su
domicilio en Quito. Este archivo sufrió una trágica desmembración. Una parte se conservó en
una habitación, depósito de herramientas en la hacienda de Chisinche, propiedad de su
esposa, doña Ana María Francisca Felipa Carcelén Larrea, Marquesa de Solanda. Como se
depositaron en cajones destapados, los administradores de la hacienda se proveían de papel
para algunos menesteres. Otra parte quedó en el cuarto de trastes que, en Quito eran
conocidas como "Leoneras", existente en la casa de su consorte, ubicada en las actuales
calles: Sucre y Venezuela en la ciudad de Quito, mansión conocida como "La casa azul".
Después de la muerte de don Felipe Barriga y de su hijo, este archivo fue heredado por su
esposa, doña Josefina Flores Jijón de Barriga, quien lo trasladó a una pieza del piso alto de la
mencionada casa y allí un empleado infiel y codicioso vendió parte de aquellos papeles al
distinguido facultativo Alejandro Melo. Una vez muerta la señora Flores, pasó a manos de su
sobrino Alfredo Flores Caamaño, y actualmente forma parte del archivo Jijón y Caamaño, en
Quito.
En
1906, el profesor norteamericano, Hiram Bingham realizó un viaje por Sudamérica y
adquirió en Quito, Lima y Caracas una gran cantidad de documentos que los depositó en la
Universidad de Yale, en Connecticut. Al enterarse el Dr. Vicente Lecuna el 13 julio de 1935
inicia las gestiones para lograr la adquisición de los valiosos documentos. En 1938, o sea tres
años más tarde Hiram Bingham cede los documentos previa cancelación de los valores que
había pagado por ellos. Luego se procedió a su incorporación al archivo del Libertador,
custodiado actualmente en la parte alta del edificio sede de la Sociedad Bolivariana.
Posteriormente, las nietas del General Juan José Flores (compadre de Sucre), vendieron parte
del archivo personal del citado militar, en el cual figuran varias cartas originales dirigidas por el
Libertador a Sucre. Estos documentos fueron remitidos a la Academia Nacional de Historia en
1942 e incorporados al Archivo del Mariscal.
Hasta
en su testamento se experimenta a plenitud la permanencia de sus intachables
principios humanitarios, morales y éticos, dejando allí palpable su sentido de equidad y justicia,
así como, el amor por su familia. Por considerar que este desconocido legado tiene un gran
valor, lo transcribiré íntegramente, respetando la ortografía original:
"Disposiciones testamentarias del General Antonio José de Sucre".
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10. 1º
Mi mujer legítima es Mariana Solanda, y tenemos una sola hija Tereza (que ha
cumplido hoy cuatro meses de edad) porque mi mujer no está embarazada.
2º
Si yo muero estando viva mi hija, ella es mi sola y única heredera. Si mi hija
muere antes que yo, entonces, mi mujer es mi heredera, con excepción del tercio y quinto de
mis bienes.
3º
En el caso que mi mujer sea la heredera, el quinto de mis bienes lo tomará mi
ayudante el Coronel Pedro José Alarcón, y lo distribuirá en los términos que le prevengo en
una memoria separada que le dejo, y que observará puntualmente. El tercio de mis bienes se
repartirá igualmente entre mis ocho hermanos legítimos, José María, Jerónimo, Margarita,
Manuela, José Manuel, Magdalena y Rosario. La distribución por partes exactamente iguales,
la encargo a mi hermano Jerónimo que la cumplirá con fidelidad.
4º
Las muy pocas mandas que prevengo las cumplirá Alarcón con mi quinto. De
mis bienes se separará la espada que me regaló el Congreso de Colombia como premio por la
Batalla de Ayacucho, y que se entregará al General Bolívar, en señal de mi gratitud, por los
servicios que ha hecho a mi patria.
5º
Mi hija o mi mujer, elegirán de entre mis bienes que ellas gusten por su
herencia: y puesto que a la primera nada reservo, comprende este artículo a la segunda.
6º
Mis bienes consisten, en mi casa (que antes fue del Marqués de Villarocha) y
que con lo que dejo para su conclusión me cuesta veinte y cuatro mil pesos, de que cinco mil
trescientos veinte son á censo, y pertenecen por una capellanía lega a mi mujer, á cuyo
nombre se compró la casa estando yo en Bolivia - Dies y ocho mil cuatrocientos pesos que me
reconoce á censo, la Hacienda de Santiago, perteneciente a los Señores Zaldumbides Seiscientos pesos de unos negros de mi propiedad que están en Esmeraldas - Mil pesos que
vale mi cantina de plata - Doce mil pesos en plata que tengo en poder de Don Lucas de La
Cotera residente en Bolivia, y cuya obligación se halla entre mis papeles - Doce o quince - mil
pesos que valen mi espada de brillantes que me regaló la municipalidad de Lima, y mi medalla
de brillantes que me regaló el Congreso de Bolivia - Seis mil pesos que me debe el Señor
Cristóbal de Armero por los arriendos de la Hacienda de la Huaca en los años 27 y 28 y de que
rebajado algunos picos que dice él que tiene que cargarme, quedaran a lo menos á mi favor
cinco mil trescientos y doscientos seis mil y pico de pesos en que está tasada mi Hacienda de
la Huaca, cita en el Valle de Chancay del Departamento de Lima, siendo este su valor el año
de mil ochocientos veinticinco, y sin comprender las mejoras que haya tenido hasta aora.
7º
Mi herencia paterna y materna, y unos veinte mil pesos que había prestado al
gobierno de Colombia, por medio de mi apoderado en Guayaquil, no se cuentan en mis
bienes, por que los he cedido desde años pasados á mis hermanos, que deben estar ya en
poseción.
8º
Mi cantina de plata, y las prendas de oro y plata que haya en mi equipaje, las
tomará mi ayudante Alarcón; y también tomará lo que guste de mi equipaje, repartiendo el
resto entre mis criados. Mi buena papelera, pertenece a Carlos Aguirre, a quien se le
entregará.
9º
No debo cantidad alguna a nadie. Tenía una cuenta pendiente con mi Ayudante
Luis PACHECO Manya
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11. el Coronel Alarcón, y le he dado una libransa para que mi apoderado en Lima se la cubra de
toda preferencia, con los productos de la Huaca en este año o en él que viene.
10º
Nombro por mis Albaceas á los Señores Jeneral Vicente Aguirre y Coronel
Pedro Alarcón, mientras se haga la distribución de mis bienes. Si mi hija vive, será mi mujer su
tutora, mientras no se case; y si mi mujer se casa, será el tutor de mi hija mi Ayudante el
Coronel Alarcón.
Los dies artículos que anteceden escritos de mi puño y letra, son válidos como un testamento
en forma, si yo falleciere sin haber echo otro con fecha posterior al presente.
Quito, a dies de Noviembre de mil ochosientos veintinueve, el 19º de la independencia Antonio José de Sucre.
0
Y para que conste se pone por diligencia, que la firma el Señor Auditor de Guerra por ante mí
el presente Escribano de que doy fé.
Ante (firma rúbrica)
Ante mi Castrillón (firma y rúbrica)
Sello-República de Colombia, &
Luego el expresado Señor Auditor de Guerra, hallándose en la Casa Mortuoria asociado de mi
el presente Escribano, mandó se procediese a la Facción de Imbentarios y tasaciones de todos
los bienes que pertenescan al Gran Mariscal de Ayacucho, según lo había solicitado su
Albacea el Señor Jeneral Vicente Aguirre, y habiéndolos manifestado se practicó en la
siguiente manera: (Siguen los Inventarios y Tasaciones).
Como
parece, asciende el valor de las casas, alhajas, y más especies Imbentariadas a la
cantidad de veinte y nueve mil, setecientos nobenta y dos pesos dos reales (S.I) la cual
tasación expresaron los peritos nombrados haberla practicado en toda legalidad y no habiendo
más bienes que Imbentariar, ni Tasar, que los que van referidos y descriptos en el presente,
como de la propiedad de su Excelencia el Gran Mariscal de Ayacucho, entraron a poder de su
viuda la Excelentísima Señora Mariana Carcelén y Larrea que es la tutora de su hija menor
instituida por su Testamento, para conservarlo en los términos que previene el Derecho A su
cumplimiento y cualesquiera sus bienes en forma legal, y en testimonio de los dicho así lo
otorga y firma con el espresado Señor Auditor de Guerra, los Señores Albaceas y los Peritos
nombrados con intervención de mi el presente Escribano de que doy fé.
Ante (firma rúbrica) Vicente Aguirre (firma y rúbrica) - Manuel Antonio García Parreño (firma y
rúbrica) - Platero Andrés Solano (firma y rúbrica) - Ante mi Juan Bautista Castrillón (firma y
Luis PACHECO Manya
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12. rúbrica) - Escribano Público de Hacienda y Guerra.
Visto en este Consulado de la República de Ecuador en Mónaco con residencia en Niza.
El Cónsul certifica que esta copia de cuatro fojas es textualmente conforme al original.
Niza á treinta de mayo de mil novecientos diez y siete.
(sello:) Consulado de la República de Ecuador en Mónaco.
El Cónsul de Ecuador
J. Messiah (firma y rúbrica)"
Como se puede apreciar, en su testamento, sus bienes no estaban al nivel de un ciudadano
consagrado al servicio de la patria desde los 15 años de edad. Aunque en su vida manejo
muchos millones, no dejó mayores bienes de fortuna, y lo poco que pudo acumular lo regaló
todo: herencia, haberes militares, sueldo e inclusive sus condecoraciones.
El Mariscal Sucre, salió jubiloso de su encuentro con la historia, porque supo interpretar la más
elevada cátedra del patriótico quehacer y la entrega sin mezquindad, constituyéndose así, en
un permanente ejemplo de una constancia firme como su lealtad, férrea disciplina y
extraordinario espíritu de trabajo, siempre opulento en ideas y acciones de grandeza,
representando a plenitud los verdaderos valores de la libertad, la justicia y la verdad.
Muchos
historiadores, conocedores del asunto, afirman sin que hasta el momento existan
documentos fidedignos que confirmen o desmientan estos hechos, sin embargo, creo que es
menester dar a conocer que el General Isidoro Barriga, segundo esposo de la Marquesa de
Solanda, intencionalmente dejó caer desde lo alto de uno de los balcones de "La casa azul" a
la hija del Mariscal Sucre por la avaricia de apoderarse de todos los bienes patrimoniales, ya
que Teresita era su única heredera. Es más, la muerte misma del Mariscal está llena de
indicios que prueban que el General Barriga fue uno de los miembros de la conspiración que
cegó su vida física, ya que tenía un interés personal en el asesinato del esposo de su amante,
pues de esta manera se convertiría en el heredero universal de su víctima.
El General colombiano, José María Obando, principal acusado de la muerte de Sucre declaró
en este proceso de dolor e infamia: "El General Isidoro Barriga, segundo esposo de la
Marquesa de Solanda, habría quizá determinado la muerte de su rival: que Barriga debió de
ser, desde atrás, amante de la señora Carcelén". Todo esto comprende un tejido sensacional
de drama inverosímil.
Luis PACHECO Manya
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