1. Fecha: 29/04/2021.
Nombre: Pablo Ardila Parra.
Asignatura: La Clínica del Caso – Entrega 3: «Anne y Anna».
Espejito, espejito, ¿quién es la del reflejo?
Cuenta la leyenda que un día te verías al espejo y no reconocerías ni tu figura ni tu rostro, tu ser
estaría perdido pero tu historia estaría realmente allí posada, en la silueta de tu frágil hija; y es
así como el efecto espejo toma lugar, la luz entra a la habitación y reflejas en ella tu incertidumbre,
tu falta de historia, los secretos de tu pasado, tu intento de aborto, y es que estás atrapada en
un ciclo, esa es tu condena, merecida o no.
La precisión de detalles en la vida de ambas te llevaría, sin dudarlo, a sentir lástima por la
creatura —indefensa, como tú— y al sentir que todo puede pasar de nuevo te aferras a la
necesidad de cortar esas cadenas que te esposan al pasado, al presente y al futuro, a querer
que se cierre el ciclo, decidiendo así cortar lazos emocionales en cuanto a lo que es ella, por
ende, a lo que eres también.
Ahora que fulminaste la historia tu hija, de tu semejante, ella se sume en el abandono de un
reemplazo maternal, el deseo de vivir de ella se desvanece a medida que el deseo tuyo porque
muera se solidifica cada vez más, y es que el deseo e impulso natural de vivir no es suficiente
contra su opuesto y aún más viniendo de una figura tan relevante como lo es la madre, es por
eso que el deseo se pierde si otro se sobrepone, dependemos de otro para replantarnos, tal y
como una planta que llama a su lividez si no ve sol y agua a la deriva, pero si estos componentes
están, sale corriendo en forma de raíces, plasmando su presencia en todo rededor.
Ya en el desamparo, tu bebé se agarra a la existencia y te suplanta, se apega a la máquina de
oxígeno que la mantiene con vida, esa «madre artificial» le imposibilita plantear un deseo, pero
hace que su corazón siga luchando; el constante shhhh del aparato me lleva a pensar si alguien
realmente debería vivir así, dependiente a un objeto, a su sonido, a su naturalmente artificial
sentido de madre, y por qué sentido de madre, porque le da pulso, porque le da respiración,
porque le da vida…, esa constancia en los beeps no se la das ni tú, ni el equipo neonatal, ni
nadie, pero a esperanzas de tu cometida, el vínculo con el mundo y lo «humano» se aleja, este
apego vital a un artefacto provoca secuelas irreparables en la niña debido a que el afecto, el
calor, la alegría, la esperanza, las ganas y la berraquera de seguir adelante, ese deseo, no te lo
da un ruido, o un blunt de oxígeno en tus pulmones, te lo da una persona y su deseo para contigo.
Entonces ¿quién es la del reflejo finalmente?: eres tú en esa figura irreconocible de tu hija, la sin
nombre, la sin rítmica, la sin amor, la sin deseo, porque su historia no es de ella, es tuya, porque
su historia no es de ella, es de su abuela, porque su historia no es de ella ni la podrá escribir ni
siquiera en el «país de Nunca Jamás».
Lograste cerrar el ciclo y refractar la imagen de tu hija en el olvido, pero al menos una de las dos
está descansando en paz, y créeme, no eres tú —porque te mataste a ti misma—.