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LA OTRA ECONOMIA.
Manfred Nolte
Aquellos a los que el dedo del destino nos ha regalado un entorno próspero y
civilizado se nos produce una especie de estrabismo mental de tanto mirarnos al
ombligo de nuestros propios problemas, una miopía inadvertida y endogámica.
Empuñar la pluma y dirigirse al lector en un ambiente acomodado como el
nuestro acota los posibles temas de interés económico a aquellos –‘trending
topics’- que ya abarrotan las redes, las cabeceras de los diarios o los titulares de
los medios audiovisuales, que solo atañen a los países ricos.
Por ejemplo, la arriesgada decisión de Mario Draghi para iniciar compras
masivas de deuda pública y privada bajo el enunciado de la ‘relajación
cuantitativa’ en su lucha contra el fantasma de la deflación en Europa. O el
asalto al poder de Syriza en los comicios griegos, previsible para unos,
inesperado para otros, con las consecuencias que ello comporta para la
reestructuración de la deuda helénica y la nueva ortodoxia de la eurozona . O el
colapso del precio del petróleo, el hundimiento del rublo y los pesares de la
incierta economía rusa. También el desenganche del franco suizo respecto del
euro y las proyecciones del Fondo monetario internacional que auguran
crecimientos menores para la economía mundial y algo mayores para Estados
Unidos y también para España. Y –como no- la exclusivísima congregación de
los magnates mundiales en la estación invernal de Davos, mareando
pretendidos temas de la agenda global.
Son estas cuestiones –y otras similares- las que despiertan, si acaso, nuestra
atención, aquellas que pueden merecer unos minutos de lectura, de escucha o
de contemplación televisiva. Son asuntos de nuestra economía, los nuestros, los
de los países centrales y desarrollados. El resto sencillamente nos aburre.
Existen otros temas que nos resultan etéreos y distantes. Atañen a la ‘otra
economía’ , que afecta a seis de cada siete habitantes del planeta. De ellos,
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1.000 millones libran la lucha por la supervivencia con menos de 1,25 dólares
diarios y otros 2.000 millones más se conforman con el doble o el triple de dicha
cantidad. Multipliquen por 30 y obtendrán el ingreso mensual. Más allá de las
rentas dinerarias, en esas latitudes no existe ni empresariado ni mercado, el
trabajo carece de valor, la corrupción, el soborno y el abuso son las monedas de
curso legal. Los tiranos expolian, las bandas guerrean y entre ambos esquilman
un gran porcentaje de la riqueza de sus países respectivos. Las empresas
multinacionales se llevan lo demás. No existe fiscalidad ni sentido de la
construcción de estado, la ayuda al desarrollo es paternalista y condicional. Sin
educación, sanidad, ni infraestructura básica, los habitantes en la sima de la
pobreza se hallan atrapados en un círculo de desesperación y muerte, sin
esperanza posible, sin futuro alcanzable.
La pobreza, que es la hermana más desvalida de la desigualdad, recaba
afortunadamente la atención de otras esferas de la sociedad civil, y de otro
entramado público institucional. Pero ni su lenguaje es el nuestro ni el alcance
de sus acciones se equipara al de las que nosotros emprendemos.
Una primera pregunta crítica sería la siguiente: ¿Se conocen los resortes para
rescatar a los países incursos de la trampa de la pobreza? Naciones Unidas
sostiene que sí. Que están más que estudiadas y comprobadas sobre el terreno
las acciones y líneas de su solución. Ya en 2002 la Institución Multilateral editó
un compendio de actuaciones denominado el ‘Consenso de Monterrey’ que fue
ratificado con idénticas líneas de actuación en el año 2008 por otro documento
titulado la ‘Declaración de Doha’. En ambos casos se estudian seis capítulos de
política económica conducentes a modernizar las sociedades más indigentes y a
acortar los plazos que los separan de las rentas medias occidentales. Los seis
capítulos de dedican, respectivamente, a la movilización de los recursos
domésticos, la atracción de los capitales internacionales privados, el comercio
internacional, el alivio de la deuda, la ayuda oficial al desarrollo, y los problemas
sistémicos. Ambos documentos se encuentran fácilmente en la red.
Una segunda pregunta crítica consiste en por qué, si se conocen los resortes de
su solución, no se actúa enérgicamente traduciendo las ideas teóricas en
acciones reales. La respuesta a este segundo interrogante es doble: en primer
lugar las resoluciones citadas han sido adoptadas por sendas Asambleas
Generales de Naciones Unidas, un organismo deliberante que lamentablemente
carece de capacidad ejecutiva. En segundo lugar, falta de forma abrumadora
una conciencia social mínima en la vasta generalidad de la población civil y falta
también voluntad política entre sus responsables políticos para la aplicación de
las medidas. Por eso el fenómeno de la pobreza global se convierte en el mayor
fracaso de la economía occidental y en el primer y más grave escándalo de la
política mundial.
La actualidad en el ámbito de esta problemática la marca la ‘Tercera conferencia
para la financiación del desarrollo’ que se celebrará en Adís Abeba, la capital de
Etiopia, en julio de 2015. El diagnóstico alcanzado en Monterrey y Doha es tan
concluyente que se mantendrá el conjunto de sus propuestas. La novedad más
importante será de índole medioambiental con la incorporación al debate de los
‘Objetivos de desarrollo sostenible’ postulados en la Conferencia de Rio+20.
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El puente entre las dos economías aun no se ha tendido. Mirando a los de la
segunda, nuestros problemas palidecen y además, ellos, probablemente, no los
comprenderían.