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La cuestión étnico-nacional en la escuela
1. 1
La cuestión étnico-nacional en la escuela y la comunidad
EL FENÓMENO DE LA NACIÓN
AKZIN, Benjamín. Estado y Nación.
Breviario núm. 200, F.C.E., México, 1968, pp. 32-52.
EL PUNTO de partida de nuestro estudio es el grupo étnico en el
momento en que empieza a vislumbrarse ya sea como un factor
activo en una estructura política existente o como un reto para tal
estructura. En este punto, se empieza a aludir al grupo étnico como
una nación o nacionalidad en el uso más amplio del término.
Sin embargo, deberá lanzarse una breve mirada al grupo étnico como
tal, sin tomar en cuenta su significado político.
Como todas las categorías sociales, el grupo étnico es una
caracterización o descripción aproximada de un segmento dado de la
humanidad marcado por una tendencia prevaleciente dentro de él. No
entraña simplemente que las características ahí comprendidas deban
estar inevitablemente presentes en todo individuo aislado o en dosis
precisamente verificables. Por esta razón, las categorías sociales en
general y los grupos étnicos en particular no se prestan a definiciones
precisas. Lo mismo puede aplicarse también a las naciones, en el
sentido étnico.2 Así pues, -hemos de describir, más que definir, el
grupo étnico.
El término proviene del griego ethnos, que ha Hasta ahora,
solamente se han mencionado los criterios objetivos de naturaleza no
política. Los criterios subjetivos, es decir aquellos cultivados
conscientemente en virtud de su efecto cimentador de grupo y la
influencia de las estructuras políticas sobre los grupos étnicos, se
considerarán más tarde.
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Básicamente sin ninguna importancia para la existencia de grupos
étnicos, aunque de una inmensa importancia social en sí mismas, son
aquellas características que principalmente están relacionadas con la
estratificación social, la uniformidad o de otra manera con los niveles
económicos y las ocupaciones, la diversidad de niveles culturales
dentro de la misma cultura y con las ideologías seculares
prevalecientes o en competencia. Una uniformidad relativa en
cualquiera de estos campos, si se presenta en un grupo étnico,
obviamente amplía la base de su homogeneidad e intensifica su
cohesividad. Las diversidades en cualquiera de estos aspectos,
también esto es muy obvio, se apartan de la homogeneidad y
cohesión del grupo pero, a pesar de ello, no destruyen ese mínimo de
cohesión que nos permite considerarlo un grupo étnico.
El momento en que el grupo étnico entra en nuestro campo especial
de interés es aquel en el que ha excedido las dimensiones puramente
locales y ha cobrado importancia en la esfera política. Es en ese
momento cuando el apelativo de nación o nacionalidad se le puede
aplicar. El tamaño es un importante aspecto del fenómeno. Como
punto de principio, cualquier grupo de gente caracterizado por el
esquema de símilitud-disimilitud que más arriba se observó, pudo
haber sido observado como una nación cualesquiera que hayan sido
sus números y distribución geográfica. En este sentido, una
comunidad aldeana en los trópicos, basada en el parentesco y
suficientemente aislada de otras comunidades aldeanas en la misma
área general para tener sólo una comunicación escasa con ellas y
para desarrollar un dialecto distinto, podría ser llamado así. Pero —en
el lenguaje corriente—, tendremos que confinar el uso del término a
un grupo que se extienda en número mucho más allá de una simple
comunidad de parentesco y que se expanda mucho más allá de una
simple localidad. Por consiguiente, en donde no se ha desarrollado
una comunicación suficiente dentro de una región dada para redundar
en un esquema de una similitud cultural considerable, decimos que la
gente de esa región todavía no se ha fundido en una nación y que
vive en una etapa de parentesco, en una etapa tribal, en una etapa
parroquial (para usar de manera anacrónica una expresión que se ha
tomado de un dominio enteramente diferente), pero, de cualquier
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manera, en una etapa de la sociedad que es prenacional. Esto
significa que el grupo nacional no tiene la misma edad de la
humanidad, pero presupone una civilización bastante avanzada con
una amplia comunicación entre las unidades sociales más pequeñas
dentro del área. Un cierto número de civilizaciones del mundo antiguo
—las de China, la India, Persia, Mesopotamia, Judea, Egipto, Grecia,
así como cierto número de civilizaciones avanzadas en la América
pre-colombina— sin duda alguna puede ser considerado como si
hubiera alcanzado la etapa de nación. Algunas civilizaciones pre-
modernas —las de origen celta, germano, semítico, eslavo y turánico,
y de cierta:, sociedades pre coloniales de África— pueden ser
consideradas como estuvieran en su camino a una formación de
nacionalidad. Pero podría decirse que las sociedades primitivas
y cuasi primitivas han permanecido en etapa prenacional de
desarrollo hasta nuestros días. La segunda característica que se toma
por supuesta en un grupo considerado como nación o nacionalidad es
la del significado importante en un conjunto político. El término no
adquirió este sentido de golpe. En latín clásico, posclasico y
medieval, natío era solamente uno entre varios términos usados
aproximadamente en el sentido del griego ethnos y de ninguna
manera era el más extendido de ellos; gens, más
especialmente, era un serio competidor. Bien se sabe que nationes
en los tiempos medievales se usaba más a menudo sin ninguna
connotación política. Solamente hacia fines de la Edad Media natío,
tanto en latín como en las nuevas lenguas europeas, sobresale por
encima de sus rivales, gana una más amplia circulación y adquiere
un sentido político. Obtiene una especie de reconocimiento oficial
dentro del "Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana". Esta
connotación política del término, una vez que se hubo establecido, no
se perdió nunca. En efecto, observamos que muy a menudo y
especialmente en la lengua inglesa y en las romances, la connotación
se hace tan dominante que tiende a desalojar enteramente el sentido
original —étnico—, un uso que debería ser bien observado, aunque
no se comparta en este estudio.
De lo anterior se desprende que nuestro interés por un grupo étnico
tiende a disminuir a medida que se reduce su influencia política y
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cuando lo hace, y en la medida en que pierde su carácter de grupo
nacional y cuando lo pierde. Así pues, los grupos étnicos conocidos
como macedonios o croatas o rusos blancos, a distinción de otros
eslavos del sur o de los grandes rusos, han ejercido y continúan
hasta cierto punto ejerciendo a través de sus características propias
un notable electo sobre la estructura política de la sociedad en la
que viven. Por otra parte, los bretones y los provenzales y saboyanos
y los plattdeunche y los calabreses, así como los montañeses de la
Virginia Occidental y los amish de Pennsylvania, aunque no menos
distinguibles de sus vecinos franceses' y alemanes, italianos y
norteamericanos, han visto que sus rasgos característicos se reducen
solamente a la esfera cultural, a una variedad en sus mores,
(mores es el conjunto de prescripciones, de normas, cuyo
cumplimiento se exhorta a seguir en una época y en una sociedad o
en una cultura determinada, a la cual se le conoce como moral en el
campo de la ética, su etimología viene del latín mores, es decir
costumbres refiriéndose al modo de hacer o de comportarse), incluso
a un tipo de rareza folklórica llena de color, pero sin tener ninguna
pretensión o efecto especial sobre la política. Los vascos en España,
los escoceses y galeses en la Gran Bretaña, puede decirse que se
encuentran en algún punto a la mitad entre los dos grupos de casos,
puesto que su desarrollo futuro es incierto, mientras que sus
características favorecen su evolución hacia el tipo no político de
grupo étnico. Al usar el término en el sentido más amplio posible,
hablaremos de un grupo nacional cuando un grupo étnico ejerza
derecho o trate efectivamente de ejercer una influencia importante
sobre la estructura política de la sociedad. Tal influencia puede ser la
función, por así decirlo, del peso simplemente numérico y cultural del
grupo dado y sin ningún esfuerzo deliberado y organizado al respecto.
También puede resultar de un esfuerzo consciente por mantener y
conformar una estructura política en la que los valores del grupo
étnico pudieran encontrar la más amplia satisfacción posible de
acuerdo con las circunstancias. En el primer caso, nos encontramos
con una nación que históricamente, antes del advenimiento de la era
del nacionalismo, se ha organizado como un Estado o cuando menos,
ha logrado reconocimiento para los fines políticos en una parte de él.
En el segundo caso, estamos tratando con una nación que ha llegado
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a esta posición o que está luchando por conseguirla bajo el impulso
del nacionalismo.
En vano buscaremos en la naturaleza o en el alcance de las
similitudes y disimilitudes objetivas una clave para el enigma por el
que algunos grupos étnicos se han convertido, o están dando señales
de estarse convirtiendo en nacionalidades, mientras que otros no se
han cristalizado en naciones o han dejado de parecer tales. Los casos
mencionados antes demuestran este hecho. El primer grupo de
casos, tomado del mundo eslavo, no es "objetivamente" más disímil
de sus vecinos que el segundo grupo seleccionado de la Europa
Occidental y los Estados Unidos. En toda la América Latina las
amplias distinciones de lenguaje, cultura, mores, normas de
civilización, religión, incluso en la estructura racial, color y apariencia
física general, no han podido ejercer —cuando menos hasta el
presente— esa presión típica para un reconocimiento político formal
del grupo étnico que nos justificaría si lo considerásemos una
nacionalidad incluso en estado embrionario. Una situación similar se
logra en el caso de muchos grupos étnicos bien pronunciados en los
nuevos estados poli-étnicos de Asia del Sur y África.
Por otra parte, fenómenos tales como la tensión entre los singaleses y
los tamiles en Ceilán, la lucha de ciertos grupos étnicos de la India por
su reconocimiento como estados autónomos dentro de la federación,
la posición de las tribus shan en Birmania, los intentos de federalizar
el Congo y Nigeria sobre una base étnica, indican que nos
encontramos en presencia de un esquema naciente de
polinacionalidad. Hablando en general, en donde existen grupos
étnicos uno al lado del otro, no se puede estar seguro de cuando se
hará sentir la presión para lograr su adecuado reconocimiento político.
La extensión de sus disimilitudes objetivas no será el factor decisivo
que apoye este desarrollo o lo impida, y, ciertamente, las
exhortaciones que hacen los eruditos que rechazan la nacionalidad,
no tendrán un efecto trascendental. Otros factores, que más tarde
investigaremos, resultarán más importantes. Por el momento, bastará
seguir teniendo en cuenta que la línea entre una nacionalidad de base
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étnica que se convierte en un factor activo en la política y un grupo
étnico que no llega a ser nacionalidad, es incierta y fluctuante.
Las exageraciones en que se solazan tan a menudo quienes arguyen
en torno al tema del nacionalismo, tanto de un lado como de otro, nos
fuerzan a volver a traer el problema a sus propias proporciones bajo
riesgo de decir lo que es obvio. Entonces, hay que poner de relieve
que incluso en donde se han cristalizado plenamente las
nacionalidades y en donde, debido a las circunstancias, la tendencia
dinámica intencional conocida como nacionalismo ha conseguido
amplio apoyo, dichas nacionalidades están lejos de constituir la única
fuerza principal que se manifiesta en la historia. La sociedad es
esencialmente pluralista en el sentido de que el individuo se
encuentra ligado de una manera múltiple y a varios grupos que se
sobreponen. El adulto medio en una sociedad desarrollada es, al
mismo tiempo, miembro de una casa, de una familia interior, de una
familia más amplia o grupo de parentesco, de un círculo de amigos
habituales, de un círculo más amplio de conocidos casuales, de un
grupo de vecinos, de un grupo relacionado por un nivel educativo
similar, de uno o varios grupos con los que ha tenido una experiencia
común (los alumnos de una escuela en diferentes niveles, los
compañeros veteranos, los compañeros empleados e incluso los
compañeros de vacaciones o los turistas), de un grupo ocupacional,
de un grupo con intereses económicos idénticos, de uno con un nivel
similar de bienestar económico (sin que estos tres sean, en lo
absoluto, idénticos), de un grupo de feligreses del mismo templo, de
un grupo más amplio de personas que profesan una misma secta
religiosa y de un grupo todavía más amplio de adherentes a un grupo
de sectas unidas por una base común (por ejemplo la cristiandad o el
Islam o el judaísmo o, todavía más ampliamente, el monoteísmo), de
un grupo lingüístico, de un grupo regional, de una o varias estructuras
políticas (en una 14 federación), de una nación y de cualquier número
de grupos ideológicos o grupos con cierto modo de vida o con ciertas
aficiones (por ejemplo los conservadores, los socialistas, los
pacifistas, los vegetarianos, los nudistas, los amantes de la música
clásica o del jazz, los coleccionistas de timbres, los cazadores, etc.).
Cada uno de estos vínculos produce efectos objetivos de semejanza y
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diversidad así como actitudes subjetivas de solidaridad y alienación;
tal vez ninguno de ellos sea mayor que los que producen los vínculos
socio-económicos que resultan a la larga de una extremada diferencia
en el bienestar económico —efecto que Disraeli tenía en mente en su
declaración, citada tan a menudo, y tan a menudo mal citada,
respecto a las "dos naciones" de que es taba compuesta Inglaterra.
Pero ningún ser humano está caracterizado por ser miembro de un
solo grupo. Cada uno (¡ene vínculos con varios de ellos y ningún par
de grupos tiene miembros idénticos. Hasta cierto punto, esto reduce y
en ocasiones incluso neutraliza completamente el efecto de uno
cualquiera de ellos. Y la nación no es una excepción.
La lista de los vínculos sociales dada aquí está lejos de ser cúmplela.
En muchos casos debería uno añadir a ella vínculos tales como la
participación en un negocio o en una cooperativa, la adhesión a un
partido político y olías asociaciones que persiguen intereses
materiales o no materiales. Aquí, una vez más, mientras que los
círculos subsiguientes pueden alcanzar cierto grado elevado de
convergencia, nunca son completamente convergentes y de esta
manera el carácter pluralista de las lealtades del hombre nunca se ha
perdido por completo.
Ya se ha observado que las naciones como tales no son fenómenos
estables, sino que más bien se desplazan en la escena de la historia,
desapareciendo unas mientras que otras hacen su aparición. Este
constante desplazamiento es todavía más característico de los
miembros de una nación dada. No solamente a través del paso de
generaciones es como cambian sus miembros. Incluso el estado de
nacionalidad de un individuo aislado, está sujeto a cambio, afectado
ionio está por la migración, el matrimonio entre miembros del mismo
grupo, la alienación gradual de un grupo nacional y la integración
gradual en otro. La nacionalidad en el sentido étnico, a diferencia de
la ciudadanía, no puede cambiarse por un acto oficial específico, pero
tampoco es inmutable. La intensidad de la identificación de un
individuo con ella está sujeta a cambio; el acto mismo de la
identificación está sujeto a cambio; la sentencia objetiva de que un
individuo pertenece a un grupo nacional dado —en tanto que tal
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sentencia pueda hacerse sobre la base de criterios objetivos— está
sujeta a cambio; y abundan casos marginales en forma de personas
tuyos vínculos nacionales han sido seriamente trastornados —las
personas llamadas desarraigadas o desnacionalizadas— sin haber
logrado una identidad objetiva suficiente ni una identificación subjetiva
con una nueva nacionalidad.
En las sociedades subdesarrolladas y más tradicionales, el número de
vínculos de grupo es mucho más pequeño y su estabilidad mucho
mayo, pero entontes en las sociedades de este tipo, el fenómeno
mismo ¿e 'la nación está menos cristalizado y de esta manera vuelve
a reducirse su peso dentro del complejo je fuerzas que tienen
influencia en la sociedad.
Las observaciones precedentes preservarán al lector de caer en el
error de un punto de vista "monista" de la sociedad. El dar un valor
especial a algí'"1 vínculo o idea de preferencia a otros vínculos o
ideas no es un fenómeno raro entre los hombres, pero el ir a los
extremos en esta dirección es solamente típico de los fanáticos. Lo
encontramos entre los nacionalistas fanáticos no menos, pero
tampoco más, que entre otro tipo de fanáticos: patriotas, religiosos,
liberales ("¡dadme la libertad o dadme la muerte!"), socialistas,
racistas, pacifistas, voceros de la consciencia de casta o aristócratas.
En esto estriba el dinamismo social que exhiben ocasionalmente
todos esos puntos de vista, vínculos, ideas y actitudes, así como
poder para influir en la sociedad mucho más allá de su dimensión
cuantitativa dentro de la suma total de las fuerzas sociales. Sin
embargo, si lo consideramos objetivamente, ningún vínculo o idea
aislados constituyen más de una entre muchas influencias en la vida
incluso de su adepto más fanático, para no hablar de las vidas de
todos los miembros de cualquier grupo dado. Básicamente, el
pluralismo de cualquier sociedad dada, aunque fuese de una orden
monástica, no sufre menoscabo alguno.
Esto determina el lugar de la nación en la sociedad. AI no estar
presente dondequiera y en todo momento, al no actuar sobre cada
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individuo aislado y, ciertamente, al no actuar sobre cada individuo
afectado con fuerza igual, representa, a pesar de todo, una forma muy
real, muy ampliamente sostenida, a menudo muy influyente, de un
vínculo social, el cual ha ejercido y sigue ejerciendo una influencia
poderosa sobre la sociedad. Si la influencia que ejerce es, en la
totalidad, deseable o indeseable, es cuestión de un orden diferente.
Las opiniones al respecto pueden diferir. Puede ser conveniente
abstenerse de una respuesta demasiado generalizada.
Estados monoétnicos y poliétnicos
EL MODELO más sencillo de una nación es el de un grupo étnico
políticamente organizado —ya sea sedentario o nómada— que vive
en un aislamiento relativo respecto a otros grupos étnicos, fenómeno
muy frecuente en sociedades étnicamente subdesarrolladas hasta el
pasado muy reciente. La organización política formada por tal grupo,
por consiguiente, será un Estado monoétnico. En tal estructura, las
líneas de la comunidad política y de la comunidad étnica tenderán a
coincidir, tanto objetivamente como en la conciencia subjetiva de los
miembros de la comunidad. Así como en las sociedades primitivas las
fronteras entre la ley dada por el Estado, los preceptos de la religión o
de la magia, las normas de la moralidad y las de la costumbre tienden
a confundirse, y estos sistemas tienden a fusionarse, así, sólo que
probablemente con un alcance mayor, las líneas entre Estado y
nación serán difíciles de distinguir en un Estado monoétnico.
Lo que acaba de decirse nos ayudará a entender las razones que
explican la consciencia insuficiente mencionada anteriormente del
fenómeno de la nacionalidad étnica en la Gran Bretaña y Francia, y el
uso consiguiente del término en las dos lenguas para denotar la
totalidad de la población permanente de un Estado. Ni la Gran
Bretaña ni Francia son ni fueron en el pasado monétnicas en el
sentido estricto de la palabra y, ciertamente, no viven aisladas de los
demás estados y naciones. Pero en ambos casos la convergencia
entre los dos círculos, el de la población total del Estado y el de la
cantidad total de miembros del grupo étnico predominante está tan
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cercana que hace que la mayoría de los observadores en estos
países tenga la impresión de que los dos son, hablando en general,
idénticos. De aquí el uso de los términos "nación" y "nacionalidad" en
sentido intercambiable; de aquí también que, como el Estado es un
concepto mucho más concreto y fácil de captar que el grupo étnico, el
uso prevaleciente de los dos términos tenga un sentido centrado en el
Estado y de ahí el extrañamiento y molestia ocasional que
experimentan los observadores británicos y franceses —exceptuando
los estudiosos atentos de los asuntos extranjeros— cuando la
situación, aparentemente sencilla y armoniosa, se ve oscurecida por
la intrusión de un concepto étnico extraño que amenaza introducir una
nota discordante en la "unidad de la nación", el cual ocasionalmente
se usa para justificar las reclamaciones de independencia de las
posesiones estatales que se encuentran fuera y que son
heteroétnicas.
En un Estado puramente monoétnico, el problema de las relaciones
Estado-nación simplemente no existe, porque las dos entidades no
están en yuxtaposición una respecto u la otra y no puede pensarse en
un choque entre ellas. Si se permitiese estudiar esto a un agudo
observador extranjero, podría diferenciar ambos conceptos diciendo
—junto con Herder— que el Estado en cuestión es una expresión
organizada del Volksgeist o —para usar un lenguaje más
contemporáneo— que las instituciones del Estado están conformes
con los mores y demás características del grupo étnico dado. Para los
hombres y las mujeres que se encuentran dentro del Estado
monoétnico no habría distinciones entre los conceptos: la población
del Estado y el grupo étnico, el lenguaje oficial y el lenguaje del
pueblo, serían idénticos y ahí se quedaría el asunto. Si, además,
existe una maquinaria estatal relativamente primitiva e indiferenciada,
simplemente identificarían la religión estatal establecida con la religión
del pueblo, la ley del Estado con las normas de la costumbre, con los
esquemas familiares tradicionales y los hábitos de comida y vestido y
los modales sociales que han evolucionado de una manera no
organizada dentro del grupo étnico.
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Es una suposición posible que tales Estados mono-étnicos existieran,
tanto antes de que empezara la historia escrita en una región dada
como en el pasado histórico. Los exploradores europeos de otros
continentes e islas han asentado la existencia de tales estados en
siglos recientes, hasta nuestros días. Los antropólogos nos han dado
más pruebas de tales estados primitivos. E incluso algunos estados
que se han admitido como parte de la moderna comunidad interestatal
(significativamente llamada "familia de naciones") —la Arabia Saudita,
el Yemen, Tibet, Nepal, Bután— solamente hasta hace poco han
empezado a surgir de esta etapa. No hay necesidad alguna de
suponer, al tratar de estados monoétnicos del tipo aquí descrito, que
han sido tales desde el principio. Es muy posible que las poblaciones
entrañadas sean ellas mismas producto de un proceso de integración
de varios componentes étnicos, proceso que pudo haber ocurrido sea
antes de la formación del Estado observado, sea en algún periodo
subsiguiente. Lo que importa es que para el momento en que
observamos el Estado, este proceso haya sido terminado y que
incluso la memoria del mismo haya desaparecido más o menos de la
conciencia del pueblo.
Desde nuestro punto de vista, se llega al momento culminante y
decisivo cuando un Estado deja de ser puramente monoétnico. Esto
puede suceder de muchas maneras. Esbocemos algunas de las más
sencillas:
a) Un Estado pequeño relativamente aislado entra en contacto
guerrero, ya sea por tierra o por incursiones marítimas, con una
sociedad cuya población difiere étnicamente de la de nuestro Estado.
Cierto número de prisioneros es tomado en el campo de batalla y
traído atrás. Si se les permite que permanezcan en vida en
cualesquiera condiciones, posiblemente como esclavos o en otra
capacidad subordinada, el Estado y su población se enfrentan al
hecho de que existen en medio de ellos personas con características
étnicas "extranjeras" que no por ello forman menos parte de la
comunidad política.
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b) Un pequeño Estado monoétnico, como resultado de contactos
bélicos, conquista y subyuga a una aldea o un grupo de aldeas que
hasta entonces se encontraban fuera de su territorio y que están
habitadas por pueblos de características étnicas diferentes. Una vez
más, la composición demográfica del Estado ya no es monoétnica.
Los conquistadores y los conquistados por igual se enfrentan a la
cuestión de si se ajustan a esta nueva realidad y en qué términos lo
hacen.
c) Como resultado de contactos pacíficos, principalmente
comerciales, extranjeros que realizan su negocio u otra ocupación
empiezan a aparecer en un Estado que hasta ese momento había
sido mono-étnico y algunos de ellos fijan allí una residencia más o
menos permanente. Una vez más, un elemento heteroétnico ha
aparecido en escena, y ni las autoridades estatales ni la población en
general pueden suponer durante más tiempo que la pertenencia a la
comunidad étnica y a la política es necesariamente idéntica.»
d) Durante cierto periodo de tiempo, ayudadas tal vez por el
crecimiento de la población o por la expansión territorial, se
desarrollan importantes diferencias en los mores, lenguaje o religión
de una población anteriormente homogénea en este respecto.
Cuando se trata de religión, puede darse el caso de un súbito
movimiento de reforma o del ascenso de una nueva religión de
inspiración o religión mágica, o puede haber una disensión respecto a
un punto de ritual o dogma; fuera del campo religioso, puede ser que
el cambio sea más lento y más gradual. Cualesquiera que sean las
circunstancias, la población del Estado, al finalizar el proceso, ya no
puede ser étnicamente homogénea.
En todas las situaciones anteriores mencionadas, la supuesta
identidad entre la comunidad política y la comunidad étnica queda
sacudida por la aparición de elementos heteroétnicos dentro del
Estado. Un tipo diferente de no identidad se nos aparece en el caso
de un grupo étnico que, por cualesquier razones, se encuentra
dividido entre un cierto número de estados, al mismo tiempo que hay
contactos ocasionales con otros grupos étnicos que estimulan entre
13. 13
sus miembros, por contraste, una conciencia de sus características
étnicas comunes. El caso es muy conocido porque ocurrió: entre los
habitantes anglosajones de la antigua Inglaterra; entre los franceses
am s de la unificación de Francia en un reino simple; los moros en
España; los españoles cristianos antes de su unificación política; los
rusos durante el periodo de los principados; los italianos y los
alemanes hasta muy avanzado el siglo xix y parcialmente incluso
hasta el siglo xx; los polacos desde fines del siglo XVIII hasta la
primera Guerra Mundial. Se mantuvo un contacto suficiente por parte
de los grupos implicados tanto con sus parientes a través de las
fronteras políticas como con sus compatriotas de características
étnicas diferentes, para producir un alto grado de conciencia de
homogeneidad y heterogeneidad étnicas, con las consiguientes
tensiones y reclamaciones. En rigor, los casos de este tipo no
pertenecen por completo a este modelo, porque algunos de los
estados afectados (por ejemplo, los estados aislados alemanes e
italianos antes de su unificación respectiva bajo Bismarck y Cavour;
Austria después de 1918) bien pueden ser relativamente
monoétnicos. Pero la no congruencia entre el Estado y la comunidad
étnica queda ilustrada tan claramente por un Estado que no puede
abarcar a todo el grupo étnico como por el Estado que abarca a varios
grupos étnicos o parte de ellos; y los resultados de este tipo de no
congruencia pueden ser, en ciertas circunstancias, igualmente
explosivos.
En las condiciones modernas, el Estado puramente monoétnico se ha
convertido en un anacronismo, anacronismo que ha desaparecido
casi inmediatamente. La trasposición de las fronteras que sigue a los
meandros de la historia política, por una parte, y la mayor movilidad
de la humanidad debida al desarrollo del comercio y las
comunicaciones por otra parte, han transformado prácticamente a
todo Estado del globo en un Estado poliétnico. Sin embargo, hay
estados en donde el grupo étnico dominante está tan bien integrado y
ocupa una posición tan preponderante respecto a número y rango y
en donde los grupos étnicos secundarios son relativamente tan in-
significantes, que estos últimos pueden ser omitidos para la mayoría
de los propósitos prácticos. Estados de este tipo —Suecia, Noruega,
14. 14
Dinamarca, los Países Bajos, la Polonia de la posguerra, Hungría,
Bulgaria y Grecia, para mencionar a los más conocidos entre ellos, y
en un grado menor Francia y la Gran Bretaña— se enfrentan a los
problemas de la poli-etnicidad solamente hasta un grado menor, como
un problema principalmente de transición del que depende la plena
integración de cualesquier grupos heteroétnicos existentes.
Solamente en modo excepcional —bajo el impacto de las crisis socio-
económicas internas, de los factores externos y de ideologías
fuertemente exclusivistas, exageradamente "nacionalistas"— la
tensión debida a la polietnicidad debe elevarse incluso en tales
estados hasta el punto en donde puede causar graves dificultades y
sufrimiento. En ausencia de estas condiciones especiales, la
polietnicidad restringida de tales estados redunda solamente en
problemas triviales y puede dejarse a un lado justamente bajo la
máxima de (de minimis non curat praetor). Desde el punto de vista del
observador casual, hay poco que haga distinguir a estos estados de
los estados monoétnicos.
Ello no obstante, en otros estados, la polietnicidad es un problema
central más que lateral. Tal caso puede deberse a la integración
étnica todavía incompleta de la masa principal de los habitantes, a la
proporción numérica mayor de los grupos étnicos no dominantes en
relación con la población total, a una fuerte concentración de un grupo
étnico no dominante en una parte del territorio del Estado y
especialmente en la zona fronteriza, a discrepancias entre el peso
numérico de los diferentes grupos y las condiciones culturales o
económicas que los mismos tienen o a otras circunstancias
relacionadas con la geografía, la política o la ideología y que son
propias para exacerbar las tensiones étnicas incipientes. Los
problemas planteados por la polietnicidad en tales casos son de
carácter duradero y su solución de una manera u otra puede afectar
seriamente la estructura y el clima social del Estado entrañado, e
incluso, en casos extremos, su integridad territorial o hasta su misma
existencia.
En este tipo de estados poliétnicos, el problema se hace
particularmente agudo si uno o más grupos étnicos dentro de los
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mismos han llegado a presentar reclamaciones de naturaleza política
que se refieran a los valores básicos o a la estructura organizadora
del Estado interesado y por consiguiente deba considerárseles como
nacionalidades. La iniciativa de esta actitud puede ser tomada bien
por el grupo étnico dominante —una nacionalidad en todos los
sentidos— o por uno o más de los grupos no dominantes. La
aparición de un grupo étnico no dominante en el papel de una
nacionalidad activa aparte del grupo dominante, transforma al Estado
no solamente en poliétnico sino también en multinacional. La lucha
entre los principales antagonistas se libra ahora al descubierto. Por
una parte, hay una guía articulada de la nacionalidad dominante, que
también es portavoz del Estado y tiene los principales instrumentos
de la maquinaria estatal a su disposición. Esta guía lucha al mismo
tiempo por/la integridad del Estado y por el mantenimiento y
fortalecimiento de la posición de esa nacionalidad en él. Algunas ve-
ces, se persigue este propósito mediante el estímulo de la integración
étnica o la asimilación de las nacionalidades no dominantes en la
dominante, tendencia que de todos modos es facilitada por los efectos
a largo plazo de la proximidad física y de la presión de la masa más
grande sobre los grupos más pequeños. Otras veces, el esfuerzo
para mantener la integridad del Estado está acoplado a un
intento de mantener claramente demarcada la línea entre las
nacionalidades, reservando el papel dominante en el Estado a
una de ellas y relegando a las otras a una posición subordinada. En
este último caso, el modelo a que se tiende no es el de la integración
sino el del pluralismo (es decir, la coexistencia duradera de varios
grupos y sus culturas respectivas dentro del mimo Estado) sobre la
base de la desigualdad. Hasta el punto en que prevalece el modelo
integracionista, es la adherencia al Estado —el patriotismo, para darle
su nombre comúnmente usado— la que se lleva al frente, mientras
que la adhesión a la nacionalidad dominante —nacionalismo—,
aunque esté presente, ocupa una posición menos importante en el
trasfondo. Cuando aparece el modelo del pluralismo desigual, el
nacionalismo de la nacionalidad dominante es el que ocupa el centro
de la escena, mientras que el Estado se aprecia principalmente
debido a su papel como instrumento al servicio de la nación.
16. 16
En el otro lado de la barricada se encuentran las nacionalidades
secundarias o no dominantes en el Estado. Sus voceros, a menos que
ellas quieran abandonar sus pretensiones y características como
nacionalidad distinta, son impulsados por la potente ideología que ya
han encontrado, llamada nacionalismo. Pero en este caso, el objeto
de movimiento nacional o nacionalista más que proteger el statu qua
político existente, es cambiarlo en interés de la nacionalidad dada.
Las fuerzas del statu quo atrincheradas en la maquinaria estatal y
aliadas a los guías de la nacionalidad dominante se enfrentarán
entonces a los abogados de las nacionalidades secundarias que
hacen una presión en pro del cambio. Cada fuerza tratará de
subyugar a su antagonista, o, en caso de que no logre hacerlo, lograr
el mejor compromiso posible.
Mores…esto no viene en el libro, sino, en enlace de la revista
enfoques
“Como sabemos, ética y moral se relacionan como una ciencia
específica y su objeto: la ética es la filosofía de la moral y los
términos "ethos", griego, y ''mores", latín, significan lo mismo:
"costumbres", refiriéndose al conjunto de normas y prescripciones
adquiridas por los hábitos y comportamientos del hombre. En el
caso presente, nos interesa más la ética en cuanto a su tarea de
definir y determinar los principales fines de la vida del hombre en el
mundo terrenal, con el claro objetivo de encontrar principios y
normas para la correcta elección de los valores a ser utilizados
en la conducta a seguir. La ética y la moral tienen una cantidad de
otros objetivos, pero estos no son necesarios para los propósitos del
presente trabajo: en esta oportunidad sólo nos interesa lo
mencionado y respecto del mundo en el cual vivimos”
http://www.revistaenfoques.cl/index.php/revista-
uno/article/download/271/247 .....revisado el 15 diciembre 2016
21. 21
Tarea
CONCEPTOS
Interculturalidad
Cultura
Otredad
Alteridad
Indio
Indígena
Comunidad
Comunalidad
Nación
Etnia
Raza
Grupo étnico
Pueblo
Población
Patria
Patriotismo
Pueblos originarios
Nacionalidad
Nacionalismo
Identidad
Identidad cultural
Categoría étnica
Relaciones interétnicas
Etnogénesis
Civilización
Reseña bibliográfica del libro “La raza cósmica” de José Vasconcelos
(Fecha de entrega: primer día de clases de semana santa)