Mateo sentía temor hacia la hora del recreo en la escuela porque ninguno de sus compañeros quería jugar con él o incluirlo, lo que lo hacía sentir solo y triste. Sus padres no se daban cuenta de su sufrimiento. La maestra les advirtió sobre la soledad de Mateo y la importancia de la amistad a su edad. Siguiendo el consejo de sus padres, Mateo empezó a observar a sus compañeros para encontrar posibles amigos, y tuvo éxito cuando uno le invitó a unirse a su equipo para
Clasificaciones, modalidades y tendencias de investigación educativa.
La temida hora del recreo
1. LA TEMIDA HORA DEL
RECREO
A Mateo le pasaba lo contrario que a los
demás niños: temía la hora del recreo. En
cambio, para sus compañeros era el mejor
momento del día.
2. Mientras estaba en clase parecía que no le pasaba nada,
atendía a la profesora, escuchaba cuando le tocaba
escuchar y hablaba cuando le preguntaban. No era ni de
los mejores ni de los peores.
Pero en el recreo lo pasaba mal porque nadie quería jugar
con él. Los chicos nunca lo elegían para jugar partidos y,
cuando intentaba ir con las chicas, no le dejaban porque
querían estar solas para hablar de sus cosas
3. Así que Mateo se sentía triste y solo. Él quería tener amigos pero
parecía que nadie quería ser amigo suyo. Por supuesto, disimulaba su
tristeza y, aunque a veces se le ponía un nudo en la garganta y le
entraban ganas de llorar, ni se le pasaba por la cabeza: entonces
seguro que se reirían de él y le rechazarían aún más.
Con el paso del tiempo descubrió que podía entretenerse solo
inventándose historias y llenando su imaginación con fantásticas
aventuras donde él era un héroe. Se imaginaba a sí mismo
salvando a gente de un edificio en llamas, rescatando náufragos
en el mar, defendiendo a los animales de los cazadores o
ayudando a mucha gente después de un terremoto. Siempre
aparecía él. Mateo el gran héroe, y las historias tenían un final feliz.
4. Cuando de nuevo entraba en clase volvía a ser Mateo, ni el mejor ni el
peor de la clase.
Sus padres no parecían darse cuenta de lo que pasaba. Todos los
días le preguntaban lo mismo.
- ¿Qué tal hoy en clase?
Y él respondía siempre lo mismo.
- Muy bien, papá.
- ¿Ya tienes amigos? – le preguntaba su madre.
- Tengo un montón de amigos, mamá.
Por eso se quedaron muy sorprendidos cuando la profesora les envió
una nota diciéndoles que quería hablar con ellos porque estaba
preocupada por Mateo.
5. -No tiene amigos - les dijo- y en el recreo siempre se queda solo. Yo le
veo triste y callado, aunque es buen estudiante y aprende todo con
facilidad.
- Bueno, pues eso es lo importante - respondió su padre a la
profesora-. Lo que más me importa es que estudie y saque buenas
notas. Yo a su edad tampoco era muy popular. Luego, en la
universidad, hice buenos amigos e incluso conocí a mi mujer
La profesora volvió a insistir.
- Pero yo lo veo muy triste y además intenta disimularlo.
- Mateo es un niño muy feliz, no tiene ningún problema, lo único que
le pasa es que es un poco tímido, ¿por qué se preocupa tanto? –
dijo la madre de Mateo.
6. Sus padres no comprendían la preocupación de la profesora pero ella
les explicó:
- Está en una edad en la que los amigos son muy importantes y a él
los demás nunca lo eligen. Eso le hace sufrir y le aísla de los otros
niños. ¿No creen que deberían hablar con él? A lo mejor es que no
sabe hacer amigos y hay que enseñarle.
Los padres de Mateo no pudieron continuar la conversación porque
tenían mucha prisa, pero se comprometieron a hablar con él del
tema y a descubrir también por qué les había mentido cuando le
preguntaban sobre los amigos. Las palabras de la profesora les
hicieron pensar que algo importante estaba pasando con su hijo
7. Cuando Mateo regresó esa tarde del colegio no esperó a que le
preguntaran lo de siempre, sino que fue él quien empezó el
interrogatorio.
- ¿Para qué os ha llamado mi profesora? ¿Qué quería?
Sus padres dudaron un momento, pero sin pensarlo mucho su padre
le preguntó:
- Y tú, ¿por qué nos has mentido diciéndonos que tienes muchos
amigos? La profesora nos dice que en el recreo te quedas solo y que
nadie quiere jugar contigo.
Mateo no contestó y se fue corriendo a su habitación. Allí se lo
encontraron llorando desconsoladamente sobre su cama.
8. -Hijo, no llores, vamos a hablar un poquito, ¿de acuerdo? Vamos, no
llores.
Su madre trataba de consolarle y tuvo que esperar un rato hasta que
Mateo pudo hablar.
- y yo, ¿qué voy a hacer si nadie quiere jugar conmigo? Yo no tengo la
culpa.
- No, hijo, tú no tienes la culpa – dijo su madre -, pero a lo mejor
podemos entre los tres encontrar alguna idea que funcione. ¿No
crees?
9. Su padre entró en la habitación, se sentó y le dijo:
- Mateo, hijo, comprendo cómo te sientes. Cuando yo tenía tu edad
tampoco tenía amigos en la clase y lo pasé muy mal por eso,
aunque mis padres no se enteraron de nada. Ellos me veían
estudiar y yo sacaba buenas notas. Con eso pensaron que era
suficiente. Pero luego me di cuenta que no sabía relacionarme con
los demás y ya en la universidad lo aprendí, aunque me costó un
poco al principio.
10. -¿Qué puedo hacer? – le preguntó Mateo esperando alguna solución.
- Por ejemplo, puedes empezar a observar a los chicos de tu clase y
pensar quiénes te gustaría tener como amigos. Mira a ver si tienen
aficiones parecidas, si les gustan las mismas cosas que a ti o si
admiras algo de ellos o simplemente si te caen bien.
A la mañana siguiente Mateo se puso a observar a sus compañeros y
decidió qué niños le caían mejor, con cuáles le sería más fácil hablar
o quién hablaba de los temas que a él le interesaban.
11. A la vuelta del colegio comentó a su madre lo que había observado y
decidieron continuar con el plan para el día siguiente.
- Ahora, Mateo, viene la segunda parte: te acercas a uno de ellos y le
preguntas algo o sacas un tema de conversación que sepas que le
gusta, o bien le ofreces tu ayuda si ves que la necesita.
Mateo fue al colegio un poco más optimista. Aquello no le parecía tan
complicado pero a lo mejor no funcionaba. ¿Y si no quieren
contestarme? ¿Y si no me dejar ayudar? Claro que nunca lo sabría
si no lo intentaba. Tenía que probar para ver lo que pasaba.
12. Esa mañana ocurrió algo muy curioso. La señorita propuso hacer un
trabajo por equipos sobre el tema de los dinosaurios. A Mateo se le
iluminó la cara con una enorme sonrisa porque él sabía muchísimo del
tema. La profesora dijo:
- A ver, niños, podéis formar equipos de cinco, ¿de acuerdo?
Mateo dirigió su mirada a uno de los compañeros que le caían mejor y
se sorprendió al ver que él también le miraba, y le preguntó:
- Tú, Mateo, ¿sabes algo de dinosaurios?
- Sí, como me gustan mucho, tengo muchos libros sobre dinosaurios
en mi casa.
Aquella respuesta fue suficiente para que se le acercara y le dijera:
13. - ¡Bien! ¿Quieres estar en mi equipo?
- Claro que sí – respondió Mateo muy contento.
- A partir de ese día Mateo va más contento al colegio y no teme la
llegada de la hora del recreo, al contrario, está deseando hablar y
jugar con sus nuevos amigo.
14. REFLEXIONES
1.- ¿Te gusta el recreo? ¿Qué haces durante ese rato?
2.- ¿Por qué a Mateo no le gustaba?
3.- ¿Cómo se sentía?
4.- ¿Te has sentido así alguna vez?
5.- ¿Crees que es bueno disimular cuando uno está triste?
6.- ¿Por qué crees que nadie quería jugar con Mateo? En tu clase, ¿hay algún niño al que le pase lo
mismo?
7.- ¿Tienes muchos amigos?
8.- Si pudieras hablar con Mateo, ¿qué consejos le darías para ayudarle a hacer amigos?