1. NO TODOS SOMOS IGUALES
Nano y Bela no van a olvidarlo en mucho
tiempo. Especialmente Bela que estaba
aprendiendo a confiar en el ser humano.
Ahora Bela vuelve a esconderse debajo de la
mesa o detrás de las sillas, a sobresaltarse por
cualquier ruido, a no querer que la toquen o
incluso a negarse a pasear por donde, un día
antes, iba con su rabito bailarín y en alto.
Era la hora de salir a por el pan, sobre las tres, y
el primer paseo del día. En el camino de vuelta,
nos cruzamos con un joven, alto, delgado, con la
capucha de su sudadera blanca en la cabeza, y una bolsa de viaje sobre los hombros. Era
natural de Senegal. Fueron unos segundos, pues inmediatamente se dio media vuelta y
como si se tratara de golpear a un balón, le asestó una patada a Nano en la cabeza. Me
paré y perpleja e indignada protesté… se vino hacia mí y en sus ojos vi que yo sería la
siguiente; me puse a gritar y tal fue el golpe que recibí que salí despedida de la acera
cayendo sobre el capó blanco de un coche estacionado, golpeándome la cabeza contra el
limpiaparabrisas.
Crucé la calle aterrorizada, llorando y gritando con Nano y Bela cada uno a un lado, ellos
son perros pequeños y tranquilos. Unas abuelitas con unos niños que estaban en la acera de
enfrente y que habían presenciado todo, no hacían más que pedir que alguien llamara a la
policía, que estaban pegando a una mujer…. Crucé rápido la calle y me refugie detrás de
ellas y entre sollozos protesté. Vino a por nosotros de nuevo; cruzó la calle; las abuelitas y
los niños se disiparon; el senegalés soltó su bolsa de viaje y… Recuerdo sus ojos llenos de
ira y rabia que no dejaban de mirarme; lloraba y gritaba, no puede parar las patadas que le
volvió a dar a Nano, después a Bela, y luego…. otra vez a mí. Horrorizada y sola vi que ese
joven enloquecido no sabía qué hacer, si volvería a golpearme de nuevo o si se
marcharía……
No recuerdo cómo, pero llegó Marco, un italiano y sin trabajo; retuvo al agresor sin dejarle
marchar; le gritaba una y otra vez que era un cobarde por pegar a una mujer, que no se iba a
ir de allí hasta que llegara la policía. "No todos somos como tú", decía Marco, "no todos
los inmigrantes somos igual que tú". Un grupo de hombres, conocidos de Marco rodearon
al agresor impidiéndole que se marchara; los minutos hasta que llegó la policía se hicieron
interminables. Llevaba mi móvil, pero fui incapaz de dar con el teclado, para llamar al 091,
2. aunque si pude llamar a casa. Llegó mi pareja y allí estuvo, frente al agresor, para que no se
fuera y esperando a que llegara la Policía.
Los jóvenes que habían salido del colegio se paraban en la otra acera a mirar; los vecinos y
algunas administrativas de la sede del PSOE asomadas a sus ventanas miraban, miraban,
como si padecieran el síndrome de Kitty: no hicieron nada.
Marco se quedó hasta el final con nosotros; llegó la Policía Local, se llevaron al agresor y
tomaron nota de lo sucedido. Marco les contó todo lo que había visto y se ofreció a ser
testigo.
No todos los hombres son iguales, no. Fueron hombres los que retuvieron al agresor hasta
la llegada de la Policía; a todos ellos, Gracias. Doy las gracias a mis compañeros de trabajo
que supieron de esta desgracia y me ayudaron en lo que pudieron, gracias, Fernando,
Javier, Agustín, que no pudo más que decir… “Qué friki, qué friki, pero qué friki, el
senegalés”.
Estos hechos ocurrieron el 15 de marzo del 2016