2. En portada:
La batalla de Zacatecas (1964)
Ángel Boliver
Derechos de autor registrados
2017 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Una mirada a México. Federico Salvador Ramón – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
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3. Una mirada a México
De
Federico Salvador Ramón
Artículo publicado en la revista mariana Esclava y Reina
Julio de 1925
Guadix - Granada - España
Edición actualizada por
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
4.
5. Una mirada a México
Federico Salvador Ramón. Esclava y Reina, Guadix. Granada. 1925
5
Una mirada a México
El pueblo más fuerte se rinde ante lucha tan prolongada y dura, cual es la que
viene sosteniendo el pueblo mexicano desde la revolución que motivó la salida de la
Presidencia de Don Porfirio Díaz.
Día tras día se agrava aquella revolución que amenaza llevar a la ruina a la nación
que por algo mereció ser llamada Nueva España.
Se dan golpes terribles a la integridad del territorio patrio por los ambiciosos y
avaros vecinos que tienen al norte. Se merman las riquezas acaparando las minas de oro
y de petróleo, las líneas de ferrocarriles principales y cuanto hay explotable en México,
merced a la misma generosa vecindad. Se lucha contra el idioma y contra la cultura
general y, por último, para no gastar el tiempo en vanas enumeraciones, se ataca ahora a
la religión a la sombra de un Presidente inconsciente y de un Gobierno antipatriota.
Los yanquis y los malos gobernantes son la ruina del pueblo de Cuauhtémoc,
elevado por la Madre Patria al más alto grado de civilización cristiana.
Y como quiera que la política perversa desarrollada en México, desde la
independencia hasta nuestros días, siempre preñada de odios al Catolicismo nacional fue
la que tejió la corona de espinas que hiere y atormenta la cabeza del valiente pueblo
forjador de la Noche Triste, por este motivo tenemos por verdad, demostrada y
comprobada por los hechos de más de un siglo de historia, que el pueblo mexicano ni
puede tener otro régimen político que la monarquía, ni otra religión que la Católica,
Apostólica, Romana, única verdadera redentora y salvadora de los hombres. Y en esta
convicción basados, y ciertos de que México es una nación eminentemente española en
cuya vida nacional todo es mexicano español, porque España dio todo cuanto poseía del
inmenso acerbo de su valor, de su sabiduría y de su fe y dejó a los pueblos sin arrebatarles
nada de lo que les era característico y propio.
Nosotros creemos que el gran remedio de la ruina que amenaza a la Nación que
supo introducir en el cauce de los pueblos civilizados Hernán Cortés, no hallará la paz y,
por consiguiente, no volverá a las vías del progreso católico que ha perdido con su tan
cacareada Ley Fundamental hasta que México vuelva a ser monárquico.
6. Una mirada a México
Federico Salvador Ramón. Esclava y Reina, Guadix. Granada. 1925
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No de otro modo, como sucedería y sucedió en España cuando nuestra fatalísima
gloriosa Revolución republicana, que, de durar algún tiempo más, hubiera dado al traste
hasta con las columnas de Hércules.
México como España no puede ser republicano.
Su carácter meridional, su alma impresionable y arrebatada siempre por todo lo
que cree mejor sin detenerse a reflexionar, la idiosincrasia propia del alma española
infundida, con todos sus vicios y virtudes, en la América adecuada al calor del alma
excelsa de Isabel la Católica, madre augusta de aquellos pueblos de habla castellana. El
espíritu de excelsa rebeldía y de supremo dominio que anima las inteligencias y
voluntades de grandes y de pequeños haciendo, con harta frecuencia, de un pastor, un
Viriato, y de un soldado manco, un Cervantes, y de un labrador, un Wamba, impulsa a
muchos a creerse con suficiencia para la dirección y acrecentamiento más fecundo de sus
patrias respectivas. Y de aquí que surjan los presidentes por doquier. Y, si a éstos se une
la osadía, crean un estado de violencia y de latente revolución que arrastra a las naciones
más o menos a la larga, a la decadencia, a la mediatización de los pueblos vecinos y hasta
la total ruina, si no tiene Dios misericordia de tales naciones, y, a la postre, las deja caer
en poder de sus enemigos para que, al sentir en sus mejillas el rudo latigazo de la
dominación extranjera, despierten de su letal letargo y, derramando la propia sangre,
vuelvan a recuperar la independencia y, con ella, la paz y la grandeza que perdieron por
sus luchas ambiciosas, surgiendo al fin de siglos de lucha en los brazos poderosos y
blandos de expertos y poderosos guías que los llevan al cenit de la grandeza.
Mas, para recorrer esa trayectoria después de una derrota universal en Guadalete,
debe surgir en las encrespadas montañas el Pelayo recuperador que se perpetua siglos
hasta llegar a la Torre de la Vela de Granada.
¿Será México tan semejante a España que habrá de escribir también, con la
generosa sangre de sus hijos, la historia de la Reconquista?
¿Estará preparándose la hora fatal en que entre a ser México una estrella más entre
las que ostenta la bandera yanqui?
Creernos que no, pero no lo creemos imposible. Es más, creemos que la
independencia de México, en todo o en parte, está asegurada mientras los americanos
encuentren expedito el campo en que ellos quieren lucrar. A costa de cuantas concesiones
exige el tío Sam, se mantendrá México, en apariencia, como nación que es dueña de sus
riquezas y de sus destinos, por eso hoy es una nación mediatizada.
¿Cómo Cuba? ¿Cómo Panamá?
No nos atrevemos a decir tanto. Las apariencias no acusan tan manifiesta
injerencia. Pero, y la realidad, ¿qué nos diría?
La historia es la que nos dará o quitará la razón o dirá si eran vanos o fundados
nuestros temores y sospechas.
El Cisma mexicano no es una dolencia que pasa. Es un síntoma de una grave
enfermedad que debilita al pueblo mexicano y robustece, más y más, al pueblo yanqui
que vive en el territorio de la República de los Estados Unidos de México.
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La religión protestante y el comercio absorbente yanqui son inseparables. Hacer
campaña anticatólica en México inspirada por el protestantismo yanqui, es lo mismo que
ir al copo de las fuerzas todas de la nación azteca. Aliarse un gobierno con ese movimiento
antipatriótico es declararse contrario a la nación que gobierna, poniendo las fuerzas que
debe aprovechar para bien de sus gobernados en manos de sus más temibles enemigos.
Y en este estado las cosas, ¿cómo salvar a México de esa mediatización que la
debilita y degrada?
Puesto que no creemos ser nuestra solución cosa que en nada afecte a los intereses
de los mexicanos sino es para favorecerlos, fundamentándolos y ordenándolos, no
tenemos inconveniente en aventurar nuestro humilde parecer, y valga por lo que valiere.
Es nuestra opinión que México tenga un Rey que sea el que sirva de lazo de unión
a todos los Gobiernos que se formen en la nación mexicana.
¿Hay un hombre, cabeza de una familia, en México, de condiciones capaces de
empuñar el cetro y dirigir los destinos excelsos a que deben aspirar los mexicanos?
Si lo hay, el problema estaría resuelto con que en derredor de él se agruparan los
verdaderos patriotas y reformando la impía y tiránica Ley Fundamental, hicieran entrar
a la nación en los cauces de verdadera civilización que tanto tiempo ha tiene perdidos.
Pero, si, por lo que es tan humano en México, no hubiera, o mejor, no se quisiera
encontrar al hombre, ¿no habría ya solución?
Sí que la hay, siempre que se le busque con buena voluntad.
Un rey debe ser en primer lugar educado para ese fin, la educación es en parte
principalísima para formar un alma amante de la justicia y de la prudencia y enamorada
del pueblo sobre que ha de reinar.
En España hay príncipes, si así llamamos a los hijos de nuestro católico y
admirable Rey Don Alfonso XIII. ¿Sería aceptable alguno de ellos para resolver este
caso?
Nosotros creernos que sí, y creemos también que en un tal español desaparecería
bien pronto la nota de extranjero, pues, aparte de que nosotros no consideramos en la
América Española a ningún español, como no sean los indignos de residir en España,
estamos bien ciertos de que no hay español, bien nacido y educado, que no ame a toda la
América Española con singular predilección y muy especialmente, aunque no sea más
que por el nombre de Nueva España que recibiera de los españoles, esa amadísima nación
que hoy está constituida por los Estados Unidos Mexicanos.
Un príncipe español por su edad se acomodaría bien pronto a cuanto es puramente
mexicano, y si la razón de estado exigiera que se desposara con alguna linajuda señorita
mexicana, sus hijos y su familia toda serian inmediatamente legítimos hijos de la nación
amada, que no tardaría en verse camino de la prosperidad y del verdadero progreso y
respetada y amada de propios y extraños y sirviendo de ejemplar a las otras naciones de
raza española que por ese camino formarían una soberana liga de intereses que haría de
nuestra amada América, una América tal en la que se pudiera repetir, con sólido
fundamento, México para los mexicanos y Guatemala para los Guatemaltecos y
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Venezuela para los venezolanos y Chile para los chilenos y Perú para los peruanos. Y
todas cada una de esas naciones que caen bajo el peso de América para los Americanos,
haría resurgir en sus senos los gérmenes de la sublime civilización que llevan en sus
entrañas y que harían del mundo la gran familia humana, unida por los divinos lazos de
la caridad del Salvador del Mundo, en donde crece la paz de Cristo fecunda y poderosa
en el reino de Cristo.
Sabemos que, ante lo que acabamos de decir, surgirán clamorosos los intereses
creados, pero las revoluciones no interrumpidas y los grandes desórdenes que originan,
harán que algún día los hombres miren con calma y sensatez y alto patriotismo el
problema mundial americano y entonces lo resolverán muy de conformidad con lo que
acabamos de decir.
Las naciones son sanables. Dios quiere salvar al mundo.
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