2. cuidados paliativos consejo nacional pastoral salud 23 sep 2014
1. Cuidados Paliativos
Dr. José Silvestre López Saldaña
Diácono Permanente
En las últimas décadas estamos asistiendo el aumento gradual de algunas enfermedades
crónicas, junto al envejecimiento progresivo de nuestra población. Los avances conseguidos en
el tratamiento específico del cáncer, han permitido un aumento significativo de la supervivencia
y calidad de vida de estos enfermos.
En la situación de enfermedad terminal concurren una serie de características que son
importantes no sólo para definirla, sino también para establecer adecuadamente el tratamiento.
Los elementos fundamentales de una enfermedad terminal de acuerdo a la O.M.S. son:
1. Presencia de una enfermedad avanzada, progresiva, incurable.
2. Falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico.
3. Presencia de numerosos problemas o síntomas intensos, múltiples, de muchos factores y
cambiantes.
4. Gran impacto emocional en paciente, familia y equipo terapéutico, muy relacionado con la
presencia, explícita o no, de la muerte.
5. Pronóstico de vida inferior a 6 meses.
Esta situación compleja produce una gran demanda de atención y de soporte, a los que debemos
responder adecuadamente.
El cáncer, SIDA, insuficiencia específica orgánica (renal, cardiaca, hepática etc.)... cumplen
estas características, en mayor o menor medida, en las etapas finales de la enfermedad.
Clásicamente la atención del enfermo de cáncer en fase terminal ha constituido la razón de ser de
las Cuidados Paliativos.
Objetivos
San Juan Pablo II los señaló con mucha claridad: “Sobre todo en la fase de la enfermedad
en la que ya no es posible realizar terapias proporcionadas y eficaces, se impone la obligación de
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2. evitar toda forma de obstinación o ensañamiento terapéutico, se hacen necesarios los "cuidados
paliativos" que, como afirma la encíclica Evangelium vitae, están "destinados a hacer más
soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad y, al mismo tiempo, asegurar al
paciente un acompañamiento humano adecuado" (n. 65).
En efecto, los cuidados paliativos tienden a aliviar, especialmente en el paciente terminal, una
vasta gama de síntomas de sufrimiento de orden físico, psíquico y mental; por eso, requieren la
intervención de un equipo de especialistas con competencia médica, psicológica y religiosa, muy
unidos entre sí para sostener al paciente en la fase crítica.
Especialmente en la encíclica Evangelium vitae se ha sintetizado la doctrina tradicional sobre el
uso lícito y a veces necesario de los analgésicos, respetando la libertad de los pacientes, los
cuales, en la medida de lo posible, deben estar en condiciones "de poder cumplir sus
obligaciones morales y familiares y, sobre todo, deben poderse preparar con plena conciencia al
encuentro definitivo con Dios" (ib.).
Por otra parte, aunque no se debe permitir que falte el alivio proveniente de los analgésicos a los
pacientes que los necesiten, su suministración deberá ser efectivamente proporcionada a la
intensidad y al alivio del dolor, evitando toda forma de eutanasia, que se practicaría
suministrando ingentes dosis de analgésicos precisamente con la finalidad de provocar la
muerte”. (Conferencia Internacional Cuidados Paliativos, 12 de noviembre de 2004).
Bases del Tratamiento
1. Atención integral, que tenga en cuenta los aspectos físicos, emocionales, sociales y
espirituales. Forzosamente se trata de una atención individualizada y continuada.
2. El enfermo y la familia son la unidad a tratar. La familia es el núcleo fundamental del apoyo
al enfermo, adquiriendo una relevancia especial en la atención domiciliaria. La familia requiere
medidas específicas de ayuda y educación.
3. La promoción de la autonomía y la dignidad al enfermo tienen que regir en las decisiones
terapéuticas. Este principio sólo será posible si se elaboran "con" el enfermo los objetivos del
tratamiento.
4. Concepción terapéutica activa, incorporando una actitud rehabilitadora, activa, recalcando
que no se deben que infundir falsas esperanzas y al mismo tiempo una actitud positiva que nos
lleve a superar el "no hay nada más que hacer", nada más lejos de la realidad y que demuestra
un desconocimiento y actitud negativa ante esta situación.
5. Importancia del "ambiente". Una "atmósfera" de respeto, bienestar, soporte y comunicación
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3. influyen de manera decisiva en el control de síntomas.
6.- Es fundamental no etiquetar de enfermo terminal a un paciente potencialmente curable.
La creación de este ambiente depende de las actitudes de los profesionales sanitarios y de la
familia, así como de medidas organizativas que den seguridad y promocionen la comodidad del
enfermo.
Calidad de Vida
La calidad de vida y bienestar del enfermo pueden ser mejoradas considerablemente mediante la
aplicación de los conocimientos actuales de los Cuidados Paliativos:
1. Control de síntomas: Saber reconocer, evaluar y tratar adecuadamente los numerosos síntomas que
aparecen y que inciden directamente sobre el bienestar de los pacientes. Mientras algunos se podrán
controlar (dolor, etc.),
2. Apoyo emocional y comunicación con el enfermo, familia y equipo terapéutico, estableciendo una
relación franca y honesta.
3. Cambios en la organización, que permitan el trabajo interdisciplinar y una adaptación flexible a los
objetivos cambiantes de los enfermos.
4. Equipo interdisciplinar, ya que es muy difícil plantear los Cuidados Paliativos sin un trabajo en
equipo que disponga de espacios y tiempos específicos para ello, con formación específica y apoyo
adicional.
Tomando en consideración que una enfermedad terminal se puede presentar en cualquier etapa
de la vida, adquiere en los niños que experimentan dolor y síntomas dolorosos, características
muy particulares, que por su mismo padecimiento, sus tratamientos y un pronóstico fatal,
afectas seriamente el núcleo familiar, aunque en algunos de ellos talvez no estén conscientes de
lo que sucede en el presente y en el futuro.
Los cuidados paliativos para los niños “consisten en el cuidado total activo del cuerpo, la mente
y el espíritu del niño, y en la prestación de apoyo a la familia. Comienzan cuando se
diagnostica la enfermedad y prosiguen al margen de si un niño recibe o no tratamiento contra la
enfermedad.
Para que los cuidados paliativos sean eficaces es preciso aplicar un enfoque multidisciplinario
amplio que incluya a la familia y recurra a los recursos disponibles en la comunidad; pueden
ponerse en práctica con eficacia incluso si los recursos son limitados, y dispensarse en centros
de atención terciaria, en centros de salud comunitarios e incluso en el propio hogar”.(O.M.S.)
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4. Conclusiones:
La muerte no sobreviene siempre en condiciones dramáticas, al final de sufrimientos
insoportables. No debe pensarse únicamente en los casos extremos. Numerosos testimonios
concordes hacen pensar que la misma naturaleza facilita en el momento de la muerte una
separación que sería terriblemente dolorosa para un hombre en plena salud. Por lo cual una
enfermedad prolongada, una ancianidad avanzada, una situación de soledad y de abandono,
pueden determinar tales condiciones psicológicas que faciliten la aceptación de la muerte.
(Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe declaración «iura et bona» sobre la eutanasia, mayo
de 1980.)
La expresión Cuidados Paliativos se aplica a un modo especial de cuidar diseñado para
proporcionar ayuda especializada a los pacientes y sus familias en las fases finales de una
enfermedad terminal. Los cuidados paliativos procuran conseguir que los pacientes dispongan de
los días que les resten conscientes y libres de dolor, con los síntomas bajo control, de tal modo
que los últimos días puedan discurrir con dignidad, en el hospital, en su casa o en un ambiente lo
más familiar posible, rodeados de la gente que les quiere.
Los cuidados paliativos (O.M.S.)
· Alivian el dolor y otros síntomas angustiantes.
· Afirman la vida y consideran la muerte como un proceso normal.
· No intentan, ni aceleran, ni retrasan la muerte.
· Integran los aspectos psicológicos y espirituales del cuidado del paciente.
· Ofrecen un sistema de apoyo para ayudar a los pacientes a vivir tan activamente como
sea posible hasta la muerte.
· Brindan un sistema de apoyo para ayudar a la familia a adaptarse durante la enfermedad
del paciente y en su propio duelo.
· Utilizan un enfoque de equipo para responder a las necesidades de los pacientes y sus
familias, incluido el apoyo emocional en el duelo, cuando esté indicado.
· Mejoran la calidad de vida, y pueden también influir positivamente en el curso de la
enfermedad.
· Pueden realizarse junto con otros tratamientos que pueden prolongar la vida, como la
quimioterapia o la radioterapia.
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5. Los que trabajan en cuidados paliativos pretenden acompañar al paciente y a la familia,
aportando conocimientos especializados de cuidados médicos, psicológicos y espirituales,
procurando la ayuda emocional y espiritual durante la fase terminal, en un entorno que incluye el
hogar, la familia y los amigos.
En casi todo el mundo la mayoría de los pacientes con cáncer se encuentran ya en una fase
avanzada de la enfermedad cuando un profesional de la medicina los visita por primera vez. Para
ellos, la única opción de tratamiento realista es el alivio del dolor y los cuidados paliativos.
San Juan Pablo II señala: “La medicina se pone siempre al servicio de la vida. Aun cuando sabe
que no puede curar una enfermedad grave, dedica su capacidad a aliviar sus sufrimientos.
Trabajar con ahínco para ayudar al paciente en toda situación significa tener conciencia de la
dignidad inalienable de todo ser humano, también en las condiciones extremas de la fase
terminal. En esta dedicación al servicio de los que sufren el cristiano reconoce una dimensión
fundamental de su vocación, pues, al cumplir esta tarea, sabe que está sirviendo a Cristo mismo
(cf. Mt 25, 35-40).
El amor al prójimo, que Jesús describió con eficacia en la parábola del buen samaritano (cf. Lc.
10, 29 ss), permite reconocer la dignidad de toda persona, aunque la enfermedad haya alterado su
existencia. El sufrimiento, la ancianidad, el estado de inconsciencia y la inminencia de la muerte
no disminuyen la dignidad intrínseca de la persona, creada a imagen de Dios” (Conferencia
Internacional, Cuidados Paliativos, Noviembre 2004).
Es vasto y complejo el mundo del sufrimiento y del dolor. Pero puede representar para el hombre
una ocasión de crecimiento espiritual, abriendo horizontes más amplios que aquellos a los que
obligan la limitación y la precariedad del ser físico. Cuando se le sostiene oportunamente, el
enfermo, aun constatando su fragilidad corporal, se siente animado muchas veces a descubrir una
dimensión que supera su corporeidad.
Por eso en el compromiso médico y asistencial en favor de los que sufren, así como en el de la
investigación, es importante que se tenga siempre presente la centralidad de la persona,
independientemente de la raza o la religión a la que pertenezca. Debemos atender con amorosa
solicitud a cada enfermo, siguiendo el ejemplo evangélico del buen samaritano. (San Juan Pablo
II, discurso liga italiana para la lucha contra los tumores 25 de febrero de 2002).
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6. Los que trabajan en cuidados paliativos pretenden acompañar al paciente y a la familia,
aportando conocimientos especializados de cuidados médicos, psicológicos y espirituales,
procurando la ayuda emocional y espiritual durante la fase terminal, en un entorno que incluye el
hogar, la familia y los amigos.
En casi todo el mundo la mayoría de los pacientes con cáncer se encuentran ya en una fase
avanzada de la enfermedad cuando un profesional de la medicina los visita por primera vez. Para
ellos, la única opción de tratamiento realista es el alivio del dolor y los cuidados paliativos.
San Juan Pablo II señala: “La medicina se pone siempre al servicio de la vida. Aun cuando sabe
que no puede curar una enfermedad grave, dedica su capacidad a aliviar sus sufrimientos.
Trabajar con ahínco para ayudar al paciente en toda situación significa tener conciencia de la
dignidad inalienable de todo ser humano, también en las condiciones extremas de la fase
terminal. En esta dedicación al servicio de los que sufren el cristiano reconoce una dimensión
fundamental de su vocación, pues, al cumplir esta tarea, sabe que está sirviendo a Cristo mismo
(cf. Mt 25, 35-40).
El amor al prójimo, que Jesús describió con eficacia en la parábola del buen samaritano (cf. Lc.
10, 29 ss), permite reconocer la dignidad de toda persona, aunque la enfermedad haya alterado su
existencia. El sufrimiento, la ancianidad, el estado de inconsciencia y la inminencia de la muerte
no disminuyen la dignidad intrínseca de la persona, creada a imagen de Dios” (Conferencia
Internacional, Cuidados Paliativos, Noviembre 2004).
Es vasto y complejo el mundo del sufrimiento y del dolor. Pero puede representar para el hombre
una ocasión de crecimiento espiritual, abriendo horizontes más amplios que aquellos a los que
obligan la limitación y la precariedad del ser físico. Cuando se le sostiene oportunamente, el
enfermo, aun constatando su fragilidad corporal, se siente animado muchas veces a descubrir una
dimensión que supera su corporeidad.
Por eso en el compromiso médico y asistencial en favor de los que sufren, así como en el de la
investigación, es importante que se tenga siempre presente la centralidad de la persona,
independientemente de la raza o la religión a la que pertenezca. Debemos atender con amorosa
solicitud a cada enfermo, siguiendo el ejemplo evangélico del buen samaritano. (San Juan Pablo
II, discurso liga italiana para la lucha contra los tumores 25 de febrero de 2002).
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