Representaciones de la masculinidad en cuentos de eva luna
1. .
REPRESENTACIONES DE LA MASCULINIDAD EN
CUENTOS DE EVA LUNA (Fragmentos)
Ana Laura Muñoz University of Toronto
Partiendo del modelo tradicional de la masculinidad en Latinoamérica –a
saber, el macho– en este ensayo propongo una exploración de nuevas
representaciones masculinas en los Cuentos de Eva Luna, de Isabel Allende.
Con esto me interesa mostrar cómo modelos menos discriminatorios y
agresivos, y más indulgentes, emergen a partir de individuos que
originalmente son presentados en entornos aparentemente racionales, cuando
no definitivamente fuera de éstos o en una especie de estado salvaje. De igual
manera se verá cómo este tránsito de las masculinidades de un estado salvaje
a un nuevo
2. paradigma se da por la interacción con personajes femeninos, los que a su vez
muestran cualidades mas sustentadas en la razón que en la emoción. Con
esto no quiero decir que en tales personajes hay una exaltación de la razón en
detrimento de la emoción, sino que la capacidad de ser emocionales no está
reñida con su capacidad de raciocinio. Es importante hacer énfasis en que la
exposición de aspectos patriarcales y negativos en relación con las
masculinidades no son vistos en este caso como una denuncia, sino como el
entorno del que se pretenden rescatar aquellos atributos de la sensibilidad
masculina que han quedado bajo densas y numerosas capas de prejuicios y
convenciones veladas a lo largo de la historia. Los relatos de Allende están
fundamentalmente ligados entre sí por formar un corpus donde el sistema
hegemónico dominante patriarcal ha quedado en completo desuso para abrir
paso a una ideología que ya no obedece ni se ajusta al modelo arquetípico
tradicional del discurso masculino. Los relatos muestran los contextos que
han engendrado las imágenes masculinas convencionales afines al macho,
por ejemplo, “En Agua Santa se podía tolerar que un hombre maltratara a su
familia, fuera haragán, bochinchero y no devolviera el dinero prestado, pero
las deudas del juego eran sagradas.” (59, cursivas mías) Tal descripción no hace
menos que referirnos de manera inmediata al macho como una de las figuras
más polémicas dentro del contexto latinoamericano, con lo que es necesario
detenerse en dos puntos trascendentales.
Primero, por masculinidad se entiende una serie dinámica de conceptos que
ponderan ciertas actitudes consideradas varoniles en determinados contextos
socio-culturales, históricos e incluso económicos. Esas actitudes son
transmitidas o difundidas a la manera de un culto a la virilidad, por lo que se
puede hablar de un amaestramiento cultural y social del sujeto masculino. A
este respecto, Michael S. Kimmel, explica que “la virilidad no es ni estática ni
atemporal; es histórica; no es la manifestación de una esencia interior; es
construida socialmente; no sube a la conciencia desde nuestros componentes
biológicos; es creada en la cultura. La virilidad significa cosas diferentes en
diferentes épocas para diferentes personas.”5
Tales conductas son construidas a partir de la interacción de los géneros en
su entorno social y político dentro de una comunidad, y comúnmente se
asocian a aspectos tanto físicos como emocionales, así como de aptitud, por
ejemplo, el auto-control de las emociones, la agresividad, la fuerza física, la
capacidad de seducción, la potencia sexual, la violencia y la competencia,
básicamente. Y no obstante que estas actitudes son asumidas en la
interacción hombre-hombre, es en las relaciones hombre-mujer donde
adquieren una tonalidad negativa que comúnmente se desplaza al terreno de
la sexualidad. Como explica Lorraine Nencel 6 , “The chief characteristics of
this cult are exaggerated aggressiveness and intransigence in male -to-male
interpersonal relationships and arrogance and sexual aggression in male -to-
female relationships.” No sobra decir que en el subsuelo de tales conductas
reside la idea de poder y la necesidad de mostrar a los otros que se es ‘lo
suficientemente hombre’ en todos aspectos, idea esta última que
automáticamente circunscribe al hombre a un territorio limitado, por un lado,
por lo que debe ser, y por otro, por lo que quiere ser, so pena de
3. traicionar sus principios o los que dicta la norma social en que se
desenvuelve. Así, los modelos formados por discursos hegemónicos suponen
una gravosa carga para los mismos varones, quienes deben sujetarse a la
normatividad que dictan aquellos a riesgo de caer fuera del terreno de lo
masculino o, peor aún, caer en el terreno de lo femenino.
.
La mayoría de los modelos masculinos en los Cuentos de Eva Luna evidencian
precisamente esos rasgos que permiten catalogarlos como machos o al menos
como pertenecientes al “culto de lo varonil”, y es relevante para el análisis
observar tanto esas características como el ambiente en el que se hallan, al
igual que la interacción que tienen con los personajes femeninos, para
posteriormente poder reconocer el deslizamiento hacia sujetos más tolerantes
como se enfatizó antes. Por tanto es nuclear para el análisis notar que: a) los
sujetos masculinos centrales son generalmente representados fuera de un
marco racional o al borde de éste, ya sea porque están perturbados
mentalmente, porque son alcohólicos, porque llevan una vida de bárbaros, o
porque se desenvuelven en mundos fantasiosos (un circo, una feria); y b) en
los personajes femeninos coinciden actitudes sustentadas más en la razón sin
dejar de lado el aspecto emocional, como veremos a continuación. “Dos
palabras” inicia la serie de los Cuentos El personaje femenino en este cuento,
Belisa Crepusculario, se dedica a vender palabras:
4. Vendía a precios justos. Por cinco centavos entregaba versos de memoria, por
siete mejoraba la calidad de los sueños, por nueve escribía cartas de enamorados,
por doce inventaba insultos para enemigos irreconciliables […] A quien le
comprara cincuenta centavos, ella le regalaba una palabra secreta para espantar
la melancolía.No era la misma para todos, por supuesto, porque eso habría sido
un engaño colectivo. Cada uno recibía la suya con la certeza de que nadie más la
empleaba para ese fin en el universo y más allá. El Coronel, es anunciado como
“el hombre más temido del país”, cuyo grupo de compinches acostumbraba
entrar “al pueblo como un rebaño en estampida, envueltos en ruido, bañados
de sudor y dejando a su paso un espanto de huracán.” El Coronel es un
hombre voluntariamente proscrito de la ley que ha decidido abandonar su
vida de bandolero y convertirse en presidente, para lo cual requiere de los
servicios de Belisa, quien es la encargada de escribir el discurso que ha de
llevarlo a conseguir su objetivo. El poder de la mujer se fundamenta en la
posesión y uso de las palabras –la razón; mientras que él se mueve en un
territorio primitivo y por tanto irracional.
En “El oro de Tomás Vargas”, nuevamente son los personajes femeninos,
Antonia y Concha (la esposa y la concubina, respectivamente), quienes
simbolizan el lado racional. Frente a la falta de responsabilidad del hombre,
Antonia asume la función de proveedora del hogar, tarea que en un sistema
tradicional patriarcal sería adjudicada al varón: “Apenas le alcanzaban las
horas para cumplir su día, porque además de atender a sus hijos y ocuparse
del huerto y las gallinas ganaba unos pesos cocinando el almuerzo de los
policías, lavando ropa ajena y limpiando la escuela.” En contraposición,
Tomás es inmediatamente descrito como “pendenciero, bebedor y mujeriego.
Tenía a mucha honra ser el más macho de la región, como pregonaba en la
plaza cada vez que la borrachera le hacía perder el entendimiento y anunciar
a todo pulmón los nombres de las muchachas que había seducido y de los
bastardos que llevaban su sangre.” Más aún, para este personaje hay una
equivalencia total entre la riqueza económica que posee y su falsa
5. ‘hombría’15, ya que se aficiona a los juegos de mesa “Con la esperanza de
hacerse rico en un solo golpe de fortuna y recuperar de paso –mediante la
ilusoria proyección de ese triunfo– su humillado prestigio de padrote” (60). En
este relato se está cuestionando el fundamento del sistema hegemónico
patriarcal en el que la construcción de los géneros se asocia con la capacidad
de abastecimiento/actividad/esfera pública (hombre) y la
dependencia/pasividad/esfera privada (mujer). Las acciones de los
protagonistas, tanto femeninos como masculinos, son eminentemente
simbólicas en tanto que representan una lucha de poder entre la razón y lo
propiamente irracional o la sinrazón; más aún, se trata de una lucha que
hunde sus raíces en un contexto más profundo: diferencias patriarcales
logocentristas que yacen en la base de las relaciones entre sujeto y objeto,
entre yo y el otro, y que igualmente permean la interacción de hombres y
mujeres. En este contexto, aquellos en la posición de sujeto (hombre) van
cediendo su lugar al objeto (mujer), y en algunos casos más que cederlo lo van
perdiendo. Poco a poco los personajes machos empiezan a perder consistencia
al enfrentarse al otro, quien sin compartir la misma jerarquía es capaz de
realizar iguales funciones dentro del contexto social.
Un rasgo común en la colección de Cuentos de Eva Luna es que las mujeres
asumen fácilmente y sin prejuicios las tareas masculinas, contraponiendo así
un discurso contra la formación social de los varones, a quienes se les educa
para mantener su masculinidad a costa de todo y a una sana distancia de lo
femenino. A manera de conclusión, y como se mencionara en la introducción,
los nuevos paradigmas encontrados en los Cuentos de Eva Luna son una
propuesta de lanzar una mirada diferente a las masculinidades y, ¿por qué
no?, pueden ser también considerados un cuestionamiento de los parámetros
que sustentan la hegemonía patriarcal predominante, aunque ya se dijo con
anterioridad que este último no es el objetivo del ensayo. Es evidente que en
los Cuentos hay una resistencia al discurso hegemónico dominante, no
obstante, la invitación en este trabajo es ver tal resistencia no como un
abierto reclamo sino como un llamamiento a trascender los mitos que se han
construido alrededor de la masculinidad. La intención es sugerir una línea de
diálogo en la que la investigación de las masculinidades se aborde desde una
perspectiva más condescendiente y a partir de las características positivas en
los hombres. Es aquí donde se considera que un enfoque de tipo más holístico
–permítaseme el termino– abriría espacio para una re-negociación de los
ideales masculinos y por ende de las masculinidades latinoamericanas.
6. Uno de los objetivos más importantes en el estudio de las representaciones
masculinas en la literatura debe ser demostrar que no sólo importa
desmantelar un puñado de prejuicios y valores negativos en los modelos
prevalecientes, sino sobre todo, apuntar a la búsqueda de la sensibilidad
masculina en su interrelación con el mundo y con el Otro. Como se vio en los
Cuentos de Eva Luna, la apertura de un espacio en el que la suspensión del
discurso hegemónico no significa recular para mejor atacar a las
masculinidades, hace posible la aparición de otros tipos de subjetividad
masculina, más armónicos y complementarios con las subjetividades
femeninas. Finalmente, un estudio sobre la masculinidad debe ser visto como
una búsqueda de armonía.