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CURSO: JUVENTUD, CULTURA DE PAZ Y DEMOCRACIA
MÓDULO 2: JUVENTUD Y VIOLENCIA
1. Estereotipos
En el contexto que nos ocupa, el término estereotipo es el conjunto de creencias
mantenidas por un individuo en relación con un grupo social.
Atendiendo a los puntos de desacuerdo más frecuentes con esta definición
destacan:
 Ver los estereotipos como algo negativo o erróneo.
 Si debe incluir en la definición el carácter compartido.
 Características o rasgos que se incluyen en el estereotipo.
Ashmore y boca (1981), indican que en lo que sí están de acuerdo los diversos
autores es en considerar que los estereotipos son constructos cognitivos que
hacen referencia a los atributos personales de un grupo social y en que, aunque
éstos sean más frecuentemente rasgos de personalidad, no son, desde luego, los
únicos.
Hay tres principios para investigar los estereotipos:
1. Son creencias compartidas sobre un grupo,
2. Son una ayuda para explicar la realidad social y
3. Son un mecanismo de ahorro de energía.
Las definiciones de estereotipos se pueden agrupar teniendo en cuenta dos
dimensiones:
A) Dimensión erróneo-normal: tiene que ver con que se considere o no al
estereotipo una forma errónea o inferior de pensamiento, por alguno de los
siguiente motivos.
 Porque no coinciden con la realidad.
 Porque obedecen a una motivación defensiva.
 Por tener un carácter de sobre generalización.
 Porque son rígidos o están vinculados al etnocentrismo (sobrevaloración
del propio grupo y rechazo u hostilidad hacia otros grupos).
B) Dimensión individual-social: tiene que ver con que se incluya el acuerdo o
consenso social en su definición o se limite a considerar que son creencias que
sostienen los individuos.
Existe otra cuestión sobre la que hay desacuerdo, el tipo de características o
rasgos que se incluyen en el estereotipo. Existen dos posturas:
a.1) Los rasgos característicos del grupo: se pueden incluir en el estereotipo
características muy diferenciadoras pero poco frecuentes y excluir rasgos
frecuentemente asignados pero podo diferenciadores.
a.2) Los rasgos diferenciadores que distinguen al grupo de otros grupos: Diversos
autores como McCauley, Stitt y Segal (1980) indican que “los estereotipos son
aquellas generalizaciones acerca de una clase de personas que distinguen esa
clase de otras” atribución diferencial de rasgos o predicción diferencial de rasgos
basada en la información de pertenencia al grupo.
Relación entre estereotipo, prejuicio y discriminación.
El modo de abordar la relación entre estereotipo y perjuicio depende del concepto
de actitud que se adopte.
 Si se parte de un concepto de tres componentes (cognitivo, afectivo y
conductual) puede pensarse que en el caso de una actitud negativa hacia
un grupo o categoría social:
Estereotipo: conjunto de creencias acerca de los atributos asignados al grupo.
Prejuicio: efecto o evaluación negativa del grupo.
Discriminación: conducta parcial o negativa en el tratamiento a las personas en
virtud de su pertenencia al grupo.
Autor como Brigham (1971) señala que además de esta caracterización cognitiva
del estereotipo como parte de las actitudes prejuiciosas, el estereotipo sirve para
racionalizar la hostilidad que siente la persona prejuiciosa hacia ciertos grupos,
cumpliendo así una función justificatoria.
 Si se parte de un concepto de actitud de un solo componente:
Estereotipo: creencia u opinión.
Prejuicio: actitud negativa hacia un grupo.
Aunque exista una correspondencia entre estereotipos negativos y prejuicio, hay
estereotipos que no van asociados a prejuicios (ej. Estereotipos positivos de
múltiples grupos). Se ha encontrado una relación empírica entre prejuicio y
estereotipo, así, relación entre actitud hacia un grupo y la evaluación de los rasgos
atribuidos a él.
2. Enfoque de riesgo
El enfoque de riesgo se encuentra asociado al lenguaje de “protección” que
utilizan aquellas políticas públicas bajo el entendido de que así se logra
“normalizar” la situación de un sector especial de la población, particularmente de
la juventud.
Una visión más amplia del riesgo social, supone superar, tres aspectos:
a) La noción de que el riesgo es una condición exclusiva del individuo: el riesgo
no pertenece exclusivamente a un individuo o grupo específico afectado a una
condición específica, sino que es básicamente una condición del entorno
institucional y social que no responde a sus necesidades.
b) Los riesgos son múltiples: No hay un solo factor que lo genere, ni otro que lo
evite. En cada caso, lo que define la condición de riesgo es la necesidad de
plantear soluciones multifactoriales.
c) El riesgo no sólo es riesgo moral: el riesgo no debe ser vinculado a aspectos
conductuales del individuo, sino a sus aspectos institucionales y sociales.
Podemos definir el riesgo social como el impacto que produce en los/las jóvenes
las limitaciones de las capacidades sociales y en los dispositivitos institucionales
para generar procesos de desarrollo ideológicos, jurídicos, materiales, culturales,
educativos y afectivos de protección efectiva y de reconocimiento y procesamiento
de sus derechos, necesidades, demandas y deseos.1
Un enfoque social del riesgo2
, observa y analiza de las acciones o de las
situaciones, las posibilidades que éstas tienen de representar una emergencia,
enfermedades, trastornos o daños; para los cuales deben reconocerse los factores
protectores (apoyo familiar, permanencia en el sistema educativo, trabajo seguro,
acceso a servicio de salud); las conductas de riesgo (conducción de automóvil a
alta velocidad, conductas impulsivas) y los factores de riesgo (desempleo), donde
el objetivo último de esta observación y análisis es llegar a su reducción o
eliminación. Según este mismo enfoque, las acciones hacia las personas para
1
Informe sobre Desarrollo Humano Honduras 2008-2009. Juventud en riesgo social: Generando
oportunidades sin estereotipos. Pág. 206
2
Riesgo implica la probabilidad que la presencia de una o más características o factores incremente la
aparición de consecuencias adversas para la salud, el proyecto de vida, la supervivencia personal o de otros.
El conocimiento del riesgo da una medida de la necesidad de atención y la integralidad de los factores que
se toman en cuenta, aumenta la posibilidad de que la intervención sea adecuada. Sin embargo no conduce a
la certeza de que el daño se produzca. Se ha constatado, por ejemplo, que el riesgo de tener un accidente
es distinto para individuos y grupos de individuos de una población determinada.
conseguir este objetivo, deben organizarse en función de la etapa del ciclo vital,
género, contexto cultural y otros.
El concepto de riesgo en el período juvenil se ha destacado por la posibilidad de
que las conductas o situaciones específicas conduzcan a daños en el desarrollo
que pueden afectar tanto el conjunto de sus potencialidades como deteriorar su
bienestar y salud
El enfoque de riesgo asume que a mayor conocimiento sobre los eventos
negativos, mayor posibilidad de actuar sobre ellos con anticipación para evitarlos,
cambiando las condiciones que exponen a un individuo o grupo a adquirir la
enfermedad o el daño -prevención primaria-; modificar sus consecuencias
asegurando la presencia de servicios si el problema se presenta, al intervenir en la
fase precoz del proceso mórbido y prevenir su desarrollo o propagación -
prevención secundaria-.
De igual manera, un especialista llamado Jessor plantea diferencias entre 1)
conductas de riesgo que son las que comprometen aspectos del desarrollo
psicosocial o la supervivencia de la persona durante su desarrollo juvenil e incluso,
en ocasiones, buscan el peligro en sí mismo y 2) conductas que involucran
riesgos, que son propias de los y las jóvenes que asumen cuotas de riesgo (no
muy diferentes de los adultos) conscientes de ello y como parte del compromiso y
la necesidad de un desarrollo enriquecido y más pleno. Jessor considera
infortunada la tendencia a considerar a todos los y las adolescentes como
personas que tienen conductas de riesgo, por cuanto la generalización lleva a que
las conductas de riesgo se expliquen por darse en adolescentes y no permite
profundizar en aquellos jóvenes que realmente tienen un estilo de vida consistente
en conductas de riesgo (verdaderos factores de riesgo) cuya vulnerabilidad los
constituyen en importantes grupos meta para la promoción de su salud, bienestar
e inserción social.
3. Resiliencia3
y factores protectores.
En relación al origen del concepto, el vocablo “resiliencia” proviene del termino
latino resilium, que significa “volver atrás”, “volver de un salto”, “volver al estado
inicial”. Existe muchos autores que han trabajado el tema pero no hay un
consenso final sobre el concepto de resiliencia.
Autores como Richman y Galinsky han sugerido que la resiliencia implica (1)
sobreponerse a las dificultades y tener éxito a pesar de estar expuestos a
situaciones de alto riesgo; (2) mantener la competencia bajo presión, esto quiere
3
Resiliencia, factor importante que se refleja en la sorprendente capacidad que muestran muchos seres
humanos de crecer y desarrollarse en medios adversos y alcanzar niveles de competencia y salud, que, en
otros casos, no alcanzan individuos que no fueron sometidos a situaciones severamente traumáticas ni
negativas.
decir saber adaptarse con éxito al alto riesgo y (3) recuperase de un trauma
ajustándose de forma exitosa a los acontecimiento negativos de la vida.
En la misma línea, Masten sostiene que la resiliencia se refiere a (1) personas de
grupos de alto riesgo que han obtenido mejores resultados de lo esperado; (2)
buena adaptación a pesar de las experiencias estresantes; y (3) recuperase de un
trauma.
El término resiliencia, se refiere a la capacidad del ser humano de recuperarse de
la adversidad y, más aún, transformar factores adversos en un elemento de
estímulo y desarrollo. Se trata de la capacidad de afrontar de modo efectivo
eventos adversos, que pueden llegar, incluso a ser un factor de superación.
La resiliencia aporta una susceptibilidad menor al stress y disminuye la
potencialidad de verse afectado por eventos negativos, incluso, algunos daños. Se
refleja en el hecho que en momentos diferentes de la vida de las personas
muestran mayor capacidad para enfrentar, resistir y recuperarse de factores que
pueden ser destructivos.
3.1 Factores protectores
Según indica el autor Rutter, un mismo factor puede ser de riesgo y/o protector
(por el desarrollo de nuevas actitudes y destrezas) según las circunstancias. Esto
es, la reducción del impacto a la vulnerabilidad se produce al comprender más
ampliamente el significado de peligro, haber tenido gradual exposición a este tipo
de situaciones con posibilidad de responder efectivamente o contar con el
respaldo necesario y aprender a desarrollar alternativas de respuesta que no sean
destructivas, recibir de adultos significativos los modelajes apropiados para el
desarrollo de respuestas para la solución de problemas que son parte del devenir
humano.
La posibilidad de establecer una autoestima positiva, basada en logros,
cumplimiento y reconocimiento de responsabilidades, oportunidades de desarrollar
destrezas sociales, cognitivas y emocionales para enfrentar problemas, tomar
decisiones y prever consecuencias, incrementar el locus de control interno (esto
es reconocer en sí mismo la posibilidad de transformar circunstancias de modo
que respondan a sus necesidades, preservación y aspiraciones) son factores
personales protectores que pueden ser fomentados y que se vinculan con el
desarrollo de la resiliencia.
3.2 Factores negativos
Factores que obstaculizan la estructuración de comportamientos de logro son los
desafíos consumistas, efímeros que se ofrecen al sector adolescente y la mayor
accesibilidad de participación en culturas de transgresión y ovación, al tiempo que
las oportunidades de gratificaciones y opciones de relevancia social constructiva
son restringidas.
Autor como Gresham destaca que los adolescentes que no han aprendido a
enfrentar las situaciones resultantes de las tensiones propias de su desarrollo y de
las condiciones del ambiente, han estado, frecuentemente, inmersos en hogares
caóticos y modelos desprovistos de capacidad de contención y conducción. Si la
construcción de la identidad se da con sentimientos de valor personal y los
esfuerzos por lograr la incorporación social van acompañados de reconocimiento
positivo y de control interno, se incrementa la protección frente al riesgo en las
actividades exploratorias requeridas.
Si, en cambio, la identidad se construye de modo confuso, incompleto, parcial, con
sentimientos de desvalorización personal y exclusión social la vulnerabilidad será
mayor y la propensión a adoptar conductas riesgosas será más probable.
4. Impacto de la violencia política en la juventud.
El fenómeno de la Violencia Política, no es nuevo en el mundo, casos similares al
nuestro, han ocurrido en diversas partes de Latinoamérica de acuerdo a sus
propias naturalezas, características y al contexto en el cual se realizaron.
Como hemos visto en el módulo anterior, entendemos a la Violencia Política, como
aquella que es ejercida desde la política, o para ser más exactos, desde el
comportamiento político, entendido este último como aquellos actos que tengan
algún efecto significativo en el sistema social, ya sea para mantenerlo o para
cambiarlo, en estos casos el poder ejercido tiene un efecto sobre el sistema social
establecido, dicha definición hace referencia al acto político como agente de poder
sobre otras personas.
Según la Real Academia de la Lengua Española – RAE, violencia es la cualidad
de violento, acción y efecto de violentar o violentarse, así mismo violento es
aquello que está fuera de su natural estado situación o modo, que obra con ímpetu
o fuerza. De otro lado agresión es definida en el mismo como el acto de acometer
a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. De esta definición, se entiende a la
agresión como una expresión extrema de violencia, en la cual se atenta contra
otra persona y que además posee carácter de intencionalidad, ya que se
constituye como un acto para hacer daño. Mientras que la definición de violencia
presenta un carácter general ya que implica el sacar algo de su natural estado.
Asimismo, en el anterior módulo hemos analizado la violencia política en el país,
las etapas del proceso, las particularidades y las secuelas de violencia política que
conllevaron a una historia marcada de violencia, olvido y a una etapa de
reconciliación a partir de la creación de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación.
En nuestro país, la violencia llego a instituirse durante el periodo del Conflicto
Armado Interno. En ese entonces eran normales los toques de queda, las requisas
de vivienda, las levas para los adultos, jóvenes, adolescentes y hasta niños, ello
proveniente desde las ordenes estatales y de otro lado la situación caótica, hacía
que otros fenómenos se normalizaran, entre ellos tenemos a los asesinatos, las
desapariciones, los coches bombas, los apagones, las violaciones sexuales, las
torturas, entre otros. Nuestra realidad paso a convertir lo anormal en normal.
Podemos considerar que los daños que ha tenido el proceso de violencia en
relación a la juventud, son los siguientes:
 Ejecución extrajudicial.
 Asesinato.
 Desaparición Forzada.
 Persona con daño corporal.
 Desplazamiento forzoso.
 Detención arbitraria.
 Torturados.
 Víctimas de violación sexual.
 Secuestrados.
 Reclutamiento forzado.
La violencia política ocurrida en el Perú durante casi un cuarto de siglo demuestra
las violaciones realizadas a los jóvenes según el informe de la Comisión de la
Verdad: 42% de los muertos y desaparecidos, 37% de los asesinatos y
ejecuciones extrajudiciales, 54% desapariciones forzadas, 41% sometido a tortura
y 61% de violencia sexual en el período comprendido entre 10 y 29 años4
.
4
Calle Dávila, María del Carmen. Prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes: Intervenciones que
funcionan. Ponencia presentada en el 12° Congreso Virtual de Psiquiatría, realizado en marzo del 2011.
Inmediatamente después de la desaparición de los estudiantes, los
familiares transitaron, día tras día, por comisarias, cuarteles,
juzgados, hospitales, incluso la morgue. Nadie sabía dar razón. “Esa
madrugada no se ha realizado ningún operativo”; “No hay ningún
detenido con el nombre que usted me dice”, eran respuestas
habituales para los familiares.
Metodológicamente importa el análisis de la violencia desde la perspectiva de los
jóvenes. De un lado, como generadores de la violencia, y del otro, como víctima
de ella. En ese sentido, este sector fue uno de los más afectados por el conflicto
armado interno tanto en su participación activa, en su presencia en los actos de
violencia como en las repercusiones sociales y económicas del fenómeno.
Es necesario tomar en consideración que una generación nació y creció en un
contexto de violencia armada. Los abundantes episodios de violencia intempestiva
deben haber condicionado el conflicto. La anomia social, la tendencia a la
desorganización y el nihilismo de la violencia urbana juvenil pueden ser
consecuencia de un habitar de destrucción de varios años.
En medio de la década de los 80s, en medio del fuego cruzado estuvo el joven,
como subversivo o soldado. La violencia se convirtió en un acto de creación
heroica y cientos de jóvenes fueron reclutados desde el campo, las universidades
y las zonas marginales de las ciudades para consumar una revolución que sólo
algunos de sus líderes podían interpretar.
Desde allí, el joven se convirtió en objeto de sospecha. Las universidades
estatales fueron intervenidas por el Estado. Decenas de ojos ajenos a los
claustros empezaron a merodear en busca de culpables. A fines del siglo XX, ser
joven en el Perú, peor aún, ser estudiante de una universidad pública y ser
mestizo, era tener la identidad de terrorista. En ese clima de violencia reinó el
miedo, el miedo a ser detenido, a ser agredido, a ser censurado, a expresar el
pensamiento, incluso a manifestar el temor para no delatarse. Se cultivó la
desconfianza.
La marginación, la pobreza, pero también la sospecha germinaron en el joven a un
odio resuelto a las instituciones, a los partidos y a la política. Las organizaciones
políticas dejaron de reclutar jóvenes. La década perdida fue también, la de
nihilismo más cruel, la de la indiferencia y el aislamiento, la de las pandillas
destructivas, la del descredito de los representantes y las instituciones.5
De igual manera, algunos estudios afirman que los efectos de la violencia en la
juventud han sido el miedo o el temor como una poderosa y extrema emoción que
trae consigo reacciones corporales, reacciones impulsivas, alteración del sentido
de la realidad y la realimentación del temor. Además del miedo, se presentan
otros sentimientos, como el de vulnerabilidad, inseguridad, desmoralización,
desesperanza, desesperación, desamparo, indefensión, sufrimiento, dolor,
tristeza, deseo de venganza reactiva, entre otros.
5
Bernales Ballesteros, Enrique. Violencia armada, marco conceptual e impacto regional: El caso del Perú.
Ponencia elaborada para el Congreso: Juventud, Violencia y Sociedad en América Latina, realizado en la
ciudad de Cartagena de Indias, del 16 al 19 de julio del 2011.
Otro de los efectos encontrados son la desconfianza en las personas y en los
grupos), la disminución de la apertura, la apatía, la inhibición de la comunicación,
los problemas para relacionarse y la baja autoestima entre los jóvenes.
Por último, entre los fenómenos sociales se observan la migración, el
desplazamiento forzado y el refugio. Estos generan ruptura familiar, ruptura de los
proyectos de vida de la comunidad, desorganización social, pérdida de redes
habituales y relaciones sociales, y también cambios culturales, como la pérdida de
formas tradicionales de organización, símbolos, tradiciones, ritos y el ocultamiento
de la propia identidad entre el sector juvenil de la población.
5. Juventud e iniciativas para una cultura de paz.
La cultura de paz, tal y como la define el estudioso Rivera, es un concepto
holístico «un mosaico de identidades, actitudes, valores, creencias, y patrones
institucionales que hacen que la gente viva cuidándose mutuamente,
compartiendo los recursos, y viviendo creativamente las diferencias. Además, el
concepto de cultura de paz es opuesto al de cultura de la guerra. Por ejemplo,
los estudios que analizan la relación entre diversos índices sociales, económicos y
políticos por países encuentran que allí donde hay un mayor respeto hacia los
derechos humanos y mayor igualdad de género también se producen menores
índices de violencia interna y más acuerdo con actitudes tolerantes hacia las
minorías.
Uno de los factores más relevantes vinculados con el bienestar subjetivo de las
personas, y con un clima social positivo es el componente «cuidado: tolerancia-
educación-igualdad» que se compone de un conjunto de actitudes favorables
hacia la aceptación de los refugiados, que prima los gastos sociales en educación
y la igualdad de género.
La cultura de paz va a depender de un conjunto de factores socio-estructurales,
políticos y culturales como son:
1. Educación en la resolución pacífica de los conflictos.
2. Desarrollo sostenible (disminuir las diferencias sociales y económicas al interior
del país).
3. Respeto de los Derechos Humanos.
4. Igualdad de género.
5. Participación política.
6. Actitudes de aceptación hacia las minorías (tolerancia y solidaridad social).
7. Libre circulación de la información y libertad de expresión.
8. Paz iy seguridad.
9. Promoción de los valores: cooperación, cuidado mutuo.
En contextos sociales de apoyo, las personas más expuestas a la violencia
colectiva van a informar de cambios positivos interpersonales (refuerzo de la
solidaridad grupal y de los valores de benevolencia) y sociales (refuerzo de
valores de seguridad, tradición y conformismo), en particular de un sentido de
compromiso más fuerte con la ideología política y religiosa.
Educar para la paz, sin duda alguna, implica educar sobre el conflicto, que no
debe ser confundido con la violencia. Como nos recuerda Galtung, “educar para la
paz es enseñar a la gente a encararse de manera más creativa, menos violenta, a
las situaciones de conflicto y darles los medios para hacerlo”. En ese sentido, la
educación se constituye como un factor elemental y ha de organizarse alrededor
de cuatro aprendizajes, que serán los pilares del conocimiento a lo largo de la vida
de cada individuo, y que perfectamente podrían considerarse también los cuatro
ejes de la educación para la paz y en respuesta a situaciones de violencia política:
1) aprender a conocer, esto es, adquirir los instrumentos de la comprensión.
2) aprender a hacer, para poder actuar sobre el entorno.
3) aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las
actividades humanas.
4) aprender a ser, progresión esencial que participa de los tres aprendizajes
anteriores.
Bibliografía
 Cerna Cano, Julio. “Identidad, cultura y violencia juvenil en el Perú y
América Latina”. En: II Encuentro Metropolitano de Jóvenes Investigadores
Sociales, UNMSM-Mayo 2002.
 Krauskopf, Dina. “Las conductas de riesgo en la fase juvenil”.
 Mansilla, H.C.F. “La violencia política en el Perú: un esbozo
interdisciplinario de interpretación”. En: Revista de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma de Nuevo León, México 2001.
 Rodríguez, Ernesto. Juventud y violencia en América Latina. Una prioridad
para las políticas públicas y una oportunidad para la aplicación de enfoques
integrados e integrales. En: Revista Desacatos, núm. 14, primavera –
verano, Bogotá. 2004. Pp. 36-59.
 Salazar, Mayra. “Los resilientes: Notas acerca del uso de la categoría de
resiliencia en la gestión de las políticas sociales para la infancia y la
juventud”. En: Revista KULA, Antropólogos del Atlántico Sur. N°05
noviembre del 2011.
 Sandoval Pablo y Montalvo José. “¿Dónde están los estudiantes? San
Marcos, entre la emergencia cívica y el retorno del populismo radical”.
 SENAJU. “Lo que no se debe repetir: Las universidades y la violencia
política en el Perú. Enseñanzas para la juventud peruana”. Proyecto
Juventud y Política en la Universidad Peruana. Lima, 2012.
 Soto. M. Adriana. “La sospechosa relación entre juventud y política”. En
revista: El cotidiano, enero – febrero, año / vol. 18, número 111. Universidad
Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco. Distrito Federal, México. Pp. 28-
35.
 Villalba Quesada, Cristina. “El concepto de resiliencia individual y familiar.
Aplicaciones en la intervención social”. Psychosocial Intervention, vol. 12,
núm. 3, 2003. pp. 283-299 Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Madrid,
España.

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  • 1. CURSO: JUVENTUD, CULTURA DE PAZ Y DEMOCRACIA MÓDULO 2: JUVENTUD Y VIOLENCIA 1. Estereotipos En el contexto que nos ocupa, el término estereotipo es el conjunto de creencias mantenidas por un individuo en relación con un grupo social. Atendiendo a los puntos de desacuerdo más frecuentes con esta definición destacan:  Ver los estereotipos como algo negativo o erróneo.  Si debe incluir en la definición el carácter compartido.  Características o rasgos que se incluyen en el estereotipo. Ashmore y boca (1981), indican que en lo que sí están de acuerdo los diversos autores es en considerar que los estereotipos son constructos cognitivos que hacen referencia a los atributos personales de un grupo social y en que, aunque éstos sean más frecuentemente rasgos de personalidad, no son, desde luego, los únicos. Hay tres principios para investigar los estereotipos: 1. Son creencias compartidas sobre un grupo, 2. Son una ayuda para explicar la realidad social y 3. Son un mecanismo de ahorro de energía. Las definiciones de estereotipos se pueden agrupar teniendo en cuenta dos dimensiones: A) Dimensión erróneo-normal: tiene que ver con que se considere o no al estereotipo una forma errónea o inferior de pensamiento, por alguno de los siguiente motivos.  Porque no coinciden con la realidad.  Porque obedecen a una motivación defensiva.  Por tener un carácter de sobre generalización.  Porque son rígidos o están vinculados al etnocentrismo (sobrevaloración del propio grupo y rechazo u hostilidad hacia otros grupos). B) Dimensión individual-social: tiene que ver con que se incluya el acuerdo o consenso social en su definición o se limite a considerar que son creencias que sostienen los individuos.
  • 2. Existe otra cuestión sobre la que hay desacuerdo, el tipo de características o rasgos que se incluyen en el estereotipo. Existen dos posturas: a.1) Los rasgos característicos del grupo: se pueden incluir en el estereotipo características muy diferenciadoras pero poco frecuentes y excluir rasgos frecuentemente asignados pero podo diferenciadores. a.2) Los rasgos diferenciadores que distinguen al grupo de otros grupos: Diversos autores como McCauley, Stitt y Segal (1980) indican que “los estereotipos son aquellas generalizaciones acerca de una clase de personas que distinguen esa clase de otras” atribución diferencial de rasgos o predicción diferencial de rasgos basada en la información de pertenencia al grupo. Relación entre estereotipo, prejuicio y discriminación. El modo de abordar la relación entre estereotipo y perjuicio depende del concepto de actitud que se adopte.  Si se parte de un concepto de tres componentes (cognitivo, afectivo y conductual) puede pensarse que en el caso de una actitud negativa hacia un grupo o categoría social: Estereotipo: conjunto de creencias acerca de los atributos asignados al grupo. Prejuicio: efecto o evaluación negativa del grupo. Discriminación: conducta parcial o negativa en el tratamiento a las personas en virtud de su pertenencia al grupo. Autor como Brigham (1971) señala que además de esta caracterización cognitiva del estereotipo como parte de las actitudes prejuiciosas, el estereotipo sirve para racionalizar la hostilidad que siente la persona prejuiciosa hacia ciertos grupos, cumpliendo así una función justificatoria.  Si se parte de un concepto de actitud de un solo componente: Estereotipo: creencia u opinión. Prejuicio: actitud negativa hacia un grupo. Aunque exista una correspondencia entre estereotipos negativos y prejuicio, hay estereotipos que no van asociados a prejuicios (ej. Estereotipos positivos de múltiples grupos). Se ha encontrado una relación empírica entre prejuicio y estereotipo, así, relación entre actitud hacia un grupo y la evaluación de los rasgos atribuidos a él.
  • 3. 2. Enfoque de riesgo El enfoque de riesgo se encuentra asociado al lenguaje de “protección” que utilizan aquellas políticas públicas bajo el entendido de que así se logra “normalizar” la situación de un sector especial de la población, particularmente de la juventud. Una visión más amplia del riesgo social, supone superar, tres aspectos: a) La noción de que el riesgo es una condición exclusiva del individuo: el riesgo no pertenece exclusivamente a un individuo o grupo específico afectado a una condición específica, sino que es básicamente una condición del entorno institucional y social que no responde a sus necesidades. b) Los riesgos son múltiples: No hay un solo factor que lo genere, ni otro que lo evite. En cada caso, lo que define la condición de riesgo es la necesidad de plantear soluciones multifactoriales. c) El riesgo no sólo es riesgo moral: el riesgo no debe ser vinculado a aspectos conductuales del individuo, sino a sus aspectos institucionales y sociales. Podemos definir el riesgo social como el impacto que produce en los/las jóvenes las limitaciones de las capacidades sociales y en los dispositivitos institucionales para generar procesos de desarrollo ideológicos, jurídicos, materiales, culturales, educativos y afectivos de protección efectiva y de reconocimiento y procesamiento de sus derechos, necesidades, demandas y deseos.1 Un enfoque social del riesgo2 , observa y analiza de las acciones o de las situaciones, las posibilidades que éstas tienen de representar una emergencia, enfermedades, trastornos o daños; para los cuales deben reconocerse los factores protectores (apoyo familiar, permanencia en el sistema educativo, trabajo seguro, acceso a servicio de salud); las conductas de riesgo (conducción de automóvil a alta velocidad, conductas impulsivas) y los factores de riesgo (desempleo), donde el objetivo último de esta observación y análisis es llegar a su reducción o eliminación. Según este mismo enfoque, las acciones hacia las personas para 1 Informe sobre Desarrollo Humano Honduras 2008-2009. Juventud en riesgo social: Generando oportunidades sin estereotipos. Pág. 206 2 Riesgo implica la probabilidad que la presencia de una o más características o factores incremente la aparición de consecuencias adversas para la salud, el proyecto de vida, la supervivencia personal o de otros. El conocimiento del riesgo da una medida de la necesidad de atención y la integralidad de los factores que se toman en cuenta, aumenta la posibilidad de que la intervención sea adecuada. Sin embargo no conduce a la certeza de que el daño se produzca. Se ha constatado, por ejemplo, que el riesgo de tener un accidente es distinto para individuos y grupos de individuos de una población determinada.
  • 4. conseguir este objetivo, deben organizarse en función de la etapa del ciclo vital, género, contexto cultural y otros. El concepto de riesgo en el período juvenil se ha destacado por la posibilidad de que las conductas o situaciones específicas conduzcan a daños en el desarrollo que pueden afectar tanto el conjunto de sus potencialidades como deteriorar su bienestar y salud El enfoque de riesgo asume que a mayor conocimiento sobre los eventos negativos, mayor posibilidad de actuar sobre ellos con anticipación para evitarlos, cambiando las condiciones que exponen a un individuo o grupo a adquirir la enfermedad o el daño -prevención primaria-; modificar sus consecuencias asegurando la presencia de servicios si el problema se presenta, al intervenir en la fase precoz del proceso mórbido y prevenir su desarrollo o propagación - prevención secundaria-. De igual manera, un especialista llamado Jessor plantea diferencias entre 1) conductas de riesgo que son las que comprometen aspectos del desarrollo psicosocial o la supervivencia de la persona durante su desarrollo juvenil e incluso, en ocasiones, buscan el peligro en sí mismo y 2) conductas que involucran riesgos, que son propias de los y las jóvenes que asumen cuotas de riesgo (no muy diferentes de los adultos) conscientes de ello y como parte del compromiso y la necesidad de un desarrollo enriquecido y más pleno. Jessor considera infortunada la tendencia a considerar a todos los y las adolescentes como personas que tienen conductas de riesgo, por cuanto la generalización lleva a que las conductas de riesgo se expliquen por darse en adolescentes y no permite profundizar en aquellos jóvenes que realmente tienen un estilo de vida consistente en conductas de riesgo (verdaderos factores de riesgo) cuya vulnerabilidad los constituyen en importantes grupos meta para la promoción de su salud, bienestar e inserción social. 3. Resiliencia3 y factores protectores. En relación al origen del concepto, el vocablo “resiliencia” proviene del termino latino resilium, que significa “volver atrás”, “volver de un salto”, “volver al estado inicial”. Existe muchos autores que han trabajado el tema pero no hay un consenso final sobre el concepto de resiliencia. Autores como Richman y Galinsky han sugerido que la resiliencia implica (1) sobreponerse a las dificultades y tener éxito a pesar de estar expuestos a situaciones de alto riesgo; (2) mantener la competencia bajo presión, esto quiere 3 Resiliencia, factor importante que se refleja en la sorprendente capacidad que muestran muchos seres humanos de crecer y desarrollarse en medios adversos y alcanzar niveles de competencia y salud, que, en otros casos, no alcanzan individuos que no fueron sometidos a situaciones severamente traumáticas ni negativas.
  • 5. decir saber adaptarse con éxito al alto riesgo y (3) recuperase de un trauma ajustándose de forma exitosa a los acontecimiento negativos de la vida. En la misma línea, Masten sostiene que la resiliencia se refiere a (1) personas de grupos de alto riesgo que han obtenido mejores resultados de lo esperado; (2) buena adaptación a pesar de las experiencias estresantes; y (3) recuperase de un trauma. El término resiliencia, se refiere a la capacidad del ser humano de recuperarse de la adversidad y, más aún, transformar factores adversos en un elemento de estímulo y desarrollo. Se trata de la capacidad de afrontar de modo efectivo eventos adversos, que pueden llegar, incluso a ser un factor de superación. La resiliencia aporta una susceptibilidad menor al stress y disminuye la potencialidad de verse afectado por eventos negativos, incluso, algunos daños. Se refleja en el hecho que en momentos diferentes de la vida de las personas muestran mayor capacidad para enfrentar, resistir y recuperarse de factores que pueden ser destructivos. 3.1 Factores protectores Según indica el autor Rutter, un mismo factor puede ser de riesgo y/o protector (por el desarrollo de nuevas actitudes y destrezas) según las circunstancias. Esto es, la reducción del impacto a la vulnerabilidad se produce al comprender más ampliamente el significado de peligro, haber tenido gradual exposición a este tipo de situaciones con posibilidad de responder efectivamente o contar con el respaldo necesario y aprender a desarrollar alternativas de respuesta que no sean destructivas, recibir de adultos significativos los modelajes apropiados para el desarrollo de respuestas para la solución de problemas que son parte del devenir humano. La posibilidad de establecer una autoestima positiva, basada en logros, cumplimiento y reconocimiento de responsabilidades, oportunidades de desarrollar destrezas sociales, cognitivas y emocionales para enfrentar problemas, tomar decisiones y prever consecuencias, incrementar el locus de control interno (esto es reconocer en sí mismo la posibilidad de transformar circunstancias de modo que respondan a sus necesidades, preservación y aspiraciones) son factores personales protectores que pueden ser fomentados y que se vinculan con el desarrollo de la resiliencia. 3.2 Factores negativos Factores que obstaculizan la estructuración de comportamientos de logro son los desafíos consumistas, efímeros que se ofrecen al sector adolescente y la mayor accesibilidad de participación en culturas de transgresión y ovación, al tiempo que
  • 6. las oportunidades de gratificaciones y opciones de relevancia social constructiva son restringidas. Autor como Gresham destaca que los adolescentes que no han aprendido a enfrentar las situaciones resultantes de las tensiones propias de su desarrollo y de las condiciones del ambiente, han estado, frecuentemente, inmersos en hogares caóticos y modelos desprovistos de capacidad de contención y conducción. Si la construcción de la identidad se da con sentimientos de valor personal y los esfuerzos por lograr la incorporación social van acompañados de reconocimiento positivo y de control interno, se incrementa la protección frente al riesgo en las actividades exploratorias requeridas. Si, en cambio, la identidad se construye de modo confuso, incompleto, parcial, con sentimientos de desvalorización personal y exclusión social la vulnerabilidad será mayor y la propensión a adoptar conductas riesgosas será más probable. 4. Impacto de la violencia política en la juventud. El fenómeno de la Violencia Política, no es nuevo en el mundo, casos similares al nuestro, han ocurrido en diversas partes de Latinoamérica de acuerdo a sus propias naturalezas, características y al contexto en el cual se realizaron. Como hemos visto en el módulo anterior, entendemos a la Violencia Política, como aquella que es ejercida desde la política, o para ser más exactos, desde el comportamiento político, entendido este último como aquellos actos que tengan algún efecto significativo en el sistema social, ya sea para mantenerlo o para cambiarlo, en estos casos el poder ejercido tiene un efecto sobre el sistema social establecido, dicha definición hace referencia al acto político como agente de poder sobre otras personas. Según la Real Academia de la Lengua Española – RAE, violencia es la cualidad de violento, acción y efecto de violentar o violentarse, así mismo violento es aquello que está fuera de su natural estado situación o modo, que obra con ímpetu o fuerza. De otro lado agresión es definida en el mismo como el acto de acometer a alguien para matarlo, herirlo o hacerle daño. De esta definición, se entiende a la agresión como una expresión extrema de violencia, en la cual se atenta contra otra persona y que además posee carácter de intencionalidad, ya que se constituye como un acto para hacer daño. Mientras que la definición de violencia presenta un carácter general ya que implica el sacar algo de su natural estado. Asimismo, en el anterior módulo hemos analizado la violencia política en el país, las etapas del proceso, las particularidades y las secuelas de violencia política que conllevaron a una historia marcada de violencia, olvido y a una etapa de reconciliación a partir de la creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
  • 7. En nuestro país, la violencia llego a instituirse durante el periodo del Conflicto Armado Interno. En ese entonces eran normales los toques de queda, las requisas de vivienda, las levas para los adultos, jóvenes, adolescentes y hasta niños, ello proveniente desde las ordenes estatales y de otro lado la situación caótica, hacía que otros fenómenos se normalizaran, entre ellos tenemos a los asesinatos, las desapariciones, los coches bombas, los apagones, las violaciones sexuales, las torturas, entre otros. Nuestra realidad paso a convertir lo anormal en normal. Podemos considerar que los daños que ha tenido el proceso de violencia en relación a la juventud, son los siguientes:  Ejecución extrajudicial.  Asesinato.  Desaparición Forzada.  Persona con daño corporal.  Desplazamiento forzoso.  Detención arbitraria.  Torturados.  Víctimas de violación sexual.  Secuestrados.  Reclutamiento forzado. La violencia política ocurrida en el Perú durante casi un cuarto de siglo demuestra las violaciones realizadas a los jóvenes según el informe de la Comisión de la Verdad: 42% de los muertos y desaparecidos, 37% de los asesinatos y ejecuciones extrajudiciales, 54% desapariciones forzadas, 41% sometido a tortura y 61% de violencia sexual en el período comprendido entre 10 y 29 años4 . 4 Calle Dávila, María del Carmen. Prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes: Intervenciones que funcionan. Ponencia presentada en el 12° Congreso Virtual de Psiquiatría, realizado en marzo del 2011. Inmediatamente después de la desaparición de los estudiantes, los familiares transitaron, día tras día, por comisarias, cuarteles, juzgados, hospitales, incluso la morgue. Nadie sabía dar razón. “Esa madrugada no se ha realizado ningún operativo”; “No hay ningún detenido con el nombre que usted me dice”, eran respuestas habituales para los familiares.
  • 8. Metodológicamente importa el análisis de la violencia desde la perspectiva de los jóvenes. De un lado, como generadores de la violencia, y del otro, como víctima de ella. En ese sentido, este sector fue uno de los más afectados por el conflicto armado interno tanto en su participación activa, en su presencia en los actos de violencia como en las repercusiones sociales y económicas del fenómeno. Es necesario tomar en consideración que una generación nació y creció en un contexto de violencia armada. Los abundantes episodios de violencia intempestiva deben haber condicionado el conflicto. La anomia social, la tendencia a la desorganización y el nihilismo de la violencia urbana juvenil pueden ser consecuencia de un habitar de destrucción de varios años. En medio de la década de los 80s, en medio del fuego cruzado estuvo el joven, como subversivo o soldado. La violencia se convirtió en un acto de creación heroica y cientos de jóvenes fueron reclutados desde el campo, las universidades y las zonas marginales de las ciudades para consumar una revolución que sólo algunos de sus líderes podían interpretar. Desde allí, el joven se convirtió en objeto de sospecha. Las universidades estatales fueron intervenidas por el Estado. Decenas de ojos ajenos a los claustros empezaron a merodear en busca de culpables. A fines del siglo XX, ser joven en el Perú, peor aún, ser estudiante de una universidad pública y ser mestizo, era tener la identidad de terrorista. En ese clima de violencia reinó el miedo, el miedo a ser detenido, a ser agredido, a ser censurado, a expresar el pensamiento, incluso a manifestar el temor para no delatarse. Se cultivó la desconfianza. La marginación, la pobreza, pero también la sospecha germinaron en el joven a un odio resuelto a las instituciones, a los partidos y a la política. Las organizaciones políticas dejaron de reclutar jóvenes. La década perdida fue también, la de nihilismo más cruel, la de la indiferencia y el aislamiento, la de las pandillas destructivas, la del descredito de los representantes y las instituciones.5 De igual manera, algunos estudios afirman que los efectos de la violencia en la juventud han sido el miedo o el temor como una poderosa y extrema emoción que trae consigo reacciones corporales, reacciones impulsivas, alteración del sentido de la realidad y la realimentación del temor. Además del miedo, se presentan otros sentimientos, como el de vulnerabilidad, inseguridad, desmoralización, desesperanza, desesperación, desamparo, indefensión, sufrimiento, dolor, tristeza, deseo de venganza reactiva, entre otros. 5 Bernales Ballesteros, Enrique. Violencia armada, marco conceptual e impacto regional: El caso del Perú. Ponencia elaborada para el Congreso: Juventud, Violencia y Sociedad en América Latina, realizado en la ciudad de Cartagena de Indias, del 16 al 19 de julio del 2011.
  • 9. Otro de los efectos encontrados son la desconfianza en las personas y en los grupos), la disminución de la apertura, la apatía, la inhibición de la comunicación, los problemas para relacionarse y la baja autoestima entre los jóvenes. Por último, entre los fenómenos sociales se observan la migración, el desplazamiento forzado y el refugio. Estos generan ruptura familiar, ruptura de los proyectos de vida de la comunidad, desorganización social, pérdida de redes habituales y relaciones sociales, y también cambios culturales, como la pérdida de formas tradicionales de organización, símbolos, tradiciones, ritos y el ocultamiento de la propia identidad entre el sector juvenil de la población. 5. Juventud e iniciativas para una cultura de paz. La cultura de paz, tal y como la define el estudioso Rivera, es un concepto holístico «un mosaico de identidades, actitudes, valores, creencias, y patrones institucionales que hacen que la gente viva cuidándose mutuamente, compartiendo los recursos, y viviendo creativamente las diferencias. Además, el concepto de cultura de paz es opuesto al de cultura de la guerra. Por ejemplo, los estudios que analizan la relación entre diversos índices sociales, económicos y políticos por países encuentran que allí donde hay un mayor respeto hacia los derechos humanos y mayor igualdad de género también se producen menores índices de violencia interna y más acuerdo con actitudes tolerantes hacia las minorías. Uno de los factores más relevantes vinculados con el bienestar subjetivo de las personas, y con un clima social positivo es el componente «cuidado: tolerancia- educación-igualdad» que se compone de un conjunto de actitudes favorables hacia la aceptación de los refugiados, que prima los gastos sociales en educación y la igualdad de género. La cultura de paz va a depender de un conjunto de factores socio-estructurales, políticos y culturales como son: 1. Educación en la resolución pacífica de los conflictos. 2. Desarrollo sostenible (disminuir las diferencias sociales y económicas al interior del país). 3. Respeto de los Derechos Humanos. 4. Igualdad de género. 5. Participación política. 6. Actitudes de aceptación hacia las minorías (tolerancia y solidaridad social). 7. Libre circulación de la información y libertad de expresión. 8. Paz iy seguridad. 9. Promoción de los valores: cooperación, cuidado mutuo.
  • 10. En contextos sociales de apoyo, las personas más expuestas a la violencia colectiva van a informar de cambios positivos interpersonales (refuerzo de la solidaridad grupal y de los valores de benevolencia) y sociales (refuerzo de valores de seguridad, tradición y conformismo), en particular de un sentido de compromiso más fuerte con la ideología política y religiosa. Educar para la paz, sin duda alguna, implica educar sobre el conflicto, que no debe ser confundido con la violencia. Como nos recuerda Galtung, “educar para la paz es enseñar a la gente a encararse de manera más creativa, menos violenta, a las situaciones de conflicto y darles los medios para hacerlo”. En ese sentido, la educación se constituye como un factor elemental y ha de organizarse alrededor de cuatro aprendizajes, que serán los pilares del conocimiento a lo largo de la vida de cada individuo, y que perfectamente podrían considerarse también los cuatro ejes de la educación para la paz y en respuesta a situaciones de violencia política: 1) aprender a conocer, esto es, adquirir los instrumentos de la comprensión. 2) aprender a hacer, para poder actuar sobre el entorno. 3) aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas. 4) aprender a ser, progresión esencial que participa de los tres aprendizajes anteriores.
  • 11. Bibliografía  Cerna Cano, Julio. “Identidad, cultura y violencia juvenil en el Perú y América Latina”. En: II Encuentro Metropolitano de Jóvenes Investigadores Sociales, UNMSM-Mayo 2002.  Krauskopf, Dina. “Las conductas de riesgo en la fase juvenil”.  Mansilla, H.C.F. “La violencia política en el Perú: un esbozo interdisciplinario de interpretación”. En: Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México 2001.  Rodríguez, Ernesto. Juventud y violencia en América Latina. Una prioridad para las políticas públicas y una oportunidad para la aplicación de enfoques integrados e integrales. En: Revista Desacatos, núm. 14, primavera – verano, Bogotá. 2004. Pp. 36-59.  Salazar, Mayra. “Los resilientes: Notas acerca del uso de la categoría de resiliencia en la gestión de las políticas sociales para la infancia y la juventud”. En: Revista KULA, Antropólogos del Atlántico Sur. N°05 noviembre del 2011.  Sandoval Pablo y Montalvo José. “¿Dónde están los estudiantes? San Marcos, entre la emergencia cívica y el retorno del populismo radical”.  SENAJU. “Lo que no se debe repetir: Las universidades y la violencia política en el Perú. Enseñanzas para la juventud peruana”. Proyecto Juventud y Política en la Universidad Peruana. Lima, 2012.  Soto. M. Adriana. “La sospechosa relación entre juventud y política”. En revista: El cotidiano, enero – febrero, año / vol. 18, número 111. Universidad Autónoma Metropolitana – Azcapotzalco. Distrito Federal, México. Pp. 28- 35.  Villalba Quesada, Cristina. “El concepto de resiliencia individual y familiar. Aplicaciones en la intervención social”. Psychosocial Intervention, vol. 12, núm. 3, 2003. pp. 283-299 Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Madrid, España.