2. Hoy las lecturas nos
hablan de un gran
proyecto que Dios tiene
para la humanidad, del
que san Juan en el
Apocalipsis, 2ª lectura
de hoy, nos habla como
“un cielo nuevo y una
tierra nueva”.
Ap 21, 1-5a
3. Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva,
porque el primer cielo y la primera tierra han
pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, que descendía del cielo,
enviada por Dios, arreglada como una novia que
se adorna para su esposo. Y escuché una voz
potente que decía desde el trono: "Ésta es la
morada de Dios con los hombres: acampará entre
ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con
ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus
ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni
dolor. Porque el primer mundo ha pasado." Y el
que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo
hago nuevo."
4. Hay una promesa en la Biblia que es
para ti y es para mi.
Automático
8. ¡Ah! que tu te vas y yo también
a la nueva Jerusalén.
9. ¡Ah! que tu te vas y yo también a la
nueva Jerusalén.
10. Me voy con
Él, me voy
con El. Yo
no me
quedo, me
voy con Él.
11. Me voy con
Él, me voy
con El. Yo
no me
quedo, me
voy con Él.
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12. Este proyecto no es lo mismo que la Iglesia; pero
la Iglesia es un gran medio para llegar al proyecto
de Dios, que Jesús llamaba “el Reino de Dios”.
13. Este proyecto de Dios es como una ciudad santa donde
resuenen los himnos de alabanza al Señor, donde
resuene la voz amorosa de Dios y todos la sigan.
14. Pero cuando en la Biblia se habla del cielo nuevo y la
tierra nueva, como en Isaías y en la 2ª carta de san Pedro,
de alguna manera y en cierto grado se refiere a la vida
actual, “cuando reine la justicia”, como dice san Pedro.
De una
manera plena
podemos
decir que no
llegará hasta
que
lleguemos a
la vida
eterna.
15. Para muchos es una utopía, porque cuando uno mira la
dura y dramática realidad de nuestra vida no parece cierto
eso de que: “Dios enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya
no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor”.
Y nuestra
sociedad no
se parece a
una “novia
engalanada”,
sino que es
como una
máquina sin
entrañas.
16. El Reino de Dios, que será sobre todo en la otra vida,
cuando sea perfecto, dice Jesús que ya está entre
nosotros. Es una realidad viva y operante que puede estar
en nuestro interior, pero también en la sociedad; que es
como un tesoro escondido y tiene la fuerza del fermento
de una semilla.
17. Si crees en Cristo, sabes
que Dios se ha
derramado en tu corazón,
y entonces Él reina en ti.
Si vives en la justicia,
Dios enjuga las lágrimas
de tu rostro y te
considera como su
“novia engalanada”.
Tienes en ti la fuente de
la dicha; pero hay que
alcanzarla, a veces “con
esfuerzo y violencia”.
18. Y hay que buscarlo. Entonces ¿Qué debemos hacer para
encontrar ese cielo y tierra nueva? O dicho de otro modo:
¿Qué debemos hacer para que esta tierra sea algo nuevo
y mejor? Primeramente sabemos que es cosa de Dios, de
la gracia;
pero es
también una
tarea nuestra.
Para eso
viene ahora el
evangelio de
hoy.
19. Estaba Jesús con los
apóstoles en la
“Última Cena”, la
noche antes de morir.
No tiene mucho
tiempo y no les puede
dar muchas
advertencias nuevas;
pero sí les da “un
mandamiento nuevo”,
por el cual harán
realidad que sea
verdad “una tierra
nueva”. Juan 13, 31-
33a. 34-35.Dice así:
20. Cuando salió Judas del cenáculo, dijo
Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del
hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios
es glorificado en él, también Dios lo
glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con
vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os
améis unos a otros; como yo os he amado,
amaos también entre vosotros. La señal por
la que conocerán todos que sois discípulos
míos será que os amáis unos a otros."
21. Dice el evangelio
que había salido
Judas del cenáculo.
Es como si
hubieran salido las
tinieblas y entrase
una luz nueva.
Jesús se siente
como ensanchado
en el corazón y lo
abre de par en par a
sus discípulos para
glorificar a Dios.
22. Les llama a los apóstoles “hijos míos” o más bien:
“hijitos”. Es una expresión de ternura, como la que
emplea para dirigirse a su padre: “Abba” que quiere
decir: “papaíto” o algo correspondiente en ternura.
23. Cuando uno se despide para mucho tiempo de una
persona amada, quisiera decir muchas cosas: consejos,
recomendaciones, decirles que no les olvidará, pedirles
al menos recuerdos. Pero cuando no hay tiempo, les dice
lo más importante.
24. Lo más importante para Jesús es el mandamiento del
amor. Seguro que lo habría dicho muchas veces, pero
ahora se trataba de “un mandamiento nuevo”.
33. El amor más que un
mandamiento es una
necesidad. Si al
menos los cristianos
nos quisiéramos,
como dice Jesús,
hubiéramos echado la
mayoría del mal y de
las injusticias,
vendría la paz y
vendría un cielo
nuevo y una tierra
nueva.
34. El amor es lo que
verdaderamente
necesitamos. Es
como la savia para
el árbol, es como
nuestro aliento. El
amor no es uno o
varios actos, sino
es una vida. Es el
aliento del discípulo
de Cristo.
35. Jesús no lo podría mandar, si antes Él no
hubiera amado. Por eso dice que améis como yo
os he amado. Él va delante, es el ejemplo a
seguir. Y es un amor en grado superlativo.
36. A veces nos decía que
debemos amar “como
a nosotros mismos”.
Es decir, primero no
hacer a los demás lo
que no queremos para
nosotros. Pero más
aún: hacer a los
demás de una manera
positiva lo que
queremos para
nosotros.
37. Pero hay un grado mayor,
aunque muchos no lo
comprendan. Y es amar a
los demás como debemos
amar a Dios, que es con
todo el corazón. Y esto
porque Jesús ha querido
identificarse con el
prójimo, con el pobre, con
el necesitado. Y quiere
que veamos en los demás
la presencia del Redentor.
38. Pero hoy Jesús en el
evangelio nos marca un
grado mayor. Nos dice que
debemos amar “como Él
nos ha amado”. Esto
podríamos decir que es
imposible, porque no
somos Dios; pero el hecho
es que en cierto sentido
nos podemos convertir en
Dios. Dios ha derramado
en nosotros el Espíritu
que ama dentro de
nosotros y por medio de
nosotros.
39. Y esta es la gran novedad del mandamiento de
Jesús. Con la gracia de Dios, podemos amar
como Jesús nos ha amado.
40. La palabra amor siempre ha estado en toda la historia de
la humanidad; pero casi siempre mezclada con mucho
egoísmo. Suele significar pasión, afecto, placer, gusto,
sensualidad o sexualidad, Cuando se dice “te quiero”,
suele significar: me gustas, eres algo grato para mi.
Eso es puro
materialismo.
41. Por eso los primeros
cristianos, que solían
hablar en griego, una
lengua muy rica,
encontraron varias
palabras para expresar el
amor. Existía el “eros”,
de lo cual procede lo
erótico. Pero encontraron
la palabra “ágape”, que
tradujeron por “caridad”.
Aun la caridad suele
indicar limosna o
beneficencia, sin llegar a
lo íntimo y verdadero.
42. El amor de Jesucristo es algo más. Es toda una vida. Es
amar sin condiciones, sin límites. San Pedro ponía
límites cuando preguntaba si bastaba con perdonar
siete veces. Jesús le respondió que había que hacerlo
siempre.
43. Nosotros solemos poner condiciones en el amor: si me
agrada, si me cae bien, si me corresponde o me lo
agradece, si se porta bien. Jesús no pone condiciones
para amar. Es gratuito y universal.
Nos ama
aunque no lo
merezcamos,
aunque le
traicionemos.
44. En la Iglesia
puede haber
muchas cosas
importantes, pero
lo más
importante es el
amar y amar de
verdad.
47. A veces nos cuesta meter en la mente y en el corazón
que la señal de los cristianos es amar. El Islam suele
distinguirse por la sumisión a Dios; el budismo por su
santa indiferencia; el hinduismo por su ascesis;
el judaísmo por
su sentido de
pueblo elegido.
48. El cristianismo se debe distinguir por el amor. Y sin
embargo muchos cristianos no se distinguen de los no
cristianos. Algunos se distinguen por los ritos,
instituciones, quizá imágenes y tradiciones.
Todo eso
puede ser
muy bueno;
pero lo
importante
es el amor.
49. En la Iglesia siempre ha habido personas y
grupos más o menos grandes que sí han dado
ejemplo en el amor, en la caridad, en la unión de
corazones.
Desde las
primeras
comunidades
cristianas de
quienes se
decía:
“Mirad cómo
se aman”.
50. Hay muchos grupos, unos haciendo votos y otros no,
donde se comparte todo y reina la paz y la alegría, aunque
con tribulaciones, porque estamos en camino. Pero su
vida está envuelta en otra atmósfera.
Es como si
fuese una
nueva
tierra.
51. Para conseguirlo debemos amar como Jesús: amar a
quien no nos ama, a quien nunca nos perdona, a los de
cerca y a los de lejos, amar a la naturaleza y
especialmente a los necesitados. Es como si fuese una
nueva tierra.
Y
encontra-
remos la
felicidad.