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PENSAMIENTO CRÍTICO
En todos los sistemas educativos del mundo, el propósito más
importante es el “formar entes críticos
No existe modelo pedagógico que no proponga como finalidad
principal de la educación el desarrollo del pensamiento crítico de
los educandos. Obviamente, el subsistema de formación docente
como pilar fundamental de la educación de un país, establece, a
nivel mundial, como fin esencial promover el pensamiento crítico
de los nuevos educadores y educadoras.
A pesar de lo indiscutible de este propósito, diversas dudas surgen
sobre el enunciado de esta especie de muletilla, de su naturaleza
y, sobre todo, del grado de consecución del mismo. En el caso de
la capacitación de maestros y maestras, he aquí algunas
inquietudes que ameritan ser dilucidadas:
¿Realmente se está formando profesores críticos en nuestro
país?
El modelo dominante de formación docente, ¿realmente prepara
maestros críticos?
¿El currículo de formación docente contribuye a capacitar
maestros críticos?
¿Es posible que formadores acríticos puedan formar docentes
críticos?
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¿Las prácticas didácticas que cumplen los alumnos-maestros
contribuyen a formar docentes críticos y autocríticos?
¿Es factible formar docentes críticos al margen de un
posicionamiento ideológico?
¿Existe posibilidad de formar educadores y educadoras críticos
en el sistema hegemónico capitalista-neoliberal?
Estas decisivas interrogantes son las que necesitamos reflexionar
y dar respuesta.
Por supuesto que los ensayos propuestos no pueden agotar un
contenido tan amplio y apasionante como es el tema del
pensamiento crítico. De ahí que, de manera modesta, debemos
admitir que esta propuesta solo recoge las reflexiones medulares
del problema y las posibles alternativas en el propósito de formar
profesores críticos. De modo complementario, se principaliza la
importancia sobre el papel de los formadores en la consecución de
maestros críticos.
Constituye una exhortación a los educadores y a las educadoras
del país a integrarnos en una gran cruzada para formar las nuevas
generaciones críticas que evitarán ser marionetas del sistema y
construirán un mundo verdaderamente humano. Las palabras del
filósofo Bertrand Russel deberían ser talladas en las misiones de
nuestras instituciones: “Creo que el fin principal de la educación
debe consistir en estimular a los jóvenes para que discutan e
impugnen las ideas que se daban por seguras. Lo importante es la
independencia intelectual. El aspecto negativo de la educación
reside en la renuncia a permitir que los estudiantes pongan en tela
de juicio las opiniones consagradas y a las personas que ejercen el
poder. Es necesario que surjan nuevas ideas, que los jóvenes
tengan el mayor aliciente posible para disentir de las estupideces
de su época. Pienso que lo más importante no es aprender muchas
cosas, sino sentir apasionadamente que uno tiene el derecho a
discrepar y el deber de elaborar nuevas ideas”.
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Para ser coherente esta propuesta, no para aceptar lo que en ella
se expone, sino para cuestionar todos los argumentos, conceptos,
supuestos, ideas, opiniones ... propuestos a lo largo de sus páginas.
Nada de lo que dice en los diferentes capítulos es verdad, por lo
que se desafía a los maestros y estudiantes a demostrar que se
tratan de simples falacias o tesis intencionadas. Prueben que los
artículos son artificios de una ideología progresista; desbarátelos
desde cualquier posición ideológica; hagan cuenta que todo lo dicho
aquí cumple la intención de imponer los criterios del autor. No se
dejen, demuestren que los contenidos carecen de objetividad, o
que existen tergiversaciones. Se les reta a impugnar lo que aquí
se presenta mediante sus propios argumentos, recurriendo a los
criterios de expertos y científicos, o investigando personalmente.
Si es necesario recurran a los hechos de la realidad para verificar
si las ideas expuestas se apegan a la verdad. En fin, cumplan con el
papel de abogados del diablo, para contradecir todo lo dicho.
Sagan decía que el mayor pecado de la humanidad es la fe; y
su mayor virtud la duda.
¿POR QUÉ EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LA FORMACIÓN
DOCENTE?
Cualquiera que lea el epígrafe anterior reconocerá que es una
pregunta de Perogrullo, que ni siquiera debería plantearse por su
obviedad para la formación profesional de los nuevos docentes. Sin
embargo, una cosa es que el razonamiento académico haya
reconocido el valor del pensamiento crítico y otra que los
formadores estén dispuestos a promover genuinamente esta
habilidad cognitiva como objetivo esencial de su labor. También es
cierto que contados formadores reconocen a esta facultad como
instrumento para transformar el mundo y dentro de él nuestra
sociedad y, por supuesto, la educación.
De tal modo que, aunque los hechos, fenómenos y problemas que
vive la humanidad están ahí al frente de cualquier habitante de
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este mundo, parece ser necesario reflexionar sobre los
dramáticos acontecimientos que diariamente suceden en el
planeta. Claro que a fuerza de verlos y vivirlos es posible que no
causen ninguna impresión y mucho menos inviten a la acción para
contrarrestarlos. Inclusive, en muchos casos da la impresión que
las personas, sobre todo los jóvenes, aceptan esta sociedad como
algo natural e incluso idílico para sus intereses.
Con el propósito de cambiar esta percepción dominante y para
reconocer, de una vez por todas, la plena justificación del
pensamiento crítico en las instituciones formadores de maestros
y maestras, nos proponemos, pues, en las siguientes líneas realizar
un retrato sucinto de la situación que vive el mundo actual. Y para
graficar aún más esta realidad, acudamos el recurso de la ciencia
ficción que nos permita suponer la visita de un extraterrestre con
inteligencia similar a la nuestra y que, desde su percepción, se
constituye en un observador y descriptor objetivo de los hechos
del mundo.
A lo largo de su estadía el alienígena comprueba que:
Las tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza
más indignante, y de ella una cuarta parte sufre hambre
continua, sobre todo los niños y las mujeres.
La riqueza del planeta está en manos del 1 % de la población,
quien impone sus reglas y domina al 99 % restante.
Los dioses y religiones creados por sus habitantes, han
servido para dividirlos, oprimirlos y para justificar guerras
y exclusiones.
Un elevado número de pobladores han perdido los valores de
su esencia humana; su máxima anhelo es tener, adquirir,
acumular; no está interesado en el desarrollo de su ser.
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Las ocupaciones predominantes son producir y consumir;
cuando no están produciendo están consumiendo.
La mitad del mundo que conforman el sexo femenino ha sido
sometida a posiciones inferiores e indignantes que
desnaturalizan su esencia humana.
Quienes concentran los medios de comunicación manipulan a
la población, desinforman y crean falsos valores.
Los habitantes de este planeta destinan gigantescos
recursos para fabricar armas que causan muerte,
sufrimiento y destrucción a sus congéneres.
Determinados grupos viven del nefasto negocio de las drogas
que les provee enormes ganancias, gracias al envenenamiento
de sus congéneres.
La sexualidad es utilizada en forma aberrante como la
prostitución y la pornografía, solo por el hecho de generar
riquezas monetarias.
Infinidad de fábricas producen enormes cantidades de
venenos químicos que contaminan el aire, el suelo, los mares
y ríos, los cuales afectan a la salud humana y amenazan con
destrucción su propio planeta.
Numerosos miembros de la raza humana esclavizan y
oprimen a sus congéneres en trabajos degradantes y mal
pagados.
Un alto número de “terrícolas” vive de las ganancias que les
produce las actividades de corrupción y violencia.
Un elevado número de personas desprecia, excluye y margina
a quienes son diferentes por su color de piel, condición
cultural y apellido; inclusive se llega al exterminio de culturas
minoritarias.
La acumulación de grandes compañías ha provocado el
agotamiento incesante de los recursos naturales y la
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extinción de especies animales y vegetales, seres vivos que
conviven con los humanos.
Los avanzados conocimientos y descubrimientos no han
servido para superar las necesidades y dolencias de los
habitantes; han sido utilizadas para sojuzgar a los pueblos y
para la acumulación de riquezas en pocas manos.
Las escuelas domestican a sus menores; se limitan a ejercitar
la capacidad de recuerdo, mientras sus mayores
potencialidades intelectuales son descuidadas.
Todos estos hechos han provocado la despersonalización de
hombre; éste vive como un autómata, alienado, cumpliendo
los órdenes de quienes detentan el poder mundial, pero
creyéndose libres y soberanos.
Lo más extraño es que solo contados habitantes parecen
tener conciencia de estos penosos hechos y muy pocos están
interesados en ser parte de la solución de dichos cuadros de
penuria y dolor.
Después de inventariar estos grandes males de los habitantes del
planeta, ¿qué impresión tendría nuestro visitante de otros
mundos?, ¿qué reporte podría emitir a los habitantes de su
planeta? Con un elemental sentido ético del extraterrestre,
¿podría calificar a la Tierra como un mundo interesante,
agradable, digno de vivirse, que hace honor a la condición humana
de sus pobladores y que puede ser un ejemplo para otros planetas
del universo?, ¿podría comunicar a los seres de otras galaxias que
los “terrícolas” viven en armonía con otros seres vivos y con su
planeta?
Si el lector no puede contestar de modo afirmativo las inquietudes
planteadas, entonces acaso no puede ser motivo de vergüenza
haber construido este tipo de mundo. Como expresa la profesora
Elsy Rojas, vivimos en una sociedad enferma, decadente; el humano
extravió su rumbo y su destino: la felicidad, la salud, el amor.
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Inmerso en una sociedad enferma, la capitalista-neoliberal, ha
contagiado su espíritu con la codicia, el afán de lucro desmedido y
el individualismo. Extrañado de su esencia y de la naturaleza de la
cual forma parte, se relaciona con el mundo desde su soledad y
pasividad, transfiriéndole a los objetos y al dinero sus facultades
humanas. “Ensimismado en esa existencia contradictoria, el
hombre y la mujer buscan afanosamente respuestas a ciertas
preguntas. ¿Por qué se separaron de sí mismos, de la naturaleza y
del prójimo? ¿Por qué viven prisioneros de sus instintos y padecen
insania mental? ¿De dónde procede su fragmentación, vacuidad,
tristeza y desasosiego? ¿Cómo pueden armonizar sus almas con el
ser y la conciencia? ¿Necesitan recomponer su mundo relacional?”.
Aunque parezca una actitud automortificante, es necesario
insistir sobre el tipo de sociedad creada por el sistema
mercantilista pues muchos docentes, y no se diga los jóvenes,
tienen mínima conciencia de sobre ella, aunque sufran en carne
propia sus despiadados embates. Ciertamente, una sociedad que
mata, impune y de modo sistemático, a sus hijos más inocentes,
que ha generado miles de millones de desempleados, que
administra la justicia según los colores políticos, que miente con
descaro y desde las más altas instancias, que fomenta el odio y el
enfrentamiento entre sus miembros, que destruye la inocencia de
los niños, que azuza pasiones innobles de los jóvenes, que convierte
la escuela en un instrumento ideológico y del poder político en
trampolín para el enriquecimiento personal y el perjuicio de los
suyos, que se empeña en la búsqueda desenfrenada de estatus y
placeres; en pocas palabras, una sociedad cuarteada en sus
estructuras básicas y removida en sus cimientos éticos, no puede
ser definida sino como es una sociedad decadente y enferma de
extrema gravedad.
Si esta sociedad es el ámbito donde vivimos el día a día de nuestro
trabajo, de nuestra familia, de nuestras amistades, de nuestras
comunidades, de nuestros proyectos y de nuestros propósitos. En
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la vida, entonces, las cosas adquieren un dramatismo inusitado y
necesita que se ponga, de modo urgente, un remedio radical.
Obviamente, ningún miembro de esta sociedad puede mirar con
desinterés y desprecio esta realidad, a menos que esté embotada
su reflexión ética. Ahora bien, dado que las enfermedades que la
aquejan son muy graves y tienen carácter de metástasis
generalizada, no podemos aplicarle remedios parches, pues éstos
serían meros cataplasmas de mínimo efecto. Ciertamente, todos
los remedios deben contemplar una profunda regeneración ética
de cuantos formamos parte de esa sociedad, de lo contrario serán
simples engaños para mantener el orden de cosas. De tal forma
que ni la justicia, ni la política, ni la escuela, ni la familia, ni la
convivencia, ni la economía, ni las finanzas saldrán de la situación
calamitosa en que se encuentran si el modelo económico dominante
capitalista neoliberal, el mal desarrollo según la expresión de
Tortosa (2011) no es eliminado de la faz de la tierra. Y esta
trascendental transformación será lograda con la gran cruzada
mundial para oponerse a los dictados del sistema, a sus
manipulaciones, al canto de sirenas, a sus protervos intereses.
Pero para ello, primero se requiere del pensamiento crítico para
develar todas sus argucias y mixtificaciones. Luego es necesario
construir otra sociedad fundamentada en una economía social y
solidaria, en la cual la filosofía del Buen Vivir en su mejor ejemplo.
Ahora bien, ¿puede dejar estas lacras mundiales impasibles a
cualquier ciudadano y mucho menos a los educadores y
educadoras?
Aunque resulte insólito, casi todos los hombres y mujeres de
nuestros países que más sufren diariamente las secuelas de estos
lacerantes hechos, se les ve ignorantes y despreocupados.
Mientras millones de ciudadanos de las naciones desarrolladas en
los últimos años están expresando su indignación contra el sistema
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mercantilista, en nuestros países parece haber conformidad y
abulia. ¿Qué explicación puede darse a esta inaudita paradoja?
A nuestro parecer, la única explicación es la ínfima conciencia
crítica de nuestros pobladores, provocada precisamente por el
propio sistema a través de múltiples mecanismos. Los habitantes
de nuestros pueblos viven un mundo ficticio, falso, pero
convencidos de que ese es un mundo natural, lógico y hasta el
mejor para sus vidas. Son mentalmente prisioneros del ansia de
tener, del consumismo, del egoísmo exacerbado, del
individualismo, del ansia comercial ... Casi todos han desarrollado
una conciencia domesticada, servil al dios dinero; conciencia
dormida, anestesiada al servicio los poderoso; sin criterio propio;
se dejan llevar por lo que dicen las personas con poder; tienen
miedo a expresar tu opinión, a ser diferentes, a vivir de modo
auténtico, a ser ellos mismos, a luchar por un mundo mejor, a
combatir las injusticias sociales, son parte del rebaño
domesticado por el nuevo orden mundial de la dictadura del
capitalismo salvaje, del pensamiento único, alienante y cruel.
Después de este breve análisis, la pregunta final para el lector
puede ser: ¿es absolutamente importante el pensamiento crítico
para cualquier persona y mucho más para quienes forman a los
nuevos hombres y mujeres, lo cual puede permitirles cuestionar
los estigmas de este mundo?
A las claras, es posible reconocer que esta capacidad intelectiva
del hombre le faculta identificar, discernir evaluar, los
acontecimientos que atentan contra el hombre y la naturaleza. El
problema es que, si no nos conducimos, de modo permanente con
esta aptitud cognitiva, bien puede decirse que somos culpables o,
por lo menos, cómplices de los terribles males que sobrelleva el
mundo y la humanidad.
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En el caso de quienes abrazan la profesión docente, la
responsabilidad es más delicada aún. ¿Cómo educar, formar,
enseñar, a las nuevas generaciones ignorando estos hechos o
soslayándolos? ¿Tal vez no somos responsables de la conciencia
dormida, domesticada, alienada de nuestros discípulos? En
definitiva, para qué educamos, si no tenemos entre nuestras
obligaciones formar los hombres y mujeres que transformarán
esta realidad y construirán un mundo libre, digno, justo,
equitativo, ético, sustentable …
Quienes se preparan para la docencia pueden inferir también que
no tiene sentido educar solo para que los menores aprendan cosas
simples o para que alcancen un oficio, mientras el mundo camina,
de modo inexorable a hacia la deshumanización y destrucción. El
célebre pensador francés Edgar Morin tiene una metáfora sentida
para advertir lo que le sucede al planeta: “Podemos decir que
estamos en un Titanic planetario con su ‘cuatrimotor’ técnico,
científico, industrial y de beneficios, pero no controlado
éticamente y políticamente”. Ante lo inminente de la hecatombe
mundial, el mismo autor sentenció: “O nos salvamos todos o nos
hundimos todos”.
Pero como se verá en este trabajo, el simple reconocimiento de los
problemas que afronta la humanidad y el planeta es apenas un
primer paso del pensamiento crítico. Esta facultad cognitiva va
más allá al estudiar cuáles son las causas y responsables de estos
conmovedores acontecimientos. Obviamente, este develamiento
requiere investigación, consulta, estudio sostenido; por ventaja,
gracias al Internet ahora es posible acceder a una vasta
información sobre los problemas del mundo, sus causas, efectos y
los culpables directos e indirectos.
Aún más, la teoría del pensamiento crítico nos dice que conocer y
comprender no es suficiente, es imprescindible ejecutar acciones
que contribuyan a eliminar o siquiera mitigar dichas desgracias.
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Son múltiples las actuaciones que los ciudadanos comunes, y sobre
todo los educadores, pueden ejecutar para cambiar el orden
vigente: sumarse a las protestas mundiales en pro de otro mundo;
oponerse al consumo irracional que destruye la naturaleza;
participar activamente en campañas y cruzadas por los derechos
humanos; generar proyectos de humanización y protección
medioambiental; formar ciudadanos y ciudadanas conscientes de
su responsabilidad con su mundo inmediato y mediato; denunciar a
los causantes y más que nada promover la conciencia crítica de los
menores y así sumar más adeptos a la construcción de otra
sociedad.
Es imprescindible, pues, que los maestros y maestras despierten
su conciencia crítica; pasar de la conciencia dormida, pasiva,
anestesiada a la conciencia despierta, activa, comprometida y
libre. Su pensamiento y acción deben decir nunca más a la
esclavitud mental y deben luchar por despertar su conciencia y
convertirse en defensores de los derechos humanos, las
libertades, la democracia y por un profundo amor universal. Todo
esto puede aportar a construir un presente y un futuro sin miedo
y donde brille la esperanza para toda la humanidad, todos los
pueblos y todas las culturas.
Visto desde esta óptica, el pensamiento crítico pasa a ser la
acción primaria para transformar el mundo y construir la nueva
sociedad que dignifique al ser humano y preserve la heredad
planetaria donde vivimos. Queda así demostrada, aunque no con
la amplitud que hubiéramos querido, la necesidad del pensamiento
crítico y de sus cultores los pensadores críticos que se
convierten en conciencia del mundo, en entes contestatarios,
rebeldes y propositivos.