Diapositivas unidad de trabajo 7 sobre Coloración temporal y semipermanente
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1. Las emociones y el templo del corazón
Cuenta una leyenda antigua que en lo alto de una montaña existía un templo del corazón que
era custodiado por cuatro guardianes, quienes representaban a cada una de las emociones,
se llamaban Miedo, enfado, alegría y tristeza.
Su función era responder a las experiencias de los humanos para que el templo del corazón
se mantuviera lo más sano y pleno posible.
El guardián Tristeza permitía soltar lo que nos duele, gestionar la pérdida y darnos cuenta de
lo que valoramos.
El guardián Miedo estaba atento a proteger al corazón de dar o recibir un daño, aportaba
prudencia y una alerta relajada, no tensada.
El guardián Enfado aportaba fuerza, defensa y valor.
El guardián Alegría aportaba expansión, curiosidad, erotismo y ternura como manifestaciones
de vitalidad.
Los cuatro aceptaban lo que la vida les traía, fuese lluvia, tormentas, sol, viento, calor o frio.
Fuesen vivencias agradables, desagradables o neutras. Colaboraban con las experiencias
que se acercaban al corazón, para que este no se ensuciase y pudiese funcionar a pleno
rendimiento.
Alguno de estos guardianes eran venerados en exceso por las gentes del pueblo, en cambio
otros recibían insultos e incluso ataques para ser destruidos.
Los guerreros eran indestructibles y útiles solo si eran escuchados.
Ellos solo querían que se les dejase en paz para poder hacer su sagrado trabajo.
Todos se preguntaban quien vivía en el templo.
En el espacio del corazón viven todos los niños, los adolescentes, los adultos y los viejos de
nuestra ancestral humanidad.
Tenemos estas emociones para cuidar de nuestro vulnerable corazón, y no permitir que el
resto del cuerpo somatizase dolores o angustias. Nos enviaron a estos guerreros para
ayudarnos a digerir lo fácil y lo difícil de la vida. Estos guardianes de nuestro bienestar solo
piden ser escuchados, y que confiemos en la valiosa información que pueden darnos.
Cuidar, escuchar y atender nuestras emociones es cuidar nuestro corazón.