1. Alumna: Berenice Rodríguez Vázquez
Ensayo ´´Los malos jefes´´
Profesor: Édgar Mata Ortiz
Fecha 10/septiembre/2013
Ing. Tecnologías de la Producción
2. Introducción
´´Lo que cuestan los malos jefes´´
Como debe ser el trato de los jefes hacia sus subordinados, y
como debe sr un buen jefe y que características debe tener
para dirigir a sus subordinados y sobre todo lograr sus objetivos
dentro de la organización en la que estos laboren.
Algunos puntos importantes que se mencionaran:
Razón de ser un jefe
Una empresa vale lo que contribuye la gente
Baja competitividad
¿Por qué existen los malos jefes
¿Qué se puede hacer?
3. Razón de ser un jefe
Un jefe de área de un trabajo llega a su cargo por la efectividad
que tiene a sus subordinados. Un jefe es eficaz, debe crear que
las condiciones de trabajo para sus empleados sea de alguna u
otra forma segura y cómoda para estos, y así su desempeño sea
bueno y de alguna u otra manera sobresalgan de entre las
demás organizaciones y sean más competitivos.
Para que un subordinado se desempeñe de una manera
correcta, este es necesario que tenga un buen ambiente de
trabajo que lo favorezca ya que sólo de esta manera podrá
desempeñar su trabajo con mucho más entusiasmo y
dedicación que eso es lo esencial que busca una empresa, que
los jefes de trabajo motiven a sus empleados y sobre todo hacen
que se interesen en su trabajo. Uno de los puntos más
importantes que identifica a un buen líder, es la calidad en que
este mismo desempeña su trabajo en conjunto con las personas
que estén a su cargo., ya que esto lo hace ser una persona
capacitada que puede tener el control de un grupo de trabajo,
que esa en una cualidad muy importante que deben de tener los
jefes, saber interactuar con los demás y cumplir con los
objetivos que se le han asignado.
4. Una empresa considera su personal muy importante ya que
este es quien hace crecer a la empresa mucho más y a la vez la
hace más competitiva., es por eso que el personal de una
empresa es muy importante para esta misma, ya que este es
quien lo mantiene en constante funcionamiento y esto se logra
de una manera que los trabajadores sean motivados por su jefe
inmediato, ya que un personal que siempre está motivado
siempre va a realizar su trabajo de una forma correcta y sobre
todo cumpliendo con los requerimientos de calidad que exigen
los clientes a sus proveedores.
Competitividad es una palabra de uso cada vez más frecuente.
El término se utiliza para medir desde la economía de países
hasta el posicionamiento de las empresas. Las organizaciones
“profesionales” trabajan incansablemente para mejorar su
competitividad como el medio crucial para crecer y mejorar la
penetración en sus mercados. Para visualizar competitividad es
útil ejemplificar el desempeño de operarios en una planta
productiva desmotivados o no inspirados por un mal jefe.
Cuando esta situación se da, su impacto se aprecia en niveles
inaceptables –bajo cualquier óptica – de:
• Desperdicios y mermas,
• Rechazos, por calidad insuficiente, de clientes internos y
externos,
• Retrabajos,
• Herramientas y materiales desordenados,
• Tiempos muertos,
• Adhesión a normas y procedimientos,
• Descompostura de máquinas,
• Incumplimiento de fechas de entrega,
5. • Faltas y retardos del personal,
• Accidentes de trabajo,
• Descuidos,
• No hacer lo que haga falta o se necesite.
Lo anterior genera costos de operación superiores a los
factibles, menos utilidades o mayores pérdidas y, a final de
cuentas, menor competitividad y mayor riesgo de desaparecer
como empresa.
Siguiendo el mismo ejemplo, ¿qué resultados podrían aportar
esos mismos operarios si su jefe tuviera un liderazgo
inspirador? ¿Cuánto representarían esos resultados en el último
renglón del estado de resultados de la empresa? ¿Qué impacto
tendría ese buen jefe en el ambiente de trabajo y en la calidad
de vida de sus colaboradores?
6. ¿Por qué existen los malos jefes?
Partamos de la pregunta: ¿cómo se llega a ser jefe? Los jefes
son, inicialmente, promovidos por buen desempeño en un
puesto sin mando, pero desconociendo, normalmente, lo que se
requiere para ser un buen jefe. A falta de un entrenamiento
sobre cómo ser jefe, se actúa por prueba y error, con las
cualidades y defectos que se tengan, con nulos conocimientos
de liderazgo –igual que sucede cuando se empieza a ser padre–
con enormes dosis de ignorancia. Probablemente el lector esté
de acuerdo en que aunque un jefe gana más dinero (a veces
muchísimo más), no necesariamente sabe más que sus
subordinados, tiene más experiencia, es más inteligente o tiene
más sentido común. Un jefe debe lograr a través de sus
colaboradores, y logrará mucho más con buen liderazgo y
competencias gerenciales apropiadas. El jefe que no tenga esas
cualidades no debería ser jefe.
Por algo Platón clasificó a los hombres en La República –el
trabajo más brillante de su edad madura– como sigue: “Los que
no son inteligentes, pero sí fuertes, son adecuados para labores
productivas como la agricultura, herrería o construcción. Los
que son algo inteligentes, fuertes y especialmente valientes, son
adecuados para profesiones en el ejército y la policía. Los
mejores, los más inteligentes, virtuosos y sabios, son los
adecuados para gobernar”. Para Platón el estado ideal era la
aristocracia, palabra que en griego significa “dirigidos por los
mejores”.
Algunos raros privilegiados tienen intuición innata para dirigir.
Cuando no se tiene esa gran ventaja, en ocasiones se logra
mejorar como jefe aprendiendo de los errores, estudiando,
reflexionando, minimizando el ego (nuestra agencia privada de
publicidad), cambiando maneras de ser, adquiriendo valores,
comprensión, humildad y la indispensable sabiduría sobre la
naturaleza humana, con la que invariablemente debiera
contarse para ocupar puestos de dirección. Son cuestiones que
vienen con los años (para algunos). Obviamente, hay quienes
7. nunca aprenden y hasta empeoran. Frecuentemente he dicho
que hay ejecutivos que en materia de liderazgo y de administrar
eficazmente no rebuznan porque no se saben la tonada.
Además de la ignorancia, existe un factor que surgió
paralelamente a la globalización: quienes se posesionaron de la
alta dirección son los accionistas, implacables demandantes de
máximo retorno a su inversión, mismo que, si no se da, los lleva
a mover su dinero a otra parte tan rápidamente como toma
apretar la tecla “enter” en su PC. En otras palabras, mientras
en el pasado los que definían la filosofía y las estrategias –
visualizando el largo plazo– eran los altos directivos de la
organización, con fuerte respaldo de los inversionistas, buena
parte de esos directivos en la cúspide se han convertido en
transmisores de la presión a los estratos operativos para que
produzcan más dividendos y aumenten el valor de las
acciones... o, implícitamente, que se vayan buscando otro
trabajo.
Lo grave de las consecuencias generadas por esos ávidos
accionistas y por los malos dirigentes –independientemente que
éstos lo sean por ignorancia, egolatría o auténtica mala
intención– es que en muchas empresas solo se ve el renglón de
utilidades y no se atiende el lado humano de la organización.
Esa miopía no percibe que la mejor alternativa para que un
negocio sea bueno y prospere, particularmente a largo plazo, es
cuidar y desarrollar el famoso (en muchos casos de “dientes
para afuera”) capital humano.
8. ¿Qué se puede hacer?
La solución más sencilla es preparar a los jefes sobre cómo ser
mejores líderes, qué competencias gerenciales se requieren en
su puesto y, especialmente, aprender las cualidades más
relevantes: humildad para escuchar verdaderamente a
colaboradores y comunicar con responsabilidad/integridad.
Aprender a escuchar produce resultados extraordinarios
porque, aunque fuera la única que aplicara un jefe, permite
captar conocimientos, puntos de vista, observaciones, ideas,
experiencias de los colaboradores, identificar oportunidades y
cómo aprovecharlas, etcétera. La suma de esas aportaciones,
aprovechadas inteligentemente, implica posibilidades enormes
no sólo para que un gerente sea mucho mejor jefe –porque sus
colaboradores saben perfectamente qué deben dejar de hacer y
qué empezar a hacer– sino porque los colaboradores, al ser
escuchados con intención e interés auténticos, y al percibir que
sus comentarios son tomados en cuenta, tienden a
comprometerse más con su superior y con su empresa, al grado
que pueden despertar orgullo de pertenencia y actitud de
dueño, las que, por sí solas, hacen una diferencia gigantesca en
cualquier organización.
Por algo Jack Welch, el ejecutivo del siglo 20, puso en práctica
los “breat out”, sesiones en que los únicos que hablaban eran
todos los integrantes operativos de una unidad organizacional.
Los “jefazos” solo escuchaban y tomaban notas. Jack Welch se
aseguraba que se realizaran las acciones procedentes de esas
sesiones.
Mejorar el liderazgo y la efectividad gerencial es el desafío
conjunto para Recursos Humanos y la Dirección General.
Obviamente no se trata simplemente de ordenar a los jefes que
sean buenos líderes y gerentes. Tampoco es cuestión de solo
enseñarles cómo pueden mejorar, porque como alguien dijo: “se
puede llevar a un burro al río, pero no se le puede obligar a
tomar agua”; es decir, pueden saber pero no practicar lo que
9. saben. Se requiere aplicar un seguimiento implacable para
asegurar que las mejoras empiecen a ocurrir hasta que se
hagan parte de la cultura, la manera habitual de hacer las
cosas en la compañía. Hacerlo requiere paciencia y
perseverancia a prueba de todo. Aplicar las disciplinas de
compromiso, paciencia, perseverancia y seguimiento implacable
es indispensable para la mejora organizacional (exactamente lo
mismo que se requiere cuando una persona desea superarse y
crecer). No existen mejoras instantáneas ni gratuitas. ¡Hay que
pagar el precio!
10. Conclusiones:
Para ser un buen jefe debes ser un buen líder, saber manejar a
tus subordinados, motivarlos para que realicen su trabajo con
gusto.
En lo personal me parece una muy buena técnica el darle
importancia a los empleados que no solo se vean como la mano
de obra si no como un equipo que trabaja para llegar a un
mismo objetivo.