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Tipo de documento (Artículo)
Relación entre sintomatología compatible con la
COVID-19 y medidas de protección individual en
personal de servicios de emergencia.
Senabre Pastor, Jaime A. 1 y 2.
.1 Psicólogo. Consultor Medioambiental y de Emergencias. Jefe de Unidad de Bomberos Forestales.
.2 Investigador adscrito al Grupo de Investigación en “Clima y Ordenación del Territorio”. Facultad de
Filosofía y Letras. Universidad de Alicante.
* Autor de contacto: Senabre, Jaime; jasenabre@sinif.es
Revisión: fecha; Aceptado: fecha; Publicado: fecha
Resumen: El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la
pandemia por la COVID-19 en todo el mundo, debido a la propagación del SARS-CoV-2, un
coronavirus de tipo 2, causante de un síndrome respiratorio agudo severo. Las personas
afectadas presentan un cuadro que abarca distintos niveles de gravedad, desde la
asintomatología a la muerte. Debido al aumento progresivo de casos en España, el 14 de
marzo, el Gobierno declara el Estado de Alarma y toma una serie de medidas drásticas como:
la paralización de gran parte de la actividad empresarial, el distanciamiento social, el
confinamiento domiciliario selectivo de la mayor parte de la población y, la restricción
temporal de la libre circulación y de algunos derechos fundamentales, entre otras. Durante las
primeras semanas de expansión del virus los servicios asistenciales y de emergencia tuvieron
serias dificultades para tener a su disposición Equipos de Protección Individual (EPI´s), tanto
en cantidad como en calidad, lo que incrementó los riesgos durante el desempeño de su labor
profesional. Ante estos antecedentes, iniciamos un estudio durante los primeros meses de
confinamiento domiciliario para averiguar si existe alguna relación entre la sintomatología
compatible con la COVID-19 y la disposición de medidas de protección individual en personal
de servicios de emergencia. Se elaboró un cuestionario ad hoc. La muestra está formada por
personal de emergencias, perteneciente a distintos colectivos profesionales españoles. Los
resultados indican que el personal que señaló que no disponía de los EPI´s necesarios (45,54%)
informó de mayor manifestación de síntomas compatibles con la COVID-19, como: tos seca,
secreción y/o goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea,
anosmia y pérdida o deterioro del sentido del gusto. Conclusión: La disponibilidad de EPI´s,
aunque no elimina totalmente la aparición de sintomatología asociada a la COVID-19 en todas
las personas, sí la reduce considerablemente. El 52,46% de la muestra con suficientes medidas
de protección no presentó ningún tipo de síntomas. Los resultados ponen el foco en la
necesidad de protegerse de la COVID-19 para minimizar sus efectos en el personal de los
equipos de emergencia y, por extensión, en la población general.
Palabras clave: COVID-19; servicios de emergencia; equipo de protección individual; riesgo
laboral; SARS-CoV-2.
1. Introducción
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó como pandemia la
enfermedad provocada por un nuevo coronavirus. Este hecho hizo que dicha institución
sanitaria declarara la situación de pandemia por la COVID-19 en todo el mundo, debido a la
propagación del SARS-CoV-2, un coronavirus de tipo 2, causante de un síndrome respiratorio
agudo severo. Las personas afectadas presentaban un cuadro que abarcaba distintos niveles de
gravedad, desde la asintomatología a la muerte. Debido al aumento progresivo de casos en
España, el 14 de marzo, el Gobierno de la nación declaró un primer Estado de Alarma, que se
prolongaría hasta el 21 de junio. Durante ese periodo se tomaron una serie de medidas drásticas
como: la paralización de gran parte de la actividad empresarial, el distanciamiento social, el
confinamiento domiciliario selectivo de la mayor parte de la población y, la restricción temporal
de la libre circulación y de algunos derechos fundamentales, entre otras. Durante las primeras
semanas de expansión del virus se desbordó la capacidad de respuesta y de abastecimiento de
recursos del sistema. Los servicios asistenciales y de emergencia tuvieron serias dificultades
para tener a su disposición Equipos de Protección Individual (EPI´s), tanto en cantidad como en
calidad, lo que incrementó los riesgos durante el desempeño de su labor profesional.
A raíz de la pandemia por el SARS-CoV-2, la comunidad científica comenzó a dar indicaciones
sobre la mejor manera de protegerse contra esta nueva amenaza sanitaria, hasta ahora
desconocida, al menos, en parte, puesto que otros tipos de coronavirus ya habían dado
quebraderos de cabeza a la comunidad médica y científica anteriormente, como el coronavirus
causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio o MERS-CoV, que fue “detectado por
primera vez en Arabia Saudita en 2012” (OMS, 2019). Decir que “los coronavirus son una
extensa familia de virus causantes de enfermedades que van, desde el resfriado común al
síndrome respiratorio agudo severo (SRAS)” y que, según informa la OMS, “aproximadamente
el 35% de los casos de MERS-CoV notificados han desembocado en la muerte del paciente”
(OMS, 2019).
Los medios de comunicación fueron el principal vehículo de transmisión de una progresiva
cadena de instrucciones a seguir, tanto por los integrantes de los servicios esenciales, como por
la población en general. El desconocimiento inicial, unido a la escasez de recursos para la
protección individual y colectiva llevó a un incremento de la creatividad y de la improvisación.
Toda la sociedad española fue testigo de la manera en que, por ejemplo, profesionales de la
sanidad pública se protegían con trajes elaborados con bolsas de basura de gran tamaño,
guantes de limpieza, gafas de buceo y mascarillas faciales hechas de tela al gusto. Mientras
tanto, los responsables políticos hacían lo posible por conseguir un material para la protección
de los profesionales de emergencias, principalmente, y para la población general, tan necesario
como escaso, al menos en las primeras semanas de la pandemia, lo que devino en una crisis
sanitaria sin precedentes en nuestro país.
Entre las medidas de protección individual y colectiva, las mascarillas faciales han sido el
elemento más destacado y el que más controversia ha podido causar. En primer lugar, tanto los
CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) de los Estados Unidos, como la
OMS (Organización Mundial de la Salud) fueron cambiando las directrices a seguir sobre el uso
y tipos de mascarillas faciales a utilizar, llegando a generar gran desconcierto entre la población,
en general, y entre los profesionales de los servicios de emergencia, en particular.
El uso de la mascarilla obligatorio ha supuesto, a todas luces, una limitación para el ser
humano. El proceso de comunicación social se ha visto mermado tras la ocultación de parte de
la expresividad de los músculos de la cara, pero sobre todo, por la pérdida de la información
proveniente de la articulación de la boca. El hecho de su imposición ha podido interpretarse
como una pérdida de libertades individuales. Sin embargo, el uso de la mascarilla también ha
supuesto una oportunidad para la supervivencia (como trataremos de demostrar en este
estudio) y para la economía. Pensemos que, según una estimación realizada por la OMS para
todo el mundo, cada mes se requieren unos 89 millones de mascarillas faciales para usos
médicos, así como 129.000 millones para uso de la población general, lo que estaría generando
entre 0,2 y 6,3 millones de toneladas anuales de residuos de mascarillas faciales, según una
estimación realizada por las investigadoras Eljarrat y Moreno (2021), basada en un peso medio
de 2,5 gr., para las higiénicas, y de 7 gr., en el caso de las de tela.
El uso de la mascarilla facial y el lavado de manos con gel hidroalcohólico han pasado a formar
parte de la rutina diaria y parece que han venido para quedarse, al menos, por un tiempo
indeterminado. Numerosos científicos han señalado que constituyen una poderosa herramienta
de ayuda para el control de la propagación de la COVID-19, razón por la que “se han
convertido en una medida de protección imprescindible frente al virus” (Hernández, C., 2020),
y todo apunta a que no solo protege del SARS-CoV-2, sino que el uso de la mascarilla facial
tiene otros beneficios para la salud. Según apunta el neumólogo Peces Barba (En Redacción
Médica, 2020), vicepresidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica
(SEPAR), la mascarilla hace la función de filtrado de partículas, lo que implica una menor
inhalación de partículas. En el caso de un ambiente contaminado por cualquier tipo de agente
contaminante, esa reducción en el número de partículas inhaladas supone un beneficio para la
salud. No obstante, cabe señalar que no es lo mismo la inhalación de partículas contaminadas
por un virus, como por ejemplo, el SARS-CoV-2, que la inhalación de partículas en suspensión
contaminadas por la combustión incompleta de vegetación producida, por ejemplo, en un
incendio forestal. En el primer caso, los efectos son más rápidos; en el segundo, a diferencia del
virus, el proceso de contaminación es más lento, progresivo y acumulativo. En términos
generales, esto se traduce del siguiente modo: en el caso de la contaminación por el virus, puede
resultar más fácil establecer una causa efecto; sin embargo, en el segundo caso, es más
complicado establecer una relación causal directa, entre la inhalación de CO2 y otros gases
derivados de la combustión de celulosa, y la aparición de enfermedades pulmonares o ciertos
tipos de cáncer.
Como medida higiénico-sanitaria, entre los beneficios del uso de mascarillas faciales, se ha
señalado que:
- Reducen la propagación de la infección por SARS-CoV-2, al minimizar la excreción de
las gotitas de Flügge (Olry de Labry-Lima, A. et al, 2020)
- Protegen ante el aire frío, por lo que evitan la infección por el virus respiratorio sincitial
(VRS), (Garrido, C. 2021), que en su manifestación más leve puede derivar en
resfriados y catarros (Hernández, C., 2020), pero, sin embargo, en su cara menos amable
producir efectos más graves como neumonía, bronquiolitis y laringitis (MedlinePlus-
Redacción).
- Evitan contagios por el virus de la gripe.
- Protegen frente a agentes alérgenos y reducen los efectos de las alergias.
- Protegen frente a enfermedades como la tuberculosis.
- Filtran agentes contaminantes del ambiente y ayudan a respirar menos agentes
producto de la contaminación.
Una vez señalados los beneficios del uso de mascarillas, conviene añadir, aunque sea
sucintamente, que cada situación tiene unas características y circunstancias específicas, por lo
que hay que tener cautela a la hora de protegernos. Por ello, a la hora de elegir la mascarilla
apropiada a cada situación se deberían tener en cuenta aspectos como: la eficacia de filtración
bacteriana, el grado de respirabilidad, el sentido de filtración y que cumpla con los estándares
específicos de fabricación (Pérez Raya, F., 2021). Esto es, que estén homologadas para un uso
concreto. Una vez tenidos en cuenta los aspectos anteriores, se debe evaluar el riesgo de
transmisión del virus, siendo la situación más crítica en interiores y donde se realicen
actividades que aumenten la generación de aerosoles. No entraremos en ofrecer una
clasificación pormenorizada de los tipos de mascarillas disponibles, sus recomendaciones de
uso y normativa específica, ya que excedería el objeto de esta introducción y de este estudio.
Desde la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), su
portavoz, el Dr. Navarro mantiene que las medidas higiénico-sanitarias para contener a la
COVID-19 han sido cruciales en el resultado de baja incidencia de otros virus respiratorios en el
año 2021, como es el caso del VRS, que afecta, especialmente, a niños pequeños (Navarro, J. Mª.,
2021). Lo que se ha traducido en una disminución importante de las visitas a los servicios de
urgencia por motivo de infecciones de tipo respiratorio, algo que era frecuente antes de la
pandemia. Tal y como apunta la Dra. García-Onieva, secretaria de AEP (Asociación Española de
Pediatría), el lavado de manos, la distancia social y el uso de mascarillas evita que se propaguen
los virus respiratorios y, por lo tanto, protegen, tanto a niños como a adultos (García-Onieva,
Mª., 2021). No obstante, la comunidad médica baraja la “hipótesis del nicho ecológico”, que
plantea la posibilidad de que la alta transmisión de un virus nuevo desplace a otros virus que
puedan compartir el mismo nicho. En ese sentido, el SARS-CoV-2 es un virus nuevo para la
especie humana y su capacidad de transmisión es más alta que otros virus ya estabilizados en
humanos, como el de la gripe o el VRS. Según aporta la Dra. Vázquez, presidenta de la Sociedad
Española de Urgencias de Pediatría, el rinovirus (virus del catarro común) es el único que ha
coexistido con el SARS-CoV-2 desde que se inició la pandemia (Vázquez, P., 2021). Todo parece
indicar que, a medida que la incidencia de la COVID-19 vaya bajando, irán resurgiendo otros
tipos de virus desplazados por el actual virus dominante, al tiempo que se irá estabilizando en
nuestra especie el SARS-CoV-2, lo que facilitará su mejor manejo.
Según una revisión de revisiones realizada por Olry de Labry-Lima, A. et al (2020) sobre la
efectividad del uso de mascarilla facial para evitar las infecciones en población general, centros
de cuidados de larga duración, centros hospitalarios y eventos masivos, los resultados hacen
inferir que “el uso de mascarillas se asocia a un efecto protector frente a las infecciones
respiratorias, tanto en los centros sanitarios como en los centros de cuidados de larga duración
y en los eventos masivos”. A partir de los resultados obtenidos en un total de 8 revisiones
sistemáticas (umbrella review), estos autores recomiendan el uso de la mascarilla facial en la
población general. Pero su recomendación no se reduce a su mero uso, sino que inciden en que
para que sean efectivas han de usarse adecuadamente, por lo que proponen la necesidad de un
Plan de Formación para mejorar su uso y protección, ya que en el caso contrario (un uso
inadecuado) se podría estar favoreciendo la propagación y la consecuente infección. Además,
cabe añadir, que un mal uso de las medidas de protección individual puede contribuir al
aumento de la confianza y a dar una falsa sensación de seguridad, tanto al usuario como a las
personas cercanas al mismo.
Por otro lado, señalar que no trascienden muchos estudios que traten de evaluar los riesgos
potenciales por un uso prolongado de las principales medidas de protección, como mascarillas,
geles hidroalcohólicos y guantes. Se han reportado síntomas como acné facial, en el primer caso,
y problemas en la piel, en el resto. También, la OMS desaconsejó en diciembre de 2020 el uso de
la mascarilla durante la práctica de deporte intenso, puesto que podría provocar daños
cardiovasculares y generar arritmias cardiacas y neumotórax espontáneo. En algunos tipos de
mascarilla se detectó grafeno y fueron retiradas del mercado español, ante la sospecha de que la
inhalación de este material pudiera causar daños en los pulmones de los usuarios. Siguiendo en
esta línea, añadir que existen excepciones que permiten la exención del uso de mascarillas,
como sería en una situación de fuerza mayor, en el caso de las personas que acrediten tener una
enfermedad de tipo respiratorio, en el caso de estar discapacitado o en situación de
dependencia; también, en el caso de aquellas personas que presenten alguna alteración o
desorden relacionado con la conducta (ABC-Redacción, 2021b).
Eljarrat y Moreno (2021) han estudiado los niveles de plásticos y el grado de liberación de éstos
compuestos durante su uso. Polímeros como el polipropileno, poliestireno, polietileno y el
poliéster están en la base de los compuestos a partir de los cuales se fabrican las mascarillas
faciales. Estamos hablando de compuestos químicos que actúan como plastificantes
organofosforados y retardantes de llama, apuntan estas autoras, detectando en sus ensayos
niveles de plastificantes que iban, desde 0,02 microgramos/unidad en las mascarillas
quirúrgicas, hasta 27,7 microgramos/unidad en las del tipo KN95. Estas investigadoras del
IDAEA-CSIC (Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua) han concluido que en
torno a un 10% de los plastificantes presentes en cada mascarilla eran inhalados durante su uso.
Como elemento excepcional, encontraron que en las mascarillas de tela reutilizables y con
certificación UNE 0065 no se produjo liberación alguna de estos plastificantes. Aunque la
cantidad inhalada se sitúa por debajo del umbral de riesgo para este tipo de compuestos,
pensamos que lo ideal sería reducir a la mínima expresión la liberación e inhalación de estos
materiales, puesto que podrían comprometer la salud tras un uso continuado.
Una vez abordados los beneficios del uso de las mascarillas faciales como medida de
prevención para la salud y de contención de la propagación del virus, nos queda averiguar si el
uso de este tipo de elementos de protección, unido a otras medidas preventivas, tiene un papel
mitigador de los efectos adversos del SARS-CoV-2 sobre el organismo.
Ante estos antecedentes, iniciamos un estudio durante los primeros meses de confinamiento
domiciliario, con el objeto de averiguar si existe alguna relación entre la sintomatología
compatible con la COVID-19 y la disposición de medidas de protección individual en personal
de servicios de emergencia.
2. Materiales y métodos
Este estudio forma parte de una investigación independiente más amplia sobre el
posible impacto psicosocial de la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 en la población
residente en España. El propósito es conocer la percepción y opinión que tienen los ciudadanos
sobre esta crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país, así como averiguar cómo influye un
suceso de estas características en la sociedad, en general, y en las personas, en particular. La
finalidad última es poder contribuir al diseño futuro de planes de prevención para la población
y al establecimiento de estrategias adecuadas de intervención psicosocial que sean capaces de
mitigar el posible impacto físico y psicológico negativo asociado, muchas veces, a este tipo de
incidentes críticos.
Para llevar a cabo el estudio se construyó un cuestionario ad hoc, el cual integra diversos
instrumentos de evaluación psicológica y otra serie de preguntas relacionados específicamente
con el objetivo de la investigación. La prueba se ha dividido en 3 partes y cuenta con 233 ítems
de respuesta variable. Además, incluye 4 ítems iniciales adicionales que correponden con el
consentimiento informado y los criterios de exclusion. Se trata de un estudio "ciego" en el que
los participantes desconocen los instrumentos de evaluación científica utilizados, a fin de evitar
la posible contaminación o influencia en las repuestas.
El cuestionario es insertado en una plataforma online de pago, a la que los participantes
acceden mediante un único enlace previamente proporcionado por los investigadores. Esta
herramienta permite, entre otras cosas, realizar un seguimiento puntual, tanto del nivel de
participación como de resultados estadísticos básicos. La motivación para la colaboración y el
reclutamiento de participantes se realiza a través de mailing y campañas promocionales en
redes sociales, como facebook y twitter; también, a través de grupos de whatsUpp. Todo
mediante la técnica de bola de nieve. El acceso a la prueba estuvo activo durante dos meses,
iniciándose a principios de abril y finalizando a principios de junio de 2020.
Se informó a los participantes de que se garantizaba el anonimato y la confidencialidad de
todos los datos recopilados, que se utilizarían exclusivamente para la producción de trabajos
científicos, sin contrapartida financiera u otra para el participante. También, que no se realizaría
ninguna transacción financiera con los datos recopilados.
El cuestionario está dirigido únicamente a personas mayores de 18 años residentes en
España, independientemente de cuál sea su nacionalidad o país de origen. La totalidad de la
muestra está formada por n=708 sujetos, pero dada la particularidad de esta parte del estudio,
únicamente referido a personal de emergencias, la muestra que manejamos es de n=112
individuos, pertenecientes a distintos colectivos profesionales españoles: sanitarios (32,14%),
bomberos (27,68%), policías (4,46%), ejército (1,79%), protección civil (8,93%) y otros (25%).
La sociodemografía de la muestra indica que la totalidad de los participantes tiene
nacionalidad española. Hay representación de casi todas las Comunidades Autónomas, excepto
de Navarra y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. La Comunidad Valenciana y la de
Madrid son las que tienen mayor representación en este estudio, seguidas de Castilla y León, y
Canarias. El 61,61% son hombres y el 38,39% mujeres. El rango de edades se expone en la tabla
1.
Rango de edad % de n
18-24 7,14
25-34 18,75
35-44 20,54
45-54 40,18
55-64 11,61
65 y más 1,79
Tabla 1. Porcentaje de la muestra en función del rango de edad.
En cuanto al estado civil, el 41,96% informan estar casados, el 36,61% solteros, el 10,71%
pareja de hecho, el 8,04% divorciados, el 1,79% separados y el 0,89% viudos. El 50% no tienen
hijos, el 25% solo tiene uno, el otro 24% entre 2 y 3 hijos; tan solo el 1% informa tener 4 hijos o
más. En cuanto a la situación laboral, el 23% son funcionarios, el 11,61% personal laboral de la
Administración Pública, el 40% fijos de empresa y el 14% personal eventual o contratado por
obra o servicio determinado, el resto se reparte entre otras categorías residuales. En definitiva,
el 59% trabaja en la empresa pública y el 33% en la privada, quedando otros formatos
minoritarios sin una representación descatable. En cuanto a la clase social de la muestra,
destacar que el 46,5% dice pertenecer a la clase media, el 24% a la clase media-baja y el 26% a la
clase obrera-trabajadora.
3. Resultados
Dos tercios de la muestra indican que desconocen si han sido contagiados por la COVID-
19, y tan solo el 6,25% dice estar asintomático. El 54,46% manifiesta que cuenta con suficientes
medidas de protección ante la enfermedad, frente al 45,54% que considera que las medidas de
protección con las que cuenta son insuficientes. En cuanto a los tipos de medidas de protección
disponibles, destacar las referidas a la desinfección e higiene de manos, las mascarillas faciales y
los guantes (ver tabla 2).
Implemento de protección % de n
Mascarillas faciales 85,71
Guantes 85,71
Gafas 34,82
Pantallas faciales 30,36
Gel hidroalcohólico y otros geles para lavado, higiene y desinfección de manos 87,50
Otros 13,39
Ninguno de los anteriores 0,89
Tabla 2. Disponibilidad de medidas de protección frente a la COVID-19
El 27,68% de los participantes en el estudio informa que ha estado en contacto con
personas infectadas por el SARS-CoV-2, el 57,14% no lo sabe y el resto (15,18%) lo niega.
Además, el 29,46% tiene a algún familiar o persona cercana afectada por la enfermedad. El
15,18% no lo sabe y el 55,36% no tiene personas contagiadas de su entorno más cercano. El
16,96% ha llegado a perder a algún familiar o persona allegada por la COVID-19.
Los resultados indican que el personal que señaló que no disponía de los EPI´s necesarios
(45,54%) informó de mayor manifestación de síntomas compatibles con la COVID-19, como: tos
seca, fiebre, secreción y/o goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio,
diarrea, anosmia (pérdida de olfato) y pérdida o deterioro del sentido del gusto. Los que
contaban con EPI´s suficientes (54,46%) presentaron mayor disnea (dificultad para respirar) y
malestar general (13,11%) y dolor muscular (16,39%). La fatiga fue similar en ambos grupos
(21,31%). Como dato relevante, destacar que el 52,46% de los participantes, que percibían que
contaban con suficientes medidas de protección, manifiestaron no tener ningún tipo de
síntomas asociados con el SARS-CoV-2, frente al 35,29% de los pertenecientes al grupo con una
percepción de insuficiencia de este tipo de medidas.
La disnea, el malestar general y los dolores musculares fueron menores en aquellos
profesionales de emergencias que no disponían de suficientes medidas de protección frente a la
enfermedad. Por otro lado, el personal que consideraba que estaba suficientemente protegido
manifestó menores niveles de tos seca, fiebre, secreción y goteo nasal, dolor de garganta y de
cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, pérdida de olfato y deterioro o pérdida del sentido del
gusto.
La sintomatología más prevalente en el grupo con insuficientes medidas de protección
fueron: cansancio (39,22%), dolor de cabeza (35,29%), dolor de garganta y fatiga (21,57%),
diarrea y tos seca (19,61%) y secreción y/o goteo nasal (17,65%).
4. Discusión
Si tratamos de pensar cómo era nuestra vida cotidiana antes de la pandemia, una de las
primeras cosas que nos va a venir al pensamiento es la posibilidad de observar las caras de la
gente y percibir su expresión en cada momento, incluida la articulación de la boca al hablar,
algo habitual y normal en nuestra vida en sociedad. Apenas nadie utilizaba las mascarillas
faciales, es más, mirábamos extrañados a turistas o visitantes (principalmente, de origen
oriental) que las llevaban puestas. Sin embargo, a partir del 14 de marzo de 2020, todo cambió
radicalmente en nuestras vidas. Lo normal se convirtió en imposible y lo anormal, en un tipo de
ficción, una distopía vivida en tiempo real, como si fuese algo irreal. Hubo que incorporar
elementos de prevención en nuestro día a día relacionados con la higiene y la seguridad
individual y colectiva. Los seres humanos, como seres sociales, tenemos las costumbres bien
arraigadas y forman parte del acervo cultural e identidad de cada pueblo. La imposición de
restricciones de la movilidad y la obligatoriedad de uso de una serie de elementos de protección
e higiene sospechamos que ha debido tener un coste nada despreciable, tanto a nivel
económico, como psicosocial.
La falta de abastecimiento inicial y el desconocimiento del uso adecuado de algunos de los
elementos de protección individual impuestos hicieron que el proceso de adaptación no fuera
fácil. La gestión de la incertidumbre fue el gran reto diario de la ciudadanía y, especialmente, en
los profesionales de los servicios esenciales y de emergencias. Aspectos como el tipo de
mascarilla existente o disponible, su adecuación a un uso concreto, el tiempo máximo de
utilización para mantener el mayor nivel de protección, la posibilidad o no de reutilización, los
modos de proceder en cada caso, etc., han supuesto un gran esfuerzo adaptativo, en un modelo
de sociedad cada vez más acomodaticio. Con el paso de los meses, la comunidad científica ha
ido teniendo un mayor conocimiento del comportamiento del SARS-CoV-2, por lo que es sabido
que una de las principales vías de contagio es su transmisión a través de los aerosoles (Eljarrat,
E. y Moreno, T., 2021).
La OMS, que al principio de la pandemia mantuvo una postura ambigua con respecto al uso
generalizado de la mascarilla facial, terminó reconociendo que “el uso de la mascarilla médica
era una de las medidas de prevención que podría limitar la propagación de ciertas
enfermedades virales respiratorias, incluida la COVID-19” (Eljarrat, E. y Moreno, T. (2021). De
hecho, sabemos que el uso de mascarillas faciales combinadas con otras medidas preventivas,
como el lavado frecuente de manos y el distanciamiento físico en las relaciones sociales, pueden
contribuir a una ralentización de la transmisión del virus SARS-CoV-2, tanto en espacios
abiertos como cerrados. No obstante, a medida que se ha ido avanzando en el proceso de
vacunación de la población se han ido relajando las medidas restrictivas y la obligatoriedad de
llevar mascarillas, principalmente, en ambientes exteriores. Lo que no significa que vaya a
eliminarse por completo, al menos, por ahora. Todo parece apuntar a que, en España, su uso
seguirá siendo obligatorio en situaciones concretas (p.e. interiores) y recomendable en
circunstancias particulares (p.e. como prevención de alergias en primavera), más cuando las
vacunas disponibles y dispensadas a la población española no son esterilizantes, esto es, que no
bloquean absolutamente la entrada del SARS-CoV-2 y su transmisión a terceros (Soto Medina, J.
2021).
Con la finalidad de reducir el impacto ambiental por los residuos generados por el uso de las
mascarillas, sería recomendable el uso en exteriores de las mascarillas de tela reutilizables,
siempre y cuando cuenten con la certificación UNE 0065 y se pueda mantener cierta distancia
social de seguridad. En su defecto, la mejor elección sería la mascarilla quirúrgica tipo IIR,
puesto que, de las de su grupo, es la que ofrece una mayor protección frente a salpicaduras. Sin
embargo, el uso de mascarillas tipo FFP2 sigue siendo la elección estrella en ambientes
interiores donde la ventilación es escasa. Asimismo cabe añadir que, apoyándonos en los
ensayos expuestos anteriormente, se desaconseja el uso de las mascarillas del tipo KN95, dado
que no cumplen la normativa europea, por lo que nunca debió permitirse su uso en España.
Los resultados obtenidos en el presente trabajo han reafirmado la idea de que es mejor prevenir
que curar, más cuando la exposición individual y colectiva a la enfermedad es
significativamente mayor en los miembros de los servicios de emergencia y puede ir la vida en
ello. Por ese motivo consideramos que debería incluirse la infección por el SARS-Cov-2 como
riesgo laboral en este tipo de colectivos profesionales, al estar más expuestos al posible
contagio.
A pesar de los datos extraídos en este trabajo, cabe señalar que la muestra, aun siendo diversa
en cuanto a colectivos colaboradores, no resulta representativa, debido al número limitado de
participantes pertenecientes a dichos grupos profesionales. No obstante, pensamos que los
resultados sí que pueden sumarse a otros estudios que se hayan hecho en la misma dirección.
Somos conscientes de que nos dejamos abiertos muchos flecos, como la posible relación de
algunas de las variables de tipo sociodemográfico con la percepción del riesgo, en función de las
medidas de protección disponibles. Asimismo, el análisis particular de posibles diferencias
entre los diferentes colectivos, p.e. sanitarios y bomberos, en cuanto a la sintomatología
asociada con la enfermedad, en función del nivel de exposición implícita en cada profesión, ya
que nos ha llamado mucho la atención de que más del 85% informa que cuenta con gel
higienizante, mascarillas y guantes. Es posible que, a pesar de disponer de este material en la
mayoría de los casos, éste no sea considerado suficiente como para realizar las funciones y
tareas de algunos grupos profesionales, como puede ser el de los sanitarios, algo en lo que cabe
profundizar. También, se podrían establecer posibles relaciones entre las posibles experiencias
traumáticas relacionadas con la enfermedad y la percepción que se tiene sobre la suficiencia o
no de medidas de protección frente a la COVID-19.
Es importante señalar que la relación de síntomas asociados a la COVID-19 utilizada en
este estudio ha tratado de ser lo más exhaustiva posible, teniendo en cuenta el conocimiento
que se tenía de la materia en el momento de diseñar la investigación y elaborar el cuestionario
de referencia. A medida que han ido pasando los meses se ha ido informando de nuevas
reacciones a la enfermedad y descubriendo síntomas que, por razones obvias, no podían
incluirse en nuestra relación sintomática. Este hecho abre las puertas a futuros trabajos que
incluyan un mayor número de síntomas, entonces, desconocidos en las primeras semanas y
meses de la pandemia.
Este estudio presenta otra limitación añadida, puesto que se ha tratado de relacionar la
disposición de medidas de protección individual y la manifestación de síntomas compatibles
con la enfermedad, pero no sabemos realmente si las personas que han informado manifestar
sintomatología asociada han desarrollado la enfermedad en algún momento. Aunque bien es
cierto que, en los primeros estadíos de la pandemia hubo mucho desconocimiento de la
enfermedad y se carecía de pruebas diagnósticas, tipo PCR.
Algunas de las cuestiones que también quedan por resolver y que no se contemplan en nuestro
trabajo son: la gestión de los residuos generados por el consumo masivo de las mascarillas no
reutilizables y los posibles efectos adversos sobre la salud humana que puedan surgir derivados
de un uso diario y prolongado en el tiempo de las mismas, sean del tipo que sean.
5. Conclusiones
La disposición de medidas de protección y de EPI´s, aunque no elimina totalmente la
aparición de sintomatología asociada a la COVID-19 en todas las personas, sí la reduce
considerablemente. El 52,46% de la muestra de este estudio y que manifestó disponer de
suficiente protección frente a la enfermedad no presentó ningún tipo de síntomas asociados con
la enfermedad. Aquellos profesionales de los servicios de emergencia que contaron con las
suficientes medidas de prevención tuvieron una significativa disminución de síntomas
asociados con el SARS-CoV-2, frente a aquellos que no disponían de ellas, aunque hubo un
35,29% de este último grupo que tampoco manifestó síntomas asociados. La sintomatología más
prevalente en el grupo con insuficientes medidas de protección individual, por orden de
relevancia, fue el cansancio, dolor de cabeza, dolor de garganta y fatiga, diarrea y tos seca, y
secreción y/o goteo nasal. Sin embargo, los profesionales de emergencias que consideraban que
estaban suficientemente protegidos manifestaron menor cantidad de síntomas asociados a la
COVID-19, entre los que se destacan la tos seca, fiebre, secreción y goteo nasal, dolor de
garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, pérdida de olfato y deterioro o pérdida del
sentido del gusto.
Los resultados ponen el foco en la conveniencia de protegerse de la COVID-19 con el fin de
minimizar sus efectos en el personal de los equipos de emergencia y, por extensión, en la
población general, siendo las mascarillas faciales, los guantes y el uso de geles para el lavado,
higiene y desinfección de manos, las medidas más utilizadas y, por lo tanto, más
recomendables, al tiempo que la distancia física, especialmente en espacios interiores. La
infección por la COVID-19, a tenor de los resultados, debería contemplarse como un riesgo
laboral para aquellos profesionales que integran los diferentes servicios de emergencias. Por
último, añadir que, aunque se desconocen los posibles efectos adversos por un uso continuado,
se puede afirmar que el uso de la mascarilla facial tiene beneficios para la salud, por lo que
consideramos que ha supuesto y supone una oportunidad para la supervivencia del ser
humano en un entorno cada vez más cambiante, contaminado y amenazado.
Agradecimientos: El autor agradece la colaboración de todas aquellas personas que han colaborado y
participado de manera desinteresada en el desarrollo y consecución de este trabajo.
Financiación: Esta investigación es independiente y no ha recibido financiación externa para su desarrollo.
Los recursos materiales y técnicos han sido sufragados íntegramente por el investigador.
Conflicto de intereses: el autor declara no tener ningún conflicto de intereses.
Bibliografía
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En ABC Sociedad. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/sociedad/abci-multa-
puede-caer-si-no-llevo-mascarilla-coche-202102241144_noticia.html
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Relación entre sintomatología compatible con la COVID-19 y medidas de protección individual en personal de servicios de emergencia

  • 1. Tipo de documento (Artículo) Relación entre sintomatología compatible con la COVID-19 y medidas de protección individual en personal de servicios de emergencia. Senabre Pastor, Jaime A. 1 y 2. .1 Psicólogo. Consultor Medioambiental y de Emergencias. Jefe de Unidad de Bomberos Forestales. .2 Investigador adscrito al Grupo de Investigación en “Clima y Ordenación del Territorio”. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Alicante. * Autor de contacto: Senabre, Jaime; jasenabre@sinif.es Revisión: fecha; Aceptado: fecha; Publicado: fecha Resumen: El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia por la COVID-19 en todo el mundo, debido a la propagación del SARS-CoV-2, un coronavirus de tipo 2, causante de un síndrome respiratorio agudo severo. Las personas afectadas presentan un cuadro que abarca distintos niveles de gravedad, desde la asintomatología a la muerte. Debido al aumento progresivo de casos en España, el 14 de marzo, el Gobierno declara el Estado de Alarma y toma una serie de medidas drásticas como: la paralización de gran parte de la actividad empresarial, el distanciamiento social, el confinamiento domiciliario selectivo de la mayor parte de la población y, la restricción temporal de la libre circulación y de algunos derechos fundamentales, entre otras. Durante las primeras semanas de expansión del virus los servicios asistenciales y de emergencia tuvieron serias dificultades para tener a su disposición Equipos de Protección Individual (EPI´s), tanto en cantidad como en calidad, lo que incrementó los riesgos durante el desempeño de su labor profesional. Ante estos antecedentes, iniciamos un estudio durante los primeros meses de confinamiento domiciliario para averiguar si existe alguna relación entre la sintomatología compatible con la COVID-19 y la disposición de medidas de protección individual en personal de servicios de emergencia. Se elaboró un cuestionario ad hoc. La muestra está formada por personal de emergencias, perteneciente a distintos colectivos profesionales españoles. Los resultados indican que el personal que señaló que no disponía de los EPI´s necesarios (45,54%) informó de mayor manifestación de síntomas compatibles con la COVID-19, como: tos seca, secreción y/o goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, anosmia y pérdida o deterioro del sentido del gusto. Conclusión: La disponibilidad de EPI´s, aunque no elimina totalmente la aparición de sintomatología asociada a la COVID-19 en todas las personas, sí la reduce considerablemente. El 52,46% de la muestra con suficientes medidas de protección no presentó ningún tipo de síntomas. Los resultados ponen el foco en la necesidad de protegerse de la COVID-19 para minimizar sus efectos en el personal de los equipos de emergencia y, por extensión, en la población general. Palabras clave: COVID-19; servicios de emergencia; equipo de protección individual; riesgo laboral; SARS-CoV-2.
  • 2. 1. Introducción El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó como pandemia la enfermedad provocada por un nuevo coronavirus. Este hecho hizo que dicha institución sanitaria declarara la situación de pandemia por la COVID-19 en todo el mundo, debido a la propagación del SARS-CoV-2, un coronavirus de tipo 2, causante de un síndrome respiratorio agudo severo. Las personas afectadas presentaban un cuadro que abarcaba distintos niveles de gravedad, desde la asintomatología a la muerte. Debido al aumento progresivo de casos en España, el 14 de marzo, el Gobierno de la nación declaró un primer Estado de Alarma, que se prolongaría hasta el 21 de junio. Durante ese periodo se tomaron una serie de medidas drásticas como: la paralización de gran parte de la actividad empresarial, el distanciamiento social, el confinamiento domiciliario selectivo de la mayor parte de la población y, la restricción temporal de la libre circulación y de algunos derechos fundamentales, entre otras. Durante las primeras semanas de expansión del virus se desbordó la capacidad de respuesta y de abastecimiento de recursos del sistema. Los servicios asistenciales y de emergencia tuvieron serias dificultades para tener a su disposición Equipos de Protección Individual (EPI´s), tanto en cantidad como en calidad, lo que incrementó los riesgos durante el desempeño de su labor profesional. A raíz de la pandemia por el SARS-CoV-2, la comunidad científica comenzó a dar indicaciones sobre la mejor manera de protegerse contra esta nueva amenaza sanitaria, hasta ahora desconocida, al menos, en parte, puesto que otros tipos de coronavirus ya habían dado quebraderos de cabeza a la comunidad médica y científica anteriormente, como el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio o MERS-CoV, que fue “detectado por primera vez en Arabia Saudita en 2012” (OMS, 2019). Decir que “los coronavirus son una extensa familia de virus causantes de enfermedades que van, desde el resfriado común al síndrome respiratorio agudo severo (SRAS)” y que, según informa la OMS, “aproximadamente el 35% de los casos de MERS-CoV notificados han desembocado en la muerte del paciente” (OMS, 2019). Los medios de comunicación fueron el principal vehículo de transmisión de una progresiva cadena de instrucciones a seguir, tanto por los integrantes de los servicios esenciales, como por la población en general. El desconocimiento inicial, unido a la escasez de recursos para la protección individual y colectiva llevó a un incremento de la creatividad y de la improvisación. Toda la sociedad española fue testigo de la manera en que, por ejemplo, profesionales de la sanidad pública se protegían con trajes elaborados con bolsas de basura de gran tamaño, guantes de limpieza, gafas de buceo y mascarillas faciales hechas de tela al gusto. Mientras tanto, los responsables políticos hacían lo posible por conseguir un material para la protección de los profesionales de emergencias, principalmente, y para la población general, tan necesario como escaso, al menos en las primeras semanas de la pandemia, lo que devino en una crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país. Entre las medidas de protección individual y colectiva, las mascarillas faciales han sido el elemento más destacado y el que más controversia ha podido causar. En primer lugar, tanto los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) de los Estados Unidos, como la OMS (Organización Mundial de la Salud) fueron cambiando las directrices a seguir sobre el uso
  • 3. y tipos de mascarillas faciales a utilizar, llegando a generar gran desconcierto entre la población, en general, y entre los profesionales de los servicios de emergencia, en particular. El uso de la mascarilla obligatorio ha supuesto, a todas luces, una limitación para el ser humano. El proceso de comunicación social se ha visto mermado tras la ocultación de parte de la expresividad de los músculos de la cara, pero sobre todo, por la pérdida de la información proveniente de la articulación de la boca. El hecho de su imposición ha podido interpretarse como una pérdida de libertades individuales. Sin embargo, el uso de la mascarilla también ha supuesto una oportunidad para la supervivencia (como trataremos de demostrar en este estudio) y para la economía. Pensemos que, según una estimación realizada por la OMS para todo el mundo, cada mes se requieren unos 89 millones de mascarillas faciales para usos médicos, así como 129.000 millones para uso de la población general, lo que estaría generando entre 0,2 y 6,3 millones de toneladas anuales de residuos de mascarillas faciales, según una estimación realizada por las investigadoras Eljarrat y Moreno (2021), basada en un peso medio de 2,5 gr., para las higiénicas, y de 7 gr., en el caso de las de tela. El uso de la mascarilla facial y el lavado de manos con gel hidroalcohólico han pasado a formar parte de la rutina diaria y parece que han venido para quedarse, al menos, por un tiempo indeterminado. Numerosos científicos han señalado que constituyen una poderosa herramienta de ayuda para el control de la propagación de la COVID-19, razón por la que “se han convertido en una medida de protección imprescindible frente al virus” (Hernández, C., 2020), y todo apunta a que no solo protege del SARS-CoV-2, sino que el uso de la mascarilla facial tiene otros beneficios para la salud. Según apunta el neumólogo Peces Barba (En Redacción Médica, 2020), vicepresidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), la mascarilla hace la función de filtrado de partículas, lo que implica una menor inhalación de partículas. En el caso de un ambiente contaminado por cualquier tipo de agente contaminante, esa reducción en el número de partículas inhaladas supone un beneficio para la salud. No obstante, cabe señalar que no es lo mismo la inhalación de partículas contaminadas por un virus, como por ejemplo, el SARS-CoV-2, que la inhalación de partículas en suspensión contaminadas por la combustión incompleta de vegetación producida, por ejemplo, en un incendio forestal. En el primer caso, los efectos son más rápidos; en el segundo, a diferencia del virus, el proceso de contaminación es más lento, progresivo y acumulativo. En términos generales, esto se traduce del siguiente modo: en el caso de la contaminación por el virus, puede resultar más fácil establecer una causa efecto; sin embargo, en el segundo caso, es más complicado establecer una relación causal directa, entre la inhalación de CO2 y otros gases derivados de la combustión de celulosa, y la aparición de enfermedades pulmonares o ciertos tipos de cáncer. Como medida higiénico-sanitaria, entre los beneficios del uso de mascarillas faciales, se ha señalado que: - Reducen la propagación de la infección por SARS-CoV-2, al minimizar la excreción de las gotitas de Flügge (Olry de Labry-Lima, A. et al, 2020) - Protegen ante el aire frío, por lo que evitan la infección por el virus respiratorio sincitial (VRS), (Garrido, C. 2021), que en su manifestación más leve puede derivar en resfriados y catarros (Hernández, C., 2020), pero, sin embargo, en su cara menos amable producir efectos más graves como neumonía, bronquiolitis y laringitis (MedlinePlus- Redacción).
  • 4. - Evitan contagios por el virus de la gripe. - Protegen frente a agentes alérgenos y reducen los efectos de las alergias. - Protegen frente a enfermedades como la tuberculosis. - Filtran agentes contaminantes del ambiente y ayudan a respirar menos agentes producto de la contaminación. Una vez señalados los beneficios del uso de mascarillas, conviene añadir, aunque sea sucintamente, que cada situación tiene unas características y circunstancias específicas, por lo que hay que tener cautela a la hora de protegernos. Por ello, a la hora de elegir la mascarilla apropiada a cada situación se deberían tener en cuenta aspectos como: la eficacia de filtración bacteriana, el grado de respirabilidad, el sentido de filtración y que cumpla con los estándares específicos de fabricación (Pérez Raya, F., 2021). Esto es, que estén homologadas para un uso concreto. Una vez tenidos en cuenta los aspectos anteriores, se debe evaluar el riesgo de transmisión del virus, siendo la situación más crítica en interiores y donde se realicen actividades que aumenten la generación de aerosoles. No entraremos en ofrecer una clasificación pormenorizada de los tipos de mascarillas disponibles, sus recomendaciones de uso y normativa específica, ya que excedería el objeto de esta introducción y de este estudio. Desde la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), su portavoz, el Dr. Navarro mantiene que las medidas higiénico-sanitarias para contener a la COVID-19 han sido cruciales en el resultado de baja incidencia de otros virus respiratorios en el año 2021, como es el caso del VRS, que afecta, especialmente, a niños pequeños (Navarro, J. Mª., 2021). Lo que se ha traducido en una disminución importante de las visitas a los servicios de urgencia por motivo de infecciones de tipo respiratorio, algo que era frecuente antes de la pandemia. Tal y como apunta la Dra. García-Onieva, secretaria de AEP (Asociación Española de Pediatría), el lavado de manos, la distancia social y el uso de mascarillas evita que se propaguen los virus respiratorios y, por lo tanto, protegen, tanto a niños como a adultos (García-Onieva, Mª., 2021). No obstante, la comunidad médica baraja la “hipótesis del nicho ecológico”, que plantea la posibilidad de que la alta transmisión de un virus nuevo desplace a otros virus que puedan compartir el mismo nicho. En ese sentido, el SARS-CoV-2 es un virus nuevo para la especie humana y su capacidad de transmisión es más alta que otros virus ya estabilizados en humanos, como el de la gripe o el VRS. Según aporta la Dra. Vázquez, presidenta de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría, el rinovirus (virus del catarro común) es el único que ha coexistido con el SARS-CoV-2 desde que se inició la pandemia (Vázquez, P., 2021). Todo parece indicar que, a medida que la incidencia de la COVID-19 vaya bajando, irán resurgiendo otros tipos de virus desplazados por el actual virus dominante, al tiempo que se irá estabilizando en nuestra especie el SARS-CoV-2, lo que facilitará su mejor manejo. Según una revisión de revisiones realizada por Olry de Labry-Lima, A. et al (2020) sobre la efectividad del uso de mascarilla facial para evitar las infecciones en población general, centros de cuidados de larga duración, centros hospitalarios y eventos masivos, los resultados hacen inferir que “el uso de mascarillas se asocia a un efecto protector frente a las infecciones respiratorias, tanto en los centros sanitarios como en los centros de cuidados de larga duración y en los eventos masivos”. A partir de los resultados obtenidos en un total de 8 revisiones sistemáticas (umbrella review), estos autores recomiendan el uso de la mascarilla facial en la población general. Pero su recomendación no se reduce a su mero uso, sino que inciden en que para que sean efectivas han de usarse adecuadamente, por lo que proponen la necesidad de un
  • 5. Plan de Formación para mejorar su uso y protección, ya que en el caso contrario (un uso inadecuado) se podría estar favoreciendo la propagación y la consecuente infección. Además, cabe añadir, que un mal uso de las medidas de protección individual puede contribuir al aumento de la confianza y a dar una falsa sensación de seguridad, tanto al usuario como a las personas cercanas al mismo. Por otro lado, señalar que no trascienden muchos estudios que traten de evaluar los riesgos potenciales por un uso prolongado de las principales medidas de protección, como mascarillas, geles hidroalcohólicos y guantes. Se han reportado síntomas como acné facial, en el primer caso, y problemas en la piel, en el resto. También, la OMS desaconsejó en diciembre de 2020 el uso de la mascarilla durante la práctica de deporte intenso, puesto que podría provocar daños cardiovasculares y generar arritmias cardiacas y neumotórax espontáneo. En algunos tipos de mascarilla se detectó grafeno y fueron retiradas del mercado español, ante la sospecha de que la inhalación de este material pudiera causar daños en los pulmones de los usuarios. Siguiendo en esta línea, añadir que existen excepciones que permiten la exención del uso de mascarillas, como sería en una situación de fuerza mayor, en el caso de las personas que acrediten tener una enfermedad de tipo respiratorio, en el caso de estar discapacitado o en situación de dependencia; también, en el caso de aquellas personas que presenten alguna alteración o desorden relacionado con la conducta (ABC-Redacción, 2021b). Eljarrat y Moreno (2021) han estudiado los niveles de plásticos y el grado de liberación de éstos compuestos durante su uso. Polímeros como el polipropileno, poliestireno, polietileno y el poliéster están en la base de los compuestos a partir de los cuales se fabrican las mascarillas faciales. Estamos hablando de compuestos químicos que actúan como plastificantes organofosforados y retardantes de llama, apuntan estas autoras, detectando en sus ensayos niveles de plastificantes que iban, desde 0,02 microgramos/unidad en las mascarillas quirúrgicas, hasta 27,7 microgramos/unidad en las del tipo KN95. Estas investigadoras del IDAEA-CSIC (Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua) han concluido que en torno a un 10% de los plastificantes presentes en cada mascarilla eran inhalados durante su uso. Como elemento excepcional, encontraron que en las mascarillas de tela reutilizables y con certificación UNE 0065 no se produjo liberación alguna de estos plastificantes. Aunque la cantidad inhalada se sitúa por debajo del umbral de riesgo para este tipo de compuestos, pensamos que lo ideal sería reducir a la mínima expresión la liberación e inhalación de estos materiales, puesto que podrían comprometer la salud tras un uso continuado. Una vez abordados los beneficios del uso de las mascarillas faciales como medida de prevención para la salud y de contención de la propagación del virus, nos queda averiguar si el uso de este tipo de elementos de protección, unido a otras medidas preventivas, tiene un papel mitigador de los efectos adversos del SARS-CoV-2 sobre el organismo. Ante estos antecedentes, iniciamos un estudio durante los primeros meses de confinamiento domiciliario, con el objeto de averiguar si existe alguna relación entre la sintomatología compatible con la COVID-19 y la disposición de medidas de protección individual en personal de servicios de emergencia. 2. Materiales y métodos Este estudio forma parte de una investigación independiente más amplia sobre el posible impacto psicosocial de la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 en la población residente en España. El propósito es conocer la percepción y opinión que tienen los ciudadanos
  • 6. sobre esta crisis sanitaria sin precedentes en nuestro país, así como averiguar cómo influye un suceso de estas características en la sociedad, en general, y en las personas, en particular. La finalidad última es poder contribuir al diseño futuro de planes de prevención para la población y al establecimiento de estrategias adecuadas de intervención psicosocial que sean capaces de mitigar el posible impacto físico y psicológico negativo asociado, muchas veces, a este tipo de incidentes críticos. Para llevar a cabo el estudio se construyó un cuestionario ad hoc, el cual integra diversos instrumentos de evaluación psicológica y otra serie de preguntas relacionados específicamente con el objetivo de la investigación. La prueba se ha dividido en 3 partes y cuenta con 233 ítems de respuesta variable. Además, incluye 4 ítems iniciales adicionales que correponden con el consentimiento informado y los criterios de exclusion. Se trata de un estudio "ciego" en el que los participantes desconocen los instrumentos de evaluación científica utilizados, a fin de evitar la posible contaminación o influencia en las repuestas. El cuestionario es insertado en una plataforma online de pago, a la que los participantes acceden mediante un único enlace previamente proporcionado por los investigadores. Esta herramienta permite, entre otras cosas, realizar un seguimiento puntual, tanto del nivel de participación como de resultados estadísticos básicos. La motivación para la colaboración y el reclutamiento de participantes se realiza a través de mailing y campañas promocionales en redes sociales, como facebook y twitter; también, a través de grupos de whatsUpp. Todo mediante la técnica de bola de nieve. El acceso a la prueba estuvo activo durante dos meses, iniciándose a principios de abril y finalizando a principios de junio de 2020. Se informó a los participantes de que se garantizaba el anonimato y la confidencialidad de todos los datos recopilados, que se utilizarían exclusivamente para la producción de trabajos científicos, sin contrapartida financiera u otra para el participante. También, que no se realizaría ninguna transacción financiera con los datos recopilados. El cuestionario está dirigido únicamente a personas mayores de 18 años residentes en España, independientemente de cuál sea su nacionalidad o país de origen. La totalidad de la muestra está formada por n=708 sujetos, pero dada la particularidad de esta parte del estudio, únicamente referido a personal de emergencias, la muestra que manejamos es de n=112 individuos, pertenecientes a distintos colectivos profesionales españoles: sanitarios (32,14%), bomberos (27,68%), policías (4,46%), ejército (1,79%), protección civil (8,93%) y otros (25%). La sociodemografía de la muestra indica que la totalidad de los participantes tiene nacionalidad española. Hay representación de casi todas las Comunidades Autónomas, excepto de Navarra y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. La Comunidad Valenciana y la de Madrid son las que tienen mayor representación en este estudio, seguidas de Castilla y León, y Canarias. El 61,61% son hombres y el 38,39% mujeres. El rango de edades se expone en la tabla 1. Rango de edad % de n 18-24 7,14 25-34 18,75 35-44 20,54 45-54 40,18 55-64 11,61 65 y más 1,79 Tabla 1. Porcentaje de la muestra en función del rango de edad. En cuanto al estado civil, el 41,96% informan estar casados, el 36,61% solteros, el 10,71% pareja de hecho, el 8,04% divorciados, el 1,79% separados y el 0,89% viudos. El 50% no tienen
  • 7. hijos, el 25% solo tiene uno, el otro 24% entre 2 y 3 hijos; tan solo el 1% informa tener 4 hijos o más. En cuanto a la situación laboral, el 23% son funcionarios, el 11,61% personal laboral de la Administración Pública, el 40% fijos de empresa y el 14% personal eventual o contratado por obra o servicio determinado, el resto se reparte entre otras categorías residuales. En definitiva, el 59% trabaja en la empresa pública y el 33% en la privada, quedando otros formatos minoritarios sin una representación descatable. En cuanto a la clase social de la muestra, destacar que el 46,5% dice pertenecer a la clase media, el 24% a la clase media-baja y el 26% a la clase obrera-trabajadora. 3. Resultados Dos tercios de la muestra indican que desconocen si han sido contagiados por la COVID- 19, y tan solo el 6,25% dice estar asintomático. El 54,46% manifiesta que cuenta con suficientes medidas de protección ante la enfermedad, frente al 45,54% que considera que las medidas de protección con las que cuenta son insuficientes. En cuanto a los tipos de medidas de protección disponibles, destacar las referidas a la desinfección e higiene de manos, las mascarillas faciales y los guantes (ver tabla 2). Implemento de protección % de n Mascarillas faciales 85,71 Guantes 85,71 Gafas 34,82 Pantallas faciales 30,36 Gel hidroalcohólico y otros geles para lavado, higiene y desinfección de manos 87,50 Otros 13,39 Ninguno de los anteriores 0,89 Tabla 2. Disponibilidad de medidas de protección frente a la COVID-19 El 27,68% de los participantes en el estudio informa que ha estado en contacto con personas infectadas por el SARS-CoV-2, el 57,14% no lo sabe y el resto (15,18%) lo niega. Además, el 29,46% tiene a algún familiar o persona cercana afectada por la enfermedad. El 15,18% no lo sabe y el 55,36% no tiene personas contagiadas de su entorno más cercano. El 16,96% ha llegado a perder a algún familiar o persona allegada por la COVID-19. Los resultados indican que el personal que señaló que no disponía de los EPI´s necesarios (45,54%) informó de mayor manifestación de síntomas compatibles con la COVID-19, como: tos seca, fiebre, secreción y/o goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, anosmia (pérdida de olfato) y pérdida o deterioro del sentido del gusto. Los que contaban con EPI´s suficientes (54,46%) presentaron mayor disnea (dificultad para respirar) y malestar general (13,11%) y dolor muscular (16,39%). La fatiga fue similar en ambos grupos (21,31%). Como dato relevante, destacar que el 52,46% de los participantes, que percibían que contaban con suficientes medidas de protección, manifiestaron no tener ningún tipo de síntomas asociados con el SARS-CoV-2, frente al 35,29% de los pertenecientes al grupo con una percepción de insuficiencia de este tipo de medidas. La disnea, el malestar general y los dolores musculares fueron menores en aquellos profesionales de emergencias que no disponían de suficientes medidas de protección frente a la enfermedad. Por otro lado, el personal que consideraba que estaba suficientemente protegido manifestó menores niveles de tos seca, fiebre, secreción y goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, pérdida de olfato y deterioro o pérdida del sentido del gusto.
  • 8. La sintomatología más prevalente en el grupo con insuficientes medidas de protección fueron: cansancio (39,22%), dolor de cabeza (35,29%), dolor de garganta y fatiga (21,57%), diarrea y tos seca (19,61%) y secreción y/o goteo nasal (17,65%). 4. Discusión Si tratamos de pensar cómo era nuestra vida cotidiana antes de la pandemia, una de las primeras cosas que nos va a venir al pensamiento es la posibilidad de observar las caras de la gente y percibir su expresión en cada momento, incluida la articulación de la boca al hablar, algo habitual y normal en nuestra vida en sociedad. Apenas nadie utilizaba las mascarillas faciales, es más, mirábamos extrañados a turistas o visitantes (principalmente, de origen oriental) que las llevaban puestas. Sin embargo, a partir del 14 de marzo de 2020, todo cambió radicalmente en nuestras vidas. Lo normal se convirtió en imposible y lo anormal, en un tipo de ficción, una distopía vivida en tiempo real, como si fuese algo irreal. Hubo que incorporar elementos de prevención en nuestro día a día relacionados con la higiene y la seguridad individual y colectiva. Los seres humanos, como seres sociales, tenemos las costumbres bien arraigadas y forman parte del acervo cultural e identidad de cada pueblo. La imposición de restricciones de la movilidad y la obligatoriedad de uso de una serie de elementos de protección e higiene sospechamos que ha debido tener un coste nada despreciable, tanto a nivel económico, como psicosocial. La falta de abastecimiento inicial y el desconocimiento del uso adecuado de algunos de los elementos de protección individual impuestos hicieron que el proceso de adaptación no fuera fácil. La gestión de la incertidumbre fue el gran reto diario de la ciudadanía y, especialmente, en los profesionales de los servicios esenciales y de emergencias. Aspectos como el tipo de mascarilla existente o disponible, su adecuación a un uso concreto, el tiempo máximo de utilización para mantener el mayor nivel de protección, la posibilidad o no de reutilización, los modos de proceder en cada caso, etc., han supuesto un gran esfuerzo adaptativo, en un modelo de sociedad cada vez más acomodaticio. Con el paso de los meses, la comunidad científica ha ido teniendo un mayor conocimiento del comportamiento del SARS-CoV-2, por lo que es sabido que una de las principales vías de contagio es su transmisión a través de los aerosoles (Eljarrat, E. y Moreno, T., 2021). La OMS, que al principio de la pandemia mantuvo una postura ambigua con respecto al uso generalizado de la mascarilla facial, terminó reconociendo que “el uso de la mascarilla médica era una de las medidas de prevención que podría limitar la propagación de ciertas enfermedades virales respiratorias, incluida la COVID-19” (Eljarrat, E. y Moreno, T. (2021). De hecho, sabemos que el uso de mascarillas faciales combinadas con otras medidas preventivas, como el lavado frecuente de manos y el distanciamiento físico en las relaciones sociales, pueden contribuir a una ralentización de la transmisión del virus SARS-CoV-2, tanto en espacios abiertos como cerrados. No obstante, a medida que se ha ido avanzando en el proceso de vacunación de la población se han ido relajando las medidas restrictivas y la obligatoriedad de llevar mascarillas, principalmente, en ambientes exteriores. Lo que no significa que vaya a eliminarse por completo, al menos, por ahora. Todo parece apuntar a que, en España, su uso seguirá siendo obligatorio en situaciones concretas (p.e. interiores) y recomendable en circunstancias particulares (p.e. como prevención de alergias en primavera), más cuando las vacunas disponibles y dispensadas a la población española no son esterilizantes, esto es, que no bloquean absolutamente la entrada del SARS-CoV-2 y su transmisión a terceros (Soto Medina, J. 2021).
  • 9. Con la finalidad de reducir el impacto ambiental por los residuos generados por el uso de las mascarillas, sería recomendable el uso en exteriores de las mascarillas de tela reutilizables, siempre y cuando cuenten con la certificación UNE 0065 y se pueda mantener cierta distancia social de seguridad. En su defecto, la mejor elección sería la mascarilla quirúrgica tipo IIR, puesto que, de las de su grupo, es la que ofrece una mayor protección frente a salpicaduras. Sin embargo, el uso de mascarillas tipo FFP2 sigue siendo la elección estrella en ambientes interiores donde la ventilación es escasa. Asimismo cabe añadir que, apoyándonos en los ensayos expuestos anteriormente, se desaconseja el uso de las mascarillas del tipo KN95, dado que no cumplen la normativa europea, por lo que nunca debió permitirse su uso en España. Los resultados obtenidos en el presente trabajo han reafirmado la idea de que es mejor prevenir que curar, más cuando la exposición individual y colectiva a la enfermedad es significativamente mayor en los miembros de los servicios de emergencia y puede ir la vida en ello. Por ese motivo consideramos que debería incluirse la infección por el SARS-Cov-2 como riesgo laboral en este tipo de colectivos profesionales, al estar más expuestos al posible contagio. A pesar de los datos extraídos en este trabajo, cabe señalar que la muestra, aun siendo diversa en cuanto a colectivos colaboradores, no resulta representativa, debido al número limitado de participantes pertenecientes a dichos grupos profesionales. No obstante, pensamos que los resultados sí que pueden sumarse a otros estudios que se hayan hecho en la misma dirección. Somos conscientes de que nos dejamos abiertos muchos flecos, como la posible relación de algunas de las variables de tipo sociodemográfico con la percepción del riesgo, en función de las medidas de protección disponibles. Asimismo, el análisis particular de posibles diferencias entre los diferentes colectivos, p.e. sanitarios y bomberos, en cuanto a la sintomatología asociada con la enfermedad, en función del nivel de exposición implícita en cada profesión, ya que nos ha llamado mucho la atención de que más del 85% informa que cuenta con gel higienizante, mascarillas y guantes. Es posible que, a pesar de disponer de este material en la mayoría de los casos, éste no sea considerado suficiente como para realizar las funciones y tareas de algunos grupos profesionales, como puede ser el de los sanitarios, algo en lo que cabe profundizar. También, se podrían establecer posibles relaciones entre las posibles experiencias traumáticas relacionadas con la enfermedad y la percepción que se tiene sobre la suficiencia o no de medidas de protección frente a la COVID-19. Es importante señalar que la relación de síntomas asociados a la COVID-19 utilizada en este estudio ha tratado de ser lo más exhaustiva posible, teniendo en cuenta el conocimiento que se tenía de la materia en el momento de diseñar la investigación y elaborar el cuestionario de referencia. A medida que han ido pasando los meses se ha ido informando de nuevas reacciones a la enfermedad y descubriendo síntomas que, por razones obvias, no podían incluirse en nuestra relación sintomática. Este hecho abre las puertas a futuros trabajos que incluyan un mayor número de síntomas, entonces, desconocidos en las primeras semanas y meses de la pandemia. Este estudio presenta otra limitación añadida, puesto que se ha tratado de relacionar la disposición de medidas de protección individual y la manifestación de síntomas compatibles con la enfermedad, pero no sabemos realmente si las personas que han informado manifestar sintomatología asociada han desarrollado la enfermedad en algún momento. Aunque bien es cierto que, en los primeros estadíos de la pandemia hubo mucho desconocimiento de la enfermedad y se carecía de pruebas diagnósticas, tipo PCR.
  • 10. Algunas de las cuestiones que también quedan por resolver y que no se contemplan en nuestro trabajo son: la gestión de los residuos generados por el consumo masivo de las mascarillas no reutilizables y los posibles efectos adversos sobre la salud humana que puedan surgir derivados de un uso diario y prolongado en el tiempo de las mismas, sean del tipo que sean. 5. Conclusiones La disposición de medidas de protección y de EPI´s, aunque no elimina totalmente la aparición de sintomatología asociada a la COVID-19 en todas las personas, sí la reduce considerablemente. El 52,46% de la muestra de este estudio y que manifestó disponer de suficiente protección frente a la enfermedad no presentó ningún tipo de síntomas asociados con la enfermedad. Aquellos profesionales de los servicios de emergencia que contaron con las suficientes medidas de prevención tuvieron una significativa disminución de síntomas asociados con el SARS-CoV-2, frente a aquellos que no disponían de ellas, aunque hubo un 35,29% de este último grupo que tampoco manifestó síntomas asociados. La sintomatología más prevalente en el grupo con insuficientes medidas de protección individual, por orden de relevancia, fue el cansancio, dolor de cabeza, dolor de garganta y fatiga, diarrea y tos seca, y secreción y/o goteo nasal. Sin embargo, los profesionales de emergencias que consideraban que estaban suficientemente protegidos manifestaron menor cantidad de síntomas asociados a la COVID-19, entre los que se destacan la tos seca, fiebre, secreción y goteo nasal, dolor de garganta y de cabeza, escalofríos, cansancio, diarrea, pérdida de olfato y deterioro o pérdida del sentido del gusto. Los resultados ponen el foco en la conveniencia de protegerse de la COVID-19 con el fin de minimizar sus efectos en el personal de los equipos de emergencia y, por extensión, en la población general, siendo las mascarillas faciales, los guantes y el uso de geles para el lavado, higiene y desinfección de manos, las medidas más utilizadas y, por lo tanto, más recomendables, al tiempo que la distancia física, especialmente en espacios interiores. La infección por la COVID-19, a tenor de los resultados, debería contemplarse como un riesgo laboral para aquellos profesionales que integran los diferentes servicios de emergencias. Por último, añadir que, aunque se desconocen los posibles efectos adversos por un uso continuado, se puede afirmar que el uso de la mascarilla facial tiene beneficios para la salud, por lo que consideramos que ha supuesto y supone una oportunidad para la supervivencia del ser humano en un entorno cada vez más cambiante, contaminado y amenazado. Agradecimientos: El autor agradece la colaboración de todas aquellas personas que han colaborado y participado de manera desinteresada en el desarrollo y consecución de este trabajo. Financiación: Esta investigación es independiente y no ha recibido financiación externa para su desarrollo. Los recursos materiales y técnicos han sido sufragados íntegramente por el investigador. Conflicto de intereses: el autor declara no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografía ABC-Redacción (2021a). Cómo comprar la mascarilla adecuada según las enfermeras. En ABC Sociedad. Actualizado: 04/03/2021. Disponible en: https://www.abc.es/sociedad/abci-como-comprar-mascarilla- adecuada-enfermeras-nsv-202102251505_noticia.html
  • 11. ABC-Redacción (2021b). No llevar la mascarilla en el coche puede suponer una multa de hasta 100 euros. En ABC Sociedad. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/sociedad/abci-multa- puede-caer-si-no-llevo-mascarilla-coche-202102241144_noticia.html Asociación Española de Normalización (2020). Especificación UNE 0065. Mascarillas higiénicas reutilizables. Requisitos de materiales, diseño, confección, marcado y uso. Para uso en adultos y niños. Abril 2020. Consejo General de Colegios Farmacéuticos (2021). Informe Técnico-COVID-19 y uso de mascarillas. Informe actualizado, Versión 25/06/2021. Disponible en: https://www.portalfarma.com/Profesionales/campanaspf/Asesoramiento-salud-publica/infeccion- coronavirus-2019-nCoV/Documents/mascarillas-coronavirus.pdf Eljarrat, E. y Moreno, T. (2021). ¿Es seguro para la salud el uso continuado de las mascarillas? En ABC, Salud-Enfermedades. Actualizado: 25/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-seguro-para-salud-continuado-mascarillas- 202106021222_noticia.html García-Onieva, Mª. (2021). Citada en: Garrido, C. , 2021. Las infecciones respiratorias que la mascarilla mantuvo a raya este invierno: gripe, bronquiolitis, laringitis… En ABC Salud-Enfermedades. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-infecciones-respiratorias-mascarilla- mantuvo-raya-este-invierno-gripe-bronquiolitis-laringitis-202106181313_noticia.html Garrido, C. (2021). Las infecciones respiratorias que la mascarilla mantuvo a raya este invierno: gripe, bronquiolitis, laringitis… En ABC Salud-Enfermedades. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-infecciones-respiratorias-mascarilla-mantuvo-raya-este- invierno-gripe-bronquiolitis-laringitis-202106181313_noticia.html Hernández, C. (2020). Los cinco beneficios de llevar mascarilla más allá de protegerte del Covid. En Redacción Médica, Neumología, publicado el 29/11/2020. Disponible en: https://www.redaccionmedica.com/secciones/neumologia/mascarillas-beneficios-coronavirus- proteccion-covid-enfermedades-contaminacion-2248 Mayo Clinic-Equipo de Redacción (2021). Las mascarillas, ¿brindan buena protección contra el coronavirus? En Mayo Clinic, ART-20485449. Publicado el 24/08/2021. Artículo escrito por personal de Mayo Clinic. Disponible en: https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/coronavirus/in- depth/coronavirus-mask/art-20485449 MedlinePlus-Redacción. Virus respiratorio sincitial. Otros nombres: virus sinticial respiratorio. Disponible en: https://medlineplus.gov/spanish/respiratorysyncytialvirusinfections.html Ministerio de Sanidad (2020). Documento técnico: Recomendaciones sobre el uso de mascarillas en el contexto del COVID-19. Publicado el 10/06/2020. Disponible en: https://www.mscbs.gob.es/en/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/Reco mendaciones_mascarillas_ambito_comunitario.pdf Miranda, I. (2021). La mascarilla no será obligatoria en exteriores siempre que haya una distancia de metro y medio. En ABC Sociedad. Actualizado: 25/06/2021. https://www.abc.es/sociedad/abci-mascarilla-no- sera-obligatoria-exteriores-siempre-haya-distancia-metro-y-medio-
  • 12. 202106231704_noticia.html#vca=mod-sugeridos-p2&vmc=relacionados&vso=la-mascarilla-no-sera- obligatoria-en-exteriores-siempre-que-haya-una-distancia-de-metro-y- medio&vli=noticia.video.sociedad Navarro, J. Mª. (2021). Citado en: Garrido, C., 2021. Las infecciones respiratorias que la mascarilla mantuvo a raya este invierno: gripe, bronquiolitis, laringitis… En ABC Salud-Enfermedades. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-infecciones-respiratorias-mascarilla- mantuvo-raya-este-invierno-gripe-bronquiolitis-laringitis-202106181313_noticia.html Olry de Labry-Lima, A., Bermúdez-Tamayo, C., Martínez-Olmos, J., y Martín-Ruiz, E., (2020). El uso de las mascarillas en la protección de las infecciones respiratorias: una revisión de revisiones. En Enferm Infecc Microbiol Clin. 2020 Oct. 21. Spanish. doi: 10.1016/j.eimc.2020.07.008 Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7575638/ OMS (2019). Coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV): Datos y cifras. Publicado el 11/03/2019. Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact- sheets/detail/middle-east-respiratory-syndrome-coronavirus-(mers-cov) Peces Barba, G. (2020). Citado en Hernández, C., 2020. Los cinco beneficios de llevar mascarilla más allá de protegerte del Covid. En Redacción Médica, Neumología, publicado el 29/11/2020. Disponible en: https://www.redaccionmedica.com/secciones/neumologia/mascarillas-beneficios-coronavirus- proteccion-covid-enfermedades-contaminacion-2248 Pérez Raya, F. (2021). Citado en ABC-Redacción, 2021a. Cómo comprar la mascarilla adecuada según las enfermeras. En ABC Sociedad. Actualizado: 04/03/2021. Disponible en: https://www.abc.es/sociedad/abci- como-comprar-mascarilla-adecuada-enfermeras-nsv-202102251505_noticia.html Soto Medina, J. (2021). Las vacunas esterilizantes bloquean absolutamente la entrada del Covid al cuerpo y su contagio. En ConSalud.es. Publicado el 18/08/2021. Disponible en: https://www.consalud.es/pacientes/especial-coronavirus/las-vacunas-esterilizantes-bloquean-entrada- covid-cuerpo-contagio_101006_102.html Vázquez, P. (2021). Citada en: Garrido, C., 2021. Las infecciones respiratorias que la mascarilla mantuvo a raya este invierno: gripe, bronquiolitis, laringitis… En ABC Salud-Enfermedades. Actualizado: 18/06/2021. Disponible en: https://www.abc.es/salud/enfermedades/abci-infecciones-respiratorias-mascarilla- mantuvo-raya-este-invierno-gripe-bronquiolitis-laringitis-202106181313_noticia.html