Recopilación de los artículos que, en la sección “Apuntes Sociales. La Religión y el Mundo Actual”, publica desde 1917 el Padre Federico Salvador Ramón, bajo el seudónimo de Mirasol, en la revista mariana Esclava y Reina de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña.
La Religión y el Mundo Actual de Federico Salvador Ramón – 11 – El Alma de España
1.
2. En portada
Primer desembarco de Cristóbal Colón en América. Dióscoro Puebla
Derechos de autor registrados
2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
La Religión y el Mundo Actual. 11. El Alma de España. Federico Salvador Ramón
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Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
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3. La religión
y el
mundo actual
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El Alma de España
Federico Salvador Ramón
Publicado en la revista mariana Esclava y Reina
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
Febrero – Marzo
Instinción – Almería – España
1919
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Edición actualizada por
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
4.
5. Esta serie de documentos recopila los artículos que Federico Salvado Ramón, bajo
el seudónimo de «Mirasol», publica en la sección “Apuntes Sociales”, con subtítulo
genérico La Religión y el Mundo Actual, de forma casi ininterrumpida en la revista
Esclava y Reina de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, desde su segundo
número aparecido en febrero de 1917.
Con la intención pedagógica que caracteriza toda su producción escrita, el padre
Federico observa, analiza y comenta desde un punto de vista católico, apostólico, romano
y de esclavo militante, los matices y perspectivas que se suceden en los ámbitos
filosófico, social, cultural, histórico, político, y por supuesto, religioso, durante la
turbulenta transición que supone el cambio de centuria, cuyo impacto se extiende hasta el
segundo cuarto del siglo XX.
Se trata de una época de mentalidades en conflicto que concluyen con el trágico
estallido de la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias posteriores.
Los ejes nucleares del cambio de mentalidad afectan a campos tan diversos como
la relatividad y la operatividad de los conocimientos, el problema de los valores, las
relaciones entre ciencia, filosofía —desde el entendimiento de que la opción que cada
intelectual escoge —ya sea desde el pensamiento conceptualista, ya desde el
irracionalismo y desde la reivindicación de la «experiencia y la intuición de la
inmediatez», que siempre implica elecciones éticas y políticas a veces abiertamente
contrapuestas.
El mundo en los albores del siglo XX se enfrenta a la remoción de los fundamentos
del saber en las ciencias y en la cultura filosófica. En las décadas finales del siglo XIX y
en los inicios del siglo XX, entra en crisis el modelo positivista de cientificidad y la
prevalencia de la razón y la ciencia que habían constituido la base de los grandes sistemas
del siglo XIX. El racionalismo tradicional se ve amenazado por la irrupción imparable de
los sistemas irracionalistas de Nietzsche, Bergson o Freud.
6. Desde las últimas décadas del mil ochocientos y hasta la Primera Guerra Mundial,
sobre todo en Francia y en Alemania, la certeza positivista comienza a sufrir un intenso
proceso de erosión por las expansión de las posiciones irracionalista ya citadas y por la
transformación interna del propio positivismo, en el sentido de una mayor conciencia
crítica sobre las posibilidades, los límites y los métodos del saber científico, tal como se
manifiesta en la postulación sobre la fenomenología de Edmund Husserl.
Este decurso acelera el proceso de modernización emprendida por la burguesía
liberal hacia el capitalismo financiero que se aleja del capitalismo industrial alumbrado
en el siglo XVIII.
A ello se suman las transformaciones culturales sobrevenidas por las políticas de
expansión imperialista y colonial de las grandes potencias, exclusivamente europeas hasta
los inicios del siglo XX, a las que habrán de sumarse desde inicios de la centuria, los
Estados Unidos norteamericanos y el Imperio de Japón que sale fortalecido tras derrotar
al coloso Ruso en la guerra por el dominio de los territorios de Manchuria.
Este es el contexto en que se desarrolla la vida del padre Federico Salvador
Ramón, y, como queda dicho, esta su postura al respecto.
MaríaDoloresMirayGómezdeMercado
Antonio GarcíaMegía
7. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – EL ALMA DE ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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La religión y el mundo actual
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Apuntes Sociales
El Alma de España
Creemos haber demostrado, como el que más lo haya hecho de nuestros colegas,
que hemos sido en los dos años ya pasados de vida que cuenta nuestra Revista, altamente
católicos e hispanófilos, pues bien claramente hemos manifestado nuestras apreciaciones
pensando siempre contrastarlos con la doctrina católica, por lo que nos decidimos a dejar
en el ambiente en que se mueven a todos los organismos que tratan de la Conferencia de
la Paz y de la Liga de las Naciones, pues de hombres inspirados en el protestantismo, en
el jacobinismo, en el racionalismo y en el naturalismo reinante, nada esperamos que no
sea allegar mayores dificultades para el desarrollo armónico de la sociedad.
Y, por lo que a nuestra hispanofilia se refiere, jamás hemos sentido afecto a las
demás naciones si, por algún concepto, no lo han merecido en relación con afinidades o
conveniencias con nuestra católica España.
Por esta razón también, hasta en las naciones a que más simpatía o afecto hemos
manifestado, jamás nos atrevimos a sombrear los abismos que nos impedían asociarnos
por completo a ellas pues, como paladinamente hemos dicho en estos artículos, a ninguna
de las naciones beligerantes consideramos capacitada para colocarse a la cabeza de la
humanidad.
Así lo seguimos creyendo y, por lo tanto, consideramos que son igualmente
ineptas para tamaña obra todas juntas y, por esto, no tenemos esperanzas halagüeñas
8. LA RELIGIÓN Y EL MUNDO ACTUAL – EL ALMA DE ESPAÑA
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
8
algunas respecto a la Liga de las Naciones como factor que haya de producir efectos
directamente saludables para la humanidad.
Movidos por estas consideraciones y teniendo, por otra parte, presente las
especiales circunstancias en que se coloca nuestra España, más críticas cada día, nos
decidimos a mirar por ahora a nuestra Patria, aportando, en la ínfima medida de nuestras
fuerzas, cuanto de nosotros dependa para llevar a todos el convencimiento de que sólo
una España eminentemente católica podría resolver todos los problemas, tanto internos
como externos, y llevarnos a los días de grandeza por los que todo español debe suspirar.
Nosotros querernos una España católica, próspera y grande en sí misma y en
relación con las demás naciones.
Creemos que esto es factible por la copia de elementos para conseguirlo que posee
España, y, creemos, también, que ya está iniciado el principio reformador de todas las
corruptelas y de todas las falsedades que se han impuesto hasta hoy para mermar
constantemente el prestigio y poder de la nación católica, y para enervar el espíritu
patriótico en los hijos de una nación cuanto más grande y gloriosa, tanto más calumniada
y combatida en todos los órdenes de la vida, hasta el punto de haber sentido sus propios
hijos pena de confesarla su madre.
Pero merced a multitud de concausas, no siendo la menor el sacrificio de los
buenos iberos, España reacciona y creemos que triunfará si los fíeles hijos de tan buena
madre llegan a triunfar en estas circunstancias que hoy atravesamos.
No queremos oficiar de profetas anunciando el triunfo de la España Católica para
día no lejano, aun supuesto que, por un momento, triunfará el anarquismo también entre
nosotros. Unos cuantos años son menos que un día en la vida de las naciones.
No desconocemos que gran número de hombres sin fe, por ignorancia o
conveniencia, pululan por doquiera y hasta son legión en Institutos y Universidades, en
Tribunales y Ayuntamientos, en Diputaciones y Ateneos y en todos los organismos
oficiales sociales españoles.
No ignoramos que la gran masa popular española hállase como apartada de las
prácticas católicas y es, al parecer, enemiga de la Iglesia o, más bien, anticlerical. Tanto
oyen las masas obreras hablar en contra del clero que no es de extrañar que así suceda.
No olvidamos que gran parte de españoles, quienes por ambición, quienes por
avaricia, son amigos decididos de nuestros vecinos los republicanos anticatólicos, y que
entregarían su alma al diablo con tal de ser presidentes del consejo de ministros de don
Alfonso, o de la más rabiosa o templada república, o del más furibundo anarquismo. El
caso es arribar a las abundancias del poder.
En España tenemos legión de arribistas, unos manifiestos, de todos conocidos, y
otros verdaderos y legítimos parásitos que viven a la sombra y de las esperanzas de
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FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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aquellos. Masas fluctuantes dispuestas a llenar siempre cualquier hueco, o a favorecer al
que siente de ellos necesidad, con tal que se vislumbre alguna utilidad.
No se nos esconde que hay en nuestra nación una gran parte de público, incolora,
en donde milita la inmensa mayoría de la clase media, que va a todas partes
indistintamente, que vive hoy sin ideales, sin ferviente patriotismo, sin virilidad moral y
dominada por el egoísmo y la egolatría, que ve practicar a los de arriba y que, acuciada
por los temores del asalto de los de abajo, se esfuerza por acaparar, y lo consigue, con
harto detrimento de la sociedad y con gran peligro de ellos mismos.
Sabemos que, en el actual momento, los elementos directores, los gobernantes, los
que deben enseñar e informar las inteligencias y las voluntades, los llamados directamente
a educar a los de arriba y a los de abajo, desgraciadamente no están preparados, hablando
en general, para acometer in continenti la magna empresa a que son llamados.
Empero, son tantos los sedimentos de honradez y de nobleza que viven latentes en
nuestras más rebeldes sociedades, es tanta la hidalguía de nuestro pueblo aunque aparezca
a las veces dominado por bajas pasiones, que no tarde en sacudir las escorias morales y
en limpiarse de las herrumbres de los vicios para ejercer las más heroicas virtudes en el
seno de las familias y a la luz de todas las naciones.
El alma española podrá amortiguar por un momento las vivas lumbres que
encienden su corazón junto a los restos del Cid.
El alma española jamás arrancará de sus ideales el ser altiva ante los
ensoberbecidos vencedores para despreciar con desdén los vicios del soberbio y para
censurar con toda acritud los crímenes del dominador, y, en cambio, sabrá siempre
apreciar las grandezas del vencido para imitarlas y mejorarlas, si el caso se ofreciere.
El alma española no puede ser protestante porque esta es la religión informadora
de los grandes negociadores del mundo, ni puede ser impía por mucho tiempo porque el
alma española es eminentemente aventurera, idealista, soñadora, y nada le embarga tanto
como los sublimes ideales de la Religión Católica, haciendo de sabios poderosos y santos
humildes amadores del pobre como Santo Domingo de Guzmán, San José de Calasanz,
San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y, el otro también santo, rico y poderoso,
Francisco, el Duque de Gandía.
El alma española, que tuvo heroísmo inusitado para resistir más de siete siglos el
más poderoso enemigo del Catolicismo y que halló, en los senos de su valor, intrepidez
bastante para lanzarse primero al desconocido Atlántico y sorprender un ignorado mundo,
y el indomable tesón que se requiere para conquistar ese mundo y someterlo en su mayor
parte a los reyes de España, y avanzar, sin cejar nunca, hasta dejar formadas más de una
veintena de naciones llenas de vida, de religiosidad, de sabiduría, de amor a la belleza
divina y al bien sumo.
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Esa nación así generosa y grande podrá caer un día postrada bajo el peso de su
propia grandeza, pero no tardará en resurgir, noble, genial y poderosa, despreciando todas
las insinuaciones de los Sanchos propios e internacionales.
Y escudándose en el manto de la Inmaculada, se hará fuerte paladín de los bienes
celestiales y con ellos recibirán los terrenos por añadidura, y a los que arteramente le
ofrecen ínsulas de más provecho que la Barataria, la noble España, quijotesca, responderá
siempre: «No es la ínsula lo que siento sino el no haber podido ponerme ese casco de
acero que tanto se parece al yelmo de Mambrino».
España no codició nunca lo ajeno. Buscó siempre su independencia y, palmo a
palmo, regó con su sangre, y enalteció con heroísmos, desde las rocas de Covadonga hasta
la Punta de Tarifa, y toda ocasión que se la ofrezca por un pedazo de su tierra, o por una
ermita de sus más olvidadas cumbres.
[España] sabrá despreciar todas las ofertas y halagos, y por conservar su
legendaria caballerosidad manifestada al desprecio a los mezquinos bienes de este mundo,
levantárase, siempre que lo haga con la alteza de miras, que lo hizo siempre, de hacer
valer su legítimo derecho o de ayudar al injustamente oprimido, o de llevar la libertadora
civilización de la cruz a donde quiera con el sacrificio de la vida de sus más heroicos
hijos.
Como decíamos, vamos a seguir considerando a nuestra España en relación con el
mundo todo, dando de mano, aunque para ello nos hayamos de violentar, a los
trascendentales asuntos que discute la magna Asamblea de la Paz, empequeñecida antes
de nacer por los mismos que la engendraron, pues la grandeza de esa Asamblea sólo puede
regularse por la mayor o menor razón de paz que inspire al mundo, y poca puede ser, si
alguna alcanza, cuando pone como fundamento de su obra la impiedad y, sin piedad, la
paz es ilusoria o violenta, como la fuerza que la impone.
No es posible dudar que estarnos a las puertas de una nueva manifestación de la
vida perfecta que el cristianismo lleva en su divina savia. Cuando menos, tenemos a la
vista una exuberancia de vida social que tiende a igualar más las diferencias de clases en
conformidad, ciertamente, con el heroico espíritu de fraternidad enseñado y practicado
por el divino Sociólogo, Cristo Jesús.
La enseñanza fundamental de Cristo descansando sobre el principio de Dios,
Creador de la Humanidad, hija de un solo Padre, Dios, exige que los hermanos pobres
gocen de la abundancia de los ricos, que los ignorantes apacienten sus inteligencias en los
conocimientos de los que saben y que los extraviados sean amorosamente atraídos al
camino del bien por los que en él caminan, viniendo de este modo a formar la gran familia
humana sobre la base eterna del amor que la ha producido.
Otra gran señal apareció en el cielo de la sociedad humana y que de ninguna
manera querernos dejar inadvertida en estas páginas, pues es muy principal objeto de
nuestra Revista, por serlo de los que aman de veras la Esclavitud mariana, esta señal de
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la que hace más de dos años venimos dando indicio en Esclava y Reina en la sección
intitulada «Páginas Israelíticas», es la «Liga Católica para la conversión de los judíos»
¿Quién dudará que este hecho sólo da un carácter especial a las tendencias de las
naciones en nuestros días? El pueblo judío es internacional. El cambio de ideas y, por
consiguiente, de procedimientos del alma judía, no tenemos reparo en decir, que basta por
sí solo para dar un nuevo modo de ser a las naciones, pues ese cambio implica, en general,
el de todos los enemigos del Catolicismo porque nadie negará que el judaísmo ha sido,
durante las veinte pasadas centurias, el heraldo y abanderado de todos los enemigos de la
Iglesia y de los Papas.
Por este motivo la constitución de una Liga, formada en su principio capital y
sostenida en su desarrollo por judíos conversos y que vuelven sus ojos a la Iglesia
Católica, es una verdadera gran señal aparecida en el cielo de la Iglesia y de la que no
podrá prescindir ningún sociólogo afecto o contrario a la única verdadera Religión.
Las manifiestas tendencias católicas de todas las naciones, evidentes ya a todos si
se trata de Inglaterra y de los E.E.U.U. Americanos especialmente, son prueba de que el
mundo que anduvo alejándose de Dios hasta la catástrofe de 1914, vuelve de nuevo sobre
sí para abrazarse otra vez a los únicos elementos salvadores y de verdadero progreso
mundial, cuales son los enseñados y practicados por Cristo.
Ante esta cosmopolita reversión inicial al catolicismo no podemos por menos que
hacernos esta pregunta, ¿qué lugar le tocará a España ocupar en este nuevo orden social?
Antes de contestar con la relativa extensión que pretendemos a esa pregunta,
permitidme, lectores benévolos de donde quiera que seáis oriundos, que abra las alas de
los efectos de mi alma hacia esta gloriosa madre Patria y que os diga que, a España, le ha
de corresponder estar donde estuvo siempre desde Recaredo hasta nuestros días, al lado
de las naciones católicas y, de algún modo, sirviendo de ejemplo en toda empresa que
tienda a defender los imperecederos derechos de la Iglesia de los Papas, única verdadera,
y en propagar por el mundo las santas enseñanzas del Maestro divino.
Y al hablar de este modo manifestamos, consiguientemente, nuestra creencia de
que la España Católica será uno de los más poderosos campeones en contra de la anarquía
que nos amenaza hoy y que es el terrible azote de poderosos pueblos.
Cuando así hablamos, lo hacemos en la seguridad de que en España hay un clero
más ilustrado, en general, de lo que aparece muchas veces, más abnegado de lo que se
piensa por la impiedad y más celoso de la gloria de Dios y del bien de las almas de lo que
se puede sospechar por sus enemigos.
No queremos decir con esto que la oficialidad y los soldados estén aleccionados
cuanto debieran en los medios de ataque y de defensa que habremos menester, pero esto,
no obstante apenas ha sonado el clarín de la pelea, al lado de los insignes prelados como
el sabio representante de Su Santidad en España, que hace años impulsa el poderoso
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movimiento social católico habiéndole procurado los más sólidos fundamentos, y como
nuestro cultísimo Cardenal Primado, haya celosos obispos y abnegados sacerdotes
dispuestos siempre a morir mil veces en la lucha que hoy presenta la anarquía.
Y si al primer aviso para aprestarse a la lucha acuden en España los más ilustres
hijos de la Iglesia, religiosos, sacerdotes y seculares presbíteros, y hombres de las más
elevadas esferas y de las más humildes clases se disponen a ella, no es mucho aventurar
si decimos que, por un momento, se podrá quizás dudar si vencen o no vecen los católicos
en el corazón de España, pero al fin de la batalla, si es que llega a darse entre nosotros, la
victoria será nuestra porque no faltarán jamás, en esta bendita tierra del Pilar de Zaragoza,
cuantos mártires sean menester para lograr que, con su sangre, reverdezca exuberante de
vida el árbol de la sincera y austera catolicidad propia de nuestra España.
¡Cueste lo que cueste! Será el grito de guerra de los seguidores de Benedicto XV
en nuestra España. Y los derrochadores de la propia vida surgirán por virtud de nuestra
Reina Inmaculada.
Y así como, en todo tiempo, las más gloriosas milicias de Cristo hallaron en
nuestro suelo, al trasplantarse, un nuevo vigor y una forma austera, así también como, de
entre la noble familia de los Guzmanes y de entre las almenas de los muros de Pamplona,
surgieron Santo Domingo y San Ignacio de Loyola, los dos más insignes paladines de la
Iglesia Católica, nosotros no dudamos que se alzarán hoy atletas vigorosos, cual no hay
otros en el inundo, para defender la fe católica sin que tengamos que apelar para esto a
nada extraordinario, pues basta, para así verlo en la realidad, leer de nuestra prensa
católica, a El Siglo Futuro, ejemplar, sin duda, por la vigorosa y sana catolicidad de sus
doctrinas en todo el mundo, modelo de abominación de toda mesticidad con las ideas y
procedimientos liberales.
Y para presumir el gran escuadrón de valientes defensores de Cristo y de María
que brotarán de los vergeles de la católica piedad de España, bastará tener presente que la
nación de los reyes que a la faz del mundo declaraban que, porque llegase a ser dogma el
misterio de la Concepción Inmaculada, ellos darían su propia vida.
No es [España] nación amasada con sangre de anarquistas, antes al contrario,
inspirados en el misterio de la Concepción Purísima, nos amamantamos de la ley del
sacrificio y el más perfecto de éstos es la obediencia, antítesis perfecta del anarquismo
(bolcheviquismo), y esencia admirable engendradora de cristianos de fe no fingida.
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