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FICHA DE LECTURA
Por las azoteas
Por las azoteas
Julio Ramón Ribeyro
A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos
destruidos.
Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no
servían para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados,
cocinas de carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el
uso póstumo y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad
que me fue negada en los bajos. Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las
viejas botas paternales o blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba
vedado: podía construir y destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de
jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los maniquíes.
Mi reino, al principio, se limitaba al techo de mi casa, pero poco a poco, gracias a valerosas
conquistas, fui extendiendo sus fronteras por las azoteas vecinas. De estas largas campañas, que
no iban sin peligros -pues había que salvar vallas o saltar corredores abismales- regresaba siempre
enriquecido con algún objeto que se añadía a mi tesoro o con algún rasguño que acrecentaba mi
heroísmo. La presencia esporádica de alguna sirvienta que tendía ropa o de algún obrero que
reparaba una chimenea, no me causaba ninguna inquietud pues yo estaba afincado
soberanamente en una tierra en la cual ellos eran solo nómades o poblaciones trashumantes.
En los linderos de mi gobierno, sin embargo, había una zona inexplorada que siempre despertó mi
codicia. Varias veces había llegado hasta sus inmediaciones pero una alta empalizada de tablas
puntiagudas me impedía seguir adelante. Yo no podía resignarme a que este accidente natural
pusiera un límite a mis planes de expansión.
A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Arrastrando de techo
en techo un velador desquiciado y un perchero vetusto, llegué al borde de la empalizada y construí
una alta torre. Encaramándome en ella, logre pasar la cabeza. Al principio sólo distinguí una azotea
cuadrangular, partida al medio por una larga farola. Pero cuando me disponía a saltar en esa tierra
Integrantes
Paola Vera Sáenz y Micaela
Kanemoto
Grado y
Sección:
V° A- B- C -
N° de
Orden:
2, 13
Tema:
Análisis de cuentos
fantásticos
Fecha: 05/04/2022 Prof: Alejandro Alva – Vanessa Palomino
COMPETENCIA CAPACIDAD DESEMPEÑO
Lee diversos tipos de textos en su
lengua materna.
• Infiere e interpreta información del
texto
• Reflexiona y evalúa la forma, el
contenido y contexto del texto.
Infiere y explica la intención del autor, las características del
tipo texto, las representaciones sociales y el modo en que el
texto construye diferentes sentidos a partir de los cuentos de
Cortázar.
Explica el tema, subtemas, propósito y estrategias discursivas
para interpretar el sentido global del texto, clasificando,
sintetizando y elaborando conclusiones.
nueva, divisé a un hombre sentado en una perezosa. El hombre parecía dormir. Su cabeza caía
sobre su hombro y sus ojos, sombreados por un amplio sombrero de paja, estaban cerrados. Su
rostro mostraba una barba descuidada, crecida casi por distracción, como la barba de los
náufragos.
Probablemente hice algún ruido pues el hombre enderezó la cabeza y quedo mirándome perplejo.
El gesto que hizo con la mano lo interpreté como un signo de desalojo, y dando un salto me alejé
a la carrera.
Durante los días siguientes pasé el tiempo en mi azotea fortificando sus defensas, poniendo a buen
recaudo mis tesoros, preparándome para lo que yo imaginaba que sería una guerra sangrienta. Me
veía ya invadido por el hombre barbudo; saqueado, expulsado al atroz mundo de los bajos, donde
todo era obediencia, manteles blancos, tías escrutadoras y despiadadas cortinas. Pero en los
techos reinaba la calma más grande y en vano pasé horas atrincherado, vigilando la lenta ronda de
los gatos o, de vez en cuando, el derrumbe de alguna cometa de papel.
En vista de ello decidí efectuar una salida para cerciorarme con qué clase de enemigo tenía que
vérmelas, si se trataba realmente de un usurpador o de algún fugitivo que pedía tan solo derecho
de asilo. Armado hasta los dientes, me aventuré fuera de mi fortín y poco a poco fui avanzando
hacia la empalizada. En lugar de escalar la torre, contorneé la valla de maderas, buscando un
agujero. Por entre la juntura de dos tablas apliqué el ojo y observé: el hombre seguía en la perezosa,
contemplando sus largas manos trasparentes o lanzando de cuando en cuando una mirada hacia
el cielo, para seguir el paso de las nubes viajeras.
Yo hubiera pasado toda la mañana allí, entregado con delicia al espionaje, si es que el hombre,
después de girar la cabeza no quedara mirando fijamente el agujero.
-Pasa -dijo haciéndome una seña con la mano-. Ya sé que estás allí. Vamos a conversar.
Esta invitación, si no equivalía a una rendición incondicional, revelaba al menos el deseo de
parlamentar. Asegurando bien mis armamentos, trepé por el perchero y salté al otro lado de la
empalizada. El hombre me miraba sonriente. Sacando un pañuelo blanco del bolsillo -¿era un signo
de paz?- se enjugó la frente.
-Hace rato que estas allí -dijo-. Tengo un oído muy fino. Nada se me escapa… ¡Este calor!
-¿Quién eres tú? -le pregunté.
-Yo soy el rey de la azotea -me respondió.
-¡No puede ser! -protesté- El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde que
empezaron las vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estaba
muy ocupado por otro sitio.
-No importa -dijo-. Tú serás el rey durante el día y yo durante la noche.
-No -respondí-. Yo también reinaré durante la noche. Tengo una linterna. Cuando todos estén
dormidos, caminaré por los techos.
-Está bien -me dijo-. ¡Reinarás también por la noche! Te regalo las azoteas pero déjame al menos
ser el rey de los gatos.
Su propuesta me pareció aceptable. Mentalmente lo convertía ya en una especie de pastor o
domador de mis rebaños salvajes.
-Bueno, te dejo los gatos. Y las gallinas de la casa de al lado, si quieres. Pero todo lo demás es
mío.
-Acordado -me dijo-. Acércate ahora. Te voy a contar un cuento. Tú tienes cara de persona que le
gustan los cuentos. ¿No es verdad? Escucha, pues: «Había una vez un hombre que sabía algo.
Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron
en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después
quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y sólo entonces lo
dejaron en paz».
Al decir esto, se echó a reír con una risa tan fuerte que terminó por ahogarse. Al ver que yo lo
miraba sin inmutarme, se puso serio.
-No te ha gustado mi cuento -dijo-. Te voy a contar otro, otro mucho más fácil: «Había una vez un
famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al
ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz! decía la gente, señalándolo, y se moría
de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número,
haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba
volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: ‘Voy a
revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario’».
Esta vez el hombre no rió sino que quedó pensativo, mirándome con sus ojos indagadores.
-¿Quién eres tú? -le volví a preguntar- ¿No me habrás engañado? ¿Por qué estás todo el día
sentado aquí? ¿Por qué llevas barba? ¿Tú no trabajas? ¿Eres un vago?
-¡Demasiadas preguntas! -me respondió, alargando un brazo, con la palma vuelta hacia mí- Otro
día te responderé. Ahora vete, vete por favor. ¿Por qué no regresas mañana? Mira el sol, es como
un ojo… ¿lo ves? Como un ojo irritado. El ojo del infierno.
Yo miré hacia lo alto y vi solo un disco furioso que me encegueció. Caminé, vacilando, hasta la
empalizada y cuando la salvaba, distinguí al hombre que se inclinaba sobre sus rodillas y se cubría
la cara con su sombrero de paja.
Al día siguiente regresé.
-Te estaba esperando -me dijo el hombre-. Me aburro, he leído ya todos mis libros y no tengo nada
qué hacer.
En lugar de acercarme a él, que extendía una mano amigable, lancé una mirada codiciosa hacia
un amontonamiento de objetos que se distinguía al otro lado de la farola. Vi una cama desarmada,
una pila de botellas vacías.
-Ah, ya sé -dijo el hombre-. Tú vienes solamente por los trastos. Puedes llevarte lo que quieras. Lo
que hay en la azotea -añadió con amargura- no sirve para nada.
-No vengo por los trastos -le respondí-. Tengo bastantes, tengo más que todo el mundo.
-Entonces escucha lo que te voy a decir: el verano es un dios que no me quiere. A mí me gustan
las ciudades frías, las que tienen allá arriba una compuerta y dejan caer sus aguas. Pero en Lima
nunca llueve o cae tan pequeño rocío que apenas mata el polvo. ¿Por qué no inventamos algo para
protegernos del sol?
-Una sombrilla -le dije-, una sombrilla enorme que tape toda la ciudad.
-Eso es, una sombrilla que tenga un gran mástil, como el de la carpa de un circo y que pueda
desplegarse desde el suelo, con una soga, como se iza una bandera. Así estaríamos todos para
siempre en la sombra. Y no sufriríamos.
Cuando dijo esto me di cuenta que estaba todo mojado, que la transpiración corría por sus barbas
y humedecía sus manos.
-¿Sabes por qué estaban tan contentos los portapliegos de la oficina? -me pregunto de pronto-.
Porque les habían dado un uniforme nuevo, con galones. Ellos creían haber cambiado de destino,
cuando sólo se habían mudado de traje.
-¿La construiremos de tela o de papel? -le pregunté.
El hombre quedo mirándome sin entenderme.
-¡Ah, la sombrilla! -exclamó- La haremos mejor de piel, ¿qué te parece? De piel humana. Cada cual
dará una oreja o un dedo. Y al que no quiera dárnoslo, se lo arrancaremos con una tenaza.
Yo me eche a reír. El hombre me imitó. Yo me reía de su risa y no tanto de lo que había imaginado
-que le arrancaba a mi profesora la oreja con un alicate- cuando el hombre se contuvo.
-Es bueno reír -dijo-, pero siempre sin olvidar algunas cosas: por ejemplo, que hasta las bocas de
los niños se llenarían de larvas y que la casa del maestro será convertida en cabaret por sus
discípulos.
A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa. Abandonando mi
reserva, comencé a abrumarlo con toda clase de mentiras e invenciones. Él me escuchaba con
atención, me interrumpía sólo para darme crédito y alentaba con pasión todas mis fantasías. La
sombrilla había dejado de preocuparnos y ahora ideábamos unos zapatos para andar sobre el mar,
unos patines para aligerar la fatiga de las tortugas.
A pesar de nuestras largas conversaciones, sin embargo, yo sabía poco o nada de él. Cada vez
que lo interrogaba sobre su persona, me daba respuestas disparatadas u oscuras:
-Ya te lo he dicho: yo soy el rey de los gatos. ¿Nunca has subido de noche? Si vienes alguna vez
verás cómo me crece un rabo, cómo se afilan mis uñas, cómo se encienden mis ojos y cómo todos
los gatos de los alrededores vienen en procesión para hacerme reverencias.
O decía:
-Yo soy eso, sencillamente, eso y nada más, nunca lo olvides: un trasto.
Otro día me dijo:
-Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa
envuelto en su mortaja. Al principio, sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron
los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa
ni lecho donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la
ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo
asesinaron.
A mediados del verano, el calor se hizo insoportable. El sol derretía el asfalto de las pistas, donde
los saltamontes quedaban atrapados. Por todo sitio se respiraba brutalidad y pereza. Yo iba por las
mañanas a la playa en los tranvías atestados, llegaba a casa arenoso y famélico y después de
almorzar subía a la azotea para visitar al hombre de la perezosa.
Este había instalado un parasol al lado de su sillona y se abanicaba con una hoja de periódico. Sus
mejillas se habían ahuecado y, sin su locuacidad de antes, permanecía silencioso, agrio, lanzando
miradas coléricas al cielo.
-¡El sol, el sol! -repetía-. Pasará él o pasaré yo. ¡Si pudiéramos derribarlo con una escopeta de
corcho!
Una de esas tardes me recibió muy inquieto. A un lado de su sillona tenía una caja de cartón.
Apenas me vio, extrajo de ella una bolsa con fruta y una botella de limonada.
-Hoy es mi santo -dijo-. Vamos a festejarlo. ¿Sabes lo que es tener treinta y tres años? Conocer de
las cosas el nombre, de los países el mapa. Y todo por algo infinitamente pequeño, tan pequeño -
que la uña de mi dedo meñique sería un mundo a su lado. Pero ¿no decía un escritor famoso que
las cosas más pequeñas son las que más nos atormentan, como, por ejemplo, los botones de la
camisa?
Ese día me estuvo hablando hasta tarde, hasta que el sol de brujas encendió los cristales de las
farolas y crecieron largas sombras detrás de cada ventana teatina.
Cuando me retiraba, el hombre me dijo:
-Pronto terminarán las vacaciones. Entonces, ya no vendrás a verme. Pero no importa, porque ya
habrán llegado las primeras lloviznas.
En efecto, las vacaciones terminaban. Los muchachos vivíamos ávidamente esos últimos días
calurosos, sintiendo ya en lontananza un olor a tinta, a maestro, a cuadernos nuevos. Yo andaba
oprimido por las azoteas, inspeccionando tanto espacio conquistado en vano, sabiendo que se iba
a pique mi verano, mi nave de oro cargada de riquezas.
El hombre de la perezosa parecía consumirse. Bajo su parasol, lo veía cobrizo, mudo, observando
con ansiedad el último asalto del calor, que hacía arder la torta de los techos.
-¡Todavía dura! -decía señalando el cielo- ¿No te parece una maldad? Ah, las ciudades frías, las
ventosas. Canícula, palabra fea, palabra que recuerda a un arma, a un cuchillo.
Al día siguiente me entregó un libro:
-Lo leerás cuando no puedas subir. Así te acordarás de tu amigo…, de este largo verano.
Era un libro con grabados azules, donde había un personaje que se llamaba Rogelio. Mi madre lo
descubrió en el velador. Yo le dije que me lo había regalado «el hombre de la perezosa». Ella
indagó, averiguó y cogiendo el libro con un papel, fue corriendo a arrojarlo a la basura.
-¿Por qué no me habías dicho que hablabas con ese hombre? ¡Ya verás esta noche cuando venga
tu papá! Nunca más subirás a la azotea.
Esa noche mi papá me dijo:
-Ese hombre está marcado. Te prohíbo que vuelvas a verlo. Nunca más subirás a la azotea.
Mi mamá comenzó a vigilar la escalera que llevaba a los techos. Yo andaba asustado por los
corredores de mi casa, por las atroces alcobas, me dejaba caer en las sillas, miraba hasta la
extenuación el empapelado del comedor -una manzana, un plátano, repetidos hasta el infinito- u
hojeaba los álbumes llenos de parientes muertos. Pero mi oído sólo estaba atento a los rumores
del techo, donde los últimos días dorados me aguardaban. Y mi amigo en ellos, solitario entre los
trastos.
Se abrieron las clases en días aun ardientes. Las ocupaciones del colegio me distrajeron. Pasaba
mañanas interminables en mi pupitre, aprendiendo los nombres de los catorce incas y dibujando el
mapa del Perú con mis lápices de cera. Me parecían lejanas las vacaciones, ajenas a mí, como
leídas en un almanaque viejo.
Una tarde, el patio de recreo se ensombreció, una brisa fría barrió el aire caldeado y pronto la garúa
comenzó a resonar sobre las palmeras. Era la primera lluvia de otoño. De inmediato me acordé de
mi amigo, lo vi, lo vi jubiloso recibiendo con las manos abiertas esa agua caída del cielo que lavaría
su piel, su corazón.
Al llegar a casa estaba resuelto a hacerle una visita. Burlando la vigilancia materna, subí a los
techos. A esa hora, bajo ese tiempo gris, todo parecía distinto. En los cordeles, la ropa olvidada se
mecía y respiraba en la penumbra, y contra las farolas los maniquís parecían cuerpos mutilados.
Yo atravesé, angustiado, mis dominios y a través de barandas y tragaluces llegué a la empalizada.
Encaramándome en el perchero, me asomé al otro lado.
Solo vi un cuadrilátero de tierra humedecida. La sillona, desarmada, reposaba contra el somier
oxidado de un catre. Caminé un rato por ese reducto frío, tratando de encontrar una pista, un indicio
de su antigua palpitación. Cerca de la sillona había una escupidera de loza. Por la larga farola, en
cambio, subía la luz, el rumor de la vida. Asomándome a sus cristales vi el interior de la casa de mi
amigo, un corredor de losetas por donde hombres vestidos de luto circulaban pensativos.
Entonces comprendí que la lluvia había llegado demasiado tarde.
FIN
Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra.
I. PLANO DEL
CONTENIDO
Análisis
1. Tema
central
(sintagma
nominal):
Ejes temáticos
(tópicos o
subtemas)
Tema central: El tema central de esta obra son los dos distintos mundos, ya sea el mundo de las azoteas lleno
de aventuras, juegos, libertad y tiempo libre, frente al mundo de abajo, donde reina el tiempo del estudio, la
escuela y el trabajo. Asimismo, se puede mencionar que, en las azoteas también reina el olvido y abandono.
Ejes temáticos: El olvido hacia personas por enfermedades, la imaginación de un niño, las consecuencias de la
curiosidad, la comparación entre el mundo de los adultos y el de los niños, el sentimiento de poder y la
pertenencia, el aprecio y el cariño, el rencor de las familias, y la protección, el cuidado y la preocupación de
los padres hacia sus hijos.
2. Ideas
centrales
(argumentar con
cita de la obra).
IDEA 1
La comparación entre la azotea y el mundo real. Pues, se menciona e interpreta, que el mundo de las azoteas
es un lugar en donde se puede ser libre e imaginarse infinidad de historias o aventuras, no existen las
responsabilidades ni los quehaceres y es un lugar en donde se puede ser feliz fácilmente con lo poco o mucho
que se tenga, todo lo contrario al mundo real, pues en este están presentes los problemas cotidianos, el mal
humor, las responsabilidades y obligaciones, la escuela o los estudios, la crueldad, injusticias la falta de dinero
y pobreza. Por lo que, se podría decir que la azotea es como la infancia de la persona y el mundo real como la
juventud de una persona o las mismas actividades de un adulto.
CITA :
“Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o blandir como una
jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y destruir y con la misma
libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los
maniquíes.”
“A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Arrastrando de techo en
techo un velador desquiciado y un perchero vetusto, llegué al borde de la empalizada y construí una alta
torre.”
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra.
IDEA 2
La inocencia de un niño y la confianza entre los dos personajes principales. Pues, se denota en varias partes
de la historia como el niño contaba con mucha imaginación y nunca hubiera imaginado que el señor estaba
enfermo o que era despreciado por las personas que lo rodeaban. Asimismo, también se ve que al principio el
niño no se llevaba muy bien con el señor, ya que pensaba que le estaba robando su puesto como “Rey de las
azoteas” demostrando tanto su inocencia como su imaginación, sin embargo, llegaron a un acuerdo y al final,
terminaron teniéndose mucha confianza y prácticamente, hablándose diariamente. Hasta que llegó el día de
comienzo a clases y el mundo de la azotea se desvaneció.
CITA :
“¡No puede ser! -protesté- El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde que empezaron las
vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estaba muy ocupado por otro
sitio.”
“A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa. Abandonando mi reserva,
comencé a abrumarlo con toda clase de mentiras e invenciones (…)”
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra.
3. Ámbito
(geográfico,
histórico,
socioeconómico)
El ámbito de la historia se centra en Lima, justamente en la época de verano, también se denota que es una
zona olvidada, ya que se ubica en las azoteas, zonas donde se dejaban los objetos olvidados, objetos a medio
camino entre el uso póstumo y el olvido. Además, se llega a mencionar que el lugar del niño al principio solo
se centraba en la azotea de sus padres, su casa, pero al pasar los días se fue expandiendo a otras casas
vecinas. Asimismo, la historia se ubica en una zona donde habituaban las personas de clase media o alta, pues
se llega a mencionar que había veces en las que él salía a explorar y se encontraba con alguna sirvienta que
tendía ropa o algún obrero. Servicios que alguien de clase baja no se podría costear. Como último punto, la
historia se basa en un lenguaje natural o estándar, ya que, contiene conversaciones cotidianas y naturales,
como por ejemplo, las conversaciones entre el niño y el señor, pero, sin el uso de modismos.
4. Personajes:
Tipos (plano,
redondo)
Descripción:
identidad,
conducta y
relaciones con
otros personajes
Procedimientos de caracterización
INFORMAC
IÓN
Tipo de narrador y enfoque
El tipo de enfoque es la
focalización interna, pues, el
cuento se narra desde el punto
de vista de un personaje, que en
este caso es el niño. Además, se
utiliza la primera persona
narrativa y lo que sabe, lo sabe
por su propia experiencia, un
claro ejemplo es el final de la
historia, pues él no tenía el
conocimiento de que el señor
había fallecido, o también su
desconocimiento por la
enfermedad.
Personajes según estilo.
Los personajes en esta historia se
dividen entre protagonistas y
antagonistas. Los personajes
protagonistas evidentemente son
el niño y el señor, ya que en ellos
se basa el eje central de la historia,
el relato gira en torno a ellos.
Asimismo, los personajes
antagonistas son los padres del
niño, ya que son la oposición
directa del protagonista, pues,
querían detener al niño de ver al
señor por el hecho de que estaba
enfermo y así detener el eje
central. Cabe recalcar, que los
personajes principales son el niño y
el señor, los secundarios son el
Papá y la Mamá, y los personajes
terciarios son la sirvienta, la
profesora y el obrero.
Análisis de su conducta
La conducta de los personajes es
muy variada. Ya que, se
encuentra personalidades como
la del niño, que es un niño
risueño, curioso y que tenía
mucha imaginación, pues
imaginaba que el era el rey de la
azotea y mandaba a todos, “.
Entre todos estos trastos yo
erraba omnipotente, ejerciendo
la potestad que me fue negada
en los bajos”. Sin embargo,
también se encuentra
personalidades reservadas y
solitarias, como la del señor, “A
pesar de nuestras largas
conversaciones, sin embargo, yo
sabía poco o nada de él.”. O
también, personalidades fuertes
y protectoras como la de los
padres.
IDENTIDA
D
Complem
entar con
citas
textuales
o ideas
que
caracteriz
an a los
personaje
s
Personaje 1
Niño
Personaje 2
Señor
Personaje 4
La mamá
Caracterís
ticas
físicas
Es un niño pequeño ya que tenía
diez años y seguía yendo a la
escuela, por lo que es bajo de
tamaño y cumple las
características físicas de un niño,
“A los diez años yo era el
monarca de las azoteas y
gobernaba pacíficamente mi
reino de objetos destruidos.”
Tiene 33 años, por lo tanto, es un
señor adulto, “-Hoy es mi santo -
dijo-. Vamos a festejarlo. ¿Sabes lo
que es tener treinta y tres
años?(…)”, asimismo, tiene barba y
una apariencia bastante
descuidada, “Su rostro mostraba
una barba descuidada, crecida casi
por distracción, como la barba de
los náufragos(...)”. También tiene
tuberculosis, lo que provoca
problemas en los pulmones y
genera bastante tos, este hecho se
puede interpretar mediante la
reacción de los padres al ver el libro
que el señor le regaló al niño,
mencionándole que estaba
“marcado”.
No se hace mención de muchas
características, pero, se infiere
que es una señora de clase
media, pues tiene un hijo de 10
años. Además, estaba casada.
Caracterís
ticas no
físicas
Este personaje tiene bastante
imaginación, era soñador, tenía
también bastante inocencia y
curiosidad, creía ser el dueño de
las azoteas por lo que reinaba
sobre los demás en las alturas.
Tenía un carácter curioso
predominante ya que fue la
principal causa que le hizo
intentar pasar al sitio del señor
por varios días y no rendirse en
ver que había detrás.
Este personaje es una persona
solitaria, pues pasaba sus días solos
y no era aceptado por su familia.
Además, era bastante reservado y
no contaba fácilmente su vida a las
personas con las que tenía
confianza. Sin embargo, también
tenía buen humor y se puede
apreciar en varias partes, ya sea al
contar chistes, cuentos o al reírse.
“Al decir esto, se echó a reír con una
risa tan fuerte que terminó por
ahogarse”.
Este personaje es una persona
preocupada y protectora con su
hijo. Es restrictiva y
sobreprotectora, pues, le
prohibió totalmente juntarse con
el señor debido a su enfermedad,
sin dar oportunidad a la charla o
a los entendidos.
Pensamie
ntos
Sus pensamientos son claros y
notables, ya que los menciona a
lo largo del cuento pues narra la
historia acorde a cómo piensa,
por ejemplo, pensaba que tenía
un poder absoluto y dominación
sobre los territorios de las
azoteas “Entre todos estos
trastos yo erraba omnipotente,
ejerciendo la potestad que me
fue negada en los bajos.”
Sus pensamientos no se conocen
ampliamente, pues era bastante
reservado y no contaba sus cosas
personales. Pero, se reconoce que
era una persona con pensamientos
maduros y que mantenía
fuertemente un pensamiento de
curiosidad , además creía que el
niño era su amigo, aunque al
principio pensó que solamente era
una persona normal.
Ella pensaba que el señor era
malo, pues estaba enfermo,
además quería que su hijo se
alejará completamente de él y no
quería que conservara ninguna
cosa de tal personaje.
Sentimien
tos
Sus sentimientos se basan en la
amistad y el aprecio que le tenía
al señor de 33 años que en tan
poco pudo conocerlo y tener su
compañía, causo un sentimiento
de confianza y cercanía, ya que
empezaron a hablarse todos los
días.
“A partir de entonces iba a
visitar todas las mañanas al
hombre de la perezosa”.
Asimismo, al final se llega a
Sus sentimientos se ven heridos, ya
que en algunas ocasiones en la
historia, llega a mencionar relatos
de cómo se sentía o cómo era
tratado por los demás, “Al
principio, sus familiares se
asustaron y huyeron de él. Luego se
hicieron los que no lo reconocían.”
Sin embargo, mantenía una actitud
de confianza y alegre después de la
aparición del niño.
Sus sentimientos se basaban en
cuidar de su hijo y evitar que le
suceda algo malo, ya sean
principalmente las
enfermedades. “-¿Por qué no me
habías dicho que hablabas con ese
hombre? ¡Ya verás esta noche
cuando venga tu papá! Nunca más
subirás a la azotea.”
mencionar como se encontraba
asustado por las acusaciones de
sus padres, “Yo andaba asustado
por los corredores de mi casa
(…)”.
Relacione
s con
otros
personaje
s
Este personaje se relaciona
principalmente con el personaje
del señor, sin embargo, también
hace mención de otros
personajes, ya sea sus padres, la
sirvienta y el obrero.
Este personaje se relaciona
principalmente con el personaje
del niño, sin embargo, también
hace mención de otros personajes
como por ejemplo hace referencia
a su familia y cómo lo rechazaban.
Su relación con otros personajes
se centra principalmente con el
niño, pues tiene un lazo familiar
al ser su mamá.
Valoración
(Interpretación y
valoración
personal de la obra
leída).
Valores/antivalore
s
En nuestra opinión, sostenemos que esta obra es óptima para representar las diferencias entre el mundo de
los niños con los de los adultos en Lima, pues, lo transmite mediante metáforas y mensajes en la historia.
Asimismo, es también una gran obra para poder apreciar la inocencia de un niño, su imaginación y cómo un
tipo de carácter de ese tipo se afrenta a diversas situaciones, ya sea como realmente piensan y se expresan
diariamente. Dicho punto se puede apreciar en diversas partes de la historia desde el comienzo cuando el
niño menciona con su total imaginación que él es el Rey de las Azoteas o cuando confía en el señor y se
vuelven bastante cercanos, hasta cómo reacciona al ser regañado por su padres y su miedo en tal momento.
Por otra parte, que como tiene puntos favorables también presenta puntos negativos, ya que, sostenemos
que hace mención a diversos personajes sin embargo, la mayoría de ellos no se describen o se dan a entender
sus intenciones. Además, solamente muestra una perspectiva la cual es la del niño, no muestra realmente
como se sentía el señor en la historia, ni tampoco el pensamiento de sus padres. Lo que provoca, una
narración inmadura. Cabe recalcar, que es una de nuestras obras favoritas ya que es una historia no
representada en la mayoría de cuentos actuales.
ESCALA VALORATIVA DE COMPRENSIÓN LECTORA: Análisis de cuentos fantásticos
Criterios 4 3 2 1-
0
Tema: Escribe el tema central y los ejes temáticos de forma coherente, tomando en
cuenta los hechos principales del cuento.
Caracterización de los personajes: Describe de manera eficaz las características de
los personajes que aparecen en el cuento.
Identificación y caracterización del narrador: Distingue el tipo de narrador, la
focalización, teniendo en cuenta la persona gramatical que emplea y el
conocimiento que tiene de los personajes y de la historia.
Espacio: Identifica de manera eficaz los tipos de espacios que se presentan en el
cuento.
Pensamiento crítico: Identifica temas y subtemas de la obra y cuestiona el texto a
partir de argumentos sólidos y justificados.
Total /20

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  • 1. FICHA DE LECTURA Por las azoteas Por las azoteas Julio Ramón Ribeyro A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos. Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados, cocinas de carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el uso póstumo y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos. Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los maniquíes. Mi reino, al principio, se limitaba al techo de mi casa, pero poco a poco, gracias a valerosas conquistas, fui extendiendo sus fronteras por las azoteas vecinas. De estas largas campañas, que no iban sin peligros -pues había que salvar vallas o saltar corredores abismales- regresaba siempre enriquecido con algún objeto que se añadía a mi tesoro o con algún rasguño que acrecentaba mi heroísmo. La presencia esporádica de alguna sirvienta que tendía ropa o de algún obrero que reparaba una chimenea, no me causaba ninguna inquietud pues yo estaba afincado soberanamente en una tierra en la cual ellos eran solo nómades o poblaciones trashumantes. En los linderos de mi gobierno, sin embargo, había una zona inexplorada que siempre despertó mi codicia. Varias veces había llegado hasta sus inmediaciones pero una alta empalizada de tablas puntiagudas me impedía seguir adelante. Yo no podía resignarme a que este accidente natural pusiera un límite a mis planes de expansión. A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Arrastrando de techo en techo un velador desquiciado y un perchero vetusto, llegué al borde de la empalizada y construí una alta torre. Encaramándome en ella, logre pasar la cabeza. Al principio sólo distinguí una azotea cuadrangular, partida al medio por una larga farola. Pero cuando me disponía a saltar en esa tierra Integrantes Paola Vera Sáenz y Micaela Kanemoto Grado y Sección: V° A- B- C - N° de Orden: 2, 13 Tema: Análisis de cuentos fantásticos Fecha: 05/04/2022 Prof: Alejandro Alva – Vanessa Palomino COMPETENCIA CAPACIDAD DESEMPEÑO Lee diversos tipos de textos en su lengua materna. • Infiere e interpreta información del texto • Reflexiona y evalúa la forma, el contenido y contexto del texto. Infiere y explica la intención del autor, las características del tipo texto, las representaciones sociales y el modo en que el texto construye diferentes sentidos a partir de los cuentos de Cortázar. Explica el tema, subtemas, propósito y estrategias discursivas para interpretar el sentido global del texto, clasificando, sintetizando y elaborando conclusiones.
  • 2. nueva, divisé a un hombre sentado en una perezosa. El hombre parecía dormir. Su cabeza caía sobre su hombro y sus ojos, sombreados por un amplio sombrero de paja, estaban cerrados. Su rostro mostraba una barba descuidada, crecida casi por distracción, como la barba de los náufragos. Probablemente hice algún ruido pues el hombre enderezó la cabeza y quedo mirándome perplejo. El gesto que hizo con la mano lo interpreté como un signo de desalojo, y dando un salto me alejé a la carrera. Durante los días siguientes pasé el tiempo en mi azotea fortificando sus defensas, poniendo a buen recaudo mis tesoros, preparándome para lo que yo imaginaba que sería una guerra sangrienta. Me veía ya invadido por el hombre barbudo; saqueado, expulsado al atroz mundo de los bajos, donde todo era obediencia, manteles blancos, tías escrutadoras y despiadadas cortinas. Pero en los techos reinaba la calma más grande y en vano pasé horas atrincherado, vigilando la lenta ronda de los gatos o, de vez en cuando, el derrumbe de alguna cometa de papel. En vista de ello decidí efectuar una salida para cerciorarme con qué clase de enemigo tenía que vérmelas, si se trataba realmente de un usurpador o de algún fugitivo que pedía tan solo derecho de asilo. Armado hasta los dientes, me aventuré fuera de mi fortín y poco a poco fui avanzando hacia la empalizada. En lugar de escalar la torre, contorneé la valla de maderas, buscando un agujero. Por entre la juntura de dos tablas apliqué el ojo y observé: el hombre seguía en la perezosa, contemplando sus largas manos trasparentes o lanzando de cuando en cuando una mirada hacia el cielo, para seguir el paso de las nubes viajeras. Yo hubiera pasado toda la mañana allí, entregado con delicia al espionaje, si es que el hombre, después de girar la cabeza no quedara mirando fijamente el agujero. -Pasa -dijo haciéndome una seña con la mano-. Ya sé que estás allí. Vamos a conversar. Esta invitación, si no equivalía a una rendición incondicional, revelaba al menos el deseo de parlamentar. Asegurando bien mis armamentos, trepé por el perchero y salté al otro lado de la empalizada. El hombre me miraba sonriente. Sacando un pañuelo blanco del bolsillo -¿era un signo de paz?- se enjugó la frente. -Hace rato que estas allí -dijo-. Tengo un oído muy fino. Nada se me escapa… ¡Este calor! -¿Quién eres tú? -le pregunté. -Yo soy el rey de la azotea -me respondió. -¡No puede ser! -protesté- El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde que empezaron las vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estaba muy ocupado por otro sitio. -No importa -dijo-. Tú serás el rey durante el día y yo durante la noche. -No -respondí-. Yo también reinaré durante la noche. Tengo una linterna. Cuando todos estén dormidos, caminaré por los techos. -Está bien -me dijo-. ¡Reinarás también por la noche! Te regalo las azoteas pero déjame al menos ser el rey de los gatos. Su propuesta me pareció aceptable. Mentalmente lo convertía ya en una especie de pastor o domador de mis rebaños salvajes. -Bueno, te dejo los gatos. Y las gallinas de la casa de al lado, si quieres. Pero todo lo demás es mío. -Acordado -me dijo-. Acércate ahora. Te voy a contar un cuento. Tú tienes cara de persona que le gustan los cuentos. ¿No es verdad? Escucha, pues: «Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y sólo entonces lo dejaron en paz». Al decir esto, se echó a reír con una risa tan fuerte que terminó por ahogarse. Al ver que yo lo miraba sin inmutarme, se puso serio. -No te ha gustado mi cuento -dijo-. Te voy a contar otro, otro mucho más fácil: «Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz! decía la gente, señalándolo, y se moría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número, haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba
  • 3. volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: ‘Voy a revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario’». Esta vez el hombre no rió sino que quedó pensativo, mirándome con sus ojos indagadores. -¿Quién eres tú? -le volví a preguntar- ¿No me habrás engañado? ¿Por qué estás todo el día sentado aquí? ¿Por qué llevas barba? ¿Tú no trabajas? ¿Eres un vago? -¡Demasiadas preguntas! -me respondió, alargando un brazo, con la palma vuelta hacia mí- Otro día te responderé. Ahora vete, vete por favor. ¿Por qué no regresas mañana? Mira el sol, es como un ojo… ¿lo ves? Como un ojo irritado. El ojo del infierno. Yo miré hacia lo alto y vi solo un disco furioso que me encegueció. Caminé, vacilando, hasta la empalizada y cuando la salvaba, distinguí al hombre que se inclinaba sobre sus rodillas y se cubría la cara con su sombrero de paja. Al día siguiente regresé. -Te estaba esperando -me dijo el hombre-. Me aburro, he leído ya todos mis libros y no tengo nada qué hacer. En lugar de acercarme a él, que extendía una mano amigable, lancé una mirada codiciosa hacia un amontonamiento de objetos que se distinguía al otro lado de la farola. Vi una cama desarmada, una pila de botellas vacías. -Ah, ya sé -dijo el hombre-. Tú vienes solamente por los trastos. Puedes llevarte lo que quieras. Lo que hay en la azotea -añadió con amargura- no sirve para nada. -No vengo por los trastos -le respondí-. Tengo bastantes, tengo más que todo el mundo. -Entonces escucha lo que te voy a decir: el verano es un dios que no me quiere. A mí me gustan las ciudades frías, las que tienen allá arriba una compuerta y dejan caer sus aguas. Pero en Lima nunca llueve o cae tan pequeño rocío que apenas mata el polvo. ¿Por qué no inventamos algo para protegernos del sol? -Una sombrilla -le dije-, una sombrilla enorme que tape toda la ciudad. -Eso es, una sombrilla que tenga un gran mástil, como el de la carpa de un circo y que pueda desplegarse desde el suelo, con una soga, como se iza una bandera. Así estaríamos todos para siempre en la sombra. Y no sufriríamos. Cuando dijo esto me di cuenta que estaba todo mojado, que la transpiración corría por sus barbas y humedecía sus manos. -¿Sabes por qué estaban tan contentos los portapliegos de la oficina? -me pregunto de pronto-. Porque les habían dado un uniforme nuevo, con galones. Ellos creían haber cambiado de destino, cuando sólo se habían mudado de traje. -¿La construiremos de tela o de papel? -le pregunté. El hombre quedo mirándome sin entenderme. -¡Ah, la sombrilla! -exclamó- La haremos mejor de piel, ¿qué te parece? De piel humana. Cada cual dará una oreja o un dedo. Y al que no quiera dárnoslo, se lo arrancaremos con una tenaza. Yo me eche a reír. El hombre me imitó. Yo me reía de su risa y no tanto de lo que había imaginado -que le arrancaba a mi profesora la oreja con un alicate- cuando el hombre se contuvo. -Es bueno reír -dijo-, pero siempre sin olvidar algunas cosas: por ejemplo, que hasta las bocas de los niños se llenarían de larvas y que la casa del maestro será convertida en cabaret por sus discípulos. A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa. Abandonando mi reserva, comencé a abrumarlo con toda clase de mentiras e invenciones. Él me escuchaba con atención, me interrumpía sólo para darme crédito y alentaba con pasión todas mis fantasías. La sombrilla había dejado de preocuparnos y ahora ideábamos unos zapatos para andar sobre el mar, unos patines para aligerar la fatiga de las tortugas. A pesar de nuestras largas conversaciones, sin embargo, yo sabía poco o nada de él. Cada vez que lo interrogaba sobre su persona, me daba respuestas disparatadas u oscuras: -Ya te lo he dicho: yo soy el rey de los gatos. ¿Nunca has subido de noche? Si vienes alguna vez verás cómo me crece un rabo, cómo se afilan mis uñas, cómo se encienden mis ojos y cómo todos los gatos de los alrededores vienen en procesión para hacerme reverencias. O decía: -Yo soy eso, sencillamente, eso y nada más, nunca lo olvides: un trasto. Otro día me dijo:
  • 4. -Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa envuelto en su mortaja. Al principio, sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa ni lecho donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo asesinaron. A mediados del verano, el calor se hizo insoportable. El sol derretía el asfalto de las pistas, donde los saltamontes quedaban atrapados. Por todo sitio se respiraba brutalidad y pereza. Yo iba por las mañanas a la playa en los tranvías atestados, llegaba a casa arenoso y famélico y después de almorzar subía a la azotea para visitar al hombre de la perezosa. Este había instalado un parasol al lado de su sillona y se abanicaba con una hoja de periódico. Sus mejillas se habían ahuecado y, sin su locuacidad de antes, permanecía silencioso, agrio, lanzando miradas coléricas al cielo. -¡El sol, el sol! -repetía-. Pasará él o pasaré yo. ¡Si pudiéramos derribarlo con una escopeta de corcho! Una de esas tardes me recibió muy inquieto. A un lado de su sillona tenía una caja de cartón. Apenas me vio, extrajo de ella una bolsa con fruta y una botella de limonada. -Hoy es mi santo -dijo-. Vamos a festejarlo. ¿Sabes lo que es tener treinta y tres años? Conocer de las cosas el nombre, de los países el mapa. Y todo por algo infinitamente pequeño, tan pequeño - que la uña de mi dedo meñique sería un mundo a su lado. Pero ¿no decía un escritor famoso que las cosas más pequeñas son las que más nos atormentan, como, por ejemplo, los botones de la camisa? Ese día me estuvo hablando hasta tarde, hasta que el sol de brujas encendió los cristales de las farolas y crecieron largas sombras detrás de cada ventana teatina. Cuando me retiraba, el hombre me dijo: -Pronto terminarán las vacaciones. Entonces, ya no vendrás a verme. Pero no importa, porque ya habrán llegado las primeras lloviznas. En efecto, las vacaciones terminaban. Los muchachos vivíamos ávidamente esos últimos días calurosos, sintiendo ya en lontananza un olor a tinta, a maestro, a cuadernos nuevos. Yo andaba oprimido por las azoteas, inspeccionando tanto espacio conquistado en vano, sabiendo que se iba a pique mi verano, mi nave de oro cargada de riquezas. El hombre de la perezosa parecía consumirse. Bajo su parasol, lo veía cobrizo, mudo, observando con ansiedad el último asalto del calor, que hacía arder la torta de los techos. -¡Todavía dura! -decía señalando el cielo- ¿No te parece una maldad? Ah, las ciudades frías, las ventosas. Canícula, palabra fea, palabra que recuerda a un arma, a un cuchillo. Al día siguiente me entregó un libro: -Lo leerás cuando no puedas subir. Así te acordarás de tu amigo…, de este largo verano. Era un libro con grabados azules, donde había un personaje que se llamaba Rogelio. Mi madre lo descubrió en el velador. Yo le dije que me lo había regalado «el hombre de la perezosa». Ella indagó, averiguó y cogiendo el libro con un papel, fue corriendo a arrojarlo a la basura. -¿Por qué no me habías dicho que hablabas con ese hombre? ¡Ya verás esta noche cuando venga tu papá! Nunca más subirás a la azotea. Esa noche mi papá me dijo: -Ese hombre está marcado. Te prohíbo que vuelvas a verlo. Nunca más subirás a la azotea. Mi mamá comenzó a vigilar la escalera que llevaba a los techos. Yo andaba asustado por los corredores de mi casa, por las atroces alcobas, me dejaba caer en las sillas, miraba hasta la extenuación el empapelado del comedor -una manzana, un plátano, repetidos hasta el infinito- u hojeaba los álbumes llenos de parientes muertos. Pero mi oído sólo estaba atento a los rumores del techo, donde los últimos días dorados me aguardaban. Y mi amigo en ellos, solitario entre los trastos. Se abrieron las clases en días aun ardientes. Las ocupaciones del colegio me distrajeron. Pasaba mañanas interminables en mi pupitre, aprendiendo los nombres de los catorce incas y dibujando el mapa del Perú con mis lápices de cera. Me parecían lejanas las vacaciones, ajenas a mí, como leídas en un almanaque viejo.
  • 5. Una tarde, el patio de recreo se ensombreció, una brisa fría barrió el aire caldeado y pronto la garúa comenzó a resonar sobre las palmeras. Era la primera lluvia de otoño. De inmediato me acordé de mi amigo, lo vi, lo vi jubiloso recibiendo con las manos abiertas esa agua caída del cielo que lavaría su piel, su corazón. Al llegar a casa estaba resuelto a hacerle una visita. Burlando la vigilancia materna, subí a los techos. A esa hora, bajo ese tiempo gris, todo parecía distinto. En los cordeles, la ropa olvidada se mecía y respiraba en la penumbra, y contra las farolas los maniquís parecían cuerpos mutilados. Yo atravesé, angustiado, mis dominios y a través de barandas y tragaluces llegué a la empalizada. Encaramándome en el perchero, me asomé al otro lado. Solo vi un cuadrilátero de tierra humedecida. La sillona, desarmada, reposaba contra el somier oxidado de un catre. Caminé un rato por ese reducto frío, tratando de encontrar una pista, un indicio de su antigua palpitación. Cerca de la sillona había una escupidera de loza. Por la larga farola, en cambio, subía la luz, el rumor de la vida. Asomándome a sus cristales vi el interior de la casa de mi amigo, un corredor de losetas por donde hombres vestidos de luto circulaban pensativos. Entonces comprendí que la lluvia había llegado demasiado tarde. FIN Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra. I. PLANO DEL CONTENIDO Análisis 1. Tema central (sintagma nominal): Ejes temáticos (tópicos o subtemas) Tema central: El tema central de esta obra son los dos distintos mundos, ya sea el mundo de las azoteas lleno de aventuras, juegos, libertad y tiempo libre, frente al mundo de abajo, donde reina el tiempo del estudio, la escuela y el trabajo. Asimismo, se puede mencionar que, en las azoteas también reina el olvido y abandono. Ejes temáticos: El olvido hacia personas por enfermedades, la imaginación de un niño, las consecuencias de la curiosidad, la comparación entre el mundo de los adultos y el de los niños, el sentimiento de poder y la pertenencia, el aprecio y el cariño, el rencor de las familias, y la protección, el cuidado y la preocupación de los padres hacia sus hijos. 2. Ideas centrales (argumentar con cita de la obra). IDEA 1 La comparación entre la azotea y el mundo real. Pues, se menciona e interpreta, que el mundo de las azoteas es un lugar en donde se puede ser libre e imaginarse infinidad de historias o aventuras, no existen las responsabilidades ni los quehaceres y es un lugar en donde se puede ser feliz fácilmente con lo poco o mucho que se tenga, todo lo contrario al mundo real, pues en este están presentes los problemas cotidianos, el mal humor, las responsabilidades y obligaciones, la escuela o los estudios, la crueldad, injusticias la falta de dinero y pobreza. Por lo que, se podría decir que la azotea es como la infancia de la persona y el mundo real como la juventud de una persona o las mismas actividades de un adulto. CITA : “Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los maniquíes.” “A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Arrastrando de techo en techo un velador desquiciado y un perchero vetusto, llegué al borde de la empalizada y construí una alta torre.” REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA: Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra. IDEA 2
  • 6. La inocencia de un niño y la confianza entre los dos personajes principales. Pues, se denota en varias partes de la historia como el niño contaba con mucha imaginación y nunca hubiera imaginado que el señor estaba enfermo o que era despreciado por las personas que lo rodeaban. Asimismo, también se ve que al principio el niño no se llevaba muy bien con el señor, ya que pensaba que le estaba robando su puesto como “Rey de las azoteas” demostrando tanto su inocencia como su imaginación, sin embargo, llegaron a un acuerdo y al final, terminaron teniéndose mucha confianza y prácticamente, hablándose diariamente. Hasta que llegó el día de comienzo a clases y el mundo de la azotea se desvaneció. CITA : “¡No puede ser! -protesté- El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde que empezaron las vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estaba muy ocupado por otro sitio.” “A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa. Abandonando mi reserva, comencé a abrumarlo con toda clase de mentiras e invenciones (…)” REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA: Ribeyro J. (2018) Cuentos. Madrid, España: Catedra. 3. Ámbito (geográfico, histórico, socioeconómico) El ámbito de la historia se centra en Lima, justamente en la época de verano, también se denota que es una zona olvidada, ya que se ubica en las azoteas, zonas donde se dejaban los objetos olvidados, objetos a medio camino entre el uso póstumo y el olvido. Además, se llega a mencionar que el lugar del niño al principio solo se centraba en la azotea de sus padres, su casa, pero al pasar los días se fue expandiendo a otras casas vecinas. Asimismo, la historia se ubica en una zona donde habituaban las personas de clase media o alta, pues se llega a mencionar que había veces en las que él salía a explorar y se encontraba con alguna sirvienta que tendía ropa o algún obrero. Servicios que alguien de clase baja no se podría costear. Como último punto, la historia se basa en un lenguaje natural o estándar, ya que, contiene conversaciones cotidianas y naturales, como por ejemplo, las conversaciones entre el niño y el señor, pero, sin el uso de modismos. 4. Personajes: Tipos (plano, redondo) Descripción: identidad, conducta y relaciones con otros personajes Procedimientos de caracterización INFORMAC IÓN Tipo de narrador y enfoque El tipo de enfoque es la focalización interna, pues, el cuento se narra desde el punto de vista de un personaje, que en este caso es el niño. Además, se utiliza la primera persona narrativa y lo que sabe, lo sabe por su propia experiencia, un claro ejemplo es el final de la historia, pues él no tenía el conocimiento de que el señor había fallecido, o también su desconocimiento por la enfermedad. Personajes según estilo. Los personajes en esta historia se dividen entre protagonistas y antagonistas. Los personajes protagonistas evidentemente son el niño y el señor, ya que en ellos se basa el eje central de la historia, el relato gira en torno a ellos. Asimismo, los personajes antagonistas son los padres del niño, ya que son la oposición directa del protagonista, pues, querían detener al niño de ver al señor por el hecho de que estaba enfermo y así detener el eje central. Cabe recalcar, que los personajes principales son el niño y el señor, los secundarios son el Papá y la Mamá, y los personajes terciarios son la sirvienta, la profesora y el obrero. Análisis de su conducta La conducta de los personajes es muy variada. Ya que, se encuentra personalidades como la del niño, que es un niño risueño, curioso y que tenía mucha imaginación, pues imaginaba que el era el rey de la azotea y mandaba a todos, “. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos”. Sin embargo, también se encuentra personalidades reservadas y solitarias, como la del señor, “A pesar de nuestras largas conversaciones, sin embargo, yo sabía poco o nada de él.”. O también, personalidades fuertes y protectoras como la de los padres.
  • 7. IDENTIDA D Complem entar con citas textuales o ideas que caracteriz an a los personaje s Personaje 1 Niño Personaje 2 Señor Personaje 4 La mamá Caracterís ticas físicas Es un niño pequeño ya que tenía diez años y seguía yendo a la escuela, por lo que es bajo de tamaño y cumple las características físicas de un niño, “A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos.” Tiene 33 años, por lo tanto, es un señor adulto, “-Hoy es mi santo - dijo-. Vamos a festejarlo. ¿Sabes lo que es tener treinta y tres años?(…)”, asimismo, tiene barba y una apariencia bastante descuidada, “Su rostro mostraba una barba descuidada, crecida casi por distracción, como la barba de los náufragos(...)”. También tiene tuberculosis, lo que provoca problemas en los pulmones y genera bastante tos, este hecho se puede interpretar mediante la reacción de los padres al ver el libro que el señor le regaló al niño, mencionándole que estaba “marcado”. No se hace mención de muchas características, pero, se infiere que es una señora de clase media, pues tiene un hijo de 10 años. Además, estaba casada. Caracterís ticas no físicas Este personaje tiene bastante imaginación, era soñador, tenía también bastante inocencia y curiosidad, creía ser el dueño de las azoteas por lo que reinaba sobre los demás en las alturas. Tenía un carácter curioso predominante ya que fue la principal causa que le hizo intentar pasar al sitio del señor por varios días y no rendirse en ver que había detrás. Este personaje es una persona solitaria, pues pasaba sus días solos y no era aceptado por su familia. Además, era bastante reservado y no contaba fácilmente su vida a las personas con las que tenía confianza. Sin embargo, también tenía buen humor y se puede apreciar en varias partes, ya sea al contar chistes, cuentos o al reírse. “Al decir esto, se echó a reír con una risa tan fuerte que terminó por ahogarse”. Este personaje es una persona preocupada y protectora con su hijo. Es restrictiva y sobreprotectora, pues, le prohibió totalmente juntarse con el señor debido a su enfermedad, sin dar oportunidad a la charla o a los entendidos. Pensamie ntos Sus pensamientos son claros y notables, ya que los menciona a lo largo del cuento pues narra la historia acorde a cómo piensa, por ejemplo, pensaba que tenía un poder absoluto y dominación sobre los territorios de las azoteas “Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos.” Sus pensamientos no se conocen ampliamente, pues era bastante reservado y no contaba sus cosas personales. Pero, se reconoce que era una persona con pensamientos maduros y que mantenía fuertemente un pensamiento de curiosidad , además creía que el niño era su amigo, aunque al principio pensó que solamente era una persona normal. Ella pensaba que el señor era malo, pues estaba enfermo, además quería que su hijo se alejará completamente de él y no quería que conservara ninguna cosa de tal personaje. Sentimien tos Sus sentimientos se basan en la amistad y el aprecio que le tenía al señor de 33 años que en tan poco pudo conocerlo y tener su compañía, causo un sentimiento de confianza y cercanía, ya que empezaron a hablarse todos los días. “A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa”. Asimismo, al final se llega a Sus sentimientos se ven heridos, ya que en algunas ocasiones en la historia, llega a mencionar relatos de cómo se sentía o cómo era tratado por los demás, “Al principio, sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían.” Sin embargo, mantenía una actitud de confianza y alegre después de la aparición del niño. Sus sentimientos se basaban en cuidar de su hijo y evitar que le suceda algo malo, ya sean principalmente las enfermedades. “-¿Por qué no me habías dicho que hablabas con ese hombre? ¡Ya verás esta noche cuando venga tu papá! Nunca más subirás a la azotea.”
  • 8. mencionar como se encontraba asustado por las acusaciones de sus padres, “Yo andaba asustado por los corredores de mi casa (…)”. Relacione s con otros personaje s Este personaje se relaciona principalmente con el personaje del señor, sin embargo, también hace mención de otros personajes, ya sea sus padres, la sirvienta y el obrero. Este personaje se relaciona principalmente con el personaje del niño, sin embargo, también hace mención de otros personajes como por ejemplo hace referencia a su familia y cómo lo rechazaban. Su relación con otros personajes se centra principalmente con el niño, pues tiene un lazo familiar al ser su mamá. Valoración (Interpretación y valoración personal de la obra leída). Valores/antivalore s En nuestra opinión, sostenemos que esta obra es óptima para representar las diferencias entre el mundo de los niños con los de los adultos en Lima, pues, lo transmite mediante metáforas y mensajes en la historia. Asimismo, es también una gran obra para poder apreciar la inocencia de un niño, su imaginación y cómo un tipo de carácter de ese tipo se afrenta a diversas situaciones, ya sea como realmente piensan y se expresan diariamente. Dicho punto se puede apreciar en diversas partes de la historia desde el comienzo cuando el niño menciona con su total imaginación que él es el Rey de las Azoteas o cuando confía en el señor y se vuelven bastante cercanos, hasta cómo reacciona al ser regañado por su padres y su miedo en tal momento. Por otra parte, que como tiene puntos favorables también presenta puntos negativos, ya que, sostenemos que hace mención a diversos personajes sin embargo, la mayoría de ellos no se describen o se dan a entender sus intenciones. Además, solamente muestra una perspectiva la cual es la del niño, no muestra realmente como se sentía el señor en la historia, ni tampoco el pensamiento de sus padres. Lo que provoca, una narración inmadura. Cabe recalcar, que es una de nuestras obras favoritas ya que es una historia no representada en la mayoría de cuentos actuales. ESCALA VALORATIVA DE COMPRENSIÓN LECTORA: Análisis de cuentos fantásticos Criterios 4 3 2 1- 0 Tema: Escribe el tema central y los ejes temáticos de forma coherente, tomando en cuenta los hechos principales del cuento. Caracterización de los personajes: Describe de manera eficaz las características de los personajes que aparecen en el cuento. Identificación y caracterización del narrador: Distingue el tipo de narrador, la focalización, teniendo en cuenta la persona gramatical que emplea y el conocimiento que tiene de los personajes y de la historia. Espacio: Identifica de manera eficaz los tipos de espacios que se presentan en el cuento. Pensamiento crítico: Identifica temas y subtemas de la obra y cuestiona el texto a partir de argumentos sólidos y justificados. Total /20