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1. T E X T O S
1.1 TEXTO 1
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA
SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 4: “Polizón en una bañera”
(pp. 37-44).
4. Polizón en una bañera
DURANTE el tiempo que duró el viaje, Nico no se atrevió a moverse de la bañera. En
varias ocasiones pensó en incorporarse ligeramente y asomar un poco la cabeza para
contemplar su entorno. Pero..., ¿y si era descubierto? Prefirió no intentarlo, a pesar
de que sabía que ya no podrían devolverle a Madrid, pues el avión no iba a cambiar
de ruta por él.
Le daba vueltas a la cabeza pensando en cómo se las apañaría en Malabo. Tendría
que salir de allí sin ser visto, pues de lo contrario podrían retenerle en el aeropuerto,
e impedirle sus propósitos Quizá esta idea fue la que le mantuvo inmóvil durante
todo el viaje. Y... ¡qué curioso!, a pesar de los nervios y de la tensión acumulada,
consiguió relajarse tanto dentro de aquella bañera que se quedó dormido durante un
rato. Y le vino bien aquella siesta, pues de alguna manera apartó de su mente una
serie de preocupaciones que le atormentaban constantemente.
Cuando abrió los ojos, mucho más tranquilo, lo primero que se planteó fue si
quedaría aún mucho tiempo de viaje. Miró su reloj. ¿Cuánto tardaría un avión en
recorrer la distancia que separa Madrid de Malabo? No tenía ni idea. Por lo tanto, no
le quedó más remedio que continuar la espera.
Sus dudas fueron aclaradas muy pronto, ya que por la megafonía del avión, que podía
oírse lejana desde donde Nico se encontraba, anunciaron el inmediato aterrizaje en
la capital de Guinea Ecuatorial.
« ¡Por fin! –pensó-. Ahora sí que estoy más cerca de mis padres. No sé cómo, pero los
encontraré.»
El avión tomó tierra. Nico se balanceó ligeramente dentro de la bañera. El ruido de
los motores ahora era distinto, se percibía más intensamente; sin embargo, el avión
parecía estar completamente parado. ¿Debería salir? No, aún no ¿Debería al menos
asomarse para estudiar el sitio donde se hallaba? Eso sí.
El avión volvió a moverse y el ruido de los motores bajó considerablemente. Poco a
poco, Nico fue elevando su torso, apoyándose en sus antebrazos. Asomó la cabeza. El
sitio estaba muy oscuro, apenas iluminado por un par de lámparas de emergencia.
Había muchos objetos a su alrededor: fardos, cajas, paquetes... Cuando iba a
incorporarse un poco más, sintió un fuerte chasquido en uno de los laterales y volvió
a dejarse caer.
De pronto, una fuerte luz iluminó todo. Sin duda, una puerta grande era abierta de
par en par. Se oían voces confusas y ruidos metálicos.' Las voces cada vez estaban
más cerca; podía entender perfectamente lo que decían. Dos hombres hablaban de
las mercancías; parecía como si las estuviesen verificando. Nico sintió miedo, ya que
si se asomaban al interior de aquellas bañeras sería descubierto sin remedio. Sintió
que se acercaban, contuvo la respiración. No podía ser descubierto, ya que le sería
imposible intentar siquiera la huida. ¿Cómo iba a salir de aquel agujero?
De pronto sintió que las bañeras se movían violentamente. ¿Qué pasaba? Era
desplazado de un lado a otro y trató de sujetarse como pudo.
- ¡Malditas bañeras! -exclamó uno de aquellos hombres.
- ¡Cómo pesan! -protestó el otro-. ¿Y para qué demonios querrán bañeras en Malabo?
- Para lavarse, supongo.
- Pero si aquí se lavan en el río
- Serán para un hotel.
Aquella pila de bañeras fue arrastrada, junto con las demás, hasta la puerta del
avión, y fue dejada caer sin muchas consideraciones por una rampa hasta el suelo. En
la vertiginosa bajada, Nico pensó que acabaría en el asfalto del aeropuerto; pero no
fue así: aquellos hombres estaban acostumbrados a descargar aviones, de manera
contundente.
De pronto Nico sintió calor, mucho calor. Le sobraba su jersey de punto, la cazadora,
e incluso los pantalones de entretiempo le molestaban en las piernas. No cabía la
menor duda, se hallaba en Guinea Ecuatorial y, antes de que le sorprendiesen,
debería salir de su escondite. Levantó un poco la cabeza y pudo ver a aquellos dos
hombres al final de la rampa, arrastrando unos fardos.
¡Era el momento! Se incorporó entre los flejes con agilidad, salió de la bañera y saltó
a la pista. A la derecha estaba la torre de control, y algunas edificaciones más. A la
izquierda todo era campo. La decisión era sencilla: tenía que huir por la izquierda,
evitando siempre los lugares donde hubiese gente. Echó a correr.
Pero apenas había dado unos pasos cuando sintió unos gritos a su espalda.
- ¡Eh! ¿De dónde ha salido ése?
- No sé.
- ¡Quieto!
- ¿Dónde vas? ¡Eh! ¡No corras!
Nico volvió la cabeza y pudo ver a los dos hombres que descargaban bultos
haciéndole señas con las manos. «Me han descubierto -pensó-; tendré que correr más
deprisa».
A toda carrera se alejó del avión. Había una zona llena de vegetación no lejos de allí.
Si la alcanzaba, estaría a salvo. De pronto, una sirena comenzó a sonar a uno de sus
lados. Volvió la cabeza de nuevo... Era un jeep de la policía. Estaba perdido. Corrió
cuanto pudo, pero no llegó a los árboles. El vehículo se interpuso en su camino y
varios policías guineanos descendieron de un salto.
- ¡Quieto, muchacho! -gritó uno de ellos en perfecto castellano y apuntándole con un
fusil.
- ¡Quieto o disparamos! -gritó otro.
Nico se detuvo en seco; cuatro policías negros le apuntaban con sus armas.
Instintivamente alzó sus brazos.
- No disparen -dijo jadeante.
Fue introducido en el jeep y conducido a las dependencias policiales del aeropuerto.
Le obligaron a sentarse en un banquillo. Mientras uno de los policías le vigilaba, sin
apartar de él el cañón de su fusil, los demás hablaban en un corrillo algo más
retirado. Trataban de explicar a su superior cómo y dónde habían capturado a aquel
muchacho.
Nico los miraba constantemente. ¡Qué distintos eran de los españoles! Parecían de
esos policías que salen en las películas de la selva, con ese pantalón corto tan
divertido y... ¡tan negro! Se fijó en sus facciones: frentes hundidas, mandíbulas
prominentes, narices aplastadas, labios gruesos, ojos... ¡qué ojos!, ¡qué blancos
parecen los ojos de los negros! A pesar de todo tenían aspecto de buenas personas.
Al cabo de unos minutos, el que parecía el jefe se acercó a él.
- Documentación –le dijo, y le tendió la mano, esperando que Nico le entregase lo
solicitado.
- No tengo. Soy menor y... Pero mi padre puede aclararles todo lo sucedido.
- ¿Tu padre? -preguntó el policía extrañado.
- El comandante Álvarez, el piloto del avión que acaba de aterrizar procedente de
Madrid.
Los policías se miraron confusos; hubo quien se encogió de hombros cómicamente. El
jefe dijo algo a uno de los policías, que salió corriendo de allí. Los demás hablaban
en voz baja.
- Si mientes -le dijo el jefe-, tendrás problemas, muchos problemas.
Nico había vuelto a mentir, y lo que era peor, había vuelto a contar la misma
mentira. ¿Cómo reaccionaría el comandante Álvarez al enterarse? Pero... ¿qué podía
hacer? Era lo único que se le había ocurrido; al fin y al cabo, el comandante era la
única persona que podría sacarle de aquel tremendo lío. Y no tardó mucho en
aparecer el comandante Álvarez.
Entró hecho una furia y se dirigió directamente a Nico. Le miró de arriba abajo.
- ¡Te mereces una bofetada! -le dijo de muy mal humor.
-Yo... esto...
- ¡Eres un loco, y un ingrato! ¿Acaso no te dije que haría cuanto estuviera en mi
mano?
- Sí, pero...
- ¡No hay pero que valga!
- ¡No podía quedarme en Madrid! -gritó Nico angustiado por la reprimenda del
comandante-. ¡No podía! ¡No podía!
Los policías asistían con expectación y curiosidad a aquel diálogo que ellos suponían
entre padre e hijo El jefe de la noticia se acercó al comandante y le palmeó
afectuosamente la espalda.'
- La juventud de hoy... ya sabe.
- ¡Eh! -exclamó el comandante sorprendido.
- Mi hijo, sin ir más lejos -continuó el afable policía no quiere casarse con su prima
Atagara. ¿Ha visto usted cosa igual? Nosotros le preparamos ese matrimonio, que es
de lo más ventajoso, y él lo rechaza. Eso en mis tiempos no pasaba.
El comandante no pudo evitar una sonrisa al oír hablar a aquel policía guineano en
aquellos términos. ¡El eterno problema generacional! Miró a Nico más calmado y
observó que el muchacho estaba llorando.
- Vamos, Nico, cálmate -le cogió entre sus brazos y le incorporó.
- ¡No puedo vivir así! ¡No puedo! Yo quiero saber donde están mis padres, qué les ha
ocurrido. ¡Quiero saberlo! Por eso he venido. Por favor, ayúdeme.
Las palabras angustiadas de Nico conmovieron al comandante, que a partir de ese
instante cambió radicalmente de actitud. En primer lugar tuvo que dar innumerables
explicaciones a aquellos policías hasta que los convenció de que Nico no era ningún
sujeto peligroso, sino un indefenso muchacho que pretendía encontrar a sus padres,
misteriosamente desaparecidos en la selva. La tarea no fue fácil, ya que el jefe de
policía, aunque simpático, era bastante desconfiado; por eso les obligó a firmar una
declaración escrita de todo cuanto en aquella habitación se había hablado.
- Está bien -dijo, con la declaración firmada entre sus manos-, pueden irse. Pero
recuerde que te ha comprometido a acudir a su embajada para arreglar los papeles
del chico.
- Iremos inmediatamente.
- ¿Puedo confiar en usted?
- Me conoce desde hace años, no comprendo sus dudas.
El policía refunfuñó entre dientes y los dejó salir.
- ¿Iremos a la embajada? -preguntó Nico en cuanto se alejaron un poco del
aeropuerto.
- Naturalmente.
- ¿Y por qué?
- ¿Y todavía lo preguntas? Tendrán que darte un salvoconducto. Además será
conveniente hacer algunas llamadas telefónicas a España. Supongo que habrá gente
buscándote allí.
- ¡Qué va! Marga les habrá dicho ya a todos que me he escapado y que estoy en
Guinea Ecuatorial. ¡Qué calor hace!
- Claro, quítate esa cazadora, y el jersey, y la camisa si quieres. Aquí se está más a
gusto desnudo.
- ¿Iremos a buscar a mis padres?
- Pasado mañana regresaré a Madrid, y tú vendrás conmigo. Mañana alquilaremos un
helicóptero y sobrevolaremos la zona por donde estuvieron tus padres.
- ¿No sería mejor ir en jeep?
- ¿Cómo vamos a cruzar el mar en jeep?
- ¿El mar? ¿Hay que cruzar el mar?
- Veo que no andas muy bien en geografía. ¿No sabes que Malabo está en una isla, la
antigua Fernando Poo?
- No.
- Será mejor que te deje un mapa del país. Tus padres desaparecieron en la zona
continental, cerca de la frontera con Gabón. Allí nos dirigiremos mañana.
A pesar de todo no había salido tan mal la cosa. El comandante Álvarez se habla
portado estupendamente. Lo que le había sorprendido era que Malabo estuviese en
una isla y no en el continente. Si hubiese conseguido escapar de la policía del
aeropuerto, se podía haber pasado días y días dando vueltas por la isla buscando
infructuosamente a sus padres.
Aquella noche apenas pudo dormir en una habitación del hotel, contigua a la del
comandante Álvarez, mirando y remirando el mapa que horas antes habían
comprado.
1.2 TEXTO 2
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA
SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 7: “Amigo Senka” (pp. 65-
73). Tema: la amistad interracial
7. Amigo Senka
La cabaña de Senka no estaba lejos de allí La había construido él mismo y
estaba tan' bien camuflada, en un lugar escarpado de abundante follaje, que
era prácticamente imposible descubrirla. El jovennegro, ágil y fuerte, fue
tirando durante todo el camino de Nico a quien las fuerzas le flaqueaban con
claridad.
Senka apartó algunas ramas, que cubría la entrada de la cabaña, y condujo a
Nico hasta el interior. Una vez dentro se acomodó sobre un mullido jergón,
confeccionado, de forma rudimentaria con un áspero tejido y hojas secas
Como estaba anocheciendo, encendió una lámpara de aceite que colgaba del
techo: la estancia adquirió un tono rojizo pálido y tremolante.
- Esta lámpara se la robé a Pierre -dijo sonriendo-. En la mina.
Nico iba a preguntarle que quién era Pierre y de qué mina hablaba; pero no le
fue posible, ya que Senka salió de la cabaña a toda prisa. Aprovechó el
momento para curiosear un poco. La cabaña estaba construida con troncos
perfectamente ensamblados los unos con los otros, y cubierta con gruesas
cañas, sobre las que había hojas de gran tamaño. Pensó que jamás sería capaz
de construir algo semejante.
Al poco tiempo regresó Senka; traía una especie de bandeja de madera llena
de comida. Al verla, Nico se incorporó del jergón de un salto.
- ¿Tienes hambre? -preguntó Senka.
- ¿Que si tengo hambre? ¡Qué pregunta Me comería un elefante entero!
- La carne de elefante es muy dura -respondió Senka, muerto de risa.
Los dos comieron abundantemente carne asada y frutas toda clase. El
descanso y la comida devolvieron a Nico, gran parte de sus energías.
- Sólo necesito dormir unas horas para estar como nuevo -comentó tras la
opípara cena.
- ¿A qué esperas? -le respondió Senka señalándole el jergón.
Y tú..., ¿dónde dormirás?
- Aquí mismo.
- ¿En el suelo?
- He dormido mucho tiempo en el suelo. Mi cuerpo está acostumbrado.
- Gracias, Senka.
Nico se tumbó sobre el jergón cuan largo era. Senka cogió una manta vieja y
la tendió sobre el suelo, luego apagó la lámpara de aceite y, se acostó. La
claridad de una luna llena, radiante, se filtraba entre las ramas y daba a la
estancia un aspecto mágico y casi misterioso.
Después de un rato de silencio, a la mente de Nico retornaron aquellas
preguntas que aún no había formulado a Senka.
- ¿Duermes? -le preguntó.
- Aún no.
- Tampoco yo. Resulta que ahora no consigo conciliar el sueño.
- ¿Te preocupa algo?
- No. Bueno... sí. Muchas cosas ... Mi vida ha cambiado tanto en tan poco
tiempo.. . Oye, Senka, ¿eres tú un baturai?
- Sí..
- En Malabo me dijeron que los baturáis eran agresivos y peligrosos.
- Los baturáis siempre fueron pacíficos, hasta que llegó le...
De nuevo Senka volvía a, pronunciar aquel nombre. ¿Quién sería Pierre? ¿Qué
tendría que ver con los baturáis?
Nico deseaba más que nada conocer la historia de aquel muchacho, generoso
y valiente, que le había salvado la vida. Por otro lado, Senka, que llevaba
mucho tiempo viviendo en completa soledad, también deseaba poder abrir su
corazón a un amigo, y ese amigo por fin estaba allí, en su propia cabaña, en
su jergón; y a pesar de no ser de su tribu ni de su raza, le caía simpático.
Senka comenzó su relato remontándose unos años en el tiempo. Los baturáis
eran una tribu pacífica, civilizada y trabajadora. El padre Soler no se había
limitado a convencerles de la existencia de un Dios diferente de los suyos,
sino que les había enseñado a cultivar los campos, a recolectar en época
apropiada, a cuidar el ganado… Junto a la iglesia, bajo un cobertizo de cañas,
fundó una pequeña escuela. Los pequeños baturáis, entre los que se
encontraba Senka, descubrieron con asombro un lenguaje que podía ser
representado con signos, con los que también podía ser leído en cualquier
momento y lugar, Y a través de ese lenguaje podían conocer otras muchas
cosas, que jamás habían imaginado.
La dicha era grande y Taor, gran jefe de los baturáis y padre de Senka, se
sentía feliz y se declaraba amigo para la eternidad del padre Soler, que
además conocía una extraña medicina que conseguía sanar a muchos hombres
y mujeres enfermos, una medicina muy diferente de las artes de Rajnuk, el
viejo hechicero, cuya influencia decrecía constantemente.
Tras varios años de trabajo, los baturáis habían conseguido cosas realmente
extraordinarias: el poblado había sido prácticamente reconstruido,
reconvirtiendo las míseras chozas en grandes cabañas de madera; gracias a un
canal se había conseguido llevar agua hasta el mismo poblado, con lo que
mejoró la higiene; este hecho, unido a las buenas cosechas habidas, que
acabaron con el hambre secular de los baturáis, hizo que disminuyese la
mortalidad infantil y que la población aumentase considerablemente.
El gran jefe Taor y su familia eran muy felices y el pequeño Senka participaba
de aquella dicha.
Cierto día llegó al poblado un hombre blanco llamado Pierre. Viajaba en un
vehículo todo terreno y al principio nadie sospechó las calamidades que
traería consigo. Fue recibido con hospitalidad -costumbre sagrada de los
baturáis- por el gran jefe Taor y su familia. Pronto aquel hombre confesó
claramente sus intenciones: si había acudido hasta aquel rincón perdido de
Guinea Ecuatorial, era con el fin de explotar un yacimiento de diamantes, que
según sus informaciones se encontraba cerca de allí. Además mostró gran
interés por el lutarmainé, diamante mágico de los baturáis, piedra de
increíble belleza y de poderes extraordinarios, que se encontraba oculta en el
fondo de una gruta, cuya ubicación sólo conocían el gran jefe Taor y
Kutangondo, el hombre más anciano.
Pierre quería que todos los hombres de la tribu dejasen sus ocupaciones. y se
dedicasen a explotar la mina; a cambio ofrecía algunas baratijas traídas de
Libreville. El padre Soler se opuso radicalmente a sus intenciones y pronto
surgieron los primeros enfrentamientos.
Pierre comprendió enseguida que nada tenía que hacer en aquel lugar
mientras el padre Soler estuviese presente. Entonces comenzó a maquinar su
plan. Se había dado cuenta de que el viejo hechicero Rajnuk era el único
descontento del poblado, pues nadie creía ya en sus artes; por eso trató de
ganarse su amistad, cosa que resultó muy sencilla. Desde ese momento,
Rajnuk se puso decididamente al lado de Pierre y colaboró activamente en sus
planes. Con promesas desmesuradas consiguió convencer a unos cuantos
hombres, no más de una docena, y entre todos decidieron hacerse dueños de
la situación. Pierre estaba muy seguro de vencer, ya que contaba con algo que
había mantenido oculto en el interior del vehículo.
Una noche los conspiradores se reunieron en la cabaña de Rajnuk. Pierre,
sonriente, explicaba a aquellos hombres sus intenciones. Cuando uno de ellos
se atrevió a decir que sería muy difícil y peligroso llevar a cabo su plan, pues
eran minoría, Pierre les condujo hacia su vehículo, abrió la puerta trasera y
sacó un gran cajón de madera. Desclavó algunas tablas y aparecieron unos
relucientes y modernos fusiles. Los distribuyó entre sus hombres y les enseñó
su manejo. Le daba igual que no supieran utilizarlos correctamente, pues
estaba seguro de que el efecto que causarían sería el mismo.
Y no se equivocaba. Al amanecer pusieron en marcha su plan; se dirigieron
sigilosamente a la iglesia e irrumpieron con violencia en la habitación del
padre Soler. El sacerdote no tuvo tiempo de reaccionar, pues una bala certera
y traidora acabó con su vida. El estampido sobresaltó a toda la tribu y de las
distintas cabañas comenzaron a salir hombres y mujeres ' El gran jefe Taor
recomendó calma y al frente de su pueblo se dirigió hacia la iglesia.
Pierre y su grupo les salieron al paso. Los fusiles causaron la natural inquietud
entre los baturáis, que de sobra sabían los estragos que podían causar
aquellos artefactos.
Taor preguntó por el padre Soler y Pierre, con gran desfachatez, le respondió
que estaba muerto, que él mismo le había matado y que haría lo mismo con
todo aquel que se opusiese a su voluntad. Indignado, el gran jefe Taor avanzó
hacia Pierre; pero no pudo dar muchos pasos, pues un nuevo disparo de aquel
hombre malvado le quitó la vida.
Cundió una confusión tremenda entre los baturáis. Unos huían despavoridos;
otros lloraban ante el cuerpo de su jefe asesinado; los más valientes
sucumbieron tratando de enfrentarse a Pierre y los suyos, que enseguida se
dieron cuenta de que su plan había dado resultado. Aquel grupo armado
dominó en pocos minutos a toda la tribu y con facilidad consiguieron reducir a
los que aún ofrecían resistencia.
Al llegar a este punto del relato, la voz de Senka se quebraba una y otra vez;
sin duda, recordar aquellos tristes días le turbaba. Nico pudo darse
perfectamente cuenta y sintió hacia él una gran solidaridad, pues de alguna
manera su experiencia era parecida: ambos habían perdido a sus padres de
forma trágica; quién sabe si a manos del mismo hombre, el sanguinario Pierre.
- Lamento haberte hecho recordar -le dijo Nico.
- No lo lamentes. Desde aquellos días no había hablado con nadie. Contarte
todo esto creo que me ha venido bien.
- ¿Y tu madre
- Pierre también la mató. Y a mis dos hermanas. Pretendía acabar con toda la
familia del gran jefe para que no le saliesen posibles competidores.
- Y tú..., ¿cómo escapaste?
- Bulanda me escondió bajo el suelo de la cabaña.
- ¿Bulanda? ¿Quién es Bulanda?
¡Bulanda! -Senka no pudo evitar un suspiro lleno de nostalgia-. Es la baturai
más hermosa de todo el poblado. Era mi prometida.
- Ella, ¿está bien?
- No lo sé. Por la noche salí de aquel escondite. Me ayudó a huir. Desde
entonces no he vuelto a verla.
- Lo has debido de pasar muy mal.
- Sí, muy mal. Aquellos momentos me han atormentado muchas veces.
- Y Pierre... ¿consiguió sus planes?
- Sí.
- ¿Está explotando ese yacimiento de diamantes?
- Tiene a todos los baturáis esclavizados. Han empezado a excavar en una
montaña; los hombres trabajan de sol a sol, amenazados por los fusiles de
esos traidores. Algunos han muerto al no poder soportar el ritmo de trabajo.
- Tú, ¿los has visto?
- A veces me acerco hasta allí. Escondido entre la maleza puedo observar sin
que me vean, oigo incluso los gritos del hechicero Rajnuk, que se ha vuelto
más salvaje que el propio Pierre, movido por un deseo terrible de venganza.
Nico pudo percibir que la emoción de Senka iba en aumento. Se incorporó un
poco en el jergón y le miró; la luz de la luna iluminaba una lágrima en su
negra mejilla.
- Déjalo, Senka, no sigas. Será mejor que durmamos un poco.
- Será mejor -repitió Senka, y se acomodó sobre su manta.
A pesar de aquella historia, a pesar de un silencio roto constantemente por
infinidad de ruidos que desconocía, Nico, invadido por un tremendo
agotamiento, estaba a punto de sucumbir al sueño. Antes de dormirse quiso
decir algo a Senka, algo muy importante.
- Senka, deseo ser tu amigo.
- Yo también deseo ser amigo de Nico.
- Entonces... ¿somos amigos?
A Nico se le cerraron los ojos, bostezó un par de veces y se durmió. Senka
tardó algo más en conciliar el sueño; pensaba en Nico, en su nuevo amigo.
¿Qué buscaba en aquel lugar un muchacho como él?
1.3 TEXTO 3
LINDO, Elvira, Manolito Gafotas, Alfaguara, Madrid, 1994. CAPÍTULO
1: EL ÚLTIMO MONO (págs. 7-12)
El último mono
Me llamo Manolito García Moreno, pero si tú entras a mi barrio y le preguntas al
primer tío que pase:
- Oiga, por favor, ¿Monolito García Moreno?
El tío, una de dos, o se encoge de hombros o te suelta.
-Oiga, y a mi qué me cuenta.
Porque por Manolito García Moreno no me ,conoce m el Orejones López, que es mi
mejor amigo, aunque algunas veces sea un cochino y un traidor y ,otras, un cochino
traidor, así, todo junto y con todas sus letras, pero es mi mejor amigo y mola un
pegote.
En Carabanchel, que es mi barrio, por si no te lo había dicho, todo el mundo me
conoce por Manolito Gafotas. Todo el mundo que me conoce, claro. Los que no me
conocen no saben ni que llevo gafas desde que tenía cinco años. Ahora, que ellos se
lo pierden.
Me pusieron Manolito por el camión de mi padre y al camión le pusieron Manolito por
mi padre, que se llama Manolo. A mi padre le pusieron Manolo por su padre, y así
hasta el principio de los tiempos. 0 sea, que por si no lo sabe Steven Spielberg, el
primer dinosaurio Velociraptor se llamaba Manolo, y así hasta nuestros días. Hasta el
último Manolito García que soy yo el último mono. Así es como me llama mi madre en
algunos momentos cruciales, y no me llama así porque sea una investigadora de los
orígenes de la humanidad. Me llama así cuando está a punto de soltarme una galleta
o colleja. A mí me fastidia que me llame el último mono, y a ella le fastidia que en el
barrio me llamen el Gafotas. Está visto que nos fastidian cosas distintas aunque
seamos de la misma familia.
A mí me gusta que me llamen Gafotas. En mi colegio, que es el «Diego Velázquez»,
todo el mundo que es un poco importante tiene un mote. Antes de tener un mote yo
lloraba bastante. Cuando un chulito se metía conmigo en el recreo siempre acababa
insultándome y llamándome cuatro-ojos o gafotas. Desde que soy Manolito Gafotas
insultarme es una pérdida de tiempo. Bueno, también me pueden llamar Cabezón,
pero eso de momento no se les ha ocurrido y desde luego yo no pienso dar pistas. Lo
mismo le pasaba a mi amigo el Orejones López; desde que tiene su mote ahora ya
nadie se mete con sus orejas.
Hubo un día que discutimos a patadas cuando volvíamos del colegio porque él decía
que prefería sus orejas a mis gafas de culo de vaso y yo le decía que prefería mis
gafas a sus orejas de culo de mono. Eso de culo de mono no le gustó nada, pero es
verdad. Cuando hace frío las orejas se le ponen del mismo color que el culo de los
monos del zoo; eso está demostrado ante notario. La madre del Orejones le ha dicho
que no se preocupe porque de mayor las orejas se encogen; y si no se encogen, te las
corta un cirujano y santas pascuas.
La madre del Orejones mola un pegote porque está divorciada, y como se siente
culpable nunca 'le levanta la mano al Orejones para que no se le haga más grande el
trauma que le está curando la señorita Esperanza, que es la psicóloga de mi colegio.
Mi madre tampoco quiere que me coja traumas pero, como no está divorciada, me da
de vez en cuando una colleja, que es su especialidad.
La colleja es una torta que te da una madre, o en su defecto cualquiera, en esa parte
del cuerpo human o que se llama nuca. No es porque sea mi madre, pero la verdad es
que es una experta como hay pocas. A mi abuelo no le gusta que mi madre me dé
collejas y siempre le dice: «Si le vas a pegar dale un poco más abajo, mujer, no le
des en la cabeza, que está estudiando.»
Mi abuelo mola, mola mucho, mola un pegote. Hace tres años se vino del pueblo y mi
madre cerró la terraza con aluminio visto y puso un sofá cama para que durmiéramos
mi abuelo y yo. Todas las noches le saco la cama. Es un rollo mortal sacarle la cama,
pero me aguanto muy contento porque luego siempre me da veinticinco pesetas en
una moneda para mi cerdo -no es un cerdo de verdad, es una hucha- me estoy
haciendo inmensamente rico.
Hay veces que me llama el príncipe heredero porque dice que todo lo que tiene
ahorrado de su pensión será para mí. A mi madre no le gusta que hablemos de la
muerte, pero mi abuelo dice que en los cinco años de vida que le quedan piensa
hablar de lo que le dé la gana.
Mi abuelo siempre dice que quiere morirse antes del año 2000; dice que no tiene
ganas de ver lo que pasará en el próximo siglo, que para siglos ya ha tenido bastante
con éste. Está empeñado en morirse en 1999 y de la próstata, porque ya que lleva un
montón de tiempo aguantando el rollo de la próstata, tendría poca gracia morirse de
otra cosa.
Yo le he dicho que prefiero heredar todo lo de su pensión sin que él se muera,
porque dormir con mi abuelo Nicolás mola mucho, mola un pegote; Nos dormimos
todas las noches con la radio puesta y si mi madre prueba a quitarnos la radio nos
despertamos. Nosotros, somos así. Si mi abuelo se muriera yo tendría que compartir
la terraza de aluminio visto con el Imbécil, y eso me cortaría bastante el rollo.
El Imbécil es mi hermanito pequeño, el único que 1 tengo. A mi madre no le gusta que
le llame el Imbécil; no hay ningún mote que a ella le haga gracia. Que conste que yo
se lo empecé a llamar sin darme cuenta. No fue de esas veces que te pones a pensar
con los puños sujetando la cabeza porque te va a estallar.
Me salió el primer día que nació. Me llevó mi abuelo al hospital; yo tenía cinco años;
me acuerdo porque acababa de estrenar mis primeras gafas y mi vecina la Luisa
siempre decía: «Pobrecillo, con cinco años.».
Bueno, pues me acerqué a la cuna y le fui a abrir un ojo con la mano porque el
Orejones me había dicho que si mi hermanito tenía los ojos rojos es que estaba
poseído por el diablo. Yo fui a hacerlo con mi mejor intención y el tío se puso a llorar
con ese llanto tan falso que tiene. Entonces todos se me echaron encima como si el
poseído fuera yo y pensé por primera vez: «¡Qué imbécil!», y es de esas cosas que ya
no se te quitan de la cabeza. Así que nadie me puede decir que le haya puesto el
mote aposta; ha sido él, que ha nacido para molestar y se lo merece.
Igual que yo me merezco que mi abuelo me llame: Manolito, el Nuevo Joselito:
Porque ' mi abuelo me enseñó su canción preferida, que se llama Campanera, y que
es una canción muy antigua, de cuando no había wáter en la casa de mi abuelo y la
televisión era muda. Algunas noches jugamos a Joselito, que era el niño antiguo que
la cantaba en el pasado, y yo le canto la canción y luego hago que vuelo y esas cosas,
porque si no jugar a Joselito, una vez que acabas de cantar Campanera, se convierte
en un rollo repollo. Además, a mi abuelo se le saltan las lágrimas por lo antigua que
es Campanera y porque el niño antiguo acabó en la cárcel; y a mí me da vergüenza
que mi abuelo llore con lo viejo que es por un niño tan antiguo.
Resumiendo, que si vas a Carabanchel y preguntas por Manolito, el Nuevo Joselito,
tampoco te van a querer decir nada o a lo mejor te señalan la cárcel de mi barrio,
por hacerse los graciosos, que es una costumbre que tiene la gente.
No sabrán quién es Manuel, ni Manolo, ni Manuel García Moreno, ni el Nuevo Joselito,
pero todo el mundo te dará pelos y también señales de Manolito, más conocido a este
lado del río Manzanares como Gafotas, más conocido en su propia casa como «Ya ves
tú quién fue a hablar: El último Mono».
1.4 TEXTO 5
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Apareció en mi ventana, SM, Madrid,
200117, (págs. 78-83)
UNA TARDE me, quedé sólo en casa. Sabina se marchó a su hora, las mellizas
regresaban más tarde porque tenían clase de ballet, mi padre no había vuelto del
trabajo y mi madre tuvo que llevar a Jesús Jerónimo al médico, pues según decía se
había resfriado.
A mis anchas, revisé toda la casa de arriba abajo, en busca de papel y de madera. Y
sí, encontré papel y encontré madera, pero no podía apropiarme ni de lo uno ni de lo
otro, porque se trataba de cosas útiles, con valor, necesarias...
Iba a volver a mi cuarto, con el fin de admitir ante el mukusuluba mi imposibilidad
de conseguirle más comida, cuando se me ocurrió una idea. La idea, que resultaría
un poco trabajosa de llevar a cabo, era brillante, o al menos a mí me lo pareció.
Se me ocurrió al pasar por el salón y fijarme en las sillas de madera que rodeaban la
mesa grande. Era evidente que no podía sustraer una silla para dársela al
mukusuluba, pero lo que sí podía hacer era apoderarme de un trocito de aquellas
sillas.
Corrí hasta la cocina y abrí las puertas de uno de .los armarios bajos, donde sabía
que mi padre guardaba su caja de herramientas. Saqué de ella un serrucho y regresé
al salón. Una vez allí, cogí una silla y la tumbé en el suelo, apoyándola contra la
pared. Calculé a ojo un par de centímetros comenzando por el extremo de una de las
patas y empecé a serrar.
Se trataba de una madera dura y tuve que hacer un gran esfuerzo. Cuando conseguí
que un pedazo, de la pata quedase limpiamente seccionado, caí en la cuenta de que
debía serrar inmediatamente las otras tres, antes de que alguien regresase a casa y
pudiese descubrirme.
Mi brazo se convirtió en una especie de máquina de serrar y, aunque comenzaron a
dolerme todos los músculos, continué en mi empeño. Así, fueron cayendo uno a uno
los trozos de madera correspondientes a las otras patas, hasta ~ que las cuatro
quedaron a la misma medida.
Una vez terminada la operación, volví a colocar la silla en su sitio y el serrucho en la
caja de herramientas. Recogí los pedazos de madera y el serrín que se había
originado y, con todo, regresé a mi cuarto corriendo.
No había conseguido aún reponerme del esfuerzo cuando sentí la puerta de la calle
Era mi madre, que regresaba del médico con Jesús Jerónimo.
AQUELLA NOCHE, la silla mutilada le tocó a mi padre. Le observé detenidamente
acomodarse en ella, junto a la mesa, a la hora de cenar. Creo que notaba algo raro,
aunque no sabía qué. Miró a su alrededor y luego miró la mesa. Por último, volvió a
coger la silla y la acercó más.
Mi madre, que servía la mesa, no pudo contenerse:
-¡Me estás poniendo nerviosa con la silla! –le dijo.
Y mi padre dejó de moverse.
Cuando terminamos de cenar, volví a ayudar a mi madre a retirar la mesa y a fregar
los cacharros.
-¿Y por qué papá nunca friega los cacharros? -le pregunté en la cocina.
-Porque es un machista -me respondió ella.
Yo no entendía muy bien lo que quería decir la palabra «machista»; sin embargo, la
había oído muchas veces en la televisión y creía saber algo de su significado.'
Regresé al salón y me senté en el suelo, junto a la butaca de mi padre. Quería
contarle algo que había sucedido por la tarde en el colegio. Mi compañero César se
tiró un pedo en clase de naturaleza y el profesor nos dijo que como no se levantase,
el que había sido nos castigaría a todos. César se puso de pie y el profesor le echó de
clase y le dijo que no le admitiría hasta que sus padres hablasen con él.
-Oye, papá --comencé diciendo---. Esta tarde, en clase de naturaleza...
-¿Te han dado ya las notas del último examen? -me cortó mí padre, sin dejar de mirar
una cinta de vídeo que sostenía entre sus manos.
-Aún no. Lo que ha pasado es que César, mi compañero...
Mi padre se puso de pie y, mientras se dirigía al vídeo con la cita en la mano, dijo:
-Mellizas, Gil.... a la cama. Esta película es para mayores.
Protestaron las mellizas y protesté yo, pero nuestras protestas no sirvieron para
nada.
-¡Machista! --exclamé entre dientes mientras salía del salón.
Esa palabra me salió sin darme cuenta. No sé por qué. Menos mal que la dije en voz
baja y nadie pudo oírla.
AL DIA SIGUMNTE volví a quedarme solo. Mi madre tuvo que salir y yo me ofrecí a
cuidar de Jesús Jerónimo. Como el pequeño estaba tranquilo en su cuna chupeteando
una corteza de pan que le había da o, me dispuse a continuar la labor que había
comenzado. Por un lado conseguiría comida para el mukusuluba- y, por otro, que
todas las sillas del salón tuviesen la misma altura, con lo que -resultaría más difícil
ser descubierto.
Y así, una a una, serré las patas de las cinco sillas que quedaban. Cuando terminé
con la última, coloqué las seis en fila y comprobé preocupado que no todas tenían la
misma altura. Sin duda, con las prisas, había serrado unas patas más arriba que
otras.
Traté de poner remedio y volví a serrar las patas de las sillas más altas. Me pesaba el
brazo como si fuese de piedra y sudaba a chorros por la frente. Cuando terminé de
nuevo, volví a colocar las sillas en fila y descubrí, con horror, que las que antes eran
más altas ahora eran más bajas, y viceversa.
Por tercera vez, empuñé el serrucho y traté de arreglar aquel desaguisado. Serraba y
medía, volvía medir y volvía a serrar, así hasta que llegó -un momento en que cada
una de las seis sillas del salón tenía una altura diferente. Estaba nervioso porque
llevaba mucho tiempo solo y alguien estaría a punto de llegar a casa.
Por eso dejé las sillas como estaban, bien colocadas alrededor de la mesa, y recogí el
serrucho, los pedazos de madera y el serrín que había caído al suelo.
Afortunadamente, todos se retrasaron aquella tarde y tuve tiempo, incluso, de
lavarme las manos y la cara y de acercarme hasta la cuna de Jesús Jerónimo.
El pequeño había deshecho el pedazo de pan que le había dado, y ahora jugaba con
las migas húmedas pegadas a sus deditos. Al verme, comenzó a reírse.
-No te puedes imaginar el problema tan grande que tengo -le dije-. Si fueses mayor,
podría compartirlo contigo.
Y le conté todo lo que me había sucedido desde que el mukusuluba apareció en la
ventana de mi habitación, -a pesar de saber que no podía, entender ni una sola
palabra de lo que le decía.
POCO DESPUÉS LLEGO mi madre, al rato las mellizas y cinco minutos más tarde mi
padre. Con el pretexto de estudiar, me metí en mi habitación y desde allí, con la
puerta entreabierta, oía lo que todos comentaban.
Me imaginaba la escena: mi padre sentado en su butaca, revisando papeles de la
oficina o leyendo el periódico; las mellizas haciendo los deberes en el suelo; mi
madre entrando y saliendo a todas partes; la televisión puesta...
Siempre me ha fastidiado que a las mellizas les dejen hacer los deberes en el salón.
Ellas dicen que para poder estudiar bien tienen que tener la tele puesta y comer de
vez en cuando. Es un cuadro verlas estudiar, tiradas sobre la alfombra del salón,
haciendo problemas al tiempo que devoran patatas fritas. Pero lo cierto es que sacan
muy buenas notas. ¡Qué suerte tienen! Yo, si quiero sacar buenas notas, tengo que
encerrarme en mi habitación y concentrarme un montón, y a veces ni así lo consigo.
En aquel momento, lo que menos podía hacer era estudiar. Estaba tan angustiado por
mi situación que no podía concentrarme en nada. Sabía que no podría conseguir más
madera dentro de mi casa sin ser descubierto, y a la calle aún no me dejaban salir.
Por tanto, era claro que el mukusuluba estaba en peligro de muerte y yo, por más
que lo intentase, no podría remediarlo.
Me horrorizaba la idea de que el mukusuluba, mi amigo, muriese de hambre, porque
si esto sucedía yo me quedaría solo, completamente solo, a pesar de mis padres, a
pesar de las mellizas, a pesar de Jesús- Jerónimo a pesar de Sabina y Riky... Lo
sabía, estaba seguro.
2. P R E G U N T A S D E C O M P R E N S I Ó N
2.1 TEXTO 1
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA
SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 4: “Polizón en una bañera”
(pp. 37-44).
 Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres
correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta).
1. ¿Dónde viaja Nico?
a) En una bañera
b) En un avión
c) Metido en una bañera que transporta un avión
2. ¿Quiénes son las voces que oye Nico?
a) Dos hombres
b) Varios hombres
c) Los pasajeros
3. ¿Por qué le sobra la ropa a Nico?
a) Está en Guinea Ecuatorial y allí hace más calor.
b) Tiene Frío y quiere otra que le abrigue más.
c) La tienen manchada.
4. ¿Cuál crees que es la mentira de Nico a los policías?
a) No quería huir.
b) Que su padre es piloto de avión.
c) Que su padre es el comandante Álvarez.
5. ¿Con quién dice que quiere casar el jefe de la policía a su hijo?
a) Con Aftagara.
b) Con Atagara.
c) Con Artaga.
6. ¿Qué prendas de vestir no lleva Nico?
a) Cazadora y camisa.
b) Jersey
c) Pantalones y zapatos.
7. ¿Qué es Malabo?
a) Una isla.
b) Un continente.
c) Un archipiélago.
8. No es muy real que un comandante de vuelo pueda sacar a alguien de
comisaría simplemente por decir que es su hijo, ¿por qué crees que lo
consigue el comandante Álvarez?
a) Es piloto de vuelo y lo consideran un personaje importante.
b) Es amigo del jefe de policía.
c) Lleva mucho tiempo viajando a Guinea Ecuatorial.
2.2 TEXTO 2
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA
SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 7: “Amigo Senka” (pp. 65-
73). Tema: la amistad interracial
 Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres
correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta).
1.- ¿Qué es el lutarmainé?
a) Un diamante.
b) Un amuleto.
c) Un jeroglífico.
2.- ¿Con qué se iluminan en la cabaña de Senka?
a) Con una lámpara de aceite.
b) Con una bombilla.
c) Con antorchas.
3.- ¿Quién era el jefe de la tribu?
a) Toar.
b) Taor.
c) Tahori.
4.- ¿Dónde duerme Senka?
a) En un jergón.
b) En el suelo de la cabaña.
c) En la cama.
5.- ¿Qué comen los dos niños?
a) Carne.
b) Fruta.
c) Abundante carne asada y frutas.
6.- ¿Quién es Bulanda?
a) Guapa joven, prometida de Senka.
b) Guapa joven, que rechazó Senka.
c) Guapa joven, que ayudó a Pierre.
7.- Señala con una cruz las enseñanzas del padre Soler a la tribu de Senka:
a) Un Dios diferente SÍ NO
b) Cultivar los campos SÍ NO
c) Cuidar el ganado SÍ NO
d) Recoger el trigo SÍ NO
8.- ¿Quién era el hechicero?
a) Runí
b) Rainak.
c) Rajnuk.
9.- ¿A qué se dedicaba la tribu de Senka?
a) Agricultura.
b) Comercio.
c) Pintura.
10.- ¿Cómo se llama el hombre más anciano de la tribu?
a) Kutiabo
b) Kutuló
c) Kutangondo.
11.- ¿Consiguió Pierre su propósito?
a) Sí.
b) No.
12.- ¿Quién es Senka?
a) El amigo negro de Nico.
b) Un hindú
c) Un Batutsi.
13.- ¿En qué país se desarrolla la historia?
a) Ghana.
b) Guinea Ecuatorial.
c) Congo.
14.- ¿A qué tribu pertenece Senka?
a) A los Baturai.
b) A los Batata.
c) A los Buta.
15.- ¿Quién ayuda a Pierre?
a) El hechicero.
b) El jefe de la tribu.
c) El padre Soler.
16.- ¿En qué persona está el relato?
a) Primera
b) Segunda
c) Tercera
17.- ¿Quién se opone a Pierre?
a) El jefe de la tribu.
b) El padre Soler.
c) El hechicero.
18.- ¿Cómo se apoderan Pierre y sus seguidores del pueblo?
a) Con las armas, a la fuerza.
b) Dialogando.
c) Por la noche.
19.- ¿Quién mata al padre Soler?
a) Uno de la tribu.
b) Pierre.
c) No muere.
20.- ¿Para qué llega Pierre?
a) Para explotar el yacimiento del diamantes.
b) Para ayudar.
c) Para enseñar.
21.- ¿Quién mata al jefe de la tribu?
a) Pierre.
b) Uno de la tribu.
c) No muere.
22.- ¿Qué tienen en común los dos niños?
a) Nada.
b) Ambos son del mismo país.
c) Ambos han perdido a sus padres de forma trágica.
23.- ¿Qué relación tenía el jefe de la tribu con Senka?
a) Era su jefe.
b) Era su padre.
c) Era su tío.
2.3 TEXTO 3
LINDO, Elvira, Manolito Gafotas, Alfaguara, Madrid, 1994. CAPÍTULO
1: EL ÚLTIMO MONO (Pags. 7-12).
CUESTIONARIO DE COMPRENSIÓN LECTORA.
 Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres
correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta).
1. ¿Cómo se llama el protagonista?
a) Manolito García Moreno.
b) Manolito Moreno Gómez.
c) Marcos García Moreno.
2. ¿En qué persona está la narración?
a) Segunda.
b) Primera.
c) Tercera.
3. ¿Cuál es el mejor amigo del protagonista?
a) Roberto Pérez.
b) Onofre López.
c) Orejones López.
4. ¿Dónde vive el protagonista?
a) Carabanchel.
b) Madrid.
c) Cibeles.
5. ¿Desde cuándo lleva gafas el protagonista?
a) No lleva gafas.
b) Desde los cinco años.
c) Desde los cuatro años.
6. ¿Por qué se llama el protagonista así?
a) Porque quiso su madre.
b) Porque a su padre le gustaba.
c) Por tradición familiar.
7. ¿Por qué se titula el capítulo así?
a) Porque así lo llama su madre a veces (“el último mono”).
b) No hay justificación.
c) Por ser el nombre y apellido del protagonista.
8. ¿Cuál es el colegio del protagonista?
a) Alfonso Bermúdez.
b) Diego Velázquez.
c) No va al colegio, no le gusta.
9. ¿Cuál es el mote del protagonista?
a) Gafas.
b) Manolito.
c) Gafotas.
10. ¿Qué otro mote le podrían haber puesto?
a) Cabezón.
b) Enano.
c) Largo.
11. ¿Por qué no le pega la madre al Orejón?
a) Porque el quiere mucho.
b) Es manca.
c) Porque está divorciada y se siente culpable.
12. ¿Cómo se llama la psicóloga del colegio?
a) Carolina.
b) Esperanza.
c) Águeda.
13. ¿Dónde duerme el abuelo?
a) En su habitación.
b) En un sofá.
c) En la terraza, en su sofá-cama.
14. ¿Quién es el príncipe heredero?
a) El protagonista.
b) El Orejón.
c) Felipe.
15. ¿Cuándo y de qué se morirá el abuelo??
a) En el 2.000 y de cáncer.
b) En 1.999 y de la próstata.
c) En el 2.001 y de cansancio.
16. ¿Antes de qué año está escrito el libro, según se puede deducir de este
capítulo?
a) 1.975
b) 1.980
c) 2.000
17. ¿Cuántos años se lleva el protagonista con su hermano y como se llama el
hermano?
a) 5 años, el Imbécil.
b) 2 años, el Listo.
c) 3 años, el Idiota.
18. ¿Cómo llama el abuelo al protagonista?
a) Nuevo Joselito.
b) Mi Joselito.
c) Gafotas.
19. ¿Qué gracia hacen en Carabanchel cuando preguntas dónde vive alguien?
a) Te dicen un lugar equivocado.
b) Señalan la cárcel.
c) Señalan la casa de Manolito.
2.4 TEXTO 4
GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Apareció en mi ventana, SM, Madrid,
200117, (págs. 78-83)
 Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres
correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta).
1.- ¿Quién es César? ¿Por qué lo expulsan?
a) Compañero del protagonista. Por soltar un pedo.
b) Un vecino. Por protestar.
c) El enemigo del protagonista. Por caerse.
2.- ¿De dónde viene la madre?
a) De comprar.
b) Del cine.
c) Del médico.
3.- ¿Cuántos hermanos/as tiene el protagonista?
a) Dos mellizas y dos bebés.
b) Cuatro.
c) Dos mellizas y un bebé.
4.- ¿Cuál de estas ideas se le ocurre al protagonista?
a) Apoderarse de un trozo de silla para darle de comer a su amigo.
b) Sustraer una silla para darle de comer a su amigo.
c) Cortar con un serrucho.
5.- ¿Cuál es el orden de llegada a la casa de los familiares del protagonista?
a) Madre, mellizas y padre.
b) Padre, madre y mellizas.
c) Mellizas, madre y hermano.
6.- ¿A quién le toca la silla cortada?
a) Al hermano.
b) A la madre.
c) Al padre
7.- Una vez que corta una pata de la silla, ¿por qué corta las demás?
a) Para darle más comida a su amigo.
b) Para que no lo descubran.
c) Por seguir practicando.
8.- ¿Por qué papá no friega nunca los platos?
a) Es fetichista.
b) Es machista
c) Es chapista.
9.- ¿Por qué está mukusuluba en peligro de muerte?
a) Por comer madera.
b) No tiene hambre.
c) Puede morir de hambre.
10.- ¿Quién es Jesús Jerónimo?
a) Un perro.
b) Un niño.
c) El hermano mayor del protagonista.
11.- ¿Qué tendría que haber hecho el protagonista para serrar todas las sillas a la
misma medida?
a) Cortar un poco inclinado.
b) Primero medir las patas y después serrarlas.
c) No mirarlas tanto.
12.- ¿Quién o qué es mukusuluba?
a) Un ser extraño, quizá de otro planeta, que come madera.
b) Un OVNI.
c) Un tipo de planta.
13.- ¿Qué necesitan las mellizas para estudiar?
a) Tener la televisión encendida y comer patatas fritas, tumbadas en el salón.
b) Tener la televisión puesta.
c) Un libro.

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  • 1. 1. T E X T O S 1.1 TEXTO 1 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 4: “Polizón en una bañera” (pp. 37-44). 4. Polizón en una bañera DURANTE el tiempo que duró el viaje, Nico no se atrevió a moverse de la bañera. En varias ocasiones pensó en incorporarse ligeramente y asomar un poco la cabeza para contemplar su entorno. Pero..., ¿y si era descubierto? Prefirió no intentarlo, a pesar de que sabía que ya no podrían devolverle a Madrid, pues el avión no iba a cambiar de ruta por él. Le daba vueltas a la cabeza pensando en cómo se las apañaría en Malabo. Tendría que salir de allí sin ser visto, pues de lo contrario podrían retenerle en el aeropuerto, e impedirle sus propósitos Quizá esta idea fue la que le mantuvo inmóvil durante todo el viaje. Y... ¡qué curioso!, a pesar de los nervios y de la tensión acumulada, consiguió relajarse tanto dentro de aquella bañera que se quedó dormido durante un rato. Y le vino bien aquella siesta, pues de alguna manera apartó de su mente una serie de preocupaciones que le atormentaban constantemente. Cuando abrió los ojos, mucho más tranquilo, lo primero que se planteó fue si quedaría aún mucho tiempo de viaje. Miró su reloj. ¿Cuánto tardaría un avión en recorrer la distancia que separa Madrid de Malabo? No tenía ni idea. Por lo tanto, no le quedó más remedio que continuar la espera. Sus dudas fueron aclaradas muy pronto, ya que por la megafonía del avión, que podía oírse lejana desde donde Nico se encontraba, anunciaron el inmediato aterrizaje en la capital de Guinea Ecuatorial. « ¡Por fin! –pensó-. Ahora sí que estoy más cerca de mis padres. No sé cómo, pero los encontraré.» El avión tomó tierra. Nico se balanceó ligeramente dentro de la bañera. El ruido de los motores ahora era distinto, se percibía más intensamente; sin embargo, el avión parecía estar completamente parado. ¿Debería salir? No, aún no ¿Debería al menos asomarse para estudiar el sitio donde se hallaba? Eso sí. El avión volvió a moverse y el ruido de los motores bajó considerablemente. Poco a poco, Nico fue elevando su torso, apoyándose en sus antebrazos. Asomó la cabeza. El sitio estaba muy oscuro, apenas iluminado por un par de lámparas de emergencia. Había muchos objetos a su alrededor: fardos, cajas, paquetes... Cuando iba a incorporarse un poco más, sintió un fuerte chasquido en uno de los laterales y volvió a dejarse caer. De pronto, una fuerte luz iluminó todo. Sin duda, una puerta grande era abierta de par en par. Se oían voces confusas y ruidos metálicos.' Las voces cada vez estaban más cerca; podía entender perfectamente lo que decían. Dos hombres hablaban de las mercancías; parecía como si las estuviesen verificando. Nico sintió miedo, ya que si se asomaban al interior de aquellas bañeras sería descubierto sin remedio. Sintió
  • 2. que se acercaban, contuvo la respiración. No podía ser descubierto, ya que le sería imposible intentar siquiera la huida. ¿Cómo iba a salir de aquel agujero? De pronto sintió que las bañeras se movían violentamente. ¿Qué pasaba? Era desplazado de un lado a otro y trató de sujetarse como pudo. - ¡Malditas bañeras! -exclamó uno de aquellos hombres. - ¡Cómo pesan! -protestó el otro-. ¿Y para qué demonios querrán bañeras en Malabo? - Para lavarse, supongo. - Pero si aquí se lavan en el río - Serán para un hotel. Aquella pila de bañeras fue arrastrada, junto con las demás, hasta la puerta del avión, y fue dejada caer sin muchas consideraciones por una rampa hasta el suelo. En la vertiginosa bajada, Nico pensó que acabaría en el asfalto del aeropuerto; pero no fue así: aquellos hombres estaban acostumbrados a descargar aviones, de manera contundente. De pronto Nico sintió calor, mucho calor. Le sobraba su jersey de punto, la cazadora, e incluso los pantalones de entretiempo le molestaban en las piernas. No cabía la menor duda, se hallaba en Guinea Ecuatorial y, antes de que le sorprendiesen, debería salir de su escondite. Levantó un poco la cabeza y pudo ver a aquellos dos hombres al final de la rampa, arrastrando unos fardos. ¡Era el momento! Se incorporó entre los flejes con agilidad, salió de la bañera y saltó a la pista. A la derecha estaba la torre de control, y algunas edificaciones más. A la izquierda todo era campo. La decisión era sencilla: tenía que huir por la izquierda, evitando siempre los lugares donde hubiese gente. Echó a correr. Pero apenas había dado unos pasos cuando sintió unos gritos a su espalda. - ¡Eh! ¿De dónde ha salido ése? - No sé. - ¡Quieto! - ¿Dónde vas? ¡Eh! ¡No corras! Nico volvió la cabeza y pudo ver a los dos hombres que descargaban bultos haciéndole señas con las manos. «Me han descubierto -pensó-; tendré que correr más deprisa». A toda carrera se alejó del avión. Había una zona llena de vegetación no lejos de allí. Si la alcanzaba, estaría a salvo. De pronto, una sirena comenzó a sonar a uno de sus lados. Volvió la cabeza de nuevo... Era un jeep de la policía. Estaba perdido. Corrió cuanto pudo, pero no llegó a los árboles. El vehículo se interpuso en su camino y varios policías guineanos descendieron de un salto.
  • 3. - ¡Quieto, muchacho! -gritó uno de ellos en perfecto castellano y apuntándole con un fusil. - ¡Quieto o disparamos! -gritó otro. Nico se detuvo en seco; cuatro policías negros le apuntaban con sus armas. Instintivamente alzó sus brazos. - No disparen -dijo jadeante. Fue introducido en el jeep y conducido a las dependencias policiales del aeropuerto. Le obligaron a sentarse en un banquillo. Mientras uno de los policías le vigilaba, sin apartar de él el cañón de su fusil, los demás hablaban en un corrillo algo más retirado. Trataban de explicar a su superior cómo y dónde habían capturado a aquel muchacho. Nico los miraba constantemente. ¡Qué distintos eran de los españoles! Parecían de esos policías que salen en las películas de la selva, con ese pantalón corto tan divertido y... ¡tan negro! Se fijó en sus facciones: frentes hundidas, mandíbulas prominentes, narices aplastadas, labios gruesos, ojos... ¡qué ojos!, ¡qué blancos parecen los ojos de los negros! A pesar de todo tenían aspecto de buenas personas. Al cabo de unos minutos, el que parecía el jefe se acercó a él. - Documentación –le dijo, y le tendió la mano, esperando que Nico le entregase lo solicitado. - No tengo. Soy menor y... Pero mi padre puede aclararles todo lo sucedido. - ¿Tu padre? -preguntó el policía extrañado. - El comandante Álvarez, el piloto del avión que acaba de aterrizar procedente de Madrid. Los policías se miraron confusos; hubo quien se encogió de hombros cómicamente. El jefe dijo algo a uno de los policías, que salió corriendo de allí. Los demás hablaban en voz baja. - Si mientes -le dijo el jefe-, tendrás problemas, muchos problemas. Nico había vuelto a mentir, y lo que era peor, había vuelto a contar la misma mentira. ¿Cómo reaccionaría el comandante Álvarez al enterarse? Pero... ¿qué podía hacer? Era lo único que se le había ocurrido; al fin y al cabo, el comandante era la única persona que podría sacarle de aquel tremendo lío. Y no tardó mucho en aparecer el comandante Álvarez. Entró hecho una furia y se dirigió directamente a Nico. Le miró de arriba abajo. - ¡Te mereces una bofetada! -le dijo de muy mal humor. -Yo... esto... - ¡Eres un loco, y un ingrato! ¿Acaso no te dije que haría cuanto estuviera en mi mano?
  • 4. - Sí, pero... - ¡No hay pero que valga! - ¡No podía quedarme en Madrid! -gritó Nico angustiado por la reprimenda del comandante-. ¡No podía! ¡No podía! Los policías asistían con expectación y curiosidad a aquel diálogo que ellos suponían entre padre e hijo El jefe de la noticia se acercó al comandante y le palmeó afectuosamente la espalda.' - La juventud de hoy... ya sabe. - ¡Eh! -exclamó el comandante sorprendido. - Mi hijo, sin ir más lejos -continuó el afable policía no quiere casarse con su prima Atagara. ¿Ha visto usted cosa igual? Nosotros le preparamos ese matrimonio, que es de lo más ventajoso, y él lo rechaza. Eso en mis tiempos no pasaba. El comandante no pudo evitar una sonrisa al oír hablar a aquel policía guineano en aquellos términos. ¡El eterno problema generacional! Miró a Nico más calmado y observó que el muchacho estaba llorando. - Vamos, Nico, cálmate -le cogió entre sus brazos y le incorporó. - ¡No puedo vivir así! ¡No puedo! Yo quiero saber donde están mis padres, qué les ha ocurrido. ¡Quiero saberlo! Por eso he venido. Por favor, ayúdeme. Las palabras angustiadas de Nico conmovieron al comandante, que a partir de ese instante cambió radicalmente de actitud. En primer lugar tuvo que dar innumerables explicaciones a aquellos policías hasta que los convenció de que Nico no era ningún sujeto peligroso, sino un indefenso muchacho que pretendía encontrar a sus padres, misteriosamente desaparecidos en la selva. La tarea no fue fácil, ya que el jefe de policía, aunque simpático, era bastante desconfiado; por eso les obligó a firmar una declaración escrita de todo cuanto en aquella habitación se había hablado. - Está bien -dijo, con la declaración firmada entre sus manos-, pueden irse. Pero recuerde que te ha comprometido a acudir a su embajada para arreglar los papeles del chico. - Iremos inmediatamente. - ¿Puedo confiar en usted? - Me conoce desde hace años, no comprendo sus dudas. El policía refunfuñó entre dientes y los dejó salir. - ¿Iremos a la embajada? -preguntó Nico en cuanto se alejaron un poco del aeropuerto. - Naturalmente. - ¿Y por qué? - ¿Y todavía lo preguntas? Tendrán que darte un salvoconducto. Además será conveniente hacer algunas llamadas telefónicas a España. Supongo que habrá gente buscándote allí. - ¡Qué va! Marga les habrá dicho ya a todos que me he escapado y que estoy en Guinea Ecuatorial. ¡Qué calor hace!
  • 5. - Claro, quítate esa cazadora, y el jersey, y la camisa si quieres. Aquí se está más a gusto desnudo. - ¿Iremos a buscar a mis padres? - Pasado mañana regresaré a Madrid, y tú vendrás conmigo. Mañana alquilaremos un helicóptero y sobrevolaremos la zona por donde estuvieron tus padres. - ¿No sería mejor ir en jeep? - ¿Cómo vamos a cruzar el mar en jeep? - ¿El mar? ¿Hay que cruzar el mar? - Veo que no andas muy bien en geografía. ¿No sabes que Malabo está en una isla, la antigua Fernando Poo? - No. - Será mejor que te deje un mapa del país. Tus padres desaparecieron en la zona continental, cerca de la frontera con Gabón. Allí nos dirigiremos mañana. A pesar de todo no había salido tan mal la cosa. El comandante Álvarez se habla portado estupendamente. Lo que le había sorprendido era que Malabo estuviese en una isla y no en el continente. Si hubiese conseguido escapar de la policía del aeropuerto, se podía haber pasado días y días dando vueltas por la isla buscando infructuosamente a sus padres. Aquella noche apenas pudo dormir en una habitación del hotel, contigua a la del comandante Álvarez, mirando y remirando el mapa que horas antes habían comprado. 1.2 TEXTO 2 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 7: “Amigo Senka” (pp. 65- 73). Tema: la amistad interracial 7. Amigo Senka La cabaña de Senka no estaba lejos de allí La había construido él mismo y estaba tan' bien camuflada, en un lugar escarpado de abundante follaje, que era prácticamente imposible descubrirla. El jovennegro, ágil y fuerte, fue tirando durante todo el camino de Nico a quien las fuerzas le flaqueaban con claridad. Senka apartó algunas ramas, que cubría la entrada de la cabaña, y condujo a Nico hasta el interior. Una vez dentro se acomodó sobre un mullido jergón, confeccionado, de forma rudimentaria con un áspero tejido y hojas secas Como estaba anocheciendo, encendió una lámpara de aceite que colgaba del techo: la estancia adquirió un tono rojizo pálido y tremolante. - Esta lámpara se la robé a Pierre -dijo sonriendo-. En la mina.
  • 6. Nico iba a preguntarle que quién era Pierre y de qué mina hablaba; pero no le fue posible, ya que Senka salió de la cabaña a toda prisa. Aprovechó el momento para curiosear un poco. La cabaña estaba construida con troncos perfectamente ensamblados los unos con los otros, y cubierta con gruesas cañas, sobre las que había hojas de gran tamaño. Pensó que jamás sería capaz de construir algo semejante. Al poco tiempo regresó Senka; traía una especie de bandeja de madera llena de comida. Al verla, Nico se incorporó del jergón de un salto. - ¿Tienes hambre? -preguntó Senka. - ¿Que si tengo hambre? ¡Qué pregunta Me comería un elefante entero! - La carne de elefante es muy dura -respondió Senka, muerto de risa. Los dos comieron abundantemente carne asada y frutas toda clase. El descanso y la comida devolvieron a Nico, gran parte de sus energías. - Sólo necesito dormir unas horas para estar como nuevo -comentó tras la opípara cena. - ¿A qué esperas? -le respondió Senka señalándole el jergón. Y tú..., ¿dónde dormirás? - Aquí mismo. - ¿En el suelo? - He dormido mucho tiempo en el suelo. Mi cuerpo está acostumbrado. - Gracias, Senka. Nico se tumbó sobre el jergón cuan largo era. Senka cogió una manta vieja y la tendió sobre el suelo, luego apagó la lámpara de aceite y, se acostó. La claridad de una luna llena, radiante, se filtraba entre las ramas y daba a la estancia un aspecto mágico y casi misterioso. Después de un rato de silencio, a la mente de Nico retornaron aquellas preguntas que aún no había formulado a Senka. - ¿Duermes? -le preguntó. - Aún no. - Tampoco yo. Resulta que ahora no consigo conciliar el sueño. - ¿Te preocupa algo? - No. Bueno... sí. Muchas cosas ... Mi vida ha cambiado tanto en tan poco tiempo.. . Oye, Senka, ¿eres tú un baturai?
  • 7. - Sí.. - En Malabo me dijeron que los baturáis eran agresivos y peligrosos. - Los baturáis siempre fueron pacíficos, hasta que llegó le... De nuevo Senka volvía a, pronunciar aquel nombre. ¿Quién sería Pierre? ¿Qué tendría que ver con los baturáis? Nico deseaba más que nada conocer la historia de aquel muchacho, generoso y valiente, que le había salvado la vida. Por otro lado, Senka, que llevaba mucho tiempo viviendo en completa soledad, también deseaba poder abrir su corazón a un amigo, y ese amigo por fin estaba allí, en su propia cabaña, en su jergón; y a pesar de no ser de su tribu ni de su raza, le caía simpático. Senka comenzó su relato remontándose unos años en el tiempo. Los baturáis eran una tribu pacífica, civilizada y trabajadora. El padre Soler no se había limitado a convencerles de la existencia de un Dios diferente de los suyos, sino que les había enseñado a cultivar los campos, a recolectar en época apropiada, a cuidar el ganado… Junto a la iglesia, bajo un cobertizo de cañas, fundó una pequeña escuela. Los pequeños baturáis, entre los que se encontraba Senka, descubrieron con asombro un lenguaje que podía ser representado con signos, con los que también podía ser leído en cualquier momento y lugar, Y a través de ese lenguaje podían conocer otras muchas cosas, que jamás habían imaginado. La dicha era grande y Taor, gran jefe de los baturáis y padre de Senka, se sentía feliz y se declaraba amigo para la eternidad del padre Soler, que además conocía una extraña medicina que conseguía sanar a muchos hombres y mujeres enfermos, una medicina muy diferente de las artes de Rajnuk, el viejo hechicero, cuya influencia decrecía constantemente. Tras varios años de trabajo, los baturáis habían conseguido cosas realmente extraordinarias: el poblado había sido prácticamente reconstruido, reconvirtiendo las míseras chozas en grandes cabañas de madera; gracias a un canal se había conseguido llevar agua hasta el mismo poblado, con lo que mejoró la higiene; este hecho, unido a las buenas cosechas habidas, que acabaron con el hambre secular de los baturáis, hizo que disminuyese la mortalidad infantil y que la población aumentase considerablemente. El gran jefe Taor y su familia eran muy felices y el pequeño Senka participaba de aquella dicha. Cierto día llegó al poblado un hombre blanco llamado Pierre. Viajaba en un vehículo todo terreno y al principio nadie sospechó las calamidades que traería consigo. Fue recibido con hospitalidad -costumbre sagrada de los baturáis- por el gran jefe Taor y su familia. Pronto aquel hombre confesó claramente sus intenciones: si había acudido hasta aquel rincón perdido de Guinea Ecuatorial, era con el fin de explotar un yacimiento de diamantes, que según sus informaciones se encontraba cerca de allí. Además mostró gran interés por el lutarmainé, diamante mágico de los baturáis, piedra de
  • 8. increíble belleza y de poderes extraordinarios, que se encontraba oculta en el fondo de una gruta, cuya ubicación sólo conocían el gran jefe Taor y Kutangondo, el hombre más anciano. Pierre quería que todos los hombres de la tribu dejasen sus ocupaciones. y se dedicasen a explotar la mina; a cambio ofrecía algunas baratijas traídas de Libreville. El padre Soler se opuso radicalmente a sus intenciones y pronto surgieron los primeros enfrentamientos. Pierre comprendió enseguida que nada tenía que hacer en aquel lugar mientras el padre Soler estuviese presente. Entonces comenzó a maquinar su plan. Se había dado cuenta de que el viejo hechicero Rajnuk era el único descontento del poblado, pues nadie creía ya en sus artes; por eso trató de ganarse su amistad, cosa que resultó muy sencilla. Desde ese momento, Rajnuk se puso decididamente al lado de Pierre y colaboró activamente en sus planes. Con promesas desmesuradas consiguió convencer a unos cuantos hombres, no más de una docena, y entre todos decidieron hacerse dueños de la situación. Pierre estaba muy seguro de vencer, ya que contaba con algo que había mantenido oculto en el interior del vehículo. Una noche los conspiradores se reunieron en la cabaña de Rajnuk. Pierre, sonriente, explicaba a aquellos hombres sus intenciones. Cuando uno de ellos se atrevió a decir que sería muy difícil y peligroso llevar a cabo su plan, pues eran minoría, Pierre les condujo hacia su vehículo, abrió la puerta trasera y sacó un gran cajón de madera. Desclavó algunas tablas y aparecieron unos relucientes y modernos fusiles. Los distribuyó entre sus hombres y les enseñó su manejo. Le daba igual que no supieran utilizarlos correctamente, pues estaba seguro de que el efecto que causarían sería el mismo. Y no se equivocaba. Al amanecer pusieron en marcha su plan; se dirigieron sigilosamente a la iglesia e irrumpieron con violencia en la habitación del padre Soler. El sacerdote no tuvo tiempo de reaccionar, pues una bala certera y traidora acabó con su vida. El estampido sobresaltó a toda la tribu y de las distintas cabañas comenzaron a salir hombres y mujeres ' El gran jefe Taor recomendó calma y al frente de su pueblo se dirigió hacia la iglesia. Pierre y su grupo les salieron al paso. Los fusiles causaron la natural inquietud entre los baturáis, que de sobra sabían los estragos que podían causar aquellos artefactos. Taor preguntó por el padre Soler y Pierre, con gran desfachatez, le respondió que estaba muerto, que él mismo le había matado y que haría lo mismo con todo aquel que se opusiese a su voluntad. Indignado, el gran jefe Taor avanzó hacia Pierre; pero no pudo dar muchos pasos, pues un nuevo disparo de aquel hombre malvado le quitó la vida. Cundió una confusión tremenda entre los baturáis. Unos huían despavoridos; otros lloraban ante el cuerpo de su jefe asesinado; los más valientes sucumbieron tratando de enfrentarse a Pierre y los suyos, que enseguida se dieron cuenta de que su plan había dado resultado. Aquel grupo armado dominó en pocos minutos a toda la tribu y con facilidad consiguieron reducir a los que aún ofrecían resistencia.
  • 9. Al llegar a este punto del relato, la voz de Senka se quebraba una y otra vez; sin duda, recordar aquellos tristes días le turbaba. Nico pudo darse perfectamente cuenta y sintió hacia él una gran solidaridad, pues de alguna manera su experiencia era parecida: ambos habían perdido a sus padres de forma trágica; quién sabe si a manos del mismo hombre, el sanguinario Pierre. - Lamento haberte hecho recordar -le dijo Nico. - No lo lamentes. Desde aquellos días no había hablado con nadie. Contarte todo esto creo que me ha venido bien. - ¿Y tu madre - Pierre también la mató. Y a mis dos hermanas. Pretendía acabar con toda la familia del gran jefe para que no le saliesen posibles competidores. - Y tú..., ¿cómo escapaste? - Bulanda me escondió bajo el suelo de la cabaña. - ¿Bulanda? ¿Quién es Bulanda? ¡Bulanda! -Senka no pudo evitar un suspiro lleno de nostalgia-. Es la baturai más hermosa de todo el poblado. Era mi prometida. - Ella, ¿está bien? - No lo sé. Por la noche salí de aquel escondite. Me ayudó a huir. Desde entonces no he vuelto a verla. - Lo has debido de pasar muy mal. - Sí, muy mal. Aquellos momentos me han atormentado muchas veces. - Y Pierre... ¿consiguió sus planes? - Sí. - ¿Está explotando ese yacimiento de diamantes? - Tiene a todos los baturáis esclavizados. Han empezado a excavar en una montaña; los hombres trabajan de sol a sol, amenazados por los fusiles de esos traidores. Algunos han muerto al no poder soportar el ritmo de trabajo. - Tú, ¿los has visto? - A veces me acerco hasta allí. Escondido entre la maleza puedo observar sin que me vean, oigo incluso los gritos del hechicero Rajnuk, que se ha vuelto más salvaje que el propio Pierre, movido por un deseo terrible de venganza.
  • 10. Nico pudo percibir que la emoción de Senka iba en aumento. Se incorporó un poco en el jergón y le miró; la luz de la luna iluminaba una lágrima en su negra mejilla. - Déjalo, Senka, no sigas. Será mejor que durmamos un poco. - Será mejor -repitió Senka, y se acomodó sobre su manta. A pesar de aquella historia, a pesar de un silencio roto constantemente por infinidad de ruidos que desconocía, Nico, invadido por un tremendo agotamiento, estaba a punto de sucumbir al sueño. Antes de dormirse quiso decir algo a Senka, algo muy importante. - Senka, deseo ser tu amigo. - Yo también deseo ser amigo de Nico. - Entonces... ¿somos amigos? A Nico se le cerraron los ojos, bostezó un par de veces y se durmió. Senka tardó algo más en conciliar el sueño; pensaba en Nico, en su nuevo amigo. ¿Qué buscaba en aquel lugar un muchacho como él? 1.3 TEXTO 3 LINDO, Elvira, Manolito Gafotas, Alfaguara, Madrid, 1994. CAPÍTULO 1: EL ÚLTIMO MONO (págs. 7-12) El último mono Me llamo Manolito García Moreno, pero si tú entras a mi barrio y le preguntas al primer tío que pase: - Oiga, por favor, ¿Monolito García Moreno? El tío, una de dos, o se encoge de hombros o te suelta. -Oiga, y a mi qué me cuenta. Porque por Manolito García Moreno no me ,conoce m el Orejones López, que es mi mejor amigo, aunque algunas veces sea un cochino y un traidor y ,otras, un cochino traidor, así, todo junto y con todas sus letras, pero es mi mejor amigo y mola un pegote. En Carabanchel, que es mi barrio, por si no te lo había dicho, todo el mundo me conoce por Manolito Gafotas. Todo el mundo que me conoce, claro. Los que no me conocen no saben ni que llevo gafas desde que tenía cinco años. Ahora, que ellos se lo pierden. Me pusieron Manolito por el camión de mi padre y al camión le pusieron Manolito por mi padre, que se llama Manolo. A mi padre le pusieron Manolo por su padre, y así hasta el principio de los tiempos. 0 sea, que por si no lo sabe Steven Spielberg, el primer dinosaurio Velociraptor se llamaba Manolo, y así hasta nuestros días. Hasta el último Manolito García que soy yo el último mono. Así es como me llama mi madre en
  • 11. algunos momentos cruciales, y no me llama así porque sea una investigadora de los orígenes de la humanidad. Me llama así cuando está a punto de soltarme una galleta o colleja. A mí me fastidia que me llame el último mono, y a ella le fastidia que en el barrio me llamen el Gafotas. Está visto que nos fastidian cosas distintas aunque seamos de la misma familia. A mí me gusta que me llamen Gafotas. En mi colegio, que es el «Diego Velázquez», todo el mundo que es un poco importante tiene un mote. Antes de tener un mote yo lloraba bastante. Cuando un chulito se metía conmigo en el recreo siempre acababa insultándome y llamándome cuatro-ojos o gafotas. Desde que soy Manolito Gafotas insultarme es una pérdida de tiempo. Bueno, también me pueden llamar Cabezón, pero eso de momento no se les ha ocurrido y desde luego yo no pienso dar pistas. Lo mismo le pasaba a mi amigo el Orejones López; desde que tiene su mote ahora ya nadie se mete con sus orejas. Hubo un día que discutimos a patadas cuando volvíamos del colegio porque él decía que prefería sus orejas a mis gafas de culo de vaso y yo le decía que prefería mis gafas a sus orejas de culo de mono. Eso de culo de mono no le gustó nada, pero es verdad. Cuando hace frío las orejas se le ponen del mismo color que el culo de los monos del zoo; eso está demostrado ante notario. La madre del Orejones le ha dicho que no se preocupe porque de mayor las orejas se encogen; y si no se encogen, te las corta un cirujano y santas pascuas. La madre del Orejones mola un pegote porque está divorciada, y como se siente culpable nunca 'le levanta la mano al Orejones para que no se le haga más grande el trauma que le está curando la señorita Esperanza, que es la psicóloga de mi colegio. Mi madre tampoco quiere que me coja traumas pero, como no está divorciada, me da de vez en cuando una colleja, que es su especialidad. La colleja es una torta que te da una madre, o en su defecto cualquiera, en esa parte del cuerpo human o que se llama nuca. No es porque sea mi madre, pero la verdad es que es una experta como hay pocas. A mi abuelo no le gusta que mi madre me dé collejas y siempre le dice: «Si le vas a pegar dale un poco más abajo, mujer, no le des en la cabeza, que está estudiando.» Mi abuelo mola, mola mucho, mola un pegote. Hace tres años se vino del pueblo y mi madre cerró la terraza con aluminio visto y puso un sofá cama para que durmiéramos mi abuelo y yo. Todas las noches le saco la cama. Es un rollo mortal sacarle la cama, pero me aguanto muy contento porque luego siempre me da veinticinco pesetas en una moneda para mi cerdo -no es un cerdo de verdad, es una hucha- me estoy haciendo inmensamente rico. Hay veces que me llama el príncipe heredero porque dice que todo lo que tiene ahorrado de su pensión será para mí. A mi madre no le gusta que hablemos de la muerte, pero mi abuelo dice que en los cinco años de vida que le quedan piensa hablar de lo que le dé la gana. Mi abuelo siempre dice que quiere morirse antes del año 2000; dice que no tiene ganas de ver lo que pasará en el próximo siglo, que para siglos ya ha tenido bastante con éste. Está empeñado en morirse en 1999 y de la próstata, porque ya que lleva un montón de tiempo aguantando el rollo de la próstata, tendría poca gracia morirse de otra cosa.
  • 12. Yo le he dicho que prefiero heredar todo lo de su pensión sin que él se muera, porque dormir con mi abuelo Nicolás mola mucho, mola un pegote; Nos dormimos todas las noches con la radio puesta y si mi madre prueba a quitarnos la radio nos despertamos. Nosotros, somos así. Si mi abuelo se muriera yo tendría que compartir la terraza de aluminio visto con el Imbécil, y eso me cortaría bastante el rollo. El Imbécil es mi hermanito pequeño, el único que 1 tengo. A mi madre no le gusta que le llame el Imbécil; no hay ningún mote que a ella le haga gracia. Que conste que yo se lo empecé a llamar sin darme cuenta. No fue de esas veces que te pones a pensar con los puños sujetando la cabeza porque te va a estallar. Me salió el primer día que nació. Me llevó mi abuelo al hospital; yo tenía cinco años; me acuerdo porque acababa de estrenar mis primeras gafas y mi vecina la Luisa siempre decía: «Pobrecillo, con cinco años.». Bueno, pues me acerqué a la cuna y le fui a abrir un ojo con la mano porque el Orejones me había dicho que si mi hermanito tenía los ojos rojos es que estaba poseído por el diablo. Yo fui a hacerlo con mi mejor intención y el tío se puso a llorar con ese llanto tan falso que tiene. Entonces todos se me echaron encima como si el poseído fuera yo y pensé por primera vez: «¡Qué imbécil!», y es de esas cosas que ya no se te quitan de la cabeza. Así que nadie me puede decir que le haya puesto el mote aposta; ha sido él, que ha nacido para molestar y se lo merece. Igual que yo me merezco que mi abuelo me llame: Manolito, el Nuevo Joselito: Porque ' mi abuelo me enseñó su canción preferida, que se llama Campanera, y que es una canción muy antigua, de cuando no había wáter en la casa de mi abuelo y la televisión era muda. Algunas noches jugamos a Joselito, que era el niño antiguo que la cantaba en el pasado, y yo le canto la canción y luego hago que vuelo y esas cosas, porque si no jugar a Joselito, una vez que acabas de cantar Campanera, se convierte en un rollo repollo. Además, a mi abuelo se le saltan las lágrimas por lo antigua que es Campanera y porque el niño antiguo acabó en la cárcel; y a mí me da vergüenza que mi abuelo llore con lo viejo que es por un niño tan antiguo. Resumiendo, que si vas a Carabanchel y preguntas por Manolito, el Nuevo Joselito, tampoco te van a querer decir nada o a lo mejor te señalan la cárcel de mi barrio, por hacerse los graciosos, que es una costumbre que tiene la gente. No sabrán quién es Manuel, ni Manolo, ni Manuel García Moreno, ni el Nuevo Joselito, pero todo el mundo te dará pelos y también señales de Manolito, más conocido a este lado del río Manzanares como Gafotas, más conocido en su propia casa como «Ya ves tú quién fue a hablar: El último Mono». 1.4 TEXTO 5 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Apareció en mi ventana, SM, Madrid, 200117, (págs. 78-83) UNA TARDE me, quedé sólo en casa. Sabina se marchó a su hora, las mellizas regresaban más tarde porque tenían clase de ballet, mi padre no había vuelto del trabajo y mi madre tuvo que llevar a Jesús Jerónimo al médico, pues según decía se había resfriado.
  • 13. A mis anchas, revisé toda la casa de arriba abajo, en busca de papel y de madera. Y sí, encontré papel y encontré madera, pero no podía apropiarme ni de lo uno ni de lo otro, porque se trataba de cosas útiles, con valor, necesarias... Iba a volver a mi cuarto, con el fin de admitir ante el mukusuluba mi imposibilidad de conseguirle más comida, cuando se me ocurrió una idea. La idea, que resultaría un poco trabajosa de llevar a cabo, era brillante, o al menos a mí me lo pareció. Se me ocurrió al pasar por el salón y fijarme en las sillas de madera que rodeaban la mesa grande. Era evidente que no podía sustraer una silla para dársela al mukusuluba, pero lo que sí podía hacer era apoderarme de un trocito de aquellas sillas. Corrí hasta la cocina y abrí las puertas de uno de .los armarios bajos, donde sabía que mi padre guardaba su caja de herramientas. Saqué de ella un serrucho y regresé al salón. Una vez allí, cogí una silla y la tumbé en el suelo, apoyándola contra la pared. Calculé a ojo un par de centímetros comenzando por el extremo de una de las patas y empecé a serrar. Se trataba de una madera dura y tuve que hacer un gran esfuerzo. Cuando conseguí que un pedazo, de la pata quedase limpiamente seccionado, caí en la cuenta de que debía serrar inmediatamente las otras tres, antes de que alguien regresase a casa y pudiese descubrirme. Mi brazo se convirtió en una especie de máquina de serrar y, aunque comenzaron a dolerme todos los músculos, continué en mi empeño. Así, fueron cayendo uno a uno los trozos de madera correspondientes a las otras patas, hasta ~ que las cuatro quedaron a la misma medida. Una vez terminada la operación, volví a colocar la silla en su sitio y el serrucho en la caja de herramientas. Recogí los pedazos de madera y el serrín que se había originado y, con todo, regresé a mi cuarto corriendo. No había conseguido aún reponerme del esfuerzo cuando sentí la puerta de la calle Era mi madre, que regresaba del médico con Jesús Jerónimo. AQUELLA NOCHE, la silla mutilada le tocó a mi padre. Le observé detenidamente acomodarse en ella, junto a la mesa, a la hora de cenar. Creo que notaba algo raro, aunque no sabía qué. Miró a su alrededor y luego miró la mesa. Por último, volvió a coger la silla y la acercó más. Mi madre, que servía la mesa, no pudo contenerse: -¡Me estás poniendo nerviosa con la silla! –le dijo. Y mi padre dejó de moverse. Cuando terminamos de cenar, volví a ayudar a mi madre a retirar la mesa y a fregar los cacharros. -¿Y por qué papá nunca friega los cacharros? -le pregunté en la cocina. -Porque es un machista -me respondió ella. Yo no entendía muy bien lo que quería decir la palabra «machista»; sin embargo, la había oído muchas veces en la televisión y creía saber algo de su significado.'
  • 14. Regresé al salón y me senté en el suelo, junto a la butaca de mi padre. Quería contarle algo que había sucedido por la tarde en el colegio. Mi compañero César se tiró un pedo en clase de naturaleza y el profesor nos dijo que como no se levantase, el que había sido nos castigaría a todos. César se puso de pie y el profesor le echó de clase y le dijo que no le admitiría hasta que sus padres hablasen con él. -Oye, papá --comencé diciendo---. Esta tarde, en clase de naturaleza... -¿Te han dado ya las notas del último examen? -me cortó mí padre, sin dejar de mirar una cinta de vídeo que sostenía entre sus manos. -Aún no. Lo que ha pasado es que César, mi compañero... Mi padre se puso de pie y, mientras se dirigía al vídeo con la cita en la mano, dijo: -Mellizas, Gil.... a la cama. Esta película es para mayores. Protestaron las mellizas y protesté yo, pero nuestras protestas no sirvieron para nada. -¡Machista! --exclamé entre dientes mientras salía del salón. Esa palabra me salió sin darme cuenta. No sé por qué. Menos mal que la dije en voz baja y nadie pudo oírla. AL DIA SIGUMNTE volví a quedarme solo. Mi madre tuvo que salir y yo me ofrecí a cuidar de Jesús Jerónimo. Como el pequeño estaba tranquilo en su cuna chupeteando una corteza de pan que le había da o, me dispuse a continuar la labor que había comenzado. Por un lado conseguiría comida para el mukusuluba- y, por otro, que todas las sillas del salón tuviesen la misma altura, con lo que -resultaría más difícil ser descubierto. Y así, una a una, serré las patas de las cinco sillas que quedaban. Cuando terminé con la última, coloqué las seis en fila y comprobé preocupado que no todas tenían la misma altura. Sin duda, con las prisas, había serrado unas patas más arriba que otras. Traté de poner remedio y volví a serrar las patas de las sillas más altas. Me pesaba el brazo como si fuese de piedra y sudaba a chorros por la frente. Cuando terminé de nuevo, volví a colocar las sillas en fila y descubrí, con horror, que las que antes eran más altas ahora eran más bajas, y viceversa. Por tercera vez, empuñé el serrucho y traté de arreglar aquel desaguisado. Serraba y medía, volvía medir y volvía a serrar, así hasta que llegó -un momento en que cada una de las seis sillas del salón tenía una altura diferente. Estaba nervioso porque llevaba mucho tiempo solo y alguien estaría a punto de llegar a casa. Por eso dejé las sillas como estaban, bien colocadas alrededor de la mesa, y recogí el serrucho, los pedazos de madera y el serrín que había caído al suelo. Afortunadamente, todos se retrasaron aquella tarde y tuve tiempo, incluso, de lavarme las manos y la cara y de acercarme hasta la cuna de Jesús Jerónimo. El pequeño había deshecho el pedazo de pan que le había dado, y ahora jugaba con las migas húmedas pegadas a sus deditos. Al verme, comenzó a reírse.
  • 15. -No te puedes imaginar el problema tan grande que tengo -le dije-. Si fueses mayor, podría compartirlo contigo. Y le conté todo lo que me había sucedido desde que el mukusuluba apareció en la ventana de mi habitación, -a pesar de saber que no podía, entender ni una sola palabra de lo que le decía. POCO DESPUÉS LLEGO mi madre, al rato las mellizas y cinco minutos más tarde mi padre. Con el pretexto de estudiar, me metí en mi habitación y desde allí, con la puerta entreabierta, oía lo que todos comentaban. Me imaginaba la escena: mi padre sentado en su butaca, revisando papeles de la oficina o leyendo el periódico; las mellizas haciendo los deberes en el suelo; mi madre entrando y saliendo a todas partes; la televisión puesta... Siempre me ha fastidiado que a las mellizas les dejen hacer los deberes en el salón. Ellas dicen que para poder estudiar bien tienen que tener la tele puesta y comer de vez en cuando. Es un cuadro verlas estudiar, tiradas sobre la alfombra del salón, haciendo problemas al tiempo que devoran patatas fritas. Pero lo cierto es que sacan muy buenas notas. ¡Qué suerte tienen! Yo, si quiero sacar buenas notas, tengo que encerrarme en mi habitación y concentrarme un montón, y a veces ni así lo consigo. En aquel momento, lo que menos podía hacer era estudiar. Estaba tan angustiado por mi situación que no podía concentrarme en nada. Sabía que no podría conseguir más madera dentro de mi casa sin ser descubierto, y a la calle aún no me dejaban salir. Por tanto, era claro que el mukusuluba estaba en peligro de muerte y yo, por más que lo intentase, no podría remediarlo. Me horrorizaba la idea de que el mukusuluba, mi amigo, muriese de hambre, porque si esto sucedía yo me quedaría solo, completamente solo, a pesar de mis padres, a pesar de las mellizas, a pesar de Jesús- Jerónimo a pesar de Sabina y Riky... Lo sabía, estaba seguro. 2. P R E G U N T A S D E C O M P R E N S I Ó N 2.1 TEXTO 1 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 4: “Polizón en una bañera” (pp. 37-44).  Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta). 1. ¿Dónde viaja Nico? a) En una bañera b) En un avión c) Metido en una bañera que transporta un avión 2. ¿Quiénes son las voces que oye Nico? a) Dos hombres b) Varios hombres c) Los pasajeros 3. ¿Por qué le sobra la ropa a Nico? a) Está en Guinea Ecuatorial y allí hace más calor. b) Tiene Frío y quiere otra que le abrigue más.
  • 16. c) La tienen manchada. 4. ¿Cuál crees que es la mentira de Nico a los policías? a) No quería huir. b) Que su padre es piloto de avión. c) Que su padre es el comandante Álvarez. 5. ¿Con quién dice que quiere casar el jefe de la policía a su hijo? a) Con Aftagara. b) Con Atagara. c) Con Artaga. 6. ¿Qué prendas de vestir no lleva Nico? a) Cazadora y camisa. b) Jersey c) Pantalones y zapatos. 7. ¿Qué es Malabo? a) Una isla. b) Un continente. c) Un archipiélago. 8. No es muy real que un comandante de vuelo pueda sacar a alguien de comisaría simplemente por decir que es su hijo, ¿por qué crees que lo consigue el comandante Álvarez? a) Es piloto de vuelo y lo consideran un personaje importante. b) Es amigo del jefe de policía. c) Lleva mucho tiempo viajando a Guinea Ecuatorial. 2.2 TEXTO 2 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: AVENTURAS DE NICO: UN AMIGO EN LA SELVA, Edelvives, Zaragoza, 2000. CAP. 7: “Amigo Senka” (pp. 65- 73). Tema: la amistad interracial  Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta). 1.- ¿Qué es el lutarmainé? a) Un diamante. b) Un amuleto. c) Un jeroglífico. 2.- ¿Con qué se iluminan en la cabaña de Senka? a) Con una lámpara de aceite. b) Con una bombilla. c) Con antorchas. 3.- ¿Quién era el jefe de la tribu? a) Toar. b) Taor. c) Tahori. 4.- ¿Dónde duerme Senka? a) En un jergón. b) En el suelo de la cabaña. c) En la cama. 5.- ¿Qué comen los dos niños? a) Carne. b) Fruta. c) Abundante carne asada y frutas. 6.- ¿Quién es Bulanda?
  • 17. a) Guapa joven, prometida de Senka. b) Guapa joven, que rechazó Senka. c) Guapa joven, que ayudó a Pierre. 7.- Señala con una cruz las enseñanzas del padre Soler a la tribu de Senka: a) Un Dios diferente SÍ NO b) Cultivar los campos SÍ NO c) Cuidar el ganado SÍ NO d) Recoger el trigo SÍ NO 8.- ¿Quién era el hechicero? a) Runí b) Rainak. c) Rajnuk. 9.- ¿A qué se dedicaba la tribu de Senka? a) Agricultura. b) Comercio. c) Pintura. 10.- ¿Cómo se llama el hombre más anciano de la tribu? a) Kutiabo b) Kutuló c) Kutangondo. 11.- ¿Consiguió Pierre su propósito? a) Sí. b) No. 12.- ¿Quién es Senka? a) El amigo negro de Nico. b) Un hindú c) Un Batutsi. 13.- ¿En qué país se desarrolla la historia? a) Ghana. b) Guinea Ecuatorial. c) Congo. 14.- ¿A qué tribu pertenece Senka? a) A los Baturai. b) A los Batata. c) A los Buta. 15.- ¿Quién ayuda a Pierre? a) El hechicero. b) El jefe de la tribu. c) El padre Soler. 16.- ¿En qué persona está el relato? a) Primera b) Segunda c) Tercera 17.- ¿Quién se opone a Pierre? a) El jefe de la tribu. b) El padre Soler. c) El hechicero. 18.- ¿Cómo se apoderan Pierre y sus seguidores del pueblo? a) Con las armas, a la fuerza. b) Dialogando. c) Por la noche. 19.- ¿Quién mata al padre Soler? a) Uno de la tribu. b) Pierre.
  • 18. c) No muere. 20.- ¿Para qué llega Pierre? a) Para explotar el yacimiento del diamantes. b) Para ayudar. c) Para enseñar. 21.- ¿Quién mata al jefe de la tribu? a) Pierre. b) Uno de la tribu. c) No muere. 22.- ¿Qué tienen en común los dos niños? a) Nada. b) Ambos son del mismo país. c) Ambos han perdido a sus padres de forma trágica. 23.- ¿Qué relación tenía el jefe de la tribu con Senka? a) Era su jefe. b) Era su padre. c) Era su tío.
  • 19. 2.3 TEXTO 3 LINDO, Elvira, Manolito Gafotas, Alfaguara, Madrid, 1994. CAPÍTULO 1: EL ÚLTIMO MONO (Pags. 7-12). CUESTIONARIO DE COMPRENSIÓN LECTORA.  Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta). 1. ¿Cómo se llama el protagonista? a) Manolito García Moreno. b) Manolito Moreno Gómez. c) Marcos García Moreno. 2. ¿En qué persona está la narración? a) Segunda. b) Primera. c) Tercera. 3. ¿Cuál es el mejor amigo del protagonista? a) Roberto Pérez. b) Onofre López. c) Orejones López. 4. ¿Dónde vive el protagonista? a) Carabanchel. b) Madrid. c) Cibeles. 5. ¿Desde cuándo lleva gafas el protagonista? a) No lleva gafas. b) Desde los cinco años. c) Desde los cuatro años. 6. ¿Por qué se llama el protagonista así? a) Porque quiso su madre. b) Porque a su padre le gustaba. c) Por tradición familiar. 7. ¿Por qué se titula el capítulo así? a) Porque así lo llama su madre a veces (“el último mono”). b) No hay justificación. c) Por ser el nombre y apellido del protagonista. 8. ¿Cuál es el colegio del protagonista? a) Alfonso Bermúdez. b) Diego Velázquez. c) No va al colegio, no le gusta. 9. ¿Cuál es el mote del protagonista? a) Gafas. b) Manolito. c) Gafotas. 10. ¿Qué otro mote le podrían haber puesto? a) Cabezón. b) Enano. c) Largo. 11. ¿Por qué no le pega la madre al Orejón? a) Porque el quiere mucho. b) Es manca. c) Porque está divorciada y se siente culpable. 12. ¿Cómo se llama la psicóloga del colegio?
  • 20. a) Carolina. b) Esperanza. c) Águeda. 13. ¿Dónde duerme el abuelo? a) En su habitación. b) En un sofá. c) En la terraza, en su sofá-cama. 14. ¿Quién es el príncipe heredero? a) El protagonista. b) El Orejón. c) Felipe. 15. ¿Cuándo y de qué se morirá el abuelo?? a) En el 2.000 y de cáncer. b) En 1.999 y de la próstata. c) En el 2.001 y de cansancio. 16. ¿Antes de qué año está escrito el libro, según se puede deducir de este capítulo? a) 1.975 b) 1.980 c) 2.000 17. ¿Cuántos años se lleva el protagonista con su hermano y como se llama el hermano? a) 5 años, el Imbécil. b) 2 años, el Listo. c) 3 años, el Idiota. 18. ¿Cómo llama el abuelo al protagonista? a) Nuevo Joselito. b) Mi Joselito. c) Gafotas. 19. ¿Qué gracia hacen en Carabanchel cuando preguntas dónde vive alguien? a) Te dicen un lugar equivocado. b) Señalan la cárcel. c) Señalan la casa de Manolito. 2.4 TEXTO 4 GÓMEZ CERDÁ, Alfredo: Apareció en mi ventana, SM, Madrid, 200117, (págs. 78-83)  Contesta a estas preguntas. Pon una “X” al lado de la letra que consideres correcta. (Sólo hay una solución para cada pregunta). 1.- ¿Quién es César? ¿Por qué lo expulsan? a) Compañero del protagonista. Por soltar un pedo. b) Un vecino. Por protestar. c) El enemigo del protagonista. Por caerse. 2.- ¿De dónde viene la madre? a) De comprar. b) Del cine. c) Del médico. 3.- ¿Cuántos hermanos/as tiene el protagonista? a) Dos mellizas y dos bebés. b) Cuatro. c) Dos mellizas y un bebé.
  • 21. 4.- ¿Cuál de estas ideas se le ocurre al protagonista? a) Apoderarse de un trozo de silla para darle de comer a su amigo. b) Sustraer una silla para darle de comer a su amigo. c) Cortar con un serrucho. 5.- ¿Cuál es el orden de llegada a la casa de los familiares del protagonista? a) Madre, mellizas y padre. b) Padre, madre y mellizas. c) Mellizas, madre y hermano. 6.- ¿A quién le toca la silla cortada? a) Al hermano. b) A la madre. c) Al padre 7.- Una vez que corta una pata de la silla, ¿por qué corta las demás? a) Para darle más comida a su amigo. b) Para que no lo descubran. c) Por seguir practicando. 8.- ¿Por qué papá no friega nunca los platos? a) Es fetichista. b) Es machista c) Es chapista. 9.- ¿Por qué está mukusuluba en peligro de muerte? a) Por comer madera. b) No tiene hambre. c) Puede morir de hambre. 10.- ¿Quién es Jesús Jerónimo? a) Un perro. b) Un niño. c) El hermano mayor del protagonista. 11.- ¿Qué tendría que haber hecho el protagonista para serrar todas las sillas a la misma medida? a) Cortar un poco inclinado. b) Primero medir las patas y después serrarlas. c) No mirarlas tanto. 12.- ¿Quién o qué es mukusuluba? a) Un ser extraño, quizá de otro planeta, que come madera. b) Un OVNI. c) Un tipo de planta. 13.- ¿Qué necesitan las mellizas para estudiar? a) Tener la televisión encendida y comer patatas fritas, tumbadas en el salón. b) Tener la televisión puesta. c) Un libro.