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La insaciable búsqueda de companía-control
1. Fecha: 22/04/2021.
Nombre: Pablo Ardila Parra.
Asignatura: La Clínica del Caso – Entrega 2: «Fort-Da».
La Insaciable Búsqueda de Compañía-Control
Desde que nacemos somos seres manipuladores, lloramos por atención, por ese deseo de ser
vistos a través de la experiencia sensorial, y este mismo placer que produce la compañía no se
desvanece al transcurrir de ningún atardecer o luna llena, sino que simultáneamente se hace
cada vez más fuerte y menos imperceptible. A medida que los otoños añejan nuestra existencia,
nos damos cuenta de que tú y yo somos personas completamente diferentes, desligadas la una
a la otra, y la cruel verdad de la individualidad sale a relucir en un aroma grisáceo, sin sentido,
sin pensamiento, sin ganas, sin energía, sin ella, sin él, sin ti, conmigo.
Lo interesante es que no le tenemos miedo a la desaparición, a que alguna persona se aleje de
nuestras vidas, más bien nos causa sorpresa, intriga y expectativa de una futura aparición de un
segundo o quizás un posible reencuentro del primero y allí mismo radica el pavor que sentimos,
que ese acto de presencia no ocurra, que el Da de ese Fort pierda su lugar, que no exista ni se
manifieste, provocando así un proceso incompleto que deja a la melancólica compañía en el
desierto de la memoria, en lo que alguna vez fue.
El cielo azabache nos incita a cambiar esta situación de «soledad» y continuar con el ciclo de
manipulación, placer y control que no tiene final alguno, pero sí caminos diferentes; pasamos de
añorar esa figura materna que nos tuvo en su vientre a querer ser grandes, salir y aprovechar la
compañía de nuestros amigos; mientras vamos creciendo adicionamos a ello la búsqueda de
una pareja, y otra y otra, y así sucesivamente, luego cada uno se aleja para formar su propio
control vicioso, haciendo que el deseo de encontrar ese alguien para toda la vida tome fuerza.
Entonces el verdadero temor es en realidad la falta de compañía, provocando así que cuando
nos veamos en aprietos respecto a ella, usemos ese control tan nombrado anteriormente para
conseguirla; de manera sencilla, es como cuando estamos con alguien frente al televisor, el
control lo tiene la otra persona y tú quieres ver un canal diferente, deseas con ansias tener el
control, cambiar el canal y dominar al otro pero sin dejar de estar con él, sin perder su compañía,
y allí uno de los dos tiene que «ceder» momentáneamente, pero ¿realmente estamos cediendo?,
allí entra en juego la venganza, pero no como ese sentimiento oscuro que llevamos en nuestra
imaginación, sino como una respuesta de desahogo, castigo y pena.
Así pues, cuando estás siendo el actor pasivo realmente no estás siendo pasivo, sino que
rediriges ese cúmulo de emociones aplazadas a demás situaciones donde tú tengas el control,
cambies de ser receptor a locutor y plasmes de manera directa tu dominancia ya sea a través de
un juego, una charla o incluso hasta la somatización de tus sentimientos en alguna enfermedad,
porque al final de cuentas la dolencia viene siendo tuya, ¿no?, y qué más forma de actividad
(control) que un malestar que obliga al otro a estar contigo (compañía).
En fin, cuando el silencio reina ¿la solitaria compañía es suficiente para ti?