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“La guerra invisible”
San Nicodemo el Aghiorita
“La guerra invisible” es un título muy justo que se merece este libro tan
psicoterapéutico y terapéutico espiritualmente. Porque muchos libros divinos del
Antiguo y Nuevo Testamento inspirados por Dios, tomaron su nombre inmediatamente
por las mismas cosas que enseñan; así por ejemplo, el Génesis de Moisés se llama así,
porque se refiere sobre el nacimiento y Creación de la nada (desde cero); y los cuatro
Evangelios porque describen históricamente la buena noticia, los redentores, sanadores
y salvadores mensajes para los hombres. Uno sería ciego si no viera, por el material
expuesto en este libro, porque se ha llamado “Guerra invisible”, precisamente porque
se ocupa de estas cuestiones y razones.
Porque no enseña sobre una guerra visible, ni para enemigos físicos y vistos por el ojo,
sino sobre una guerra invisible que nace en la mente, (cerebro) y en el corazón o
espíritu, en la cual toma parte todo cristiano inmediatamente desde el momento del
bautismo, donde se ha comprometido ante Dios combatir hasta la muerte, por la causa
de este nombre divino. En relación con esta guerra se ha escrito en parábolas y este
libro se llama Guerra del Señor (Números 21,14), y enseña sobre los enemigos
invisibles y cuales son los distintos pasos, las voluntades de la carne y los malvados
demonios, quienes odian a los hombres y no paran de atacarnos día y noche. Como dijo
el apóstol Pablo: “Porque nuestra lucha no es en contra la carne y huesos, sino contra
los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra
los espíritus del mal, que se encuentran en los espacios entre cielo y tierra” (Ef 6,12).
Los soldados que combaten en esta guerra son todos los cristianos, como aprendemos
de este libro. Como Capitán General se presenta nuestro Señor Jesús Cristo, rodeado
de todas las legiones de Ángeles y Santos; el lugar donde se realiza esta guerra es
nuestro propio corazón y todo el interior del hombre, donde la duración del tiempo de
esta guerra es toda nuestra vida.
¿Cuáles son las armas con las que equipa a sus soldados esta Guerra Invisible?
Escuchad lo que viene a continuacion; el casco de los soldados, son la completa
desconfianza de ellos mismos; la bandera de ellos es la armadura, que es el ánimo
hacia Dios y la esperanza confiada, segura; el tórax y el corpiño es el estudio de los
pasión, (los sufrimientos) del Señor; el cinturón es la abstinencia de las pasiones
carnales; los zapatos y la camisa de hierro son la humildad y el reconocimiento de la
enfermedad de uno mismo; el escudo es la paciencia en las tentaciones y el alejamiento
de la negligencia; la espada que está en una mano es la oración divina, tanto la
llamada no era, del corazón o de Jesús, como la oral, como también aquella que se
hace por el estudio; y mástil o lanza tridente que tienen en la otra mano es no consentir
el pasiones que les está atacando y combatiendo y lo expulsen con ira y así con su
corazón llegan a tenerlo asco y repulsión.
Alimento que toman para el fortalecimiento contra los enemigos es la continua divina
Comunión o Eucaristía, tanto del misterio del sacrificio de la Divina Liturgia, como
también del espiritual; y el aire iluminante y sin nubes, por el cual ven de lejos a los
enemigos, es la continua práctica de la mente en conocer correctamente las cosas y el
continuo ejercicio de la voluntad en querer agradecer sólo a Dios, más la paz interior
del corazón.
Aquí en esta Guerra Invisible, o mejor dicho, en esta Guerra del Señor, los soldados de
Cristo aprenden las diversas estafas, engaños y maquinaciones de todo tipo, las
difíciles estratagemas y artes, que utilizan contra ellos los enemigos inteligibles a
través de los sentidos, de la fantasía y mediante la reducción de la devoción o piedad; y
mediante de los cuatro asaltos, (ataques) que traen la muerte (espiritual); es decir, la
incredulidad, la desesperación, la vanagloria y la transfiguración de los demonios en
ángeles de luz. A continuación los soldados estudian también cómo contraatacar,
disolver y destruir las maquinaciones de los enemigos. Y aquí ya son enseñados qué
orden y ley deben mantener y con cuánta valentía deben luchar. En resumen, en este
libro cada ser humano que ama la salvación , aprende cómo vencer a los enemigos
invisibles, para obtener los tesoros, es decir, las virtudes divinas y verdaderas, para
recibir el premio y la corona inmarchitable, que es la unión con Dios, tanto en el siglo
presente como en el futuro.
Queridos lectores, amigos de Cristo, recibid este libro con alegría y aprender el arte
de la Guerra invisible; ocupaos no sólo simplemente de luchar, sino combatir por las
reglas del juego como se debe luchar, para que seáis coronados (con la gloria de la luz
no creada). Porque, según el apóstol Pablo: “El que compite como atleta, no es
coronado si no lucha legítimamente, si no se atiene a las reglas del deporte” (2 Tim
2,5). Armaos con las armas que os enseña, vencer vuestros enemigos inteligibles e
invisibles, los cuales son las pasiones que corrompen la mente y los demonios que son
los que generan estas pasiones. “Revestíos de la armadura de Dios para que podáis
resistir las tentaciones y maquinaciones del diablo” (Ef 3,10-17).
Acordar que en el bautismo os habéis comprometido que negáis y combatís al Satanás,
y todas sus obras, todo el culto de él y todo el pecado; las cuales obras de él son el
hedonismo, la voluptuosidad, la vanagloria, la avaricia y todos los demás pasiones.
Por lo tanto, luchad a lo que podáis, para ponerle en fuga, avergonzarle y derrotarle
totalmente con toda vuestra perfección. Por esta victoria, la recompensa será muy
grande en los cielos. Escuchadlo estas palabras por la misma boca del Señor, Quien en
el libro del Apocalipsis nos promete: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida,
que está en el paraíso de Dios” (Apo 2,7). “El vencedor no será víctima de la segunda
muerte” (Apo 2,11). “Al vencedor le daré el maná oculto, escondido…” (Apo 2,17).
“Al vencedor le entregaré el poder que yo he recibido de mi Padre y también le daré la
estrella de la mañana” (Apo 2,28). “El vencedor será revestido de vestiduras blancas,
yo no borraré jamás su nombre del libro de la vida y reconoceré su nombre delante de
mi Padre y de los ángeles” (Apo 3,5). “Al vencedor le haré columna del templo de mi
Dios…” (Apo 3,12). “Al vencedor lo sentaré conmigo en mi trono…” (Apo 3,21). “El
vencedor heredará todo; y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apo 21,7).
¿Veis cuántos premios a cambio de vuestra valentía?! ¡Veis cuánto es la recompensa!
¡Veis esta corona multiplicada por cien llena de flores inmarchitables, pero hermanos
¿cuántas más coronas os harán si vencéis el diablo? En esto pues, tenéis que estar
practicando e instruyéndose en la continencia o autodominio y en la lucha y “guardad
bien lo que tenéis, para que nadie os quite vuestra corona (Apo 3,11). Porque es una
vergüenza que aquellos que se entrenan en el pentatlón con esfuerzos exteriores, tienen
continencia casi en todo, para que reciban una corona marchitable y corruptible de
olivo o de laurel o de cualquier otra planta. Y vosotros, que habéis recibido una corona
inmarchitable, paséis vuestra vida con negligencia e indiferencia. Pues, que os
convenza por eso san Pablo que dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio
todos corren, pero sólo uno consigue el premio? Corred de modo que lo conquistéis.
Los atletas se privan de muchas cosas, y lo hacen para conseguir una corona
corruptible; en cambio, nosotros, vamos por una incorruptible” (I Corintios 9,24-25).
Así que, esta victoria y la brillantez de estas coronas deseo que disfrutemos. Y
acordaos, hermanos míos, pedir al Señor que perdone los pecados, de éste
colaborador que se ha hecho ayudante vuestro, para la edición de este bello libro;
pero más que nada, acordaos de levantar los ojos hacia el cielo y agradecer y
glorificar al Primer Autor a Dios y vuestro padre celestial Jesús Cristo, y decir cada
uno hacia Él aquello que se dijo: “De ti viene la victoria, la gloria es tuya y solo soy
pariente tuyo” (II Esd 59). Y esto del profeta David: “Tuya es, Señor, la grandeza, el
poder, el honor, la majestad y la gloria, pues todo cuanto hay en el cielo y en la tierra
es tuyo” (I Corintios 29,11). Ahora y para siempre. Amén.
Capítulo I: En qué y cómo se encuentra la perfección cristiana. Cómo uno debe
combatir. Las cuatro armas necesarias para esta guerra.
La mayor y más perfecta hazaña que una persona puede pensar, es acercarse de una
manera a Dios y unirse con Él. La perfección cristiana es requerida como
mandamiento y es entregada al Nuevo Testamento, porque dice el Señor: “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5,48).
San Pablo dice: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la
malicia, pero maduros en el modo de pensar” (I Corintios 14,20); “Que seáis perfectos
y en todo cumplir con la voluntad de Dios” (Col 8,12); “Seamos conducidos en la
perfección” (Heb 6,1). La perfección fue proclamada como mandamiento en el Antiguo
Testamento, porque dice Dios a los Hebreos en el Deuteronomio: “Que seas perfecto
ante el Señor tu Dios” (18,18). El Rey David manda lo mismo a su hijo Salomón: “Y
ahora hijo mío, conocerás a Dios de tus padres y le servirás con todo tu corazón y el
ánimo de todo tu ser”. Deducimos pues, que Dios requiere de todos los cristianos que
se ejerzan y estén plenos de perfección, es decir, Dios pide de nosotros hacernos
perfectos en todas las virtudes.
Por tanto, si tú, querido lector en Cristo, deseas llegar en esta cima, primero debes
conocer en qué consiste la vida espiritual y la perfección cristiana.
Pero estas virtudes, por sí solas, no son lo que buscamos y pedimos como perfección
cristiana, sino que unas veces son los medios e instrumentos para que uno llegue a
la gracia del Espíritu Santo, y otras veces son fruto del Espíritu Santo. Porque son
muchos los que dicen que esta vida y la perfección, se encuentra en los ayunos, en las
vigilias, en las prosternaciones y otros ejercicios similares del cuerpo. Otros por su
lado dicen que se encuentra en la abundancia de las oraciones y en los largos oficios.
Otros creen que la perfección se encuentra completa en la oración (del corazón
llamada la oración de de Jesús, como en la soledad, en la huida del mundo, en el
silencio y en la instrucción por el canon o regla; es decir, que caminen con la regla y
con la medida en todo y que no lleguen en excesos ni tampoco en faltas.
Porque los hombres espirituales ejercitan el cuerpo con estos ejercicios para tenerlo
siempre dominado y sometido a trabajar las cosas de Dios, porque sino aflige
continuamente a su Creador.. Se silencian y hacen vida de monje, para evitar el más
mínimo perjuicio y daño hacia Dios. Oran y prestan atención al culto de Dios y a las
obras de piedad, para que obtengan el reino de los cielos, estudian la vida de nuestro
Señor,y son afligidos por los padecimientos de Jesús, no para otra cosa sino para
conocer más su propia debilidad, entender la bondad y compasión de Dios, por lo tanto
siguen a Jesús Cristo olvidando y renunciando a sí mismos y llevan la cruz en sus
hombros, para que sean calentados más por el amor y la gracia de Dios y se
aborrezcan de sí mismos.
Pero las virtudes que nos hemos referido, en aquellos que ponen todo el peso en estas
practicas, pueden provocar más daño y perjuicio que los pecados obvios; no a causa de
estas austeridades, (porque estas son todas santísimas), sino porque aquellos que las
utilizan, al fijarse sólo en ellas, dejan su corazón correr detrás de sus propias
voluntades y las del diablo; al cual el diablo, al verlos que van por este camino, los
deja no sólo que luchen con alegría en los ejercicios corporales, sino que con el
pensamiento vano que les susurra, se extiendan en las grandezas del Paraíso. De ahí
ellos creen que se han elevado hasta las legiones de los Ángeles y que sienten a Dios en
su interior; y algunas veces sumergidos en este tipo de pensamientos y altas reflexiones
casi creen que han dejado este mundo y han sido arrebatados hasta el tercer cielo.
Pero en cuántos errores están metidos y enredados estos hombres y cuán lejos están de
la verdadera y bienaventurada perfección, uno los puede conocer por la vida, el
carácter, los modales y las conductas éticas de ellos. Porque ellos quieren que sean
considerados y preferidos de los demás por cualquier cosa. Son peculiares y tenaces en
sus propias voluntades, son ciegos en sus propias cosas; examinan cuidadosamente las
palabras de otros y se fijan en las praxis de los demás. Si alguien les toca un poco la
vana reputación de su honor que ellos creen que tienen, quieren que los demás tengan
en cuenta su reputación; y si alguien los impide de aquellas reverencias y virtudes con
las que se están ocupando (¡que Dios nos libre de esto!), inmediatamente se enfurecen,
se incendien de ira y se convierten en frenéticos.
Pero el Señor quiere traerles al conocimiento exacto de sí mismos y al verdadero
camino de la perfección y les envías aflicciones y enfermedades o concede que vengan
persecuciones, (con las que Dios prueba sus auténticos y verdaderos siervos), entonces
manifiestan las cosas secretas y ocultas de sus corazones, pervertidos de soberbia y
orgullo.
De que son instrumentos dinámicos, para el deleite de la gracia del Espíritu Santo, no
hay ninguna duda, porque vemos muchos virtuosos que las utilizan como debe ser, con
este propósito; es decir, para obtener el poder y la fuerza contra la maldad, para que
sean fortalecidos contra las tentaciones y engaños de los tres enemigos comunes, o sea,
de la carne, del mundo y del diablo; para que de estas reciban ayuda espiritual que es
necesaria a todos los siervos de Dios, y sobre todo a los principiantes, y sencillamente
para que se hagan dignos de recibir las carismas del Espíritu Santo; tal y como los
enumera el profeta Isaías: “espíritu de sabiduría y de prudencia, espíritu de voluntad y
de valor, espíritu de conocimiento y de piedad y espíritu de temor a Dios” (Is 11,2).
Sin duda que estas praxis o acciones son fruto del Espíritu Santo y como dijo Pablo. El
resultado es“¡amor, alegría, fe, tolerancia, continencia, paz, magnanimidad,
templanza, bondad, paciencia” Porque en cada acontecimiento triste que les ocurre, no
quieren seguir la voluntad de Dios, permanecen reposados evita someterse al yugo del
Señor, ni quieren seguir el ejemplo del Hijo de Dios que ha sido humillado y ha
padecido, por nosotros hasta ser humilde teniendo como amigos sus perseguidores.
Los perseguidores enemigos, se han convertido de este modo en instrumentos de la
divina bondad y cooperantes para la salvación.
Así que es obvio que los engañados están en gran peligro. Porque estos teniendo su ojo
interior, es decir, el pensamiento oscurecido, se ven a sí mismos virtuosos y creen que
han llegado a la perfección, critican y condenan a los demás. Por eso no es posible
hacerles cambiar, sino sólo con ayuda especial y particular de Dios. Porque mucho
más fácil se convierte en bueno el pecador evidente que el oculto y cubierto con la
coraza de las aparentes virtudes.
Ahora, pues, que has conocido muy bien que la vida espiritual y la perfección no se
sostiene en estas virtudes que hemos dicho, sepas que no se constituye de otras cosas
más que la gnosis (conocimiento) de la bondad y la grandeza de Dios y de nuestra
nimiedad, tendencia y declinación a cualquier mal contra el amor de Dios y al
aborrecimiento de nosotros mismos; en la obediencia, sumisión no sólo a la voluntad
de Dios, sino también en todas las creaciones, para el amor de Dios y la repulsión,
desobediencia de toda voluntad nuestra y la perfecta obediencia a la voluntad de Dios;
incluso, todas estas cosas que las queramos hacer claramente para la gloria de la luz
no creada de Dios y gustar sólo a Él; y porque así lo quiere Él, así debemos amarle y
servirle.
Esta es la ley del amor, energía no creada divina, esta que se ha escrito por la mano
del mismo Dios en los corazones de sus siervos fieles. Esta es la abnegación de
nosotros mismos, la que pide Dios de nosotros. Este es el yugo dulce de Jesús y su peso
ligero. Esta es la sumisión a la voluntad de Dios, a la que nos exhorta nuestro redentor
y Maestro con su propio ejemplo y con su voz. Así que, hermano mío, tú que deseas
llegar a la altura de esta perfección, y como es necesario hacer una lucha incesante
con el propio ego, para vencer y extinguir valientemente todas las voluntades grandes y
pequeñas, obligatoriamente debes prepararte con ánimo y buena disposición para esta
guerra; porque la corona no se entrega a cualquiera, sino sólo al guerrero valiente; la
cual guerra, como es más difícil que cualquier otra guerra porque luchamos contra
nosotros mismos, y nos combate, (ataca) nuestro propio ego, así también la victoria que
conseguiremos será más gloriosa que cualquier otra y será muy bien recibida de Dios.
Porque si quisieras matar tus desordenadas pasiones, los deseos y tus voluntades,
gustarás más a Dios y le servirás mejor, en vez de convertir al bien miles de pecadores
mientras tú estas dominado realmente de los pasiones o en vez que te estés azotando
de uno solo hasta que te sangres o que hagas los ayunos más que los antiguos padres.
Lo mismo dice san Isaac: “Es mejor que te desates y liberes de la cadena del pecado
que liberar esclavos de la esclavitud”.
Verdaderamente, el que nos sometamos a la voluntad de Dios y que prefiramos siempre
la voluntad de él, no la nuestra, esto nos lo ha enseñado con su voz el mismo padre y
perfeccionador de nuestra curación y salvación Jesús Cristo, Quien nos ha pedido que
oremos diciendo: “Padre nuestro que estas en los cielos…hágase tu voluntad, en el
cielo como en la tierra ” (Mt 6,10); y con su ejemplo, desde el principio de su vida e
inmediatamente cuando entró en el mundo, pidió hacer la voluntad del Padre, según
san Pablo que dice: “He aquí, vengo hacer tu voluntad” (Hebreo 16,9); y en la mitad
del Evangelio dice: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
de aquel que me ha enviado” (Juan 6,38); y al final de su vida en la oración, diciendo:
“Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22,42).
Porque, aunque Dios ama más el regreso de los pecadores que la abstención de una
voluntad pequeña, sin embargo, tú hermano mío, no debes querer, ni hacer nada más
importante que aquello que te pide tu Dios, y de aquí en adelante lo quiere de ti
exclusivamente; porque Dios por supuesto que se contenta más por tu lucha para
mortificar y enterrar tus propios pasiones, en vez de que hagas cualquier otra cosa,
aunque sea muy grande e importante, mientas estas haciendo la vista gorda de tus
propios pasiones.
Ahora bien, como has aprendido de qué se constituye la perfección cristiana y para
obtenerla debes hacer una guerra dura y continua contra ti mismo, es necesario que
seas prevenido y suministrado de cuatro cosas, como armamento muy seguro e
imprescindible, para que te conviertas en vencedor de esta guerra invisible y recibas la
corona de la gloria.
Hay que saber;
a) no te fíes nunca de ti mismo´
b) ten animo, coraje y esperanza en Dios.
c) luchar siempre y orar.
Para estas quiero hablarte especialmente la ayuda de Dios, (a continuación).
Capitulo II. Lo que no necesitas No confiemos en nosotros mismos.
Querido hermano, es tan necesario no confiar en ti mismo en esta guerra, ya que sin
esto, asegúrate de que no solo no lograrás la victoria deseada, sino que no podrás
durar mucho tiempo. Porque desde Adán tenemos una gran concepción sobre nosotros
mismos. Siempre pensamos que somos alguien importante y creemos que sería un gran
error pensar que en realidad no somos nada. Ser alguien es una presunción. La
creencia de que somos algo se llama presunción. Es una pasión nacida del amor propio
y se convierte en la fuente y la causa de otras pasiones, pero tan sutil y misterioso es
este orgullo que aquellos que lo poseen ni siquiera lo sienten.
El creer que somos algo se llama soberbia (jactancia, presumir, orgullo y
vanagloria), son pasiones muy malas y se genera por la egolatría, excesivo amor a uno
mismo y al cuerpo; y se convierte en raíz, principio y causa de todos los demás
pasiones; es tan fino este pasiones de la vanagloria o jactancia, de modo que por su
gran sutilidad, finura y ocultación, aquellos que lo tienen no lo sienten. Nosotros
realmente por nuestra naturaleza siendo seres corruptos desde el tiempo de la
infracción de Adán, tenemos una gran idea y consideración de nosotros mismos, lo que
no es más que una gran mentira, pero nosotros con una impresión engañosa o un
autoengaño creemos que somos algo. Porque la primera puerta del pensamiento, por la
que trata de entrar la gracia, la energía no creada de Dios y habitar en el hombre, se
detiene allí, cierra la puerta, obstruye el pensamiento y no deja entrar la gracia, la
cual justamente se marcha. Porque, ¿cómo puede venir la gracia para iluminar o
ayudar al hombre aquel que se cree grande? El Señor que nos libere de estas pasiones
tan diabólicas y nos sane a los que padecemos de esta enfermedad, la soberbia (orgullo
y vanagloria). El Señor castiga este pasiones mediante el profeta que dice: ¡Ay de
aquellos que se creen que son sabios! (Is 5,21). Y el apóstol Pablo nos pide esto: “No
seáis orgullosos, poneos al nivel de los humildes. No os consideréis sabios (Romanos
12,16); y Salomón dice: “No te creas a ti mismo sabio”
Es un defecto difícil de reconocer, que no es de agradó a Dios, a quien le gusta
conocer profundamente, las creencias más seguras. Es decir, saber que toda gracia y
virtudes provienen solo de Él. Porque Él es el "tesoro de toda bondad" ya que de
nosotros nada agradable puede venir, ni nada que le guste. Incluso esta verdad es tan
necesaria que es obra de la mano de Dios que quiere dar a sus amados amigos, a veces
con inspiración e iluminación, a veces con grandes luchas, amargura, a veces con la
tentación violenta invencible, a veces con otros medios que no entendemos.
Por eso, hermano mío, aquí te pongo cuatro maneras o modos con los que podrás, con
la ayuda de Dios, conseguir esta duda sobre ti mismo, es decir, no confiarte de ti mismo
para evitar el orgullo y la vanagloria..
1. Primera manera es conocer tu nimiedad y pensar que solo no puedes hacer ningún
bien de los que te convertirán en digno de pertenecer en la realeza no creada de los
cielos. Por eso san Juan Crisóstomo dice que aquel que cree de sí mismo que no es
nadie, se conoce a sí mismo. San Máximo el Confesor dice: Condición de la virtud es el
reconocimiento de la enfermedad humana y la percepción y conocimiento de la fuerza y
energía no creada divina que trae la unión. San Pedro el Damasceno dice: “No hay
mayor cosa que conocer tu propia enfermedad y desconocimiento, y no existe nada
peor que lo ignores”
2. Segunda manera es pedir muchas veces la ayuda de Dios con ardientes y humildes
súplicas. Si quieres recibirlo, primero debes pensar en ti mismo, no sólo renunciar de
todo a ti mismo, sino pensar también que es imposible que lo consigas algo por ti
mismo; hablar con familiaridad muchas veces ante la grandeza de Dios, y creo
firmemente que a causa de Su infinita compasión, esta ayuda te la concederá cuando Él
vea que tú sin El no puedes hacer nada, esto que no lo dudes.
3. Tercera manera es acostumbrarte tener temor a los innumerables enemigos, a los
cuales no eres capaz de hacer ni la mínima resistencia sin la ayuda de Dios; temer la
fuerza de la costumbre de ellos cuando te atacan y combaten con astucias, con
estratagemas y transfiguraciones en ángeles de luz y con sus innumerables artificios y
trampas que te ponen ocultamente en el verdadero camino de la virtud.
4. Cuarta manera es cuando caigas en algún pecado, piensa en tu absoluta debilidad;
porque por esta razón o propósito Dios concedió que caigas, para que conozcas mejor
tu enfermedad y así aprendas no sólo a despreciarte de ti mismo, sino que quieras que
te desprecien también los demás como un enfermo de este tipo. Porque sin esta
voluntad, no es posible que se consiga esta virtuosa desconfianza (de sí mismo), la cual
tiene su fundamento en la verdadera humildad.
No solamente cuando uno comete algún pecado, sino también cuando caiga en distintas
desgracias y sufrimientos, y sobre todo enfermedades corporales crónicas, debe
conocer su humilde conocimiento de sí mismo y su debilidad, solo así se acerca más a
la humildad, porque por este propósito Dios concede de que nos vengan las
tentaciones del diablo, de los hombres y las de la naturaleza. Por lo mismo el apóstol
Pablo pensando a la causa que le persiguieron muchas tentaciones mortales en Asia
decía: “Tuvimos como segura la sentencia de muerte, para que no confiemos en
nosotros mismos, sino en Dios, que resucitará a los muertos” (II Corintios 1,9). Y en
brevedad, aquel que quiere conocer su enfermedad de hecho, pues, que se observe, no
mucho tiempo, sino sólo por un día sus propios pensamientos, reflexiones y fantasías,
más las palabras en que habló y las obras que hizo, y así encontrara que la mayoría de
sus palabras y las obras estaban equivocadas, torcidas, necias y malas; de esta prueba
entenderá lo enfermo que es y de esta comprensión y este conocimiento verdadero, por
supuesto se hará más humilde, para que en el futuro no tenga confianza en sí mismo.
Por tanto, el conocerse a sí mismo, cada uno ve cuán imprescindible es para aquel que
quiere unirse con la luz no creada celeste; por el cual nuestro, Dios acostumbra
conceder su compasión a los orgullosos y preventivos, mediante muchas caídas, es
decir, dejándoles caer de manera justa en algún defecto (por el que creen que se
pueden proteger) para que conozcan su propia debilidad, y que no confíen más en sí
mismos .
Pero el Señor no suele utilizarlo siempre este medio, sino solo cuando los otros
medios, los más libres, como hemos dicho, no provocan al hombre este reconocimiento
de sí mismo; entonces el hombre concede caer en grandes o pequeños errores, cuando
mayor o menor es su orgullo y reputación que tiene sobre sí mismo; de modo que, allí
donde no hay ninguna reputación o consideración de sí mismo solo la humildad. Así
como ha ocurrido en la santísima vida de la Virgen María que no ha tenido ni un solo
pensamiento de reconocimiento sobre si misma sino sola la humildad, allí igualmente
no hay posibilidad de caída mientras se guarda esta preciosa virtud. Por lo tanto, tú
cuando caigas, inmediatamente con tu humilde pensamiento, (reflexión)dirígete en el
humilde conocimiento de ti mismo, y con oración persistente pide de Dios que te
otorgue la verdadera luz no creada, la gracia para conocer tu nimiedad y no tengas
confianza en absoluto de ti mismo, y que confíes plenamente en solo Dios.
Capitulo III: La esperanza y la confianza en Dios
Es muy necesario que en esta guerra no confiarnos de nosotros mismos, como hemos
dicho; sin embargo, si desesperamos, es decir, si sólo expulsamos toda convicción de
nosotros mismos, por supuesto que huiremos evitando la caída o seremos vencidos y
atrapados por los enemigos. Por lo tanto junto con la completa abnegación de nosotros
mismos, nos hace falta también la plena confianza y esperanza en Dios, es decir,
esperando todo el bien, ayuda y victoria sólo por parte de Dios. Debido a que nosotros
no somos nada, pues, no esperamos nada más que derribos y caídas de nuestro sí
mismo, por las que no debemos tener ninguna confianza en nosotros mismos, y de esta
manera seguro que disfrutaremos de Dios toda victoria, inmediatamente apenas
hayamos armado nuestro corazón con una esperanza viva en él; y recibiremos su ayuda
según el Salmo “en él tuvo esperanza mi corazón y fui ayudado” (Sal 27,11)
Esta esperanza junto con la ayuda, podemos conseguirlas por cuatro razones.
a) Debido a que pedimos de un Dios que es Omnipotente puede hacer lo que quiere y a
continuación también puede ayudarnos a nosotros.
b) Porque lo pedimos de un Dios que realmente es infinitamente sabio, conoce todo con
absoluta perfección, por lo tanto, conoce todo aquello que nos conviene para nuestra
curación y salvación.
c) Porque pedimos esta ayuda de un Dios quien al ser infinitamente bondadoso con una
gracia y un amor que no se pueden describir, está siempre preparado para darnos de
un momento a otro toda la ayuda que nos hace falta para la victoria espiritual total de
nosotros mismos, inmediatamente cuando corremos en sus brazos con esperanza firme y
estable.
¡Y cómo es posible que este buen Pastor muestro, que treinta y tres años estaba
buscando la oveja perdida, que caminó un camino duro y espinoso, que derramó toda
su sangre, cómo es posible digo, que no mire ahora hacia la oveja que corre detrás de
él con gran anhelo, gritándole y rogándole! ¡Cómo puede no escucharla y no ponerla
en sus hombros divinos, celebrando una fiesta junto con todos los Ángeles en el cielo! Y
si Dios no deja de buscar con gran esmero y amor, para encontrar, según la parábola,
la moneda perdida, el sordo y el ciego pecador, ¿cómo es posible ahora abandonar a la
oveja perdida, que clama y llama a su propio Pastor? ¿Y quién se va a creer alguna vez
que Dios que está llamando al corazón del hombre, deseando entrar en el interior y
cenar, según esta escrito en Apocalipsis dándole sus carismas; y cuando el hombre le
abre la puerta y le invita, él debería hacer oido sordo y no querer entrar?
d) Cuarta manera para obtener uno la ayuda y esperanza de Dios, es ir con su mente a
la verdad de la divinas Escrituras, las cuales en tantas partes indican claramente que
aquel que tiene esperanza en Dios nunca se ha quedado sin ayuda ni avergonzado.
“Observad las antiguas generaciones y reflexionad; ¿quién se ha confiado a Dios y se
ha avergonzado?”. Por eso aquel rey Avgaro, mientras restauró aquel icono de nuestro
Señor hecho a mano, encima de la Puerta de entrada a la Ciudad de Edesa escribió
estas palabras: “El que tiene esperanza en Cristo Dios, no fracasara nunca.
Hermano mío, ármate con estas cuatro maneras. Y comienza la obra y la lucha para
vencer; y seguro que de estas obtendrás no sólo la esperanza total y firme a Dios, sino
también tu desconfianza total en ti; por la que no dejo de recordarte también en este
capítulo, que tienes mucha necesidad del conocimiento de ella; porque en el hombre
está pegada la confianza de sí mismo de una manera tan fina y sutil que casi siempre
vive escondida en el interior del corazón, nos engaña de modo que parece que no
tenemos confianza en nosotros mismo pero tenemos toda la esperanza en Dios. Por lo
tanto, para que tú te alejes lo más que puedas de esta vana consideración y reputación,
y trabajes para dejar de detener confianza en ti mismo reconociendo tus debilidades y
poniendo toda la esperanza en Dios, es el primer paso necesario y lo más importante de
todas.
Capitulo IV. La desconfianza de sí mismo y con la plena confianza en Dios.
Como podemos saberlo en que estado nos encontramos y de que parte nos situamos?
Muchas veces creen algunos que no se fían de sí mismos y toda su esperanza y
convicción la tienen en Dios; pero no es así. Ellos son muy seguros de si mismos hasta
cuando afronta primera decadencia. Cuando suceda por casualidad ellos sufren y se
entristecen por sus decaídas, de una manera que se decepcionan y creen que de ahora
en adelante pueden hacerlo mejor, esto es una señal segura de que antes de su caída
creían en sí mismos y no en Dios. Y si el sufrimiento y la desesperación de ellos es
grande, está claro que mucho creían en sí mismos y poco en Dios; porque el que no
confía mucho de sí mismo y tiene esperanza en Dios, cuando recaiga no se extraña
tanto ni puede sufrir excesivamente, puesto que conoce que esto le ocurre por la
debilidad de sí mismo y la poca esperanza que tiene en Dios; sobre todo entonces
desconfía más de sí mismo y con más humildad recurre con toda su esperanza a Dios.
Estas cosas que he dicho, deseo que las piensen algunos que creen que son virtuosos y
espirituales, quienes cuando caen en algún defecto no pueden ni quieren recuperarse;
pero algunas veces queriendo liberarse del gran sufrimiento y aflicción que están
pasando a causa de su excesivo amor a sí mismos corren inmediatamente a su padre
espiritual, entonces han encontrado la cura espiritual y toma fuerza para luchar
contra la autosuficiencia con la ayuda del divino misterio de la confesión y
arrepentimiento.
Capítulo V: La timidez no es una virtud.
En relación con la timidez, hay muchos que se encuentran en el engaño, de considerar
como virtud la tristeza excesiva que les acompaña después del pecado, no conociendo
que el pecado proviene de un orgullo oculto que se han cimentado sobre la esperanza y
la confianza que tienen en sí mismos y sus propias fuerzas. Cuando el apoyo de su
confianza se colapsa entonces con la prueba de la caída ven que no les queda fuerza
para levantarse, se atormentan y se extrañan como si fuera una cosa nueva y se
desaniman viendo caído por los suelos aquello que se habían confiado y depositado
todas sus esperanzas por medio de si mismos. Pero esto no sucede al humilde, el cual
sólo tiene la esperanza y confianza en Dios, careciendo de esperanza en sí mismo. Por
eso cuando cae en cualquier tipo de depresión, aunque siente dolor y tristeza, no se
atormenta ni se extraña. Porque conoce que esto le ha ocurrido por su debilidad y por
la poca fe que tiene.
Capítulo VI: Otras experiencias por las que se obtiene la desconfianza de
nosotros mismos y la confianza en Dios
Debido a que toda la fuerza, con la que vencemos a nuestros enemigos (los demonios),
nace de la desconfianza en nosotros mismos y de la esperanza en Dios, es necesario
hermano mío que te suministres de estas noticias, para que con la ayuda de Dios logres
esta fuerza. Sepas, pues, con certeza que no te servirán ni las cualidades, sean
naturales o adquiridas, ni todos los dones que has recibido gratis de lo alto, ni el
conocimiento de toda la Santa Escritura, ni la manera que hemos trabajado tantos años
y nos hemos acostumbrado en este ejercicio, sin una especial ayuda y refuerzo de Dios
en nuestro corazón para que nos fortalezca para hacer todo esto; todas estas cosas no
nos harán cumplir con la voluntad divina si no intentamos ser de agrado del Señor en
cada cosa que emprendemos, en cada peligro que debemos evitar y en cada cruz que
debemos levantar según su voluntad, digo, si no eleva nuestro corazón una fuerza
especial de Dios y no nos fortalezca para realizar estas cosas, como dijo el Señor: “Sin
mí no podéis hacer nada”. Así que nosotros debemos en toda nuestra vida, en todos los
momentos tener esta opinión determinante de que de ninguna manera y de
ningún modo confiaremos y en nosotros mismos. Pero sobre la esperanza en Dios,
además de lo que te dije en el tercer capítulo, debes saber que no hay otro camino
hacia Dios, cuando se te pide que derrotes a los enemigos: pocos o muchos, valientes,
jóvenes o temerosos, que el de la completa confianza en Dios. Entonces, un alma, ya
sea quemada por el pecado, derribada de toda la podredumbre del mundo, corrompida
como no se puede imaginar, buscando en todos los sentidos y por todos los medios
liberarse del pecado, no puede adquirir ningún poder tan pequeño como librarse de no
ser arrebatado de las garras del mal, si no confiando plenamente en Dios. Su victoria
consiste en una confianza firme en la ayuda de Dios. A veces sucede que no vea el
resultado de inmediato, aunque Dios le ayude, pero cuando menos se espera, el
enemigo puede ser destruido.
Capítulo VII: Cómo protegerte de la ignorancia
Pero la desconfianza en nosotros mismos y la esperanza en Dios que son tan
imprescindibles para esta guerra, si estas dos se quedan solas, no sólo no venceremos
sino que caeremos en muchos males. Por esta razón, junto con estas se necesita
también ejercicio (práctica) que es la tercera cosa que hemos mencionado al principio,
y que se debe hacer primero con el pensamiento y con la voluntad. Con
el pensamiento debemos protegernos de la ignorancia, la cual es muy adversa
al pensamiento, debido a que oscurece y corrompe al pensamiento y le impide al
conocimiento ver la verdad, que es su propio objetivo.
Por lo tanto debemos educarla de tal manera que pueda discernir perfectamente, el
bien necesario para que limpiemos nuestra alma de pasiones y la adornemos con
virtudes.
Hay dos formas de aclarar e iluminar la mente: la primera y la más importante es la
forma de oración. Al orar pediremos al Espíritu Santo y le suplicamos esparcir su
divina luz no creada y energía en el interior de nuestros corazones sobre nosotros y en
nuestras almas. Y Él hará esto si le pedimos a Dios con plena fe, pedir solo de Él, que
por supuesto lo hará si realmente lo pedimos sólo de Dios, si hacemos su santa
voluntad y si sometemos cualquier cosa nuestra al consejo y pregunta a nuestros
Padres espirituales. La segunda forma es la de un ejercicio continuo de cuidadosa
reflexión y contemplación de esas cosas para que podamos reconocer claramente lo
que es bueno y lo que es malo; no por los sentidos y por la concepción del mundo, sino
por el justo juicio y la verdad del Espíritu Santo. Es decir, la verdad de las Escrituras
inspiradas por Dios, del Espíritu Santo que insuflaron a los santos Padres de nuestra
Iglesia. Porque cuando esta reflexión y contemplación es correcta y saludable, nos da
el poder de ver claramente lo que es desierto y vano; todas estas cosas que el mundo
ciego y corrupto ama y corre tras ellos en todos los sentidos.
Es decir, los honores, el hedonismo, los placeres y la riqueza de este mundo no son otra
cosa que vanidad y muerte (espiritual); y que los desprecios, calumnias e insultos y los
sufrimientos o tristezas que nos hace el mundo, nos producen la verdadera gloria, nos
causa alegría; con perdonar a nuestros enemigos y hacerles el bien, es magnanimidad
y una de las mayores similitudes con Dios; y vale más que uno desprecie los placeres
del mundo, el deseo de ser soberano sobre lo material; Es más seguro y noble para
alguien escuchar de buena gana que obedecer y mandar sobre los grandes
emperadores. El humilde conocimiento de nosotros mismos debe buscarse por encima
de la más alta de todas las ciencias Puesto que el conocimiento humilde de nosotros
mismos, debe ser preferido más que todas las grandezas de las ciencias y el vencer y
mortificar nuestras voluntades y apetitos por muy pequeños que sean, es digno de
mayor elogio que combatir y vencer muchos castillos y ejércitos enemigos con armas en
la mano o incluso hacer milagros y resucitar muertos.
Capítulo VIII: Por qué no discernimos correctamente las cosas y de qué
manera podemos conocerlas.
La causa que no discernimos correctamente todas estas cosas que hemos dicho y
muchas más, es porque no pensamos lo qué son en su profundidad, sino que tomamos el
amor, cariño o el odio hacia ellas e inmediatamente las estudiamos de sus formas y
apariencias exteriores. Cuando el amor o el odio hacia estas cosas se anticipan y
oscurecen nuestro pensamiento, entonces no puede discernir correctamente cómo son
de verdad. San Gregorio el Teólogo de acuerdo con esto dice que la verdad queda
desconocido a causa del amor o del odio; no hay nada más agradable a los hombres
que hablar sobre las cosas ajenas, y sobre todo cuando están afectados e influenciados
por el odio o la simpatía a alguien a causa de los cuales desaparece la verdad.
Hermano mío, si no quieres que este engaño tenga sitio en tu pensamiento, presta
mucha atención, y cuando con una ojeada ves o estudias con tu pensamiento alguna
cosa, detén y aguanta lo que puedas tu voluntad y no dejes que esta cosa sea amada ni
odiada, sino obsérvala solamente con tu pensamiento.
Pero ante todo, piensa tranquilamente que si esta cosa es lamentable y opuesta a tu
tendencia natural, entonces eres inducido por tu odio a rechazarlo. Pero si esta cosa te
produce agrado, entonces eres inducido por el amor para quererla.
Cuando la mente no está oscurecida por las pasiones, sino libre y limpia, puede ver la
verdad y penetrar en las profundidades del asunto, ver dónde está el mal oculto en los
placeres mundanos o donde el bien está cubierto por el mal.
Cuando el pensamiento no está mareado por el pasiones, entonces está libre, lúcido y
limpio y puede conocer la verdad y traspasar a la profundidad de la cosa y ver dónde
está escondido el mal, si está bajo un falso agrado o si el bien está cubierto bajo una
superficie del mal.
Pero si la voluntad se ha anticipado en querer, amar u odiar esta cosa,
el pensamiento ya no puede conocerle verdadero bien ni como es debido; porque
aquella disposición, o mejor dicho, aquellas pasiones que entró por medio como una
pared, incita al pensamiento tanto hasta que cree una cosa distinta de lo que es
verdaderamente y siendo así la traspasa al deseo, el cual en cuanto va por delante,
tanto que el pensamiento se va oscureciendo más y más y así vuelve aparecer otra vez
el deseo de aquella cosa y se hace más que nunca amada u odiada.
Si no se cumple la regla anterior que he dicho y que es muy necesaria para todo este
ejercicio, es decir, que detengas tu deseo del amor o del odio a esta cosa, estas fuerzas
del pensamiento y la voluntad, progresan siempre malamente, como en un círculo, de la
oscuridad a más profunda de oscuridad a mayor oscuridad, de un pequeño error a otro
mayor. Pues, amigo mío, vigílate y protégete con todo tipo de atención y cuidado de la
apasionado amor propio u odio de cada cosa, por la que no llegaste a investigar bien
anteriormente con la luz del pensamiento correcto, con la luz de la santas Escrituras y
de la gracia, la oración y el juicio de tu padre espiritual, para que no te equivoques y
consideres lo verdaderamente bueno como malo y lo que es malo tomarlo como bueno.
Puesto que esto suele ocurrir sobre todo en algunas obras que por sí mismas parecen
buenas y santas, pero solamente en casos concretos; es decir, se hacen fuera del tiempo
y de tal manera que provocan mucho daño y perjuicio, ya que conocemos muchos que
han peligrado en semejantes obras admirables y santísimas.
Capítulo IX: Cómo debemos vigilar y proteger nuestra mente de la curiosidad
Como es necesario que vigilemos y protejamos nuestro pensamiento de la ignorancia,
como hemos dicho antes, así lo mismo es necesario que nos protejamos de los actos
polifacéticos o múltiples conocimientos mundanos, que son los contrarios de la
ignorancia. Porque cuando llenamos el pensamiento con muchos juicios vanos,
desordenados y perjudiciales, entonces le debilitamos y no puede entender aquello que
conviene a nuestra verdadera mortificación y perfección. Por eso, debes estar muerto
totalmente a cada investigación u ocupación en cosas terrenales, aunque sean
permitidas, pero que no son necesarias. Y recogiendo tu pensamiento en tu interior, a
medida de lo posible, hazle ignorante de todas las cosas de este mundo.
Los mensajes, las noticias nuevas y todos los cambios y alteraciones del mundo que
sean para ti como si no existieran de nada. Por eso san Basilio el grande aconseja que
todas el chismorreo mundano que sean para nosotros como un pequeño sabor amargo.
Y el profeta David, dice: “Los soberbios me han cavado hoyos; Mas no proceden según
tu ley Señor” (Sal 118,85). Incluso si te las están ofreciendo por los demás, oponte a
todas estas cosas y aléjalas del corazón y de tu fantasía. Que seas un amante cuidadoso
en entender las cosas espirituales y celestes, no queriendo conocer otra lección en el
mundo que el Crucificado, Su vida y muerte y lo qué quiere de ti; y por supuesto que
agradecerás mucho a Dios, el cual tiene como elegidos y amados aquellos que le aman
y se ocupan en hacer Su voluntad. Cualquier otro asunto e investigación es egoísmo y
orgullo, herramientas y trampas del diablo, quien como astuto, viendo que la voluntad
de aquellos que se cuidan de la vida espiritual es fuerte y potente, busca vencer
el pensamiento de ellos con este tipo de curiosidades, para dominar de esta manera lo
uno y lo otro. Así que muchas veces acostumbra a inspirar pensamientos supuestamente
altos, finos y curiosos, sobre todo a los ágiles de pensamiento y en aquellos que son
fáciles de presumir y vanagloriarse.
Debido a que los cautivados por el placer y la conversación de aquellos pensamientos
altos con los que falsamente creen que disfrutan de Dios, se olvidan hacer la limpieza
de sus corazones y se fijan del humilde conocimiento de sí mismos y de la verdadera
mortificación (de los pasiones); y así mientras son atados con la cadena del orgullo, se
convierten en ídolos de su propio pensamiento, y a continuación, poco a poco, sin darse
cuenta llegan a creer que ya no tienen necesidad de consejo ni instrucción de los
demás, porque se han acostumbrado en cualquier necesidad a correr detrás del ídolo
de sus propios juicios y razonamientos; cosa que es muy peligrosa y difícil de sanarse;
porque el orgullo o la arrogancia del pensamiento es más peligrosa que aquella de la
voluntad. Debido a que por un lado el orgullo de la voluntad, siendo claro en
el pensamiento, se puede sanar fácilmente alguna vez, si se somete en aquello que debe.
Pero el pensamiento cuando tiene opinión fija de que su juicio o razón es mejor que el
de los otros, ¿de quién podrá sanarse y cómo se someterá al juicio de los otros aquel
que no tiene tan buen juicio o razón como el suyo? Por esta razón, resiste mientras seas
capaz de esta peligrosa arrogancia de la mente, antes de que pueda entrar en tus
sentimientos; y resistir su pensamiento limpio en todas sus profundidades y someta tu
opinión a las opiniones de los demás, conviértete como niño tonto para el amor de Dios
y serás más sabio que Salomón: “Que nadie se engañe. Si uno se considera sabio según
las reglas de este mundo y pasa por tal entre vosotros, que se haga tonto y llegará a ser
sabio” (1 Corintios 3,18). Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios" (I
Corintios. M, 18-19).
Capítulo X: Cómo debemos ejercer nuestra voluntad para que en todas
nuestras practicas interiores y exteriores tenga como propósito sólo el agrado
de Dios.
Más allá del ejercicio y la formación de tu pensamiento, debes gobernar también tu
voluntad de tal manera que no le dejes que se dirija hacia tus deseos; la voluntad se
tiene que hacer en sola una con la voluntad de Dios. Piensa bien que querer y pedir
aquellas cosas que son agradables a Dios. Pero esto no es bastante para ti; además de
esto, como movido de Dios, debes querer solo un fin: gustar a él claramente. Por esta
razón tenemos mayor y más pelea con la naturaleza que las cosas que antes hemos
dicho. Porque nuestra naturaleza se desvía sola tanto, que en todas las cosas, incluso
algunas veces de las cosas buenas y espirituales, busca su descanso y su agrado e
incautamente se alimenta de esta desviación como si fuera comida.
De modo que no es suficiente querer esas cosas agradables para Dios, sino desearlas
por las mismas razones que son de agrado del Señor nuestro Dios. El apóstol nos insta
a estudiar lo que está de acuerdo con la voluntad de Dios, no solo lo "bueno", sino
también lo aceptable y lo oportuno en cualquier circunstancia: "No se conforme con lo
que ofrece el mundo , sino convertiros renovando su mente, para saber cuál es la
agradable voluntad de Dios" Así que para evitar el engaño, la verdadera terapia es la
catarsis, la curación yla limpieza del corazón, que es expulsar al antiguo hombre y
revestirnos de uno totalmente nuevo.
Pero, para enseñarte el arte para hacer esto, escucha. Al principio de cada praxis tuya,
a medida de lo posible, debes salir de cada voluntad tuya y no quieras hacer ni detestar
ninguna cosa, si primero no has entendido que en esto estás promovido y arrastrado
sólo por la simple voluntad de Dios. Y si en todas tus obras exteriores y sobre todo en
las interiores de la mente, no puedes sentir siempre esta energía de que estás
promovido de Dios de gustarle, por lo menos estate contento que la tienes en tu
alcance; es decir, que tú por ti mismo tengas siempre verdadera opinión y convicción
en gustar a Dios en cada obra tuya.
Sentirnos activa la inducción de Dios, esto se hace con divina y espiritual iluminación
en el pensamiento, con la que en los limpios y purificados se revela la voluntad de Dios
contemplativamente o con inspiración de Dios con un logos o con otras energías y
actos de la divina Gracia, la cual es un calor que da vida, una inenarrable alegría,
resaltos espirituales, fervor espiritual, lágrimas de corazón, amor y los demás pasiones
y emociones divinas y nobles, las cuales no son obtenidas por nuestra voluntad sino de
Dios, movidos por él y pasionalmente; mediante la percepción y sentimiento de todas
estas cosas nos informamos que aquello que pedimos hacer es según la voluntad de
Dios. Pero antes de todo esto, sobre nuestro tema, tenemos el deber de hacer oración
ardiente con mucha fe hacia Dios, una vez, dos y muchas veces.
San Gregorio el Sinaita escribía que: “estar atento también en la predisposición,
intención y con exactitud investiga cada hora hacia dónde declina tu mente; si estás en
la praxis por Dios para este bien o para beneficio psíquico, sea cantando, sea orando
o trabajando para alguna virtud, ten cuidado no seas capturado sin saber lo que haces.
Pero en las obras que durarán algún tiempo, no sólo al principio es bueno que te
motives a ti mismo en este agrado a Dios, sino que hasta el final de tus días debes estar
ocupándote de renovar este agrado con la memoria o recuerdo, porque si no haces así
peligras en enrollarte en las cadenas del amor tuyo propio, por la cual tu praxis
declina más hacia tí mismo que hacia Dios; y muchas veces después de algún tiempo
acostumbra hacerlos inconscientemente cambiar las cosas modificando nuestros
primeros objetivos y fines.
Por lo tanto, cuando uno no tiene mucho cuidado en su conducta, muchas veces
comienza hacer una obra con el propósito de gustar sólo al Señor, y después dentro de
poco desliza sin darse cuenta en gustar mas bien a su propia voluntad de tal manera
que olvida la voluntad divina; y queda tan atado con el agrado, placer de aquella obra,
que si el mismo Dios a veces le obstruya su paso erróneo consintiéndole alguna
enfermedad o tentación de los demonios o de cualquier otra manera, entonces el se
disgusta y se trastorna completamente y queda atormentado y muchas veces juzga y
condena a los demás de que fueron los culpables de enseñarle mal (por no decir que se
rebela contra al mismo Dios), cosa que manifiesta claramente que su juicio no era
dirigido a Dios, sino que nació de la raíz podrida y corrupta de la egolatría y el
excesivo amor hacia sí mismo.
Porque aquel que se mueve sólo para la voluntad y el agrado a Dios, no prefiere antes
una obra superior y grande que una humilde e inferior, sino que si quiere por igual las
dos, porque son de agrado a Dios por cualquier razón que sólo Él conoce. Por
consiguiente, si la obra es importante y grande o pequeña y humilde, permaneces igual
en paz y reposado; porque de cualquier manera disfrutas de su objetivo de hacer todo
de modo agradable a Dios en todas sus obras en esta vida sea en la muerte. “Por eso,
en el cuerpo o fuera del cuerpo, nos esforzamos con celo y fervor por agradar al
Señor” (II Cor 5,9). Por lo tanto, amigo mío, que seas siempre cuidadoso y reservado
contigo mismo e intentar dirigir tus praxis a este propósito final.
Sin embargo, tenga cuidado para que todas tus obras sean por el deseo de hacer el bien
para evitar las situaciones del castigo y disfrutar del Paraíso, en esto también puedes
pensar que tu propósito final es el agrado y el deseo de Dios, el cual quiere que entres
en el reino de los cielos y no heredar el hades. Pero este fin no esta en poder de nadie
para conocerlo correctamente por mucho sacrificio y fuerza que uno tenga, siendo un
misterio divino que solo pertenece a Dios.
Para una obra, por muy pequeña y humilde que sea, si se hace sólo con el propósito de
gustar sólo a Dios para su gloria, vale infinitamente más que muchas obras ,
importantes y grandes que se hacen sin este propósito.
Es más agradable dar un céntimo a un pobre en el nombre de Dios y sólo por el hecho
de agradar al señor, en vez de despojarte de todos tus bienes para otro propósito cuyo
finalidad será aumentar tu propio orgullo; y si lo haces con el propósito de disfrutar de
los bienes celestes, no sólo es bueno sino también es muy deseable. Este ejercicio, es
querer gustar en cada obra tuya a Dios, aunque al principio te parecerá difícil, pero
después te será fácil. El tener en cuenta esta infinita magnanimidad y recompensa
digna de Dios, cuanto más profunda y continua se hace, tanto más continuas y
ardientes son las praxis antes mencionadas de nuestra voluntad. Así mucho más fácil y
más rápido obtendremos la costumbre de hacer cada praxis nuestra para el amor y
agrado del Soberano que es el único digno de ser amado. Finalmente, si quieres
entender si Dios te incita en cada praxis tuya, debes pedirselo a Él con ardiente
oración, rogándole que te añada también esta gracia(o favor) junto con las
innumerables gracias y dones ha dado sólo por su infinito amor .
Capítulo XI: Algunos considerantes que promueven el deseo del hombre en
querer hacer en cada cosa la voluntad de Dios.
Para mover tu voluntad con mayor facilidad y con mucha atención de querer estar en
todo el agrado y la gloria de Dios, acuérdate muy menudo que Él antes de muchas
formas te ha honrado y amado; te ha creado de la nada a imagen y semejanza suya y
todas las creaciones las ha hecho para que te sirvan; y te ha redimido y liberado de la
esclavitud del diablo, mandando no un ángel sino a Su Hijo Unigénito para rescatarte
no con precio de oro y plata, sino con su preciosa sangre y con la muerte más
tormentosa e injusta, y después de todo esto en cada momento te protege de los
enemigos; luego recuerda que en cada momento de tu vida Jesús Cristo lucha para ti y
con Su divina gracia que tiene preparado tu alimento en los sagrados misterios de la
eucaristía. Esto es una señal de grandioso e infinita amor que tiene Dios para ti, tan
grande que nadie puede entender, y cuánto honor y respeto debemos nosotros a Su
majestuosidad, que por nosotros ha hecho tantas cosas admirables.
¡Si los reyes terrenales, cuando son honrados por los hombres se sienten obligados a
recompensarlos, cuanto más nosotros los insignificantes debemos hacerlo al Rey del
universo por el cual somos tan amados y apreciados! Además de lo que hemos dicho
antes, ten siempre en tu memoria más que cualquier otra cosa, que la divina
majestuosidad por sí sola es infinitamente digna de ser honrada y servida limpiamente
por todos a Su real placer.
Capítulo XII: La multitud de voluntades y deseos que existen en el hombre y la
lucha que hay entre ellos
Conozca bien que en esta guerra en nuestro interior hay dos voluntades contrarias
entre ellas; una es la voluntad de nuestra parte lógica por eso se llama voluntad del
discernimiento; y la otra es la del sentido y por eso se llama voluntad sensible e
inferior, la cual por costumbre se llama también voluntad del instinto, voluntad de la
disposición de la carne y de las pasiones; con la voluntad superior deseamos todos los
bienes; y con la voluntad inferior e insensata deseamos todos los males. Así, pues,
cuando nosotros queremos alguna cosa sólo con la voluntad del sentido, hasta que no
la hayamos emparejado y combinado con la voluntad suprema y la lógica, no quiere
decir que la queremos de verdad. Por lo tanto, toda la guerra invisible es esto, que la
voluntad superior no se incline hacia la inferior.
Porque la voluntad racional que existe entre la voluntad de Dios y la de los sentidos
siempre es atacada tanto una en contra de la otra. Cada una de ellas busca ganar y
someter a la otra,
Debido a que cada una de ellas quiere, someterla en sí misma aquellos que quieren
cambiar su vida corporal y ponerla al servicio de Dios, entonces, especialmente al
principio, encuentran grandes problemas, dolores y amarguras. Especialmente cuando
la pasión se convirtió en un hábito. Debido a la oposición que recibe la voluntad
racional de la voluntad de Dios y de la voluntad de los sentidos que están de un lado y
del otro en contra de ella, es tan fuerte cuando su victoria es ganada por muchos
sudores. Su antagonismo es difícil de entender para aquellos que se acostumbraron a
vivir en virtudes o en vicios, que se contentan con vivir en algunos o en otros. Debido a
que el virtuoso es fácilmente obediente a la voluntad de Dios, y el vicioso se inclina a la
voluntad de los sentidos, sin ninguna oposición no puede tener éxito. Entonces, el que
desea obtener virtudes cristianas y servir a Dios, si no niega no solo los placeres
mayores sino también los más pequeños, a los que está conectado con el amor terrenal,
sucede que muy pocos llegan a la perfección. Como la perfección es algo tan elevado y
sutil, la unión con Dios es tan grande que un pequeño obstáculo puede privarnos de
ella y detener la unión de Dios, como dice Simeón el Nuevo Teólogo. De modo que si
por nuestra negligencia y descuido tenemos algún pequeño error, o duda en la fe, o
cualquier otras pasiones, no seremos dignos de tener como cohabitante en nuestro
interior a Dios”.
El santo apóstol Pablo también llama a estas voluntades "leyes" (Rom. VII): la
voluntad racional, la ley de la mente; la irracional, la ley que se encuentra en mi
cuerpo y la que lucha contra la ley de la mente, de la voluntad de Dios, la ley
espiritual; y la ley de Dios, en la cual la Ley y el pensamiento se regocijan. Porque
cuando han logrado, a través de grandes esfuerzos, dominar los placeres superiores, ya
no quieren tratar de obedecer sus deseos y pasiones veniales. Entonces estas pasiones
insignificantes en realidad los dominan todo el tiempo.
Por ejemplo: hay algunos que, por supuesto, no piensan en la situación y las cosas que
pertenecen a otros, pero aman sus excesos; otros no buscan honor, pero no lo niegan si
se les da, incluso lo desean en secreto incluso a veces, lo buscan a través de diferentes
medios. Y otros tienden conseguir posiciones determinadas, según su preparación, sin
embargo, son codiciosos y comen más de la cuenta. Otros viven en austeridad,
abstinencia y necesidad, pero no se separan de algunos compañeros a quienes les
gusta; aunque estos son un gran obstáculo para la vida espiritual y la unión con Dios.
Especialmente, aquellos compañeros hechos con gente joven y devota.
De lo que se ha dicho, se deduce que quienes viven de esta manera hacen las cosas
buenas imperfectamente, con menos fervor, porque buscan el reconocimiento por parte
del mundo.
De aquí se deduce que ellos no progresan en el camino de la salvación, sino que
vuelven a caer en la maldad de antes. No aman la verdadera virtud, ni están
agradecidos a Dios, que los ha redimido de la tiranía y la esclavitud del maligno. Es
porque siempre son ignorantes y ciegos porque no ven el peligro en el que se
encuentran, mientras se consideran salvos y lejos de cualquier peligro.
Este es un error mucho mayor de lo habitual. Hay muchos que llevan una vida
espiritual, pero se aman más a si mismos de lo que se les permite. Porque están
relacionados con sus deseos y no se reconcilian con otros que se oponen a sus
inclinaciones naturales y deseos extraños. Contra ellos declaran la guerra y luchan sin
lograr la paz. Por lo tanto, querido hermano en el Señor, te aconsejo que siempre
huyas de la dificultad y el desorden provocado por esta guerra, incluso si te parece que
a veces sales victorioso, porque se suele decir: "No odies las cosas difíciles" (VH, 15 ).
Aquí está la parte difícil. Cuanto más ames el peso de la buena acción, más rápido
vencerás. Si quieres una guerra turbulenta antes que algunas virtudes y victorias, por
supuesto ganarás más rápido todo lo bueno prometido de Señor .
Capitulo. XIII. ¿Cómo podemos luchar contra la voluntad irracional y los actos
voluntarios para adquirir el hábito de las virtudes?
Cuando la voluntad irracional de los sentidos esta de un lado y la de Dios esta de la
otra parte, entonces lucha con tu voluntad racional y cada uno persigue su victoria,
debes intentar por todos los medios, que la voluntad de Dios se vuelva completamente
victoriosa.
a) Cuando te atacan los impulsos de una voluntad irracional de los deseos, resiste con
valentía para que la voluntad superior no ceda ante la inferior;
b) Una vez que sean detenidos haz de volver a armar de lo espiritual para someterlas,
sígalos desde la distancia con un poder mayor y más impetuoso;
c) Finalmente, declara una tercera campaña en la que aprendas a odiarlos con toda tu
alma los desapruebes y los detestas de todo corazón20 [20].
Estas tres fases de guerra invisible siempre tienen lugar cuando se trata de antojos
imprevistos, (aparte de las pasiones corporales de las cueles hablaremos en el lugar
correcto).
Por ultimo, debes activar tu defensa contra cualquier pasión perturbadora.
Por ejemplo, si alguien te ha ofendido y hay pensamientos de venganza a través de
impulsos malignos, sé consciente y verás que estos impulsos siempre luchan contra la
voluntad racional que buscan obedecerla y humillarla. Entonces, entra en la lucha sin
estos impulsos irracionales, reúne todos tus poderes. No te sometas a ellos bajo ningún
precio. No cedas a la voluntad irracional y nunca abandonarás esta lucha hasta que
veas a tu enemigo sujeto y encadenado. Pero con un gran cuidado sobre el enemigo que
se estremece cuando ve que somos llevados a la lucha solo por los impulsos de las
pasiones, no solo que los arroja sobre los nuestros como una red pesada, sino que
incluso si los supera, sufre al ver que ya no pueden atacar. y no pueden controlarnos
por completo. Luego hace otro esfuerzo para lanzarnos a la vanagloria, la vanidad, el
orgullo desierto, poniéndonos en la situación de considerarnos enemigos victoriosos
que rápidamente venció al enemigo. El enemigo finge estar muerto como muchos de
los astutos animales.
Si lo has hecho bien hasta aquí, entonces, mi querido hermano, pasa a la segunda
guerra, es decir, piensa en todas las causas de tu oposición y rebelión.
Esfuércese por ver tus propias, deficiencias, eliminar los impulsos malvados, diciendo
como David: "Los aplasté para que no puedan levantarse; cayeron bajo mis pies"
(Salmo 17). Pero no basta con eliminar a nuestros enemigos(los demonios) pero
también tenemos que odiarlos para no volver de nuevo ser esclavos de ellos.
Finalmente, para perfeccionar tu alma, debes mantener el hábito de practicar las
virtudes. Es ese hábito adquirido a través de una larga serie de buenas empresas
(morales) repetidas con la ayuda de las cuales uno puede volverse virtuoso. No se
puede improvisar, pero se obtiene después de muchos años de ejercicios y prácticas de
virtud.
Cuando atacamos directamente las pasiones usando como arma de guerra, la oración
del corazón de Señor Jesús Cristo usamos el mejor medio para oponerte a los poderes
guerreros en cualquier tentación, según las palabras del salmista que dice: "Apártate
del mal y haz el bien" (Salmo 33,14).
Por ejemplo: si desea adquirir paciencia completa, no es suficiente que te sometes y te
conformes sino que debes amar el reproche recibido de quien te deshonró o te insultó
con el deseó que en el futuro por las mismas razones estar preparado para recibir mas
de lo mismo , soportando la deshonestidad y los insultos, porque a través de ellos
somos perfeccionados.
De lo contrario, no importa cuán grandiosos sean las otras obras, no son suficientes
para sacarnos de los vicios. Por lo tanto, es necesario, cuando las pasiones han
penetrado y tomado raíces en nuestra alma, por lo contrario sustituirlas con virtudes en
su lugar. Entonces, si no nos acostumbramos amar los insultos y los desprecios que
son los que aumenta nuestra virtud de la paciencia y no lo aceptamos como un favor,
nunca seremos liberados de la desobediencia que tiene como apoyo en el odio. Por lo
tanto, la raíz del vicio permanece. A veces crece y se simula como que es virtud. A veces
se confunde. Pero cuando surge cualquier circunstancia, aparece y nos devuelve a las
cataratas de las disputas de antes. Nos devuelve al abismo del vicio.
Es cierto, que sin las acciones contrarias de las que hablamos, no es posible obtener el
verdadero dominio de las virtudes. "Es más fácil conquistar y dominar los vicios
recordando las virtudes limitándolas y sometiéndolas antes que resistiéndolas".
También aprende que estas acciones deben ser tantas y tan frecuentes que puede
destruir el hábito del vicio, las cuales han echado raíces y se ha apoderado de nuestro
corazón a través de las malas acciones y debemos derribarlas. Lo destruimos con las
buenas obras y luego plantamos en nuestros corazones el hábito de las virtudes. Incluso
diría que requieren mucho más de las buenas acciones que las malas acciones para
adquirir la virtud; porque las buenas acciones no son como las malas acciones que
provienen por nuestra naturaleza decaída, que desafortunadamente corrompen las
buenas. Añadiré algo más. Si, por ejemplo, quieres obtener la virtud de la paciencia y
la humildad, no solo debes rezar para quien te deshonró y ofendió de una forma u otra,
sino que debes dirigirte a el con amor y humildad.
Bueno, si puedes hacer esto entonces, ponlos en práctica y hazlo con, humildad y
arrepiéntete antes que el que te ofendió. Recordando lo que nos exhorta San Juan
Crisóstomo:
1. El cristiano no debe hacer daño a nadie;
2. No responder con venganza;
3. No devolver con mal el mal recibido, sino soportarlo y callar;
4. Es apropiado no solo estar en paz sino también sufrir voluntariamente las maldades;
5. entregarse al recibir el mal aún más de lo que se espera el quien te hace el mal;
6. No odiarás al que te hace daño.
7. Incluso amarlo con todo su corazón;
8. Hacerles bien a los que nos hacen de sufrir.
9. Bendice a Dios por lo malo recibido porque es una consideración y atención con la
cual Dios te ha puesto a prueba.
Simeón, el nuevo teólogo, en su trabajo sobre como obtener la paz interior en tiempo
de sufrimiento, agrega a esto que no es suficiente para nosotros tan solo orar por
aquellos que nos hacen daño, sino para imprimirlos en nuestra memoria e imaginación.
Besarlos con lágrimas de alegría y amor como algunos amigos: mantener nuestros
corazones sin cambios incluso cuando nos lastiman. Un hombre debe perdonar por
completo todos los males encontrados en su vida.
A través de estas acciones interiores, que te parezcas mas bien débil e inofensivo, no
resistente al mal que te hacen.
Toma nota y reúnete en ti mismo para poder luchar no solo con los antojos grandes y
activos, sino especialmente con lo pequeños y ligeros de tus pasiones, porque de una
raíz pequeña proviene la gran planta. Por el poco cuidado que algunos presta a los
pequeñas pasiones de su corazón, a menudo sucede que se ven dominados por grandes
deseos de las mismas pasiones y luego son esclavizados por el enemigo(el demonio)
con un poder mucho mayor que al principio. Recuerda todo estos porque tienes que
avanzar y mortificar tus deseos y lujurias, tanto en lo que está permitido como en lo que
no es precisamente necesario (por ejemplo, matrimonio, avaricia, comida abundante.).
De esto pueden venir muchas cosas buenas.
Las renuncias a los deseos de lujuria te preparan mejor para superar más fácil las
otras pasiones también. Porque en la lucha contra la tentación te vuelves más
poderoso.
Entonces, si usted, querido hermano, va a recorrer el camino que le mostré en estas
practicas sagradas, tenga la seguridad de que en poco tiempo harás un gran progreso y
te convertirás en un verdadero hombre, verdaderamente espiritual, no falso o solo de
superficie.
Si intenta lo contrario, por otros medios, no importa cuánto te parezca estar unido a
Dios y hablar con Él, te resultará imposible adquirir la Gracia del Espíritu Santo, o
cualquier otra virtud; porque la gracia del Espíritu provienen de los sufrimientos y las
penas que superas con la ayuda del Señor. A través de ellos te transfiguras. A través de
ellos adquieres el hábito y las virtudes evangélicas y se une con el Hijo se Dios que se
ha Crucificado.
También aprende que, como los hábitos del mal nacen de las acciones frecuentes de la
voluntad racional, y estos nos dan los deseos irracionales de los sentidos, también los
hábitos, las virtudes evangélicas se adquieren a través de actos frecuentes, a través de
repetidas ofrendas de ti mismo en manos de Dios, a través de las cuales a veces somos
elevados a una virtud, a veces a otra.
Porque como nuestra voluntad irracional nunca puede ser malvada, no importa cuánto
nos asalte la voluntad irracional de la carne, a menos que no ceda y no obedezca a la
inferior, por supuesto, uno no puede ser virtuoso y unido a Dios, sin contar con la
buena voluntad de la gracia, si no se entrega por completo, si no obedece su voluntad y
gracia de una manera completa, tanto con obras interiores como del exterior.
Capitulo. XIV. ¿Qué sucede cuando la voluntad superior racional es conquistada por lo
irracional, la inferior y por los enemigos?
Si alguna vez notas que tu voluntad racional no puede resistir satisfactoriamente las
lujurias irracionales y las tentaciones (enemigos que luchan contigo), incluso si no te
das cuenta de que puedes tener un celo vivo contra ellos, permaneces en una posición
estable y no abandonas la lucha, porque puedes ser considerado vencedor siempre que
no te veas como un conquistador. Porque, como nuestra voluntad superior, no necesita
satisfacer sus placeres para llevar a cabo sus acciones, por lo que si no lucha, no te
vence y no te somete a ella por completo.
Dios ha dotado a nuestra voluntad con tanta perfección y poder tan abrumadores que
incluso todos los sentidos, todos los demonios y todo el mundo estarían armados contra
ella y lucharían contra ella con poder, pero nuestra voluntad puede con toda la libertad
despreciarlos.
Y si a veces la mente astuta de los enemigos y tu deseo irracional te asedian con tal
poder que sientes que no puedes hacer ningún trabajo espiritual contra ellos, para
vencer, lo primero te aconsejo que no temas. No se desanime en tales circunstancias y
no bajes tus armas, sino emprenda esta valiente expedición contra ellos y el dile a los
enemigos (no me retiro, no abandono la batalla)´
"Porque el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién le tendré miedo?
"El Señor es el poder de mi vida, ¿a quién temeré? "(Sal. 26: 1).
Entonces, si alguien que tiene enemigos que le presionan que le ataca por la espalda o
por el costado para que pueda golpearlo en la cara, tu haz lo mismo también: reúne tus
pensamientos y reconoce que no eres nada y que no puedes hacer nada; y cuando te
dirijas hacia Dios el Todopoderoso, llámalo con gran esperanza y con lágrimas
ardientes, contra las pasiones que luchan contigo, diciendo: "Ayúdame, Dios mío, sé mi
ayuda, mi Jesús, ayúdame; despida los que pelean conmigo. Toma la espada y el
escudo y levántate para ayudarme. ¡Gira la lanza y la flecha contra mis perseguidores!
" (Salmo 34: 1-3). "Bendita Madre de Dios santísima, ayúdame a no ser esclavizado
por el enemigo".
Pero si el enemigo te da tiempo, puedes fortalecer la debilidad de tu voluntad contra
tus pasiones con estos pensamientos y meditación.
Por ejemplo, si caes en una desgracia y tu voluntad no puede soportarlo, ayuda mucho
estos pasos;
A.- Considera que esta tortura que sufres te sirve de mucho porque te da la
oportunidad de verificar tu paciencia y que este problema te lo hiciste con tu mano.
B.- Si no eres culpable de nada en esta miseria, vuelve a pensar en otros más grandes
privilegios y reconoce que por ellos Dios no te dio lo que pediste. Dios solo te envió
una aflicción temporal, para que no seas completamente torturado
C. - Comprenda que incluso si ya ha hecho suficiente penitencia por tus pecados antes,
por lo cual has honrado la gloria de Dios (de cual no reconoced ninguna redención),
tenga en cuenta que en el Reino de los cielos nadie puede entrar sino solo a través de la
puerta estrecha de las problemas y penas. "A través de muchos sufrimientos estamos
obligados a entrar en el reino de Dios" (Hechos 14:22).
D. - Date cuenta de que, incluso si puedes entrar al reino de los cielos, de otra manera,
es decir, por el amor a Dios, recuerda que el Hijo de Dios, con todos sus amigos, ha
entrado por el camino de la cruz y el sufrimiento.
E. - Considera que este sufrimiento que padeces es por la voluntad de Dios (que debes
considerar al comienzo de cualquier acción tuya, cualquier amargura que llegue a ti),
desear que en cada acción y en cada circunstancia que se haga la voluntad de Dios).
El Salvador, el que te ama, se regocija cuando te ve sufrir como un guerrero devoto por
Él. Entonces, responde tan bien como Él a este gran amor que Él tiene por ti y lucha
con gracias y bendiciones. Al hacerlo, me parece que con gusto recibirás cualquier
cruz, amarás, incluso en las mayores desgracias y cada amargura te parecerá dulce, y
todo lo desperfectos te parecerán ordenados y como el resuelto de acuerdo con la ley
más perfecta.
Capitulo. XV. La guerra debe continuar ininterrumpidamente, con valentía y en todos
los sentidos.
Si quieres vencer a tus enemigos más rápido, debes luchar, hermano, valiente con todas
tus pasiones: especialmente contra el egoísmo, acostumbrándote a conocer como
amigos a los que te han creado problemas que el mundo puede hacerte. Cuando un
hombre no reconoce la necesidad absoluta de esta guerra de sí mismo, y cuando
considera que no sirve para nada, que suele ocurrir, ha sucedido y siempre sucede que
las victorias son incumplidas y no alcanza la plenitud.
Por lo tanto, esta guerra debe continuar sin cesar para debilitar las tentaciones, hasta
el momento de la muerte y con toda el alma del hombre, que puede adquirir fácilmente
si se lo pide a Dios.
Recuerda un hecho. La impotencia y el odio continúo que los demonios te llevan y la
gran multitud de desorientaciones que se te presentan, no puedo hacer nada frente al
poder ilimitado de Dios y el amor que tiene por ti, a los ángeles en el cielos y las
oraciones de todos los santos que están de tu parte, como está escrito sobre Amalek:
"Debido a que él ha levantado su mano contra el trono del Señor, el Señor hará la
guerra contra Amalek, de nación en nación" (Exodo, 17, 16).
Así que todas estas palabras y pensamientos dominaron y conmovieron a muchos
hombres y mujeres y vivificaron la sabiduría del mundo.
Por lo tanto, para mantenerse valiente, incluso te parecería que la lucha del enemigo te
destruiría y te perdería, que podría durar toda la vida y que te arrojaría a quién sabe
qué abismo. Porque todo el poder y el conocimiento de los enemigos está en manos del
Comandante Divino y el Jefe Supremo, Jesucristo, por cuyo honor luchas.
El Señor no solo no dejará que los enemigos te pierdan, sino que también luchará en tu
lugar hasta que tu enemigos caerán en tus manos; como está escrito: "Porque el Señor
tu Dios camina en medio de tu campamento para preservarte y entregar a tus enemigos
delante de ti; tu campamento será santo, para que el Señor no te vea inmundo" y no se
apartará de ti "(Deuteronomio. 23:14).
Incluso si retrasa la victoria hasta el último día de tu vida, te será de gran utilidad.
Como Dios no destruyó todas las naciones destinadas `para la Tierra Prometida, sino
que las arrojó al fuego de los filisteos y los sidonios, ya que confió a los judíos si
guardarían Sus mandamientos y creían en Él. "Estas naciones sirvieron para probar a
Israel, para que el Señor viera si obedecían los mandamientos que les había dado a sus
padres a través de Moisés" (Juicio 3, 4). De la misma manera, Él no destruye todas las
pasiones dentro de nosotros, pero deja algunas para luchar contra nosotros hasta la
muerte, no por debilidad o por no poder eliminarlas, sino por bien de nosotros, para:
1. no caer en la condena, sino ser vigilante y cuidadoso;
2. correr siempre hacia Dios y pedir su ayuda con mayor frecuencia;
3. no llenarnos de orgullo, sino para tener pensamientos humildes;
4. odiar de corazón a las pasiones y los enemigos que luchan tan poderosamente contra
nosotros;
5. para ser puesto a prueba, y ver que mantenemos hasta el final el honor y el amor
hacia Dios;
6. que seamos movidos a guardar todos sus mandamientos más estrictamente y no
desobedecerlos, por pequeños que sean;
7. aprender a discernir cuál es su verdadera virtud y, por lo tanto, no abandonarla y no
caer en pecado;
8. que la guerra continúa siendo motivo para una recompensa más grande;
9. que glorifiquemos a Dios, que no nos avergoncemos del mal y del pecado, que no
debilitemos el espíritu y la paciencia hasta el final;
10. porque siendo llevados a la lucha, debemos aprender a no preocuparnos por los
golpes más grandes que nos vendrán en la hora de la muerte.
Finalmente, para ser valiente en una guerra con coraje, debes saber que esta guerra no
escapa a ningún hombre ni en la vida ni en la muerte, y que el que no ha vencido sus
pasiones y sus enemigos no alcanza la victoria final, sino cae y muere.
Vale la pena luchar con valentía e incesantemente, porque tenemos que lidiar con
enemigos que nos odian tanto que no es posible esperar , ni una paz ni un armisticio, e
ningún debilitamiento o cese de la guerra.
Porque hubiera sido bueno si desde el principio no hubiéramos abierto la puerta y no
permitiéramos que los enemigos y las pasiones entraran en nuestra alma y nuestro
corazón. Pero dado que les permitimos entrar, a través del pecado ancestral, ya no
podemos estar sin cuidado, sino que debemos luchar y eliminarlos, porque son
desvergonzados y astutos y no quieren salir más que con la guerra.
Capitolo. XVI. ¿Cómo levantarse los soldados de Cristo por la mañana y cómo salir al
campo de batalla?
Cuando te levantas por la mañana y oras por un momento, diciendo: "Señor Jesucristo,
Hijo de Dios, ten piedad de mí", lo primero que debes tener en cuenta es que estás en
un lugar llamado estadio donde compiten los atletas de Dios, que no es más que tu
corazón hecho todo un hombre por dentro. Tenga en cuenta que frente a ti está el
enemigo, las malvadas pasiones contra la cual ha decidido luchar. Prepárate para
atacar estar firme si quieres conquistar. Piensa que en el lado derecho de la arena ves
incluso a tu comandante victorioso, nuestro Señor Jesucristo, con su Santísima Madre
acompañados de legiones de muchos ángeles, santos y especialmente del Arcángel
Miguel; y a la izquierda, ves la maldad infernal con sus demonios, embalsamando y
endulzando tus pasiones y lujurias.
Sumérgete en la batalla y somete al demonio con el signo de la cruz, con la voz de tu
ángel guardián que habla así: "Hoy tienes que luchar contra esta pasión, de tus otros
enemigos, no debilites tu corazón para perder; huyendo de la batalla, porque allí esta
la presencia de nuestro Señor y Comandante Supremo Jesucristo, acompañado de todos
los poderes del cielo con todo su glorioso ejército, listo para luchar contra tus
enemigos. Él no permitirá que te opriman. "Se dice que el Señor luchará por nosotros"
(Exodo 14, 14).
Por lo tanto, manténgase firme, cuídese, trate de soportar la "tentación" que sientes a
veces; llora desde lo más profundo de tu corazón con más frecuencia: "No me dejes en
manos de mis enemigos" (Sal. 24, 14). Clame al Señor, a la Santísima Virgen y a todos
los santos, hombres y mujeres, y siempre saldrás victorioso. Porque está escrito: "Os he
escrito a los, padres, porque sabían lo que era desde el principio. Les escribí a los
jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ellos, y han vencido al
infame" (I Juan II, 14).
Y si eres débil y no estas acostumbrado o zurdo y tus enemigos son muchos y
poderosos, mayor será la ayuda de Aquel que te hizo y te ha redimido. Dios es
indecible más poderoso en esta guerra; porque está escrito: "¿Quién es este emperador
de la gloria? El Señor fuerte y poderoso, el Señor valientemente en la lucha " (Sal. 24,
8). Él tiene más ganas de salvarte que el enemigo para destruirte.
Por eso lucha y no te canses de la fatiga. Porque de esto nace la victoria y el gran
tesoro traído por el Reino de los cielos y el alma está unida para siempre con Dios.
Entonces comience la lucha en nombre de Dios. Toma el arma con esta esperanza. Con
confianza en Dios, con oraciones, ejercicios y especialmente con el arma de oración de
mi corazón y mente que es: "Señor Jesucristo, ten piedad de mí"; un nombre tan
aterrador, como una espada con dos filos, girando en tu corazón y arrojándoles,
azotando demonios y pasiones.
Por eso Juan el Escriba también dice: "En el nombre de Jesús azoto a los enemigos".
Piensa en el enemigo que decidiste a someter.
Los métodos difieren según las circunstancias, como dije en el cap. XIII: a veces tienes
que resistir, a veces lo lastimas. Haz lo que agrada a Dios. Con toda la Iglesia
vencedora, Dios desde el cielo ve tu lucha. No creas que tu luchas por ti mismo, sino
para Dios.
Por otro lado, la tarea que tenemos que luchar, como dije antes, es obvia e
indefendible.
Porque, si abandonamos esta guerra, hagamos lo que hagamos, moriremos.
Entonces, incluso si te retiras de esta lucha por una hora, eres, según el plan de Dios,
un desertor, dado al mundo de los placeres y pasiones de la carne.
Esto es incluso en el mejor de los casos cuando tienes que prepararte para la batalla
nuevamente.
Entonces, no seas necio, porque no quiere pelear mas tiempo y sin tiempo. Se un
hombre sabio. Aguanta los golpes, lucha, para que puedas ganar la corona invicta de
los grandes vencedores y unirte a Dios. Esto no puedes lograrlo si no tienes en cuenta
este consejo: "Recuerde a tu Creador en los días de tu juventud, hasta que lleguen los
días malos y se acerquen los años, cuando dirás: 'No encuentro placer en el '"(Eccl. 12,
1).
Capitulo. XVII. Cómo luchar contra las pasiones.
Confío en ti, hermano, que también debes conocer la orden que debes mantener para
luchar como es debido, no simplemente por azar como hacen muchos y son
perjudicados.
Este es el orden de la guerra contra los enemigos malvados y las pasiones: entra en tu
corazón e investiga en detalle y observa qué pensamientos, qué disposiciones y
tentaciones esta rodeado tu corazón. Hay que darse cuenta de qué pasión la está
atacando más y qué pasión le aterroriza, para tomar primero las armas contra esas
pasiones y luchar. Y si te sientes tentado por otras pasiones, lucha siempre bien y con
poder contra la pasión más cercana que te ataque y otra vez dirigir la guerra hacia
aquellas pasiones que más te domina y te somete.
Capitulo. XVIII. La guerra contra los terribles comienzos de las pasiones.
Si no estás aún acostumbrado, querido, a luchar contra los inesperados golpes y
ataques o asaltos y otros movimientos ocultos, que se desviarían hacia ti, te aconsejo
que siempre hagas lo siguiente.
Acostúmbrate a pensar siempre, sentado en tu casa, que te sucederán desgracias,
deshonestidad y a veces, incluso serás golpeado. De esta manera, estará listo en
cualquier momento para enfrentar cualquier desgracia sin que seas atormentado, sino
que los soportes con paciencia y gratitud, sin perturbación ni trastorno, no para
enojarte, sino para soportarlo con alegría y paz. Hazlo antes de salir de tu casa y antes
de ir a cualquier lugar. Pero especialmente cuando tienes que lidiar y hablar con
personas que se enojan fácilmente.
Porque tal premeditación y preparación y ejercicio de este tipo uno cree que son bien
despreciables hasta los más terribles e inesperados acontecimientos no tiene mucha
importancia ni siquiera los eventos más aterradores. Extingue en el momento adecuado
cualquier ignición de orgullo. Es por eso que el salmista dice: "Me preparé y no me
inquietare". Verdaderamente aprendemos esto, que la premeditación y la preparación,
es el mayor arma y el más efectivo para la protección de las pasiones, porque como un
tornado, o borrascas, cuando caen de repente en el mar, revuelcan los barcos y hacen a
los experimentados marineros desesperarse, así de la misma manera y de repente estos
encuentros y movimientos de los pasiones hacen perder el discernimiento hasta a los
perfectos en la virtud.
Además de la premeditación y la preparación, también utiliza este medio.
Si te insultan inesperadamente, cuando alguien te golpea o finalmente, te haces otra
deshonestidad, haz una pausa por un momento, reúne todos tus pensamientos en tu
corazón, presta toda la atención y la vigilancia de tu mente para evitar que tu corazón
este perturbado por el orgullo y la vanidad.
Cuando en algún caso, alguien inesperadamente comienza a insultarte y provocarte
cualquier deshonra, detente por un momento, y cuando has reunido tus pensamientos
en el corazón no responder con insultos a los insultos, porque el salmista nos confiesa:
"En mi interior se perturba mi corazón” (Sal 14). ) Es decir, no salió hacia fuera
este pasiones y esta perturbación; sino igual que la salvaje ola del mar no sale hacia la
costa, sino que queda destruida y se calma dentro en el mar; de la misma manera la
ira o el enfado hay que disminuirla. Entonces eleva tu mente a Dios, pensando en su
amor ilimitado por ti, porque él te envió esta tentación inesperada, no para perderte,
sino para limpiarte y purgarte mejor y unirte con Él por la vía más rápida.
Con esto en mente, date la vuelta, diciendo: "¡Oh, infame y miserable! ¿Por qué no
quieres abrazar esta Cruz y esta aflicción que te a enviado no otra persona, sino el
Padre Celestial mismo?" gira hacia la cruz y abrázala espiritualmente con la máxima
alegría que puedas, diciendo: ¡Oh cruz que fuiste creada por la providencia de Dios,
antes que yo naciera! ¡Oh Cruz, qué has endulzado con la dulzura del amor del
Crucificado, clávame y conságrame en ti para que pueda unirme totalmente con Aquel
que me ha redimido, fortaléceme,, recíbeme con toda la fuerza, para que pueda unirme
con Jesucristo que me salvó muriendo por mi! "
Incluso antes de que tomara la pasión de tu ira, se resistió a ti y no te permitió desde el
principio elevar tu mente a Dios; date prisa para levantarte lo antes posible, que te
llegue el trastorno. De esa manera serás ayudado. Pero la mejor terapia y más eficaz
para los pasiones, es extinguir las razones de las cuales surgen estas desviaciones.
En resumen, estos son dos: el amor y el odio.
Por eso, querido hermano, si tu apasionado amor por algo, más grande o más pequeño,
te llegara, tan pronto como lo vieras él secuestrara tu corazón y serás perturbado.
Entonces tienes que luchar para sacar de tu corazón ese mal amor que tienes. Como
esto puede ser mayor o menor, mayor o menor será el comienzo de la inesperada
pasión. Al contrario, si odias a alguien o cualquier cosa, y de esto estarás disgustado
cuando ves o escuchas alguna acción elogiable de ellos, debes presionar tu voluntad
hasta que llegaras amarles; porque este también es una criatura de Dios, tiene los
mismos inquietudes como tú y también es creado al igual que tu a la imagen y
semejanza de la mano sublime de Dios; te asegura que no debes odiarlo ni en tu mente
siquiera mente ni en el pensamiento, como está escrito: "No odiarás a tu hermano con
tu mente"(Levítico 14,17)
Aunque admito que esa persona es malvada y digna de odio, pero si la amas, te pareces
a Dios, que ama todas las cosas y no odia a ninguno, como dice Salomón: "Tu Amas
todas las cosas que has creado tu mismo y no te deshaces de ninguna de lo que has
creado porque no has creado nada que te desagrade "(Proverbios. 11.25). Pero
especialmente nunca olvida que Dios pasa por alto la maldad de los hombres: "Él
levanta el sol sobre los malos y los buenos, y envía lluvia sobre los justos y también
sobre los injustos" (Mateo 5:45).
Capitulo. XIX. Cómo luchar contra las pasiones corporales.
Hermano! Tendrás una gran lucha contra todas las otras pasiones. Y para saber cómo
luchar después de la ordenación, debes distinguir tres momentos y tres ataques: antes
de la tentación, durante la tentación y después de la tentación.
La guerra antes de la tentación suele ser contra las causas que producen esta tentación.
Es decir, debes luchar contra esta pasión, no enfrentarte a ella como aprendí de otras
pasiones, sino alejarte con todo el poder de cualquier oportunidad que te pueda atraer.
Y si alguna vez es necesario hablar con alguien, hable brevemente, respetuosamente,
con una actitud tranquila y seria. Mejor dar a tus palabras un tono duro y no dulce.
"No creas en tu enemigo nunca jamás", dice Sirah (12, 12).
No confíes en ti tampoco. Porque, como el cobre solo genera óxido, también tu
naturaleza decaída engendra maldad. Una vez más, no confíes en ti mismo, a pesar de
que digo que no has sentido durante muchos años estos impulsos corporales. Porque
este vicio condenable hace en una hora lo que no ha podido hacer en muchos años, y a
menudo tiene sus obras secretas y ocultas. Cuanto más amigable se vuelve, más letal es
la mordida.
Es mejor (como lo ha demuestra la experiencia) temer las personas con las que se
acompañan que tener un compañero imprudente, ya sea porque son parientes, o porque
son cariñosos y ricos, o por que ha recibido un beneficio de ellos y siempre se cree que
está en deuda con ellos para respetarlos y agradecerles.
Estas amistades mezclan los placeres venenosos de los sentidos, sin darse cuenta llegan
lentamente hasta la médula espinal del alma verdadera, oscureciendo la razón para
que empiece a creer que en realidad es lo correcto por muy monstruosos y peligrosos
que sea la causa de los pecados. Es decir: las miradas dulces, las dulces palabras de un
lado y del otro, los signos y movimientos rebeldes, el apretón de manos para Luego
vienen a caer, ya sea en los grandes pecados o en las pasiones diabólicas, de las cuales
luego apenas pueden ser liberados.
Por lo tanto, hermano, huye del fuego porque te puedes quemar. Mejor morir que
afligir a Dios con el pecado. Porque, aunque supongo que estás protegido, pero a
través de un contacto ininterrumpido de compañía, el fuego con su calor, lentamente,
agota tu voluntad, lo bueno y lo insensato, por lo que te aferrarás al diablo que anhela
este mal espíritu, no te avergonzarás de la gente, no guardarás el parentesco o la
amistad, no tendrás miedo a Dios, ni reconocerás la vida, ni todos los castigos del
infierno y cometerás el pecado.
Por lo tanto, corre, corre tan lejos como puedas.
a) En primer lugar, de las personas que están al punto de escándalo, si realmente no
quieres que te atrapen.
b) Huir de la pereza. Mantente listo y despierto en los pensamientos y hechos que se
adaptan a tu estado.
c) Nunca te escuche tu voz interior y sométete a tus Padres Espirituales con facilidad,
haciendo con diligencia y rapidez aquellas cosas que te mandan. Especialmente
aquellas que están en contra de tu voluntad y tus comienzos naturales.
d) No juzgues nunca con arrogancia a tu prójimo; ni criticarle malamente y sobre
todo por el pecado carnal de el que estamos hablando, aunque tu prójimo está
claramente caído en esta pasión. . Porque si fácilmente le juzgas y le desprecias, Dios
ejemplarmente te instruirá concediendo que tú también caigas en el mismo pecado. “No
juzguen para que no sean juzgados”
e) Si has obtenido alguna gracia divina o te encuentras en una situación buena, no te
hagas alguna idea superflua e innecesaria de que ahora eres alguien y que tus
enemigos ya no lucharán contra ti, porque al aparecer los odias y te apartas de ellos.
Porque si piensas así, fácilmente caerás. Estas son las cosas que debes vigilar antes la
tentación del pasion carnal. Pero en el tiempo de la tentación, debes pensar de dónde
proviene esta guerra, de una causa interior o exterior. La causa exterior es la
curiosidad de los ojos, las dulces palabras y canciones; suavidad y adorno de ropas,
olor de perfumes, conversaciones, gestos y tocamientos que promueven al pecado; la
terapia de todos estas cosas es la modestia y la humildad en las prendas, no querer
escuchar ni ver, ni oler, ni tocar todas aquellas cosas que promueven a esta pasión y
sobre todo apartarte de las malas compañías, como hemos dicho antes.
Las causas interiores provienen del bienestar de la carne o de los pensamientos, de
nuestros malos hábitos, de las pasiones o por la incitación de los demonios. El
bienestar del cuerpo, se debe moderar con ayunos, vigilias y sobre todo con
prosternaciones y otros ejercicios similares; tal y como explica el discernimiento y la
enseñanza de los divinos Padres y por otra parte, las terapias de los pensamientos, por
donde sea que provengan, son las siguientes; ocuparte con varios ejercicios adecuados
a tu situación, con el estudio, y la lectura de los libros sagrados, la oración y los libros
de los santos Padres como por ejemplo La Filocalia.
Cuando los demonios comienzan atacarte con las tentaciones de la lujuria,
inmediatamente levanta tu pensamiento al crucificado y desde el fondo de tu corazón,
di esto: “Jesús, mi dulce Jesús, ayúdame rápido para no ser cautivado de este
enemigo”. Rezando a veces y abrazando la cruz donde está colgado tu Señor, abraza
sus heridas muchas veces, diciendo con profundo amor: “purísimas y santísimas
heridas, herir mi corazón sucio e indecente e impedidme que Os perjudique”.
Por otro lado durante el período que se multiplican las tentaciones de los placeres
carnales, que no sea directamente contra ellos, (así como algunos libros así lo
escriben) te digo que tu estudio no sea sobre estos, porque cuidarse de estos no es
siempre el medio seguro para vencer la tentación de la carne y puede provocar mas
bien algún daño. Porque al pesar de que la mente expulse los pensamientos
provisionalmente, pero el cuerpo está débil y habituado maliciosamente, cuando
meditas sobre estas causas en realidad marcas mejor el deleite y consientes caer en
ello. Por lo tanto, la verdadera terapia de los placeres carnales son: evitar siempre no
sólo estos, sino cualquier otra cosa que nos los recuerda.
Es decir, la gran sabiduría es ir con la mente a la vida y las pasiones de nuestro Señor
Jesucristo crucificado, a nuestra temible hora de la muerte, al terrible día del juicio
final y los tormentos eternos.
Pero aunque estos pensamientos corporales te asustan más de lo habitual, como suele
suceder, es mejor no oponerse a estos pensamientos, pero simplemente que no los
tomes en cuenta. Finalmente, termine de pensar con esta oración: “Creador y redentor
mío, libérame de mis enemigos, en honor a tu pasiones y tu inenarrable bondad”
No gires tu pensamiento y atención a esta tentación carnal. Porque sólo un simple
recuerdo sobre ello no está sin peligro. Pero tampoco te detengas a dialogar con esta
tentación y te descubres a ti mismo si has consentido en ella o no. Porque aunque este
examen parezca que sea bueno, en realidad es un engaño del diablo, para desanimarte
o para mantenerte siempre liado en esta pasión y hacerte caer también en otro pecado
relacionado con el anterior. Por eso, para esta tentación (cuando el consentimiento no
está claro) es suficiente que la confieses en brevedad a tu padre espiritual manifiéstale
claramente cada pensamiento tuyo sin que te detenga ninguna vergüenza o
contracción.
Porque si con todos nuestros enemigos necesitamos la fuerza de la humildad para
vencerlos, cómo no la vamos a necesitar en esta guerra carnal más que cualquier otra
cosa. Porque esta maldad es producto y resultado de nuestro orgullo o soberbia y casi
siempre es un castigo. San Juan de la Escalera dice que aquel que ha caído en la
lujuria u otro pecado carnal, es debido que antes tenía orgullo, por eso Dios ha
permitido caer para que después recupere la humildad. Cuando pase la tentación,
aquello que debes hacer es lo siguiente; por mucho que te parezca que estés liberado de
esta guerra de la carne, sin embargo debes estar con el pensamiento alejado de estas
pasiones y de las personas que fueron la causa de la tentación; y no pienses que debes
estar en compañía de ellas, por muy parientes o virtuosos que sean; porque también
esto es un engaño de la mala naturaleza y una trampa del enemigo diablo que se
transforma en ángel de luz para meternos a la oscuridad o a las tinieblas como dijo san
Pablo (2Cor 11,14).
Capítulo XX: Cómo luchar contra la negligencia
Para que no caigas en la deplorable maldad de la negligencia, la que te impide el
camino de la perfección y te entrega en las manos de los enemigos, debes evitar toda
curiosidad, todo apego terrenal y todo tipo de comentarios y ocupaciones mundanas,
obedeciendo rápidamente a todo buen consejo de tus superiores y tus guías espirituales,
esforzarte a ti mismo en obedecer y haciendo cada cosa para su agrado.
En cada obra que tienes que hacer no tardes mucho en hacerla; porque aquella
pequeña demora trae consigo la segunda, la tercera y el resto, en las cuales el sentido
se desvía más fácil que en la primera. Porque fue absorbida y cautivada más por el
placer que probó de las demás demoras. Por eso la praxis o comienza muy tarde o es
abandonada totalmente muchas veces por ser molesta; y así poco a poco se hace el
hábito de la pereza, la que después de todo esto llega a tal punto que no se reconoce de
otra manera sino sólo si nosotros nos hartemos ya de ella y nos entregamos totalmente
en obras importantes.
Esta pereza corre por todas partes y con su veneno no solo envenena la voluntad,
haciéndola dejar todo en sus manos y cualquier dificultad y necesidad espiritual.
La negligencia no quiere permitir hacer las buenas obras, o al menos nos determina a
posponerlo.
Debido a que no es suficiente hacer el trabajo que tiene que hacer, sino que es
apropiado hacerlo en el momento y con la debida diligencia requerida por su calidad y
naturaleza esencial y con todo el esmero y cuidado que se merece para que se perfecta.
Porque está escrito: “Maldito aquel que hace las obras del Señor con negligencia”
(Jeremías 48,10).
Pues, uno debe pensar que sólo con una elevación del pensamiento a Dios y con una
reverencia de arrepentimiento hasta el suelo que se hace en el nombre y el honor de
Dios, vale más que todos los tesoros del mundo. Cada vez que dejamos caer en la
negligencia y nos ponemos a nosotros mismos en obras diligentes y esmeradas, los
ángeles traen de la realeza de los cielos una corona de la gloriosa victoria; y por el
contrario a los perezosos no sólo que Dios no les da coronas, sino que poco a poco les
quitan también los dones que les había dado, privándoles de su galardón por sus
negligencias.
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La guerra invisible San Nicodemo el Aghiorita

  • 1. “La guerra invisible” San Nicodemo el Aghiorita “La guerra invisible” es un título muy justo que se merece este libro tan psicoterapéutico y terapéutico espiritualmente. Porque muchos libros divinos del Antiguo y Nuevo Testamento inspirados por Dios, tomaron su nombre inmediatamente por las mismas cosas que enseñan; así por ejemplo, el Génesis de Moisés se llama así, porque se refiere sobre el nacimiento y Creación de la nada (desde cero); y los cuatro Evangelios porque describen históricamente la buena noticia, los redentores, sanadores y salvadores mensajes para los hombres. Uno sería ciego si no viera, por el material expuesto en este libro, porque se ha llamado “Guerra invisible”, precisamente porque se ocupa de estas cuestiones y razones. Porque no enseña sobre una guerra visible, ni para enemigos físicos y vistos por el ojo, sino sobre una guerra invisible que nace en la mente, (cerebro) y en el corazón o espíritu, en la cual toma parte todo cristiano inmediatamente desde el momento del bautismo, donde se ha comprometido ante Dios combatir hasta la muerte, por la causa de este nombre divino. En relación con esta guerra se ha escrito en parábolas y este libro se llama Guerra del Señor (Números 21,14), y enseña sobre los enemigos invisibles y cuales son los distintos pasos, las voluntades de la carne y los malvados demonios, quienes odian a los hombres y no paran de atacarnos día y noche. Como dijo el apóstol Pablo: “Porque nuestra lucha no es en contra la carne y huesos, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que se encuentran en los espacios entre cielo y tierra” (Ef 6,12). Los soldados que combaten en esta guerra son todos los cristianos, como aprendemos de este libro. Como Capitán General se presenta nuestro Señor Jesús Cristo, rodeado de todas las legiones de Ángeles y Santos; el lugar donde se realiza esta guerra es nuestro propio corazón y todo el interior del hombre, donde la duración del tiempo de esta guerra es toda nuestra vida. ¿Cuáles son las armas con las que equipa a sus soldados esta Guerra Invisible? Escuchad lo que viene a continuacion; el casco de los soldados, son la completa desconfianza de ellos mismos; la bandera de ellos es la armadura, que es el ánimo hacia Dios y la esperanza confiada, segura; el tórax y el corpiño es el estudio de los pasión, (los sufrimientos) del Señor; el cinturón es la abstinencia de las pasiones carnales; los zapatos y la camisa de hierro son la humildad y el reconocimiento de la enfermedad de uno mismo; el escudo es la paciencia en las tentaciones y el alejamiento de la negligencia; la espada que está en una mano es la oración divina, tanto la llamada no era, del corazón o de Jesús, como la oral, como también aquella que se hace por el estudio; y mástil o lanza tridente que tienen en la otra mano es no consentir el pasiones que les está atacando y combatiendo y lo expulsen con ira y así con su corazón llegan a tenerlo asco y repulsión. Alimento que toman para el fortalecimiento contra los enemigos es la continua divina Comunión o Eucaristía, tanto del misterio del sacrificio de la Divina Liturgia, como
  • 2. también del espiritual; y el aire iluminante y sin nubes, por el cual ven de lejos a los enemigos, es la continua práctica de la mente en conocer correctamente las cosas y el continuo ejercicio de la voluntad en querer agradecer sólo a Dios, más la paz interior del corazón. Aquí en esta Guerra Invisible, o mejor dicho, en esta Guerra del Señor, los soldados de Cristo aprenden las diversas estafas, engaños y maquinaciones de todo tipo, las difíciles estratagemas y artes, que utilizan contra ellos los enemigos inteligibles a través de los sentidos, de la fantasía y mediante la reducción de la devoción o piedad; y mediante de los cuatro asaltos, (ataques) que traen la muerte (espiritual); es decir, la incredulidad, la desesperación, la vanagloria y la transfiguración de los demonios en ángeles de luz. A continuación los soldados estudian también cómo contraatacar, disolver y destruir las maquinaciones de los enemigos. Y aquí ya son enseñados qué orden y ley deben mantener y con cuánta valentía deben luchar. En resumen, en este libro cada ser humano que ama la salvación , aprende cómo vencer a los enemigos invisibles, para obtener los tesoros, es decir, las virtudes divinas y verdaderas, para recibir el premio y la corona inmarchitable, que es la unión con Dios, tanto en el siglo presente como en el futuro. Queridos lectores, amigos de Cristo, recibid este libro con alegría y aprender el arte de la Guerra invisible; ocupaos no sólo simplemente de luchar, sino combatir por las reglas del juego como se debe luchar, para que seáis coronados (con la gloria de la luz no creada). Porque, según el apóstol Pablo: “El que compite como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente, si no se atiene a las reglas del deporte” (2 Tim 2,5). Armaos con las armas que os enseña, vencer vuestros enemigos inteligibles e invisibles, los cuales son las pasiones que corrompen la mente y los demonios que son los que generan estas pasiones. “Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las tentaciones y maquinaciones del diablo” (Ef 3,10-17). Acordar que en el bautismo os habéis comprometido que negáis y combatís al Satanás, y todas sus obras, todo el culto de él y todo el pecado; las cuales obras de él son el hedonismo, la voluptuosidad, la vanagloria, la avaricia y todos los demás pasiones. Por lo tanto, luchad a lo que podáis, para ponerle en fuga, avergonzarle y derrotarle totalmente con toda vuestra perfección. Por esta victoria, la recompensa será muy grande en los cielos. Escuchadlo estas palabras por la misma boca del Señor, Quien en el libro del Apocalipsis nos promete: “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (Apo 2,7). “El vencedor no será víctima de la segunda muerte” (Apo 2,11). “Al vencedor le daré el maná oculto, escondido…” (Apo 2,17). “Al vencedor le entregaré el poder que yo he recibido de mi Padre y también le daré la estrella de la mañana” (Apo 2,28). “El vencedor será revestido de vestiduras blancas, yo no borraré jamás su nombre del libro de la vida y reconoceré su nombre delante de mi Padre y de los ángeles” (Apo 3,5). “Al vencedor le haré columna del templo de mi Dios…” (Apo 3,12). “Al vencedor lo sentaré conmigo en mi trono…” (Apo 3,21). “El vencedor heredará todo; y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apo 21,7). ¿Veis cuántos premios a cambio de vuestra valentía?! ¡Veis cuánto es la recompensa! ¡Veis esta corona multiplicada por cien llena de flores inmarchitables, pero hermanos ¿cuántas más coronas os harán si vencéis el diablo? En esto pues, tenéis que estar practicando e instruyéndose en la continencia o autodominio y en la lucha y “guardad bien lo que tenéis, para que nadie os quite vuestra corona (Apo 3,11). Porque es una vergüenza que aquellos que se entrenan en el pentatlón con esfuerzos exteriores, tienen continencia casi en todo, para que reciban una corona marchitable y corruptible de olivo o de laurel o de cualquier otra planta. Y vosotros, que habéis recibido una corona
  • 3. inmarchitable, paséis vuestra vida con negligencia e indiferencia. Pues, que os convenza por eso san Pablo que dice: “¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero sólo uno consigue el premio? Corred de modo que lo conquistéis. Los atletas se privan de muchas cosas, y lo hacen para conseguir una corona corruptible; en cambio, nosotros, vamos por una incorruptible” (I Corintios 9,24-25). Así que, esta victoria y la brillantez de estas coronas deseo que disfrutemos. Y acordaos, hermanos míos, pedir al Señor que perdone los pecados, de éste colaborador que se ha hecho ayudante vuestro, para la edición de este bello libro; pero más que nada, acordaos de levantar los ojos hacia el cielo y agradecer y glorificar al Primer Autor a Dios y vuestro padre celestial Jesús Cristo, y decir cada uno hacia Él aquello que se dijo: “De ti viene la victoria, la gloria es tuya y solo soy pariente tuyo” (II Esd 59). Y esto del profeta David: “Tuya es, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, pues todo cuanto hay en el cielo y en la tierra es tuyo” (I Corintios 29,11). Ahora y para siempre. Amén. Capítulo I: En qué y cómo se encuentra la perfección cristiana. Cómo uno debe combatir. Las cuatro armas necesarias para esta guerra. La mayor y más perfecta hazaña que una persona puede pensar, es acercarse de una manera a Dios y unirse con Él. La perfección cristiana es requerida como mandamiento y es entregada al Nuevo Testamento, porque dice el Señor: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5,48). San Pablo dice: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (I Corintios 14,20); “Que seáis perfectos y en todo cumplir con la voluntad de Dios” (Col 8,12); “Seamos conducidos en la perfección” (Heb 6,1). La perfección fue proclamada como mandamiento en el Antiguo Testamento, porque dice Dios a los Hebreos en el Deuteronomio: “Que seas perfecto ante el Señor tu Dios” (18,18). El Rey David manda lo mismo a su hijo Salomón: “Y ahora hijo mío, conocerás a Dios de tus padres y le servirás con todo tu corazón y el ánimo de todo tu ser”. Deducimos pues, que Dios requiere de todos los cristianos que se ejerzan y estén plenos de perfección, es decir, Dios pide de nosotros hacernos perfectos en todas las virtudes. Por tanto, si tú, querido lector en Cristo, deseas llegar en esta cima, primero debes conocer en qué consiste la vida espiritual y la perfección cristiana. Pero estas virtudes, por sí solas, no son lo que buscamos y pedimos como perfección cristiana, sino que unas veces son los medios e instrumentos para que uno llegue a la gracia del Espíritu Santo, y otras veces son fruto del Espíritu Santo. Porque son muchos los que dicen que esta vida y la perfección, se encuentra en los ayunos, en las vigilias, en las prosternaciones y otros ejercicios similares del cuerpo. Otros por su lado dicen que se encuentra en la abundancia de las oraciones y en los largos oficios. Otros creen que la perfección se encuentra completa en la oración (del corazón llamada la oración de de Jesús, como en la soledad, en la huida del mundo, en el silencio y en la instrucción por el canon o regla; es decir, que caminen con la regla y con la medida en todo y que no lleguen en excesos ni tampoco en faltas. Porque los hombres espirituales ejercitan el cuerpo con estos ejercicios para tenerlo siempre dominado y sometido a trabajar las cosas de Dios, porque sino aflige continuamente a su Creador.. Se silencian y hacen vida de monje, para evitar el más mínimo perjuicio y daño hacia Dios. Oran y prestan atención al culto de Dios y a las
  • 4. obras de piedad, para que obtengan el reino de los cielos, estudian la vida de nuestro Señor,y son afligidos por los padecimientos de Jesús, no para otra cosa sino para conocer más su propia debilidad, entender la bondad y compasión de Dios, por lo tanto siguen a Jesús Cristo olvidando y renunciando a sí mismos y llevan la cruz en sus hombros, para que sean calentados más por el amor y la gracia de Dios y se aborrezcan de sí mismos. Pero las virtudes que nos hemos referido, en aquellos que ponen todo el peso en estas practicas, pueden provocar más daño y perjuicio que los pecados obvios; no a causa de estas austeridades, (porque estas son todas santísimas), sino porque aquellos que las utilizan, al fijarse sólo en ellas, dejan su corazón correr detrás de sus propias voluntades y las del diablo; al cual el diablo, al verlos que van por este camino, los deja no sólo que luchen con alegría en los ejercicios corporales, sino que con el pensamiento vano que les susurra, se extiendan en las grandezas del Paraíso. De ahí ellos creen que se han elevado hasta las legiones de los Ángeles y que sienten a Dios en su interior; y algunas veces sumergidos en este tipo de pensamientos y altas reflexiones casi creen que han dejado este mundo y han sido arrebatados hasta el tercer cielo. Pero en cuántos errores están metidos y enredados estos hombres y cuán lejos están de la verdadera y bienaventurada perfección, uno los puede conocer por la vida, el carácter, los modales y las conductas éticas de ellos. Porque ellos quieren que sean considerados y preferidos de los demás por cualquier cosa. Son peculiares y tenaces en sus propias voluntades, son ciegos en sus propias cosas; examinan cuidadosamente las palabras de otros y se fijan en las praxis de los demás. Si alguien les toca un poco la vana reputación de su honor que ellos creen que tienen, quieren que los demás tengan en cuenta su reputación; y si alguien los impide de aquellas reverencias y virtudes con las que se están ocupando (¡que Dios nos libre de esto!), inmediatamente se enfurecen, se incendien de ira y se convierten en frenéticos. Pero el Señor quiere traerles al conocimiento exacto de sí mismos y al verdadero camino de la perfección y les envías aflicciones y enfermedades o concede que vengan persecuciones, (con las que Dios prueba sus auténticos y verdaderos siervos), entonces manifiestan las cosas secretas y ocultas de sus corazones, pervertidos de soberbia y orgullo. De que son instrumentos dinámicos, para el deleite de la gracia del Espíritu Santo, no hay ninguna duda, porque vemos muchos virtuosos que las utilizan como debe ser, con este propósito; es decir, para obtener el poder y la fuerza contra la maldad, para que sean fortalecidos contra las tentaciones y engaños de los tres enemigos comunes, o sea, de la carne, del mundo y del diablo; para que de estas reciban ayuda espiritual que es necesaria a todos los siervos de Dios, y sobre todo a los principiantes, y sencillamente para que se hagan dignos de recibir las carismas del Espíritu Santo; tal y como los enumera el profeta Isaías: “espíritu de sabiduría y de prudencia, espíritu de voluntad y de valor, espíritu de conocimiento y de piedad y espíritu de temor a Dios” (Is 11,2). Sin duda que estas praxis o acciones son fruto del Espíritu Santo y como dijo Pablo. El resultado es“¡amor, alegría, fe, tolerancia, continencia, paz, magnanimidad, templanza, bondad, paciencia” Porque en cada acontecimiento triste que les ocurre, no quieren seguir la voluntad de Dios, permanecen reposados evita someterse al yugo del Señor, ni quieren seguir el ejemplo del Hijo de Dios que ha sido humillado y ha padecido, por nosotros hasta ser humilde teniendo como amigos sus perseguidores.
  • 5. Los perseguidores enemigos, se han convertido de este modo en instrumentos de la divina bondad y cooperantes para la salvación. Así que es obvio que los engañados están en gran peligro. Porque estos teniendo su ojo interior, es decir, el pensamiento oscurecido, se ven a sí mismos virtuosos y creen que han llegado a la perfección, critican y condenan a los demás. Por eso no es posible hacerles cambiar, sino sólo con ayuda especial y particular de Dios. Porque mucho más fácil se convierte en bueno el pecador evidente que el oculto y cubierto con la coraza de las aparentes virtudes. Ahora, pues, que has conocido muy bien que la vida espiritual y la perfección no se sostiene en estas virtudes que hemos dicho, sepas que no se constituye de otras cosas más que la gnosis (conocimiento) de la bondad y la grandeza de Dios y de nuestra nimiedad, tendencia y declinación a cualquier mal contra el amor de Dios y al aborrecimiento de nosotros mismos; en la obediencia, sumisión no sólo a la voluntad de Dios, sino también en todas las creaciones, para el amor de Dios y la repulsión, desobediencia de toda voluntad nuestra y la perfecta obediencia a la voluntad de Dios; incluso, todas estas cosas que las queramos hacer claramente para la gloria de la luz no creada de Dios y gustar sólo a Él; y porque así lo quiere Él, así debemos amarle y servirle. Esta es la ley del amor, energía no creada divina, esta que se ha escrito por la mano del mismo Dios en los corazones de sus siervos fieles. Esta es la abnegación de nosotros mismos, la que pide Dios de nosotros. Este es el yugo dulce de Jesús y su peso ligero. Esta es la sumisión a la voluntad de Dios, a la que nos exhorta nuestro redentor y Maestro con su propio ejemplo y con su voz. Así que, hermano mío, tú que deseas llegar a la altura de esta perfección, y como es necesario hacer una lucha incesante con el propio ego, para vencer y extinguir valientemente todas las voluntades grandes y pequeñas, obligatoriamente debes prepararte con ánimo y buena disposición para esta guerra; porque la corona no se entrega a cualquiera, sino sólo al guerrero valiente; la cual guerra, como es más difícil que cualquier otra guerra porque luchamos contra nosotros mismos, y nos combate, (ataca) nuestro propio ego, así también la victoria que conseguiremos será más gloriosa que cualquier otra y será muy bien recibida de Dios. Porque si quisieras matar tus desordenadas pasiones, los deseos y tus voluntades, gustarás más a Dios y le servirás mejor, en vez de convertir al bien miles de pecadores mientras tú estas dominado realmente de los pasiones o en vez que te estés azotando de uno solo hasta que te sangres o que hagas los ayunos más que los antiguos padres. Lo mismo dice san Isaac: “Es mejor que te desates y liberes de la cadena del pecado que liberar esclavos de la esclavitud”. Verdaderamente, el que nos sometamos a la voluntad de Dios y que prefiramos siempre la voluntad de él, no la nuestra, esto nos lo ha enseñado con su voz el mismo padre y perfeccionador de nuestra curación y salvación Jesús Cristo, Quien nos ha pedido que oremos diciendo: “Padre nuestro que estas en los cielos…hágase tu voluntad, en el cielo como en la tierra ” (Mt 6,10); y con su ejemplo, desde el principio de su vida e inmediatamente cuando entró en el mundo, pidió hacer la voluntad del Padre, según san Pablo que dice: “He aquí, vengo hacer tu voluntad” (Hebreo 16,9); y en la mitad del Evangelio dice: “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
  • 6. de aquel que me ha enviado” (Juan 6,38); y al final de su vida en la oración, diciendo: “Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22,42). Porque, aunque Dios ama más el regreso de los pecadores que la abstención de una voluntad pequeña, sin embargo, tú hermano mío, no debes querer, ni hacer nada más importante que aquello que te pide tu Dios, y de aquí en adelante lo quiere de ti exclusivamente; porque Dios por supuesto que se contenta más por tu lucha para mortificar y enterrar tus propios pasiones, en vez de que hagas cualquier otra cosa, aunque sea muy grande e importante, mientas estas haciendo la vista gorda de tus propios pasiones. Ahora bien, como has aprendido de qué se constituye la perfección cristiana y para obtenerla debes hacer una guerra dura y continua contra ti mismo, es necesario que seas prevenido y suministrado de cuatro cosas, como armamento muy seguro e imprescindible, para que te conviertas en vencedor de esta guerra invisible y recibas la corona de la gloria. Hay que saber; a) no te fíes nunca de ti mismo´ b) ten animo, coraje y esperanza en Dios. c) luchar siempre y orar. Para estas quiero hablarte especialmente la ayuda de Dios, (a continuación). Capitulo II. Lo que no necesitas No confiemos en nosotros mismos. Querido hermano, es tan necesario no confiar en ti mismo en esta guerra, ya que sin esto, asegúrate de que no solo no lograrás la victoria deseada, sino que no podrás durar mucho tiempo. Porque desde Adán tenemos una gran concepción sobre nosotros mismos. Siempre pensamos que somos alguien importante y creemos que sería un gran error pensar que en realidad no somos nada. Ser alguien es una presunción. La creencia de que somos algo se llama presunción. Es una pasión nacida del amor propio y se convierte en la fuente y la causa de otras pasiones, pero tan sutil y misterioso es este orgullo que aquellos que lo poseen ni siquiera lo sienten. El creer que somos algo se llama soberbia (jactancia, presumir, orgullo y vanagloria), son pasiones muy malas y se genera por la egolatría, excesivo amor a uno mismo y al cuerpo; y se convierte en raíz, principio y causa de todos los demás pasiones; es tan fino este pasiones de la vanagloria o jactancia, de modo que por su gran sutilidad, finura y ocultación, aquellos que lo tienen no lo sienten. Nosotros realmente por nuestra naturaleza siendo seres corruptos desde el tiempo de la infracción de Adán, tenemos una gran idea y consideración de nosotros mismos, lo que no es más que una gran mentira, pero nosotros con una impresión engañosa o un autoengaño creemos que somos algo. Porque la primera puerta del pensamiento, por la que trata de entrar la gracia, la energía no creada de Dios y habitar en el hombre, se detiene allí, cierra la puerta, obstruye el pensamiento y no deja entrar la gracia, la cual justamente se marcha. Porque, ¿cómo puede venir la gracia para iluminar o ayudar al hombre aquel que se cree grande? El Señor que nos libere de estas pasiones tan diabólicas y nos sane a los que padecemos de esta enfermedad, la soberbia (orgullo y vanagloria). El Señor castiga este pasiones mediante el profeta que dice: ¡Ay de
  • 7. aquellos que se creen que son sabios! (Is 5,21). Y el apóstol Pablo nos pide esto: “No seáis orgullosos, poneos al nivel de los humildes. No os consideréis sabios (Romanos 12,16); y Salomón dice: “No te creas a ti mismo sabio” Es un defecto difícil de reconocer, que no es de agradó a Dios, a quien le gusta conocer profundamente, las creencias más seguras. Es decir, saber que toda gracia y virtudes provienen solo de Él. Porque Él es el "tesoro de toda bondad" ya que de nosotros nada agradable puede venir, ni nada que le guste. Incluso esta verdad es tan necesaria que es obra de la mano de Dios que quiere dar a sus amados amigos, a veces con inspiración e iluminación, a veces con grandes luchas, amargura, a veces con la tentación violenta invencible, a veces con otros medios que no entendemos. Por eso, hermano mío, aquí te pongo cuatro maneras o modos con los que podrás, con la ayuda de Dios, conseguir esta duda sobre ti mismo, es decir, no confiarte de ti mismo para evitar el orgullo y la vanagloria.. 1. Primera manera es conocer tu nimiedad y pensar que solo no puedes hacer ningún bien de los que te convertirán en digno de pertenecer en la realeza no creada de los cielos. Por eso san Juan Crisóstomo dice que aquel que cree de sí mismo que no es nadie, se conoce a sí mismo. San Máximo el Confesor dice: Condición de la virtud es el reconocimiento de la enfermedad humana y la percepción y conocimiento de la fuerza y energía no creada divina que trae la unión. San Pedro el Damasceno dice: “No hay mayor cosa que conocer tu propia enfermedad y desconocimiento, y no existe nada peor que lo ignores” 2. Segunda manera es pedir muchas veces la ayuda de Dios con ardientes y humildes súplicas. Si quieres recibirlo, primero debes pensar en ti mismo, no sólo renunciar de todo a ti mismo, sino pensar también que es imposible que lo consigas algo por ti mismo; hablar con familiaridad muchas veces ante la grandeza de Dios, y creo firmemente que a causa de Su infinita compasión, esta ayuda te la concederá cuando Él vea que tú sin El no puedes hacer nada, esto que no lo dudes. 3. Tercera manera es acostumbrarte tener temor a los innumerables enemigos, a los cuales no eres capaz de hacer ni la mínima resistencia sin la ayuda de Dios; temer la fuerza de la costumbre de ellos cuando te atacan y combaten con astucias, con estratagemas y transfiguraciones en ángeles de luz y con sus innumerables artificios y trampas que te ponen ocultamente en el verdadero camino de la virtud. 4. Cuarta manera es cuando caigas en algún pecado, piensa en tu absoluta debilidad; porque por esta razón o propósito Dios concedió que caigas, para que conozcas mejor tu enfermedad y así aprendas no sólo a despreciarte de ti mismo, sino que quieras que te desprecien también los demás como un enfermo de este tipo. Porque sin esta voluntad, no es posible que se consiga esta virtuosa desconfianza (de sí mismo), la cual tiene su fundamento en la verdadera humildad. No solamente cuando uno comete algún pecado, sino también cuando caiga en distintas desgracias y sufrimientos, y sobre todo enfermedades corporales crónicas, debe conocer su humilde conocimiento de sí mismo y su debilidad, solo así se acerca más a la humildad, porque por este propósito Dios concede de que nos vengan las tentaciones del diablo, de los hombres y las de la naturaleza. Por lo mismo el apóstol Pablo pensando a la causa que le persiguieron muchas tentaciones mortales en Asia decía: “Tuvimos como segura la sentencia de muerte, para que no confiemos en
  • 8. nosotros mismos, sino en Dios, que resucitará a los muertos” (II Corintios 1,9). Y en brevedad, aquel que quiere conocer su enfermedad de hecho, pues, que se observe, no mucho tiempo, sino sólo por un día sus propios pensamientos, reflexiones y fantasías, más las palabras en que habló y las obras que hizo, y así encontrara que la mayoría de sus palabras y las obras estaban equivocadas, torcidas, necias y malas; de esta prueba entenderá lo enfermo que es y de esta comprensión y este conocimiento verdadero, por supuesto se hará más humilde, para que en el futuro no tenga confianza en sí mismo. Por tanto, el conocerse a sí mismo, cada uno ve cuán imprescindible es para aquel que quiere unirse con la luz no creada celeste; por el cual nuestro, Dios acostumbra conceder su compasión a los orgullosos y preventivos, mediante muchas caídas, es decir, dejándoles caer de manera justa en algún defecto (por el que creen que se pueden proteger) para que conozcan su propia debilidad, y que no confíen más en sí mismos . Pero el Señor no suele utilizarlo siempre este medio, sino solo cuando los otros medios, los más libres, como hemos dicho, no provocan al hombre este reconocimiento de sí mismo; entonces el hombre concede caer en grandes o pequeños errores, cuando mayor o menor es su orgullo y reputación que tiene sobre sí mismo; de modo que, allí donde no hay ninguna reputación o consideración de sí mismo solo la humildad. Así como ha ocurrido en la santísima vida de la Virgen María que no ha tenido ni un solo pensamiento de reconocimiento sobre si misma sino sola la humildad, allí igualmente no hay posibilidad de caída mientras se guarda esta preciosa virtud. Por lo tanto, tú cuando caigas, inmediatamente con tu humilde pensamiento, (reflexión)dirígete en el humilde conocimiento de ti mismo, y con oración persistente pide de Dios que te otorgue la verdadera luz no creada, la gracia para conocer tu nimiedad y no tengas confianza en absoluto de ti mismo, y que confíes plenamente en solo Dios. Capitulo III: La esperanza y la confianza en Dios Es muy necesario que en esta guerra no confiarnos de nosotros mismos, como hemos dicho; sin embargo, si desesperamos, es decir, si sólo expulsamos toda convicción de nosotros mismos, por supuesto que huiremos evitando la caída o seremos vencidos y atrapados por los enemigos. Por lo tanto junto con la completa abnegación de nosotros mismos, nos hace falta también la plena confianza y esperanza en Dios, es decir, esperando todo el bien, ayuda y victoria sólo por parte de Dios. Debido a que nosotros no somos nada, pues, no esperamos nada más que derribos y caídas de nuestro sí mismo, por las que no debemos tener ninguna confianza en nosotros mismos, y de esta manera seguro que disfrutaremos de Dios toda victoria, inmediatamente apenas hayamos armado nuestro corazón con una esperanza viva en él; y recibiremos su ayuda según el Salmo “en él tuvo esperanza mi corazón y fui ayudado” (Sal 27,11) Esta esperanza junto con la ayuda, podemos conseguirlas por cuatro razones. a) Debido a que pedimos de un Dios que es Omnipotente puede hacer lo que quiere y a continuación también puede ayudarnos a nosotros. b) Porque lo pedimos de un Dios que realmente es infinitamente sabio, conoce todo con absoluta perfección, por lo tanto, conoce todo aquello que nos conviene para nuestra curación y salvación.
  • 9. c) Porque pedimos esta ayuda de un Dios quien al ser infinitamente bondadoso con una gracia y un amor que no se pueden describir, está siempre preparado para darnos de un momento a otro toda la ayuda que nos hace falta para la victoria espiritual total de nosotros mismos, inmediatamente cuando corremos en sus brazos con esperanza firme y estable. ¡Y cómo es posible que este buen Pastor muestro, que treinta y tres años estaba buscando la oveja perdida, que caminó un camino duro y espinoso, que derramó toda su sangre, cómo es posible digo, que no mire ahora hacia la oveja que corre detrás de él con gran anhelo, gritándole y rogándole! ¡Cómo puede no escucharla y no ponerla en sus hombros divinos, celebrando una fiesta junto con todos los Ángeles en el cielo! Y si Dios no deja de buscar con gran esmero y amor, para encontrar, según la parábola, la moneda perdida, el sordo y el ciego pecador, ¿cómo es posible ahora abandonar a la oveja perdida, que clama y llama a su propio Pastor? ¿Y quién se va a creer alguna vez que Dios que está llamando al corazón del hombre, deseando entrar en el interior y cenar, según esta escrito en Apocalipsis dándole sus carismas; y cuando el hombre le abre la puerta y le invita, él debería hacer oido sordo y no querer entrar? d) Cuarta manera para obtener uno la ayuda y esperanza de Dios, es ir con su mente a la verdad de la divinas Escrituras, las cuales en tantas partes indican claramente que aquel que tiene esperanza en Dios nunca se ha quedado sin ayuda ni avergonzado. “Observad las antiguas generaciones y reflexionad; ¿quién se ha confiado a Dios y se ha avergonzado?”. Por eso aquel rey Avgaro, mientras restauró aquel icono de nuestro Señor hecho a mano, encima de la Puerta de entrada a la Ciudad de Edesa escribió estas palabras: “El que tiene esperanza en Cristo Dios, no fracasara nunca. Hermano mío, ármate con estas cuatro maneras. Y comienza la obra y la lucha para vencer; y seguro que de estas obtendrás no sólo la esperanza total y firme a Dios, sino también tu desconfianza total en ti; por la que no dejo de recordarte también en este capítulo, que tienes mucha necesidad del conocimiento de ella; porque en el hombre está pegada la confianza de sí mismo de una manera tan fina y sutil que casi siempre vive escondida en el interior del corazón, nos engaña de modo que parece que no tenemos confianza en nosotros mismo pero tenemos toda la esperanza en Dios. Por lo tanto, para que tú te alejes lo más que puedas de esta vana consideración y reputación, y trabajes para dejar de detener confianza en ti mismo reconociendo tus debilidades y poniendo toda la esperanza en Dios, es el primer paso necesario y lo más importante de todas. Capitulo IV. La desconfianza de sí mismo y con la plena confianza en Dios. Como podemos saberlo en que estado nos encontramos y de que parte nos situamos? Muchas veces creen algunos que no se fían de sí mismos y toda su esperanza y convicción la tienen en Dios; pero no es así. Ellos son muy seguros de si mismos hasta cuando afronta primera decadencia. Cuando suceda por casualidad ellos sufren y se entristecen por sus decaídas, de una manera que se decepcionan y creen que de ahora en adelante pueden hacerlo mejor, esto es una señal segura de que antes de su caída creían en sí mismos y no en Dios. Y si el sufrimiento y la desesperación de ellos es grande, está claro que mucho creían en sí mismos y poco en Dios; porque el que no confía mucho de sí mismo y tiene esperanza en Dios, cuando recaiga no se extraña tanto ni puede sufrir excesivamente, puesto que conoce que esto le ocurre por la debilidad de sí mismo y la poca esperanza que tiene en Dios; sobre todo entonces desconfía más de sí mismo y con más humildad recurre con toda su esperanza a Dios.
  • 10. Estas cosas que he dicho, deseo que las piensen algunos que creen que son virtuosos y espirituales, quienes cuando caen en algún defecto no pueden ni quieren recuperarse; pero algunas veces queriendo liberarse del gran sufrimiento y aflicción que están pasando a causa de su excesivo amor a sí mismos corren inmediatamente a su padre espiritual, entonces han encontrado la cura espiritual y toma fuerza para luchar contra la autosuficiencia con la ayuda del divino misterio de la confesión y arrepentimiento. Capítulo V: La timidez no es una virtud. En relación con la timidez, hay muchos que se encuentran en el engaño, de considerar como virtud la tristeza excesiva que les acompaña después del pecado, no conociendo que el pecado proviene de un orgullo oculto que se han cimentado sobre la esperanza y la confianza que tienen en sí mismos y sus propias fuerzas. Cuando el apoyo de su confianza se colapsa entonces con la prueba de la caída ven que no les queda fuerza para levantarse, se atormentan y se extrañan como si fuera una cosa nueva y se desaniman viendo caído por los suelos aquello que se habían confiado y depositado todas sus esperanzas por medio de si mismos. Pero esto no sucede al humilde, el cual sólo tiene la esperanza y confianza en Dios, careciendo de esperanza en sí mismo. Por eso cuando cae en cualquier tipo de depresión, aunque siente dolor y tristeza, no se atormenta ni se extraña. Porque conoce que esto le ha ocurrido por su debilidad y por la poca fe que tiene. Capítulo VI: Otras experiencias por las que se obtiene la desconfianza de nosotros mismos y la confianza en Dios Debido a que toda la fuerza, con la que vencemos a nuestros enemigos (los demonios), nace de la desconfianza en nosotros mismos y de la esperanza en Dios, es necesario hermano mío que te suministres de estas noticias, para que con la ayuda de Dios logres esta fuerza. Sepas, pues, con certeza que no te servirán ni las cualidades, sean naturales o adquiridas, ni todos los dones que has recibido gratis de lo alto, ni el conocimiento de toda la Santa Escritura, ni la manera que hemos trabajado tantos años y nos hemos acostumbrado en este ejercicio, sin una especial ayuda y refuerzo de Dios en nuestro corazón para que nos fortalezca para hacer todo esto; todas estas cosas no nos harán cumplir con la voluntad divina si no intentamos ser de agrado del Señor en cada cosa que emprendemos, en cada peligro que debemos evitar y en cada cruz que debemos levantar según su voluntad, digo, si no eleva nuestro corazón una fuerza especial de Dios y no nos fortalezca para realizar estas cosas, como dijo el Señor: “Sin mí no podéis hacer nada”. Así que nosotros debemos en toda nuestra vida, en todos los momentos tener esta opinión determinante de que de ninguna manera y de ningún modo confiaremos y en nosotros mismos. Pero sobre la esperanza en Dios, además de lo que te dije en el tercer capítulo, debes saber que no hay otro camino hacia Dios, cuando se te pide que derrotes a los enemigos: pocos o muchos, valientes, jóvenes o temerosos, que el de la completa confianza en Dios. Entonces, un alma, ya sea quemada por el pecado, derribada de toda la podredumbre del mundo, corrompida como no se puede imaginar, buscando en todos los sentidos y por todos los medios liberarse del pecado, no puede adquirir ningún poder tan pequeño como librarse de no ser arrebatado de las garras del mal, si no confiando plenamente en Dios. Su victoria consiste en una confianza firme en la ayuda de Dios. A veces sucede que no vea el
  • 11. resultado de inmediato, aunque Dios le ayude, pero cuando menos se espera, el enemigo puede ser destruido. Capítulo VII: Cómo protegerte de la ignorancia Pero la desconfianza en nosotros mismos y la esperanza en Dios que son tan imprescindibles para esta guerra, si estas dos se quedan solas, no sólo no venceremos sino que caeremos en muchos males. Por esta razón, junto con estas se necesita también ejercicio (práctica) que es la tercera cosa que hemos mencionado al principio, y que se debe hacer primero con el pensamiento y con la voluntad. Con el pensamiento debemos protegernos de la ignorancia, la cual es muy adversa al pensamiento, debido a que oscurece y corrompe al pensamiento y le impide al conocimiento ver la verdad, que es su propio objetivo. Por lo tanto debemos educarla de tal manera que pueda discernir perfectamente, el bien necesario para que limpiemos nuestra alma de pasiones y la adornemos con virtudes. Hay dos formas de aclarar e iluminar la mente: la primera y la más importante es la forma de oración. Al orar pediremos al Espíritu Santo y le suplicamos esparcir su divina luz no creada y energía en el interior de nuestros corazones sobre nosotros y en nuestras almas. Y Él hará esto si le pedimos a Dios con plena fe, pedir solo de Él, que por supuesto lo hará si realmente lo pedimos sólo de Dios, si hacemos su santa voluntad y si sometemos cualquier cosa nuestra al consejo y pregunta a nuestros Padres espirituales. La segunda forma es la de un ejercicio continuo de cuidadosa reflexión y contemplación de esas cosas para que podamos reconocer claramente lo que es bueno y lo que es malo; no por los sentidos y por la concepción del mundo, sino por el justo juicio y la verdad del Espíritu Santo. Es decir, la verdad de las Escrituras inspiradas por Dios, del Espíritu Santo que insuflaron a los santos Padres de nuestra Iglesia. Porque cuando esta reflexión y contemplación es correcta y saludable, nos da el poder de ver claramente lo que es desierto y vano; todas estas cosas que el mundo ciego y corrupto ama y corre tras ellos en todos los sentidos. Es decir, los honores, el hedonismo, los placeres y la riqueza de este mundo no son otra cosa que vanidad y muerte (espiritual); y que los desprecios, calumnias e insultos y los sufrimientos o tristezas que nos hace el mundo, nos producen la verdadera gloria, nos causa alegría; con perdonar a nuestros enemigos y hacerles el bien, es magnanimidad y una de las mayores similitudes con Dios; y vale más que uno desprecie los placeres del mundo, el deseo de ser soberano sobre lo material; Es más seguro y noble para alguien escuchar de buena gana que obedecer y mandar sobre los grandes emperadores. El humilde conocimiento de nosotros mismos debe buscarse por encima de la más alta de todas las ciencias Puesto que el conocimiento humilde de nosotros mismos, debe ser preferido más que todas las grandezas de las ciencias y el vencer y mortificar nuestras voluntades y apetitos por muy pequeños que sean, es digno de mayor elogio que combatir y vencer muchos castillos y ejércitos enemigos con armas en la mano o incluso hacer milagros y resucitar muertos. Capítulo VIII: Por qué no discernimos correctamente las cosas y de qué manera podemos conocerlas. La causa que no discernimos correctamente todas estas cosas que hemos dicho y muchas más, es porque no pensamos lo qué son en su profundidad, sino que tomamos el
  • 12. amor, cariño o el odio hacia ellas e inmediatamente las estudiamos de sus formas y apariencias exteriores. Cuando el amor o el odio hacia estas cosas se anticipan y oscurecen nuestro pensamiento, entonces no puede discernir correctamente cómo son de verdad. San Gregorio el Teólogo de acuerdo con esto dice que la verdad queda desconocido a causa del amor o del odio; no hay nada más agradable a los hombres que hablar sobre las cosas ajenas, y sobre todo cuando están afectados e influenciados por el odio o la simpatía a alguien a causa de los cuales desaparece la verdad. Hermano mío, si no quieres que este engaño tenga sitio en tu pensamiento, presta mucha atención, y cuando con una ojeada ves o estudias con tu pensamiento alguna cosa, detén y aguanta lo que puedas tu voluntad y no dejes que esta cosa sea amada ni odiada, sino obsérvala solamente con tu pensamiento. Pero ante todo, piensa tranquilamente que si esta cosa es lamentable y opuesta a tu tendencia natural, entonces eres inducido por tu odio a rechazarlo. Pero si esta cosa te produce agrado, entonces eres inducido por el amor para quererla. Cuando la mente no está oscurecida por las pasiones, sino libre y limpia, puede ver la verdad y penetrar en las profundidades del asunto, ver dónde está el mal oculto en los placeres mundanos o donde el bien está cubierto por el mal. Cuando el pensamiento no está mareado por el pasiones, entonces está libre, lúcido y limpio y puede conocer la verdad y traspasar a la profundidad de la cosa y ver dónde está escondido el mal, si está bajo un falso agrado o si el bien está cubierto bajo una superficie del mal. Pero si la voluntad se ha anticipado en querer, amar u odiar esta cosa, el pensamiento ya no puede conocerle verdadero bien ni como es debido; porque aquella disposición, o mejor dicho, aquellas pasiones que entró por medio como una pared, incita al pensamiento tanto hasta que cree una cosa distinta de lo que es verdaderamente y siendo así la traspasa al deseo, el cual en cuanto va por delante, tanto que el pensamiento se va oscureciendo más y más y así vuelve aparecer otra vez el deseo de aquella cosa y se hace más que nunca amada u odiada. Si no se cumple la regla anterior que he dicho y que es muy necesaria para todo este ejercicio, es decir, que detengas tu deseo del amor o del odio a esta cosa, estas fuerzas del pensamiento y la voluntad, progresan siempre malamente, como en un círculo, de la oscuridad a más profunda de oscuridad a mayor oscuridad, de un pequeño error a otro mayor. Pues, amigo mío, vigílate y protégete con todo tipo de atención y cuidado de la apasionado amor propio u odio de cada cosa, por la que no llegaste a investigar bien anteriormente con la luz del pensamiento correcto, con la luz de la santas Escrituras y de la gracia, la oración y el juicio de tu padre espiritual, para que no te equivoques y consideres lo verdaderamente bueno como malo y lo que es malo tomarlo como bueno. Puesto que esto suele ocurrir sobre todo en algunas obras que por sí mismas parecen buenas y santas, pero solamente en casos concretos; es decir, se hacen fuera del tiempo y de tal manera que provocan mucho daño y perjuicio, ya que conocemos muchos que han peligrado en semejantes obras admirables y santísimas.
  • 13. Capítulo IX: Cómo debemos vigilar y proteger nuestra mente de la curiosidad Como es necesario que vigilemos y protejamos nuestro pensamiento de la ignorancia, como hemos dicho antes, así lo mismo es necesario que nos protejamos de los actos polifacéticos o múltiples conocimientos mundanos, que son los contrarios de la ignorancia. Porque cuando llenamos el pensamiento con muchos juicios vanos, desordenados y perjudiciales, entonces le debilitamos y no puede entender aquello que conviene a nuestra verdadera mortificación y perfección. Por eso, debes estar muerto totalmente a cada investigación u ocupación en cosas terrenales, aunque sean permitidas, pero que no son necesarias. Y recogiendo tu pensamiento en tu interior, a medida de lo posible, hazle ignorante de todas las cosas de este mundo. Los mensajes, las noticias nuevas y todos los cambios y alteraciones del mundo que sean para ti como si no existieran de nada. Por eso san Basilio el grande aconseja que todas el chismorreo mundano que sean para nosotros como un pequeño sabor amargo. Y el profeta David, dice: “Los soberbios me han cavado hoyos; Mas no proceden según tu ley Señor” (Sal 118,85). Incluso si te las están ofreciendo por los demás, oponte a todas estas cosas y aléjalas del corazón y de tu fantasía. Que seas un amante cuidadoso en entender las cosas espirituales y celestes, no queriendo conocer otra lección en el mundo que el Crucificado, Su vida y muerte y lo qué quiere de ti; y por supuesto que agradecerás mucho a Dios, el cual tiene como elegidos y amados aquellos que le aman y se ocupan en hacer Su voluntad. Cualquier otro asunto e investigación es egoísmo y orgullo, herramientas y trampas del diablo, quien como astuto, viendo que la voluntad de aquellos que se cuidan de la vida espiritual es fuerte y potente, busca vencer el pensamiento de ellos con este tipo de curiosidades, para dominar de esta manera lo uno y lo otro. Así que muchas veces acostumbra a inspirar pensamientos supuestamente altos, finos y curiosos, sobre todo a los ágiles de pensamiento y en aquellos que son fáciles de presumir y vanagloriarse. Debido a que los cautivados por el placer y la conversación de aquellos pensamientos altos con los que falsamente creen que disfrutan de Dios, se olvidan hacer la limpieza de sus corazones y se fijan del humilde conocimiento de sí mismos y de la verdadera mortificación (de los pasiones); y así mientras son atados con la cadena del orgullo, se convierten en ídolos de su propio pensamiento, y a continuación, poco a poco, sin darse cuenta llegan a creer que ya no tienen necesidad de consejo ni instrucción de los demás, porque se han acostumbrado en cualquier necesidad a correr detrás del ídolo de sus propios juicios y razonamientos; cosa que es muy peligrosa y difícil de sanarse; porque el orgullo o la arrogancia del pensamiento es más peligrosa que aquella de la voluntad. Debido a que por un lado el orgullo de la voluntad, siendo claro en el pensamiento, se puede sanar fácilmente alguna vez, si se somete en aquello que debe. Pero el pensamiento cuando tiene opinión fija de que su juicio o razón es mejor que el de los otros, ¿de quién podrá sanarse y cómo se someterá al juicio de los otros aquel que no tiene tan buen juicio o razón como el suyo? Por esta razón, resiste mientras seas capaz de esta peligrosa arrogancia de la mente, antes de que pueda entrar en tus sentimientos; y resistir su pensamiento limpio en todas sus profundidades y someta tu opinión a las opiniones de los demás, conviértete como niño tonto para el amor de Dios y serás más sabio que Salomón: “Que nadie se engañe. Si uno se considera sabio según las reglas de este mundo y pasa por tal entre vosotros, que se haga tonto y llegará a ser sabio” (1 Corintios 3,18). Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios" (I Corintios. M, 18-19).
  • 14. Capítulo X: Cómo debemos ejercer nuestra voluntad para que en todas nuestras practicas interiores y exteriores tenga como propósito sólo el agrado de Dios. Más allá del ejercicio y la formación de tu pensamiento, debes gobernar también tu voluntad de tal manera que no le dejes que se dirija hacia tus deseos; la voluntad se tiene que hacer en sola una con la voluntad de Dios. Piensa bien que querer y pedir aquellas cosas que son agradables a Dios. Pero esto no es bastante para ti; además de esto, como movido de Dios, debes querer solo un fin: gustar a él claramente. Por esta razón tenemos mayor y más pelea con la naturaleza que las cosas que antes hemos dicho. Porque nuestra naturaleza se desvía sola tanto, que en todas las cosas, incluso algunas veces de las cosas buenas y espirituales, busca su descanso y su agrado e incautamente se alimenta de esta desviación como si fuera comida. De modo que no es suficiente querer esas cosas agradables para Dios, sino desearlas por las mismas razones que son de agrado del Señor nuestro Dios. El apóstol nos insta a estudiar lo que está de acuerdo con la voluntad de Dios, no solo lo "bueno", sino también lo aceptable y lo oportuno en cualquier circunstancia: "No se conforme con lo que ofrece el mundo , sino convertiros renovando su mente, para saber cuál es la agradable voluntad de Dios" Así que para evitar el engaño, la verdadera terapia es la catarsis, la curación yla limpieza del corazón, que es expulsar al antiguo hombre y revestirnos de uno totalmente nuevo. Pero, para enseñarte el arte para hacer esto, escucha. Al principio de cada praxis tuya, a medida de lo posible, debes salir de cada voluntad tuya y no quieras hacer ni detestar ninguna cosa, si primero no has entendido que en esto estás promovido y arrastrado sólo por la simple voluntad de Dios. Y si en todas tus obras exteriores y sobre todo en las interiores de la mente, no puedes sentir siempre esta energía de que estás promovido de Dios de gustarle, por lo menos estate contento que la tienes en tu alcance; es decir, que tú por ti mismo tengas siempre verdadera opinión y convicción en gustar a Dios en cada obra tuya. Sentirnos activa la inducción de Dios, esto se hace con divina y espiritual iluminación en el pensamiento, con la que en los limpios y purificados se revela la voluntad de Dios contemplativamente o con inspiración de Dios con un logos o con otras energías y actos de la divina Gracia, la cual es un calor que da vida, una inenarrable alegría, resaltos espirituales, fervor espiritual, lágrimas de corazón, amor y los demás pasiones y emociones divinas y nobles, las cuales no son obtenidas por nuestra voluntad sino de Dios, movidos por él y pasionalmente; mediante la percepción y sentimiento de todas estas cosas nos informamos que aquello que pedimos hacer es según la voluntad de Dios. Pero antes de todo esto, sobre nuestro tema, tenemos el deber de hacer oración ardiente con mucha fe hacia Dios, una vez, dos y muchas veces. San Gregorio el Sinaita escribía que: “estar atento también en la predisposición, intención y con exactitud investiga cada hora hacia dónde declina tu mente; si estás en la praxis por Dios para este bien o para beneficio psíquico, sea cantando, sea orando o trabajando para alguna virtud, ten cuidado no seas capturado sin saber lo que haces. Pero en las obras que durarán algún tiempo, no sólo al principio es bueno que te motives a ti mismo en este agrado a Dios, sino que hasta el final de tus días debes estar ocupándote de renovar este agrado con la memoria o recuerdo, porque si no haces así peligras en enrollarte en las cadenas del amor tuyo propio, por la cual tu praxis
  • 15. declina más hacia tí mismo que hacia Dios; y muchas veces después de algún tiempo acostumbra hacerlos inconscientemente cambiar las cosas modificando nuestros primeros objetivos y fines. Por lo tanto, cuando uno no tiene mucho cuidado en su conducta, muchas veces comienza hacer una obra con el propósito de gustar sólo al Señor, y después dentro de poco desliza sin darse cuenta en gustar mas bien a su propia voluntad de tal manera que olvida la voluntad divina; y queda tan atado con el agrado, placer de aquella obra, que si el mismo Dios a veces le obstruya su paso erróneo consintiéndole alguna enfermedad o tentación de los demonios o de cualquier otra manera, entonces el se disgusta y se trastorna completamente y queda atormentado y muchas veces juzga y condena a los demás de que fueron los culpables de enseñarle mal (por no decir que se rebela contra al mismo Dios), cosa que manifiesta claramente que su juicio no era dirigido a Dios, sino que nació de la raíz podrida y corrupta de la egolatría y el excesivo amor hacia sí mismo. Porque aquel que se mueve sólo para la voluntad y el agrado a Dios, no prefiere antes una obra superior y grande que una humilde e inferior, sino que si quiere por igual las dos, porque son de agrado a Dios por cualquier razón que sólo Él conoce. Por consiguiente, si la obra es importante y grande o pequeña y humilde, permaneces igual en paz y reposado; porque de cualquier manera disfrutas de su objetivo de hacer todo de modo agradable a Dios en todas sus obras en esta vida sea en la muerte. “Por eso, en el cuerpo o fuera del cuerpo, nos esforzamos con celo y fervor por agradar al Señor” (II Cor 5,9). Por lo tanto, amigo mío, que seas siempre cuidadoso y reservado contigo mismo e intentar dirigir tus praxis a este propósito final. Sin embargo, tenga cuidado para que todas tus obras sean por el deseo de hacer el bien para evitar las situaciones del castigo y disfrutar del Paraíso, en esto también puedes pensar que tu propósito final es el agrado y el deseo de Dios, el cual quiere que entres en el reino de los cielos y no heredar el hades. Pero este fin no esta en poder de nadie para conocerlo correctamente por mucho sacrificio y fuerza que uno tenga, siendo un misterio divino que solo pertenece a Dios. Para una obra, por muy pequeña y humilde que sea, si se hace sólo con el propósito de gustar sólo a Dios para su gloria, vale infinitamente más que muchas obras , importantes y grandes que se hacen sin este propósito. Es más agradable dar un céntimo a un pobre en el nombre de Dios y sólo por el hecho de agradar al señor, en vez de despojarte de todos tus bienes para otro propósito cuyo finalidad será aumentar tu propio orgullo; y si lo haces con el propósito de disfrutar de los bienes celestes, no sólo es bueno sino también es muy deseable. Este ejercicio, es querer gustar en cada obra tuya a Dios, aunque al principio te parecerá difícil, pero después te será fácil. El tener en cuenta esta infinita magnanimidad y recompensa digna de Dios, cuanto más profunda y continua se hace, tanto más continuas y ardientes son las praxis antes mencionadas de nuestra voluntad. Así mucho más fácil y más rápido obtendremos la costumbre de hacer cada praxis nuestra para el amor y agrado del Soberano que es el único digno de ser amado. Finalmente, si quieres entender si Dios te incita en cada praxis tuya, debes pedirselo a Él con ardiente oración, rogándole que te añada también esta gracia(o favor) junto con las innumerables gracias y dones ha dado sólo por su infinito amor .
  • 16. Capítulo XI: Algunos considerantes que promueven el deseo del hombre en querer hacer en cada cosa la voluntad de Dios. Para mover tu voluntad con mayor facilidad y con mucha atención de querer estar en todo el agrado y la gloria de Dios, acuérdate muy menudo que Él antes de muchas formas te ha honrado y amado; te ha creado de la nada a imagen y semejanza suya y todas las creaciones las ha hecho para que te sirvan; y te ha redimido y liberado de la esclavitud del diablo, mandando no un ángel sino a Su Hijo Unigénito para rescatarte no con precio de oro y plata, sino con su preciosa sangre y con la muerte más tormentosa e injusta, y después de todo esto en cada momento te protege de los enemigos; luego recuerda que en cada momento de tu vida Jesús Cristo lucha para ti y con Su divina gracia que tiene preparado tu alimento en los sagrados misterios de la eucaristía. Esto es una señal de grandioso e infinita amor que tiene Dios para ti, tan grande que nadie puede entender, y cuánto honor y respeto debemos nosotros a Su majestuosidad, que por nosotros ha hecho tantas cosas admirables. ¡Si los reyes terrenales, cuando son honrados por los hombres se sienten obligados a recompensarlos, cuanto más nosotros los insignificantes debemos hacerlo al Rey del universo por el cual somos tan amados y apreciados! Además de lo que hemos dicho antes, ten siempre en tu memoria más que cualquier otra cosa, que la divina majestuosidad por sí sola es infinitamente digna de ser honrada y servida limpiamente por todos a Su real placer. Capítulo XII: La multitud de voluntades y deseos que existen en el hombre y la lucha que hay entre ellos Conozca bien que en esta guerra en nuestro interior hay dos voluntades contrarias entre ellas; una es la voluntad de nuestra parte lógica por eso se llama voluntad del discernimiento; y la otra es la del sentido y por eso se llama voluntad sensible e inferior, la cual por costumbre se llama también voluntad del instinto, voluntad de la disposición de la carne y de las pasiones; con la voluntad superior deseamos todos los bienes; y con la voluntad inferior e insensata deseamos todos los males. Así, pues, cuando nosotros queremos alguna cosa sólo con la voluntad del sentido, hasta que no la hayamos emparejado y combinado con la voluntad suprema y la lógica, no quiere decir que la queremos de verdad. Por lo tanto, toda la guerra invisible es esto, que la voluntad superior no se incline hacia la inferior. Porque la voluntad racional que existe entre la voluntad de Dios y la de los sentidos siempre es atacada tanto una en contra de la otra. Cada una de ellas busca ganar y someter a la otra, Debido a que cada una de ellas quiere, someterla en sí misma aquellos que quieren cambiar su vida corporal y ponerla al servicio de Dios, entonces, especialmente al principio, encuentran grandes problemas, dolores y amarguras. Especialmente cuando la pasión se convirtió en un hábito. Debido a la oposición que recibe la voluntad racional de la voluntad de Dios y de la voluntad de los sentidos que están de un lado y del otro en contra de ella, es tan fuerte cuando su victoria es ganada por muchos sudores. Su antagonismo es difícil de entender para aquellos que se acostumbraron a vivir en virtudes o en vicios, que se contentan con vivir en algunos o en otros. Debido a que el virtuoso es fácilmente obediente a la voluntad de Dios, y el vicioso se inclina a la voluntad de los sentidos, sin ninguna oposición no puede tener éxito. Entonces, el que desea obtener virtudes cristianas y servir a Dios, si no niega no solo los placeres mayores sino también los más pequeños, a los que está conectado con el amor terrenal,
  • 17. sucede que muy pocos llegan a la perfección. Como la perfección es algo tan elevado y sutil, la unión con Dios es tan grande que un pequeño obstáculo puede privarnos de ella y detener la unión de Dios, como dice Simeón el Nuevo Teólogo. De modo que si por nuestra negligencia y descuido tenemos algún pequeño error, o duda en la fe, o cualquier otras pasiones, no seremos dignos de tener como cohabitante en nuestro interior a Dios”. El santo apóstol Pablo también llama a estas voluntades "leyes" (Rom. VII): la voluntad racional, la ley de la mente; la irracional, la ley que se encuentra en mi cuerpo y la que lucha contra la ley de la mente, de la voluntad de Dios, la ley espiritual; y la ley de Dios, en la cual la Ley y el pensamiento se regocijan. Porque cuando han logrado, a través de grandes esfuerzos, dominar los placeres superiores, ya no quieren tratar de obedecer sus deseos y pasiones veniales. Entonces estas pasiones insignificantes en realidad los dominan todo el tiempo. Por ejemplo: hay algunos que, por supuesto, no piensan en la situación y las cosas que pertenecen a otros, pero aman sus excesos; otros no buscan honor, pero no lo niegan si se les da, incluso lo desean en secreto incluso a veces, lo buscan a través de diferentes medios. Y otros tienden conseguir posiciones determinadas, según su preparación, sin embargo, son codiciosos y comen más de la cuenta. Otros viven en austeridad, abstinencia y necesidad, pero no se separan de algunos compañeros a quienes les gusta; aunque estos son un gran obstáculo para la vida espiritual y la unión con Dios. Especialmente, aquellos compañeros hechos con gente joven y devota. De lo que se ha dicho, se deduce que quienes viven de esta manera hacen las cosas buenas imperfectamente, con menos fervor, porque buscan el reconocimiento por parte del mundo. De aquí se deduce que ellos no progresan en el camino de la salvación, sino que vuelven a caer en la maldad de antes. No aman la verdadera virtud, ni están agradecidos a Dios, que los ha redimido de la tiranía y la esclavitud del maligno. Es porque siempre son ignorantes y ciegos porque no ven el peligro en el que se encuentran, mientras se consideran salvos y lejos de cualquier peligro. Este es un error mucho mayor de lo habitual. Hay muchos que llevan una vida espiritual, pero se aman más a si mismos de lo que se les permite. Porque están relacionados con sus deseos y no se reconcilian con otros que se oponen a sus inclinaciones naturales y deseos extraños. Contra ellos declaran la guerra y luchan sin lograr la paz. Por lo tanto, querido hermano en el Señor, te aconsejo que siempre huyas de la dificultad y el desorden provocado por esta guerra, incluso si te parece que a veces sales victorioso, porque se suele decir: "No odies las cosas difíciles" (VH, 15 ). Aquí está la parte difícil. Cuanto más ames el peso de la buena acción, más rápido vencerás. Si quieres una guerra turbulenta antes que algunas virtudes y victorias, por supuesto ganarás más rápido todo lo bueno prometido de Señor . Capitulo. XIII. ¿Cómo podemos luchar contra la voluntad irracional y los actos voluntarios para adquirir el hábito de las virtudes? Cuando la voluntad irracional de los sentidos esta de un lado y la de Dios esta de la otra parte, entonces lucha con tu voluntad racional y cada uno persigue su victoria, debes intentar por todos los medios, que la voluntad de Dios se vuelva completamente victoriosa.
  • 18. a) Cuando te atacan los impulsos de una voluntad irracional de los deseos, resiste con valentía para que la voluntad superior no ceda ante la inferior; b) Una vez que sean detenidos haz de volver a armar de lo espiritual para someterlas, sígalos desde la distancia con un poder mayor y más impetuoso; c) Finalmente, declara una tercera campaña en la que aprendas a odiarlos con toda tu alma los desapruebes y los detestas de todo corazón20 [20]. Estas tres fases de guerra invisible siempre tienen lugar cuando se trata de antojos imprevistos, (aparte de las pasiones corporales de las cueles hablaremos en el lugar correcto). Por ultimo, debes activar tu defensa contra cualquier pasión perturbadora. Por ejemplo, si alguien te ha ofendido y hay pensamientos de venganza a través de impulsos malignos, sé consciente y verás que estos impulsos siempre luchan contra la voluntad racional que buscan obedecerla y humillarla. Entonces, entra en la lucha sin estos impulsos irracionales, reúne todos tus poderes. No te sometas a ellos bajo ningún precio. No cedas a la voluntad irracional y nunca abandonarás esta lucha hasta que veas a tu enemigo sujeto y encadenado. Pero con un gran cuidado sobre el enemigo que se estremece cuando ve que somos llevados a la lucha solo por los impulsos de las pasiones, no solo que los arroja sobre los nuestros como una red pesada, sino que incluso si los supera, sufre al ver que ya no pueden atacar. y no pueden controlarnos por completo. Luego hace otro esfuerzo para lanzarnos a la vanagloria, la vanidad, el orgullo desierto, poniéndonos en la situación de considerarnos enemigos victoriosos que rápidamente venció al enemigo. El enemigo finge estar muerto como muchos de los astutos animales. Si lo has hecho bien hasta aquí, entonces, mi querido hermano, pasa a la segunda guerra, es decir, piensa en todas las causas de tu oposición y rebelión. Esfuércese por ver tus propias, deficiencias, eliminar los impulsos malvados, diciendo como David: "Los aplasté para que no puedan levantarse; cayeron bajo mis pies" (Salmo 17). Pero no basta con eliminar a nuestros enemigos(los demonios) pero también tenemos que odiarlos para no volver de nuevo ser esclavos de ellos. Finalmente, para perfeccionar tu alma, debes mantener el hábito de practicar las virtudes. Es ese hábito adquirido a través de una larga serie de buenas empresas (morales) repetidas con la ayuda de las cuales uno puede volverse virtuoso. No se puede improvisar, pero se obtiene después de muchos años de ejercicios y prácticas de virtud. Cuando atacamos directamente las pasiones usando como arma de guerra, la oración del corazón de Señor Jesús Cristo usamos el mejor medio para oponerte a los poderes guerreros en cualquier tentación, según las palabras del salmista que dice: "Apártate del mal y haz el bien" (Salmo 33,14). Por ejemplo: si desea adquirir paciencia completa, no es suficiente que te sometes y te conformes sino que debes amar el reproche recibido de quien te deshonró o te insultó con el deseó que en el futuro por las mismas razones estar preparado para recibir mas de lo mismo , soportando la deshonestidad y los insultos, porque a través de ellos somos perfeccionados. De lo contrario, no importa cuán grandiosos sean las otras obras, no son suficientes para sacarnos de los vicios. Por lo tanto, es necesario, cuando las pasiones han penetrado y tomado raíces en nuestra alma, por lo contrario sustituirlas con virtudes en su lugar. Entonces, si no nos acostumbramos amar los insultos y los desprecios que son los que aumenta nuestra virtud de la paciencia y no lo aceptamos como un favor, nunca seremos liberados de la desobediencia que tiene como apoyo en el odio. Por lo
  • 19. tanto, la raíz del vicio permanece. A veces crece y se simula como que es virtud. A veces se confunde. Pero cuando surge cualquier circunstancia, aparece y nos devuelve a las cataratas de las disputas de antes. Nos devuelve al abismo del vicio. Es cierto, que sin las acciones contrarias de las que hablamos, no es posible obtener el verdadero dominio de las virtudes. "Es más fácil conquistar y dominar los vicios recordando las virtudes limitándolas y sometiéndolas antes que resistiéndolas". También aprende que estas acciones deben ser tantas y tan frecuentes que puede destruir el hábito del vicio, las cuales han echado raíces y se ha apoderado de nuestro corazón a través de las malas acciones y debemos derribarlas. Lo destruimos con las buenas obras y luego plantamos en nuestros corazones el hábito de las virtudes. Incluso diría que requieren mucho más de las buenas acciones que las malas acciones para adquirir la virtud; porque las buenas acciones no son como las malas acciones que provienen por nuestra naturaleza decaída, que desafortunadamente corrompen las buenas. Añadiré algo más. Si, por ejemplo, quieres obtener la virtud de la paciencia y la humildad, no solo debes rezar para quien te deshonró y ofendió de una forma u otra, sino que debes dirigirte a el con amor y humildad. Bueno, si puedes hacer esto entonces, ponlos en práctica y hazlo con, humildad y arrepiéntete antes que el que te ofendió. Recordando lo que nos exhorta San Juan Crisóstomo: 1. El cristiano no debe hacer daño a nadie; 2. No responder con venganza; 3. No devolver con mal el mal recibido, sino soportarlo y callar; 4. Es apropiado no solo estar en paz sino también sufrir voluntariamente las maldades; 5. entregarse al recibir el mal aún más de lo que se espera el quien te hace el mal; 6. No odiarás al que te hace daño. 7. Incluso amarlo con todo su corazón; 8. Hacerles bien a los que nos hacen de sufrir. 9. Bendice a Dios por lo malo recibido porque es una consideración y atención con la cual Dios te ha puesto a prueba. Simeón, el nuevo teólogo, en su trabajo sobre como obtener la paz interior en tiempo de sufrimiento, agrega a esto que no es suficiente para nosotros tan solo orar por aquellos que nos hacen daño, sino para imprimirlos en nuestra memoria e imaginación. Besarlos con lágrimas de alegría y amor como algunos amigos: mantener nuestros corazones sin cambios incluso cuando nos lastiman. Un hombre debe perdonar por completo todos los males encontrados en su vida. A través de estas acciones interiores, que te parezcas mas bien débil e inofensivo, no resistente al mal que te hacen. Toma nota y reúnete en ti mismo para poder luchar no solo con los antojos grandes y activos, sino especialmente con lo pequeños y ligeros de tus pasiones, porque de una raíz pequeña proviene la gran planta. Por el poco cuidado que algunos presta a los pequeñas pasiones de su corazón, a menudo sucede que se ven dominados por grandes deseos de las mismas pasiones y luego son esclavizados por el enemigo(el demonio) con un poder mucho mayor que al principio. Recuerda todo estos porque tienes que avanzar y mortificar tus deseos y lujurias, tanto en lo que está permitido como en lo que no es precisamente necesario (por ejemplo, matrimonio, avaricia, comida abundante.). De esto pueden venir muchas cosas buenas.
  • 20. Las renuncias a los deseos de lujuria te preparan mejor para superar más fácil las otras pasiones también. Porque en la lucha contra la tentación te vuelves más poderoso. Entonces, si usted, querido hermano, va a recorrer el camino que le mostré en estas practicas sagradas, tenga la seguridad de que en poco tiempo harás un gran progreso y te convertirás en un verdadero hombre, verdaderamente espiritual, no falso o solo de superficie. Si intenta lo contrario, por otros medios, no importa cuánto te parezca estar unido a Dios y hablar con Él, te resultará imposible adquirir la Gracia del Espíritu Santo, o cualquier otra virtud; porque la gracia del Espíritu provienen de los sufrimientos y las penas que superas con la ayuda del Señor. A través de ellos te transfiguras. A través de ellos adquieres el hábito y las virtudes evangélicas y se une con el Hijo se Dios que se ha Crucificado. También aprende que, como los hábitos del mal nacen de las acciones frecuentes de la voluntad racional, y estos nos dan los deseos irracionales de los sentidos, también los hábitos, las virtudes evangélicas se adquieren a través de actos frecuentes, a través de repetidas ofrendas de ti mismo en manos de Dios, a través de las cuales a veces somos elevados a una virtud, a veces a otra. Porque como nuestra voluntad irracional nunca puede ser malvada, no importa cuánto nos asalte la voluntad irracional de la carne, a menos que no ceda y no obedezca a la inferior, por supuesto, uno no puede ser virtuoso y unido a Dios, sin contar con la buena voluntad de la gracia, si no se entrega por completo, si no obedece su voluntad y gracia de una manera completa, tanto con obras interiores como del exterior. Capitulo. XIV. ¿Qué sucede cuando la voluntad superior racional es conquistada por lo irracional, la inferior y por los enemigos? Si alguna vez notas que tu voluntad racional no puede resistir satisfactoriamente las lujurias irracionales y las tentaciones (enemigos que luchan contigo), incluso si no te das cuenta de que puedes tener un celo vivo contra ellos, permaneces en una posición estable y no abandonas la lucha, porque puedes ser considerado vencedor siempre que no te veas como un conquistador. Porque, como nuestra voluntad superior, no necesita satisfacer sus placeres para llevar a cabo sus acciones, por lo que si no lucha, no te vence y no te somete a ella por completo. Dios ha dotado a nuestra voluntad con tanta perfección y poder tan abrumadores que incluso todos los sentidos, todos los demonios y todo el mundo estarían armados contra ella y lucharían contra ella con poder, pero nuestra voluntad puede con toda la libertad despreciarlos. Y si a veces la mente astuta de los enemigos y tu deseo irracional te asedian con tal poder que sientes que no puedes hacer ningún trabajo espiritual contra ellos, para vencer, lo primero te aconsejo que no temas. No se desanime en tales circunstancias y no bajes tus armas, sino emprenda esta valiente expedición contra ellos y el dile a los enemigos (no me retiro, no abandono la batalla)´ "Porque el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién le tendré miedo? "El Señor es el poder de mi vida, ¿a quién temeré? "(Sal. 26: 1). Entonces, si alguien que tiene enemigos que le presionan que le ataca por la espalda o por el costado para que pueda golpearlo en la cara, tu haz lo mismo también: reúne tus pensamientos y reconoce que no eres nada y que no puedes hacer nada; y cuando te
  • 21. dirijas hacia Dios el Todopoderoso, llámalo con gran esperanza y con lágrimas ardientes, contra las pasiones que luchan contigo, diciendo: "Ayúdame, Dios mío, sé mi ayuda, mi Jesús, ayúdame; despida los que pelean conmigo. Toma la espada y el escudo y levántate para ayudarme. ¡Gira la lanza y la flecha contra mis perseguidores! " (Salmo 34: 1-3). "Bendita Madre de Dios santísima, ayúdame a no ser esclavizado por el enemigo". Pero si el enemigo te da tiempo, puedes fortalecer la debilidad de tu voluntad contra tus pasiones con estos pensamientos y meditación. Por ejemplo, si caes en una desgracia y tu voluntad no puede soportarlo, ayuda mucho estos pasos; A.- Considera que esta tortura que sufres te sirve de mucho porque te da la oportunidad de verificar tu paciencia y que este problema te lo hiciste con tu mano. B.- Si no eres culpable de nada en esta miseria, vuelve a pensar en otros más grandes privilegios y reconoce que por ellos Dios no te dio lo que pediste. Dios solo te envió una aflicción temporal, para que no seas completamente torturado C. - Comprenda que incluso si ya ha hecho suficiente penitencia por tus pecados antes, por lo cual has honrado la gloria de Dios (de cual no reconoced ninguna redención), tenga en cuenta que en el Reino de los cielos nadie puede entrar sino solo a través de la puerta estrecha de las problemas y penas. "A través de muchos sufrimientos estamos obligados a entrar en el reino de Dios" (Hechos 14:22). D. - Date cuenta de que, incluso si puedes entrar al reino de los cielos, de otra manera, es decir, por el amor a Dios, recuerda que el Hijo de Dios, con todos sus amigos, ha entrado por el camino de la cruz y el sufrimiento. E. - Considera que este sufrimiento que padeces es por la voluntad de Dios (que debes considerar al comienzo de cualquier acción tuya, cualquier amargura que llegue a ti), desear que en cada acción y en cada circunstancia que se haga la voluntad de Dios). El Salvador, el que te ama, se regocija cuando te ve sufrir como un guerrero devoto por Él. Entonces, responde tan bien como Él a este gran amor que Él tiene por ti y lucha con gracias y bendiciones. Al hacerlo, me parece que con gusto recibirás cualquier cruz, amarás, incluso en las mayores desgracias y cada amargura te parecerá dulce, y todo lo desperfectos te parecerán ordenados y como el resuelto de acuerdo con la ley más perfecta. Capitulo. XV. La guerra debe continuar ininterrumpidamente, con valentía y en todos los sentidos. Si quieres vencer a tus enemigos más rápido, debes luchar, hermano, valiente con todas tus pasiones: especialmente contra el egoísmo, acostumbrándote a conocer como amigos a los que te han creado problemas que el mundo puede hacerte. Cuando un hombre no reconoce la necesidad absoluta de esta guerra de sí mismo, y cuando considera que no sirve para nada, que suele ocurrir, ha sucedido y siempre sucede que las victorias son incumplidas y no alcanza la plenitud. Por lo tanto, esta guerra debe continuar sin cesar para debilitar las tentaciones, hasta el momento de la muerte y con toda el alma del hombre, que puede adquirir fácilmente si se lo pide a Dios. Recuerda un hecho. La impotencia y el odio continúo que los demonios te llevan y la gran multitud de desorientaciones que se te presentan, no puedo hacer nada frente al poder ilimitado de Dios y el amor que tiene por ti, a los ángeles en el cielos y las oraciones de todos los santos que están de tu parte, como está escrito sobre Amalek:
  • 22. "Debido a que él ha levantado su mano contra el trono del Señor, el Señor hará la guerra contra Amalek, de nación en nación" (Exodo, 17, 16). Así que todas estas palabras y pensamientos dominaron y conmovieron a muchos hombres y mujeres y vivificaron la sabiduría del mundo. Por lo tanto, para mantenerse valiente, incluso te parecería que la lucha del enemigo te destruiría y te perdería, que podría durar toda la vida y que te arrojaría a quién sabe qué abismo. Porque todo el poder y el conocimiento de los enemigos está en manos del Comandante Divino y el Jefe Supremo, Jesucristo, por cuyo honor luchas. El Señor no solo no dejará que los enemigos te pierdan, sino que también luchará en tu lugar hasta que tu enemigos caerán en tus manos; como está escrito: "Porque el Señor tu Dios camina en medio de tu campamento para preservarte y entregar a tus enemigos delante de ti; tu campamento será santo, para que el Señor no te vea inmundo" y no se apartará de ti "(Deuteronomio. 23:14). Incluso si retrasa la victoria hasta el último día de tu vida, te será de gran utilidad. Como Dios no destruyó todas las naciones destinadas `para la Tierra Prometida, sino que las arrojó al fuego de los filisteos y los sidonios, ya que confió a los judíos si guardarían Sus mandamientos y creían en Él. "Estas naciones sirvieron para probar a Israel, para que el Señor viera si obedecían los mandamientos que les había dado a sus padres a través de Moisés" (Juicio 3, 4). De la misma manera, Él no destruye todas las pasiones dentro de nosotros, pero deja algunas para luchar contra nosotros hasta la muerte, no por debilidad o por no poder eliminarlas, sino por bien de nosotros, para: 1. no caer en la condena, sino ser vigilante y cuidadoso; 2. correr siempre hacia Dios y pedir su ayuda con mayor frecuencia; 3. no llenarnos de orgullo, sino para tener pensamientos humildes; 4. odiar de corazón a las pasiones y los enemigos que luchan tan poderosamente contra nosotros; 5. para ser puesto a prueba, y ver que mantenemos hasta el final el honor y el amor hacia Dios; 6. que seamos movidos a guardar todos sus mandamientos más estrictamente y no desobedecerlos, por pequeños que sean; 7. aprender a discernir cuál es su verdadera virtud y, por lo tanto, no abandonarla y no caer en pecado; 8. que la guerra continúa siendo motivo para una recompensa más grande; 9. que glorifiquemos a Dios, que no nos avergoncemos del mal y del pecado, que no debilitemos el espíritu y la paciencia hasta el final; 10. porque siendo llevados a la lucha, debemos aprender a no preocuparnos por los golpes más grandes que nos vendrán en la hora de la muerte. Finalmente, para ser valiente en una guerra con coraje, debes saber que esta guerra no escapa a ningún hombre ni en la vida ni en la muerte, y que el que no ha vencido sus pasiones y sus enemigos no alcanza la victoria final, sino cae y muere. Vale la pena luchar con valentía e incesantemente, porque tenemos que lidiar con enemigos que nos odian tanto que no es posible esperar , ni una paz ni un armisticio, e ningún debilitamiento o cese de la guerra. Porque hubiera sido bueno si desde el principio no hubiéramos abierto la puerta y no permitiéramos que los enemigos y las pasiones entraran en nuestra alma y nuestro corazón. Pero dado que les permitimos entrar, a través del pecado ancestral, ya no
  • 23. podemos estar sin cuidado, sino que debemos luchar y eliminarlos, porque son desvergonzados y astutos y no quieren salir más que con la guerra. Capitolo. XVI. ¿Cómo levantarse los soldados de Cristo por la mañana y cómo salir al campo de batalla? Cuando te levantas por la mañana y oras por un momento, diciendo: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí", lo primero que debes tener en cuenta es que estás en un lugar llamado estadio donde compiten los atletas de Dios, que no es más que tu corazón hecho todo un hombre por dentro. Tenga en cuenta que frente a ti está el enemigo, las malvadas pasiones contra la cual ha decidido luchar. Prepárate para atacar estar firme si quieres conquistar. Piensa que en el lado derecho de la arena ves incluso a tu comandante victorioso, nuestro Señor Jesucristo, con su Santísima Madre acompañados de legiones de muchos ángeles, santos y especialmente del Arcángel Miguel; y a la izquierda, ves la maldad infernal con sus demonios, embalsamando y endulzando tus pasiones y lujurias. Sumérgete en la batalla y somete al demonio con el signo de la cruz, con la voz de tu ángel guardián que habla así: "Hoy tienes que luchar contra esta pasión, de tus otros enemigos, no debilites tu corazón para perder; huyendo de la batalla, porque allí esta la presencia de nuestro Señor y Comandante Supremo Jesucristo, acompañado de todos los poderes del cielo con todo su glorioso ejército, listo para luchar contra tus enemigos. Él no permitirá que te opriman. "Se dice que el Señor luchará por nosotros" (Exodo 14, 14). Por lo tanto, manténgase firme, cuídese, trate de soportar la "tentación" que sientes a veces; llora desde lo más profundo de tu corazón con más frecuencia: "No me dejes en manos de mis enemigos" (Sal. 24, 14). Clame al Señor, a la Santísima Virgen y a todos los santos, hombres y mujeres, y siempre saldrás victorioso. Porque está escrito: "Os he escrito a los, padres, porque sabían lo que era desde el principio. Les escribí a los jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ellos, y han vencido al infame" (I Juan II, 14). Y si eres débil y no estas acostumbrado o zurdo y tus enemigos son muchos y poderosos, mayor será la ayuda de Aquel que te hizo y te ha redimido. Dios es indecible más poderoso en esta guerra; porque está escrito: "¿Quién es este emperador de la gloria? El Señor fuerte y poderoso, el Señor valientemente en la lucha " (Sal. 24, 8). Él tiene más ganas de salvarte que el enemigo para destruirte. Por eso lucha y no te canses de la fatiga. Porque de esto nace la victoria y el gran tesoro traído por el Reino de los cielos y el alma está unida para siempre con Dios. Entonces comience la lucha en nombre de Dios. Toma el arma con esta esperanza. Con confianza en Dios, con oraciones, ejercicios y especialmente con el arma de oración de mi corazón y mente que es: "Señor Jesucristo, ten piedad de mí"; un nombre tan aterrador, como una espada con dos filos, girando en tu corazón y arrojándoles, azotando demonios y pasiones. Por eso Juan el Escriba también dice: "En el nombre de Jesús azoto a los enemigos". Piensa en el enemigo que decidiste a someter. Los métodos difieren según las circunstancias, como dije en el cap. XIII: a veces tienes que resistir, a veces lo lastimas. Haz lo que agrada a Dios. Con toda la Iglesia vencedora, Dios desde el cielo ve tu lucha. No creas que tu luchas por ti mismo, sino para Dios.
  • 24. Por otro lado, la tarea que tenemos que luchar, como dije antes, es obvia e indefendible. Porque, si abandonamos esta guerra, hagamos lo que hagamos, moriremos. Entonces, incluso si te retiras de esta lucha por una hora, eres, según el plan de Dios, un desertor, dado al mundo de los placeres y pasiones de la carne. Esto es incluso en el mejor de los casos cuando tienes que prepararte para la batalla nuevamente. Entonces, no seas necio, porque no quiere pelear mas tiempo y sin tiempo. Se un hombre sabio. Aguanta los golpes, lucha, para que puedas ganar la corona invicta de los grandes vencedores y unirte a Dios. Esto no puedes lograrlo si no tienes en cuenta este consejo: "Recuerde a tu Creador en los días de tu juventud, hasta que lleguen los días malos y se acerquen los años, cuando dirás: 'No encuentro placer en el '"(Eccl. 12, 1). Capitulo. XVII. Cómo luchar contra las pasiones. Confío en ti, hermano, que también debes conocer la orden que debes mantener para luchar como es debido, no simplemente por azar como hacen muchos y son perjudicados. Este es el orden de la guerra contra los enemigos malvados y las pasiones: entra en tu corazón e investiga en detalle y observa qué pensamientos, qué disposiciones y tentaciones esta rodeado tu corazón. Hay que darse cuenta de qué pasión la está atacando más y qué pasión le aterroriza, para tomar primero las armas contra esas pasiones y luchar. Y si te sientes tentado por otras pasiones, lucha siempre bien y con poder contra la pasión más cercana que te ataque y otra vez dirigir la guerra hacia aquellas pasiones que más te domina y te somete. Capitulo. XVIII. La guerra contra los terribles comienzos de las pasiones. Si no estás aún acostumbrado, querido, a luchar contra los inesperados golpes y ataques o asaltos y otros movimientos ocultos, que se desviarían hacia ti, te aconsejo que siempre hagas lo siguiente. Acostúmbrate a pensar siempre, sentado en tu casa, que te sucederán desgracias, deshonestidad y a veces, incluso serás golpeado. De esta manera, estará listo en cualquier momento para enfrentar cualquier desgracia sin que seas atormentado, sino que los soportes con paciencia y gratitud, sin perturbación ni trastorno, no para enojarte, sino para soportarlo con alegría y paz. Hazlo antes de salir de tu casa y antes de ir a cualquier lugar. Pero especialmente cuando tienes que lidiar y hablar con personas que se enojan fácilmente. Porque tal premeditación y preparación y ejercicio de este tipo uno cree que son bien despreciables hasta los más terribles e inesperados acontecimientos no tiene mucha importancia ni siquiera los eventos más aterradores. Extingue en el momento adecuado cualquier ignición de orgullo. Es por eso que el salmista dice: "Me preparé y no me inquietare". Verdaderamente aprendemos esto, que la premeditación y la preparación, es el mayor arma y el más efectivo para la protección de las pasiones, porque como un tornado, o borrascas, cuando caen de repente en el mar, revuelcan los barcos y hacen a los experimentados marineros desesperarse, así de la misma manera y de repente estos encuentros y movimientos de los pasiones hacen perder el discernimiento hasta a los perfectos en la virtud. Además de la premeditación y la preparación, también utiliza este medio. Si te insultan inesperadamente, cuando alguien te golpea o finalmente, te haces otra deshonestidad, haz una pausa por un momento, reúne todos tus pensamientos en tu
  • 25. corazón, presta toda la atención y la vigilancia de tu mente para evitar que tu corazón este perturbado por el orgullo y la vanidad. Cuando en algún caso, alguien inesperadamente comienza a insultarte y provocarte cualquier deshonra, detente por un momento, y cuando has reunido tus pensamientos en el corazón no responder con insultos a los insultos, porque el salmista nos confiesa: "En mi interior se perturba mi corazón” (Sal 14). ) Es decir, no salió hacia fuera este pasiones y esta perturbación; sino igual que la salvaje ola del mar no sale hacia la costa, sino que queda destruida y se calma dentro en el mar; de la misma manera la ira o el enfado hay que disminuirla. Entonces eleva tu mente a Dios, pensando en su amor ilimitado por ti, porque él te envió esta tentación inesperada, no para perderte, sino para limpiarte y purgarte mejor y unirte con Él por la vía más rápida. Con esto en mente, date la vuelta, diciendo: "¡Oh, infame y miserable! ¿Por qué no quieres abrazar esta Cruz y esta aflicción que te a enviado no otra persona, sino el Padre Celestial mismo?" gira hacia la cruz y abrázala espiritualmente con la máxima alegría que puedas, diciendo: ¡Oh cruz que fuiste creada por la providencia de Dios, antes que yo naciera! ¡Oh Cruz, qué has endulzado con la dulzura del amor del Crucificado, clávame y conságrame en ti para que pueda unirme totalmente con Aquel que me ha redimido, fortaléceme,, recíbeme con toda la fuerza, para que pueda unirme con Jesucristo que me salvó muriendo por mi! " Incluso antes de que tomara la pasión de tu ira, se resistió a ti y no te permitió desde el principio elevar tu mente a Dios; date prisa para levantarte lo antes posible, que te llegue el trastorno. De esa manera serás ayudado. Pero la mejor terapia y más eficaz para los pasiones, es extinguir las razones de las cuales surgen estas desviaciones. En resumen, estos son dos: el amor y el odio. Por eso, querido hermano, si tu apasionado amor por algo, más grande o más pequeño, te llegara, tan pronto como lo vieras él secuestrara tu corazón y serás perturbado. Entonces tienes que luchar para sacar de tu corazón ese mal amor que tienes. Como esto puede ser mayor o menor, mayor o menor será el comienzo de la inesperada pasión. Al contrario, si odias a alguien o cualquier cosa, y de esto estarás disgustado cuando ves o escuchas alguna acción elogiable de ellos, debes presionar tu voluntad hasta que llegaras amarles; porque este también es una criatura de Dios, tiene los mismos inquietudes como tú y también es creado al igual que tu a la imagen y semejanza de la mano sublime de Dios; te asegura que no debes odiarlo ni en tu mente siquiera mente ni en el pensamiento, como está escrito: "No odiarás a tu hermano con tu mente"(Levítico 14,17) Aunque admito que esa persona es malvada y digna de odio, pero si la amas, te pareces a Dios, que ama todas las cosas y no odia a ninguno, como dice Salomón: "Tu Amas todas las cosas que has creado tu mismo y no te deshaces de ninguna de lo que has creado porque no has creado nada que te desagrade "(Proverbios. 11.25). Pero especialmente nunca olvida que Dios pasa por alto la maldad de los hombres: "Él levanta el sol sobre los malos y los buenos, y envía lluvia sobre los justos y también sobre los injustos" (Mateo 5:45). Capitulo. XIX. Cómo luchar contra las pasiones corporales. Hermano! Tendrás una gran lucha contra todas las otras pasiones. Y para saber cómo luchar después de la ordenación, debes distinguir tres momentos y tres ataques: antes de la tentación, durante la tentación y después de la tentación.
  • 26. La guerra antes de la tentación suele ser contra las causas que producen esta tentación. Es decir, debes luchar contra esta pasión, no enfrentarte a ella como aprendí de otras pasiones, sino alejarte con todo el poder de cualquier oportunidad que te pueda atraer. Y si alguna vez es necesario hablar con alguien, hable brevemente, respetuosamente, con una actitud tranquila y seria. Mejor dar a tus palabras un tono duro y no dulce. "No creas en tu enemigo nunca jamás", dice Sirah (12, 12). No confíes en ti tampoco. Porque, como el cobre solo genera óxido, también tu naturaleza decaída engendra maldad. Una vez más, no confíes en ti mismo, a pesar de que digo que no has sentido durante muchos años estos impulsos corporales. Porque este vicio condenable hace en una hora lo que no ha podido hacer en muchos años, y a menudo tiene sus obras secretas y ocultas. Cuanto más amigable se vuelve, más letal es la mordida. Es mejor (como lo ha demuestra la experiencia) temer las personas con las que se acompañan que tener un compañero imprudente, ya sea porque son parientes, o porque son cariñosos y ricos, o por que ha recibido un beneficio de ellos y siempre se cree que está en deuda con ellos para respetarlos y agradecerles. Estas amistades mezclan los placeres venenosos de los sentidos, sin darse cuenta llegan lentamente hasta la médula espinal del alma verdadera, oscureciendo la razón para que empiece a creer que en realidad es lo correcto por muy monstruosos y peligrosos que sea la causa de los pecados. Es decir: las miradas dulces, las dulces palabras de un lado y del otro, los signos y movimientos rebeldes, el apretón de manos para Luego vienen a caer, ya sea en los grandes pecados o en las pasiones diabólicas, de las cuales luego apenas pueden ser liberados. Por lo tanto, hermano, huye del fuego porque te puedes quemar. Mejor morir que afligir a Dios con el pecado. Porque, aunque supongo que estás protegido, pero a través de un contacto ininterrumpido de compañía, el fuego con su calor, lentamente, agota tu voluntad, lo bueno y lo insensato, por lo que te aferrarás al diablo que anhela este mal espíritu, no te avergonzarás de la gente, no guardarás el parentesco o la amistad, no tendrás miedo a Dios, ni reconocerás la vida, ni todos los castigos del infierno y cometerás el pecado. Por lo tanto, corre, corre tan lejos como puedas. a) En primer lugar, de las personas que están al punto de escándalo, si realmente no quieres que te atrapen. b) Huir de la pereza. Mantente listo y despierto en los pensamientos y hechos que se adaptan a tu estado. c) Nunca te escuche tu voz interior y sométete a tus Padres Espirituales con facilidad, haciendo con diligencia y rapidez aquellas cosas que te mandan. Especialmente aquellas que están en contra de tu voluntad y tus comienzos naturales. d) No juzgues nunca con arrogancia a tu prójimo; ni criticarle malamente y sobre todo por el pecado carnal de el que estamos hablando, aunque tu prójimo está claramente caído en esta pasión. . Porque si fácilmente le juzgas y le desprecias, Dios ejemplarmente te instruirá concediendo que tú también caigas en el mismo pecado. “No juzguen para que no sean juzgados” e) Si has obtenido alguna gracia divina o te encuentras en una situación buena, no te hagas alguna idea superflua e innecesaria de que ahora eres alguien y que tus enemigos ya no lucharán contra ti, porque al aparecer los odias y te apartas de ellos. Porque si piensas así, fácilmente caerás. Estas son las cosas que debes vigilar antes la
  • 27. tentación del pasion carnal. Pero en el tiempo de la tentación, debes pensar de dónde proviene esta guerra, de una causa interior o exterior. La causa exterior es la curiosidad de los ojos, las dulces palabras y canciones; suavidad y adorno de ropas, olor de perfumes, conversaciones, gestos y tocamientos que promueven al pecado; la terapia de todos estas cosas es la modestia y la humildad en las prendas, no querer escuchar ni ver, ni oler, ni tocar todas aquellas cosas que promueven a esta pasión y sobre todo apartarte de las malas compañías, como hemos dicho antes. Las causas interiores provienen del bienestar de la carne o de los pensamientos, de nuestros malos hábitos, de las pasiones o por la incitación de los demonios. El bienestar del cuerpo, se debe moderar con ayunos, vigilias y sobre todo con prosternaciones y otros ejercicios similares; tal y como explica el discernimiento y la enseñanza de los divinos Padres y por otra parte, las terapias de los pensamientos, por donde sea que provengan, son las siguientes; ocuparte con varios ejercicios adecuados a tu situación, con el estudio, y la lectura de los libros sagrados, la oración y los libros de los santos Padres como por ejemplo La Filocalia. Cuando los demonios comienzan atacarte con las tentaciones de la lujuria, inmediatamente levanta tu pensamiento al crucificado y desde el fondo de tu corazón, di esto: “Jesús, mi dulce Jesús, ayúdame rápido para no ser cautivado de este enemigo”. Rezando a veces y abrazando la cruz donde está colgado tu Señor, abraza sus heridas muchas veces, diciendo con profundo amor: “purísimas y santísimas heridas, herir mi corazón sucio e indecente e impedidme que Os perjudique”. Por otro lado durante el período que se multiplican las tentaciones de los placeres carnales, que no sea directamente contra ellos, (así como algunos libros así lo escriben) te digo que tu estudio no sea sobre estos, porque cuidarse de estos no es siempre el medio seguro para vencer la tentación de la carne y puede provocar mas bien algún daño. Porque al pesar de que la mente expulse los pensamientos provisionalmente, pero el cuerpo está débil y habituado maliciosamente, cuando meditas sobre estas causas en realidad marcas mejor el deleite y consientes caer en ello. Por lo tanto, la verdadera terapia de los placeres carnales son: evitar siempre no sólo estos, sino cualquier otra cosa que nos los recuerda. Es decir, la gran sabiduría es ir con la mente a la vida y las pasiones de nuestro Señor Jesucristo crucificado, a nuestra temible hora de la muerte, al terrible día del juicio final y los tormentos eternos. Pero aunque estos pensamientos corporales te asustan más de lo habitual, como suele suceder, es mejor no oponerse a estos pensamientos, pero simplemente que no los tomes en cuenta. Finalmente, termine de pensar con esta oración: “Creador y redentor mío, libérame de mis enemigos, en honor a tu pasiones y tu inenarrable bondad” No gires tu pensamiento y atención a esta tentación carnal. Porque sólo un simple recuerdo sobre ello no está sin peligro. Pero tampoco te detengas a dialogar con esta tentación y te descubres a ti mismo si has consentido en ella o no. Porque aunque este examen parezca que sea bueno, en realidad es un engaño del diablo, para desanimarte o para mantenerte siempre liado en esta pasión y hacerte caer también en otro pecado relacionado con el anterior. Por eso, para esta tentación (cuando el consentimiento no está claro) es suficiente que la confieses en brevedad a tu padre espiritual manifiéstale
  • 28. claramente cada pensamiento tuyo sin que te detenga ninguna vergüenza o contracción. Porque si con todos nuestros enemigos necesitamos la fuerza de la humildad para vencerlos, cómo no la vamos a necesitar en esta guerra carnal más que cualquier otra cosa. Porque esta maldad es producto y resultado de nuestro orgullo o soberbia y casi siempre es un castigo. San Juan de la Escalera dice que aquel que ha caído en la lujuria u otro pecado carnal, es debido que antes tenía orgullo, por eso Dios ha permitido caer para que después recupere la humildad. Cuando pase la tentación, aquello que debes hacer es lo siguiente; por mucho que te parezca que estés liberado de esta guerra de la carne, sin embargo debes estar con el pensamiento alejado de estas pasiones y de las personas que fueron la causa de la tentación; y no pienses que debes estar en compañía de ellas, por muy parientes o virtuosos que sean; porque también esto es un engaño de la mala naturaleza y una trampa del enemigo diablo que se transforma en ángel de luz para meternos a la oscuridad o a las tinieblas como dijo san Pablo (2Cor 11,14). Capítulo XX: Cómo luchar contra la negligencia Para que no caigas en la deplorable maldad de la negligencia, la que te impide el camino de la perfección y te entrega en las manos de los enemigos, debes evitar toda curiosidad, todo apego terrenal y todo tipo de comentarios y ocupaciones mundanas, obedeciendo rápidamente a todo buen consejo de tus superiores y tus guías espirituales, esforzarte a ti mismo en obedecer y haciendo cada cosa para su agrado. En cada obra que tienes que hacer no tardes mucho en hacerla; porque aquella pequeña demora trae consigo la segunda, la tercera y el resto, en las cuales el sentido se desvía más fácil que en la primera. Porque fue absorbida y cautivada más por el placer que probó de las demás demoras. Por eso la praxis o comienza muy tarde o es abandonada totalmente muchas veces por ser molesta; y así poco a poco se hace el hábito de la pereza, la que después de todo esto llega a tal punto que no se reconoce de otra manera sino sólo si nosotros nos hartemos ya de ella y nos entregamos totalmente en obras importantes. Esta pereza corre por todas partes y con su veneno no solo envenena la voluntad, haciéndola dejar todo en sus manos y cualquier dificultad y necesidad espiritual. La negligencia no quiere permitir hacer las buenas obras, o al menos nos determina a posponerlo. Debido a que no es suficiente hacer el trabajo que tiene que hacer, sino que es apropiado hacerlo en el momento y con la debida diligencia requerida por su calidad y naturaleza esencial y con todo el esmero y cuidado que se merece para que se perfecta. Porque está escrito: “Maldito aquel que hace las obras del Señor con negligencia” (Jeremías 48,10). Pues, uno debe pensar que sólo con una elevación del pensamiento a Dios y con una reverencia de arrepentimiento hasta el suelo que se hace en el nombre y el honor de Dios, vale más que todos los tesoros del mundo. Cada vez que dejamos caer en la negligencia y nos ponemos a nosotros mismos en obras diligentes y esmeradas, los ángeles traen de la realeza de los cielos una corona de la gloriosa victoria; y por el contrario a los perezosos no sólo que Dios no les da coronas, sino que poco a poco les quitan también los dones que les había dado, privándoles de su galardón por sus negligencias.