El documento resume los resultados preliminares de las elecciones israelíes de 2019. Muestra que el partido Likud del primer ministro Netanyahu y el partido Azul y Blanco de su principal oponente Gantz estaban empatados con 35 escaños cada uno. También destaca que las identidades étnicas y religiosas jugaron un papel importante en la votación, coronando la alianza entre la derecha nacionalista y el bloque ortodoxo. Ambos líderes ahora buscarán socios para formar una coalición de gobierno.
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Se vestirá de fiesta con su mejor color...
Por Moshé Rozén
Desde Nir Itzjak
Israel
Una primera aproximación al escrutinio de los comicios israelíes nos puede
remitir a las acaloradas discusiones, barriales o escolares, de nuestra infancia: la
defensa discursiva -a rajatabla- de River Plate o de Atlanta se sustentaban en
una adhesión puramente afectiva, exenta de las racionalizaciones futbolísticas.
El presidente de Israel, Rivlin, afirmó hace unos años que el país estaba social y
culturalmente configurado por colectivos sociales –algunos los definen como
colectivos tribales- determinados por corrientes educativas: judías y árabes, laicas y
religiosas ortodoxas; concido con su relato y digo: desde niños, muchos israelies
tienden, entónces, a adherir al mandato escolar, a una identificación familiar y
emotiva con los marcos culturales –en definitiva, políticos- próximos a su entorno
social inicial.
Obviamente, el "clima de la época" impreso por Netanyahu con la "ley de la
nacionalidad", su compromiso con las aspiración de anexión definitiva de los
territorios ocupados en 1967, etc., contribuye a acentuar la fracturación sectorial.
Es más: el primer ministro, acosado por acusaciones de clientelismo y soborno,
cohecho y malversación de fondos, se identifica a sí mismo como víctima de las
"élites dominantes". O sea, él, Netanyahu, sería el gobernante formal , pero el poder
real lo ejercen sus "perseguidores", la prensa y los jueces, la izquierda y la oposición.
En su campaña electoral, el Likud se centró en atacar al "partido de los generales", la
recientemente constituida lista "Kajol Lavan" (Azul y Blanco).
El enfrentamiento electoral estuvo matizado por el discurso autoritario de la coalición
gobernante, una violenta modalidad que –lejos de producir rechazo masivo- se
asienta en el espíritu de intolerancia y discriminación que anida en gruesas capas
ciudadanas, que visualizan el concepto "izquierda" como sinónimo de "traición a la
patria".
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El triunfo del Likud y el premier Netanyahu –por ahora desafiado por un probable
empate con Azul y Blanco, el partido de Gantz – reitera una constante de
anteriores confrontaciones: identidades étnicas y religiosas, parámetros
simbólicos y emocionales, similares a la adhesión a un cuadro deportivo, se
impusieron, coronando la alianza entre la derecha nacionalista y el bloque ortodoxo,
desplazando a las márgenes al núcleo fundacional del Estado de Israel –el sionismo
laborista – y asentando, posiblemente, una estructuración bipartidaria similar a los
perfiles norteamericanos de Republicanos –abiertamente simpatizados por
Netanyahu- y Demócratas –cercanos a la perspectiva centrista-liberal de Gantz.
En este momento, a las 6 de la mañana del 10 de abril de 2019, el recuento de votos
indica: 35 bancas para el Likud y 35 para Kajol Laván.
Meretz,el parido social-demócrata superando la agresiva campaña
"izquierda=traidores", logró 4 escaños en un espectro parlamentario signado,m
nuevamente, por tendencias extremadamente polarizadas.
Tamar Zandberg, Meretz
La periferia ortodoxa, satélite de la derecha nacionalista, promete fidelidad al Likud y
aseguraría así la continuidad de la actual coalición y el bloqueo del avance opositor.
Ambos contrincantes, Netanyahu y Gantz, ya salieron a la conquista de socios que
faciliten su acceso al próximo poder: un despliegue de promesas, como un canto
gardeliano: cuando apoyes a mi gobierno recibirás ministerios y presupuestos...el día
que me quieras, la rosa que engalana se vestirá de fiesta con su mejor color...
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Moshé Rozén es corresponsal en Israel del periódico argentino Nueva Sión.