El documento enfatiza la importancia de cuidar y honrar la palabra, evitando mentir, ofender a otros, causar discordia o chismear. Además, recomienda usar un lenguaje asertivo, responsable y que pase los filtros de la verdad, bondad y utilidad basados en los consejos de Sócrates. Finalmente, propone reconocer los errores y reparar el daño causado con la palabra.
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Cuidar mi palabra: ser impecable con la verdad
1. Yo soy mi palabra,
Yo valgo mi palabra,
Si mi palabra no vale, yo no valgo nada.
Así que debo cuidar mi palabra,
Debo honrar mi palabra.
Debo ser un hombre o una mujer de palabra,
Es decir, un caballero o una dama.
¿Cómo cuidar mi palabra?
Son cuatro cosas que debo evitar*:
1. No mentir. (Decir siempre la verdad). Es, incluso, un mandamiento cristiano, el
octavo: “no darás falso testimonio ni mentirás”.
2. No ofender a los demás. (Tener una palabra amable).
3. No dividir a los demás. No causar discordia entre los otros. (Unir y conciliar a los
demás).
4. No chismear. No malgastar la palabra en pláticas fútiles sin sentido. (Decir cosas
útiles y con sentido).
* (entre paréntesis lo que si debo hacer)
El gran filósofo Sócrates nos regaló el Triple Filtro
antes de escuchar algo que nos quieren decir sobre otra persona, preguntarle a quien
nos lo quiere decir:
1. ¿Estas absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
2. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme?
3. ¿Es algo útil lo que vas a decirme?
Si no pasa los tres filtros entonces no oírlo ni decirlo.
El de la verdad,
el de la bondad y
el de la utilidad.
Y los poetas agregarían un cuarto:
el de la belleza.
Como dicen, jamás hablar mal a espalda de los demás.
Como dirían los expertos en comunicación:
2. *no tener “habla lateral”,
*no tener un lenguaje agresivo,
*no tener un lenguaje agresivo-pasivo y
*buscar siempre tener un lenguaje asertivo
(todo ello quizá requiera explicaciones más profundas y un entrenamiento).
Cuidar también nuestro lenguaje no-verbal,
es decir nuestro lenguaje corporal, el que emitimos con nuestras manos y con otros
símbolos.
Hablar de preferencia en *primera persona,
*evitar las generalidades,
*evitar las excusas y pretextos...
en pocas palabras:
ser responsable de mis palabras.
Como dicen en el primero de los cuatro acuerdos de la Sabiduría Tolteca:
*“Se impecable con tus palabras”.
Y si no fui impecable entonces aplicar los
*Cuatro Poderes de Oposición:
1. Reconocer, admitir mi falla, mi error. Ofrecer una disculpa.
2. Reparar el daño. Decir la verdad.
3. Hacer un voto o compromiso de no volver a mentir, ofender, dividir o chismear.
4 . Pedir el apoyo de mi conciencia o dignidad si no creo en seres espirituales, pero si
creo en ellos pedir el apoyo de los seres espirituales en los que crea, en los que tenga
fe y devoción, para que me ayuden a cumplir mi voto, compromiso o juramento.
*Si falle no flagelarme, reconocer lo más rápido mi falla, reírme de ella:
“resbalé nuevamente, soy humano”. Y renovar el voto. Pero hacerlo con honestidad, sin
caer en el cinismo.
En síntesis, nuestra guía para la palabra es que sea verdadera, buena y útil, y si se
puede que sea bella...
Y si no, entonces mejor guardar silencio, pues como dicen en los monasterios
budistas:
“Hable solo si es capaz de mejorar el silencio...”
Porque:
“El lenguaje amable es como la plata; el noble silencio es como el oro”