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SISTEMATICA, TAXONOMIA,
CLASIFICACION Y
NOMENCLATURA. (1
Por el Prof.
RAFAEL ALVARADO
1. ¡Sl Sistema,
Los cuatro términos que encabezan esto
articulo, suelen tomarse con excesiva fre-
cuencia como equivalentes y son utilizados
sin precisión, incluso por personas que de-
berían conocer su significado correcto.
Veamos primero qué entiende por “clasi-
ficación” el biólogo en general y el zoólogo
en particular.
Cualquier persona, ante una diversidad de
objetos, ya naturales como lo son los ani-
males, ya artificiales, como pueden serlo un
coniunto de libros, de muebles, o de eclifi-
cios, es capaz de apreciar semejanzas y dife-
rencias. Este trabain analítico le llevará a
establecer sistemas de eomj,aración. Así podrá
comparar los libros por su color, su tamaflo,
sus encuadernaciones, etc., lo mismo podrá
hacer con los muebles o los edificios, con’-
parando sus formas, tamaños o materiales
de que consten (madera, telas, piedras, ladri-
líos), y así sucesivamente.
Es evidente que con las cualidades apre-
ciadas podremos establecer tina clasifica-
ción’, esto es, una distribución de objetos
en ‘clases”.
En estos ejemplos vimos que pueden ser
muchos los sistemas de clasificación, pero,
sin duda, los más periectos atenderán no a
las cualidades accesorias (forma, color, ta-
maño), sino a otras que valoramos como
esenciales ci’ un libro el contenido —y esa
es la clasificación que Lisa,, los bibliotecarios,
¾ ~r, la C, O. U.—; en un mueble o en
un edificio el significado funcional (mesas,
sillas, armarios, iglesias, almacenes, escuelas,
etcétera).
De la misma manera la clasificación cíe los
animales ha ido progresando, para atender
primero a los caracteres más salientes y re-
conocibles (los proporcionados por el estudio
de la anatomía externa), luego otros menos
patentes, pero que se han revelado como más
significativos (los cíe la anatomía interna, los
cíe la anatomía microscópica, los tomados de
la embriología y as! sucesivamente).
Cuando los zoólogos, por ejemplo con un-
neo, a mediados del s, xviii, llegaron a darse
cuenta de que unos caracteres eran muy ge-
i,erales, mientras que otros eran caracteres
subordinados, comprendieron que la clasifi-
cación podía resultar cómoda para ordenar
los grupos de animales, de modo que tal or-
denaci~n facilitase el estudio zoológico. Así
se llegó a la taxonomía, que podemos definir
como “clasificación ordenad.a y jerárquica”.
Los grupos generales se caracterizan por
caracteres generales, comunes a gran número
de individuos. La columna vertebral caracte-
riza a todos los VERTEBRADOS, las patas
articuladas a los ARTROPODOS y así suce-
sivamente. Dentro de cada grupo general.
otros caracteres permiteí, la subdivisión le.
rarquizada, Los Vertebrados con plumas son
Aves y los Vertebrados con pelos son Mand-
Ceros un Artrópodo con tres pares de patas
será un Insecto, etc., etc,
Con la idea directriz de la jerarquización
cíe caracteres y subordinación de los grupos,
Linneo creó un sistema taxonómico muy útil,
puesto que sigue en uso actualmente. Para su
clasificación zoológica & paralelamente para
la botánica) estableció Linneo cuatro cate-
gorias taxonómicas fundamentales que son las
conocidas:
CLASE — ORDEN — Có,íaí’o — y especie.
La última ha siclo considerada siempre como
unidad del sistema en zoología y botánica.
Las especies, segUí, Linneo, “son tantas
como en un principio itíeron creadas por el
Ser Supremo’; por eso Linneo es el más
conspicuo representante cíe Ja doctrina “fi-
(i Conferencia seguida de coloquio, que
tuvo lugar el sábado día 21 dc mayo de 1966,
a cargo del Prof. 1?, Alva,-ado, Catedrático
dc Zoología <Invertebrados no Artróí,oclos),
COL-PA, 3
jista”, puesto que las unidades que utilizó
en su ‘Systema Naturae” y en sus demás
obras, eran, según él. un módulo invariable.
Sin embargo, ¡Anneo, en sus últimos tiem-
pos se dio cuenta de la variabilidad de las
especies y consideró como verdadera unidad
del sistema biológico a los géneros. Para él,
especie y género constituían entidades natu-
rales, en cambio las otras categorías taxonó-
micas (Clase y Orden) eran meros artiflcios
que facilitaban la ‘‘clasificación’’; por eso
escribió: ‘‘Classis et Ordo est sapicutía, genus
et species opera naturae’’. De esa manera
l.inneo mismo cleterminó que sil sistema cíe
clasificación era ‘‘artificial’’.
Desde mediados del siglo pasado se fue
abriendo paso la idea de que las especies
no son entidades inmutables sino que evolu-
donan; con ello el significado de los carac-
teres taxonómicos fue interpretado en su co-
rrecto sentido como caracteres adaptativos
aparecidos por evolución. De este modo los
rasgos de organización no sólo nos sirven,
como ya ocurría en los tiempos liuneanos,
para “ordenar” artificialmente el mundo bio-
lógico, o sea para su descrip~ión cómoda, sino
que además indican las relaciones de paren-
tesco (filogenia).
.A partir de Darwin las clasificaciones no
son únicamente taxonómicas, sino filogeoéti-
cas. Con el nombre de relaciones filogenéti-
cas el biólogo incluye las propias relaciones
de parentesco, deducidas del estudio total de
los organismos (anatómico, embriológico, fi-
siológico, bioquímico, etc.). Ese estudio es
el de la “anorfología” animal en sentido am-
plio y ha llevado a la taxonomía o clasifica-
ción ‘‘natural’, que es la verdadera siste,nrf-
fico. Como se basa en la morfología la sis-
temática puede considerarse como una “mor-
fología especial”.
Por supuesto que un sistema natural de los
seres vivos implicaría conocer absolutamente
en todos sus detalles la evolución de los or-
ganismos. Esto es utópico, pues una parte,
al menos, y. gr., los detalles paleontológicos.
con su carácter eminentemente histórico, per-
manecerán desconocidos para siempre, y los
que son conocidos lo son de modo fragmen-
tarjo.
Ahora bien, los métodos de investigación.
cada vez más perfectos, nos permiten confiar
en que nuestra sistemática actual se perfec-
cionará, pero no cambiará sustancialoicote y
nuestra taxonomía es día a día más ‘natural’
(verdadera sistemática) y no tina mesa clasi-
ficación ‘‘artificial’’ o simplemente práctica,
Hemos visto el significado que debemos
ciar a las palabras clasificación. taxonoenlr¡ y
sisie,adticr, en biología, ¿Qué debemos en-
tender como aonzeoclatu,’a?
El biólogo utiliza, como todo científico y
todo artesano, tun lenguaje especializado que
constituye su nodo cíe expresión; para mu-
chos biólogos hay, además, una terminología
más o menos consplicada, y, gr. la del gené-
tico, la del ecólogo, la del ornitólogo, etc.
También la iax’ononda tiene su propio len-
guaje o terminología y tina parte importante
de esa terminología taxonómica ha sido de-
dicada a dar nombres a las clases o grupos
de organismos que reconoce la sistemática.
Por antonomasia, la n omenclatura (biológica),
es eí sistema cíe nmnbres (científicos), que sc
aplica a los gaupos ordenados taxonómica-
mente (toxoncs), clue a su Vez. constituyen el
objeto de la sistemática.
Vemos así cómO la isomeoclatura se reía-
cioíl a coI~ la taxoilorn la y const ittiye su len-
guaje. A so vez la taxonomía es la expresión
o rdenacla cíe las ideas (morfológicas, filoge-
néticas, etc.) que tiene el biólogo sobre la
evolución tic lt,s seres Vivos, es.’ pues, lo esen-
cial de la sistemática.
¿Por cíué se le ha ciado tanta importancia
a la nomenclatura?
Simplemente ~~orc~uc
cl cgt, en la materia,
o el que aún no ha capiado el significado
abstracto cíe los conceptos, e incluso el bió-
logo que no se ocupa cíe modo directo de
sistemática, no ven en ésta (y en la taxono-
mía) más contenido cíue el nominal.
En efecto, muchos creen que la “clasifica
ción” o la ‘‘taxonomía” o la “sistemática’’,
son conceptos no sólo ecluivaleotes entre si
(ya hemos visto qtíe ese es un error mayúscu-
lo), sino, a su vez, con la “nomenclatura” y
ccítuiparan la sistemática con ‘‘una relación de
nemabres’,
La complejidad nomenclatorial en biología
proviene, única y exciusivaniente, de lo com-
plejo del mundo biológico. Por otra parte el
problema se ha complicado por ser ya viejo,
porque los usos y normas nomenclatoriales
provienen de la época linneana, hace ya más
de doscientos años,
Hasta Linneo, los zoólogos y botánicos re-
conocían especies, géneros y grupos taxonó-
micos stlperiores n,edi-antc una descripción
abreviada <le sus principales características
(frase diagnóstica o, brevemente diagnosis).
Por muy cortas que fuesen las diagnosis se
comprende lo clificil ritme debía ser men,ori-
zarlas. Linneo. con stm idea cíe la jerarquiza-
ción taxonómica, puso en práctica un método
nomenclatorial, que se poptílarizó desdie en-
tonces con el nombre cíe “nomenclattmra un-
neana , si bien cígnuos coeláneos <le Linneo.
y antes qtme él, habían usado un procedimien-
to semejante. El método linneano consiste en
designar las especies con dIos nombres, lino
propio del género (nombre genérico), otro eíue
es el cíe la especie (nombre trivial’ o espe-
cifico) ; el primero cci u vale a un apellido,
el segundo a un nomL,re propio. Palis catus
¡‘cus silveshis, Polis loo, etc.. son otros tantos
nombres de especies de leí nos, todas ellas
pertenecientes al género Polis, pero <hieren-
tos entre si (gato común o doméstico, gato
montés y león, respectivamente).
En la época cíe Linneo el número cíe espe-
cies y géneros en zoolc,gfa y hc,t~oica era, en
verdad, muy limitado, unos pocos miles. Hoy
COL-PA. 4
son casi un millón las especies vegetales co-
nocidas y casi millón y medio las especies
animales inígunos autores elevan esos nú-
níeros aun más). La simplificación linneana
que de la frase diagnóstica pasó a un nom-
bre inomcnclatt,ra iíninom moni de los géneros)
o a ti mía ría re a rle mmii bres (miounencía tuca
liinoini nal <le las especies) ha desembocado
en la non,enclatiira actual. compljcada ma—
niña comí la ‘¡oc lucha cl sistemático, tanto si
es profesional como primícipiante.
Pero es imprescinclihie conocer esa lomen-
cintura y stís fundamentos, que son taxonó-
micos, para alíe no nos dejemos desalentar
unr tmo bosqtic cíe difi etíl Ladies, más aparentes
¡me reales, bosqtíe ctmya fromidosiclad impide
en otíestros primeros pasos, qtie veamos los
árboles.
U, La No,nenclatn,-o.
Los cientos de miles dc nombres y de pa-
rejas de nombres, que lían irrumpido e.o las
nomenclattmras zoológica y botánica, desde
Linneo hasta hoy, sirven para designar cíe
manera unívoca a los géneros y especies de
animales y plantas, que son la materia prima
de la sisteniática biológica.
Dichos nombres son latinos o latinizados
por mero convenio entre los biólogos, con-
venio originado por el hecho histórico de que
cii la época linneana la lengua científica era
el latimo. Por otra parte, esos nombres deben
cumplir la finalidad de reconocimiento y de-
signación universales y el latín, como lengua
‘mtmerta”, cumple bici, esos fines a nivel in-
ternacinmial sin crear coumílictos cíe tipo na-
cionalista.
Al lado cíe ese inmenso número de nombres
de los géneros y especies, los relativamente
limitados en número de las clases, de los
ómdenes, de las familias. dIc animales y plan-
tas, tienen un menor interés y complicación.
Por ello. etíanclo hablamos de ,momb,-es cientí-
ficas solemos referirnos a la denominación
latina de los géneros y cíe las especies, aun-
que en su recto sentido también son nombres
científicos los de las clases, órdenes y demás
<axones, animales y vegetales, sobre todo si
se clan latinizados, como se hace en las obras
sistemdticas especializadas, y. gr. Classis
MAMMAmÁA (Clase Mamíferos): Ordo Runui-
;iamia (Orden Rumiantes), Familia Coroidea
(Fam. Cérvidos). etc.
Los problemas planteados ya desde inedia-
dios del siglo pasado, con el número creciente
de í,oml,u’es cientfíicos qtíe ingresaban en la
sistemática biológica, provienen cíe los si-
guientes hechos:
1. Por díar atutores diferentes el mismo
nombre a géneros o especies que eran distin-
tos. A esto se le llama ha,no,minmia.
2. Porque un mismo género o especie, con
frectíencla. ha siclo descrito por autores di-
ferentes, recibiendo distintos nombres. A esto
se le llama si,iarii,nnl.
3, Porque en las descripciones y dibujos
cíe mcmchos atutores, sobre todo de los más
antiguos, resulta cli ficil ‘econocer los anima-
les o plantas que ellos citaban. De adlul la
occesidad cíe establecer ‘‘tipos’’ represeíotati—
vos (niétodo del tipo).
‘1. Porqtie autores cl iferemítes loan podidio
tener mío concepto diferente. desde el punto
<le vista taxonómico, de un grupo determi-
miado cíe animnales o vegetales. Esto se ha ex—
presado diciendo qtíe tui, nombre designa a
tío logó» nominal, ctíyo concepto taxonómico
es el nerón ta.vonó,nico.
Coman el concepto taxonómico es esencial-
mente fluctuante, o, como se dice, ‘‘stubjetivo”
<y. gí’. para Liííneo. todos los erizos cíe mar
regulares eran igtíales y los retmnió en el gé-
nero nominal Eeluin,,s, pero hoy resulta cvi-
cíciote qtme hay mtícloos géneros diferentes
Eclíi,mí,s, Pcn’acen frotas, A,’brrcia. etcj. para
fijar et concepto taxonómico, o hacerlo “ob-
jetivo”, se debe determinar para cada taxón
sti Cipo.
5. Y pnrqcme, finalmente, la nomenclattmra
biológica debe ser, por principio, universal,
enero instrumento al servicio de la taxonomía.
pero sin interferir con ella, por lo cual, un
nomímbre cientffico iuotrodtícido por cualquier
autor cuotra en competencia con los demás
de tal manera que, cumplidos los requisitos
técnicos indispensables, es tui miombre utili-
zable (criterio de utilidad), Ahora bien, la
uoomemoclaúmra biológica ha de ser unívoca,
por lo cual entre todos los nombres posibles
‘nra uuí <axón sólo debe prevalecer tmno, que
es cl edUcía (criterio de validez). En general,
el nomabre más antigtío es el que prevalece
(criterio de pnioí’irlad).
Sc enfrentan, pues, los biólogos con el pro-
blemoin <le ciar nombres distintivos y estables
a los taxones animales y vegetales y para ello
loan tenido que reglamentar los ¡usos Domen-
claroriales de zoólogos y botánicos, estable-
ciendo sendos Códigos de nanmenclaturrm. a
saber. el Código Inre,’nacio,mal de Noníenela-
tina Zoológica (C. Z.) —antigionmemote Reglas
Internaciomoales de Nomeuoclattíra Zoológica—
y el Código Iute,-nacional <le Namneoclafnra
Salónica (C. fl,),
Ambos códigos son meros convenios y,
cosa n,uy importante, sirven de auxilio a la
taxonomía. Se basan cuí principios taxonó-
unicos y en normas cíe sentido común o de
valor puramen te histórico. Ticumen la ventaja
cíe ser aceptados por todos los sistemáticos y
de aplicarse por igual a las plantas y anima-
les viviemotes (moeobotánica y neoznologia) como
i las clescripciones paleontológicas, o sea cíe
las plantas y aloiín;íl es fósiles (paleobotánica
y paleoznologia).
Ia redacción de los códigos loa sido muy
laboriosa y intíchas veces Ion <cuido qtic reto-
carse para mejorarla y diarle uiiás precisión;
hero esa misma precisión impide su buen co-
nocimiento, porque sus atutores. cu, busca cíe
la exactitud de expresión —que por supuesto
debe prevalecer en cualquier Código— han
COL-PA. 5
huido de todo fin vulgarizador y han sacrifi-
cado al rigor técm,ico etualquier afán didác-
tico. De esa mamoera la oomeáoclattmra es una
de las materias más difictmltosas de la siste-
mática biológica y etuenta con pocos partida-
nos, si es qtme tiene alguuoo.
Hl. Las Reglas dc Nonmeneiatmmrct
Tanto el C, 13, conon el C. Z., aunque igua-
les en lo esencial, clifieremí en cierto nómnero de
detalles. Por lo denoás, pumeclen ser estudiados
conjuntamente y basta conviene hacerlo así,
¡lara cIar relieve al sigmiificado y valor de sus
disposiciones. En ambos, éstas se agrupan en
reglas conmpoisim,as o de obligación general y
otras rlisposiciones ¡nfO,’,natWaS, que apare-
ceo como Reco,ne,mdacio>mes y Ejeompíos.
Las disposiciones obligatorias ptueden agrtm-
parse cuí normas técnicas, ¡ourameote coroven-
cionales, y primocipios generales, que desde
luego son también meros comuvenios, locro sc
basan en la taxonomía y en suis procedimien-
tos, y están al servicio de la misma.
Un estmmdio. aunque sea somero, de todas
esas regulaciones nomenclatoriales seguramen-
te servirá para aclarar las diferencias entre
taxonomía y nomenclatura y será útil a todos
los biólogos qtme por necesidad han de utili-
zar, ya el C. 13., ya el C. Z. Veremos primero
las ,ro,,,mas récnicas y después los principios
generales de tipo taxonónoico.
Debemos advertir antes, qtue tanto el C.Z.
como el C. 13. sólo se ocupan de las regula-
ciones relativas a los nombres de las catego-
rías taxonémicas a) del nivel especie (espe-
emes y subesmoecies) simí imuponer regulaciones
sobre la clesignaciómo de categorías infrasub-
específicas, y. gr. la variedad, la raza local,
la raza gem,ética, la casta, la modificación
sexual o teratológica, etc.); b) del nivel gé-
¡cero (géneros y subgéneros o “secciones’’), y
e) del nivel frnnitia ~supenfamilias,
familias,
subfamilias, tribus y s¡mbtribos). Sobre los
nombres dc clases, órdenes y demás taxones
cíe categoría stuperior, no hay acuerdos for-
males, aunque los especialistas los suelan
adoptar de modo mnás o menos implícito, y. gr.
los ornitólogos dan la terminación “formes’
a los órdenes cíe Aves (Su’utlmionifornmes para
los avestruces, género tipo St,’nllmio Vnltmn’i-
formes para los buitres, género-tipo Vnltmn’ y
así stueesivamente); también los botánicos sue-
len usar la terminación común ‘‘ales” para los
órdenes, sobre todo cíe las Fanerogamnas
Ev. gr. Rosales, género-tipo Rosa, Oleajes,
género-tipo Olea, etc.).
A. Normas técnicas,
Vamos a exponerlas cuí un orden comoven-
cional, que no significa qtme la primuera sea
más importante qtme la segumocla, nl ésta unás
qtme las siguientes.
1. Una norma general qime algunos auto-
res han llamado de “étiea” tiende a univer-
salizar los nombres cíe los <axones, de ma-
nera qtme stm establecimniemoto y muso seamo pú-
blicos y comunes, por ello se rerlulere que
tales nombres hayan siclo ‘ptmbl icados”.
Como ‘‘pumblicación’’ se entiemode la de un
trabajo cicíotífico real izaclo loor ¡¡mo proceso
mecámoico (imprenta. hectografia, etc.) en timota
y sobre papel qtue asegure la procltmcción cíe
copias idénticas en tal número q t¡e pumedan
clistribtmirse amplia¡íí ente, ya por vía c<omer-
cml, ya coenco clnmiatií’t,, lo cmal loermita su
¡utilización científica , pública y perun amiente.
No se comisiderno pmmLolicaciomoes las comtlmíi—
caciomoes orales teínas, como feremocias, etc.), ni
¡muía clisirihuciómo resí riuígicía <le mooaterial clemo—
tífico (pliegos de herbario, cienoplares comíser-
v;mcl os, foto ccoío as, cli h,mlos, etc.).
Ya vinoos amimes <i ¡¡e los noun lores íubl iva—
<los deben ser 1 alimios o intimo izadcos, atmmoclue
también se ;mcl ¡nitemo couioo mooíalores científicos
amia graunas <o cOnítu si uCiomí es capr cíoosmus cíe
letras o nombres orcopios y geográficos, más
o unemios exóticos, cícme a dccl os monmaemiclato.
riales se comisicleraum a rbi1 r¡mriamneuo te etomo la-
timo zacias. Ejcmii píos el míono bre Va,,ikoro (de
tun cOmOOCi do atoltimo <leí Pacífico), Som¡gcminroi—
llea (del explorador francés Bntmgaimo vilíe), Da—
celo (amiagraena cíe A liudo, ~
tm e es el mo omiobre
latinizado <leí noarílo pescador) o A bndefduf
(combinación arbitraria elegida para nombre
<le tmo pv’,.).
2. También os principio ético Imundamen.
tal cl respetar la acción taxonómnica cíe cual-
quien autor, aceptando tun principio de igual-
cIad que hace caso omiso del crédito o valo-
raciómo científica cíe lun atmtor fremote a otro.
Es decir, un sistemático cltme haya publicado
un solo escrito de tercera fi la en toda su
vi<la tico e, en el aspee t<o midm01elcia t<orial, va-
br idéntico al cíe un especialista reputado
cuya obra deba ser conocida ;oor todos.
Sin clumcla, esta igtualulacl cíe los autores y el
respeto a 50 juicio taxonón,ico cono plican
gramodemeote la nomiícnclattmra, ya qume como
vimos también antes, un nombre, una vez
publicado, entra emo comnioctemucia con todos
los cleniás.
Pero esa igualdad y libertad cíe acción es,
al tiempo, una salvagtmardia, pues impone a
los autores una grave responsabIlidad, para
evitar stm propio descrédito. Comí “mí ejemplo
caricaturesco aclararemnos el significado de lo
cíue se acaba cíe expomoer . Supomiganoos qtme un
autor, en uso de su Ii berta<l de j‘mielo taxonó-
¡nico, agruiíoase en tmmí gémíero único a Palis
y Ca,mis creamíclo, arbitrariamente, el género
Felicanis. señalauicln stms caracteres cliagmiós-
ticos, eligiendo ¡luía especie-tipo, etc., etc.
Pronto sím “crilerlo taxonómico’, qtíe cíe
ser admitido provocaría timia revol ¡iciómí emo la
clasificacióuí y nomnenclattmra cíe las familias
FELIDAE y CANIDAI3, cunearía comí los he-
dios, biemo establecidos, cíe la anatomía com-
parada, paleoiitoiogia y fi loí<enfa cíe cl Ichos
grupos. os decir, mío emocajaria en la siste-
mátlca.
COL-PA. 6
• Aulo stmíoo.niemsdo que los mítmevos miombres
pasen a • su bibliografía comí el triste papel <le
simoómíimos y stm autor fuese citado junto a sus
emogendros (y 1 cuántos sistemáticos han temoido
el triste afámo <le crear míomnbres momuevos por
esa tomíta vamoiciací 1) poco crédlito ganaría por
ello, porque el valor de un sistemático se
¡niele por los hallazgos que realice y por el
progremo <ítmc aporte a stm especial idací y a la
ciemocia, mito por el momimero <le nombres míue—
vos dIme lievemí su ‘‘marca’’.
3. la u espomísabiliclad <le los atmt<ores viene
senalada explícitamente en el CII. y caí el C.Z.
al clispomoer qtme el material estudiado es pro-
ioiedad cíe la ciemicia y debe <lepositarse, a
clispo.’~ciómí <le to<ios los investiga<lores, emí
insllturiones acleccuaclas (unuseos, etc.), No se
adlmit2m, tamionco, <le actuerdo cou~ esas flor-
unas lticas, ni las publicaciones amoónimo,as
(atmnqeue. excepcionalmente, ciertas obras mtmy
amítilemas qemeclan <1 isloensadas de ese rigor y
los aomnbres qtme ellas contienemí se admiten
en nomenclatiura), mii los non,bres ficticios,
que no cumemitamo iv. gr. : Pitlmecaoll¡,’opns
e’cctus de Haeckcl, hipotético antecesor del
homnbre según dicho aemtor, 000 eS, técnicamen-
te, nombre ciemítifico <le ninguna especie y no
entra, por tanto, en sinonimia con Pitheca,m-
Cia-optes eractmes Dtmhois, que ese imívestigador
holandés aplicó a restos fósiles concretos ha-
liados en Java). También ptmcden ser rechaza-
dos uoombres bien establecidos, pero que ptme-
clamo ser nootivo <le ridiculización, o herir sus-
ceptibilidades religiosas, políticas, etc., así
y, gr.: han siclo rechazados ciertos miombres
del entomólogo Kirkaldy. como Marychisnmc,
Alíchismo y otros, o el nomnbre Pandenmoninno
iooealm.
El principio de igualdad de los autores es
tamo firme que imocluso está loor encima de
ciertas disposiciones, y. gr.: se suele tener
por obligatorio publicar las diagnosis de los
tazones emí alemnámí, fracés, inglés o italiano,
o bien en latimo. Pero jamás se lía recimaza<io
un trabajo nomenclatorial redactado en es-
pañol, ruso. sueco o en cualquier otra lengua,
incluso poco conocida, como el húngaro, el
tmurco tu otras.
.4. Ciertas uoornoas técnicas ‘‘formales’’ se
refieren a la manera de escribir los nombres.
Yá hemos visto que éstos deben ser latinis-
unos o cogosiderarse como tales, pero aciem,4s
deben u’, el del género siempre com, mayuis-
cula, ci de la especie, cm, zoología, siempre
con minúsctmla (muchos atutores desconocen
regla <ami sencilla), pero en botámílca tinas ve-
ces con míiinúscula y Cmi ciertos casos con Oía-
ymmsctmla, como octurre con nombre.s de espe-
emes dedicados a umo aumtor (p. ej. Pinmes Bank—
sma,?er, dedicado a llauiks) o bien origimoa<los
emo tmn miómúbre genérico Ip. ej..’ P,-muumes A,ní¡g—
cíalus = Amnmigdalm¡s conm,nm¿nis, el nínienciro).
Como simnples recomenciaciomíes se señalan
la con”eniencia cíe ciume los nombres científi-
cos aíoarezcauí enio tumia grafía distintiva, y,
loor lo comón, stmelen aparecer impresos (it
cnds¡ ¡00.
,, Tambiémo íormnalmeuíte se toleran las lla-
madas “impropiedades”, a sabeu, que los oíom-
bmes indiquen tumí rasgo o un carácter falsos,
lo etual no constituye motivo para rechazar-
los, y. gr.: aptes isin pies, aplicado al vencejo).
all,us-a, para especies que sean negras y no
blancas. sibipico, para tutía especie que nc es
sibeniamia, y así scmcesivamente,
6. La norn,a <leí ‘‘pumíto <le partida’’ Co—
múmí a botámíicos y zoólogos es de necesicía<l,
ya que en obras excesivamioente antiguas son
irreconocibles los tazones por su descripción
imperfecta, por defectos técnicos de observa-
citin, etc. Por eso los zoólogos han dese-
cundo, a efectos taxomiómicos y uiomenclato-
riales, todos los nombres y <latos aparecidos
cmi obras anteriores a Linuico y adoptan como
peunto cíe partida la X.~ c<i. cíe “Systems Na-
turne”, obra linmocana aparecida en enero
de 1758. Se lía convenido en suponerla, jus-
<amente, del 1.0 dc enero de 1758.
Para los distintos grupos botámíicos se lían
establecido pumotos cíe partida diferentes,
y. gr. para Pteridofitas y Esloermafitas la
obra “Specics Piantarum”, también de Lin-
neo (1753).
7. Comííplcííiemítaria de la norma <leí “pun-
<o de partida” se ‘usa ¡muía de cadtecidad, según
la cual no sólo no tienen validez los nombres
muy amitigtmos, simígemíarniente los prelin nea-
nos, anteriores a 1758 cuí zoología y a 1753
en botánica, sino que ciertos miombres olvi-
dados o en destuso pimeden llegar a ser recha-
zados, pemesto qeme estarían en contradicción
con el requisito cíe emmíiversalidad de la no-
u,oenclatcura; por eso hay disposiciomíes para
determinar qtué nombres deben considerarse
como olvidados. El nombre olvidado (nonten
ololitnnm) debe ceder el paso a los hiomnónimos
o simiónimos más recientes.
B. P.-¡mucip¡os ge,meralc’s.
Por basause en la tazominunía se comisicleramo
esenciales, frente a los anteriores, uneramente
convenciomoales. Constitemyen, pues, la base dci
¡n’r,cedint iemir, iaxooótnic o.
Vamnos a consuderar únicamemote dos de es-
tos principios, que podemos llamar el del
mmonu mt cHis emmo y el <le la tipificctc att.
El del nono imoalisuno establece cl sisteuíum
cíe clesignaciomíes que podemos aplicar a los
taxomíes y sc basa ea la enordinaciómí y smb-
corcilmoaciómo taxonómicas,
Así, scgúul el sistema tmmx<onómiceo hay taxeo-
oes coorcl nados <leí “mí ivni—Faníilia’’, del
‘‘nivel-género’’ y <leí ‘‘uiivel-espccie’’. Demitro
dc cada uiivel los taxomies respectivos estámí
enorcí nados. de tal modo elru.e pueden agro—
ionrse o escindíi rse cmi ci tr<os taxcomoes, simi q eme
se al(ere su si gnificado taxonóníico-nomnemícla-
tonal, Así cm, la agrupaciómo <leí moivel—Farnilia
su Su
1oerfamiiia—Fan, ilia—Subfanoilia—Trilocu—Sob
iribem formíjauo el sistema coordinado-suborcli-
uía<lo de <axones de ese nivel. La Fama. FOR-
MICIDAE ptmecle coorciimíarsc con emna Stuíoer-
COL-PA. Y
familia (FORMCiOIDEA), Subiamilia (POR-
MICINAEI, Tribtu ((Formicini) y Subtribu
(Formicidi), cada una dc cuyas agrupaciones
se basa en tun mismo tipo y recibe un nom-
bre (en cl caso del ejemplo tomado del taxón
uoominal Po,’mnica) qtmc estabiliza así la no-
mooenclatura. Buí el nivel-género el Género y
Stmbgéuoero, que son las dos categorías impli-
cadas, se establecen también sobre un nom-
bre qtuc estabiliza así la miomenciatura del
taxómo,
Las categorías de los niveles familia y gé-
¡‘ero reciben tuna cienominacióu, única, son
unmtmominales,
En el uiivel-especic, con especie y subespe-
cie como tazones coordinados, las denonoina-
ciones so.n respectivamente bictocnicmddcs y frí-
etot¡m,t¡tOleS.
Este conjtunto de categorías obedecen al
principio taxoaómico general de la jerarqul-
zaciómo de los taxones, de tal modo que una
especie pímede comprender varias subespecies
ya que éstas soto la jerarquía inferior. Un
género, por lo común, englobará varias es-
pecies (cuando comprende una sola sc llama
género monotipo). Una familia engloba varios
géneros y así sucesivamente.
Si se escin<le en varios un tazón, siempre,
en virtud del nominalismo, uno dc ellos con-
servará el nombre originario (algunos autores
han llamado a esto “regla de economía”> y
así se logra cierta estabilidad.
Del mismo modo, si se reúnen varios ta-
zones en tuno del mismo nivel, y. gr.: si con-
sideramos cono género úmoieo a tazones que
otros autores han considerado géneros dis-
tintos, el nombre de ese gémíero compuesto
debe ser tuno de los ya existentes, y. gr.:
Paníhe,-a, en el criterio del paleontólogo Sirnp-
son (no admitido por otros autores> que reú-
ne los grandes felinos del área paleotropical
(Paofhera porduts, el leopardo, Pacte Itera tigris,
el tigre; Pa,mtluera leo, el león). Pero la es-
tabilidad se mamotiene subordinando a ese gé-
moero. en forma de subgéneros, los nombres
desaparecidos, así Fact flzem-a (Pactt¡tera) pandes
para eh leopardo, Pacmfl,e,’r¿ (Polis) leo para el
león.
Siempre habrá en esos casos un subgrupo,
que inciuya al taxómo típico y cuyo nombre se
repite; es el rezó,, ,monminado, en el caso del
ejemplo anterior el stubgénero PacmChem~a es
subgénero nominado, ya qtíe ese subgénero
incltmye la especie-tipo de Por Cimera, que es el
lcopar<lo.
2. Eh pnimocipio de la tipificación se lía es-
tablecido comí el fin de clarificar el significado
taxonómnico de los grtupos sistemáticos, Es
un principio muy discutido porqtie smi aplica-
ción choca con el del signilicado biológico de
los tazones, en especial con los del nivel
especie, por eso se contraponen a los criterios
llamados “tipológiccos” de la taxonomía los
“poptulacionistas”, que son biológico-sistemá.
ticos. No podemos ciotrar aqumí en la clisen-
suon <le ese íorobiemna. que puede verse en el
trabajo del autou’ sobre “La especie bio!ógicá
y la jerarquí;u taxonómica” (en la obra ‘‘La
Evolución” de la Fmi. BAC.>.
La tipificación lía queda<lo regtulada en una
serie de disposiciones <leí C. 13, y del C. Z.,
que stueien couosi<lerarse comno el ‘‘rmoétoclo
cid tipo”.
Se lía establecido <1 ue las especies clebemo
basarse en un material, estu liado por ~l au-
tor original, y que constittmye una sede de
ejemplares (rmmra vez tumo solo ejemplan con-
sidera<los taxoíoómnicamente <lénticos, s~n los
siniilcos (serie típica). En la act~ualidíd es
obligatorio marcar tumio de esos ejemplares
como “tipo” de la especie; es eh lanado
/tm’olot ipo -
Pero si en el unomemoto <le la publica~ión
original el autor <le ha especie no designé ‘jo
ñolotií,o se ioodrá, posteriormemote. elegir un,
de la serie típica que es el llamado lec’toCipc.
Y aún niás, si tun unatenial tipo htubiesc <les-
aparecido, admiten las reglas la designaciómo
<le tui )meotipO para sustittuir al holotipo, lee—
totipo O sintipos tío existentes.
Vemos que los tipos <le las especies son
tipos ,nceteriales y su necesidad es patente
para resolver problemas <le idemotificaclón
entre especies próximnas <~t¡e ioue<ien originar
confusiones mocícuso a especialistas.
Gracias a los tipos, que se <lefinen como
“núcleo cíe un tazón y soporte de stu nombre”
hamo podido resolverse en ciertos casos pro-
blemnas de sinonimia,
De la misma manera que las especies, los
géneros deben tener stm tipo. El tipo de un
género es una especie, pero no la entidad
abstracta especie (especie eaxonó,n¡ca), sino la
especie designada por su nombre (especie no-
;nic,afl, Esa especie nominal define entonces
nominalmente a un género taxonómico, que
lleva umo nonobre (género cmrncmécmal),
A su vez encía tmmía de las categorías <leí
m,ivel Familia tienen <le noanena efectiva o
potencial un género nonoinal que les da nom-
bre y es soporte <leí tazón. comí lo cual cada
categoría taxonómica viene defiuoidia (tlplfi-
cadia) por su propio Cipo noc,mincel,
Como todo lo artjficioso qtue pue<la parecer
ese procedimiento de la tipificación y nomí-
tialismo taxomiómicos es eh único aplicable, en
el esta<lo actimal <le otuestros conocimientos,
íoara designar y reconocer la unultiforme va-
riecla<l del mundo biológico qtme nos rodos
y del cual ci hombre mismo, que se designé.
por boca de Línneo, con un pretencioso ca-
lificativo de sapie,ms, forma parte.
COL-PA. 8

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35660-Texto del artículo-35675-1-10-20110613.PDF

  • 1. SISTEMATICA, TAXONOMIA, CLASIFICACION Y NOMENCLATURA. (1 Por el Prof. RAFAEL ALVARADO 1. ¡Sl Sistema, Los cuatro términos que encabezan esto articulo, suelen tomarse con excesiva fre- cuencia como equivalentes y son utilizados sin precisión, incluso por personas que de- berían conocer su significado correcto. Veamos primero qué entiende por “clasi- ficación” el biólogo en general y el zoólogo en particular. Cualquier persona, ante una diversidad de objetos, ya naturales como lo son los ani- males, ya artificiales, como pueden serlo un coniunto de libros, de muebles, o de eclifi- cios, es capaz de apreciar semejanzas y dife- rencias. Este trabain analítico le llevará a establecer sistemas de eomj,aración. Así podrá comparar los libros por su color, su tamaflo, sus encuadernaciones, etc., lo mismo podrá hacer con los muebles o los edificios, con’- parando sus formas, tamaños o materiales de que consten (madera, telas, piedras, ladri- líos), y así sucesivamente. Es evidente que con las cualidades apre- ciadas podremos establecer tina clasifica- ción’, esto es, una distribución de objetos en ‘clases”. En estos ejemplos vimos que pueden ser muchos los sistemas de clasificación, pero, sin duda, los más periectos atenderán no a las cualidades accesorias (forma, color, ta- maño), sino a otras que valoramos como esenciales ci’ un libro el contenido —y esa es la clasificación que Lisa,, los bibliotecarios, ¾ ~r, la C, O. U.—; en un mueble o en un edificio el significado funcional (mesas, sillas, armarios, iglesias, almacenes, escuelas, etcétera). De la misma manera la clasificación cíe los animales ha ido progresando, para atender primero a los caracteres más salientes y re- conocibles (los proporcionados por el estudio de la anatomía externa), luego otros menos patentes, pero que se han revelado como más significativos (los cíe la anatomía interna, los cíe la anatomía microscópica, los tomados de la embriología y as! sucesivamente). Cuando los zoólogos, por ejemplo con un- neo, a mediados del s, xviii, llegaron a darse cuenta de que unos caracteres eran muy ge- i,erales, mientras que otros eran caracteres subordinados, comprendieron que la clasifi- cación podía resultar cómoda para ordenar los grupos de animales, de modo que tal or- denaci~n facilitase el estudio zoológico. Así se llegó a la taxonomía, que podemos definir como “clasificación ordenad.a y jerárquica”. Los grupos generales se caracterizan por caracteres generales, comunes a gran número de individuos. La columna vertebral caracte- riza a todos los VERTEBRADOS, las patas articuladas a los ARTROPODOS y así suce- sivamente. Dentro de cada grupo general. otros caracteres permiteí, la subdivisión le. rarquizada, Los Vertebrados con plumas son Aves y los Vertebrados con pelos son Mand- Ceros un Artrópodo con tres pares de patas será un Insecto, etc., etc, Con la idea directriz de la jerarquización cíe caracteres y subordinación de los grupos, Linneo creó un sistema taxonómico muy útil, puesto que sigue en uso actualmente. Para su clasificación zoológica & paralelamente para la botánica) estableció Linneo cuatro cate- gorias taxonómicas fundamentales que son las conocidas: CLASE — ORDEN — Có,íaí’o — y especie. La última ha siclo considerada siempre como unidad del sistema en zoología y botánica. Las especies, segUí, Linneo, “son tantas como en un principio itíeron creadas por el Ser Supremo’; por eso Linneo es el más conspicuo representante cíe Ja doctrina “fi- (i Conferencia seguida de coloquio, que tuvo lugar el sábado día 21 dc mayo de 1966, a cargo del Prof. 1?, Alva,-ado, Catedrático dc Zoología <Invertebrados no Artróí,oclos), COL-PA, 3
  • 2. jista”, puesto que las unidades que utilizó en su ‘Systema Naturae” y en sus demás obras, eran, según él. un módulo invariable. Sin embargo, ¡Anneo, en sus últimos tiem- pos se dio cuenta de la variabilidad de las especies y consideró como verdadera unidad del sistema biológico a los géneros. Para él, especie y género constituían entidades natu- rales, en cambio las otras categorías taxonó- micas (Clase y Orden) eran meros artiflcios que facilitaban la ‘‘clasificación’’; por eso escribió: ‘‘Classis et Ordo est sapicutía, genus et species opera naturae’’. De esa manera l.inneo mismo cleterminó que sil sistema cíe clasificación era ‘‘artificial’’. Desde mediados del siglo pasado se fue abriendo paso la idea de que las especies no son entidades inmutables sino que evolu- donan; con ello el significado de los carac- teres taxonómicos fue interpretado en su co- rrecto sentido como caracteres adaptativos aparecidos por evolución. De este modo los rasgos de organización no sólo nos sirven, como ya ocurría en los tiempos liuneanos, para “ordenar” artificialmente el mundo bio- lógico, o sea para su descrip~ión cómoda, sino que además indican las relaciones de paren- tesco (filogenia). .A partir de Darwin las clasificaciones no son únicamente taxonómicas, sino filogeoéti- cas. Con el nombre de relaciones filogenéti- cas el biólogo incluye las propias relaciones de parentesco, deducidas del estudio total de los organismos (anatómico, embriológico, fi- siológico, bioquímico, etc.). Ese estudio es el de la “anorfología” animal en sentido am- plio y ha llevado a la taxonomía o clasifica- ción ‘‘natural’, que es la verdadera siste,nrf- fico. Como se basa en la morfología la sis- temática puede considerarse como una “mor- fología especial”. Por supuesto que un sistema natural de los seres vivos implicaría conocer absolutamente en todos sus detalles la evolución de los or- ganismos. Esto es utópico, pues una parte, al menos, y. gr., los detalles paleontológicos. con su carácter eminentemente histórico, per- manecerán desconocidos para siempre, y los que son conocidos lo son de modo fragmen- tarjo. Ahora bien, los métodos de investigación. cada vez más perfectos, nos permiten confiar en que nuestra sistemática actual se perfec- cionará, pero no cambiará sustancialoicote y nuestra taxonomía es día a día más ‘natural’ (verdadera sistemática) y no tina mesa clasi- ficación ‘‘artificial’’ o simplemente práctica, Hemos visto el significado que debemos ciar a las palabras clasificación. taxonoenlr¡ y sisie,adticr, en biología, ¿Qué debemos en- tender como aonzeoclatu,’a? El biólogo utiliza, como todo científico y todo artesano, tun lenguaje especializado que constituye su nodo cíe expresión; para mu- chos biólogos hay, además, una terminología más o menos consplicada, y, gr. la del gené- tico, la del ecólogo, la del ornitólogo, etc. También la iax’ononda tiene su propio len- guaje o terminología y tina parte importante de esa terminología taxonómica ha sido de- dicada a dar nombres a las clases o grupos de organismos que reconoce la sistemática. Por antonomasia, la n omenclatura (biológica), es eí sistema cíe nmnbres (científicos), que sc aplica a los gaupos ordenados taxonómica- mente (toxoncs), clue a su Vez. constituyen el objeto de la sistemática. Vemos así cómO la isomeoclatura se reía- cioíl a coI~ la taxoilorn la y const ittiye su len- guaje. A so vez la taxonomía es la expresión o rdenacla cíe las ideas (morfológicas, filoge- néticas, etc.) que tiene el biólogo sobre la evolución tic lt,s seres Vivos, es.’ pues, lo esen- cial de la sistemática. ¿Por cíué se le ha ciado tanta importancia a la nomenclatura? Simplemente ~~orc~uc cl cgt, en la materia, o el que aún no ha capiado el significado abstracto cíe los conceptos, e incluso el bió- logo que no se ocupa cíe modo directo de sistemática, no ven en ésta (y en la taxono- mía) más contenido cíue el nominal. En efecto, muchos creen que la “clasifica ción” o la ‘‘taxonomía” o la “sistemática’’, son conceptos no sólo ecluivaleotes entre si (ya hemos visto qtíe ese es un error mayúscu- lo), sino, a su vez, con la “nomenclatura” y ccítuiparan la sistemática con ‘‘una relación de nemabres’, La complejidad nomenclatorial en biología proviene, única y exciusivaniente, de lo com- plejo del mundo biológico. Por otra parte el problema se ha complicado por ser ya viejo, porque los usos y normas nomenclatoriales provienen de la época linneana, hace ya más de doscientos años, Hasta Linneo, los zoólogos y botánicos re- conocían especies, géneros y grupos taxonó- micos stlperiores n,edi-antc una descripción abreviada <le sus principales características (frase diagnóstica o, brevemente diagnosis). Por muy cortas que fuesen las diagnosis se comprende lo clificil ritme debía ser men,ori- zarlas. Linneo. con stm idea cíe la jerarquiza- ción taxonómica, puso en práctica un método nomenclatorial, que se poptílarizó desdie en- tonces con el nombre cíe “nomenclattmra un- neana , si bien cígnuos coeláneos <le Linneo. y antes qtme él, habían usado un procedimien- to semejante. El método linneano consiste en designar las especies con dIos nombres, lino propio del género (nombre genérico), otro eíue es el cíe la especie (nombre trivial’ o espe- cifico) ; el primero cci u vale a un apellido, el segundo a un nomL,re propio. Palis catus ¡‘cus silveshis, Polis loo, etc.. son otros tantos nombres de especies de leí nos, todas ellas pertenecientes al género Polis, pero <hieren- tos entre si (gato común o doméstico, gato montés y león, respectivamente). En la época cíe Linneo el número cíe espe- cies y géneros en zoolc,gfa y hc,t~oica era, en verdad, muy limitado, unos pocos miles. Hoy COL-PA. 4
  • 3. son casi un millón las especies vegetales co- nocidas y casi millón y medio las especies animales inígunos autores elevan esos nú- níeros aun más). La simplificación linneana que de la frase diagnóstica pasó a un nom- bre inomcnclatt,ra iíninom moni de los géneros) o a ti mía ría re a rle mmii bres (miounencía tuca liinoini nal <le las especies) ha desembocado en la non,enclatiira actual. compljcada ma— niña comí la ‘¡oc lucha cl sistemático, tanto si es profesional como primícipiante. Pero es imprescinclihie conocer esa lomen- cintura y stís fundamentos, que son taxonó- micos, para alíe no nos dejemos desalentar unr tmo bosqtic cíe difi etíl Ladies, más aparentes ¡me reales, bosqtíe ctmya fromidosiclad impide en otíestros primeros pasos, qtie veamos los árboles. U, La No,nenclatn,-o. Los cientos de miles dc nombres y de pa- rejas de nombres, que lían irrumpido e.o las nomenclattmras zoológica y botánica, desde Linneo hasta hoy, sirven para designar cíe manera unívoca a los géneros y especies de animales y plantas, que son la materia prima de la sisteniática biológica. Dichos nombres son latinos o latinizados por mero convenio entre los biólogos, con- venio originado por el hecho histórico de que cii la época linneana la lengua científica era el latimo. Por otra parte, esos nombres deben cumplir la finalidad de reconocimiento y de- signación universales y el latín, como lengua ‘mtmerta”, cumple bici, esos fines a nivel in- ternacinmial sin crear coumílictos cíe tipo na- cionalista. Al lado cíe ese inmenso número de nombres de los géneros y especies, los relativamente limitados en número de las clases, de los ómdenes, de las familias. dIc animales y plan- tas, tienen un menor interés y complicación. Por ello. etíanclo hablamos de ,momb,-es cientí- ficas solemos referirnos a la denominación latina de los géneros y cíe las especies, aun- que en su recto sentido también son nombres científicos los de las clases, órdenes y demás <axones, animales y vegetales, sobre todo si se clan latinizados, como se hace en las obras sistemdticas especializadas, y. gr. Classis MAMMAmÁA (Clase Mamíferos): Ordo Runui- ;iamia (Orden Rumiantes), Familia Coroidea (Fam. Cérvidos). etc. Los problemas planteados ya desde inedia- dios del siglo pasado, con el número creciente de í,oml,u’es cientfíicos qtíe ingresaban en la sistemática biológica, provienen cíe los si- guientes hechos: 1. Por díar atutores diferentes el mismo nombre a géneros o especies que eran distin- tos. A esto se le llama ha,no,minmia. 2. Porque un mismo género o especie, con frectíencla. ha siclo descrito por autores di- ferentes, recibiendo distintos nombres. A esto se le llama si,iarii,nnl. 3, Porque en las descripciones y dibujos cíe mcmchos atutores, sobre todo de los más antiguos, resulta cli ficil ‘econocer los anima- les o plantas que ellos citaban. De adlul la occesidad cíe establecer ‘‘tipos’’ represeíotati— vos (niétodo del tipo). ‘1. Porqtie autores cl iferemítes loan podidio tener mío concepto diferente. desde el punto <le vista taxonómico, de un grupo determi- miado cíe animnales o vegetales. Esto se ha ex— presado diciendo qtíe tui, nombre designa a tío logó» nominal, ctíyo concepto taxonómico es el nerón ta.vonó,nico. Coman el concepto taxonómico es esencial- mente fluctuante, o, como se dice, ‘‘stubjetivo” <y. gí’. para Liííneo. todos los erizos cíe mar regulares eran igtíales y los retmnió en el gé- nero nominal Eeluin,,s, pero hoy resulta cvi- cíciote qtme hay mtícloos géneros diferentes Eclíi,mí,s, Pcn’acen frotas, A,’brrcia. etcj. para fijar et concepto taxonómico, o hacerlo “ob- jetivo”, se debe determinar para cada taxón sti Cipo. 5. Y pnrqcme, finalmente, la nomenclattmra biológica debe ser, por principio, universal, enero instrumento al servicio de la taxonomía. pero sin interferir con ella, por lo cual, un nomímbre cientffico iuotrodtícido por cualquier autor cuotra en competencia con los demás de tal manera que, cumplidos los requisitos técnicos indispensables, es tui miombre utili- zable (criterio de utilidad), Ahora bien, la uoomemoclaúmra biológica ha de ser unívoca, por lo cual entre todos los nombres posibles ‘nra uuí <axón sólo debe prevalecer tmno, que es cl edUcía (criterio de validez). En general, el nomabre más antigtío es el que prevalece (criterio de pnioí’irlad). Sc enfrentan, pues, los biólogos con el pro- blemoin <le ciar nombres distintivos y estables a los taxones animales y vegetales y para ello loan tenido que reglamentar los ¡usos Domen- claroriales de zoólogos y botánicos, estable- ciendo sendos Códigos de nanmenclaturrm. a saber. el Código Inre,’nacio,mal de Noníenela- tina Zoológica (C. Z.) —antigionmemote Reglas Internaciomoales de Nomeuoclattíra Zoológica— y el Código Iute,-nacional <le Namneoclafnra Salónica (C. fl,), Ambos códigos son meros convenios y, cosa n,uy importante, sirven de auxilio a la taxonomía. Se basan cuí principios taxonó- unicos y en normas cíe sentido común o de valor puramen te histórico. Ticumen la ventaja cíe ser aceptados por todos los sistemáticos y de aplicarse por igual a las plantas y anima- les viviemotes (moeobotánica y neoznologia) como i las clescripciones paleontológicas, o sea cíe las plantas y aloiín;íl es fósiles (paleobotánica y paleoznologia). Ia redacción de los códigos loa sido muy laboriosa y intíchas veces Ion <cuido qtic reto- carse para mejorarla y diarle uiiás precisión; hero esa misma precisión impide su buen co- nocimiento, porque sus atutores. cu, busca cíe la exactitud de expresión —que por supuesto debe prevalecer en cualquier Código— han COL-PA. 5
  • 4. huido de todo fin vulgarizador y han sacrifi- cado al rigor técm,ico etualquier afán didác- tico. De esa mamoera la oomeáoclattmra es una de las materias más difictmltosas de la siste- mática biológica y etuenta con pocos partida- nos, si es qtme tiene alguuoo. Hl. Las Reglas dc Nonmeneiatmmrct Tanto el C, 13, conon el C. Z., aunque igua- les en lo esencial, clifieremí en cierto nómnero de detalles. Por lo denoás, pumeclen ser estudiados conjuntamente y basta conviene hacerlo así, ¡lara cIar relieve al sigmiificado y valor de sus disposiciones. En ambos, éstas se agrupan en reglas conmpoisim,as o de obligación general y otras rlisposiciones ¡nfO,’,natWaS, que apare- ceo como Reco,ne,mdacio>mes y Ejeompíos. Las disposiciones obligatorias ptueden agrtm- parse cuí normas técnicas, ¡ourameote coroven- cionales, y primocipios generales, que desde luego son también meros comuvenios, locro sc basan en la taxonomía y en suis procedimien- tos, y están al servicio de la misma. Un estmmdio. aunque sea somero, de todas esas regulaciones nomenclatoriales seguramen- te servirá para aclarar las diferencias entre taxonomía y nomenclatura y será útil a todos los biólogos qtme por necesidad han de utili- zar, ya el C. 13., ya el C. Z. Veremos primero las ,ro,,,mas récnicas y después los principios generales de tipo taxonónoico. Debemos advertir antes, qtue tanto el C.Z. como el C. 13. sólo se ocupan de las regula- ciones relativas a los nombres de las catego- rías taxonémicas a) del nivel especie (espe- emes y subesmoecies) simí imuponer regulaciones sobre la clesignaciómo de categorías infrasub- específicas, y. gr. la variedad, la raza local, la raza gem,ética, la casta, la modificación sexual o teratológica, etc.); b) del nivel gé- ¡cero (géneros y subgéneros o “secciones’’), y e) del nivel frnnitia ~supenfamilias, familias, subfamilias, tribus y s¡mbtribos). Sobre los nombres dc clases, órdenes y demás taxones cíe categoría stuperior, no hay acuerdos for- males, aunque los especialistas los suelan adoptar de modo mnás o menos implícito, y. gr. los ornitólogos dan la terminación “formes’ a los órdenes cíe Aves (Su’utlmionifornmes para los avestruces, género tipo St,’nllmio Vnltmn’i- formes para los buitres, género-tipo Vnltmn’ y así stueesivamente); también los botánicos sue- len usar la terminación común ‘‘ales” para los órdenes, sobre todo cíe las Fanerogamnas Ev. gr. Rosales, género-tipo Rosa, Oleajes, género-tipo Olea, etc.). A. Normas técnicas, Vamos a exponerlas cuí un orden comoven- cional, que no significa qtme la primuera sea más importante qtme la segumocla, nl ésta unás qtme las siguientes. 1. Una norma general qime algunos auto- res han llamado de “étiea” tiende a univer- salizar los nombres cíe los <axones, de ma- nera qtme stm establecimniemoto y muso seamo pú- blicos y comunes, por ello se rerlulere que tales nombres hayan siclo ‘ptmbl icados”. Como ‘‘pumblicación’’ se entiemode la de un trabajo cicíotífico real izaclo loor ¡¡mo proceso mecámoico (imprenta. hectografia, etc.) en timota y sobre papel qtue asegure la procltmcción cíe copias idénticas en tal número q t¡e pumedan clistribtmirse amplia¡íí ente, ya por vía c<omer- cml, ya coenco clnmiatií’t,, lo cmal loermita su ¡utilización científica , pública y perun amiente. No se comisiderno pmmLolicaciomoes las comtlmíi— caciomoes orales teínas, como feremocias, etc.), ni ¡muía clisirihuciómo resí riuígicía <le mooaterial clemo— tífico (pliegos de herbario, cienoplares comíser- v;mcl os, foto ccoío as, cli h,mlos, etc.). Ya vinoos amimes <i ¡¡e los noun lores íubl iva— <los deben ser 1 alimios o intimo izadcos, atmmoclue también se ;mcl ¡nitemo couioo mooíalores científicos amia graunas <o cOnítu si uCiomí es capr cíoosmus cíe letras o nombres orcopios y geográficos, más o unemios exóticos, cícme a dccl os monmaemiclato. riales se comisicleraum a rbi1 r¡mriamneuo te etomo la- timo zacias. Ejcmii píos el míono bre Va,,ikoro (de tun cOmOOCi do atoltimo <leí Pacífico), Som¡gcminroi— llea (del explorador francés Bntmgaimo vilíe), Da— celo (amiagraena cíe A liudo, ~ tm e es el mo omiobre latinizado <leí noarílo pescador) o A bndefduf (combinación arbitraria elegida para nombre <le tmo pv’,.). 2. También os principio ético Imundamen. tal cl respetar la acción taxonómnica cíe cual- quien autor, aceptando tun principio de igual- cIad que hace caso omiso del crédito o valo- raciómo científica cíe lun atmtor fremote a otro. Es decir, un sistemático cltme haya publicado un solo escrito de tercera fi la en toda su vi<la tico e, en el aspee t<o midm01elcia t<orial, va- br idéntico al cíe un especialista reputado cuya obra deba ser conocida ;oor todos. Sin clumcla, esta igtualulacl cíe los autores y el respeto a 50 juicio taxonón,ico cono plican gramodemeote la nomiícnclattmra, ya qume como vimos también antes, un nombre, una vez publicado, entra emo comnioctemucia con todos los cleniás. Pero esa igualdad y libertad cíe acción es, al tiempo, una salvagtmardia, pues impone a los autores una grave responsabIlidad, para evitar stm propio descrédito. Comí “mí ejemplo caricaturesco aclararemnos el significado de lo cíue se acaba cíe expomoer . Supomiganoos qtme un autor, en uso de su Ii berta<l de j‘mielo taxonó- ¡nico, agruiíoase en tmmí gémíero único a Palis y Ca,mis creamíclo, arbitrariamente, el género Felicanis. señalauicln stms caracteres cliagmiós- ticos, eligiendo ¡luía especie-tipo, etc., etc. Pronto sím “crilerlo taxonómico’, qtíe cíe ser admitido provocaría timia revol ¡iciómí emo la clasificacióuí y nomnenclattmra cíe las familias FELIDAE y CANIDAI3, cunearía comí los he- dios, biemo establecidos, cíe la anatomía com- parada, paleoiitoiogia y fi loí<enfa cíe cl Ichos grupos. os decir, mío emocajaria en la siste- mátlca. COL-PA. 6
  • 5. • Aulo stmíoo.niemsdo que los mítmevos miombres pasen a • su bibliografía comí el triste papel <le simoómíimos y stm autor fuese citado junto a sus emogendros (y 1 cuántos sistemáticos han temoido el triste afámo <le crear míomnbres momuevos por esa tomíta vamoiciací 1) poco crédlito ganaría por ello, porque el valor de un sistemático se ¡niele por los hallazgos que realice y por el progremo <ítmc aporte a stm especial idací y a la ciemocia, mito por el momimero <le nombres míue— vos dIme lievemí su ‘‘marca’’. 3. la u espomísabiliclad <le los atmt<ores viene senalada explícitamente en el CII. y caí el C.Z. al clispomoer qtme el material estudiado es pro- ioiedad cíe la ciemicia y debe <lepositarse, a clispo.’~ciómí <le to<ios los investiga<lores, emí insllturiones acleccuaclas (unuseos, etc.), No se adlmit2m, tamionco, <le actuerdo cou~ esas flor- unas lticas, ni las publicaciones amoónimo,as (atmnqeue. excepcionalmente, ciertas obras mtmy amítilemas qemeclan <1 isloensadas de ese rigor y los aomnbres qtme ellas contienemí se admiten en nomenclatiura), mii los non,bres ficticios, que no cumemitamo iv. gr. : Pitlmecaoll¡,’opns e’cctus de Haeckcl, hipotético antecesor del homnbre según dicho aemtor, 000 eS, técnicamen- te, nombre ciemítifico <le ninguna especie y no entra, por tanto, en sinonimia con Pitheca,m- Cia-optes eractmes Dtmhois, que ese imívestigador holandés aplicó a restos fósiles concretos ha- liados en Java). También ptmcden ser rechaza- dos uoombres bien establecidos, pero que ptme- clamo ser nootivo <le ridiculización, o herir sus- ceptibilidades religiosas, políticas, etc., así y, gr.: han siclo rechazados ciertos miombres del entomólogo Kirkaldy. como Marychisnmc, Alíchismo y otros, o el nomnbre Pandenmoninno iooealm. El principio de igualdad de los autores es tamo firme que imocluso está loor encima de ciertas disposiciones, y. gr.: se suele tener por obligatorio publicar las diagnosis de los tazones emí alemnámí, fracés, inglés o italiano, o bien en latimo. Pero jamás se lía recimaza<io un trabajo nomenclatorial redactado en es- pañol, ruso. sueco o en cualquier otra lengua, incluso poco conocida, como el húngaro, el tmurco tu otras. .4. Ciertas uoornoas técnicas ‘‘formales’’ se refieren a la manera de escribir los nombres. Yá hemos visto que éstos deben ser latinis- unos o cogosiderarse como tales, pero aciem,4s deben u’, el del género siempre com, mayuis- cula, ci de la especie, cm, zoología, siempre con minúsctmla (muchos atutores desconocen regla <ami sencilla), pero en botámílca tinas ve- ces con míiinúscula y Cmi ciertos casos con Oía- ymmsctmla, como octurre con nombre.s de espe- emes dedicados a umo aumtor (p. ej. Pinmes Bank— sma,?er, dedicado a llauiks) o bien origimoa<los emo tmn miómúbre genérico Ip. ej..’ P,-muumes A,ní¡g— cíalus = Amnmigdalm¡s conm,nm¿nis, el nínienciro). Como simnples recomenciaciomíes se señalan la con”eniencia cíe ciume los nombres científi- cos aíoarezcauí enio tumia grafía distintiva, y, loor lo comón, stmelen aparecer impresos (it cnds¡ ¡00. ,, Tambiémo íormnalmeuíte se toleran las lla- madas “impropiedades”, a sabeu, que los oíom- bmes indiquen tumí rasgo o un carácter falsos, lo etual no constituye motivo para rechazar- los, y. gr.: aptes isin pies, aplicado al vencejo). all,us-a, para especies que sean negras y no blancas. sibipico, para tutía especie que nc es sibeniamia, y así scmcesivamente, 6. La norn,a <leí ‘‘pumíto <le partida’’ Co— múmí a botámíicos y zoólogos es de necesicía<l, ya que en obras excesivamioente antiguas son irreconocibles los tazones por su descripción imperfecta, por defectos técnicos de observa- citin, etc. Por eso los zoólogos han dese- cundo, a efectos taxomiómicos y uiomenclato- riales, todos los nombres y <latos aparecidos cmi obras anteriores a Linuico y adoptan como peunto cíe partida la X.~ c<i. cíe “Systems Na- turne”, obra linmocana aparecida en enero de 1758. Se lía convenido en suponerla, jus- <amente, del 1.0 dc enero de 1758. Para los distintos grupos botámíicos se lían establecido pumotos cíe partida diferentes, y. gr. para Pteridofitas y Esloermafitas la obra “Specics Piantarum”, también de Lin- neo (1753). 7. Comííplcííiemítaria de la norma <leí “pun- <o de partida” se ‘usa ¡muía de cadtecidad, según la cual no sólo no tienen validez los nombres muy amitigtmos, simígemíarniente los prelin nea- nos, anteriores a 1758 cuí zoología y a 1753 en botánica, sino que ciertos miombres olvi- dados o en destuso pimeden llegar a ser recha- zados, pemesto qeme estarían en contradicción con el requisito cíe emmíiversalidad de la no- u,oenclatcura; por eso hay disposiciomíes para determinar qtué nombres deben considerarse como olvidados. El nombre olvidado (nonten ololitnnm) debe ceder el paso a los hiomnónimos o simiónimos más recientes. B. P.-¡mucip¡os ge,meralc’s. Por basause en la tazominunía se comisicleramo esenciales, frente a los anteriores, uneramente convenciomoales. Constitemyen, pues, la base dci ¡n’r,cedint iemir, iaxooótnic o. Vamnos a consuderar únicamemote dos de es- tos principios, que podemos llamar el del mmonu mt cHis emmo y el <le la tipificctc att. El del nono imoalisuno establece cl sisteuíum cíe clesignaciomíes que podemos aplicar a los taxomíes y sc basa ea la enordinaciómí y smb- corcilmoaciómo taxonómicas, Así, scgúul el sistema tmmx<onómiceo hay taxeo- oes coorcl nados <leí “mí ivni—Faníilia’’, del ‘‘nivel-género’’ y <leí ‘‘uiivel-espccie’’. Demitro dc cada uiivel los taxomies respectivos estámí enorcí nados. de tal modo elru.e pueden agro— ionrse o escindíi rse cmi ci tr<os taxcomoes, simi q eme se al(ere su si gnificado taxonóníico-nomnemícla- tonal, Así cm, la agrupaciómo <leí moivel—Farnilia su Su 1oerfamiiia—Fan, ilia—Subfanoilia—Trilocu—Sob iribem formíjauo el sistema coordinado-suborcli- uía<lo de <axones de ese nivel. La Fama. FOR- MICIDAE ptmecle coorciimíarsc con emna Stuíoer- COL-PA. Y
  • 6. familia (FORMCiOIDEA), Subiamilia (POR- MICINAEI, Tribtu ((Formicini) y Subtribu (Formicidi), cada una dc cuyas agrupaciones se basa en tun mismo tipo y recibe un nom- bre (en cl caso del ejemplo tomado del taxón uoominal Po,’mnica) qtmc estabiliza así la no- mooenclatura. Buí el nivel-género el Género y Stmbgéuoero, que son las dos categorías impli- cadas, se establecen también sobre un nom- bre qtuc estabiliza así la miomenciatura del taxómo, Las categorías de los niveles familia y gé- ¡‘ero reciben tuna cienominacióu, única, son unmtmominales, En el uiivel-especic, con especie y subespe- cie como tazones coordinados, las denonoina- ciones so.n respectivamente bictocnicmddcs y frí- etot¡m,t¡tOleS. Este conjtunto de categorías obedecen al principio taxoaómico general de la jerarqul- zaciómo de los taxones, de tal modo que una especie pímede comprender varias subespecies ya que éstas soto la jerarquía inferior. Un género, por lo común, englobará varias es- pecies (cuando comprende una sola sc llama género monotipo). Una familia engloba varios géneros y así sucesivamente. Si se escin<le en varios un tazón, siempre, en virtud del nominalismo, uno dc ellos con- servará el nombre originario (algunos autores han llamado a esto “regla de economía”> y así se logra cierta estabilidad. Del mismo modo, si se reúnen varios ta- zones en tuno del mismo nivel, y. gr.: si con- sideramos cono género úmoieo a tazones que otros autores han considerado géneros dis- tintos, el nombre de ese gémíero compuesto debe ser tuno de los ya existentes, y. gr.: Paníhe,-a, en el criterio del paleontólogo Sirnp- son (no admitido por otros autores> que reú- ne los grandes felinos del área paleotropical (Paofhera porduts, el leopardo, Pacte Itera tigris, el tigre; Pa,mtluera leo, el león). Pero la es- tabilidad se mamotiene subordinando a ese gé- moero. en forma de subgéneros, los nombres desaparecidos, así Fact flzem-a (Pactt¡tera) pandes para eh leopardo, Pacmfl,e,’r¿ (Polis) leo para el león. Siempre habrá en esos casos un subgrupo, que inciuya al taxómo típico y cuyo nombre se repite; es el rezó,, ,monminado, en el caso del ejemplo anterior el stubgénero PacmChem~a es subgénero nominado, ya qtíe ese subgénero incltmye la especie-tipo de Por Cimera, que es el lcopar<lo. 2. Eh pnimocipio de la tipificación se lía es- tablecido comí el fin de clarificar el significado taxonómnico de los grtupos sistemáticos, Es un principio muy discutido porqtie smi aplica- ción choca con el del signilicado biológico de los tazones, en especial con los del nivel especie, por eso se contraponen a los criterios llamados “tipológiccos” de la taxonomía los “poptulacionistas”, que son biológico-sistemá. ticos. No podemos ciotrar aqumí en la clisen- suon <le ese íorobiemna. que puede verse en el trabajo del autou’ sobre “La especie bio!ógicá y la jerarquí;u taxonómica” (en la obra ‘‘La Evolución” de la Fmi. BAC.>. La tipificación lía queda<lo regtulada en una serie de disposiciones <leí C. 13, y del C. Z., que stueien couosi<lerarse comno el ‘‘rmoétoclo cid tipo”. Se lía establecido <1 ue las especies clebemo basarse en un material, estu liado por ~l au- tor original, y que constittmye una sede de ejemplares (rmmra vez tumo solo ejemplan con- sidera<los taxoíoómnicamente <lénticos, s~n los siniilcos (serie típica). En la act~ualidíd es obligatorio marcar tumio de esos ejemplares como “tipo” de la especie; es eh lanado /tm’olot ipo - Pero si en el unomemoto <le la publica~ión original el autor <le ha especie no designé ‘jo ñolotií,o se ioodrá, posteriormemote. elegir un, de la serie típica que es el llamado lec’toCipc. Y aún niás, si tun unatenial tipo htubiesc <les- aparecido, admiten las reglas la designaciómo <le tui )meotipO para sustittuir al holotipo, lee— totipo O sintipos tío existentes. Vemos que los tipos <le las especies son tipos ,nceteriales y su necesidad es patente para resolver problemas <le idemotificaclón entre especies próximnas <~t¡e ioue<ien originar confusiones mocícuso a especialistas. Gracias a los tipos, que se <lefinen como “núcleo cíe un tazón y soporte de stu nombre” hamo podido resolverse en ciertos casos pro- blemnas de sinonimia, De la misma manera que las especies, los géneros deben tener stm tipo. El tipo de un género es una especie, pero no la entidad abstracta especie (especie eaxonó,n¡ca), sino la especie designada por su nombre (especie no- ;nic,afl, Esa especie nominal define entonces nominalmente a un género taxonómico, que lleva umo nonobre (género cmrncmécmal), A su vez encía tmmía de las categorías <leí m,ivel Familia tienen <le noanena efectiva o potencial un género nonoinal que les da nom- bre y es soporte <leí tazón. comí lo cual cada categoría taxonómica viene defiuoidia (tlplfi- cadia) por su propio Cipo noc,mincel, Como todo lo artjficioso qtue pue<la parecer ese procedimiento de la tipificación y nomí- tialismo taxomiómicos es eh único aplicable, en el esta<lo actimal <le otuestros conocimientos, íoara designar y reconocer la unultiforme va- riecla<l del mundo biológico qtme nos rodos y del cual ci hombre mismo, que se designé. por boca de Línneo, con un pretencioso ca- lificativo de sapie,ms, forma parte. COL-PA. 8